AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
Llevaba ya un par de semanas trabajando en aquel hospital y los sucesos extraños cada vez se acontecían con más frecuencia. Estrella era una muchacha con recursos y mucho recorrido en la vida y, a sus escasos veinticuatro años de edad, ya había visto multitud de enfermedades, dolencias, infecciones y mutaciones en humanos, incluso en animales. Pero lo que ocurría en aquel lugar, era algo nuevo para ella. Hombres y mujeres que parecían haber sido atacados por animales gigantescos como osos, pero cuyas garras eran más largas y laceraban más profundo, jóvenes tan pálidos que parecían haber sufrido una impresionante anemia y deberían yacer muertos, personas que se negaban a recibir asistencia cuando su vida pendía de un hilo y claramente estaban falleciendo en la cama o incluso en el suelo. ¿Y por qué allí? ¿Por qué en París? ¿A caso era algo así como un agujero del infierno donde se habían ido a reunir todas las extrañezas y muertes incongruentes posibles? La chica no le encontraba lógica alguna, no creía que fuera ningún tipo de plaga, porque aunque a veces los síntomas se asemejaban o en muy pocos casos incluso coincidían, las historias que los pocos que hablaban se dignaban a contar, no tenían ni pies ni cabeza. Parecían estar todos sujetos a los efectos del opio.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Llevaba ya un par de semanas trabajando en aquel hospital y los sucesos extraños cada vez se acontecían con más frecuencia. Estrella era una muchacha con recursos y mucho recorrido en la vida y, a sus escasos veinticuatro años de edad, ya había visto multitud de enfermedades, dolencias, infecciones y mutaciones en humanos, incluso en animales. Pero lo que ocurría en aquel lugar, era algo nuevo para ella. Hombres y mujeres que parecían haber sido atacados por animales gigantescos como osos, pero cuyas garras eran más largas y laceraban más profundo, jóvenes tan pálidos que parecían haber sufrido una impresionante anemia y deberían yacer muertos, personas que se negaban a recibir asistencia cuando su vida pendía de un hilo y claramente estaban falleciendo en la cama o incluso en el suelo. ¿Y por qué allí? ¿Por qué en París? ¿A caso era algo así como un agujero del infierno donde se habían ido a reunir todas las extrañezas y muertes incongruentes posibles? La chica no le encontraba lógica alguna, no creía que fuera ningún tipo de plaga, porque aunque a veces los síntomas se asemejaban o en muy pocos casos incluso coincidían, las historias que los pocos que hablaban se dignaban a contar, no tenían ni pies ni cabeza. Parecían estar todos sujetos a los efectos del opio.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Última edición por Estrella Díaz el Dom Nov 26, 2017 2:44 pm, editado 1 vez
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
El caballo se siguió alejando, pero el sonido de la pelea hacía eco en toda la zona. No resultó difícil a aquellas horas de la noche y dado el abandono del barrio industrial. Nadie trabajaría allí hasta que saliera el sol y los únicos sonidos que se escuchaban eran los de algunos animales que buscaban dónde resguardarse o algo que llevarse a la boca. Pero ahora los gruñidos y alaridos resonaban como si la lucha tuviera lugar en una habitación vacía y cerrada.
La enfermera intentó cambiar el rumbo que había tomado la montura, pero era un animal bravo y salvaje cuando no lo llevaba su jinete. Hubo un momento en el que incluso se planteó saltar a pleno galope, pero la cabeza del corcel giró para morderle en el muslo, sorprendiéndola, dejándola atónita de hecho. El semental era demasiado listo para ser un simple caballo. Pero tuvo clara una cosa, no dejaría que se bajara hasta que él quisiera y a aquellas alturas ya estaba resignada. Fue mirando alrededor, intentando ubicarse, aunque teniendo en cuenta que desconocía por completo aquellas calles, era más una manera de no pensar en lo que dejaba atrás que en pensar en perder el tiempo para nada.
De repente, un grito que portaba su nombre, hizo que el trotón detuviera su paso de forma brusca, logrando que la castaña chocara contra el firme cuello de la bestia, abrazándolo para no caerse. Se alzó de inmediato, mirando hacia un lado, aquel por el que acababan de llegar al punto en el que se encontraban en la actualidad. El rocín, ésta vez sí, giró con ella y emprendió el galope para regresar cerca del origen, pero en un estrello callejón. Vio tendido al muchacho y rápidamente desmontó a su lado, agachándose para ver las terribles heridas que portaba. -Dios mío…- Murmuró y, sin pensarlo ni un segundo, se rasgó el bajo del uniforme para vendar con él el pecho del chico, apretando con las dos manos y los dientes al hacer un nudo. No tenía maderas para preparar un torniquete, debían buscar refugio. -No te mueras, ¿me oyes? Te lo prohíbo.- Sentenció con la voz seria y oscura, aunque el timbre le vibró con temor oculto. Pasó un brazo por debajo del ajeno y con todas sus fuerzas y el apoyo del muro, logró levantarse con él. Se aproximó al animal y tras dejarlo recostado contra el costillar de éste, le empujó desde abajo, sin importarle parecer poco femenina ni tonterías similares. Tenían que largarse de allí y ella no llegaría lejos sola, necesitaba al bermejo. Tras varios intentos, logró dejarlo sobre el lomo y tomó de las riendas a la fiera para buscar un lugar en el que dejar reposar a Guerra y curarle las heridas para que no se infectaran y evitar que pudieran causar gangrena.
Tras deambular por varias travesías, vio una vieja botica medio en derruida. Dejó al corcel fuera para entrar a investigar. No había grandes cosas, pero sí una camilla para revisar pacientes, gasas y alcohol. No tenía puerta, así que salió a buscar a ambos y entró con el animal hasta dentro, lo que le facilitó dejar caer al jinete sobre el catre, arrancándole un quejido. -No seas niño.- Le regañó, intentando tranquilizarse y fue a lavarse las manos con algo de alcohol, regresando luego para hacerle las curas, despacio, con cuidado. La mueca de desagrado no se borraba de su rostro, aquello era una carnicería. Por mucho licántropo que fuera, necesitaba sutura hasta que el brutal desgarro lograra terminar de cerrarse por si solo.
Rebuscó en varios cajones hasta lograr dar con agujas grandes e hilo especial. Los alfileres eran viejos y estaban oxidados así que tuvo que quemar uno de ellos con cuidado tras bañarlo en el mismo líquido con el que ella se había limpiado. Enhebró el cabezal y empezó a coser, y tan nerviosa estaba que olvidó darle algo para morder.
La enfermera intentó cambiar el rumbo que había tomado la montura, pero era un animal bravo y salvaje cuando no lo llevaba su jinete. Hubo un momento en el que incluso se planteó saltar a pleno galope, pero la cabeza del corcel giró para morderle en el muslo, sorprendiéndola, dejándola atónita de hecho. El semental era demasiado listo para ser un simple caballo. Pero tuvo clara una cosa, no dejaría que se bajara hasta que él quisiera y a aquellas alturas ya estaba resignada. Fue mirando alrededor, intentando ubicarse, aunque teniendo en cuenta que desconocía por completo aquellas calles, era más una manera de no pensar en lo que dejaba atrás que en pensar en perder el tiempo para nada.
De repente, un grito que portaba su nombre, hizo que el trotón detuviera su paso de forma brusca, logrando que la castaña chocara contra el firme cuello de la bestia, abrazándolo para no caerse. Se alzó de inmediato, mirando hacia un lado, aquel por el que acababan de llegar al punto en el que se encontraban en la actualidad. El rocín, ésta vez sí, giró con ella y emprendió el galope para regresar cerca del origen, pero en un estrello callejón. Vio tendido al muchacho y rápidamente desmontó a su lado, agachándose para ver las terribles heridas que portaba. -Dios mío…- Murmuró y, sin pensarlo ni un segundo, se rasgó el bajo del uniforme para vendar con él el pecho del chico, apretando con las dos manos y los dientes al hacer un nudo. No tenía maderas para preparar un torniquete, debían buscar refugio. -No te mueras, ¿me oyes? Te lo prohíbo.- Sentenció con la voz seria y oscura, aunque el timbre le vibró con temor oculto. Pasó un brazo por debajo del ajeno y con todas sus fuerzas y el apoyo del muro, logró levantarse con él. Se aproximó al animal y tras dejarlo recostado contra el costillar de éste, le empujó desde abajo, sin importarle parecer poco femenina ni tonterías similares. Tenían que largarse de allí y ella no llegaría lejos sola, necesitaba al bermejo. Tras varios intentos, logró dejarlo sobre el lomo y tomó de las riendas a la fiera para buscar un lugar en el que dejar reposar a Guerra y curarle las heridas para que no se infectaran y evitar que pudieran causar gangrena.
Tras deambular por varias travesías, vio una vieja botica medio en derruida. Dejó al corcel fuera para entrar a investigar. No había grandes cosas, pero sí una camilla para revisar pacientes, gasas y alcohol. No tenía puerta, así que salió a buscar a ambos y entró con el animal hasta dentro, lo que le facilitó dejar caer al jinete sobre el catre, arrancándole un quejido. -No seas niño.- Le regañó, intentando tranquilizarse y fue a lavarse las manos con algo de alcohol, regresando luego para hacerle las curas, despacio, con cuidado. La mueca de desagrado no se borraba de su rostro, aquello era una carnicería. Por mucho licántropo que fuera, necesitaba sutura hasta que el brutal desgarro lograra terminar de cerrarse por si solo.
Rebuscó en varios cajones hasta lograr dar con agujas grandes e hilo especial. Los alfileres eran viejos y estaban oxidados así que tuvo que quemar uno de ellos con cuidado tras bañarlo en el mismo líquido con el que ella se había limpiado. Enhebró el cabezal y empezó a coser, y tan nerviosa estaba que olvidó darle algo para morder.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Deslicé mis dedos manchados de carmesí por sus labios, bajando ligeramente el inferior a mi paso.
-Estoy bien -dije enfocando sus dos estrellas que centelleaban ante mi turbia mirada.
Apoyé mis brazos sobre el lomo del rojo corcel, no se puede decir que la humana no le pusiera empeño en alzarme sobre este.
Apreté los dientes, gruño y mi pecho roza con la silla abriéndome mas la herida hasta que siento las entrañas abrirse, aullé ligeramente siseando cuando mi pierna pasó por encima en un esfuerzo in imaginado.
Ella se alza tras de mi, como una amazonas toma las riendas de mi vida y de la suya, apenas soy capaz de mantener los ojos abiertos, la peor herida no sangra, solo duele.
Trote de mi espectro sobre el cual apenas podía mantener mi cuerpo, musculo contra musculo, tensos sendos. La parca me miraba de frente, pues aunque la herida no sangraban las costillas rotas perforaban el pulmón dejándome sin aire.
Piel violeta, pecho en llamas, dolor al que estaba acostumbrado, ese que había aprendido a soportar con los años.
Brizna de aire tomada por mis labios, en un intento de mandar a la muerte de vuelta al infierno
No se cuando, alzó la mirada, la montura se detiene y despacio a cubierto la luna deja de mecerme.
Me empuja contra algo duro, gruñó ligeramente fuera de mi, ella me prohíbe la muerte, yo juro en silencio que va a necesitar mas que esto si quiere detenerme.
No se el tiempo que pasa pues me adormezco sobre ese improvisado lecho, mas cuando vuelve ella lo hace un arsenal de cosas con las que perforar mi piel.
Abro los ojos y la detengo un instante, me cuesta mucho respirar, no tanto por las heridas abiertas, esas cerraran, el choque de nuestros cuerpos me ha fracturado la costilla derecha que se hunde en mi pulmón.
No tarda en darse cuenta, noto miedo en sus ojos y casi puedo adivinar l oque no dicen sus labios, necesito ir al hospital, mas antes de que lo sisee, niego.
Llevó mi mano hasta la suya, se que puede arreglarlo y a de ser aquí, no la expondré a mas riesgos.
Abandona la aguja con la que cosía mis heridas, ahora desangrarme no es el mayor de mis problemas.
No puedo evitar observarla, esta tan bella preocupada que sin poder evitarlo ladeo la sonrisa, algo me dice que me mataría con sus manos y no descarto que lo haga cuando todo esto haya pasado.
-Estoy bien -dije enfocando sus dos estrellas que centelleaban ante mi turbia mirada.
Apoyé mis brazos sobre el lomo del rojo corcel, no se puede decir que la humana no le pusiera empeño en alzarme sobre este.
Apreté los dientes, gruño y mi pecho roza con la silla abriéndome mas la herida hasta que siento las entrañas abrirse, aullé ligeramente siseando cuando mi pierna pasó por encima en un esfuerzo in imaginado.
Ella se alza tras de mi, como una amazonas toma las riendas de mi vida y de la suya, apenas soy capaz de mantener los ojos abiertos, la peor herida no sangra, solo duele.
Trote de mi espectro sobre el cual apenas podía mantener mi cuerpo, musculo contra musculo, tensos sendos. La parca me miraba de frente, pues aunque la herida no sangraban las costillas rotas perforaban el pulmón dejándome sin aire.
Piel violeta, pecho en llamas, dolor al que estaba acostumbrado, ese que había aprendido a soportar con los años.
Brizna de aire tomada por mis labios, en un intento de mandar a la muerte de vuelta al infierno
No se cuando, alzó la mirada, la montura se detiene y despacio a cubierto la luna deja de mecerme.
Me empuja contra algo duro, gruñó ligeramente fuera de mi, ella me prohíbe la muerte, yo juro en silencio que va a necesitar mas que esto si quiere detenerme.
No se el tiempo que pasa pues me adormezco sobre ese improvisado lecho, mas cuando vuelve ella lo hace un arsenal de cosas con las que perforar mi piel.
Abro los ojos y la detengo un instante, me cuesta mucho respirar, no tanto por las heridas abiertas, esas cerraran, el choque de nuestros cuerpos me ha fracturado la costilla derecha que se hunde en mi pulmón.
No tarda en darse cuenta, noto miedo en sus ojos y casi puedo adivinar l oque no dicen sus labios, necesito ir al hospital, mas antes de que lo sisee, niego.
Llevó mi mano hasta la suya, se que puede arreglarlo y a de ser aquí, no la expondré a mas riesgos.
Abandona la aguja con la que cosía mis heridas, ahora desangrarme no es el mayor de mis problemas.
No puedo evitar observarla, esta tan bella preocupada que sin poder evitarlo ladeo la sonrisa, algo me dice que me mataría con sus manos y no descarto que lo haga cuando todo esto haya pasado.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
El joven detuvo a la enfermera, posóa una mano sobre su muñeca y evitó que ella siguiera suturando. La muchacha se inclinó para ver si él alcanzaba a decirle algo, pero era incapaz de hablar, respiraba mal, debía tener algún tipo de obstrucción o, aún peor, una perforación. Se incorporó de nuevo y buscó con la mirada, con la yema de los dedos. Palpó el pecho del jinete con sumo cuidado, recordando todas y cada una de las cosas aprendida durante sus años como voluntaria que, por suerte para el castaño, no eran pocos a pesar de la corta edad de la española. Localizó enseguida el origen del problema y su corazón se cerró en un puño. Una de las costillas se había astillado y amenazaba con hacerle un boquete al pulmón derecho de Guerra. Lo más sensato sería llevarle al hospital o, al menos, ir en busca de ayuda; pero ni disponían del tiempo necesario ni estaba segura de conseguir llegar a ninguna parte con aquellos que les buscaban allí fuera.
El silencio reinó varios segundos el lugar, tiempo que ella utilizóa para pensar, para meditar las posibilidades, las salidas, los riesgos de sus futuros actos en el cuerpo del chico que yacía tendido en aquella cochambrosa camilla. -Espero que sepas en lo que te estás metiendo…- Porque así era, ella no había estudiado medicina, era una mujer y estaban en el maldito 1800, gracias tenía que dar que podía ejercer un oficio y no sólo el de limpiar casas. Por suerte para ambos, Estrella siempre había sido muy aplicada y aprendía deprisa, se le daba bien mimetizar, mejorar copiando.
Con las manos aún esterilizadas por el alcohol, empezó a tantear bajo la carne del joven, aún sabiendo que sin algo de morfina aquello tenía que doler horrores, pues no tenían otro remedio que aguantarse los dos y tirar para adelante, como fuera, con lo que fuera. Una vez localizó el problema, lo enmendó del mejor modo que pudo. La costilla en sí no estaba del todo rota, así que el mal no era el peor posible. Se encargó de raspar y retirar la parte astillada hasta dejarla lisa, con sumo cuidado y meticulosidad. -Intenta tomar aire y expulsarlo, debo comprobar si hay orificio…- Se agachó, pues no se fiaba de notarlo con los dedos ensangrentados y quería escuchar el sonido, ver si había silbido allí donde no se debía escuchar nada. No había fonendoscopio, su oído era la única herramienta válida para tal tarea. -Hazlo muy despacio… necesito el máximo silencio posible.- Ella, por su lado, aguantó la respiración, esperando a que él hiciera lo que le tocaba. Mentalmente rezaba para que no hubiere perforación.
El silencio reinó varios segundos el lugar, tiempo que ella utilizóa para pensar, para meditar las posibilidades, las salidas, los riesgos de sus futuros actos en el cuerpo del chico que yacía tendido en aquella cochambrosa camilla. -Espero que sepas en lo que te estás metiendo…- Porque así era, ella no había estudiado medicina, era una mujer y estaban en el maldito 1800, gracias tenía que dar que podía ejercer un oficio y no sólo el de limpiar casas. Por suerte para ambos, Estrella siempre había sido muy aplicada y aprendía deprisa, se le daba bien mimetizar, mejorar copiando.
Con las manos aún esterilizadas por el alcohol, empezó a tantear bajo la carne del joven, aún sabiendo que sin algo de morfina aquello tenía que doler horrores, pues no tenían otro remedio que aguantarse los dos y tirar para adelante, como fuera, con lo que fuera. Una vez localizó el problema, lo enmendó del mejor modo que pudo. La costilla en sí no estaba del todo rota, así que el mal no era el peor posible. Se encargó de raspar y retirar la parte astillada hasta dejarla lisa, con sumo cuidado y meticulosidad. -Intenta tomar aire y expulsarlo, debo comprobar si hay orificio…- Se agachó, pues no se fiaba de notarlo con los dedos ensangrentados y quería escuchar el sonido, ver si había silbido allí donde no se debía escuchar nada. No había fonendoscopio, su oído era la única herramienta válida para tal tarea. -Hazlo muy despacio… necesito el máximo silencio posible.- Ella, por su lado, aguantó la respiración, esperando a que él hiciera lo que le tocaba. Mentalmente rezaba para que no hubiere perforación.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Rugí alzando el torso con violencia al sentir sus dedos en mi costado ensangrentandos. No se bien con que raspaba, pero mis ojos se tornaron ámbar por el subido de adrenalina.
Dolía, abrasaba aquel continuo seraje que movía mis costillas haciéndome sangrar en abundancia. Rozaba mi pulmón con el instrumento consiguiendo dejarme completamente sin aire, no se en que momento perdí la consciencia pero mi cuerpo se desplomó sobre la improvisada camilla.
No se el tiempo que paso, pero ella golpeaba mi rostro para que volviera en mi, me pedía que respirara. Ella lo necesitaba al parecer para comprobar algo. Aturdido, viendo manchas marrones en su rostro y con los labios entreabiertos creo que le hice caso.
Mis ojos volvían a cerrarse, tenia frio pese a que mi temperatura corporal siempre fue elevada.
Oía las gotas de sangre resbalar por la camilla hasta un charco que se había formado en el suelo.
La enfermera me intentaba mantener despierto, me pedía que abriera los ojos, que respirara y que no se me ocurriera morirme.
Le hubiera pedido un orden en todas sus peticiones, pero no tenia fuerzas para bromear en ese momento.
La aguja se hundía en mi piel, de vez en cuando un paño apartaba el sudor de mi perlada frente, sus labios rozaban tibios los míos pidiéndome que abriera los ojos.
Estaba cansado, pero mis dedos se enredaron en su pelo castaño quedando en un puño con una cascada de aguas vivas deslizándose por mi mano.
-Acuéstate conmigo -le pedí -mis dientes castañeteaban, de verdad necesitaba dormir.
No se el tiempo que paso, pero cuando abrí los ojos los rayos de luz entraban por le gran ventanal lleno de polvo.
-Hola -dije relamiendome los labios, su aspecto no era muy bueno, demacrada, con ojeras parecía no haber pegado ojo en toda la noche.
-Estas horrible – puse cara de circunstancia, seguro que eso no se decía -ups, preciosa, quiero decir preciosa.
Ella negó con la cabeza pero sus labios pintaron una sonrisa al ver mas tranquila que seguía con vida.
-Tengo sed y hambre -dije con sinceridad intentando levantarme.
La humana colocó su mano en mi pecho, con gesto severo me apuntó con el dedo asegurando que como me levantara de la cama ella misma me mataba.
-eso seria una perdida de tiempo, llevas toda la noche luchando porque eso no pase -apunté sin acabar de entender porque los humanos eran tan absurdos.
Dolía, abrasaba aquel continuo seraje que movía mis costillas haciéndome sangrar en abundancia. Rozaba mi pulmón con el instrumento consiguiendo dejarme completamente sin aire, no se en que momento perdí la consciencia pero mi cuerpo se desplomó sobre la improvisada camilla.
No se el tiempo que paso, pero ella golpeaba mi rostro para que volviera en mi, me pedía que respirara. Ella lo necesitaba al parecer para comprobar algo. Aturdido, viendo manchas marrones en su rostro y con los labios entreabiertos creo que le hice caso.
Mis ojos volvían a cerrarse, tenia frio pese a que mi temperatura corporal siempre fue elevada.
Oía las gotas de sangre resbalar por la camilla hasta un charco que se había formado en el suelo.
La enfermera me intentaba mantener despierto, me pedía que abriera los ojos, que respirara y que no se me ocurriera morirme.
Le hubiera pedido un orden en todas sus peticiones, pero no tenia fuerzas para bromear en ese momento.
La aguja se hundía en mi piel, de vez en cuando un paño apartaba el sudor de mi perlada frente, sus labios rozaban tibios los míos pidiéndome que abriera los ojos.
Estaba cansado, pero mis dedos se enredaron en su pelo castaño quedando en un puño con una cascada de aguas vivas deslizándose por mi mano.
-Acuéstate conmigo -le pedí -mis dientes castañeteaban, de verdad necesitaba dormir.
No se el tiempo que paso, pero cuando abrí los ojos los rayos de luz entraban por le gran ventanal lleno de polvo.
-Hola -dije relamiendome los labios, su aspecto no era muy bueno, demacrada, con ojeras parecía no haber pegado ojo en toda la noche.
-Estas horrible – puse cara de circunstancia, seguro que eso no se decía -ups, preciosa, quiero decir preciosa.
Ella negó con la cabeza pero sus labios pintaron una sonrisa al ver mas tranquila que seguía con vida.
-Tengo sed y hambre -dije con sinceridad intentando levantarme.
La humana colocó su mano en mi pecho, con gesto severo me apuntó con el dedo asegurando que como me levantara de la cama ella misma me mataba.
-eso seria una perdida de tiempo, llevas toda la noche luchando porque eso no pase -apunté sin acabar de entender porque los humanos eran tan absurdos.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
-No me hagas esto, despierta.- Le dio toques en la cara para intentar espabilarle, porque además de necesitar que le hiciera caso, era peligroso que, dada la situación en la que estaba, perdiera el conocimiento. Por suerte, le vio entreabrir los ojos y volvió a acercar la oreja a su pecho para escucharle respirar. No había perforación, así que se dispuso a retomar su tarea original, la de suturarle la herida, al menos gran parte de ella, porque llevaba parte de las costillas al descubierto, tenía un aspecto horrible y aquello no hacía más que encoger el corazón de la española.
Una vez terminó el trabajo, limpió como pudo al joven, su rostro, sus hombros, el torso entero. No por otra cosa que no fuera evitar infección. Usó agua, pero para terminar hizo uso de alcohol y gasas, algo que escocía una barbaridad, lo sabía, pero, no quedaba otro remedio. El que ni aún con aquel ardor despertara la preocupó muchísimo y se agachó a suplicarle que despegara sus párpados y la mirara, rozando los labios del castaño en trémulos besos. -Abre los ojos, por favor...- Notaba que tenía frío, pero allí no había nada como para poder cubrirle con ello sin temer que le pasara hongos o algo peor. Así que cuando le pidió que se tumbara con él, accedió, sabiendo que era el único modo de transmitirle algo de calor a alguien que, por costumbre, era quien lo irradiaba. Se subió con cuidado a la camilla y se apegó al costado de Guerra, rodeándole la cintura con un brazo, asegurándose de no tocar ninguna zona con puntos. También le pasó una pierna por encima de las suyas, buscando compartir su temperatura con él, por poco elevada que fuera. Mas aún cuando se tumbó con él, fue incapaz de dormir. Se quedó el resto de noche velando por él, preguntándose si habría hecho suficiente, si no se habría confiado al creer que el pulmón estaba intacto. Las horas que él pasó recuperándose, ella las invirtió en escucharle respirar, en contar sus latidos, aterrada ante la posibilidad de un cambio a peor.
Los minutos se tornaron una eternidad, pero transcurrido Dios sabe cuánto tiempo, al final el muchacho despertó y ella se incorporó, quedando apoyada en el antebrazo izquierdo al buscar aquellos ojos color avellana. No se enfadó cuando le dijo que estaba horrible, era más que consciente que debía parecer un mapache rabioso entre las ojeras, el pelo revuelto y la sangre seca adherida a la piel. Sonrió al ver que era capaz de bromear, porque le pareció que eso hacía al rectificar y decirle que estaba preciosa, cuando claramente no era el caso. Vio el intento ajeno de levantarse y se lo impidió con suavidad, no deseando tocar donde pudiera dolerle. -Levántate y acabaré contigo yo misma.- Negó ante la respuesta foránea, estaba claro que el chico no entendía lo que era el sarcasmo. -Precisamente por eso no te vas a mover.- Sentenció y bajó de la camilla. Allí no había nada para comer, pero sí agua embotellada, así que fue a por un frasco y se lo trajo. -No hay vasos limpios...- Y obviamente no lavaría uno con alcohol para asegurarse que se desinfectaba en condiciones. Miró en dirección al ventanal, entrecerrando los ojos para ver en la distancia los letreros al otro lado de la calle. -Voy a por algo de comer. Ni se te ocurra mover un dedo, ¿me oyes?- Sin pensarlo siquiera, dio un fugaz beso a los labios del jinete y tras coger una bata sucia y de hombre que había colgada junto a la entrada, se la puso y salió al exterior en busca de algo para alimentar al licántropo que necesitaba recargar energías.
Una vez terminó el trabajo, limpió como pudo al joven, su rostro, sus hombros, el torso entero. No por otra cosa que no fuera evitar infección. Usó agua, pero para terminar hizo uso de alcohol y gasas, algo que escocía una barbaridad, lo sabía, pero, no quedaba otro remedio. El que ni aún con aquel ardor despertara la preocupó muchísimo y se agachó a suplicarle que despegara sus párpados y la mirara, rozando los labios del castaño en trémulos besos. -Abre los ojos, por favor...- Notaba que tenía frío, pero allí no había nada como para poder cubrirle con ello sin temer que le pasara hongos o algo peor. Así que cuando le pidió que se tumbara con él, accedió, sabiendo que era el único modo de transmitirle algo de calor a alguien que, por costumbre, era quien lo irradiaba. Se subió con cuidado a la camilla y se apegó al costado de Guerra, rodeándole la cintura con un brazo, asegurándose de no tocar ninguna zona con puntos. También le pasó una pierna por encima de las suyas, buscando compartir su temperatura con él, por poco elevada que fuera. Mas aún cuando se tumbó con él, fue incapaz de dormir. Se quedó el resto de noche velando por él, preguntándose si habría hecho suficiente, si no se habría confiado al creer que el pulmón estaba intacto. Las horas que él pasó recuperándose, ella las invirtió en escucharle respirar, en contar sus latidos, aterrada ante la posibilidad de un cambio a peor.
Los minutos se tornaron una eternidad, pero transcurrido Dios sabe cuánto tiempo, al final el muchacho despertó y ella se incorporó, quedando apoyada en el antebrazo izquierdo al buscar aquellos ojos color avellana. No se enfadó cuando le dijo que estaba horrible, era más que consciente que debía parecer un mapache rabioso entre las ojeras, el pelo revuelto y la sangre seca adherida a la piel. Sonrió al ver que era capaz de bromear, porque le pareció que eso hacía al rectificar y decirle que estaba preciosa, cuando claramente no era el caso. Vio el intento ajeno de levantarse y se lo impidió con suavidad, no deseando tocar donde pudiera dolerle. -Levántate y acabaré contigo yo misma.- Negó ante la respuesta foránea, estaba claro que el chico no entendía lo que era el sarcasmo. -Precisamente por eso no te vas a mover.- Sentenció y bajó de la camilla. Allí no había nada para comer, pero sí agua embotellada, así que fue a por un frasco y se lo trajo. -No hay vasos limpios...- Y obviamente no lavaría uno con alcohol para asegurarse que se desinfectaba en condiciones. Miró en dirección al ventanal, entrecerrando los ojos para ver en la distancia los letreros al otro lado de la calle. -Voy a por algo de comer. Ni se te ocurra mover un dedo, ¿me oyes?- Sin pensarlo siquiera, dio un fugaz beso a los labios del jinete y tras coger una bata sucia y de hombre que había colgada junto a la entrada, se la puso y salió al exterior en busca de algo para alimentar al licántropo que necesitaba recargar energías.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Estrella me dio un poco de agua, en un principio me atragante, tosí ligeramente llevaba demasiado sin ingerir nada, y mis prisas me gastaban malas pasadas.
Su mano se deslizó suave por mi espalda pidiéndome calma para beber, recordándome que hacia apenas unas horas estaba abierto en canal sobre la camilla.
-Ya será menos -bromeé enredando mis dedos en su pelo de la nuca. La atraje suavemente, mis labios contra los ajenos se encontraron de forma húmeda, una ligera presión que me hizo entreabrir la boca.
Estrella me dijo que iría a conseguir algo de comida al escuchar por segunda vez rugir a mi estomago.
Asentí analizando sus palabras, me dijo que no me levantara que si no me mataría y en un principio le hice caso con mi mirada fija en el techo, pero el tiempo pasaba despacio y ella no volvía. Llevaba un bata manchada de sangre ¿y si le había pasado algo?
Intenté alejar esa idea de mi mente, pero yo no me caracterizaba por ser un hombre calmo, menos uno paciente, así que apretando los dientes erguí mi torso.
Mis pies tocaron el suelo, una corriente de dolor recorrió mi vientre ascendiendo hacia mi pecho.
-¡Joder! -aullé poniéndome en pie.
Jadeé ligeramente por le esfuerzo, pero ya estaba en pie y eso me hizo ladear la sonrisa con soberbia, nada iba a mantenerme postrado a una camilla sin saber si ella estaba bien.
La ventana no estaba muy lejos, renqueante di un paso tras otro, hasta llegar frente al polvoriento cristal.
Mi mano quedó apoyada en su marco mientras tomaba aire intentando hallar un mínimo de descanso.
Moví la mano limpiando el polvo, aun veía algo borroso por el mareo pero me centré en la imagen del otro lado, esperaba que no tardara porque de hacerlo iría a buscarla.
Apreté el gesto tenso, mi puño se cerró, ni rastro de ella, ya iba a dame la vuelta para ir a buscarla cuando vi su silueta correr hacia la casa con una bolsa de papel entre las manos.
Estrella entro por la puerta, pude ver el cabreo reflejado en sus ojos, me limité a sonreirle desde el ventanal mientras caminaba despacio hacia el improvisado lecho.
-Tardabas mucho -dije como si eso lo justificara todo, en parte lo hacia.
Su mano se deslizó suave por mi espalda pidiéndome calma para beber, recordándome que hacia apenas unas horas estaba abierto en canal sobre la camilla.
-Ya será menos -bromeé enredando mis dedos en su pelo de la nuca. La atraje suavemente, mis labios contra los ajenos se encontraron de forma húmeda, una ligera presión que me hizo entreabrir la boca.
Estrella me dijo que iría a conseguir algo de comida al escuchar por segunda vez rugir a mi estomago.
Asentí analizando sus palabras, me dijo que no me levantara que si no me mataría y en un principio le hice caso con mi mirada fija en el techo, pero el tiempo pasaba despacio y ella no volvía. Llevaba un bata manchada de sangre ¿y si le había pasado algo?
Intenté alejar esa idea de mi mente, pero yo no me caracterizaba por ser un hombre calmo, menos uno paciente, así que apretando los dientes erguí mi torso.
Mis pies tocaron el suelo, una corriente de dolor recorrió mi vientre ascendiendo hacia mi pecho.
-¡Joder! -aullé poniéndome en pie.
Jadeé ligeramente por le esfuerzo, pero ya estaba en pie y eso me hizo ladear la sonrisa con soberbia, nada iba a mantenerme postrado a una camilla sin saber si ella estaba bien.
La ventana no estaba muy lejos, renqueante di un paso tras otro, hasta llegar frente al polvoriento cristal.
Mi mano quedó apoyada en su marco mientras tomaba aire intentando hallar un mínimo de descanso.
Moví la mano limpiando el polvo, aun veía algo borroso por el mareo pero me centré en la imagen del otro lado, esperaba que no tardara porque de hacerlo iría a buscarla.
Apreté el gesto tenso, mi puño se cerró, ni rastro de ella, ya iba a dame la vuelta para ir a buscarla cuando vi su silueta correr hacia la casa con una bolsa de papel entre las manos.
Estrella entro por la puerta, pude ver el cabreo reflejado en sus ojos, me limité a sonreirle desde el ventanal mientras caminaba despacio hacia el improvisado lecho.
-Tardabas mucho -dije como si eso lo justificara todo, en parte lo hacia.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
La zona no era la más idónea para encontrar algo que comer y, encima, no llevaba dinero encima aquella vez, así que tendría que ideárselas para conseguir algo que poder llevarle de vuelta al jinete que, convaleciente, aguardaba recostado en la camilla. O al menos, eso era lo que creía la muchacha que, a toda prisa, recorría las calles de la zona industrial, que empezaba a tener cierta afluencia de hombres que se dirigían a sus puestos de trabajo en las naves que había al fondo de la calle principal. Lo cierto era que, aquel barrio, estaba medio en ruinas, la mayoría de edificios estaban abandonados y se caían a pedazos.
Se acercó a un hombre mayor, un anciano, a preguntarle si sabía de algún lugar en el que poder conseguir algo de comida. Por el momento omitió el hecho de no tener con qué pagar lo que necesitaba, aquel caballero no tenía por qué saber la situación en la que se encontraba, aunque claro, se le había olvidado las pintas que gastaba con la bata vieja y grande, su cara y manos cubiertas de sangre seca y su cabello enmarañado. -¿De dónde viene, jovencita? No parece que haya pasado una buena noche…- Fue entonces que recordó el aspecto con el que iba e intentó rápida y torpemente limpiarse la cara con algo de saliva en los dedos. Obviamente no logró mucho, especialmente porque ya la había visto, no tenía caso alguno que se tomara las molestias. Carraspeó e, incapaz de mentir, le dijo una pequeña verdad con muchas cosas ocultas. -Ayer me atacaron unos maleantes… hirieron gravemente a mi amigo y he salido a por provisiones ya que él no se puede mover.- Era una chica que aún creía en la buena fe de los demás, obviamente no era crédula y también desconfiaba de aquellos que le daban mala pinta, pero aquel anciano le había dado buenas vibraciones desde el principio, por eso se había acercado a él y no a ningún otro tipo de los que se había cruzado por el camino. El hombre la miró de pies a cabeza y suspiró, abriendo la bolsa de arpillera que llevaba colgada del hombro y le ofreció algo envuelto en papel. -No va a encontrar nada en varios kilómetros a la redonda, jovencita. Pero si quiere, puedo compartir con usted lo que traía para comer en mi jornada. No es mucho, pero espero que le sirva y lo acepte.- La enfermera negó en un primer instante, pero enseguida vio la imagen de Guerra en su mente y terminó por coger lo que entregaba aquel bondadoso varón. -Muchísimas gracias, buen hombre. Espero que Dios se lo pague con buena salud para usted y todos sus seres queridos.- Hizo una notable reverencia, acompañada de una afable y cálida sonrisa. De no ser poco apropiado, hubiese besado la mejilla de aquel encantador abuelo. Se disculpó antes de salir corriendo de regreso por el mismo camino que había tomado al ir hacia allí. De nuevo haciendo gala de su increíble buena memoria.
Estaba ya cerca de la botica cuando vio una sombra en el ventanal y arrugó la frente. O alguien les había localizado o el castaño había desobedecido su orden. Apresuró más la carrera para encontrarse con un maltrecho joven de pie, cojeando y con una tremenda sutura cruzándole el pecho hasta casi llegar al abdomen. -¿Crees que la comida crece en los árboles, aquí en la zona industrial?- Chasqueó la lengua, intentando no enfadarse y fue a por otra botella de agua, mientras el jinete tomaba asiento. Abrió la bolsa y dentro había una manzana y una pequeña caja de madera que contenía dos trozos de carne en su punto. -No está sangrante, como a ti te gusta, pero espero que sirva…-
Se acercó a un hombre mayor, un anciano, a preguntarle si sabía de algún lugar en el que poder conseguir algo de comida. Por el momento omitió el hecho de no tener con qué pagar lo que necesitaba, aquel caballero no tenía por qué saber la situación en la que se encontraba, aunque claro, se le había olvidado las pintas que gastaba con la bata vieja y grande, su cara y manos cubiertas de sangre seca y su cabello enmarañado. -¿De dónde viene, jovencita? No parece que haya pasado una buena noche…- Fue entonces que recordó el aspecto con el que iba e intentó rápida y torpemente limpiarse la cara con algo de saliva en los dedos. Obviamente no logró mucho, especialmente porque ya la había visto, no tenía caso alguno que se tomara las molestias. Carraspeó e, incapaz de mentir, le dijo una pequeña verdad con muchas cosas ocultas. -Ayer me atacaron unos maleantes… hirieron gravemente a mi amigo y he salido a por provisiones ya que él no se puede mover.- Era una chica que aún creía en la buena fe de los demás, obviamente no era crédula y también desconfiaba de aquellos que le daban mala pinta, pero aquel anciano le había dado buenas vibraciones desde el principio, por eso se había acercado a él y no a ningún otro tipo de los que se había cruzado por el camino. El hombre la miró de pies a cabeza y suspiró, abriendo la bolsa de arpillera que llevaba colgada del hombro y le ofreció algo envuelto en papel. -No va a encontrar nada en varios kilómetros a la redonda, jovencita. Pero si quiere, puedo compartir con usted lo que traía para comer en mi jornada. No es mucho, pero espero que le sirva y lo acepte.- La enfermera negó en un primer instante, pero enseguida vio la imagen de Guerra en su mente y terminó por coger lo que entregaba aquel bondadoso varón. -Muchísimas gracias, buen hombre. Espero que Dios se lo pague con buena salud para usted y todos sus seres queridos.- Hizo una notable reverencia, acompañada de una afable y cálida sonrisa. De no ser poco apropiado, hubiese besado la mejilla de aquel encantador abuelo. Se disculpó antes de salir corriendo de regreso por el mismo camino que había tomado al ir hacia allí. De nuevo haciendo gala de su increíble buena memoria.
Estaba ya cerca de la botica cuando vio una sombra en el ventanal y arrugó la frente. O alguien les había localizado o el castaño había desobedecido su orden. Apresuró más la carrera para encontrarse con un maltrecho joven de pie, cojeando y con una tremenda sutura cruzándole el pecho hasta casi llegar al abdomen. -¿Crees que la comida crece en los árboles, aquí en la zona industrial?- Chasqueó la lengua, intentando no enfadarse y fue a por otra botella de agua, mientras el jinete tomaba asiento. Abrió la bolsa y dentro había una manzana y una pequeña caja de madera que contenía dos trozos de carne en su punto. -No está sangrante, como a ti te gusta, pero espero que sirva…-
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Tomé asiento sobre el duro “lecho” y miré con curiosidad lo que iba sacando de la bolsa mientras escuchaba sus palabras, parecía enfadada, pero no entendía bien el porque, ya le había explicado que al no venir había tenido la necesidad de asomarme por la ventana.
-Bueno, realmente las manzanas si crecen de los arboles, no ha sido muy precisa tu afirmación -apunté ladeando la sonrisa sin poder evitar fijarme en como sus ojos centelleaban al escuchar mis palabras.
-Pero los trozos de carne, no - intenté arreglarlo, a las mujeres les gustaba siempre llevar la razón, eso si lo sabia porque Deborah y Sashura eran francamente pesadas
Estrella respiró hondo soltando el aire despacio, seguramente sacaba paciencia para aguantarme, enarque una ceja y llevé mi mano a su cintura abriendo las piernas para que se colara entre ellas.
-Te perdono -dije sonriendo.
Alzó sus estrellas clavandolas en mis pardos con cara de duda.
-Te perdono por tardar tanto y preocuparme y por no haberme dado un beso al volver
Ahora si, con todo solucionado, me enfrasque en coger la carne acompañada con patatas que había en la caja para empezar a comérmela con autentica hambruna. No es que fuera demasiado pero la verdad es que si sació parte de mi hambre.
Me relamí los labios chupando la salsa que había quedado en la yema de mis dedos.
No levanté los ojos del plato hasta que no quedó nada en el.
La enfermera me miraba con una sonrisa, creo que sin duda era el paciente que mejor comía.
-¿te vas a comer la manzana? -pregunté mirándola de reojo.
No la deje ni contestar y ya la tenia entre mis dedos dándole mordiscos lo que la llevó a reírse mientras peinaba mi pelo revuelto y manchado de carmesí.
-Estaba bueno -aseguré ahora mas clamado, o al menos mas saciado.
-Bueno, realmente las manzanas si crecen de los arboles, no ha sido muy precisa tu afirmación -apunté ladeando la sonrisa sin poder evitar fijarme en como sus ojos centelleaban al escuchar mis palabras.
-Pero los trozos de carne, no - intenté arreglarlo, a las mujeres les gustaba siempre llevar la razón, eso si lo sabia porque Deborah y Sashura eran francamente pesadas
Estrella respiró hondo soltando el aire despacio, seguramente sacaba paciencia para aguantarme, enarque una ceja y llevé mi mano a su cintura abriendo las piernas para que se colara entre ellas.
-Te perdono -dije sonriendo.
Alzó sus estrellas clavandolas en mis pardos con cara de duda.
-Te perdono por tardar tanto y preocuparme y por no haberme dado un beso al volver
Ahora si, con todo solucionado, me enfrasque en coger la carne acompañada con patatas que había en la caja para empezar a comérmela con autentica hambruna. No es que fuera demasiado pero la verdad es que si sació parte de mi hambre.
Me relamí los labios chupando la salsa que había quedado en la yema de mis dedos.
No levanté los ojos del plato hasta que no quedó nada en el.
La enfermera me miraba con una sonrisa, creo que sin duda era el paciente que mejor comía.
-¿te vas a comer la manzana? -pregunté mirándola de reojo.
No la deje ni contestar y ya la tenia entre mis dedos dándole mordiscos lo que la llevó a reírse mientras peinaba mi pelo revuelto y manchado de carmesí.
-Estaba bueno -aseguré ahora mas clamado, o al menos mas saciado.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Rodó los ojos, poniéndolos en blanco un instante, porque obviamente no había entendido la ironía, ya que las manzanas sí crecían en los árboles, pero en la zona industrial no había ni un solo metro cuadrado de vegetación. De todos modos, no tenía sentido explicárselo, porque ni había sido nada realmente importante, ni deseaba hacerle hablar en exceso dado su estado. Tomó aire, intentando centrarse en lo que realmente era prioritario, dejándose atraer hacia el cuerpo del jinete. Iba a decirle algo cuando le escuchó comentar que la perdonaba y sumamente confusa ladeó la cabeza. -¿Me perdonas?- Ahora la que no comprendía nada era ella. Hasta que el castaño respondió y su expresión de duda se convirtió en una sonrisa. Empezaba a convencerse de que el muchacho no era consciente de las cosas que podía llegar a soltar cuando abría la boca.
Le entregó la fiambrera de madera y le dejó comer, observándole con detenimiento. Se notaba que estaba hambriento y comía como los niños del orfanato, claro que allí no tenían cubiertos, pero aún así, se notaba que disfrutaba de llevarse las cosas a los labios con las manos. Verles chuparse los dedos ya logró que la enfermera riera. Le limpió con el pulgar la comisura derecha donde había quedado una mancha de salsa y antes de poder entregarle ella misma la manzana, el joven ya se la había quitado para morderla. Estrella seguía nerviosa y preocupada, por lo que tenía el estómago cerrado, y el licántropo estaba recuperándose de una horrible herida, estaba claro quién necesitaba alimentarse y hasta qué punto.
Le intentó arreglar el enmarañado cabello con los dedos. Ambos parecían pordioseros de la calle, habían pasado una sola noche fuera y cualquiera que les viera creería que llevaban malviviendo desde su infancia. -Me alegro. Sé que no era mucho, pero fue lo único que pude conseguir por aquí… y sin dinero.- Añadió al final, pues quería dejar en claro que ni siquiera había comprado lo que le trajo, aunque para que no hubiera malos entendidos, especificó más. -Un anciano encantador me ofreció la mitad de su menú para hoy.- Sonrió al recordar al hombre y se prometió a sí misma ir a buscarle más adelante y devolverle el favor.
Le miró directamente a los ojos ahora que ya había dejado de masticar y se acercó a susurrarle algo al oído. -¿No me das las gracias?- Estaba segura que Guerra no estaba acostumbrado a agradecer nada, pero las buenas maneras abrían más puertas que las patadas y los golpes de espada. Al menos eso era lo que creía la española.
Le entregó la fiambrera de madera y le dejó comer, observándole con detenimiento. Se notaba que estaba hambriento y comía como los niños del orfanato, claro que allí no tenían cubiertos, pero aún así, se notaba que disfrutaba de llevarse las cosas a los labios con las manos. Verles chuparse los dedos ya logró que la enfermera riera. Le limpió con el pulgar la comisura derecha donde había quedado una mancha de salsa y antes de poder entregarle ella misma la manzana, el joven ya se la había quitado para morderla. Estrella seguía nerviosa y preocupada, por lo que tenía el estómago cerrado, y el licántropo estaba recuperándose de una horrible herida, estaba claro quién necesitaba alimentarse y hasta qué punto.
Le intentó arreglar el enmarañado cabello con los dedos. Ambos parecían pordioseros de la calle, habían pasado una sola noche fuera y cualquiera que les viera creería que llevaban malviviendo desde su infancia. -Me alegro. Sé que no era mucho, pero fue lo único que pude conseguir por aquí… y sin dinero.- Añadió al final, pues quería dejar en claro que ni siquiera había comprado lo que le trajo, aunque para que no hubiera malos entendidos, especificó más. -Un anciano encantador me ofreció la mitad de su menú para hoy.- Sonrió al recordar al hombre y se prometió a sí misma ir a buscarle más adelante y devolverle el favor.
Le miró directamente a los ojos ahora que ya había dejado de masticar y se acercó a susurrarle algo al oído. -¿No me das las gracias?- Estaba segura que Guerra no estaba acostumbrado a agradecer nada, pero las buenas maneras abrían más puertas que las patadas y los golpes de espada. Al menos eso era lo que creía la española.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Estrella se acercó a susurrarme al oído una frase que me hizo ladear la sonrisa, mis manos ascendieron por su cintura bordeando su vientre hasta alcanzar el cinturón que desabroché abriendo aquella mugrienta bata dejándola con la ropa ensangrentada del hospital como única prenda que cubría su piel.
Sonreí divertido deslizando por sus hombros la bata que cayó rauda golpeando el suelo.
-¿gracias? -susurré contra sus labios, deslicé mi boca por su mandíbula, lamiendo el contorno de esta hasta alcanzar el lóbulo de su oído que mordí calcinado con mi aliento.
-Gracias -repetí dejando que mis palabras chocaran fugaces.
La sentí estremecerse entre mis brazos, mis manso en su espalda, la atraje por la con rudeza, su pecho contra el mio, siseé en ese arranque de impulsividad que la llevó a apartar ligeramente su cuerpo posando muy suave sus manos en mi pecho.
-¿que? -pregunté sin entender -creía querías que te lo agradeciera.
Mi nariz rozó la ajena provocandola en un acto muy lobuno. Lamí su labio inferior, su boca se entreabrió, sonreí dejando que mi lengua se deslizara firme entre el precipicio de sus labios, jadeé contra ellos, mi mano atajó la distancia enredándose en un puño en el pelo de su nuca.
Gruñí saqueando su boca de forma ruda, mi lengua bailo húmeda con la sierpe ajena, dentro y fuera de nuestras bocas.
Ella buscaba la calma en un beso pasional que lo arrasó todo, susurraba que estaba herido, que necesitaba descanso y no eso.
-Ya descansaré cuando este muerto -aseguré mordiendo su boca entre gruñidos.
El ceño de la mujer se frunció empujándome para que me recostara sobre el lecho.
-Eres difícil de interpretar -dije enarcando una ceja -escucho tu corazón latir rápido, tu sexo huele a necesidad y sin embargo dices no con los labios cuando tu cuerpo me busca y tus ojos oscuros gritan que estas deseando sentirme dentro.
Ahí estaba esa naturalidad con la que decía las cosas, volví a incorporar mi torso ladeando la sonrisa con picarda desobediente, mis manos en sus nalgas, tiré de ella insistente.
-Ven -le pedí sin aflojar el agarre mientras sus esmeraldas se hundían en mis pardos.
Sonreí divertido deslizando por sus hombros la bata que cayó rauda golpeando el suelo.
-¿gracias? -susurré contra sus labios, deslicé mi boca por su mandíbula, lamiendo el contorno de esta hasta alcanzar el lóbulo de su oído que mordí calcinado con mi aliento.
-Gracias -repetí dejando que mis palabras chocaran fugaces.
La sentí estremecerse entre mis brazos, mis manso en su espalda, la atraje por la con rudeza, su pecho contra el mio, siseé en ese arranque de impulsividad que la llevó a apartar ligeramente su cuerpo posando muy suave sus manos en mi pecho.
-¿que? -pregunté sin entender -creía querías que te lo agradeciera.
Mi nariz rozó la ajena provocandola en un acto muy lobuno. Lamí su labio inferior, su boca se entreabrió, sonreí dejando que mi lengua se deslizara firme entre el precipicio de sus labios, jadeé contra ellos, mi mano atajó la distancia enredándose en un puño en el pelo de su nuca.
Gruñí saqueando su boca de forma ruda, mi lengua bailo húmeda con la sierpe ajena, dentro y fuera de nuestras bocas.
Ella buscaba la calma en un beso pasional que lo arrasó todo, susurraba que estaba herido, que necesitaba descanso y no eso.
-Ya descansaré cuando este muerto -aseguré mordiendo su boca entre gruñidos.
El ceño de la mujer se frunció empujándome para que me recostara sobre el lecho.
-Eres difícil de interpretar -dije enarcando una ceja -escucho tu corazón latir rápido, tu sexo huele a necesidad y sin embargo dices no con los labios cuando tu cuerpo me busca y tus ojos oscuros gritan que estas deseando sentirme dentro.
Ahí estaba esa naturalidad con la que decía las cosas, volví a incorporar mi torso ladeando la sonrisa con picarda desobediente, mis manos en sus nalgas, tiré de ella insistente.
-Ven -le pedí sin aflojar el agarre mientras sus esmeraldas se hundían en mis pardos.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Aguardó a ver si le decía lo que esperaba oír, si es que tenía más modales de los de la mesa como le había mostrado en el restaurante cuando, sin demasiado éxito, intentaron cenar juntos. Notó las manos ajenas tocándola y, aunque no sabía lo que pretendía, no podía negar que la cercanía con el jinete le gustaba sobremanera. A punto estuvo de contestar cuando le escuchó preguntar, pero el modo en que aquel hombre la tocaba y mordía, le hacían perder a veces el oremus. Y el susurro junto al oído la hizo temblar, al tiempo en que sonreía. Le había dado las gracias, eso era todo un avance, estaba segura de ello. Más la cercanía entre ambos fue excesiva y la razón regresó a la cabeza de la enfermera que interpuso sus manos entre los cuerpos de ambos, separándose con cuidado de no hacerle daño en la zona con puntos. -Pero ya me has dado las gracias…- Murmuró, antes de que la nariz ajena rozara la propia en un gesto que se le antojó tierno, para ella lo lobuno no tenía siempre cabida en su pensamiento, sólo sentía las cosas a su modo.
Pronto su raciocinio se esfumó de nuevo, dejándola con la mente en blanco y una necesidad por el licántropo que sobrepasaba el instinto. Correspondió al beso, aunque intentó que este no fuera excesivamente intenso, fracasando estrepitosamente, claro. -Necesitas reposar… aún te estás recuperando…- Murmuró casi falta de aliento contra los labios del chico que la llamaban como los faros a los barcos guiándolos a puerto. Intentó serenarse, desviando la mirada y volvió a apartarse, aunque ésta vez usó algo más de fuerza, pero sólo en los hombros, asegurándose de así no dañarle. Fue a repetirle que debía descansar cuando la cortó con lo que él sabía por sus desarrollados sentidos y ella conocía porque era su propio cuerpo. -Lo que yo deseo y lo que tú necesitas son cosas distintas…- Suspiró, porque parecía que todo lo que ella decía, caía en saco roto.
Enseguida tuvo las manos ajenas agarrándola del trasero y aproximándola de nuevo. Volvió a mirarle, tenía que poner de su parte, le costaba resistirse, pero debía hacerlo. -Cuando te sanen las heridas, que sé que lo harán, te he visto curarte de un modo que aún no comprendo.- Sus ojos parecieron brillar más de lo habitual al verse reflejada en los ojos color avellana de Guerra, en los que se perdió por unos segundos. Se mordió el labio y sacudió la cabeza, apartando los pensamientos innecesarios de ella. -Debemos irnos de aquí, lo sabes tan bien como yo. Y si nos ponemos a… ya sabes, no lo haremos. Y corres el riesgo de reabrirte la herida. Te aseguro que con lo que me ha costado curarte, eso es lo último que quiero.- Su tono era serio, pero no le regañaba, sólo estaba preocupada. Le acarició la mejilla con lentitud, deslizando suavemente la yema de los dedos por su barba. -Así que deja de tentarme, por favor… yo soy humana y tengo menos resistencia que tú a la provocación.-
Pronto su raciocinio se esfumó de nuevo, dejándola con la mente en blanco y una necesidad por el licántropo que sobrepasaba el instinto. Correspondió al beso, aunque intentó que este no fuera excesivamente intenso, fracasando estrepitosamente, claro. -Necesitas reposar… aún te estás recuperando…- Murmuró casi falta de aliento contra los labios del chico que la llamaban como los faros a los barcos guiándolos a puerto. Intentó serenarse, desviando la mirada y volvió a apartarse, aunque ésta vez usó algo más de fuerza, pero sólo en los hombros, asegurándose de así no dañarle. Fue a repetirle que debía descansar cuando la cortó con lo que él sabía por sus desarrollados sentidos y ella conocía porque era su propio cuerpo. -Lo que yo deseo y lo que tú necesitas son cosas distintas…- Suspiró, porque parecía que todo lo que ella decía, caía en saco roto.
Enseguida tuvo las manos ajenas agarrándola del trasero y aproximándola de nuevo. Volvió a mirarle, tenía que poner de su parte, le costaba resistirse, pero debía hacerlo. -Cuando te sanen las heridas, que sé que lo harán, te he visto curarte de un modo que aún no comprendo.- Sus ojos parecieron brillar más de lo habitual al verse reflejada en los ojos color avellana de Guerra, en los que se perdió por unos segundos. Se mordió el labio y sacudió la cabeza, apartando los pensamientos innecesarios de ella. -Debemos irnos de aquí, lo sabes tan bien como yo. Y si nos ponemos a… ya sabes, no lo haremos. Y corres el riesgo de reabrirte la herida. Te aseguro que con lo que me ha costado curarte, eso es lo último que quiero.- Su tono era serio, pero no le regañaba, sólo estaba preocupada. Le acarició la mejilla con lentitud, deslizando suavemente la yema de los dedos por su barba. -Así que deja de tentarme, por favor… yo soy humana y tengo menos resistencia que tú a la provocación.-
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Me dejé caer resignado cunado la enfermera, metida en su papel me aseguró que yo necesitaba descansar, indiferentemente de lo que a ella le apeteciera.
Enarqué desde esa dura camilla una ceja meditando sus palabras.
-¿me estas animando a que siga intentándolo?
A veces comprender a las mujeres era complicado, decía que no, pero a la vez que si seguía por ahí cedería y yo era eso lo que quería, así que...¿tenia que insistir?
Ella negó divertida como si le hicieran gracia mis divagaciones.
Sobre lo siguiente que dijo no estaba exenta de razón, quedarnos allí no era seguro, aunque si algo sabia es que el otro licantropo acabó peor que yo, no podría seguirme, no hasta que se recuperara.
-Mi primo casi pierde la yugular, he estado cerca de matarlo -dije con una ladeada sonrisa pintándose de forma sádica en mis labios – pero tiene perros que me pueden seguir el rastro, así que..vamos a mi casa.
Mis hermanos estarán durmiendo, podemos darnos un baño, ponerme ropa limpia, te prestaré algo de mis hermanas para ti.
Descansemos, allí estaremos seguros ¿quieres? -pregunté llevando mis pardos a sus dos inmensas esmeraldas.
Podía ver duda en ellas, como si no acabara de saber si conocer a mi familia entraba en sus planes.
-Necesito ropa y descanso, ademas tengo hambre y mis hermanos si no vuelvo me buscara...
Me encogí de hombros mirándola.
-Mi familia es algo disfuncional, mi hermano es un inmortal, muerte. Es el jinete muerte, mis hermanas son Hambre y Victoria...
Me planteé si confesarle toda la verdad o callármela, opté por lo segundo, a fin de cuentas aun no sabia que tenia exactamente con Estrella.
Me incorporé de nuevo, su dedo me señaló el catre para que me recostara.
Bufé como un niño inquieto incapaz de estarme quieto.
-túmbate conmigo mientras te lo piensas -dije ladeando la sonrisa con picarda.
Enarqué desde esa dura camilla una ceja meditando sus palabras.
-¿me estas animando a que siga intentándolo?
A veces comprender a las mujeres era complicado, decía que no, pero a la vez que si seguía por ahí cedería y yo era eso lo que quería, así que...¿tenia que insistir?
Ella negó divertida como si le hicieran gracia mis divagaciones.
Sobre lo siguiente que dijo no estaba exenta de razón, quedarnos allí no era seguro, aunque si algo sabia es que el otro licantropo acabó peor que yo, no podría seguirme, no hasta que se recuperara.
-Mi primo casi pierde la yugular, he estado cerca de matarlo -dije con una ladeada sonrisa pintándose de forma sádica en mis labios – pero tiene perros que me pueden seguir el rastro, así que..vamos a mi casa.
Mis hermanos estarán durmiendo, podemos darnos un baño, ponerme ropa limpia, te prestaré algo de mis hermanas para ti.
Descansemos, allí estaremos seguros ¿quieres? -pregunté llevando mis pardos a sus dos inmensas esmeraldas.
Podía ver duda en ellas, como si no acabara de saber si conocer a mi familia entraba en sus planes.
-Necesito ropa y descanso, ademas tengo hambre y mis hermanos si no vuelvo me buscara...
Me encogí de hombros mirándola.
-Mi familia es algo disfuncional, mi hermano es un inmortal, muerte. Es el jinete muerte, mis hermanas son Hambre y Victoria...
Me planteé si confesarle toda la verdad o callármela, opté por lo segundo, a fin de cuentas aun no sabia que tenia exactamente con Estrella.
Me incorporé de nuevo, su dedo me señaló el catre para que me recostara.
Bufé como un niño inquieto incapaz de estarme quieto.
-túmbate conmigo mientras te lo piensas -dije ladeando la sonrisa con picarda.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Negó ante la pregunta que le hizo el muchacho, aquel que parecía ajeno a cualquier topo de comportamiento social ajeno a su lucha y sus hermanos. Se cuestionaba cosas que a su edad ya debería tener claras, pero tal vez era aquella diferencia entre lo aparente y la verdad lo que remarcaba el interés que la enfermera tenía por él.
Hizo una mueca al pensar en un hombre con el cuello medio sesgado por las garras del jinete. Obviamente si tenía que morir alguien, prefería que fuera su oponente, pero ella se dedicaba a salvar vidas y seguía sin poder concebir que el castaño las arrebatara. Aún tenía aquella imagen en la cabeza cuando las últimas palabras ajenas la dejaron con la boca entreabierta y sin saber qué decir. Ya le había hablado de sus hermanos y no tenía muy claro que conocer a otras personas que hacían lo mismo que Guerra fuera una buena idea. Con uno como él era más que suficiente, a decir verdad. Aún así, tenía razón en que necesitaba reposo y tal vez en su casa se lo tomaría más en serio.
Le mandó recostarse de nuevo intentando tomarse unos minutos para meditar, pero la contestación foránea sirvió para que se diera cuenta que se tenían que ir ya. Ella no se resistiría a ese hombre si se pegaban de nuevo, era plenamente consciente de ello. -Está bien, vayamos a tu casa.- Aunque ella se conformaba con asegurarse que él llegaba sano y salvo a su destino, una vez allí le dejaría al cuidado de sus hermanos y regresaría a la residencia o, tal vez, se dirigiría al hospital.
Él se incorporó rápidamente, porque aún herido seguía siendo ágil como un lobo. Ella se agachó a coger de nuevo la bata y se la colocó, atándose el cinturón. Conociendo al joven irían al galope y hacía frío fuera. Cogió otra bata del perchero y se la ofreció, aunque no tenía muy claro si la aceptaría. Pero ir con la herida al descubierto, ahora que ya estaba cosida y habían pasado unas horas, casi era mejor cubrirla aunque la tela no estuviera limpia. Sus ojos se desviaron hacia el caballo y, por primera vez, cayó en la cuenta que el pobre animal no había comido. Tendría que haberle dado la manzana, aunque con el hambre voraz del jinete, seguramente no hubiese podido ni aunque pensara en ello con anterioridad.
Hizo una mueca al pensar en un hombre con el cuello medio sesgado por las garras del jinete. Obviamente si tenía que morir alguien, prefería que fuera su oponente, pero ella se dedicaba a salvar vidas y seguía sin poder concebir que el castaño las arrebatara. Aún tenía aquella imagen en la cabeza cuando las últimas palabras ajenas la dejaron con la boca entreabierta y sin saber qué decir. Ya le había hablado de sus hermanos y no tenía muy claro que conocer a otras personas que hacían lo mismo que Guerra fuera una buena idea. Con uno como él era más que suficiente, a decir verdad. Aún así, tenía razón en que necesitaba reposo y tal vez en su casa se lo tomaría más en serio.
Le mandó recostarse de nuevo intentando tomarse unos minutos para meditar, pero la contestación foránea sirvió para que se diera cuenta que se tenían que ir ya. Ella no se resistiría a ese hombre si se pegaban de nuevo, era plenamente consciente de ello. -Está bien, vayamos a tu casa.- Aunque ella se conformaba con asegurarse que él llegaba sano y salvo a su destino, una vez allí le dejaría al cuidado de sus hermanos y regresaría a la residencia o, tal vez, se dirigiría al hospital.
Él se incorporó rápidamente, porque aún herido seguía siendo ágil como un lobo. Ella se agachó a coger de nuevo la bata y se la colocó, atándose el cinturón. Conociendo al joven irían al galope y hacía frío fuera. Cogió otra bata del perchero y se la ofreció, aunque no tenía muy claro si la aceptaría. Pero ir con la herida al descubierto, ahora que ya estaba cosida y habían pasado unas horas, casi era mejor cubrirla aunque la tela no estuviera limpia. Sus ojos se desviaron hacia el caballo y, por primera vez, cayó en la cuenta que el pobre animal no había comido. Tendría que haberle dado la manzana, aunque con el hambre voraz del jinete, seguramente no hubiese podido ni aunque pensara en ello con anterioridad.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Estrella accedió a ir a mi casa, tomé la vieja chaqueta que me daba y la dejé caer sobre mis hombros, me venia estrecha, así que ponérmela era imposible.
Atravesamos el viejo portón hasta que el frio de la noche nos golpeo a los dos, ella tembló, aparentaba muy cansada, rodeé con mi brazo su cintura en un gesto protector.
Yo estaba herido, aun así no podía controlar ese instinto lobuno que me llevaba a cuidar a los míos. Como buen alfa, yo era parte de una manada, hasta ahora, mis hermanos lo habían sido todo, pero en este instante Estrella empezaba a convertirse en algo importante, aunque era incapaz de identificar bien los sentimientos.
Apenas la conocía, para mi las relaciones fuera de mi circulo fraternal eran algo completamente desconocido.
Mi corcel rojo atendió a mi llamada, pronto estuvo alzándose sobre las patas delanteras salvaje, cansado y famélico.
Acaricié su hocico, pronto estaríamos en casa y podría alimentarse en los establos.
Ice ademan de ayudarla a montar, peor esta me pidió que me estuviera quieto, según ella los puntos estaban tiernos, no quería que me abriera las heridas.
-Estoy bien -aseguré montando tras ella para disipar su preocupación.
Golpeé el lomo del caballo sendas veces con los estribos y este se puso en marcha al paso, no tardo en galopar por las calles mas alejadas del centro. En las afueras, en una zona de mansiones teníamos nuestro hogar los jinetes. Era una casa de precio elevado, el dinero nunca fue nuestro problema, así que habíamos alquilado una casa para estar seguros, alejada de todo, rodeada de bosques y con muy buenas vistas, así que hacia allí se dirigió mi bermejo al galope.
Al llegar al portón, baje para abrir, la puerta de hierro negro forjado rechinó ligeramente. Un jardín inmenso nos acogió, Estrella miraba todo lo que la rodeaba sin comprender como podía ser que yo viviera aquí, creo que nunca imagino mi potencial económico.
Flores blancas, rosales, jazmín...el viento lo mecía atrayendo su olor a nuestras fosas nasales.
-Mis hermanos deben de estar en sus dormitorios, el amanecer esta cerca, así que vamos a mi habitación.
Subimos una escalinata de piedra blanca, dando con una puerta de madera maciza con un cerrojo en el que introduje la llave hasta que este cedió.
Estrella lo miraba todo con asombro, sus ojos vagaron por el lujoso caserón. Muebles victorianos, cuadros, paredes forradas de un delicado papel pintado en tonos ocres, una escalinata de madera subía hacia el piso superior.
Mi cámara tenia un gran camastro, era bastante sobria, un escritorio, con una silla enfrentada a este, una chimenea de piedra y un baño con una tina.
Tiré de su cintura acercándola a mi.
-¿que te pasa? - pregunté sin acabar de entender
Atravesamos el viejo portón hasta que el frio de la noche nos golpeo a los dos, ella tembló, aparentaba muy cansada, rodeé con mi brazo su cintura en un gesto protector.
Yo estaba herido, aun así no podía controlar ese instinto lobuno que me llevaba a cuidar a los míos. Como buen alfa, yo era parte de una manada, hasta ahora, mis hermanos lo habían sido todo, pero en este instante Estrella empezaba a convertirse en algo importante, aunque era incapaz de identificar bien los sentimientos.
Apenas la conocía, para mi las relaciones fuera de mi circulo fraternal eran algo completamente desconocido.
Mi corcel rojo atendió a mi llamada, pronto estuvo alzándose sobre las patas delanteras salvaje, cansado y famélico.
Acaricié su hocico, pronto estaríamos en casa y podría alimentarse en los establos.
Ice ademan de ayudarla a montar, peor esta me pidió que me estuviera quieto, según ella los puntos estaban tiernos, no quería que me abriera las heridas.
-Estoy bien -aseguré montando tras ella para disipar su preocupación.
Golpeé el lomo del caballo sendas veces con los estribos y este se puso en marcha al paso, no tardo en galopar por las calles mas alejadas del centro. En las afueras, en una zona de mansiones teníamos nuestro hogar los jinetes. Era una casa de precio elevado, el dinero nunca fue nuestro problema, así que habíamos alquilado una casa para estar seguros, alejada de todo, rodeada de bosques y con muy buenas vistas, así que hacia allí se dirigió mi bermejo al galope.
Al llegar al portón, baje para abrir, la puerta de hierro negro forjado rechinó ligeramente. Un jardín inmenso nos acogió, Estrella miraba todo lo que la rodeaba sin comprender como podía ser que yo viviera aquí, creo que nunca imagino mi potencial económico.
Flores blancas, rosales, jazmín...el viento lo mecía atrayendo su olor a nuestras fosas nasales.
-Mis hermanos deben de estar en sus dormitorios, el amanecer esta cerca, así que vamos a mi habitación.
Subimos una escalinata de piedra blanca, dando con una puerta de madera maciza con un cerrojo en el que introduje la llave hasta que este cedió.
Estrella lo miraba todo con asombro, sus ojos vagaron por el lujoso caserón. Muebles victorianos, cuadros, paredes forradas de un delicado papel pintado en tonos ocres, una escalinata de madera subía hacia el piso superior.
Mi cámara tenia un gran camastro, era bastante sobria, un escritorio, con una silla enfrentada a este, una chimenea de piedra y un baño con una tina.
Tiré de su cintura acercándola a mi.
-¿que te pasa? - pregunté sin acabar de entender
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Salieron fuera de la botica y, aunque el jinete se empeñó en ayudarla a montar, ella se negó y subió por su cuenta al caballo. Era ágil y ya empezaba a cogerle el truco a eso de saltar y levantar la pierna derecha. Iniciaron al paso pero el corcel no tardó en empezar un galope a través de las calles parisinas de la zona industrial.
El camino fue largo a pesar de la velocidad que era capaz de alcanzar aquel animal y para cuando se adentraron en una zona más despejada pero llena de casas suntuosas y claramente caras, la enfermera arrugó la nariz. No porque no le gustara la gente con dinero, estaba claro que siempre habría clases, pero concretamente en París, los más pudientes solían ser bastante insoportables. Y en cuanto la montura empieza a reducir el paso, siente una punción de culpa en el estómago por haber pensado aquello y ser el muchacho residente en ese barrio, algo que no se hubiese esperado ni en mil años, claro estaba.
Quedó sentada sobre el semental cuando el joven bajó a abrir el gran portón de hierro. Se aferró a la crin para alzarse un poco y alcanzar a ver más lejos dada la posición privilegiada que le otorgaba la altura en la que se encontraba. El terreno frente a la mansión era muy grande, extenso y verde, salpicado con multitud de colores que atraían aromas florales hasta la española. Inspiró lenta y profundamente, embriagándose de ellos. Le gustaba ese tipo de olores, aunque si lo disfrutaba demasiado tiempo podían darle dolor de cabeza. Finalmente se desmontó y vio como el caballo se iba por cuenta propia como si supiera perfectamente cuál era su lugar. Ella quedó a solas con Guerra y se acercó a él para entrar luego en la casa. No pudo evitar el observar todo a su alrededor con asombro y detenimiento. Estaba claro que él y sus hermanos tenían mucho dinero, normal que le hubiese dicho que su residencia era un cuchitril. Suspiró, acomodándose unos mechones de pelo tras la oreja mientras subían por las escaleras y se detuvo bajo el umbral que daba al dormitorio del chico, aunque él se encargó de hacerla pasar enseguida, al atraerla hacia su cuerpo de la cintura. Se mordió el labio, ojeando alrededor. Aquella habitación se veía muy distinta al resto de la casa, no estaba exageradamente decorada como las paredes exteriores, no estaba recargada. Tenía lo justo y necesario, aunque de buena calidad y amplia, se parecía más a la estancia de Estrella. Por extraño que pareciera, algo tan simple la reconfortó, como si la gigantesca distancia que les separara se hubiese acortado en un paso. Tonto que un sencillo metro pudiera considerarse mucho en comparación a varios kilómetros que les alejaban. -Nada. Bueno, nada importante quiero decir…- Se mordió el labio, agachando la vista un instante y luego la regresó a los ojos avellana del jinete. -Es sólo que somos aún más diferentes de lo que ya suponía… y no creía que pudiéramos serlos más.- Intentó bromear, aunque no se le notó demasiado y, aunque así fuera, seguramente el castaño no lo entendiera, como solía pasarle cuando usaba la ironía o el sarcasmo con él. Le dio un suave golpe en el pecho, en el lado opuesto al de la herida, acompañado de una suave caricia hacia el hombro y el cuello. -¿Debería esperar a que amanezca para lavarme un poco? No quisiera despertar a tus hermanos…-
El camino fue largo a pesar de la velocidad que era capaz de alcanzar aquel animal y para cuando se adentraron en una zona más despejada pero llena de casas suntuosas y claramente caras, la enfermera arrugó la nariz. No porque no le gustara la gente con dinero, estaba claro que siempre habría clases, pero concretamente en París, los más pudientes solían ser bastante insoportables. Y en cuanto la montura empieza a reducir el paso, siente una punción de culpa en el estómago por haber pensado aquello y ser el muchacho residente en ese barrio, algo que no se hubiese esperado ni en mil años, claro estaba.
Quedó sentada sobre el semental cuando el joven bajó a abrir el gran portón de hierro. Se aferró a la crin para alzarse un poco y alcanzar a ver más lejos dada la posición privilegiada que le otorgaba la altura en la que se encontraba. El terreno frente a la mansión era muy grande, extenso y verde, salpicado con multitud de colores que atraían aromas florales hasta la española. Inspiró lenta y profundamente, embriagándose de ellos. Le gustaba ese tipo de olores, aunque si lo disfrutaba demasiado tiempo podían darle dolor de cabeza. Finalmente se desmontó y vio como el caballo se iba por cuenta propia como si supiera perfectamente cuál era su lugar. Ella quedó a solas con Guerra y se acercó a él para entrar luego en la casa. No pudo evitar el observar todo a su alrededor con asombro y detenimiento. Estaba claro que él y sus hermanos tenían mucho dinero, normal que le hubiese dicho que su residencia era un cuchitril. Suspiró, acomodándose unos mechones de pelo tras la oreja mientras subían por las escaleras y se detuvo bajo el umbral que daba al dormitorio del chico, aunque él se encargó de hacerla pasar enseguida, al atraerla hacia su cuerpo de la cintura. Se mordió el labio, ojeando alrededor. Aquella habitación se veía muy distinta al resto de la casa, no estaba exageradamente decorada como las paredes exteriores, no estaba recargada. Tenía lo justo y necesario, aunque de buena calidad y amplia, se parecía más a la estancia de Estrella. Por extraño que pareciera, algo tan simple la reconfortó, como si la gigantesca distancia que les separara se hubiese acortado en un paso. Tonto que un sencillo metro pudiera considerarse mucho en comparación a varios kilómetros que les alejaban. -Nada. Bueno, nada importante quiero decir…- Se mordió el labio, agachando la vista un instante y luego la regresó a los ojos avellana del jinete. -Es sólo que somos aún más diferentes de lo que ya suponía… y no creía que pudiéramos serlos más.- Intentó bromear, aunque no se le notó demasiado y, aunque así fuera, seguramente el castaño no lo entendiera, como solía pasarle cuando usaba la ironía o el sarcasmo con él. Le dio un suave golpe en el pecho, en el lado opuesto al de la herida, acompañado de una suave caricia hacia el hombro y el cuello. -¿Debería esperar a que amanezca para lavarme un poco? No quisiera despertar a tus hermanos…-
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Cerré la puerta de la habitación fijándome en el nerviosismo de Estrella, no me había dicho realmente lo que la inquietaba, pero tampoco iba a presionarla, prefería el silencio que una mentira.
-Podemos darnos un baño, la tina está ahí -señalé el baño contiguo a mi habitación.
Cada jinete, cada uno de mis hermanos tienen su propio aseo dentro de sus habitaciones, así que no te preocupes, no los despertaremos.
Caminé hacia el baño dándole algo de espacio y dejé que el agua corriera llenando la tina para poder quitarnos la sangre seca que cubría nuestros cuerpos.
-Ven -le pedí tendiéndole la mano.
Me costaba mucho simpatizar con los humanos, supongo que porque yo estaba acostumbrado a ese tipo de noches donde la sangre bañaba mi cuerpo, donde en ocasiones acababa herido, ese era mi pan de cada día, sin embargo ella era una enfermera, su trabajo era ayudar a mantener con vida a la gente.
Estrella tomó mi mano con cierta timidez, mis dedos se deslizaron por su cuello, contemplé sus dos esmeraldas con los labios entreabiertos.
Nuestro aliento chocaba cálido en esa ínfima distancia que quedaba entre ambos.
Bajé por su escote, su piel se erizaba a mi paso, ladeé la sonrisa, me gustaba comprar lo que mis caricias producían en ella. Ladeé ligeramente la cabeza, era capaz de escuchar el ritmo frenético de su corazón.
Desabroché un primer botón, tras este el segundo, su traje de enfermera iba cediendo ante mis ojos.
Mi abultada hombría delataba cuanto estaba disfrutando con desnudarla despacio.
-¿tienes miedo? -pregunté rozando con mi nariz la ajena - ¿me temes?
Mis palabras chocaban estrepitosas contra sus labios húmedos.
Desabroché el ultimo botón, quedando así abierta la bata de la enfermera, mi mano rodeó su cintura desnuda atrayendola hacia mi.
-¿por que yo? -pregunté contra sus labios -según tu nunca habías estado con un hombre, sin embargo...
Tiré de la bata que cayó al suelo, su cuerpo quedó en ropa interior ante mis ojos.
-Eres preciosa -reconocí contemplándola teñida de carmesí -vamos a la tina.
-Podemos darnos un baño, la tina está ahí -señalé el baño contiguo a mi habitación.
Cada jinete, cada uno de mis hermanos tienen su propio aseo dentro de sus habitaciones, así que no te preocupes, no los despertaremos.
Caminé hacia el baño dándole algo de espacio y dejé que el agua corriera llenando la tina para poder quitarnos la sangre seca que cubría nuestros cuerpos.
-Ven -le pedí tendiéndole la mano.
Me costaba mucho simpatizar con los humanos, supongo que porque yo estaba acostumbrado a ese tipo de noches donde la sangre bañaba mi cuerpo, donde en ocasiones acababa herido, ese era mi pan de cada día, sin embargo ella era una enfermera, su trabajo era ayudar a mantener con vida a la gente.
Estrella tomó mi mano con cierta timidez, mis dedos se deslizaron por su cuello, contemplé sus dos esmeraldas con los labios entreabiertos.
Nuestro aliento chocaba cálido en esa ínfima distancia que quedaba entre ambos.
Bajé por su escote, su piel se erizaba a mi paso, ladeé la sonrisa, me gustaba comprar lo que mis caricias producían en ella. Ladeé ligeramente la cabeza, era capaz de escuchar el ritmo frenético de su corazón.
Desabroché un primer botón, tras este el segundo, su traje de enfermera iba cediendo ante mis ojos.
Mi abultada hombría delataba cuanto estaba disfrutando con desnudarla despacio.
-¿tienes miedo? -pregunté rozando con mi nariz la ajena - ¿me temes?
Mis palabras chocaban estrepitosas contra sus labios húmedos.
Desabroché el ultimo botón, quedando así abierta la bata de la enfermera, mi mano rodeó su cintura desnuda atrayendola hacia mi.
-¿por que yo? -pregunté contra sus labios -según tu nunca habías estado con un hombre, sin embargo...
Tiré de la bata que cayó al suelo, su cuerpo quedó en ropa interior ante mis ojos.
-Eres preciosa -reconocí contemplándola teñida de carmesí -vamos a la tina.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
La castaña llevó la mirada hacia la puerta que el jinete le señaló y agradeció los breves instantes que le otorgó en los que sus cuerpos se mantuvieron a distancia. Parecía que cuando le tenía cerca su mente se aturullaba, se ponía en blanco, colapsaba. Intentó pensar entonces, meditar en la locura que estaba cometiendo al pisar aquella casa. Allí había otros tres seres como él, no tenía muy claro si todos serías licántropos o si al que ella conocía era algo distinto, pero estaba claro que todos tenían la misma obsesión por purgar la tierra, al menos así se los había pintado a ella Guerra.
Se mordió el labio inferior con cierta fuerza antes de dar el primer paso al frente. Tenía una lucha interna entre su cordura, lo que el supuesto instinto le gritaba que hiciera y lo que su cuerpo le reclamaba con exigencia. Era consciente de la atracción que sentía hacia aquel hombre y que todos sus sentidos se inundaban de él hasta casi el atasco. Pero no era sólo su cuerpo el que se sentía con la necesidad de que la tocara, su corazón parecía salírsele del pecho y hasta le robaba el aliento. Tomó la mano ajena y dejó que la guiara al interior del baño, donde el muchacho no tardó en empezar a desnudarla sumamente despacio. La piel de la enfermera se erizó al contacto del roce caliente de aquellos dedos ardientes y un traicionero suspiro escapó de sus labios entreabiertos. Cerró los ojos por un segundo cuando sus narices se tocaron, aquel gesto que, de nuevo, le recordaba al de los perros, un acto de cercanía, de mimo incluso. Despegó los párpados y buscó sus orbes avellana. -No te tengo miedo.- Respondió sin tapujos y con sinceridad, porque así era, ella no temía que él le hiciera daño, fuera cual fuera el motivo, sabía que no haría nada que la hiriera, al menos no expresamente, claro. Porque los sentimientos de una humana son frágiles y el jinete no era muy ducho en comprenderlos.
Subió su mano a acunar la mejilla foránea, acariciándole la barba con suavidad, despacio. Aproximó su boca a la del joven para besarle, cuando escuchó la pregunta y se detuvo. Parpadeó un par de veces, confusa. -Ya te dije que no lo sé... Todo mi ser parece reaccionar a tu presencia y no entiendo el motivo. Mis ojos te buscan igual que mis manos, mis labios… Y el corazón se vuelve loco. Me late tan fuerte que temo nos delate si nos escondemos.- Una vez ya en ropa interior y apegada al chico, la manera en que la describió arrancó dos cosas en ella: una sonrisa y sonrojo. No supo que contestar, si bien le habían dicho cosas similares con anterioridad, nunca le afectaron y, sin embargo, ahora, en boca de Guerra… Sonaban diferente, como si su tono de voz hiciera que todo tuviera un cariz distinto. Le miró los labios, tentada de besarle de nuevo, de entregarse a él como una flor abre sus pétalos ante la primavera. Desvió la mirada y vio que el agua casi desbordaba en la bañera. -¡Que se sale!- Dio dos rápidos pasos para agacharse junto a la tina y cerrar el grifo. -Por los pelos...- Sonrió con cierta satisfacción y al alzarse pensando en girar sobre los talones, sintió el intenso calor del muchacho a su espalda, casi como si la abraza sin necesidad de tocarla.
Se mordió el labio inferior con cierta fuerza antes de dar el primer paso al frente. Tenía una lucha interna entre su cordura, lo que el supuesto instinto le gritaba que hiciera y lo que su cuerpo le reclamaba con exigencia. Era consciente de la atracción que sentía hacia aquel hombre y que todos sus sentidos se inundaban de él hasta casi el atasco. Pero no era sólo su cuerpo el que se sentía con la necesidad de que la tocara, su corazón parecía salírsele del pecho y hasta le robaba el aliento. Tomó la mano ajena y dejó que la guiara al interior del baño, donde el muchacho no tardó en empezar a desnudarla sumamente despacio. La piel de la enfermera se erizó al contacto del roce caliente de aquellos dedos ardientes y un traicionero suspiro escapó de sus labios entreabiertos. Cerró los ojos por un segundo cuando sus narices se tocaron, aquel gesto que, de nuevo, le recordaba al de los perros, un acto de cercanía, de mimo incluso. Despegó los párpados y buscó sus orbes avellana. -No te tengo miedo.- Respondió sin tapujos y con sinceridad, porque así era, ella no temía que él le hiciera daño, fuera cual fuera el motivo, sabía que no haría nada que la hiriera, al menos no expresamente, claro. Porque los sentimientos de una humana son frágiles y el jinete no era muy ducho en comprenderlos.
Subió su mano a acunar la mejilla foránea, acariciándole la barba con suavidad, despacio. Aproximó su boca a la del joven para besarle, cuando escuchó la pregunta y se detuvo. Parpadeó un par de veces, confusa. -Ya te dije que no lo sé... Todo mi ser parece reaccionar a tu presencia y no entiendo el motivo. Mis ojos te buscan igual que mis manos, mis labios… Y el corazón se vuelve loco. Me late tan fuerte que temo nos delate si nos escondemos.- Una vez ya en ropa interior y apegada al chico, la manera en que la describió arrancó dos cosas en ella: una sonrisa y sonrojo. No supo que contestar, si bien le habían dicho cosas similares con anterioridad, nunca le afectaron y, sin embargo, ahora, en boca de Guerra… Sonaban diferente, como si su tono de voz hiciera que todo tuviera un cariz distinto. Le miró los labios, tentada de besarle de nuevo, de entregarse a él como una flor abre sus pétalos ante la primavera. Desvió la mirada y vio que el agua casi desbordaba en la bañera. -¡Que se sale!- Dio dos rápidos pasos para agacharse junto a la tina y cerrar el grifo. -Por los pelos...- Sonrió con cierta satisfacción y al alzarse pensando en girar sobre los talones, sintió el intenso calor del muchacho a su espalda, casi como si la abraza sin necesidad de tocarla.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Escuché sus palabras susurradas contra mis labios, eran fuego, o al menos a mi me quemaban como ascuas encendidas tras una noche de invierno.
-Es complicado -susurré dejando caer mi frente con suavidad sobre la ajena. Durante un instante el tiempo se detuvo y solo nuestras respiraciones pesadas calentaron la estancia al completo.
Estrella saltó, el agua se salia y tuvo que girar la manivela hasta que esta dejo de gotear, su risa se perdía en la estancia, en todo el día era la primera vez que la veía disfrutar.. Fue a darse la vuelta feliz para volver a mis brazos cuando antes de hacerlo su espalda impacto con mi pecho.
La sentí temblar, su cuerpo se erizo al sentir mi aliento en su cuello. Mi diestra hizo a un lado su cascada parda para dejar descubierta esa tez que mis labios recorrieron muy despacio.
La joven cerró los ojos ofrecida ladeó mas la cabeza mientras mi boca ascendía por aquel rio hasta beber del manantial de su oído. Mordí el lóbulo de su oreja calcinandola con mi pesada respiración.
-No te gires -pedí cuando la impaciencia de la dama hizo que quisiera girarse para buscar mi boca ávida de un beso que no recibió.
Mi mano descendió por su vientre, acaricié la media luna de su ombligo descendiendo con peligrosidad hasta su monte de venus.
Escuché su jadeo mientras esta reclinaba su cabeza contra mi hombro. Nuestras bocas se acariciaban, mis ojos observaban con detenimiento sus gestos, el placer que era capaz de producir en su cuerpo.
Era una criatura fascinante, me gustaba ver el placer reflejado en su rostro. Introduje mi mano en sus bragas acariciando sus labios bajos. Con mi dedo recorrí su centro de arriba a bajo, húmedo, caliente, excitado. Su boca se entreabrió, cálido su aliento contra mis labios. Introduje un dedo, su gemido retumbó en el baño mientras sus caderas danzaban buscando el movimiento lento de mi mano.
Empapada sus paredes se dilataban, introduje un segundo dedo observando como la espalda de Estrella contra la mía se arqueaba. Su boca me busco ávida de un beso húmedo, necesitado y placentero.
Nuestras lenguas se devoraron dentro y fuera de las cuevas, serpenteando entre gruñidos.
Mi hombría cubierta por la tela del pantalón golpeaba en la parte baja de su espalda, excitado solo pensaba en tomarla, mas quería verla, no perder detalle de ese baile demencial que su cuerpo sucumbiendo al pecado de la lujuria.
-Di que eres mía -gruñí contra el lóbulo de su oído -mi posesividad de lobo imperaba, mi boca surcó su piel marcándola mientras un tercer dedo se introducía rudo en su sexo sacudiendolos dentro con fuerza.
-Es complicado -susurré dejando caer mi frente con suavidad sobre la ajena. Durante un instante el tiempo se detuvo y solo nuestras respiraciones pesadas calentaron la estancia al completo.
Estrella saltó, el agua se salia y tuvo que girar la manivela hasta que esta dejo de gotear, su risa se perdía en la estancia, en todo el día era la primera vez que la veía disfrutar.. Fue a darse la vuelta feliz para volver a mis brazos cuando antes de hacerlo su espalda impacto con mi pecho.
La sentí temblar, su cuerpo se erizo al sentir mi aliento en su cuello. Mi diestra hizo a un lado su cascada parda para dejar descubierta esa tez que mis labios recorrieron muy despacio.
La joven cerró los ojos ofrecida ladeó mas la cabeza mientras mi boca ascendía por aquel rio hasta beber del manantial de su oído. Mordí el lóbulo de su oreja calcinandola con mi pesada respiración.
-No te gires -pedí cuando la impaciencia de la dama hizo que quisiera girarse para buscar mi boca ávida de un beso que no recibió.
Mi mano descendió por su vientre, acaricié la media luna de su ombligo descendiendo con peligrosidad hasta su monte de venus.
Escuché su jadeo mientras esta reclinaba su cabeza contra mi hombro. Nuestras bocas se acariciaban, mis ojos observaban con detenimiento sus gestos, el placer que era capaz de producir en su cuerpo.
Era una criatura fascinante, me gustaba ver el placer reflejado en su rostro. Introduje mi mano en sus bragas acariciando sus labios bajos. Con mi dedo recorrí su centro de arriba a bajo, húmedo, caliente, excitado. Su boca se entreabrió, cálido su aliento contra mis labios. Introduje un dedo, su gemido retumbó en el baño mientras sus caderas danzaban buscando el movimiento lento de mi mano.
Empapada sus paredes se dilataban, introduje un segundo dedo observando como la espalda de Estrella contra la mía se arqueaba. Su boca me busco ávida de un beso húmedo, necesitado y placentero.
Nuestras lenguas se devoraron dentro y fuera de las cuevas, serpenteando entre gruñidos.
Mi hombría cubierta por la tela del pantalón golpeaba en la parte baja de su espalda, excitado solo pensaba en tomarla, mas quería verla, no perder detalle de ese baile demencial que su cuerpo sucumbiendo al pecado de la lujuria.
-Di que eres mía -gruñí contra el lóbulo de su oído -mi posesividad de lobo imperaba, mi boca surcó su piel marcándola mientras un tercer dedo se introducía rudo en su sexo sacudiendolos dentro con fuerza.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
El calor que el jinete desprendía era único y la española empezaba a darse cuenta. No se comparaba a la temperatura de ninguna otra cosa que ella conociera, le gustaba, la hacía sentir protegida y, al mismo tiempo, solía excitarla. Sabía que no debía ceder, que aún estaba ahí la herida, pero las acciones del joven la enardecían y su razón salió por la pequeña ventana que había en aquel gran aseo.
Su piel se erizó y toda ella tembló ligeramente en cuanto los labios del chico rozaron su cuello, centrándose primero en la nuca, cambiando su rumbo hacia la curvatura que se formaba a la derecha y subiendo hasta su oreja, donde mordida y respiración impacientaron a la enfermera que, rápida, quiso girar para enfrentar al joven y unir sus boas, pero él, dominante como era, se lo impidió.
La caricia de su mano marcó un sendero a fuego en la dermis de Estrella que combatía la sonrisa que deseaba asomar a sus belfos por las suaves cosquillas que la recorrían con el paso de aquellos dedos tentadores. Tras el primer jadeo se mordió el labio y echó la cabeza hacia atrás, buscando todo el apoyo que le fuera posible porque anticipaba lo que vendría y temía perder de golpe todas sus fuerzas. Con la zurda se aferró al muslo de Guerra, apretándole el pantalón con fuerza, mientras la diestra la flexionó sobre su propio cuerpo, dejando reposar la palma sobre uno de sus pechos. El primer dedo en acariciarla fue suficiente para prenderla en llamas. ¿Qué tenía aquel hombre que con sólo rozarla ya la ponía de tal manera? Intentó buscar la mirada ajena con sus esmeraldas brillantes de pupilas dilatadas y titilantes. Soltó su labio inferior y dejó que, de nuevo, sus jadeos llenaran la estancia. Las caderas de la chica se movían por inercia, buscando más roce, más profundidad. Atrapó la boca foránea en un mordisco casi desesperado, tornándolo un beso ansioso y anhelante. Sus lenguas se fundieron con fogosidad, deseo y lujuria. Ella ya no aguantó más y se dio la vuelta, llevando ambas manos a los hombros del jinete. Las hizo descender con lentitud por su torso, notando los puntos de sutura con la yema de los dedos de su diestra al pasar por la herida. Bajaron hasta el pantalón y con ansia y cierta torpeza lo desabotonó, dando un seco y breve tirón para que la prenda cayera. El calor que la erección irradiaba la abrasaba, pero al mismo tiempo ella la buscaba. Quería quemarse contra ese hombre, entre mordiscos y lascivas caricias. -¿Qué me haces…? Quiero más…- Pidió en una súplica, volviendo a buscar los ojos ambarinos del muchacho para prendarse de ellos, sin importarle si perdía su camino y olvidaba cómo volver a casa.
Su piel se erizó y toda ella tembló ligeramente en cuanto los labios del chico rozaron su cuello, centrándose primero en la nuca, cambiando su rumbo hacia la curvatura que se formaba a la derecha y subiendo hasta su oreja, donde mordida y respiración impacientaron a la enfermera que, rápida, quiso girar para enfrentar al joven y unir sus boas, pero él, dominante como era, se lo impidió.
La caricia de su mano marcó un sendero a fuego en la dermis de Estrella que combatía la sonrisa que deseaba asomar a sus belfos por las suaves cosquillas que la recorrían con el paso de aquellos dedos tentadores. Tras el primer jadeo se mordió el labio y echó la cabeza hacia atrás, buscando todo el apoyo que le fuera posible porque anticipaba lo que vendría y temía perder de golpe todas sus fuerzas. Con la zurda se aferró al muslo de Guerra, apretándole el pantalón con fuerza, mientras la diestra la flexionó sobre su propio cuerpo, dejando reposar la palma sobre uno de sus pechos. El primer dedo en acariciarla fue suficiente para prenderla en llamas. ¿Qué tenía aquel hombre que con sólo rozarla ya la ponía de tal manera? Intentó buscar la mirada ajena con sus esmeraldas brillantes de pupilas dilatadas y titilantes. Soltó su labio inferior y dejó que, de nuevo, sus jadeos llenaran la estancia. Las caderas de la chica se movían por inercia, buscando más roce, más profundidad. Atrapó la boca foránea en un mordisco casi desesperado, tornándolo un beso ansioso y anhelante. Sus lenguas se fundieron con fogosidad, deseo y lujuria. Ella ya no aguantó más y se dio la vuelta, llevando ambas manos a los hombros del jinete. Las hizo descender con lentitud por su torso, notando los puntos de sutura con la yema de los dedos de su diestra al pasar por la herida. Bajaron hasta el pantalón y con ansia y cierta torpeza lo desabotonó, dando un seco y breve tirón para que la prenda cayera. El calor que la erección irradiaba la abrasaba, pero al mismo tiempo ella la buscaba. Quería quemarse contra ese hombre, entre mordiscos y lascivas caricias. -¿Qué me haces…? Quiero más…- Pidió en una súplica, volviendo a buscar los ojos ambarinos del muchacho para prendarse de ellos, sin importarle si perdía su camino y olvidaba cómo volver a casa.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Sus brazo se anclaron en mi cuello como sogas, ladeé la sonrisa al ver como sus esmeraldas turbias de deseo chocaban con mis tempestades necesitadas de aplacarse en su interior.
Gruñí hambriento cuando me pidió mas de esto, el pecado de la lujuria se abría paso en mis carnes y yo estaba dispuesto a pecar y asumir las consecuencias.
Mi boca atajó la distancia abrasadora que nuestro pesado aliento había llenado y entre mordiscos me perdí en el sabor de sus labios.
Lengua de fuego, que atravesó el portón, llego y venció coronándose como dueño y señor de sus gemidos.
Involuntarias sus caderas bailaban buscando mi bulto, mas fueron sus dedos rápidos los que entre jadeos liberó al kraken que emergió dispuesto a batallar hasta la muerte.
Su cuerpo se arqueó entre mis manso cuando las nalgas se convirtieron en su único punto de apoyo.
Mis manos las apretaban sustentándola en el aire mientras sus piernas se anclaban a mi cintura y nuestros sexos se acariciaban quemando las bragas negras que molestaban.
Rugí rabioso, mi mano atajó la distancia bordeado su muslo, buscando su centro y apartando esa prenda negra que dificultaba la entrada.
Mi excitación era patente, mi polla vibraba restregando el glande por la apertura mojada. Sus ojo me buscaron, frente contra frente, nuestras bocas se unían y se separaban como jugando al pilla pilla. De un empujón me cole voraz entre sus piernas, rugí, ella gimió y mi boca silenció aquellos jadeos mutuos.
La sacaba casi entera, abandonándola al vació para embestirla con brío llenándola de nuevo. Yunque contra martillo ardíamos como las fraguas dispuestos a forjar nuestros cuerpos a golpes.
Estaba muy excitado, su cuerpo era perfecto, sus pechos aun cubiertos por la ropa interior negra se salían del sujetador por aquellos movimientos rudos. Me fijé en su pezón, redondo, oscuro y endurecido, rozaba el borde de la tela. Mis ámbar fijos allí, no podía mas, esa mujer era digna de admirar, cincelada por el demonio para mi disfrute de un tirón arranqué su sujetador.
Mi boca copo sus dos alzados pechos, tiré de sus astas con mis dientes, estaba cerca de explotar en su interior, cada vez mas fuerte, mas rápido mi hombría resbalaba por sus cálidas paredes mientras nuestras bocas se tentaban hambrientas.
-Espera -pedí entre jadeos saliendome de ella.
No quería correrme tan rápido, quería jugar mas, esa noche quería todo de ella a decir verdad.
Su mirada turbia acompañó un quejido que chocó con mi picara sonrisa.
-Vamos a la tina -pedí tomando su mano para ayudarla a introducirse en el agua cálida.
Entre acomodándome en la pared de la bañera mientras mi mano subía y bajaba la piel que cubría mi miembro.
Ella aun en pie contemplaba el grado de excitación que me gastaba en ese momento.
La atraje por las caderas para que mientras me masturbaba mi glande rozara su clítoris, la ayudé a danzar rozando su botón logrando que sus ojos se oscurecieran y que como yo, jadeara contra mi boca encendiéndonos por completo.
Lamí su boca sediento, incitándola a empezar con el duelo.
Gruñí hambriento cuando me pidió mas de esto, el pecado de la lujuria se abría paso en mis carnes y yo estaba dispuesto a pecar y asumir las consecuencias.
Mi boca atajó la distancia abrasadora que nuestro pesado aliento había llenado y entre mordiscos me perdí en el sabor de sus labios.
Lengua de fuego, que atravesó el portón, llego y venció coronándose como dueño y señor de sus gemidos.
Involuntarias sus caderas bailaban buscando mi bulto, mas fueron sus dedos rápidos los que entre jadeos liberó al kraken que emergió dispuesto a batallar hasta la muerte.
Su cuerpo se arqueó entre mis manso cuando las nalgas se convirtieron en su único punto de apoyo.
Mis manos las apretaban sustentándola en el aire mientras sus piernas se anclaban a mi cintura y nuestros sexos se acariciaban quemando las bragas negras que molestaban.
Rugí rabioso, mi mano atajó la distancia bordeado su muslo, buscando su centro y apartando esa prenda negra que dificultaba la entrada.
Mi excitación era patente, mi polla vibraba restregando el glande por la apertura mojada. Sus ojo me buscaron, frente contra frente, nuestras bocas se unían y se separaban como jugando al pilla pilla. De un empujón me cole voraz entre sus piernas, rugí, ella gimió y mi boca silenció aquellos jadeos mutuos.
La sacaba casi entera, abandonándola al vació para embestirla con brío llenándola de nuevo. Yunque contra martillo ardíamos como las fraguas dispuestos a forjar nuestros cuerpos a golpes.
Estaba muy excitado, su cuerpo era perfecto, sus pechos aun cubiertos por la ropa interior negra se salían del sujetador por aquellos movimientos rudos. Me fijé en su pezón, redondo, oscuro y endurecido, rozaba el borde de la tela. Mis ámbar fijos allí, no podía mas, esa mujer era digna de admirar, cincelada por el demonio para mi disfrute de un tirón arranqué su sujetador.
Mi boca copo sus dos alzados pechos, tiré de sus astas con mis dientes, estaba cerca de explotar en su interior, cada vez mas fuerte, mas rápido mi hombría resbalaba por sus cálidas paredes mientras nuestras bocas se tentaban hambrientas.
-Espera -pedí entre jadeos saliendome de ella.
No quería correrme tan rápido, quería jugar mas, esa noche quería todo de ella a decir verdad.
Su mirada turbia acompañó un quejido que chocó con mi picara sonrisa.
-Vamos a la tina -pedí tomando su mano para ayudarla a introducirse en el agua cálida.
Entre acomodándome en la pared de la bañera mientras mi mano subía y bajaba la piel que cubría mi miembro.
Ella aun en pie contemplaba el grado de excitación que me gastaba en ese momento.
La atraje por las caderas para que mientras me masturbaba mi glande rozara su clítoris, la ayudé a danzar rozando su botón logrando que sus ojos se oscurecieran y que como yo, jadeara contra mi boca encendiéndonos por completo.
Lamí su boca sediento, incitándola a empezar con el duelo.
Guerra- Licántropo Clase Alta
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