AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una cierta justicia [Privado]
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Una cierta justicia [Privado]
Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas
Sir Francis Bacon
Sir Francis Bacon
La música se escuchaba cada vez más alta y real conforme a sus pasos le guiaban, la oscuridad en la parte de afuera le entregaba la paz que la algarabía de la celebración desaparecería, cerró los ojos inspirando fuertemente mientras se preparaba desde las sombras, en la parte de atrás donde nadie podría verlo, llevaba puesto un traje negro confeccionado con finas telas y hechizo su cabello para que se viese corto justo al largo de la servidumbre, con los guantes puestos tomo la máscara de entre su ropa colocándosela en el rostro, era de color rojo con un par de plumas multicolores adornando la parte izquierda, justo en la punta, aquella noche esperaba conseguir un mechón de su pelo, eso era todo lo que necesitaba para lograr su cometido.
Avanzo hacia la puerta de servicio escuchando las risas provenientes del gran salón y rápidamente se encargó de hechizar a uno de los sirvientes para que saliera por su propio pie quedándose dormido entre los arbustos que adornaban los jardines de palacio. Juan de La Cruz aceptaba cualquier trabajo sin importar las implicaciones morales que estos tuviesen, no deseaba hacer una remembranza de todas las personas a las que hirió con su magia porque a pesar de todo él vivía con el sueño de que sus acciones no eran malas, sino necesarias. La orden había sido simple, deshazte del noble, ese culpable de las desgracias de su cliente debía pagar con sangre la cordura que le arrebato con su belleza, y Juan de La Cruz seria la daga que atravesaría su pecho entregándole a la muerte.
Su sentido de la moral se dobló durante el paso de los años en los que el muchacho había visto innumerables actos conducidos por el amor, odio, lujuria o tristeza, y todos había parecido justificados ante sus ojos, porque después de todo ¿Qué persona a quien han herido no desea cobrar el favor al doble? Los juicios humanos se deterioraban con el paso de los años hasta que las leyes no eran capaces de cubrir todos los hoyos que las situaciones cotidianas causaban haciéndolas ver demasiado rectas o demasiado blandas. La falta de eficacia de las leyes eran la razón por la que su nombre sonaba entre susurros en la corte, el hombre sombra o la sombra susurrante, alguien que no pedía dinero, joyas o fortuna por cumplir un deseo, solamente un poco de información le complacía.
Sus ojos se afilaron cuando las puertas hacia el salón principal se abrieron mostrando la hermosa habitacion repleta de falsa luz y calidez humana, las parejas bailaban en el centro de la pista siguiendo un mismo patrón. A los alrededores de la pista las mujeres se dividían en grupos de amigas o rivales que se pavoneaban ataviadas de increíbles y extravagantes trajes, de igual manera los hombres buscaban sus intereses tratando de llegar hasta algún trato de conveniencia con sus iguales o superiores, en esas fiestas se veía de todo tipo de nobles, los que se jactaban de su título, los que preferirían no tenerlo, los solitarios, los libertinos y los artistas, los déspotas, los rebelde, los que si no fuese por sus obligaciones vivirían sus vidas en un convento, los que estaban ahí solo por un golpe de suerte, la nobleza empobrecida que se negaba a salir de escena, y aquellos que se ensuciaron las manos para obtener un título, todo concentrado en un mismo sitio.
Juan de La Cruz curvo los labios mientras se perdía como la sombra que era entre la gente cargando una bandeja en las manos con vino y copas comenzó a andar imitando al pez en el agua, buscando con los ojos a su objetivo, no había almas blancas ni veneno, solamente la magia a la que llamaba su mejor amiga y su fiel concejera
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Una cierta justicia [Privado]
Juega con la vida, juega con la muerte,
pero nunca juegues con la eternidad
Nunca le habían gustado aquellos bailes. Selene nunca había estado hecha para aparentar, para ser quién no era por motivos que según ella eran desperdiciar el tiempo. Cuando era pequeña veía aquellos bailes como una especie de juego de disfraces. Eso era lo único que podía verle de divertido, todo lo demás resultaba extrañamente aburrido.
Cuando le obligaban a asistir a algún baile siempre procuraba hacer alguna de la suyas. Bailar con algún atractivo caballero a quién luego pudiera hechizar o quizás cambiar la música. Volver loco al prójimo. No había cosa que le gustase más. O quizás tener a su primo a su lado. Con él como compañero no había nada que no pudiera soportar. O convertirlo todo en mecenas de unos secretos indescifrables y fascinantes. Descilarle para escapar, mientras fuera se oía el sonido de la música. La emoción de saber qué te podían pillar.
Pero ahora que él no estaba...
Selene se deslizó hacia el baile como una sombra más. El vestido que llevaba no era demasiado caro, no desentonaba demasiado, a no ser que fuera por el color negro, tan negro que no podrías verla si se ocultaba entre las sombras, pero era llamativa como una vela si de repente salía a la luz, al escenario, y no sólo por el vestido sino por su cabello rojo, suelto, por supuesto.
¿Qué hacía allí? Pues buscaba encontrar a un tipo que le habían dicho que encontrara. Tenía que delatar a un vampiro que estaba en la fiesta. Matarlo. Era el trabajo que le habían encargado aquella noche.
Ella sabía lo que ocurriría si no lo hacía. Si no le delataba. Por cada trabajo que fracasaba le amenazaban aún más con la vida de su primo. Si no le entregaba a la Inquisición víctimas ellos entregarían a una de las personas que más quería en el mundo a ella. Y Selene sentía también la campanas de la muerte sobre su cabeza, para cuando las cosas se descontrolaran.
Y a ser posible debía matar a otros caballeros sobrenaturales. Entregarlos a la muerte, a una justicia divina en la que ella estaba dejando de creer a cada día que pasaba. No es que no creyera en Dios, porque sí creía. Pero también creía en el demonio. Había confraternizado con él.
Caminaba entre la gente acechando como una pantera a punto de atacar. Con los ojos entrecerrados, pero con una sonrisa cordial y al mismo tiempo triste. Tenía que cumplir con su trabajo.
Pasara lo que pasara...
Y lo vio. Vio a aquel vampiro. Bailando entre la gente, aquel vampiro pelirrojo que hablaba con una dama que le miraba como una tonta. Su próxima víctima. A veces Selene trataba de consolarse pensando que al menos salvaba otras almas.
Pero no podía.
Se sentía siempre como una traidora. Cómo odiaba sentirse así. Pero las cosas cómo son...debía abordar a tiempo la situación. Cuanto antes mejor. Selene buscó rápidamente una excusa.
Tardó un par de minutos en encontrarla, pero finalmente lo hizo. Una maniobra certera, un juego que duraría lo que tuviera que durar, pero que siempre acertaba. La joven sonrió con la misma tristeza de antes y aprovechó que pasaba por allí un mayordomo, un caballero alto y apuesto con una bandeja de copas, y en un movimiento rápido y elegante cogió una copa de vino y se la llevó a los labios.
-¡Mooonsieur! ¡Tengo un problema!¡Necesito su ayuda!-exclamó como si fuera una dama en apuros, en un gesto algo más dramático de lo normal, algo que casi le resultaba divertido. Y entonces notó algo más en aquel caballero, el mayordomo. Había algo en él qué...
Sí, iba a hacer el juego más interesante. Se le acababa de ocurrir algo y el caballero estaba en el plan.
pero nunca juegues con la eternidad
Nunca le habían gustado aquellos bailes. Selene nunca había estado hecha para aparentar, para ser quién no era por motivos que según ella eran desperdiciar el tiempo. Cuando era pequeña veía aquellos bailes como una especie de juego de disfraces. Eso era lo único que podía verle de divertido, todo lo demás resultaba extrañamente aburrido.
Cuando le obligaban a asistir a algún baile siempre procuraba hacer alguna de la suyas. Bailar con algún atractivo caballero a quién luego pudiera hechizar o quizás cambiar la música. Volver loco al prójimo. No había cosa que le gustase más. O quizás tener a su primo a su lado. Con él como compañero no había nada que no pudiera soportar. O convertirlo todo en mecenas de unos secretos indescifrables y fascinantes. Descilarle para escapar, mientras fuera se oía el sonido de la música. La emoción de saber qué te podían pillar.
Pero ahora que él no estaba...
Selene se deslizó hacia el baile como una sombra más. El vestido que llevaba no era demasiado caro, no desentonaba demasiado, a no ser que fuera por el color negro, tan negro que no podrías verla si se ocultaba entre las sombras, pero era llamativa como una vela si de repente salía a la luz, al escenario, y no sólo por el vestido sino por su cabello rojo, suelto, por supuesto.
¿Qué hacía allí? Pues buscaba encontrar a un tipo que le habían dicho que encontrara. Tenía que delatar a un vampiro que estaba en la fiesta. Matarlo. Era el trabajo que le habían encargado aquella noche.
Ella sabía lo que ocurriría si no lo hacía. Si no le delataba. Por cada trabajo que fracasaba le amenazaban aún más con la vida de su primo. Si no le entregaba a la Inquisición víctimas ellos entregarían a una de las personas que más quería en el mundo a ella. Y Selene sentía también la campanas de la muerte sobre su cabeza, para cuando las cosas se descontrolaran.
Y a ser posible debía matar a otros caballeros sobrenaturales. Entregarlos a la muerte, a una justicia divina en la que ella estaba dejando de creer a cada día que pasaba. No es que no creyera en Dios, porque sí creía. Pero también creía en el demonio. Había confraternizado con él.
Caminaba entre la gente acechando como una pantera a punto de atacar. Con los ojos entrecerrados, pero con una sonrisa cordial y al mismo tiempo triste. Tenía que cumplir con su trabajo.
Pasara lo que pasara...
Y lo vio. Vio a aquel vampiro. Bailando entre la gente, aquel vampiro pelirrojo que hablaba con una dama que le miraba como una tonta. Su próxima víctima. A veces Selene trataba de consolarse pensando que al menos salvaba otras almas.
Pero no podía.
Se sentía siempre como una traidora. Cómo odiaba sentirse así. Pero las cosas cómo son...debía abordar a tiempo la situación. Cuanto antes mejor. Selene buscó rápidamente una excusa.
Tardó un par de minutos en encontrarla, pero finalmente lo hizo. Una maniobra certera, un juego que duraría lo que tuviera que durar, pero que siempre acertaba. La joven sonrió con la misma tristeza de antes y aprovechó que pasaba por allí un mayordomo, un caballero alto y apuesto con una bandeja de copas, y en un movimiento rápido y elegante cogió una copa de vino y se la llevó a los labios.
-¡Mooonsieur! ¡Tengo un problema!¡Necesito su ayuda!-exclamó como si fuera una dama en apuros, en un gesto algo más dramático de lo normal, algo que casi le resultaba divertido. Y entonces notó algo más en aquel caballero, el mayordomo. Había algo en él qué...
Sí, iba a hacer el juego más interesante. Se le acababa de ocurrir algo y el caballero estaba en el plan.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Una cierta justicia [Privado]
La conveniencia es un gran razgo de los ganadores
Era la primera noche y no veía a la victima cerca, la reina de Italia, la elegante Sophia, sin embargo él no era un hombre que se rindiese fácil, sonrió andando entre la gente como un pez que navega en agua turbias, su concentración no se veía mellada por la música rimbombante que adornaba la noche, las melodías cambiaban en un segundo sin que él se diese cuenta porque no estaba concentrada en ella, su mirada perseguía las siluetas de las mujeres tratando de encontrar entre ellas la espalda de la mujer que buscaba, se pondría de muy mal humor si resultase que de repente el viaje de la mujer se retraso o su cochero se quedo atrapado en medio del camino, sonrió con complacencia al mirar la puerta y ve entrar a la mujer mientras al mismo tiempo suspiraba resignado ante la perdida de oportunidad para acercarse, apenas y podía ver la palma de su cabeza por los guardias, seria una tarea difícil de conseguir sin embargo era mas fácil que muchas otras cosas, podría conseguir pronto su cometido y marcharse.
Anduvo suavemente entre la gente, asechando a su presa sin que el resto se percatase de su presencia, siendo un simple complemento para la fiesta, carente de identidad zambullirse de manera natural en medio de aquel ambiente no le costaba nada de nada, la sombra se movía por el suelo como un simple efecto en el piso al igual que el mismo Juan de La Cruz, cruzándose, arrastrándose como la serpiente que era entre los pies de los mortales en la espera de la mordida mortal, él se reiría como un loco cuando algún noble poco enterado de lo que hacia posase su suela encima de él, pero claro que en medio de semejante fiesta era casi imposible que le echasen a patadas si hacia eso…Casi.
Levanto la vista del suelo en donde aquel extraño ser se movía listo para atacar encontrándose con unas elaboradas enaguas de color negro, la figura delicada de una dama que resaltaba de entre el resto llamo su atención, estaba vestida de luto, quizá guardando alguna clase de pena en el alma, su cabello también la diferenciaba del resto de las damas, parecía que hubiesen regado sobre el lava ardiente de los volcanes de Haití, completamente natural se movía en medio de la gente con un par de silenciosos pues que se movían igual que los suyos, asechando, cazando, como un gran felino agazapado entre la maleza a espera de alguna especie de señal que le indicase en que momento debía saltas, casi podía ver las garras retractiles salir de sus uñas probando la tierra, colocando sus almohadillas firmemente en el suelo, los ojos entrecerrados mostraban hambre. Juan de La Cruz sonrió andando de largo al lado de la muchacha, ese no era su asunto, él no estaba en la fiesta por algún motivo que tuviese que ver con la misteriosa dama de negro de modo que no podía importarle menos lo que hiciese.
- Que es lo que desea Madeimoselle??-Pregunto con aire sombrío dándose la vuelta hacia la mujer en cuanto escucho que le llamaban, como había mencionado nada de lo que tuviese que ver con la muchacha le concernía sin embargo estaba en su papel de modo que debía seguir en este hasta que tuviese la oportunidad de alcanzar a al dama. Una mirada fugaz logro que captase la presencia que no había notado hacia unos segundos, una que podría traerle problemas en el futuro si deseaba permanecer ahí a la espera de su propia presa, el olor de la magia en los brujos los volvía majares especialmente tentadores cuando la sed llamaba…Suspiro con un dejo de diversión en su rostro cubierto por la mascara, quizá podría divertirse un poco.
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Una cierta justicia [Privado]
Los hilos se mueven con destreza;
ahora queda tirar de ellos
Selene sabía que aquel caballero se daría cuenta de su presencia tarde o temprano. De un momento a otro ocurriría. Alguien o algo se daría cuenta de lo que pretendía hacer, y entonces comenzaría aquella batalla. ¿Batalla? ¿De veras podría llamarlo así? Era mejor decir que era como una especie de trato sucio. Un trato sucio con la mismísima muerte.
El mayordomo le preguntó casi al momento que era lo que deseaba. La dama estuvo esperando un par de segundos antes de responder. El tiempo que estuvo planteándose esa aterradora posibilidad, que cruzó su mente como si de un bendito flash se tratara. Y entonces la joven ladeó la cabeza y procuró no mirar hacia dónde bailaba el vampiro pelirrojo, y dijo:
-Tengo un problema muy grave...me gustaría que me ayudara.-comenzó a decir con una serenidad que había aprendido a manejar hacía muy poco tiempo. Le contempló fijamente mientras jugueteaba con un mechón de cabello. El mayordomo era bastante más alto que ella, por lo que tenía que levantar un poco la cabeza para poder mirarle a la cara.
Y tampoco era fácil entre tantísima gente que se hallaba allí. El baile estaba lleno de gente que luchaba por conseguir cosas vanales, sin sentido. Selene pensaba con rapidez en cómo terminar con el trabajo del vampiro. Se le acababa de ocurrir una idea un poco horrible. Pero condenadamente efectiva. La improvisación a veces ayudaba sobremanera.
-Necesito que le lleve al caballero de allí una cosita...-cogió una de las copas y fingió que la examinaba. Y, disimuladamente, sin que él la viera, sacó del pequeño bolsito que llevaba debajo del vestido un frasquito pequeño que vertió en la copa, que era de color rojo, como la sangre. Luego colocó la copa en su sitio y sonrió de forma encantadora.
-Dígale por favor que es una copa de parte de la dama de las manzanas...sabe quién soy.-no era cierto. No sabía quién era. Pero el vampiro había oído hablar de ella, y por eso sabía que probaría la copa y la bebería. Selene había entrado en contacto con el vampiro en secreto bajo ese seudónimo antes de perseguirle. Había sido algo que le traía muchos...recuerdos. Y el veneno que le había echado tendría un efecto muy especial.
Si el vampiro bebía la copa, no moriría. Pero el hechizo que llevaba en ella haría que estallara en llamas al entrar. Moriría quemado. Algo sutil. Ninguna investigación podría aclarar lo sucedido.
ahora queda tirar de ellos
Selene sabía que aquel caballero se daría cuenta de su presencia tarde o temprano. De un momento a otro ocurriría. Alguien o algo se daría cuenta de lo que pretendía hacer, y entonces comenzaría aquella batalla. ¿Batalla? ¿De veras podría llamarlo así? Era mejor decir que era como una especie de trato sucio. Un trato sucio con la mismísima muerte.
El mayordomo le preguntó casi al momento que era lo que deseaba. La dama estuvo esperando un par de segundos antes de responder. El tiempo que estuvo planteándose esa aterradora posibilidad, que cruzó su mente como si de un bendito flash se tratara. Y entonces la joven ladeó la cabeza y procuró no mirar hacia dónde bailaba el vampiro pelirrojo, y dijo:
-Tengo un problema muy grave...me gustaría que me ayudara.-comenzó a decir con una serenidad que había aprendido a manejar hacía muy poco tiempo. Le contempló fijamente mientras jugueteaba con un mechón de cabello. El mayordomo era bastante más alto que ella, por lo que tenía que levantar un poco la cabeza para poder mirarle a la cara.
Y tampoco era fácil entre tantísima gente que se hallaba allí. El baile estaba lleno de gente que luchaba por conseguir cosas vanales, sin sentido. Selene pensaba con rapidez en cómo terminar con el trabajo del vampiro. Se le acababa de ocurrir una idea un poco horrible. Pero condenadamente efectiva. La improvisación a veces ayudaba sobremanera.
-Necesito que le lleve al caballero de allí una cosita...-cogió una de las copas y fingió que la examinaba. Y, disimuladamente, sin que él la viera, sacó del pequeño bolsito que llevaba debajo del vestido un frasquito pequeño que vertió en la copa, que era de color rojo, como la sangre. Luego colocó la copa en su sitio y sonrió de forma encantadora.
-Dígale por favor que es una copa de parte de la dama de las manzanas...sabe quién soy.-no era cierto. No sabía quién era. Pero el vampiro había oído hablar de ella, y por eso sabía que probaría la copa y la bebería. Selene había entrado en contacto con el vampiro en secreto bajo ese seudónimo antes de perseguirle. Había sido algo que le traía muchos...recuerdos. Y el veneno que le había echado tendría un efecto muy especial.
Si el vampiro bebía la copa, no moriría. Pero el hechizo que llevaba en ella haría que estallara en llamas al entrar. Moriría quemado. Algo sutil. Ninguna investigación podría aclarar lo sucedido.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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Re: Una cierta justicia [Privado]
"Hay ciertas pistas en la escena de un crimen que, por su naturaleza, nadie puede recoger o examinar. ¿Cómo recoger amor, ira, odio, miedo...? Esas con cosas que estamos capacitados para buscar."
James Resse
James Resse
Nunca creyó que la noche tendría un desarrollo tan interesante, incluso en los tiempos en los que actuaba como un cachorro perdido se había negado a dejar que alguien mas se inmiscuyera en sus asuntos, sin embargo esa mujer que se paseaba delante con aire confiado y concentrada en su trabajo parecía lo suficientemente interesante como para que el brujo le siguiera el juego, la verdad sea dicha, él no era de los que se dejaban arrastrar por cualquier situación a menos que fuese lo suficientemente interesante como para correr el riesgo, pero bueno, no se podía negar a algo cuando el entretenimiento venia con una ayuda extra, pues estaba bastante claro que los dos rondaban a la misma presa, si las cosas salían bien, Juan de La Cruz le dejaría el crédito de lo sucedido a la muchacha y se escurriría en la noche como la sombra que era.
Juan de La Cruz, desempeñando su papel del atento mayordomo asintió hacia ella cuando volvió a repetir que necesitaba ayuda, él se preguntaba en que clase de cosa se estaría mintiendo, mientras rogaba que fuese algo no demasiado pasivo y aburrido, él podía llegar en ocasiones, a ser una persona tan confusa, como contradictoria, tenia placeres que muchas veces caían en un pozo profundo transformándose en disgustos y disgustos que inevitablemente terminaban siendo parte de sus placeres, en este caso su carácter cambiante esperaba ser satisfecho en la prontitud posible.
- ¿Un romance secreto?-Pregunto curioso de la respuesta cuanto tomo la copa en sus manos, él no era un experto pero…!Jaja¡ Como decía eso, si había dedicado su vida a la magia, de modo que conocía todo tipo de sustancias, por supuesto que era un experto, y lo que este experto pensaba era que la bebida tenía una sustancia diferente a simple vino, de seguro alguna clase de veneno, pero no estaba seguro de sus alcances, si tuviese algo mas que un simple parpadeo para entregar la copa se dedicaría a analizarlo, pero no tenia demasiado.
- Supongo que no es mi asunto, con gusto entregare su pedido madeimoselle, si algo sale mal, yo mismo me encargare de avisarle también-sus palabras fueron breves antes de darse la vuelta zambulléndose entre el gran numero de personas que se pavoneaban a mitad del salón, nada era diferente para nadie mas que para ellos dos, quienes se encontraban ahora en una sintonía completamente diferente a la del resto de la gente, la clase alta generalmente tenia un montón de cosas sombras en la cabeza, él no era tan ingenuo como para pensar que todas esas personas no eran nada mas que gente con la cabeza llena de aire, en realidad, podía resultar que sus ideas diferían bastante de eso, por ello depositaba su confianza en si mismo y en que su impresión sombre la dama de cabellos de fuego que hace unos segundos se acercó a él eran acertadas, después de todo, en ese momento no tenia absolutamente nada que perder, después de todo, el solamente era el mayordomo
- Monsieur, La dama de las manzanas le envía este presente-La copa fue entregada con una respetuosa reverencia, mientras sus ojos se perdían entre la muchedumbre posando su mirada en la dama pelirroja, una sonrisa invadió sus labios pensando en que clase de veneno habría colocado dentro de la copa, y cual seria la reacción de la gente a su alrededor cuando el hombre sucumbiera ante este.
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Una cierta justicia [Privado]
Cuando al fin se prende una llama;
es imposible echarse atrás
La pelirroja sonrió misteriosamente cuando habló de un romance secreto. Si eso fuera posible, entonces Selene se habría echado a reír, porque no era de esos cazadores que sienten algo por sus presas aparte del compañerismo por la raza, el sabor de la traición y la simpatía por todo aquello que conllevaba meterse en los terrenos más ocultos de la magia. Era algo innato en la bruja. Desde siempre.
Claro que la única vez...Selene se mordió el labio inferior al recordarlo, pero luego meneó la cabeza de un lado para otro con suavidad para intentar no pensar en ello. Había más veces en las que había disfrutado de otras cosas, cómo por ejemplo de las consecuencias que puede traer aquello de flotar hasta el suelo y bajar luego hasta una oscuridad innata. ¡Ah! Sonaba tan hermoso...
Esperó con paciencia a que el mayordomo se metiera entre la gente y le diera la copa a su víctima. Era una trampa tan perfecta...y sin embargo, ¡había sido usada tantísimas veces! Selene recordaba todas las veces que había hecho uso de esa poción, de ese mismo veneno, y la de veces que se había encargado de preparar cosas que eran mil veces más peligrosas. Era algo fascinante, y tan lleno de cosas misteriosas...un sólo paso en falso podía conseguir más efectos del deseado.
Y eso estaba bien. Casi siempre esos efectos no deseados terminaban convirtiéndose en algo letal. La muerte tiraba mucho de los efectos contrarios. O de los menos esperados. No era predecible, aunque muchos creyeran que así era. Selene había aprendido con el paso de los años a comprenderlo, y aunque aún no lo había comprendido del todo, era consciente de que había que tener mucho cuidado con ella. La muerte, el tiempo, el veneno del mero instante...
Eso Selene lo sabía muy bien.
Así que se hizo paso entre la gente, pero procuró ocultarse bien. Quería verlo todo cuando comenzase. No quería perderse nada...
Cuando callese, cuando aquel mayordomo le diese aquella copa mortal...que por cierto, era algo extraño que hubiera hecho lo que le pedía sin hacer apenas preguntas. Espera...¿por qué se preguntaba algo así? ¿Por qué no iba a hacerlo? Normalmente ellos no solían hacer preguntas, a muchos no les importaba el hecho de que supuestamente una mujer cometía algo indecente al "invitar" a un caballero a una copa.
A ella tampoco le importaba. De todos modos, tampoco sospecharían de ella aunque la hubiera acosado a preguntas. No era la primera vez que acusarían a Selene de hacer algo indecente. Y con indecente hablamos de cosas salidas de la norma, porque la bruja nunca había...pues eso. Pensar en eso hizo que se sintiese un poco irritada. Nada de esa vergüenza que embargaba a tantas muchachas.
El hombre había aceptado la copa del mayordomo y miraba a su alrededor sorprendido, sin encontrarme. Lo cual estaba bien. Miró luego la copa sorprendido y pareció aceptar lo que le había ofrecido a través de aquel mayordomo alto.
Y se lo bebió. Se bebió la copa en menos tiempos de lo que parecía. No le iba a dar tiempo a apurarla del todo, pero eso no importaba. Selene había echado la cantidad suficiente de poción en aquella bebida como ps ara que no hiciera falta más que una cierta dosis para poder cumplir con el efecto deseado. Es más, con sólo beber tres meras gotas podría sufrir el efecto en todo su esplendor. ¡Con todas sus consecuencias!
Todo estaba saliendo perfecto por ahora, no había ningún fallo en su plan, ningún problema imprevisto, nada que fallase. A Selene le encantaba hacer las cosas así, y más cuando hacía las cosas así de golpe, de repente, lanzándose al peligro.
La sensación de poder era mucho más deliciosa y mucho más adictiva cuando no te temblaba el pulso lo más mínimo. Y aún quedaba mucho que hacer. No la habían mandado solamente a que atrapara a alguien. Iba a hacer algo más, cumpliría su trabajo de una forma demasiado exacta, y ella lo sabía demasiado bien, pero no iba a aclararle nada a nadie más. No podía hacerlo.
Selene sonrió de medio lado y se escondió aún más entre la gente sin perder de vista aquella escena, a la espera.
Y entonces, comenzó todo.
El hombre dejó caer la copa al suelo, rompiéndola en mil pedazos que sobresaltaron a muchas personas a su alrededor. Fue como una reacción en cadena, primero reaccionaron aquellos que formaban un círculo a su alrededor y se fue extendiendo poco a poco hasta toda la sala, pero no reaccionaron de verdad hasta qué...
...vieron cómo el hombre se llevaba las manos a la garganta y trataba de encontrar la respiración. Su rostro se tornó aún más pálido si cabe, y sus ojos brillaron con la urgencia de quién no puede decir lo que le pasaba.
Esto ya comenzó a llamar la atención de la gente, que se lo quedó mirando, murmurando cosas, pero sin correr para ayudarle, aunque alguien se estaba haciendo paso entre ellos, pero no llegaría a tiempo para ayudarle, pues el hombre cayó al suelo redondo en dos segundos, convulsionándose como si le estuviera acosando la más horrible de las pesadillas y de la locura. Pero eso no era todo.
¡Aún quedaba lo mejor!
El hombre estalló en llamas. Esperaba que el mayordomo se apartase a tiempo de allí, porque cómo le vieran cerca iban a acusarle a él por lo que no había hecho...aunque la hubiera ayudado. Sonrió y corrió apartando a la gente para alcanzar al mayordomo. Tenía unas cuantas palabras que decirle antes de que el jaleo que estaba a punto de llegar le alcanzara.
es imposible echarse atrás
La pelirroja sonrió misteriosamente cuando habló de un romance secreto. Si eso fuera posible, entonces Selene se habría echado a reír, porque no era de esos cazadores que sienten algo por sus presas aparte del compañerismo por la raza, el sabor de la traición y la simpatía por todo aquello que conllevaba meterse en los terrenos más ocultos de la magia. Era algo innato en la bruja. Desde siempre.
Claro que la única vez...Selene se mordió el labio inferior al recordarlo, pero luego meneó la cabeza de un lado para otro con suavidad para intentar no pensar en ello. Había más veces en las que había disfrutado de otras cosas, cómo por ejemplo de las consecuencias que puede traer aquello de flotar hasta el suelo y bajar luego hasta una oscuridad innata. ¡Ah! Sonaba tan hermoso...
Esperó con paciencia a que el mayordomo se metiera entre la gente y le diera la copa a su víctima. Era una trampa tan perfecta...y sin embargo, ¡había sido usada tantísimas veces! Selene recordaba todas las veces que había hecho uso de esa poción, de ese mismo veneno, y la de veces que se había encargado de preparar cosas que eran mil veces más peligrosas. Era algo fascinante, y tan lleno de cosas misteriosas...un sólo paso en falso podía conseguir más efectos del deseado.
Y eso estaba bien. Casi siempre esos efectos no deseados terminaban convirtiéndose en algo letal. La muerte tiraba mucho de los efectos contrarios. O de los menos esperados. No era predecible, aunque muchos creyeran que así era. Selene había aprendido con el paso de los años a comprenderlo, y aunque aún no lo había comprendido del todo, era consciente de que había que tener mucho cuidado con ella. La muerte, el tiempo, el veneno del mero instante...
Eso Selene lo sabía muy bien.
Así que se hizo paso entre la gente, pero procuró ocultarse bien. Quería verlo todo cuando comenzase. No quería perderse nada...
Cuando callese, cuando aquel mayordomo le diese aquella copa mortal...que por cierto, era algo extraño que hubiera hecho lo que le pedía sin hacer apenas preguntas. Espera...¿por qué se preguntaba algo así? ¿Por qué no iba a hacerlo? Normalmente ellos no solían hacer preguntas, a muchos no les importaba el hecho de que supuestamente una mujer cometía algo indecente al "invitar" a un caballero a una copa.
A ella tampoco le importaba. De todos modos, tampoco sospecharían de ella aunque la hubiera acosado a preguntas. No era la primera vez que acusarían a Selene de hacer algo indecente. Y con indecente hablamos de cosas salidas de la norma, porque la bruja nunca había...pues eso. Pensar en eso hizo que se sintiese un poco irritada. Nada de esa vergüenza que embargaba a tantas muchachas.
El hombre había aceptado la copa del mayordomo y miraba a su alrededor sorprendido, sin encontrarme. Lo cual estaba bien. Miró luego la copa sorprendido y pareció aceptar lo que le había ofrecido a través de aquel mayordomo alto.
Y se lo bebió. Se bebió la copa en menos tiempos de lo que parecía. No le iba a dar tiempo a apurarla del todo, pero eso no importaba. Selene había echado la cantidad suficiente de poción en aquella bebida como ps ara que no hiciera falta más que una cierta dosis para poder cumplir con el efecto deseado. Es más, con sólo beber tres meras gotas podría sufrir el efecto en todo su esplendor. ¡Con todas sus consecuencias!
Todo estaba saliendo perfecto por ahora, no había ningún fallo en su plan, ningún problema imprevisto, nada que fallase. A Selene le encantaba hacer las cosas así, y más cuando hacía las cosas así de golpe, de repente, lanzándose al peligro.
La sensación de poder era mucho más deliciosa y mucho más adictiva cuando no te temblaba el pulso lo más mínimo. Y aún quedaba mucho que hacer. No la habían mandado solamente a que atrapara a alguien. Iba a hacer algo más, cumpliría su trabajo de una forma demasiado exacta, y ella lo sabía demasiado bien, pero no iba a aclararle nada a nadie más. No podía hacerlo.
Selene sonrió de medio lado y se escondió aún más entre la gente sin perder de vista aquella escena, a la espera.
Y entonces, comenzó todo.
El hombre dejó caer la copa al suelo, rompiéndola en mil pedazos que sobresaltaron a muchas personas a su alrededor. Fue como una reacción en cadena, primero reaccionaron aquellos que formaban un círculo a su alrededor y se fue extendiendo poco a poco hasta toda la sala, pero no reaccionaron de verdad hasta qué...
...vieron cómo el hombre se llevaba las manos a la garganta y trataba de encontrar la respiración. Su rostro se tornó aún más pálido si cabe, y sus ojos brillaron con la urgencia de quién no puede decir lo que le pasaba.
Esto ya comenzó a llamar la atención de la gente, que se lo quedó mirando, murmurando cosas, pero sin correr para ayudarle, aunque alguien se estaba haciendo paso entre ellos, pero no llegaría a tiempo para ayudarle, pues el hombre cayó al suelo redondo en dos segundos, convulsionándose como si le estuviera acosando la más horrible de las pesadillas y de la locura. Pero eso no era todo.
¡Aún quedaba lo mejor!
El hombre estalló en llamas. Esperaba que el mayordomo se apartase a tiempo de allí, porque cómo le vieran cerca iban a acusarle a él por lo que no había hecho...aunque la hubiera ayudado. Sonrió y corrió apartando a la gente para alcanzar al mayordomo. Tenía unas cuantas palabras que decirle antes de que el jaleo que estaba a punto de llegar le alcanzara.
Selene Ladomie- Condenado/Hechicero/Clase Media
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