Juegos sin reglas (Privado)

Sabía que podría tener enemigos pero muy poco le interesaba, ya había podido encargarse de varios hombres contratados para poder ser feliz a más de uno, así que en realidad no le temía mucho a la muerte y a quien podría llegar a estar interesado en comprar la recompensa que le ponían a su cabeza. Parecía que algunos no podían entender que el simplemente vivía una vida que buscaba ser normal, con altos y bajos, como un humano normal. Aquella noche era una locura total, las cortesanas andaban y desandaban en busca de sexo por doquier, parecía que no le interesaba quien seria las que estuvieran dentro de ellas, con tal de que le diera una buena cantidad de dinero para así compensar el haber tenido que soportarlos por un tiempo determinadamente corto. Algunas con mayor clase esperaban que los clientes de su selección llegaran y así poder pedir una suma considerable mientras que a los otros los desechaba y las otras putas como moscas aprovechaban a los hombres rechazados para poder subirle su ego masculino.

Eran como leonas hambrientas en busca de alguna presa para devorar fácilmente, Eerin no pudo percibir bien cuando una de ellas se acerco por detrás hinchando sus uñas en su espalda, pues ya otra estaba al frente de el sujetando su mentón en busca de algún húmedo beso que la llevara al éxtasis. Estaban llenas de opio, estaba seguro que no le cobrarían ni un franco, pues no sabrían ni quien fue la que se las cogió, el licántropo dejo salir una risa al mismo tiempo que una de dividía y se convertían en dos que esperaban ansiosas que el también le diera prioridad a sus cuerpos voluptuosos y que cualquier mujer envidiaría.

Rostros con mucho maquillajes, labios carmesí que pierden el color entre besos y besos que dejan en su cuello, mientras las manos del hombre fornido y deseoso de los cuerpos de las damas putas que se le ofrecieron como carne fresca en una bandeja a un hambriento lobo y buscaba más que placer, buscaba distracción para olvidarse y fundirse con aquellos actos pecaminosos que cualquier sacerdote llamaría como orgia organizada por el mismo Satanás, Lucifer, Belcebú… tantos nombres que se confundían uno con el otro.

Las mujeres suplicaban por atención, pero antes de que él pudiera complacer a aquellas ninfas que ya tenían sus entradas húmedas, esperando que algún objeto fuera introducido en aquel lugar, algo paso. Para decir la verdad, no le pareció extraño que el mundo comenzara a derrumbarse, tal vez algún borracho se metió con la dama de otro borracho y como pólvora comenzó a encender los ánimos barbáricos de los hombres, que como animales natos buscan deshacerse de aquella necesidad de pelear para saber con quién se quedaría con las mejores hembras. Las damas se asustaron y rápidamente dejaron al licántropo que miraba detenidamente aquel desorden organizado, pronto encontró entre la multitud algo que no encajaba bien, sus oídos captaron las quejas de los hombres y pudo oler el suave olor de la dama vestida de hombre que parecía esconder más que su sexo -–Grr…- alejo a las últimas dos que aun quedaban a su disposición comenzando a recorrer aquel lugar con la agilidad y discreción sobrehumana.

Pudo rápidamente esconderse entre las sombras que le rodeaban mientras de muy de cerca –más de lo que ella creía- seguía a aquella travesti del cual estaba seguro que la estaba buscando a él, tal vez estaba siendo paranoico para era mejor estar seguros antes de que lamentar, además si conocía la cara de su nuevo adversario, sería más fácil identificarle la próxima vez -¿Qué de la cara…?- resonó en todo el callejón aquella voz gruesa que tenia-Un burro no debería estar hablando de orejas querida Madame- sentencio para luego una risa invadir todo el lugar como y este fuera una clase de vino que llenaba toda una copa vacía, sin rebosarla, pero si llenándola por completo. –Me pregunto cómo piensas matarme si aun no te das cuenta de que estoy detrás tuyo- añadió al mismo tiempo que salía de las sombras para así sujetar a la joven de la cintura mientras rápidamente inmovilizaba sus manos poniéndolas por detrás de la espalda.

El escapar del lobo era algo estúpido, tan estúpido que Eerin aun no entendía si las personas no comprendían que era como abrazar a la muerte rogándole por un beso que los llevara directo al infierno. Pero no era problema de él, su problema principal era sobrevivir y cualquier persona que se atravesara convirtiéndose en un obstáculo para su objetivo, saldría lastimado… o mejor, buscaría lo que siempre ha deseado, morir en manos de un sanguinario licántropo, como en ocasiones podría ser este personaje. Dejo salir una risa divertida, aquella mujer mostraba todos los indicios de que era una experto en asesinar y en otras cosas, sus movimientos delicados pero al mismo tiempo precisos, que no necesitaba la fuerza para alguna riña. Eerin la analizaba mientras forcejeaba con ella, tendría oportunidad, eso lo veía mientras con sus ojos entrecerrados y una sonrisa ladina revisaba sus movimientos detallándolos recelosamente, lástima que su enemigo de esta noche fuera un sobrenatural y no un hombre el cual podría patearle los huevos, dejarlo sin hijos e irse tranquilamente después de matarlo o realizar el trabajo que tenía que realizar.


-¿Te convertirás en mi caperucita?- pregunto con su voz rasposa y sugerente mientras sentía como sus caderas pecaban con las suyas, lo que le hizo sonreír aun mas. Negó con su cabeza, no le diría su nombre así de fácil. El nombre de una persona era una parte débil y fácil de perjudicar, su una persona no tenia cuidado, podrían robarle el alma con solo pronunciar su nombre a las personas equivocadas, así que solamente frunció el ceño manteniéndola sometida como la ninfómana que parecía ser. En sus ojos se veía, lo gustosa que estaba por el contacto físico de aquel hombre varonil, también estaba gustoso de sentir el aliento de una recia, pero hermosa mujer cerca de él. Si podía morir en manos de bellezas exóticas como ella, podría decir que moriría más que feliz, pero en sus planes no estaba fallecer a manos de un asesino a sueldo, no importaba lo cuan hermosa fuera, esos no eran sus planes.

Debió haber tenido cuidado con aquella tipa que tenía más de un truco en mano, el dolor de sentir sus dientes chocar uno contra otro le hizo aflorar su agarre. Estaba aturdido, tanto que no sabía si los insultos que se acumulaban en su mente están saliendo en un idioma que ella pudiera entender. La escucha por unos segundos antes de que se perdiera en aquella oscuridad densa y tuene. -Maldita perra- por fin logra lanzar cuando su mentón había podido volver a poner el su lugar-Si piensas que te puedes escapar de mi tan fácilmente ya verás… desgraciada… - se toco por decima vez su mentón, moviendo su mandíbula de un lado a otro, percatándose de que todo estuviera bien. Sonrió suavemente para luego dejar salir una gran carcajada –Ah… Eerin comienzas a sentir los años ¿no?- bromeo mientras se guardaba mas manos en los bolsillos y comenzaba a caminar de forma despreocupada por donde la mujer se había ido. Por suerte había captado su olor con mucha facilidad, ahora la podría buscar como sabueso en busca de alguna liebre, fácilmente encontraría su madriguera y daría caza con tanta simpleza y facilidad que la chica aprendería a no meterse con licántropos.

Había pasados unas calles escuchando los ruidos de las casas y los edificio que cubrían y creaban aquellos laberintos que conocía desde hace mucho años, el olor de la chica parecía haber creado un especie de hilo que guiaba al licántropo con tanta facilidad que le parecía hasta un poco aburrido. Por unos minutos se aburrió pero siguió caminando hasta que llego a su lugar, una puerta que tenia impregnada el olor de la chica. Dejo por unos segundos para examinar el lugar y luego entrar sin cuidado alguno notando que la chica estaba nuevamente de espalda, con las caderas cubiertas por un vestido que parecía ajustarse de forma sexosamente perfecta a su cuerpo, aun tenia la parte de arriba sin ajustar, por eso mismo Eerin sonrió relamiéndose los labios con un poco de deseos de probar un poco de aquello que parecía inalcanzable, pero tan palpable.

-Me encantaría…- dijo para que la joven se diera cuenta de su presencia – saber cómo es que aun no te han matado- se alzo los hombros mientras daba unos pasos hacia aquella pequeña habitación que no tenía grandes lujos, pero que se podría vivir dignamente por unos cuantos meses. Sus ojos se alzaron con una expresión contraída, aun rencoroso por el golpe de hace un rato, pero no podía evitar que todo aquello se suavizara gracias al cuerpo de la mujer. Dejo salir una leve risa al notar aquella expresión en el rostro de la mujer, parecía tensa, sus hombros lo decían. Eerin cerró la puerta, mirando alrededor las armas que la mujer había poseído antes, mientras avanzada, de forma rápida las quito de su alcance lanzándola lejos de donde ella estaba, no se dispuso a saber donde cayeron, no le interesaba en lo más mínimo aquella incógnita que tal vez la chica se preguntaba-Tienes una expresión de hielo. Yo me voy a encargar de derretirlo- susurro mientras la sujetaba del cuello, para alzarla hasta que sus pequeños y agiles pies dejaran de tocar el piso.

Un dimanante entre tanta mierda

Ahora ya sabía porque no la habían matado hace tiempo, era buena la hija de puta que se había encontrado, tal vez por eso la habían contratado para matarlo. Eso no se veía todos los días, una mujer con tanta habilidad para sobrepasar a tantos hombres que habían buscado lo mismo, pero muerto en su misión. Era una arpía de aquellas que había que tenerle miedo. El roce de su punta fue algo inesperado, pero no dejaba de ser divertido para él y también para ella. La escucho hablar mientras el no titubeaba en mantener la misma presión en su cuello, solamente un poco mas y podría romperle el cuello, pero eso no sería tan divertido, era mejor ver como las victimas se retorcían entre sus garras. –Debo saber que estamos con las mismas “Ventajas”- dijo él mientras aflojaba un poco su mano y acercaba su cuerpo al de ella presionando sus pechos voluptuosos entre su acho y plano pecho, con la otra mano libre comenzó a recorrer los muslos rompiendo cualquier cosa de cuero u otro material que se encontrara cerca y que fuera algún arma.

-Si tienes más cosas debajo de este vestido, yo lo sabré- dijo el sonriendo ampliamente mientras seguía con lo suyo, subiendo hasta las caderas para presionar con sus uñas en aquel lugar tan ancho y delicioso –Sería una lástima que este provocativo vestido se fuera a la mierda con un simple movimiento- su mano de forma rápida deslizo el cierre y la dejo libre del agarre de su cuello para que este cayera y dejarla completamente visible ante él. Eerin no se confiaría, revisaría cada parte de su cuerpo antes de poder decir que no tenía un algo que le diera cierta ventaja, se había retirado un poco para que el vestido bajara gracias a la gravedad, la ropa interior era otra cuestión, sujeto por las caderas aquella intimidad y la rompió en un momento para dejar libre el monte de Venus de aquella mujer.

Al final de cuenta era una mujer y como él lo suponía estaba buscando un juego en donde los dos pudieran congeniar. El seguía aquel jueguito aun más entusiasmado de tener que hacerlo con la persona que estuvo a punto de matarlo hace unos minutos. La sujeto del hombro para tirarla en aquella cama para luego el mismo ponérsele encima y tantear cualquier cosa que estuviera allí. Caso debajo de la almohada otra daga, por los lados varias más. Cada cosa que encontraba la ponía lejos del alcance de la mujer para que ella no tuviera oportunidad de coger alguna y rajarle la garganta. –Parece que ya todo está revisado- dijo sentándose a en la cama mientras los pies de la mujer estaban cerca de él. Se quito la camisa tirándola en algún lugar de aquella habitación, en realidad ya no le importaba donde lo dejaba, solamente importaba las armas, sus ropas no mucho. Había sido considerado con ella y dejado el bonito vestido intacto, pero no decía lo mismo con su sostén, que tan vez tendrá el mismo destino que su panty inservible.

Sujeto sus piernas por debajo de las rodillas para alzarlas y dejar las piernas rectas, mientras sus nalgas no tocaban la cama. –Tienes buena flexibilidad- dijo en mientras el olor del sexo le llegaba aun mas fuerte a sus fosas nasales. Era como una droga que a los hombres le encantaba y el no era la excepción –Que lindo coño tienes, a la final eres mujer, debería verificar que no tienes ningún arma por allí- dijo abriéndole las piernas de lado a lado mientras su rostro se adentraba en un mar desconocido. Se veía peludo, pero sin dejar de ser tierno y delicioso, aquellos cabellos tupidos que adornaban el triangulo de su vientre, la hacían ver más mujer, madura y tal vez experta, pero el olor de su sexo le indicaba que ya había probado el placer “prohibido” que le proporcionaba un acto sexual. Con la punta de su nariz acaricio aquel botoncito que parecía desear hincarse ante el tacto del licántropo. Dejo libre una de sus piernas mientras que la otra la alzaba un poco hacia adelante mientras acercaba su mano hacia la entrada de la mujer. Introdujo rápidamente uno de sus dedos, el cual se deslizo rápidamente por aquellas paredes húmedas –Veamos que tienes por aquí- dijo mientras movía su dedo de forma circular para luego introducir otro y comenzar a acariciar mutuamente sus paredes que parecían comenzar a estar aun más calientes y contraerse entre si para succionar sus dedos. –No, aun no alcanzo a tocar nada- comento de forma juguetón mientras sentía como su propio sexo había despertado por tanto juego previo.

Ella no era como las mujeres normales, su olor era tan diferente que el lobo se quedaba mirando extrañado de que tal ser humano, tal fémina tuviera una fuerza como ella, una esencia perfectamente amoldada para acostumbrarse y sobrevivir a este mundo lleno de perversión. En el mundo que se vivía era tan decadente que cada vez que mirabas hacia los lados lo único que se podía disfrutar era la putrefacción que estaba alrededor de todos. Muertes de personas como si fueran animales, tirados en la calles sin tener mucho conocimiento de quienes realmente era y que pudieron llegar a ser… tal débiles eran, que sucumbían al delicioso deseo de la muerte, para así dejar de sufrir. ¿La muerte resolvía algo? Deseaba saberlo, le hubiera encantado saber cuáles eran las respuestas que llegaban cuando una persona moría, pero claro el en esos momentos no estaba interesado en dejar que la muerte tocara sus puertas.

Más interesante, era mucho más interesante tocar las paredes de aquella cavidad húmeda y tierna, sentir como se mojaba cada vez mas y los fluidos manchaban completamente los dedos que estaban adentro de aquella mujer, su lengua era filosa como una espada, escupía palabras que buscaban herir el orgullo del hombre que la estaba sometiendo con apenas sus dedos, pero para poder hartarlo y hacerlo enojar, debía volver a nacer, ser más madura, pues comparado con el, ella solamente era una niña, una bebe en pañales, que apenas estaba comenzando a aprender a caminar en este mundo hostil. -¿Para qué debemos utilizar la violencia y la rudeza?- le pregunto con una sonrisa amplia mientras toda la habitación ya comenzaba a oler a ese natural y exquisito olor de la femineidad –Me es más divertido ver como lentamente te retuerces por mis dedos- indico el complacido por los suaves espasmos que provocaban las corrientes que recorrían su cuerpo. El también sentía aquella oleada de pasión, solamente ver como se retorcía en la cama, sentir el roce se su piel desnuda con la de él, le había subir la presión y un deseo instintivo recorría su cuerpo animal.

-Mujer deja de desesperarte que ya pronto llegaremos a ese lugar- dijo él con una sonrisilla. Sentía el pie en su entrepierna, sus ojos se posaron en los de ellos, mientras sus dedos hacían estragos dentro de ella, moviéndose con diferentes ritmos buscando aquellos puntos en donde la mujer pudiera gemir aun más. Pudo sentir sus caderas moviéndose a un ritmo que ella había marcado y sus dedos lo seguían como si supieran que debían hacerlo. Que divertido era cuando todo cambiaba de un momento a otro, se vio debajo de ella en unos segundos, dejo salir un leve gruñido, era normal sentirse algo enfurecido mientras sentía como buscaban tumbarlo de su trono, se quedo tranquilo, miro como le ataban sus manos con aquel cinturón de cuero, evito reírse, eso no lo detendría, pero no sentía peligro en lo que ella buscaba hacer, así que simplemente se dejo, se dispuso a ser sumiso por unos minutos.

Se alzo los hombros mientras le dedicaba una mirada curiosa – Yo simplemente soy un hombre sin sueños ni esperanza- susurro él. Podía sentir como sus manos tanteaban su cuerpo, con sus uñas rasgando su piel, era un dolor delicioso, excitante, interesante. Sus manos rasgaron un poco el pantalón mientras buscaba sacarlo de su puesto, ahora parece un felino encontrando un juguete interesante, Eerin lo encuentra fascinante, sus ojos no pueden quitarse en aquellas pupilas que le miran desde ese punto débil, lo invitaba a extasiarse con la vista, ella deseaba que el viera como disfrutaba jugar con su sexo, sus ojos decían “mírame” y el cómo alguien hechizado aceptaba esa orden, mientras en su cuerpo comenzaba a sentir los espasmos y el placer que aquella boca le podría proporcionar, que buena era en eso, las caderas del lobo comenzaron a moverse inconscientemente, mientras ella disfrutaba y saboreaba todo aquella intimidad que había logrado introducir en su boca. –Que buena eres- le halago con un tono algo socarrón –pero es mejor que mejores por ti sola, si no quieres que rompa el cinturón y me cerciore que sean una mujer en tu interior-

El cazador ha de ir siempre un poco hambriento, pues el hambre agudiza los sentidos.
Luis Sepúlveda

Se veía tan sexy, chupándola, que eso hacía que se le pusiera más dura, pero era una la batalla máxima por la supremacía sexual y el no sería el perdedor, por eso, aunque sus caderas parecían estar locas por seguir los movimientos de aquella deliciosa boquita y luego sus manitas, se quedo con aire despreocupado. El sexo su placer máximo de su ser, no podía evitar sentirse encantado de encontrarse con cuan caderas jugosas con las que podría comerse enterita, para luego dejarlas tirada y seguir con su vida. ¿Qué importaba el futuro? Disfrutaría cada lamida, cada succión de aquel oral, pero egoístamente, porque no permitirá que la mujer se extasiara con su placer.

Darle poder a las mujeres era lo más peligroso que un hombre podría hacer, debía mantenerlas bajas, sin mucho ego alto que pudieran afectar su posición, pues ellas siempre debían estar entre las piernas de un buen hombre, manteniéndolo a gusto y relajado.

¿Cuántas veces en su cabeza no estuvo aquella advertencia de que aquella mujer era peligrosa? Ya le aburría pensar en eso. Sus labios eran imanes, y el cuerpo de ella, también parecía serlo, el calor de su sexo, lo llamaba como si fuera algún animal que buscaba que su descendencia fuera la mejor y más fuerte, pero todo pareció parar en un momento a otro y Eerin quedaba con aquella excitación al máximo, mientras el contenedor, que debería terminar de dejarla descargar se alejaba restregándole su trasero y sus caderas, rechazando al macho que estaba cerca de ella con cada paso que daba. Se quedo acostado, mirando el techo, mientras la escuchaba y se reía de sus palabras.

Las mujeres eran extrañas. ¿Para qué expresar los sentimientos? Solamente se necesitaba follar y el demostraría todo lo que se necesitaría expresar, así mismo pensaba él. —¿En serio piensas que dejare que me dejes esta cosa así?— camino con cierta rapidez al baño, hasta que la agarro por detrás, posiciono sus manos entre su cintura, acercando su trasero y haciendo que su sexo duro se restregara entre aquellos dos jugosos muslos. — no necesito mostrarte nada a ti, tu solamente eres un deposito para mi semen. ¿Entendiste? — la acorralo contra una pared, mientras su diente rasguñaba el lóbulo de su oreja y con un movimiento le abría aun más la piernas.

— dime antes que decida por mí mismo y deje de ser bueno. ¿Ano o vagina? — pregunto tanteando con dos de sus dedos, aquel lugarcito prohibido, para luego bajar hasta encontrarse con el orificio vaginal, el cual estaba húmedo y chorreante esperando por su intimidad. La presiono para que bajara su rostro, y alzara mas el trasero, sus manos se posicionaron en sus dos nalgas, para abrirlas, mientras la presionaban con sus grandes manos y este se relamía con cierta malicia.

Sin pensarlo dos veces, la penetro en silencio y con un solo movimiento, haciendo que su intimidad llegara a tocar hasta lo más profundo de sus entrañas, tuvo que moverse otra vez, para completar su viaje y poder decir que estaba completamente dentro del ano de la mujer. ¡Qué estrecho estaba aquel lugar! Había sido el mejor lugar para elegir, el sentir como se contraía, mientras estaba el falo inerte en ese lugar lo hacia estremecerse y gemir sin poder evitarlos. — ¿Te duele? — Pregunto sujetando sus caderas, para comenzar a moverse con bestialidad, haciendo que su trasero chocara con su pelvis — A mi no… si fueras seguido como zorra buena en la cama, no hubiera pasado esto. ¿Entiendes? Es tu culpa, por no haberme dejado solo con mi falo a punto de explotar—.

Su boca sucia decía lo contrario, que su cuerpo, el cual parecía estar muy acostumbrado a esos tratos y mas que acostumbrado, le encantaba, parecía deseoso de ellos, con solo mirar como llegaba a acomodarse, para tener una mejor cobertura de lo que estaba dentro de ella, aun así, ella parecía hacerse la fuerte, aunque estuviera restregando y posiblemente desgarrando sus entrañas, aun la dama, seguía con aquella ímpetu, que parecía caracterizarla. ¿Acaso pensaba que sería mejor, si seguía con aquel comportamiento? El lobo no lo creía, le seguiría yendo muy mal, si seguía con esa boca tan sucia como la que tenía en esos momentos. Una serpiente, con lengua filosa, eso era lo que deseaba ser, para poder protegerse, con un velo, que no Servía con Eerin

— Mas terca, que un caballo salvaje — dejo salir un gemido, encontrando fascinante como la dama, si es que a eso podría llamársele “dama” buscaba impedir, que su cuerpo se acomodara como era debido, pero eran puras rebeldías de ella, para no ceder, pues si cedía, estaría perdiendo. — No me provoques, estúpida, mira que estoy siendo suave contigo — su paciencia comenzaba a agotarse, quería arrancarle la lengua, no la quería escuchar hablar más, su mente se había estancado, en una mentalidad primitiva. Follar, eso era lo que su cuerpo pedía, era cierto, la presión de tener unos muslos cerrados, entre tu falo, no era muy grata, aun así, lo estrecho, siempre era lo mejor. Dio algunas embestidas, para llevar su sexo a lo más profundo, sin importarle realmente lo violento que podría llegar a ser, estaba seguro que al final, la jovencita, quedaría con un bien dolor de culo, todo por tener una boca más sucia que su ano.

Sus manos estaban entrelazadas con las de ellas, dejo salir un gruñido, mientras dejaba una de ellas libres, al mismo tiempo, que su pie de deslizaba hasta la estar al lado de su pie derecho, hizo que fácilmente uno de ellos se deslizara, como un poco hacia un lado, permitiendo acercarse sin tener restricción y dar una buena embestida hacia las entrañas de la mujer, mientras se su mano iba a la boca de ella, tapándola junto con su nariz, para así privarle el privilegio de respirar. — ¿Sabes? — le susurro a su oído — tu voz ya me tiene harto, así que, te lo digo en serio, si no quieres terminar a tres metros bajo tierra, cierra esa maldita boca — bajo la mirada, aun manteniendo su mano, asfixiándole. Una sonrisa tétrica se formo en sus labios, — me han dicho, que en ese punto de desmayarte, las mujeres aprietan el sexo, de una forma espectacular, tengo curiosidad de saber si es así — rio apretando aun más la mano en su nariz, mientras acercaba todo el cuerpo al suyo, mientras seguía moviendo sus caderas, continuamente, acostumbrando con éxito aquel agujero, que parecía desearlo, tal vez mas que su propio coño.

Tal vez así, comprendería lo serio que hablara, contaría los segundos que duraba luchando, con el hecho de no sentir aire entrar, ni salir, le encantaría sentir ese cuerpo luchar entre su agarre, mientras él, simplemente seguía follándola, hasta su desmayo, si seguía viva, debía ser más fácil de controlar, si no lograba el cometido, de hacerla callar la boca, debería comenzar a comenzar en otro método, de hacerle entender, quien era el que tenia los pantalones y el pene en ese lugar. Si había pensado que había encontrado alguien, que desistiera fácilmente, ante la fierita que era, se había equivocado de hombre, si no era por las buenas, era por las malas. ¿Cuándo duraría para desmayarse? ¿Sería buena niña luego de casi morir? Si era que, bueno, Eerin calculaba bien y no se moría asfixiada, solamente tenía un 20% de posibilidades de sobrevivir, la gitana tendría que tener buena suerte…

Aunque una mujer pudiera decir que no, esconder su placer, de forma esplendida, porque ellas eran excelentes mentirosas, pero cuando su intimidad hablaba, no había forma de ocultar lo que su cuerpo gritaba a los cuatro vientos. Había podido recibir el regalo de sentir como las paredes se contraían gracias a los orgasmos que inundaban el cuerpo de la gitana, el sintió la intensidad, gracias a la mordida, que solamente le dio un poco mas de sabor al momento, haciendo que sus movimientos fueran más profundos y violentos, pudo llegar dentro de ella, antes de soltarla, liberarla de sus garrar, para que pudiera moverse a su antojo, ya el ámbito había cambiado, no se sentía tan tenso, pero también debía ser por haber llegado al orgasmo, con una mujer tan provocativa.

El cuerpo de la gitana era totalmente sensual, lo que hizo que el cansado miembro del licántropo despertara rápidamente de su siesta, ella sabía lo que tenia y lo paseaba, se contoneaba como pavo a sus plumas, al frente de un lobo hambriento, pero a el no le importaba, se cruzo de brazos riéndose, bufando mientras miraba hacia abajo, hacia el suelo del baño — ¿Si ya no quiero? — pregunto detallando su provocativos movimientos, cuando te mostraban un pastel, no lo ibas a rechazar, se acerco a la mujer, sujetándola de las caderas, en un suave movimiento la acerco a su cuerpo, caderas con caderas, sus sexos se rozaban, mientras sus miradas jugaban y sus bocas se ansiaban tocar — Ya no necesito eso, se que te portaras muy bien — le susurro rosando sus labios carnosos, haciendo que su aliento chocara contra ellos.

No se hizo esperar mucho, beso lentamente sus labios, comenzando por morder su labio inferior, para luego introducir su lengua, como intruso a su boca, encontrándose con la de ella, comenzaron a enredarse, luchar entre sí, mientras volvía a aumentar la temperatura de sus cuerpos, se podía sentir el calor de los dos sexos, llamándose mutuamente, provocando movimientos de simple inercia, para lograr acercarse mas. Sus manos se deslizaron hacia sus glúteos, apretujándolos, con cierta suavidad, no le fue difícil seguir hasta sus muslos y sujetarla firmemente para alzarla, las piernas de ella quedaron entrelazadas por su espalda, aferrándose a su cuerpo, mientras no parecían tener pensado separar sus labios.

Camino hacia hasta la pequeña cama de la gitana, tumbándola con cuidado, mientras él estaba encima de ella, soto sus labios, solamente para atacar su cuello, con mordiscos y besos, bajo y bajo, entre lamidas hasta sus pezones, los cuales saboreo momentáneamente, para luego volver a sus labios, mantenía sus manos en las piernas, separándolas para así darle espacio a su cuerpo. La beso, volvió al cáliz de su lengua, no dudo en penetrarla sin aviso, ya su sexo estaba tan mojado, que su interior se moldeo fácilmente a la forma del miembro masculino — Tus manos nunca llegaran tan lejos — susurro, esperando terminar llegar al fondo, para comenzar a moverse rítmicamente con las caderas de la gitana.

Era toda una mujer, por su forma de moverse revelaba que era toda una experta en el área, no se había encontrado a cualquier jovencita, ella era de las profesionales tal vez de las mejores, aquellas divas, bellas joyas escondidas en los escombros de una sociedad que no serbia, pero en el cual se debía sobrevivir como se podía. En aquella cama había dos seres que luchaban por existir, no se daban por vencidos, detenerse seria la muerte, en este mundo se debía ir hacia adelante superando los obstáculos de la vida con maestría y ella se mostraba acostumbrada a eso.

Sus movimientos de caderas chocaban con los de ella, quien se veía dominante y poderosa montando al licántropo, quien solamente se había dedicado a apreciar la delicada pero firme y fuerte figura de la dama danzar encima de el. Era cierto que no se trataba de un hombre que le gustara ser dominado, pero ver como la gitana parecía estar disfrutando por sí sola, le hacía ladear su cabeza y simplemente disfrutar de la limpia actuación de la fémina, no era sentirse menos de lo que era, al contrario su orgullo crecía al ver como la mujer disfrutaba sin el tener que moverse.

— Pero si lo estás haciendo tan bien sola—comento sujetando aquel seno duro, le proporciono algunos masajes mientras su mano contraria afirmaba el movimiento de caderas. Era imposible que no afectara aquellos movimientos tan gráciles, era como si estuviera conectado aun mas intimo con ella, se movía perfecto, su interior se amoldaba a su sexo como si siempre hubiera sido para el estar en ese coño. Adivinaba ritmo adecuado y lo explotaba al máximo, le daba gana de insultarla por tal hecho, la creía una especie de bruja que podía leer su mente, pero sabía que se trataba de una simple mujer que gracias a sus experiencias pasadas había llegado a ser muy buena en lo que hacía.

— ¿Quieres que te guie? — pregunto con una amplia sonrisa, mordió su labio inferior mientras sus manos se deslizaban hacia sus caderas, aferrándose a ella, dejo salir un leve quejido, mientras hacía que ella cayera completamente en su sexo, cubriéndolo en su totalidad y con sus manos comenzó a marcar un ritmo rápido. Ahora era ella una muñequita de trapo que utilizaba para poder correrse, pero ella también lo disfrutaba, se podía ver en sus expresiones y gemidos, sus senos iban de arriba abajo. Sentía como el sexo de la fémina se contraía haciéndose cada vez más apretado, dejo salir un leve quejido de placer mientras su cabeza se iba hacia atrás — Ven, vamos, no lo dejes escapar, aférrate a él — dijo él entre jadeos aumentados y movimientos más frenéticos, comenzaba a llegar a su próximo orgasmo, no se detendría en ese momento, sus grandes manos se aferraban a las caderas de la mujer, sin detener el ritmo que ya había impuesto.

 

“ Los conversadores seducen, las palabras nos arrinconan.”
— Michael Ondaatje

Era decepcionante pensar que todo había terminado, solamente quedaba cerrar los ojos y disfrutar los últimos segundos que recorrían su cuerpo. Aunque era un ser sobrenatural, el acto parecía haberlo dejado por unos momentos sin fuerza alguna, se podía decir que estaba indefenso, su cuerpo se acomodo a un lado, luego de sentir que todo su orgasmo había terminado, la gitana estaba a su lado, aun estremeciéndose y con el cuerpo sensible del reciente, mientras que el parecía necesitar al menos cinco minutos para poder recuperarse, sus ojos estaban pesados, pero debía recordar no fiarse de aquella mujer.

En la cama y en la guerra se podía traicionar fácilmente, aunque hubieran ido los dos al cielo, fácilmente podrían caer como ángeles caídos y pecadores que eran, hacia el fuego del infierno en un momento y aunque tenía suficiente fuerza para al menos retenerla unos momentos más, sabía que todo había terminado, pero lo bueno de tener una excelente memoria era de que podía recordar cada segundo del que habían pasado en este lugar, pero debía irse con la noche, que también parecía desear morir, junto con lo que había pasado en aquella cama.

— Al final creo que hiciste bien tu trabajo — estiro su cuerpo, mientras se sentaba en la cama — Me has dejado muerto — rio suavemente, mientras de reojo veía al cuerpo perfectamente delineado de la gitana. Lo ideal sería llegar a una tregua era justo ¿verdad? Al menos por aquella vez.