Cauchemar d'une nuit de danse

-¿Qué estamos esperando?- la voz femenina se elevó justo lo suficiente para que Odette le escuchara sobre la música que inundaba el ambiente. Después de media hora de ruegos por fin su amiga la había convencido de abandonar el baile para que la acompañarla fuera; sin embargo, aunque se lo había prometido, en realidad se resistía a abandonar el abarrotado lugar. Ana, por otro lado, lo único que deseaba era salir para poder encontrarse con un apuesto y desconocido caballero de quien se había prendado esa misma noche.

-Solo esta canción – prometió Odette nuevamente a la par que se paraba de puntitas para poder observar mejor a las parejas que bailaban en el centro del salón. Una sonrisa se extendía por su rostro y sus ojos brillaban con emoción. No importaba a cuantos bailes asistiese, siempre era una nueva sinfonía de colores, música y risas; y ésto era decir demasiado teniendo en cuenta el elevado número de reuniones a las que su Madre le obligaba a asistir con la ilusión de que por fin se fijase en algún posible futuro marido.

La orquesta redujo paulatinamente el ritmo de la música hasta que, finalmente se detuvo – Vamos… ¡ahora! – Ana jaloneaba a Odette por la muñeca hacia las puertas del salón pero antes de conseguir llegar a las mismas el alegre sonido del piano se elevó una vez más – ¡Oh, ésta la conozco! – sacudiéndose del agarre de su amiga volvió sobre sus pasos hasta el punto justo donde un joven le tendió la mano en claro ofrecimiento el cual aceptó sin pensarlo un segundo.

No fue sino hasta el primer giro en medio de la música que se percató de que su amiga desaparecía en medio de la multitud. Se preocupó un poco sí, pero no lo suficiente como para abandonar la diversión del momento, más tarde tendría oportunidad de disculparse, así que se entregó por completo al momento y continuó recibiendo complacida las lisonjas que su no muy agraciado compañero le obsequiaba sin contemplación.

Las canciones pasaban junto con los rostros de los hombres jóvenes y maduros que bailaban con ella. Puede que la reputación de su familia no fuese la mejor en ese preciso momento, pero la situación aún no llegaba al extremo de no poder conseguir pasar una velada magnifica. Finalmente su conciencia consiguió elevarse por encima de la música y la emoción y la llevo a salir, a buscar a su querida Ana y contentarla de algún modo. Se conocían desde niñas, por lo que un agravio menor, como el de ésta noche, no trascendería más de lo debido… tal vez debiera comprarle un nuevo par de pendientes, eso siempre le agradaba a Ana.

La marcada iluminación de la casa, instalada especialmente para la ocasión, generaba un curioso efecto sobre el jardín: los arboles parecían un poco más siniestros de lo normal y sus sombras más oscuras y profundas. Con paso inseguro Odette se adentró en la arboleda, siguiendo el sendero y esperando encontrar a su amiga lo más pronto posible. – ¿Ana? – la llamaba entre susurros no queriendo tomarla por sorpresa dado que no sabía si estaba “ocupada” en ese momento, sin embargo nadie contesto a su llamado.

Los nervios empezaron a aflorar a medida que pasaban los minutos sin que diera con el paradero de la pareja ¿y si le había ocurrido algo? Sacudió la cabeza queriendo ahuyentar aquel mal pensamiento. Por supuesto, si algo le ocurría a Ana no se lo perdonaría jamás. Un leve quejido le saco de sus cavilaciones haciéndola girar hacia unos arbustos cercanos donde, en medio de las sombras, distinguió lo que parecían dos figuras en el suelo, una sobre la otra.

Respiró aliviada y se tomó algunos segundos mientras decidía como abandonar el lugar sin importunar a la pareja. Sin embargo se detuvo al percatarse de que algo no encajaba correctamente en el cuadro que tenía frente a sí. Las figuras se encontraban inusualmente quietas y, a pesar de esto, podía escuchar, de tanto en tanto, un débil quejido que se semejaba más al dolor que al placer.

Finalmente, prefirió arriesgarse a u momento de vergüenza con tal de asegurarse de que todo iba bien. Al acercarse poco a poco a las figuras pudo observar como el hombre, quien estaba encima de la figura femenina y la sometía bajo el peso de su cuerpo, mantenía los labios aplicados constantemente contra el cuello de la chica mientras con una de sus manos tapaba la boca de la misma.

Un jadeo escapo de los labios de Odette al presenciar una escena que, aunque escapaba de su comprensión, denotaba un toque de violencia. En ese instante el hombre levanto el rostro y la miró con ira mientras una fina línea de un líquido oscuro y espeso resbalaba desde la comisura de su boca en un lento recorrido por su barbilla.

Intentó gritar pero estaba paralizada por el pánico. La chica en el suelo no se movía, aunque ya estuviese libre de su captor, y Odette alcanzó a observar como el hombre se le lanzaba a una velocidad aterradora antes de perder el conocimiento.

__________________________


-Creo que está despertando – las palabras le parecieron lejanas e incoherentes. – ¿quién despierta? – quiso preguntar pero su boca estaba tan seca que en un primer momento no pudo articular palabra. Al abrir los ojos se encontró recostada mientras alrededor de su cama se encontraban su madre, Ana y el médico de la familia quien era el único entre los presente que no mantenía una expresión de preocupación en el rostro.

-Bien, bien. Ahora que ha regresado del mundo de los sueños ¿podría contarnos, Mademoiselle, que hacia vagando sola a tan altas horas de la noche? – La pregunta del médico le devolvió de golpe a la realidad – ¡La mujer! – exclamó alarmada irguiéndose con rapidez hasta quedar sentada en la cama sin embargo, antes de que pudiese agregar algo más, un súbito mareo le obligo a tumbarse nuevamente.

-¿Cuál mujer, mi niña? – pregunto su Madre con voz dulce – solo estabas tú y si no fuera porque nuestra querida Ana decide salir a tomar un poco de aire no te hubiésemos encontrado hasta el amanecer – con ese toque, que solo las madres poseen, apartó un rebelde mechón de cabello de la frente de Odette – No te angusties, el Doctor nos asegura que estarás bien dentro de poco, solo necesitas un poco que reposo y, tal vez, no excederte tanto en el próximo baile -.

Algunos días después Odette estaba de nuevo en píe. No le contó a nadie nada de lo ocurrido durante esa noche y, aunque regresó al lugar donde todo había ocurrido, no fue capaz de encontrar el más mínimo rastro que confirmara lo que conservaba en su memoria. Finalmente, y en pro de su tranquilidad mental, decidió convencerse a sí misma de que todo había sido una pesadilla sufrida mientras se encontraba inconsciente. La pesadilla, por otro lado, volvería de vez en cuando a atormentarla, añadiendo espeluznantes escenas donde el hombre la sujetaba con fuerza mientras aplicaba lentamente los labios sobre su cuello.