Un paseo por el Louvre - Privado

Caminó por las salas del hermoso palacio que pertenecía ahora al museo del Louvre. Los tacos de sus chapines resonaban en el suelo de la amplia habitación. El lujo que se podía apreciar en toda su construcción, sobrecogía a cualquiera y a pesar de que Chiara había vivido como una noble se sentía diminuta a la par de tanto brillo. Las cortinas de un color crema con bordados en oro que daban a la sala una atmosfera increíble, realzaban la importancia de las obras expuestas allí.

Admiraba cada una de las obras colocada en ésa sala en particular, ya que casi todas eran obras recientes, de uno de los artistas mas renombrados de Paris. Jacques-Louis David, su hermano Girolamo lo había conocido en Italia, en un viaje que el pintor realizara unos años atrás, y luego de poner casa en Paris, y para levantarle el ánimo, y que comenzara a tratar con la sociedad Parisina, su tutor había decidido invitar al artista a una velada privada. Ella pudo así conocerlo y charlar sobre diferentes temas entre ellos sus últimas pinturas. Él le había comentado de dos obras que tenía expuesta en el Museo “El Juramento de los Horacios” y “El Rapto de las Sabinas”, contándole la historia tras el cuadro y no pudo con la curiosidad que habían despertado en ella, por eso no dudó en ir a darles un vistazo.




Se paró delante de la primera, observó los tres hombres, jóvenes, fuertes, arrogantes – Girolamo – pensó – son igual a él - y el padre quienes juraban solemnemente sobre sus armas defender los ideales de sus vidas y luego su vista se detuvo en las mujeres que en la penumbra de la obra, lloraban y se afligían por la elección tomada por sus hombres.

-Típico – pensó – siempre los hombres tomando decisiones sin consultar a las mujeres, ¿acaso no se dan cuenta que somos nosotras las que casi siempre sufrimos? y ¿las casi siempre que debemos pagar las consecuencias? – recordó a su madre y a sus hermanitos, en aquella noche que nunca mas podría olvidar. Recordó lo que su tutor le contara, sobre la posible causa de aquel desenlace. No quería culpar a su hermano, pero tal vez, si él no hubiera tomado la decisión de ser un Cazador su familia todavía estaría viva - ¿Porqué no podremos vivir en paz? – suspiró mientras instintivamente extendía su mano como si con ese simple gesto pudiera secar las lagrimas de aquellas mujeres, que como ella sufrían por las decisiones de los hombres.

Unos pasos a su espalda la sobresaltaron y bajó rápidamente su brazo. Acomodó algunos pliegues
de su vestido y volvió a dirigir su atención al cuadro, esta vez a los hombres - ¿que estarían pensando? – se preguntó en voz alta.

Cuando él le respondió que podría enseñarle, una sonrisa franca ocupó su rostro. Al observar como cada vez que ella se acercaba el Duque comenzaba a incomodarse, y ya que le importaba sobremanera conseguir la información, puesto que siempre había sido una mujer curiosa y de buscar el porqué de las cosas, decidió no incomodarlo más. Se apartó de él lo más que pudo, sentándose en el borde opuesto del banco de jardín, dejando un espacio suficiente como para que un niño se sentara en medio.

Lo buscó con la mirada, y le sonrió agradecida – gracias por explicarme – le dijo mientras intentaba prestar toda su atención a lo que él le explicaba. Escuchó atenta y expectante todos los conocimientos que él le daba y trataba de anotarlo mentalmente.

Volvió a mencionar que su familia, al igual que la suya había sido aniquilada por un sobrenatural, pero someramente sin entrar en detalles ni explicar si había podido encontrarlo. Prosiguiendo con las características de cada uno de ellos, los vampiros, los licántropos y cambiaformas. Sonrió cuando dijo que lo oscuro provenía de un cuento de terror.

Aunque estaba muy interesada por todo lo que él decía no pudo dejar de preguntarle - ¿qué tipo de sobrenatural fue el culpable de la tragedia de vuestra familia? – Dijo mientras sus ojos contemplaban unos lirios en el parterre que decoraba el jardín – ¿pudo atraparlo? – Continuó preguntando - ¿acaso usted era un cazador? ¿Fue por eso que cobro venganza? – Al seguir preguntando se volvió hacia él y lo escruto con su mirada, no quiso acercarse pero lo hubiera hecho.

Lo contempló, esperando aquellas respuestas, pero decidió contarle un poco más sobre su familia – Se lo pregunto, no por morbosidad – dijo mientras buscaba su mirada – oh no por Dios – exclamó – sino porque en el caso de mi familia, esa sería una hipótesis – calló por un segundo mientras pensaba como expresarse – la familia Di Arezzo, de la cual provenía mi madre han sido por siglos cazadores, yo pensaba que eran cazadores de animales salvajes o de delincuentes – trató de excusar su poco interés en el asunto – mi padre siempre prohibía hablar de la familia de mi madre, como si de un pecado atroz se refiriera –.

Volvió su mirada a los lirios y entrelazó nerviosa sus manos en el regazo – Cuando todo paso, luego de meses y creyendo que estaba sola en este mundo, mi hermano volvió. Él se había ido de casa cuando yo cumplí los 15 años y pasó todo este tiempo con la familia de mi madre – no podía decir que Girolamo era un cazador, pero era casi sobre entendido aquellos. – ahora vivo con él y su hermana – se ruborizó – bueno, mi hermana – estrujó nerviosamente con sus manos la tela del vestido e inclinó la cabeza - Recientemente él insinuó, que todo lo que viví podría ser una venganza o un encargo, no entendí mucho eso – se sinceró.

Giró su cuerpo y apoyó una de sus manos en el espacio vacío de la banca recargando y girando su cuerpo para verle de frente – ¿es que acaso no se puede vivir en armonía entre los seres que usted acaba de nombrar y los simples seres como yo? – Lo miró con angustia, con desesperación y con bastante abatimiento – estoy cansada de esto, de las venganzas, de los miedos, de no saber distinguir quien puede ser mi amigo y quien no – sus lágrimas no se hicieron esperar y cayeron libres por su rostro, no era su intención dar lastima así que se acomodó nuevamente en su lugar - si existiera una forma de ayudar para que esa utopía se cumpliera… yo lo intentaría, no se puede vivir en un mundo de odios y rencores – concluyó, mientras dejaba que la fresca briza meciera sus cabellos y secara sus lagrimas, cerró los ojos – que liberador es poder soltar lo que uno tiene en el alma – pensó mientras, una leve sonrisa nacía en su boca.
Emerick, le contó sobre una organización, destinada a poder lograr los objetivos que otros como ella soñaba, La Alianza y que en pocos días se reunirían por primera vez. le invitó y le propuso explicarle mejor todos los puntos que no comprendiera. Sonrió agradecida y aceptó la invitación, - pero ¿como tomará que tu prometido sea un Inquisidor? - se preguntaba. Lo miró a los ojos, eran los de un alma buena, algo atormentada por un secreto que al fin no quiso revelar, pero cada uno tiene sus tiempos y la amistad y la alianza que hoy había surgído no se doblegaría nunca.