Tulipe Enivrant

Podemos decir que esta chica tiene un cuerpo delgado y sin exuberancias, pero sus proporciones están en orden con su físico y sus huesos la enmarcan como una doncella curvilínea. Su piel tiene un hermoso color níveo con un rosado natural en sus mejillas, no es muy amante del sol por su piel pecosa y delicada, que se le irrita con facilidad. Posee unas largas y tonificadas piernas, las cuales evita mostrar a toda costa para eludir compañías indeseables y peligrosas, a estas le acompañan unas caderas anchas y armoniosas con su cuerpo. Su torso es largo y delgado; una pequeña cintura y un busto medianamente pequeño es lo que le acompaña en su parte superior. Ella no necesita ser voluptuosa para llamar la atención, puesto que ya logra hacerlo ya sea por sus apolilladas ropas o por su tímida tez. Su rostro es similar a las esculturas de la catedral, a la que suele ir con frecuencia. Sus proporciones son muy llamativas; tiene una cara de finas facciones que lo adornan unos delgados y sonrojados labios, unos pómulos altos y pequeñas pecas se dibujan en estos, dándole un toque angelical. Tiene una nariz pequeña y respingada, y unos ojos de color azul que pueden decirte mucho con tan sólo una mirada, sobre todo cuando siente emociones fuertes. Quizás lo que más la caracteriza son estos últimos, puesto que posee una mirada enigmática característica de ella. Tiene una melena larga y castaña, la cual la mayoría de las veces suele usar suelta dependiendo de su humor y de cuánto dinero lleve con ella para comprar alguna cinta, pero esos son lujos que pocas veces se da. Mide 1.68 y pesa normalmente 53 kilos.



Esta joven siempre fue muy sobreprotegida por su madre, por lo que Tulipe desarrolló timidez en su personalidad, aunque no al punto de temer a las multitudes, pero sí al nivel de desviar la mirada o no ver a los ojos. Es de las personas que evita las malas juntas, porque no quieren que se ejerza ninguna clase de influencia negativa sobre ellas.
Fiel defensora de sus amistades, las cuales son pocas. Los va a defender hasta donde la ley lo permita, pues intenta seguir al pié de la letra lo que un ciudadano ejemplar debe ser. Dentro de este mismo aspecto hay un sentimiento conflictivo que tiene dentro de sí y que se traduce en la disyuntiva de seguir sus deseos de luchar contra las injusticias o someterse a las autoridades. Por desgracia, suele ser la segunda opción, alimentada por sus propias inseguridades.
Es muy respetuosa con todas las personas, pero se pone más nerviosa con los de clase alta y real, porque sabe que si los ofende de alguna manera puede terminar mal, y eso significaría retroceder en todo el camino de esfuerzo que ha llevado en conjunto con su madre, así que medita cada paso que da, aunque más de alguna vez le ocurre que no sabe cómo actuar a pesar de reflexionar en torno a ello con dedicación. Por eso mismo mete la pata hasta el fondo en ocasiones.
En cuanto a lo amoroso, es en donde más se manifiesta su introversión. El hombre que la quiera en su vida tendrá que ser paciente, cuidadoso y gentil con ella si pretende que abra su corazón, además de estar a gusto con los tartamudeos que seguramente soltará cuando tengan sus primeras charlas. Cuando ama, Tulipe es capaz de guardar ese sentimiento por toda la vida si no es defraudada, pero jamás de los jamases tomará ella la iniciativa de nada, aunque sea sutilmente como lo hacen las damas de clase más elevada. Ocurre que su madre no permitía que entablara conversación con muchacho alguno por temor a que corriera la misma suerte que ella, razón por la cual esa resistencia a los hombres que no puede explicar quedó en ella.
En cuanto a los enemigos, sólo los esquiva si pretenden hacerle daño, pero si fastidian a sus amigos sale en su defensa después de juntar mucho coraje. Piensa que pisotear a alguien amado duele más que pasen por encima de ti.
Heredó de su madre el aspecto de ser soñadora. Antes de dormir, recuerda lo que ha hecho durante el día y suspira pensando en la vida que le gustaría tener, o los acontecimientos que más desearía que ocurriesen, manteniendo la cruz siempre cerca de su corazón. Tulipe es así, como un rosal fragante de esperanzas.
♦ Gustos: Ama recostarse en el pasto para oler de una manera más natural las flores que crecen a su alrededor. Aprecia las pequeñas cosas que ofrece la vida, por lo que puede fascinarse con cosas insignificantes siempre y cuando tengan una historia. Adora los buenos paisajes, los viajes y los recuerdos.
♦ Odios: Detesta a las personas que abusan del poder, que se creen superiores a los demás. Sobre todo siente aversión por aquellos que humillan a los que no pueden defenderse.
♦ Manías: Tiende a morderse repetidamente el labio inferior. Cuando está nerviosa juega con su manos y desvía la mirada hacia el suelo.

Datos Curiosos:
♦ Se sonroja con facilidad cuando un hombre se acerca a ella de cualquier modo.
♦ Cuando está en problemas, se aferra a su crucifijo.
♦ Es analfabeta al igual que su madre, por eso recurren a otras personas como sacerdotes para escribir y leer sus cartas para comunicarse.



Hubo una vez una solitaria y soñadora cortesana llamada Lavande Enivrant, quien no era más que otra joven arrastrada al oscuro mundo del comercio sexual por no tener suficiente para comer. Se refugiaba en su imaginación para no asquearse con cada uno de sus clientes, pensando no que era un hombre más que estuviera pagando por sus servicios, sino que se trataba del hombre de sus sueños que volvía a casa para soltar los cabos de un reprimido amor. Sin embargo, un día llegó a convencerse de que uno de sus sueños era real, pues uno de sus clientes, un hombre importante, prometió sacarla de ese mundo, casarse con ella y darle la historia que siempre había querido vivir después de que viajara a contarle a sus padres de su plan para que lo apoyaran e hicieran los contactos pertinentes para trasladar a su enamorada lo más apropiadamente posible. Pasaron los días y nunca más se supo de él. Pronto Lavande se enteró de que estaba embarazada y supo que era de su enamorado desaparecido, pues él había pagado por estar todas las noches con ella y no había dejado que otro la tocase. Aquello provocó el amor inmediato de Lavande a su hija no nacida y tomó la decisión de dejar el burdel para esforzarse en criarla en un ambiente de bien.
Tulipe nació entre los canastos de verduras que su madre cargaba en el trabajo, en medio de una lluvia cargada de barro ante la mirada atenta de las compañeras de trabajo de su madre, quienes desde que vieron a la niña crecer temieron que tuviese el mismo destino de su madre y tenían razones sólidas para creerlo: Lavande era madre soltera y por tanto, repudiada, apenas tenían dinero para comer, vivían en la ciudad más pobre de Francia, y la niña había cometido el peor pecado que podía cometer una fémina de clase baja: nacer bella. La madre de Tulipe sabía esto y sobreprotegió a la niña, convenciéndola de que el mundo era peligroso y que jamás debía permitir que ningún hombre le pusiera una mano encima si no quería terminar como ella en sus tiempos, lo cual provocó que Tulipe creciera con temor hacia los males del mundo, pero también con la esperanza de que las enseñanzas del Señor Jesucristo la mantuvieran alejada de todo aquello.
Su infancia fue mejor que la de las otras muchachas del bajo mundo, pues la mayoría de sus padres delinquían, estafaban y hasta mataban para obtener recursos, lo que la hizo agradecer su suerte, pues si bien muchas veces no había pan sobre la mesa, tampoco tenía cicatrices de golpes en la espalda como vio en muchos de sus amiguitos cuando se bañaban en las calmas aguas del río Somme.
La pequeña familia compuesta por madre e hija vivió tranquila por muchos años, pero eso fue hasta que Tulipe entró en la adolescencia, cuando la gente dejó de verla como un dulce y tierno angelito para comenzar a apreciarla como una hermosa muchacha. Muchas veces recibió invitaciones de parte de los burdeles para según ellos salir del círculo de la pobreza, aunque ella sabía de antemano que era dejar un mal por otro peor, así que se refugió en sus oraciones con la esperanza de hallar en el mundo un sitio en donde se sintiera verdaderamente segura.
A la iglesia asistía a solas, porque si iba con su madre, la gente sabría que era hija de una antigua cortesana y la discriminarían. Fue ahí donde los sacerdotes le enseñaron que había demonios caminando entre las personas de todas las clases sociales y que de ellos debía cuidarse si no quería que la desviaran del camino correcto para llevarla al abismo del infierno. Por eso siempre lleva un crucifijo para llamar la protección de Dios y no olvidar que todos son sus hijos y que ella también merece una vida feliz.
Durante su adolescencia una cantidad considerable de caballeros llegó a casa de su madre para pedirle su mano o empezar a cortejarla, pero a Lavande no le agradaba ninguno, pues a cualquiera que presentase una falta de virtud que pudiese llevar a Tulipe a hundirse más en la pobreza, lo descartaba de inmediato. Al principio, la joven no entendía por qué su madre no aceptaba a los pretendientes que llegaban, pero su madre le contestaba que no por ser pobre una se contentaría con lo que le llegara, aunque fuera basura. Fue en esa ocasión en la que Tulipe aprendió que sin importar el dinero o los bienes de una persona, la dignidad era la misma siendo rey o mendigo, y que más importaba cómo fuera esa persona por dentro, sus hábitos, sus sentimiento.
Finalmente, en su cumpleaños número diecisiete, su madre le regaló un pasaje a Paris y un humilde saco de dinero para buscar más oportunidades de surgir en la capital. Tulipe tardó en asimilarlo, ya que siempre habían sido ella y su madre, pero el temor de repetir una historia sin futuro la impulsó a tener agallas para tomar el primer tren a Paris, no sin temores, pero allá fue, con la mirada hacia adelante, en busca de un horizonte más grande del que ella jamás soñó.
Su primer día en París le fue muy mal, porque no encontró trabajo y tuvo que dormir en una construcción abandonada para guarecerse del frío y de los peligros, aunque cerrar los ojos en un lugar desconocido significara confiar en la suerte. Al la mañana siguiente, las cosas empeoraron, ya que no sólo no le daban trabajo, sino que además durante una entrevista casi fue asesinada por el dueño, logrando escapar por obra y gracia de Dios.
Finalmente consiguió su primer trabajo en la ciudad como criada del Duque de Escocia de esa época, Emerick Boussingaut. De él recibió amabilidad, techo, y comida, pero más importante que eso, le enseñó la importancia de pensar acerca de las cosas en las que se creía. Tulipe nunca supo que su patrón era un licántropo; de haberlo sabido, se hubiera espantado seguro.
Cuando él se devolvió a Escocia, le dejó a Tulipe la cantidad de francos necesaria para arreglárselas durante una semana, lo suficiente para volver a encontrar trabajo.
Actualmente sirve como criada a la familia Quartermane.