La Noche y el reencuentro - (libre)

Nada es tan poderoso como el pasado. A él no lo pueden cambiar nadie y nada.

Inspiró profundamente, mientras sentía la brisa que le golpeaba la cara, al igual de las crines de ese hermoso animal. Le había suplicado a su hermano, le permitiera elegir un caballo y éste se lo había permitido, pero Giulia no aceptó el que su hermano creía era el más conveniente para ella, una bella y mansa yegua de cuatro años. No, eligió un hermoso semental frisón. Nadie lo montaba porque era arisco como su dueño, es mas era uno de los cuatro caballos que solo usaba su hermano, pero ella lo eligió y a regañadientes Girolamo se lo entregó. – pero tendrás que obtener su voluntad porque si no podría tirarte y hacerte daño – le había advertido.

Ella se sonrió mientras con las manos aferradas a las riendas, dejaba libre una y acariciaba el cuello del animal – todos tenemos un precio, ¿verdad? – le habló al caballo. Recordó como por las noches se escabullía hasta el establo y le regalaba zanahorias pequeñas y dulces, así había conseguido quebrar la voluntad de no ser montado por otro que no fuera Girolamo y éste tuvo que ceder.

El nombre de aquel animal era Demonio y su nombre estaba muy bien puesto, porque en la noche y con su andar y bufidos parecía un demonio que se había escapado de los infiernos. Caballo y Jinete hacían una vista armoniosa y llamativa a la vez. Un joven en un semental, rumbo a la laguna. Si ella parecía eso, por su vestimenta. Usaba unos pantalones de Giro que ella había arreglado, una camisa y por encima un justillo – la femineidad no se debe perder nunca – se decía. Una cazadora que ayudaba a cubrir las armas que escondía bajo esta y unas botas de caña alta. El pelo recogido en una complicada trenza y un sombrero para cubrirse del roció, que se podía apreciar denso y frio.

Recorría el camino a gran velocidad y cuanto más se alejaba de la zona de clase alta, ella podía apreciar como la opulencia de esta ciudad era solo una cascara que caía fácilmente si uno fijaba su vista en otro punto que no fuera el centro. – Hay mucho por hacer, pero primero debo entrenar, no sé cómo serán los habitantes que dominan la noche y no quiero ser un suculento bocado para nadie – pensó mientras, azuzaba a Demonio para que llegara más rápido a la laguna. Al llegar desmontó sin esperar que el caballo se detuviera, una buena practica de un descenso por un posible ataque. Cayó de forma ágil y apenas posando la rodilla a milímetros del suelo, giró como si tuviera delante de ella aun atacante y se incorporó. El caballo descansaba pastando a unos pocos metros, - se nota que eres un animal para lucha – pensó mientras le acariciaba el morro y le ofrecía una zanahoria – siempre cerca de tu amo -.

Lo dejó atado en unas ramas de un añoso árbol y se dispuso a caminar por la orilla del lago. Se quedó quieta, observando el resplandor de la luna y las estrellas en el agua. Levantó la mirada al cielo y cerró sus ojos. Sus recuerdos golpearon con fuerza su mente y una voz como proveniente del pasado la llamó. No abrió los ojos, no se movió, no tuvo miedo, solo le contestó - ¿a qué has venido?-