AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Segundas oportunidades [ocupado]
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Segundas oportunidades [ocupado]
Las verdades podrían doler, mis sueños eran complicados, siempre estando la misma persona, estaba seguro que aquella mujer debía ser de mi pasado, mi mente no la estaba creando, aquella mujer había vivido y tenía algo importante en mi vida. Deseaba ser el tiempo. Para poder ir a mi pasado y ver todo lo que en estos momentos había olvidado, correguir los errores que tal vez había cometido…
“No podras” aquello lo sabia, no debían recordármelo, pero bueno, uno que podría hacer mientras estaba en aquella forma perruna, simplemente disfrutar la vida como un animal lo hacía, pero en esos momentos no estaba muy feliz del todo, me había mojado y ahora estaba empapado y con frio, aunque me movia furiosamente para secarme, aun mi piel estaba mojada.
Bueno estaba tranquilo lamiendo mis patas cuando una vieja comenzó a gritarme que era un animal que traia miles de enfermedades, hubiera deseado gruñirle pero saco un palo de escoba, aquellas cosas dolían así que mejor Salí corriendo hasta estar en un lugar seguro, claro según yo, bueno un callejón era un parte que casi nadie llegaría a estar. Ya comenzaba a atardecer, debía secarme rápido si no estaría en graves problemas, no deseaba resfriarme…
“No podras” aquello lo sabia, no debían recordármelo, pero bueno, uno que podría hacer mientras estaba en aquella forma perruna, simplemente disfrutar la vida como un animal lo hacía, pero en esos momentos no estaba muy feliz del todo, me había mojado y ahora estaba empapado y con frio, aunque me movia furiosamente para secarme, aun mi piel estaba mojada.
Bueno estaba tranquilo lamiendo mis patas cuando una vieja comenzó a gritarme que era un animal que traia miles de enfermedades, hubiera deseado gruñirle pero saco un palo de escoba, aquellas cosas dolían así que mejor Salí corriendo hasta estar en un lugar seguro, claro según yo, bueno un callejón era un parte que casi nadie llegaría a estar. Ya comenzaba a atardecer, debía secarme rápido si no estaría en graves problemas, no deseaba resfriarme…
Última edición por Matsumoto Takanori el Miér Mar 06, 2013 9:10 pm, editado 1 vez
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Salí del Conservatorio de Música cargada con numerosas carpetas. Últimamente había recibido muchas cartas que solicitaban clases de baile además de música. No sabía de dónde iba a sacar el tiempo para organizar los horarios de clase, la separación de alumnos con sus consiguientes profesores, y el correcto funcionamiento de los servicios que ofertaba la escuela a todos aquellos que la visitaran.
Suspiré con frustración. Puedo bailar bien y tener facilidad para aprender los diferentes pasos de baile. Pero de ahí a dar clases de baile, era una exageración. Incluso aunque se decidiera a hacerlo, su timidez la frenaría al principio. No, se dijo a sí misma, tendré que buscar algún bailarín experto.
Caminando hacia el carruaje, miré hacia el cielo cuando unas gotas comenzaron a caer poco a poco. Sintiendo cómo comenzaba a chispear, apresuré mi paso hasta llegar al carruaje. Dejando que uno de los lacayos me liberara de las carpetas, subí al carruaje y me acomodé. Tuve cuidado de alisar la parte trasera del vestido para que no se arrugara al sentarme. Pues, bien era sabido que una vestimenta arrugada era una falta de decoro.
Aquellos pensamientos le provocaron una sonrisa, y dándole una orden a su cochero, el carruaje comenzó su camino hacia la Mansión del Mar. Aunque antes quería parar en una pastelería, le había prometido a Zafiro, su mejor amiga, que comerían pasteles de limón pronto. Y como una buena Del Mar, siempre cumplía sus promesas.
Divagando en sus pensamientos sobre su amiga y el honor de los Del Mar, pronto el carruaje llegó a su destino, deteníendose delante de la pastelería. Bajándose del carruaje, ordenó al lacayo a comprar los pasteles mientras que ella daba un corto paseo por la acera. No deseaba entrar en la pastelería, corría el riesgo de encontrarse con alguien conocido, y la verdad era, que poco le importaba los chismes novedosos de los miembros de la alta clase.
Pasando por algunos establecimientos cercanos y refugiada bajo mi paraguas de la lluvia, observé con detenimiento un broche con esmeraldas. Su tonalidad era curiosa, verde intenso y oscuro, con un brillo espectacular. Casi tan espectacular como el brillo de los ojos de Brett. Sonrojándome, sacudí la cabeza con brusquedad, ¿qué me pasa?, pensé disgustada. Últimamente siempre estaba en mi mente, tan unido a mi como la sal al agua del mar.
De pronto, unos gritos pusieron fin a mi ensoñación. Mirando hacia la dirección del sonido, observé como una mujer blandía una escoba contra un perro grande y blanco. Su espeso pelaje caía como papel mojado sobre su piel, revelando la delgadez y esbeltez del animal. Éste, presuroso, corrió a refugiarse en un callejón cercano.
Mordiéndome el labio, con preocupación, miré hacia ambos lados de la calle, y aprovechando la ausencia de carruajes, crucé la calle con pasos rápidos y firmes. Aquel animal estaba empapado, y lo más seguro es que asustado. No podía dejarlo allí sólo.
Adentrándome al callejón, divisé al canino, acurrucado contra la pared intentaba protegerse del frío. La imagen de aquel hermoso animal, sólo, desprotegido y completamente empapado, en aquel callejón, fue suficiente para atenazarme el corazón. ¿Cómo podía haber gente tan cruel?.
Con pasos lentos, me aceerqué al animal, pues no quería asustarlo. Agachándome a su lado, coloqué el paraguas entre mis piernas, logrando dar protección de la lluvia, tanto al animal como a mi. Y sacando un pañuelo de mi pequeño bolso, sonreí hacia él.
- Bonjour, mon petit amie, ¿no te ha dado tiempo de refugiarte de la lluvia, eh?.- Secando su rostro con la misma suavidad con la que secaría a un niño, proseguí mi charla con el animal como si éste fuese una persona- Al parecer, no le has caído muy bien a la vieja mujer.
Suspiré con frustración. Puedo bailar bien y tener facilidad para aprender los diferentes pasos de baile. Pero de ahí a dar clases de baile, era una exageración. Incluso aunque se decidiera a hacerlo, su timidez la frenaría al principio. No, se dijo a sí misma, tendré que buscar algún bailarín experto.
Caminando hacia el carruaje, miré hacia el cielo cuando unas gotas comenzaron a caer poco a poco. Sintiendo cómo comenzaba a chispear, apresuré mi paso hasta llegar al carruaje. Dejando que uno de los lacayos me liberara de las carpetas, subí al carruaje y me acomodé. Tuve cuidado de alisar la parte trasera del vestido para que no se arrugara al sentarme. Pues, bien era sabido que una vestimenta arrugada era una falta de decoro.
Aquellos pensamientos le provocaron una sonrisa, y dándole una orden a su cochero, el carruaje comenzó su camino hacia la Mansión del Mar. Aunque antes quería parar en una pastelería, le había prometido a Zafiro, su mejor amiga, que comerían pasteles de limón pronto. Y como una buena Del Mar, siempre cumplía sus promesas.
Divagando en sus pensamientos sobre su amiga y el honor de los Del Mar, pronto el carruaje llegó a su destino, deteníendose delante de la pastelería. Bajándose del carruaje, ordenó al lacayo a comprar los pasteles mientras que ella daba un corto paseo por la acera. No deseaba entrar en la pastelería, corría el riesgo de encontrarse con alguien conocido, y la verdad era, que poco le importaba los chismes novedosos de los miembros de la alta clase.
Pasando por algunos establecimientos cercanos y refugiada bajo mi paraguas de la lluvia, observé con detenimiento un broche con esmeraldas. Su tonalidad era curiosa, verde intenso y oscuro, con un brillo espectacular. Casi tan espectacular como el brillo de los ojos de Brett. Sonrojándome, sacudí la cabeza con brusquedad, ¿qué me pasa?, pensé disgustada. Últimamente siempre estaba en mi mente, tan unido a mi como la sal al agua del mar.
De pronto, unos gritos pusieron fin a mi ensoñación. Mirando hacia la dirección del sonido, observé como una mujer blandía una escoba contra un perro grande y blanco. Su espeso pelaje caía como papel mojado sobre su piel, revelando la delgadez y esbeltez del animal. Éste, presuroso, corrió a refugiarse en un callejón cercano.
Mordiéndome el labio, con preocupación, miré hacia ambos lados de la calle, y aprovechando la ausencia de carruajes, crucé la calle con pasos rápidos y firmes. Aquel animal estaba empapado, y lo más seguro es que asustado. No podía dejarlo allí sólo.
Adentrándome al callejón, divisé al canino, acurrucado contra la pared intentaba protegerse del frío. La imagen de aquel hermoso animal, sólo, desprotegido y completamente empapado, en aquel callejón, fue suficiente para atenazarme el corazón. ¿Cómo podía haber gente tan cruel?.
Con pasos lentos, me aceerqué al animal, pues no quería asustarlo. Agachándome a su lado, coloqué el paraguas entre mis piernas, logrando dar protección de la lluvia, tanto al animal como a mi. Y sacando un pañuelo de mi pequeño bolso, sonreí hacia él.
- Bonjour, mon petit amie, ¿no te ha dado tiempo de refugiarte de la lluvia, eh?.- Secando su rostro con la misma suavidad con la que secaría a un niño, proseguí mi charla con el animal como si éste fuese una persona- Al parecer, no le has caído muy bien a la vieja mujer.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Bueno era normal, la gente trataba a los animales de esa forma, decían que trasportaba enfermedades, cuando en realidad ellos son las que las crean, pero no puedo discutir eso y menos en aquella forma animal, rápidamente me había quedado sin protección contra la lluvia que azotaba brutalmente mi pelaje mojándolo por completo, busque sacudirme, pero la lluvia no paraba, así que era prácticamente en vano que realizara aquello, deje salir un lastimero gemido, pero antes de poder seguir con mi lamento, pues ya comenzaba a sentir frio. La ausencia de algunas gotas, la presión del agua, la frescura de un perfume, me hizo voltear encontrándome con una mujer de ojos bondadosos, baje rápidamente mis orejas ocultando mi cola entre las piernas mientras buscaba hacerme una bolita.
Aunque sus ojos mostraban bondad, en algunas personas aquello no se demostraba, aunque tuvieran los ojos mas bondadosos del mundo, eran vulgares, mentirosos perfectos y expertos en ser lo que en realidad no son, por eso había comenzando a desconfiar de todos, sin importar lo que sus ojos decían, pero cuando se bajo a mi nivel y su paraguas me protegió de la lluvia fue como ver a una virgen salvando a su hijo de la tempestad.
No creía en los milagros, ni era católico, era más bien una persona sin religión, pues sin memoria no tenia cultura. Deje un poco temeroso de que me acariciara, me secara como ella deseara, aunque sentía que era algo que no serviría, pues cuando se fuera mi pelaje volvería a caer por el peso de la lluvia empapándome nuevamente. Alce el hocico para olfatearla un poco, olía extraño, no era una persona normal, eso pensé, mientras ladeaba levemente mi cabeza para luego mover mi cola y ladrar suavemente para poder expresar que estaba de acuerdo con lo que ella decía.
Comenzaba a agradarse y eso que habían pocas personas que me agradaban, deje salir un suspiro para luego poner mis dos patas en su regazo y darle un pequeño beso en el mentón de modo de gracias por ser tan buena con un pobre animal como el que tenia al frente de ella, solamente con el gesto había logrado que mi ánimo volviera, aunque claro con mi memoria, no me acordaba a donde se había ido –Guaff…- ladré moviendo mi cola que comenzaba a levantarse un poco más animada pero se mojaba al contacto de la lluvia, temblé levemente porque tenía frio pero eso ya no importaba… casi
Aunque sus ojos mostraban bondad, en algunas personas aquello no se demostraba, aunque tuvieran los ojos mas bondadosos del mundo, eran vulgares, mentirosos perfectos y expertos en ser lo que en realidad no son, por eso había comenzando a desconfiar de todos, sin importar lo que sus ojos decían, pero cuando se bajo a mi nivel y su paraguas me protegió de la lluvia fue como ver a una virgen salvando a su hijo de la tempestad.
No creía en los milagros, ni era católico, era más bien una persona sin religión, pues sin memoria no tenia cultura. Deje un poco temeroso de que me acariciara, me secara como ella deseara, aunque sentía que era algo que no serviría, pues cuando se fuera mi pelaje volvería a caer por el peso de la lluvia empapándome nuevamente. Alce el hocico para olfatearla un poco, olía extraño, no era una persona normal, eso pensé, mientras ladeaba levemente mi cabeza para luego mover mi cola y ladrar suavemente para poder expresar que estaba de acuerdo con lo que ella decía.
Comenzaba a agradarse y eso que habían pocas personas que me agradaban, deje salir un suspiro para luego poner mis dos patas en su regazo y darle un pequeño beso en el mentón de modo de gracias por ser tan buena con un pobre animal como el que tenia al frente de ella, solamente con el gesto había logrado que mi ánimo volviera, aunque claro con mi memoria, no me acordaba a donde se había ido –Guaff…- ladré moviendo mi cola que comenzaba a levantarse un poco más animada pero se mojaba al contacto de la lluvia, temblé levemente porque tenía frio pero eso ya no importaba… casi
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Un poco sorprendida, noté como aquel enorme perro blanco montaba sus patas delanteras sobre mis rodillas y me lamía el rostro. La mirada inteligente que me dirigió cuando ladró, me hizo reir. Al parecer aquel hermoso animal, intentaba darme las gracias a su forma.
Sonriendo feliz, le rasqué las orejas.- Gracias por el beso, grandullón- le dije a aquel misterioso animal. Mientras le seguía rascando la cabeza, alcé mi rostro preocupada hacia el cielo plomizo. Al parecer, la lluvia iba a empeorar, y aquel animal no tendría un lugar donde resguardarse.
Los pasos presurosos y la voz preocupada de mi lacayo, llenó el callejón en el que estaba arrodillada junto al perro.
- Señorita Del Mar, no debería separarse del carruaje sin compañía. Nunca se sabe que podrías encontrarte en un callejón parisino.- Dijo Rembrand.- He comprado sus pasteles de limón.
- Rembrand, podrías ayudarme a resguardar a este animal - Le dije mirando al animal. Sabiendo que de alguna forma él me entendería, le tendí una mano a aquel empapado canino- ¿Deseas resguardarte de la lluvia en mi carruaje hasta que arrecie un poco?. Puedo ofrecerte un poco de pastel si lo deseas.
Sonriendo feliz, le rasqué las orejas.- Gracias por el beso, grandullón- le dije a aquel misterioso animal. Mientras le seguía rascando la cabeza, alcé mi rostro preocupada hacia el cielo plomizo. Al parecer, la lluvia iba a empeorar, y aquel animal no tendría un lugar donde resguardarse.
Los pasos presurosos y la voz preocupada de mi lacayo, llenó el callejón en el que estaba arrodillada junto al perro.
- Señorita Del Mar, no debería separarse del carruaje sin compañía. Nunca se sabe que podrías encontrarte en un callejón parisino.- Dijo Rembrand.- He comprado sus pasteles de limón.
- Rembrand, podrías ayudarme a resguardar a este animal - Le dije mirando al animal. Sabiendo que de alguna forma él me entendería, le tendí una mano a aquel empapado canino- ¿Deseas resguardarte de la lluvia en mi carruaje hasta que arrecie un poco?. Puedo ofrecerte un poco de pastel si lo deseas.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Me sacudí un poco, sin darme cuenta de que había mojado un poco a la mujer, pero ella pareció no impórtale, mi cola se movió al sentir su energía receptora, aquellos mimos no se encontraban todo el tiempo, por eso quede muy agradecido y satisfecho. Mire hacia atrás encontrando a un hombre que parecía preocupado por la señorita, baje rápidamente mis orejas, el tenia razón, una señorita como el no debía estar cerca de un callejón como ese, me sentí culpable por unos segundos, pero alce la mis orejas al escuchar la voz de la joven mujer dirigiéndose a mí.
¿Sería mi imaginación? Estaba avergonzado y tal vez en mí cuerpo perruno se mostraba un poco contraído y nervioso, además que estaba temblando de la lluvia. Me parecía un poco decadente pero deje salir un ladrido, aceptaría, no todas las veces se encuentran alguna persona dispuesta a ayudarte. Moví enérgicamente mi cola mientras me disponía a caminar hasta llegar a lo que seria su carruaje, el hombre abrió la puerta.
Me quede sentado en la acera hasta que ella me diera alguna sella para subir, cuando vi que era realmente aceptado di un salto y me acomode en el suelo del carruaje, sintiendo como mi pelaje dejaba caer algunas gotas de agua en el tapizado del carruaje, sin querer volví a sacudirme, ya era algo instintivo, de mi parte.
-Guaff…- ladre en forma de agradecimiento mientras sentía como poco a poco el calor de aquel pequeño lugar y gracias a la presencia de la joven comenzaba a entrar en calor, aunque en algunas ocasiones entraba el frio haciéndome temblar, pero ese lugar estaba mucho mejor que debajo de la cruel lluvia parisina.
¿Sería mi imaginación? Estaba avergonzado y tal vez en mí cuerpo perruno se mostraba un poco contraído y nervioso, además que estaba temblando de la lluvia. Me parecía un poco decadente pero deje salir un ladrido, aceptaría, no todas las veces se encuentran alguna persona dispuesta a ayudarte. Moví enérgicamente mi cola mientras me disponía a caminar hasta llegar a lo que seria su carruaje, el hombre abrió la puerta.
Me quede sentado en la acera hasta que ella me diera alguna sella para subir, cuando vi que era realmente aceptado di un salto y me acomode en el suelo del carruaje, sintiendo como mi pelaje dejaba caer algunas gotas de agua en el tapizado del carruaje, sin querer volví a sacudirme, ya era algo instintivo, de mi parte.
-Guaff…- ladre en forma de agradecimiento mientras sentía como poco a poco el calor de aquel pequeño lugar y gracias a la presencia de la joven comenzaba a entrar en calor, aunque en algunas ocasiones entraba el frio haciéndome temblar, pero ese lugar estaba mucho mejor que debajo de la cruel lluvia parisina.
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Sonreí con amabilidad a mi lacayo, y le pedí que consiguiera algo para secar al animal. Me daba mucha lástima pensar lo que sería de él en su vida cotidiana. Vivir en las calles debía ser una ardua tarea. Buscar alimento, cobijo, huir de todos aquellos que puedan hacerte daño.... Todo era demasiado peligroso, pero suponía que habían muchas mascotas así por París.
Abriendo el paquete de pasteles, saqué uno y partí un trozo de éste. El increíble olor agridulce del limón y el azúcar, impregnó el carruaje. Tendiendo el pedazo de pastel hacia el perro, dejé que lo olisqueara para tomar confianza. - Es un poco de pastel de limón. Es el postre que compartimos en común mi amiga y yo. El día que nos conocimos, chocamos frente a una pastelería, y celebrando nuestra amistad, comimos unos pasteles de limón.- Reí al sentir como la lengua lamía mis dedos- Es curioso, al parecer, tú y yo, vamos a tener también, los pasteles de limón como elemento común.
Tomando un poco más del pastel, fui dándoselo poco a poco.- ¿Te gustaría escuchar una historias de piratas, mi amigo peludo?- Sonreí al ver cómo el perro parecía mirarme con curiosidad.- En una época lejana... cierto pirata era conocido por su astucia. Muchos tenientes de la guardia real lo perseguían por el mar. Hasta llegar al punto, en el que sus barcos, casi podían tocarse.- El ruido sordo de un golpeteo en la puerta, sirvió como aviso de la entrada de Rembrand en el carruaje, tendiéndole una toalla nueva, la miró con cariño y cerró la puerta. Desde el exterior, su voz fuerte y clara a pesar de la edad, traspasó la puerta, y le avisó de que daría la orden de dar un paseo por la zona, hasta que amainara la lluvia.
Desviando la mirada hacia el animal, lo tomó en brazos, ignorando las manchas que sus patas creaban en su vestido, y sentándolo en el sillón, se arrodilló ante él y lo secó con suavidad.- ¿Por dónde iba?...- Dijo pensativa, - ¡Ah, sí!. Los barcos casi podían tocarse, dos buques de guerra españoles cuidaban la retaguardia, y el balandro de los emisarios del rey, estaba listo para abordar el balandro de los piratas. Y no de unos piratas cualquieras, sino del peligroso Barba roja. Hombre de explosivo carácter, gritaba a sus marineros una y otra vez que se movieran con mayor rapidez. Su palabra era la ley, y su nombre, provenía de la tonalidad de su barba, porque el verdadero, era demasiado difícil de pronunciar. Tomándole las patas, se las limpió una a una, intentando dejarlo lo más seco posible.- Cuando el balandro español golpeó al barco de los piratas con fuerza. Todos los piratas sabían lo que iba a ocurrir, abordarían el barco, y lucharían a muerte. La condena de los piratas sería la horca. Pero el astuto Barba Roja, ordenó a sus marineros tirar parte de su botín por la borda. Oro, zafiros, rubíes y esmeraldas, comenzaron a ser lanzados al mar, y los barcos españoles, aminoraron su velocidad para atrapar tal tesoro, dejando que el barco de Barba roja, llegase a su destino sin correr más riesgos.- Con una sonrisa se sentó y dejó la toalla sucia en un rincón del suelo.- ¿Demasiado astuto, no crees?.- Preguntó con una sonrisa.
Abriendo el paquete de pasteles, saqué uno y partí un trozo de éste. El increíble olor agridulce del limón y el azúcar, impregnó el carruaje. Tendiendo el pedazo de pastel hacia el perro, dejé que lo olisqueara para tomar confianza. - Es un poco de pastel de limón. Es el postre que compartimos en común mi amiga y yo. El día que nos conocimos, chocamos frente a una pastelería, y celebrando nuestra amistad, comimos unos pasteles de limón.- Reí al sentir como la lengua lamía mis dedos- Es curioso, al parecer, tú y yo, vamos a tener también, los pasteles de limón como elemento común.
Tomando un poco más del pastel, fui dándoselo poco a poco.- ¿Te gustaría escuchar una historias de piratas, mi amigo peludo?- Sonreí al ver cómo el perro parecía mirarme con curiosidad.- En una época lejana... cierto pirata era conocido por su astucia. Muchos tenientes de la guardia real lo perseguían por el mar. Hasta llegar al punto, en el que sus barcos, casi podían tocarse.- El ruido sordo de un golpeteo en la puerta, sirvió como aviso de la entrada de Rembrand en el carruaje, tendiéndole una toalla nueva, la miró con cariño y cerró la puerta. Desde el exterior, su voz fuerte y clara a pesar de la edad, traspasó la puerta, y le avisó de que daría la orden de dar un paseo por la zona, hasta que amainara la lluvia.
Desviando la mirada hacia el animal, lo tomó en brazos, ignorando las manchas que sus patas creaban en su vestido, y sentándolo en el sillón, se arrodilló ante él y lo secó con suavidad.- ¿Por dónde iba?...- Dijo pensativa, - ¡Ah, sí!. Los barcos casi podían tocarse, dos buques de guerra españoles cuidaban la retaguardia, y el balandro de los emisarios del rey, estaba listo para abordar el balandro de los piratas. Y no de unos piratas cualquieras, sino del peligroso Barba roja. Hombre de explosivo carácter, gritaba a sus marineros una y otra vez que se movieran con mayor rapidez. Su palabra era la ley, y su nombre, provenía de la tonalidad de su barba, porque el verdadero, era demasiado difícil de pronunciar. Tomándole las patas, se las limpió una a una, intentando dejarlo lo más seco posible.- Cuando el balandro español golpeó al barco de los piratas con fuerza. Todos los piratas sabían lo que iba a ocurrir, abordarían el barco, y lucharían a muerte. La condena de los piratas sería la horca. Pero el astuto Barba Roja, ordenó a sus marineros tirar parte de su botín por la borda. Oro, zafiros, rubíes y esmeraldas, comenzaron a ser lanzados al mar, y los barcos españoles, aminoraron su velocidad para atrapar tal tesoro, dejando que el barco de Barba roja, llegase a su destino sin correr más riesgos.- Con una sonrisa se sentó y dejó la toalla sucia en un rincón del suelo.- ¿Demasiado astuto, no crees?.- Preguntó con una sonrisa.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Me moví de aquí para allá un poco incomodo por lo corto del lugar, pero luego como animal bueno que debía ser me quede sentado mientras la joven hablaba. Le comencé a detallar mientras ella me hablaba y me consentía con un pedazo de pastel; el cual olí primero antes de comer. Pude percibir el fuerte olor a limón y huevos que tenia aquel pastel, lo tome con mi hocico sin lastimar los dedos que estaban alrededor de este. Mi cola ya debía estar moviéndose de felicidad, pues yo sentía felicidad en ese momento. Nunca en mi vida había probado pastel de limón o mejor dicho, como mi memoria estaba para nada bien, ya no recordaba las veces que había probado algo o visto simplemente un rostro de mi pasado, todo lo que había realizado tiempo atrás, se había desvanecido como castillo de arena en la tierra. Era algo muy triste, era peor que perder a toda tu familia, pues realmente no sabes quién eres ni que le ha pasado a tu familia; si es que tienes una. Eres peor que un fantasma errante, que vaga por el mundo sin dirección alguna.
Me había ido de aquel lugar mientras degustaba aun aquel pastel de limón que tenía en mi hocico, su dulce voz, tal vez más dulce que ese pastel, me hizo llegar otra vez en donde estaba, fue como un choque eléctrico que hizo que mis orejas caídas se movieran, haciendo que estos músculos que lo conformaban se alzaban y mi rostro quedaba atento a lo que decía. Su voz sonó de forma cálida y hermosa, moví mi cola por unos segundos, pero estaba concentrado en lo que decía, para poder imaginarme los acontecimientos de aquella historia de piratas… pero… ¿Qué era un pirata? Me pregunte ladeando mi cabeza perruna. Tal vez se vería dulce aquella reacción de mi parte, en realidad no lo sabía, pues no estaba lejos de mi cuerpo para ver como se veía mis movimientos y reacciones.
Por unos segundos fruncí el ceño al notar que algo la interrumpía, prácticamente odie aquella intromisión pero al oler que era aquel sirviente de ella me quede quieto mientras le entregaba una toalla seca. Note que sus brazos llegaban hacia mí, por unos segundos desee retirarme y retroceder “No Onne-san…” quise decir bajando mis orejas “se mojara y mis patas mugrientas la ensuciaran”. Tenía un tamaño grande, pero a ella no le importo, me subió a su regazo en donde pude alzar mi vista y ver como se arrodillaba para secarme dulcemente. Mi corazón se encogió por unos momentos, nunca había tenido una persona que hubiera realizado algo así, creo que por unos momentos gimotee, pero luego mis orejas se levantaron nuevamente al oír que seguía con la interesante historia de aquello que ella llamaba piratas.
Ya podía oler aquel distinguido perfume del mar que por muchos años con ese mismo hocico pude apreciar, aquello hizo que me sintiera feliz y por unos segundos lejos de todo terror, veía en mi imaginación a un hombre alto, feroz y mugriento; pues siempre eran así. Gritando a sus lacayos y aquellos temblando. “a lo mejor era ruso” pensé, pues los nombres rusos que habían por parís siempre eran raros y sus letras aun mas. Sujeto una de mis patas y rápidamente las escondí en mi pecho flexionándola, pero ella solamente las secaba y mas nada. Siguió relatando mientras mi imaginación veía a lo lejos las grandes velas de la embarcación pirata y los españoles lejos de ellos detrás de aquellos grandes tesoros. La pregunta de la joven me hizo pensar un poco, le mire sentar para luego olfatear el lugar y sacudirme levemente hasta que mi cabello se esponjo graciosamente, ya estaba más seco y de seguro no me enfermaría.
Medite por unos segundos su pregunta. La codicia del hombre era lo que a Barba Roja lo había salvado de su final, aunque en realidad, la codicia en pequeñas porciones no era mala, era una forma de poder ir hacia los sueños que las personas se proponían. Barba roja era inteligente, pero lamentablemente no me había gustado el final, pues barba roja no fue lo suficientemente inteligente como para quedarse con su libertad y tesoro, tuvo que desprenderse de una para tener lo otro. Me atreví a poner mi hocico en su recazo mostrando en mis ojos expresivos mi inconformidad mientras mis cejas se alzaban y se movían individualmente. “¿La moraleja es que todos tenemos que sacrificar algo para obtener otra cosa?” me debatí por unos segundos hasta que un gran bostezo hizo que mi hocico se abriera y sacara mi lengua para luego mover mi cola, pues estaba a gusto en aquella comodidad; aunque era pequeño. Era algo que no todos los días se tenía y había aprendido a disfrutar cada momento de esta vida, pues de la otra ya no recordaba nada.
Me había ido de aquel lugar mientras degustaba aun aquel pastel de limón que tenía en mi hocico, su dulce voz, tal vez más dulce que ese pastel, me hizo llegar otra vez en donde estaba, fue como un choque eléctrico que hizo que mis orejas caídas se movieran, haciendo que estos músculos que lo conformaban se alzaban y mi rostro quedaba atento a lo que decía. Su voz sonó de forma cálida y hermosa, moví mi cola por unos segundos, pero estaba concentrado en lo que decía, para poder imaginarme los acontecimientos de aquella historia de piratas… pero… ¿Qué era un pirata? Me pregunte ladeando mi cabeza perruna. Tal vez se vería dulce aquella reacción de mi parte, en realidad no lo sabía, pues no estaba lejos de mi cuerpo para ver como se veía mis movimientos y reacciones.
Por unos segundos fruncí el ceño al notar que algo la interrumpía, prácticamente odie aquella intromisión pero al oler que era aquel sirviente de ella me quede quieto mientras le entregaba una toalla seca. Note que sus brazos llegaban hacia mí, por unos segundos desee retirarme y retroceder “No Onne-san…” quise decir bajando mis orejas “se mojara y mis patas mugrientas la ensuciaran”. Tenía un tamaño grande, pero a ella no le importo, me subió a su regazo en donde pude alzar mi vista y ver como se arrodillaba para secarme dulcemente. Mi corazón se encogió por unos momentos, nunca había tenido una persona que hubiera realizado algo así, creo que por unos momentos gimotee, pero luego mis orejas se levantaron nuevamente al oír que seguía con la interesante historia de aquello que ella llamaba piratas.
Ya podía oler aquel distinguido perfume del mar que por muchos años con ese mismo hocico pude apreciar, aquello hizo que me sintiera feliz y por unos segundos lejos de todo terror, veía en mi imaginación a un hombre alto, feroz y mugriento; pues siempre eran así. Gritando a sus lacayos y aquellos temblando. “a lo mejor era ruso” pensé, pues los nombres rusos que habían por parís siempre eran raros y sus letras aun mas. Sujeto una de mis patas y rápidamente las escondí en mi pecho flexionándola, pero ella solamente las secaba y mas nada. Siguió relatando mientras mi imaginación veía a lo lejos las grandes velas de la embarcación pirata y los españoles lejos de ellos detrás de aquellos grandes tesoros. La pregunta de la joven me hizo pensar un poco, le mire sentar para luego olfatear el lugar y sacudirme levemente hasta que mi cabello se esponjo graciosamente, ya estaba más seco y de seguro no me enfermaría.
Medite por unos segundos su pregunta. La codicia del hombre era lo que a Barba Roja lo había salvado de su final, aunque en realidad, la codicia en pequeñas porciones no era mala, era una forma de poder ir hacia los sueños que las personas se proponían. Barba roja era inteligente, pero lamentablemente no me había gustado el final, pues barba roja no fue lo suficientemente inteligente como para quedarse con su libertad y tesoro, tuvo que desprenderse de una para tener lo otro. Me atreví a poner mi hocico en su recazo mostrando en mis ojos expresivos mi inconformidad mientras mis cejas se alzaban y se movían individualmente. “¿La moraleja es que todos tenemos que sacrificar algo para obtener otra cosa?” me debatí por unos segundos hasta que un gran bostezo hizo que mi hocico se abriera y sacara mi lengua para luego mover mi cola, pues estaba a gusto en aquella comodidad; aunque era pequeño. Era algo que no todos los días se tenía y había aprendido a disfrutar cada momento de esta vida, pues de la otra ya no recordaba nada.
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Siempre había sabido que no era normal. Cualquier persona que tuviera mis poderes, no podría pecar de necedad, si se considerase normal ser brujo. Aunque al principio me dolía saberme diferente, poco a poco aprendí, que habían personas mucho más dañadas o diferentes que yo. Mientras contemplaba al cada vez, más cómodo animal, recordé las ansias que tuve de tener una mascota. Aunque lo cierto era, que sólo quería algo con lo que llenar el vacío que constituía mi vida. Nunca se considera la soledad que acompaña a las niñas cuando son instruidas por personas ajenas a la familia. Pertenecer a la clase alta tenía las ventajas de saberse satisfecha en las nociones básicas de la vida: comida, alojamiento y la vestimenta adecuada a cada pequeño e insignificante acontecimiento.
Apreté los labios con fuerza y me senté en frente del animal. Estudiando las condición famélica en la que se encontraba, no pude evitar comparar la situación en la que se encontraba aquel perro, con la que sufría poco antes de encontrar a Zafiro. Poco antes de aceptar que mi vida jamás sería el cuento perfecto que mi tía insistía en que debía tener. No todas nacemos con una belleza deslumbradora, o con una sensualidad atrayente. Lo suyo era la inteligencia, la ingenuidad y la tranquilidad. Era simple. Una muchacha insulsa, apartada de todos para que no conociesen la verdad que ocultaba. La magia que corría por sus venas y que la hacía ser más atractiva para los demás. La misma que la condenaba a conocer los misterios de la vida, aquello que no debe ser desvelado, el futuro.
¿Está este animal, acaso, tan necesitado como yo de cariño?. ¿Conoce el calor de un abrazo amigo?. Perdiéndome en la preocupación que emanaba del inocente perro, y hundiéndome en el atisbo de sus ojos claros, supe que siempre sería una excéntrica. Adoraba ayudar a los demás, darles lo que necesitaban, y cubrir con un manto de amor, a aquellos que no habían sentido lo que era sentirse querido, sólo por ser lo que son. Ellos mismos.
Sonriendo al can, avancé lo suficiente para abrazarlo con fuerza. Hundiendo mi cabeza en aquel gran matojo de pelo blanco. Reí suavemente cuando su pelo me hizo cosquillas en la nariz, y me separé para unir mi frente a la suya. - Sabes... tal vez es hora de aprender a dejar de ser perfecta.- Alzando mi risa a un arrullador murmullo, abrí la puerta y animé al perro a bajarse del carruaje. La forma en la que inclinó su cabeza mientras me miraba con .... ¿incredulidad?, en sus ojos, Hizo que extendiera mis manos hacia los lados y diera vueltas en medio de la calle, mientras las gotas de lluvia cada vez más gruesas, comenzaban a mojar mi vestido, pegándolo a mi cuerpo de forma indecorosa. Suspiré como manifiesto de mi libertad, pocas veces perdía la compostura, y esta.... ¡Que demonios!. Esta sería otra más. Sonrió al perro, y le gritó que la siguiera, mientras sus piernas comenzaban a correr, hacia el parque cercano a las mansiones menos pudientes de la zona. Antiguamente, aquellas casas habían sido el foco central de las mejores familias de París, por ello, se había construido un parque en el centro de aquella urbanización. Pero como todo, pasó de moda, en cuanto uno de los familiares reales decidieron que la zona ajardinada de la ciudad era sólo para las familias que estaban atadas a sus hijos. Por supuesto, la moda era ser una madre perfecta y una excelente anfitriona, pero las niñeras eran las encargadas del cuidado de los hijos, ¿Qué importaba por tanto, la cercanía de los parques a las casas?. Que caminase la niñera o criada hasta el parque con los hijos de la señora. Éso era lo más cómodo y novedoso. La perfecta madre atendía a las amistades aún solteras y se divertía como cualquier otra buena mujer, y la insoportable visión de los niños manchados de barro y gritos o lloros de los más pequeños, quedaban lejos de las reuniones. ¿No era todo perfecto?.
Agitó su cabeza con fuerza y se decidió a no pensar más en los errores de los de su clase. Ella era diferente. No era una humana cualquiera, no seguía las normas de separación de clases, y estaba dispuesta a romper todos los tabúes que hicieran infeliz a sus seres queridos. Se giró y observo cómo el perro corría tras ella agitando la cola. Sí, se dijo así misma, es hora de dejar de ser perfecta.
Apreté los labios con fuerza y me senté en frente del animal. Estudiando las condición famélica en la que se encontraba, no pude evitar comparar la situación en la que se encontraba aquel perro, con la que sufría poco antes de encontrar a Zafiro. Poco antes de aceptar que mi vida jamás sería el cuento perfecto que mi tía insistía en que debía tener. No todas nacemos con una belleza deslumbradora, o con una sensualidad atrayente. Lo suyo era la inteligencia, la ingenuidad y la tranquilidad. Era simple. Una muchacha insulsa, apartada de todos para que no conociesen la verdad que ocultaba. La magia que corría por sus venas y que la hacía ser más atractiva para los demás. La misma que la condenaba a conocer los misterios de la vida, aquello que no debe ser desvelado, el futuro.
¿Está este animal, acaso, tan necesitado como yo de cariño?. ¿Conoce el calor de un abrazo amigo?. Perdiéndome en la preocupación que emanaba del inocente perro, y hundiéndome en el atisbo de sus ojos claros, supe que siempre sería una excéntrica. Adoraba ayudar a los demás, darles lo que necesitaban, y cubrir con un manto de amor, a aquellos que no habían sentido lo que era sentirse querido, sólo por ser lo que son. Ellos mismos.
Sonriendo al can, avancé lo suficiente para abrazarlo con fuerza. Hundiendo mi cabeza en aquel gran matojo de pelo blanco. Reí suavemente cuando su pelo me hizo cosquillas en la nariz, y me separé para unir mi frente a la suya. - Sabes... tal vez es hora de aprender a dejar de ser perfecta.- Alzando mi risa a un arrullador murmullo, abrí la puerta y animé al perro a bajarse del carruaje. La forma en la que inclinó su cabeza mientras me miraba con .... ¿incredulidad?, en sus ojos, Hizo que extendiera mis manos hacia los lados y diera vueltas en medio de la calle, mientras las gotas de lluvia cada vez más gruesas, comenzaban a mojar mi vestido, pegándolo a mi cuerpo de forma indecorosa. Suspiré como manifiesto de mi libertad, pocas veces perdía la compostura, y esta.... ¡Que demonios!. Esta sería otra más. Sonrió al perro, y le gritó que la siguiera, mientras sus piernas comenzaban a correr, hacia el parque cercano a las mansiones menos pudientes de la zona. Antiguamente, aquellas casas habían sido el foco central de las mejores familias de París, por ello, se había construido un parque en el centro de aquella urbanización. Pero como todo, pasó de moda, en cuanto uno de los familiares reales decidieron que la zona ajardinada de la ciudad era sólo para las familias que estaban atadas a sus hijos. Por supuesto, la moda era ser una madre perfecta y una excelente anfitriona, pero las niñeras eran las encargadas del cuidado de los hijos, ¿Qué importaba por tanto, la cercanía de los parques a las casas?. Que caminase la niñera o criada hasta el parque con los hijos de la señora. Éso era lo más cómodo y novedoso. La perfecta madre atendía a las amistades aún solteras y se divertía como cualquier otra buena mujer, y la insoportable visión de los niños manchados de barro y gritos o lloros de los más pequeños, quedaban lejos de las reuniones. ¿No era todo perfecto?.
Agitó su cabeza con fuerza y se decidió a no pensar más en los errores de los de su clase. Ella era diferente. No era una humana cualquiera, no seguía las normas de separación de clases, y estaba dispuesta a romper todos los tabúes que hicieran infeliz a sus seres queridos. Se giró y observo cómo el perro corría tras ella agitando la cola. Sí, se dijo así misma, es hora de dejar de ser perfecta.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Aquella mujer parecía estar sufriendo, odiaba ver a las personas tristes y mucho más a las mujeres, ellas eran seres diferentes a los hombres, eran hermosas, dulces, comprensivas, tenían aquel instinto maternal, como mi instinto animal. Sus abrazos eran tan cálidos que simplemente olvidaba mis problemas, ella era especial, no como las otras personas, como los otros niños, mujeres, ancianos y hasta hombres que se detenían para acariciarme, jugar o simplemente darme el halago de “qué lindo perro blanco”. Ella era diferente, me estremecía un poco su tacto, pero su humanidad dejaba en mi una marca, una sensación de que era un ser totalmente diferente. Lo diferente no era malo, ella me agradaba, tenía un don, más allá de un talento innato, tenía el don de saber tratar a los seres a las almas que cada uno tenía. Todo estaba vivo, todo en este mundo tiene un alma, tiene un ser y estaba seguro que ella tenía la habilidad de tratar con cada uno de ellos y llenarlos de amor.
Me recordaba aquellas historias que había oído de un tipo que se llamaba Jesús, al parecer era el dios de los católicos, yo no tenía religión, ¡era un animal más que un humano! ¿Cómo iba a creer en el Dios Católico? No me interesaban aquellos temas, pero como ellos lo describirían; un hombre que caminaba por el mundo para esparcir amor. Tal vez ella era descendiente de aquel hombre, tal vez un poco de sus genes estaba en su sangre o simplemente era una reencarnación más de aquel hombre; pues aunque era un dios convertido en hombre, era un hombre. ¡Así es! Un hombre que defecaba, sentía tristeza, ira alegría y deseos carnales. Me reí a mis adentros, estaba fantaseando mucho.
Me sentía cómodo, relajado y tranquilo, ya no me importaba que mi pelaje estuviera mojado pues este se secaría, no me importaba que estuviera lloviendo pues el sol tarde o temprano saldría, tal vez luego me quejaría del calor que estará haciendo. Mi frente fue sujetada y yo jadee mientras mi cola se movía animadamente… ¿dejar de ser perfecta? Querida… la perfección es no perfecta, la imperfección es la perfecta. Quise decirle, gritarle y animarle pero ya se había bajado del carruaje y ella parecía divertirse en las gotas de lluvia como si fuera una infante de diez años, sonríe dulcemente mientras veía aquella imagen que parecía perfecta para estar en un cuadro en el museo, pero lástima que no sabía ni tenía aquel talento. ¿Cuál era mi talento? Tal vez ninguna, tal vez lo tenía pero como todo lo había olvidado y tal vez nunca lo sabría.
Salte de aquel lugar para volver a estar en aquellas calles mojadas, debía admitir que aquel pequeño y estrecho carruaje no era un espacio en donde yo estaba acostumbrado a estar, lo mío era las calles amplias de parís o los campos abiertos, tal vez, uno que otro barco en alta mar, pero aquellos barcos en donde había navegado en aquella forma cazando ratas o alimañas humanas habían quedado atrás. Comencé a correr detrás de ella ladrando y moviendo mi cola de un lado a otro. En ocasiones no sabía para donde ir, en realidad me divertía mucho ver como la joven parecía no tener dirección, tal a eso se refería a dejar de ser perfecta, ella misma debía hacer su camino no dejar que otro le trazara su camino. Yo no sabía muchas cosas, pero tenía suficiente sentido común para saber que eso era muy común en aquel lugar, ya jadeaba un poco, pero la frescura de mi piel y las gotas cayendo en mi hocico me reponían rápidamente, le ladre algunas par de veces mientras ella se detenía en una plaza desierta, nadie se iba a atrever a aparecer allí con ese clima. Por fin la pude alcanzar, puse mis patas en sus caderas moviendo mi cola mientras ella acariciaba mi cabeza y con entrecerraba mis ojos y disfrutaba sus dedos rebuscando en aquellos cabellos blancos y mojados, aunque gracias a mi suciedad parecía mas un perro gris que blanco.
Mis huesos comenzaron a dolor, ¿en serio? Cuestione mientras comenzaba a sentir que el dolor se volvía más profundo, las células de mi cuerpo comenzaban a cambiar lentamente, pronto dejaría de ser un animal para convertirme un humano, pero… ¡estábamos en medio de una plaza!. Baje mis patas retrocediendo un poco mientras podía sentir como los huesos comenzaban a realizar aquella metamorfosis interna, pronto los órganos se acostumbrarían a los puestos de un humano. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, no deseaba asustar a la joven que había sido tan amable conmigo, buscaba evitar aquello, pero no, no podía, era imposible, para mi resultaría un gran dolor de cabeza. Quiero seguir siendo un perro. Me lamento pero sabía que eso no era posible, el pelaje comenzó a cambiar y una piel pálida comenzaba a aparecer, las extremidades se alargaban, las patas comenzaban a separarse y alargarse hasta formar dos manos y las parte de tras dos piernas, en mi torso se podía ver las vertebras de la piel y el cabello cubriendo un rostro en donde antes había un hocico, pero ahora, solamente se veía unos ojos de rasgos asiáticos y unos labios finos. Aun los sentido estaban sensibles pude escuchar algunos murmullos, si ve veían así podría salir muerto, di un salto para caer al frente de la joven y escondernos sobre unos matorrales que había cerca. Ahora estaba encima de la mujer desnudo, en medio de una plaza en donde llovía (no tenía ya mi peluda piel para disfrutar al menos un abrigo) –Hola…- dije sin saber exactamente como debía comenzar, tal vez con quitarme de encima de ella, pues estaba yo desnudo, pero aquello no se me pasaba por mi cabeza
Me recordaba aquellas historias que había oído de un tipo que se llamaba Jesús, al parecer era el dios de los católicos, yo no tenía religión, ¡era un animal más que un humano! ¿Cómo iba a creer en el Dios Católico? No me interesaban aquellos temas, pero como ellos lo describirían; un hombre que caminaba por el mundo para esparcir amor. Tal vez ella era descendiente de aquel hombre, tal vez un poco de sus genes estaba en su sangre o simplemente era una reencarnación más de aquel hombre; pues aunque era un dios convertido en hombre, era un hombre. ¡Así es! Un hombre que defecaba, sentía tristeza, ira alegría y deseos carnales. Me reí a mis adentros, estaba fantaseando mucho.
Me sentía cómodo, relajado y tranquilo, ya no me importaba que mi pelaje estuviera mojado pues este se secaría, no me importaba que estuviera lloviendo pues el sol tarde o temprano saldría, tal vez luego me quejaría del calor que estará haciendo. Mi frente fue sujetada y yo jadee mientras mi cola se movía animadamente… ¿dejar de ser perfecta? Querida… la perfección es no perfecta, la imperfección es la perfecta. Quise decirle, gritarle y animarle pero ya se había bajado del carruaje y ella parecía divertirse en las gotas de lluvia como si fuera una infante de diez años, sonríe dulcemente mientras veía aquella imagen que parecía perfecta para estar en un cuadro en el museo, pero lástima que no sabía ni tenía aquel talento. ¿Cuál era mi talento? Tal vez ninguna, tal vez lo tenía pero como todo lo había olvidado y tal vez nunca lo sabría.
Salte de aquel lugar para volver a estar en aquellas calles mojadas, debía admitir que aquel pequeño y estrecho carruaje no era un espacio en donde yo estaba acostumbrado a estar, lo mío era las calles amplias de parís o los campos abiertos, tal vez, uno que otro barco en alta mar, pero aquellos barcos en donde había navegado en aquella forma cazando ratas o alimañas humanas habían quedado atrás. Comencé a correr detrás de ella ladrando y moviendo mi cola de un lado a otro. En ocasiones no sabía para donde ir, en realidad me divertía mucho ver como la joven parecía no tener dirección, tal a eso se refería a dejar de ser perfecta, ella misma debía hacer su camino no dejar que otro le trazara su camino. Yo no sabía muchas cosas, pero tenía suficiente sentido común para saber que eso era muy común en aquel lugar, ya jadeaba un poco, pero la frescura de mi piel y las gotas cayendo en mi hocico me reponían rápidamente, le ladre algunas par de veces mientras ella se detenía en una plaza desierta, nadie se iba a atrever a aparecer allí con ese clima. Por fin la pude alcanzar, puse mis patas en sus caderas moviendo mi cola mientras ella acariciaba mi cabeza y con entrecerraba mis ojos y disfrutaba sus dedos rebuscando en aquellos cabellos blancos y mojados, aunque gracias a mi suciedad parecía mas un perro gris que blanco.
Mis huesos comenzaron a dolor, ¿en serio? Cuestione mientras comenzaba a sentir que el dolor se volvía más profundo, las células de mi cuerpo comenzaban a cambiar lentamente, pronto dejaría de ser un animal para convertirme un humano, pero… ¡estábamos en medio de una plaza!. Baje mis patas retrocediendo un poco mientras podía sentir como los huesos comenzaban a realizar aquella metamorfosis interna, pronto los órganos se acostumbrarían a los puestos de un humano. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, no deseaba asustar a la joven que había sido tan amable conmigo, buscaba evitar aquello, pero no, no podía, era imposible, para mi resultaría un gran dolor de cabeza. Quiero seguir siendo un perro. Me lamento pero sabía que eso no era posible, el pelaje comenzó a cambiar y una piel pálida comenzaba a aparecer, las extremidades se alargaban, las patas comenzaban a separarse y alargarse hasta formar dos manos y las parte de tras dos piernas, en mi torso se podía ver las vertebras de la piel y el cabello cubriendo un rostro en donde antes había un hocico, pero ahora, solamente se veía unos ojos de rasgos asiáticos y unos labios finos. Aun los sentido estaban sensibles pude escuchar algunos murmullos, si ve veían así podría salir muerto, di un salto para caer al frente de la joven y escondernos sobre unos matorrales que había cerca. Ahora estaba encima de la mujer desnudo, en medio de una plaza en donde llovía (no tenía ya mi peluda piel para disfrutar al menos un abrigo) –Hola…- dije sin saber exactamente como debía comenzar, tal vez con quitarme de encima de ella, pues estaba yo desnudo, pero aquello no se me pasaba por mi cabeza
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
«Hay aspectos inevitables en las cosas. Situaciones que nadie puede rechazar o elegir. O no del todo».
Es cierto que a las damas de alta clase nos preparan para no mostrar sorpresa en los momentos bochornosos, a ignorar las faltas de los demás y permanecer en una esfera de indolente amabilidad. Pero ser espectadora de una metamorfosis de can a humano, y ser derribada por un hombre asiático, no entraba dentro de las enormes posibilidades para las que su tía la había preparado. Soltó un gritito más sorprendido que asustado, y embargada por la incredulidad, le tocó el rostro con la punta de sus dedos enguantados.- Hola...- El susurro de mi respuesta apenas se debió escuchar con los ensordecedores latidos que realizaba mi corazón. Temblando, me mordí el labio mientras estudiaba los ojos claros del hombre que yacía sobre mi.
Tras unos segundos de silencio, me pellizqué el brazo para sacarme de la ensoñación que estaba viviendo. Seguramente me habría quedado dormida en el carruaje y no tenía un hombre desnudo sobre mí.- Eres... ¿Eres real?.- Le pregunté estúpidamente, mientras de nuevo volvía a tocar su rostro. El escalofrío que sentí recorrer el cuerpo del hombre fue tan real, que sólo podía comprender que estaba ante un ser nuevo. Algo mágico había sucedido, y como haría cualquier mujer que se hallase en mi situación, me sonrojé y aclaré mi garganta mientras apartaba mis dedos de su rostro.- Lo lamento, no.... pretendía ofenderle al preguntar si era real.- Aparté la mirada de sus ojos y me moví un poco incómoda en el suelo. No sabía de qué hablar llegados a este punto.- Quizás... quieras quitarte de encima, monsieur. - Intentó conservar la calma mientras sentía cómo su cuerpo comenzaba a notar el frío de la lluvia. A pesar de que él cubría su cuerpo, el agua mojaba la nuca del hombre resbalándose por su rostro, y salpicando el suyo, como si se tratase de un hilo que los uniera. - Prometo no mirar mientras se aparta, y conseguirle algo.... para ....cubrirlo- Su educación le impedía mencionar su desnudez, así que esperaba no haberlo ofendido con su propuesta.
Es cierto que a las damas de alta clase nos preparan para no mostrar sorpresa en los momentos bochornosos, a ignorar las faltas de los demás y permanecer en una esfera de indolente amabilidad. Pero ser espectadora de una metamorfosis de can a humano, y ser derribada por un hombre asiático, no entraba dentro de las enormes posibilidades para las que su tía la había preparado. Soltó un gritito más sorprendido que asustado, y embargada por la incredulidad, le tocó el rostro con la punta de sus dedos enguantados.- Hola...- El susurro de mi respuesta apenas se debió escuchar con los ensordecedores latidos que realizaba mi corazón. Temblando, me mordí el labio mientras estudiaba los ojos claros del hombre que yacía sobre mi.
Tras unos segundos de silencio, me pellizqué el brazo para sacarme de la ensoñación que estaba viviendo. Seguramente me habría quedado dormida en el carruaje y no tenía un hombre desnudo sobre mí.- Eres... ¿Eres real?.- Le pregunté estúpidamente, mientras de nuevo volvía a tocar su rostro. El escalofrío que sentí recorrer el cuerpo del hombre fue tan real, que sólo podía comprender que estaba ante un ser nuevo. Algo mágico había sucedido, y como haría cualquier mujer que se hallase en mi situación, me sonrojé y aclaré mi garganta mientras apartaba mis dedos de su rostro.- Lo lamento, no.... pretendía ofenderle al preguntar si era real.- Aparté la mirada de sus ojos y me moví un poco incómoda en el suelo. No sabía de qué hablar llegados a este punto.- Quizás... quieras quitarte de encima, monsieur. - Intentó conservar la calma mientras sentía cómo su cuerpo comenzaba a notar el frío de la lluvia. A pesar de que él cubría su cuerpo, el agua mojaba la nuca del hombre resbalándose por su rostro, y salpicando el suyo, como si se tratase de un hilo que los uniera. - Prometo no mirar mientras se aparta, y conseguirle algo.... para ....cubrirlo- Su educación le impedía mencionar su desnudez, así que esperaba no haberlo ofendido con su propuesta.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
¿Eres real? Que inteligente había sido eso, pero bueno, no la culpaba, solamente me dedique a formar en mis labios una sonrisa mientras con sus delicadas manos tocaba mi rostro. A lo mejor nunca había visto a un cambiaformas tener una metamorfosis como la que yo había sufrido en esos momentos… ¡Matsumoto! Nadie está acostumbrado a eso… solamente tu ser extraño retorcido, me regañe mentalmente. Aun no debía recordar cómo hablar, pues nada Salí a de mis labios para poder responderle, a lo mejor aun estaba aturdido o en algún tipo de shock. Parpadee por unos segundos cuando aparto sus manos de mi rostro y se disculpo. ¿Por qué se disculpaba? Me pregunte curioso mientras ladeaba mi cabeza, sin entender la razón, allí comprendí que el que se debería estar disculpando era yo. Mis mejillas reaccionaron sonrojándose como las de ella, pero lo mío fue reír nerviosamente mientras me rascaba la cabeza cuando ella sugirió apartarse de su cuerpo… que descuidado era, a lo mejor aquella joven estaba traumada de por vida.
Di un paso hacia un lado, sentándome en flor de loto. Podía sentir la lluvia en mi piel y ya comenzaba el frio a presentarse en mi cuerpo. Mi cabello mojado caía gracias a la gravedad y la pesadez, cuando se secara estaría prácticamente con un afro, pues este era muy rebelde y mucho más cuando se mojaba –No debe disculparse….- dije por fin, a regañadientes -¿Por qué se disculpa tanto?- quise saber –No debería disculparse tanto…- me era gracioso, en realidad muy gracioso notar como ella buscaba tratarme con cortesía y como alguien de su ¿status?
Ya comenzaba a aburrirme sus palabras rebuscadas y elegantes para no cometer un pecado tremendo, pero bueno, la deje ser, aunque ella misma había dicho que deseaba dejar de ser aquella persona, pero bueno, no era el momento para estar por allí dándole lecciones. Negué levemente –No se preocupe, pero le agradecería con el alma entera que me buscara algo para que nadie más se horrorice- indique él, temeroso de que alguien más pudiera llegar a verme y pues eso podría significar que a la cárcel iría o peor a la iglesia. De solamente pensarlo, se me erizaban los pelos. No, todos menos a la iglesia por favor. –Debo aclarar que no soy un indigente, solamente una persona con mala suerte…- le advertí para luego reírme de mi propia desgracia, pues, ¿Qué mas podría hacer? reírme de mi, era lo mejor que podría hacer, además la situación era graciosa, no importaba lo que se pudiera decir, era cómica, después de todo.
Di un paso hacia un lado, sentándome en flor de loto. Podía sentir la lluvia en mi piel y ya comenzaba el frio a presentarse en mi cuerpo. Mi cabello mojado caía gracias a la gravedad y la pesadez, cuando se secara estaría prácticamente con un afro, pues este era muy rebelde y mucho más cuando se mojaba –No debe disculparse….- dije por fin, a regañadientes -¿Por qué se disculpa tanto?- quise saber –No debería disculparse tanto…- me era gracioso, en realidad muy gracioso notar como ella buscaba tratarme con cortesía y como alguien de su ¿status?
Ya comenzaba a aburrirme sus palabras rebuscadas y elegantes para no cometer un pecado tremendo, pero bueno, la deje ser, aunque ella misma había dicho que deseaba dejar de ser aquella persona, pero bueno, no era el momento para estar por allí dándole lecciones. Negué levemente –No se preocupe, pero le agradecería con el alma entera que me buscara algo para que nadie más se horrorice- indique él, temeroso de que alguien más pudiera llegar a verme y pues eso podría significar que a la cárcel iría o peor a la iglesia. De solamente pensarlo, se me erizaban los pelos. No, todos menos a la iglesia por favor. –Debo aclarar que no soy un indigente, solamente una persona con mala suerte…- le advertí para luego reírme de mi propia desgracia, pues, ¿Qué mas podría hacer? reírme de mi, era lo mejor que podría hacer, además la situación era graciosa, no importaba lo que se pudiera decir, era cómica, después de todo.
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
" Podemos encontrar algo valioso en la sonrisa de alguien."
Cuando el extraño hombre se apartó de mí, me senté sobre la hierba y lo observé con curiosidad. Escuchaba sus palabras como un rumor lejano, estaba más concentrada en estudiar su cuerpo, obviando cierta parte de su anatomía, y los sentimientos que cambiaban con rapidez dentro de él. Jamás había visto nada igual, sus emociones, iban desde la diversión, al desconcierto, para pasar a un enfado, irritación y luego simple agonía. Sabía que la mayoría de las personas podían cambiar de parecer en segundos, ¿pero algo tan simple como la irritación al dolor, mezclado con una diversión amarga?. Tal vez el cambiar de sentimientos de forma tan rápida, tuviera más que ver con su personalidad que con su ... ¿especie?. Pero no podía dejar de mirarle las piernas delgadas y blanquecinas. Algunos morados y raspones estropeaban la belleza de su piel, casi como si alguien celoso de su blancura, lo hubiera marcado.
Me acerqué a él, arrastrando mis rodillas por e suelo, y terminando de estropear el vestido que llevaba. Seguramente, las manchas de césped dejasen una huella verdosa en él, una impresión natural de la aventura que estábamos viviendo. Toqué su cabeza y alisé su pelo con mi mano, procurando envolver su cuerpo con sentimientos de seguridad y afecto.- Te pido disculpas, porque es algo que se está perdiendo. Te ofrezco dos de las palabras más complicadas que existen en este mundo, y, a veces, las que lo pueden cambiar todo en cuestión de segundos. - Toqué su nariz con un golpecito, brindándole una sonrisa inocente y un poco avergonzada por lo que hacía. Hay cosas que no se pueden evitar, más cuando se trataba de alguien tan tímido como ella. - No las infravalores.-
Me levanté en medio de la lluvia, mirando a nuestro al rededor, si no quería que se resfriase, tendría que darme prisa. ¿Pero dónde podría encontrar ropajes secos para mi compañero?. Me mordí el labio con frustración, hasta que mis ojos dieron con una tienda que estaba situada a mis espaldas. Miré al hombre que seguía sentado en el suelo, y le sonreí abiertamente, dejando que mis ojos brillasen con picardía. - Creo que podré conseguirlo.- Se dio la vuelta y comenzó a caminar, deteniéndose al recordar una frase que había dicho él hacía unos segundos. Cerró los ojos y se concentró, ¿qué le había dicho?. Suspiró con agonía, mientras obligaba a su mente a centrarse en las palabras que le había dirigido antes de reírse, antes de que sus sentimientos cambiasen bajo la amargura de su comentario....
Se dio la vuelta, mirándolo con el rostro empapado de la lluvia. El largo pelo se pegaba a mi espalda, liberado del recogido que llevaba antes, dejando que algunas trenzas dividiesen el pelo, en mechones lisos y otros trenzados. De mi barbilla goteaban las gruesas gotas que le golpeaban en la cabeza, y un ligero temblor comenzaba a atacarme los labios, convirtiéndolos en algo morado. Pero creía que era más importante el responderle, quizás más adelante lo ayudase a vestirse con cuidado. Brindándole cariño y amor fraternal. - Jamás hubiera pensado que eras un indigente, más bien, un espíritu libre. Alguien que aún no ha encontrado su hogar.- Me encogí de hombros y le sonrió con tristeza.- Todos tenemos algo de mala suerte, lo que nos hace diferente, es la forma en la que afrontamos lo que nos viene.- Cerré los ojos y sonreí al cielo gris, a las nubes que brindaban agua a la tierra. Hay momentos de plenitud casi infinitos.
Giré y corrí con rapidez, teniendo cuidado de recoger el vestido con las manos. No quería caerme y rasgar el vestido, entonces tendría que buscar ropa para mí también. Crucé la calle desierta, y entré en la tienda, haciendo sonar la campanilla que se situaba en la parte superior de la tienda. Con mi mejor cara de susto, grité en la tienda, pidiendo ayuda. Un rápido tendero, salió de la trastienda, con la camisa revuelta de una siesta interrumpida. - ¡Madame! ¿qué ocurre?.- Preguntaba el hombre mientras intentaba colocarse unas gafas de gruesos cristales.
- Por favor, necesito unos pantalones masculinos, una camisa y el abrigo más grueso que tengan. - Le dediqué una mirada perdida, ésa que advertía que una mujer iba a empezar a llorar a mares. Si algo sabía, era que los hombres odiaban las lágrimas, no sabían qué hacer con ellas, así que accedían rápidamente a los ruegos. Afortunadamente para ella, el tendero no era diferente a los hombres con los que había tratado, huyó en busca de lo que había pedido, preguntando por la talla del varón. Pensé detenidamente en ello, y le dije que sería para alguien delgado, de huesos frágiles. Si hubiesen estado en su mansión, le hubiera dado los ropajes que necesitaba, pero aquí, en medio de París, poco podría ofrecerle.
El hombre regresó con varios pantalones y camisetas, los abrigos y zapatos los trajo más tarde. Miré mi vestido arruinado y sonreí, al parecer yo también necesitaba ropa. Elegí dos pantalones, dos camisas gruesas de algodón y botas de cuero. Sabía de qué tamaño pedir las mías, pero para él..... Se decidió por pedir un tamaño mayor que el suyo, aunque no lo suficiente como para que le quedasen muy grandes. Pagó al hombre y le pidió ayuda para empaquetar las cosas con cuidado. Con una sonrisa, le explicó al pobre hombre, que su hermano y ella habían perdido su carruaje, y se habían quedado empapados por la lluvia. Por supuesto, su hermano le había ofrecido su chaqueta, por lo que se había empapado completamente, pero el mal destino, había decidido que ambos se cayesen, manchándose ella el fino cafetán que constituía su vestimenta, y él, se rasgó el pantalón. Al final de su cuento, tenía a la mujer e la tendera y a su hija, escuchando junto a su marido, ayudándola a cambiarse y ponrse las ropas masculinas. Numerosos ohhh y ahhhs la acompañaban detrás del biombo, y cuando se hubo cambiado, tenia una cesta con leche y té calientes, varias toallas y un paraguas enorme.
Se sintió culpable cuando salió de la tienda bajo un paraguas. Esa gente la había ayudado, pensando que su historia era cierta. Lo más seguro, es que fuera la situación más increíble que vivirían en varias semanas, y al final del día, siempre se sentirían bien por haberlos ayudado. Corrió por la calle, atravesando el parque y llegando a los arbustos en los que se habían ocultado. El hombre aún estaba allí, sabía que no había tardado mucho, porque las mujeres la ayudaron para acudir en la ayuda de su hermano con rapidez, pero había tenido la impresión, de que él huiría. Completamente callada, le tendió el paraguas, arrodillándose en la hierba para sacar las toallas secas de la cesta y cubriéndole el cuerpo con una de ellas. Sirvió un té en un baso y se lo dio.- Ten cuidado, está caliente.- Le advirtió mientras se arrodillaba detrás de él y le secaba el pelo con rapidez. - Tienes la ropa empaquetada en la bolsa, no quería que se mojaran.- Sin saber porqué, comenzó a reír. Lo abrazó con fuerza y siguió riéndose, había mentido, estaba vestida de hombre, y secaba a un desconocido desnudo en un parque. ¿No había dicho que quería aventuras?.
Cuando el extraño hombre se apartó de mí, me senté sobre la hierba y lo observé con curiosidad. Escuchaba sus palabras como un rumor lejano, estaba más concentrada en estudiar su cuerpo, obviando cierta parte de su anatomía, y los sentimientos que cambiaban con rapidez dentro de él. Jamás había visto nada igual, sus emociones, iban desde la diversión, al desconcierto, para pasar a un enfado, irritación y luego simple agonía. Sabía que la mayoría de las personas podían cambiar de parecer en segundos, ¿pero algo tan simple como la irritación al dolor, mezclado con una diversión amarga?. Tal vez el cambiar de sentimientos de forma tan rápida, tuviera más que ver con su personalidad que con su ... ¿especie?. Pero no podía dejar de mirarle las piernas delgadas y blanquecinas. Algunos morados y raspones estropeaban la belleza de su piel, casi como si alguien celoso de su blancura, lo hubiera marcado.
Me acerqué a él, arrastrando mis rodillas por e suelo, y terminando de estropear el vestido que llevaba. Seguramente, las manchas de césped dejasen una huella verdosa en él, una impresión natural de la aventura que estábamos viviendo. Toqué su cabeza y alisé su pelo con mi mano, procurando envolver su cuerpo con sentimientos de seguridad y afecto.- Te pido disculpas, porque es algo que se está perdiendo. Te ofrezco dos de las palabras más complicadas que existen en este mundo, y, a veces, las que lo pueden cambiar todo en cuestión de segundos. - Toqué su nariz con un golpecito, brindándole una sonrisa inocente y un poco avergonzada por lo que hacía. Hay cosas que no se pueden evitar, más cuando se trataba de alguien tan tímido como ella. - No las infravalores.-
Me levanté en medio de la lluvia, mirando a nuestro al rededor, si no quería que se resfriase, tendría que darme prisa. ¿Pero dónde podría encontrar ropajes secos para mi compañero?. Me mordí el labio con frustración, hasta que mis ojos dieron con una tienda que estaba situada a mis espaldas. Miré al hombre que seguía sentado en el suelo, y le sonreí abiertamente, dejando que mis ojos brillasen con picardía. - Creo que podré conseguirlo.- Se dio la vuelta y comenzó a caminar, deteniéndose al recordar una frase que había dicho él hacía unos segundos. Cerró los ojos y se concentró, ¿qué le había dicho?. Suspiró con agonía, mientras obligaba a su mente a centrarse en las palabras que le había dirigido antes de reírse, antes de que sus sentimientos cambiasen bajo la amargura de su comentario....
Se dio la vuelta, mirándolo con el rostro empapado de la lluvia. El largo pelo se pegaba a mi espalda, liberado del recogido que llevaba antes, dejando que algunas trenzas dividiesen el pelo, en mechones lisos y otros trenzados. De mi barbilla goteaban las gruesas gotas que le golpeaban en la cabeza, y un ligero temblor comenzaba a atacarme los labios, convirtiéndolos en algo morado. Pero creía que era más importante el responderle, quizás más adelante lo ayudase a vestirse con cuidado. Brindándole cariño y amor fraternal. - Jamás hubiera pensado que eras un indigente, más bien, un espíritu libre. Alguien que aún no ha encontrado su hogar.- Me encogí de hombros y le sonrió con tristeza.- Todos tenemos algo de mala suerte, lo que nos hace diferente, es la forma en la que afrontamos lo que nos viene.- Cerré los ojos y sonreí al cielo gris, a las nubes que brindaban agua a la tierra. Hay momentos de plenitud casi infinitos.
Giré y corrí con rapidez, teniendo cuidado de recoger el vestido con las manos. No quería caerme y rasgar el vestido, entonces tendría que buscar ropa para mí también. Crucé la calle desierta, y entré en la tienda, haciendo sonar la campanilla que se situaba en la parte superior de la tienda. Con mi mejor cara de susto, grité en la tienda, pidiendo ayuda. Un rápido tendero, salió de la trastienda, con la camisa revuelta de una siesta interrumpida. - ¡Madame! ¿qué ocurre?.- Preguntaba el hombre mientras intentaba colocarse unas gafas de gruesos cristales.
- Por favor, necesito unos pantalones masculinos, una camisa y el abrigo más grueso que tengan. - Le dediqué una mirada perdida, ésa que advertía que una mujer iba a empezar a llorar a mares. Si algo sabía, era que los hombres odiaban las lágrimas, no sabían qué hacer con ellas, así que accedían rápidamente a los ruegos. Afortunadamente para ella, el tendero no era diferente a los hombres con los que había tratado, huyó en busca de lo que había pedido, preguntando por la talla del varón. Pensé detenidamente en ello, y le dije que sería para alguien delgado, de huesos frágiles. Si hubiesen estado en su mansión, le hubiera dado los ropajes que necesitaba, pero aquí, en medio de París, poco podría ofrecerle.
El hombre regresó con varios pantalones y camisetas, los abrigos y zapatos los trajo más tarde. Miré mi vestido arruinado y sonreí, al parecer yo también necesitaba ropa. Elegí dos pantalones, dos camisas gruesas de algodón y botas de cuero. Sabía de qué tamaño pedir las mías, pero para él..... Se decidió por pedir un tamaño mayor que el suyo, aunque no lo suficiente como para que le quedasen muy grandes. Pagó al hombre y le pidió ayuda para empaquetar las cosas con cuidado. Con una sonrisa, le explicó al pobre hombre, que su hermano y ella habían perdido su carruaje, y se habían quedado empapados por la lluvia. Por supuesto, su hermano le había ofrecido su chaqueta, por lo que se había empapado completamente, pero el mal destino, había decidido que ambos se cayesen, manchándose ella el fino cafetán que constituía su vestimenta, y él, se rasgó el pantalón. Al final de su cuento, tenía a la mujer e la tendera y a su hija, escuchando junto a su marido, ayudándola a cambiarse y ponrse las ropas masculinas. Numerosos ohhh y ahhhs la acompañaban detrás del biombo, y cuando se hubo cambiado, tenia una cesta con leche y té calientes, varias toallas y un paraguas enorme.
Se sintió culpable cuando salió de la tienda bajo un paraguas. Esa gente la había ayudado, pensando que su historia era cierta. Lo más seguro, es que fuera la situación más increíble que vivirían en varias semanas, y al final del día, siempre se sentirían bien por haberlos ayudado. Corrió por la calle, atravesando el parque y llegando a los arbustos en los que se habían ocultado. El hombre aún estaba allí, sabía que no había tardado mucho, porque las mujeres la ayudaron para acudir en la ayuda de su hermano con rapidez, pero había tenido la impresión, de que él huiría. Completamente callada, le tendió el paraguas, arrodillándose en la hierba para sacar las toallas secas de la cesta y cubriéndole el cuerpo con una de ellas. Sirvió un té en un baso y se lo dio.- Ten cuidado, está caliente.- Le advirtió mientras se arrodillaba detrás de él y le secaba el pelo con rapidez. - Tienes la ropa empaquetada en la bolsa, no quería que se mojaran.- Sin saber porqué, comenzó a reír. Lo abrazó con fuerza y siguió riéndose, había mentido, estaba vestida de hombre, y secaba a un desconocido desnudo en un parque. ¿No había dicho que quería aventuras?.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/10/2012
Localización : Mansión del Mar
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
como perro callejero y maltratado temí que sus manos se alzaran a golpearme, pero lo único que recibí fue un dulce toque en mis cabellos, le mire con un rostro algo inocente mientras esta seguía haciendo eso, como queriendo arreglarme un poco, pero claro yo no tenía arreglo, para nada, me reí suavemente mientras sentía como me trataba como un niño. ¿Acaso no sabía que tenía aun más edad de la que aparentaba? Aunque no sabía mi edad exacta, estaba seguro que era aun más viejo que ella, pero solamente me alce los hombros, al siempre ser un animal había aprendido a recibir aquellos afectos con gracia. Asentí levemente mientras ella se levantaba, parecía que buscaba algo, ladee mi cabeza un poco mientras me quedaba sentado, pues aun estaba desnudo… que horror… ella comenzaba a alejarse, creo que mi cerebro aun no captaba que ya estaba en cuerpo de un humano pues de mi Salió un leve gimoteo perruno mientras mi cuerpo comenzaba a temblar cada vez mas.
Lo que más me molestaba era que mis dientes castañeaban, tenía que presionarlos un poco para poder llegar a no sentir ese ruidito que me irritaba, pero eso no era bueno si presionaba mucho el dolor de cabeza vendría y después si no sería agradable para mí, no quería verme gritando de dolor, eso era horrible. Espere por unos minutos, no tenia mas nada que hacer y yo sabía que ella volvería, lo sabía, porque no era como las otras personas. Sonreí ampliamente en pensar en aquello. Amaba ese tipo de personas, no podía evitarlo, pues una persona con mi suerte, tenia escasas probabilidades de llegar a tener esos buenos momentos.
Alce mi mirada y encontré un paraguas acercándose, por unos momentos me dio nervios pues no veía ningún vestido y eso para mí significaba peligro, la horca, la destrucción, el miedo recorrió mi cuerpo, pero luego mire bien y se trataba de ella, vestida de hombre, sonreí, para luego suspirar aliviado –Las vestimentas le han quedado muy bien- dije sonriendo levemente. Sentí pronto como algunas toallas cubrieron mi cuerpo, debía admitir que me sentía apenado, baje la mirada con un rubor en mis mejillas. Me acomode bien para luego mirar lo que tenía en su mano, un vaso con algo caliente, mi olfato parecía decir que era un té con hierbas. Estornude cuando el vapor llego a mi nariz –Soy un canino…- le dije mientras me tapaba la nariz con una de mis manos, pero antes de poder explicar que las especias de aquella hierba lastimaban su sentido del olfato la joven le había abrazado con calidez, tanto que me hizo sentir demasiado seguro.
Le aparte suavemente para luego sujetar el paquete en donde estaba la ropa –Gracias por todo lo que hace por mi- le dije inclinándome levemente –ahora dese vuelta…- le hice una señal con la mano para luego esperar que ella se girara. Cuando lo hizo pude tranquilamente secarme, ponerme los pantalones, tratando de no hacer mucho escándalo, claro fue complicado hacerlo en cuclillas pero lo logre, no me pregunten cómo, yo tampoco lo sé. Me termine de poner la camisa, dejando la chaqueta a un lado, no me gustaban, pero la tendría aun lado –listo… puede voltear- le dije mientras me ponía la toalla en la cabeza para terminar de secar mis cabellos. –Me siento muy bien… ahora solamente no espero que me ataque la migraña- dije en un tono algo deprimido.
Lo que más me molestaba era que mis dientes castañeaban, tenía que presionarlos un poco para poder llegar a no sentir ese ruidito que me irritaba, pero eso no era bueno si presionaba mucho el dolor de cabeza vendría y después si no sería agradable para mí, no quería verme gritando de dolor, eso era horrible. Espere por unos minutos, no tenia mas nada que hacer y yo sabía que ella volvería, lo sabía, porque no era como las otras personas. Sonreí ampliamente en pensar en aquello. Amaba ese tipo de personas, no podía evitarlo, pues una persona con mi suerte, tenia escasas probabilidades de llegar a tener esos buenos momentos.
Alce mi mirada y encontré un paraguas acercándose, por unos momentos me dio nervios pues no veía ningún vestido y eso para mí significaba peligro, la horca, la destrucción, el miedo recorrió mi cuerpo, pero luego mire bien y se trataba de ella, vestida de hombre, sonreí, para luego suspirar aliviado –Las vestimentas le han quedado muy bien- dije sonriendo levemente. Sentí pronto como algunas toallas cubrieron mi cuerpo, debía admitir que me sentía apenado, baje la mirada con un rubor en mis mejillas. Me acomode bien para luego mirar lo que tenía en su mano, un vaso con algo caliente, mi olfato parecía decir que era un té con hierbas. Estornude cuando el vapor llego a mi nariz –Soy un canino…- le dije mientras me tapaba la nariz con una de mis manos, pero antes de poder explicar que las especias de aquella hierba lastimaban su sentido del olfato la joven le había abrazado con calidez, tanto que me hizo sentir demasiado seguro.
Le aparte suavemente para luego sujetar el paquete en donde estaba la ropa –Gracias por todo lo que hace por mi- le dije inclinándome levemente –ahora dese vuelta…- le hice una señal con la mano para luego esperar que ella se girara. Cuando lo hizo pude tranquilamente secarme, ponerme los pantalones, tratando de no hacer mucho escándalo, claro fue complicado hacerlo en cuclillas pero lo logre, no me pregunten cómo, yo tampoco lo sé. Me termine de poner la camisa, dejando la chaqueta a un lado, no me gustaban, pero la tendría aun lado –listo… puede voltear- le dije mientras me ponía la toalla en la cabeza para terminar de secar mis cabellos. –Me siento muy bien… ahora solamente no espero que me ataque la migraña- dije en un tono algo deprimido.
Matsumoto Takanori- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
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Re: Segundas oportunidades [ocupado]
Aún sonrojada por su comentario sobre su vestimenta, me dediqué a trenzar mi cabello mientras lo escuchaba. ¿Migrañas?. ¿Sería una consecuencia de sus transformaciones?. Incliné la cabeza con curiosidad, estudiando cómo la ropa se amoldaba a su cuerpo, mucho mejor de lo que lo hacía en el suyo. Como había pensado, era un varón delgado. Casi femenino. Pero a pesar de su aire distraído, sus ojos brillaban con inteligencia. Algo le decía que había mucho escondido en él, un mundo que pocos llegaban a conocer del todo. Era alguien que se fiaba de su instinto, no en vano era una bruja, y en este caso, su instinto le gritaba que debía ayudarle.
- Un canino...- susurré mientras lo veía secarse el pelo. Me aparté la trenza, ya terminada, con una mano y pensé en el hermoso pelaje blanco que tenía su forma canina. Era extraño, pero su piel era increíblemente pálida. Como si fuera una pieza única y perfecta de mármol. Haberlo tenido desnudo sobre ella, le había hecho saber cuán perfecta era su suave piel. Quizás el tono de su pelaje, se correspondía al de su piel humana. O, quizás, a la pureza de su alma. ¿Pero quién podría saberlo?. Ella no sabía nada de....caninos u hombres cambiantes.
Lentamente, una sonrisa comenzó a abrirse paso en mi rostro. Sabía lo que iba a ocurrir, siempre pasaba lo mismo cuando me ponía nerviosa. Comencé a reír. De forma silenciosa al principio, intentando no mirarlo mientras lo hacía. Casi conseguí calmarme, pero él inclinó su cabeza hacia un lado, haciéndome recordar a la forma en la que antes, en forma de perro, lo había hecho. Entonces, comencé a reír a carcajadas. Reí por su comportamiento animal, por la extraña situación y por mi aspecto masculino y desgarbado. Había dicho que iba a dejar de ser perfecta, que no iba a seguir las normas de la sociedad, y lo había cumplido con creces.
- Lo siento, pero.... debes reconocer que esto es extrañamente divertido. Tú eres un Hombre que se convierte el perro, y yo... una bruja que se convierte en hombre.- Me sequé las lágrimas de mis ojos, mientras le daba una enorme sonrisa. Sin preocuparme, me acerqué a él y le di un abrazo. No me gustaba el aspecto deprimido que tenía. - Vamos, debes sonreír. Prometo ayudarte con tus dolores de migraña, si.....- Miré a mi alrededor buscando algo que pudiera alegrarle. ¿qué puede gustarle a un hombre que vive en su forma canina?. Cuando mis ojos cayeron sobre un charco de barro, comencé a sonreír traviesa.- Si saltas conmigo sobre los charcos de agua.- Lo miré he hice un puchero. No sabía si funcionaría, pero al menos sería divertido intentarlo.
- Un canino...- susurré mientras lo veía secarse el pelo. Me aparté la trenza, ya terminada, con una mano y pensé en el hermoso pelaje blanco que tenía su forma canina. Era extraño, pero su piel era increíblemente pálida. Como si fuera una pieza única y perfecta de mármol. Haberlo tenido desnudo sobre ella, le había hecho saber cuán perfecta era su suave piel. Quizás el tono de su pelaje, se correspondía al de su piel humana. O, quizás, a la pureza de su alma. ¿Pero quién podría saberlo?. Ella no sabía nada de....caninos u hombres cambiantes.
Lentamente, una sonrisa comenzó a abrirse paso en mi rostro. Sabía lo que iba a ocurrir, siempre pasaba lo mismo cuando me ponía nerviosa. Comencé a reír. De forma silenciosa al principio, intentando no mirarlo mientras lo hacía. Casi conseguí calmarme, pero él inclinó su cabeza hacia un lado, haciéndome recordar a la forma en la que antes, en forma de perro, lo había hecho. Entonces, comencé a reír a carcajadas. Reí por su comportamiento animal, por la extraña situación y por mi aspecto masculino y desgarbado. Había dicho que iba a dejar de ser perfecta, que no iba a seguir las normas de la sociedad, y lo había cumplido con creces.
- Lo siento, pero.... debes reconocer que esto es extrañamente divertido. Tú eres un Hombre que se convierte el perro, y yo... una bruja que se convierte en hombre.- Me sequé las lágrimas de mis ojos, mientras le daba una enorme sonrisa. Sin preocuparme, me acerqué a él y le di un abrazo. No me gustaba el aspecto deprimido que tenía. - Vamos, debes sonreír. Prometo ayudarte con tus dolores de migraña, si.....- Miré a mi alrededor buscando algo que pudiera alegrarle. ¿qué puede gustarle a un hombre que vive en su forma canina?. Cuando mis ojos cayeron sobre un charco de barro, comencé a sonreír traviesa.- Si saltas conmigo sobre los charcos de agua.- Lo miré he hice un puchero. No sabía si funcionaría, pero al menos sería divertido intentarlo.
Ruslana Del Mar- Hechicero Clase Alta
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