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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Corradine Grimaldi Lun Oct 15, 2012 6:32 pm





Solo el amor y el arte hacen tolerable la existencia.
William Somerset Maugham
Caminó por las salas del hermoso palacio que pertenecía ahora al museo del Louvre. Los tacos de sus chapines resonaban en el suelo de la amplia habitación. El lujo que se podía apreciar en toda su construcción, sobrecogía a cualquiera y a pesar de que Chiara había vivido como una noble se sentía diminuta a la par de tanto brillo. Las cortinas de un color crema con bordados en oro que daban a la sala una atmosfera increíble, realzaban la importancia de las obras expuestas allí.

Admiraba cada una de las obras colocada en ésa sala en particular, ya que casi todas eran obras recientes, de uno de los artistas mas renombrados de Paris. Jacques-Louis David, su hermano Girolamo lo había conocido en Italia, en un viaje que el pintor realizara unos años atrás, y luego de poner casa en Paris, y para levantarle el ánimo, y que comenzara a tratar con la sociedad Parisina, su tutor había decidido invitar al artista a una velada privada. Ella pudo así conocerlo y charlar sobre diferentes temas entre ellos sus últimas pinturas. Él le había comentado de dos obras que tenía expuesta en el Museo “El Juramento de los Horacios” y “El Rapto de las Sabinas”, contándole la historia tras el cuadro y no pudo con la curiosidad que habían despertado en ella, por eso no dudó en ir a darles un vistazo.




Spoiler:


Spoiler:
Se paró delante de la primera, observó los tres hombres, jóvenes, fuertes, arrogantes – Girolamo – pensó – son igual a él - y el padre quienes juraban solemnemente sobre sus armas defender los ideales de sus vidas y luego su vista se detuvo en las mujeres que en la penumbra de la obra, lloraban y se afligían por la elección tomada por sus hombres.

-Típico – pensó – siempre los hombres tomando decisiones sin consultar a las mujeres, ¿acaso no se dan cuenta que somos nosotras las que casi siempre sufrimos? y ¿las casi siempre que debemos pagar las consecuencias? – recordó a su madre y a sus hermanitos, en aquella noche que nunca mas podría olvidar. Recordó lo que su tutor le contara, sobre la posible causa de aquel desenlace. No quería culpar a su hermano, pero tal vez, si él no hubiera tomado la decisión de ser un Cazador su familia todavía estaría viva - ¿Porqué no podremos vivir en paz? – suspiró mientras instintivamente extendía su mano como si con ese simple gesto pudiera secar las lagrimas de aquellas mujeres, que como ella sufrían por las decisiones de los hombres.

Unos pasos a su espalda la sobresaltaron y bajó rápidamente su brazo. Acomodó algunos pliegues
de su vestido y volvió a dirigir su atención al cuadro, esta vez a los hombres - ¿que estarían pensando? – se preguntó en voz alta.



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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Oct 16, 2012 1:22 pm

"El arte se regla únicamente por la imaginación."
Benedetto Croce



Era una tarde agradable, no hacía frío ni calor, el sol relucía pero no quemaba, las flores causaban alergia a quien les temiera y las familias salían a recorrer los parques y jugar con sus hijos. Todo parecía indicar un día perfecto, uno de aquellos en los que todos parecían felices sin la necesidad de comer perdices, todos menos él.

El reloj avanzaba despiadado, robándose parte de su valioso tiempo que, después de toda una tarde de inútil encierro, se volvía aún más valioso y aquello le ponía de mal humor. Muchas otras veces había lamentado el exceso de expresividad en su rostro, pero hoy francamente lo agradecía, pues nadie en su sano juicio se acercaba a él para dirigirle la palabra, preguntarle la hora o iniciar una charla mundana con banal coqueteo incluido.

Tamborileaba los dedos frente a la tarima de espera, esperando a que el encargado de biblioteca se dignara a regresar con la información requerida; un hombre regordete con un aspecto bastante parecido al de un sapo, carente de cuello y con ojos sumamente saltones, que al igual que ciertas pinturas de la época, parecían seguirte con la mirada de donde sea que estuviese en el salón. Bien sabía que la paciencia era un don divino y que al igual que una planta, debía de cultivar y cuidarse día a día, pero a pesar de lo mucho que a él le gustara la agronomía, la paciencia era una planta que jamás se le había dado bien de cultivar.

¡Finalmente! — exclamó alzando las manos al cielo cuando el hombre sapo por fin apareció y, por la expresión de su rostro, podía apreciarse que el desagrado de ambos sujetos era un sentimiento reciproco.

Recogió los duplicados que necesitaba y entonces regresó camino a la calle, una vez más por las galerías de arte, las mismas que disfrutaba a destajo siempre y cuando sus pinturas no hiciesen alabanza a sus enemigos de la Inquisición. Aún no podía entender como podía la gente llamar arte a pinturas cuyo tema fuese una oda directa al sufrimiento y la mentira encubierta de miles de inocentes cuyas voces habían sido acalladas a precio de muerte.

Caminaba así por los pasillos cubiertos de arte, haciendo resonar sus zapatos finos en el piso de madera que a esas horas ya poco tenía de lustroso. Las cortinas bordadas de oro se adosaban perfectamente a las ventanas, como si quisieran que la construcción y diseño del Louvre fuese parte de la misma obra en exhibición; todo perfecto, impecable y exquisitamente diseñado, para hacer de ese museo completo, una verdadera obra de arte. Lastima era que no todos sus visitantes tuviesen el mismo respeto por las obras, ya que a pesar de los guardias apostados en cada una de los accesos a las salas, no faltaba el profanador insolente que les quisiera tocar, ya sea por curiosidad o el simple placer inhumano de querer hacer daño a tan valiosas joyas de la historia, como la mujer de rubia cabellera que se topó en mitad del camino.

Probablemente estarían sumamente alteradas por la cercanía de la mano monstruosa que les deseaba ultrajar — respondió, deteniéndose junto a ella, ante su pregunta oportuna que más bien parecía un mero intento de distracción. Aún así, se dio el trabajo de echarle un vistazo a la pintura a la que reconoció, tal como su nombre lo indicaba, como “El Juramento de los Horacios”.

Frunció el ceño y ladeó la cabeza para observarle con mayor detenimiento y poder sacar así sus propias conclusiones, las cuales eran tan variadas, como rebuscadas e incluso un poco estrafalarias.

Bueno... quizás estuviesen ya desmayándose por el olor a axila cuando todos ellos levantan sus brazos o... simplemente lloran su partida ante lo que parece un juramento para ir a la guerra — le sonrió y añadió enseguida — Por favor, no toquéis las pinturas... a menos que ellas no merezcan llamarse arte, pero esta... creo que si lo es.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Miér Oct 17, 2012 6:04 pm

Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas.
Oscar Wilde


Tarde se dio cuenta que sus palabras habían sido oídas por alguien, se envaró al sentir la voz masculina que casi a su lado le hablaba de mujeres ultrajadas – el liento frio y los ojos helados que la miraban aquella última noche en Turín, se le presentó vivido en su mente y se le puso la piel de gallina -. Su seño se frunció en un pequeña y diminuta arruga, estaba a punto de contestarle con algunas de sus salidas cargadas de sarcasmo, cuando el hombre hizo una broma sobre el aroma corporal. No pudo mas que distenderse y reír de forma suave y cristalina – nunca hubiera pensado en eso – caviló.

Se dio vuelta enfrentando a su compañero ocasional y se ruborizaron sus mejillas al reconocerle. Nunca habían sido presentados pero como noble, Chiara tenia todos los conocimientos de quien era quien, en esa sociedad y casi en Europa entera. Le sonrió y volvió a mirar la pintura. - No se preocupe, no iba a tocarla, es solo que sentí el impulso de consolarlas – dijo mientras observaba a la mujer, que sentada en una actitud de rendición, tenía la cabeza apoyada en su mano – las comprendo demasiado.- sin mirar al caballero y aún sumergida en la contemplación de la obra, comentó – sabe, mi padre me contó la historia de los Horacios, y lo importante de ser fiel a una causa, pero siempre pensé que nunca se toma en cuenta el daño irreparable que esta puede conllevar, y el sufrimiento de los amados – bajó su vista al suelo y continuó – Dos pueblos enfrentados por la unión de Roma, buscan saldar sus diferencia en una lucha a muerte entre sus mejores hombres. Los Horacios, eran unos, sus oponentes, Los Curianos -. Giró su rostro hasta buscar la mirada de su compañero, - ¿Sabía que los dos grupos estaban unidos entre si por los lasos de la sangre y la familia? ¿que ese enfrentamiento llevaría a dejar viudas a sus hermanas y huerfanos a sus sobrinos? Pero eso no les importó, el juramento era mucho mas importante que todo y matarían a los padres de sus sobrinos solo por una maldita idea política – su voz estaba cargada de rencor. Mantuvo la vista clavada en los bellos ojos del Duque y le preguntó, casi con un nudo en la garganta – ¿Acaso vivir en paz y terminar con luchas estériles y sanguinarias es una utopía? ¿Por qué somos siempre las mujeres y los niños, quienes tenemos que soportar las consecuencias de vuestras acciones? – Se ruborizo, al darse cuenta que no era de buena cuna que una mujer diera una opinión tan abiertamente y a un hombre que no habían sido presentados.

- Disculpe, no tiene por qué responder, pero son preguntas que nadie me ha podido explicar – volvió mirar la obra y se quedó en silencio, expectante a la contestación del Duque.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Oct 18, 2012 3:39 pm

"Mala cosa cuando en el ánimo se representa la temeridad con rostro de valentía, y la cordura con rostro de cobardía."
Francisco de Quevedo y Villegas



Nadie lo hace — respondió con una sonrisa al verle reír a través del movimiento de sus hombros y su espalda — La gente adulta suele tomarte el arte demasiado en serio como para poder percibir aquellas cosas más simples que han olvidado cuando han dejado de ser niños — le explicó, aceptando implícitamente que a él mismo aún le faltaba madurez y que en verdad deseaba prescindir de ella hasta que las necesidades de la vida le obligasen a seguir su camino.

La mujer volteó para darle la cara y pudo reconocer entonces a un rostro conocido, una cara que de seguro había visto alguna vez en una de las muchas reuniones y cenas de la alta alcurnia que asistía año a año desde su propio nacimiento. Ella se disculpó por la cercanía de su mano a la pintura y ofreció una excusa un tanto peculiar, dijo que pretendía consolarlas, situación que no hizo más que darle a pensar que se trataba de una mujer de carácter noble y un corazón demasiado frágil o entristecido por la vida.

La observó, nuevamente de espaldas a él, mientras ella contemplaba la obra y le compartía sus propios conocimientos y recuerdos sobre la base de ésta, una historia personal y afectiva que él procuró escuchar con mucho respeto y atención hasta que ella se giró para mirarle a los ojos con una rabia inusual que emanaba directamente desde su voz y su experiencia. Él también conocía la historia de los Horacios, pero de cierto modo, sentía que no era la misma que ella relataba, o al menos jamás le había visto del mismo modo. Sin embargo, ella misma pareció arrepentirse de sus palabras y haberse expresado de aquella manera, ya que una vez más le dio la espalda, mas le hizo una petición indirecta para que él diese su opinión.

Yo... — dudó por un momento al pensar en que su respuesta no sería del agrado de la mujer, pero tampoco se sentía con ganas de maquillar sus palabras luego de que ella misma se hubiese expresado de forma tan abierta y sincera. Suspiró con resignación, bajando la mirada por el breve lapso de un segundo antes de volver a mirar sus dorados cabellos — Yo creo que ustedes, las mujeres, sois unas cobardes acomodadas — sonrió con aquellas sonrisas de circunstancias, las mismas que ponen los niños pequeños cuando sido sorprendidos por sus padres haciendo alguna suerte de travesura — Creo que vosotras tenéis tanto derecho, y también deber, de defender vuestras tierras y familias, pero siempre os quedáis lamentado bajo la sombra de lo que todos llamáis el pertenecer al sexo débil. Creo que si alguna de aquellas mujeres hubiese incitado a las otras — señaló con la cabeza a las féminas retratadas en la pintura de “El Juramento de los Horacios” — para armarles con un poco más de valentía y organización para llegar a hacer lo que ellas — señaló ahora a la pintura de “El Rapto de las Sabinas” — las cosas hubiesen sido diferentes. Creo, que sin importar el sexo o nuestras debilidades, siempre debemos luchar por lo que creemos y lo que amamos.

Sabía que finalmente ella parecería estar de acuerdo, pues a nadie le gustaba ser juzgado como un cobarde, pero sabía también que del dicho al hecho había un gran trecho, y que no importase lo que la mujer dijera, era probable que en la practica siguiese lamentándose de sus perdidas sin la gallardía de actuar por ellas.

Sé también que una de las mujeres de los Horacios fue asesinada por su propio hermano por haber intentado actuar de forma valiente, pero he ahí la falta de convicción y apoyo de las otras. A veces no es tan necesaria la valentía tonta, como la valentía astuta. No todo podemos hacerlo solos y tampoco existen los errores de una sola persona.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Vie Oct 19, 2012 3:47 pm


En algún lugar del alma se extienden los desiertos de la pérdida,
del dolor fermentado; oscuros páramos agazapados tras los parajes de los
días.
Sealtiel Alatriste



Sentía que un fuego abrasador la inhundaba, sintió como se hiba poniendo colorada, aquel calor extraño por todo el cuerpo, las diminutas gotas de sudor que resbalaban por su corsé ajustado – Como se atrevía a llamarla cobarde - pensó – en su cabeza se le agolparon mil razones para decir, pero, se quedaban incrustadas en su garganta.
Aquel sentimiento de frustración le llenó los ojos de lagrimas y en un exabrupto que debería haber detenido, por saber quien era esa persona, de quien se trataba y de guardar sus dolores en el alma, apesar de todo aquello, no pudo aguantar mas y le espetó – Claro!!! tiene usted razón, soy una cobarde!!!, no debería haber huido de aquella locura, debería haberme quedado para que un maldito chupasangre me matara como lo hizo con mis padres y mis pequeños hermanos!!! - las lagrimas recorrían sus mejillas aun coloradas por la excitación - Fui una cobarde por correr como una demente, subir al coche y casi matarme en el camino tratando de poner distancias entre esos seres y yo – el pecho le subía y le bajaba, por el esfuerzo que le provocaba el tener que respirar. Una sensación de asco le revolvió las entrañas al recordar la garganta destrozada de su padre, los cuerpos laxos de sus hermanos entre las garras de aquellos seres y su propio camisón teñido de sangre. - Debería haber muerto, como casi todos los integrantes de la familia Di Moncalieri, aquella noche hace apenas unos meses.-

Caminó unos pasos, hacia atrás, buscando un lugar donde poder afirmarse – no permitiré que vea lo frágil que a veces esos recuerdos me vuelven - Se exigió por respirar hondo mientras otras nauseas la invadían. Tapó su boca con un pañuelo empapado de perfume y se dejó apoyar en la pared. Cerró, los ojos y tras buscar la calma perdida, habló sin mirarlo – Le pido mil disculpas, Señor Duque - el titulo nobiliario salio de su boca con sierto sarcasmo y rencor - pero creo sinceramente, que poco debe saber de la vida, en medio de lujos y siervos, lejos de seres que hasta hace muy poco, por lo menos yo no sabía que existían - podía intuir que todavía estaba a unos paso de ella, pero verdaderamente creía que de seguro huiría al verla en aquel estado – una loca – pensó – eso es lo que pareces, una total desquiciada, ¿crees acaso que ese hombre sabrá que existen vampiros, hombres lobos, cambiaformas y no se cuantas mas criaturas sobrenaturales? – Se enderezó y se fue acercando a uno de los ventanales que en ese momento estaba entre abierto, necesitaba aire. Abrió más la hoja y la brisa refrescó su rostro.

Se dio vuelta y lo buscó con la mirada, pero por la turbación no lo podía distinguir con claridad – Es verdad, que muchas veces nos ocultamos tras la simplicidad de lo que usted mencionó, pero eso no quiere decir que no nos arrepintamos toda la vida de nuestras cobardías -. Tomó aire con una larga inhalación y luego dejó que sus pulmones se vaciaran con un triste y suave suspiro.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Oct 23, 2012 10:47 am

"El saber y la razón hablan, la ignorancia y el error gritan."
Arturo Graf



Algo había en ese lugar tan histórico y místico, que parecía siempre sacar el lado más apasionado de las personas, su arte interna, la musa de sus pensamientos y la locura de su raciocinio. Algo había en aquellas paredes macizas cuyo decorado estructural ya era tan hermoso como las piezas de arte que ahí se exhibían, algo debía tener en aquel techo pintado de frescos que recordaban a cada instante el ser testigos de un lugar absolutamente privilegiado, algo debía haber en aquellos amplios y cristalinos ventanales que permitían la entrada de la luz y la esparcían a raudamente por todo el salón, o quizás en el piso de impecable y perfecta madera lisa y decorativa. Algo más allá de sus simples palabras que parecían ser aún más dañinas que el simple dolor de la verdad.

La mujer volteó de pronto para espetarle a la cara una sarta de palabras que no supo estaba siendo irónica o realmente le estaba dando la razón de una forma muy exaltada. Retrocedió un par de pasos y miró a la gente de alrededor hasta que la palabra “chupasangre” salió con tal fuerza y enojo de los labios femeninos, que supo enseguida se trataba de un vampiro ¿Acaso estaba loca? ¿Cómo era que se ponía a gritar esas cosas en los tiempos en los que vivían? Tabú, eso es lo que era, y ella no lo respetaba.

Miss... Miss... — intentó interrumpirle, llevando una mano hacia ella, la que detuvo a medio camino para volver a mirar alrededor e intentar acercarse para hacerla callar, pero las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos furiosos y tristes, una vez más truncaban su iniciativa haciendo tambalear sus decisiones, mas cuando ella misma retrocedió, supo entonces que aquella sería su única oportunidad. Le siguió en un par de pasos dudosos, temía que voltease repentinamente y comenzara a gritar una vez más ¿Qué debía hacer entonces? ¿Taparle la boca?

La mujer pareció debilitarse de manera repentina, como si toda su energía hubiese sido consumida en aquel arrebato de emociones entremezcladas e intentase aferrarse de algún modo a la extracción aromática de aquel pañuelo lleno de perfume que, de un modo u otro, parecía brindarle alguna especie de consuelo. Le observó apoyada en aquella muralla, a tan sólo un par de pasos de distancia, la misma que él se había asegurado de dejar entre ambos, quería estar lo suficientemente atento contra cualquier nuevo estallido de palabras que en lugares como esos no deberían de ser gritadas y a la vez lo suficientemente alejado para echar pie atrás en caso de que a la dama le poseyera algún ataque de locura.

Le pido mil disculpas, señor Duque, pero creo sinceramente, que poco debe saber de la vida, en medio de lujos y siervos, lejos de seres que hasta hace muy poco, por lo menos yo no sabía que existían — le dijo la mujer, volviendo a insistir en el tema de los vampiros y con un tono de sarcasmo en la voz que difícilmente hubiese podido decir que le agradaba. Frunció el ceño y, con renovada cautela, se acercó otro paso. En un primer momento le hubiese gustado responder con el mismo sacarlo y abofetearle la cara con verdades filosas, sin embargo, las reacciones de esa desconocida ya le habían demostrado que más valía la cautela y las palabras precisas que los arrebatos infantiles, de aquellos que ahora le hacían morderse la lengua para evitar escupir.

Ella volteó y Emerick se detuvo, observándole con la misma cautela de un lobo que ve a un extraño rondando sus terrenos. Sus siguientes palabras y la inhalación posterior hicieron evidente su por fin conciliada calma, y entonces sonrió como el niño pequeño que ha conseguido hacer que los carruajes se detengan para poder cruzar la calle y llegar a terrenos conocidos; era ese “Vamos” que estaba esperando para finalmente relajarse y poder recuperarse a sí mismo.

Arrepentirse a diario es vivir en agonía ¿Sirve de algo vuestro arrepentimiento o es que en verdad os gusta haceros la víctima y vivir jugando al miserable? — le arrojó aquellas palabras como cuchillas afiladas por la aspereza de la verdad — Vos no tenéis idea de lo que yo mismo he vivido “en medio de lujos y siervos”, pues puede incluso que mi vida sea incluso más miserable que la de vuestra merced que egocéntricamente elige ignorar, pero ¿sabéis? Yo no he venido hasta aquí para hacerme partícipe de una pelea de miserias, pero sí una cosa os diré: Aprended a no proclamar ciertas cosas en lugares indebidos o vuestras mismas palabras podrían cobraros la vida.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Lun Oct 29, 2012 10:30 pm


“Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños.
Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes”.



Charles Dickens




“…Vos no tenéis idea de lo que yo mismo he vivido “en medio de lujos y siervos”, pues puede incluso que mi vida sea incluso más miserable que la de vuestra merced que egocéntricamente elige ignorar…” Aquellas palabras llegaron a ella como si de un zarpazo, en mitad de su espalda se tratase. Siguió mirando a lo lejos, como perdida en sus pensamientos. La angustia que las anteriores palabras habían desatado sus sentimientos y su tormento, ya se había disipado y aunque seguramente aquellas frases intentaban herirla, no podrían nunca llegar a lastimarla como aquel ser, que el aristócrata intentaba negar. Sonrió mientras cerraba los ojos e inhalaba nuevamente buscando retener la calma. Giró su cuerpo hasta quedar enfrente a él. Lo miró con suma tristeza, como quien sabe que es difícil o casi imposible que le puedan entender. No por que fuera egocéntrica como aquel hombre la había calificado, si no por el hecho, que solo aquel que viviera una experiencia como la suya podría ser capaz de comprender. Sus pestañas aun estaban cuajadas en diminutas lagrimas y sus labios de un rojo encendido se curvaron en una dulce sonrisa, ella misma sabía que aquella Chiara angustiada, que aun no lograba entender todo lo vivido, aquella que muchas noches todavía despertaba en medio de alaridos de terror, estaba nuevamente dormida. No podía saber todavía si algún día lograría controlarla del todo pero por lo menos sabía que hoy no debía temer.

Caminó unos pasos y se sentó, acomodó parsimoniosamente su falda, en un banco de los que se ubicaban en diferentes sectores del salón para que la gente pueda apreciar las diferentes obras de arte. Intentó arreglar algunos mechones su cabello que escapando del complicado tocado parecían que lograrían que éste colapsara. Mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para contestar a las expresadas por el Duque.

No lo miró, no deseaba hacer contacto con sus ojos, pues le daba la sensación de que por momentos aquellos adquirían un tinte de maldad o de salvajismo, como los de los lobos que tantas veces había observado en las cercanías de los bosques de su tierra natal. Un pequeño erizamiento de piel le recorrió el cuerpo.

- Su señoría, tiene todo el derecho de sentirse enfadado con mi persona. Tiene razón, que puedo conocer, de su agitada vida, para juzgar mis miserias más importantes que las vuestras – sonrió tristemente – además, hablar de supersticiones y leyendas de gente bruta e incivilizada, en un Paris de Ilustración y lógica ¿Verdad? - Se mordió los labios, gesto que siempre hacía cuando comenzaba a sentirse culpable, los cuales se colorearon como si de dulces y jugosos frutos se tratasen.

- Lo que menos pretendo es hacer que se sienta herido y vuelvo a pedir disculpas por mi torpe comportamiento - Bajo la mirada a sus manos que casi imperceptiblemente temblaban, y las entrelazó como cuando estaba por elevar una plegaria, mientras sus mejillas se teñían de rosado. – La sangre latina es impulsiva y nos dejamos llevar por los sentimientos. Vivimos nuestra existencia de una forma diferente y la disfrutamos o padecemos siempre al extremo – Volvió a sonreír y giró la cabeza buscando el rostro del hombre - ¿acaso Roma, no debe muchas de sus historias y leyendas a los sentimientos desbordados? - En su mirada había un dejo de picardía y ternura como quien suplica, un perdón esquivo, a pesar de sentir que no lo merece.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Oct 30, 2012 2:56 pm

"Ningún descubrimiento se haría ya, si nos contentáramos con lo que sabemos."
Séneca



Finalmente no hubo estallido. La calma volvía a posarse sobre aquel corredor como un manto invisible y banal, que en verdad no hacía más que poner una careta cínica sobre los reales sentimientos y tensiones que se posaban sobre aquella mujer que ahora, tres escucharle con calma, se giraba para mirarle y esforzadamente intentar sonreír.

Emerick bajó la mirada y le permitió pasar hasta uno de los asientos en donde ella se quedó acomodándose el cabello que al igual que sus emociones, parecían amenazar de escaparse de su control en cualquier momento. Realmente distaba mucho de sus objetivos o intenciones el llegar a hacerle daño, pero su lengua poco conocía de adornos o palabras sutiles, siempre había tenido la mala educación a punta de boca aún a pesar de su jerarquía en las redes sociales europeas. Estaba ahí, en el límite de lo correcto y lo descontrolado, al igual que sus palabras que poco se resistían a salir presurosas y sin tapujos cuando era necesario señalar su opinión.

Miró a la mujer y por un momento dudó de quedarse junto a ella o emprender la retirada pues al parecer se había quedado en silencio y hasta ahí sería en donde la conversación llegaba, mas siempre ha conservado ese gusto especial por la esperanzas y las sorpresas, como la que ahora le entregaba al volver a abrir la boca, ya no para rebatirle de ningún modo esperado, sino para encontrar realmente sus disculpas.

Le miró a lo ojos, regresándole la mirada que de ella parecía venir humilde e incluso tal vez un poco suplicante, no estaba seguro, pero al menos había bastado para que a él se le escabullera ese sentimiento agrio de haberse sentido ofendido. Así que como si se preparase a aceptar sus disculpas, suspiró de manera profunda y con paso tranquilo y natural, se acercó a la mujer para terminar sentándose a su lado y posar el sombrero de copa, sobre sus documentos, y estos sobre sus propias rodillas.

¿Cómo explicarle que él si sabía de aquellas criaturas luego de semejante alboroto? ¿Cómo decirle “Yo soy uno” cuando ella ya había demostrado ser capaz de enfrentarle ahí mismo? Era una difícil situación en un lugar complicado. Sin embargo, por suerte sus palabras se desviaron hacia otros temas menos importantes a través de los cuales podría suavizarle un poco más antes de tocar aquello que de verdad importaba.

Me habéis dado la razón, pero aún así no me habéis considerado lo suficientemente convincente para llegar a disculparos — sonrió como si aquello de verdad le pareciera gracioso. — Orgullo, eso lo creo que más que lo de la influencia latina — le miró — orgullo, impulsividad y prejuicios, puedo verlo a través de vuestros ojos.

Volvió a desviar la mirada y esta vez posó los ojos sobre aquellos cuadros romanos de cuales habían iniciado hablando y que poco a poco les habían llegado a una discusión y su posterior redención.

¿Qué cosa que merezca poseer el nombre de arte no posee en sus venas aquello que vos reconocéis como sentimientos desbordados? ¿Acaso podría llamarse arte algo que careciera de pasión en su misma creación? — preguntó, una vez más, posando sus orbes azules sobre aquellos ojos celestes — ¿Podría acaso tratarla de loca, alguien a quien también un sobrenatural le ha despojado de su familia?



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Mensaje por Corradine Grimaldi Dom Nov 04, 2012 6:12 pm

"La venganza sólo sirve para eternizar las enemistades en el mundo;
el placer fútil que nos causa, va siempre seguido de eternos
arrepentimientos".
Barón De Holbach





Lo vio recorrer la distancia que los separaba y sentarse a su lado en el mismo asiento, acomodando parsimoniosamente papeles y sombrero en el regazo. Chiara se sorprendió, en verdad pensaba que él, preferiría salir huyendo que charlar tranquilo. Sonrió dulcemente, era tan difícil llevar una conversación en esos días para ella, todavía lo vivido estaba, ahí, a flor de piel y muchas veces las emociones la desbordaban por mas buenas intenciones que tuviera.

Escuchó atenta las palabras que él le dirigiera con respecto al arte y al hecho de que el desborde de emociones era intrínseco en la creación de aquellas obras que veneraban en museos. Su sonrisa se expandió aun mas al comprender que le estaba dando una escusa a su anterior comportamiento y movió la cabeza de forma casi imperceptible negando esa escusa. Sabía conscientemente de que sus acciones había sido inauditas y de mala educación, por expresarse así en un lugar público y por el hecho de quien había recibido la agresión era un noble de mayor importancia que ella – tu ya no eres noble – se corrigió – en todo caso lo fuiste. - Iba a dar su opinión cuando las siguientes palabras del hombre la dejaron helada.


- ¿Podría acaso tratarla de loca, alguien a quien también un sobrenatural le ha despojado de su familia?¿Acaso este hombre podría comprenderme tanto?, él habría perdido a su familia por un… ¿sobrenatural? Como lo acababa de nombrar. - Caviló en un segundo. Las expresiones de asombro, de compasión y tristeza se agolparon en su rostro mientras le miraba sin reservas. Cuando pudo darse cuenta de su impertinencia bajó la vista a su regazo y su mano derecha recorrió los centímetros que la separaban de su cuello donde descansaba una bella joya, un crucifijo de plata, con incrustaciones de piedras. Para ella tenía tanto significado aquel objeto, era una forma de saber aquella noche había sido real y que si hoy podía estar en ese museo, era por que se lo debía a un hombre que arriesgando la vida por ella la había devuelto a la vida y lo único que conservaba de él era ese colgante – Lo… lamento muchisimo... – dijo, mientras buscaba su mirada y su mano ahora recorría el camino inverso hasta casi rosar las del hombre, - no... no puedes... tocarlo - se reprochó, mientras detenía y volvía a entrelazar sus dedos en una silenciosa plegaria. Se conformó en observarlo sin reservas, recorriendo con sus ojos sus facciones delicadas, sus cabellos prolijamente peinados, su atuendo elegante y discreto, sus manos prolijas y cuidadas y sintió que sus mejillas se ruborizaban. Cerró los ojos y tomo aire, descubriendo así las esencias que creaban el aroma que a ese hombre lo rodeaba, aquel perfume combinaba perfectamente con el tipo de carácter que había demostrado tener. Cuando volvió a abrir sus ojos y pudo ver que la observaba, como un cazador a una presa o un pequeño a un juguete le causó ternura,Volvió a dibujar una media sonrisa en sus labios antes de hablarle – pensé que… que nunca encontraría alguien que me dijera que había pasado por lo mismo que he vivido.

Estaba a punto de continuar, cuando unos pequeños aparecieron riendo y señalando a todas las obras expuestas en la habitación, colgados de las manos de su nana, parecían tan despreocupados e inocentes, llenos de vida y alegría. Eran rubios y de ojos azules, con sus cabellos revueltos y una sonrisa prendida en sus labios. Uno de ellos, se soltó de la mano de la mujer y corrió por el salón hasta caer a pocos centímetros de ellos, instintivamente, Chiara se levantó y se acercó al niño quien sin ningún miedo dejó que ella lo ayudara – eres un pequeño muy valiente - dijo mirando la rodilla herida del niño, este le sonrió mientras le contestaba - no, los hombres no lloramos, señora – a ella, los ojos se le volvieron acuosos y acariciando la melena revuelta del pequeño que se terminaba de incorporar en el momento que la mujer que los acompañaba se acercaba pronta a hacerse cargo del niño. Giró y miró a su compañero de asiento quien seguía en su sitio mirándola con cara de extrañeza. Se rio mientras se volvía a sentar – lo siento, es la costumbre, llevó muchos años cuidando de mis dos hermanos y aquel par de niños me los recordaron. No pude contener el impulso – enconjió los hombros en un gesto que trataba de justificar su acción. Volvió a sonreírle y en su rostro poco a poco la sonrisa se disipó. Se acercó mas a su compañero para que nadie pudiera oírla – ¿vos entonces me comprendéis bien cuando hace unos minutos me refería a ciertas criaturas? - buscó sus ojos, ella sabía que en ellos se encontraba la verdad mas absoluta, pues el alma se hace visible. – ¿Los conocéis?, pudisteis… - la frase se le atragantó en la garganta, la Chiara que hacía momentos dormia en el fondo de su alma, pugnaba por salir nuevamente, pero ésta vez no le permitiría desahogarse. Sonrió tímidamente y tras tragar aquel nudo en su garganta prosiguió - ¿lograsteis vengarles? - Sus ojos emanaban una luz extraña, una tímida esperanza, que le dijera que existía alguna forma de poder hacer pagar tantos sufrimientos.

Pero apenas dijo esas palabras se arrepintió –…perdón, señor… Boussingaut – seguramente él no sabría como ella lo conocía - ¿o si? – Pensó mientras giraba su rostro para mirar el perfil de él - no soy quien para preguntaros y además, la venganza no quita sufrimientos, ni vuelve el tiempo atrás, ¿verdad?-


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Nov 07, 2012 6:52 pm

"Sólo se tiene miedo cuando no se está de acuerdo con uno mismo."
Hermann Hesse



Prácticamente pudo ver el momento exacto en el que la sonrisa de la mujer desapareció gradualmente de su rostro, dejándole tan sorprendida como si acabase de ver un fantasma. Las pupilas femeninas, exploraban el rostro del hombre sin ninguna reserva, y Emerick no supo si aquello se debía a la sorpresa de su repentina confesión a alguna situación desconocida, de aquellas que seguramente jamás entendería.

Le vio desviar la mirada y llevarse la mano al cuello, como quien ha sido sorprendido en algo indebido. Como era de esperar, de sus labios salieron esas tres palabras de cortesía que eran tan comunes en situaciones de pérdida, y su mano, que acababa de tocar un crucifijo de plata, bajaba lentamente por un costado suyo mientras ella le miraba. No pudo distinguir el sentimiento exacto que se asomaba a través de sus orbes, mas supuso que debía ser lastima, como lo sienten todos aquellos a quien confesaba su merma. Se lo confirmó a sí mismo, al momento de verle cerrar los ojos: Lastima, odiaba provocar ese sentimiento.

Suspiró y desvió su mirada de forma momentánea, hasta que por el rabillo del ojo pudo distinguir como sus párpados volvían a abrirse, y le miró otra vez, sorprendiéndose de verle sonreír. En su mente, mil ideas diferentes y descabelladas atiborraron su cabeza, mas ninguna de ellas fue la correcta.

Pensé que… que nunca encontraría alguien que me dijera que había pasado por lo mismo que he vivido — confesó la mujer, y Emerick sonrió también. Ahora entendía verdaderamente el motivo de su anterior gesto.

Iba a contarle un poco más, cuando una pareja de niños pequeños apareció corriendo por el pasillo, bajo la supervisión de una criada, quien a regañadientes, accedió a soltarles de las manos y en aquel momento, uno de ellos se cayó muy cerca de ellos y su acompañante le asistió. El niño respondió de forma inocente, como si el Duque fuera a creerle que jamás había llorado, más no le rebatió porque el presente era sólo un niño, y a los niños les perdonaba todo.

Volvió a encontrarse con los ojos de su acompañante, cuando ella volteó para regresar a su lugar. Emerick se puso de inmediato de pie, mientras ella se sentaba, para hacerlo él sólo una vez que ella estuviese acomodada. Tuvo que incluso sujetar sus papeles y el sombrero de improviso, para evitar su caída, dejándole a él en una postura poco decorosa, pero sin ninguna alternativa ¿Qué le iba a hacer? Así eran los asuntos de etiqueta.

Entiendo — dijo aceptando sus disculpas mientras volvía a acomodar sus papeles para ponerlos en orden, una vez más, sin percatarse de que ella se encargaba de acortar la cercanía entre ambos para sorprenderle con un nuevo susurro.

Le miró a los ojos, con la sorpresa y el desconcierto tatuado en los suyos, antes de asentir levemente con la cabeza para dar a entender que sí le comprendía, mas cuando le preguntó si los conocía, y con nueva dificultad, agregó si acaso había logrado venganza, él le miró sin saber que responder. Boqueó un par de veces, abriendo y cerrando la boca, al igual que un pez sacado del agua, hasta que ella le llamó por su apellido. Sabía que le conocía de antes, ahora ella misma se lo confirmaba, mas era incapaz de recordarse de su nombre, probablemente por el mismo desconcierto de sus preguntas a las que en verdad no sabía como responder.

Yo... — dudó por un momento, con la mirada temblorosa ¿miedo? Tal vez.

Volvió a mirar hacia otro lado y sólo asintió levemente cuando ella habló de lo perjudicial de la venganza, pues sabía que tenía razón, pero también sabía que muchos no lograban quedarse tranquilos sin haber obtenido su parte de justicia propia. Mas ella merecía respuestas, así que negó con la cabeza y bajó la mirada hasta posarla sobre la yema de sus dedos que se reconocían las unas con las otras.

No todos los asesinos matan por matar — susurró aún con la mirada baja — Hay algunos de ellos que literalmente padecen una maldición, que se vuelven incontrolables y que son capaces de dañar a quienes más quieren sin ser capaces de detenerse... Son seres que deben aprender a vivir con la tortura a sus espaldas; no todos son malos... y no todos son buenos, sólo... es imposible generalizar: Venganza a veces puede ser la respuesta equivocada.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Sáb Nov 10, 2012 4:49 pm



Puedes sobrevivir, soportando las caprichosas corrientes del hado, o bien vivir, gozando del gobierno de tu propio destino.
Rafael Hernampérez






Donna Lucrezia by Rondò Veneziano on Grooveshark

Asintió suavemente con su cabeza, uno de los mechones le ocultó por un segundo parte del rostro, sus ojos cerrados, sus manos entrelazadas apoyadas en su regazo y sus labios levemente temblorosos, indicaban, a quien la conociera un poco, que intentaba contenerse para ser la Chiara centrada y controlada que debía. Inspiro lenta pero profundamente y mientras sus pulmones se llenaban de oxigeno, cerró los ojos y exhaló, como si con esa simple acción, dejara que la angustia que la embargaba lograra extinguirse de su pecho y permitir así el sosiego de su alma.

- Usted tiene razón. La venganza no es la solución a todo, y a veces las verdades son difíciles de entender. Pero están allí y hay que saberlas sobrellevar aunque nunca se comprenda el porque. - lo miró y volvió a sonreírle tristemente - nada es del todo luz o total oscuridad en esta vida, las sombras, las penumbras están allí para recordarnos que en el fondo todos somos iguales, aunque algunos carguen con una terrible maldición y otros la padezcan, ¿acaso no se sufre de los dos lados de la vida? Son esas sombras del alma las que nos hacen ser lo que somos, con nuestras pocas virtudes y nuestros muchos defectos, pero cada una de las pruebas que nos toca afrontar nos llevan a ser mas fuertes y mejores personas - por un segundo observó el perfil de su acompañante, el suave vaivén de la respiración y la calma aparente. - ¿que esconde mi lord? - pensó, mientras dirigía su vista al ventanal entreabierto donde un pajarillo se asomaba entre las suaves cortinas de gaza color marfil.

- A vuestra merced ya la conocía, de las reuniones protocolares que los distintos reinos realizan para acortar diferencias, estrechar lazos y mejorar negocios - esperó distinguir algún gesto que le indicara que sabía de quien se trataba, pero no lo pudo percibir- Mi padre, era uno de los nobles italianos, el Conde Di Moncalieri, seguramente ya recordará las historias que se dicen de aquella familia y lo sucedido, no es un secreto, pareciera que en Paris, no se puede mantener uno - dibujo en su rostro una leve sonrisa mientras volvía a tocar la cruz en su cuello - Esta ciudad, envuelta en misterios y susurros, siempre permite que las historias se conozcan fácilmente. Claro, gracias a las influencias de mi familia solo se supo que unos intrusos entraron en mi hogar. - volvió a mirarle - se que todos en Paris me ven como la pobre joven que se salvó de padecer el mismo final que su familia y es un peso que cuesta bastante llevar - los ojos se le estaba cuajando en lagrimas al recordar todo lo vivido y no deseaba mostrarse nuevamente débil delante del Duque. Giró el rostro hacia la brisa que entraba por el ventanal y sin pensarlo mucho volvió su cuerpo hacia donde él estaba. Le sonrió con una amplia sonrisa, y aun con sus ojos encharcados en lagrimas - ¿No es acaso un excelente momento para continuar con el paseo?- se incorporó y mirándolo le extendió su delgada y lánguida mano - ¿me acompañaría a recorrer un poco mas este magnifico lugar? además, debería invitarme un te, por haberme hecho llorar - rio con una risa cristalina y fresca, sin por ello dejar de ser femenina. De pronto se percató que su peinado estaba a un segundo de colapsar y en un suave movimiento retiró la horquilla que lo sujetaba dejando que su abundante cabellera callera libremente en una generosa cascada de bucles, con sus manos los acomodó - mucho mejor - dijo mientras esperaba a que su acompañante, se pusiera de pie imitándola y el aire se inundó de un suave y sensual perfume de azahares.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Nov 14, 2012 11:07 am

"Es por la lógica que demostramos pero por la intuición que descubrimos."
Henri Poincare



Sonrió y asintió con la cabeza al escuchar que le concedía la razón en aquel tema de la venganza y es que... ¿Qué más podía decirle cuando él mismo era uno de aquellos a los que la mujer tanto aborrecía? No lo sabía con exactitud, y por eso es que el alivio que sintió, cuando ella le dio siquiera un poco de razón, fue realmente suficiente para hacerle respirar con un poco de paz.

Sólo alzo la mirada para verla cuando ella hizo una breve pausa, y pudo notar como sus ojos atravesaban las cortinas de los ventanales para observar como la silueta de un pajarillo se asomaba indeciso, como quien realmente supiera que en el interior del salón se escondiera él, un monstruo, un asesino oculto bajo la careta de la aristocracia y su propia nobleza del corazón que a veces flaqueaba haciéndole ver como realmente era. Suspiró.

La miró nuevamente, cuando ella le recordó de donde le conocía, y entrecerró los ojos procurando indagar entre sus recuerdos imborrables que desfilaban en su mente, tan veloces como las hojas de un libro azotado por el viento. Entonces le recordó, Chiara Di Moncalieri, hija del Conde de Moncalieri, uno de los muchos nobles que había intentado colarle a su hija como una oferta de matrimonio para unir poderíos.

Oh sí, lo recuerdo — reconoció en voz alta, mas prefirió ahorrarse los motivos de sus recuerdos, al menos por ese momento en el que ella parecía haber regresado a la calma, tan escurridiza y difícil de alcanzar. Mas cuando volvió a mirarle, supo que había cantado Victoria demasiado rápido, pues sus ojos habían vuelto a inundarse de lágrimas cristalinas que se mostraban amenazantes por caer sobre la piel de sus mejillas.

Quiso poder decirle algo que le reconfortara, pero realmente las palabras no eran su fuerte, y mucho menos lo eran aquellas de consuelo, por ello es que agradeció profundamente que fuera ella quien tomase la iniciativa de cambiar el tema y continuar con el paseo, e iba a tomar su mano cuando ella misma le esquivó para desarmarse el peinado que, supuso por su comentario, que le estaba haciendo sentir incomoda, puesto a que él jamás se habría dado cuenta que estaba por caer, precisamente por ser el hombre despistado y lunático que era, aquel mismo que muy pocas veces se detenía a reparar los detalles, pues la vida pasaba ante sus ojos mucho más presurosa de lo que a él le gustaría reconocer.

Se puso de pie y el aroma de su cabello llegó hasta él, haciéndole recordar precisamente el aroma de los limoneros de la mansión Di Moncalieri, ubicada en plena Toscana, mismo lugar al cual había acudido por invitación expresa del Conde luego de aquellas famosas reuniones de las que la mujer había hablado. Comenzó a caminar con ella por el pasillo de las pinturas, aunque su mirada poco recaía sobre los cuadros y mas bien se perdía entre los recuerdos de toda aquella conocida que parecía haber muerto a manos de vampiros despiadados, a los que ellos mismos, como Alianza, también perseguían.

Disculpadme, Misses Di Moncalieri, ya sé que debería dejar el tema pasar y permitiros regresar a la calma, pero hay algo en mis recuerdos que no me permite quedarme tranquilo, y es que su padre realmente se mostró siempre como un excelente anfitrión y lamento mucho vuestra pérdida, pero... — se detuvo en su caminata para mirarle de frente y prepararse a sí mismo para un nuevo ataque de lágrimas — ¿Realmente no recordáis nada del asesino? ¿Algún lunar, el color de sus ojos, sus cabellos o... lo que sea? — preguntó directamente, sacudiéndose descaradamente a la sutileza de encima de sus hombros — Es realmente importante que os recordéis de algún detalle que permita identificarle, pues... después de todo, en este mundo existen muchas más posibilidades de las que podáis imaginar y quien sabe si os aproximáis ahora por el camino correcto.



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Mensaje por Corradine Grimaldi Dom Nov 18, 2012 12:10 pm







“La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.”
Roger Martin Du Gard

Comenzaron a recorrer nuevamente los largos pasillos donde se exponían las más variadas obras de arte, y la paz intentaba colarse a su corazón que como aquel pajarillo que al verlos levantarse voló apresurado a un lugar más seguro la tranquilidad de su alma también se mostraba insegura y errática. Los ventanales abiertos para que el día algo caluroso no fuera sofocante y la brisa se colara en el interior, le daba un toque mágico a ese improvisado paseo.

El sonido de los pasos de aquel hombre, demostraban que era una persona confiada en si misma pues su cadencia marcaban la seguridad de su andar. Trató con disimulo de estudiarle, le había dicho que la reconocía, pero no de donde, y aunque en varias oportunidades se encontraron en las tediosas reuniones protocolares, era costumbre que las mujeres se mantuvieran en un lugar mas apartado, reservado exclusivamente para ellas y los hombres hablaran de política, economía, y muchos temas que para Chiara eran más interesantes que hablar de posibles uniones sociales. Pero ella seguía pensando que no correspondía su recuerdo a una reunión tan fría e impersonal – lo he visto en otra parte – pensó en los nobles que alguna vez pasaron sus días en Villa Scotty y los recuerdos fueron encajando como las piezas de un rompecabezas. – Ya lo recuerdo – caviló – era uno de esos buenos partidos que según mi padre debía elegir – sonrió divertida pensando que diría su padre si la viera caminar junto a él – pensar que me escondía entre los limoneros por no verlo o huía al viejo cementerio en cuanto lo distinguía llegar por el camino del bosque. Todavía recordaba una vez que su padre la había llamado a tomar té con su madre y aquel invitado. Ella encerrada en su habitación desde adentro con llave, había mentido que no se sentía bien, se descolgó por el balcón y buscó la seguridad de aquellos arboles añosos.Pasó toda la tarde leyendo y cuando volvió a su habitación su padre la esperaba. Se tocó la mejilla como si todavía le ardiera de aquella bofetada que él le propinara, como si los minutos pasasen más lentos, se vio caer en un revuelo de faldas y rizos escuchando la voz de su padre quien la ultimaba a recibir de buen grado las decisiones que él creyera conveniente.

Volvió a mirarle de soslayo, era un hombre hermoso pero en ese momento, en aquella primavera le pareció el hombre más horrible que había creído conocer, no porque fuera impertinente o poco agraciado, sino porque sabía que su padre pretendía unirla a él y había rogado para que aquel hombre no la eligiera. Sonrió complacida,- las cosas se dan en la vida por algo - pensó – lo mejor era que no congeniáramos entonces - .

Iba a preguntarle sobre una de las pinturas que estaban observando cuando su compañero, tratando de buscar las palabras adecuadas intentaba volver al tema de aquella fatídica noche. Los rostros de sus padres y hermanos, se fueron presentando en su cabeza, primero felices y vivos, para luego teñirse de sangre como la última vez que los había visto. El color se fue diluyendo de sus mejillas y el corazón le latía desesperado como si fuera aquel pequeño pajarillo que intentara salir de su pecho. Miró al Duque a los ojos, intentando decir sin palabras - porque!!!, porque volver a un tema tan escabroso, porque echar sal en las heridas, porque arruinar un plácido momento.

La triste sonrisa que había muerto en aquella otra picara e insinuante, se vanagloriaba nuevamente en el rostro de Chiara. - ¿qué puedo recordar? – la voz brotó apenas audible – recuerdo mucho señor, creo que demasiado, y aquellos recuerdos son para mi vergonzantes - callo mientras intentaba en vano retener las lágrimas, miró a su alrededor y vio que en esos momentos el pasillo estaba desierto. Entonces, lo hizo, se acercó a él, centímetros de su oído y se lo susurró - recuerdo unos ojos fríos del color del hielo pero con un brillo rojizo y maligno, unas manos fuertes tocando mis… y mi… unos labios besando mi cuello...- la garganta se le secó y callo se alejó de él y le dio la espalda – ¿pretende que siga a pesar del dolor que ello me provoque? – giró su cuerpo enfrentándolo, rígido, insensible como una de las hermosas esculturas que se exponían en el museo.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Nov 21, 2012 9:33 am

"La fascinación va un paso más allá del interés. El interesado quiere saber si algo funciona o no. El fascinado quiere aprender cómo es que funciona. Aprenda a convertir la frustración en fascinación. Aprenderá más fascinándose con la vida que frustrándose con ella."
Jim Rohn



Tal y como él había esperado, la sonrisa dulce se escabulló del rostro femenino con el amargor del jugo añejo de los limoneros que habían quedado abandonados en la maravillosa Toscana, aquella misma que en otrora albergara en sus tierras a una familia magnifica y feliz. El destino parecía ser diferente para todos, pero a veces repetía patrones y se comportaba cruel con la mayoría de sus conocidos, despojándoles sus amores, su familia electa, su familia de cuna, sus pertenencias e incluso a veces lo más precisado de sus recuerdos.

Realmente se sentía, de un momento a otro, como un villano despiadado, que envidioso de la tranquilidad del momento, buscaba volver a perturbar las aguas de los sentimientos de la chica para regresarle a sus más dolorosos recuerdos. Él sabía bien cuanto dolía, también era alguien que lo había vivido, pero a diferencia suya no lo recordaba y suponía que era lo mejor que podría pasarle en una situación como la propia, en donde él mismo había sido el asesino de sus seres más queridos.

¿Qué puedo recordar? Recuerdo mucho señor, creo que demasiado, y aquellos recuerdos son para mi vergonzantes — dijo la mujer, con una pizca de ironía que él entendió como un intento lastimero de ocultar el daño que le hacía el revivir aquellos momentos, pero ¿Qué podía ser realmente vergonzoso? ¿Cómo podía serlo una muerte no provocada por sus propias manos? ¿O realmente habría sido ella la culpable y ahora se avergonzaba de ello? Pero... no, no podía ser, ella misma había hablado de una criatura, de un vampiro según sus propias descripciones, pero ella no podía serlo, no. Era de día, los rayos de sol se filtraban a través de las ventanas y calzaban sus cuerpos entregándoles su calor que, para los vampiros, sería mortal. Realmente estaba confundido, ya no sabía que pensar realmente, pero por fortuna su confusión tenía los segundos contados.

Chiara se acercó a él para susurrarle al oído, y a pesar de que ya lo esperaba, no pudo evitar un ligero estremecimiento al sentir el contacto de su cálido aliento sobre su piel lobera que, como todo animal de caza, siempre estaba listo para responder a cualquier estímulo de alerta, sólo que a veces la alerta venía acompañada de otras cosas que le traicionaban y le dejaban vulnerable y más sensible y receptivo de lo que él quisiera.

Recuerdo unos ojos fríos del color del hielo pero con un brillo rojizo y maligno, unas manos fuertes tocando mis… y mi… unos labios besando mi cuello... — le escuchó susurrar y sus ojos se abrieron de par en par como verdaderas persianas para verle aún mejor, pero ella se alejó para darle la espalda ¿Acaso el vampiro le había poseído sexualmente? «Impresionante» pensó en el interior de su cabeza, en donde aún no llegaban los conocimientos certeros del apetito sexual y morboso que poseía la mayoría de los vampiros antes de alimentarse de sus pobres víctimas.

¿Pretende que siga a pesar del dolor que ello me provoque? — preguntó de pronto ella, girándose nuevamente para hacerle frente a él, cuya cabeza aun se encontraba aturdida por semejante nueva información.

— respondió sin pensarlo, pero en seguida se dio cuenta de su propia falta de tacto y sacudió la cabeza como si de ese modo se desprendiera de su boca la huella de sus palabras y le librase así de la culpa. — Quiero decir... sólo si os creéis con el valor necesario para poder contarme al respecto — se acercó a ella, deteniéndose a un solo paso desde donde jamás volvió a desprender sus ojos de encima de aquellas orbes celestes y asustadizas — Quiero saber... quiero ayudaros, y sé que puedo hacer algo, pero necesito de vuestra ayuda para lograrlo.

Ayuda, curiosidad, interés, pensamientos confusos ¿Quién lo sabía con exactitud? Nadie, ni siquiera él lo tenía realmente claro, sólo sabía que si se comprometía con algo, ese algo había que cumplirlo.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Dom Nov 25, 2012 2:55 pm





No importa quien fuiste, que hiciste, lo que importa es
quien eres ahora y que es lo que harás con tu vida, la pasión, el compromiso, el
amor y dios son tus únicas herramientas para cambiar, no somos perfectos y
todos cometemos errores...


Alessandro Mazariegos






Aun lo miraba atónita, al escuchar ese SI, que él le había dado por respuesta. Aunque luego, tratara de suavizar la falta de tacto, esa respuesta la había descolocado. Su cuerpo, en esos momentos parecía que pesaba cien veces más, y sabía que esa sensación era consecuencia de llevar aquel secreto casi enteramente sola. Un calor intenso le recorrió el torso, el cose parecía que se le clavaba insistentemente, aquella molestia le hizo buscar un lugar donde afirmarse, encontrando solo la pared, caminó lentamente hacia ella, apoyo su mano en la superficie entramada y un poco fría. Se arrepintió de haber puesto en palabras las acciones cometidas por el sobrenatural, cuando estaba en su lecho. Los colores le inundaron las mejillas, sentía una vergüenza atroz, ya que ese atropello ni siquiera se lo había podido confesar a su hermano. Sus cabellos sueltos, caían en cascadas ocultando un poco su rostro.

Cerró lentamente los ojos ya que la mirada del Duque la ponía nerviosa, parecía la de los lobos cuando curiosos se acercaban a merodear los jardines de Villa Scotty en busca de alguna presa. Inspiró profundamente hasta que sus pulmones no pudieron albergar más oxígeno y lo fue soltando en un suave suspiro con el cual pretendía librarse de esa carga que le hacía doler todo el cuerpo. Volvió a enfrentar esos hermosos ojos y de pronto se presentaron en su mente otros de un azul distinto, como las aguas profundas del océano, en el cual creía poder encontrar un poco de paz y seguridad – ¿No he sido capaz de confesar a… y con éste hombre parezco un libro abierto? – se reprochó mientras, esquivaba esas orbes azules que la observaban tan francamente. Caminó unos pasos por el pasillo, dejándolo atrás, mientras pasaba de un ventanal a otro, recibiendo en su blanquísima piel los rayos tibios de sol. El rostro altivo, sereno a pesar de que en su interior una tormenta furiosa se estaba desatando.


- ¿Qué es exactamente lo que quiere saber?, mi lord – dijo mientras giraba un poco su cabeza, pidiéndole de aquella manera que la siguiera. – fue tanto lo vivido aquella endiablada noche, que no sabría que contar – Por el ventanal abierto vio que en uno de los jardines del museo, existía una glorieta con bancos y que algunos estaban desocupados. – Si no le importa, preferiría continuar con esta conversación, tan amena – continuó hablándole, con un pequeño dejo de ironía, el cual se esfumó en las ultimas silabas, estaba ya muy cansada y creía que iba siendo hora de exorcizar aquellos terrores, que la atemorizaban cada noche. – en los jardines, la brisa que corre allí, debe ser una delicia ¿no le parece? – esta vez giró todo su cuerpo y buscó aquellos ojos de color azul intenso, esbozó una leve sonrisa, buscando tregua para acomodar sus pensamientos. – Prometo, que cuando estemos allí, le contaré todo lo que recuerde. Pero debo pedirle que esto, qede solo entre usted y yo, nadie más puede enterarse, no he podido contárselo íntegramente ni siquiera a mi hermano o a mi… - dejó en el aire el nombre de su... ¿amado? – es muy pronto para saber, si lo es de verdad – pensó recordando al inquisidor. Volvieron a asaltarle los colores las mejilla, no quería mezclar sentimientos, pero tampoco podía negar que aquel hombre era ahora parte de su vida. Bajo la mirada a sus manos enguantadas, y esperó que el duque la guiara, ya que al fin de cuentas él conocía mejor, el lugar.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Dic 05, 2012 11:56 am

"Hay muy buenas protecciones contra la tentación, pero la más segura es la cobardía."
Mark Twain



Nuevamente ella pareció huir en busca de apoyo y consuelo hacia la misma pared. Tuvo ganas de decirle que se apoyara en él, que él estaba ahí para poder compartir su pero, para ayudarle a llevar la carga, pero Chiara era aún una frágil humana desconocida con la que recién ahora estaban comenzando a compartir mas cosas, y acercase a ella, después de lo ocurrido con Jîldael, era peligroso. Aún no sabía para donde iba, aún se sentía a la deriva y ya prácticamente había perdido toda seguridad en su templanza. ¿Cuántas veces aquellos últimos días había guardado las ganas de mandar todo al carajo e ir a pararse a las puertas de un burdel? ¿Cuántas veces había querido saber como se sentía el estar con una mujer que no le fuera impuesta, y más ahora que había llegado la otra a desbaratar todas sus creencias y encenderle la llama del deseo femenino que finalmente había tenido que reprimir? No, definitivamente no era una buena idea acercarse a una mujer, sobre todo si ella era una frágil humana.

Pero no se aguantó...

Fue incapaz de resistirse a esa fragilidad tan humana, tan débil. Y se acercó a ella a paso dudoso, mientras sus sentidos eran consientes de la respiración agitada de su pecho y sus ojos se obligaban astutamente a mirarle a los suyos que ahora le esperaban cerrados como si de ese modo invocasen a la tan escurridiza fuerza, y se detuvo a tan sólo un par de pasos de ella para escucharle con toda su humilde atención.

Ella parecía esforzarse por mantenerse y el nuevamente se mordía los labios aguantándose las palabras. Chiara comenzaba hablar tambaleante y con la mirada perdida a través de la ventana como si su alma quisiese desprenderse de pronto y arrojarse por ella en busca de la propia libertad; de no tener que hablar nunca más, de no poder recordar los pasados dolorosos, ni tener que dar explicaciones a nadie. Pero nadie le obligaba, Emerick jamás le había forzado a ello, sólo quería saber, así como del mismo modo quería ahora abrazarla y decirle que todo iba a estar bien, que los vampiros no volverían a tocarla y que también había sobrenaturales del bando contrario para poder defenderla... pero era peligroso.

Alzó la mirada para ver a través de las cortinas hacia donde ella le indicaba y le observó poner su brazo en posición para que él lo tomara. Lo miró dudoso, ya no se sentía con la seguridad necesaria de acercarse a Chiara sin volver a cuestionarse aquel asunto del no quería ni pensar, pues pensar no haría más que empujarle al borde del precipicio para hacerle actuar a tontas y a locas, y no, no podía hacerlo con alguien a quien tuviese que volver a ver a la cara.

Respiró profundamente y le facilitó el acceso a su brazo, para que ella misma lo tomara sin tener él que tocar su piel con sus dedos. Le guió hasta los jardines, mas no dijo palabra alguna, ni tampoco le miró. Sólo caminó junto a ella, afirmada de su brazo para ayudarle de manera indirecta a portar parte de su peso. Observaba pinturas, esculturas, y cuando no había más nada, el suelo; todo parecía más atractivo a sus ojos que la mujer que llevaba a su lado, pero en verdad todo era una especie de bocanada de aire fresco en medio de todo aquel embriagante perfume que amenazaba con hacerle perder los sentidos.

Finalmente llegaron a las bancas del jardín y le soltó ahí para que ella se sentara en los asientos mientras él se quedaba de pie, observando los árboles y las flores del hermoso lugar.

¿Y bien...? Decidme — le pidió casi como una exigencia, aunque sin rastro de un tono de voz imperativo. Aún quería saber, a pesar de todo.




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Mensaje por Corradine Grimaldi Miér Dic 05, 2012 10:00 pm

No perdáis vuestro tiempo ni en llorar el pasado ni en llorar el
porvenir. Vivid vuestras horas, vuestros minutos. Las alegrías son como
flores que la lluvia mancha y el viento deshoja.

Edmond Gouncourt



Caminaban en dirección al jardín y ella pudo notar la cierta incomodidad de Emerick, la persistencia que ponía en no mirarla, en no rozarla. Lo buscó con la mirada pero él seguía absorto en las obras de arte, en el tapizado de las salas, en las cortinas, en las puertas y hasta en el piso. Aquella incomodidad se extendió a ella, quien en varias oportunidades estuvo a punto de dejarle que siguiera caminando solo. Pero aquel hombre le traía buenos recuerdos, de aquellos que pretendía atesorar. Su amada villa, su tierra mediterránea y las risas de sus hermanos. Sonrió involuntariamente y aquella sonrisa se quedó en su rostro por todo el camino.

Cuando llegaron al parque que rodeaba la construcción, con sus pérgolas y arboles añosos, con sus flores y el sol danzando con la briza en las hojas que se mecían al compás de aquellos amigos, Chiara volvió a mirarle al rostro, pero él seguía empecinado en su mutismo y ascetismo – ¿cuál será la razón para este cambio tan repentino?- caviló, mientras soltaba el brazo que su compañero le había ofrecido. Se dirigió al banco de plaza y se sentó acomodando su vestido y colocándose la pamela que hasta ese momento había estado colgada a su espalda sujeta en el cuello por unos lazos de raso.

¿Y bien...? Decidme — fueron las primeras y únicas palabras que habían surgido de la boca de aquel que en verdad la conocía, aunque no bastante bien, y se negara a admitirlo. – pues si queréis que os cuente tendréis que sentaros a mi lado ya que no pienso andar gritando a los cuatro vientos lo que os voy a decir – le respondió mientras con su mano derecha le indicaba que se sentara lo más próximo posible. Tuvo que golpear levemente la superficie del banco varias veces para que al final, por cansancio o curiosidad el Duque se dignara a sentarse. – Os puedo afirmar que no muerdo y que ni tengo rabia – dijo mientras reía de una forma cristalina, como el agua de una fuente clara y pura.

Volvió a ponerse seria y lo miró, aunque él le diera su perfil. – Creo que todo comenzó el último verano, en Villa Scotty, allí recibimos a un enviado del rey, llegó de forma extraña, pues todas sus cosas habían arribado antes de que atardeciera y él cruzó el umbral de la mansión cuando el sol se terminó de hundir en las colinas. – Comenzó a relatar, mientras escrutaba los gestos y movimientos de su compañero – fue como si lo conociéramos de toda la vida, aunque recién lo veíamos, era como una seducción extraña y poderosa. Algo raro ya que lograba que mi padre hiciera lo que a él se le antojara y hasta mi madre se sentía obnubilada por su presencia, cuando usted sabe – dijo mirándole a los ojos – pues la conoció, de que era una mujer difícil de llegar a ella.- La briza roso su cuello haciendo bailar algunos mechones de su cabello y el perfume de su piel se confundía con el de la floraciones de las plantas del jardín.

Por un segundo se perdió en sus cavilaciones fijando su vista en una pareja que sentada en otro banco charlaban amenamente – Sabe, aunque a mí me pasaba algo parecido que al resto de mi familia había algo en ese hombre que me hacía temblar, algo que me decía que su esencia era demoníaca – recordó los ojos de sus pesadillas y continuó – sus ojos eran extraños, bellos pero de un brillo rojizo y maligno – juntó las manos en el regazo – no sé por qué, pero creo que aquellos ojos eran los mismos que me miraban la noche en que mataron a mi familia y creo que aquella vez, fue a estudiarnos, a comprender nuestros hábitos, como un cazador a su presa, ¿Usted lo cree? – dijo mientras dejaba su relato inconcluso esperando que Emerick por fin reaccionara.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Dic 14, 2012 8:34 pm

"La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con violencia contra enemigos exteriores."
Mahatma Gandhi



Tal y como si se lo hubiese ordenado con el lenguaje de su propio cuerpo, la mujer se sentó en la banca frente a ellos y ahí acomodó su vestido para mirarle nuevamente en el momento en el que él le apresuró con su pregunta.

Pues si queréis que os cuente tendréis que sentaros a mi lado — le respondió ella de manera tan audaz e irreprochable que le hizo sonreír.

Así pues, se sentó a su lado, aún con la sonrisa pintada sutilmente sobre sus labios, mientras apoyaba ambas manos a los costados de sus piernas, como si deseara descansar parte de su peso sobre las palmas de sus manos que se recargaban en el mismo asiento. Le miró de soslayo mientras le escuchó defenderse de cualquier acusación de mordidas o rabia, por lo que él alzó una ceja de manera suspicaz.

Pues deberíais de tener un poco más de cuidado, mi Lady, puesto a que no puedo aseguraos de que el hombre que tenéis a vuestro lado sea igual de pacifico que vos — sonrió de medio lado y volvió a desviar su mirada hacia las rosas del jardín.

Entonces, ella comenzó su relato con la añoranza grabada a fuego en su tono de voz, y Emerick comprendió que cuando Chiara hablaba de Villa Scotty era como escucharse a él, hablando de sus bien amadas Tierras Altas de Escocia. Mas no quiso permitir que su imaginación volara más allá de los límites de aquel parque, puesto a que nada le costaba atravesar el océano y llegar hasta las fértiles llanuras escocesas, pero la italiana había comenzado a hablar de su historia, y tal parecía que sus palabras eran directas y no se detendría en rodeos, por lo que era aconsejable estar atento y escuchar con todo el respeto que aquella dama se merecía, pues ya tampoco valía pensar en sus problemas de faldas, en si debía probar o no, en si olvidaba a la cambiaformas o reemplazaba su aroma en las sabanas de otra. Este era el momento de volver a hablar de su lucha, de su nueva revolución y el motivo principal de su estadía en aquel país de luchas y avances.

Supo de inmediato que se trataba de un vampiro, lo había sospechado antes en el interior del museo, y los detalles de la historia se lo confirmaban ahora. Lamentó el no haberle conocido antes, no haberle podido ayudar con su lucha cuando ella debió haber estado emocionalmente más débil de lo que se veía ahora. Y sus palabras continuaron, y con aquello el Duque se fue dando cuenta de que la mujer había logrado captar la esencia de aquel sobrenatural y que Chiara probablemente fuera parte de ese reducido grupo de humanos que siempre habían sabido de su existencia a pesar de que su misma cultura les impidiese aceptarlo, como una venda negra sobre los ojos, que a pesar de sentir la realidad encima de ellos, les hacía quedarse callados por miedo a quedar de locos.

Volvió a sonreír cuando ella finalizó con aquella pregunta tan irónica; hablaba de cazadores con el peor de los depredadores, aquel que era capaz de seguir el rastro humano a un kilometro de distancia sólo para deleitarse con el sabor de su carne y el escozor candente de la sangre recién bombeada a través de un corazón que, a pesar de estar siendo devorado, se mantenía palpitante.

Se quedó por un momento en silencio, como si se deleitara a sí mismo con la añoranza de aquella respuesta, y le miró a los ojos, directamente a los ojos, como si sus pupilas quisieran dilatar las suyas para poder escarbar en ellas y robarse así una muestra de su cordura; si ésta era densa, poco valdría la pena gastar su saliva, pero si no...

A veces la razón poco sabe de verdades — respondió por fin, sin dejar de mirarle a los ojos — A veces son los instintos y las corazonadas los verdaderos portadores de la realidad — asintió volviendo a hacer una breve pausa — Por supuesto que creo en los seres malditos y ese mundo de fabulas que muchas veces descansa bajo el amparo de las leyendas más absurdas que podáis escuchar; vampiros, hombres lobos, brujos, seres que son capaces de tranformarse a su propia voluntad, pero —que a pesar de todo— también son como nosotros... diferentes todos; buenos y malos, humildes y ambiciosos... — alzó los hombros — Los he visto...




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Mensaje por Corradine Grimaldi Sáb Dic 22, 2012 9:16 am

Ella se le quedó mirando, los ojos de él estaba calvados en los suyos, como si ese azul cielo intentara invadirla por completo, o se atreviera a hundirse en su alma – ¿qué era lo que intentaba hacer observándola de esa forma? ¿Como si de un delicioso manjar se tratase? – estaba nerviosa y le sonrió ocultando tras sus parpados los ojos grises que lo contemplaban. El calor que esas orbes le producían era un poco inquietante y por ello sacó un pequeño abanico de marfil y comenzó a mecerlo para que el viento refrescara su rubor y las gotas de sudor que se iban manifestando en su escote, el perfume a azahares de su pelo y de su piel invadió todo el lugar. Un momento después más tranquila, se reacomodó en el asiento girando todo su cuerpo para verlo mejor y rosando con sus rodillas la pierna de él. El vestido le parecía muy pesado e incómodo – hubiera elegido uno más acorde al clima que hoy se ha manifestado en esta bendita ciudad – pensó tratando de alejar de su mente esos ojos escrutadores que aun en ese momento la observaban


La siguiente frase que él le dijo le golpeo el alma, era lo que ella había sentido desde que era muy pequeña, esa sensación de poder distinguir cosas que para otros parecían casi imposible, una esencia, un presentimiento algo inmaterial y que solo su alma entendía, pero que a la vez la separaba de todos los que ella conocía. Las palabras de su nana llegaron hasta su mente – es que tu, mi niña, te pareces en todo a tu Tátara Tía Abuela, Giulia Di Moncalieri, si hasta en sus retratos eres idéntica, es como si su esencia se hubiera colado en la tuya el día en que naciste… solo que la maldad y la tristeza que ella tenía… hija mia… espero que nunca se manifiesta en ti… todo el daño que le hicieron la convirtió en… - nunca pudo entender lo que su nana había querido explicarle, hasta que encontró el diario de aquella antepasado en la biblioteca de Girolamo y descubrió que había sido una bruja y una asesina. Cuando el duque afirmó que creía en los seres malditos, fue ella quien lo volvió a mirar, escrutando en aquella mirada cristalina alguna solución para lo que estaba viviendo. – brujos – susurró, se acercó más todavía a él, sus piernas chocaron y se rosaron. Su rostro se acercó al masculino a poca distancia, podía sentir la respiración de el en su piel. No pudo contenerse, a pesar del protocolo, de las normas de la sociedad y des u mismo pudor, tomo una de las manos del hombre para llamar más su atención y le preguntó – ¿podría acaso enseñarme y ayudarme a conocer a esos seres?


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Dic 26, 2012 7:35 am

"El conocimiento de la belleza es el verdadero camino y el primer peldaño para la comprensión de las cosas que son buenas."
John Ruskin



Su mirada se desvió por un momento al roce de sus rodillas y de forma inconsciente, o mas bien caballeresca, apartó la suya para que ella no fuese a sentirse incómoda. Si hubiera sabido que a ella le agradaba, y más aún, que se lo imaginaba a él con ganas de devorarla, pues la hubiera dejado sola hace ya un buen rato. Lo que menos quería en ese momento era ser visto como una bestia.

Brujos — susurró ella de pronto, haciendo que el Duque levantara una ceja.

De todos cuantos seres sobrenaturales que le había mencionado, tenía que fijarse en los de apariencia más humana, aquellos que jamás cambian en el tiempo y son aún mas imperceptibles. La mujer era aún más peculiar de lo que había imaginado y probablemente no importase cuanto intentara comprenderla, probablemente sería algo que nunca lograría, pero esa no había sido toda la sorpresa. Ella se acercó aún más a él, haciendo que el roce anterior de sus rodillas no fuera absolutamente nada con el contacto que tenían ahora, por lo que le miró sin comprender y casi tragándose su propio aliento.

Chiara tomó una de sus manos y él estuvo a punto de echarse a reír de los nervios cuando ella le susurró lo que realmente le interesaba saber. Fue entonces cuando los nervios anteriores se transformaron en vergüenza, haciéndole sentir que había sido traicionado por sus propios pensamientos. Y pensar que hacía unos segundos atrás se había imaginado en una posición similar, aunque claro, la había descartado de inmediato, pues en verdad no era esa la solución a sus problemas y mucho menos cuando quien tenía a su lado no era más que una humana, aquella raza simple y sin poderes a la que temía por su propia fragilidad.

Sí, puedo — le respondió apartándose un poco, lo suficiente para hacer que ya desaparecieran los roces y miró alrededor, aún con un poco de nervios apuñados en el estómago — No hay nadie más aquí a parte de nosotros, podemos hablar tranquilos — le sonrió.

Los roces y el contacto físico con los demás, jamás habían sido su fuerte, después de todo, no por nada seguía saludando a las mujer con un buen estrechón de manos en vez de aquel beso trivial sobre el dorso de sus manos. Probablemente si su apellido no perteneciera a la realeza, aquello era algo que le prohibirían hasta hacerle dimitir, pero él la ley y nadie en la Tierra se había atrevido a corregirle hasta ahora, aún a pesar de no saber con quien lidiaban realmente, ya que era parte de la sociedad el preocuparse por el que dirán.

Bueno... primero debéis saber que no todos todos aquellos a quien teméis son malas personas, muchos de ellos son aún mejores personas que los mismos humanos, pues como en toda sociedad, hay una gran variedad. Los hay villanos, sí, pero también los hay nobles de corazón, pues tienen cerebro y capacidad de raciocinio al igual que nosotros y, a finales de cuenta, lo único que les diferencia del resto, es que sus habilidades son más desarrolladas — le explicó — Ya os he dicho que a mi familia le asesinó uno de ellos, pero os puedo asegurar que no lo ha hecho con la intención de matar y eso es algo que debéis aprender a diferenciar, pues los hombres lobo no son capaces siquiera de reconocer a su propia familia durante Luna Llena, no así un vampiro o un cambiaformas que siempre se mantienen conscientes de sus actos, y por tanto a ellos sí les podéis juzgar de manera más certera. Sin embargo, también debéis de tener en cuanta, que los vampiros no pueden alimentarse de otra cosa que no sea de sangre, pero hay algunos que no matar y sólo se alimentan de sus... “donadores voluntarios” — rió brevemente, recordando aquella pequeña discusión con Hero, el día en que se habían conocido — así como también los hay quienes se alimentan de sangre animal, y otros que se encargan de limpiar las calles de los villanos pues se toman sus poderes como un don para ayudar a la sociedad. En cuanto a los cambiaformas, muchos de ellos viven con el don sin tener conocimiento de éste hasta que viven alguna experiencia de peligro y se transforman sin darse cuenta aquella primera vez, pudiendo actuar por temor — hizo una breve pausa y tras mirarle un segundo para descifrar si le estaba entendiendo, sonrió — No todo lo oscuro es, necesariamente, perteneciente a un cuento de terror.




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