AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
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Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.
François de la Rochefoucauld
François de la Rochefoucauld
Aquel día estaba particularmente soleado y caluroso, uno de esos días en los que me gustaba salir y sentir el calor acariciar mi rostro y mi cuerpo, enfundado en uno de los tantos vestidos caros que tenía. Era parecido al clima de un día otoñal en Martinica, con la diferencia de que en la pequeña isla en la que viví primaba la humedad y una molesta sensación de pesadez. En París el viento corría libre, y uno podía saborear su libertad y adoptarla como suya.
A mi alrededor, un espectáculo de colores y formas se desplegaba para los visitantes, adoptando la forma de flores y plantas. El Jardín Botánico de París era un buen lugar para relajarse: Nunca demasiado concurrido, con colores relajantes y un aroma que incitaba a quedarse allí todo el día. Y desde siempre yo había caído en los encantos de ese lugar, desde que puse un pie en Francia. No podía evitarlo. Me atraía como una abeja a la miel.
Este lugar siempre había sido perfecto para descargar toda la energía negativa que me rondaba, para dejarla y reemplazarla por una sensación de tranquilidad y felicidad. Ser yo no era fácil, especialmente si eras el motivo de la mayoría de los chismes infundados de París. Algo que solo yo podía llevar con la cabeza en alto y bastante dignidad. Pero incluso Marie-Joséphe de Beauharnais se cansaba de vez en cuando.
Preferí dejar mis cavilaciones y concentrarme en la sensación de adormilamiento que me embargaba, en despejar mi cuerpo y mi mente de aquella aura negra que parecía pegada a mí. Y esperando a que nadie viniera a importunar mi muy merecido descanso.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
un día casi envidiable, su cuerpo parecía decirle que no debía salir de casa, que se acostara en su forma animal en la gran cama que poseía y flojera todo el día y eso era lo que deseaba, pero tenía cosas más importantes que hacer, lamentablemente tenía un trabajo importante que cumplir y debía ser urgente. Buscar información para algún cliente importante era lo que hacía, pero por mala suerte y extrañamente una distracción de ella, la información se había escapado.
¿Cómo le había podido pasar aquello a Salome Ameris? ¿! Había cometido un error de cálculos!? No, nada de eso, solamente había encontrado algo más interesante ese día y por ende había dejado escapar a su objetivo principal ya que su importancia ya se había vuelto casi que nula. Estaba en su forma animal, sus empleados andaban por ahí, en algún lugar buscándola como siempre, ya que se había perdido de su vista y conociéndola podría aparecer desnuda donde fuera sin importarle mucho las personas que estuvieran presentes.
Dejo que sus patas cayeran en la cabeza de la mujer mientras un maulló salía de su hocico pequeño, era un gato más grande de lo normal, mucho más peludo y con un matiz extraño, claro no era cualquier gato, Salome tenía una forma excepcional, ella no era un simple cambiante que podría cambiar en un gato común, lo de ella era raro, una especie felina de Latinoamérica que estaba hecho para el frio de las montañas de Machu Pichu. Dio otro salto hasta caer en el regazo de la mujer, ladeo su cabecita volviendo a maullar como diciendo un “Hola…” se quedo en ese lugar buscando respuesta alguna para poder seguir con el jugueteo ¿le reconocería? Eso sería interesante de saber… ella si conocía a ella chica, bueno ella era Salome, sabía muy bien cada información de alguna persona importante, pero ella era diferente, era especial.
En ocasiones se pensaba que Salome podría llegar a ser Asexual, sus empleados lo pensaban, porque aunque su sentido del humor hacia a todos buscar de alguna manera sentirlos intimidados, nunca había llegado a ser una de aquellas personas acosadoras –en ningún tipo de sexo- tampoco visitadora compulsiva de burdeles, ya aquella había sido quemada hace mucho tiempo, para Salome una cosa sin importancia era algo como el sexo con personas desconocidas y una relación amorosa era lo más peligroso que podría tener, pero bueno, la chica podría saber quién era o tal vez pensar de “quién” era ese gato tenía ganas de saber cuál era la reacción de aquella mujer al notar que su antigua pareja estaba sentada en sus piernas o al menos que al menos estuviera tan cerca que “su” gato estuviera con ella en esos momentos
¿Cómo le había podido pasar aquello a Salome Ameris? ¿! Había cometido un error de cálculos!? No, nada de eso, solamente había encontrado algo más interesante ese día y por ende había dejado escapar a su objetivo principal ya que su importancia ya se había vuelto casi que nula. Estaba en su forma animal, sus empleados andaban por ahí, en algún lugar buscándola como siempre, ya que se había perdido de su vista y conociéndola podría aparecer desnuda donde fuera sin importarle mucho las personas que estuvieran presentes.
Dejo que sus patas cayeran en la cabeza de la mujer mientras un maulló salía de su hocico pequeño, era un gato más grande de lo normal, mucho más peludo y con un matiz extraño, claro no era cualquier gato, Salome tenía una forma excepcional, ella no era un simple cambiante que podría cambiar en un gato común, lo de ella era raro, una especie felina de Latinoamérica que estaba hecho para el frio de las montañas de Machu Pichu. Dio otro salto hasta caer en el regazo de la mujer, ladeo su cabecita volviendo a maullar como diciendo un “Hola…” se quedo en ese lugar buscando respuesta alguna para poder seguir con el jugueteo ¿le reconocería? Eso sería interesante de saber… ella si conocía a ella chica, bueno ella era Salome, sabía muy bien cada información de alguna persona importante, pero ella era diferente, era especial.
En ocasiones se pensaba que Salome podría llegar a ser Asexual, sus empleados lo pensaban, porque aunque su sentido del humor hacia a todos buscar de alguna manera sentirlos intimidados, nunca había llegado a ser una de aquellas personas acosadoras –en ningún tipo de sexo- tampoco visitadora compulsiva de burdeles, ya aquella había sido quemada hace mucho tiempo, para Salome una cosa sin importancia era algo como el sexo con personas desconocidas y una relación amorosa era lo más peligroso que podría tener, pero bueno, la chica podría saber quién era o tal vez pensar de “quién” era ese gato tenía ganas de saber cuál era la reacción de aquella mujer al notar que su antigua pareja estaba sentada en sus piernas o al menos que al menos estuviera tan cerca que “su” gato estuviera con ella en esos momentos
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
Me despabilé en cuanto vi llegar a un gato, que se colocó cómodamente en mi regazo, como si siempre hubiera pertenecido a aquel lugar. No me molestaba en absoluto la compañía de los animales. Eran mejores que las personas, al menos. No te decían nada ni te miraban de manera reprobatoria. Sólo te pedían un poco de atención y mimo. Y yo estaba de humor para ambas.
-Hola pequeñín… Es un lindo día, ¿no es verdad?
Comencé a acariciarle el lomo con cariño, mientras volvía a mirar el paisaje que se desplegaba frente a mis ojos. Ese jardín tenía un aspecto bastante civilizado, tan estirado como las gentes que habitaban la ciudad. Y aún así, no me molestaba en absoluto. De hecho, era más relajante todavía. A pesar de su pomposa elegancia, tenía un toque de sosiego que hacía bien al alma. Y claro, los lugares sin demasiada gente siempre iban a gustarme más que las abarrotadas calles llenas de cuchicheos audibles.
-Éste lugar es el único decente en todo París, ¿no crees? Apuesto que a ti también te encanta-. No me sentía estúpida hablándole a un gato desconocido. De hecho, tenía la mala costumbre de hablar con todo animal que se me cruzara por el camino. Había aprendido a hacerlo en Martinica, y desde entonces no había parado.
Me detuve a contemplar al felino más detenidamente. Parecía hecho más para el frío de las montañas que para el clima agradable de Francia. Curioso, en verdad. Y de seguro tenía dueño, por que se veía lustroso y bien cuidado. Algo en él me hacía sentir como si ya lo conociera desde hace mucho tiempo. Qué extraño.
-¿No nos conoceremos de alguna parte, gatito? ¿Habré ido a la casa de tus dueños alguna vez?- le pregunté, a la vez que le acariciaba las orejas.
-Hola pequeñín… Es un lindo día, ¿no es verdad?
Comencé a acariciarle el lomo con cariño, mientras volvía a mirar el paisaje que se desplegaba frente a mis ojos. Ese jardín tenía un aspecto bastante civilizado, tan estirado como las gentes que habitaban la ciudad. Y aún así, no me molestaba en absoluto. De hecho, era más relajante todavía. A pesar de su pomposa elegancia, tenía un toque de sosiego que hacía bien al alma. Y claro, los lugares sin demasiada gente siempre iban a gustarme más que las abarrotadas calles llenas de cuchicheos audibles.
-Éste lugar es el único decente en todo París, ¿no crees? Apuesto que a ti también te encanta-. No me sentía estúpida hablándole a un gato desconocido. De hecho, tenía la mala costumbre de hablar con todo animal que se me cruzara por el camino. Había aprendido a hacerlo en Martinica, y desde entonces no había parado.
Me detuve a contemplar al felino más detenidamente. Parecía hecho más para el frío de las montañas que para el clima agradable de Francia. Curioso, en verdad. Y de seguro tenía dueño, por que se veía lustroso y bien cuidado. Algo en él me hacía sentir como si ya lo conociera desde hace mucho tiempo. Qué extraño.
-¿No nos conoceremos de alguna parte, gatito? ¿Habré ido a la casa de tus dueños alguna vez?- le pregunté, a la vez que le acariciaba las orejas.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
El día quemaba su pelaje, eran como pequeños rayos que entraban a su pelaje haciendo que se calentara, pero por suerte, a ella no le afectaba el calor que podría estar en su cuerpo, pues el viento, como elemento opuesto, ayudaba a que su cuerpo trasformado en un pequeño animal se mantuviera fresco y no sufriera algún tipo de bajón. Se acomodo fácilmente sobre su regazo ronroneando lenta y sensualmente, como solamente un felino podría hacer, dándole una pizca mas de aquel toque exótico que tenia gracias a su pelaje más abundante con colores claros-oscuros, perfectos para ocultarse entre la nieve en los fríos inviernos de cualquier parte del mundo, pero también servían para ocultarse entre la oscuridad de las viejas casonas del siglo pasado y de este nuevo siglo, mientras buscaba información sobre alguno que otra persona importante. Su cabecita se alzo y sus largos bigotes rozaron las mejillas de la mujer, tal vez un poco sus labios, pero solamente fue un leve rose con aquellos pequeños pelitos que salían de su hocico y pestañas y que eran, para el animal, esenciales para dar caza a algunos animales pequeños. Cuando la escucho ladeo un poco su rostro para luego girarlo curiosa de lo que sus ojos estuvieran observando, pero solamente era un paisaje estilizados, estilo típicamente europeo, con tantos estúpidos detalles que podrían marearla fácilmente. Quedo unos segundos con la vista puesta en el paisaje, parecia que estaba buscando también lo que ella estaba indagando, pero la verdad es que no le daba mucha importancia, aquello solamente era una reacción casi normal de una persona que investiga y analiza cada uno de los pasos de las personas –Miau…- dejo salir un lento y melodioso maullido al mismo tiempo que parecía asentir ante aquello. Era cierto, estaba totalmente de acuerdo con ella, era un bueno lugar para estar y relajarse.
Siempre habían tenido cosas en común, claro solo pocas, pues a Salome no había quien le comprendiera… o eso pensaba ella. El pecho del animal se inflo para luego desinflarse rápidamente, había suspirado. Extrañamente aquella mujer le sacaba lo más humano que ella tenía; algo que pensaba imposible. Junto a ella se sentía normal, no se sentía discriminada y no veía rostro de desconciertos por sus actos, aunque claro para ella eran divertidos ver los rostros contraídos de las personas cuando veían sus mañas extrañas y retorcidas. En ocasiones eran mejores las miradas llenas de tolerancia y comprensión y ella se los había dado un tiempo atrás, pero Salome era Salome y apenas era un paseo entre su vida. Dos vidas se habían cruzado momentáneamente para luego separarse finalmente. Le agradecía que hubiera estado en su vida y que perteneciera a su pasado, era una de aquellas cosas que nunca volvería a buscar, pero que mantenía en un lugar muy especial.
-Miau…- volvió a maullar al mismo tiempo que su ronroneo se hacía mucho más fuerte por culpa de la caricia de su oreja. Aquellos eran lugares delicados, llenos de terminaciones nerviosas que lo que hacían era llevar al animal a un estado de relajación máxima. A Salome le encantaba ese tipo de mimos, adoraba ser un felino que pasara desapercibido para recibir caricias de alguna mano suave y también que nadie sospecharía de un gato cuando estaba en una misión de recolectar información. Ese era su mayor secreto, muchas personas sabían su condición, pero muy pocas se tenían la decencia de quedarse viendo a un animal por buen rato, pues para ellos solamente era eso: animales.
En pocas palabras, le agradaba su condición, sus empleados sabían de ella, sus enemigos también, sus amantes igual, claro solamente los importantes y los que habían llegado a estar el suficiente tiempo para llegar a entender que era un ser humano como los otros, pero un poco mas chiflado y esquizofrénico. ¿Cómo podría decirle que si? No quería aparecer desnuda entre aquel lugar, su ropa ¿Dónde había dejado su ropa?... nunca había sido muy cuidadosa con esas cosas, pues siempre se trasformaba al salir de casa y llegaba trasformada a casa. Se levanto moviendo su cola de un lado a otro, entrelazándola con la de la mujer mientras comenzaba a Maullar mientras miraba hacia el lugar para luego buscar su pecho y frotarse en él como en años pasados había hecho cuando iba a sus aposentos cambiada en el mismo animal solamente para molestarla un poco con su compañía.
Siempre habían tenido cosas en común, claro solo pocas, pues a Salome no había quien le comprendiera… o eso pensaba ella. El pecho del animal se inflo para luego desinflarse rápidamente, había suspirado. Extrañamente aquella mujer le sacaba lo más humano que ella tenía; algo que pensaba imposible. Junto a ella se sentía normal, no se sentía discriminada y no veía rostro de desconciertos por sus actos, aunque claro para ella eran divertidos ver los rostros contraídos de las personas cuando veían sus mañas extrañas y retorcidas. En ocasiones eran mejores las miradas llenas de tolerancia y comprensión y ella se los había dado un tiempo atrás, pero Salome era Salome y apenas era un paseo entre su vida. Dos vidas se habían cruzado momentáneamente para luego separarse finalmente. Le agradecía que hubiera estado en su vida y que perteneciera a su pasado, era una de aquellas cosas que nunca volvería a buscar, pero que mantenía en un lugar muy especial.
-Miau…- volvió a maullar al mismo tiempo que su ronroneo se hacía mucho más fuerte por culpa de la caricia de su oreja. Aquellos eran lugares delicados, llenos de terminaciones nerviosas que lo que hacían era llevar al animal a un estado de relajación máxima. A Salome le encantaba ese tipo de mimos, adoraba ser un felino que pasara desapercibido para recibir caricias de alguna mano suave y también que nadie sospecharía de un gato cuando estaba en una misión de recolectar información. Ese era su mayor secreto, muchas personas sabían su condición, pero muy pocas se tenían la decencia de quedarse viendo a un animal por buen rato, pues para ellos solamente era eso: animales.
En pocas palabras, le agradaba su condición, sus empleados sabían de ella, sus enemigos también, sus amantes igual, claro solamente los importantes y los que habían llegado a estar el suficiente tiempo para llegar a entender que era un ser humano como los otros, pero un poco mas chiflado y esquizofrénico. ¿Cómo podría decirle que si? No quería aparecer desnuda entre aquel lugar, su ropa ¿Dónde había dejado su ropa?... nunca había sido muy cuidadosa con esas cosas, pues siempre se trasformaba al salir de casa y llegaba trasformada a casa. Se levanto moviendo su cola de un lado a otro, entrelazándola con la de la mujer mientras comenzaba a Maullar mientras miraba hacia el lugar para luego buscar su pecho y frotarse en él como en años pasados había hecho cuando iba a sus aposentos cambiada en el mismo animal solamente para molestarla un poco con su compañía.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
Estaba realmente encantada con aquel gato. Había tratado con muchos felinos desconocidos de las calles, y la verdad ninguno se dejaba acariciar tan fácilmente como éste, lo que me hacía sospechar aún más sobre si lo conocía de algún lado o no. Gran parte de los nobles gustaba de tener mascotas, por lo que se me haría difícil recordar dónde lo había visto. La verdad, tampoco importaba demasiado. Tenía compañía, y eso me hacía sentir más relajada de lo que había estado en meses.
Solté un pequeño suspiro a la vez que dejaba que el gato se acomodase como le viniera en gana. De alguna manera, sus actitudes parecían más humanas que animales, si lo ponemos de algún modo. En ese momento, me recordaba a mis hijos cuando eran más pequeños, siempre tratando de buscar el lugar más cómodo junto a mamá, pero dejando un desastre de por medio. Mis hijos… ¿Por qué tenían ellos que sufrir conmigo? Eran jóvenes, y no se merecían una vida como la que les estaba dando. Era una verdadera pena.
-Eugène, Hortense… ¿Qué voy a hacer con ustedes?- mis pequeños siempre me dejaban en aquel estado melancólico, pero no por eso iba a dejar de amarlos con toda mi alma. Mi única motivación eran ellos y su futuro. Eran mi tesoro más preciado.
Seguí acariciando el suave pelaje del felino acurrucado encima mío. De alguna manera, me tranquilizaba. Me hacía sentir un poco más segura, protegida. Extraño viniendo de un gato, ¿no? Me sonreí con ironía. A veces podía ser bastante loca.
Solté un pequeño suspiro a la vez que dejaba que el gato se acomodase como le viniera en gana. De alguna manera, sus actitudes parecían más humanas que animales, si lo ponemos de algún modo. En ese momento, me recordaba a mis hijos cuando eran más pequeños, siempre tratando de buscar el lugar más cómodo junto a mamá, pero dejando un desastre de por medio. Mis hijos… ¿Por qué tenían ellos que sufrir conmigo? Eran jóvenes, y no se merecían una vida como la que les estaba dando. Era una verdadera pena.
-Eugène, Hortense… ¿Qué voy a hacer con ustedes?- mis pequeños siempre me dejaban en aquel estado melancólico, pero no por eso iba a dejar de amarlos con toda mi alma. Mi única motivación eran ellos y su futuro. Eran mi tesoro más preciado.
Seguí acariciando el suave pelaje del felino acurrucado encima mío. De alguna manera, me tranquilizaba. Me hacía sentir un poco más segura, protegida. Extraño viniendo de un gato, ¿no? Me sonreí con ironía. A veces podía ser bastante loca.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
Aquella mujer siempre había sido de esa forma, pensó Salome mientras se dejaba acariciar, no era muy detallista y tal vez poco le interesaba lo que sucediera alrededor de ella, con tal de estar sumida en su vida y en sus problemas no podría notar los más mínimos detalles que tenia al frente. Se habían conocido en una fiesta en Francia; pues Salome no podía ir a otro lugar por miedo de que la inquisición pudiera joderle la paciencia. Había sido una joven hermosa la vez que se habían visto, Salome como siempre con un vestido negro, atrevido para la época, pero sin llegar a ser vulgar. Como siempre bromeo con algún que otro anciano sobre ir a visitarla para poder tomarle las medidas de su ataúd para luego seguir entre la multitud que copulaban sobre ella y otros egocéntricos, pero ¿de quién no hablaban aquellas personas? Era muy común ver ese tipo de comportamiento y mucho más en ese lugar.
Había llevado varias de su galletas de diferentes formas de huesos; calaveras, fémures, coxis, pubis… las personas que se le quedaban viendo comer aquellas cosas con formas de huesos le ofrecía dulcemente, pero obviamente nadie aceptaría. Estaba decidida a ser amable aunque estos no aceptaran, pero una joven extraña y que nunca había visto le sorprendió cuando en la mente de Salome solamente pasaba “esta va a ser igual”. A ella le atraía la diferencia y que la joven encantada haya aceptado su ofrecimiento y que al comerlo haya disfrutado el sabor de la galleta de chocolate con sinceridad en sus palabras, la lleno de fogosidad e inmenso encanto hacia la joven.
Poco después, encontró su apellido y rápidamente busco tener algún tipo de relación con ser tan especial, era muy pocas las veces que llegaba a ese punto de su curiosidad que la obligaban a centrarse en una persona hasta saber todo sobre ella, pero claro, eso solamente seria por unos meses tal vez, pensó la cambiante al notar su creciente interés hacia la joven desconocida. Había aprendido muchas cosas solamente con la información que le habían dado, pero pronto comenzó a contactarla hasta que por fin mutuamente llegaron a forma algo extraño.
Mi minino se había dormido en sus brazos, dormitaba mientras ella aun estaba triste y melancólica, el felino también recordaba, recordaba los días que paso en ese regazo mientras la joven leía algún libro, pero tal vez todo aquello se le había olvidado junto con su nombre. Alzo la mirada encontrando que no había nadie, mejor era hablar con ella en persona, decirle un “hola” saludar y preguntar por su familia. No había nadie cerca así que salto a un lado comenzando la trasformación. Sus extremidades crecieron, su pelaje desapareció, exceptuando que de su cabeza salía una melena rubia que ocultaba aquellos dos senos redondos y perfectos que salía de aquel tronco, cruzo sus piernas cuando estuvieron bien formadas, pudo sentir el dolor de sus dedos cuando los huesos buscaban alinearse de forma perfecta. Sus ojos se abrieron y vieron a una chica sorprendida, estupefacta, tanto que no podía moverse. Duro solamente unos segundos para poder hablar, esperaba que cada célula cesara de doler para no tener que mostrar en su inexpresivo rostro algún rastro de dolor.
-Holaaa- dijo en ese todo alegre que le identificaba-No te asustes… tiempo sus vernos ¿no?- indico mientras veía a los lados, esperando que alguien se asomase, pero no, estaban solas desde hace media hora-¿Por qué me miras asi?- pregunto al notar los ojos puestos en ella. Tenía una mano apoyándose al banco mientras la otra sutilmente ocultaba su intimidad, dejando ver solamente algunos pelos tupidos de su sexo-¿acaso ya olvidaste al nombre de Salome Ameris?-
Había llevado varias de su galletas de diferentes formas de huesos; calaveras, fémures, coxis, pubis… las personas que se le quedaban viendo comer aquellas cosas con formas de huesos le ofrecía dulcemente, pero obviamente nadie aceptaría. Estaba decidida a ser amable aunque estos no aceptaran, pero una joven extraña y que nunca había visto le sorprendió cuando en la mente de Salome solamente pasaba “esta va a ser igual”. A ella le atraía la diferencia y que la joven encantada haya aceptado su ofrecimiento y que al comerlo haya disfrutado el sabor de la galleta de chocolate con sinceridad en sus palabras, la lleno de fogosidad e inmenso encanto hacia la joven.
Poco después, encontró su apellido y rápidamente busco tener algún tipo de relación con ser tan especial, era muy pocas las veces que llegaba a ese punto de su curiosidad que la obligaban a centrarse en una persona hasta saber todo sobre ella, pero claro, eso solamente seria por unos meses tal vez, pensó la cambiante al notar su creciente interés hacia la joven desconocida. Había aprendido muchas cosas solamente con la información que le habían dado, pero pronto comenzó a contactarla hasta que por fin mutuamente llegaron a forma algo extraño.
Mi minino se había dormido en sus brazos, dormitaba mientras ella aun estaba triste y melancólica, el felino también recordaba, recordaba los días que paso en ese regazo mientras la joven leía algún libro, pero tal vez todo aquello se le había olvidado junto con su nombre. Alzo la mirada encontrando que no había nadie, mejor era hablar con ella en persona, decirle un “hola” saludar y preguntar por su familia. No había nadie cerca así que salto a un lado comenzando la trasformación. Sus extremidades crecieron, su pelaje desapareció, exceptuando que de su cabeza salía una melena rubia que ocultaba aquellos dos senos redondos y perfectos que salía de aquel tronco, cruzo sus piernas cuando estuvieron bien formadas, pudo sentir el dolor de sus dedos cuando los huesos buscaban alinearse de forma perfecta. Sus ojos se abrieron y vieron a una chica sorprendida, estupefacta, tanto que no podía moverse. Duro solamente unos segundos para poder hablar, esperaba que cada célula cesara de doler para no tener que mostrar en su inexpresivo rostro algún rastro de dolor.
-Holaaa- dijo en ese todo alegre que le identificaba-No te asustes… tiempo sus vernos ¿no?- indico mientras veía a los lados, esperando que alguien se asomase, pero no, estaban solas desde hace media hora-¿Por qué me miras asi?- pregunto al notar los ojos puestos en ella. Tenía una mano apoyándose al banco mientras la otra sutilmente ocultaba su intimidad, dejando ver solamente algunos pelos tupidos de su sexo-¿acaso ya olvidaste al nombre de Salome Ameris?-
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
Antes de que pudiera reaccionar, el gato saltó de mis brazos hacia el sendero. Supuse que ya era hora de irse para él. Qué equivocada estaba. En vez de salir corriendo hacia algún otro lugar, se quedó quieto en el mismo lugar. Y luego, a la vista de mis ojos sorprendidos, comenzó a ¿cambiar? Pestañeé un par de veces. No, no podía ser. ¿O si? No era ajena a esas personas con aquella habilidad tan… especial, pero de alguna manera esto se me hacía muy conocido.
Y cuando pude ver la cara a la mujer que estaba a mi lado, casi me da un infarto fulminante. Pero, ¿Pero qué rayos hacía Salomé allí, desnuda en medio del parque? Me levanté rápidamente para luego volverme a sentar a la misma velocidad. Estaba a un paso de desmayarme, pero me mantuve lo más lúcida posible por miedo a hacer el ridículo. Además, las gentes que podían aparecer de pronto de seguro pensarían lo peor al verme desmayada y con una mujer al frente mío ataviada con nada más que su cabello.
Aún así, la conmoción demoró en pasar. Me quedé sentada un buen rato, con la mano en el corazón y el rostro bastante pálido. Y luego, reaccioné de pronto. Me levanté y le alargué el echarpe que estaba usando en esos momentos para que al menos algo la cubriera. Traté de sonreír, pero mis labios apenas podían moverse. Si había querido sorprenderme lo había logrado, y con bastante éxito además. Las palabras salieron de mi boca como un murmullo.
-Por supuesto que me acuerdo de ti, Salomé. Pero, ¿No crees que esta presentación es de todo menos típica? Vamos, cúbrete. Ya tengo suficientes problemas como para agregarle un chismorreo más. ¡Pero qué desfachatez más grande! No has cambiado en absoluto, y no me refiero al aspecto físico.
Ya me había relajado lo suficiente como para soltar una pequeña risita. Habían pasado algunos años desde que la había visto por última vez, los suficientes como para verme algo mayor a pesar de que ella me sacaba muchos años más de ventaja.
Y cuando pude ver la cara a la mujer que estaba a mi lado, casi me da un infarto fulminante. Pero, ¿Pero qué rayos hacía Salomé allí, desnuda en medio del parque? Me levanté rápidamente para luego volverme a sentar a la misma velocidad. Estaba a un paso de desmayarme, pero me mantuve lo más lúcida posible por miedo a hacer el ridículo. Además, las gentes que podían aparecer de pronto de seguro pensarían lo peor al verme desmayada y con una mujer al frente mío ataviada con nada más que su cabello.
Aún así, la conmoción demoró en pasar. Me quedé sentada un buen rato, con la mano en el corazón y el rostro bastante pálido. Y luego, reaccioné de pronto. Me levanté y le alargué el echarpe que estaba usando en esos momentos para que al menos algo la cubriera. Traté de sonreír, pero mis labios apenas podían moverse. Si había querido sorprenderme lo había logrado, y con bastante éxito además. Las palabras salieron de mi boca como un murmullo.
-Por supuesto que me acuerdo de ti, Salomé. Pero, ¿No crees que esta presentación es de todo menos típica? Vamos, cúbrete. Ya tengo suficientes problemas como para agregarle un chismorreo más. ¡Pero qué desfachatez más grande! No has cambiado en absoluto, y no me refiero al aspecto físico.
Ya me había relajado lo suficiente como para soltar una pequeña risita. Habían pasado algunos años desde que la había visto por última vez, los suficientes como para verme algo mayor a pesar de que ella me sacaba muchos años más de ventaja.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
-No parece- replico con el orgullo herido, eso parecía, pero nadie podía saber exactamente lo que ella estaba diciendo en broma o tenía una pizca de verdad, tal vez ni ella lo sabría. No había nadie cerca, así que bufo a su propuesta, solamente debía cambiarse al inocente minino que se estaba revolcando entre su regazo si oía o percibía la presencia de alguien –No me subestimes Josefina, que tenido mejores entradas que esta- dijo riendo a carcajadas mientras su cabeza se echaba para atrás y el sol le pegaba directamente a sus mejillas. La risa se había ido y solamente dejo salir un suspiro para luego mover la cabeza torpemente y acomodarse bien para dedicarle una mirada a la mujer –Sabes que los cambiantes cambiamos poco, tu si te vez vieja, creo que más vieja para tu edad… tal vez problemas que se te acumulan y las arrugas florecen- dedujo ella sonriendo ampliamente cuando comenzó a señalar una de aquellas arrugas más comunes que eran las conocidas patas de gallina y también debajo de su nariz, remarcando el área de sus labios.
-Oh..! Dios pronto se verá mas- exclamo ella como siempre con un tono nada serio y aun más sarcástico de lo normal. Hizo algunos gestos que normalmente las señoras de alta clase y estiradas harían y algo asa sucediera. Se había puesto la mano en el pecho y graciosamente las imitaba como si eso fuera algo para morirse –Una arruga… oh cariño, no tendrás marido (aunque no creo que busques uno) no te casaras, no tendrás hijos y moriros sola rodeada de muchos gatos – para ella era toda una función sacarle algunas risillas a aquella joven. Luego de unos minutos dejo de mofarse de aquellas viejas estiradas, que si no fuera por su locura, tal vez fuera una de ellas, aunque lo dudaba tanto que era mejor no entrar en ese tema y menos contradecirla. –La única parte buena de todo esto es que te daría un descuento en mi funeraria por ser una amiga del pasado, es más te invito para que elegir el ataúd que más te guste- indico ella estirando sus brazos un poco para luego rascase la cabeza. Estar desnuda para ella era tan normal como estar como un animal.
Se relamió los labios un poco para luego mirar hacia los lados y asegurarse que nadie estuviera cerca, aquella mujer había elegido el lugar más desolado para sentarse, para suerte de Salome. –aun me siento herida de que no reconocieras mi estado gatuno. He descubierto que para tus enemigos es más fácil hacerlo que para tus aliados- se bufo haciendo una mueca de disgusto. Ya no podía andar en parís en su forma gatuna, tenía muchos enemigos, tanto en ese país como en Italia, tal vez pronto se mudaría a otro lugar para comenzar a sembrar odio y crear nuevos enemigos hasta que pronto en todo el mundo alguien la odie –pero bueno dejemos el tema de la condenada que escapo de la iglesia y ahora no puede volver a su país porque le cortan la cabeza- movió su mano en una señal de deseen mientras sus ojos se mostraban inexpresivos y has un poco apagados al recordar aquella parte de su vida, de la cual no le gustaba hablar mucho. En ese tiempo Josefina estaba en las bolas de su padre, así que tampoco deseaba rebelarse su edad exacta, pues prácticamente era una anciana y odiaba escuchar esa palabra.
-Me ha llegado mucha información sobre ti Mon Amour y no por tus escándalos, querida- dijo ella sonriendo pícaramente. Adoraba la información, las historias y las anécdotas y mucho más si las podría luego revender a alguien que las necesitaba. Todo lo que escuchara sus oídos podría ser utilizado luego en un negocio, por eso ella era uno de los informantes más interesantes de parís, pues siempre tenía información, aunque nadie sabía como la obtenía. –Se te ha etiquetado junto con un tal Napoleón Bonaparte, sabes que odio tener información falsa… así que ¿Cuánta verdad hay allí?- pregunto casi que con los ojitos de cachorro saltones y deseosos de un capricho que deseaba que fuera cumplido.
-Oh..! Dios pronto se verá mas- exclamo ella como siempre con un tono nada serio y aun más sarcástico de lo normal. Hizo algunos gestos que normalmente las señoras de alta clase y estiradas harían y algo asa sucediera. Se había puesto la mano en el pecho y graciosamente las imitaba como si eso fuera algo para morirse –Una arruga… oh cariño, no tendrás marido (aunque no creo que busques uno) no te casaras, no tendrás hijos y moriros sola rodeada de muchos gatos – para ella era toda una función sacarle algunas risillas a aquella joven. Luego de unos minutos dejo de mofarse de aquellas viejas estiradas, que si no fuera por su locura, tal vez fuera una de ellas, aunque lo dudaba tanto que era mejor no entrar en ese tema y menos contradecirla. –La única parte buena de todo esto es que te daría un descuento en mi funeraria por ser una amiga del pasado, es más te invito para que elegir el ataúd que más te guste- indico ella estirando sus brazos un poco para luego rascase la cabeza. Estar desnuda para ella era tan normal como estar como un animal.
Se relamió los labios un poco para luego mirar hacia los lados y asegurarse que nadie estuviera cerca, aquella mujer había elegido el lugar más desolado para sentarse, para suerte de Salome. –aun me siento herida de que no reconocieras mi estado gatuno. He descubierto que para tus enemigos es más fácil hacerlo que para tus aliados- se bufo haciendo una mueca de disgusto. Ya no podía andar en parís en su forma gatuna, tenía muchos enemigos, tanto en ese país como en Italia, tal vez pronto se mudaría a otro lugar para comenzar a sembrar odio y crear nuevos enemigos hasta que pronto en todo el mundo alguien la odie –pero bueno dejemos el tema de la condenada que escapo de la iglesia y ahora no puede volver a su país porque le cortan la cabeza- movió su mano en una señal de deseen mientras sus ojos se mostraban inexpresivos y has un poco apagados al recordar aquella parte de su vida, de la cual no le gustaba hablar mucho. En ese tiempo Josefina estaba en las bolas de su padre, así que tampoco deseaba rebelarse su edad exacta, pues prácticamente era una anciana y odiaba escuchar esa palabra.
-Me ha llegado mucha información sobre ti Mon Amour y no por tus escándalos, querida- dijo ella sonriendo pícaramente. Adoraba la información, las historias y las anécdotas y mucho más si las podría luego revender a alguien que las necesitaba. Todo lo que escuchara sus oídos podría ser utilizado luego en un negocio, por eso ella era uno de los informantes más interesantes de parís, pues siempre tenía información, aunque nadie sabía como la obtenía. –Se te ha etiquetado junto con un tal Napoleón Bonaparte, sabes que odio tener información falsa… así que ¿Cuánta verdad hay allí?- pregunto casi que con los ojitos de cachorro saltones y deseosos de un capricho que deseaba que fuera cumplido.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
-Muy graciosa. Gracias por el halago- dije con una voz entre divertida y molesta. Ella era la vieja, ¡Y me estaba llamando arrugada! Ya quisiera ella tener un rostro como el mío cuando llegara a mi edad real. Aunque muy pronto sus burlas comenzaron a sacarme carcajadas, especialmente en la parte donde imitaba a aquellas estiradas mujeres de sociedad, esas que se escandalizaban con un simple lunar donde no debía estar. A Dios gracias que mi cara no tenía marca alguna- Te tomaré la palabra cuando sea vieja. ¡Descuento para la funeraria! No querrás que mis hijos queden en bancarrota después del entierro, ¿cierto?
Lancé un gran suspiro. Era verdad que simplemente no la había reconocido. Quizá para Salomé, el tiempo pasaba de manera más lenta, pero esos años no habían hecho más que ponerme aún más cascarrabias de lo que ya era. Y más vieja, claro. Hubiera sido extraño el hecho de reconocerla inmediatamente, de saber al momento quién era ese gato. Ahora mi memoria me jugaba un par de malas pasadas o de descansos involuntarios. Era el peso del tiempo para los humanos, tiempo que parecía tocar más benignamente a los sobrenaturales, si es que no se detenía eternamente, claro.
Pero todo ese matiz filosófico mental se fue al carajo en cuanto escuché a Salomé hablar sobre rumores de mi persona. Mi primera reacción fue reirme y esperar a oír cualquier barbaridad, pero cuando el nombre Napoléone Bonaparte- mal dicho, además- salió de sus labios no pude hacer más que tensarme y ponerme roja como un tomate. Al parecer, comenzaría a ser comidilla de todos los días, cosa que no quería por miedo a que la señorita perdiera su puesto de Cónsul por mi culpa. Lamentablemente, tampoco era información que podía negar así como así, por lo que me limité a rendirme y hablar.
-Napoléone, Salomé. Es mujer- fue lo primero que dije, con voz de derrota pero igualmente roja. Se me estaba haciendo difícil eso de mantener la compostura-. No me sorprende que la habladuría haya salido tan rápido, tratándose de la Cónsul de Francia. Tampoco te voy a preguntar cómo es que lo supiste, no me gusta quitarte tus fuentes- lo último fue dicho en un tono de notorio sarcasmo- Y sí, hay algo de cierto, lamentablemente para ella.
Hice una mueca de disgusto. A decir verdad me gustaba engatusar a la gente, disfrutar del poder que podía tener sobre ellos gracias a un par de sonrisas e insinuaciones. Pero en el caso de la Cónsul, lo que menos quería era tener poder sobre ella. Y era algo que se me notaba claramente en el rostro.
Lancé un gran suspiro. Era verdad que simplemente no la había reconocido. Quizá para Salomé, el tiempo pasaba de manera más lenta, pero esos años no habían hecho más que ponerme aún más cascarrabias de lo que ya era. Y más vieja, claro. Hubiera sido extraño el hecho de reconocerla inmediatamente, de saber al momento quién era ese gato. Ahora mi memoria me jugaba un par de malas pasadas o de descansos involuntarios. Era el peso del tiempo para los humanos, tiempo que parecía tocar más benignamente a los sobrenaturales, si es que no se detenía eternamente, claro.
Pero todo ese matiz filosófico mental se fue al carajo en cuanto escuché a Salomé hablar sobre rumores de mi persona. Mi primera reacción fue reirme y esperar a oír cualquier barbaridad, pero cuando el nombre Napoléone Bonaparte- mal dicho, además- salió de sus labios no pude hacer más que tensarme y ponerme roja como un tomate. Al parecer, comenzaría a ser comidilla de todos los días, cosa que no quería por miedo a que la señorita perdiera su puesto de Cónsul por mi culpa. Lamentablemente, tampoco era información que podía negar así como así, por lo que me limité a rendirme y hablar.
-Napoléone, Salomé. Es mujer- fue lo primero que dije, con voz de derrota pero igualmente roja. Se me estaba haciendo difícil eso de mantener la compostura-. No me sorprende que la habladuría haya salido tan rápido, tratándose de la Cónsul de Francia. Tampoco te voy a preguntar cómo es que lo supiste, no me gusta quitarte tus fuentes- lo último fue dicho en un tono de notorio sarcasmo- Y sí, hay algo de cierto, lamentablemente para ella.
Hice una mueca de disgusto. A decir verdad me gustaba engatusar a la gente, disfrutar del poder que podía tener sobre ellos gracias a un par de sonrisas e insinuaciones. Pero en el caso de la Cónsul, lo que menos quería era tener poder sobre ella. Y era algo que se me notaba claramente en el rostro.
Joséphine de Beauharnais- Humano Clase Alta
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Re: Hay veces en las que una mujer necesita un descanso [Salomé Ameris]
-Sabes que yo no busco estafar a nadie- dijo la cambiante, mientras ladeaba su cabeza al notar un poco el cambio de humor de la mujer, sonrió satisfecha, al parecer había dado justo en el clavo, adoraba la nueva información, tal vez podría hacer negocios con ella, algún hombre estaría interesado en ella. Salome noto como su antigua moza se sonrojo completamente, parecía de aquellos ricos tomates que se comía en la mañana en una ensalada, las pocas que se comía, pues le gustaba aun más la carne. –Oh…- dijo tratando de parecer sorprendida, en cierto modo lo estaba, pero se limito a exagerar como siempre lo hacía, llevándose una de sus manos a sus labios y hacían una gran expresión en donde abrió sus ojos como dos platos mientras escuchaba lo que la señorita a su lado decía.
La cambiaformas se alzo de brazos, haciendo un ademan para quitarle importancia a sus palabras. Sus informantes eran unos vendidos como ella misma, soltarían la información al que más le diera dinero, con algunos francos en mano, se hacían buenos negocios. Salome había aprendió a venderse de la mejor forma, desde que había estado bajo un mandato y obedeciendo a él como un perro sarnoso en busca de un hueso, había aprendido su lección, ahora no obedecía a nadie y traicionaba a todos, si pudiera vender a su misma madre para su beneficio lo haría, pues no había nadie en ese mundo a quien verdaderamente se le tenía que ser fiel.
-No te preocupes… solamente te lo pregunte porque tu nombre salió a flote cuando estaba “hablando” de aquel nombre- indico ella mientras agarraba un mechón de cabellos de la joven y tranquilamente lo olía como un minino en busca de un olor maternal –Gracias a que eres mi… una antigua (escasa) amiga borrare de mi memoria el historial de amoríos del cónsul de Francia, aunque te advierto que por un escándalo así, me ofrecerían mucho- indico ella dejando el mecho de cabello de la joven para volver a mirar hacia un lado, encontrándose con las figuras de los arboles lejanos y perdiéndose por un instantes en los horizontes. –Creo que debes estar consiente el poder que tienes en tus manos, con el poder llega una gran responsabilidad- indico ella con un tono algo burlón.
-Es algo gracioso, parece que no te gustan las personas fáciles- indico ella con una amplia sonrisa mientras se acomodaba su cabello para que le cubriera aun más el busto. Amaba su desnudez, era algo muy frecuente y no le molestaba mostrarlo, pero aun el mundo no estaba listo para su belleza carnal, así que prefería hacer ningún escándalo y siempre los evitaba, aunque en realidad poco les importaba.
La cambiaformas se alzo de brazos, haciendo un ademan para quitarle importancia a sus palabras. Sus informantes eran unos vendidos como ella misma, soltarían la información al que más le diera dinero, con algunos francos en mano, se hacían buenos negocios. Salome había aprendió a venderse de la mejor forma, desde que había estado bajo un mandato y obedeciendo a él como un perro sarnoso en busca de un hueso, había aprendido su lección, ahora no obedecía a nadie y traicionaba a todos, si pudiera vender a su misma madre para su beneficio lo haría, pues no había nadie en ese mundo a quien verdaderamente se le tenía que ser fiel.
-No te preocupes… solamente te lo pregunte porque tu nombre salió a flote cuando estaba “hablando” de aquel nombre- indico ella mientras agarraba un mechón de cabellos de la joven y tranquilamente lo olía como un minino en busca de un olor maternal –Gracias a que eres mi… una antigua (escasa) amiga borrare de mi memoria el historial de amoríos del cónsul de Francia, aunque te advierto que por un escándalo así, me ofrecerían mucho- indico ella dejando el mecho de cabello de la joven para volver a mirar hacia un lado, encontrándose con las figuras de los arboles lejanos y perdiéndose por un instantes en los horizontes. –Creo que debes estar consiente el poder que tienes en tus manos, con el poder llega una gran responsabilidad- indico ella con un tono algo burlón.
-Es algo gracioso, parece que no te gustan las personas fáciles- indico ella con una amplia sonrisa mientras se acomodaba su cabello para que le cubriera aun más el busto. Amaba su desnudez, era algo muy frecuente y no le molestaba mostrarlo, pero aun el mundo no estaba listo para su belleza carnal, así que prefería hacer ningún escándalo y siempre los evitaba, aunque en realidad poco les importaba.
Salomé Ameris- Cambiante Clase Alta
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