AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
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The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Llevaba ya un par de semanas trabajando en aquel hospital y los sucesos extraños cada vez se acontecían con más frecuencia. Estrella era una muchacha con recursos y mucho recorrido en la vida y, a sus escasos veinticuatro años de edad, ya había visto multitud de enfermedades, dolencias, infecciones y mutaciones en humanos, incluso en animales. Pero lo que ocurría en aquel lugar, era algo nuevo para ella. Hombres y mujeres que parecían haber sido atacados por animales gigantescos como osos, pero cuyas garras eran más largas y laceraban más profundo, jóvenes tan pálidos que parecían haber sufrido una impresionante anemia y deberían yacer muertos, personas que se negaban a recibir asistencia cuando su vida pendía de un hilo y claramente estaban falleciendo en la cama o incluso en el suelo. ¿Y por qué allí? ¿Por qué en París? ¿A caso era algo así como un agujero del infierno donde se habían ido a reunir todas las extrañezas y muertes incongruentes posibles? La chica no le encontraba lógica alguna, no creía que fuera ningún tipo de plaga, porque aunque a veces los síntomas se asemejaban o en muy pocos casos incluso coincidían, las historias que los pocos que hablaban se dignaban a contar, no tenían ni pies ni cabeza. Parecían estar todos sujetos a los efectos del opio.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Última edición por Estrella Díaz el Dom Nov 26, 2017 2:44 pm, editado 1 vez
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Oí una voz que desde el templo decía a gritos a los siete ángeles: «¡Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas del furor de Dios!»
Apocalipsis 16:1
Pasos huecos sobre el empedrado de las calles mas alejadas del centro urbano de París.
El olor a depravación, alcohol, sexo y orín se fundía con una visión amarga de una sociedad corrupta.
Putas que vendían su cuerpo por unas monedas dispuestas o ofrecer lujuria a cambio de gula.
Avaricia, todos querían tener mas de lo que poseían y para lograrlo traficaban sin importarles aquello que caían bajo sus fauces.
Ira, el odio plagaba los pasos de un mundo sin civilizar.
La sociedad estaba corrompida : Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. Apocalipsis 20:15
Aquel día no serian putas, ladrones o asesinos aquellos que probarían el acero de mi mandoble, si no los inmortales que creyéndose dioses tomaban todo cuanto querían de esa sociedad que no se sostenida.
Un viejo almacén, como ratas ahí se escondían los neófitos celebrando los alimentos que como ovejas la humanidad les producía.
Al parecer algún vampiro los había trasformado recientemente y la gula los hacia devorar sin pausa.
Me adentré sin miedo, mis ámbar centelleaban cuando la capucha bajo para mostrar el rostro de la guerra que iba a empezar para traer el caos en aquel lugar.
Un nido de vampiros, se rieron ante lo que creían un simple licantropo, pobres soberbios, pronto les mostraría su error.
Mi mano afianzó el mango, de un tirón el acero silbo siendo desenvainado, rugí animándolos a venir a mi, como el pastor que guía a su rebaño.
Mi aceró sajó de cuajo la primera cabeza, rugí mostrandoles los dientes mientras mi mano diestra atrapaba la cabeza de uno de ellos y la estrujaba hasta reventarla.
Otro hundió sus colmillos en mi brazo, aullé de dolor y sin pensarlo mis fauces tomaron su cuello de un tirón lo rasgué sacandole las venas del sitio y escupiendo la carne a un lado.
Cuerpos inertes, ya putrefactos se arremolinaban a mi alrededor, lucha encarnizada de bestias sobrenaturales.
Al fina de la gesta, solo en pie quedé yo.
Padre, he cumplido mi misión -pensé tambaleandome por la perdida de sangre, por las heridas producidas por los corderos que contra el lobo se alzaron y cayeron al fuego eterno.
Apreté los dientes caminando por los callejones, ropas rasgadas, mi mano contra la pared para mantenerme en pie.
-Armagedon -lo llamé como si pudiera ayudarme en un momento en el que solo dios oía mis suplicas.
Caí de rodillas, no podía mantenerme en pie, mis ojos se achicaban, manchas marrones, luces y sobras y el dolor que me atenazaba y me hacia luchar por volver a alzarme.
Me desplomé en el suelo perdiendo el sentido, solo oía pasos, voces y luego nada.
Abrí los ojos de forma pesada, se me entrecerraban, fruto del cansancio.
Mi cuerpo temblaba incapaz de mantener esa temperatura elevada que caracterizaba mi especie.
Intenté centrar la mirada ¿donde estaba?
Nervioso abrí los ojos de golpe, gruñí intentando alzarme del lecho donde mi cuerpo reposaba mientras gruñía como un animal salvaje apresado.
Apocalipsis 16:1
Pasos huecos sobre el empedrado de las calles mas alejadas del centro urbano de París.
El olor a depravación, alcohol, sexo y orín se fundía con una visión amarga de una sociedad corrupta.
Putas que vendían su cuerpo por unas monedas dispuestas o ofrecer lujuria a cambio de gula.
Avaricia, todos querían tener mas de lo que poseían y para lograrlo traficaban sin importarles aquello que caían bajo sus fauces.
Ira, el odio plagaba los pasos de un mundo sin civilizar.
La sociedad estaba corrompida : Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. Apocalipsis 20:15
Aquel día no serian putas, ladrones o asesinos aquellos que probarían el acero de mi mandoble, si no los inmortales que creyéndose dioses tomaban todo cuanto querían de esa sociedad que no se sostenida.
Un viejo almacén, como ratas ahí se escondían los neófitos celebrando los alimentos que como ovejas la humanidad les producía.
Al parecer algún vampiro los había trasformado recientemente y la gula los hacia devorar sin pausa.
Me adentré sin miedo, mis ámbar centelleaban cuando la capucha bajo para mostrar el rostro de la guerra que iba a empezar para traer el caos en aquel lugar.
Un nido de vampiros, se rieron ante lo que creían un simple licantropo, pobres soberbios, pronto les mostraría su error.
Mi mano afianzó el mango, de un tirón el acero silbo siendo desenvainado, rugí animándolos a venir a mi, como el pastor que guía a su rebaño.
Mi aceró sajó de cuajo la primera cabeza, rugí mostrandoles los dientes mientras mi mano diestra atrapaba la cabeza de uno de ellos y la estrujaba hasta reventarla.
Otro hundió sus colmillos en mi brazo, aullé de dolor y sin pensarlo mis fauces tomaron su cuello de un tirón lo rasgué sacandole las venas del sitio y escupiendo la carne a un lado.
Cuerpos inertes, ya putrefactos se arremolinaban a mi alrededor, lucha encarnizada de bestias sobrenaturales.
Al fina de la gesta, solo en pie quedé yo.
Padre, he cumplido mi misión -pensé tambaleandome por la perdida de sangre, por las heridas producidas por los corderos que contra el lobo se alzaron y cayeron al fuego eterno.
Apreté los dientes caminando por los callejones, ropas rasgadas, mi mano contra la pared para mantenerme en pie.
-Armagedon -lo llamé como si pudiera ayudarme en un momento en el que solo dios oía mis suplicas.
Caí de rodillas, no podía mantenerme en pie, mis ojos se achicaban, manchas marrones, luces y sobras y el dolor que me atenazaba y me hacia luchar por volver a alzarme.
Me desplomé en el suelo perdiendo el sentido, solo oía pasos, voces y luego nada.
Abrí los ojos de forma pesada, se me entrecerraban, fruto del cansancio.
Mi cuerpo temblaba incapaz de mantener esa temperatura elevada que caracterizaba mi especie.
Intenté centrar la mirada ¿donde estaba?
Nervioso abrí los ojos de golpe, gruñí intentando alzarme del lecho donde mi cuerpo reposaba mientras gruñía como un animal salvaje apresado.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Allí los médicos hablaban poco, daban las órdenes justas y había que obedecer sin rechistar o sino llamaban a otra enfermera y a ti te mandaban a la mierda. Estrella permaneció junto al doctor mientras éste examinaba al hombre y tras tocarle aquí y allá, mirarle dentro de la boca y analizar sus pupilas, mandó que lo llevaran a descansar. La muchacha no entendía nada, ¿ya estaba? ¿Ni siquiera tenía intención de mandar suturar las heridas? Obviamente, la española desconocía el poder de curación acelerada de algunos seres sobrenaturales, de hecho, ni siquiera sabía de la existencia de ellos y, sin embargo, se había topado con decenas desde su llegada a aquel hospital. Apretó los labios para no maldecir al hombre que supuestamente se sabía lo que hacía, agarró la camilla y tiró de ella para llevarla a una de las habitaciones del piso de arriba. -¿Para qué te reservamos una cama si a este paso te mueres antes del mediodía?- Resopló, visiblemente mosqueada y aparcó al tipo en un lado de la estancia, corriendo después la cortina. Pero ella se quedó dentro. -Al menos si te dejamos así.- Aseguró y convencida de que hacía lo que debía, sacó aguja e hilo especial de cirugía para cerrar los cortes grandes, tres bajo las costillas al lado derecho y dos más en el brazo, bajo el hombro, del mismo lado. Cosió con paciencia y para cuando terminó, volvía a tener las manos rojizas. Se las limpió en la bata y decidió descansar al desconocido, tal vez por un rato, aunque posiblemente para siempre. Se inclinó sobre su oreja y le susurró, casi como un mandato. -Lucha por tu vida, estúpido.- Se apartó, deslizando las argollas de la tela al salir y volvió a correrlas para darle supuesta intimidad.
Pasaron varias horas en las que tuvo que atender a distintos pacientes, incluso tuvo que ayudar a transportar cadáveres a cremar, porque allí todos arrimaban el hombro para las peores tareas. Estaba haciendo un control regular de planta cuando escuchó un desmesurado gruñido y con el ceño fruncido buscó su origen. Entró en una de las habitaciones, pero allí no era, aún resonaba como si una pared se interpusiera. Cambió a la contigua y allí halló la fuente de tales sonidos. Se sorprendió al pensar que realmente aquel tipo seguía vivo y se acercó a paso firme y rápido para descubrir la camilla y su cuerpo demasiado curado para lo que ella había presenciado horas antes. -¿Qué demonios…?- Se situó junto al joven y le puso una mano en la frente, intentando averiguar si tenía fiebre, pero no parecía estar demasiado caliente. -Deja de quejarte y no te muevas tanto.- Pasó la mano al hombro, al que no estaba herido y ejerció cierta presión para instarlo a recostarse de nuevo y a no moverse, aunque claro estaba, ella no sabía dónde se metía. -Necesitas descansar, llegaste hecho un harapo y con toda la sangre que perdiste, no sé ni cómo sigues con vida…- Las últimas palabras sonaron casi como un susurro, pues en su mente flotaba aquella incógnita, aunque más debería haberle dado vueltas al motivo por el que, estando convencida de que la palmaría, se había molestado en suturarlo.
Pasaron varias horas en las que tuvo que atender a distintos pacientes, incluso tuvo que ayudar a transportar cadáveres a cremar, porque allí todos arrimaban el hombro para las peores tareas. Estaba haciendo un control regular de planta cuando escuchó un desmesurado gruñido y con el ceño fruncido buscó su origen. Entró en una de las habitaciones, pero allí no era, aún resonaba como si una pared se interpusiera. Cambió a la contigua y allí halló la fuente de tales sonidos. Se sorprendió al pensar que realmente aquel tipo seguía vivo y se acercó a paso firme y rápido para descubrir la camilla y su cuerpo demasiado curado para lo que ella había presenciado horas antes. -¿Qué demonios…?- Se situó junto al joven y le puso una mano en la frente, intentando averiguar si tenía fiebre, pero no parecía estar demasiado caliente. -Deja de quejarte y no te muevas tanto.- Pasó la mano al hombro, al que no estaba herido y ejerció cierta presión para instarlo a recostarse de nuevo y a no moverse, aunque claro estaba, ella no sabía dónde se metía. -Necesitas descansar, llegaste hecho un harapo y con toda la sangre que perdiste, no sé ni cómo sigues con vida…- Las últimas palabras sonaron casi como un susurro, pues en su mente flotaba aquella incógnita, aunque más debería haberle dado vueltas al motivo por el que, estando convencida de que la palmaría, se había molestado en suturarlo.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Una cortinas fueron corridas para mi sorpresa. Una figura pequeña, una mujer de cabellos oscuros y clara tez se adentró en la cámara con actitud beligerante, parecía decidida a reducirme.
Gruñí desafiante, débil y herido me sentía como un depredador acorralado por el enemigo, gruñí elevando mi labio superior, su mano en mi hombro empujándome hacia abajo con suavidad.
Me revolví voraz, volteé su cuerpo que ahora quedó sobre el lecho mientras el mio se convertía en carne de piel y hueso.
Mi pecho subía y bajaba violento, golpeando contra su cuerpo, mi mano en su cuello, con los ojos buscaba el mandoble que no hallaba.
-¿Donde estoy? -pregunté completamente desubicado y fuera de mi.
Atrapé sus muñecas con mi otra mano, sin aflojar el agarre del cuelo, mi aliento chocaba furibundo contra sus labios.
-¿Donde estoy? -pregunté de nuevo desafiante clavando mi mirada en sus pardos.
Su cuerpo se removía bajo el mio, me instigaba a que la soltara, tratando de zafarse de un férreo agarre.
Bajé la mirada al sentir el vaivén de sus caderas en una incesante lucha, mi miembro, duro y alzado presionaba su vientre, era culpa de esa mujer que me incitaba a pecar.
-Sus armas son la astucia, el engaño y la torpeza espiritual y sus despojos los hombres engañados por él. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 30).
¿Seria Satanas, queria ocnfundirme, tentarme para evitar que en nombre de dios acabara con lso pecados y viera el renacer de la humanidad?
Dos hombres llegaron en ese instante, me garraron por los brazos para apartarme de lo que ellos llamaban enfermera.
Gruñí, no me costó en demasía soltarme y emprender a golpes contra ambos, no consentiría ser atrapado por satanás.
-Sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. apocalipsis 20:2
Sentí un pinchazo en mi cuello, giré el rostro encontrándome con la mirada parda de la mujer.
-Eres satanás -dije enredando las palabras antes de caer al suelo incapaz de mantenerme en pie, Debían haberme inyectado alguna sustancia para debilitarme aun mas.
Los hombres me llevaron al lecho de nuevo y con correas me amordazaron para que no pudiera luchar.
Me sentía mareado, como si llevara encima una buena borrachera.
Gruñí desafiante, débil y herido me sentía como un depredador acorralado por el enemigo, gruñí elevando mi labio superior, su mano en mi hombro empujándome hacia abajo con suavidad.
Me revolví voraz, volteé su cuerpo que ahora quedó sobre el lecho mientras el mio se convertía en carne de piel y hueso.
Mi pecho subía y bajaba violento, golpeando contra su cuerpo, mi mano en su cuello, con los ojos buscaba el mandoble que no hallaba.
-¿Donde estoy? -pregunté completamente desubicado y fuera de mi.
Atrapé sus muñecas con mi otra mano, sin aflojar el agarre del cuelo, mi aliento chocaba furibundo contra sus labios.
-¿Donde estoy? -pregunté de nuevo desafiante clavando mi mirada en sus pardos.
Su cuerpo se removía bajo el mio, me instigaba a que la soltara, tratando de zafarse de un férreo agarre.
Bajé la mirada al sentir el vaivén de sus caderas en una incesante lucha, mi miembro, duro y alzado presionaba su vientre, era culpa de esa mujer que me incitaba a pecar.
-Sus armas son la astucia, el engaño y la torpeza espiritual y sus despojos los hombres engañados por él. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 30).
¿Seria Satanas, queria ocnfundirme, tentarme para evitar que en nombre de dios acabara con lso pecados y viera el renacer de la humanidad?
Dos hombres llegaron en ese instante, me garraron por los brazos para apartarme de lo que ellos llamaban enfermera.
Gruñí, no me costó en demasía soltarme y emprender a golpes contra ambos, no consentiría ser atrapado por satanás.
-Sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. apocalipsis 20:2
Sentí un pinchazo en mi cuello, giré el rostro encontrándome con la mirada parda de la mujer.
-Eres satanás -dije enredando las palabras antes de caer al suelo incapaz de mantenerme en pie, Debían haberme inyectado alguna sustancia para debilitarme aun mas.
Los hombres me llevaron al lecho de nuevo y con correas me amordazaron para que no pudiera luchar.
Me sentía mareado, como si llevara encima una buena borrachera.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Y antes de poder hacer nada, el hombre la volcó sobre la cama y se le puso encima, acorralándola, imposibilitándole la huida. Los gruñidos del joven pronto se convirtieron en palabras, o mejor dicho en interrogantes. Era normal estar confuso, desorientado, pocos despertaban en el hospital calmados y sin querer saber dónde estaban, y los que lo hacían, o bien estaban medio moribundos o habían perdido hasta el habla. Pero lo que no había sido de esperar fue aquella reacción de someterla. Y la enfermera no era de las que se quedaba quieta, atónita y muda cual estrella de mar. Se revolvió, tiró de las muñecas con fuerza e insistencia, intentó incluso golpear el cuerpo foráneo con una de sus piernas, pero le tenía tan pegado que no tenía ni espacio para que su intento sirviera de nada, lo supo y por ello ni llegó realmente a probar siquiera. Estaba intentando zafarse de sus manos, de todo su peso al completo y ni por asomo se percató de que lo que le presionaba el bajo vientre era una erección de caballo. Ella seguía con sus orbes marrones clavados en aquella mirada desafiante y furiosa, a la que ella pensaba hacer frente con los mismos sentimientos. Pero de pronto le escuchó hablar y se quedó completamente descolocada. -¿Qué dices?- Ese tipo estaba más loco de lo que aparentaba, porque no sólo era violento, sino que encima decía tontadas.
Por suerte para la muchacha, llegaron dos celadores grandes como armarios empotrados y le sacaron al chalado de encima. Se miró las muñecas y las acarició, estaban enrojecidas y se veían perfectamente las marcas de los dedos ajenos. Tenía una fuerza brutal el desconocido, no cabía duda. Se levantó de un salto de la camilla y se encontró con la fiera peleando con los internos y la cosa no iba bien. Al final tendrían que encerrarlo en el manicomio si seguía gritando Satanás esto o lo otro. Buscó a su alrededor y vio un orinal, pensó en cogerlo y atizarle con él en la cabeza, pero tras sentir su fuerza animal, pensó que sería mejor probar otra cosa. Saltó por encima de la cama al armarito de la pared, sacó de allí un bote de morfina y tras llenar al tope la jeringuilla grande que llevaba en el bolsillo, ya con aguja, se subió de rodillas al catre y por sorpresa se la clavó en el cuello al descontrolado paciente, vaciando en sus venas todo el contenido. El efecto fue rápido, primero se suavizaron sus gestos, se desarmó su habla y finalmente se desplomó.
Dejó que los enfermeros le ataran de manos y pies como sólo hacían con los que estaban mal de la cabeza y ponían en peligro sus vidas y las ajenas. Muy adecuado para la ocasión, cabía decir. Le observó de nuevo, dormido como estaba y resopló, hundiendo ambas manos en los saquillos del mandil. -Con lo guapo que estás calladito, hay que ver.- Le darían una segunda oportunidad, esperarían a ver si cuando despertara tras la sedación, que no sería algo brusco, se tomaba las cosas con más calma. Claro que ella poco sabía que ese joven no era humano y que la dosis administrada, no le duraría nada. -No sé si tu padre será cura, pero lo de Satanás te ha dado fuerte. Ni que fuera tan fea.- A veces hablaba con los pacientes inconscientes, incluso con los muertos, con aquellos que ya no eran más que puro fiambre. Cada cuál con sus costumbres y ella tenía varias.
Por suerte para la muchacha, llegaron dos celadores grandes como armarios empotrados y le sacaron al chalado de encima. Se miró las muñecas y las acarició, estaban enrojecidas y se veían perfectamente las marcas de los dedos ajenos. Tenía una fuerza brutal el desconocido, no cabía duda. Se levantó de un salto de la camilla y se encontró con la fiera peleando con los internos y la cosa no iba bien. Al final tendrían que encerrarlo en el manicomio si seguía gritando Satanás esto o lo otro. Buscó a su alrededor y vio un orinal, pensó en cogerlo y atizarle con él en la cabeza, pero tras sentir su fuerza animal, pensó que sería mejor probar otra cosa. Saltó por encima de la cama al armarito de la pared, sacó de allí un bote de morfina y tras llenar al tope la jeringuilla grande que llevaba en el bolsillo, ya con aguja, se subió de rodillas al catre y por sorpresa se la clavó en el cuello al descontrolado paciente, vaciando en sus venas todo el contenido. El efecto fue rápido, primero se suavizaron sus gestos, se desarmó su habla y finalmente se desplomó.
Dejó que los enfermeros le ataran de manos y pies como sólo hacían con los que estaban mal de la cabeza y ponían en peligro sus vidas y las ajenas. Muy adecuado para la ocasión, cabía decir. Le observó de nuevo, dormido como estaba y resopló, hundiendo ambas manos en los saquillos del mandil. -Con lo guapo que estás calladito, hay que ver.- Le darían una segunda oportunidad, esperarían a ver si cuando despertara tras la sedación, que no sería algo brusco, se tomaba las cosas con más calma. Claro que ella poco sabía que ese joven no era humano y que la dosis administrada, no le duraría nada. -No sé si tu padre será cura, pero lo de Satanás te ha dado fuerte. Ni que fuera tan fea.- A veces hablaba con los pacientes inconscientes, incluso con los muertos, con aquellos que ya no eran más que puro fiambre. Cada cuál con sus costumbres y ella tenía varias.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Mi respiración era sosegada cuando abrí los ojos aun medio ido, enfoqué a esa mujer que me miraba fijamente y ladeé la sonrisa adormilado por la droga suministrada.
-Deborah -susurré confundiendola con mi hermana. Tiré mi mano en un vano intento para atrapar la ajena -¿me has atado? -pregunté sin entender porque mi hermana me haría eso si la luna llena no coronaba el cielo.
Pero pronto caí en mi error cuando las sombras que como una tela invisible cubría mis ojos se fue disipando permitiéndome ver su rostro a la perfección.
De un tirón intenté levantarme, pero había quedado reducido por medio de correas al lecho, rugí mirándola desafiante.
-Suéltame - ordené -que truco era este ¿seria una hechicera?
-"Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." Apocalipsis 21:8
La mujer me miraba importándole bien poco si le prometía el infierno o el cielo.
Mis intentos por liberarme fueron absurdos, nada pude hacer, básicamente porque la debilidad me mantenía medio adormecido, eso y las sustancias que en vena ella me iba metiendo cada vez que veía que me descontrolaba en exceso alegando que me estaba abriendo las heridas que cerraban con rapidez ante sus ojos.
Finalmente cedí, me limité a quedarme quieto con mi vista clavada en la bruja.
-Pierdes el tiempo conmigo. "Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra." Apocalipsis 6:8
Ladeé el rostro contemplándola, algo debía querer el mal ¿corromperme quizás?
-Habla mujer ¿donde me has llevado? ¿que antro de perversión es este en el que escucho los gritos desesperados de los que piden auxilio y el hedor de la muerte llega hasta nosotros.
Mi cuerpo temblaba, seguía destemplado, posiblemente por la fiebre que me asolaba al correr por mi organismo la ponzoña de los vampiros.
-Tengo sed
-Deborah -susurré confundiendola con mi hermana. Tiré mi mano en un vano intento para atrapar la ajena -¿me has atado? -pregunté sin entender porque mi hermana me haría eso si la luna llena no coronaba el cielo.
Pero pronto caí en mi error cuando las sombras que como una tela invisible cubría mis ojos se fue disipando permitiéndome ver su rostro a la perfección.
De un tirón intenté levantarme, pero había quedado reducido por medio de correas al lecho, rugí mirándola desafiante.
-Suéltame - ordené -que truco era este ¿seria una hechicera?
-"Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." Apocalipsis 21:8
La mujer me miraba importándole bien poco si le prometía el infierno o el cielo.
Mis intentos por liberarme fueron absurdos, nada pude hacer, básicamente porque la debilidad me mantenía medio adormecido, eso y las sustancias que en vena ella me iba metiendo cada vez que veía que me descontrolaba en exceso alegando que me estaba abriendo las heridas que cerraban con rapidez ante sus ojos.
Finalmente cedí, me limité a quedarme quieto con mi vista clavada en la bruja.
-Pierdes el tiempo conmigo. "Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra." Apocalipsis 6:8
Ladeé el rostro contemplándola, algo debía querer el mal ¿corromperme quizás?
-Habla mujer ¿donde me has llevado? ¿que antro de perversión es este en el que escucho los gritos desesperados de los que piden auxilio y el hedor de la muerte llega hasta nosotros.
Mi cuerpo temblaba, seguía destemplado, posiblemente por la fiebre que me asolaba al correr por mi organismo la ponzoña de los vampiros.
-Tengo sed
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Ladeó la cabeza al escuchar que la llamaba por otro nombre, ¿quién sería aquella tal Deborah? Tal vez su esposa, estaba en edad casadera, de hecho ella porque no sentía deseos de pertenecerle a nadie y ya le decían que se le pasaba el arroz y envejecería sin tener hijos, pero le daba absolutamente lo mismo, sino ya estaría desposada hacía medio siglo. Ocultó una sonrisa al ver que el joven se percataba que ella no era aquella mujer a la que llamaba y que notaba que estaba amarrado a la cama. -Estás atado por tu bien.- Le dedicó, ahora sí, una sonrisa, pero una afable, una que usaba a menudo con los pacientes, una que ocultaba perfectamente todo lo que se movía en su mente, como los engranajes de un reloj, siempre trabajando, siempre tramando algo.
Dio un paso adelante cuando se puso a recitarle otra de sus tonterías y se puso un dedo sobre sus propios labios. -Shhh. Deberías descansar. Has perdido mucha sangre y cada vez que despiertas, montas un cirio y lo empeoras todo. A la próxima, a lo mejor tenemos que ponerte un bozal, y yo no quiero eso, ¿lo quieres tú?- Su tono de voz era dulce y no parecía ocultar malicia ni ironía. De hecho, la muchacha en vez de enfermera debería haber sido actriz y se hubiese hecho de oro. Pero prefería ayudar a los demás, en el fondo tenía buen corazón. Lo último que dijo el chalado atrajo su atención y con curiosidad le preguntó. -¿Por qué pierdo el tiempo contigo, según tú?- Esperaba que le respondiera siendo directo y no ando rodeos con el Apocalipsis y los caballos y todas aquellas cosas que parecía soltar cada vez que abría la boca. ¿A caso no había leído otro libro en su vida que no fuera ese? Por un instante sintió que le pulsaba la sien y con disimulo se dio un leve masaje como si le picara allí y sólo se estuviera rascando. Entonces cayó en la cuenta de que, aún amarrado, seguía desnudo. -Ups.- Fue a la camilla de al lado y le trajo una sábana con la que le cubrió de cintura para abajo, pero no el torso, que tampoco era necesario, hacía frío pero él no temblaba, así que tan mal no estaría.
Contuvo la risa ante aquella pregunta y con total falta de reparo se sentó al borde de la cama a la altura de las piernas del muchacho. -¿Antro de perversión? Esto es un hospital. Aquí intentamos curar a los heridos, salvar a los moribundos… Pero no todos lo consiguen y, obviamente, eso hace que haya muertos. Pero los quemamos a diario en las piras, así que tan mal no puede oler, ¿no?- Se encogió de hombros tras formular aquella retórica pregunta y ante el comentario foráneo, volvió a levantarse. -Aguarda aquí.- Sonrió con malicia, pero solamente con la mirada. Obviamente no se iría a ninguna parte. Fue a la sala común a por un poco de agua y regresó junto al enfermo. -No te voy a desatar, así que tendrás que levantar la cabeza.- Se sentó una vez más en el catre y le sujetó de la nuca con la diestra, mientras con la zurda aproximaba el vaso a sus labios para darle de beber.
Dio un paso adelante cuando se puso a recitarle otra de sus tonterías y se puso un dedo sobre sus propios labios. -Shhh. Deberías descansar. Has perdido mucha sangre y cada vez que despiertas, montas un cirio y lo empeoras todo. A la próxima, a lo mejor tenemos que ponerte un bozal, y yo no quiero eso, ¿lo quieres tú?- Su tono de voz era dulce y no parecía ocultar malicia ni ironía. De hecho, la muchacha en vez de enfermera debería haber sido actriz y se hubiese hecho de oro. Pero prefería ayudar a los demás, en el fondo tenía buen corazón. Lo último que dijo el chalado atrajo su atención y con curiosidad le preguntó. -¿Por qué pierdo el tiempo contigo, según tú?- Esperaba que le respondiera siendo directo y no ando rodeos con el Apocalipsis y los caballos y todas aquellas cosas que parecía soltar cada vez que abría la boca. ¿A caso no había leído otro libro en su vida que no fuera ese? Por un instante sintió que le pulsaba la sien y con disimulo se dio un leve masaje como si le picara allí y sólo se estuviera rascando. Entonces cayó en la cuenta de que, aún amarrado, seguía desnudo. -Ups.- Fue a la camilla de al lado y le trajo una sábana con la que le cubrió de cintura para abajo, pero no el torso, que tampoco era necesario, hacía frío pero él no temblaba, así que tan mal no estaría.
Contuvo la risa ante aquella pregunta y con total falta de reparo se sentó al borde de la cama a la altura de las piernas del muchacho. -¿Antro de perversión? Esto es un hospital. Aquí intentamos curar a los heridos, salvar a los moribundos… Pero no todos lo consiguen y, obviamente, eso hace que haya muertos. Pero los quemamos a diario en las piras, así que tan mal no puede oler, ¿no?- Se encogió de hombros tras formular aquella retórica pregunta y ante el comentario foráneo, volvió a levantarse. -Aguarda aquí.- Sonrió con malicia, pero solamente con la mirada. Obviamente no se iría a ninguna parte. Fue a la sala común a por un poco de agua y regresó junto al enfermo. -No te voy a desatar, así que tendrás que levantar la cabeza.- Se sentó una vez más en el catre y le sujetó de la nuca con la diestra, mientras con la zurda aproximaba el vaso a sus labios para darle de beber.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
La enfermera usaba eso que llaman ironía como arma arrojadiza, ladeé la cabeza sin comprender el motivo para tener que usar un bozal conmigo, hasta el momento no había mordido, algo que no descartaba que sucediera si seguían tocándome los cojones con las dos manos y por supuesto en mis palabras no había errado.
-si tu no quieres tener que usar un bozal conmigo ¿no ves estúpida la pregunta de si yo quiero usarlo? De querer un bozal lo hubiera traído puesto, pero no es un fetiche que tenga ni nada parecido -dije con toda la tranquilidad del mundo esperando que hubiera entendido que no había pedido un bozal ni lo quería, a estos humanos a veces había que explicarles las cosas muy despacio para que fueran capaces de entenderlas. De paso que esa dulzura que fingía no me la tragaba.
-"El testigo falso no quedará sin castigo y el que habla mentiras no escapará”
Dijo que me encontraba en un hospital, eso significaba que en cuanto me recuperara de las heridas nada podrían hacer para recluirme en aquel lugar, había oído hablar de los hospitales, en ellos curaban a los enfermos, yo nunca había pisado uno, mis heridas se regeneraban rápido y de normal las pasaba en casa junto a mis hermanos.
-Bien -dije para mi mismo viendo la escapatoria -me encuentro bien, suéltame, devuélveme mi espadón y todo quedará en un malentendido, no te apuntaré en la lista de aquellos que han de perecer -dije sin mas siendo ciertamente amistoso y prudente.
Pero la morenita se largó
-¡Eh! ¿donde cojones te crees que vas? ¡te he ordenado que me sueltes!
Me quedé gritando solo, por suerte mis palabras debieron causarle pavor pues regresó con un vaso de agua.
Ladeé la sonrisa no todos los días se tenia al jinete guerra postrado frente a ti en una cama.
Mas la desfachatez de esa mujer no conoció parangón, ahora quería que bebiera del vaso como si fuera un insignificante humano preso de sus encantos, o mejor dicho, de las correas de mierda que volví a intentar cabreado aflojar con rudos movimientos.
-No beberé así, exijo que me sueltes mujer, exijo largarme de aquí.
Dejé caer mi cuerpo en el colchón, no bebería hasta que se me concediera la libertad, yo era un jinete del apocalipsis y mi ira seria terrible si esa mujer no me dejaba ir, seria cuestión de tiempo que mi poder regresara y en ese momento sometería a todos los presentes con mi espadón, sembraría el caos y les obligaría a degollarse unos a otros.
-si tu no quieres tener que usar un bozal conmigo ¿no ves estúpida la pregunta de si yo quiero usarlo? De querer un bozal lo hubiera traído puesto, pero no es un fetiche que tenga ni nada parecido -dije con toda la tranquilidad del mundo esperando que hubiera entendido que no había pedido un bozal ni lo quería, a estos humanos a veces había que explicarles las cosas muy despacio para que fueran capaces de entenderlas. De paso que esa dulzura que fingía no me la tragaba.
-"El testigo falso no quedará sin castigo y el que habla mentiras no escapará”
Dijo que me encontraba en un hospital, eso significaba que en cuanto me recuperara de las heridas nada podrían hacer para recluirme en aquel lugar, había oído hablar de los hospitales, en ellos curaban a los enfermos, yo nunca había pisado uno, mis heridas se regeneraban rápido y de normal las pasaba en casa junto a mis hermanos.
-Bien -dije para mi mismo viendo la escapatoria -me encuentro bien, suéltame, devuélveme mi espadón y todo quedará en un malentendido, no te apuntaré en la lista de aquellos que han de perecer -dije sin mas siendo ciertamente amistoso y prudente.
Pero la morenita se largó
-¡Eh! ¿donde cojones te crees que vas? ¡te he ordenado que me sueltes!
Me quedé gritando solo, por suerte mis palabras debieron causarle pavor pues regresó con un vaso de agua.
Ladeé la sonrisa no todos los días se tenia al jinete guerra postrado frente a ti en una cama.
Mas la desfachatez de esa mujer no conoció parangón, ahora quería que bebiera del vaso como si fuera un insignificante humano preso de sus encantos, o mejor dicho, de las correas de mierda que volví a intentar cabreado aflojar con rudos movimientos.
-No beberé así, exijo que me sueltes mujer, exijo largarme de aquí.
Dejé caer mi cuerpo en el colchón, no bebería hasta que se me concediera la libertad, yo era un jinete del apocalipsis y mi ira seria terrible si esa mujer no me dejaba ir, seria cuestión de tiempo que mi poder regresara y en ese momento sometería a todos los presentes con mi espadón, sembraría el caos y les obligaría a degollarse unos a otros.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Estaba claro que el joven tenía muy malas pulgas, aunque ella no sabía hasta que punto aquello podía llegar a ser cierto en más de un sentido. Pero estaba acostumbrada a las malas contestaciones, a la soberbia que se gastaban algunos y su impaciencia, así que sencillamente le ignoró y siguió con lo suyo. También hizo caso omiso cuando de su manera rebuscada y absurda la llamó mentirosa. Aunque le sorprendió que se diera cuenta, no solían hacerlo y, por unos breves instantes, se vio reflejado aquel asombro en sus iris color avellana.
Era un hombre bastante violento y al que, al parecer, le encantaba gritar y dar órdenes, como si fuera el rey y señor del lugar. Pues que lo intentara con otra, porque Estrella era una mujer difícil de doblegar, por no decir imposible. Aún tenía que aparecer el hombre que le hiciera morderse la lengua de verdad y no sólo por educación. Tenía ganas de reírse de su actitud infantil, descontrolada y obcecada, pero se contuvo y sólo procedió de manera profesional, como casi siempre. Remarcando el casi.
Ya cuando le intentaba dar agua y vio que se rehusaba, apretó los labios y tomó aire profundamente, cuando lo que en realidad quería era resoplar, resoplar como un toro, como una fiera hastiada. El tipo era testarudo como una mula. -No te voy a soltar por mucho que tú decidas que estás bien. El que debe darte el alta es el doctor, así que ni tú ni yo tenemos potestad para liberarte del amarre de tus muñecas y tobillos. Y, por cierto, cuando llegaste aquí, sólo traías puesto calzado y unos pantalones hechos jirones. Así que sea lo que sea lo que buscas, no estará en el hospital.- No creía que lo del espadón fuera literal, seguro que sólo era otra de sus divagaciones.
Se miró el vaso de nuevo y luego al muchacho, entrecerrando ligeramente los ojos, pero de inmediato los abrió normalmente otra vez. -Tienes sed de verdad, ¿no? Porque si según tú el testigo falso no quedará sin castigo y el que habla mentiras no escapará, entonces no me engañarías.- Tenía una memoria estupenda, entrenada desde niña, así que le resultaba simplemente sencillo recordar cualquier cosa que le dijeran, por banal que le pudiera resultar en el fondo. Se llevó el recipiente a la boca y tomó parte de su contenido, inclinándose sobre el herido para dárselo directamente de los labios. Había hecho reanimaciones en multitud de ocasiones, así que no encontraba aquel acto como algo para avergonzarse, sino una salida para la situación en la que se encontraban.
Era un hombre bastante violento y al que, al parecer, le encantaba gritar y dar órdenes, como si fuera el rey y señor del lugar. Pues que lo intentara con otra, porque Estrella era una mujer difícil de doblegar, por no decir imposible. Aún tenía que aparecer el hombre que le hiciera morderse la lengua de verdad y no sólo por educación. Tenía ganas de reírse de su actitud infantil, descontrolada y obcecada, pero se contuvo y sólo procedió de manera profesional, como casi siempre. Remarcando el casi.
Ya cuando le intentaba dar agua y vio que se rehusaba, apretó los labios y tomó aire profundamente, cuando lo que en realidad quería era resoplar, resoplar como un toro, como una fiera hastiada. El tipo era testarudo como una mula. -No te voy a soltar por mucho que tú decidas que estás bien. El que debe darte el alta es el doctor, así que ni tú ni yo tenemos potestad para liberarte del amarre de tus muñecas y tobillos. Y, por cierto, cuando llegaste aquí, sólo traías puesto calzado y unos pantalones hechos jirones. Así que sea lo que sea lo que buscas, no estará en el hospital.- No creía que lo del espadón fuera literal, seguro que sólo era otra de sus divagaciones.
Se miró el vaso de nuevo y luego al muchacho, entrecerrando ligeramente los ojos, pero de inmediato los abrió normalmente otra vez. -Tienes sed de verdad, ¿no? Porque si según tú el testigo falso no quedará sin castigo y el que habla mentiras no escapará, entonces no me engañarías.- Tenía una memoria estupenda, entrenada desde niña, así que le resultaba simplemente sencillo recordar cualquier cosa que le dijeran, por banal que le pudiera resultar en el fondo. Se llevó el recipiente a la boca y tomó parte de su contenido, inclinándose sobre el herido para dárselo directamente de los labios. Había hecho reanimaciones en multitud de ocasiones, así que no encontraba aquel acto como algo para avergonzarse, sino una salida para la situación en la que se encontraban.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Enarqué una ceja cuando dijo que esto no iba con ella, al parecer no tenia autoridad para darme la libertad.
-¿Y que haces aquí? Llámalo -ordené mirándola fijamente -mis fuerzas vuelven, no querrás estar aquí cuando yo solo pueda aflojar las correas.
Esperaba que entendiera que no era un mentiroso y que no iba de farol, quizás la ponzoña de los vampiros aun corriera por mis venas, pero tarde o temprano las fuerzas volverían y en ese instante, me soltaría.
No esperé lo que vino después, ignoró mis amenas, es mas, aunque parecía entender que mi sed era real, lejos de aflojar las correas de una mano llevó el vidrio a sus labios.
-Vaya ¿también tu tienes sed? -pregunté. Enarqué una ceja al ver como vaciaba el agua en su boca.
Se inclinó despacio, abrí los ojos de golpe al sentir sus labios calientes y húmedos contra mi boca, sobre esta, dejó escurrir con suavidad el agua que se coló entre mis labios.
Cerré los ojos un instante, ínfimo, pues pronto me di cuenta del modo en el que el diablo te tienta, lujuria, mis ojos adquirieron la tonalidad de la mostaza, la excitación era humana, pero yo era algo mas que eso.
Hice a un lado mi rostro, el agua resbaló por mi mejilla ante su sorpresa, intuía que pocos eran lo que apartaban si podían besar a la serpiente y morder de la manzana.
-Eres el pecado, la lujuria, no vas a hacerme caer en la perversión de satanás -aseguré tirando de las cuerdas con violencia
Ella resopló, como si no me entendiera, pero el pecador no siempre asume que es un mero instrumento del diablo.
-Vi que el Cordero rompió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se oscureció como si se hubiera vestido de luto, la luna entera se tornó roja como la sangre, y las estrellas del firmamento cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes de la higuera sacudida por el vendaval. Apocalipsis 6:12-13
Mis ojos se centraron en su boca, me relamí los labios sin poder evitarlo.
-tengo sed y tengo hambre, suéltame -ordené.
-¿Y que haces aquí? Llámalo -ordené mirándola fijamente -mis fuerzas vuelven, no querrás estar aquí cuando yo solo pueda aflojar las correas.
Esperaba que entendiera que no era un mentiroso y que no iba de farol, quizás la ponzoña de los vampiros aun corriera por mis venas, pero tarde o temprano las fuerzas volverían y en ese instante, me soltaría.
No esperé lo que vino después, ignoró mis amenas, es mas, aunque parecía entender que mi sed era real, lejos de aflojar las correas de una mano llevó el vidrio a sus labios.
-Vaya ¿también tu tienes sed? -pregunté. Enarqué una ceja al ver como vaciaba el agua en su boca.
Se inclinó despacio, abrí los ojos de golpe al sentir sus labios calientes y húmedos contra mi boca, sobre esta, dejó escurrir con suavidad el agua que se coló entre mis labios.
Cerré los ojos un instante, ínfimo, pues pronto me di cuenta del modo en el que el diablo te tienta, lujuria, mis ojos adquirieron la tonalidad de la mostaza, la excitación era humana, pero yo era algo mas que eso.
Hice a un lado mi rostro, el agua resbaló por mi mejilla ante su sorpresa, intuía que pocos eran lo que apartaban si podían besar a la serpiente y morder de la manzana.
-Eres el pecado, la lujuria, no vas a hacerme caer en la perversión de satanás -aseguré tirando de las cuerdas con violencia
Ella resopló, como si no me entendiera, pero el pecador no siempre asume que es un mero instrumento del diablo.
-Vi que el Cordero rompió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se oscureció como si se hubiera vestido de luto, la luna entera se tornó roja como la sangre, y las estrellas del firmamento cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes de la higuera sacudida por el vendaval. Apocalipsis 6:12-13
Mis ojos se centraron en su boca, me relamí los labios sin poder evitarlo.
-tengo sed y tengo hambre, suéltame -ordené.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Al principio todo parecía ir bien y logró darle parte del agua al paciente, pero de repente, como si se hubiese dado cuenta de que se quemaba algo, apartó la cara y el resto del líquido se echó a perder, excepto las pocas gotas finales que se tragó la propia enfermera con tal de no desperdiciar las cosas. Se secó los labios con el dorso de la mano y le fulminó con la mirada, ya un poco harta de que se refiriera a ella siempre con ese dichoso nombre. -¿Quieres hacer el favor de dejar de dirigirte a mí como Satanás? Mi nombre es Estrella. Y no sé qué tonterías dices sobre la tentación y el pecado, pero yo sólo pretendía darte de beber ya que, el señorito, es demasiado fino para que le den agua de un vaso.- Resopló, cerrando los ojos e intentó recuperar su temple, su habitual calma. Por suerte, estaba habituada a tratar con tipos mucho peores que ese, simplemente llevaba ya muchas horas trabajando y se sentía cansada. Ese era el problema, estaba claro… sólo era sueño, fatiga. En cuanto durmiera unas horas, volvería a ser la muchacha de siempre y ese joven dejaría de irritarla.
Tras varios segundos de silencio en su mente, sintió que podía retomar sus quehaceres, aunque estos implicaran tener que tolerar un rato más al testarudo de turno. Despegó los párpados y volvió a dirigirle tanto la mirada como la palabra. -Te di de beber y lo desaprovechaste y viendo cómo pecas de orgulloso…- Hizo un marcado énfasis en la palabra pecar, ya que ese era el pie del que más cojeaba el muchacho, era bien obvio. -… seguro que desperdicias la comida que pueda traerte, porque como ya sabes, no puedo soltarte sin la orden expresa del médico y debería alimentarte yo, eso sí, lo haría a mano.- Aclaró, pues vista su exagerada reacción a darle de beber con la boca como si le hubiera profanado el espíritu o a saber, mejor no acercaba más su rostro que capaz le mordía a la próxima. -¿Y bien? ¿Te comportarás como un crío o como el adulto que eres?- Porque así le tachaba su actitud, como un niño caprichoso, rebelde y cabezota. En el orfanato había cuidado a docenas, pero su tamaño los hacía mucho más manejables. Ese chico de la camilla, era demasiado grande, demasiado fuerte y demasiado… Demasiado. Aguardó a que le respondiera, porque estaba tardando. ¿Tanto le costaba decir si quería comer o no de verdad? Sincero era cuando abría la boca, pero soltaba cada burrada que cualquiera diría que ella le provocaba, cuando sólo estaba cuidando de él, siendo paciente, tolerante, amable. A veces no entendía a los hombres, porque eso con las mujeres no le pasaba.
Tras varios segundos de silencio en su mente, sintió que podía retomar sus quehaceres, aunque estos implicaran tener que tolerar un rato más al testarudo de turno. Despegó los párpados y volvió a dirigirle tanto la mirada como la palabra. -Te di de beber y lo desaprovechaste y viendo cómo pecas de orgulloso…- Hizo un marcado énfasis en la palabra pecar, ya que ese era el pie del que más cojeaba el muchacho, era bien obvio. -… seguro que desperdicias la comida que pueda traerte, porque como ya sabes, no puedo soltarte sin la orden expresa del médico y debería alimentarte yo, eso sí, lo haría a mano.- Aclaró, pues vista su exagerada reacción a darle de beber con la boca como si le hubiera profanado el espíritu o a saber, mejor no acercaba más su rostro que capaz le mordía a la próxima. -¿Y bien? ¿Te comportarás como un crío o como el adulto que eres?- Porque así le tachaba su actitud, como un niño caprichoso, rebelde y cabezota. En el orfanato había cuidado a docenas, pero su tamaño los hacía mucho más manejables. Ese chico de la camilla, era demasiado grande, demasiado fuerte y demasiado… Demasiado. Aguardó a que le respondiera, porque estaba tardando. ¿Tanto le costaba decir si quería comer o no de verdad? Sincero era cuando abría la boca, pero soltaba cada burrada que cualquiera diría que ella le provocaba, cuando sólo estaba cuidando de él, siendo paciente, tolerante, amable. A veces no entendía a los hombres, porque eso con las mujeres no le pasaba.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Gruñí desafiante mirándola, no iba a consentir comer de la mano del diablo, no era solo orgullo, es que no iba a caer en el pecado que la sibilina serpiente y su cuerpo deseable estaba poniendo ante mis ojos.
-Suelta mi mano y comeré -dije con arrogancia volviendo a forcejear de forma desafiante - si es cierto que pretendéis curar a vuestros enfermos, necesito alimento para recuperar las heridas de mi cuerpo, suéltame una mano y te doy mi palabra de que no te atacaré, juro que no te haré ningún daño ni permitiré que te lo hagan.
Fue entonces cuando percibí un ruido que provenía posiblemente de la entrada, gruñí, eran licantropos, su olor me llegaba fuerte, los sentidos nunca me traicionaban.
Buscaban algo, a alguien mas bien.
Enarqué una ceja al escuchar el alborotó ,el olor a sangre, al parecer los imprudentes de los celadores habían tratado de impedir su avance y habían encontrado la muerte.
-¿estrella? ¿Te llamas estrella? -pregunté -ese es el nombre que escuché pronunciar al alfa -si no me sueltas te van a matar, confía en mi, suéltame hay que largarnos de aquí.
Desconocía porque una manada de licantropos la buscaba, pero pensaba averiguarlo.
La enfermera no me creía, pensaba que estaba loco y de nuevo puso ese tono condescendiente conmigo haciéndome gruñir nuevamente.
Por la puerta apareció uno de los licanos, al verla se abalanzó hacia ella para capturarla mientras aullaba avisando al resto.
Rugí apretando los dientes, no se de donde saque las fuerzas pero las correas cedieron, mi cuerpo cortó la embestida de la bestia evitando que alcanzara a la enfermera.
-¡Corré!- le grité
Las dos bestias entre gruñidos luchaban un duelo encarnizado, mis zarpas crecieron, mis colmillos se hundieron en la yugular ajena y de un tirón le arranque las venas escupiendo la carnaza al suelo. Incrustando mi mano en su vientre, le abrí el esternón esparciendo sus tripas por el suelo.
La enfermera se había quedado pálida, en shok, aterrada, corrí hacia ella y la atrapé de la cintura, venían mas y no había otra salida.
Miré el ventanal.
-confía en mi -dije antes de tirar de ella para saltar.
-Suelta mi mano y comeré -dije con arrogancia volviendo a forcejear de forma desafiante - si es cierto que pretendéis curar a vuestros enfermos, necesito alimento para recuperar las heridas de mi cuerpo, suéltame una mano y te doy mi palabra de que no te atacaré, juro que no te haré ningún daño ni permitiré que te lo hagan.
Fue entonces cuando percibí un ruido que provenía posiblemente de la entrada, gruñí, eran licantropos, su olor me llegaba fuerte, los sentidos nunca me traicionaban.
Buscaban algo, a alguien mas bien.
Enarqué una ceja al escuchar el alborotó ,el olor a sangre, al parecer los imprudentes de los celadores habían tratado de impedir su avance y habían encontrado la muerte.
-¿estrella? ¿Te llamas estrella? -pregunté -ese es el nombre que escuché pronunciar al alfa -si no me sueltas te van a matar, confía en mi, suéltame hay que largarnos de aquí.
Desconocía porque una manada de licantropos la buscaba, pero pensaba averiguarlo.
La enfermera no me creía, pensaba que estaba loco y de nuevo puso ese tono condescendiente conmigo haciéndome gruñir nuevamente.
Por la puerta apareció uno de los licanos, al verla se abalanzó hacia ella para capturarla mientras aullaba avisando al resto.
Rugí apretando los dientes, no se de donde saque las fuerzas pero las correas cedieron, mi cuerpo cortó la embestida de la bestia evitando que alcanzara a la enfermera.
-¡Corré!- le grité
Las dos bestias entre gruñidos luchaban un duelo encarnizado, mis zarpas crecieron, mis colmillos se hundieron en la yugular ajena y de un tirón le arranque las venas escupiendo la carnaza al suelo. Incrustando mi mano en su vientre, le abrí el esternón esparciendo sus tripas por el suelo.
La enfermera se había quedado pálida, en shok, aterrada, corrí hacia ella y la atrapé de la cintura, venían mas y no había otra salida.
Miré el ventanal.
-confía en mi -dije antes de tirar de ella para saltar.
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Aquel hombre era realmente testarudo, no, testarudo no, cabezota, insufrible. ¿Qué era tan complicado de entender? No le iba a soltar y ella no tenía potestad para darle el alta, ya se lo había dicho no una, sino dos veces o tres, ya había perdido la cuenta. Y aunque por un rato había creído que ciertamente era de los que no mentían, ilusa ella, en cuanto escuchó las siguientes palabras ya si que aquella ínfima oportunidad que le daba se esfumó por la ventana. ¿Quién diablos le haría daño a ella? Si era una enfermera muy querida por todos, menos por algún loco, pero eso les pasaba a todos en algún momento en la vida… Tragó despacio, armándose de paciencia y, aún así, a punto estuvo de resoplar cuando se escuchó un estruendo y como automatismo se levantó de inmediato del catre. -¿Qué está ocurriendo?- Fue a dar un paso en dirección al pasillo cuando escuchó las palabras del joven amarrado. Cada vez se ganaba más puntos para el capirote de loco y la nariz de Pinocho. -¿Quién me va a matar?- Obviamente no se creyó semejantes barbaridades y llevándose un dedo a los labios le hizo callar de nuevo. Qué Alfa ni qué Beta… -Quédate aquí y ahora hablamos de esas alucinaciones…- Pero no hubo tiempo para alejarse, ni para volver, y mucho menos para hablar de nada. De pronto apareció un gigantesco animal en la puerta de la estancia y la enfermera, por primera vez en su vida, se quedó sin habla.
Pasaron sólo un par de segundos, pero a ella le pareció una eternidad, una en la que no hubo imágenes sobre su vida entera, no hubo recuerdos que llevarse al más allá. Todo fue como un punto rojo que fue creciendo, nublando su vista hasta que no vio nada. Notó un empujón y de pronto recuperó el sentido, viendo como el muchacho de antes mutaba, sus manos, su boca… ¿Qué demonios era eso? La sangre de la española bajó de pronto a sus pies, dejándola pálida como la luna. Se quedó inmóvil, incapaz de dar un paso siquiera. Su mente le gritaba, pero su cuerpo no había manera de que reaccionara. Estaba acostumbrada a ver sangre y vísceras, eso no le revolvió el estómago, no le sorprendió ni asustó; pero aquellos dos… bichos, monstruos, engendros, aquello ya era otro cantar y los orbes de la joven, quedaron fijos en la escena, incapaz de mirar a otro lado.
Lo siguiente que notó fue el brazo rodeándole por la cintura y de un brusco tirón regresó a la vida. Por desgracia para el profeta del Apocalipsis, también le retornó la voz. -Suéltame, ¿estás loco?- Para ella ambos eran monstruos, en su cabeza aquel primero animal podía haber querido acabar con el joven postrado en la cama y no con ella. Porque la última opción no tenía sentido, ¿quién iba a querer matarla? ¿Por qué? Pero no tuvo tiempo de formular ninguna de esas preguntas, porque pronto caían por la ventana, con la suerte de que en ese lado había río. Sus cuerpos se hundieron, rodeados de burbujas y la chica como pudo movió los brazos para ver si ascendía. No sabía nadar, pero eso no le iba a quitar las ganas de intentar luchar por salvarse a sí misma. Pataleó y movió las manos que parecía un torbellino, pero las ropas mojadas tiraban de ella hacia el fondo.
Pasaron sólo un par de segundos, pero a ella le pareció una eternidad, una en la que no hubo imágenes sobre su vida entera, no hubo recuerdos que llevarse al más allá. Todo fue como un punto rojo que fue creciendo, nublando su vista hasta que no vio nada. Notó un empujón y de pronto recuperó el sentido, viendo como el muchacho de antes mutaba, sus manos, su boca… ¿Qué demonios era eso? La sangre de la española bajó de pronto a sus pies, dejándola pálida como la luna. Se quedó inmóvil, incapaz de dar un paso siquiera. Su mente le gritaba, pero su cuerpo no había manera de que reaccionara. Estaba acostumbrada a ver sangre y vísceras, eso no le revolvió el estómago, no le sorprendió ni asustó; pero aquellos dos… bichos, monstruos, engendros, aquello ya era otro cantar y los orbes de la joven, quedaron fijos en la escena, incapaz de mirar a otro lado.
Lo siguiente que notó fue el brazo rodeándole por la cintura y de un brusco tirón regresó a la vida. Por desgracia para el profeta del Apocalipsis, también le retornó la voz. -Suéltame, ¿estás loco?- Para ella ambos eran monstruos, en su cabeza aquel primero animal podía haber querido acabar con el joven postrado en la cama y no con ella. Porque la última opción no tenía sentido, ¿quién iba a querer matarla? ¿Por qué? Pero no tuvo tiempo de formular ninguna de esas preguntas, porque pronto caían por la ventana, con la suerte de que en ese lado había río. Sus cuerpos se hundieron, rodeados de burbujas y la chica como pudo movió los brazos para ver si ascendía. No sabía nadar, pero eso no le iba a quitar las ganas de intentar luchar por salvarse a sí misma. Pataleó y movió las manos que parecía un torbellino, pero las ropas mojadas tiraban de ella hacia el fondo.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Rodeé su cintura con uno de mis brazos, con las piernas flexionadas tomé impulso y con el hombro y parte de la espalda rompí el cristal cubriendo a la enfermera con mi pecho para que las esquirlas de cristal no se le clavaran al atravesarlo.
Caímos a un rio que bordeaba la parte trasera del edificio, busqué con la mirada a la mujer que lejos de aflorar de las gélidas aguas se hundía hacia abajo, lo que me hizo enarcar una ceja ¿no sabia nadar?
Me sumergí de nuevo atrapándola por la cintura y sin pensarlo tiré de ella hacia arriba ayudándola a emerger y a llegar a la orilla mientras desesperada y aterrada tosía extendiendo la mano para que no me acercara a ella.
La ropa se le pegaba al cuerpo, embobado me quedé mirando las curvas a través de esa pequeña bata blanca que ahora empapada no me dejaba demasiado a la imaginación.
Iba a abrir su enorme bocazas, seguro para decir alguna estupidez, cuando escuché a la manada de nuevo.
-No hay tiempo -gruí alzándola por la cintura del linde del rio para ayudarla a correr hacia un sitio donde estuviéramos mas seguros.
El bosque no era la mejor opción, eran licnatropos como yo, e intuía que lo conocerían como la palma de sus manos, por contra las fabricas abandonadas eran un terreno peliagudo para nosotros pues el olor a combustible y otros aromas fuertes atontaba nuestros sentidos, allí podría perderles el rastro.
Ella parecía agotada, no acostumbrada como yo a este tipo de situaciones limite, me pedía que la dejara ir, que esto no iba conmigo, por contra se equivocaba, era su nombre el que la manada había pronunciado y no el mio.
Grises las calles, vagabundos, borrachos las zonas alejadas industrializadas eran un autentico laberinto de naves y calles.
Tras cruzar toda esa zona busqué refugio en un pequeño barrio de mala muerte, en el había un hostal donde no solían hacer preguntas, no era la primera vez que lo visitaba, así que serviría.
-Paga -le dije a la enfermera con una seca orden.
Yo no llevaba pantalones, ni ropa, así que como podía imaginar no tenia un duro que dar y gratis no iba a darnos la habitación.
La morena me hizo caso, aunque bufaba a todas horas mirándome fijamente con sus dos enormes faros.
-¿que? -pregunté sin entender -arriba puedes darme las gracias, ni siquiera se porque te estoy ayudando -dije con esa sinceridad que me caracterizaba.
Era cierto a esa mujer no la gonococia de nada y sin embargo ahí estaba con una desconocida salvándole su culo.
Caímos a un rio que bordeaba la parte trasera del edificio, busqué con la mirada a la mujer que lejos de aflorar de las gélidas aguas se hundía hacia abajo, lo que me hizo enarcar una ceja ¿no sabia nadar?
Me sumergí de nuevo atrapándola por la cintura y sin pensarlo tiré de ella hacia arriba ayudándola a emerger y a llegar a la orilla mientras desesperada y aterrada tosía extendiendo la mano para que no me acercara a ella.
La ropa se le pegaba al cuerpo, embobado me quedé mirando las curvas a través de esa pequeña bata blanca que ahora empapada no me dejaba demasiado a la imaginación.
Iba a abrir su enorme bocazas, seguro para decir alguna estupidez, cuando escuché a la manada de nuevo.
-No hay tiempo -gruí alzándola por la cintura del linde del rio para ayudarla a correr hacia un sitio donde estuviéramos mas seguros.
El bosque no era la mejor opción, eran licnatropos como yo, e intuía que lo conocerían como la palma de sus manos, por contra las fabricas abandonadas eran un terreno peliagudo para nosotros pues el olor a combustible y otros aromas fuertes atontaba nuestros sentidos, allí podría perderles el rastro.
Ella parecía agotada, no acostumbrada como yo a este tipo de situaciones limite, me pedía que la dejara ir, que esto no iba conmigo, por contra se equivocaba, era su nombre el que la manada había pronunciado y no el mio.
Grises las calles, vagabundos, borrachos las zonas alejadas industrializadas eran un autentico laberinto de naves y calles.
Tras cruzar toda esa zona busqué refugio en un pequeño barrio de mala muerte, en el había un hostal donde no solían hacer preguntas, no era la primera vez que lo visitaba, así que serviría.
-Paga -le dije a la enfermera con una seca orden.
Yo no llevaba pantalones, ni ropa, así que como podía imaginar no tenia un duro que dar y gratis no iba a darnos la habitación.
La morena me hizo caso, aunque bufaba a todas horas mirándome fijamente con sus dos enormes faros.
-¿que? -pregunté sin entender -arriba puedes darme las gracias, ni siquiera se porque te estoy ayudando -dije con esa sinceridad que me caracterizaba.
Era cierto a esa mujer no la gonococia de nada y sin embargo ahí estaba con una desconocida salvándole su culo.
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Y cuando creía que ya no lograría llegar a la superficie, un brazo tiró de ella hacia arriba y la arrastró hasta la orilla donde la dejó caer. Con desespero intentó recuperar el aliento, entre toses y arcadas que no lograron más que hacerle escupir agua. Miró al hombre que la observaba, lógicamente sin pensar que se fijaba en cómo la ropa se adhería a su dermis, transparentando, y ella con la piel de gallina y los pezones duros por el frío. Abrió la boca, sintiendo otro espasmo en la garganta, pero no tuvo tiempo ni de ver lo que ocurría porque de nuevo la sujetó alrededor del cuerpo y la alzó, llevándola a rastras consigo. Ella intentaba mantener el ritmo, corriendo, pero ni sabía por qué huía, ni a dónde, y mucho menos por qué se fiaba de aquel energúmeno. -¿A dónde me llevas?- Alcanzó a preguntar, aunque el muchacho la ignoró por completo, ni se molestó en responder a su interrogante, ni siquiera le dirigió la mirada. A ella, entre el casi ahogo y la carrera, le faltaba el aire, sentía que éste no le llenaba los pulmones.
Fue mirando a su alrededor, desconcertada, desorientada. No conocía la zona, bastante tenía con llegar al hospital cada día sin perderse y ahora este tío se la llevaba por ahí como si fuera un petate, de paseo, mientras él corría en pelotas y ella se congelaba con la ropa empapada. ¿Es que él no tenía frío? Aunque después de ver lo rápido que se le curaban las heridas, notar que el chaval desprendía más calor que una chimenea, tampoco le sorprendía.
Cuando, al fin, se detuvieron, le dolían los pies y no era de extrañar, en el río había perdido uno de los zapatos y aunque medio en volandas, sus pies habían tocado el suelo, se habían impulsado, habían pisado piedras, tierra seca, barro… Fue a atender sus tobillos cuando escuchó la única palabra que el chalado se dignó a dirigirle, y como ella necesitaba reposar y quitarse la dichosa bata, accedió sin rechistar demasiado. -Luego hablan de mantenidas…- Murmuró y sacó algo de dinero del sostén, que siempre guardaba allí por si a caso, ya que tal y como se habían largado, sus pertenencias se habían quedado en la taquilla del hospital, en su bolso, junto con la ropa de calle y sus botas de medio caño. El posadero le tendió una llave y ella la cogió, leyendo el número. -27.- Así que sin mediar palabra con su “salvador”, subió las escaleras, descalza ya del todo y con el único zapato en la mano, hasta la estancia que les habían asignado. Abrió y una vez dentro, sin pudor, porque total, él no parecía tenerlo, se desató el nudo del cinturón, desabotonó la bata y se la quitó, escurriéndola al dirigirse hacia el baño en ropa interior.
Fue mirando a su alrededor, desconcertada, desorientada. No conocía la zona, bastante tenía con llegar al hospital cada día sin perderse y ahora este tío se la llevaba por ahí como si fuera un petate, de paseo, mientras él corría en pelotas y ella se congelaba con la ropa empapada. ¿Es que él no tenía frío? Aunque después de ver lo rápido que se le curaban las heridas, notar que el chaval desprendía más calor que una chimenea, tampoco le sorprendía.
Cuando, al fin, se detuvieron, le dolían los pies y no era de extrañar, en el río había perdido uno de los zapatos y aunque medio en volandas, sus pies habían tocado el suelo, se habían impulsado, habían pisado piedras, tierra seca, barro… Fue a atender sus tobillos cuando escuchó la única palabra que el chalado se dignó a dirigirle, y como ella necesitaba reposar y quitarse la dichosa bata, accedió sin rechistar demasiado. -Luego hablan de mantenidas…- Murmuró y sacó algo de dinero del sostén, que siempre guardaba allí por si a caso, ya que tal y como se habían largado, sus pertenencias se habían quedado en la taquilla del hospital, en su bolso, junto con la ropa de calle y sus botas de medio caño. El posadero le tendió una llave y ella la cogió, leyendo el número. -27.- Así que sin mediar palabra con su “salvador”, subió las escaleras, descalza ya del todo y con el único zapato en la mano, hasta la estancia que les habían asignado. Abrió y una vez dentro, sin pudor, porque total, él no parecía tenerlo, se desató el nudo del cinturón, desabotonó la bata y se la quitó, escurriéndola al dirigirse hacia el baño en ropa interior.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Entramos en la habitación juntos, ella cansada y descalza, no se cortó ¿acaso el demonio lo hace? la bata cayó al suelo ante mis ojos que repasaron su cuerpo curvilíneo mientras caminaba hacia el baño, dejé escapar el aire de forma pesada resecando mis labios.
Mi pecho subía y bajaba raudo, lujuria, excitación, mis ojos del mismo tono que la mostaza delataban no solo mi condición, si no lo que esa mujer producía en mi.
Cuando salió del baño me di la vuelta, el pecado tomaba muchas formas y esta justamente era difícil de ignorar para mi.
-¿Por que te buscan? -pregunté sin mas caminando hacia el armaría para ver si había algunos pantalones que calzarme.
Cerré la puerta hastiado, cabreado, porque no di ni con una sola prenda de ropa, mis ojos se pasearon por la habitación, un mueble bar con alcohol, un sofá de una sola plaza y un lecho de matrimonio.
-¡perfecto! -musité entre dientes cabreado.
Le señalé la cama señalando el lecho mientras me servia una copa, la necesitaba para calmarme.
-Bien, esto es exactamente lo que haremos -dije hundiendo mis ojos en los ajenos -vas a acostarte ahí y estarte quietecita.
Llené el vaso con un poco de bourbon, di un sorbo de la copa hasta que mis labios quedaron bañados en alcohol.
-intenta recordar porque esa manada te busca, admito que tienes un don para cabrear a la humanidad y como no a los que son como yo con mas facilidad. Piensa.. -le ordené.
Si quería librarme de ella tenia que descubrir quien intentaba matarla, si la dejaba a su suerte no pasaría de esta noche y la verdad es que no debería de importarme lo que a esa humana le pasase, seguramente seria tan pecadora como las demás, pero de momento, ante mi no había cometido pecado ¿y si me equivocaba? ¿Y si ella era uno de esos corderos marcados por el redentor por su alma pura?
Di otro trago al vaso mientras la miraba fijamente relamiendome.
-Si me voy, te mataran ¿entiendes? Si me dices sus nombres, si caes en la cuenta de quienes osn les matare y tu podrás volver a tu hospital y yo a mi vida sin mas -aseguré
Me llené de nuevo le vaso acercándome a la chimenea de piedra que habia frente al lecho, coloqué unos maderos y la prendí.
Pronto las llamas naranjas bailaron ante mis ojos, el fuego lamia mi piel.
Yo no necesitaba entrar en calor, mi cuerpo era una estufa andante, pero la habitación estaba congelada y posiblemente la humana temblaba por eso y por el miedo que la atenazaba.
Mi pecho subía y bajaba raudo, lujuria, excitación, mis ojos del mismo tono que la mostaza delataban no solo mi condición, si no lo que esa mujer producía en mi.
Cuando salió del baño me di la vuelta, el pecado tomaba muchas formas y esta justamente era difícil de ignorar para mi.
-¿Por que te buscan? -pregunté sin mas caminando hacia el armaría para ver si había algunos pantalones que calzarme.
Cerré la puerta hastiado, cabreado, porque no di ni con una sola prenda de ropa, mis ojos se pasearon por la habitación, un mueble bar con alcohol, un sofá de una sola plaza y un lecho de matrimonio.
-¡perfecto! -musité entre dientes cabreado.
Le señalé la cama señalando el lecho mientras me servia una copa, la necesitaba para calmarme.
-Bien, esto es exactamente lo que haremos -dije hundiendo mis ojos en los ajenos -vas a acostarte ahí y estarte quietecita.
Llené el vaso con un poco de bourbon, di un sorbo de la copa hasta que mis labios quedaron bañados en alcohol.
-intenta recordar porque esa manada te busca, admito que tienes un don para cabrear a la humanidad y como no a los que son como yo con mas facilidad. Piensa.. -le ordené.
Si quería librarme de ella tenia que descubrir quien intentaba matarla, si la dejaba a su suerte no pasaría de esta noche y la verdad es que no debería de importarme lo que a esa humana le pasase, seguramente seria tan pecadora como las demás, pero de momento, ante mi no había cometido pecado ¿y si me equivocaba? ¿Y si ella era uno de esos corderos marcados por el redentor por su alma pura?
Di otro trago al vaso mientras la miraba fijamente relamiendome.
-Si me voy, te mataran ¿entiendes? Si me dices sus nombres, si caes en la cuenta de quienes osn les matare y tu podrás volver a tu hospital y yo a mi vida sin mas -aseguré
Me llené de nuevo le vaso acercándome a la chimenea de piedra que habia frente al lecho, coloqué unos maderos y la prendí.
Pronto las llamas naranjas bailaron ante mis ojos, el fuego lamia mi piel.
Yo no necesitaba entrar en calor, mi cuerpo era una estufa andante, pero la habitación estaba congelada y posiblemente la humana temblaba por eso y por el miedo que la atenazaba.
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Una vez en el baño, tomó una toalla y con ésta se secó el cuerpo, dejándose puesta la ropa interior aunque resultara incómodo, pues aunque el desconocido se paseara como Dios le trajo al mundo, ella tenía algo llamado pudor. Una vez retirada la humedad de su piel, se enrolló la toalla a la cabeza para que así el leo no le mojara la nuca y evitar un resfriado. En la posada no habría manera de conseguir agua caliente para darse un baño sin pagar un extra y ya se había gastado toda la reserva sólo en pagar la estancia de una noche. Al regresar fuera, abrazándose a sí misma y frotándose los codos para intentar subirse la temperatura, se encontró con un joven más malhumorado aún que antes. Resopló, hastiada ya co aquella actitud infantil que poseía el muchacho. -Si ni siquiera sé quié… qué eran.- Rectificó al recordar sus formas enormes, peludas, babeantes y de ojos brillantes. Entornó la mirada al observar al contrario, le miró bien de arriba abajo, era un hombre, lo analizase por donde lo analizase, al menos ahora.
Siguió aquel dedo que señalaba la cama y alzó sus cejas ante el tono autoritario y demandante de aquel hombre que, al parecer, se creía con derecho a mandar sobre ella. Lo llevaba claro. Aunque al menos le cedía la cama y no se la quedaba, eso ya era un paso en la buena dirección. Fue a sentarse al borde de la cama, cruzando un tobillo frente al otro y le miró, ofuscado como estaba. -Ya te he dicho y te repito, que no tengo la más mínima idea de por qué esos bichos iban a querer atacarme a mí. ¿Seguro que no iban detrás de ti? A veces las riñas familiares...- Porque sí, él se había parecido mucho a esos monstruos en el hospital, no tan peludo ni tan grande, pero igual de salvaje, agresivo, asesino. No sabía ni cómo no le había atizado con un leño de los de la chimenea y había salido corriendo. Bueno, sí lo sabía, la había salvado de morir ahogada. Inspiró aire profundamente y se dejó caer de espaldas sobre la cama, aún con las piernas colgando, mientras él bebía algo del mini bar del cuarto. Dirigió la vista al joven justo cuando se agachaba a encender la chimenea y alzó las cejas. Retiró la vista y se tapó la boca, antes de sacudir la cabeza. Había tenido pensamientos extraños, nada propios de ella. Seguro era el agotamiento…
Aquella manera de arreglar las cosas no iba con ella. Giró, haciendo la croqueta sobre el catre y esperó a que el contrario se alzara para dirigirle de nuevo la palabra. -¿Por qué tiene que morir alguien? Yo no le he hecho nada a nadie, tal vez si intento razonar con ellos…- Claro, charlar con las bestias era la mejor opción. Aspeó ambas manos frente a su cara. -No digas nada, ya sé lo que piensas, es una locura, un sinsentido. Pero es que todo lo que he presenciado hoy lo ha sido, empezando por tus heridas, que ya casi ni se ven.-
Siguió aquel dedo que señalaba la cama y alzó sus cejas ante el tono autoritario y demandante de aquel hombre que, al parecer, se creía con derecho a mandar sobre ella. Lo llevaba claro. Aunque al menos le cedía la cama y no se la quedaba, eso ya era un paso en la buena dirección. Fue a sentarse al borde de la cama, cruzando un tobillo frente al otro y le miró, ofuscado como estaba. -Ya te he dicho y te repito, que no tengo la más mínima idea de por qué esos bichos iban a querer atacarme a mí. ¿Seguro que no iban detrás de ti? A veces las riñas familiares...- Porque sí, él se había parecido mucho a esos monstruos en el hospital, no tan peludo ni tan grande, pero igual de salvaje, agresivo, asesino. No sabía ni cómo no le había atizado con un leño de los de la chimenea y había salido corriendo. Bueno, sí lo sabía, la había salvado de morir ahogada. Inspiró aire profundamente y se dejó caer de espaldas sobre la cama, aún con las piernas colgando, mientras él bebía algo del mini bar del cuarto. Dirigió la vista al joven justo cuando se agachaba a encender la chimenea y alzó las cejas. Retiró la vista y se tapó la boca, antes de sacudir la cabeza. Había tenido pensamientos extraños, nada propios de ella. Seguro era el agotamiento…
Aquella manera de arreglar las cosas no iba con ella. Giró, haciendo la croqueta sobre el catre y esperó a que el contrario se alzara para dirigirle de nuevo la palabra. -¿Por qué tiene que morir alguien? Yo no le he hecho nada a nadie, tal vez si intento razonar con ellos…- Claro, charlar con las bestias era la mejor opción. Aspeó ambas manos frente a su cara. -No digas nada, ya sé lo que piensas, es una locura, un sinsentido. Pero es que todo lo que he presenciado hoy lo ha sido, empezando por tus heridas, que ya casi ni se ven.-
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Azuzaba el fuego agachado cuando escuché a la enfermera decir una sarta de chorradas tal que casi me da la risa.
-Había dicho que si me iba no sobrevivirías para ver un nuevo amanecer , ahora me doy cuenta que me he quedado muy largo al hablar de tu esperaba de vida sin mi.
Elevé la mirada torciendo la cabeza hacia el lecho, nuestros ojos chocaron impetuosos, de verdad parecía no entender nada del mundo sobrenatural.
Dejé escapar el aire de forma lenta y tras echar un par de troncos a la lumbre, me puse en pie copa en mano dirigiéndome al sofá y dejándome allí caer.
-Bien, empecemos por el principio. Esos que te buscan son licantropos, una manada, no quieren razonas, quieren matarte.
Quizás yo no tenia el don de la elocuencia, las cosas las decía como eran, sin adornos ni palabras tibias.
-¿por que alguien tiene que morir? Porque así esta creado este mundo, depredador y presa.. no he inventado yo las reglas del juego, aunque si instauraré el caos en la tierra.
Esos lobos no descansaran hasta darte caza y muerte, eres su presa y ellos tus verdugos, tu me dirás si quieres negociar con aquel que hacha en mano va a dejarla caer para separar tu cabeza del cuello o por contra vas a permitirme hacer mi trabajo.
La mujer me miraba desde la cama, sus manos apoyadas en el colchón, su torso erguido y sus ojos resplandeciendo lleno de miedo y dudas.
-Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: "Ven". Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande.
Soy Guerra, soy un licantropo, soy un ángel al que dios le ha dado potestad para traer su palabra sobre la faz de la tierra.
La mujer enarcó una ceja, miró la puerta, nerviosa, en cuanto el vidrio rozó mis labios salió corriendo hacia ella para huir de mi.
¿Que cojones no entendía esa mujer?
Mis rapidez sobrehumana la atrapó antes de que lograra tirar del pomo de la puerta.
Gritó al sentir su espalda contra mi pecho y mis brazos rodeando su cintura.
-No soy tu enemigo -susurré en su oído meciendo su pelo con mi aliento -no eres mi prisionera, pero si sales por esa puerta, asume tu destino porque no podre protegerte si no mereces ser protegida.
-Había dicho que si me iba no sobrevivirías para ver un nuevo amanecer , ahora me doy cuenta que me he quedado muy largo al hablar de tu esperaba de vida sin mi.
Elevé la mirada torciendo la cabeza hacia el lecho, nuestros ojos chocaron impetuosos, de verdad parecía no entender nada del mundo sobrenatural.
Dejé escapar el aire de forma lenta y tras echar un par de troncos a la lumbre, me puse en pie copa en mano dirigiéndome al sofá y dejándome allí caer.
-Bien, empecemos por el principio. Esos que te buscan son licantropos, una manada, no quieren razonas, quieren matarte.
Quizás yo no tenia el don de la elocuencia, las cosas las decía como eran, sin adornos ni palabras tibias.
-¿por que alguien tiene que morir? Porque así esta creado este mundo, depredador y presa.. no he inventado yo las reglas del juego, aunque si instauraré el caos en la tierra.
Esos lobos no descansaran hasta darte caza y muerte, eres su presa y ellos tus verdugos, tu me dirás si quieres negociar con aquel que hacha en mano va a dejarla caer para separar tu cabeza del cuello o por contra vas a permitirme hacer mi trabajo.
La mujer me miraba desde la cama, sus manos apoyadas en el colchón, su torso erguido y sus ojos resplandeciendo lleno de miedo y dudas.
-Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: "Ven". Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande.
Soy Guerra, soy un licantropo, soy un ángel al que dios le ha dado potestad para traer su palabra sobre la faz de la tierra.
La mujer enarcó una ceja, miró la puerta, nerviosa, en cuanto el vidrio rozó mis labios salió corriendo hacia ella para huir de mi.
¿Que cojones no entendía esa mujer?
Mis rapidez sobrehumana la atrapó antes de que lograra tirar del pomo de la puerta.
Gritó al sentir su espalda contra mi pecho y mis brazos rodeando su cintura.
-No soy tu enemigo -susurré en su oído meciendo su pelo con mi aliento -no eres mi prisionera, pero si sales por esa puerta, asume tu destino porque no podre protegerte si no mereces ser protegida.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
La impertinencia del joven empezaba a sacarla de quicio, pero le podía el frío. Se enrolló con la colcha, volviendo a tirarse en la cama y una vez más se incorporó para quedar sentada. Resopló cuando las palabras ajenas confirmaron lo que ella ya había aclarado, que razonar era una tontería, pero no era necesario que usara aquel tono con ella, que tampoco se lo había ganado. -¿Licántropos? ¿De qué me estás hablando?- Había visto sus cuerpos peludos, algo parecido a lo que saldría si un lobo se apareara con un oso. Pero eso de los lycanos le sonaba a mitología pura y dura. Bastante había tenido con sus recitares del Apocalipsis como para encima tener que creer en monstruos legendarios.
Abrió la boca para hablar, pero lo que dijo el desconocido a continuación le robó el aliento. No porque pasara de decir locuras a ser cuerdo, sino porque recordó que, realmente, creía que ese muchacho no mentía. Y si no lo hacía, si todas aquellas barbaridades que escupía por su boca eran ciertas, si de verdad iban a por ella, si ciertamente él pensaba matarlos a todos y erradicar la paz sobre la Tierra… Miró la puerta, consumida por un repentino pánico y dejando atrás la ropa de cama, se abalanzó sobre ella hasta aferrarse al pomo, que aunque le ardiera en la mano parecía su única salida. Pero aquel dichoso hombre era demasiado rápido y la detuvo, pegando su ardiente cuerpo al de la española que aún seguía helado. Tembló, entre asustada porque la amenaza sobre su vida fuera verdadera y porque la elevada temperatura del torso foráneo hizo arder su piel.
Aflojó muy lentamente los dedos, soltando la perilla de la puerta y dejó caer el brazo. -Pero… ¿Pero por qué iban a querer matarme?- La voz salió de sus labios entrecortada, baja, como un hilo a medio sesgar. Se llevó una mano a la frente, pasándola seguidamente por todo su rostro hasta volver a caer junto a su tronco. Giró la cabeza, encontrándose con los ojos del chico a escasos centímetros de los suyos y en cuanto abrió la boca, sus alientos chocaron. -No le hecho daño nunca a nadie, sólo intento salvar vidas… aunque no siempre sea posible.- Su mirada se ensombreció, agachando la vista, ante el recuerdo de todos aquellos cuyas muertes pesaban sobre su conciencia, aunque no hubiese sido ella quién le pusiera fin a sus existencias. De pronto alzó el rostro y su frente chocó con la nariz del joven, antes de confesar su idea. -¿Podría ser eso? ¿Alguien que, tras la pérdida de un ser querido, se haya visto nublado por la ira?- Era una posibilidad, pero seguía sin aclarar quiénes eran realmente, pues había muchos difuntos cada día, así que quien buscara venganza, podría ser prácticamente cualquiera. Claro que ella no sabía, que horas antes, alguien más perdía la vida a manos de aquellos licántropos y no por causa fortuita, sino la comadrona a la que ayudara con una cesárea fallida.
Abrió la boca para hablar, pero lo que dijo el desconocido a continuación le robó el aliento. No porque pasara de decir locuras a ser cuerdo, sino porque recordó que, realmente, creía que ese muchacho no mentía. Y si no lo hacía, si todas aquellas barbaridades que escupía por su boca eran ciertas, si de verdad iban a por ella, si ciertamente él pensaba matarlos a todos y erradicar la paz sobre la Tierra… Miró la puerta, consumida por un repentino pánico y dejando atrás la ropa de cama, se abalanzó sobre ella hasta aferrarse al pomo, que aunque le ardiera en la mano parecía su única salida. Pero aquel dichoso hombre era demasiado rápido y la detuvo, pegando su ardiente cuerpo al de la española que aún seguía helado. Tembló, entre asustada porque la amenaza sobre su vida fuera verdadera y porque la elevada temperatura del torso foráneo hizo arder su piel.
Aflojó muy lentamente los dedos, soltando la perilla de la puerta y dejó caer el brazo. -Pero… ¿Pero por qué iban a querer matarme?- La voz salió de sus labios entrecortada, baja, como un hilo a medio sesgar. Se llevó una mano a la frente, pasándola seguidamente por todo su rostro hasta volver a caer junto a su tronco. Giró la cabeza, encontrándose con los ojos del chico a escasos centímetros de los suyos y en cuanto abrió la boca, sus alientos chocaron. -No le hecho daño nunca a nadie, sólo intento salvar vidas… aunque no siempre sea posible.- Su mirada se ensombreció, agachando la vista, ante el recuerdo de todos aquellos cuyas muertes pesaban sobre su conciencia, aunque no hubiese sido ella quién le pusiera fin a sus existencias. De pronto alzó el rostro y su frente chocó con la nariz del joven, antes de confesar su idea. -¿Podría ser eso? ¿Alguien que, tras la pérdida de un ser querido, se haya visto nublado por la ira?- Era una posibilidad, pero seguía sin aclarar quiénes eran realmente, pues había muchos difuntos cada día, así que quien buscara venganza, podría ser prácticamente cualquiera. Claro que ella no sabía, que horas antes, alguien más perdía la vida a manos de aquellos licántropos y no por causa fortuita, sino la comadrona a la que ayudara con una cesárea fallida.
Última edición por Estrella Díaz el Jue Nov 23, 2017 11:02 am, editado 1 vez
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Su mano cedió el agarré del pomo y su brazo cayó rendido a un lado de su cuerpo mientras mis brazos seguían firmes aferrando su cuerpo que se sacudía preso del pánico.
Observé como incrédula por la situación y como si esperase despertar de un sueño tras restregarse los ojos alzó de nuevo la mirada chocando sus verdes con mis pardos.
Sus labios se entreabrieron a escasa distancia y nuestros furibundos alientos chocaron logrando que mi mirada se desviara hasta su boca.
-no lo se -respondí cuando dijo que ella solo ayudaba a la gente -algo tiene que haber Estrella -aseguré -piensa.
Bajo la mirada al suelo, meditando mis palabras hasta que la parecer cayó en algo elevando de nuevo sus ojos hasta los míos.
-Puede ser, quizás alguien a muerto en tus mano -dije mirándola fijamente -no es que se te de muy bien eso de cuidar pacientes, a mi me tuviste sin comida, ni agua y atado -apunté sin intención de hacer una broma con ese hecho, pero al parecer mis palabras la hicieron sonreír por el modo sarcástico en el que sonaron.
Aflojé despacio el agarré para darnos cierto espacio, yo estaba desnudo, ella en ropa interior y creo que los dos habíamos entrado en calor y no precisamente por el fuego que a nuestro lateral bailaba en la habitación.
-Bien, eso quiere decir que en el hospital debe haber un registro de la gente que has matado, mi hermano lo lleva apuntado en un libro ¿tu también? -esta vez si ladeé la sonrisa -no, en serio, debe haber un registro con las defunciones, quizás allí encontremos mas información.
Si no tendremos que pasar al plan b.
La enfermera me miro como si eso del plan b no le hiciera especial ilusión pero esperó a que hablara nuevamente.
-Usarte como cebo y darles caza hasta matarlos -dije con toda la tranquilidad del mundo -preferiría conocer sus nombre e ir a buscarlos sin ti, pero esta claro que si no, pues tendrá que ser contigo, el caso es que han de morir para que tu puedas vivir.
Me acerqué al mueble bar y cogí la botella di un trago y se la pase, creo que le iba a venir bien para dormir.
-Acuéstate y duerme, mañana nos espera un día duro -dije con cierta frialdad.
Observé como incrédula por la situación y como si esperase despertar de un sueño tras restregarse los ojos alzó de nuevo la mirada chocando sus verdes con mis pardos.
Sus labios se entreabrieron a escasa distancia y nuestros furibundos alientos chocaron logrando que mi mirada se desviara hasta su boca.
-no lo se -respondí cuando dijo que ella solo ayudaba a la gente -algo tiene que haber Estrella -aseguré -piensa.
Bajo la mirada al suelo, meditando mis palabras hasta que la parecer cayó en algo elevando de nuevo sus ojos hasta los míos.
-Puede ser, quizás alguien a muerto en tus mano -dije mirándola fijamente -no es que se te de muy bien eso de cuidar pacientes, a mi me tuviste sin comida, ni agua y atado -apunté sin intención de hacer una broma con ese hecho, pero al parecer mis palabras la hicieron sonreír por el modo sarcástico en el que sonaron.
Aflojé despacio el agarré para darnos cierto espacio, yo estaba desnudo, ella en ropa interior y creo que los dos habíamos entrado en calor y no precisamente por el fuego que a nuestro lateral bailaba en la habitación.
-Bien, eso quiere decir que en el hospital debe haber un registro de la gente que has matado, mi hermano lo lleva apuntado en un libro ¿tu también? -esta vez si ladeé la sonrisa -no, en serio, debe haber un registro con las defunciones, quizás allí encontremos mas información.
Si no tendremos que pasar al plan b.
La enfermera me miro como si eso del plan b no le hiciera especial ilusión pero esperó a que hablara nuevamente.
-Usarte como cebo y darles caza hasta matarlos -dije con toda la tranquilidad del mundo -preferiría conocer sus nombre e ir a buscarlos sin ti, pero esta claro que si no, pues tendrá que ser contigo, el caso es que han de morir para que tu puedas vivir.
Me acerqué al mueble bar y cogí la botella di un trago y se la pase, creo que le iba a venir bien para dormir.
-Acuéstate y duerme, mañana nos espera un día duro -dije con cierta frialdad.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
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