AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Guerra y Paz.
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Guerra y Paz.
Camine con paso rápido y sigilo por el bosque, inmiscuyéndome en el ramaje y adentrándome aun mas en la espesa vegetación hasta que visualice una pequeña marca en uno de los arboles cercanos, fue entonces cuando camine cinco pasos más, y me arrodille, comenzando a quitar el ramaje del suelo para contemplar una vieja trampilla oculta. Me apresure en mirar a todos lados antes de moverla a un lado, deslizándome por ella para volver a posicionarla , bajando a oscuras por unas estrechas escaleras hasta que llegue al suelo, donde comencé a caminar por el único pasillo que había, un pasillo largo, rodeado de antorchas que iluminaban el sendero.
Llegue al final de él, donde dos guardias con los brazos cruzados custodiaban la fuerte puerta blindada.
D.K.D.K. Indique con sosiego mientras los corpulentos hombres de mi misma altura asentían y abrían las puertas dejándome pasar.
Camine unos diez metros más hasta que pase por un arco ornamentado, que me dejo visualizar desde allí la enorme mesa redonda, donde todos -ya reunidos-, comentaban cosas o se movían por la sala.
En aquel momento mire en todas direcciones, aquel lugar estaba bastante escondido... me preguntaba cuando lugares como aquel habrían ocultos en Paris, y es que las reuniones cada vez eran realizadas en un punto distinto de la ciudad.
Empecé a adentrarme y a caminar hacia los allí presentes, quienes comenzaban a dejar sus cosas para mirarme entrar, saludándome con algún gesto.
Buenas noches caballeros…Y excelentísimas damas. Indique con una sonrisa a a Esmeralda, Evolett y a Scarlett quien camino rápidamente hacia mí, mientras nos dábamos un abrazo de saludo, momento en que ella me miro frunciendo el ceño y sacando uno de sus pañuelos para limpiar el corte de mi mejilla, le guiñe un ojo para indicarle que estaba bien mientras ella asentía una sola vez. Entonces avanzamos hacia la enorme mesa redonda y ella se sentó mientras yo tomaba la silla que me correspondía, apartándola mientras aprovechaba de meter las manos en el interior de mis abrigos sacando dos enormes armas escondidas para depositarlas sobre la mesa, creando un tanto de estruendo, aprovechando de dejar también algunas dagas además de los guantes de cuero y la katana que llevaba colgada a la espalda en aquella ocasión, respirando un poco mas aliviado sin tanto peso encima mientras algunos de los presentes me miraban extrañados de que llevase un pequeño arsenal conmigo, sin decir nada.
Disculpad mi demora, he tenido que encargarme de un pequeño contratiempo por el camino.
¿Un contratiempo molesto?
Bastante, respondí con una sonrisa a Magnus.
¿Liquidado?
Totalmente. El sonrió complacido antes de exhalar el humo de su puro, mirando hacia abajo uno de los diversos mapas desplegados por la mesa junto a Esmeralda. Y es que todos se hallaban dispersos en la gran sala haciendo algo distinto.
Por un lado Scarlet volvió junto a Gerry, quien le extendió algunos documentos que ella leyó, mientras que a su lado aquella mujer llamada Evolett charlaba en voz baja con Jäeger, un inmortal al que había conocido hacia pocos días, les observe mientras me sentaba, acomodándome y aceptando la copa de agua que uno de los siervos me ofrecía. Mientras que un tanto mas apartados, se encontraban los otros dos inmortales…Jerarld y Axásveroth, el cabecilla y culpable de que me encontrara en aquel lugar a aquellas intempestuosas horas.
Sus charlas eran las más inquietantes, debido a que era una charla silenciosa totalmente. Pues ellos simplemente se miraban y asentían o hacían alguna mueca o gesto con la mano, aunque ninguna palabra saliese nunca de sus labios. Estaba seguro de que era una charla mental interesante, aunque no duró mucho, y es que después de que ambos “acabasen sus respectivos diálogos” El cabecilla se situó apoyando ambas manos sobre la mesa, mirando a los presentes mientras sonreía a la vez que algunos de sus siervos comenzaban a entregarnos algunos documentos que incluían planos y directrices.
Bien…Ahora que ya estamos todos, ya podemos comenzar, y es que esta será nuestra última reunión. Los cabos están atados, y el día decido…Solo hay dos asuntos que están aun en el aire, y es que hay dos sujetos que requieren distracción.
Una de ellas es Ran Kuran.-Alias Libélula. Neófita, tres años de inmortalidad. Es una de mis mejores siervas, joven, pero experta en su instrucción, ha sido mi mano derecha en estos últimos tiempos. Constante y fiel a los reyes…
En aquel momento aquel hombre miro hacia abajo algunos de sus planos y suspiro. Necesito quitarla de en medio.
El silencio se hizo entre los presentes, mientras yo sonreía de medio lado, sin dudarlo ni un solo instante. Magnus y Scarlett me miraron enseguida, seguramente leyendo mi mente y mis ideas antes que yo mismo,mas que posiblemente, queriendo interponerse, por lo que negué con la cabeza… me conocían mejor que nadie.
Yo me encargare de ella. Indique sosegado, sacando la katana de su funda para poder depositarla sobre mi regazo, limpiando con un trapo que saque de mi bolsillo, la sangre aun fresca del último sobrenatural que me había atacado y al que había matado instantes antes de llegar a aquella reunión secreta.
Tenemos un asunto pendiente, he luchado con ella, conozco sus movimientos… yo me haré cargo de la Libélula, indique mientras volvía a meter la katana en su funda, cerrándola con un golpe seco mientras la depositaba sobre la mesa y me apoyaba en el respaldo de mi silla, cruzando los dedos de mis manos sobre mis piernas, encontrándome con los ojos de Axásveroth, quien escrutó mi semblante un momento, antes de asentir con decisión y continuar.
Perfecto… Aquel será vuestro cometido D.K.
El ataque será antes del amanecer, cada uno se encargara de su labor y nada mas, del resto se ocupara mi ejercito, Yo ire a por Cyrion directamente, pero antes necesito separarles…Dariel y Cyrion siempre están juntos y esto puede suponer un problema para todos.
Yo me ocupare de Dariel. Indico Jerarld un tanto pensativo, como si no estuviese realmente en nuestra compañía. Nos une una larga amistad, pues ella ha sido también una de mis mentoras. Me encargare de que no se encuentre en el palacio a la hora del ataque.
...
Si...Eso nos servirá. Pues necesito tener unas palabras con ella cuando todo esto acabe...
Entonces ¡Ya esta todo señores!...y señoritas Aclaró el líder de aquella extraña reunión, mientras se erguía sonriendo.
El siguiente amanecer nos pertenecerá. Los cabos están atados, la hora decidida, mis peones a punto de atacar. Es hora de que empiece el juego.
Mientras que yo, me dirigía directamente hacia la residencia de los reyes, donde con paso firme y la mente clara, me conducía directamente hacia la ubicación exacta en donde aquella estaría descansando.
Era hora de encontrarme con la mujer que me lo había robado todo.
Era hora de saldar cuentas con el propio destino...
Era hora de que Ran Kuran y yo, nos volviésemos a ver.
Llegue al final de él, donde dos guardias con los brazos cruzados custodiaban la fuerte puerta blindada.
D.K.D.K. Indique con sosiego mientras los corpulentos hombres de mi misma altura asentían y abrían las puertas dejándome pasar.
Camine unos diez metros más hasta que pase por un arco ornamentado, que me dejo visualizar desde allí la enorme mesa redonda, donde todos -ya reunidos-, comentaban cosas o se movían por la sala.
En aquel momento mire en todas direcciones, aquel lugar estaba bastante escondido... me preguntaba cuando lugares como aquel habrían ocultos en Paris, y es que las reuniones cada vez eran realizadas en un punto distinto de la ciudad.
Empecé a adentrarme y a caminar hacia los allí presentes, quienes comenzaban a dejar sus cosas para mirarme entrar, saludándome con algún gesto.
Buenas noches caballeros…Y excelentísimas damas. Indique con una sonrisa a a Esmeralda, Evolett y a Scarlett quien camino rápidamente hacia mí, mientras nos dábamos un abrazo de saludo, momento en que ella me miro frunciendo el ceño y sacando uno de sus pañuelos para limpiar el corte de mi mejilla, le guiñe un ojo para indicarle que estaba bien mientras ella asentía una sola vez. Entonces avanzamos hacia la enorme mesa redonda y ella se sentó mientras yo tomaba la silla que me correspondía, apartándola mientras aprovechaba de meter las manos en el interior de mis abrigos sacando dos enormes armas escondidas para depositarlas sobre la mesa, creando un tanto de estruendo, aprovechando de dejar también algunas dagas además de los guantes de cuero y la katana que llevaba colgada a la espalda en aquella ocasión, respirando un poco mas aliviado sin tanto peso encima mientras algunos de los presentes me miraban extrañados de que llevase un pequeño arsenal conmigo, sin decir nada.
Disculpad mi demora, he tenido que encargarme de un pequeño contratiempo por el camino.
¿Un contratiempo molesto?
Bastante, respondí con una sonrisa a Magnus.
¿Liquidado?
Totalmente. El sonrió complacido antes de exhalar el humo de su puro, mirando hacia abajo uno de los diversos mapas desplegados por la mesa junto a Esmeralda. Y es que todos se hallaban dispersos en la gran sala haciendo algo distinto.
Por un lado Scarlet volvió junto a Gerry, quien le extendió algunos documentos que ella leyó, mientras que a su lado aquella mujer llamada Evolett charlaba en voz baja con Jäeger, un inmortal al que había conocido hacia pocos días, les observe mientras me sentaba, acomodándome y aceptando la copa de agua que uno de los siervos me ofrecía. Mientras que un tanto mas apartados, se encontraban los otros dos inmortales…Jerarld y Axásveroth, el cabecilla y culpable de que me encontrara en aquel lugar a aquellas intempestuosas horas.
Sus charlas eran las más inquietantes, debido a que era una charla silenciosa totalmente. Pues ellos simplemente se miraban y asentían o hacían alguna mueca o gesto con la mano, aunque ninguna palabra saliese nunca de sus labios. Estaba seguro de que era una charla mental interesante, aunque no duró mucho, y es que después de que ambos “acabasen sus respectivos diálogos” El cabecilla se situó apoyando ambas manos sobre la mesa, mirando a los presentes mientras sonreía a la vez que algunos de sus siervos comenzaban a entregarnos algunos documentos que incluían planos y directrices.
Bien…Ahora que ya estamos todos, ya podemos comenzar, y es que esta será nuestra última reunión. Los cabos están atados, y el día decido…Solo hay dos asuntos que están aun en el aire, y es que hay dos sujetos que requieren distracción.
Una de ellas es Ran Kuran.-Alias Libélula. Neófita, tres años de inmortalidad. Es una de mis mejores siervas, joven, pero experta en su instrucción, ha sido mi mano derecha en estos últimos tiempos. Constante y fiel a los reyes…
En aquel momento aquel hombre miro hacia abajo algunos de sus planos y suspiro. Necesito quitarla de en medio.
El silencio se hizo entre los presentes, mientras yo sonreía de medio lado, sin dudarlo ni un solo instante. Magnus y Scarlett me miraron enseguida, seguramente leyendo mi mente y mis ideas antes que yo mismo,mas que posiblemente, queriendo interponerse, por lo que negué con la cabeza… me conocían mejor que nadie.
Yo me encargare de ella. Indique sosegado, sacando la katana de su funda para poder depositarla sobre mi regazo, limpiando con un trapo que saque de mi bolsillo, la sangre aun fresca del último sobrenatural que me había atacado y al que había matado instantes antes de llegar a aquella reunión secreta.
Tenemos un asunto pendiente, he luchado con ella, conozco sus movimientos… yo me haré cargo de la Libélula, indique mientras volvía a meter la katana en su funda, cerrándola con un golpe seco mientras la depositaba sobre la mesa y me apoyaba en el respaldo de mi silla, cruzando los dedos de mis manos sobre mis piernas, encontrándome con los ojos de Axásveroth, quien escrutó mi semblante un momento, antes de asentir con decisión y continuar.
Perfecto… Aquel será vuestro cometido D.K.
El ataque será antes del amanecer, cada uno se encargara de su labor y nada mas, del resto se ocupara mi ejercito, Yo ire a por Cyrion directamente, pero antes necesito separarles…Dariel y Cyrion siempre están juntos y esto puede suponer un problema para todos.
Yo me ocupare de Dariel. Indico Jerarld un tanto pensativo, como si no estuviese realmente en nuestra compañía. Nos une una larga amistad, pues ella ha sido también una de mis mentoras. Me encargare de que no se encuentre en el palacio a la hora del ataque.
...
Si...Eso nos servirá. Pues necesito tener unas palabras con ella cuando todo esto acabe...
Entonces ¡Ya esta todo señores!...y señoritas Aclaró el líder de aquella extraña reunión, mientras se erguía sonriendo.
El siguiente amanecer nos pertenecerá. Los cabos están atados, la hora decidida, mis peones a punto de atacar. Es hora de que empiece el juego.
…
Aquel fue el final de nuestra última reunión. Y es que el juego empezó al amanecer de la noche siguiente, cuando todos nos dispusimos a intervenir en lo acordado. Mientras que yo, me dirigía directamente hacia la residencia de los reyes, donde con paso firme y la mente clara, me conducía directamente hacia la ubicación exacta en donde aquella estaría descansando.
Era hora de encontrarme con la mujer que me lo había robado todo.
Era hora de saldar cuentas con el propio destino...
Era hora de que Ran Kuran y yo, nos volviésemos a ver.
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 154
Fecha de inscripción : 10/10/2011
Localización : Descúbralo.
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Guerra y Paz.
Corté el hilo con mis dientes y deposité el alfiler sobre la mesa de noche, contemplando en la penumbra tenuemente iluminada por la única vela de fuego encendido que se hallaba en aquél habitáculo, aquella pequeña muñeca de trapo. Las yemas de mis dedos contornearon aquél botón violeta que había cosido momentos antes y que, junto a su otro semejante, representaban los ojos. Seguidamente las deslicé suavemente hacia los cuatro o cinco retales de lana azabache y desordenada que adornaba la parte superior de aquella alargada cabeza. Sin poderlo evitar, una nostálgica sonrisa se adueñó de mis labios, escapándoseme de la boca un apesadumbrado suspiro en el preciso instante en el que la puerta del dormitorio se abrió con brusquedad y unos pasos se acercaron hacia mí, dándole la espalda a aquél que había irrumpido. Lo cierto era, que no necesitaba verle para saber de quién se trataba, pues la brisa me trajo a mis pulmones el inconfundible aroma de su piel.
- Aya me regaló ésta muñeca cuando tenía siete años, poco antes de que se la llevaran a la Casa de Geishas.- murmuré sin que nadie antes hubiera roto aquél silencio quizás un tanto tenso para gusto del visitante.- Sé a lo que has venido, Diétrich, pero no por ello dejaré de luchar por mi vida y por la verdad.- añadí con un tono casi desafiante en mi voz, irguiéndome lentamente del lecho para enfrentarme al fin, a él.
Guardé la figura sonriente en mi escote, cerca de mi corazón, tomándolo como un amuleto, sintiendo aun el aroma de mi hermana, su fuerza inagotable, sus sueños aun palpitantes en cada punto de aquél juguete infantil.
- Ven a mí.
Separé mis piernas ante su fiera mirada, flexionando las rodillas y deslizando mis manos hacia mis costados hasta tomar la empuñadura de mis dos sai escondidas bajo mis ligeros de cuero anclados a la altura de mis muslos, alzando ahora las armas contra él en una posición de defensa, esperando su inminente ataque mientras mi espalda se inclinaba hacia él y mis ojos localizaban cada punto débil de aquél hombre dispuesto a matarme para satisfacer una sed de venganza que, si bien podía entender, no lograba comprender.
La muerte de Aya no me había supuesto sentimiento alguno de culpabilidad, pues mi consciencia se encontraba tranquila al saber que había hecho todo cuanto había estado en mi mano por protegerla, aun arriesgándome a ser descubierta por Axásveroth y acusada de traición ante los Reyes. Estaba convencida que aquél desenlace era el destino de mi hermana, pues así apareció escrito en cuanto sus pies de bailarina se posaron sobre tierras niponas. De hecho, si había de buscar algún culpable para aquella cruel tragedia, éste se encontraba frente a mí en aquél momento. Él había sido quién había permitido que Aya volviera a Japón, que las muertes de Kou y del resto de nuestra familia fueran en vano, que ella tuviera que esconderse para evitar, precisamente, morir a manos del Ejército. Él era quién había colocado el delicado cuello de Aya sobre la afilada guadaña de la Muerte.
- Aya me regaló ésta muñeca cuando tenía siete años, poco antes de que se la llevaran a la Casa de Geishas.- murmuré sin que nadie antes hubiera roto aquél silencio quizás un tanto tenso para gusto del visitante.- Sé a lo que has venido, Diétrich, pero no por ello dejaré de luchar por mi vida y por la verdad.- añadí con un tono casi desafiante en mi voz, irguiéndome lentamente del lecho para enfrentarme al fin, a él.
Guardé la figura sonriente en mi escote, cerca de mi corazón, tomándolo como un amuleto, sintiendo aun el aroma de mi hermana, su fuerza inagotable, sus sueños aun palpitantes en cada punto de aquél juguete infantil.
- Ven a mí.
Separé mis piernas ante su fiera mirada, flexionando las rodillas y deslizando mis manos hacia mis costados hasta tomar la empuñadura de mis dos sai escondidas bajo mis ligeros de cuero anclados a la altura de mis muslos, alzando ahora las armas contra él en una posición de defensa, esperando su inminente ataque mientras mi espalda se inclinaba hacia él y mis ojos localizaban cada punto débil de aquél hombre dispuesto a matarme para satisfacer una sed de venganza que, si bien podía entender, no lograba comprender.
La muerte de Aya no me había supuesto sentimiento alguno de culpabilidad, pues mi consciencia se encontraba tranquila al saber que había hecho todo cuanto había estado en mi mano por protegerla, aun arriesgándome a ser descubierta por Axásveroth y acusada de traición ante los Reyes. Estaba convencida que aquél desenlace era el destino de mi hermana, pues así apareció escrito en cuanto sus pies de bailarina se posaron sobre tierras niponas. De hecho, si había de buscar algún culpable para aquella cruel tragedia, éste se encontraba frente a mí en aquél momento. Él había sido quién había permitido que Aya volviera a Japón, que las muertes de Kou y del resto de nuestra familia fueran en vano, que ella tuviera que esconderse para evitar, precisamente, morir a manos del Ejército. Él era quién había colocado el delicado cuello de Aya sobre la afilada guadaña de la Muerte.
Victoria A. Hedinson- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 29/08/2012
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