Un cachorro siempre vuelve con su ama [Larisa]

por **Noah Evans** Mar Nov 27, 2012 3:56 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Saqué el collar de mi bolsillo, acercándomelo a la nariz una vez más y aspirando su aroma. Su aroma. Si podía captarlo con tal claridad habiendo pasado ya varios días y estando impregnado en una pieza de joyería, no podía imaginar el festín que supondría para mis sentidos el poder tener un pedazo de tela entre mis manos.

Había tenido que reprimirme para no buscarla inmediatamente después de habernos separado, y aunque sabía que aún no era socialmente correcto, no pude ignorar durante más días mis ganas de volver a ver a Larisa. ¡Bah! Al diablo los burgueses y sus estúpidas normas de cortesía buenas para nada.
Era ya por la tarde, pero si me daba prisa, llegaría a su morada antes de que oscureciese demasiado.

Y aquí era donde el collar entraba en juego. Me dirigí al punto donde me había despedido de ella días atrás y comencé a rastrear su aroma. No era una tarea fácil, ya que habían sido miles las personas que habían estado en ese mismo lugar desde entonces, por lo que el rastro era increiblemente frágil. Lo que en circunstancias normales me habría supuesto unos cuantos minutos, me había llevado algo más de una hora.
Sin embargo, y tras tener que volver varias veces sobre mis pasos por las calles de la ciudad, al fin me topé con el rastro correcto. A medida que me iba acercando el aroma se iba volviendo más intenso y palpable, indicándome que efectivamente no me había equivocado.

Finalmente, detuve mis pasos a las puertas de una imponente mansión. Sonreí de medio lado al observar que el edificio era completamente blanco. Siendo su dueña quien era, no podía ser de otra manera.

Sin querer perder más tiempo me aproximé hasta la puerta, respiré profundamente y llamé un par de veces con los nudillos, golpeando firmemente la madera.
Me pasé los dedos por el pelo, tratando de peinarme un poco para estar algo más presentable. Me alisé las arrugas de la camisa, las volví a arrugar y finalmente las alisé de nuevo, sin saber muy bien que hacer con mi ropa. Podía sentir el collar en el bolsillo de mi pantalón, ardiendo contra mi piel (aunque no fuese de manera literal).

Esperé.

por **Noah Evans** Mar Dic 25, 2012 8:11 am

Ella sonreía y automáticamente yo sonreía. Ella se entristecía y a los pocos segundos lo hacía yo también. Era impresionante comprobar por mí mismo como sus emociones influían hasta tal punto en mi estado de ánimo, practicamente moldeándolo a su antojo.
Tal vez el haber pasado tanto tiempo aislado en el bosque, sin mantener contacto practicamente con nadie, tenía la culpa de que ahora me pasase esto al intentar relacionarme. Tal vez fue exclusivamente cosa de Larisa, que tenía la particular habilidad de influir de esa manera en mi persona.

Su piel era tan blanca y tan perfecta que cuando se quedaba quieta durante un tiempo razonable (como ahora mismo, con los ojos cerrados y la expresión de su rostro relajada) podía pasar perfectamente como una muñeca de porcelana.
Su voz me devolvió a la realidad, percatándome de que nuevo me había quedado embobado mirándola, casi sin parpadear. Tenía que agradecer que el cosaco ya no estuviese por allí.

Miré el mentado instrumento con curiosidad. Evidentemente, sabía como era un piano, aunque era la primera vez que veía uno tan cerca, sin el vidrio de un expositor de por medio o en las ilustraciones de algún periódico.
Era realmente imponente.

—¿Tocarías algo para mí?—pedí casi sin pensar. A continuación mi mirada buscó la de Larisa bruscamente, ignorando el instrumento que había estado acaparando mi atención—Si lo deseas, claro—añadí con cierto nerviosismo. ¿Cómo se te ocurre pedirle algo así después de lo que acaba de pasar en esta mansión?—Tal vez me estoy sobrepasando demasiado...

Al fin y al cabo, yo era el invitado, y uno bastante mediocre. Suficientes atenciones había recibido ya como para encima hacer peticiones.

por **Larisa Navratinova** Mar Dic 25, 2012 11:44 am

La chica parpadeó un par de veces, para luego dedicarle una pequeña sonrisa. Aún si no lo hubiera pedido, en algún momento ella se habría sentado al piano, más que nada para liberar algo de tensión. Sin decir palabra, simplemente se levantó de su asiento para volver a sentarse, esta vez frente al instrumento.

Comenzó a hojear las partituras, buscando una que fuera lo suficientemente tranquila. No tenía ánimo para tocar algo demasiado tempestuoso. Pero al parecer había olvidado esas partituras en Rusia. Estaba a punto de darse por vencida cuando un milagro ocurrió. Una de las partituras tenía la inconfundible letra de Ludwika*, seguida de algunas notas lentas y relativamente ordenadas. Se sonrió. Esto era precisamente lo que buscaba.

-Sonata para piano "Pathetique", Mov. N° 2...-murmuró, mirándola bien. Por lo que alcanzaba a leer, era una melodía relajante-. Esto estará bien por ahora. Sólo tienes que escuchar.

Puso las hojas en su lugar, estiró un poco los dedos, lamió con cuidado sus labios y comenzó a tocar.

Nunca había interpretado esa canción, pero estaba impregnada del estilo de Ludwika, y a decir verdad le gustaba mucho. Era melodiosa y tranquila, casi melancólica. Le recordaba más que nada a una quieta puesta de sol en medio del campo, o al sonido del viento suave que pasaba entre medio de las hojas de los árboles. Algo en esas notas le traía bastante paz. Debía agradecerle a aquella compositora que le hubiera prestado esa sonata. Había valido la pena tocarla.

Cuando terminó, la sonrisa había vuelto a sus labios, aunque no tan abiertamente como otras oportunidades

Spoiler:

por **Noah Evans** Mar Ene 08, 2013 4:55 pm

Durante el transcurso de las primeras notas de la pieza dudé entre cerrar los ojos o seguir con mi mirada clavada sobre Larisa. Dejando la mente en blanco probablemente conseguiría concentrarme mucho mejor en la hermosa melodía, pero entonces dejaría de lado a su hermosa intérprete... por lo que finalmente me decidí por la segunda opción.
Aunque mi posición no era la más adecuada, podía ver como los dedos de la muchacha se movían con gracia y delicadeza sobre las teclas del piano, pero con una precisión digna del mejor de los cirujanos, manteniendo en todo momento el tempo y la afinación.

Si ya de por sí, y sin ningún motivo aparente, Larisa me había tenido comiendo de su mano desde el principio, ahora definitivamente me tenía rendido a sus pies.
Cualquiera de mis habilidades de fuerza bruta me parecían completamente insignificantes ante semejante destreza con el piano. Y eso que aún era joven y tenía décadas para seguir practicando y mejorar aún más.

—Definitivamente tienes un don—comenté cuando la melodía llegó a su fin. No podía verme reflejado en ninguna superficie, pero podría asegurar casi sin dudas que mis ojos se encontraban brillando con admiración por ella—Eres impresionante, Larisa, simplemente impresionante—añadí sonriendo ampliamente. De nuevo, no me molestaba lo más mínimo en ocultar mis emociones y pensamientos, halagándola abiertamente.

Y cierto era lo de su don, ya que aunque no fuese ninguna habilidad sobrenatural como podía serlo la mía, con sus manos y un piano había sido capaz de hacerme olvidar absolutamente todo para centrarme exclusivamente en la música. Nunca antes me había topado con alguien capaz de lograr algo así.
Me sentía extremadamente afortunado en este momento por haberla encontrado ese día en la plaza y por haber tenido la oportunidad de llegar hasta donde estaba ahora.

por **Larisa Navratinova** Mar Ene 08, 2013 10:21 pm

Larisa sólo atinó a pestañear un par de veces, ruborizándose. La verdad, no creía ser tan buena, pero al escuchar los halagos que salían de los labios de Noah no podía evitar pensar en que era quizá la mejor intérprete de todo París. Era el único hombre que conocía hasta ahora que era capaz de convencerla de lo más inverosímil a la velocidad de un pestañeo. Ni Vladimir había tenido tal poder sobre ella antes. E incluso Barnhard se veía tristemente opacado.

Le dirigió una sonrisa tímida a la vez que trataba de ordenar su cabeza. ¿Pero qué le estaba pasando? No era difícil que creyera todo lo que le decían, de hecho era terriblemente ingenua, aunque aquella ingenuidad tenía un límite, como todas las cosas. Pero si el joven le hubiera dicho con toda la seguridad del mundo que los dragones y los unicornios existían y se camuflaban en los bosques, ella lo habría creído a pies juntillas y lo habría tomado como la mayor verdad del universo. Para ponerlo de manera más simple, Noah la tenía en la palma de su mano, aunque ella misma ni siquiera se diera cuenta.

-Cuando lo dices así no me queda otra opción que creerte- la sonrisa se hizo un poco más pronunciada, a pesar de que la voz salía casi como un murmullo, apenas audible-. ¿Siempre eres así de carismático con la gente?

Ella también tenía el derecho a halagar, y esa era una de las cosas que admiraba en su acompañante, ese carisma natural que parecía poseer. Una característica de la que ella carecía, tímida como era.

por **Noah Evans** Sáb Ene 12, 2013 7:41 am

Ahora fue mi turno de sonreir abiertamente, soltando una pequeña carcajada, aunque no por ello menos sincera. Ladeé ligeramente la cabeza hacia un lado con expresión flirteante antes de hablar, recuperando ligeramente la compostura antes de despegar los labios.

—No debería desvelarte mi secreto... pero solo soy realmente carismático cuando la persona en cuestión vale la pena—arqueé ligeramente la ceja izquierda mientras que mis labios se curvaban en una sonrisa disimulada. Para, Noah. Tosí un par de veces, aclarándome la garganta.
En ocasiones, como la presente, el pícaro que llevaba en mi interior daba la cara sin que pudiera evitarlo, con la diferencia de que este no era el momento ni el lugar. Tampoco la persona, ya que Larisa no era cualquier muchacha que pudiera encontrarme en la calle y con la que pasar un buen rato. Desde el principio había marcado la diferencia.

Me puse en pie y me dirigía hasta la ventana, echando un vistazo a la calle. Después de unos segundo volví a acercarme hasta el piano, quedándome parado frente al instrumento y su dueña.

—No quiero que me malinterpretes, pero tal vez se está empezando a hacer demasiado tarde como para que sigas a solas con un hombre en tu casa—comenté. Si semejante acto llegaba a oídos de cualquiera, probablemente levantaría habladurías y comentarios malintencionaados en contra de Larisa—Tal vez debería irme—aunque por supuesto, y sin que ella lo supiera, realmente no iba a marcharme. Probablemente utilizaría la tranquilidad de la noche para merodear alrededor de la mansión en busca de alguna pista que pudiese resultar de ayuda.

por **Larisa Navratinova** Sáb Ene 12, 2013 10:33 am

La chica miró hacia afuera. Estaba comenzando a oscurecer, y probablemente su hermano no tardaría en llegar. No sería prudente que Noah se quedara más tiempo, por el bien de su integridad física. Así que se levantó casi a regañadientes para acompañarlo a la salida. El que fuera necesaria su despedida no significaba que fuera agradable. A decir verdad, se sentía algo triste ante la perspectiva de despedirse de Noah. No sabía a ciencia cierta si viviría para verlo de nuevo. La sola idea hizo que se le hiciera un nudo en el estómago. Ahora la perspectiva de morir ya no le era tan indiferente como antes.

“¿Por qué le temen a la muerte?”

No es que le tema, respondió a su pensamiento, es sólo que al parecer ahora tengo una razón para sobrevivir. No puedo morir porque hay personas que se preocupan por mi vida. No puedo defraudarlos con una muerte fácil, ¿cierto? ¿No sería una opción demasiado sencilla el rendirse así como así, sin luchar? ¿Qué maravillas tiene la muerte comparada con un nuevo día de vida, además de la oscuridad y el descanso?

“Tienes esperanza, entonces. Pero, ¿Podrás lidiar con la muerte si ésta llega por sorpresa?”

La joven bajó los ojos. Aquel monólogo interior la dejaba con más interrogantes e inseguridades. ¿Podría ella lidiar con un final abrupto? No lo sabía a ciencia cierta, y esperaba que la respuesta fuera sí. Pero por ahora, sólo podía esperar y rezar porque aquella situación no se cumpliera tan pronto. Ahora tenía que vivir. O al menos intentarlo. No quería que nadie sufriera por su culpa. Ya había sido suficiente con todo el asunto de Rusia.

La puerta de salida apareció frente a sus ojos, tan blanca como el resto de la casa. Le sorprendió el hecho de que Barnhard no la flanqueara, como hacía siempre, pero luego movió la cabeza. Quizá tenía cosas más importantes que hacer. No por nada era el sirviente principal de la casa. Con cuidado, abrió y dejó ver el enorme jardín que flanqueaba la entrada a la mansión. Le dedicó una sonrisa algo triste. ¿Y si era la última vez que lo veía?

-Supongo que es un “hasta pronto” con la pequeña incertidumbre de un “adiós”, ¿No es verdad?- murmuró.

por **Noah Evans** Dom Ene 13, 2013 5:52 am

Un silencio casi sepulcral se levantó ente nosotros, durando hasta que ambos nos situamos en la entrada principal de la mansión. Di un par de pasos hacia adelante, situándome bajo el marco de la puerta. A continuación giré sobre mis talones, quedando frente a Larisa.
Su despedida fue apenas audible, haciéndola ver pequeña y débil otra vez. Su expresión triste fue como una puñalada directa al corazón.

Moviendome con extrema lentitud, llevé mi mano hasta su rostro, colocando la palma sobre su mejilla mientras que acariciaba su piel suave con la yema del dedo gordo.

—Voy a cumplir mi promesa, Larisa—dije con voz suave, con total determinación—Saldremos de esta juntos. Entre todos lo conseguiremos—mis últimas palabras fueron una rectificación de las primeras, ya que tampoco quería darme tanta importancia en el asunto.
En una partida de ajedrez yo solo sería un peón más, dispuesto a hacer todo lo que fuese necesario por proteger a su rey. Reina, en este caso.

A continuación, hice todo lo posible por dibujar una sonrisa tranquilizadora en mi rostro, ya que por nada del mundo quería que nuestra despedida terminase siendo tan amarga. Finalmente retiré mi mano de su rostro, dejando que volviese a su posición inicial, colgando en un costado de mi cuerpo.

—Volveré antes de lo que puedas imaginar, no pienses que vas a librarte tan facilmente de mí—me despedí con cierta broma, completamente decidido a conseguir que volviese a sonreir, aunque fuese por unos breves instantes. Dudando entre decir o hacer algo más, finalmente me decidí por sacar el collar que había estado todo este tiempo a buen recaudo en mi bolsillo—Además, aún tenemos una deuda pendiente—le guiñé el ojo y volví a guardar el objeto en mi bolsillo.

Giré sobre mis talones y comencé a caminar, alejándome de los dominios de los Navratinov. Me detendría a dos o tres manzanas de distancia como máximo, esperando a que la noche llegase por completo antes de regresar a la mansión para comenzar mi particular investigación. Que comience la partida.

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