¿Donde me he metido?[Ocupado]

Gabrielle camina a duras penas y como puede hacia el burdel, no es que necesite algo de aquello, es muy chica para entenderlo, o bien prefiere no hacerlo, porque de verdad su mente siempre está pensando en aquel chico que tanto anhela, el chico de las mariposas, ¿Cuándo lo volverá a ver? No lo sabe, y tiene miedo de perderle otra vez, pero sabe que apenas y puede invocarlo, y muchas veces se equivoco al invocarlo, apenas y controla sus poderes y menos cuando la fiebre se apodera de ella y la hace delirar.

En aquella ocasión lleva algunas de sus pociones a vender a las cortesana, algunas cremas para que la piel sea más suave, algunos remedios para curar alguna gripa, alguno que haga que su periodo aparezca cuando tienen miedo de haber quedado embarazadas, esos últimos a Gabrielle no le gusta prepararlos, pero pagan bien por ellos y las monjas del hospicio donde vive necesitan el dinero para mantener a los niños que se han quedado sin hogar como ella, que aun siendo mayor de edad, a causa de su enfermedad no se atreven a echarla, porque la muerte vive con ella y en cualquier momento la llevara hasta ella.

Aquella noche la fiebre estaba bastante alta, de a momentos se quitaba su vieja boina al sentir arder su frente, lo menos que quiere es caer desmayada en cualquier lugar y perder las pocas monedas que ha conseguido, tose un poco de sangre, lo ve en su mano, pero la limpia antes de fingir una sonrisa a las cortesanas que compran sus productos y se retiran a atender a sus clientes, todo es cuestión de minutos pero al menos tiene un par de monedas más, es momento de dirigirse a otro burdel antes de que se haga más noche y las monjas se empiecen a preocupar.

“-Estoy loco… me he vuelto loco” oye una voz y una brisa de uno de sus lados, algo la hace voltear pero por un segundo no ve nada, sabe que tal vez pueda tratarse de un fantasma, no le asusta, esta acostumbrada a ellos y más cuando se esta enamorada de uno, camina un poco más rápido buscando donde puede encontrarse la voz.

Choca contra una chica que lleva tragos hasta su cliente y tira un poco de su contenido en el corsé, se sonroja, tal vez por la pena agregando la fiebre que debe rebasar a esos momentos los 37 grados, se disculpa y sigue su instinto, hasta llegar a una zona donde lo más que oye son gemidos, podría decirse que era de los lugares más callados de los burdeles y a la vez los que más ruidos tenían.

- ¿hola? ¿hay alguien? – por supuesto que había alguien, podía ver entrar y salir a gente, pero no era a lo que ella se refería, al menos estaba intentando hacer contacto con él, aunque tal vez no sirviera de mucho ¿ella que podía hacer?, nada, al menos era una persona que lo intentaba…

Por un momento siente que se encuentra jugando a las escondidas, no sabe a qué se refiere con ayudarla estar sana, ella nació enferma, tiene leucemia, eso le han dicho los doctores y poco pueden hacer, cada día es diferente al día anterior, e incluso, a veces ni ella misma con los tantas pócimas que ha hecho para aliviar sus síntomas han funcionado ¿qué podía hacer él?

Gira hacía las direcciones donde oye la voz, pero no alcanza a percatarse de donde viene hasta que se para frente de ella, ahora es claramente visible aquella silueta corpórea, Gabrielle cruzo sus brazos sobre su vientre apretando con suavidad pero sin lastimarse, se quitó la boina para limpiarse las gotas de sudor que cruzaban por su rostro, ahora podía observar con detalle el rostro del fantasma, era tan solo un chico, ¿Qué edad habría tenido cuando murió?, no pasaría de los veinte años, pensó.

– Estoy vendiendo mis pócimas, ¿tú qué haces aquí? – incluso aunque la música escondiera su voz algunas cortesanas que pasaron a un lado suyo la oyeron y se dieron cuenta de que la bruja no hablaba con nadie, las mejillas ya rojas de Gabrielle se iluminaron más al percatarse de lo que estarían pensando, que se encontraba hablando sola.

Se puso de nueva cuenta la boina, un poco más de lo usual para cubrir sus ojos mientras caminaba hacia la salida, con la cabeza baja, cuando las cortesanas dejaron de observarla, se coló dentro de un armario donde guardaban los abrigos de los clientes, Gabrielle se sentó en el suelo, volviéndose a quitar la boina, estaba bastante cansada aunque no hubiera caminando demasiado, la temperatura era la causante de todos sus males.

- ¿Dónde estás? – susurraba bajo, mientras miraba alrededor en ese pequeño lugar, donde seguramente no cabrían ambos, si su silueta fuera completamente corpórea, así que se levantó quedando recargada contra la pared, nuevamente aquella brisa que había sentido afuera había aparecido, eso le indicaba que estaba cerca.

– vamos, ¿Dónde estás? Quiero saber cómo es que puedes ayudarme – incluso aunque sabía que era imposible conseguir una cura las esperanzas siempre estaban sobre todo.