AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Estrellas frustradas [priv]
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Estrellas frustradas [priv]
No confíes en la palabra de un borracho, durará lo mismo que su borrachera.
Dulce, dulce como ninguna otra sustancia. El liquido corría y corría por mi suave garganta. Los días estaban cada día peores, los clientes eran cada vez mas dañinos. Las marcas en mi piel, cada día mas profundas. Solo el Opio y el alcohol me sacaba un poco el mal humor. Ya había bebido casi todo lo que había sobrado en el burdel. Habían pasado dos horas desde que había salido de allí y caminando borracho por todo París fui yendo hacía ningún lugar. Con pasos rectos, o al menos eso pensaba. Me tiraba los cabellos hacia atrás y me estiraba por completo, con una mano a cada lado. Había deambulado por todo el camino, había pasado por el bosque y ahora volvía del circo gitano, donde había bailado alrededor de un gran fogón, riendo y divirtiéndome con las personas iguales a mi. Gente de clase baja, que lo único que quería era vivir la vida con armonía, con satisfacción.
Me estire suavemente cuando llegue a la parte de la laguna... La noche rebosaba por sobre mi cabeza, tan hermoso... Todo era hermoso, era el mejor lugar de todo París. En mi camino recto empecé a sacarme la ropa, dejando todo tirado. No llevaba dinero, ni nada importante conmigo. Pues las cosas importantes que tenía y el dinero que guardaba estaba escondido en las profundidades del bosque, en un pozo que yo mismo cabe; guardándolo todo, sin dejar rastros de nada. Apenas se podían contar tres o cuatro francos en uno de los bolsillos de mi pantalón; por si me apetecía una manzana de camino a la carpa.
Tomé lo único importante que tenía arriba que era una pipa de opio y el opio en si y comencé a caminar desnudo hacia la laguna, metiéndome en ella hasta la parte mas profunda. Era alto, de metro noventa y dos, por lo que aún estando bastante profundo, no llegaba a cubrirme el agua. Me acomodé sobre una de las rocas y allí empecé a fumar. Fumar y fumar en la soledad de la noche. Mirando el cielo con mis ojos cristalizados.
El mundo era tan injusto, tan triste. Por que la diferencia de clases sociales era tan grande? Por que tenía que vender mi cuerpo a las personas para ganarme la vida? Por que estaba solo? Mi familia, mis amigos, todos habían desaparecido por algún lugar del mundo. No los había encontrado nuevamente y ahora no tenía a nadie. Tampoco era como si deseara tener a alguien especial, pues siempre he sentido que no puedo dar nada. Pues el vacío que tengo es inexplicable. Solo la armonía con mi propio ser. Y solo esta pipa es lo que hace olvidar mis penas.
Mientras voy cayendo, poco a poco la laguna me va cubriendo, dejo mi pipa a un lado y me quedo dentro del agua; pareciera que me ahogo, pues el tiempo pasa y me quedo allí dentro, pero solo estoy mirando al cielo, observando la deformidad del agua. Estar abajo y mirar arriba. La belleza del mundo, lo único que me mantenía feliz, luego de otro día de trabajo.
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/02/2012
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Habían personas nuevas, con rostros nuevos, y con expectativas nuevas a las que corresponder, eso a pesar de que todo aquella actuación del maestro de música era una huida a su antigua vida, no lo era también a esa costumbre suya de moldearse a los ojos del resto, a sus deseos. Por eso era el maestro amable con quienes lo merecían, y el maestro malvado con quienes lo necesitaban. Pero ninguno de ellos era él. De hecho, llevaba ya veintidós años sin saber quién era, y el asunto no tenía mucha pinta de querer cambiar.
Para esas alturas del día tenía adoloridos los músculos de las mejillas y del ceño, así que un descanso se hacía desesperadamente necesario, por lo que tomó su bolso y huyó en cuanto su presencia pudo ocultarse en las sombras de la noche. No tenía un lugar a donde ir exactamente, pero ante la imperiosa necesidad de buscar lo familiar, solo había un sitio en el que podía ser recibido. Y no era el burdel, ni la casa de su dueño, ni de otro de sus antiguos clientes.
Encaminó sus pasos a la laguna que tantas veces había sido su cómplice en sus escapadas, también la única que quizás conocía al Yura detrás del personaje, y la misma donde se había encontrado por accidente con aquel muchacho. Si era una coincidencia, era una de las agradables, pero también era tan efímera. Cerró los ojos unos instantes, sacudió la cabeza para despejar esas ideas, porque según decían, entre más se perseguían los deseos, más se escapaban éstos.
Por eso atravesó el bosque con un paso más o menos ansioso, que se notaba debido a los golpes que le daba el bolso al rebotar en su costado. No podía evitar estar entusiasmado, lo que hizo que los últimos metros que le faltaban para salir del bosque los acabara corriendo. Aspiró un par de bocanadas de aire, y miró a todos lados, pero no parecía haber nadie a primera vista. Así que se acercó y a la orilla, entrecerrando los ojos para ver si encontraba al muchacho, como siempre, jugueteando en el agua.
Su corazón latió ligeramente más rápido cuando vio en el agua una silueta masculina, pero… ¿Era él? Parecía más… menos delicado que el cambiaformas, pero estaba bastante lejos y tampoco había demasiada luz, así que como a veces la mente ve lo que quiere creer, sin pensárselo dos veces comenzó a hacerle señas. Se movió de un lado a otro, pero no obtenía respuesta alguna, por lo que lo llamó con un par de gritos que tampoco dieron resultado.
Entonces fue en que en su mente hiperactiva, comenzó a reproducirse una obra que tenía como protagonista a un muchacho descuidado que o bien se había desmayado o se había quedado dormido en pleno nado. Volvió a llamarle, y nada.
Se quitó el bolso y lo tiró descuidadamente al suelo, junto con los zapatos y el abrigo, antes de zambullirse en las templadas aguas, o eso parecía, porque ni siquiera tuvo tiempo para tantear su temperatura. Nadó tan rápido como se lo permitía el cuerpo, cuando llegó al muchacho, simplemente lo tomó por los hombros y lo sacudió. Solo entonces, cuando se dio cuenta de que respiraba y no parecía tener nada… se dio cuenta de que se había equivocado, que a quien había abordado era un muchacho de rasgos orientales.
Abrió los ojos de sobremanera, y trago algo del agua que había ido a parar a su boca – Lo lamento, pensé que… - dijo entrecortado, y al ver que aún no lo había soltado se aprestó a hacerlo – Lo lamento – volvió a decir con un tono más bien suplicante, al tiempo que bajaba el rostro, y deseaba que el agua lo tragara para ir a dar al fondo del lago.
Para esas alturas del día tenía adoloridos los músculos de las mejillas y del ceño, así que un descanso se hacía desesperadamente necesario, por lo que tomó su bolso y huyó en cuanto su presencia pudo ocultarse en las sombras de la noche. No tenía un lugar a donde ir exactamente, pero ante la imperiosa necesidad de buscar lo familiar, solo había un sitio en el que podía ser recibido. Y no era el burdel, ni la casa de su dueño, ni de otro de sus antiguos clientes.
Encaminó sus pasos a la laguna que tantas veces había sido su cómplice en sus escapadas, también la única que quizás conocía al Yura detrás del personaje, y la misma donde se había encontrado por accidente con aquel muchacho. Si era una coincidencia, era una de las agradables, pero también era tan efímera. Cerró los ojos unos instantes, sacudió la cabeza para despejar esas ideas, porque según decían, entre más se perseguían los deseos, más se escapaban éstos.
Por eso atravesó el bosque con un paso más o menos ansioso, que se notaba debido a los golpes que le daba el bolso al rebotar en su costado. No podía evitar estar entusiasmado, lo que hizo que los últimos metros que le faltaban para salir del bosque los acabara corriendo. Aspiró un par de bocanadas de aire, y miró a todos lados, pero no parecía haber nadie a primera vista. Así que se acercó y a la orilla, entrecerrando los ojos para ver si encontraba al muchacho, como siempre, jugueteando en el agua.
Su corazón latió ligeramente más rápido cuando vio en el agua una silueta masculina, pero… ¿Era él? Parecía más… menos delicado que el cambiaformas, pero estaba bastante lejos y tampoco había demasiada luz, así que como a veces la mente ve lo que quiere creer, sin pensárselo dos veces comenzó a hacerle señas. Se movió de un lado a otro, pero no obtenía respuesta alguna, por lo que lo llamó con un par de gritos que tampoco dieron resultado.
Entonces fue en que en su mente hiperactiva, comenzó a reproducirse una obra que tenía como protagonista a un muchacho descuidado que o bien se había desmayado o se había quedado dormido en pleno nado. Volvió a llamarle, y nada.
Se quitó el bolso y lo tiró descuidadamente al suelo, junto con los zapatos y el abrigo, antes de zambullirse en las templadas aguas, o eso parecía, porque ni siquiera tuvo tiempo para tantear su temperatura. Nadó tan rápido como se lo permitía el cuerpo, cuando llegó al muchacho, simplemente lo tomó por los hombros y lo sacudió. Solo entonces, cuando se dio cuenta de que respiraba y no parecía tener nada… se dio cuenta de que se había equivocado, que a quien había abordado era un muchacho de rasgos orientales.
Abrió los ojos de sobremanera, y trago algo del agua que había ido a parar a su boca – Lo lamento, pensé que… - dijo entrecortado, y al ver que aún no lo había soltado se aprestó a hacerlo – Lo lamento – volvió a decir con un tono más bien suplicante, al tiempo que bajaba el rostro, y deseaba que el agua lo tragara para ir a dar al fondo del lago.
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Y de repente, como si no mereciera ni tranquilidad en este mundo, fui sacado del agua de forma brusca, me abanicaban diciéndome cosas y mis ojos se cerraron sin saber que pasaba. Entreabrí los ojos para ver a mi captor y me encontré con un chico de mediana estatura. Estaba desesperado, pero yo no le comprendí, hasta que al fin me soltó y la verguenza se hizo presente en su cuerpo. Aún estaba algo drogado, que mi mirada se entrecerró y me quedé observandolo sin entender demasiado. Me apoyé sobre la roca que tenía tras de mi. Con evidencia mi cuerpo estaba completamente empapado. Pues obviamente había estado mirando por debajo del agua la luna y ahora desde un poco mas arriba de la cintura, para arriba estaba al descubierto. Era muy alto y por esa razón la laguna no llegaba a cubrirme del todo. Me agarré la cabeza suavemente y acomodé mis cabellos despacio detrás de las orejas, negando ante su bochorno.
-Calmaos. Dejad de gritad por favor.
Repliqué apoyando una mano sobre su cabeza, acariciándola suavemente. Suspiré y alargué mi mano a la pipa sobre la roca, fumando un poco mas, para luego volverla a dejar donde estaba. Le observé, sus rasgos occidentales evidentes, sus ojos claros y su cabello negro, aquella tenue piel oliva con sus labios medio abiertos medio cerrados. Se había tragado el agua que por suerte era de aguas dulces y parecía completamente perdido en si mismo. Avergonzado de haber caído a mis manos. Me reí con suma sinceridad y negando despacito le sonreí para que pueda calmarse. No iba a comerle, estaba muy lejos de ser algo como eso. Solo era un gitano, que estaba esperando a que la luna lo acaricie. Que lo tome entre sus brazos para dormir humildemente entre sus fauces.
-Mon Maître, he de pedirle que deje de sentiros culpable. Yo debería pediros disculpa, pues me metí al fondo, sin pensar en que podría haber gente de buenas añoranzas, que pensarían que hay alguien ahogándose y que deben salvarlo. Que podría hacer para que os tengáis la consideración de perdonaros a este caballero que solo buscaba distracción?
Con una pregunta suplicante, nuevamente acaricie con cuidado sus cabellos, sonriendo por su forma de expresarse, era algo bruto y torpe. Su suma verguenza había provocado que una risita salga de mi. Suspiré y con mi cuerpo desnudo me subí a la roca que había allí. No tenía ninguna clase de problemas de mostrar mi cuerpo. Las cicatrices que había en toda mi piel, antes me daban vergüenza, pero luego de pasar tanto tiempo atendiendo a toda clase de personas, solo me había acostumbrado.
Mi cuerpo estaba formado, marcado. Las cicatrices eran profundas en mi espalda y había una muy suave debajo de mi ojo y otra en mi garganta. Estaba lampiño y con mi piel color oliva dorada.
Tomé sin cuidado mi pipa y se la acerqué al muchacho. No sabía si aquel desearía fumar, pero el le ofrecía. Era lo menos que podía hacer. Pues el chico le había mostrado unas de las maravillas del mundo. La preocupación por las demás personas. Algo que no se veía en este siglo. La preocupación por otros, que aunque no tengan la misma clase social, seguían siendo personas.
-Deseáis fumar de mi pipa? Yo os recomendaría que ahora que esta aquí relaje su cuerpo a la laguna que le desea. Hoy es una hermosa noche. La "beau lune" esta esperando vuestros saludos.
Susurraba cerrando los ojos, dejando la pipa entre las manos ajenas. Me estiraba y reposaba todo mi cuerpo desnudo sobre la roca. Con una rodilla doblaba y la otra estirada. Cruzando mis brazos por detrás de mi cabeza. Podía sentir el frío aire de verano pegando contra mi cuerpo.
-Calmaos. Dejad de gritad por favor.
Repliqué apoyando una mano sobre su cabeza, acariciándola suavemente. Suspiré y alargué mi mano a la pipa sobre la roca, fumando un poco mas, para luego volverla a dejar donde estaba. Le observé, sus rasgos occidentales evidentes, sus ojos claros y su cabello negro, aquella tenue piel oliva con sus labios medio abiertos medio cerrados. Se había tragado el agua que por suerte era de aguas dulces y parecía completamente perdido en si mismo. Avergonzado de haber caído a mis manos. Me reí con suma sinceridad y negando despacito le sonreí para que pueda calmarse. No iba a comerle, estaba muy lejos de ser algo como eso. Solo era un gitano, que estaba esperando a que la luna lo acaricie. Que lo tome entre sus brazos para dormir humildemente entre sus fauces.
-Mon Maître, he de pedirle que deje de sentiros culpable. Yo debería pediros disculpa, pues me metí al fondo, sin pensar en que podría haber gente de buenas añoranzas, que pensarían que hay alguien ahogándose y que deben salvarlo. Que podría hacer para que os tengáis la consideración de perdonaros a este caballero que solo buscaba distracción?
Con una pregunta suplicante, nuevamente acaricie con cuidado sus cabellos, sonriendo por su forma de expresarse, era algo bruto y torpe. Su suma verguenza había provocado que una risita salga de mi. Suspiré y con mi cuerpo desnudo me subí a la roca que había allí. No tenía ninguna clase de problemas de mostrar mi cuerpo. Las cicatrices que había en toda mi piel, antes me daban vergüenza, pero luego de pasar tanto tiempo atendiendo a toda clase de personas, solo me había acostumbrado.
Mi cuerpo estaba formado, marcado. Las cicatrices eran profundas en mi espalda y había una muy suave debajo de mi ojo y otra en mi garganta. Estaba lampiño y con mi piel color oliva dorada.
Tomé sin cuidado mi pipa y se la acerqué al muchacho. No sabía si aquel desearía fumar, pero el le ofrecía. Era lo menos que podía hacer. Pues el chico le había mostrado unas de las maravillas del mundo. La preocupación por las demás personas. Algo que no se veía en este siglo. La preocupación por otros, que aunque no tengan la misma clase social, seguían siendo personas.
-Deseáis fumar de mi pipa? Yo os recomendaría que ahora que esta aquí relaje su cuerpo a la laguna que le desea. Hoy es una hermosa noche. La "beau lune" esta esperando vuestros saludos.
Susurraba cerrando los ojos, dejando la pipa entre las manos ajenas. Me estiraba y reposaba todo mi cuerpo desnudo sobre la roca. Con una rodilla doblaba y la otra estirada. Cruzando mis brazos por detrás de mi cabeza. Podía sentir el frío aire de verano pegando contra mi cuerpo.
Calcabrina- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/02/2012
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Aquellas caricias en su cabeza lo perturbaron aún más, seguramente en contra del cometido que buscaba el muchacho de los ojos almendrados, de hecho casi le hacía parecer un niño pequeño que había hecho alguna travesura y que era perdonado con benevolencia por un mayor, aunque en realidad la diferencia de edad entre ambos, de haberla, probablemente no era de más de uno o dos años. Para su fortuna aquel tacto no duró demasiado, ya que ante su sorpresa el muchacho tomó una pipa que despedía el inconfundible aroma del opio. Eso le explicó en parte el comportamiento del extraño, quizás porque estaba acostumbrado a ser tratado relativamente mal es que insistía en atribuir ahora cualquier buen trato a algo a una segunda intención o a algún otro motivo que no fuese la mera bondad.
El muchacho siguió hablando y mientras Yura no pudo hacer nada más que negar enérgicamente con la cabeza, haciendo que su cabello que ya se encontraba algo largo se le pegara en el rostro – A pesar de lo que dice, la tranquilidad es un bien que pocos consiguen hoy en día – dijo evitando referirse a esas nobles intenciones que eran producto de la confusión, pero aun así, no tuvo tiempo de estar decepcionado porque ahora prácticamente tenía una vida nueva y si debía dejar todo el pasado atrás, incluso… a él… quizás fuese lo mejor – No hay nada que perdonar, al contrario yo debería resarcir mi actuar – dijo con una suavidad que haría que la menor brisa hiciera que sus palabras se volaran, ello debido a que nuevamente le acariciaba la cabeza, provocándole escalofríos que bien podrían pasar por ser culpa de estar empapado.
Medio suspiró, resignado, hasta que el muchacho salió del agua para sentarse en la roca de antes sin pudor alguno. Tampoco es que a él le molestara en absoluto, pero había pasado bastante desde la última vez que había visto a alguien desnudo y que no fuese el mismo, así que por mera curiosidad pasó la vista por su torso, de forma quizás un poco descarada por culpa de las costumbres que no acaban de irse del todo de su forma de ser y que le hacían cuestionarse si de verdad un cambio así podía ser real y permanente. Entonces fue vio aquellas marcas, haciendo que sus ojos se nublaran y los bordes de las líneas de la imagen se desdibujaran. Conocía de primera fuente lo que era tener un cuerpo dañado hasta la saciedad, con heridas que quizás nunca se irían principalmente porque no había tiempo para dejarlas sanar antes de ser azuzadas de nuevo. Por unos instantes se vio a sí mismo y le costó recordar que las suyas ya casi habían sanado por completo, o al menos era así con las físicas.
Apenas y escuchó el ofrecimiento que ponía incluso la pipa en sus manos. No era un ingenuo en lo que hacía referencia a ese tipo de estimulantes, pero su última experiencia, aunque involuntaria, fue lo suficientemente aterradora como para producirle ligero asco el pensar en lo que podía pasar si se dejaba drogar otra vez – Gracias – dijo despabilando de su ensoñación, y meditando una vez más si aceptar, más que nada por compromiso – Pero no fumo – acabó por decir al tiempo que volteaba la vista hacia otro lado y le tendía aquel artilugio.
Actuaba como alguien completamente ingenuo, y quizás lo era ahora, pero después de todo no podía evitar sentirse un poco hipócrita. Esta vez sí suspiró abiertamente y se decidió por sentarse en la misma roca, a pesar de que sus ropas empapadas le harían sentir aún más frío a causa de la brisa – A veces es un alivio saber que no soy el único loco que viene aquí de noche a desentumecer el cuerpo en el agua fría – dijo casi sonriendo mientras se acomodaba sobre la roca. Eso hasta que el sonido de un objeto de vidrio golpeándose contra la improvisada butaca lo detuvo ¡Sus gafas! Se maldijo por un momento, y dirigió la mano al bolsillo del pantalón para rescatarlas.
Para su fortuna se había equivocado. Era el elegante frasquito con una pasta herbal que había comprado para los moretones de Amy. Rió abiertamente ante la ironía. Como si fuese una especie de imán para las personas maltratadas siendo que hace nada él era uno de ellos, pensó mientras estrechaba el frasco entre su mano – Sé que no tengo derecho a sacar ninguna conclusión de nada pero… - dijo algo indeciso – Creo que podría darle un buen uso – “a alguien que si lo acepte” agregó mentalmente, enseñándole aquella pomada – La beau lune, l'opium… y esto, lo harán sentir mejor – terminó por decir, sacudiendo el frasco, y tratando de imaginar qué clase de persona era, entrecerró los ojos para dar rienda suelta a su cine mental.
El muchacho siguió hablando y mientras Yura no pudo hacer nada más que negar enérgicamente con la cabeza, haciendo que su cabello que ya se encontraba algo largo se le pegara en el rostro – A pesar de lo que dice, la tranquilidad es un bien que pocos consiguen hoy en día – dijo evitando referirse a esas nobles intenciones que eran producto de la confusión, pero aun así, no tuvo tiempo de estar decepcionado porque ahora prácticamente tenía una vida nueva y si debía dejar todo el pasado atrás, incluso… a él… quizás fuese lo mejor – No hay nada que perdonar, al contrario yo debería resarcir mi actuar – dijo con una suavidad que haría que la menor brisa hiciera que sus palabras se volaran, ello debido a que nuevamente le acariciaba la cabeza, provocándole escalofríos que bien podrían pasar por ser culpa de estar empapado.
Medio suspiró, resignado, hasta que el muchacho salió del agua para sentarse en la roca de antes sin pudor alguno. Tampoco es que a él le molestara en absoluto, pero había pasado bastante desde la última vez que había visto a alguien desnudo y que no fuese el mismo, así que por mera curiosidad pasó la vista por su torso, de forma quizás un poco descarada por culpa de las costumbres que no acaban de irse del todo de su forma de ser y que le hacían cuestionarse si de verdad un cambio así podía ser real y permanente. Entonces fue vio aquellas marcas, haciendo que sus ojos se nublaran y los bordes de las líneas de la imagen se desdibujaran. Conocía de primera fuente lo que era tener un cuerpo dañado hasta la saciedad, con heridas que quizás nunca se irían principalmente porque no había tiempo para dejarlas sanar antes de ser azuzadas de nuevo. Por unos instantes se vio a sí mismo y le costó recordar que las suyas ya casi habían sanado por completo, o al menos era así con las físicas.
Apenas y escuchó el ofrecimiento que ponía incluso la pipa en sus manos. No era un ingenuo en lo que hacía referencia a ese tipo de estimulantes, pero su última experiencia, aunque involuntaria, fue lo suficientemente aterradora como para producirle ligero asco el pensar en lo que podía pasar si se dejaba drogar otra vez – Gracias – dijo despabilando de su ensoñación, y meditando una vez más si aceptar, más que nada por compromiso – Pero no fumo – acabó por decir al tiempo que volteaba la vista hacia otro lado y le tendía aquel artilugio.
Actuaba como alguien completamente ingenuo, y quizás lo era ahora, pero después de todo no podía evitar sentirse un poco hipócrita. Esta vez sí suspiró abiertamente y se decidió por sentarse en la misma roca, a pesar de que sus ropas empapadas le harían sentir aún más frío a causa de la brisa – A veces es un alivio saber que no soy el único loco que viene aquí de noche a desentumecer el cuerpo en el agua fría – dijo casi sonriendo mientras se acomodaba sobre la roca. Eso hasta que el sonido de un objeto de vidrio golpeándose contra la improvisada butaca lo detuvo ¡Sus gafas! Se maldijo por un momento, y dirigió la mano al bolsillo del pantalón para rescatarlas.
Para su fortuna se había equivocado. Era el elegante frasquito con una pasta herbal que había comprado para los moretones de Amy. Rió abiertamente ante la ironía. Como si fuese una especie de imán para las personas maltratadas siendo que hace nada él era uno de ellos, pensó mientras estrechaba el frasco entre su mano – Sé que no tengo derecho a sacar ninguna conclusión de nada pero… - dijo algo indeciso – Creo que podría darle un buen uso – “a alguien que si lo acepte” agregó mentalmente, enseñándole aquella pomada – La beau lune, l'opium… y esto, lo harán sentir mejor – terminó por decir, sacudiendo el frasco, y tratando de imaginar qué clase de persona era, entrecerró los ojos para dar rienda suelta a su cine mental.
Yura- Prostituta Clase Baja
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Re: Estrellas frustradas [priv]
"La luz, tan inalcanzable luz, corres de mi como si fuese a lastimarte, ven, te tomare entre mis brazos y suavemente te amaré, besando y acariciándote; te cuidaré, por que lo eres todo"
Un pestañeo volátil se formó en mis ojos cuando el otro temblaba y supe de repente y como si un rayo de luz me avisara, que la idea que lo toque no estaba demasiado en los gustos ajenos. Y ladeando la cabeza decidí que no volvería a hacerle sentir incomodo. No es algo que tuviese en mis planes. Ni siquiera la idea de tener que estar con alguien mas en la laguna estaba en mi agenda. Pero aún y todo no me molestaba su presencia, era agradable, alguien que no parecía que fuese a meter sus intereses en ninguna parte de mi. En un bostezo algo sonoro me fui estirando, cerrando un ojo cuando una de las marcas se estiró y acurrucándome en mi mismo la acaricie suavemente, buscando agua con la otra mano para echarle arriba. Ardía, pero era soportable.
-No os preocupéis... Me parece bien que no fume. Solo me pareció in-cordial no ofreceros.
Expliqué cuando me devolvió la pipa y de ese modo pude seguir succionando y sacando el humo muy suavemente por mi boca, disfrutando la luna sobre mi cuerpo. Aunque al contrario, el chico parecía tener algo de frío y la brisa estaba suave pero era ligeramente fresca para quienes no estaban acostumbrados y me sentiría algo culpable si el muchacho se enfermaba por mi culpa. Así que con un movimiento quejoso a causa de la herida que tenía a un lado, me acerqué donde estaban mis ropas, secando con una pequeña toallita mis manos, para así tomar mi camisa. Era color manteca y a pesar de que estaba limpia, con un claro olor a esencia de menta; se podía notar su uso rutinario. Algo grande; así que al otro le taparía si no quería mostrarse.
-Sacaros la ropa y poneros esto. Os enfermaréis si no lo hace y será mi culpa. Así que anda...
Le decía mientras me acercaba, apoyando con cuidado la camisa donde no estaba mojado, esperando a que el muchacho se saque las ropas, pero aquello nunca pasó y mas bien acercó un frasco a mi rostro y pestañeando empecé a ladear la cabeza tomando el objeto con una mano.
Me quedé mirando el frasco, leyendo con dificultad y cuidado las palabras escritas. Con evidencia era para las lastimaduras. Era una lastima, a lo sumo podría servir para aquella nueva que tenía pero mi espalda tenía cicatrices incurables, que ya estaban sanas, pero aún así se habían quedado en la piel; de colores blancas y rosadas adornaban toda mi parte trasera; dándole un aspecto algo tosco, bruto, aunque las partes de mi cuerpo que no estaban dañadas eran suaves, menos las manos, que eran algo ásperas por los trabajos de campo en la mañana.
Le sonreí con dulzura y suspiré, asintiendo mientras abría el frasquito para olisquearlo; me fui moviendo para apoyarme en la roca; esperando que el otro se cambiara. Aquella crema olía muy bien. Seguro le habría salido bastante caro y no podía aceptarlo, así que de la misma forma que el no había aceptado mi pipa, le devolvía el frasco.
-Gracias, pero estoy bien así. Vos lo debéis necesitar mas si lo estáis acarreando en su bolsillo. Así que termine de descambiarse de una vez, así no se termina de enfermar... La luna y las aguas de la laguna curarán mis heridas pronto. Se os agradezco de todos modos.
Inquirí mientras esperaba la ropa para así poder estrujarla y sacarle el agua. Y luego llevarla a una roca lejana, para que se seque. Obviamente, no se secaría del todo; pero al menos no estaría empapada como estaba la que ahora mismo el otro tenía puesta. Aquellas cosas me hacía comprender que tenía un cuerpo bastante resistente. Pocas veces me enfermaba; el frío casi no me hacía ningún efecto. El invierno o el verano eran lo mismo para mí. Simplemente los cambios de clima no me afectaban; pocas enfermedades me agarraban y si tenía alguna realmente preocupante, no estaba enterado de ello.
-No os preocupéis... Me parece bien que no fume. Solo me pareció in-cordial no ofreceros.
Expliqué cuando me devolvió la pipa y de ese modo pude seguir succionando y sacando el humo muy suavemente por mi boca, disfrutando la luna sobre mi cuerpo. Aunque al contrario, el chico parecía tener algo de frío y la brisa estaba suave pero era ligeramente fresca para quienes no estaban acostumbrados y me sentiría algo culpable si el muchacho se enfermaba por mi culpa. Así que con un movimiento quejoso a causa de la herida que tenía a un lado, me acerqué donde estaban mis ropas, secando con una pequeña toallita mis manos, para así tomar mi camisa. Era color manteca y a pesar de que estaba limpia, con un claro olor a esencia de menta; se podía notar su uso rutinario. Algo grande; así que al otro le taparía si no quería mostrarse.
-Sacaros la ropa y poneros esto. Os enfermaréis si no lo hace y será mi culpa. Así que anda...
Le decía mientras me acercaba, apoyando con cuidado la camisa donde no estaba mojado, esperando a que el muchacho se saque las ropas, pero aquello nunca pasó y mas bien acercó un frasco a mi rostro y pestañeando empecé a ladear la cabeza tomando el objeto con una mano.
Me quedé mirando el frasco, leyendo con dificultad y cuidado las palabras escritas. Con evidencia era para las lastimaduras. Era una lastima, a lo sumo podría servir para aquella nueva que tenía pero mi espalda tenía cicatrices incurables, que ya estaban sanas, pero aún así se habían quedado en la piel; de colores blancas y rosadas adornaban toda mi parte trasera; dándole un aspecto algo tosco, bruto, aunque las partes de mi cuerpo que no estaban dañadas eran suaves, menos las manos, que eran algo ásperas por los trabajos de campo en la mañana.
Le sonreí con dulzura y suspiré, asintiendo mientras abría el frasquito para olisquearlo; me fui moviendo para apoyarme en la roca; esperando que el otro se cambiara. Aquella crema olía muy bien. Seguro le habría salido bastante caro y no podía aceptarlo, así que de la misma forma que el no había aceptado mi pipa, le devolvía el frasco.
-Gracias, pero estoy bien así. Vos lo debéis necesitar mas si lo estáis acarreando en su bolsillo. Así que termine de descambiarse de una vez, así no se termina de enfermar... La luna y las aguas de la laguna curarán mis heridas pronto. Se os agradezco de todos modos.
Inquirí mientras esperaba la ropa para así poder estrujarla y sacarle el agua. Y luego llevarla a una roca lejana, para que se seque. Obviamente, no se secaría del todo; pero al menos no estaría empapada como estaba la que ahora mismo el otro tenía puesta. Aquellas cosas me hacía comprender que tenía un cuerpo bastante resistente. Pocas veces me enfermaba; el frío casi no me hacía ningún efecto. El invierno o el verano eran lo mismo para mí. Simplemente los cambios de clima no me afectaban; pocas enfermedades me agarraban y si tenía alguna realmente preocupante, no estaba enterado de ello.
"Hermosa luz... Llegarás? Me abrazaras suavemente hasta sentir que ya nada existe?"
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Aquel ofrecimiento referente a su ropa tenía bastante de verdad, pero también era cierto que ya no recordaba cuando había sido la última vez que se había enfermado. Tal vez una vez que se ha pasado por el infierno el cuerpo se hacía acreedor de una extraordinaria hidalguía que podía hacerle frente a casi cualquier mal, salvo los que uno mismo dejaba entrar. Por eso es que decidió no abusar de su buena suerte, y nada más asintió antes de comenzar a desabotonar su sencilla camisa blanca para quitársela al mismo tiempo que su chaquetilla negra.
De inmediato sintió los incesantes golpes de la brisa sobre su torso descubierto, pero no había dolor sino que al contrario, no había más que un profundo alivio que dejaba que la tensión de su pecho desapareciera para permitirle por primera vez en mucho tiempo respirar en paz. De hecho casi se distrajo con ello de la accidentada compañía que retozaba ahora a su lado, entretenida con aquel despreciado frasquito con esencia a menta.
No le sorprendió que lo rechazara, ya era la segunda persona que lo hacía, reforzando su teoría que al igual que aquel menester él también estaba condenado a ser rechazado pese a ni siquiera estar seguro de que se tratara de algo más que una vaga ilusión alimentada por el hambre de cariño. Esbozó una sonrisa amable, y ya completamente ajena a toda tensión ¿Qué caso tenía seguir torturándose? Era relativamente cierto que parecía un masoquista nato, un iluso que soñó suaves caricias que no eran más que el resultado de la lástima.
Ya no tenía por qué comportarse como venía haciendo estos días, controlando cada palabra, cada músculo, para no levantar sospechas sobre quien se encontraba ahora bajo esos ropajes decentes ¿Para qué seguir haciéndolo? Por primera vez desde que había dejado las andadas sintió que no era necesario mentirse a sí mismo. Solo ser él, resultara lo que resultara. Ello quizás provocado por el semblante del muchacho, y una injustificada seguridad de que él no lo juzgaría.
- Ya es la segunda persona que lo rechaza – dijo tomando el frasco y dejándolo a un lado mientras se despojaba, no sin cierta dificultad, del empapado pantalón – Y no tengo derecho a insistir dado que usted tampoco lo hizo con la pipa, además sé de primera fuente que un cuerpo acostumbrado al rigor es más obediente a la hora de sanar – agregó cuando ya se encontraba completamente desnudo.
Sin pudor alguno, pues podía ser muchas cosas pero no un hipócrita que vendría a avergonzarse del cuerpo que por tanto tiempo le sirvió en aquel antiguo arte y que ahora se veía relegado a estar sentado frente a un piano la mayor parte del tiempo. Pero tampoco había queja en ello. Sabía que podía haber durado bastantes años más en aquellos negocios, al menos su cuerpo sí, porque, a diferencia de la sustancia etérea que lo hacía ser quien era, se encontraba completo y unido.
- Tendré que declinar también el ofrecimiento de la camisa – le dijo mientras tiraba sus ropas descuidadamente a un lado, pensando que era imposible que se secaran, por lo que no haría diferencia alguna que estuviesen esmeradamente estiradas – Pero no podría permitirme desaprovechar el efecto revitalizante de la brisa helada sobre un cuerpo gastado – comentó antes de recostarse sobre la roca, con las manos detrás de la cabeza a modo de almohada – Espero que no le moleste tampoco –
Se removió ligeramente para reacomodarse, pero en ello nuevamente su brazo se encontró por accidente con aquel frasco. Lo tomó y por unos instantes miró la luna a través del líquido verdoso, ya sin la esperanza de ver nada más que la doncella del astro vestida de menta – Creo que sería vano retener algo que nadie quiere – comentó al tiempo que estrechaba con fuerza el frasco por unos segundos más antes de lanzarlo al lago, tan lejos como se lo permitiera su brazo – Decidí que hoy no tendré esperanza, que no habrá nada más de las palabras crudas y que viviré un día a la vez. La retórica y el largo plazo pueden irse al demonio – dijo soltando una liberadora carcajada que desentonó con el sonido de los animalillos nocturnos, pero no importaba, porque hoy no tenía por qué importar.
De inmediato sintió los incesantes golpes de la brisa sobre su torso descubierto, pero no había dolor sino que al contrario, no había más que un profundo alivio que dejaba que la tensión de su pecho desapareciera para permitirle por primera vez en mucho tiempo respirar en paz. De hecho casi se distrajo con ello de la accidentada compañía que retozaba ahora a su lado, entretenida con aquel despreciado frasquito con esencia a menta.
No le sorprendió que lo rechazara, ya era la segunda persona que lo hacía, reforzando su teoría que al igual que aquel menester él también estaba condenado a ser rechazado pese a ni siquiera estar seguro de que se tratara de algo más que una vaga ilusión alimentada por el hambre de cariño. Esbozó una sonrisa amable, y ya completamente ajena a toda tensión ¿Qué caso tenía seguir torturándose? Era relativamente cierto que parecía un masoquista nato, un iluso que soñó suaves caricias que no eran más que el resultado de la lástima.
Ya no tenía por qué comportarse como venía haciendo estos días, controlando cada palabra, cada músculo, para no levantar sospechas sobre quien se encontraba ahora bajo esos ropajes decentes ¿Para qué seguir haciéndolo? Por primera vez desde que había dejado las andadas sintió que no era necesario mentirse a sí mismo. Solo ser él, resultara lo que resultara. Ello quizás provocado por el semblante del muchacho, y una injustificada seguridad de que él no lo juzgaría.
- Ya es la segunda persona que lo rechaza – dijo tomando el frasco y dejándolo a un lado mientras se despojaba, no sin cierta dificultad, del empapado pantalón – Y no tengo derecho a insistir dado que usted tampoco lo hizo con la pipa, además sé de primera fuente que un cuerpo acostumbrado al rigor es más obediente a la hora de sanar – agregó cuando ya se encontraba completamente desnudo.
Sin pudor alguno, pues podía ser muchas cosas pero no un hipócrita que vendría a avergonzarse del cuerpo que por tanto tiempo le sirvió en aquel antiguo arte y que ahora se veía relegado a estar sentado frente a un piano la mayor parte del tiempo. Pero tampoco había queja en ello. Sabía que podía haber durado bastantes años más en aquellos negocios, al menos su cuerpo sí, porque, a diferencia de la sustancia etérea que lo hacía ser quien era, se encontraba completo y unido.
- Tendré que declinar también el ofrecimiento de la camisa – le dijo mientras tiraba sus ropas descuidadamente a un lado, pensando que era imposible que se secaran, por lo que no haría diferencia alguna que estuviesen esmeradamente estiradas – Pero no podría permitirme desaprovechar el efecto revitalizante de la brisa helada sobre un cuerpo gastado – comentó antes de recostarse sobre la roca, con las manos detrás de la cabeza a modo de almohada – Espero que no le moleste tampoco –
Se removió ligeramente para reacomodarse, pero en ello nuevamente su brazo se encontró por accidente con aquel frasco. Lo tomó y por unos instantes miró la luna a través del líquido verdoso, ya sin la esperanza de ver nada más que la doncella del astro vestida de menta – Creo que sería vano retener algo que nadie quiere – comentó al tiempo que estrechaba con fuerza el frasco por unos segundos más antes de lanzarlo al lago, tan lejos como se lo permitiera su brazo – Decidí que hoy no tendré esperanza, que no habrá nada más de las palabras crudas y que viviré un día a la vez. La retórica y el largo plazo pueden irse al demonio – dijo soltando una liberadora carcajada que desentonó con el sonido de los animalillos nocturnos, pero no importaba, porque hoy no tenía por qué importar.
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Con calma empezaba a tender las ropas del muchacho, aquellas que habían sido tiradas con tal soltura, mirando aquel cuerpito pequeño, era bello, realmente me encantaba ver cuerpo humanos. Pero los hombres no eran realmente de mi gusto. Solo los atendía en el burdel cuando era necesario, pero cuando podía evitarlos era mucho mejor. Para mi desgracia mis rasgos asiáticos atraían más a los hombres que a las mujeres. Aunque yo era uno de los pocos que parecía más un hombre que una mujer. Mi cuerpo estaba marcado y era muy alto, mi cabeza pequeña pero algo cuadrada me daba un aire más bien masculino. Me agradaba ser de ese modo, no era demasiado placentero tener a tantos hombres esperando por mis trabajos.
Con cuidado le había ayudado con las ropas, dejando salir una sonrisa doblada, negando por la situación en la que estábamos, por suerte el chico estaba relajado, no quería que estuviese tenso o que de alguna forma saliera huyendo. Principalmente porque le daría mis ropas y sería una molestia ir desnudo al trabajo en la mañana y tener que ir a comprar nueva tela para llevar a hacer la camisa otra vez. Aunque aún no estaba seguro si el chico la aceptaría. Parecía estar levemente a gusto desnudo, quizá quería sentir la laguna o las sales del agua.
Una mirada algo sorprendida paso en mi rostro ante sus palabras. La segunda? Por qué sería aquello? Me quede perplejo, para luego verlo sacando su ropa. Parecía costarle ese pantalón y con cuidado me acerqué para ayudarle, tironeando el filo de abajo, sonriendo con diversión, era realmente adorable, de eso no había ninguna duda. Miré hacia arriba en lo que estaba ayudándole a sacarse la ropa y le sonreía, asintiendo a sus palabras, ciertamente, mi cuerpo estaba acostumbrado a los golpes y maltratos. Pocas veces me enfermaba y las heridas las curaba con las hierbas que conocía. Al fin y al cabo era un gitano y sabía hacer cosas de curandero y mi aura servía como defensa cuando de gérmenes y bacterias se trataba. Para algo servían aquellas creencias y formas de vida, ya que antes de ello solo me traían problemas con la policía, la milicia, los cazadores y la inquisición. Era una mezcla de todo.
-Os agradezco aquellas palabras, parece que habéis tenido una vida dura. No muchas personas me tratan de esta forma y me dejan ayudarlos. La mayoría piensa que los robaría en tanto mi sonrisa persiste. Mmm? Oh… Pero no las tiréis así Sois un poco torpe. No, no me molesta ver vuestra desnudez. Pero os recomendaría ir al otro lado. Por este lado quizá, si tenemos mala suerte, pase alguien. Venid…
Murmuraba en lo que lo guiaba al otro lado, pasando por el costado de la laguna, por suerte siempre me era fácil pasar al otro lado. Ayudaba al muchacho con una mano, esperando que este la cogiera pero aquello no sucedió y me decidí enarcar la ceja por aquello que hacía. Mis ojos seguían el trayecto de tiro vertical que el muchacho hacía con el frasco y me quedaba observando aquello, suspirando por sus actos. Era torpe, pero me agradaba, parecía que estaba “contento” con mi presencia. Y ello me llenaba de regocijo. Pues me hacía pensar que cada tanto, las personas podían ser consideradas o que al menos, no todo el mundo era tan maldito como yo creía.
-Un día a la vez… Ah… Cuales son aquellos largos plazos, que es lo que os perturba… Venid de este lado conmigo Mon Cher… Os contaré que soy un gitano y que para mí lamento puedo hacer cosas que los normales no, vos me habéis caído extraña mente bien. Deseáis que utilice mis habilidades es vosotros? Quizá os pueda ayudar en la lectura de la mano. O es que las cosas van más allá de un pasado o presente. Puedo notar que vuestra vida no ha sido la mejor. Pero eso es obvio; que persona con una vida buena, vendría a pasear solo y sin un carruaje por aquí?
Susurraba mirando hacia arriba, acariciando con una mano la hermosa presencia de la laguna, el agua sobre mis manos y que poco a poco me iba bajando, disfrutando el frío en mi piel. Tomando las ropas en lo que le pedía compañía. Quizá esa noche no sería tan mala, quizá tendría algo que me despejara de mi diluvio, de las sensaciones horribles y tormentosas que todos los días me persiguen.
Off: Pido perdón por la horrible demora. No tengo ninguna excusa.
Con cuidado le había ayudado con las ropas, dejando salir una sonrisa doblada, negando por la situación en la que estábamos, por suerte el chico estaba relajado, no quería que estuviese tenso o que de alguna forma saliera huyendo. Principalmente porque le daría mis ropas y sería una molestia ir desnudo al trabajo en la mañana y tener que ir a comprar nueva tela para llevar a hacer la camisa otra vez. Aunque aún no estaba seguro si el chico la aceptaría. Parecía estar levemente a gusto desnudo, quizá quería sentir la laguna o las sales del agua.
Una mirada algo sorprendida paso en mi rostro ante sus palabras. La segunda? Por qué sería aquello? Me quede perplejo, para luego verlo sacando su ropa. Parecía costarle ese pantalón y con cuidado me acerqué para ayudarle, tironeando el filo de abajo, sonriendo con diversión, era realmente adorable, de eso no había ninguna duda. Miré hacia arriba en lo que estaba ayudándole a sacarse la ropa y le sonreía, asintiendo a sus palabras, ciertamente, mi cuerpo estaba acostumbrado a los golpes y maltratos. Pocas veces me enfermaba y las heridas las curaba con las hierbas que conocía. Al fin y al cabo era un gitano y sabía hacer cosas de curandero y mi aura servía como defensa cuando de gérmenes y bacterias se trataba. Para algo servían aquellas creencias y formas de vida, ya que antes de ello solo me traían problemas con la policía, la milicia, los cazadores y la inquisición. Era una mezcla de todo.
-Os agradezco aquellas palabras, parece que habéis tenido una vida dura. No muchas personas me tratan de esta forma y me dejan ayudarlos. La mayoría piensa que los robaría en tanto mi sonrisa persiste. Mmm? Oh… Pero no las tiréis así Sois un poco torpe. No, no me molesta ver vuestra desnudez. Pero os recomendaría ir al otro lado. Por este lado quizá, si tenemos mala suerte, pase alguien. Venid…
Murmuraba en lo que lo guiaba al otro lado, pasando por el costado de la laguna, por suerte siempre me era fácil pasar al otro lado. Ayudaba al muchacho con una mano, esperando que este la cogiera pero aquello no sucedió y me decidí enarcar la ceja por aquello que hacía. Mis ojos seguían el trayecto de tiro vertical que el muchacho hacía con el frasco y me quedaba observando aquello, suspirando por sus actos. Era torpe, pero me agradaba, parecía que estaba “contento” con mi presencia. Y ello me llenaba de regocijo. Pues me hacía pensar que cada tanto, las personas podían ser consideradas o que al menos, no todo el mundo era tan maldito como yo creía.
“Que significa que no tienes esperanza? Por qué no tienes eso que todos desean y aquello que siempre se pierde al final? No hagas cosas de las cuales podrías arrepentirte. Pero dime, por qué la luna brilla tan intensamente cuando esta frente a ti? Es como si le dieras un empujón para que las cosas sucedan”
-Un día a la vez… Ah… Cuales son aquellos largos plazos, que es lo que os perturba… Venid de este lado conmigo Mon Cher… Os contaré que soy un gitano y que para mí lamento puedo hacer cosas que los normales no, vos me habéis caído extraña mente bien. Deseáis que utilice mis habilidades es vosotros? Quizá os pueda ayudar en la lectura de la mano. O es que las cosas van más allá de un pasado o presente. Puedo notar que vuestra vida no ha sido la mejor. Pero eso es obvio; que persona con una vida buena, vendría a pasear solo y sin un carruaje por aquí?
Susurraba mirando hacia arriba, acariciando con una mano la hermosa presencia de la laguna, el agua sobre mis manos y que poco a poco me iba bajando, disfrutando el frío en mi piel. Tomando las ropas en lo que le pedía compañía. Quizá esa noche no sería tan mala, quizá tendría algo que me despejara de mi diluvio, de las sensaciones horribles y tormentosas que todos los días me persiguen.
“Busquemos juntos la luz de la luna.”
Off: Pido perdón por la horrible demora. No tengo ninguna excusa.
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Re: Estrellas frustradas [priv]
Luego de haber acabado de reír pudo verse a sí mismo proyectado fuera de su cuerpo, analizando las situaciones que lo habían llevado hasta este preciso lugar, el cómo en contra de toda su naturaleza creyó haberse quedado prendado de una mujer… una mujer casada, siendo que sus propios instintos pulsaban al lado contrario. Sí, se sentía realmente estúpido de solo pensar en ello, sobre todo porque sabía que aquello se había debido únicamente a que ella le había expresado un cariño que rayaba lo maternal.
Ahora era libre para definirse, para decidir quien quería ser, ya que aquella necesidad de cambiar de colores solo para encajar frente a quien hubiese pagado por él, había terminado rota junto con esas cadenas que tiraban de su cuello para que mantuviese gacha la cabeza y no hiciera más que obedecer. Ya no más. En esa misma posición en que estaba recostado sobre la piedra, dejó caer la cabeza hacía atrás con libertad, volteándola ligeramente cuando el muchacho de rasgos asiáticos volvía a tomar la palabra.
Trató de ponerle la mayor atención posible al contenido de sus palabras, incluso a aquel regaño por su torpeza y mal trato a sus propias ropas, pero no pudo evitar deslizar la vista descaradamente por su torso, aunque sin malicia alguna, solo pensando en cuanto le gustaba el conjunto de líneas sobre el lienzo de un torso masculino por sobre las curvas y la voluptuosidad femenina. Cuando acabó el recorrido hasta aquel límite de lo tácitamente permitido, trató de sopesar sus palabras ¿Robar? ¿A qué se refería?
Frunció el ceño en lo que le pareció un par de segundos, en tanto mientras el muchacho le tendía la mano para ir a un sitio algo más apartado. Tan absorto estaba pensando en aquella frase que se le antojaba casi incoherente que agravando la falta, no hizo amago alguno por moverse para aceptar aquel ofrecimiento, más por su falta de atención que por agravio.
De hecho, se quedó en el más absoluto silencio hasta que su interlocutor comenzó a hablar de nuevo, invitando y explicando al mismo tiempo, resolviendo el misterio y ofreciendo partir en búsqueda de otro que resolver. Un gitano de ojos almendrados. Ni siquiera intentó ocultar su sorpresa al respecto, y solo se limitó a esbozar una nueva sonrisa ante lo poco común que era encontrarse alguien en París que contase con ambos atributos, en una mezcla tan interesante como poco común.
Pero entonces con aquello de la lectura de manos volvió a abofetearle con el pasado, tanto que sus manos se aferraron a la piedra como si con el roce quisiera borrar esas líneas que predisponían o marcaban el pasado, según se quisiese ver. Él había aprendido aquel arte, aunque de una persona de dudosa confianza, para el deleite de su clientela más crédula. No es que tuviese alguna connotación negativa, pero con astucia se había dedicado a torcer el significado de las líneas para complacer, o manipular, así que tenía cierta reticencia sobre el tema, la que en todo caso, esta vez era injustificada.
- Ha acertado en todo sin necesidad de llegar a ver la palma de mi mano – dijo al tiempo que se levantaba, decidido a acompañarlo a un lugar con algo más de privacidad – Siento que no es necesario, pero de todos modos… - agregó con un poco de inseguridad antes de tenderle la mano, en parte para que lo ayudase a cruzar y en parte por lo de la lectura - ¿Promete decirme la verdad? – preguntó extendiendo la palma de la mano hacia arriba – Sin contemplaciones – finalizó, con la sonrisa de alguien tan herido que ya no tiene nada más que perder.
Sin mirar su mano trató de hacer memoria del orden y construcción de aquel mapa… la línea del corazón, cóncava hacia abajo era muestra de alguien necesitado; la línea de la cabeza, cortada era muestra de alguien inestable; y finalmente, la línea de la vida… esa no la recordaba, quizás por su estado desgastado. Pero todo este panorama general, ahora le hacía dudar que ese hombre que le había enseñado a leer la constitución de aquellas líneas fuese un charlatán, porque lamentablemente de lo que recordaba, todo calzaba. Aunque nunca venía mal una segunda opinión.
Ahora era libre para definirse, para decidir quien quería ser, ya que aquella necesidad de cambiar de colores solo para encajar frente a quien hubiese pagado por él, había terminado rota junto con esas cadenas que tiraban de su cuello para que mantuviese gacha la cabeza y no hiciera más que obedecer. Ya no más. En esa misma posición en que estaba recostado sobre la piedra, dejó caer la cabeza hacía atrás con libertad, volteándola ligeramente cuando el muchacho de rasgos asiáticos volvía a tomar la palabra.
Trató de ponerle la mayor atención posible al contenido de sus palabras, incluso a aquel regaño por su torpeza y mal trato a sus propias ropas, pero no pudo evitar deslizar la vista descaradamente por su torso, aunque sin malicia alguna, solo pensando en cuanto le gustaba el conjunto de líneas sobre el lienzo de un torso masculino por sobre las curvas y la voluptuosidad femenina. Cuando acabó el recorrido hasta aquel límite de lo tácitamente permitido, trató de sopesar sus palabras ¿Robar? ¿A qué se refería?
Frunció el ceño en lo que le pareció un par de segundos, en tanto mientras el muchacho le tendía la mano para ir a un sitio algo más apartado. Tan absorto estaba pensando en aquella frase que se le antojaba casi incoherente que agravando la falta, no hizo amago alguno por moverse para aceptar aquel ofrecimiento, más por su falta de atención que por agravio.
De hecho, se quedó en el más absoluto silencio hasta que su interlocutor comenzó a hablar de nuevo, invitando y explicando al mismo tiempo, resolviendo el misterio y ofreciendo partir en búsqueda de otro que resolver. Un gitano de ojos almendrados. Ni siquiera intentó ocultar su sorpresa al respecto, y solo se limitó a esbozar una nueva sonrisa ante lo poco común que era encontrarse alguien en París que contase con ambos atributos, en una mezcla tan interesante como poco común.
Pero entonces con aquello de la lectura de manos volvió a abofetearle con el pasado, tanto que sus manos se aferraron a la piedra como si con el roce quisiera borrar esas líneas que predisponían o marcaban el pasado, según se quisiese ver. Él había aprendido aquel arte, aunque de una persona de dudosa confianza, para el deleite de su clientela más crédula. No es que tuviese alguna connotación negativa, pero con astucia se había dedicado a torcer el significado de las líneas para complacer, o manipular, así que tenía cierta reticencia sobre el tema, la que en todo caso, esta vez era injustificada.
- Ha acertado en todo sin necesidad de llegar a ver la palma de mi mano – dijo al tiempo que se levantaba, decidido a acompañarlo a un lugar con algo más de privacidad – Siento que no es necesario, pero de todos modos… - agregó con un poco de inseguridad antes de tenderle la mano, en parte para que lo ayudase a cruzar y en parte por lo de la lectura - ¿Promete decirme la verdad? – preguntó extendiendo la palma de la mano hacia arriba – Sin contemplaciones – finalizó, con la sonrisa de alguien tan herido que ya no tiene nada más que perder.
Sin mirar su mano trató de hacer memoria del orden y construcción de aquel mapa… la línea del corazón, cóncava hacia abajo era muestra de alguien necesitado; la línea de la cabeza, cortada era muestra de alguien inestable; y finalmente, la línea de la vida… esa no la recordaba, quizás por su estado desgastado. Pero todo este panorama general, ahora le hacía dudar que ese hombre que le había enseñado a leer la constitución de aquellas líneas fuese un charlatán, porque lamentablemente de lo que recordaba, todo calzaba. Aunque nunca venía mal una segunda opinión.
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