AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Target [Arokh Von Feuer]
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Target [Arokh Von Feuer]
Do you remember me?
And the kid I used to be?
Not the same as I used to be!
Oh, do you remember me?
And the kid I used to be?
Not the same as I used to be!
Oh, do you remember me?
Volvía a ser ese día. “Caído en batalla”, era lo que decían los reportes oficiales que contaban la narración de la muchacha aterrada que mintió, porque su padre no había caído bajo las garras de una de esas bestias que cambiaban con la luna. No. Había muerto bajo sus propias manos y no se arrepentía de ello. Increíblemente habían pasado ya dos años de eso. Y las cosas seguían igual. Solo que sin él, y por ello, quizás estaban mejor.
Me había escapado de la ridícula misa en honor de ese sujeto, era demasiado temprano como para que pudiese fingir buena cara, mucho menos para honrar su muerte. ¿Por qué tanta ritualidad? ¿Dios los amaba más si se levantaban más temprano? ¿Si sus velos eran más blancos y sus ropas con menos arrugas? Aun no acaba de comprender todo lo que pasaba por la cabeza de aquellos que adoraban esas imágenes e ideas que constituían un imperio aún más grande y real que el germánico. Por eso eran peligrosos. Por eso había aceptado ese ridículo trabajo.
Ya habían varias amonestaciones escritas con mi nombre en el encabezado, e incluso habían ido más allá, obligándome a tomar unas ridículas clases de teología con un viejo conocido, pero si eso bastaba para que me dejaran en paz, me tragaría el orgullo y asistiría. Pero él aun no llegaría a París, seguramente debía andar en alguno de esos trabajos turbios que le encargaban de vez en cuando. Eso mientras yo me aburría.
Estaba tirada en el fresco césped de verano, en ese bosque que me traía un par de recuerdos que era agradable rememorar. Cubría mis ojos con el antebrazo. Me molestaba la luz, de hecho, no recuerdo que me haya agradado demasiado, salvo las ocasiones que me salvó de ser asesinada por seres nocturnos. Así que ahora estaba segura, y bien podría haberme dado el lujo de dormir una cómoda siesta. Pero no. Las cosas, como venían sucediendo desde hace un tiempo, no salían como yo quería.
Y así fue que un proyectil, probablemente una piedra no demasiado grande, tuvo la certeza de caer en la porción de mi rostro que no estaba cubierto por mi antebrazo. No bufé hasta que sentí el ardor en mi mejilla, y por precaución llevé las yemas de mis dedos para corroborar que no me había dejado alguna herida, y para mi mala fortuna así era.
Me levanté de golpe, calculando el lugar de origen de ese burdo ataque, y encontrándolo más allá de una roída cerca de madera donde habían algunas latas, que parecían hacer las veces de dianas. Fuese quien fuese el culpable me las pagaría, sobretodo porque era bien conocido que yo le tenía una especie de fobia a las cicatrices y otras imperfecciones en la piel. ¡Sí, era vanidad! ¿¡Y qué!?
Entonces vi al culpable de todo. Un muchacho rubio que probablemente era de mi estatura, quizás más pequeño. Parecía un adolescente. Un adolescente idiota que me había golpeado con una roca y que ahora iba a pagar muy caro su descuido, porque supuse que era eso…
Bufé de nuevo y me acerqué a la cerca, para luego darle una fuerte patada que tirara todas aquellas latas y objetos que hacían las veces de blancos. Si no había llamado bien su atención, sabría de qué iba el asunto cuando ese apelativo salió de mi boca - ¡Idiota! ¡Descuidado! – le grité, al tiempo que lanzaba la misma roca a sus pies para que relacionara los hechos y comenzara a deshacerse en disculpas.
Me había escapado de la ridícula misa en honor de ese sujeto, era demasiado temprano como para que pudiese fingir buena cara, mucho menos para honrar su muerte. ¿Por qué tanta ritualidad? ¿Dios los amaba más si se levantaban más temprano? ¿Si sus velos eran más blancos y sus ropas con menos arrugas? Aun no acaba de comprender todo lo que pasaba por la cabeza de aquellos que adoraban esas imágenes e ideas que constituían un imperio aún más grande y real que el germánico. Por eso eran peligrosos. Por eso había aceptado ese ridículo trabajo.
Ya habían varias amonestaciones escritas con mi nombre en el encabezado, e incluso habían ido más allá, obligándome a tomar unas ridículas clases de teología con un viejo conocido, pero si eso bastaba para que me dejaran en paz, me tragaría el orgullo y asistiría. Pero él aun no llegaría a París, seguramente debía andar en alguno de esos trabajos turbios que le encargaban de vez en cuando. Eso mientras yo me aburría.
Estaba tirada en el fresco césped de verano, en ese bosque que me traía un par de recuerdos que era agradable rememorar. Cubría mis ojos con el antebrazo. Me molestaba la luz, de hecho, no recuerdo que me haya agradado demasiado, salvo las ocasiones que me salvó de ser asesinada por seres nocturnos. Así que ahora estaba segura, y bien podría haberme dado el lujo de dormir una cómoda siesta. Pero no. Las cosas, como venían sucediendo desde hace un tiempo, no salían como yo quería.
Y así fue que un proyectil, probablemente una piedra no demasiado grande, tuvo la certeza de caer en la porción de mi rostro que no estaba cubierto por mi antebrazo. No bufé hasta que sentí el ardor en mi mejilla, y por precaución llevé las yemas de mis dedos para corroborar que no me había dejado alguna herida, y para mi mala fortuna así era.
Me levanté de golpe, calculando el lugar de origen de ese burdo ataque, y encontrándolo más allá de una roída cerca de madera donde habían algunas latas, que parecían hacer las veces de dianas. Fuese quien fuese el culpable me las pagaría, sobretodo porque era bien conocido que yo le tenía una especie de fobia a las cicatrices y otras imperfecciones en la piel. ¡Sí, era vanidad! ¿¡Y qué!?
Entonces vi al culpable de todo. Un muchacho rubio que probablemente era de mi estatura, quizás más pequeño. Parecía un adolescente. Un adolescente idiota que me había golpeado con una roca y que ahora iba a pagar muy caro su descuido, porque supuse que era eso…
Bufé de nuevo y me acerqué a la cerca, para luego darle una fuerte patada que tirara todas aquellas latas y objetos que hacían las veces de blancos. Si no había llamado bien su atención, sabría de qué iba el asunto cuando ese apelativo salió de mi boca - ¡Idiota! ¡Descuidado! – le grité, al tiempo que lanzaba la misma roca a sus pies para que relacionara los hechos y comenzara a deshacerse en disculpas.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2011
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
Y allí estábamos, ellos y yo. Me superan en número, pero yo les supero en fuerza y velocidad. No tienen armas, pero tienen una gran resistencia. Sólo tengo un disparo para cada uno y debo derribarles. Por cada fallo, tengo que hacer cincuenta lagartijas verticales, y los brazos me tiemblan porque he estado entrenando desde la madrugada. Sin embargo, confío en las piedras que he recogido. Sonrío. Voy a ganar esta vez. AHORA SÍ.
Llevo hacia atrás mi brazo, y la arremetida comienza.
¡Uno!
¡Dos!
¡Tres!
¡Cuatro!
¡Cin…¿QUEE?!
La última lata había quedado en pie, ¡Y había perdido la piedra! Decidí buscarla después, cuando terminara mi castigo. ¡Otra vez había fallado! Masticando el dolor de la derrota fue que me coloqué en posición vertical a flexionar mis brazos, pero no llevaba ni cinco repeticiones cuando un fuerte ruido derribó la última lata. Me asusté por lo sorpresivo del estruendo y mi cuerpo se fue hacia adelante, cayendo con la parte baja de la espalda contra el piso. - ¡Auch! – No dudé en quejarme y me masajeé la zona aunque no por mucho porque volví a escuchar algo, esta vez los gritos de una mujer que me reclamaba por algo que yo no sabía…hasta que vi la piedra a mis pies. La volví a ver…y tenía una marca en la mejilla, coincidente con el tamaño de la piedra. ¡Ay no! Tragué saliva y junté mis palmas delante de mí en plan rezo pidiéndole piedad - ¡Lo lamento mucho, no fue mi intención! ¡Todavía estoy practicando mi puntería, por favor perdóneme y no me haga daño! – Supliqué con los ojos cerrados, casi formando lágrimas. ¡No quería que me mandara con Maik! ¡No quería otro castigo!
Llevo hacia atrás mi brazo, y la arremetida comienza.
¡Uno!
¡Dos!
¡Tres!
¡Cuatro!
¡Cin…¿QUEE?!
La última lata había quedado en pie, ¡Y había perdido la piedra! Decidí buscarla después, cuando terminara mi castigo. ¡Otra vez había fallado! Masticando el dolor de la derrota fue que me coloqué en posición vertical a flexionar mis brazos, pero no llevaba ni cinco repeticiones cuando un fuerte ruido derribó la última lata. Me asusté por lo sorpresivo del estruendo y mi cuerpo se fue hacia adelante, cayendo con la parte baja de la espalda contra el piso. - ¡Auch! – No dudé en quejarme y me masajeé la zona aunque no por mucho porque volví a escuchar algo, esta vez los gritos de una mujer que me reclamaba por algo que yo no sabía…hasta que vi la piedra a mis pies. La volví a ver…y tenía una marca en la mejilla, coincidente con el tamaño de la piedra. ¡Ay no! Tragué saliva y junté mis palmas delante de mí en plan rezo pidiéndole piedad - ¡Lo lamento mucho, no fue mi intención! ¡Todavía estoy practicando mi puntería, por favor perdóneme y no me haga daño! – Supliqué con los ojos cerrados, casi formando lágrimas. ¡No quería que me mandara con Maik! ¡No quería otro castigo!
Arokh Von Feuer- Cazador Clase Media
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
No pude más que alzar una ceja cuando vi la dificultad que tuvo para relacionar la roca a sus pies y la herida de mi mejilla. O el muchacho tenía mala vista, o era algo lento para esas cosas. Pero como siempre, la cautela me llevó a no hacerme un juicio apresurado de él, aunque fuese bastante difícil en este caso, porque aquella contextura que llegaba a parecerme frágil, me inspiraba un poco de lástima. Pero para su mala fortuna, no la suficiente como para olvidar su falta.
Observé, lo admito, perpleja, como se ponía en aquella posición que emulaba un ¿Rezo? Una mueca de extrañeza se esbozó en mi rostro, la que se vio intensificada por las posteriores excusas que salieron de sus juveniles labios. ¿Qué edad tendría? ¿Unos 15 o 16? Eso aparentaba, aún más cuando suplicó de aquella forma tan... no lo sé ¿Patética?
El muchacho tenía los ojos cerrados, por lo que probablemente no vio cuando me incliné para recoger una de las melladas latas que estaba usando como blancos, la que no tardó en volver al suelo, pero de costado, y solo para ser aplastada por mi zapato, hasta pasar a formar una masa plana. Si hubiese escuchado aquel sonido habría estado alerta, y habría comenzado a correr. Porque sí, tenía la intención de cobrarme lo de la herida en mi mejilla, pero tampoco es que quisiese herirlo de gravedad.
- ¡Hey! – le grité solo para que abriese los ojos de una maldita vez, y cuando me aseguré de lo hubiese hecho, lancé con habilidad aquella lata, casi como si fuese una especie de boomerang, que siguió una trayectoria curvada antes de estrellarse en las costillas del lado derecho del muchacho – Podrías al menos practicar en un lugar donde no fueses un peligro para el resto – dije mirándolo con un aire triunfante, ante aquel fácil truco que había hecho, más para herir su orgullo que su cuerpo - ¿Para qué demonios un campesino querría aprender esa habilidad? – pregunté al tiempo que saltaba la cerca, aprovechando que hoy había tenido la ocurrencia de usar aquellos pantalones para la equitación.
Avancé hasta quedar a no más de dos metros del muchacho, y si tuviese al menos una pizca de suspicacia notaría que quien se plantaba frente a él no era una mujer ordinaria ¿Pero que podía esperar de un campesino? Era ilusorio que conociera la fama que me había ganado, aun antes de haberme vuelto parte de la Inquisición. Entonces suspiré, algo hastiada, y lo miré fijamente a los ojos, porque algo magnéticamente familiar me había llamado la atención, aunque fuese por unos segundos, pero que al no poder relacionar con nada deje pasar.
Quizás era el parecido entre el color de sus ojos y el mío, lo que me llevó a que viera en él un pequeñísimo atisbo de quien fui antes de volverme quien soy ahora, alguien que carecía de esa ingenua inocencia que él parecía conservar. Gruñí, regañándome a mí misma por pensar estupideces. El caso es que a pesar de sus súplicas, no iba a salir bien librado ¿Por qué? Porque había tenido la mala suerte de atravesarse conmigo en un mal día.
Observé, lo admito, perpleja, como se ponía en aquella posición que emulaba un ¿Rezo? Una mueca de extrañeza se esbozó en mi rostro, la que se vio intensificada por las posteriores excusas que salieron de sus juveniles labios. ¿Qué edad tendría? ¿Unos 15 o 16? Eso aparentaba, aún más cuando suplicó de aquella forma tan... no lo sé ¿Patética?
El muchacho tenía los ojos cerrados, por lo que probablemente no vio cuando me incliné para recoger una de las melladas latas que estaba usando como blancos, la que no tardó en volver al suelo, pero de costado, y solo para ser aplastada por mi zapato, hasta pasar a formar una masa plana. Si hubiese escuchado aquel sonido habría estado alerta, y habría comenzado a correr. Porque sí, tenía la intención de cobrarme lo de la herida en mi mejilla, pero tampoco es que quisiese herirlo de gravedad.
- ¡Hey! – le grité solo para que abriese los ojos de una maldita vez, y cuando me aseguré de lo hubiese hecho, lancé con habilidad aquella lata, casi como si fuese una especie de boomerang, que siguió una trayectoria curvada antes de estrellarse en las costillas del lado derecho del muchacho – Podrías al menos practicar en un lugar donde no fueses un peligro para el resto – dije mirándolo con un aire triunfante, ante aquel fácil truco que había hecho, más para herir su orgullo que su cuerpo - ¿Para qué demonios un campesino querría aprender esa habilidad? – pregunté al tiempo que saltaba la cerca, aprovechando que hoy había tenido la ocurrencia de usar aquellos pantalones para la equitación.
Avancé hasta quedar a no más de dos metros del muchacho, y si tuviese al menos una pizca de suspicacia notaría que quien se plantaba frente a él no era una mujer ordinaria ¿Pero que podía esperar de un campesino? Era ilusorio que conociera la fama que me había ganado, aun antes de haberme vuelto parte de la Inquisición. Entonces suspiré, algo hastiada, y lo miré fijamente a los ojos, porque algo magnéticamente familiar me había llamado la atención, aunque fuese por unos segundos, pero que al no poder relacionar con nada deje pasar.
Quizás era el parecido entre el color de sus ojos y el mío, lo que me llevó a que viera en él un pequeñísimo atisbo de quien fui antes de volverme quien soy ahora, alguien que carecía de esa ingenua inocencia que él parecía conservar. Gruñí, regañándome a mí misma por pensar estupideces. El caso es que a pesar de sus súplicas, no iba a salir bien librado ¿Por qué? Porque había tenido la mala suerte de atravesarse conmigo en un mal día.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2011
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
La mujer estaba realmente molesta, y en realidad cualquiera lo estaría si estás descansando o haciendo cualquier cosa y te llega una piedra en el rostro; yo también estaría gritando y pataleando por tener un moretón o un chichón, exigiendo una explicación y algo más que una disculpa. Peeero la situación era inversa así que estaba temblando como un perrito faldero esperando los regaños y el discurso de rigor aunque no me lo mereciera, porque yo no sabía que la mujer estaba allí. ¡De haberlo sabido hubiera puesto mi centro de entrenamiento en otro lado, era obvio! Pero allí estaba, esperando ciegamente lo que me tocaría por ser tan descuidado.
Un sonido familiar me hizo dar un saltito y juntar más mis manos queriendo fundirlas en una sola, reconociendo que era uno de mis queridos blancos haciéndose pedacitos sólo por mi sentido auditivo. ¿Esa era una previa? ¿Me iba a hacer pedacitos también? No tenía pinta de una mujer sobrenatural ni nada al menos a primera y lejana vista, ¡Pero sí que daba miedo!
Su grito fue peor, haciéndome abrir los ojos y cerrarlos al poco tiempo por el golpe seco que sintieron mis costillas, cubriendo la zona con mi mano izquierda para aguantar el incómodo dolor que no era mucho, pero que sí era incómodo. ¿Cómo lo había hecho estando de tan lejos? ¡Su precisión era brillante! ¿No me la podía prestar? ¿O enseñarme? ¡No, ni pensarlo! ¡Iba a matarme, y ya se me estaba acercando! Sin embargo, sus palabras sin argumento me dieron valor extra, y me levanté pesadamente, mirándole con molestia infantil pero fundada - ¡Por algo estoy entrenando aquí en el bosque! No puedo controlar a la gente que entra y sale como un guardia, así que no es mi culpa - Dije con una mueca que realzó aquella afirmación lógica y me llevé las manos a la nuca con la cabeza orientada a un costado, pero con mi mirada clavada de reojo en ella – Y no soy un campesino, soy Arokh Von Feuer, ¡Y me convertiré en el mejor cazador de todos! ¡Mejor que usted incluso! – Terminé apuntándole con toda la decisión del mundo, sintiendo esa adrenalina y orgullo que siempre me dominaban cuando le mencionaba mis sueños a alguien. Si se burlaba daba igual, yo no iba a darme por vencido por ella.
Sin embargo, se quedó quieta, mirándome. Yo también le miraba, sin comprender lo que sucedía. Alcé una ceja y decidí cobrarme mi revancha - ¿Qué pasa? ¿Le comieron la lengua los ratones? – Dije burlón, con una sonrisa amplia y pícara que enseñaba mi dentadura casi por completo. - ¿Hola? - Ladeé la cabeza y esperé. ¿Estaba esa mujer allí o qué?
Un sonido familiar me hizo dar un saltito y juntar más mis manos queriendo fundirlas en una sola, reconociendo que era uno de mis queridos blancos haciéndose pedacitos sólo por mi sentido auditivo. ¿Esa era una previa? ¿Me iba a hacer pedacitos también? No tenía pinta de una mujer sobrenatural ni nada al menos a primera y lejana vista, ¡Pero sí que daba miedo!
Su grito fue peor, haciéndome abrir los ojos y cerrarlos al poco tiempo por el golpe seco que sintieron mis costillas, cubriendo la zona con mi mano izquierda para aguantar el incómodo dolor que no era mucho, pero que sí era incómodo. ¿Cómo lo había hecho estando de tan lejos? ¡Su precisión era brillante! ¿No me la podía prestar? ¿O enseñarme? ¡No, ni pensarlo! ¡Iba a matarme, y ya se me estaba acercando! Sin embargo, sus palabras sin argumento me dieron valor extra, y me levanté pesadamente, mirándole con molestia infantil pero fundada - ¡Por algo estoy entrenando aquí en el bosque! No puedo controlar a la gente que entra y sale como un guardia, así que no es mi culpa - Dije con una mueca que realzó aquella afirmación lógica y me llevé las manos a la nuca con la cabeza orientada a un costado, pero con mi mirada clavada de reojo en ella – Y no soy un campesino, soy Arokh Von Feuer, ¡Y me convertiré en el mejor cazador de todos! ¡Mejor que usted incluso! – Terminé apuntándole con toda la decisión del mundo, sintiendo esa adrenalina y orgullo que siempre me dominaban cuando le mencionaba mis sueños a alguien. Si se burlaba daba igual, yo no iba a darme por vencido por ella.
Sin embargo, se quedó quieta, mirándome. Yo también le miraba, sin comprender lo que sucedía. Alcé una ceja y decidí cobrarme mi revancha - ¿Qué pasa? ¿Le comieron la lengua los ratones? – Dije burlón, con una sonrisa amplia y pícara que enseñaba mi dentadura casi por completo. - ¿Hola? - Ladeé la cabeza y esperé. ¿Estaba esa mujer allí o qué?
Arokh Von Feuer- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 23/07/2012
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
“Estúpido campesino”, fue lo que me repetí mentalmente varias veces, era quizás lo único que separaba su actitud tan tosca de la paliza que se merecía de mi parte, sobre todo porque en lugar de deshacerse en disculpas tenía la desfachatez de enfadarse, siendo que quien tenía el derecho a estar indignada era yo. Era todo su semblante el que me hacía vaticinar que no obtendría satisfacción alguna de su parte, y aunque estaba claro que yo no lo necesitaba, él sí, una lección no le vendría nada mal.
Por la primera fila de oraciones me lo esperaba, salvo aquello del entrenamiento. ¿Es acaso eso en lo que debía desempeñarse un campesino? Y si bien podría concederle aquello de que no lo había realizado con intención, había sido su falta de experticia la que había provocado la herida de mi mejilla, siendo por lo tanto su culpa de todos modos.
Lo que vino posteriormente sí que no me lo esperaba ¿Cómo podría ser ese mal intento de hombre hijo de tamaña leyenda? Traté de atribuírselo primero a un mero alcance de nombre, pues tampoco es que se tratara de un apellido tan especial y único, sino que en realidad era un apellido germánico bastante común. De hecho, conocía a otras personas que lo llevaban, pero que no tenía relación alguna ni con esa persona ni con la cacería.
Aquello obviamente me alivió por unos segundos. Eso hasta que lo relacioné con esa tontería de ser el mejor cazador del mundo. Si juntaba ambas cosas, el apellido y la profesión, la probabilidad de que no estuviesen relacionados de alguna forma se hacía más que minúscula. Comencé a escrutarlo de nuevo, buscando el menor parecido, y si bien tenía un ligero aire de similitud no acaba de convencerme.
Espabilé cuando el muchacho volvió a abrir la boca, con aquella mirada de victoria sin fundamento. Solo me crucé de brazos y entrecerré los ojos, aun escrutándolo fijamente -¿Eres pariente del Gran Cazador de Berlín? – pregunté con seriedad mientras daba unos cuantos pasos más, hasta quedar quizás a medio metro de él – Sería una gran broma del árbol genealógico que así fuera – agregué, sin dar por cierto aun hasta que el muchacho respondiera.
Yo había conocido a aquel cazador, la primera vez que lo vi había sido hace unos diez años, dos después de que me hubiesen arrebatado la infancia para convertirme en esto que soy ahora, cuando tuvo algunos que otros trabajos junto a mi padre. Incluso había recibido varias lecciones suyas, lecciones en las que quizás había mostrado más piedad hacía mí que mi padre en toda su vida. ¿Cómo podría un cazador como él engendrar a esa burla de muchacho? ¿O será que esa misma piedad, sumada a su ya avanzada edad, había producido aquel resultado?
- Y no te atrevas a mentirme – dije tal vez con un poco más de molestia, al menos más de lo que él había visto – Podré corroborarlo fácilmente, y si resulta ser que mientes te cortaré la lengua y se la daré a mis perros – amenacé, para salvar la posibilidad de que mintiese solo para salvarse de algún posible castigo.
Por la primera fila de oraciones me lo esperaba, salvo aquello del entrenamiento. ¿Es acaso eso en lo que debía desempeñarse un campesino? Y si bien podría concederle aquello de que no lo había realizado con intención, había sido su falta de experticia la que había provocado la herida de mi mejilla, siendo por lo tanto su culpa de todos modos.
Lo que vino posteriormente sí que no me lo esperaba ¿Cómo podría ser ese mal intento de hombre hijo de tamaña leyenda? Traté de atribuírselo primero a un mero alcance de nombre, pues tampoco es que se tratara de un apellido tan especial y único, sino que en realidad era un apellido germánico bastante común. De hecho, conocía a otras personas que lo llevaban, pero que no tenía relación alguna ni con esa persona ni con la cacería.
Aquello obviamente me alivió por unos segundos. Eso hasta que lo relacioné con esa tontería de ser el mejor cazador del mundo. Si juntaba ambas cosas, el apellido y la profesión, la probabilidad de que no estuviesen relacionados de alguna forma se hacía más que minúscula. Comencé a escrutarlo de nuevo, buscando el menor parecido, y si bien tenía un ligero aire de similitud no acaba de convencerme.
Espabilé cuando el muchacho volvió a abrir la boca, con aquella mirada de victoria sin fundamento. Solo me crucé de brazos y entrecerré los ojos, aun escrutándolo fijamente -¿Eres pariente del Gran Cazador de Berlín? – pregunté con seriedad mientras daba unos cuantos pasos más, hasta quedar quizás a medio metro de él – Sería una gran broma del árbol genealógico que así fuera – agregué, sin dar por cierto aun hasta que el muchacho respondiera.
Yo había conocido a aquel cazador, la primera vez que lo vi había sido hace unos diez años, dos después de que me hubiesen arrebatado la infancia para convertirme en esto que soy ahora, cuando tuvo algunos que otros trabajos junto a mi padre. Incluso había recibido varias lecciones suyas, lecciones en las que quizás había mostrado más piedad hacía mí que mi padre en toda su vida. ¿Cómo podría un cazador como él engendrar a esa burla de muchacho? ¿O será que esa misma piedad, sumada a su ya avanzada edad, había producido aquel resultado?
- Y no te atrevas a mentirme – dije tal vez con un poco más de molestia, al menos más de lo que él había visto – Podré corroborarlo fácilmente, y si resulta ser que mientes te cortaré la lengua y se la daré a mis perros – amenacé, para salvar la posibilidad de que mintiese solo para salvarse de algún posible castigo.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
Su pregunta rompió mi concentración como quien rompe una ventana –o una mejilla- de un piedrazo. Y no parecía bromear en su tono para variar, ya que lo único que estaba haciendo era ofenderme cada vez más con su discursito. ¿Cómo era que lo conocía y yo no a ella? ¿La diferencia de edad, quizás…? Era lo único que se me ocurría por el momento, pero por alguna razón supuse que ella me lo respondería si yo también lo hacía, ignorando olímpicamente sus amenazas porque no tenía ningún motivo para mentirle; de hecho era motivo de orgullo, por mucha pena que me diese aceptar que ahora ese Gran Cazador estaba muerto por mi culpa.
- ¡Por supuesto que soy pariente, soy su hijo! – Le dije airadamente, realmente molesto por la desconfianza que tenía conmigo. – Y no tengo por qué mentirle, ya que parece que usted le conoció. Algunos dicen que me le parezco en algunas facciones, y por cómo me estuvo mirando hace un rato, parece que encontró el parecido. ¿O no? – Me llevé las manos en jarra a la cintura con una sonrisa que podía dar a entender algo de infantil arrogancia pero en realidad estaba aguantándome el dolor de las costillas. Miré hacia mi grupito de latas que yacía en el piso y continué – Murió hace poco, así que no pudo terminar de entrenarme. Por eso…lo intento por mi cuenta con lo poco que me enseñó. – Hice una mueca y no pude controlar sentirme mal por hablar de él, suspirando con la culpa haciendo presión de nuevo sobre mis hombros. ¿Quién esperaría que tendría tanta mala suerte para que muriera así?
No hablé más en unos minutos. Y la mujer tampoco lo hacía. ¿Entendía mi dolor? ¿O estaba aguantándose la risa para lanzarme otra broma de mal gusto? Ni idea, pero yo ya estaba abrazándome tratando de no llorar frente a ella. Un Cazador tenía que ser fuerte, sin importar la circunstancia.
- ¡Por supuesto que soy pariente, soy su hijo! – Le dije airadamente, realmente molesto por la desconfianza que tenía conmigo. – Y no tengo por qué mentirle, ya que parece que usted le conoció. Algunos dicen que me le parezco en algunas facciones, y por cómo me estuvo mirando hace un rato, parece que encontró el parecido. ¿O no? – Me llevé las manos en jarra a la cintura con una sonrisa que podía dar a entender algo de infantil arrogancia pero en realidad estaba aguantándome el dolor de las costillas. Miré hacia mi grupito de latas que yacía en el piso y continué – Murió hace poco, así que no pudo terminar de entrenarme. Por eso…lo intento por mi cuenta con lo poco que me enseñó. – Hice una mueca y no pude controlar sentirme mal por hablar de él, suspirando con la culpa haciendo presión de nuevo sobre mis hombros. ¿Quién esperaría que tendría tanta mala suerte para que muriera así?
No hablé más en unos minutos. Y la mujer tampoco lo hacía. ¿Entendía mi dolor? ¿O estaba aguantándose la risa para lanzarme otra broma de mal gusto? Ni idea, pero yo ya estaba abrazándome tratando de no llorar frente a ella. Un Cazador tenía que ser fuerte, sin importar la circunstancia.
Arokh Von Feuer- Cazador Clase Media
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
¡¿Su hijo!? ¿¡Cómo iba a ser hijo de esa persona un muchacho tan lamentable!? Además de ser cierto… ¡Tendría que tener apenas un año menos que yo! Dios… Era imposible, o eso era lo que quería creer, pero ¿Cómo? Estaba tan descolocada que cedí de inmediato ante su razonamiento respecto a su parecido físico, sumado claro a que ya ni recordaba cuando había sido la última vez que lo había visto. De hecho, trataba de hacer cuadrar las fechas, años, pequeños trozos de memoria, y debí estar bastante concentrada en ello como para pasar por alto aquella postura que tomó con las manos en la cintura, postura que en cualquier otro momento habría regañado.
Cuando dijo que había fallecido hace no mucho, fue que todas las piezas calzaron en su lugar para formar el cuadro completo. Aquel niño rubio y que hace unos ocho años me había parecido un cobarde al esconderse detrás de su padre al presentarse frente a nosotros, no había cambiado en nada. Y aunque probablemente ni me recordase, porque siendo honesta no le tenía demasiada fe a su memoria, yo sí.
- Lo sé – dije poniendo una mano sobre su hombro y no entiendo por qué me iba a disculpar – Lamento no haber podido ir a su… funeral, pero no tenía permitido hacerlo porque la Inquisición no aprecia mucho a quienes se resisten a trabajar para ellos – agregué, convirtiendo el peso de mi mano en unas suaves palmaditas en su hombro, antes de cesar el contacto con el muchacho – Aun así hay cosas que no entiendo – dije casi para mí misma mientras me inclinaba a recoger la lata que yo misma había aplastado y lanzado momentos atrás.
No es que me caracterizara por ser una persona con demasiado tacto, mucho menos en situaciones como estas, quizás porque no entendía lo que significaba perder a alguien que se aprecia tanto, pero el punto es que el chico seguía pareciéndome demasiado frágil ¿Para qué querría dedicarse a un trabajo como este? Aunque para ser honesta, tal vez agradecía que no hubiese terminado siendo cómo yo.
- Si no me equivoco, debes tener unos dieciocho años ¿No? – dije más que nada para dar un pequeño rodeo y no preguntar aquello de golpe – Usualmente a esta edad ya deberías tener un par de años de experiencia trabajando en solitario – agregué algo extrañada, aunque no del todo segura, porque tampoco es que se pudiera decir que el trato y el entrenamiento al que me sometieron fuera del todo lo común o lo ortodoxo al menos – ¿Cómo es que no comenzaste a ser entrenado a la edad apropiada? – pregunté con el ceño algo fruncido.
Lo admito, lo envidiaba un poco porque no me podía imaginar lo que hubiese sido una niñez y adolescencia normales, pero ahora que recordaba… aquel lanzamiento tan torpe que hizo y que había acabado golpeándome la mejilla… ¿No era demasiado tarde para comenzar? Estuve a punto de preguntárselo, pero creo que habría sido demasiado cruel incluso para mí, así que solo me remití a recoger también la roca que había tirado a sus pies.
- Me llamo Haydee… Danglars – dije obviando aquella jugarreta que tiempo atrás había hecho al cambiar el orden de mis apellidos, y en parte para averiguar si el muchacho sabía algo de mí o si su memoria era demasiado frágil también.
Cuando dijo que había fallecido hace no mucho, fue que todas las piezas calzaron en su lugar para formar el cuadro completo. Aquel niño rubio y que hace unos ocho años me había parecido un cobarde al esconderse detrás de su padre al presentarse frente a nosotros, no había cambiado en nada. Y aunque probablemente ni me recordase, porque siendo honesta no le tenía demasiada fe a su memoria, yo sí.
- Lo sé – dije poniendo una mano sobre su hombro y no entiendo por qué me iba a disculpar – Lamento no haber podido ir a su… funeral, pero no tenía permitido hacerlo porque la Inquisición no aprecia mucho a quienes se resisten a trabajar para ellos – agregué, convirtiendo el peso de mi mano en unas suaves palmaditas en su hombro, antes de cesar el contacto con el muchacho – Aun así hay cosas que no entiendo – dije casi para mí misma mientras me inclinaba a recoger la lata que yo misma había aplastado y lanzado momentos atrás.
No es que me caracterizara por ser una persona con demasiado tacto, mucho menos en situaciones como estas, quizás porque no entendía lo que significaba perder a alguien que se aprecia tanto, pero el punto es que el chico seguía pareciéndome demasiado frágil ¿Para qué querría dedicarse a un trabajo como este? Aunque para ser honesta, tal vez agradecía que no hubiese terminado siendo cómo yo.
- Si no me equivoco, debes tener unos dieciocho años ¿No? – dije más que nada para dar un pequeño rodeo y no preguntar aquello de golpe – Usualmente a esta edad ya deberías tener un par de años de experiencia trabajando en solitario – agregué algo extrañada, aunque no del todo segura, porque tampoco es que se pudiera decir que el trato y el entrenamiento al que me sometieron fuera del todo lo común o lo ortodoxo al menos – ¿Cómo es que no comenzaste a ser entrenado a la edad apropiada? – pregunté con el ceño algo fruncido.
Lo admito, lo envidiaba un poco porque no me podía imaginar lo que hubiese sido una niñez y adolescencia normales, pero ahora que recordaba… aquel lanzamiento tan torpe que hizo y que había acabado golpeándome la mejilla… ¿No era demasiado tarde para comenzar? Estuve a punto de preguntárselo, pero creo que habría sido demasiado cruel incluso para mí, así que solo me remití a recoger también la roca que había tirado a sus pies.
- Me llamo Haydee… Danglars – dije obviando aquella jugarreta que tiempo atrás había hecho al cambiar el orden de mis apellidos, y en parte para averiguar si el muchacho sabía algo de mí o si su memoria era demasiado frágil también.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
En cuanto pronunció su nombre, no me pareció para nada desconocido. De hecho, la cabellera rojiza que acompañaba a un amigo de mi padre un día – cuya fecha exacta no recuerdo pero no importa- hace ocho años atrás se me apareció de golpe, igual que las risas del hombre al verme ocultarme detrás de mi progenitor a causa del temor que me producía esa mirada tan segura de la niña que ahora la mujer que estaba a mi lado. Por una piedra, el mundo se me hizo terriblemente más pequeño, lo que supuestamente era algo bueno. Siempre lo era tener conocidos lejos de casa.
- H-Haydee…-susurré con sorpresa, pero apenas terminé me corregí como grabadora retrocediendo para que no tuviera más motivos de aplastarme como a la lata – Señorita Haydee…-tenía un año más que yo, según recordaba, aunque por la diferencia de nuestras actitudes esa brecha era bastante mayor – No empecé a la edad ideal porque mi padre enfermó en esa época, pero aún así alcanzó a enseñarme lo básico antes que muriera… - No iba a decirle cómo y por qué murió, ¡Oh no! ¡Me iba a pulverizar! Miré las latas que había alcanzado a derribar y continué – Además, lo poco que alcanzó a enseñarme aún no lo aplico bien, no sé por qué me cuesta tanto…quizás no tenga su talento…-¿Cuándo fue que me quedé mirando el cielo pensando en voz alta? Cuando lo noté suspiré para sacarme algo de los malos pensamientos de encima y continué – Pero no me importa eso, de todas formas…- dije girando el timón de lo que estaba hablando – Seguiré entrenando sin importar cuánto me tarde y cuántas veces le de a alguien con una piedra…-Sonreí bromista y la sonrisa se amplió cuando pensé en lo que mencioné después – Entrenaré, entrenaré…y me convertiré en el mejor de todos. Sí, señor. –Me crucé de brazos y asentí tres veces, como si la cantidad fuera sagrada para que saliera todo bien y pudiera seguir adelante. Era como una cábala.
- H-Haydee…-susurré con sorpresa, pero apenas terminé me corregí como grabadora retrocediendo para que no tuviera más motivos de aplastarme como a la lata – Señorita Haydee…-tenía un año más que yo, según recordaba, aunque por la diferencia de nuestras actitudes esa brecha era bastante mayor – No empecé a la edad ideal porque mi padre enfermó en esa época, pero aún así alcanzó a enseñarme lo básico antes que muriera… - No iba a decirle cómo y por qué murió, ¡Oh no! ¡Me iba a pulverizar! Miré las latas que había alcanzado a derribar y continué – Además, lo poco que alcanzó a enseñarme aún no lo aplico bien, no sé por qué me cuesta tanto…quizás no tenga su talento…-¿Cuándo fue que me quedé mirando el cielo pensando en voz alta? Cuando lo noté suspiré para sacarme algo de los malos pensamientos de encima y continué – Pero no me importa eso, de todas formas…- dije girando el timón de lo que estaba hablando – Seguiré entrenando sin importar cuánto me tarde y cuántas veces le de a alguien con una piedra…-Sonreí bromista y la sonrisa se amplió cuando pensé en lo que mencioné después – Entrenaré, entrenaré…y me convertiré en el mejor de todos. Sí, señor. –Me crucé de brazos y asentí tres veces, como si la cantidad fuera sagrada para que saliera todo bien y pudiera seguir adelante. Era como una cábala.
Arokh Von Feuer- Cazador Clase Media
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Re: Target [Arokh Von Feuer]
Parecíamos lados opuestos del mismo mundo. Uno que a este punto ya no sabía si necesitaba o no a personas como nosotros para que limpiáramos sus casas y jardines de criaturas indeseables. Había insensatos que los tenían por amigos, incluso por parejas, y a pesar de lo que cualquier ridículo cargo que tuviese a mi haber, yo no era nadie para juzgar el hecho de que se relacionaran con aquellos seres, porque aún no sabía en qué parte de ese libro al que le rendían tanta pleitesía se contenían tanto la prohibición de tratar con ellos como la orden de aniquilarlos. En estos momentos, la verdad es que no tenía sentido para mí… ¿Pero qué había de él? ¿Por qué alguien que parecía tan frágil y torpe quería arriesgar su vida de ese modo? ¿Qué causa podía ser tan convincente como para arrastrarlo al infierno?
La verdad es que sentía por él una lástima que distaba de ser sana, era tanto por el hecho de que hubiese perdido aquellos años en que se hubiesen moldeado de mejor manera sus habilidades, como por sus tal vez vanos intentos actuales. No quería decir que fuese patético, porque no lo era, pero parecía más bien un pequeño conejito enfrentándose a una manada de rinocerontes, que si bien podía escapar debido a su pequeño tamaño, al mismo tiempo, era incapaz de hacer algo más que esquivar los pisotones.
Esbocé una leve sonrisa con aquello de las piedras. Eran tan ingenuo e infantil que incluso hacía provocaba ganas de ayudarlo ¿Cuántos habrían caído antes en ello? – Es admirable – dije con una expresión que casi decía todo lo contrario – Entiendo que quieras honrar la memoria de tu padre, pero creo que es bastante difícil que puedas dispararle a un vampiro o a un licántropo si ni siquiera puedes atinarle apropiadamente a una lata inmóvil – agregué dando unos pasos al costado, para además ubicarme a su lado.
Lancé la dichosa lata hacia arriba, sobre nuestras cabezas, a no demasiada altura, para tantear la resistencia y el tiempo aproximado que tardaría en caer, y di un suave golpe con el codo para que prestara atención. Volví a lanzar la lata, esta vez a más altura, de forma que no cayese directamente sobre nosotros, y antes de que siquiera comenzara su trayectoria de vuelta hacia el suelo, desenfundé un revólver Colt muy liviano que llevaba en el cinto y me apresté a dispararle en el centro. El sonido de ambos metales estrellándose corroboró que había acertado.
No buscaba presumir, y la verdad es que tampoco creo que fuese a disuadirlo la aparente dificultad, pero tal vez si para demostrarle que le faltaba mucho hasta para pensar en enfrentarse a una criatura que con un golpe podía matarlo.
La malograda lata cayó un par de metros frente a nosotros, abollada como era obvio y pese a que no me iba a molestar en acercarme para revisar - ¿Siquiera has matado a alguien antes? – pregunté con seriedad mientras apoyaba el cañón de la Colt en su hombro, en parte para que sintiera el adictivo aroma a la pólvora recién percutida. Porque sí, aparte de las imposibilidades físicas y materiales, también me parecía que su mente era frágil, y que no soportaría el extinguir la vida de otro por más que se lo mereciera.
La verdad es que sentía por él una lástima que distaba de ser sana, era tanto por el hecho de que hubiese perdido aquellos años en que se hubiesen moldeado de mejor manera sus habilidades, como por sus tal vez vanos intentos actuales. No quería decir que fuese patético, porque no lo era, pero parecía más bien un pequeño conejito enfrentándose a una manada de rinocerontes, que si bien podía escapar debido a su pequeño tamaño, al mismo tiempo, era incapaz de hacer algo más que esquivar los pisotones.
Esbocé una leve sonrisa con aquello de las piedras. Eran tan ingenuo e infantil que incluso hacía provocaba ganas de ayudarlo ¿Cuántos habrían caído antes en ello? – Es admirable – dije con una expresión que casi decía todo lo contrario – Entiendo que quieras honrar la memoria de tu padre, pero creo que es bastante difícil que puedas dispararle a un vampiro o a un licántropo si ni siquiera puedes atinarle apropiadamente a una lata inmóvil – agregué dando unos pasos al costado, para además ubicarme a su lado.
Lancé la dichosa lata hacia arriba, sobre nuestras cabezas, a no demasiada altura, para tantear la resistencia y el tiempo aproximado que tardaría en caer, y di un suave golpe con el codo para que prestara atención. Volví a lanzar la lata, esta vez a más altura, de forma que no cayese directamente sobre nosotros, y antes de que siquiera comenzara su trayectoria de vuelta hacia el suelo, desenfundé un revólver Colt muy liviano que llevaba en el cinto y me apresté a dispararle en el centro. El sonido de ambos metales estrellándose corroboró que había acertado.
No buscaba presumir, y la verdad es que tampoco creo que fuese a disuadirlo la aparente dificultad, pero tal vez si para demostrarle que le faltaba mucho hasta para pensar en enfrentarse a una criatura que con un golpe podía matarlo.
La malograda lata cayó un par de metros frente a nosotros, abollada como era obvio y pese a que no me iba a molestar en acercarme para revisar - ¿Siquiera has matado a alguien antes? – pregunté con seriedad mientras apoyaba el cañón de la Colt en su hombro, en parte para que sintiera el adictivo aroma a la pólvora recién percutida. Porque sí, aparte de las imposibilidades físicas y materiales, también me parecía que su mente era frágil, y que no soportaría el extinguir la vida de otro por más que se lo mereciera.
Haydee Tebelyn-Danglars- Inquisidor Clase Alta
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