AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Juegos peligrosos [privado]
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Juegos peligrosos [privado]
- Saca pecho, Naeem, espalda recta, brazo derecho en posición de cuarenta y cinco grados para encajar el mío, brazo izquierda situado a la espalda con el puño cerrado hacia fuera... y ahora... ¡Sonríe, por Dios! Es una fiesta, no un funeral.- reí por lo bajo, dándole un pequeño codazo en sus costillas para hacerle brincar y relajar un poco su musculatura en tensión, robándole una sonrisa ante mi guiño de ojos.- ¿Vamos, querido?
Bajamos los últimos peldaños, arrastrando tras mis pasos la larga cola de mi vestido turquesa, alzando la vista hacia el frente, contemplando la magnífica sala que se abría ante nosotros.
El techo, ricamente ornamentado con casetones hexagonales y pintados con oro resplandecían con luz propia a más de ocho metros del suelo, con una única lámpara de araña con cristales de swarovski y velas de llama corta.
Los muros laterales habían sido abiertos por varias y colosales arcadas, ampliando el espacio hasta ocupar toda la planta del edificio. En aquellas arcadas se situaban los frescos más bellos que jamás he visto en mi vida, la mayoría, siendo escenas mitológicas de la antigua Grecia y Roma, mitos como el de Dánae, el nacimiento de Venus, el de Pandora y su caja, el rapto de Helena, la batalla de Aquiles contra Pentesilea, el sacrificio de Ifigénia, el mito de Eros y Psique... ¡cuánta belleza!
Naeem me dio un tirón del brazo para que cerrara mi boca entreabierta y empezara a caminar por aquella sala llena de gente bailando al son de las melodías que una orquesta sencilla dispuesta en el extremo tocaba con suavidad aquellos instrumentos. Así, entre empujones y disculpas, llegamos a la parte más alejada del gentío, junto a la chimenea humeante frente a la que, tomando una copa de vino, se encontraba mi padre, Magnus, quién nos sonrió cómplice. Le devolví el gesto y despegué mis labios para hablarle cuando, de repente, Etiénne, aquél al que le debía mi vida y por el que debía fingir como ahora, se acercó a mí trayendo consigo a Diétrich, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba. ¿Se habría dado cuenta de cómo miraba a mi primo? ¿Era aquello una especie de emboscada por su parte? Mordí mis labios y me aferré más fuerte al brazo de Naeem, esperando que la tierra me tragase o alguien me salvara de aquella incómoda situación.
Bajamos los últimos peldaños, arrastrando tras mis pasos la larga cola de mi vestido turquesa, alzando la vista hacia el frente, contemplando la magnífica sala que se abría ante nosotros.
El techo, ricamente ornamentado con casetones hexagonales y pintados con oro resplandecían con luz propia a más de ocho metros del suelo, con una única lámpara de araña con cristales de swarovski y velas de llama corta.
Los muros laterales habían sido abiertos por varias y colosales arcadas, ampliando el espacio hasta ocupar toda la planta del edificio. En aquellas arcadas se situaban los frescos más bellos que jamás he visto en mi vida, la mayoría, siendo escenas mitológicas de la antigua Grecia y Roma, mitos como el de Dánae, el nacimiento de Venus, el de Pandora y su caja, el rapto de Helena, la batalla de Aquiles contra Pentesilea, el sacrificio de Ifigénia, el mito de Eros y Psique... ¡cuánta belleza!
Naeem me dio un tirón del brazo para que cerrara mi boca entreabierta y empezara a caminar por aquella sala llena de gente bailando al son de las melodías que una orquesta sencilla dispuesta en el extremo tocaba con suavidad aquellos instrumentos. Así, entre empujones y disculpas, llegamos a la parte más alejada del gentío, junto a la chimenea humeante frente a la que, tomando una copa de vino, se encontraba mi padre, Magnus, quién nos sonrió cómplice. Le devolví el gesto y despegué mis labios para hablarle cuando, de repente, Etiénne, aquél al que le debía mi vida y por el que debía fingir como ahora, se acercó a mí trayendo consigo a Diétrich, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba. ¿Se habría dado cuenta de cómo miraba a mi primo? ¿Era aquello una especie de emboscada por su parte? Mordí mis labios y me aferré más fuerte al brazo de Naeem, esperando que la tierra me tragase o alguien me salvara de aquella incómoda situación.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/03/2012
Localización : París
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Vamos querida.
Tieso...
Me sentía tan tieso, como mi almidonado traje de etiqueta. Sin embargo sonreí, como Iris me comento, de hecho, sonreí mas exageradamente de lo normal, enseñándole todos los dientes, mirándola y ladeando la cabeza, abriendo mucho los ojos cual demente, para robarle una pequeña risa que ella disimulo tapándose los labios, bajando la cabeza y dándome codazos para que parase, mientras yo me relamía y desviaba la mirada, puesto que si la miraba la cosa acabaría a carcajadas y adiós a nuestra tapadera.
Aquellas salidas eran aburridas, pero siempre tenían su toque interesante, y me hacían sentir como el único ser civilizado entre monos mal educados y políticamente poco correctos vestidos de traje. Y es que mientras avanzábamos hacia Magnus, aprecie a un hombre de abultada barriga bebiendo y comiendo al fondo de la sala. Mientras su mujer le ponía mala cara y se abanicaba teatralmente, para posteriormente mirar de arriba abajo a un jovencito que bailaba mas allá con una jovencísima dama, girando y girando, mientras intentaba disimular que le ponía atención a lo que ella le hablaba, cuando en realidad miraba al camarero que pasaba cerca de ellos portando una veintena de copas, ofreciéndolas entre los invitados, para beberse alguna el mismo cuando nadie miraba.
Me pregunte, si el marido de abultada barriga sabría que su esposa le engañaba con hombres mucho más jóvenes que él, y si aquel jovencito que bailaba le habría dicho a su prometida que prefería las compañías masculinas. O si el camarero sabría qué no poder aguantarse el beber una copa hasta acabar su horario laboral era una mala señal…
Carraspee y deje de analizar a la gente para mirar al frente, llevando a Iris de mi brazo, ambos avanzando elegantemente, cual matrimonio de toda la vida como habíamos ensayado.
Mi querido suegro. Indique sosegado en cuanto llegamos hacia Magnus, estrechando su mano, a la vez que éste nos sonreía amablemente, como siempre, mientras ambos nos mirábamos, asintiendo, con la mirada fija el uno en el otro, ambos aguantando la mirada del otro, mirándonos como en juego inconsciente, a ver quien duraba mas.
Definitivamente aquel hombre me caía bien por la intriga que tenia su rostro. Y es que a todo el mundo se le notaba lo que pensaba, en tics y en pequeños gestos, como alzar las cejas, desviar la mirada, tragar saliva…Con pequeñas pautas era tan sencillo leer a una persona que casi me sentía culpable porque me pagaran por analizar a la gente… ¡Pero con él no! Magnus era una inquebrantable mascara impenetrable de la que no podía imaginar siquiera qué demonios pensaba... Algún día le pediría que me enseñara como lo hacía.
Pero entonces, en medio de la silenciosa guerra de miradas, llegaron los otros dos inquisidores. Y casi pude notar como Iris daba un respingo a mi lado, por lo que no dude en llevar mi brazo a mi cintura, apegándola un poco hacia mí, queriendo sostenerla y palparla por si se me distraía demasiado y tenía que hurgarle para llamar su atención.
¡Hola! Comente enérgico y sonriente. Cuanto tiempo. Comente ante ellos dos, recibiendo la sonrisa de medio lado de Etiénne, quien se distrajo con el camarero que ahora le ofrecía una copa.
Magnus comenzó a hablar con él después de palpar amistosamente la mejilla de Diétrich, quien de etiqueta también -como todos los presentes-, se veía imponente. Su altura le hacia destacar, aunque su porte firme y aquellos cabellos rubios ahora recogidos le hacían verse serio…e incomodo. No hacía falta más que mirarle un instante, para saber que seguramente desearía estar en casa con ropa cómoda, quizás comienzo algo dulce, pues por lo que comentaba Iris era un goloso por naturaleza, un rasgo un tanto infantil -sin duda alguna- viniendo de un hombre como él…
Aprecié como rechazaba la copa que le ofrecían y suspiraba, antes de mover el rostro y encontrarse con Iris, se dedicaron una mirada tan solo un segundo, pero incluso yo sentí que me dio calor. ¡Dios santo! Cuanta chispa había entre esos dos, tenía que hacer algo o se notaria que mi mujercita no era mi mujercita.
La música resonó entre las ornamentadas paredes del palacio y entonces apreté un poco a Iris, y ella me miro mientras yo le sonreía.
Concédeme éste baile…anda. Le guiñe un ojo, y ella asintió, por lo que yo me excuse con la cabeza con los tres inquisidores que seguían allí y me aleje un poco con ella, mientras me disponía a sostener su cintura con una mano y a entrelazar mis dedos de mi otra mano con los de ella, apretándole un poco contra mí, para poder susurrarle al oído.
Cariño te ves demasiado tensa, relájate o nos van a pillar…No preocupes por Etienne, él parece interesado en Diétrich pero será mejor que no nos acerquemos mucho a tu padre…oh y saca pecho Iris…Pero no mucho o los de al lado no te miraran a la cara, y mírame…sonríe…si. Así, dulcemente, como si me quisieras de veras. Ella no dudo en darme un pisotón, por lo que carraspee y me mecí con ella, mordiéndome los labios para no sonreír. No…No…no te rías tu también…tu mírame…e imagina que soy “polaco”. Definitivamente en casa, mi mujercita me iba a despellejar vivo por hacerla rabiar y reír, pero no importaba, así que la acerque aun más a mí, y oculte mi rostro en su cuello un instante, ahogando la risa.
Tieso...
Me sentía tan tieso, como mi almidonado traje de etiqueta. Sin embargo sonreí, como Iris me comento, de hecho, sonreí mas exageradamente de lo normal, enseñándole todos los dientes, mirándola y ladeando la cabeza, abriendo mucho los ojos cual demente, para robarle una pequeña risa que ella disimulo tapándose los labios, bajando la cabeza y dándome codazos para que parase, mientras yo me relamía y desviaba la mirada, puesto que si la miraba la cosa acabaría a carcajadas y adiós a nuestra tapadera.
Aquellas salidas eran aburridas, pero siempre tenían su toque interesante, y me hacían sentir como el único ser civilizado entre monos mal educados y políticamente poco correctos vestidos de traje. Y es que mientras avanzábamos hacia Magnus, aprecie a un hombre de abultada barriga bebiendo y comiendo al fondo de la sala. Mientras su mujer le ponía mala cara y se abanicaba teatralmente, para posteriormente mirar de arriba abajo a un jovencito que bailaba mas allá con una jovencísima dama, girando y girando, mientras intentaba disimular que le ponía atención a lo que ella le hablaba, cuando en realidad miraba al camarero que pasaba cerca de ellos portando una veintena de copas, ofreciéndolas entre los invitados, para beberse alguna el mismo cuando nadie miraba.
Me pregunte, si el marido de abultada barriga sabría que su esposa le engañaba con hombres mucho más jóvenes que él, y si aquel jovencito que bailaba le habría dicho a su prometida que prefería las compañías masculinas. O si el camarero sabría qué no poder aguantarse el beber una copa hasta acabar su horario laboral era una mala señal…
Carraspee y deje de analizar a la gente para mirar al frente, llevando a Iris de mi brazo, ambos avanzando elegantemente, cual matrimonio de toda la vida como habíamos ensayado.
Mi querido suegro. Indique sosegado en cuanto llegamos hacia Magnus, estrechando su mano, a la vez que éste nos sonreía amablemente, como siempre, mientras ambos nos mirábamos, asintiendo, con la mirada fija el uno en el otro, ambos aguantando la mirada del otro, mirándonos como en juego inconsciente, a ver quien duraba mas.
Definitivamente aquel hombre me caía bien por la intriga que tenia su rostro. Y es que a todo el mundo se le notaba lo que pensaba, en tics y en pequeños gestos, como alzar las cejas, desviar la mirada, tragar saliva…Con pequeñas pautas era tan sencillo leer a una persona que casi me sentía culpable porque me pagaran por analizar a la gente… ¡Pero con él no! Magnus era una inquebrantable mascara impenetrable de la que no podía imaginar siquiera qué demonios pensaba... Algún día le pediría que me enseñara como lo hacía.
Pero entonces, en medio de la silenciosa guerra de miradas, llegaron los otros dos inquisidores. Y casi pude notar como Iris daba un respingo a mi lado, por lo que no dude en llevar mi brazo a mi cintura, apegándola un poco hacia mí, queriendo sostenerla y palparla por si se me distraía demasiado y tenía que hurgarle para llamar su atención.
¡Hola! Comente enérgico y sonriente. Cuanto tiempo. Comente ante ellos dos, recibiendo la sonrisa de medio lado de Etiénne, quien se distrajo con el camarero que ahora le ofrecía una copa.
Magnus comenzó a hablar con él después de palpar amistosamente la mejilla de Diétrich, quien de etiqueta también -como todos los presentes-, se veía imponente. Su altura le hacia destacar, aunque su porte firme y aquellos cabellos rubios ahora recogidos le hacían verse serio…e incomodo. No hacía falta más que mirarle un instante, para saber que seguramente desearía estar en casa con ropa cómoda, quizás comienzo algo dulce, pues por lo que comentaba Iris era un goloso por naturaleza, un rasgo un tanto infantil -sin duda alguna- viniendo de un hombre como él…
Aprecié como rechazaba la copa que le ofrecían y suspiraba, antes de mover el rostro y encontrarse con Iris, se dedicaron una mirada tan solo un segundo, pero incluso yo sentí que me dio calor. ¡Dios santo! Cuanta chispa había entre esos dos, tenía que hacer algo o se notaria que mi mujercita no era mi mujercita.
La música resonó entre las ornamentadas paredes del palacio y entonces apreté un poco a Iris, y ella me miro mientras yo le sonreía.
Concédeme éste baile…anda. Le guiñe un ojo, y ella asintió, por lo que yo me excuse con la cabeza con los tres inquisidores que seguían allí y me aleje un poco con ella, mientras me disponía a sostener su cintura con una mano y a entrelazar mis dedos de mi otra mano con los de ella, apretándole un poco contra mí, para poder susurrarle al oído.
Cariño te ves demasiado tensa, relájate o nos van a pillar…No preocupes por Etienne, él parece interesado en Diétrich pero será mejor que no nos acerquemos mucho a tu padre…oh y saca pecho Iris…Pero no mucho o los de al lado no te miraran a la cara, y mírame…sonríe…si. Así, dulcemente, como si me quisieras de veras. Ella no dudo en darme un pisotón, por lo que carraspee y me mecí con ella, mordiéndome los labios para no sonreír. No…No…no te rías tu también…tu mírame…e imagina que soy “polaco”. Definitivamente en casa, mi mujercita me iba a despellejar vivo por hacerla rabiar y reír, pero no importaba, así que la acerque aun más a mí, y oculte mi rostro en su cuello un instante, ahogando la risa.
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/08/2012
Localización : Estare donde no debo estar.
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Di un respingo y no pude evitarlo, parpadeando varias veces seguidas y sintiendo cómo la sangre se arremolinaba en la punta de mis pies, haciéndome cosquillas, robándome una sonrisa un tanto nerviosa y ansiosa. ¿Y semejante y estúpida actitud? Por el simple hecho de llamarme cariño... ¡Como si fuera la más romántica de las palabras! Oh, vamos, ¿qué ocurría conmigo? ¿Por qué llegaba a mi memoria todos aquellos recuerdos de cuando Naeem y yo éramos...? Meneé la cabeza para sacarme aquellas sandeces de mi cabeza y alcé la vista para mirarle a los ojos mientras él aun me susurraba al oído cómo debía poner mi cuerpo para evitar habladurías y sospechas sobre una condición que ya no existía entre nosotros; la de pareja.
Su último comentario me hizo rabiar y no pude evitar plantarle un fuerte pisotón al pie que le hizo reír y contagiarme a mí por ello, aunque en seguida fruncí el ceño y me arrimé más a él, colocando mi mentón sobre su hombro mientras seguía balanceándome con él.
- Te quiero de veras.-musité casi como si me respondiera a mí misma, recordándome entonces que él me habría escuchado y antes de que pudiera mencionar algo aclaré mi garganta y reí nerviosamente, evitando que él me hablara, estrechándome contra su pecho con cierta posesividad hasta que la melodía se tornó aun más lenta y los pasos aminoraron la marcha, por lo que tomé aire y me dejé mecer con más calma, arrastrándome de un lado a otro hasta quedar un poco más alejados del gentío aun sin abandonar la pista de baile.
Con pequeños pasos que a penas permitían el desplazarnos, aquello parecía más un abrazo interminable que un baile y aun así, ninguno de los dos hizo amago de separarse, incómodo.
Lo cierto es que me sentía bien, allí, acunada entre sus fuertes brazos que con delicadeza se cernían alrededor de mi cadera mientras mis manos se entrelazaban en su cuello en una soga flexible, a penas rozándole, sólo apoyando mis codos en sus hombros, tomando cierta distancia entre nuestros rostros, mirándonos sin decir nada, con mi mente nublada sin poder siquiera pensar con claridad. Yo simplemente, le miraba a él y mi reflejo en sus ojos claros. Y miraba su boca, su sonrisa y aquellos labios que parecían reclamarme por un segundo. Sólo por un segundo sentí aquél impulso que tantos años atrás me había prometido enterrar bajo tierra. Sólo por un segundo me puse de puntillas. Tan sólo por un segundo, mi cuerpo se inclinó hacia él. Sólo por un segundo mi boca ardió en deseos de fundirse, por un sólo segundo... con la suya.
- ¿Madame? ¿Una copa?
Parpadeé y volví mi peso a mis talones, soltando a Naeem y retrocediendo como si hubiera visto a un fantasma, completamente enrojecida, nerviosa e histérica, a punto de lanzarme por la ventana cuando aquél camarero me miraba confuso, ofreciéndome aun aquella bandeja repleta de copas de champagne.
Tomé una con el pulso trémulo y lo llevé a mis labios, vaciando su contenido al instante. Sin mediar palabra tomé dos copas más y tras sorber una de ellas hasta liquidar existencias, me llevé la otra contra el pecho y miré a Naeem, que parecía un tanto boquiabierto por mi actitud.
- Voy a... Voy a tomar el aire, querido.- musité con un hilo de voz, agachando la mirada de pura vergüenza, sin querer dedicarle gesto alguno a Diétrich que de bien seguro me contemplaba desde la lejanía igual que muchos de los allí presentes, consternados quizás por osar abandonar a mi maridito en mitad de un baile festivo.
Pero tuve que hacerlo, tuve que huir de allí antes que la vergüenza me empujara a cometer alguna estupidez más como aquella. ¿Qué me ocurría?
Así que corrí, sosteniendo la falda de mi vestido con una mano mientras que con la otra llevaba aun aquella copa de champagne. Corrí hacia una de las terrazas cuya puerta cristalera cerré tras de mí y ni siquiera entonces me detuve, avanzando a grandes zancadas hasta la baranda de mármol que daba pie a contemplar las maravillosas vistas de París, sobretodo el río Senna que con las luces de los comercios aun abiertos, ofrecían una visión panorámica idílica de la ciudad, dejando atrás el murmuro del gentío y a penas siendo audible ya la música que en el interior aun sonaba. Allí fuera se respiraba paz. La paz de la noche.
Suspiré y anclé mis codos en aquella baranda, perdiéndome quizás durante minutos en el interior de aquella copa de líquido burbujeante, tomándolo todo de un trago sin siquiera titubear. Alcé la vista y sonreí, un tanto más relajada ya, pues en mi cabeza todo parecía más divertido ahora y exento de problemas o dudas. Supongo que probablemente, el alcohol se me había subido a la cabeza, pero aun cuando la puerta de aquella terraza se abrió y él reapareció en mi campo visual, juraría que permanecía sobria.
Creo...
Su último comentario me hizo rabiar y no pude evitar plantarle un fuerte pisotón al pie que le hizo reír y contagiarme a mí por ello, aunque en seguida fruncí el ceño y me arrimé más a él, colocando mi mentón sobre su hombro mientras seguía balanceándome con él.
- Te quiero de veras.-musité casi como si me respondiera a mí misma, recordándome entonces que él me habría escuchado y antes de que pudiera mencionar algo aclaré mi garganta y reí nerviosamente, evitando que él me hablara, estrechándome contra su pecho con cierta posesividad hasta que la melodía se tornó aun más lenta y los pasos aminoraron la marcha, por lo que tomé aire y me dejé mecer con más calma, arrastrándome de un lado a otro hasta quedar un poco más alejados del gentío aun sin abandonar la pista de baile.
Con pequeños pasos que a penas permitían el desplazarnos, aquello parecía más un abrazo interminable que un baile y aun así, ninguno de los dos hizo amago de separarse, incómodo.
Lo cierto es que me sentía bien, allí, acunada entre sus fuertes brazos que con delicadeza se cernían alrededor de mi cadera mientras mis manos se entrelazaban en su cuello en una soga flexible, a penas rozándole, sólo apoyando mis codos en sus hombros, tomando cierta distancia entre nuestros rostros, mirándonos sin decir nada, con mi mente nublada sin poder siquiera pensar con claridad. Yo simplemente, le miraba a él y mi reflejo en sus ojos claros. Y miraba su boca, su sonrisa y aquellos labios que parecían reclamarme por un segundo. Sólo por un segundo sentí aquél impulso que tantos años atrás me había prometido enterrar bajo tierra. Sólo por un segundo me puse de puntillas. Tan sólo por un segundo, mi cuerpo se inclinó hacia él. Sólo por un segundo mi boca ardió en deseos de fundirse, por un sólo segundo... con la suya.
- ¿Madame? ¿Una copa?
Parpadeé y volví mi peso a mis talones, soltando a Naeem y retrocediendo como si hubiera visto a un fantasma, completamente enrojecida, nerviosa e histérica, a punto de lanzarme por la ventana cuando aquél camarero me miraba confuso, ofreciéndome aun aquella bandeja repleta de copas de champagne.
Tomé una con el pulso trémulo y lo llevé a mis labios, vaciando su contenido al instante. Sin mediar palabra tomé dos copas más y tras sorber una de ellas hasta liquidar existencias, me llevé la otra contra el pecho y miré a Naeem, que parecía un tanto boquiabierto por mi actitud.
- Voy a... Voy a tomar el aire, querido.- musité con un hilo de voz, agachando la mirada de pura vergüenza, sin querer dedicarle gesto alguno a Diétrich que de bien seguro me contemplaba desde la lejanía igual que muchos de los allí presentes, consternados quizás por osar abandonar a mi maridito en mitad de un baile festivo.
Pero tuve que hacerlo, tuve que huir de allí antes que la vergüenza me empujara a cometer alguna estupidez más como aquella. ¿Qué me ocurría?
Así que corrí, sosteniendo la falda de mi vestido con una mano mientras que con la otra llevaba aun aquella copa de champagne. Corrí hacia una de las terrazas cuya puerta cristalera cerré tras de mí y ni siquiera entonces me detuve, avanzando a grandes zancadas hasta la baranda de mármol que daba pie a contemplar las maravillosas vistas de París, sobretodo el río Senna que con las luces de los comercios aun abiertos, ofrecían una visión panorámica idílica de la ciudad, dejando atrás el murmuro del gentío y a penas siendo audible ya la música que en el interior aun sonaba. Allí fuera se respiraba paz. La paz de la noche.
Suspiré y anclé mis codos en aquella baranda, perdiéndome quizás durante minutos en el interior de aquella copa de líquido burbujeante, tomándolo todo de un trago sin siquiera titubear. Alcé la vista y sonreí, un tanto más relajada ya, pues en mi cabeza todo parecía más divertido ahora y exento de problemas o dudas. Supongo que probablemente, el alcohol se me había subido a la cabeza, pero aun cuando la puerta de aquella terraza se abrió y él reapareció en mi campo visual, juraría que permanecía sobria.
Creo...
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Localización : París
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Él frunció el ceño y contemplo como se marchaba, tomando una copa del camarero que aun seguía a su lado, mientras un tanto pensativo giraba el rostro para encontrarse conmigo. Nos separaban muchos metros, y la gente que aun bailaba, sin embargo nuestros ojos quedaron fijos.
Entonces Naeem, miro hacia un lado sin mover el rostro, mirando un pasillo cercano lleno de columnatas.
Ladee el rostro y asenti ante el comentario que -a mi lado- hacia Etiénne.
...No esta acabado…Empiezan a haber demasiados traidores entre los condenados, por lo que te la seguridad se incrementara. Borgia esta planeando poner a dos mentores para cada uno.
Mi aprendiz no tiene nada que ver en la conspiración. Estoy el ochenta porciento del tiempo vigilando sus movimientos, es un sujeto seguro.
Indique ante Etiénne, quien frunció el ceño mientras yo le miraba serio. Pues por lo visto empezaban a haber problemas en la sede, él quería cazar, y ya tenía fichada a Iris para su masacre. Aquel hombre no cambiaba, y seguramente se habia esforzado tanto en que fueramos a aquella velada por el mismo motivo, sacar información. Lo que el no sospechaba es que antes acabaría yo con su miserable vida que permitir que se acercase siquiera a ella.
Si necesitas que testifique a su favor, lo haré. Tengo pruebas que demuestran todos y cada uno de sus pasos y sus movimientos en los últimos tres meses.
No…No Diétrich. Faltaría más…yo confió en ti… Comento quitándole importancia al asunto mientras daba un sorbo más a su copa, a la vez que yo le imitaba pese a que el alcohol no me agradaba. Pues me importaba zanjar aquel asunto y me preocupaba mas de lo que tenía delante.
Entonces, como si Magnus hubiese escuchado mi suplica silenciosa, comenzó a hablar con Etiénne, comenzando ambos una larga y absorvente conversación que me permitió alejarme con sutileza, mientras caminaba con una mano en el bolsillo y con la otra sujetaba la copa, dirigiéndome hacia la columnata, a la cual llegue,y ante la cual encontré a Naeem.
Me apoye en uno de los grandes pilares, asi como hacia él, ambos manteniendo un gesto relajado, cerca el uno del otro, como si hablaramos de algo vanal, pese a que mi cuerpo estaba tenso de pies a cabeza.
¿Que demonios estas haciendo?… susurre con la mandíbula tensa.
En aquel momento paso una pareja por lo que di un sorbo a mi copa, simulando que me encontraba distraído.
No es lo que parece Kaél. Te lo puedo asegurar. Susurro Naeem mirándome serio,hablando sosegado.
Se supone que teneis que fingir, no restregarme por las narices … Mi frase se vio inconclusa ante la aparición de Magnus. Quien con su habitual sonrisa, apareció y nos miró a ambos.
¿Dónde está Mischa? Me encogí de hombros y estire un poco el cuello de mi almidonada camisa.
Ha salido a tomar un poco de aire a la terraza, tanta gente le agobia un poco. Comento Naeem con naturalidad. Mientras yo miraba hacia un lado señalando y preguntando con la mirada.
Sisi, por ahí.
Le traeré. Indique dando una palmada en el hombro a Naeem antes de marchar por el pasillo y salir a la terraza, en donde su figura me daba las espaldas. Me situé a su lado, apoyando la espalda en la barandilla, cruzándome de brazos.
¿Me puedes decir qué es lo que acaba de pasar…? Pregunté sin más, sin querer pensar en lo horriblemente celoso que me sentía cada vez que los tres teníamos que juntarnos y montar toda aquella farsa. A pesar que habíamos sido nosotros mismos los que habíamos puesto a Naeem en medio. Y es que empezaba a escocerme no poder actuar con libertad, pero sobretodo, el sentir que tenía que sonreír cuando apreciaba sus muestras de cariño. ¿Tendría que vivir toda mi vida así? ...
Entonces Naeem, miro hacia un lado sin mover el rostro, mirando un pasillo cercano lleno de columnatas.
Ladee el rostro y asenti ante el comentario que -a mi lado- hacia Etiénne.
...No esta acabado…Empiezan a haber demasiados traidores entre los condenados, por lo que te la seguridad se incrementara. Borgia esta planeando poner a dos mentores para cada uno.
Mi aprendiz no tiene nada que ver en la conspiración. Estoy el ochenta porciento del tiempo vigilando sus movimientos, es un sujeto seguro.
Indique ante Etiénne, quien frunció el ceño mientras yo le miraba serio. Pues por lo visto empezaban a haber problemas en la sede, él quería cazar, y ya tenía fichada a Iris para su masacre. Aquel hombre no cambiaba, y seguramente se habia esforzado tanto en que fueramos a aquella velada por el mismo motivo, sacar información. Lo que el no sospechaba es que antes acabaría yo con su miserable vida que permitir que se acercase siquiera a ella.
Si necesitas que testifique a su favor, lo haré. Tengo pruebas que demuestran todos y cada uno de sus pasos y sus movimientos en los últimos tres meses.
No…No Diétrich. Faltaría más…yo confió en ti… Comento quitándole importancia al asunto mientras daba un sorbo más a su copa, a la vez que yo le imitaba pese a que el alcohol no me agradaba. Pues me importaba zanjar aquel asunto y me preocupaba mas de lo que tenía delante.
Entonces, como si Magnus hubiese escuchado mi suplica silenciosa, comenzó a hablar con Etiénne, comenzando ambos una larga y absorvente conversación que me permitió alejarme con sutileza, mientras caminaba con una mano en el bolsillo y con la otra sujetaba la copa, dirigiéndome hacia la columnata, a la cual llegue,y ante la cual encontré a Naeem.
Me apoye en uno de los grandes pilares, asi como hacia él, ambos manteniendo un gesto relajado, cerca el uno del otro, como si hablaramos de algo vanal, pese a que mi cuerpo estaba tenso de pies a cabeza.
¿Que demonios estas haciendo?… susurre con la mandíbula tensa.
En aquel momento paso una pareja por lo que di un sorbo a mi copa, simulando que me encontraba distraído.
No es lo que parece Kaél. Te lo puedo asegurar. Susurro Naeem mirándome serio,hablando sosegado.
Se supone que teneis que fingir, no restregarme por las narices … Mi frase se vio inconclusa ante la aparición de Magnus. Quien con su habitual sonrisa, apareció y nos miró a ambos.
¿Dónde está Mischa? Me encogí de hombros y estire un poco el cuello de mi almidonada camisa.
Ha salido a tomar un poco de aire a la terraza, tanta gente le agobia un poco. Comento Naeem con naturalidad. Mientras yo miraba hacia un lado señalando y preguntando con la mirada.
Sisi, por ahí.
Le traeré. Indique dando una palmada en el hombro a Naeem antes de marchar por el pasillo y salir a la terraza, en donde su figura me daba las espaldas. Me situé a su lado, apoyando la espalda en la barandilla, cruzándome de brazos.
¿Me puedes decir qué es lo que acaba de pasar…? Pregunté sin más, sin querer pensar en lo horriblemente celoso que me sentía cada vez que los tres teníamos que juntarnos y montar toda aquella farsa. A pesar que habíamos sido nosotros mismos los que habíamos puesto a Naeem en medio. Y es que empezaba a escocerme no poder actuar con libertad, pero sobretodo, el sentir que tenía que sonreír cuando apreciaba sus muestras de cariño. ¿Tendría que vivir toda mi vida así? ...
Diétrich Von Kraft- Inquisidor Clase Media
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Suspiré y refunfuñé algo en mis adentros que ni ahora recuerdo, más sé que no esperaba a Diétrich en aquél momento, en aquella terraza, junto a mí.
Él parecía enfadado, áspero, distante y frío incluso. Había venido a mí en busca de una explicación y yo sólo quería estar sola...
No, ¿a quién mentía? No buscaba la soledad. Le buscaba a él... y sin embargo, aquél pensamiento me torturaba hasta límites insospechados, hiriéndome profundamente, haciéndome sentir la peor de las personas cuando junto a mí tenía a la mejor de todas ellas, disgustado probablemente por mi comportamiento.
Sabía que necesitaba una explicación y que la merecía, pero simplemente, no supe qué responderle. ¿Qué iba a decirle? ¿Que aun sentía algún fuerte vínculo con Naeem? ¿Que aun había esa atracción hacia él? ¿Que de no ser por el camarero, quizás le hubiera besado...?
Le miré de reojo y simplemente, el alma cayó hecha añicos a mis pies, sintiéndome frágil ante su pétrea mirada, vacía y de repente, un latigazo -quizás producido por el alcohol-, me hizo fruncir el ceño y nublar mis pensamientos, ofuscándome de repente sin que en realidad tuviera una explicación razonable, pues simplemente necesitaba esquivar aquella pregunta como fuera sin revelarle la duda que en mi corazón planeaba.
- Kaél, ésto es una farsa. Lo aceptaste así. ¿Qué es lo que sucede ahora? Sabes que debemos fingir ser una pareja y eso incluye esos gestos de cariño, así que... Ve haciéndote a la idea.- mascullé un tanto molesta, paseándome por la terraza con los brazos cruzados dado que la brisa nocturna ya se había alzado y tenía frío.- Pero te lo suplico... basta de escenitas como la de ahora o fastidiarás el plan y nos sentenciarás a todos.
Le dediqué una última mirada y le di la espalda para salir de aquella terraza, caminando a pasos ligeros entre el gentío en busca de Naeem, quién permanecía hablando animadamente con papá, interrumpiendo aquél momento para abrazar al brujo por la espalda con fuerza y posesividad, sintiendo unas irremediables ganas de llorar, conteniéndome aun hablando con un hilo de voz.
- Estoy cansada... quiero irme a casa.
Él parecía enfadado, áspero, distante y frío incluso. Había venido a mí en busca de una explicación y yo sólo quería estar sola...
No, ¿a quién mentía? No buscaba la soledad. Le buscaba a él... y sin embargo, aquél pensamiento me torturaba hasta límites insospechados, hiriéndome profundamente, haciéndome sentir la peor de las personas cuando junto a mí tenía a la mejor de todas ellas, disgustado probablemente por mi comportamiento.
Sabía que necesitaba una explicación y que la merecía, pero simplemente, no supe qué responderle. ¿Qué iba a decirle? ¿Que aun sentía algún fuerte vínculo con Naeem? ¿Que aun había esa atracción hacia él? ¿Que de no ser por el camarero, quizás le hubiera besado...?
Le miré de reojo y simplemente, el alma cayó hecha añicos a mis pies, sintiéndome frágil ante su pétrea mirada, vacía y de repente, un latigazo -quizás producido por el alcohol-, me hizo fruncir el ceño y nublar mis pensamientos, ofuscándome de repente sin que en realidad tuviera una explicación razonable, pues simplemente necesitaba esquivar aquella pregunta como fuera sin revelarle la duda que en mi corazón planeaba.
- Kaél, ésto es una farsa. Lo aceptaste así. ¿Qué es lo que sucede ahora? Sabes que debemos fingir ser una pareja y eso incluye esos gestos de cariño, así que... Ve haciéndote a la idea.- mascullé un tanto molesta, paseándome por la terraza con los brazos cruzados dado que la brisa nocturna ya se había alzado y tenía frío.- Pero te lo suplico... basta de escenitas como la de ahora o fastidiarás el plan y nos sentenciarás a todos.
Le dediqué una última mirada y le di la espalda para salir de aquella terraza, caminando a pasos ligeros entre el gentío en busca de Naeem, quién permanecía hablando animadamente con papá, interrumpiendo aquél momento para abrazar al brujo por la espalda con fuerza y posesividad, sintiendo unas irremediables ganas de llorar, conteniéndome aun hablando con un hilo de voz.
- Estoy cansada... quiero irme a casa.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
En aquel momento Etiénne salió hacia la terraza mientras yo charlaba con Magnus, pero no le di mucha importancia, Diétrich estaba ahí, no podría ocurrirse nada malo a Iris, sin embargo al parecer Iris no estaba allí, pues di un respingo cuando me agarro por la espalda, por lo que sostuve sus manos alrededor de mi vientre, y sonreí sin poderlo evitar, excusándome con Magnus quien negó con la cabeza diciéndome que no ocurria nada. Mientras yo me giraba un poco y tomaba a Iris estrechándola entre mis brazos, mirándola y apreciando aquella mirada que conocía tan bien. No se encontraba bien.
Magnus será mejor que nos …
En aquel entonces un golpe seco se escucho en la lejanía, seguido de un posterior derrumbamiento. Como si hubiesen lanzado un saco de patatas al suelo. por lo que no acabe la frase. Simplemente giré el rostro y aprecié junto a Magnus como Diétrich entraba con el ceño fruncido al gran salón, arrebatándole un cubo lleno de hielo donde enfriaban las bebidas a uno de los camareros, para pasarle la botella y meter el puño dentro, caminando hacia nosotros con cara de pocos amigos.
…vayamos.
Me voy ya, acabo de discutir con Etiénne, por lo que si le buscais, esta inconciente en la terraza.
Iris…comento mirándola hacia abajo sin agachar siquiera la cabeza, pues ella seguía agarrada a mi. Se que has bebido, por lo que no hace falta que entrenes conmigo mañana. Pero te espero pasado mañana puntual. No puedo darte vacaciones siempre…ve haciéndote a la idea, comento con cierta amargura.
Acto seguido dejo el cubo de hielo en el suelo hizo un movimiento brusco para estilar sus dedos que junto a sus nudillos, goteaban, y sangraban a partes iguales, nos sonrio y simplemente dijo.
Gute Nacht. Dándose media vuelta y caminando a paso rápido entre la multitud, que en esa ocasión se aparto sin mediar palabra para dejarle pasar.
Parpadee y trague saliva. Pues lo cierto es que aquel hombre podía dar miedo hasta sonriendo, pese a que era un hombre calmado y normalmente pacifico.
En fin… Sera mejor que nosotros también marchemos, comente a Magnus, quien daba un sorbo a su copa para terminarla, sonriéndonos antes de acercarse un poco, dando un beso en la frente a Iris, para posteriormente frotar mi brazo libre a modo de despido. Sin decir nada más. Dejándonos al fin solos para poder hablar con tranquilidad.
Solo entonces sostuve mejor a Iris y le miré, apreciando su mirada brillante.
Iris ¿pero que ha pasado?
Cielo dime algo…Le susurre, ante su gesto triste. Entonces ella me miro tan solo un segundo…y mi alma se hizo trizas. Tragué saliva, notando que me habia cortado el aliento… Como antaño, por lo que tome aire antes de mirar a todos lados y rodear su cintura, pasando su brazo por la mía para conducirle entre el gentio hacia la salida…Seria mejor que nos fuésemos a casa cuanto antes…
Magnus será mejor que nos …
En aquel entonces un golpe seco se escucho en la lejanía, seguido de un posterior derrumbamiento. Como si hubiesen lanzado un saco de patatas al suelo. por lo que no acabe la frase. Simplemente giré el rostro y aprecié junto a Magnus como Diétrich entraba con el ceño fruncido al gran salón, arrebatándole un cubo lleno de hielo donde enfriaban las bebidas a uno de los camareros, para pasarle la botella y meter el puño dentro, caminando hacia nosotros con cara de pocos amigos.
…vayamos.
Me voy ya, acabo de discutir con Etiénne, por lo que si le buscais, esta inconciente en la terraza.
Iris…comento mirándola hacia abajo sin agachar siquiera la cabeza, pues ella seguía agarrada a mi. Se que has bebido, por lo que no hace falta que entrenes conmigo mañana. Pero te espero pasado mañana puntual. No puedo darte vacaciones siempre…ve haciéndote a la idea, comento con cierta amargura.
Acto seguido dejo el cubo de hielo en el suelo hizo un movimiento brusco para estilar sus dedos que junto a sus nudillos, goteaban, y sangraban a partes iguales, nos sonrio y simplemente dijo.
Gute Nacht. Dándose media vuelta y caminando a paso rápido entre la multitud, que en esa ocasión se aparto sin mediar palabra para dejarle pasar.
Parpadee y trague saliva. Pues lo cierto es que aquel hombre podía dar miedo hasta sonriendo, pese a que era un hombre calmado y normalmente pacifico.
En fin… Sera mejor que nosotros también marchemos, comente a Magnus, quien daba un sorbo a su copa para terminarla, sonriéndonos antes de acercarse un poco, dando un beso en la frente a Iris, para posteriormente frotar mi brazo libre a modo de despido. Sin decir nada más. Dejándonos al fin solos para poder hablar con tranquilidad.
Solo entonces sostuve mejor a Iris y le miré, apreciando su mirada brillante.
Iris ¿pero que ha pasado?
Cielo dime algo…Le susurre, ante su gesto triste. Entonces ella me miro tan solo un segundo…y mi alma se hizo trizas. Tragué saliva, notando que me habia cortado el aliento… Como antaño, por lo que tome aire antes de mirar a todos lados y rodear su cintura, pasando su brazo por la mía para conducirle entre el gentio hacia la salida…Seria mejor que nos fuésemos a casa cuanto antes…
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Fruncí mis labios con fuerza ante las punzantes palabras que Diétrich me dedicó, desviando la vista hacia un lado para mantener mi firmeza, para no flaquear aun ante él, ante Naeem, ante mi padre y ante todos los invitados presentes.
Kaél se despidió con frialdad y se fue por dónde había venido en silencio, pisando fuerte para que la gente se apartara, probablemente asustada por el duro semblante que sus rasgos faciales habían adquirido. Un semblante que con el que yo misma había vestido su rostro, pues todo aquello era culpa mía y ahora, Diétrich se sentiría dolido, Etiénne inconsciente en la terraza, Naeem confuso y yo hecha trizas, sin comprender el motivo de aquella conducta mía.
Sólo quería huir de allí, volver a casa, encerrarme en mi cuarto y quedarme toda la noche echa un ovillo en la cama. Sólo eso. Por ello, me despedí de papá con una efímera sonrisa cuya intención era tranquilizarle si se había dado cuenta de que algo no iba bien conmigo, y pasé mi brazo por la cintura de Naeem quién con firmeza me sostuvo y me guió hacia la salida de aquella fiesta que finalmente, parecía haberse convertido en un velorio.
Fuera, la brisa de la noche logró secar las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos y poco a poco, la cordura fue volviendo a mí. Y aunque aquella sensación me hacía sentir bien, viva y despierta, me sentí de pronto más frágil que nunca, pues de algún modo, cuando mi cabeza se encontraba nublada y todo me parecía más divertido y sencillo, podía hacer y decir cuanto quisiera mientras que ahora, debía ser responsable de lo todo lo acontecido en aquella fiesta, empezando por aquellos dos hombres que formaban parte de mi vida y que de una extraña forma, ahora sentía tan lejos de mí, sabiendo que al menos a uno, ya había lastimado aquella noche. Por ello, me propuse arreglar las cosas, empezando por Naeem, a quién sin duda, le debía una explicación para tanto alboroto. Al día siguiente me presentaría ante Diétrich y le pediría disculpas por mi nefasto comportamiento, pero aquello... formaba parte de un futuro no muy lejano pero que de momento, quería esquivar y no pensar en ello, pues me aterraba la sola idea de pensar que Diétrich no quisiera volver a dirigirme la palabra por semejante desplante.
Cuando Naeem me abrió la puerta del carruaje me adentré en éste en silencio, acomodándome a un lado de los asientos y apoyando luego la cabeza contra el cristal, contemplando aunque sin ver el paisaje que iba cambiando a medida que avanzábamos. Naeem no rompió el silencio en ningún momento y lo cierto es que se lo agradecí, pues necesitaba unos momentos a solas conmigo misma para que mi consciencia batallase contra todos los sentimientos que sin piedad, parecían querer rebelarse en aquellos momentos. Sentimientos que había creído ya vencidos que ahora atacaban aprovechando la guardia baja de mi juicio...
El carruaje se detuvo frente nuestro hogar, una gran casa de piedra y tejados triangulares compuestos de pizarra. Adoraba aquella casa, tan acogedora por dentro como lo parecía por fuera, tan luminosa, espaciosa y hogareña que me hacía sentir reconfortante y segura entre sus paredes. Y sin duda, los verdes paisajes de las colinas francesas aun me cautivaban cada amanecer. Aquella casa era la medicina contra todos mis males.
Quizás por mi estado pensativo me sorprendió cuando Naeem me abrió la puerta y con una sonrisa conciliadora me invitó a salir de éste, tomando su mano para no tropezar al volver mis pies al suelo, aun un tanto desconcertada.
Sin mediar palabra aún, dejamos que el carruaje se marchara hasta perderse en la negrura y con cierta ansiedad me encaminé hacia la casa, adentrándome en ella, dejando la puerta entreabierta para que Naeem me siguiera tras de mí, escuchando cómo al fin la cerraba. De camino a mi habitación no pude evitar detenerme en el salón, iluminado tenuemente por el fuego de la chimenea que Naeem había dejado prendido para que a nuestra llegada, la casa permaneciera cálida. Me perdí entre las chispas de aquél fuego devorador, acercándome a la chimenea de piedra para tomar de su estante superior una botella de licor cuyo contenido vertí en una copa de cristal, bebiendo un pequeño sorbo que pronto hizo arder mi garganta y un jadeo escapó de mi boca, siguiendo a una mueca de desagrado que no impidió que repitiera el procedimiento un par o tres de veces más, buscando de aquella forma, volver al estado en el que nada importaba y yo podía dar rienda suelta a lo que quisiera hacer, decir o pensar. Quería ahogar aquella sensación en mi pecho que me asfixiaba. Quería perderme en la nada y el alcohol, aquella noche, parecía ser mi aliado, mi cómplice...
Pero Naeem apareció en la sala con semblante un tanto abrumador, cruzado de brazos y apoyado en uno de los pilares, simplemente, observándome en silencio. Fruncí el ceño y juraría que le grité alguna cosa, alzándome al darme cuenta -aunque sin recordarlo- que me había sentado en el suelo con la botella en mano, dándole la espalda para correr hacia la escalera, ascendiendo hasta el segundo piso dónde, al final del pasillo, se encontraba mi dormitorio. Cerré la puerta tras de mí y para evitar que Naeem me viera así y yo poder dar rienda suelta al descontrol, coloqué una silla que bloqueara el pomo de la puerta. Entonces, un poco más aliviada, decidí encerrarme en mí misma con aquella botella de licor, lanzándome a la cama, estrechando varios cojines y tomando entre sollozos, preguntándome una y otra vez: ¿Por qué no podía ser un cactus?
Kaél se despidió con frialdad y se fue por dónde había venido en silencio, pisando fuerte para que la gente se apartara, probablemente asustada por el duro semblante que sus rasgos faciales habían adquirido. Un semblante que con el que yo misma había vestido su rostro, pues todo aquello era culpa mía y ahora, Diétrich se sentiría dolido, Etiénne inconsciente en la terraza, Naeem confuso y yo hecha trizas, sin comprender el motivo de aquella conducta mía.
Sólo quería huir de allí, volver a casa, encerrarme en mi cuarto y quedarme toda la noche echa un ovillo en la cama. Sólo eso. Por ello, me despedí de papá con una efímera sonrisa cuya intención era tranquilizarle si se había dado cuenta de que algo no iba bien conmigo, y pasé mi brazo por la cintura de Naeem quién con firmeza me sostuvo y me guió hacia la salida de aquella fiesta que finalmente, parecía haberse convertido en un velorio.
Fuera, la brisa de la noche logró secar las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos y poco a poco, la cordura fue volviendo a mí. Y aunque aquella sensación me hacía sentir bien, viva y despierta, me sentí de pronto más frágil que nunca, pues de algún modo, cuando mi cabeza se encontraba nublada y todo me parecía más divertido y sencillo, podía hacer y decir cuanto quisiera mientras que ahora, debía ser responsable de lo todo lo acontecido en aquella fiesta, empezando por aquellos dos hombres que formaban parte de mi vida y que de una extraña forma, ahora sentía tan lejos de mí, sabiendo que al menos a uno, ya había lastimado aquella noche. Por ello, me propuse arreglar las cosas, empezando por Naeem, a quién sin duda, le debía una explicación para tanto alboroto. Al día siguiente me presentaría ante Diétrich y le pediría disculpas por mi nefasto comportamiento, pero aquello... formaba parte de un futuro no muy lejano pero que de momento, quería esquivar y no pensar en ello, pues me aterraba la sola idea de pensar que Diétrich no quisiera volver a dirigirme la palabra por semejante desplante.
Cuando Naeem me abrió la puerta del carruaje me adentré en éste en silencio, acomodándome a un lado de los asientos y apoyando luego la cabeza contra el cristal, contemplando aunque sin ver el paisaje que iba cambiando a medida que avanzábamos. Naeem no rompió el silencio en ningún momento y lo cierto es que se lo agradecí, pues necesitaba unos momentos a solas conmigo misma para que mi consciencia batallase contra todos los sentimientos que sin piedad, parecían querer rebelarse en aquellos momentos. Sentimientos que había creído ya vencidos que ahora atacaban aprovechando la guardia baja de mi juicio...
El carruaje se detuvo frente nuestro hogar, una gran casa de piedra y tejados triangulares compuestos de pizarra. Adoraba aquella casa, tan acogedora por dentro como lo parecía por fuera, tan luminosa, espaciosa y hogareña que me hacía sentir reconfortante y segura entre sus paredes. Y sin duda, los verdes paisajes de las colinas francesas aun me cautivaban cada amanecer. Aquella casa era la medicina contra todos mis males.
- casa Asrhan Der Kláuseen:
Quizás por mi estado pensativo me sorprendió cuando Naeem me abrió la puerta y con una sonrisa conciliadora me invitó a salir de éste, tomando su mano para no tropezar al volver mis pies al suelo, aun un tanto desconcertada.
Sin mediar palabra aún, dejamos que el carruaje se marchara hasta perderse en la negrura y con cierta ansiedad me encaminé hacia la casa, adentrándome en ella, dejando la puerta entreabierta para que Naeem me siguiera tras de mí, escuchando cómo al fin la cerraba. De camino a mi habitación no pude evitar detenerme en el salón, iluminado tenuemente por el fuego de la chimenea que Naeem había dejado prendido para que a nuestra llegada, la casa permaneciera cálida. Me perdí entre las chispas de aquél fuego devorador, acercándome a la chimenea de piedra para tomar de su estante superior una botella de licor cuyo contenido vertí en una copa de cristal, bebiendo un pequeño sorbo que pronto hizo arder mi garganta y un jadeo escapó de mi boca, siguiendo a una mueca de desagrado que no impidió que repitiera el procedimiento un par o tres de veces más, buscando de aquella forma, volver al estado en el que nada importaba y yo podía dar rienda suelta a lo que quisiera hacer, decir o pensar. Quería ahogar aquella sensación en mi pecho que me asfixiaba. Quería perderme en la nada y el alcohol, aquella noche, parecía ser mi aliado, mi cómplice...
Pero Naeem apareció en la sala con semblante un tanto abrumador, cruzado de brazos y apoyado en uno de los pilares, simplemente, observándome en silencio. Fruncí el ceño y juraría que le grité alguna cosa, alzándome al darme cuenta -aunque sin recordarlo- que me había sentado en el suelo con la botella en mano, dándole la espalda para correr hacia la escalera, ascendiendo hasta el segundo piso dónde, al final del pasillo, se encontraba mi dormitorio. Cerré la puerta tras de mí y para evitar que Naeem me viera así y yo poder dar rienda suelta al descontrol, coloqué una silla que bloqueara el pomo de la puerta. Entonces, un poco más aliviada, decidí encerrarme en mí misma con aquella botella de licor, lanzándome a la cama, estrechando varios cojines y tomando entre sollozos, preguntándome una y otra vez: ¿Por qué no podía ser un cactus?
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Cerré la puerta y tras mis pasos, se activo aquel escudo que se formaba cuando ambos llegábamos a casa, por lo que respire más tranquilo cuando llegue al salón y contemple la situación en un lugar al fin tranquilo donde podíamos hablar y donde habia cierta paz.
Iris en aquel momento se mostró dispersa, pensativa, esquivando mi mirada a la vez que buscaba la solución como muchas personas en el fondo de una botella. Algo había pasado aquella noche, y me hacía a la idea de lo sucedido, pues no se trataba más que de un cumulo de confusiones. Por lo que seguramente teníamos tanto a Diétrich como a Iris en la misma situación. Me pregunté si Kaél también intentaría ahogar su desolación en una botella o si prefería quizás algo más dulce...
Negué con la cabeza mientras observaba a Iris balbucearme algo que no entendí del todo, para después subir y cerrar la puerta, mientras yo me acercaba al sofá, tomaba un cojín y me disponía a subir tras ella por la escalera, lentamente.
Escuche el portazo de su habitación. Sin embargo no le hice mucho caso, así que llegue y giré el pomo igualmente para cerciorarme de que la puerta estaba atascada.
Iris...se que has atascado la puerta,pero no me voy a ir de aquí hasta que me digas algo. Comente lanzando el cojin en el suelo, sentándome sobre el mientras apoyaba la espalda en la misma puerta. Desatando la pajarita, y desabrochando los primeros botones de mi camisa mientras me quitaba la chaqueta y arremangaba mis mangas para sentirme mas cómodo.
Sabia lo que había sucedido...algo había estado presente entre los dos cuando bailábamos. Siempre había aquella calidez entre ambos, aquel cariño inquebrantable y aquel...deseo...aun latente de abrazarnos, de besarnos, de amarnos como si no existiera el tiempo... Si, lo sabía. Lo sabía bien, porque siempre supe que aquello seguía allí, y lo entendía, porque pese a todo el tiempo que había pasado aun quedaba aquella pizca de amor, quizás en forma de química, quizás simplemente por el roce y el hecho de vernos cada día, quizás por el tiempo y las adversidades que habíamos vivido…y que un modo u otro eso seguía ahí, a veces robándome el sueño, para entonces volver entender que era demasiado peligroso.
Si...aquello seguia ahi y lo sabia porque sentía lo mismo y porque tenia que hacer un esfuerzo sobrehumano para retenerme en mis limites y porque era eso o condenar a Iris ante Zephyr. Negué, pues no lo podia permitir...No era querer y no poder, era una cuestion de saber, que por su bien, debia mantenerle lejos de mi.
Ademas, ahora estaba él, y lo cierto es que no podia negar que me gustaba la pareja que hacian, me hacian sentir envidia por tenerse el uno al otro. Sonrei y me senti de pronto un tanto viejo.
¡Iris tesoro, me voy a quedar con la espalda hecha puré! Y mañana tengo que mirar unos informes...en serio ¿quieres que pese sobre tu conciencia mi malestar físico de esta noche? Replique mientras miraba el techo, comenzando asi con mis chantajes emocionales, intentando que me escuchara, se enfadara o me gritara algo.
Oooi oooi que dolor...comente sonriendo desde fuera. Esperando que al menos se distrajera con mi voz. Carraspeando después. No me obligues a echar la puerta abajo ¿eh? Comente golpeando la superficie con el puño para que sonara estruendosamente, básicamente para incordiarla.
¡No me obligues a echar la puerta abajo! ... Arquee una ceja. No me obligues porque luego tengo que arreglarla yo y ¡dios! me da mucha pereza...
Pase mi mano derecha a mi nuca y estire un poco mi cuello, llevando después mis dedos a mis labios cuando llego el primer bostezo. Por lo que deje de bromear, un tanto cansado ante las horas que eran.
Vamos nena...ábreme la puerta, sabes que no me ire hasta ver que estas bien
....
hablame...aunque sea con la puerta cerrada o ven y baja conmigo...preparare algo de café... Indique sosegado.
Pues lo cierto es que iba a darle paz si la necesitaba, pero antes necesitaba ver que se encontraba bien.
Iris en aquel momento se mostró dispersa, pensativa, esquivando mi mirada a la vez que buscaba la solución como muchas personas en el fondo de una botella. Algo había pasado aquella noche, y me hacía a la idea de lo sucedido, pues no se trataba más que de un cumulo de confusiones. Por lo que seguramente teníamos tanto a Diétrich como a Iris en la misma situación. Me pregunté si Kaél también intentaría ahogar su desolación en una botella o si prefería quizás algo más dulce...
Negué con la cabeza mientras observaba a Iris balbucearme algo que no entendí del todo, para después subir y cerrar la puerta, mientras yo me acercaba al sofá, tomaba un cojín y me disponía a subir tras ella por la escalera, lentamente.
Escuche el portazo de su habitación. Sin embargo no le hice mucho caso, así que llegue y giré el pomo igualmente para cerciorarme de que la puerta estaba atascada.
Iris...se que has atascado la puerta,pero no me voy a ir de aquí hasta que me digas algo. Comente lanzando el cojin en el suelo, sentándome sobre el mientras apoyaba la espalda en la misma puerta. Desatando la pajarita, y desabrochando los primeros botones de mi camisa mientras me quitaba la chaqueta y arremangaba mis mangas para sentirme mas cómodo.
Sabia lo que había sucedido...algo había estado presente entre los dos cuando bailábamos. Siempre había aquella calidez entre ambos, aquel cariño inquebrantable y aquel...deseo...aun latente de abrazarnos, de besarnos, de amarnos como si no existiera el tiempo... Si, lo sabía. Lo sabía bien, porque siempre supe que aquello seguía allí, y lo entendía, porque pese a todo el tiempo que había pasado aun quedaba aquella pizca de amor, quizás en forma de química, quizás simplemente por el roce y el hecho de vernos cada día, quizás por el tiempo y las adversidades que habíamos vivido…y que un modo u otro eso seguía ahí, a veces robándome el sueño, para entonces volver entender que era demasiado peligroso.
Si...aquello seguia ahi y lo sabia porque sentía lo mismo y porque tenia que hacer un esfuerzo sobrehumano para retenerme en mis limites y porque era eso o condenar a Iris ante Zephyr. Negué, pues no lo podia permitir...No era querer y no poder, era una cuestion de saber, que por su bien, debia mantenerle lejos de mi.
Ademas, ahora estaba él, y lo cierto es que no podia negar que me gustaba la pareja que hacian, me hacian sentir envidia por tenerse el uno al otro. Sonrei y me senti de pronto un tanto viejo.
¡Iris tesoro, me voy a quedar con la espalda hecha puré! Y mañana tengo que mirar unos informes...en serio ¿quieres que pese sobre tu conciencia mi malestar físico de esta noche? Replique mientras miraba el techo, comenzando asi con mis chantajes emocionales, intentando que me escuchara, se enfadara o me gritara algo.
Oooi oooi que dolor...comente sonriendo desde fuera. Esperando que al menos se distrajera con mi voz. Carraspeando después. No me obligues a echar la puerta abajo ¿eh? Comente golpeando la superficie con el puño para que sonara estruendosamente, básicamente para incordiarla.
¡No me obligues a echar la puerta abajo! ... Arquee una ceja. No me obligues porque luego tengo que arreglarla yo y ¡dios! me da mucha pereza...
Pase mi mano derecha a mi nuca y estire un poco mi cuello, llevando después mis dedos a mis labios cuando llego el primer bostezo. Por lo que deje de bromear, un tanto cansado ante las horas que eran.
Vamos nena...ábreme la puerta, sabes que no me ire hasta ver que estas bien
....
hablame...aunque sea con la puerta cerrada o ven y baja conmigo...preparare algo de café... Indique sosegado.
Pues lo cierto es que iba a darle paz si la necesitaba, pero antes necesitaba ver que se encontraba bien.
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Naeem me despertó de aquél pequeño sueño en el que me había sumido, percatándome que un fuerte dolor punzante martilleaba mi cabeza, irguiéndome poco a poco en aquella cama, mirando a mi alrededor como si no recordara dónde me hallaba. Con cuidado bajé mis pies del lecho y pisé la botella que se encontraba vertida sobre la alfombra con el licor derramado por doquier, situación caótica que me llevó a poner las manos a la cabeza, suspirando después.
Me alcé tambaleándome de un lado a otro, agarrándome a las cortinas de la ventana que, no pudiendo sostener mi peso cedieron, resquebrajándose y haciéndome caer de culo al suelo con un pequeño grito.
Al ladear mi rostro hacia el espejo de la sala vi mi reflejo en él, mostrando mi peor semblante, mis cabellos alborotados, mi vestido arrugado y un aspecto, en fin, lamentable. Tan lamentable como me sentía ahora, con aquél dolor de cabeza que me puso de mal humor. Naeem, fuera, seguí picando en la puerta, reclamando mi atención.
- Dame... Dame un minuto y bajo, Naeem.- le pedí con un murmuro, escuchando cómo sus pasos se alejaban escaleras abajo, dejándome a solas nuevamente, tomándome unos momentos para pensar en qué hacer con mi vida en aquél vergonzoso momento.
Me levanté aferrándome a los pies de la cama, arrastrando mis pies hacia el armario para abrirlo y rebuscar entre mis ropajes algo más cómodo que vestir, tomando mi camisón blanco de falda larga, cuello alto y mangas anchas adornadas con bordados florales que también se repetían en los bajos de la misma falda en forma de volantes que me enfundé tras batallar contra el dichoso vestido de fiesta que terminé lanzando por la ventana de pura rabia, pues tantos cordones, botones y broches habían puesto al límite mi paciencia. Me descalcé y cepillé mi cabello corto para que no pareciera una de las locas que Naeem trataba en el centro psiquiátrico, decidiéndome a lavarme la cara para borrar todo rastro de maquillaje y lágrimas antes de mostrarme ante él, esperando que no percibiera el tormento que había sufrido momentos antes.
De ese modo, abandoné mi habitación -completamente desordenada y caótica- y descendí por la escalera de caracol, cuidando mis pasos para no volver a caer redonda al suelo. En el salón no había nadie, sólo un par de velas sobre la mesa situada junto a los sillones y el fuego prendido aun en la chimenea, por lo que imaginé que Naeem se encontraría en la cocina preparando el café, confirmando mi sospecha en cuanto llegué al umbral de la puerta abierta y, apoyando mi costado contra el marco, sonreí al verle de aquí para allá, dándome la espalda mientras vertía el café en un par de tazas.
- Dos cucharadas de azúcar.- comenté torciendo una sonrisa conciliadora, no porque él no supiera cómo me agradaba tomarme el café -pues de sobras conocía cada una de mis manías-, sino para hacerme notar allí.
Él sonrió, devolviéndome el gesto antes de girarse con ambas tazas y ofrecerme una de ellas, tomándola con cuidado pues estaba caliente. Sin decir nada más di media vuelta y a sabiendas de que él me seguiría, me dirigí hacia el salón, sentándome en el sillón más amplio a la espera que él lo hiciera junto a mí, momento en el que dejé mi taza aun sin probar su café sobre la mesa de enfrente y me acurruqué contra él, depositando mi cabeza sobre su pecho y mi mano derecha sobre su vientre, jugueteando con un botón de su camisa, decidiéndome al fin a romper aquél silencio que extrañamente, me pareció agradable.
- Lamento la bochornosa escenita de ésta noche, Naeem.- susurré, curvando las comisuras de mis labios al recordarlo, queriendo esconder mi cabeza bajo su camisa con tal de que no viera mi rostro avergonzado.
Me alcé tambaleándome de un lado a otro, agarrándome a las cortinas de la ventana que, no pudiendo sostener mi peso cedieron, resquebrajándose y haciéndome caer de culo al suelo con un pequeño grito.
Al ladear mi rostro hacia el espejo de la sala vi mi reflejo en él, mostrando mi peor semblante, mis cabellos alborotados, mi vestido arrugado y un aspecto, en fin, lamentable. Tan lamentable como me sentía ahora, con aquél dolor de cabeza que me puso de mal humor. Naeem, fuera, seguí picando en la puerta, reclamando mi atención.
- Dame... Dame un minuto y bajo, Naeem.- le pedí con un murmuro, escuchando cómo sus pasos se alejaban escaleras abajo, dejándome a solas nuevamente, tomándome unos momentos para pensar en qué hacer con mi vida en aquél vergonzoso momento.
Me levanté aferrándome a los pies de la cama, arrastrando mis pies hacia el armario para abrirlo y rebuscar entre mis ropajes algo más cómodo que vestir, tomando mi camisón blanco de falda larga, cuello alto y mangas anchas adornadas con bordados florales que también se repetían en los bajos de la misma falda en forma de volantes que me enfundé tras batallar contra el dichoso vestido de fiesta que terminé lanzando por la ventana de pura rabia, pues tantos cordones, botones y broches habían puesto al límite mi paciencia. Me descalcé y cepillé mi cabello corto para que no pareciera una de las locas que Naeem trataba en el centro psiquiátrico, decidiéndome a lavarme la cara para borrar todo rastro de maquillaje y lágrimas antes de mostrarme ante él, esperando que no percibiera el tormento que había sufrido momentos antes.
De ese modo, abandoné mi habitación -completamente desordenada y caótica- y descendí por la escalera de caracol, cuidando mis pasos para no volver a caer redonda al suelo. En el salón no había nadie, sólo un par de velas sobre la mesa situada junto a los sillones y el fuego prendido aun en la chimenea, por lo que imaginé que Naeem se encontraría en la cocina preparando el café, confirmando mi sospecha en cuanto llegué al umbral de la puerta abierta y, apoyando mi costado contra el marco, sonreí al verle de aquí para allá, dándome la espalda mientras vertía el café en un par de tazas.
- Dos cucharadas de azúcar.- comenté torciendo una sonrisa conciliadora, no porque él no supiera cómo me agradaba tomarme el café -pues de sobras conocía cada una de mis manías-, sino para hacerme notar allí.
Él sonrió, devolviéndome el gesto antes de girarse con ambas tazas y ofrecerme una de ellas, tomándola con cuidado pues estaba caliente. Sin decir nada más di media vuelta y a sabiendas de que él me seguiría, me dirigí hacia el salón, sentándome en el sillón más amplio a la espera que él lo hiciera junto a mí, momento en el que dejé mi taza aun sin probar su café sobre la mesa de enfrente y me acurruqué contra él, depositando mi cabeza sobre su pecho y mi mano derecha sobre su vientre, jugueteando con un botón de su camisa, decidiéndome al fin a romper aquél silencio que extrañamente, me pareció agradable.
- Lamento la bochornosa escenita de ésta noche, Naeem.- susurré, curvando las comisuras de mis labios al recordarlo, queriendo esconder mi cabeza bajo su camisa con tal de que no viera mi rostro avergonzado.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Después de un sorbo de cálido y reconfortante café, le mire hacia abajo, por lo que deje la taza a un lado y le pase un brazo por su espalda, frutándola con cuidado.
No te preocupes por eso. No pasa nada…Nos quedamos un instante en silencio, ahí el uno junto al otro, era tan cómodo estar así. El crepitar del fuego era lo único que parecía interrumpir el silencio, llenando con su luz el ambiente y tornándolo todo aun mas cálido.
Momento en que torciendo una sonrisa, me enderece, le contemple, lleve mis manos por debajo de sus brazos, rodeándole y estirándome hacia atrás yo mismo en el sofá, haciendo que ella cayera conmigo hacia atrás, haciendo que se acomodara sobre mi pecho igual que yo me acomodaba en el sofá. Viendo como sonreía, a la vez que yo llevaba un cojín tras mi cabeza, sonriendo tambien, mirándole, enredando mis dedos en sus cabellos para estirarlos hacia atrás.
Aquello era una forma bastante cómoda de terapia, el paciente no era el único que acababa en el diván, el médico también.
Has discutido con el rubio...¿no? ¿porque?...Ya nos hemos reunido otras veces con más gente, ¿qué ha pasado hoy que fuera distinto a las otras veces?
Ella apoyo el mentón sobre mi pecho mientras me miraba torciendo una mueca, podía ver que está pensando, y a la vez se sentía un tanto dubitativa, lo notaba en aquel gesto que solía tenia al morderse los labios.
Me acomode y comencé mirar el techo.
¿Sabes?…cuando Kaél vino hacia nosotros, pensé que le apetecería cambiarme la cara con sus bonitos puños, cosa que definitivamente nos habría dejado en evidencia a todos, pero no fue eso lo que vi en sus ojos… Me quede pensando en eso un instante, pues lo cierto es que desde el principio, cuando le conocí, que había sacado todo el particular perfil psicológico del inquisidor, aunque no me parecía el mejor momento para revelar aquellas cosas. Al menos esa noche, sin embargo una duda vino a mi mente por lo que baje la mirada y me encontré con su mirada.
Porque, tu le quieres. ¿No? La pregunta me salió tal cual la había pensado, sin pasarla por el triturador de finuras y buenos modales para que sonara menos….Directa. Pese que a que sabía que podría ofenderla con tal duda. -Eso nos pasaba por tener tanta confianza-
Por lo que, hecho el daño, me quede en silencio y esperé.
No te preocupes por eso. No pasa nada…Nos quedamos un instante en silencio, ahí el uno junto al otro, era tan cómodo estar así. El crepitar del fuego era lo único que parecía interrumpir el silencio, llenando con su luz el ambiente y tornándolo todo aun mas cálido.
Momento en que torciendo una sonrisa, me enderece, le contemple, lleve mis manos por debajo de sus brazos, rodeándole y estirándome hacia atrás yo mismo en el sofá, haciendo que ella cayera conmigo hacia atrás, haciendo que se acomodara sobre mi pecho igual que yo me acomodaba en el sofá. Viendo como sonreía, a la vez que yo llevaba un cojín tras mi cabeza, sonriendo tambien, mirándole, enredando mis dedos en sus cabellos para estirarlos hacia atrás.
Aquello era una forma bastante cómoda de terapia, el paciente no era el único que acababa en el diván, el médico también.
Has discutido con el rubio...¿no? ¿porque?...Ya nos hemos reunido otras veces con más gente, ¿qué ha pasado hoy que fuera distinto a las otras veces?
Ella apoyo el mentón sobre mi pecho mientras me miraba torciendo una mueca, podía ver que está pensando, y a la vez se sentía un tanto dubitativa, lo notaba en aquel gesto que solía tenia al morderse los labios.
Me acomode y comencé mirar el techo.
¿Sabes?…cuando Kaél vino hacia nosotros, pensé que le apetecería cambiarme la cara con sus bonitos puños, cosa que definitivamente nos habría dejado en evidencia a todos, pero no fue eso lo que vi en sus ojos… Me quede pensando en eso un instante, pues lo cierto es que desde el principio, cuando le conocí, que había sacado todo el particular perfil psicológico del inquisidor, aunque no me parecía el mejor momento para revelar aquellas cosas. Al menos esa noche, sin embargo una duda vino a mi mente por lo que baje la mirada y me encontré con su mirada.
Porque, tu le quieres. ¿No? La pregunta me salió tal cual la había pensado, sin pasarla por el triturador de finuras y buenos modales para que sonara menos….Directa. Pese que a que sabía que podría ofenderla con tal duda. -Eso nos pasaba por tener tanta confianza-
Por lo que, hecho el daño, me quede en silencio y esperé.
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
De repente, el café no me pareció la mejor compañía para aquella charla y me apeteció una copa de vino, aunque por supuesto, tanto mi cabeza adolorida como mi razonamiento me vetaron aquella idea de mi mente, por lo que me limité a tomar una bocanada de aire y dejarme envolver por los brazos de Naeem quién, ahora como mi terapeuta, me animaba a abrir mis sentimientos ante él.
Y yo, quizás por los efectos del licor, quizás por aquella tierna estampa hogareña y reconfortante, quizás por su voz que tenía el poder de tirar de las palabras ajenas sin siquiera tomarse la delicadeza de ponerse guantes, quizás... ¿quién sabe? Quizás porque simplemente, a Naeem le confiaría mi vida sin dudarlo un segundo, porque nos conocíamos de toda la vida y juntos habíamos crecido como personas hasta convertirnos en lo que éramos hoy. No había secretos entre ambos y por ello, me sinceré con él sin siquiera titubear.
- Cuando tú y yo estábamos bailando, así tan pegados como... bueno, como lo estamos ahora...- reí débilmente, entreteniéndome de nuevo con sus botones.- Sentí algo, Naeem.- añadí con el ceño fruncido y elevando un poco la voz, alzando luego la mirada hacia sus ojos y dejando mi mano quieta sobre su pecho, focalizando toda mi atención en su rostro.- Era como si nos hubiéramos remontado años atrás y de nuevo sintiera ese cosquilleo que me empujaba a ti, a...- mordí mis labios y desvié la mirada, suspirando finalmente antes de volver la vista hacia él, sintiendo el rubor colorear mis mejillas.- ... besarte.
Agaché la cabeza y ahogué un grito sobre su pecho, como si fuera una nena pequeña con una pataleta infantil. Y así me quedé, en silencio, durante varios minutos. Hasta que mi pulso volvió a la normalidad y el sonrojo empezó a disiparse, momento en el que volví a osar mirarle a los ojos, un tanto más tranquila ya, incluso sonriéndole dulcemente.
- No querría incomodarte con todo ésto, Naeem, en fin, ya sé que lo nuestro... forma parte del pasado y sólo somos buenos amigos, de veras, no malinterpreté nada, solamente, yo...- empecé a tartamudear y la voz me temblaba, perdiendo incluso el hilo de lo que quería decirle, pues lo cierto es que la vergüenza y el nerviosismo iban ahora a la mano, sintiéndome desnudada por su mirada que seguramente ya había confeccionado un perfil psicológico delirante hacia mi persona, lo cuál aun me ponía más ansiosa.
Suspiré.
- ¿Tan loca estoy?- reí débilmente, meneando la cabeza antes de apoyarla de nuevo sobre su pecho en un abrazo posesivo.- Le quiero.- respondí al fin a su última pregunta con total calma y serenidad.- Pero también te quiero a ti.-añadí tras unos segundos de tenso silencio.- ¿Y bien? ¿Cuál es la terapia que debo seguir para mi pronta recuperación, doctor?- bromeé riendo, alzando el mentón para perderme una vez más en sus ojos, encontrando un atisbo centelleante que me hizo estremecer entre sus brazos, preguntándome qué sería lo que realmente pensaría él de mí ahora...
Y yo, quizás por los efectos del licor, quizás por aquella tierna estampa hogareña y reconfortante, quizás por su voz que tenía el poder de tirar de las palabras ajenas sin siquiera tomarse la delicadeza de ponerse guantes, quizás... ¿quién sabe? Quizás porque simplemente, a Naeem le confiaría mi vida sin dudarlo un segundo, porque nos conocíamos de toda la vida y juntos habíamos crecido como personas hasta convertirnos en lo que éramos hoy. No había secretos entre ambos y por ello, me sinceré con él sin siquiera titubear.
- Cuando tú y yo estábamos bailando, así tan pegados como... bueno, como lo estamos ahora...- reí débilmente, entreteniéndome de nuevo con sus botones.- Sentí algo, Naeem.- añadí con el ceño fruncido y elevando un poco la voz, alzando luego la mirada hacia sus ojos y dejando mi mano quieta sobre su pecho, focalizando toda mi atención en su rostro.- Era como si nos hubiéramos remontado años atrás y de nuevo sintiera ese cosquilleo que me empujaba a ti, a...- mordí mis labios y desvié la mirada, suspirando finalmente antes de volver la vista hacia él, sintiendo el rubor colorear mis mejillas.- ... besarte.
Agaché la cabeza y ahogué un grito sobre su pecho, como si fuera una nena pequeña con una pataleta infantil. Y así me quedé, en silencio, durante varios minutos. Hasta que mi pulso volvió a la normalidad y el sonrojo empezó a disiparse, momento en el que volví a osar mirarle a los ojos, un tanto más tranquila ya, incluso sonriéndole dulcemente.
- No querría incomodarte con todo ésto, Naeem, en fin, ya sé que lo nuestro... forma parte del pasado y sólo somos buenos amigos, de veras, no malinterpreté nada, solamente, yo...- empecé a tartamudear y la voz me temblaba, perdiendo incluso el hilo de lo que quería decirle, pues lo cierto es que la vergüenza y el nerviosismo iban ahora a la mano, sintiéndome desnudada por su mirada que seguramente ya había confeccionado un perfil psicológico delirante hacia mi persona, lo cuál aun me ponía más ansiosa.
Suspiré.
- ¿Tan loca estoy?- reí débilmente, meneando la cabeza antes de apoyarla de nuevo sobre su pecho en un abrazo posesivo.- Le quiero.- respondí al fin a su última pregunta con total calma y serenidad.- Pero también te quiero a ti.-añadí tras unos segundos de tenso silencio.- ¿Y bien? ¿Cuál es la terapia que debo seguir para mi pronta recuperación, doctor?- bromeé riendo, alzando el mentón para perderme una vez más en sus ojos, encontrando un atisbo centelleante que me hizo estremecer entre sus brazos, preguntándome qué sería lo que realmente pensaría él de mí ahora...
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Le contemple en silencio, escuchándole, sonriéndose incluso al ver lo mucho que se avergonzaba al decirme ciertas cosas, mientras que yo sentía en mi interior como si me estuviesen apretando el corazón, estrujándolo hasta dejarlo inservible.
Tranquila. Comente sosegado, instándole a apoyar su cabeza sobre mi pecho, acariciando así sus cabellos mientras dejaba reposar el brazo libre sobre su espalda.
Se lo que quieres decir. Yo también desee que lo hicieras, que me besaras… Confesé pese a su sorpresa.
No es algo extraño que aun exista ese… “deseo.” Por llamarlo de algún modo. Tú y yo hemos estado juntos muchos años, es un vinculo fuerte. Solo que ha ido cambiando con el tiempo.
Cerré mis ojos, y deje que el aire escapase de mis pulmones poco a poco. Era difícil estar a su lado y no sucumbir a abrazarla más, o a desear acariciar su cálida piel, o a morder aquellos labios. Tragué saliva, tenía que tener cuidado con lo que deseaba y tambien con mis palabras, por su bien.
No estás loca, ni te pasa nada, solo estas confusa. Tú le quieres a él, lo sabes en el fondo. Es solo que toda esta parafernalia…de fingir que volvemos a ser los de antes, comportándonos como antaño, en fin…
No somos de piedra nena.
Ella alzo la cabeza y me contemplo aun con gesto de angustia, por lo que yo lleve mis dedos pulgar e índice hacia las comisuras de sus labios, subiéndolos, para que parecieran una sonrisa, apreciando como ella sonreía ante mis juegos, contagiándome.
Yo también te quiero, no lo olvides.
Y espero… que me dejéis ser el padrino del primer retoño. Indique riendo, contagiándole incluso, antes de darle un beso en la frente, levantándome un poco, excusándome ante su sorpresa.
Voy a…prepararme un poco mas de café. Comente mientras ella se erguía y yo le me levantaba para ir hacia la cocina, un tanto disperso, pues podía ser fuerte y controlarme, sin embargo eso no significaba que no me escociera el hecho de mentirle, de no poder decirle nunca que debía apartarle por su bien. Por lo que camine hacia aquella estancia, y me encamine hacia el friega platos, abriendo el grifo y llevando ambas manos bajo el frio chorro de agua para poder lanzármelo al rostro, apoyándome en la encimera con una mano, estirando mis cabellos hacia atras, intentando despejarme un poco.
Olvidándo que mi taza llena de café seguía en el salón.
Tranquila. Comente sosegado, instándole a apoyar su cabeza sobre mi pecho, acariciando así sus cabellos mientras dejaba reposar el brazo libre sobre su espalda.
Se lo que quieres decir. Yo también desee que lo hicieras, que me besaras… Confesé pese a su sorpresa.
No es algo extraño que aun exista ese… “deseo.” Por llamarlo de algún modo. Tú y yo hemos estado juntos muchos años, es un vinculo fuerte. Solo que ha ido cambiando con el tiempo.
Cerré mis ojos, y deje que el aire escapase de mis pulmones poco a poco. Era difícil estar a su lado y no sucumbir a abrazarla más, o a desear acariciar su cálida piel, o a morder aquellos labios. Tragué saliva, tenía que tener cuidado con lo que deseaba y tambien con mis palabras, por su bien.
No estás loca, ni te pasa nada, solo estas confusa. Tú le quieres a él, lo sabes en el fondo. Es solo que toda esta parafernalia…de fingir que volvemos a ser los de antes, comportándonos como antaño, en fin…
No somos de piedra nena.
Ella alzo la cabeza y me contemplo aun con gesto de angustia, por lo que yo lleve mis dedos pulgar e índice hacia las comisuras de sus labios, subiéndolos, para que parecieran una sonrisa, apreciando como ella sonreía ante mis juegos, contagiándome.
Yo también te quiero, no lo olvides.
Y espero… que me dejéis ser el padrino del primer retoño. Indique riendo, contagiándole incluso, antes de darle un beso en la frente, levantándome un poco, excusándome ante su sorpresa.
Voy a…prepararme un poco mas de café. Comente mientras ella se erguía y yo le me levantaba para ir hacia la cocina, un tanto disperso, pues podía ser fuerte y controlarme, sin embargo eso no significaba que no me escociera el hecho de mentirle, de no poder decirle nunca que debía apartarle por su bien. Por lo que camine hacia aquella estancia, y me encamine hacia el friega platos, abriendo el grifo y llevando ambas manos bajo el frio chorro de agua para poder lanzármelo al rostro, apoyándome en la encimera con una mano, estirando mis cabellos hacia atras, intentando despejarme un poco.
Olvidándo que mi taza llena de café seguía en el salón.
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Re: Juegos peligrosos [privado]
De algún modo, me sentía ahora más aliviada, como si al pronunciar aquella confesión un gran peso de mi pecho desapareciera de repente, sintiéndome más liviana, más pura. Así que ante su amago de alzarse me aparté y observé cómo se dirigía hacia la cocina, sonriendo, agachando la mirada hacia las dos tazas de café que se encontraban frente a mí. Parpadeé y tomé la taza de Naeem para llevársela, irguiéndome de un brinco para seguir sus pasos.
- Te has olvidado la taz...
Parpadeé varias veces seguidas, aun desde el umbral de la puerta, contemplando cómo me daba la espalda mientras se lavaba la cara con agua fría, dedicándome una mirada casi culpable.
Meneé la cabeza y dejé la taza sobre la encimera, tomando uno de los trapos limpios de cocina tras lo que me situé frente a él con la más radiante de mis sonrisas, tomándole del mentón para que alzara la vista y así poder secar su rostro delicadamente, con suavidad.
- Si no te conociera... pensaría que algo va mal, Naeem.- bromeé un momento, sólo hasta que desvió la mirada y mi sonrisa se marchitó en mis labios, apartando el trapo de su cara para tomársela entre mis manos, obligándole a que me mirara fijamente, ahora con seriedad y ansiedad en mis ojos.- ¿Qué te atormenta, Naeem?
Y entonces, recordé la conversación anterior, palabra por palabra, en la que todo cambiaba según el significado con el que quisiera escucharle, lo que me hizo tragar saliva ruidosamente, aun manteniendo aquella fiera mirada.
- ¿Me... quieres, Naeem?- osé preguntar con un hilo de voz, esperando con el corazón en un puño, conteniendo el aliento durante lo que me pareció una eternidad.
Pero entonces, cuando su boca se abrió, yo... Palidecí. La sangre cayó hasta la punta de mis pies. Los latidos se me aceleraron hasta martillear mi cabeza. La boca se secó. Y entonces, quise huir. Quise retroceder en el tiempo, borrar las últimas palabras dichas y volver a la vida dónde junto a Naeem, todo parecía más sencillo.
Así que retrocedí unos pasos, visiblemente nerviosa y avergonzada, riéndome sin que nada viniera a cuento, palpando el armario con el que mi espalda tropezó mientras caminaba de lado arrastrando mi espalda por la pared en busca de la puerta por la que escapar.
- Jejeje... Bueno... Ésto... Sí, claro que me quieres... Como tu hermana menor, ¿no? Claro... ¡Qué cosas se me ocurren! ¿Que tu me quisieras aun? ¿Después de tanto tiempo? Nahh.. jejeje...
Y fue precisamente el miedo a su rechazo lo que me llevó a dar media vuelta y regresar al salón, dónde me senté en una butaca cercana al fuego para empezar a morderme nerviosamente las uñas, sintiendo mi cuerpo temblar de pura ansiedad cuando sus pasos se aceraron por detrás...
- Te has olvidado la taz...
Parpadeé varias veces seguidas, aun desde el umbral de la puerta, contemplando cómo me daba la espalda mientras se lavaba la cara con agua fría, dedicándome una mirada casi culpable.
Meneé la cabeza y dejé la taza sobre la encimera, tomando uno de los trapos limpios de cocina tras lo que me situé frente a él con la más radiante de mis sonrisas, tomándole del mentón para que alzara la vista y así poder secar su rostro delicadamente, con suavidad.
- Si no te conociera... pensaría que algo va mal, Naeem.- bromeé un momento, sólo hasta que desvió la mirada y mi sonrisa se marchitó en mis labios, apartando el trapo de su cara para tomársela entre mis manos, obligándole a que me mirara fijamente, ahora con seriedad y ansiedad en mis ojos.- ¿Qué te atormenta, Naeem?
Y entonces, recordé la conversación anterior, palabra por palabra, en la que todo cambiaba según el significado con el que quisiera escucharle, lo que me hizo tragar saliva ruidosamente, aun manteniendo aquella fiera mirada.
- ¿Me... quieres, Naeem?- osé preguntar con un hilo de voz, esperando con el corazón en un puño, conteniendo el aliento durante lo que me pareció una eternidad.
Pero entonces, cuando su boca se abrió, yo... Palidecí. La sangre cayó hasta la punta de mis pies. Los latidos se me aceleraron hasta martillear mi cabeza. La boca se secó. Y entonces, quise huir. Quise retroceder en el tiempo, borrar las últimas palabras dichas y volver a la vida dónde junto a Naeem, todo parecía más sencillo.
Así que retrocedí unos pasos, visiblemente nerviosa y avergonzada, riéndome sin que nada viniera a cuento, palpando el armario con el que mi espalda tropezó mientras caminaba de lado arrastrando mi espalda por la pared en busca de la puerta por la que escapar.
- Jejeje... Bueno... Ésto... Sí, claro que me quieres... Como tu hermana menor, ¿no? Claro... ¡Qué cosas se me ocurren! ¿Que tu me quisieras aun? ¿Después de tanto tiempo? Nahh.. jejeje...
Y fue precisamente el miedo a su rechazo lo que me llevó a dar media vuelta y regresar al salón, dónde me senté en una butaca cercana al fuego para empezar a morderme nerviosamente las uñas, sintiendo mi cuerpo temblar de pura ansiedad cuando sus pasos se aceraron por detrás...
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Lleve una de mis manos a mis labios, luego la otra para terminar tapando mis ojos, llevando después mis manos a mis sienes, mientras me giraba y resoplaba. Intentando que la cabeza no me explotara.
Oh dios mío…
El corazón me latía con fuerza, recordándome cuan vivo estaba, recordándome cada momento vivido, cada instante a su lado, cada caricia, cada palabra pero sobretodo cuanto la necesitaba…
Y ella, ella ahora preguntándome, precisamente la única pregunta que no quería responder, lo único que no podía decir. El destino no era cruel, ¡el destino era un psicópata sanguinario!
Empezó a dolerme la cabeza, por lo que tomé aire y me obligué a mi mismo a relajarme, algo que me tomo unos minutos. Por lo que luego me encamine al salón con paso sereno, tenia que ser recto, tenia que mantenerme en mis casillas…Sino…
Le contemple mientras ella se mordía las uñas, visiblemente ansiosa, mientras yo caminaba hacia ella, posicionándose frente suyo, tapando su campo visual que se centraba en la fogata, tomando sus manos y haciéndole levantarse. Momento en que sujete su calido rostro con ambas manos, mirando sus ojos angustiados, mirando el brillo en ellos, apreciando como me perdía un instante en su mirada, perdiendo el hilo de lo que mentalmente quería decirle, simplemente me perdí en sus ojos y en aquellos labios que me incitaban a acercarme más.
Le había hecho sufrir, le habia apartado de mi cuando nunca lo deseé y ahora era tarde, tarde para ambos, tarde porque había un tercero… un tercero al que odie por un instante de solo imaginar que era el dueño de aquellos besos que me moría por robar. Y allí, en la soledad de nuestro hogar, le contemple con pesar, atormentado con lo que sentia, por lo que sin poderme contener le sostuve por la cintura y retrocedi con ella, hasta que su espalda choco contra la pared, donde quedo arrinconada por mi cuerpo, donde lleve mi frente junto a la suya, cerrando los ojos. Muriendome de ganas de decirle lo que sentía, muriéndome de ganas de decirle todo lo que había pasado.
Si… Te quiero…
Mas de lo que imaginas, y no precisamente como se quiere a una hermana. comente aun intentando bromear, pese que a que no me sentia precisamente feliz, mientras ella me escuchaba atenta, por lo que quise explicarme.
Nadie podra comprender nunca lo que hemos vivido, ni lo que nos ha pasado...
Aquellos momentos junto a ti, fueron los mejores que conservo. Estas ahi, en cada recuerdo de felicidad...Pero...
Ya es demasiado tarde y ni siquiera tu lo sabes aun… Comente ante su mirada interrogante.
No importa lo que yo sienta o haya sentido Iris, sino lo que tu sientas… Tome un poco de aire y acaricié su mejilla, apartandome un poco de ella, sin querer agobiarla mas.
Estas confundida...Pero yo se que no me amas…
Oh dios mío…
El corazón me latía con fuerza, recordándome cuan vivo estaba, recordándome cada momento vivido, cada instante a su lado, cada caricia, cada palabra pero sobretodo cuanto la necesitaba…
Y ella, ella ahora preguntándome, precisamente la única pregunta que no quería responder, lo único que no podía decir. El destino no era cruel, ¡el destino era un psicópata sanguinario!
Empezó a dolerme la cabeza, por lo que tomé aire y me obligué a mi mismo a relajarme, algo que me tomo unos minutos. Por lo que luego me encamine al salón con paso sereno, tenia que ser recto, tenia que mantenerme en mis casillas…Sino…
Le contemple mientras ella se mordía las uñas, visiblemente ansiosa, mientras yo caminaba hacia ella, posicionándose frente suyo, tapando su campo visual que se centraba en la fogata, tomando sus manos y haciéndole levantarse. Momento en que sujete su calido rostro con ambas manos, mirando sus ojos angustiados, mirando el brillo en ellos, apreciando como me perdía un instante en su mirada, perdiendo el hilo de lo que mentalmente quería decirle, simplemente me perdí en sus ojos y en aquellos labios que me incitaban a acercarme más.
Le había hecho sufrir, le habia apartado de mi cuando nunca lo deseé y ahora era tarde, tarde para ambos, tarde porque había un tercero… un tercero al que odie por un instante de solo imaginar que era el dueño de aquellos besos que me moría por robar. Y allí, en la soledad de nuestro hogar, le contemple con pesar, atormentado con lo que sentia, por lo que sin poderme contener le sostuve por la cintura y retrocedi con ella, hasta que su espalda choco contra la pared, donde quedo arrinconada por mi cuerpo, donde lleve mi frente junto a la suya, cerrando los ojos. Muriendome de ganas de decirle lo que sentía, muriéndome de ganas de decirle todo lo que había pasado.
Si… Te quiero…
Mas de lo que imaginas, y no precisamente como se quiere a una hermana. comente aun intentando bromear, pese que a que no me sentia precisamente feliz, mientras ella me escuchaba atenta, por lo que quise explicarme.
Nadie podra comprender nunca lo que hemos vivido, ni lo que nos ha pasado...
Aquellos momentos junto a ti, fueron los mejores que conservo. Estas ahi, en cada recuerdo de felicidad...Pero...
Ya es demasiado tarde y ni siquiera tu lo sabes aun… Comente ante su mirada interrogante.
No importa lo que yo sienta o haya sentido Iris, sino lo que tu sientas… Tome un poco de aire y acaricié su mejilla, apartandome un poco de ella, sin querer agobiarla mas.
Estas confundida...Pero yo se que no me amas…
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Fruncí el ceño ante sus últimas palabras y agarré su mano cuando ésta ya se distanciaba de aquella mejilla mía que acariciaba suavemente, reteniéndole frente a mí con cierta brusquedad, oprimiendo su muñeca con fuerza.
- No coloques en mis labios las palabras que no he dicho.- refunfuñé un tanto molesta de repente, como si su simple duda me ofendiera por un momento, relajando entonces mis músculos, soltando incluso el agarre de su mano para liberarle de mi atadura, más mis ojos penetraban su mirada y mis manos ascendieron por su pecho hasta su rostro, suspirando.- ¿Por qué crees que me siento así de terrible? Claro que te amo... tanto como amo a Kaél... Y esto me está matando, Naeem... Tenerte cerca cada día de mi vida, fingir ser la pareja que ya fuimos... ¿No entiendes? Incluso el tenerte ahora así, tan cerca de mí, compartiendo respiraciones, escuchando tus latidos desbocados, sentir bajo la palma de mi mano el tacto de tu piel y simplemente... Contenerme para no dañar a nadie, para no lastimarte a ti... ni a él.
Me detuve, sintiendo la piel de mi rostro hervir y mis pálpitos a punto de salírseme por la boca, desviando la mirada por un momento para tomar aire, suspirando finalmente.
- Si me amas... si me amaste... ¿por qué me abandonaste, Naeem?- le pedí de pronto, alzando mi rostro hacia él, mirándole con urgencia a la espera de una respuesta. Una respuesta que hacía años esperaba.
Y esperé... y esperé... y seguí esperando en silencio. Y nada. Aquella quizás, era la respuesta al fin y al cabo: el mismo silencio de siempre.
- Entiendo.- musité con voz triste, despegándome de la pared para pasar por su lado, rozando mi brazo con el suyo cuando mis pasos descalzos se encaminaron hacia las escaleras, subiendo sus peldaños con lentitud, deteniéndome a la mitad para ladear mi rostro hacia él.- Buenas noches, Naeem.- añadí con un deje de dolor en mi voz que intenté disimular conteniendo el aliento y algunas lágrimas que se agolparon en mis ojos, queriendo traicionarme una vez más.
Tras apagar las velas del pasillo con mi simple presencia rozando la llama a punto de consumirse llegué a mi cuarto, cerrando la puerta tras de mí antes de dirigirme hacia el lecho, tropezando con la silla que momentos antes había usado para bloquear la puerta, pisando de nuevo la botella de licor derramado sobre la moqueta, hasta que logré llegar a mi cama, sentándome en ella de cara la ventana cuyas cortinas permanecían apartadas, mostrándome una clara noche estrellada y de luna menguante que parecía ahora burlarse de mí. A ella, a aquella luna, le saqué la lengua infantilmente y deseé que vagara el resto de su eternidad en soledad. La misma soledad que probablemente, yo siempre sentiría, estuviera quién estuviera junto a mí... siempre me sentiría incompleta.
Así que, habiéndome mentalizado de mi nefasta suerte en la vida, acomodé mi cuerpo bajo las sábanas y echa un ovillo seguí contemplando la luna, esperando sin éxito que el sueño me arrastrara hasta las puertas de una ilusión más placentera que la sensación tan real que la vida misma me ofrecía, tan dura como cruda.
Y al fin... cerré mis ojos...
... y al abrirlos de nuevo, allí estaba él.
- No coloques en mis labios las palabras que no he dicho.- refunfuñé un tanto molesta de repente, como si su simple duda me ofendiera por un momento, relajando entonces mis músculos, soltando incluso el agarre de su mano para liberarle de mi atadura, más mis ojos penetraban su mirada y mis manos ascendieron por su pecho hasta su rostro, suspirando.- ¿Por qué crees que me siento así de terrible? Claro que te amo... tanto como amo a Kaél... Y esto me está matando, Naeem... Tenerte cerca cada día de mi vida, fingir ser la pareja que ya fuimos... ¿No entiendes? Incluso el tenerte ahora así, tan cerca de mí, compartiendo respiraciones, escuchando tus latidos desbocados, sentir bajo la palma de mi mano el tacto de tu piel y simplemente... Contenerme para no dañar a nadie, para no lastimarte a ti... ni a él.
Me detuve, sintiendo la piel de mi rostro hervir y mis pálpitos a punto de salírseme por la boca, desviando la mirada por un momento para tomar aire, suspirando finalmente.
- Si me amas... si me amaste... ¿por qué me abandonaste, Naeem?- le pedí de pronto, alzando mi rostro hacia él, mirándole con urgencia a la espera de una respuesta. Una respuesta que hacía años esperaba.
Y esperé... y esperé... y seguí esperando en silencio. Y nada. Aquella quizás, era la respuesta al fin y al cabo: el mismo silencio de siempre.
- Entiendo.- musité con voz triste, despegándome de la pared para pasar por su lado, rozando mi brazo con el suyo cuando mis pasos descalzos se encaminaron hacia las escaleras, subiendo sus peldaños con lentitud, deteniéndome a la mitad para ladear mi rostro hacia él.- Buenas noches, Naeem.- añadí con un deje de dolor en mi voz que intenté disimular conteniendo el aliento y algunas lágrimas que se agolparon en mis ojos, queriendo traicionarme una vez más.
Tras apagar las velas del pasillo con mi simple presencia rozando la llama a punto de consumirse llegué a mi cuarto, cerrando la puerta tras de mí antes de dirigirme hacia el lecho, tropezando con la silla que momentos antes había usado para bloquear la puerta, pisando de nuevo la botella de licor derramado sobre la moqueta, hasta que logré llegar a mi cama, sentándome en ella de cara la ventana cuyas cortinas permanecían apartadas, mostrándome una clara noche estrellada y de luna menguante que parecía ahora burlarse de mí. A ella, a aquella luna, le saqué la lengua infantilmente y deseé que vagara el resto de su eternidad en soledad. La misma soledad que probablemente, yo siempre sentiría, estuviera quién estuviera junto a mí... siempre me sentiría incompleta.
Así que, habiéndome mentalizado de mi nefasta suerte en la vida, acomodé mi cuerpo bajo las sábanas y echa un ovillo seguí contemplando la luna, esperando sin éxito que el sueño me arrastrara hasta las puertas de una ilusión más placentera que la sensación tan real que la vida misma me ofrecía, tan dura como cruda.
Y al fin... cerré mis ojos...
... y al abrirlos de nuevo, allí estaba él.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Le observe marchar y entonces, solo entonces, volví a respirar y a enfadarme conmigo mismo, y a caminar enrabiado por el salon, apartando bruscamente todo lo que se ponía en medio hasta que pude llegar al sofá, lanzandome de espaldas a el, mirando enrabiado en techo mientras escuchaba sus pasos en la planta de arriba. Mientras ella, seguramente seguía preguntándose el porque, el constante porque que nunca salio de mis labios. Y me sentí frustrado, agobiado, triste e iracundo conmigo mismo, sin poder hacer nada por aliviar aquel pesar que le causaba asi como el peso de mi propia mentira y el hecho de tener que apartarle de mi lado.
...
Tenia tantas ganas de subir, de abrir su puerta, de mirarla, de sujetarle, de decirle que yo le amaba, que le seguia amando como antaño, como siempre. De gritarle que era ella, y tan solo ella el motivo por el que tenia que apartarle de mi, y la promesa de Zephyr de que no descansaría hasta destruir todo lo que yo amaba lo que me impedia estrecharla entre mis brazos, aferrándola a mi, haciéndola mía como siempre debió ser... Tenia tantas ganas de mirarla... de suplicarle que volviese a mirarme de ése modo, y decirle que me perdonara, que le dejara...
¿Nunca me dejaras ser feliz... verdad...? Cerre los ojos con pesar, casi contemplando la mirada de Zephyr en mi mente y su semblante oculto entre las sombras mientras gesticulaba en silencio un rotundo "NO" con aquella sonrisa característica suya...la misma que yo tenia.
Zephyr...Nos separan tan pocas cosas que a veces me asustaba...
Tenia que hacerme a la idea, tenia que aceptarlo. Y aun asi, pese a que la racionalidad me quisiera doblegar, queria subir...queria ir con ella, como si algo me obligase a hacerlo.
Si pensaba hacer algo, tenia que hacerlo o detenerme ya, que aun estaba a tiempo.
Y entonces... mientras las brasas del fuego se apagaban dejándome a oscuras, el peso del mundo me cayó encima...me cayó encima cuando subí el primer escalón, cuando llegue al ultimo, cuando me encontré frente a su puerta...cuando la abrí, cuando me adentre en la habitación...
cuando me recosté a su lado en el lecho, cuando vele su sueño, cuando acaricie suavemente su mejilla, apartando los mechones que cruzaban su semblante.
El mundo me cayo encima cuando ella abrió los ojos y me vio a su lado.
Lo siento...no sabes cuanto siento causarte todo esto.
Ella entreabrió los labios pero yo impedí que me dijese nada, posando el pulgar sobre sus labios carnosos, entreabriendolos, sin poder contener el deseo que me llevo a acercarme a ella lentamente, haciéndome percibir aquella tensión, notando de pronto la calidez de su respiración, que junto a su mirada cristalina y aun brillante por aquellas lagrimas que habría derramado, me hicieron comprender que necesitaba de ella mas que del propio oxigeno, momento en que sin poder controlar lo que todos aquellos años llevaba aguantando, sujete su rostro para poder acercarme y degustar sus labios en el robo de aquel beso prohibido, que como los de antes, me hizo olvidar por un momento quien era y lo que tenia o lo que debía hacer....
...
Tenia tantas ganas de subir, de abrir su puerta, de mirarla, de sujetarle, de decirle que yo le amaba, que le seguia amando como antaño, como siempre. De gritarle que era ella, y tan solo ella el motivo por el que tenia que apartarle de mi, y la promesa de Zephyr de que no descansaría hasta destruir todo lo que yo amaba lo que me impedia estrecharla entre mis brazos, aferrándola a mi, haciéndola mía como siempre debió ser... Tenia tantas ganas de mirarla... de suplicarle que volviese a mirarme de ése modo, y decirle que me perdonara, que le dejara...
¿Nunca me dejaras ser feliz... verdad...? Cerre los ojos con pesar, casi contemplando la mirada de Zephyr en mi mente y su semblante oculto entre las sombras mientras gesticulaba en silencio un rotundo "NO" con aquella sonrisa característica suya...la misma que yo tenia.
Zephyr...Nos separan tan pocas cosas que a veces me asustaba...
...
Abri los ojos y negué con la cabeza, ante lo infantil que me parecían a veces mis mismos pensamientos, pues ¿de que serviría subir, hablar con ella o confesarme?...Le haría daño, porque en el fondo había visto como le miraba, como sonreía ante su presencia...Era él quien ocupaba sus pensamientos y no yo, y aunque fuese contradictorio me gustaba verle de ese modo, sonriente, soñadora... Tenia que hacerme a la idea, tenia que aceptarlo. Y aun asi, pese a que la racionalidad me quisiera doblegar, queria subir...queria ir con ella, como si algo me obligase a hacerlo.
Si pensaba hacer algo, tenia que hacerlo o detenerme ya, que aun estaba a tiempo.
Y entonces... mientras las brasas del fuego se apagaban dejándome a oscuras, el peso del mundo me cayó encima...me cayó encima cuando subí el primer escalón, cuando llegue al ultimo, cuando me encontré frente a su puerta...cuando la abrí, cuando me adentre en la habitación...
cuando me recosté a su lado en el lecho, cuando vele su sueño, cuando acaricie suavemente su mejilla, apartando los mechones que cruzaban su semblante.
El mundo me cayo encima cuando ella abrió los ojos y me vio a su lado.
Lo siento...no sabes cuanto siento causarte todo esto.
Ella entreabrió los labios pero yo impedí que me dijese nada, posando el pulgar sobre sus labios carnosos, entreabriendolos, sin poder contener el deseo que me llevo a acercarme a ella lentamente, haciéndome percibir aquella tensión, notando de pronto la calidez de su respiración, que junto a su mirada cristalina y aun brillante por aquellas lagrimas que habría derramado, me hicieron comprender que necesitaba de ella mas que del propio oxigeno, momento en que sin poder controlar lo que todos aquellos años llevaba aguantando, sujete su rostro para poder acercarme y degustar sus labios en el robo de aquel beso prohibido, que como los de antes, me hizo olvidar por un momento quien era y lo que tenia o lo que debía hacer....
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Ya no había manera de escapar ni forma de detenerse. No cuando la sensación de presionar sus labios contra los míos había encendido esa energía que inexplicablemente ahora compartíamos, aquella que nubla cualquier pensamiento racional y detiene el mundo en el tiempo, aquella que abraza los cuerpos hasta que de éstos emana el calor y el deseo inminente, tornándose agitadas las respiraciones, impregnándose las ropas por la sutil transpiración que aumenta ante la aproximación mutua de los movimientos suaves, de los roces provocadores que incitan al deseo y evocan al pecado. Entre los silencios se escuchaban nuestros latidos, ya sin más palabras de por medio que nos condenaran a los dos mundos distintos en los que vivíamos. Pronto, las cálidas caricias recorrieron el contorno de nuestras figuras que respondieron con pequeñas vibraciones que se confundían con escalofríos. Y así, envueltos en aquél suave beso de labios húmedos, tibios y delicados, prolongamos el profundo abismo que nos conduciría hacia el ritual en el que ambas almas se entregan completamente en busca de la realización de un sueño que ambos habíamos intentado ahogar en el olvido durante todo aquél tiempo, liberándonos ahora de aquellas cadenas que nos impedían saciar la lujuria que nos consumía por dentro.
Y las cadenas se rompieron.
Mi cuerpo reaccionó al estímulo recibido por Naeem con ansiedad y desesperación, usando mis manos para buscar en la oscuridad su rostro, acercándome a él hasta posicionarme sobre su cuerpo sin finalizar aquél prolongado beso apasionado repleto de significado para mí. Mis dedos acariciaron su mandíbula inferior despacio, más sosegadamente, empezando a descender por su cuello, por su pecho, tropezando con aquellos botones que ahora no dude en arrancar con brusquedad, escapándoseme un gemido al sentir por fin el tacto de su piel bajo mis yemas, sintiendo cómo mi cuerpo ardía en deseos de ser poseída por él, por el único hombre que me había tocado en realidad.
Depositando pequeños besos y mordiscos en su cuello fui enredándome en su anatomía, firmando con mi aroma cada poro de su piel, enloquecida por ser suya y él mío.
- Oh, Kaél...- suspiré sobre su boca antes de que todo el mundo que había dibujado en mi mente se esfumara como el humo con el viento y ahora un gélido abrigo me abrazara hasta asfixiarme, alejándome ahora del ardiente cuerpo de Naeem al que segundos antes había confundido sin querer.
Cubrí mis labios con mis manos y con las mismas, enredé mis dedos en mis cabellos y los llevé hacia atrás, mordiéndome la boca sin saber cómo disculparme por todo aquello: por la confusión y por lo que casi podría haber pasado aquella noche con él. ¿Qué era lo que me ocurría? ¿Qué estaba mal en mí?
Sin decir nada todavía me aparté de encima suyo y gateé hasta la punta del lecho, sentándome allí cabizbaja antes de osar mirar al cielo de mi ventana, descubriendo que ahora la luna ya no se burlaba de mí. Ahora se había escondido tras unas nubes, demasiado avergonzada por lo que había visto a través del cristal empañado, sintiéndome de pronto como la cosa más pequeña del mundo, frágil y sola ante una tempestad cuyas gotas de agua me ahogaría hasta hacerme desaparecer en la nada, sin que nadie se percatara de mi ausencia, sin que nadie se diera cuenta de mi agonía. Me sentí sucia. Sucia de alma y de cuerpo Por ello, usé mis uñas para arañar la piel de mis brazos con ferocidad, rasgándome la tela del camisón y haciendo enrojecer la carne en mi estúpido intento de limpiar mi cuerpo de los besos de Naeem, unos labios que no eran del dueño de mi corazón, que no pertenecían a Kaél y por lo que ahora me sentiría condenada al olvido, a un engaño, a una traición que ni siquiera yo podría perdonarme jamás...
El tacto de Naeem me salvó de aquellas cavilaciones y aunque le busqué con la mirada, a penas pude distinguir su rostro debido al llanto que emanaba de mis ojos, inclinándome hacia él hasta que mi cabeza se acomodó sobre su pecho, derramando sobre él la tristeza y la impotencia que me corroían.
- No estoy pidiendo una segunda oportunidad, sólo grito con todas mis fuerzas... que por favor... me des un motivo, pero no me des una oportunidad. Porque si lo haces, cometeré el mismo error otra vez. Otra vez...- balbuceaba entrecortadamente, empapando su piel con mis lágrimas mientras mis manos volvían a su cuello para abrazarle con fuerza, con desespero.- Quizás algún día nos conozcamos de veras. Quizás algún día hablemos sin decir palabras vacías. Ojalá que ese día no intentes comprar promesas que no puedas mantener.
Alcé el mentón, intentando controlar mi llanto para hablarle más sosegadamente, llevando una de mis manos hacia su mejilla para obligarle a que me mirara, a que me viera tal y como me encontraba ahora, que viera en mí la flaqueza de mi alma. Tambaleándome me puse de rodillas aun sobre el colchón, moviéndome hasta posicionarme frente a él, acercándome de nuevo a su rostro para abrazarle, pues necesitaba perderme una vez más en su aroma, una vez más en su calor, una última vez en su boca...
- Mi propio reflejo me hace dudar.- concluí antes de volver a caer en sus trémulos labios.- Pero en éste mar de dudas, Kaél es la isla de mi horizonte.
Y las cadenas se rompieron.
Mi cuerpo reaccionó al estímulo recibido por Naeem con ansiedad y desesperación, usando mis manos para buscar en la oscuridad su rostro, acercándome a él hasta posicionarme sobre su cuerpo sin finalizar aquél prolongado beso apasionado repleto de significado para mí. Mis dedos acariciaron su mandíbula inferior despacio, más sosegadamente, empezando a descender por su cuello, por su pecho, tropezando con aquellos botones que ahora no dude en arrancar con brusquedad, escapándoseme un gemido al sentir por fin el tacto de su piel bajo mis yemas, sintiendo cómo mi cuerpo ardía en deseos de ser poseída por él, por el único hombre que me había tocado en realidad.
Depositando pequeños besos y mordiscos en su cuello fui enredándome en su anatomía, firmando con mi aroma cada poro de su piel, enloquecida por ser suya y él mío.
- Oh, Kaél...- suspiré sobre su boca antes de que todo el mundo que había dibujado en mi mente se esfumara como el humo con el viento y ahora un gélido abrigo me abrazara hasta asfixiarme, alejándome ahora del ardiente cuerpo de Naeem al que segundos antes había confundido sin querer.
Cubrí mis labios con mis manos y con las mismas, enredé mis dedos en mis cabellos y los llevé hacia atrás, mordiéndome la boca sin saber cómo disculparme por todo aquello: por la confusión y por lo que casi podría haber pasado aquella noche con él. ¿Qué era lo que me ocurría? ¿Qué estaba mal en mí?
Sin decir nada todavía me aparté de encima suyo y gateé hasta la punta del lecho, sentándome allí cabizbaja antes de osar mirar al cielo de mi ventana, descubriendo que ahora la luna ya no se burlaba de mí. Ahora se había escondido tras unas nubes, demasiado avergonzada por lo que había visto a través del cristal empañado, sintiéndome de pronto como la cosa más pequeña del mundo, frágil y sola ante una tempestad cuyas gotas de agua me ahogaría hasta hacerme desaparecer en la nada, sin que nadie se percatara de mi ausencia, sin que nadie se diera cuenta de mi agonía. Me sentí sucia. Sucia de alma y de cuerpo Por ello, usé mis uñas para arañar la piel de mis brazos con ferocidad, rasgándome la tela del camisón y haciendo enrojecer la carne en mi estúpido intento de limpiar mi cuerpo de los besos de Naeem, unos labios que no eran del dueño de mi corazón, que no pertenecían a Kaél y por lo que ahora me sentiría condenada al olvido, a un engaño, a una traición que ni siquiera yo podría perdonarme jamás...
El tacto de Naeem me salvó de aquellas cavilaciones y aunque le busqué con la mirada, a penas pude distinguir su rostro debido al llanto que emanaba de mis ojos, inclinándome hacia él hasta que mi cabeza se acomodó sobre su pecho, derramando sobre él la tristeza y la impotencia que me corroían.
- No estoy pidiendo una segunda oportunidad, sólo grito con todas mis fuerzas... que por favor... me des un motivo, pero no me des una oportunidad. Porque si lo haces, cometeré el mismo error otra vez. Otra vez...- balbuceaba entrecortadamente, empapando su piel con mis lágrimas mientras mis manos volvían a su cuello para abrazarle con fuerza, con desespero.- Quizás algún día nos conozcamos de veras. Quizás algún día hablemos sin decir palabras vacías. Ojalá que ese día no intentes comprar promesas que no puedas mantener.
Alcé el mentón, intentando controlar mi llanto para hablarle más sosegadamente, llevando una de mis manos hacia su mejilla para obligarle a que me mirara, a que me viera tal y como me encontraba ahora, que viera en mí la flaqueza de mi alma. Tambaleándome me puse de rodillas aun sobre el colchón, moviéndome hasta posicionarme frente a él, acercándome de nuevo a su rostro para abrazarle, pues necesitaba perderme una vez más en su aroma, una vez más en su calor, una última vez en su boca...
- Mi propio reflejo me hace dudar.- concluí antes de volver a caer en sus trémulos labios.- Pero en éste mar de dudas, Kaél es la isla de mi horizonte.
- Continuación alternativa...:
- - Oh, Naeem... - suspiré de nuevo, negando con la cabeza aun contra su pecho.- Yo te recordaré, tú me recordarás... Pero no puedo seguir de pie en el borde de éste pozo tan profundo en el que me siento como si fuera a caer independientemente del paso que de. Y siento que no podemos decir ni una palabra aunque por dentro queramos gritar... como si no pudiésemos ser escuchados. Yo...
Me distancié y tomé aire para clavar mi mirada en sus ojos brillantes.
- Tengo miedo de amarte, más miedo a perder, aferrándome a un pasado que no me deja elegir. Pero, ¿sabes? En ese pozo en el que me siento caminar como si pendiera de un hilo hay una gran oscuridad, como una noche profunda e interminable, como aquella en la que tú me salvaste, Naeem, aquella en la que me diste todo lo que tenías. Tú me diste la luz.
Tragué saliva y con mis manos temblorosas busqué aferrarme a él, esperando que siguiera allí junto a mí... en aquella oscura noche.
Iris M. Der Kláuseen- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Juegos peligrosos [privado]
Kaél….
Cerré los ojos al escuchar ese nombre, y sonreí en la oscuridad…
La respuesta a todo se había hallado en un solo nombre, lo sabía bien pese a que me hubiera engañado a mi mismo para aflojar la cuerda que me retenía.
Iris lo había comprendido al fin y yo había escuchado la verdad, que al fin sonaba en voz alta haciéndome entender que el momento había pasado, que la hora había llegado. Ya era tarde para mí …
Pero no lo era para ella.
A esto me refería cuando decía… que ni siquiera tu lo sabías.
…hasta ahora.
Indique en apenas un susurro, sin querer sonar como aquellos que parecian saberlo todo, y es que mas que analizarle era el instinto lo que me hacia ver que sus ojos brillaban por alguien que no era yo, pese a aquello me doliera .
Comencé a soltarle poco a poco al ver que se sosegaba y que no intentaría dañarse más. Mientras ambos nos mirábamos entre las sombras, sentados en la cama el uno frente al otro, aun compartiendo aquel abrazo.
Sin embargo, en aquel silencio ella me preguntaba algo que nunca habia respondido. Por lo que intente ser sincero con ella, -al menos en este tema, pues no tenia secretos que ocultarle.-
El motivo…
El motivo es que no puedo, no puedo tenerte conmigo…No puedo arriesgarte junto a mí, pues mi destino me ata a una promesa que no puedo romper.
Odie en aquel momento con todas mis fuerzas a mi hermano, al recordar la promesa…oh mejor dicho… la maldición que ambos nos habíamos hecho hacia ya tantos años atrás, cuando había comenzado todo. Una en la que ninguno de los dos podría vivir jamás en paz, una en la que ambos nos alzábamos como verdugos del otro, una maldición en la que se nos condenaba a volvernos a encontrar una y otra vez hasta que las deudas de sangre fueran saldadas con nuestra sangre o con la de nuestros seres mas queridos...
Le abrace, esperando que mis palabras sirvieran de algo, mientras que rodeaba su cuerpo aun tembloroso, desviando la mirada, contemplando por la ventana como la luna oculta brillaba cada vez menos al comenzar a llenarse el cielo de nubes, que ahora con sutileza, comenzaban a crear su particular y grave sinfonía.
Deberías ir a verle…
Él esta despierto. Comente mientras Iris alzaba la mirada hacia mi parpadeando.
No lo pienses, no lo planees, simplemente ve...
Ves a buscarle, él te espera…
Cerré los ojos al escuchar ese nombre, y sonreí en la oscuridad…
La respuesta a todo se había hallado en un solo nombre, lo sabía bien pese a que me hubiera engañado a mi mismo para aflojar la cuerda que me retenía.
Iris lo había comprendido al fin y yo había escuchado la verdad, que al fin sonaba en voz alta haciéndome entender que el momento había pasado, que la hora había llegado. Ya era tarde para mí …
Pero no lo era para ella.
A esto me refería cuando decía… que ni siquiera tu lo sabías.
…hasta ahora.
Indique en apenas un susurro, sin querer sonar como aquellos que parecian saberlo todo, y es que mas que analizarle era el instinto lo que me hacia ver que sus ojos brillaban por alguien que no era yo, pese a aquello me doliera .
Comencé a soltarle poco a poco al ver que se sosegaba y que no intentaría dañarse más. Mientras ambos nos mirábamos entre las sombras, sentados en la cama el uno frente al otro, aun compartiendo aquel abrazo.
Sin embargo, en aquel silencio ella me preguntaba algo que nunca habia respondido. Por lo que intente ser sincero con ella, -al menos en este tema, pues no tenia secretos que ocultarle.-
El motivo…
El motivo es que no puedo, no puedo tenerte conmigo…No puedo arriesgarte junto a mí, pues mi destino me ata a una promesa que no puedo romper.
Odie en aquel momento con todas mis fuerzas a mi hermano, al recordar la promesa…oh mejor dicho… la maldición que ambos nos habíamos hecho hacia ya tantos años atrás, cuando había comenzado todo. Una en la que ninguno de los dos podría vivir jamás en paz, una en la que ambos nos alzábamos como verdugos del otro, una maldición en la que se nos condenaba a volvernos a encontrar una y otra vez hasta que las deudas de sangre fueran saldadas con nuestra sangre o con la de nuestros seres mas queridos...
Le abrace, esperando que mis palabras sirvieran de algo, mientras que rodeaba su cuerpo aun tembloroso, desviando la mirada, contemplando por la ventana como la luna oculta brillaba cada vez menos al comenzar a llenarse el cielo de nubes, que ahora con sutileza, comenzaban a crear su particular y grave sinfonía.
Deberías ir a verle…
Él esta despierto. Comente mientras Iris alzaba la mirada hacia mi parpadeando.
No lo pienses, no lo planees, simplemente ve...
Ves a buscarle, él te espera…
Naeem J. Asrhan*- Hechicero Clase Alta
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