AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
3 participantes
Página 4 de 8.
Página 4 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
Llevaba ya un par de semanas trabajando en aquel hospital y los sucesos extraños cada vez se acontecían con más frecuencia. Estrella era una muchacha con recursos y mucho recorrido en la vida y, a sus escasos veinticuatro años de edad, ya había visto multitud de enfermedades, dolencias, infecciones y mutaciones en humanos, incluso en animales. Pero lo que ocurría en aquel lugar, era algo nuevo para ella. Hombres y mujeres que parecían haber sido atacados por animales gigantescos como osos, pero cuyas garras eran más largas y laceraban más profundo, jóvenes tan pálidos que parecían haber sufrido una impresionante anemia y deberían yacer muertos, personas que se negaban a recibir asistencia cuando su vida pendía de un hilo y claramente estaban falleciendo en la cama o incluso en el suelo. ¿Y por qué allí? ¿Por qué en París? ¿A caso era algo así como un agujero del infierno donde se habían ido a reunir todas las extrañezas y muertes incongruentes posibles? La chica no le encontraba lógica alguna, no creía que fuera ningún tipo de plaga, porque aunque a veces los síntomas se asemejaban o en muy pocos casos incluso coincidían, las historias que los pocos que hablaban se dignaban a contar, no tenían ni pies ni cabeza. Parecían estar todos sujetos a los efectos del opio.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Llevaba ya un par de semanas trabajando en aquel hospital y los sucesos extraños cada vez se acontecían con más frecuencia. Estrella era una muchacha con recursos y mucho recorrido en la vida y, a sus escasos veinticuatro años de edad, ya había visto multitud de enfermedades, dolencias, infecciones y mutaciones en humanos, incluso en animales. Pero lo que ocurría en aquel lugar, era algo nuevo para ella. Hombres y mujeres que parecían haber sido atacados por animales gigantescos como osos, pero cuyas garras eran más largas y laceraban más profundo, jóvenes tan pálidos que parecían haber sufrido una impresionante anemia y deberían yacer muertos, personas que se negaban a recibir asistencia cuando su vida pendía de un hilo y claramente estaban falleciendo en la cama o incluso en el suelo. ¿Y por qué allí? ¿Por qué en París? ¿A caso era algo así como un agujero del infierno donde se habían ido a reunir todas las extrañezas y muertes incongruentes posibles? La chica no le encontraba lógica alguna, no creía que fuera ningún tipo de plaga, porque aunque a veces los síntomas se asemejaban o en muy pocos casos incluso coincidían, las historias que los pocos que hablaban se dignaban a contar, no tenían ni pies ni cabeza. Parecían estar todos sujetos a los efectos del opio.
Resopló mientras se ataba a la espalda el cinturón de la bata y se lavó por enésima vez las manos cubiertas de sangre. ¿Cuántos muertos iban ya aquella madrugada? Hicieron sonar de nuevo la campana y a toda prisa con el mandil lleno de manchas oxidadas recorrió el pasillo hacia la zona de entrada, donde metían a un hombre inconsciente sin camisa y con los pantalones tan rotos que casi mejor ni los llevara, perdiendo mucho plasma y lleno de heridas extrañas, simétricas, como punzadas. Ella no era médico, sólo ayudaba, pero su curiosidad era demasiado grande y no dudó en tocar uno de los orificios. Parecía que le hubiesen atravesado con agujas de tejer, como las que había visto usar a su nana, aquella mujer que ejerció de abuela para ella y la cuidaba. Arrugó la frente, no tenía buena pinta, a este paso sería otro cadáver más a quemar más tarde en la pira.
Cogió un paño y lo empapó en agua tibia, con el frío que hacía por mucho que la calentaran al nada ya estaba helada, este paciente tenía suerte y estaría templada. Frotó de manera enérgica para limpiar las zonas secas de sangre y dejar a la vista todas las punciones y los arañazos que una vez despejada la dermis se veían. ¿Dónde diablos se había metido ese loco para terminar de aquella manera? Escurrió y volvió a pasar el paño, que ya no era blanco, sino entre rojo, marrón y negro. Porque además de líquido carmesí, el tipo estaba bien guarro. Cualquier diría que se había estado arrastrando por el fango. Al final le limpió un poco la cara y alzó una de sus cejas con incredulidad. Vaya, sería un chalado, pero uno muy atractivo.
Última edición por Estrella Díaz el Dom Nov 26, 2017 2:44 pm, editado 1 vez
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Sintió un cosquilleo por allí donde la nariz del castaño pasó, acariciando con ella su cuello, oliéndola. Cerró los ojos, disfrutando de la extraña sensación, algo que se rompió con una pregunta extraña que descolocó por completo a la enfermera, que al despegar los párpados, buscó la mirada ajena. -¿En celo? Los humanos no tenemos de eso…- Ladeó ligeramente el rostro, intentando pensar en el significado de aquellas palabras, en el motivo tras una cuestión tan poco apropiada, aunque aquello era lo de menos, el jinete había demostrado ya sendas veces que el tacto no era su fuerte, precisamente. Pero antes de poder averiguarlo ella, Guerra ya le daba la respuesta y lejos de enfadarse, la española se rio. No dio más explicación, porque consideró que dijera lo que dijera, el contrario no lo entendería o, tal vez, lo malinterpretaría.
Se dejó cambiar de lugar, acomodándose en el regazo del muchacho. A fin de cuentas, ella deseaba estar pegada a él, tocarlo. ¿Y si era él quien estaba en celo y aquello la afectaba a ella? ¿No eran a caso los licántropos como lobos? Pero no le dio vueltas al tema, porque al igual que el chico, el vino había hecho su tarea y la mente de Estrella estaba achispada, ligeramente nublada y, por el contrario, su cuerpo se sentía desatado, liberado. Como la carne ya estaba toda cortada, soltó el cuchillo y sólo quedó sosteniendo el tenedor con la zurda. Pasó el brazo derecho por encima de los hombros foráneos y enredó los dedos en su cabello, peinando los rizos de la nuca de manera distraída, relajada, mientras escuchaba lo que el adverso le decía. Un destello brilló en los orbes de la muchacha al escuchar las últimas tres palabras que por el jinete fueron formuladas y una sonrisa se dibujó en sus pétalos al sentir el aliento cálido y cercano de la boca ajena estando tan cercana. -¿Aquí estás bien?- Inquirió, intentando ver si tenía suerte y lograba que hablara más, que dijera alguna cosa más específica, que soltara la lengua. Y lo hizo, pero no de la manera que ella esperaba, cuando los labios de ambos se juntaron para devorarse como si no hubieran tenido ni para empezar con la carne. Dejó caer el cubierto que aún tenía sujeto sin mirar siquiera dónde lo hacía, rodeando el cuello ajeno con el brazo que seguía libre, acortando así la distancia entre sus torsos. Más la zurda no se quedó quieta y con ella tanteó la espalda de Guerra, empezando por el centro, desviándose hacia el omóplato y regresando al hombro, antes de ascender por el cuello hasta la barba, acunando así contra la palma su rostro. Lo mismo hizo con la derecha, volviendo lo que había iniciado como un beso hambriento en algo más lento, cuidadoso, pero igualmente sediento. Mordió con suavidad el belfo inferior del chico, aprovechando para mirarle a sus ámbar y perderse en ellos. Rozó su nariz con la foránea en un gesto que le nació de dentro, tal vez más canino que humano, aunque ella no fuera de su misma raza.
Se dejó cambiar de lugar, acomodándose en el regazo del muchacho. A fin de cuentas, ella deseaba estar pegada a él, tocarlo. ¿Y si era él quien estaba en celo y aquello la afectaba a ella? ¿No eran a caso los licántropos como lobos? Pero no le dio vueltas al tema, porque al igual que el chico, el vino había hecho su tarea y la mente de Estrella estaba achispada, ligeramente nublada y, por el contrario, su cuerpo se sentía desatado, liberado. Como la carne ya estaba toda cortada, soltó el cuchillo y sólo quedó sosteniendo el tenedor con la zurda. Pasó el brazo derecho por encima de los hombros foráneos y enredó los dedos en su cabello, peinando los rizos de la nuca de manera distraída, relajada, mientras escuchaba lo que el adverso le decía. Un destello brilló en los orbes de la muchacha al escuchar las últimas tres palabras que por el jinete fueron formuladas y una sonrisa se dibujó en sus pétalos al sentir el aliento cálido y cercano de la boca ajena estando tan cercana. -¿Aquí estás bien?- Inquirió, intentando ver si tenía suerte y lograba que hablara más, que dijera alguna cosa más específica, que soltara la lengua. Y lo hizo, pero no de la manera que ella esperaba, cuando los labios de ambos se juntaron para devorarse como si no hubieran tenido ni para empezar con la carne. Dejó caer el cubierto que aún tenía sujeto sin mirar siquiera dónde lo hacía, rodeando el cuello ajeno con el brazo que seguía libre, acortando así la distancia entre sus torsos. Más la zurda no se quedó quieta y con ella tanteó la espalda de Guerra, empezando por el centro, desviándose hacia el omóplato y regresando al hombro, antes de ascender por el cuello hasta la barba, acunando así contra la palma su rostro. Lo mismo hizo con la derecha, volviendo lo que había iniciado como un beso hambriento en algo más lento, cuidadoso, pero igualmente sediento. Mordió con suavidad el belfo inferior del chico, aprovechando para mirarle a sus ámbar y perderse en ellos. Rozó su nariz con la foránea en un gesto que le nació de dentro, tal vez más canino que humano, aunque ella no fuera de su misma raza.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Sus labios se trasformaron en tormenta, relámpagos caían sobre mis labios cuando los mordiscos se apoderaron de mi boca logrando que los gruñidos sonaran atronadores en aquel asador.
Mi lengua cruzó el laberinto de su boca, me perdí en ella paladeando aquel sabor a alcohol, a fruta madura y a pecado, caminos que ya había recorrido con anterioridad y que quería seguir descubriendo con voracidad.
Perdido en sus dos esmeraldas, empujé mi hombría contra su muslo, mi pantalón escondía el bulto que la tela cubría y en ese momento ella ladeó la sonrisa.
-¿estas segura que no estas en celo? -pregunté relamiendome los labios.
Su respiración acelerada los golpeaba, mi mano afianzó su pierna pasándola sobre mi cuerpo para ahora si, sentarla a horcajadas.
Mis manso se posaron en su diminuta cintura, el resto de curvas eran sorteadas por mis manos dibujándolas con hambruna. Iba algo ebrio y eso desaforaba mas mis instintos primarios dejando encerrado al jinete para dar paso al lobo.
La puerta se abrió o eso me pareció, pues una sombra y no un hombre es lo que creí ver en ese instante.
Mis sentidos se pusieron alerta, enarqué una ceja aspirando el aroma del lugar tratando de captar algo mas, pero nada, era como si “eso” fuera capaz de camuflar su hedor y las sombras y luces del local darle la intimidad suficiente para no ser visto.
Estrella no tardó en percatarse de mi distracción, mis manos aun la aferraban contra mi, mas como buen depredador conocía por instinto cuando corría peligro y en este momento algo me acechaba.
-Tenemos que irnos -susurré contra su boca fingiendo no haber captado nada.
Sonreí deslizando mis labios por su mandíbula, mordiendo ligeramente su mentón.
-Corres peligro, a mi lado siempre correrás peligro, hay algo que no te he contado... -susurré aprovechando que la orquesta empezaba a tocar una canción para no ser escuchado -pero ahora has de disimular -aseguré -¿bailas? -pregunté fingiendo.
Me alcé extendiendo la mano hacia ella y de un tirón nuestros cuerpos se pegaron. Estrella no entendía nada, no podía culparla, pero en cuanto hundió temerosa su cabeza en mi cuello vi el reflejo de la saeta, una ballesta puntada a mi corazon directa.
Ladeé la sonrisa “te pillé” fue exactamente lo que pensé y sacando de mi cinto un cuchillo lo lancé raudo impactando en la ballesta que acabó impactando en el suelo.
Le toqué el culo a una de las mujeres que bailaba, pero ella al girarse vio a otro, un guantazo se llevó el hombre y no se bien como en nada la pista se trasformo en un caos de golpes por defender a la dama. Se me daba bien hacer mi trabajo, sembrar la discordia y en esta ocasión esto me iba a permitir salvarla a ella.
Tiré de Estrella hacia el exterior, esta me miraba desesperada, sus faros reflejaban el miedo, lo perdida que andaba.
Una vez en el exterior, alcanzamos mi espectro, como si se tratara de una muñeca de trapo la alcé sobre la montura, tras ella yo.
El caballo se encabritó y así pronto nos pusimos al galope dejando atrás el local.
Mi lengua cruzó el laberinto de su boca, me perdí en ella paladeando aquel sabor a alcohol, a fruta madura y a pecado, caminos que ya había recorrido con anterioridad y que quería seguir descubriendo con voracidad.
Perdido en sus dos esmeraldas, empujé mi hombría contra su muslo, mi pantalón escondía el bulto que la tela cubría y en ese momento ella ladeó la sonrisa.
-¿estas segura que no estas en celo? -pregunté relamiendome los labios.
Su respiración acelerada los golpeaba, mi mano afianzó su pierna pasándola sobre mi cuerpo para ahora si, sentarla a horcajadas.
Mis manso se posaron en su diminuta cintura, el resto de curvas eran sorteadas por mis manos dibujándolas con hambruna. Iba algo ebrio y eso desaforaba mas mis instintos primarios dejando encerrado al jinete para dar paso al lobo.
La puerta se abrió o eso me pareció, pues una sombra y no un hombre es lo que creí ver en ese instante.
Mis sentidos se pusieron alerta, enarqué una ceja aspirando el aroma del lugar tratando de captar algo mas, pero nada, era como si “eso” fuera capaz de camuflar su hedor y las sombras y luces del local darle la intimidad suficiente para no ser visto.
Estrella no tardó en percatarse de mi distracción, mis manos aun la aferraban contra mi, mas como buen depredador conocía por instinto cuando corría peligro y en este momento algo me acechaba.
-Tenemos que irnos -susurré contra su boca fingiendo no haber captado nada.
Sonreí deslizando mis labios por su mandíbula, mordiendo ligeramente su mentón.
-Corres peligro, a mi lado siempre correrás peligro, hay algo que no te he contado... -susurré aprovechando que la orquesta empezaba a tocar una canción para no ser escuchado -pero ahora has de disimular -aseguré -¿bailas? -pregunté fingiendo.
Me alcé extendiendo la mano hacia ella y de un tirón nuestros cuerpos se pegaron. Estrella no entendía nada, no podía culparla, pero en cuanto hundió temerosa su cabeza en mi cuello vi el reflejo de la saeta, una ballesta puntada a mi corazon directa.
Ladeé la sonrisa “te pillé” fue exactamente lo que pensé y sacando de mi cinto un cuchillo lo lancé raudo impactando en la ballesta que acabó impactando en el suelo.
Le toqué el culo a una de las mujeres que bailaba, pero ella al girarse vio a otro, un guantazo se llevó el hombre y no se bien como en nada la pista se trasformo en un caos de golpes por defender a la dama. Se me daba bien hacer mi trabajo, sembrar la discordia y en esta ocasión esto me iba a permitir salvarla a ella.
Tiré de Estrella hacia el exterior, esta me miraba desesperada, sus faros reflejaban el miedo, lo perdida que andaba.
Una vez en el exterior, alcanzamos mi espectro, como si se tratara de una muñeca de trapo la alcé sobre la montura, tras ella yo.
El caballo se encabritó y así pronto nos pusimos al galope dejando atrás el local.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
El muchacho volvió a profundizar el beso, como si lo de ir despacio fuera inconcebible para él. Era un lobo, a fin de cuentas, así que tal vez todo en su vida debiera ser salvaje, intenso y animal. La enfermera no se negó ni tuvo ninguna queja, pues cada vez que la tocaba con sus fuertes manos y la aferraba con rudeza, ella sentía que la marcaba y, a pesar de haberlo creía antes en otras personas como algo inadecuado, cuando le ocurría a ella con Guerra, le parecía perfecto. Se acomodó sobre el regazo ajeno con una pierna a cada lado de las foráneas, notando aquel bulto aún contra el interior de sus muslos. Escuchó la pregunta que, de manera insistente y segura, volvía a inquirir sobre su naturaleza. -Estoy segura…- Sonrió, porque lo decía la ciencia, aunque su fuero interno le gritara que bien podría tenerlo si con ello amarraba por unas horas al jinete a su cama.
Se seguían tocando o más bien tanteando, probando, retando incluso, cuando, de pronto, las manos del chico dejaron de moverse y aquello llamó la atención de la española que buscó su rostro y encontró la mirada ambarina perdida en la lejanía, en vez de en ella. Abrió la boca para preguntar lo que ocurría, pero antes de hacerlo ya tenía respuesta a aquel interrogante no pronunciado, pero evidente. Inevitablemente, se tensó, aunque intentó mantener la calma por el bien de ambos.
A cada palabra del adverso, crecían más dudas en la cabeza de Estrella que se sentía más perdida y confusa que nunca. ¿Qué más podía haber que no le hubiese contado y fura peor que ser un jinete del apocalipsis? No daba crédito a tal posibilidad porque aquella, de por sí, ya era una locura total. Y por si no estaba ya suficientemente perdida, en medio del supuesto peligro, ¿quería sacarla a bailar? Le miró sin entender nada, menos que nada, una mierda. Pero aún así, confiaba en aquel chiflado, para bien o para mal, lo había hecho desde el principio. Tomó la mano que le ofreció y de un salto se apegó a su cuerpo, rodeándole el torso con el otro brazo. No era muy buena bailando, seguramente porque nunca lo había intentado exceptuando con los niños en el orfanato, pero hizo lo posible por no pisar al castaño y con eso se conformó. Notó un gesto brusco por parte del otro, mas no supo lo que pasó, no vio nada. Y para cuando se percató de alguna cosa, se había liado buena en la pista de baile donde las hostias volaban. Se agachó para evitar a dos hombres que se lanzaban puñetazos simultáneos y salió corriendo del establecimiento de la mano de Guerra para rápidamente ser subida al caballo. Emprendieron el galope de inmediato, aún con la chica perdida, confusa, pero ahora sí se atrevió con las preguntas. -¿Qué demonios ocurre? ¿De qué huimos? Giró lo justo la cabeza para alcanzar a ver de reojo el rostro de su compañero de montura, concentrado y con sus ojos más ámbar que nunca. Ni siquiera recordaba haberle visto así la noche de la manada de lycans y aquello no sólo la asustó, sino que la aterró. ¿Dónde se había metido?
Se seguían tocando o más bien tanteando, probando, retando incluso, cuando, de pronto, las manos del chico dejaron de moverse y aquello llamó la atención de la española que buscó su rostro y encontró la mirada ambarina perdida en la lejanía, en vez de en ella. Abrió la boca para preguntar lo que ocurría, pero antes de hacerlo ya tenía respuesta a aquel interrogante no pronunciado, pero evidente. Inevitablemente, se tensó, aunque intentó mantener la calma por el bien de ambos.
A cada palabra del adverso, crecían más dudas en la cabeza de Estrella que se sentía más perdida y confusa que nunca. ¿Qué más podía haber que no le hubiese contado y fura peor que ser un jinete del apocalipsis? No daba crédito a tal posibilidad porque aquella, de por sí, ya era una locura total. Y por si no estaba ya suficientemente perdida, en medio del supuesto peligro, ¿quería sacarla a bailar? Le miró sin entender nada, menos que nada, una mierda. Pero aún así, confiaba en aquel chiflado, para bien o para mal, lo había hecho desde el principio. Tomó la mano que le ofreció y de un salto se apegó a su cuerpo, rodeándole el torso con el otro brazo. No era muy buena bailando, seguramente porque nunca lo había intentado exceptuando con los niños en el orfanato, pero hizo lo posible por no pisar al castaño y con eso se conformó. Notó un gesto brusco por parte del otro, mas no supo lo que pasó, no vio nada. Y para cuando se percató de alguna cosa, se había liado buena en la pista de baile donde las hostias volaban. Se agachó para evitar a dos hombres que se lanzaban puñetazos simultáneos y salió corriendo del establecimiento de la mano de Guerra para rápidamente ser subida al caballo. Emprendieron el galope de inmediato, aún con la chica perdida, confusa, pero ahora sí se atrevió con las preguntas. -¿Qué demonios ocurre? ¿De qué huimos? Giró lo justo la cabeza para alcanzar a ver de reojo el rostro de su compañero de montura, concentrado y con sus ojos más ámbar que nunca. Ni siquiera recordaba haberle visto así la noche de la manada de lycans y aquello no sólo la asustó, sino que la aterró. ¿Dónde se había metido?
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Los guerreros quieren un oponente digno. No hay satisfacción en luchar con lo patético.-Donna Lynn Hope
Mi gestó tenso, ámbar que centelleaban mientras la aferraba contra mi cuerpo pasando mi brazo por su cintura. El bermejo iba al galope, pero sabia que ni de lejos iba a conseguir despistar al inquisidor tan fácilmente, él era un perro de presa, no soltaba bocado y siempre tras él iba un séquito de mercenarios que en nombre de Dios pretendían acabar con los jinetes que este mismo mandó.
Estrella preguntaba aterrada, esta vez mi cuerpo la envolvía por completo, músculos tensos que pegaban su espalda contra mi pecho.
Las primeras saetas no tardaron en caer sobre nosotros como una lluvia de primavera, apreté los dientes zigzagueando sobre mi espectro. Rugí de no ir con Estrella me detendría y dejaría que mi mandoble le explicara a mi primo el idioma de la guerra y como esta te lleva a la muerte, pero Garion no era un enemigo mas, si no uno peligroso a enfrentar y arriesgar mi vida en una gesta me parecía excitante, por contra, la humana nada tenia que ver en este duelo de familia, así que no podía arriesgarme.
Un callejón, ladeé la sonrisa, lobo sigue a lobo ,veamos por cuanto tiempo, guié hacia allí la montura, centré mi mirada en el laberinto de estrechas calles que ante nuestras miradas se centraba.
-¿Sabes cabalgar? -le pregunté -nos vemos tres cuadras allá -aseguré sin darle tiempo a responder.
Así que me alcé sobre la grupa del bermejo y con una pirueta caí al suelo acuclillado.
Sabia que Garion era muy capaz de seguirme, mi rastro camuflaría el de ella, y mientras esta viró a la derecha yo lo hice hacia la izquierda.
Corrí con esa velocidad sobrehumana con la que me dotaba mi condiciona de licantropo, varias calles estrechas hasta dar con una que no tenia salida. Salté encaramandome a la zona alta de la pared de callejón, mis mostaza resplandecían dejándome caer, sin parar de correr, mi rastro iba marcando un sendero complicado de ser seguido a caballo.
Finalmente me reuní con ella, en la zona marcada y volviendo a recuperar mi posición sobre el anima guié la montura hasta una fabrica abandonada.
En su parte alta tenia una vivienda abandonada donde seguramente el dueño vivíó con su familia en su dia.
La ayudé a desmontar en la zona baja y alli dejé a mi caballo para tirar de Estrella guiandola por las escaleras hacia la zona alta.
Temblaba, no se si por el frio o porque no estaba acostumbrada a la guerra. Mi nombre delataba que junto a mi eso es lo que tendría, no era un hombre normal y creo que a estas alturas empezaba a descubrir que se estaba metiendo en algo demasiado peligroso.
Abrí la puerta de una patada, me acerqué a la lumbre para prenderla, mis ojos la buscaban por encima del hombro, ella en pie miraba lo que hacia sin comprender que hacíamos allí.
-Pronto se calentará la estancia, ven, acércate al fuego ,te ayudará a entrar en calor.
Estrella se orilló a mi, fueron mis brazos los que la colaron entre mi regazo, mis labios se pasearon muy despacio por su cuello, un gesto lobuno.
-Es mi primo, es un inquisidor, quiere darnos muerte...es una historia larga y creo que complicada de entender -dejé el aire escapar contra su cuello cerrando los ojos -buscaré algo de beber y si quieres escucharla te hablaré de mi vida.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Escuchó el silbido de las saetas al pasar por su lado, cayendo como estrellas fugaces en su camino, sorteadas gracias al ágil caballo rojizo y a las diestras manos del jinete para guiarlo. La muchacha se agachó, casi abrazándose al cuello del animal como si con ello fuera a protegerse más. Y, de todos modos, era el chico el que recibiría los impactos de ser alcanzados pues cubría toda su espalda, incluso sus piernas con la posición que llevaban. Escuchó la pregunta y antes de poder responder, el galope aumentó al llevar menos peso encima la montura, quedando ella sola encima. Giró a ver la silueta de Guerra empequeñecer y, llevada por instinto y por las indicaciones que el licántropo le había dado, guio al semental por las callejuelas hasta donde le había pedido el lobo, a tres cuadras de distancia, a la derecha, dirección al puerto.
No supo lo que ocurrió durante el transcurso de aquellos minutos que, a ella, se le antojaron eternos. Y es que no cesó de preocuparse y aunque el miedo seguía helando la sangre en sus venas, el temor por que le ocurriera algo al castaño era mayor que el pánico a que algo le sucediera a la propia enfermera. Detuvo al corcel y en escasos segundos, el de ojos ambarinos se situó de nuevo tras ella, de un salto, y sin mediar palabra, ella por no querer interrumpirle porque le veía concentrado, seguramente meditando una estrategia o una huida, y él por estar haciendo precisamente aquello, abandonaron la zona en la que se hallaban y regresaron al lugar de la última vez, al barrio industrial donde los olores fuertes hasta a la española mareaban y molestaban, así que para el lobo, aquello debía ser cien veces peor, por lo menos.
El macho pasó al trote y poco a poco se detuvo, bajando así la castaña de la montura ayudada por el jinete. Observó la zona en sí, el lugar en cuestión, las paredes, las escaleras, las ventanas oscuras, sucias, resquebrajadas. Hacía un frío de mil demonios y ella seguía con su uniforme que, aunque no enseñaba, tampoco abrigaba precisamente. Pasó dentro y el lugar le pareció aún más helado que el exterior, ¿acaso era posible aquello? Vio al joven encender el fuego y con pasos cortos, abrazándose a si misma y frotándose los codos con las manos, se aproximó a su posición, agachándose para que las llamas lamieran su piel a lo lejos. Enseguida la rodeó Guerra y la colocó entre sus piernas, rozando su cuello con la nariz, con los labios, cosa que estremeció a la muchacha de ojos verdes. Cerró los ojos, dejando que el calor que desprendía el licántropo le devolviera la sensibilidad en los dedos, los pies, las manos…
Giró el rostro al escuchar las últimas palabras que rozaron sus oídos como un susurro que, en realidad, había ido orientado a la curvatura de su cuello. -Quiero escuchar la historia, por muy larga y complicada que sea…- No era una chica tonta, seguro podría entenderla. Y, sino, siempre podía hacer preguntas, aunque, claro estaba, el contrario no tenía por qué responderlas.
No supo lo que ocurrió durante el transcurso de aquellos minutos que, a ella, se le antojaron eternos. Y es que no cesó de preocuparse y aunque el miedo seguía helando la sangre en sus venas, el temor por que le ocurriera algo al castaño era mayor que el pánico a que algo le sucediera a la propia enfermera. Detuvo al corcel y en escasos segundos, el de ojos ambarinos se situó de nuevo tras ella, de un salto, y sin mediar palabra, ella por no querer interrumpirle porque le veía concentrado, seguramente meditando una estrategia o una huida, y él por estar haciendo precisamente aquello, abandonaron la zona en la que se hallaban y regresaron al lugar de la última vez, al barrio industrial donde los olores fuertes hasta a la española mareaban y molestaban, así que para el lobo, aquello debía ser cien veces peor, por lo menos.
El macho pasó al trote y poco a poco se detuvo, bajando así la castaña de la montura ayudada por el jinete. Observó la zona en sí, el lugar en cuestión, las paredes, las escaleras, las ventanas oscuras, sucias, resquebrajadas. Hacía un frío de mil demonios y ella seguía con su uniforme que, aunque no enseñaba, tampoco abrigaba precisamente. Pasó dentro y el lugar le pareció aún más helado que el exterior, ¿acaso era posible aquello? Vio al joven encender el fuego y con pasos cortos, abrazándose a si misma y frotándose los codos con las manos, se aproximó a su posición, agachándose para que las llamas lamieran su piel a lo lejos. Enseguida la rodeó Guerra y la colocó entre sus piernas, rozando su cuello con la nariz, con los labios, cosa que estremeció a la muchacha de ojos verdes. Cerró los ojos, dejando que el calor que desprendía el licántropo le devolviera la sensibilidad en los dedos, los pies, las manos…
Giró el rostro al escuchar las últimas palabras que rozaron sus oídos como un susurro que, en realidad, había ido orientado a la curvatura de su cuello. -Quiero escuchar la historia, por muy larga y complicada que sea…- No era una chica tonta, seguro podría entenderla. Y, sino, siempre podía hacer preguntas, aunque, claro estaba, el contrario no tenía por qué responderlas.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Tomé una botella vieja de ron añejo antes de regresar junto a ella. Mi cuerpo era una buena estufa natural, así que de nuevo la estreché entre mis brazos dejando que la lumbre que lamia nuestra piel y resplandecía pintando su tez de vivos tonos naranjas nos calentara.
-Soy fruto del pecado, nací en un burdel, mi madre quedó preñada de algún desgraciado. El caso es que por ese entonces, un inquisidor que procesaba la fe católica, pero que había colgado sus hábitos porque aseguraba que la degeneración había alcanzado no solo a la iglesia, si no a la humanidad necesitaba medidas drásticas.
Cuatro fuimos los elegidos, los jinetes, hambre, muerte, victoria y guerra...lo que ves es un recipiente, el inquisidor los trajo de vuelta sellándolos en nuestro interior.
Somos lo que somos, pero al parecer el apocalipsis era demasiado hasta para “padre” y nos traicionó regresando junto a los Inquisidores que sacrificaron a su mujer e hija.
Desde entonces nos buscan, tratan de capturarnos.
Hice una pausa para dar un trago de la botella, ni siquiera sabia porque cojones estaba contándole todo aquello, en el fondo no la conocía y yo nunca había hablado de esto con nadie.
-Hace unos diez años que Garion y yo nos encontramos de frene, el es mi primo, el hijo del hermano de mi padre.
Una promesa para la inquisición, pero de ese encuentro no solo salió malherido, si no trasformado en aquello que odia, un lobo, lo mismo que yo.
Desde entonces es un paria, lo relegaron al papel de sabueso y bueno...digamos que no me tiene en alta estima.
Ese hombre es el que ha dado con nosotros en la taberna, lo que significa que de nuevo han dado con nosotros. He de hablar con mis hermanos y decidir si es el momento de huir. O hacerles frente de una vez por todas.
Mi aliento impulsaba su pelo, palabras que aterciopeladas acariciaban su oído muy despacio.
-Se que es de locos, se que es difícil de creer, pero te estoy diciendo la verdad -aseguré sin dejar de mirar esos ojos verdes como faros.
-Soy fruto del pecado, nací en un burdel, mi madre quedó preñada de algún desgraciado. El caso es que por ese entonces, un inquisidor que procesaba la fe católica, pero que había colgado sus hábitos porque aseguraba que la degeneración había alcanzado no solo a la iglesia, si no a la humanidad necesitaba medidas drásticas.
Cuatro fuimos los elegidos, los jinetes, hambre, muerte, victoria y guerra...lo que ves es un recipiente, el inquisidor los trajo de vuelta sellándolos en nuestro interior.
Somos lo que somos, pero al parecer el apocalipsis era demasiado hasta para “padre” y nos traicionó regresando junto a los Inquisidores que sacrificaron a su mujer e hija.
Desde entonces nos buscan, tratan de capturarnos.
Hice una pausa para dar un trago de la botella, ni siquiera sabia porque cojones estaba contándole todo aquello, en el fondo no la conocía y yo nunca había hablado de esto con nadie.
-Hace unos diez años que Garion y yo nos encontramos de frene, el es mi primo, el hijo del hermano de mi padre.
Una promesa para la inquisición, pero de ese encuentro no solo salió malherido, si no trasformado en aquello que odia, un lobo, lo mismo que yo.
Desde entonces es un paria, lo relegaron al papel de sabueso y bueno...digamos que no me tiene en alta estima.
Ese hombre es el que ha dado con nosotros en la taberna, lo que significa que de nuevo han dado con nosotros. He de hablar con mis hermanos y decidir si es el momento de huir. O hacerles frente de una vez por todas.
Mi aliento impulsaba su pelo, palabras que aterciopeladas acariciaban su oído muy despacio.
-Se que es de locos, se que es difícil de creer, pero te estoy diciendo la verdad -aseguré sin dejar de mirar esos ojos verdes como faros.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Notó rápidamente el cambio de temperatura en cuanto el jinete se apartó de ella para ir a buscar una botella. Se frotó los brazos con ambas manos, intentando calentarlos y terminó por restregar diestra con zurda para intentar descongelar sus fríos dedos, bien cerca del fuego, sin temor alguno de quemarlos siquiera. Agradeció que regresara a su lado y la rodeara en un abrazo, logrando que pronto su figura dejara de temblar.
Aguardó entonces en silencio, escuchando atenta a cada palabra, a cada locura que el castaño contaba. Aunque había cosas que eran perfectamente verosímiles, cosas que ella había visto ya, conocido en otras personas. El ser hijo de una prostituta, del pecado, era algo muy habitual cuando los hombres no se molestaban en tomar precauciones, por pocas que hubiera y poco fiables que fueran. La marcha atrás podía no ser un método fiable, pero era mejor que eyacular dentro, aquello estaba claro. Y la española ya ni sabía las veces que se había manchado las manos de sangre con abortos, algunos naturales, otros bruscos, dolorosos, incluso mortales para las madres. Pero el resto de la historia ya empezó a tomar matices extraños, casi como divagaciones. Aunque ya sabía que no mentía, que por loco que sonara todo lo que por aquellos labios saliera, sería cierto, fuera lo que fuera. Y no sólo por las cosas que ya había vivido en carne propia, sino porque algo le decía en su fuero interno, que él no la engañaría. Y conocía bien a la humanidad, sabía cuán crueles podían ser los hombres, muchas veces más que las mismísimas bestias, que aquellos a los que llamaban monstruos, fieras.
Giró lo justo para mirarle a los ojos, para observar su rostro, sus facciones, sus gestos. El ceño fruncido, denotando que, no sólo hablaba en serio, sino que, además, estaba visiblemente preocupado. Dudaba que temiera enfrentarse a ese tal Garion o a perder la vida en mitad de una batalla. -¿Estás preocupado por mí?- Inquirió, quitándole el ron para darle ella un trago. Necesitaba atontar su mente un poco y el achispamiento del vino ya hacía mucho que se le había pasado. Desde la reyerta en el restaurante para ser más exactos. Con la siniestra, mientras llevó el dedo índice a presionar la frente foránea, alisando aquella pequeña pero pronunciada arruga y en cuanto lo hizo, descendió suavemente con la yema por el puente de la nariz hasta la punta. Allí dio un breve salto a los labios y los perfiló muy despacio, como si los dibujara o les diera color. -Las veces anteriores te pusiste en peligro por mí, era hora de devolver el favor…- Susurró, cuando sus ojos esmeralda se perdieron en los belfos ajenos por un segundo, antes de regresar a sus ámbar.
Aguardó entonces en silencio, escuchando atenta a cada palabra, a cada locura que el castaño contaba. Aunque había cosas que eran perfectamente verosímiles, cosas que ella había visto ya, conocido en otras personas. El ser hijo de una prostituta, del pecado, era algo muy habitual cuando los hombres no se molestaban en tomar precauciones, por pocas que hubiera y poco fiables que fueran. La marcha atrás podía no ser un método fiable, pero era mejor que eyacular dentro, aquello estaba claro. Y la española ya ni sabía las veces que se había manchado las manos de sangre con abortos, algunos naturales, otros bruscos, dolorosos, incluso mortales para las madres. Pero el resto de la historia ya empezó a tomar matices extraños, casi como divagaciones. Aunque ya sabía que no mentía, que por loco que sonara todo lo que por aquellos labios saliera, sería cierto, fuera lo que fuera. Y no sólo por las cosas que ya había vivido en carne propia, sino porque algo le decía en su fuero interno, que él no la engañaría. Y conocía bien a la humanidad, sabía cuán crueles podían ser los hombres, muchas veces más que las mismísimas bestias, que aquellos a los que llamaban monstruos, fieras.
Giró lo justo para mirarle a los ojos, para observar su rostro, sus facciones, sus gestos. El ceño fruncido, denotando que, no sólo hablaba en serio, sino que, además, estaba visiblemente preocupado. Dudaba que temiera enfrentarse a ese tal Garion o a perder la vida en mitad de una batalla. -¿Estás preocupado por mí?- Inquirió, quitándole el ron para darle ella un trago. Necesitaba atontar su mente un poco y el achispamiento del vino ya hacía mucho que se le había pasado. Desde la reyerta en el restaurante para ser más exactos. Con la siniestra, mientras llevó el dedo índice a presionar la frente foránea, alisando aquella pequeña pero pronunciada arruga y en cuanto lo hizo, descendió suavemente con la yema por el puente de la nariz hasta la punta. Allí dio un breve salto a los labios y los perfiló muy despacio, como si los dibujara o les diera color. -Las veces anteriores te pusiste en peligro por mí, era hora de devolver el favor…- Susurró, cuando sus ojos esmeralda se perdieron en los belfos ajenos por un segundo, antes de regresar a sus ámbar.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Mi nariz friccionó con la ajena, guarde silencio con los labios entreabiertos, su aliento secaba mis belfos bañados en alcohol.
Mi mano ascendió hasta su rostro, acuné una de sus mejillas antes de llevar mi boca hasta la ajena, beso tibió, sutil, apenas un rocé, creo que ella asumía mis palabras todavía y le resultó inesperado.
Jadeé contra su boca, necesitaba mas, la calma no era algo de lo que un lobo hacia gala, mi lengua se abrió paso entre sus labios, adentrándose en el precipicio, ambas chocaron, voraces, húmedas serpentearon en un duelo a muerte donde no existía vencedor ni vencido.
Mi cuerpo se alzo sobre el ajeno, músculos tensos que se perdían bajo la yema de sus dedos, mis mostaza resplandecieron, su boca me buscaba mordiendo mi inferior hasta que quedó recostada sobre la polvorienta alfombra roída.
Cada vez mas fuera de mi, empecé a morder su mandíbula, su mentón, lamiendo su cuello entre roncos gruñidos. La pasión se abría paso, eramos brasas, sus dedos arrugaban mi camisa apretándola, excitada, podía oler la humedad de su coño.
No iba a volver a preguntar si estaba en celo, a mi me olía a ello.
De un tirón rompí sus bragas, pero ella me detuvo tomando mi muñeca, necesitada quizas de mas clama.
Yo estaba ya fuera de mi, gruñí.
Duelo a muerte entre nuestros labios que no tardaron en incendiarse cargados de deseo, pasión de unos cuerpos que se buscaron desesperados.
A su vez, mientras yo ardía, ella con la yema de sus dedos dibujaba sobre el lienzo de mi rostro pequeñas caricias que me hacían sentir único, acariciaba mi desesperación atrayéndome hacia esa luz donde ella estaba, dejando atrás la oscuridad que me atrapaba.
Sonreí contra su boca, gesto que hizo suyo, como la luna pertenece a la noche y el sol al día.
Gesto suave al desnudarse frente a mis ojos, miradas que hablaron por nosotros, ahora no había oscuridad, solo ella, yo, nosotros.
La admiré como quien lo hace frente al altar del mismo Dios, si era pecado, pecaría, estaba tan desesperado, que lo haría.
Mi ropa callo al suelo , guiada por picaras sonrisas de la enfermera, que hoy había decidido ser ella la que me despojara del peso que mis hombros soportaban, haciéndome flotar contra su cuerpo.
Jadeo ronco que escapo de mis labios cuando esta subió sobre mi regazo, acariciándome no solo el cuerpo si no el alma.
Su sexo abrió sus paredes para dar cobijo a mi abultada virilidad, que erguida se adentraba en su interior con fuerza, necesitada de su calor.
Gruñí contra su boca al sentir como serpenteaba contra mi cuerpo, en una danza lenta que me quemaba por dentro.
Nuestras bocas se encontraron de nuevo ,apasionadas, manantial del que bebí con ansiedad cargado de lujuria mientras mi lengua se perdía por cada resquicio de su interior saboreandola.
Mis manos se afianzaron en sus caderas, moviendolas para que la penetración fuera mas profunda, mis ojos hechos fuego la miraron dejándola danzar sobre mi, completamente excitado por los movimientos infernales de esa mujer que podía transportarme con el ritmo de sus caderas al cielo para que lo rozara con mis dedos o al infierno llevándome a la locura.
-Mas -gruñí dejándome hacer por esa vez, dejando que mis sentidos recorrieran su piel al tiempo que mi boca surcaba su mandíbula, marcándola con mis dientes para alcanzar su cuello.
Sangre desorbitada corría por sus venas llevándome al placer mas infinito al sentirla presionar mis labios.
Jadeé succionando su piel ,marcándola con mis colmillos, era mía y quería que todo el mundo viera que la poseía.
Mi mano ascendió hasta su rostro, acuné una de sus mejillas antes de llevar mi boca hasta la ajena, beso tibió, sutil, apenas un rocé, creo que ella asumía mis palabras todavía y le resultó inesperado.
Jadeé contra su boca, necesitaba mas, la calma no era algo de lo que un lobo hacia gala, mi lengua se abrió paso entre sus labios, adentrándose en el precipicio, ambas chocaron, voraces, húmedas serpentearon en un duelo a muerte donde no existía vencedor ni vencido.
Mi cuerpo se alzo sobre el ajeno, músculos tensos que se perdían bajo la yema de sus dedos, mis mostaza resplandecieron, su boca me buscaba mordiendo mi inferior hasta que quedó recostada sobre la polvorienta alfombra roída.
Cada vez mas fuera de mi, empecé a morder su mandíbula, su mentón, lamiendo su cuello entre roncos gruñidos. La pasión se abría paso, eramos brasas, sus dedos arrugaban mi camisa apretándola, excitada, podía oler la humedad de su coño.
No iba a volver a preguntar si estaba en celo, a mi me olía a ello.
De un tirón rompí sus bragas, pero ella me detuvo tomando mi muñeca, necesitada quizas de mas clama.
Yo estaba ya fuera de mi, gruñí.
Duelo a muerte entre nuestros labios que no tardaron en incendiarse cargados de deseo, pasión de unos cuerpos que se buscaron desesperados.
A su vez, mientras yo ardía, ella con la yema de sus dedos dibujaba sobre el lienzo de mi rostro pequeñas caricias que me hacían sentir único, acariciaba mi desesperación atrayéndome hacia esa luz donde ella estaba, dejando atrás la oscuridad que me atrapaba.
Sonreí contra su boca, gesto que hizo suyo, como la luna pertenece a la noche y el sol al día.
Gesto suave al desnudarse frente a mis ojos, miradas que hablaron por nosotros, ahora no había oscuridad, solo ella, yo, nosotros.
La admiré como quien lo hace frente al altar del mismo Dios, si era pecado, pecaría, estaba tan desesperado, que lo haría.
Mi ropa callo al suelo , guiada por picaras sonrisas de la enfermera, que hoy había decidido ser ella la que me despojara del peso que mis hombros soportaban, haciéndome flotar contra su cuerpo.
Jadeo ronco que escapo de mis labios cuando esta subió sobre mi regazo, acariciándome no solo el cuerpo si no el alma.
Su sexo abrió sus paredes para dar cobijo a mi abultada virilidad, que erguida se adentraba en su interior con fuerza, necesitada de su calor.
Gruñí contra su boca al sentir como serpenteaba contra mi cuerpo, en una danza lenta que me quemaba por dentro.
Nuestras bocas se encontraron de nuevo ,apasionadas, manantial del que bebí con ansiedad cargado de lujuria mientras mi lengua se perdía por cada resquicio de su interior saboreandola.
Mis manos se afianzaron en sus caderas, moviendolas para que la penetración fuera mas profunda, mis ojos hechos fuego la miraron dejándola danzar sobre mi, completamente excitado por los movimientos infernales de esa mujer que podía transportarme con el ritmo de sus caderas al cielo para que lo rozara con mis dedos o al infierno llevándome a la locura.
-Mas -gruñí dejándome hacer por esa vez, dejando que mis sentidos recorrieran su piel al tiempo que mi boca surcaba su mandíbula, marcándola con mis dientes para alcanzar su cuello.
Sangre desorbitada corría por sus venas llevándome al placer mas infinito al sentirla presionar mis labios.
Jadeé succionando su piel ,marcándola con mis colmillos, era mía y quería que todo el mundo viera que la poseía.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Y aunque su mirada se perdía en los labios ajenos, el beso la encontró desprevenida, más aún el toque de estos, que por primera vez fue suave, lento, incluso tierno. Los orbes esmeraldas de ella ascendieron hasta toparse de nuevo con los ámbar. La boca entreabierta, su aliento cálido, sosegado, perdido. Pronto sus belfos se encontraron de nuevo, pero ésta vez el jinete había dejado salir su ansia, su necesidad, su deseo, y devoró los pétalos de Estrella como si fuesen su único sustento. La chica correspondió intentando seguirle el ritmo, pero la bestia contenida en el cuerpo humano de Guerra, iba demasiado deprisa. Le detuvo cuando en un arranque de lujuria se deshizo de su ropa íntima, sujetándole de la muñeca, buscando de nuevo sus ocelos, sonriéndole. -No me voy a ir… no corras tanto.- Pronunció en un suave susurro, intentando tranquilizarle, mostrarle que, aunque no fueran como locos, podía hacerla suya.
Le recorrió con caricias, su rostro, su cuello, la curva de sus hombros. Si era un lobo, gustaría de algo de ternura, de cariño, de compañía más allá del sexo. Y ella la necesitaba, no le bastaba sólo con unir sus cuerpos, su alma clamaba por más que eso, por más que besos, mordidas y una ruda follada. Había sido virgen toda su vida hasta toparse con el castaño y creía fervientemente que tenía un motivo, un por qué, un significado. Y cuando consideró que ya le había calmado, se desabotonó lentamente la bata, el uniforme que aún se veía manchado, aunque ya estuviera seco. La dejó abierta antes de obligar al licántropo a echarse hacia atrás y sentarse, momento que ella aprovechó para deshacerse de aquella prenda y también del sujetador. Por extraño que fuera, no sentía vergüenza frente a aquella mirada intensa, pues le parecía que la leía por dentro estuviera o no vestida. Al quedar ella completamente desnuda, pasó a deshacerse de la ropa que el contrario portaba. Tampoco tuvo prisa, lo hizo despacio, mientras le sonreía y de vez en cuando besaba una zona de su cuerpo, ya fuera en el rostro, el cuello o el pecho.
Ambos estaban ya al descubierto, no ocultaban nada, al menos a simple vista. La española se apegó a la figura del muchacho y con cuidado se le sentó en el regazo. Regresaron las caricias, los caminos dibujados por la yema de sus dedos. De repente una mordida, un suspiro, un anhelo. Bajó la diestra entre ambos cuerpos y la coló a través de sus propios muslos, buscando así la erección que ardiente suplicaba atención. La sostuvo con firmeza de la base, guiándola, rozando los labios de su sexo con el caliente glande. Los separó paseando el falo un par de veces, ubicando la entrada a la cueva húmeda que le aguardaba. Una vez posicionada, hizo descender sus caderas, lento, con cuidado, notando como las paredes se amoldaban a la intromisión de aquella verga dura y pulsante. El final fue algo más brusco porque el jinete tomó el control por un segundo, haciendo que los glúteos de Estrella golpearan con fuerza el regazo de Guerra. Jadeó, llegando a ser casi un gemido y sin pedir permiso ni paciencia, volvió a tomar ella las riendas. Sus manos se pasearon de nuevo por el torso ajeno, pintándolo con caminos invisibles y con besos que decoraron sus labios. Mientras, la pelvis de la chica se movía, formaba círculos, ondulaba, subía y bajaba. Pero con suma calma, casi pareciera que buscaba desesperar al lobo que la marcaba. Le buscó la oreja con los dientes y con suavidad recorrió el contorno, ascendiendo por la ternilla tras iniciar en el lóbulo. Su respiración chocó contra el oído foráneo, diciéndole cuánto lo disfrutaba con breves y, casi inaudibles, gemidos, tentando, provocándole. -Guerra...- Susurró su nombre, como un cántico, una súplica, un rezo.
Le recorrió con caricias, su rostro, su cuello, la curva de sus hombros. Si era un lobo, gustaría de algo de ternura, de cariño, de compañía más allá del sexo. Y ella la necesitaba, no le bastaba sólo con unir sus cuerpos, su alma clamaba por más que eso, por más que besos, mordidas y una ruda follada. Había sido virgen toda su vida hasta toparse con el castaño y creía fervientemente que tenía un motivo, un por qué, un significado. Y cuando consideró que ya le había calmado, se desabotonó lentamente la bata, el uniforme que aún se veía manchado, aunque ya estuviera seco. La dejó abierta antes de obligar al licántropo a echarse hacia atrás y sentarse, momento que ella aprovechó para deshacerse de aquella prenda y también del sujetador. Por extraño que fuera, no sentía vergüenza frente a aquella mirada intensa, pues le parecía que la leía por dentro estuviera o no vestida. Al quedar ella completamente desnuda, pasó a deshacerse de la ropa que el contrario portaba. Tampoco tuvo prisa, lo hizo despacio, mientras le sonreía y de vez en cuando besaba una zona de su cuerpo, ya fuera en el rostro, el cuello o el pecho.
Ambos estaban ya al descubierto, no ocultaban nada, al menos a simple vista. La española se apegó a la figura del muchacho y con cuidado se le sentó en el regazo. Regresaron las caricias, los caminos dibujados por la yema de sus dedos. De repente una mordida, un suspiro, un anhelo. Bajó la diestra entre ambos cuerpos y la coló a través de sus propios muslos, buscando así la erección que ardiente suplicaba atención. La sostuvo con firmeza de la base, guiándola, rozando los labios de su sexo con el caliente glande. Los separó paseando el falo un par de veces, ubicando la entrada a la cueva húmeda que le aguardaba. Una vez posicionada, hizo descender sus caderas, lento, con cuidado, notando como las paredes se amoldaban a la intromisión de aquella verga dura y pulsante. El final fue algo más brusco porque el jinete tomó el control por un segundo, haciendo que los glúteos de Estrella golpearan con fuerza el regazo de Guerra. Jadeó, llegando a ser casi un gemido y sin pedir permiso ni paciencia, volvió a tomar ella las riendas. Sus manos se pasearon de nuevo por el torso ajeno, pintándolo con caminos invisibles y con besos que decoraron sus labios. Mientras, la pelvis de la chica se movía, formaba círculos, ondulaba, subía y bajaba. Pero con suma calma, casi pareciera que buscaba desesperar al lobo que la marcaba. Le buscó la oreja con los dientes y con suavidad recorrió el contorno, ascendiendo por la ternilla tras iniciar en el lóbulo. Su respiración chocó contra el oído foráneo, diciéndole cuánto lo disfrutaba con breves y, casi inaudibles, gemidos, tentando, provocándole. -Guerra...- Susurró su nombre, como un cántico, una súplica, un rezo.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Lento, su ritmo me estaba volviendo loco, quería mas, mi pelvis se alzaba, la buscaba empujando con mis manos sus caderas para empotrarla contra mi verga alzada, dura y mojada que palpitaba en su interior como si aullara.
Mis ambar centelleaban, sus jadeos susurrados en mi oído me estaban llevando al abismo, un empujón bastó para que su nombre escapara de mis labios con un rugido.
Pechos que tomé, que lamí, lugar donde me perdí paladeando la piel exquisita de aquella mujer. Sus pezones endurecidos contra mi boca, el modo en que arqueaba su espalda moviendo las caderas para rozarse contra mi endurecido mandoble y aquel fuerte repiqueteo de su corazón que me volvía loco, haciéndome sentir como la sangre bombeada por todo su cuerpo reclamaba ser mía contra mis labios, estaba excitandome de sobremanera.
Mordí su piel, jadeando contra ella completamente ido.
Alcé un instante mis ojos mostaza para cruzarme con los suyos y con una sonrisa de medio lado empujé su vientre para bajarla de mi regazo.
Mi polla salió de su vagina, mojando sus muslos, no quería correrme tan rápido y estaba demasiado acelerado.
Di un sorbo a la botella haciéndola a un lado, mi boca fría descendió por la media luna de su ombligo. camino a su elixir, ese que solo era mio, mi manantial del que podía beber de su esencia de mujer.
Su cuerpo desnudo completamente a mi merced. Un jadeo al hundir mi boca entre sus piernas, apropiándome de sus genitales, de esas dos montañas que se erguían contra mis labios abriéndose para dar paso a mi lengua que hambrienta y jadeante reclamaba para si ese clítoris que vibraba contra ella engrosándose.
Música para mis oídos oírla gemir mientras aferraba mi pelo hundiéndome mas en ella, queriendo que la follara con la boca desesperada.
-¿Ya no quieres ir tan despacio? -pregunté arrastrando las palabras contra su coño mientras su pelvis se alzaba buscando mis atenciones.
Su cuerpo formaba un puente, mis manos afianzaban sus nalgas atrayendola mas contra mi boca, roncos los jadeos contra ella.
Mi nombre repetido entre gemidos, su sangre corriendo por la entrepierna exigiéndome que siguiera.
Estrella tenia el bonito vicio de llevarme a un estado de frenesí insospechado y su coño húmedo contra mi boca era sin duda la mayor droga para mi.
-Quiero follarte.
Mis ambar centelleaban, sus jadeos susurrados en mi oído me estaban llevando al abismo, un empujón bastó para que su nombre escapara de mis labios con un rugido.
Pechos que tomé, que lamí, lugar donde me perdí paladeando la piel exquisita de aquella mujer. Sus pezones endurecidos contra mi boca, el modo en que arqueaba su espalda moviendo las caderas para rozarse contra mi endurecido mandoble y aquel fuerte repiqueteo de su corazón que me volvía loco, haciéndome sentir como la sangre bombeada por todo su cuerpo reclamaba ser mía contra mis labios, estaba excitandome de sobremanera.
Mordí su piel, jadeando contra ella completamente ido.
Alcé un instante mis ojos mostaza para cruzarme con los suyos y con una sonrisa de medio lado empujé su vientre para bajarla de mi regazo.
Mi polla salió de su vagina, mojando sus muslos, no quería correrme tan rápido y estaba demasiado acelerado.
Di un sorbo a la botella haciéndola a un lado, mi boca fría descendió por la media luna de su ombligo. camino a su elixir, ese que solo era mio, mi manantial del que podía beber de su esencia de mujer.
Su cuerpo desnudo completamente a mi merced. Un jadeo al hundir mi boca entre sus piernas, apropiándome de sus genitales, de esas dos montañas que se erguían contra mis labios abriéndose para dar paso a mi lengua que hambrienta y jadeante reclamaba para si ese clítoris que vibraba contra ella engrosándose.
Música para mis oídos oírla gemir mientras aferraba mi pelo hundiéndome mas en ella, queriendo que la follara con la boca desesperada.
-¿Ya no quieres ir tan despacio? -pregunté arrastrando las palabras contra su coño mientras su pelvis se alzaba buscando mis atenciones.
Su cuerpo formaba un puente, mis manos afianzaban sus nalgas atrayendola mas contra mi boca, roncos los jadeos contra ella.
Mi nombre repetido entre gemidos, su sangre corriendo por la entrepierna exigiéndome que siguiera.
Estrella tenia el bonito vicio de llevarme a un estado de frenesí insospechado y su coño húmedo contra mi boca era sin duda la mayor droga para mi.
-Quiero follarte.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
La muchacha intentó mantener el ritmo, dominar la situación cuanto pudo, pero sabía que llegaría un punto en el que el contrario no se lo permitiría. Era consciente que el lobo podía más que el control que el jinete tenía y que, tarde o temprano, volvería a tomar las riendas de la situación para llevarla por el derrotero que él quisiera y a la velocidad que se le antojara, que sería mucho más frenética y necesitada.
Cuando la boca ajena atacó sus pechos, la enfermera peinó el cabello del chico con su diestra, mientras con la zurda se apoyaba hacia atrás en el suelo, ayudando a mover aún sus caderas. Su espalda, echada hacia atrás, arqueada, alzando más sus senos, exponiéndolos de manera deliberada para que Guerra los mordiera y succionara. Aquellas atenciones en sus pezones mandaban descargas eléctricas a todo su cuerpo y, desesperada, gimió el nombre del castaño que la tomaba, haciéndola suya con cada estocada.
Con el empujón en el vientre se quedó descolocada, no entendió lo que ocurría hasta que Guerra empezó a descender con su boca por su cuerpo, dejando breves mordidas, hasta alcanzar los labios de su sexo donde repitió lo que hizo el primer día, volviéndola loca, logrando que la calma pasara a no significar nada y que todo su ser reclamara que la poseyera, con la lengua, con los dientes, con succiones, con mordidas. Sus muslos se cerraron a ambos lados de la cabeza ajena, como si con ello pretendiera retenerle para que sus actos no cesaran nunca. Llevó ambas manos a enredar los dedos en los rizos castaños, afianzando la posición ajena, sumida en un trance de placer y lujuria que sólo aquel hombre había despertado en Estrella. No tardó mucho en correrse y, como la vez anterior, sus fluidos sin aviso ni medida, salpicaron el rostro del muchacho mientras ella temblaba, se estremecía, convulsionaba. Perdida en un éxtasis que la cegaba. Pasaron varios segundos en los que solamente los jadeos de la española se escucharon en la estancia, tiempo en el que ella intentaba recuperar el aliento y el don de la palabra. Tragó con dificultad, soltando la cabeza del lobo y con las piernas flexionadas, pies en el suelo, apoyó los antebrazos para incorporarse ligeramente y, mordiéndose el labio, buscar sus ámbar. -¿Y a qué estás esperando? No creo que me estés pidiendo permiso…- Murmuró, observándole fijamente con sus esmeraldas de pupilas dilatadas, brillantes, titilantes. Llenos de lujuria concentrada.
Su respiración aún acelerada, sus latidos arrítmicos, desbocados. Estiró su diestra a acariciar la barba ajena, deslizando hacia atrás los dedos hasta sujetarle de la nuca y atraerle hacia ella. Encima, recostándose lentamente mientras el cuerpo foráneo la cubría con su calor abrasador y opacaba el frío de la habitación.
Cuando la boca ajena atacó sus pechos, la enfermera peinó el cabello del chico con su diestra, mientras con la zurda se apoyaba hacia atrás en el suelo, ayudando a mover aún sus caderas. Su espalda, echada hacia atrás, arqueada, alzando más sus senos, exponiéndolos de manera deliberada para que Guerra los mordiera y succionara. Aquellas atenciones en sus pezones mandaban descargas eléctricas a todo su cuerpo y, desesperada, gimió el nombre del castaño que la tomaba, haciéndola suya con cada estocada.
Con el empujón en el vientre se quedó descolocada, no entendió lo que ocurría hasta que Guerra empezó a descender con su boca por su cuerpo, dejando breves mordidas, hasta alcanzar los labios de su sexo donde repitió lo que hizo el primer día, volviéndola loca, logrando que la calma pasara a no significar nada y que todo su ser reclamara que la poseyera, con la lengua, con los dientes, con succiones, con mordidas. Sus muslos se cerraron a ambos lados de la cabeza ajena, como si con ello pretendiera retenerle para que sus actos no cesaran nunca. Llevó ambas manos a enredar los dedos en los rizos castaños, afianzando la posición ajena, sumida en un trance de placer y lujuria que sólo aquel hombre había despertado en Estrella. No tardó mucho en correrse y, como la vez anterior, sus fluidos sin aviso ni medida, salpicaron el rostro del muchacho mientras ella temblaba, se estremecía, convulsionaba. Perdida en un éxtasis que la cegaba. Pasaron varios segundos en los que solamente los jadeos de la española se escucharon en la estancia, tiempo en el que ella intentaba recuperar el aliento y el don de la palabra. Tragó con dificultad, soltando la cabeza del lobo y con las piernas flexionadas, pies en el suelo, apoyó los antebrazos para incorporarse ligeramente y, mordiéndose el labio, buscar sus ámbar. -¿Y a qué estás esperando? No creo que me estés pidiendo permiso…- Murmuró, observándole fijamente con sus esmeraldas de pupilas dilatadas, brillantes, titilantes. Llenos de lujuria concentrada.
Su respiración aún acelerada, sus latidos arrítmicos, desbocados. Estiró su diestra a acariciar la barba ajena, deslizando hacia atrás los dedos hasta sujetarle de la nuca y atraerle hacia ella. Encima, recostándose lentamente mientras el cuerpo foráneo la cubría con su calor abrasador y opacaba el frío de la habitación.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Gateé entre jadeos sobre la alfombra apropiándome de la boca de esa mujer, sudor, sexo y olor a leños se entremezclaban en un duelo a muerte en el que vencíamos los dos.
La deseaba hasta un punto insospechado, desde la primera vez que la vi, observarme silenciosa en el hospital, desde la primera vez que nuestros labios con sabor a alcohol se cruzaron ,sus brazos rodeando mi cuello, su cuerpo temblando entre mis manos , supe que para mi la perdición había llegado.
No podía mentir, no era la primera vez que me hundía entre las piernas de una mujer, Deborah, mi hermana, mi amor por ella era inquebrantable. La necesitaba ¿que cojones estaba haciendo, yo era Guerra, un jinete y sin embargo allí estaba perdido en la boca de una mujer que me desconcertaba. Mis sentimientos, si es que de eso gastaba, me abocaban a un laberinto del que no encontraba la puta salida.
Deseo, eso fue lo que sentí en cada uno de nuestros besos ,una corriente nerviosa que recorrió mi espalda calentando un cuerpo que ardía y se quebraba en pedazos.
Ella deliciosamente complicada de descifrar, un rompecabezas, dispuesta para seguir combatiendo contra mis labios, entre jadeos mojados.
Sonreí de medio lado dispuesto a adentrarme en su cálido interior cuando Estrella me mostró entre risas que tenia un plan infinitamente mejor. Gruñí de rodillas cuando esta se incorporó ligeramente empujándome del pecho para que me mantuviera erguido, introduciéndose mi falo entre sus labios, lamiendo el tronco que convulsiono frente a su boca suplicante de mas.
Su humedad lo envolvió , succionandolo despacio, haciéndome enloquecer de placer.
Aquella habitación absorbía mis gemidos, esos que escapaban roncos de mis labios mientras la joven humana, acariciando mis glúteos y tirándolos hacia si con maestría devoraba mi pene. Su lengua jugaba con mi frenillo, lamiendo después mi glande antes de volver a adentrar el tronco al completo en su interior. Cada vez mas rápido mientras mis ojos ámbar como la miel admiraban a esa mujer que me hacia arder en el infierno.
-Te deseo -gruñí cuando mi falo vibro con furia entre sus labios llenándola de mi.
Jadeé de nuevo excitado al ver como se lo tragaba, como paladeaba mi simiente, se relamía y mi boca busco la suya jadeando de nuevo, agotado, mas cargado de deseo.
Nuestros alientos se encontraron plagados de necesidad, embriagados por nuestros sexos y así nuestras bocas volvieron a colisiones como lo hace el mar contra las rocas.
El encuentro lejos de terminar parecía empezar.
Sus caderas se movía dejándome abierta la entrada, sacudiéndolas sobre mi glande que se empapaba por la excitación de Estrella.
-Espera -pedí -necesitaba un poco de tiempo para recuperarme -ladeé la sonrisa encontrándome con su boca ansiosa de mas, mordiscos desesperados que engrosaron nuestros labios.
Me volvía loco, me acababa de correr y estaba gimiendo de nuevo frente a mi sintiendo sus pezones duros contra mi pecho mientras sus orbes verdes se hundían sin tregua en mis tormentas anaranjadas como rayos.
La deseaba hasta un punto insospechado, desde la primera vez que la vi, observarme silenciosa en el hospital, desde la primera vez que nuestros labios con sabor a alcohol se cruzaron ,sus brazos rodeando mi cuello, su cuerpo temblando entre mis manos , supe que para mi la perdición había llegado.
No podía mentir, no era la primera vez que me hundía entre las piernas de una mujer, Deborah, mi hermana, mi amor por ella era inquebrantable. La necesitaba ¿que cojones estaba haciendo, yo era Guerra, un jinete y sin embargo allí estaba perdido en la boca de una mujer que me desconcertaba. Mis sentimientos, si es que de eso gastaba, me abocaban a un laberinto del que no encontraba la puta salida.
Deseo, eso fue lo que sentí en cada uno de nuestros besos ,una corriente nerviosa que recorrió mi espalda calentando un cuerpo que ardía y se quebraba en pedazos.
Ella deliciosamente complicada de descifrar, un rompecabezas, dispuesta para seguir combatiendo contra mis labios, entre jadeos mojados.
Sonreí de medio lado dispuesto a adentrarme en su cálido interior cuando Estrella me mostró entre risas que tenia un plan infinitamente mejor. Gruñí de rodillas cuando esta se incorporó ligeramente empujándome del pecho para que me mantuviera erguido, introduciéndose mi falo entre sus labios, lamiendo el tronco que convulsiono frente a su boca suplicante de mas.
Su humedad lo envolvió , succionandolo despacio, haciéndome enloquecer de placer.
Aquella habitación absorbía mis gemidos, esos que escapaban roncos de mis labios mientras la joven humana, acariciando mis glúteos y tirándolos hacia si con maestría devoraba mi pene. Su lengua jugaba con mi frenillo, lamiendo después mi glande antes de volver a adentrar el tronco al completo en su interior. Cada vez mas rápido mientras mis ojos ámbar como la miel admiraban a esa mujer que me hacia arder en el infierno.
-Te deseo -gruñí cuando mi falo vibro con furia entre sus labios llenándola de mi.
Jadeé de nuevo excitado al ver como se lo tragaba, como paladeaba mi simiente, se relamía y mi boca busco la suya jadeando de nuevo, agotado, mas cargado de deseo.
Nuestros alientos se encontraron plagados de necesidad, embriagados por nuestros sexos y así nuestras bocas volvieron a colisiones como lo hace el mar contra las rocas.
El encuentro lejos de terminar parecía empezar.
Sus caderas se movía dejándome abierta la entrada, sacudiéndolas sobre mi glande que se empapaba por la excitación de Estrella.
-Espera -pedí -necesitaba un poco de tiempo para recuperarme -ladeé la sonrisa encontrándome con su boca ansiosa de mas, mordiscos desesperados que engrosaron nuestros labios.
Me volvía loco, me acababa de correr y estaba gimiendo de nuevo frente a mi sintiendo sus pezones duros contra mi pecho mientras sus orbes verdes se hundían sin tregua en mis tormentas anaranjadas como rayos.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Observó al castaño aproximarse, irse colocando sobre su cuerpo, cuando de pronto se le ocurrió una idea, una locura, sobre todo teniendo en cuenta que no sabía ni cómo le saldría. Pero estaba lanzada, sus instintos se apoderaron de ella, de sus ojos, de sus manos, de su sonrisa. Y, finalmente, tomaron el control sobre su boca. Sus labios entreabiertos jadearon sobre el glande húmedo y caliente, suave. Lo rodearon tras darle una lamida de prueba, una que inició a mitad del falo y subió hasta la uretra. Apretó levemente con los belfos, casi como si lo mordiera, mientras sus ojos enfocaban arriba, al rostro de Guerra.
Había iniciado estando ella a cuatro patas, agazapada como una gata, pero cuando empezó a succionar y el sonido de su boca hizo eco en la sala, pasó a agarrarse con ambas manos de los muslos del muchacho, aunque sus dedos fueron subiendo, hambrientos como su sin hueso, hasta apretar ambas nalgas con ellos, ejerciendo cierta fuerza. Le resultó algo complicado al principio, especialmente controlar la respiración, porque con cada embestida a su garganta, sentía que se ahogaba, que le venía una arcada y se le nublaba la visión. Pero, aún así, no cesó en su empeño, pues las reacciones que arrancaba en el jinete no tenían precio. Las expresiones de aquel anguloso y atractivo rostro, sus jadeos, los gruñidos de lobo, los gemidos placenteros. Todo la impulsaba a continuar, a esforzarse un poco más, a resistir aunque se le tornasen vidriosos los ojos. A punto estaba de desistir, de rendirse, que notó como la verga convulsionaba contra su sinhueso y pronto llegó la corrida. La encontró desprevenida y sin pensarlo tragó hasta la última gota, tosiendo un poco cuando el miembro foráneo dejó libre su boca. Se limpió la comisura de los labios con los dedos, volviendo a mirar al joven a sus ojos ambarinos.
No pensó que después de lo que acababa de hacer quisiera besarla de nuevo, al menos durante un rato, pero lo hizo. Las bocas de ambos se encontraron a mitad de camino, sedientas del aliento del otro, hambrientas de labios, de lengua, de suspiros. Le atrajo hacia ella de nuevo, rodeándole la cintura con un brazo, pero él la detuvo y aquello la dejó paralizada unos segundos, sin habla, confusa y con cierto sentimiento de rechazo. Arrugó la frente visiblemente inconforme, hasta que escuchó lo que añadió después, borrando aquella expresión de su rostro para volver a saborearle los belfos entre bocados. Llevó ambas manos al cuello y las hizo subir por la nuca, enredando los dedos en los rizos del jinete para dejarse caer ella hacia atrás, despacio, arrastrando consigo el cuerpo foráneo que volvía a cubrirla con su figura y su calor de licántropo.
Dejó las piernas separadas con las caderas ajenas en medio, esperando que él buscara apoyo con sus manos, sus brazos, y se acomodara como era debido, como necesitara, como quisiera y anhelara. Ella estaba dispuesta a recibirle de nuevo, a dejarse poseer, llenar y sucumbir a los encantos de Guerra. -Yo también te deseo.- Confesó en palabras, porque ya lo había más que demostrado con hechos.
Había iniciado estando ella a cuatro patas, agazapada como una gata, pero cuando empezó a succionar y el sonido de su boca hizo eco en la sala, pasó a agarrarse con ambas manos de los muslos del muchacho, aunque sus dedos fueron subiendo, hambrientos como su sin hueso, hasta apretar ambas nalgas con ellos, ejerciendo cierta fuerza. Le resultó algo complicado al principio, especialmente controlar la respiración, porque con cada embestida a su garganta, sentía que se ahogaba, que le venía una arcada y se le nublaba la visión. Pero, aún así, no cesó en su empeño, pues las reacciones que arrancaba en el jinete no tenían precio. Las expresiones de aquel anguloso y atractivo rostro, sus jadeos, los gruñidos de lobo, los gemidos placenteros. Todo la impulsaba a continuar, a esforzarse un poco más, a resistir aunque se le tornasen vidriosos los ojos. A punto estaba de desistir, de rendirse, que notó como la verga convulsionaba contra su sinhueso y pronto llegó la corrida. La encontró desprevenida y sin pensarlo tragó hasta la última gota, tosiendo un poco cuando el miembro foráneo dejó libre su boca. Se limpió la comisura de los labios con los dedos, volviendo a mirar al joven a sus ojos ambarinos.
No pensó que después de lo que acababa de hacer quisiera besarla de nuevo, al menos durante un rato, pero lo hizo. Las bocas de ambos se encontraron a mitad de camino, sedientas del aliento del otro, hambrientas de labios, de lengua, de suspiros. Le atrajo hacia ella de nuevo, rodeándole la cintura con un brazo, pero él la detuvo y aquello la dejó paralizada unos segundos, sin habla, confusa y con cierto sentimiento de rechazo. Arrugó la frente visiblemente inconforme, hasta que escuchó lo que añadió después, borrando aquella expresión de su rostro para volver a saborearle los belfos entre bocados. Llevó ambas manos al cuello y las hizo subir por la nuca, enredando los dedos en los rizos del jinete para dejarse caer ella hacia atrás, despacio, arrastrando consigo el cuerpo foráneo que volvía a cubrirla con su figura y su calor de licántropo.
Dejó las piernas separadas con las caderas ajenas en medio, esperando que él buscara apoyo con sus manos, sus brazos, y se acomodara como era debido, como necesitara, como quisiera y anhelara. Ella estaba dispuesta a recibirle de nuevo, a dejarse poseer, llenar y sucumbir a los encantos de Guerra. -Yo también te deseo.- Confesó en palabras, porque ya lo había más que demostrado con hechos.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Durante un tiempo los besos fueron mas sosegados, como si por primera vez nos paladeáramos, nos encontráramos y nos admiráramos, pero poco tiempo contuve a mi lobo, que hambriento empezó a desgarrar mis entrañas con ganas de mucho mas que eso.
Intensidad, nuestros cuerpos se fundieron como lava expulsada por un volcán, ardíamos golpeando nuestras caderas con un ritmo demencial, y yo solo podía mirarla, admirar sus dos orbes fijos en mis pardos.
La volqué sobre la alfombra enlazando ahora mis manos a las suyas, clavandola muy dentro para que me sintiera. Nuestros ojos seguían fijos, intensos, como tormentas dispuestas a caer sobre el otro.
Jadeos, gemidos bruscos con cada movimiento que lejos de ser humano parecía el de los mil huracanes en los que se habían trasformado nuestros cuerpos que bailaban desenfrenados haciéndonos perder el juicio.
Sus piernas me atrajeron para hacer mas profunda cada penetración, estábamos tan cerca de rozar el infierno con los dedos que el fulgor del fuego solo eran ascuas comparadas con nuestros cuerpos.
Tomé sus pechos con mi boca, succionando sus pezones con fuerza, apretándolos con mis manos, atrayendolos una y otra vez hasta mis dientes para morderlo, enloquecerla.
Sacudidas de placer que envolvían nuestros cuerpos, gemía mi nombre, aplacando sus ganas contras mi clavícula.
El deseo nos convirtió en demonios sedientos, lo quería todo de ella, su cuerpo, su rostro, sus ojos..
Sus caderas me buscaron perdidas en un frenético movimiento en el que los dos alcanzamos un fuerte orgasmo que tenso nuestros cuerpos, antes de caer extenuados sobre la alfombra de nuevo.
Estaba realmente agotado, cerré los ojos, me daba sueño después de acabar y en esta ocasión me había corrido dos veces.
Abrí uno de los ojos al sentir sus verdes fijos en mi.
-Lo siento, estoy cansado -reconocí. Quizás no era las palabras adecuadas, pero a mi aun me faltaba mucho que aprender sobre todo eso.
Le hice un sitio para que se tumbara conmigo, la verdad es que la habitación había entrado en calor con la fogosidad de nuestro encuentro y el candor del incandescente fuego que lamia nuestra piel desnuda dotándola de tonos anaranjados.
Intensidad, nuestros cuerpos se fundieron como lava expulsada por un volcán, ardíamos golpeando nuestras caderas con un ritmo demencial, y yo solo podía mirarla, admirar sus dos orbes fijos en mis pardos.
La volqué sobre la alfombra enlazando ahora mis manos a las suyas, clavandola muy dentro para que me sintiera. Nuestros ojos seguían fijos, intensos, como tormentas dispuestas a caer sobre el otro.
Jadeos, gemidos bruscos con cada movimiento que lejos de ser humano parecía el de los mil huracanes en los que se habían trasformado nuestros cuerpos que bailaban desenfrenados haciéndonos perder el juicio.
Sus piernas me atrajeron para hacer mas profunda cada penetración, estábamos tan cerca de rozar el infierno con los dedos que el fulgor del fuego solo eran ascuas comparadas con nuestros cuerpos.
Tomé sus pechos con mi boca, succionando sus pezones con fuerza, apretándolos con mis manos, atrayendolos una y otra vez hasta mis dientes para morderlo, enloquecerla.
Sacudidas de placer que envolvían nuestros cuerpos, gemía mi nombre, aplacando sus ganas contras mi clavícula.
El deseo nos convirtió en demonios sedientos, lo quería todo de ella, su cuerpo, su rostro, sus ojos..
Sus caderas me buscaron perdidas en un frenético movimiento en el que los dos alcanzamos un fuerte orgasmo que tenso nuestros cuerpos, antes de caer extenuados sobre la alfombra de nuevo.
Estaba realmente agotado, cerré los ojos, me daba sueño después de acabar y en esta ocasión me había corrido dos veces.
Abrí uno de los ojos al sentir sus verdes fijos en mi.
-Lo siento, estoy cansado -reconocí. Quizás no era las palabras adecuadas, pero a mi aun me faltaba mucho que aprender sobre todo eso.
Le hice un sitio para que se tumbara conmigo, la verdad es que la habitación había entrado en calor con la fogosidad de nuestro encuentro y el candor del incandescente fuego que lamia nuestra piel desnuda dotándola de tonos anaranjados.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Ahuecó ambas mejillas del jinete en las palmas de sus manos, volviendo a probar de sus labios, de su aliento, de su alma. Se alimentó de él y, a su vez, compartió con el muchacho lo mismo de ella. Pero pronto regresaron a un ritmo acelerado, dejando que les consumieran el ansia, la lujuria y el deseo. Sus cuerpos se buscaron de un modo desesperado, sus bocas, sus manos, sus sexos. Parecían tantearse a cada gesto, a cada roce, a cada golpe y choque de cuerpos.
Podía ver el lobo en aquella mirada intensa de ojos ambarinos, llenos de necesidad y posesividad. Estrella no era un objeto que se pudiese doblegar y dominar, pero se entregaba a Guerra de propia voluntad. Se sentía atraída a ese hombre, a su complejidad, a la locura que traía consigo, al peligro que lo rodeaba. Sentía el miedo y la adrenalina a flor de piel a casi cada segundo que estaban juntos y, sin embargo, en aquel preciso instante sólo sentía calor, placer.
Y, aún sometida bajo la figura ajena, ella también se movía. A veces serpenteaba como una pequeña culebra, estremeciéndose por la certeza de aquellas estocadas, punteras donde las hubiera que lograban hacer temblar hasta los cimientos a la enfermera. Le rodeó la cintura con las piernas, presionando con los talones en sus nalgas, logrando que las embestidas fueran más profundas y exasperantes. No tardó en alcanzar un segundo orgasmo, uno breve y no tan llamativo como el anterior, pero que la prendió como una antorcha por dentro.
El castaño no se detuvo, pareció perder el control, dejando que le consumiera el animal, la bestia que llevaba dentro. Si alguien estaba en celo en aquella estancia, ese era Guerra. La española gimió su nombre tanto, que bien se podría haber quedado afónica. Parecía suplicarle, que siguiera, que se detuviera, que cambiara la posición, eso no se supo, pero le pedía algo, entre jadeos, atrapándole en un abrazo alrededor de su cuello. Sus dedos se enredaron en los rizos, tiraron de ellos para que sus dientes le probaran la nuez, el mentón, la mandíbula. Y como si no hubiera más en el mundo, el calor se extendió por todo su cuerpo, ramificándose, tocándole todos los nervios. Se corrió por tercera vez, como un polvorín al que lanzaban una cerilla, ardió deprisa, pero de manera brusca, explosiva, con un grito que le desgarró la garganta.
Quedó tendida boca arriba, exhausta, destrozada. Si el licántropo estaba hecho polvo, lo suyo ya no se podía ni describir. Era una humana, una persona normal y corriente, que acababa de tener sexo salvaje con un lobo. Sus palabras no le dolieron, su mente era incapaz de pensar en nada en aquel instante. Se llevó una mano al pecho, intentando recuperar el aliento, asintiendo a lo dicho por el joven. El calor que desprendía el cuerpo foráneo era indescriptible y en cuanto se apartó de ella, y aún con la hoguera encendida, enseguida sintió el frío, rodando en busca de la cercanía ajena de nuevo. Se encogió sobre si misma, casi haciéndose un ovillo, pegando la frente al pecho del jinete y poco a poco fue extendiendo sus extremidades para enlazarse con la figura que tenía delante, anhelando que compartiera con ella su temperatura.
Podía ver el lobo en aquella mirada intensa de ojos ambarinos, llenos de necesidad y posesividad. Estrella no era un objeto que se pudiese doblegar y dominar, pero se entregaba a Guerra de propia voluntad. Se sentía atraída a ese hombre, a su complejidad, a la locura que traía consigo, al peligro que lo rodeaba. Sentía el miedo y la adrenalina a flor de piel a casi cada segundo que estaban juntos y, sin embargo, en aquel preciso instante sólo sentía calor, placer.
Y, aún sometida bajo la figura ajena, ella también se movía. A veces serpenteaba como una pequeña culebra, estremeciéndose por la certeza de aquellas estocadas, punteras donde las hubiera que lograban hacer temblar hasta los cimientos a la enfermera. Le rodeó la cintura con las piernas, presionando con los talones en sus nalgas, logrando que las embestidas fueran más profundas y exasperantes. No tardó en alcanzar un segundo orgasmo, uno breve y no tan llamativo como el anterior, pero que la prendió como una antorcha por dentro.
El castaño no se detuvo, pareció perder el control, dejando que le consumiera el animal, la bestia que llevaba dentro. Si alguien estaba en celo en aquella estancia, ese era Guerra. La española gimió su nombre tanto, que bien se podría haber quedado afónica. Parecía suplicarle, que siguiera, que se detuviera, que cambiara la posición, eso no se supo, pero le pedía algo, entre jadeos, atrapándole en un abrazo alrededor de su cuello. Sus dedos se enredaron en los rizos, tiraron de ellos para que sus dientes le probaran la nuez, el mentón, la mandíbula. Y como si no hubiera más en el mundo, el calor se extendió por todo su cuerpo, ramificándose, tocándole todos los nervios. Se corrió por tercera vez, como un polvorín al que lanzaban una cerilla, ardió deprisa, pero de manera brusca, explosiva, con un grito que le desgarró la garganta.
Quedó tendida boca arriba, exhausta, destrozada. Si el licántropo estaba hecho polvo, lo suyo ya no se podía ni describir. Era una humana, una persona normal y corriente, que acababa de tener sexo salvaje con un lobo. Sus palabras no le dolieron, su mente era incapaz de pensar en nada en aquel instante. Se llevó una mano al pecho, intentando recuperar el aliento, asintiendo a lo dicho por el joven. El calor que desprendía el cuerpo foráneo era indescriptible y en cuanto se apartó de ella, y aún con la hoguera encendida, enseguida sintió el frío, rodando en busca de la cercanía ajena de nuevo. Se encogió sobre si misma, casi haciéndose un ovillo, pegando la frente al pecho del jinete y poco a poco fue extendiendo sus extremidades para enlazarse con la figura que tenía delante, anhelando que compartiera con ella su temperatura.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Mis dedos navegaron despacio por su cintura, mis ojos se iban entrecerrando, me dormía sin poder evitarlo, después de correrme dos veces estaba muy relajado.
Mis dedos sobre la piel de su cintura cedían quedándose quietos, la mano terminó cayendo resbalando por su vientre y acariciando esa media luna en forma de cuna que formaba su ombligo.
Sucumbí al sueño, el fuego caldeaba nuestros cuerpos, mi temperatura elevada sofocaba a la dama y así ambos acabamos dejando que el sopor nos venciera hasta que un par de horas después me desperté.
Los haces plata de la luna se adentraban por el ventanal, permanecí quieto unos instantes creo que asumiendo lo que de nuevo había vuelto a pasar, la primera vez salí corriendo con el firme propósito de no volver y ahora...allí estábamos los dos, sucumbiendo al pecado, a la pasión que nuestros cuerpos encontraban ante el roce del ajeno.
Me encogí de hombros mirándola dormir, era complicado, no entendía bien las relaciones personales, no fui educado para ser uno mas, era un jinete del apocalipsis, Guerra y para mi el amor o la amistad eran sentimientos que no tenia derecho a experimentar.
Mi trabajo era hacer que unos se degollaran a los otros, que solo quedaran en pie los cimientos de una humanidad sin pecado.
Dejé escapar el aire fue entonces cuando sus orbes se abrieron contemplando mis pardos.
-Aun es de noche, puedes dormir mas -aseguré apartando un mechón de pelo de su rostro.
Su cuerpo orillado al mio parecía reacio a abandonar mi piel.
-Te caliento ¿verdad? -pregunté con cierta inocencia, aunque pronto caí en la cuenta y una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios -supongo que tendrás muchas preguntas.
Como no iba a tenerlas...
-¿y tu? Solo sé de ti que eres enfermera, que vives sola en un piso bastante feo -viva lo bien que adornaba las palabras. Lo mejor es que no me daba ni siquiera cuenta así que seguí hablando como si nada -y que no tienes a ningún otro hombre que te “caliente” porque tu piel solo huele a mi ¿que mas he de saber? -pregunté
Mis dedos sobre la piel de su cintura cedían quedándose quietos, la mano terminó cayendo resbalando por su vientre y acariciando esa media luna en forma de cuna que formaba su ombligo.
Sucumbí al sueño, el fuego caldeaba nuestros cuerpos, mi temperatura elevada sofocaba a la dama y así ambos acabamos dejando que el sopor nos venciera hasta que un par de horas después me desperté.
Los haces plata de la luna se adentraban por el ventanal, permanecí quieto unos instantes creo que asumiendo lo que de nuevo había vuelto a pasar, la primera vez salí corriendo con el firme propósito de no volver y ahora...allí estábamos los dos, sucumbiendo al pecado, a la pasión que nuestros cuerpos encontraban ante el roce del ajeno.
Me encogí de hombros mirándola dormir, era complicado, no entendía bien las relaciones personales, no fui educado para ser uno mas, era un jinete del apocalipsis, Guerra y para mi el amor o la amistad eran sentimientos que no tenia derecho a experimentar.
Mi trabajo era hacer que unos se degollaran a los otros, que solo quedaran en pie los cimientos de una humanidad sin pecado.
Dejé escapar el aire fue entonces cuando sus orbes se abrieron contemplando mis pardos.
-Aun es de noche, puedes dormir mas -aseguré apartando un mechón de pelo de su rostro.
Su cuerpo orillado al mio parecía reacio a abandonar mi piel.
-Te caliento ¿verdad? -pregunté con cierta inocencia, aunque pronto caí en la cuenta y una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios -supongo que tendrás muchas preguntas.
Como no iba a tenerlas...
-¿y tu? Solo sé de ti que eres enfermera, que vives sola en un piso bastante feo -viva lo bien que adornaba las palabras. Lo mejor es que no me daba ni siquiera cuenta así que seguí hablando como si nada -y que no tienes a ningún otro hombre que te “caliente” porque tu piel solo huele a mi ¿que mas he de saber? -pregunté
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Con el agotamiento que cargaba encima, parte por el sexo, parte por la huida, y con la ayuda del sopor que el calor ajeno le aportaba, la joven no tardó en quedar dormida, cayendo rendida ante los brazos de Morfeo. Y a pesar de estar tumbados sobre una polvorienta alfombra en el suelo, en un lugar lleno de humedad y con el sonido del crepitar del fuego, la muchacha durmió mejor que nunca. Seguramente debido al cansancio, no le daría vueltas al motivo cuando despertara.
No supo el tiempo que transcurrió mientras ella descansaba mene y cuerpo, pero al despertar, se encontró con los ojos color avellana del jinete que la observaban. Se estiró de un modo extraño, alargando las manos hasta pasarla entre sus propias rodillas, arqueando la espalda de forma cóncava. Emitió un leve sonido sin descripción posible y regresó a ver los orbes foráneos, asintiendo a su pregunta. -Se siente bien tu temperatura…- Murmuró con la voz aún adormilada y se frotó el ojo izquierdo con dos dedos, intentando despejarse más rápido, aunque, al parecer, aún no había prisa. No tenía la cabeza para pensar en las preguntas que tenía o dejaba de tener, así que se encogió de hombros como toda contestación.
Dejó caer los párpados con el roce de la mano del chico al apartarle el mechón de cabello de la cara, volviendo a abrirlos pasados un par de segundos, fijando sus esmeraldas en la expresión del rostro del que la miraba. La manera en que se expresaba era muy extraña, pero ya había asumido que aquel hombre era de todo menos corriente. Y con la misma naturalidad que él soltaba todo lo que le pasaba por la mente, ella respondió sin meditar nada, tal cuál le venían las palabras a la lengua, las dejó salir. -Soy voluntaria, no enfermera. Ahora trabajo en el hospital donde nos conocimos, pero he estado en orfanatos, hospitales psiquiátricos, en casas privadas… Me dedico a cuidar gente a intentar ayudarles a salir adelante. Me especializo en niños malcriados.- Puntualizó, aunque aquello no le englobaba a él, pero sí era de los complicados y bien podía casar a la perfección en tal definición. Cogió el brazo ajeno e hizo que la rodeara con él, pues acababa de sentir un escalofrío recorrerle la espalda y sabía que así se le pasaría más rápido. -Y no, no hay ni ha habido nunca otro hombre que me calentara. Tú fuiste el primero y aún me pregunto el por qué…- No se iba a andar con rodeos, no adornaría lo que ni ella misma comprendía. Los dos estaban perdidos en esa relación que les unía, en el por qué de la atracción que sentían el uno por el otro. Eran dos polos opuestos que, como en el caso de los imanes, exigían pegarse al otro.
No supo el tiempo que transcurrió mientras ella descansaba mene y cuerpo, pero al despertar, se encontró con los ojos color avellana del jinete que la observaban. Se estiró de un modo extraño, alargando las manos hasta pasarla entre sus propias rodillas, arqueando la espalda de forma cóncava. Emitió un leve sonido sin descripción posible y regresó a ver los orbes foráneos, asintiendo a su pregunta. -Se siente bien tu temperatura…- Murmuró con la voz aún adormilada y se frotó el ojo izquierdo con dos dedos, intentando despejarse más rápido, aunque, al parecer, aún no había prisa. No tenía la cabeza para pensar en las preguntas que tenía o dejaba de tener, así que se encogió de hombros como toda contestación.
Dejó caer los párpados con el roce de la mano del chico al apartarle el mechón de cabello de la cara, volviendo a abrirlos pasados un par de segundos, fijando sus esmeraldas en la expresión del rostro del que la miraba. La manera en que se expresaba era muy extraña, pero ya había asumido que aquel hombre era de todo menos corriente. Y con la misma naturalidad que él soltaba todo lo que le pasaba por la mente, ella respondió sin meditar nada, tal cuál le venían las palabras a la lengua, las dejó salir. -Soy voluntaria, no enfermera. Ahora trabajo en el hospital donde nos conocimos, pero he estado en orfanatos, hospitales psiquiátricos, en casas privadas… Me dedico a cuidar gente a intentar ayudarles a salir adelante. Me especializo en niños malcriados.- Puntualizó, aunque aquello no le englobaba a él, pero sí era de los complicados y bien podía casar a la perfección en tal definición. Cogió el brazo ajeno e hizo que la rodeara con él, pues acababa de sentir un escalofrío recorrerle la espalda y sabía que así se le pasaría más rápido. -Y no, no hay ni ha habido nunca otro hombre que me calentara. Tú fuiste el primero y aún me pregunto el por qué…- No se iba a andar con rodeos, no adornaría lo que ni ella misma comprendía. Los dos estaban perdidos en esa relación que les unía, en el por qué de la atracción que sentían el uno por el otro. Eran dos polos opuestos que, como en el caso de los imanes, exigían pegarse al otro.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Le di vueltas a sus palabras, el primero en tomarla y no sabia el porque, supongo que no todo tiene que obedecer a una razón.
-¿Te arrepientes? -pregunté hundiendo mis pardos en sus dos faros.
La pregunta lejos de ser estúpida tenia una lógica, entre los humanos esa primera vez correspondía en la mayoría de los casos al prometido. Tras jurarse compromiso eterno ante nuestro señor, la noche de bodas era especial para las damas al mostrar su pureza y para ellos porque eso les aseguraba que nadie había disfrutado de lo que era suyo.
Yo había robado esa oportunidad de una mujer que no había cometido hasta conocerme el pecado de la fornicación.
Dejé escapar el aire perdiendo mi mirada en la lumbre, yo nunca podría tener una vida normal...
-El hombre que te gusta es solo un cascaron -dije llevando mi mirada hasta sus esmeraldas -no podre darte eso que la mujeres necesitáis, ya sabes, una casa, seguridad, hijos. Mi vida es crear destrucción y caos, no se eso como se puede compaginar con una vida teniendo en cuenta que soy perseguido por la inquisición y odiado por todo ser sobrenatural.
Iba a continuar, posiblemente con otra despedida, era lo que hacia cada vez que me acojonaba, que era incapaz de manejar lo que sentía, era la forma mas fácil de lidiar con eso que los humanos llaman sentimientos. Yo, un jinete no estaba preparado para albergarlos, fue entonces cuando de nuevo percibí el olor del condenado.
Mis ámbar centellearon, arrugué el labio superior, mis fauces crecieron rozando mi lengua.
-Vístete -ordené calzandome los pantalones y las botas a toda velocidad.
No tardarían en llegar, olía su hedor, había entrado en aquella nave industrial y no tardara de darse de bruces con mi bermejo.
Clavé mis ojos en los ajenos, no había otro modo.
Atrapé su cintura rodeándola con mi brazo, sus ojos reflejaban incertidumbre y terror, no podía culparla por ello, su vida no estaba hecha para esto, para la guerra que yo atraía con la misma facilidad que la miel a las moscas.
Me acerqué a la ventana, con el antebrazo rompí el cristal, un silbido bastó para que mi espectro escuchara mi llamada y emprendiera camino hacia la parte de atrás de la nave.
Mi brazo sangraba, cristales hundidos en mi carne, no revestía gravedad, por mi condición pronto cerrarían quedándose en nada.
La puerta se abrió, los ámbar de mi primo centellearon tropezando con los míos. Él necesitaba venganza, yo darle muerte y acabar con todo esto.
Le mostré mis colmillos desafiante, rugí aullando antes de saltar con ella por el ventanal.
Con las piernas flexionadas caí amortiguando el golpe, eso no me daría ventaja, mi primo era licnatropo, podía seguirme.
De la cintura la subí sobre mi caballo.
-No mires atrás -le pedí dando un manotazo al animal que se encabritó saliendo al galope.
Ladeé la sonrisa al notar como la otra presencia caía a mi lado con los ojos amarillos.
-Un buen día para alimentar a los cuervos -apunté ladeando la cabeza.
-¿Te arrepientes? -pregunté hundiendo mis pardos en sus dos faros.
La pregunta lejos de ser estúpida tenia una lógica, entre los humanos esa primera vez correspondía en la mayoría de los casos al prometido. Tras jurarse compromiso eterno ante nuestro señor, la noche de bodas era especial para las damas al mostrar su pureza y para ellos porque eso les aseguraba que nadie había disfrutado de lo que era suyo.
Yo había robado esa oportunidad de una mujer que no había cometido hasta conocerme el pecado de la fornicación.
Dejé escapar el aire perdiendo mi mirada en la lumbre, yo nunca podría tener una vida normal...
-El hombre que te gusta es solo un cascaron -dije llevando mi mirada hasta sus esmeraldas -no podre darte eso que la mujeres necesitáis, ya sabes, una casa, seguridad, hijos. Mi vida es crear destrucción y caos, no se eso como se puede compaginar con una vida teniendo en cuenta que soy perseguido por la inquisición y odiado por todo ser sobrenatural.
Iba a continuar, posiblemente con otra despedida, era lo que hacia cada vez que me acojonaba, que era incapaz de manejar lo que sentía, era la forma mas fácil de lidiar con eso que los humanos llaman sentimientos. Yo, un jinete no estaba preparado para albergarlos, fue entonces cuando de nuevo percibí el olor del condenado.
Mis ámbar centellearon, arrugué el labio superior, mis fauces crecieron rozando mi lengua.
-Vístete -ordené calzandome los pantalones y las botas a toda velocidad.
No tardarían en llegar, olía su hedor, había entrado en aquella nave industrial y no tardara de darse de bruces con mi bermejo.
Clavé mis ojos en los ajenos, no había otro modo.
Atrapé su cintura rodeándola con mi brazo, sus ojos reflejaban incertidumbre y terror, no podía culparla por ello, su vida no estaba hecha para esto, para la guerra que yo atraía con la misma facilidad que la miel a las moscas.
Me acerqué a la ventana, con el antebrazo rompí el cristal, un silbido bastó para que mi espectro escuchara mi llamada y emprendiera camino hacia la parte de atrás de la nave.
Mi brazo sangraba, cristales hundidos en mi carne, no revestía gravedad, por mi condición pronto cerrarían quedándose en nada.
La puerta se abrió, los ámbar de mi primo centellearon tropezando con los míos. Él necesitaba venganza, yo darle muerte y acabar con todo esto.
Le mostré mis colmillos desafiante, rugí aullando antes de saltar con ella por el ventanal.
Con las piernas flexionadas caí amortiguando el golpe, eso no me daría ventaja, mi primo era licnatropo, podía seguirme.
De la cintura la subí sobre mi caballo.
-No mires atrás -le pedí dando un manotazo al animal que se encabritó saliendo al galope.
Ladeé la sonrisa al notar como la otra presencia caía a mi lado con los ojos amarillos.
-Un buen día para alimentar a los cuervos -apunté ladeando la cabeza.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Quedó mirando al jinete a los ojos hasta que escuchó aquella pregunta, a la que respondió de inmediato, no tuvo ni que pensarlo. -¿Por qué debería arrepentirme?- Era una mujer fiel a sí misma, sabía que si había caído rendida a aquellos salvajes encantos del castaño era por algún motivo y no se echaría atrás. No tenía intención alguna de lamentarse, de arrepentirse mucho menos. Lo que estaba hecho no se podía deshacer. Y aunque pudiera, ella no era ese tipo de persona y no empezaría a serlo en aquel momento. -Todo tiene un motivo de ser, una razón.- Aquella fue la contestación a su pregunta, a aquella duda que no tenía muy claro si preocupaba en algo al joven o sólo la hizo porque sí. Aunque estaba bastante segura de que era el segundo caso dada la personalidad ajena.
Iba a decir algo más cuando él se le adelantó, dando unas explicaciones que la enfermera no comprendió. ¿Por qué le decía todo aquello? Ella no le había pedido nada, no le quería poner una correa y convertirlo en un perro casero, en el guardián de la casa. Arrugó la frente y le puso un dedo en los labios para que se callara. Pero no tuvo tiempo de decirle aquello que pensaba, que vio el cambio de actitud en el muchacho, algo ocurría, empezaba a comprender sus gestos, las expresiones de su rostro. El mandato le dejó en claro que había acertado, algo se acercaba de nuevo a ellos y Guerra se preparaba para enfrentarlo. Se levantó tan rápido como su humanidad le permitió y se puso de nuevo la ropa interior y el uniforme del hospital.
De nuevo la atrajo hacia su cuerpo y sus orbes cruzaron miradas. Ella estaba comenzando a entenderlo, pero eso no borraba que sintiera miedo. Sabía que él podía enfrentarse a una manada entera de licántropos, pero ella siempre le resultaba un lastre, por no hablar que solía ser el origen de los problemas. Aún no sabía el por qué de aquello, tal vez fuera solo mera casualidad, dos coincidencias. Pero algo le decía que había más causa que el mero azar tras los sucesos de las últimas semanas.
Se encogió, cubriéndose el rostro con las manos, en cuanto el brazo del joven impactó contra la ventana y cientos de trozos de cristal salieron volando y cayeron como una lluvia de granizo alrededor de ambos. Vio las heridas en el antebrazo del jinete y aunque hubiese querido curarlo, no tenían tiempo y, además, sabía que sanaría rápido. Pero algo en su estómago se revolvía sólo de pensar en que sangraba. Se aferró con fuerza al torso del de ojos ambarinos cuando saltaron juntos por el hueco que en la pared había quedado, la altura era más que considerable pero el lobo era ágil y fuerte. Se montó entonces sobre el caballo y miró con temor a Guerra, al que sin poder despedirse dejó atrás cuando el semental salió al galope por la callejuela. Y, aunque la vez anterior le hizo caso y no miró atrás, en aquella ocasión no pudo evitarlo y lo hizo, viendo como el que los había seguido con anterioridad también saltaba por la ventana, abalanzándose sobre el jinete. Detuvo al animal o eso intentó al tirar de las riendas, pero el bermejo se negaba a obedecerla como si hubiera hecho un trato con su dueño.
Iba a decir algo más cuando él se le adelantó, dando unas explicaciones que la enfermera no comprendió. ¿Por qué le decía todo aquello? Ella no le había pedido nada, no le quería poner una correa y convertirlo en un perro casero, en el guardián de la casa. Arrugó la frente y le puso un dedo en los labios para que se callara. Pero no tuvo tiempo de decirle aquello que pensaba, que vio el cambio de actitud en el muchacho, algo ocurría, empezaba a comprender sus gestos, las expresiones de su rostro. El mandato le dejó en claro que había acertado, algo se acercaba de nuevo a ellos y Guerra se preparaba para enfrentarlo. Se levantó tan rápido como su humanidad le permitió y se puso de nuevo la ropa interior y el uniforme del hospital.
De nuevo la atrajo hacia su cuerpo y sus orbes cruzaron miradas. Ella estaba comenzando a entenderlo, pero eso no borraba que sintiera miedo. Sabía que él podía enfrentarse a una manada entera de licántropos, pero ella siempre le resultaba un lastre, por no hablar que solía ser el origen de los problemas. Aún no sabía el por qué de aquello, tal vez fuera solo mera casualidad, dos coincidencias. Pero algo le decía que había más causa que el mero azar tras los sucesos de las últimas semanas.
Se encogió, cubriéndose el rostro con las manos, en cuanto el brazo del joven impactó contra la ventana y cientos de trozos de cristal salieron volando y cayeron como una lluvia de granizo alrededor de ambos. Vio las heridas en el antebrazo del jinete y aunque hubiese querido curarlo, no tenían tiempo y, además, sabía que sanaría rápido. Pero algo en su estómago se revolvía sólo de pensar en que sangraba. Se aferró con fuerza al torso del de ojos ambarinos cuando saltaron juntos por el hueco que en la pared había quedado, la altura era más que considerable pero el lobo era ágil y fuerte. Se montó entonces sobre el caballo y miró con temor a Guerra, al que sin poder despedirse dejó atrás cuando el semental salió al galope por la callejuela. Y, aunque la vez anterior le hizo caso y no miró atrás, en aquella ocasión no pudo evitarlo y lo hizo, viendo como el que los había seguido con anterioridad también saltaba por la ventana, abalanzándose sobre el jinete. Detuvo al animal o eso intentó al tirar de las riendas, pero el bermejo se negaba a obedecerla como si hubiera hecho un trato con su dueño.
Estrella Díaz- Humano Clase Alta
- Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 12/11/2014
Edad : 31
Re: The big bad wolf // Privado - Guerra [+18]
Uno frente a otro nos analizamos durante una milésima de segundo, el odio que me procesaba era directamente proporcional a las ganas que yo tenia de acabar con aquello que empecé hace ya algunos años.
Darle muerte era mi sino, vengarse el suyo y las miradas ámbar de ambos centellearon cuando la dama blanca, nuestra madre, se tiño de rojo para acunarnos.
Mis colmillos crecidos fueron mostrados con un desafiante gruñido, mi primo siempre batallaba a muerte, era su condena, por haberse convertido en un ser de la noche.
La inquisición, corrompida hasta la médula no perdonaba la afrenta y ahora tenia que demostrarles no se bien que, llevándoles mi cabeza.
Una lastima, yo no estaba muy dispuesto a perderla.
Ambos embestimos, nuestros cuerpos sonaron emitiendo un ruido sordo, brutal como si los huesos de uno y otro acabaran de quebrase en mil añicos, mas nada mas lejos de la realidad.
Mis zarpas desgarraron con un movimiento de la diestra su costado, aulló, pero no se detuvo y con afán, trató de acertar mi yugular dispuesto a ocasionarme un certero golpe letal.
Me zafé, gruñí y de nuevo los cuerpos chocaron hambrientos de guerra, de victoria...
-Te mataré -aseguró cuando nuestras miradas se encontraron como lo hacia le acero en una gesta.
-Apocalipsis 21:8 Mas á los temerosos é incrédulos, á los abominables y homicidas, á los fornicarios y hechiceros, y á los idólatras, y á todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Mi primo me odiaba, ciertamente nada de ello me importaba, hacia tiempo que abandonó la senda de Dios, claro que seguramente el diría que ese fui yo.
De nuevo la sangre carmesí brotó de nuestra piel, ríos rojos, que con cada zarpazo o bocado marcaban la debilidad de un cuerpo humano,.
No estaba en nuestro adn rendirnos, nunca lo haríamos en combate singular, mas las reglas del juego cambiaron cundo sus hombres ballestas en mano empezaron a disparar, como pude quebré varias, pero la plata ardía, quemaba, apreté los disten, aullé cuando una de las puntas se hundió en mi piel.
De odió se tiñeron mis ojos y como un animal salvaje acorralado por los cazadores me revolví sobre dos de estos arrancándoles de cuajo la cabeza con un bocado, mi primo fue rápido, mordió mi cuarto trasero, rugí por el desgarro, pero yo no era de los que se rendían y con un bocado alcancé su cuello, presione, su aullido lastimero llegó al cielo, bien podría darle muerte, desgarrar su yugular hasta que se ahogara en su propia sangre, mas las flechas seguían lloviendo e hice lo mas sensato, huir aprovechando la ventaja que la herida proporcionada a mi primo me daba.
Los callejones mi morada, mi mano ensangrentada sobre estos baila.
Mi pecho se hundía salvaje, casi pudiendo ver el pulmón bailar contra mi piel, sonreí de medio lado apretando los dientes, dejando escapar un gruñido que rompió la negra noche uniéndose a los graznidos.
La realidad se desdibuja frente a mis ojos, la noche los acoge entre bailes de luces y sombras, en la que los edificio solo son imágenes futuras, las gentes pasadas y el presente los cascos del caballo contra el empedrado.
-¡Estrella! -la llamó con un gemido ahogado.
Sudor perlado sobre mi frente, agotado, casi inerte respiro de nuevo, mi pecho se quiebra frente al movimiento del espectro. Un alarido, dolor incendiario, guardo silencio ante ella que baja de la montura presa del panico.
Darle muerte era mi sino, vengarse el suyo y las miradas ámbar de ambos centellearon cuando la dama blanca, nuestra madre, se tiño de rojo para acunarnos.
Mis colmillos crecidos fueron mostrados con un desafiante gruñido, mi primo siempre batallaba a muerte, era su condena, por haberse convertido en un ser de la noche.
La inquisición, corrompida hasta la médula no perdonaba la afrenta y ahora tenia que demostrarles no se bien que, llevándoles mi cabeza.
Una lastima, yo no estaba muy dispuesto a perderla.
Ambos embestimos, nuestros cuerpos sonaron emitiendo un ruido sordo, brutal como si los huesos de uno y otro acabaran de quebrase en mil añicos, mas nada mas lejos de la realidad.
Mis zarpas desgarraron con un movimiento de la diestra su costado, aulló, pero no se detuvo y con afán, trató de acertar mi yugular dispuesto a ocasionarme un certero golpe letal.
Me zafé, gruñí y de nuevo los cuerpos chocaron hambrientos de guerra, de victoria...
-Te mataré -aseguró cuando nuestras miradas se encontraron como lo hacia le acero en una gesta.
-Apocalipsis 21:8 Mas á los temerosos é incrédulos, á los abominables y homicidas, á los fornicarios y hechiceros, y á los idólatras, y á todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Mi primo me odiaba, ciertamente nada de ello me importaba, hacia tiempo que abandonó la senda de Dios, claro que seguramente el diría que ese fui yo.
De nuevo la sangre carmesí brotó de nuestra piel, ríos rojos, que con cada zarpazo o bocado marcaban la debilidad de un cuerpo humano,.
No estaba en nuestro adn rendirnos, nunca lo haríamos en combate singular, mas las reglas del juego cambiaron cundo sus hombres ballestas en mano empezaron a disparar, como pude quebré varias, pero la plata ardía, quemaba, apreté los disten, aullé cuando una de las puntas se hundió en mi piel.
De odió se tiñeron mis ojos y como un animal salvaje acorralado por los cazadores me revolví sobre dos de estos arrancándoles de cuajo la cabeza con un bocado, mi primo fue rápido, mordió mi cuarto trasero, rugí por el desgarro, pero yo no era de los que se rendían y con un bocado alcancé su cuello, presione, su aullido lastimero llegó al cielo, bien podría darle muerte, desgarrar su yugular hasta que se ahogara en su propia sangre, mas las flechas seguían lloviendo e hice lo mas sensato, huir aprovechando la ventaja que la herida proporcionada a mi primo me daba.
Los callejones mi morada, mi mano ensangrentada sobre estos baila.
Mi pecho se hundía salvaje, casi pudiendo ver el pulmón bailar contra mi piel, sonreí de medio lado apretando los dientes, dejando escapar un gruñido que rompió la negra noche uniéndose a los graznidos.
La realidad se desdibuja frente a mis ojos, la noche los acoge entre bailes de luces y sombras, en la que los edificio solo son imágenes futuras, las gentes pasadas y el presente los cascos del caballo contra el empedrado.
-¡Estrella! -la llamó con un gemido ahogado.
Sudor perlado sobre mi frente, agotado, casi inerte respiro de nuevo, mi pecho se quiebra frente al movimiento del espectro. Un alarido, dolor incendiario, guardo silencio ante ella que baja de la montura presa del panico.
Guerra- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 09/11/2017
Página 4 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Temas similares
» The Wolf Among Us | Privado
» La guerra o la paz [Privado]
» Mi Guerra [Privado]
» Wolf’s Rain → Privado
» Llamado a la guerra || Privado
» La guerra o la paz [Privado]
» Mi Guerra [Privado]
» Wolf’s Rain → Privado
» Llamado a la guerra || Privado
Página 4 de 8.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour