La noche es larga para un simple baile [Privado]

por **Chantall Blueberry** Miér Nov 21, 2012 12:55 pm

Madame y Monsieur Blueberry – Nuestro escolta pronuncio con ese esplendido acento francés mientras hacíamos entrada al famoso Palacio Royal, Simón avanzo con una perfecta sonrisa en su rostro, si claro que estaba feliz, pocas veces salíamos los dos y mas a ese tipo de fiestas más ahora con todos los problemas que tenia Paris – No pienses que estaré toda la noche a tu lado – Dije despacio a final de cuentas no era tan mala para dejarlo en vergüenza delante de aquella escolta, el solo asintió pero no quito de su rostro la estúpida sonrisa que traía. Continuamos caminando por aquel gran pasillo, había demasiada gente todas muy bien vestidas y yo no era la excepción vestida de pies a cabezas con un vestido de color amarillo un corsé ajustado de un tono un poco más fuerte que el faldón, resaltaban mis curvas, mis zapatos de tacón tenían una pequeño diamante que lo hacía notar a cada paso que daba, el maquillaje, no solía ocupar mucho solo algo para los ojos y seria, Me gustaba verme natural y fresca, mi cabellera rubia caía por uno de mis hombros con unos improvisados risos, de mi cuello colgaba una cinta negra y un camafeo de oro. Envidia, claro era eso lo que quería causar. El escolta nos dejo en la entrada del gran salón donde parejas dispersas bailaban, los camareros pasaban con bandejas y lo primero que hice fue tomar una copa de aquel vino burbujeante, Champagne.

Simón intento tomarme del brazo a lo que me gire completamente moviendo la cabeza de lado a lado con una amplia sonrisa – Ve y busca con quien divertirte… - suspire inflando el pecho, mi esposo era una real molestia, él era el que me auspiciaba y me daba todo lo que deseaba solo por eso merecía un poco de mi respeto. Con la copa entre las manos comencé a pasear por el salón sonriendo saludando a varios varones y damas, era una mujer de la noche los conocía y ellos a mí, en mas de alguna de esas camas había estado y claramente había ganado algo, ya sea una joya dinero o simplemente satisfacer mis placeres.

Un jovencito, bastante atractivo tomo de mi cintura y me invito a bailar, con picardía y una sonrisa amplia deje la copa en manos de una dama que pasaba por ahí y llevándole a la pista de baile hice una pequeña reverencia y él se acerco para que comenzáramos con aquel vals, a lo lejos vi la mirada de mi esposo y tan solo le cerré un ojo, mis pies comenzaron a moverse al compas que la orquesta ponía, mi acompañante sabia bailar y eso me hacia relajar un poco, me deje llevar por el, mientras me conversaba de cosas que en realidad no me interesaban, vueltas acercarme al, el perfume que traía era caro eso aun lo hacía más atractivo, hizo que girara en mi puesto y note que de su saco colgaba un lujoso reloj de oro, eso me dio el impulso a pegar mas mi cuerpo al ajeno, si tal vez me iba bien podría sacar algo a cambio de aquel jovencito.

La música termino y nos quedamos mirando directo a los ojos, Alemán, me había dicho que solo venia por asuntos políticos, eso llamo mi atención siempre era bueno saber un poco de política ¿o no? Me invito una copa y me hice a un lado para que pudiéramos estar en privado, caminamos entre la multitud, el seguía hablando de lo hermoso que era Paris y sus mujeres que deseaba volver poca atención le prestaba llegamos a uno de los balcones que daban a los jardines y con la copa en mano comencé a beber tratado de seducirlo, de sacarle una próxima invitación… y algo más.

por **Predbjørn Østergård** Jue Nov 29, 2012 4:04 pm

Condiciones. Nunca en la vida me habían puesto para cerrar un trato, pero dado que estaba muy interesado en ese negocio había accedido, muy de mala gana, pero había accedido. Mantenía una sonrisa torcida en medio de la sala, en mi mano había una copa del mejor whisky que existía sobre la faz de la tierra. No había mucho que decir, simplemente había puesto mis mejores ropajes para salir a esa recatada fiesta. Que fastidio es para mi todo esto, pero no tengo de otra, simplemente cumpliré a lo mucho una hora, que vean los modales que aun tengo, y después regresaría a casa, o quizás vaya a un burdel en busca de una mujer, tengo una semana sin asistir a uno, y eso es bastante extraño dado la vida que llevo. Un hombre siempre debe tener una mujer a su lado, aunque solo exista para dar placer carnal, por eso solo necesito a las mujeres, para poder satisfacer mis necesidades, no hay mucha ciencia al respecto. Termino con rapidez la copa, dejo de observar el fuego de la chimenea, y cuando me es indicado, doy la vuelta para tomar el carruaje que había mandado a preparar para mi partida.

Me acomodo las mangas del traje. Me cercioro en uno de los cristales de la ventana que todo este en orden con mi aspecto. Lo admito soy un vanidoso, pero me encanta estar presentable, hacer que las mujeres me miren, que los hombres me envidien, es parte de mi, y nunca voy a cambiar, me digan lo que me digan. Como siempre estoy impecable, perfecto, atractivo. Quizás en la fiesta pueda sacar un poco más de provecho que solo los negocios, por ejemplo una mujer, sería buena idea, una de las mujeres de alta sociedad podría entrar a mi cama, una deliciosa.

- Detente aquí - Ordeno al chofer alzando mi voz. Me bajo del carruaje, y no, no tengo ganas de entrar por la puerta principal, me camino por el jardín trasero, solo para ver que tal está la fiesta. Por la ventana puedo captar lo ya esperado: personas saludándose, niños con cara de fastidio, seguramente me veo así, y hombres mirando las figuras de las mujeres, así también me veré al entrar, pues no existe más interesante en esas reuniones. Avanzo a paso lento, ahora si entro, por atrás claro, y comienzo a salir solo a aquellos que se acercan a la barra, donde ahora vuelvo a degustar una deliciosa copa de whisky en las rocas. Observo a mi alrededor, y mi sonrisa vuelve a aparecer cuando la veo, no es difícil reconocerla incluso cuando existe una gran cantidad de personas.

- Chantall, no entiendo por qué te empeñas a estar sola teniendo a un esposo que puede calentarte las sabanas en la cama - Suelto un poco de mi veneno cerca de su oído, dejando que el calor de mi interior choque contra su oreja. Mi vieja amiga, de las pocas había llegado, la noche se pondría muy interesante - Quizás por eso me gustas tanto, querida, por ser tan distinta a las demás mujeres - La giro con fuerza, y tomo su mano, dejo un beso húmedo en el dorso de la misma. La suelto, mi cuerpo se inclina en forma de reverencia - ¿Acaso me has extrañado? - Tuerzo mi sonrisa en forma descarada. Ella sabía a lo que me refería.

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