AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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(Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
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(Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Desde que Vaël se había marchado Basile se encontraba más ermitaño que nunca. Su talante natural simpático y jovial de antes había desaparecido cuando se convirtió en vampiro, pero es que ahora además de retraído estaba huraño e irritable con todos los que le rodeaban, incluyendo a los que como Giselle querían ayudarle. Sabía que tenía en su interior la capacidad de dominarse, porque así lo había demostrado en casa de Sunderland la otra noche, pero precisamente por eso se frustraba mucho más cuando no lo conseguía. Desde que despidiera a su amante - porque había salido hacia Londres unos días atrás - había matado a dos campesinos y a un montón de vacas anónimas para alimentarse. Todavía no tenía decidido si quería ser la clase de chupasangres que solo comía de animales o si le tenía sin cuidado la especie humana, pero es que ése, como otros muchos asuntos morales, había tenido que aparcarlos momentáneamente porque ya tenía suficiente con arreglárselas para sobrevivir más o menos y para no causar demasiados estragos a su alrededor. También ponía cuidado en salir a buscar presas a una distancia prudencial de la casa abandonada donde se estaba hospedando, para que nadie pudiera seguirle el rastro. Era un neófito, digamos, con un rastro de humanidad en su interior, y eso le daba la esperanza para creer que en un futuro sería capaz de nuevo de regresar a una población y vivir entre sus gentes sin considerarse un arma en potencia con el seguro sin echar.
Aquella noche se le estaba haciendo muy difícil aguantar, así que salió de su morada improvisada y se internó en el bosque donde sabía que habría animalillos que satisfacerían su apetito hasta que encontrase algo más suculento que echarse a la boca. Se movía con mucha más rapidez y seguridad que cuando era un humano, puesto que ahora sabía reconocer en la oscuridad olores y sonidos que antes pasaba totalmente por alto. Era como si al convertirlo le hubieran descubierto que había otro mundo paralelo al suyo por donde danzaban criaturas que no podía ni imaginar. Sin embargo al ser un vampiro tan joven carecía de la experiencia de sus mayores, los más experimentados, y eso lo convertía aún en blanco fácil para algunos con más conocimientos en capturas y luchas que él. Avanzaba un poco ciego por el hambre, olisqueando a su alrededor y sin hacer ruido hasta que topó por milagro con un jabalí adulto de piel durísima y terribles colmillos. Le llevó tres minutos tumbarlo con el cuello roto, y acto seguido se inclinó sobre él para hundir sus colmillos en el cuello del animal - justo donde segundos antes le había latido el pulso - y comenzar a beber con avidez. Como siempre que se alimentaba sus pupilas se encogieron hasta formar dos puntos negros en medio de sus iris.
Aquella noche se le estaba haciendo muy difícil aguantar, así que salió de su morada improvisada y se internó en el bosque donde sabía que habría animalillos que satisfacerían su apetito hasta que encontrase algo más suculento que echarse a la boca. Se movía con mucha más rapidez y seguridad que cuando era un humano, puesto que ahora sabía reconocer en la oscuridad olores y sonidos que antes pasaba totalmente por alto. Era como si al convertirlo le hubieran descubierto que había otro mundo paralelo al suyo por donde danzaban criaturas que no podía ni imaginar. Sin embargo al ser un vampiro tan joven carecía de la experiencia de sus mayores, los más experimentados, y eso lo convertía aún en blanco fácil para algunos con más conocimientos en capturas y luchas que él. Avanzaba un poco ciego por el hambre, olisqueando a su alrededor y sin hacer ruido hasta que topó por milagro con un jabalí adulto de piel durísima y terribles colmillos. Le llevó tres minutos tumbarlo con el cuello roto, y acto seguido se inclinó sobre él para hundir sus colmillos en el cuello del animal - justo donde segundos antes le había latido el pulso - y comenzar a beber con avidez. Como siempre que se alimentaba sus pupilas se encogieron hasta formar dos puntos negros en medio de sus iris.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue;
pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo.
Platón.
pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo.
Platón.
El velo que separaba la vida de la muerte era en ocasiones demasiado fino o transparente y permitía a ciertos afortunados ver las verdades a medias que se ocultaban tras él. Afortunados para algunos y desdichados para otros, pues lo que oculta la muerte siempre fue algo que debían guardar como un secreto que, irónicamente, llevasen a la tumba por el bien de los demás. Entre esos pocos que conocían la cara oculta de una vida y muerte malditas se encontraban los cazadores que cada noche, especialmente durante el plenilunio, preparaban sus armas para guardar los sueños de los mortales que siguieran pensando que la esencia de la vida residía únicamente en la monotonía de su día a día. De los juegos y las guerras de los reyes y la supervivencia o la rendición de los pobres.
Richard Valjean era durante el día un reconocido juez inglés, pero por la noche cubría parcialmente su rostro y se aventuraba a las calles y los bosques franceses acompañado de sus aprendices. Los más destacados eran Aalberg y Salamandra, uno por su escepticismo y el otro por su habilidad como espadachín. El primero por ser el recién llegado y el segundo por haber conseguido convertirse en la mano derecha de Valjean sin que ninguno de los tres aprendices restantes se opusiera a tal decisión. Aalberg y Salamandra no empezaron su andadura con buen pie y en más de una ocasión sus debates culminaron en disputa. Valjean decidió castigarles obligándolos a formar equipo y desde entonces la pareja siempre hubo salido de caza las mismas noches y en la misma distribución, sin llegar a separarse. Quizá fuera una treta organizada por Valjean para que limasen asperezas y compartiesen algo más que puntos de vista dispares.
Aquella noche no era luna luna, pero Valjean había recibido recientemente el aviso de que una criatura merodeaba por los bosques durante noches alternas. Al principio no les preocupó su presencia, pero la muerte de dos campesinos hizo cambiar de parecer al viejo maestro de cazadores. Si se trataba o no de la misma criatura no lo sabían, pero lo averiguarían de inmediato. Acompañado por Aalberg y Salamandra, Valjean se presentó en el lugar de los hechos y examinó las heridas de los animales y los campesinos que habían sido vaciados como si de botijas de vino se trataran. No dijo nada, pero sus dos aprendices supieron de inmediato que aquella noche tendrían una de sus correrías.
No fallaron en su deducción. Salamandra y Aalberg desmontaron al mismo tiempo de sus caballos y dejaron estos resguardados en la hilera de árboles entre los que se extendían los senderos que conducían al bosque. Salamandra se reajustó la tela negra que hacía las veces de máscara sobre su boca y nariz y acomodó el sombrero de ala ancha en su cabeza. Sus andares eran los de cualquier joven lozano que se inicia en el mundo de los cazadores y cuando los tres se hubieron separado, recorrió el bosque con todo el sigilo del que pudo hacer uso con la vegetación entorpeciendo su avance.
Richard Valjean era durante el día un reconocido juez inglés, pero por la noche cubría parcialmente su rostro y se aventuraba a las calles y los bosques franceses acompañado de sus aprendices. Los más destacados eran Aalberg y Salamandra, uno por su escepticismo y el otro por su habilidad como espadachín. El primero por ser el recién llegado y el segundo por haber conseguido convertirse en la mano derecha de Valjean sin que ninguno de los tres aprendices restantes se opusiera a tal decisión. Aalberg y Salamandra no empezaron su andadura con buen pie y en más de una ocasión sus debates culminaron en disputa. Valjean decidió castigarles obligándolos a formar equipo y desde entonces la pareja siempre hubo salido de caza las mismas noches y en la misma distribución, sin llegar a separarse. Quizá fuera una treta organizada por Valjean para que limasen asperezas y compartiesen algo más que puntos de vista dispares.
Aquella noche no era luna luna, pero Valjean había recibido recientemente el aviso de que una criatura merodeaba por los bosques durante noches alternas. Al principio no les preocupó su presencia, pero la muerte de dos campesinos hizo cambiar de parecer al viejo maestro de cazadores. Si se trataba o no de la misma criatura no lo sabían, pero lo averiguarían de inmediato. Acompañado por Aalberg y Salamandra, Valjean se presentó en el lugar de los hechos y examinó las heridas de los animales y los campesinos que habían sido vaciados como si de botijas de vino se trataran. No dijo nada, pero sus dos aprendices supieron de inmediato que aquella noche tendrían una de sus correrías.
No fallaron en su deducción. Salamandra y Aalberg desmontaron al mismo tiempo de sus caballos y dejaron estos resguardados en la hilera de árboles entre los que se extendían los senderos que conducían al bosque. Salamandra se reajustó la tela negra que hacía las veces de máscara sobre su boca y nariz y acomodó el sombrero de ala ancha en su cabeza. Sus andares eran los de cualquier joven lozano que se inicia en el mundo de los cazadores y cuando los tres se hubieron separado, recorrió el bosque con todo el sigilo del que pudo hacer uso con la vegetación entorpeciendo su avance.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Basile no tenía mucha idea de lo que era un cazador, así que no incluía a ese grupo entre sus enemigos potenciales y por tanto no se protegía de ellos. Giselle le había informado sobre su existencia, era cierto, pero el vampiro los imaginaba como una liga de la justicia formada por cuatro ingenuos que solo intervenían cuando algún ser sobrenatural hacía algo demasiado gordo. En el egoísmo propio de los de su raza - su nueva raza en la cual ya se incluía sin titubear - no consideraba que la muerte de dos hombres pudiera llamar la atención de nadie más allá del barrio donde residieran las víctimas, y por lo tanto no estaba demasiado preocupado por la posibilidad de que le estuvieran buscando.
Si había tumbado a un jabalí de proporciones considerables en tan poco tiempo no había muchos más animales por allí a los que debiera temer, así que se alimentaba sin alzar la vista bastante seguro y confiado. No es que estuviera pensando en todo eso en aquel momento, porque la mente de los neófitos no da para grandes soliloquios. Hasta la fecha Basile vivía más o menos de impulsos, y entre éstos gozaba de algún momento afortunado de lucidez en el que recordaba que no sólo necesitaba beber sangre y abusar de las muchachas del pueblo para ser feliz. En realidad lo que necesitaba para vivir y lo que le hacía feliz habían pasado a ser cosas radicalmente opuestas, pero hasta que fuese capaz de decidir a quién mordía y a quién no tendría que conformarse con sus dos o tres preceptos inquebrantables, a saber: no dañar a Vaël, no dañar a Thibaut, no dañar a su madre. Con eso se conformaba. Imponerse cualquier otro objetivo habría sido poco realista dadas sus circunstancias.
Comenzó alimentándose con tanta avidez que la sangre que brotaba a chorro de una de las principales arterias del cuerpo de la bestia no era suficiente para él, bebía tan rápido que se atragantaba, se ahogaba con su propia prisa y tenía que toser y volver a inclinarse sobre la herida abierta de la garganta del jabalí. Es pues comprensible que acabara con casi todo el rostro y la pechera de la camisa empapados de una sagre roja que aún le daba un aspecto más aterrador a su ya de por sí poco tranquilizadora expresión de monstruo furioso y hambriento. Cuando su apetito comenzó a saciarse le invadió un alivio que agradeció sobremanera, porque estar siempre pendiente de satisfacer instintos homicidas no era algo que le pusiera de buen humor. Sabía que pronto le entraría el sueño y que no era sensato tratar de luchar contra él, ya que al menos mientras dormía encerrado en el sótano de su nueva vivienda no corría riesgo de herir a otros.
Estaba terminando con su presa cuando olfateó algo diferente en el aire, un aroma que desde luego no pertenecía a un animal. ¿Qué hacía una persona a aquellas horas en ese lugar apartado? Todavía en cuclillas giró la cara hacia la zona de donde procedía el rastro, sabiendo que aún estaba demasiado lejos como para ver nada en la penumbra. Era... ¿una mujer? Lo parecía. Pensó que además debía de ser joven y lozana, una hembra en edad fértil. Era asombroso el modo en que procesaba la información ahora, de manera totalmente distinta a la de antes. Ya no le hacía falta esperar a encontrarse frente a frente con alguien para juzgarlo por lo que era. Como acababa de beber el olor de la humana no le despertó el frenesí que cabría esperar, así que Basile pudo dedicar unos minutos a escoger su siguiente movimiento: aún no se fiaba tanto de sus sentidos como para asegurar que en una huída apresurada no se encontraría con la visitante, así que prefirió esconderse y esperar a que pasara de largo. Tomando impulso saltó a la rama más baja del árbol que tenía cerca, y desde allí trepó unas cuantas más hasta quedar considerablemente oculto por el follaje.
Si había tumbado a un jabalí de proporciones considerables en tan poco tiempo no había muchos más animales por allí a los que debiera temer, así que se alimentaba sin alzar la vista bastante seguro y confiado. No es que estuviera pensando en todo eso en aquel momento, porque la mente de los neófitos no da para grandes soliloquios. Hasta la fecha Basile vivía más o menos de impulsos, y entre éstos gozaba de algún momento afortunado de lucidez en el que recordaba que no sólo necesitaba beber sangre y abusar de las muchachas del pueblo para ser feliz. En realidad lo que necesitaba para vivir y lo que le hacía feliz habían pasado a ser cosas radicalmente opuestas, pero hasta que fuese capaz de decidir a quién mordía y a quién no tendría que conformarse con sus dos o tres preceptos inquebrantables, a saber: no dañar a Vaël, no dañar a Thibaut, no dañar a su madre. Con eso se conformaba. Imponerse cualquier otro objetivo habría sido poco realista dadas sus circunstancias.
Comenzó alimentándose con tanta avidez que la sangre que brotaba a chorro de una de las principales arterias del cuerpo de la bestia no era suficiente para él, bebía tan rápido que se atragantaba, se ahogaba con su propia prisa y tenía que toser y volver a inclinarse sobre la herida abierta de la garganta del jabalí. Es pues comprensible que acabara con casi todo el rostro y la pechera de la camisa empapados de una sagre roja que aún le daba un aspecto más aterrador a su ya de por sí poco tranquilizadora expresión de monstruo furioso y hambriento. Cuando su apetito comenzó a saciarse le invadió un alivio que agradeció sobremanera, porque estar siempre pendiente de satisfacer instintos homicidas no era algo que le pusiera de buen humor. Sabía que pronto le entraría el sueño y que no era sensato tratar de luchar contra él, ya que al menos mientras dormía encerrado en el sótano de su nueva vivienda no corría riesgo de herir a otros.
Estaba terminando con su presa cuando olfateó algo diferente en el aire, un aroma que desde luego no pertenecía a un animal. ¿Qué hacía una persona a aquellas horas en ese lugar apartado? Todavía en cuclillas giró la cara hacia la zona de donde procedía el rastro, sabiendo que aún estaba demasiado lejos como para ver nada en la penumbra. Era... ¿una mujer? Lo parecía. Pensó que además debía de ser joven y lozana, una hembra en edad fértil. Era asombroso el modo en que procesaba la información ahora, de manera totalmente distinta a la de antes. Ya no le hacía falta esperar a encontrarse frente a frente con alguien para juzgarlo por lo que era. Como acababa de beber el olor de la humana no le despertó el frenesí que cabría esperar, así que Basile pudo dedicar unos minutos a escoger su siguiente movimiento: aún no se fiaba tanto de sus sentidos como para asegurar que en una huída apresurada no se encontraría con la visitante, así que prefirió esconderse y esperar a que pasara de largo. Tomando impulso saltó a la rama más baja del árbol que tenía cerca, y desde allí trepó unas cuantas más hasta quedar considerablemente oculto por el follaje.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
La brisa se levantaba y hacía frío pese a que el verano hubiera llegado a París reconfortando a sus habitantes. A pesar de eso, Salamandra se permitía resoplar por lo bajo de vez en cuando presa del calor que producen los nervios y la incertidumbre. Seguía siendo una aprendiz que se enfrentaba a lo desconocido, y eso llegaba a superar en ocasiones su fuerza de voluntad manifestándose en gestos nerviosos o sensaciones incómodas como aquélla. Por suerte su pulso, aunque de vez en cuando provocaba que su corazón diese un vuelco tras ver alguna sombra espeluznante por el rabillo del ojo, se comportó en ámbitos generales y no la delató tanto como otras veces. Los sobrenaturales tenían los sentidos tan desarrollados, que algunos de ellos cazaban a sus víctimas dejándose llevar por el sonido de sus corazones al latir frenéticos por el pánico. En más de una ocasión se le enganchó la capa que caía desde su hombro izquierdo y que era tan negra como la mayor parte de sus prendas, a excepción de la camisa que vestía bajo la chaqueta y la cual era blanca. Maldijo cuando se dio cuenta de que se había adentrado demasiado en el bosque y giró en torno a sí mismo tratando de ver a sus compañeros.
No muy lejos de allí, Aalberg se enfrentaba a sus propios problemas. No tenía un corazón tan fiero como el de Salamandra y el suyo sí latía frenéticamente. Comenzaba a pensar que ofrecerse voluntario para acompañar a Valjean aquella noche no fue buena idea y cada vez tenía más ganas de dar media vuelta y marcharse por donde vino. Hace cuestión de diez minutos que dejó oír los relinchos de sus caballos, y a decir verdad no tardó en darse cuenta de que el bosque estaba sumido en un silencio sepulcral y delator. Había algo o alguien allí que había espantado a los animales antes de que los cazadores llegasen, ¿pero qué?
Su respuesta cobró forma cuando tropezó con algo en el suelo que le hizo caer de bruces cuan largo era. Aalberg gimió por lo bajo y sintió algo húmedo y cálido bajo su mano derecha. Cuando levantó la cabeza y miró, se dio cuenta de que sus pies habían dado con el cuerpo inerte de un jabalí brutalmente agredido por una bestia. Aalberg saltó como un resorte y gritó delatando su posición, lo último que debía haber hecho, puesto que el culpable podía seguir cerca y haberle oído mucho más y mejor que sus propios compañeros, los cuales siguieron el sonido del grito y se presentaron en el pequeño claro improvisado con sus espadas desenfundadas. El primero que llegó fue el anciano Valjean, quien con su pelo canoso y la mitad de su rostro cubierto por aquélla máscara, se acercó a examinar al jabalí. La breve fragancia a incienso informó a Aalberg de que la sombra que veía acercarse pertenecía a Salamandra, quien efectivamente les dio alcance y clavó en él sus ojos negros de forma inquisitiva. Mientras Valjean examinaba al jabalí, Salamandra ayudó a Aalberg a levantarse y juntos, espalda contra espalda primero y formando un círculo en torno a su maestro después, vigilaron que no hubiera nadie más en los alrededores. Claro que a ninguno de los tres se les ocurrió mirar hacia arriba, donde otro par de ojos los observaba desde un árbol cercano.
-La sangre aún está caliente -observó el anciano mientras miraba a sus pupilos-. Le han roto el cuello; o tenemos a uno de nuestros amigos aquí, o a los españoles se les ha escapado uno de sus toros del circo de los gitanos.
Salamandra no pudo evitar soltar una risotada sarcástica al oír aquello.
-Había muchos cuernos, pero no recuerdo que perteneciesen a ningún toro -ironizó aquella voz amortiguada que seguía resultando demasiado joven e inexperta como para tratarse de un hombre maduro-. Iré a echar un vistazo.
Valjean le lanzó una mirada de advertencia, pero no le detuvo. Salamandra se apartó de ellos y volvió a internarse en el bosque, ojo avizor.
No muy lejos de allí, Aalberg se enfrentaba a sus propios problemas. No tenía un corazón tan fiero como el de Salamandra y el suyo sí latía frenéticamente. Comenzaba a pensar que ofrecerse voluntario para acompañar a Valjean aquella noche no fue buena idea y cada vez tenía más ganas de dar media vuelta y marcharse por donde vino. Hace cuestión de diez minutos que dejó oír los relinchos de sus caballos, y a decir verdad no tardó en darse cuenta de que el bosque estaba sumido en un silencio sepulcral y delator. Había algo o alguien allí que había espantado a los animales antes de que los cazadores llegasen, ¿pero qué?
Su respuesta cobró forma cuando tropezó con algo en el suelo que le hizo caer de bruces cuan largo era. Aalberg gimió por lo bajo y sintió algo húmedo y cálido bajo su mano derecha. Cuando levantó la cabeza y miró, se dio cuenta de que sus pies habían dado con el cuerpo inerte de un jabalí brutalmente agredido por una bestia. Aalberg saltó como un resorte y gritó delatando su posición, lo último que debía haber hecho, puesto que el culpable podía seguir cerca y haberle oído mucho más y mejor que sus propios compañeros, los cuales siguieron el sonido del grito y se presentaron en el pequeño claro improvisado con sus espadas desenfundadas. El primero que llegó fue el anciano Valjean, quien con su pelo canoso y la mitad de su rostro cubierto por aquélla máscara, se acercó a examinar al jabalí. La breve fragancia a incienso informó a Aalberg de que la sombra que veía acercarse pertenecía a Salamandra, quien efectivamente les dio alcance y clavó en él sus ojos negros de forma inquisitiva. Mientras Valjean examinaba al jabalí, Salamandra ayudó a Aalberg a levantarse y juntos, espalda contra espalda primero y formando un círculo en torno a su maestro después, vigilaron que no hubiera nadie más en los alrededores. Claro que a ninguno de los tres se les ocurrió mirar hacia arriba, donde otro par de ojos los observaba desde un árbol cercano.
-La sangre aún está caliente -observó el anciano mientras miraba a sus pupilos-. Le han roto el cuello; o tenemos a uno de nuestros amigos aquí, o a los españoles se les ha escapado uno de sus toros del circo de los gitanos.
Salamandra no pudo evitar soltar una risotada sarcástica al oír aquello.
-Había muchos cuernos, pero no recuerdo que perteneciesen a ningún toro -ironizó aquella voz amortiguada que seguía resultando demasiado joven e inexperta como para tratarse de un hombre maduro-. Iré a echar un vistazo.
Valjean le lanzó una mirada de advertencia, pero no le detuvo. Salamandra se apartó de ellos y volvió a internarse en el bosque, ojo avizor.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Al olor que había percibido inicialmente se sumaron pronto otros dos, tan distintos entre sí que al final a Basile se le despertó la curiosidad por saber quién terminaría aterrizando bajo el árbol en el que estaba apostado. Agarrándose bien con un a mano echó el peso de su cuerpo hacia delante para observar mejor todo sin ser visto. El primero en llegar fue un hombre que andaba por el bosque haciendo el mismo ruido que un mamut ciego que tropezara con todo, incluso se dio de bruces contra el suelo y luego gritó. El vampiro no pudo evitar una sonrisa sardónica desde su escondite ante tamaña torpeza. Entendía que no todos fueran capaces de olfatear u oír igual que él, pero ¿cómo había pasado por alto un bulto inerte del tamaño de un jabalí? Se preguntó por un momento si cuando él era humano también había sido tan tonto, pero no encontró respuesta. Solamente agradeció a la fortuna no haberse encontrado jamás con un ser sobrenatural tan peligroso como ahora era él mismo.
Aquel cazador tan manazas tenía que sentirse satisfecho de que Basile acabara de comer, porque si no ya lo tendría encima. A su grito acudieron los dos compañeros del torpe, la mujer joven que había percibido antes y otro, uno más mayor, que a todas luces llevaba la voz cantante. Grushenko frunció el ceño desde su árbol cuando le oyó hablar así de los de su raza, "uno de nuestros amigos". Eso no auguraba un porvenir muy alegre para él en caso de que le encontraran, porque quería decir que el pintoresco grupo de humanos estaba acostumbrado a tratar con los de su calaña y presumiblemente a vencerlos, o de lo contrario no estarían todos allí haciendo ruido y husmeando en lo que no les incumbía.
La voz de la mujer despertó en él algo conocido, como una reminiscencia del pasado, pero no supo decir por qué. Ese olor también le resultaba familiar, y su alusión al circo de los gitanos podría explicar el deje de incienso que la rodeaba como un manto perenne. De cualquier forma ella le suscitaba mucha más curiosidad que los otros dos, así que cuando se puso en marcha Basile comenzó a seguirla saltando de rama en rama como un mono, ni siquiera le hacía falta volar o planear porque aquel bosque era tan frondoso que de copa de árbol en copa de árbol se podría recorrer entero. Esperó a que la chica se hubiera alejado lo suficiente de sus compañeros y entonces, apostado convenientemente en otra rama oculta, hizo un ruido parecido a un susurro indeterminado para ver si se giraba en su dirección. Quería verle el rostro.
Aquel cazador tan manazas tenía que sentirse satisfecho de que Basile acabara de comer, porque si no ya lo tendría encima. A su grito acudieron los dos compañeros del torpe, la mujer joven que había percibido antes y otro, uno más mayor, que a todas luces llevaba la voz cantante. Grushenko frunció el ceño desde su árbol cuando le oyó hablar así de los de su raza, "uno de nuestros amigos". Eso no auguraba un porvenir muy alegre para él en caso de que le encontraran, porque quería decir que el pintoresco grupo de humanos estaba acostumbrado a tratar con los de su calaña y presumiblemente a vencerlos, o de lo contrario no estarían todos allí haciendo ruido y husmeando en lo que no les incumbía.
La voz de la mujer despertó en él algo conocido, como una reminiscencia del pasado, pero no supo decir por qué. Ese olor también le resultaba familiar, y su alusión al circo de los gitanos podría explicar el deje de incienso que la rodeaba como un manto perenne. De cualquier forma ella le suscitaba mucha más curiosidad que los otros dos, así que cuando se puso en marcha Basile comenzó a seguirla saltando de rama en rama como un mono, ni siquiera le hacía falta volar o planear porque aquel bosque era tan frondoso que de copa de árbol en copa de árbol se podría recorrer entero. Esperó a que la chica se hubiera alejado lo suficiente de sus compañeros y entonces, apostado convenientemente en otra rama oculta, hizo un ruido parecido a un susurro indeterminado para ver si se giraba en su dirección. Quería verle el rostro.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Resultaba imposible presumir o presentir que hubiera alguien acechándoles. Al menos no tan cerca. La oscuridad envolvía el bosque e inquietaba a Salamandra más de lo que le hubiese gustado. Por todas partes veía sombras inciertas que forcejeaban contra su fuerza de voluntad en pos de que la dominase el pánico. Cómo logró mantener la calma por tanto tiempo no lo supo, pero fue algo de agradecer en una situación como aquella. Las habilidades que heredó de su madre habían desaparecido como si nunca hubiesen existido. Pero aunque Salamandra ya no podía atisbar el futuro a través de sus sueños, seguía teniendo el sexto sentido que una pequeña parte de los humanos poseía para presentir el peligro. Ese presentimiento de algo dañino cerca, muy cerca, hizo que el vello de su nuca se erizase bajo el sombrero de ala ancha.
-Vamos... -musitó tratando de escrutar las sombras-. Sé que estás aquí, déjate ver...
Era un susurro apenas perceptible para sí misma, pero supo que cualquier inmortal dotado y experimentado podría afinar sus sentidos y oírla. Lo que no esperaba, fue aquella treta bien organizada por su presa -o tal vez cazador- a sus espaldas. Cuando oyó el ruido, Salamandra desenfundó su pistola del cinturón con la mano que no sujetaba la espada y apuntó a las tinieblas del bosque. Sin embargo, el giro tan brusco y repentino que realizó con su cuerpo tuvo su causa y efecto; el sombrero de ala ancha quedó enganchado en la rama de un árbol cercano por accidente y se desprendió de su cabeza. Bajo la luz de la luna brilló una melena tan rojiza y vivaz como las llamas de un fuego rebelde e indomable. Cayó por su espalda hasta su cintura, estando recogida en una trenza que evitaba que mechones sueltos pudiesen entorpecer su campo de visión. Así pues, uno de los aprendices de Valjean era una mujer, a pesar de que vistiese con ropa de hombre para no llamar la atención. Salamandra ignoró el sombrero y giró sobre si misma apuntando con la pistola y la espada hacia los árboles.
-¿Quién anda ahí? -inquirió dotando su voz de la firmeza y fuerza de una dirigente-. Si has sido tú el del ruido, déjate de jueguecitos y sal para que te vea, Fantasma.
...Y si no había sido nadie, sólo quedaría como la loca que merodea por el bosque y, a falta de gatos, se pone a hablar con los árboles y las zarigüeyas.
-Vamos... -musitó tratando de escrutar las sombras-. Sé que estás aquí, déjate ver...
Era un susurro apenas perceptible para sí misma, pero supo que cualquier inmortal dotado y experimentado podría afinar sus sentidos y oírla. Lo que no esperaba, fue aquella treta bien organizada por su presa -o tal vez cazador- a sus espaldas. Cuando oyó el ruido, Salamandra desenfundó su pistola del cinturón con la mano que no sujetaba la espada y apuntó a las tinieblas del bosque. Sin embargo, el giro tan brusco y repentino que realizó con su cuerpo tuvo su causa y efecto; el sombrero de ala ancha quedó enganchado en la rama de un árbol cercano por accidente y se desprendió de su cabeza. Bajo la luz de la luna brilló una melena tan rojiza y vivaz como las llamas de un fuego rebelde e indomable. Cayó por su espalda hasta su cintura, estando recogida en una trenza que evitaba que mechones sueltos pudiesen entorpecer su campo de visión. Así pues, uno de los aprendices de Valjean era una mujer, a pesar de que vistiese con ropa de hombre para no llamar la atención. Salamandra ignoró el sombrero y giró sobre si misma apuntando con la pistola y la espada hacia los árboles.
-¿Quién anda ahí? -inquirió dotando su voz de la firmeza y fuerza de una dirigente-. Si has sido tú el del ruido, déjate de jueguecitos y sal para que te vea, Fantasma.
...Y si no había sido nadie, sólo quedaría como la loca que merodea por el bosque y, a falta de gatos, se pone a hablar con los árboles y las zarigüeyas.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Desde que era vampiro le gustaba el juego del gato y el ratón, seguramente porque sabía que ya nunca volvería a ser la presa sino siempre el cazador. Era curioso, mientras fue humano nunca tuvo consciencia de que existiera peligro en otros seres que ostentaban un poder con el que él no podía ni soñar, pero ahora que participaba de su superioridad gozaba del estímulo que suponía idear una persecución y llevarla a cabo. Cuando estaba ya alimentado, saciado de sus urgencias, y se daba cuenta de que se había convertido en algo que lo dominaba en lugar de ser al revés se daba cuenta de que los humanos tenían muchas más libertades precisamente por tener también una posibilidad menor de atacar y defenderse. Cuando uno anda escaso de recursos se le agudiza el ingenio y aprende a vivir cada día con más intensidad, en cambio Basile... la sensación de ser el depredador era engañosa. Cuando sus noches parecían más oscuras y su cama estaba más vacía que nunca le embargaba la tristeza, y se decía que lo daría gustoso todo - sus dones, su dinero, su casa - por poder tener de nuevo un día como antes. Veinticuatro horas de sentir el sol en la piel y los labios de Vaël sobre los suyos, de abrazar fuerte a sus amigos, de coger de la mano a su vieja madre y mirarla dormitar junto al fuego. Claro que esa depresión no duraba siempre: en cuanto el instinto azuzaba de nuevo volvía a ser la bestia que estaba destinado a ser, y entonces tramaba cacerías en las que se sentía el rey del mundo, aunque consistieran solo en la patética correría de una muchacha que no tenía dónde esconderse antes de que el vampiro le saltara encima.
La mujer a la que acechaba ahora, sin embargo, era muy diferente. No se trataba de una niña trémula y miedosa que no sabía a lo que se enfrentaría en breves, sino que parecía buscar el peligro a propósito. Basile acababa de beber hasta quedar ahíto, pero eso ella no podía saberlo. ¿Qué la llevaba a internarse en un bosque oscuro dejando atrás la compañía protectora de los otros dos humanos? Era una hembra de carácter. Sonrió al escuchar sus provocaciones y arqueó una ceja sin darse cuenta al verla volverse hacia la penumbra con la espada en ristre y la pistola bien agarrada, seguro que en caso de necesidad disparaba mucho mejor que él. Basile nunca se había moelstado en aprender a ser diestro en la lucha física, pues fue siempre el típico joven intelectual interesado en libros y plantas que nada quería tener que ver con los chicos brutos que siempre andaban a peleas. Ahora se preguntaba por qué aquella mujer tenía idea de cómo se cogía y se usaba un arma.
Al principio le impactó el olor que le llegó procedente de ella cuando su sombrero cayó hacia atrás, ahora estaba seguro de que habían coincidido en otro momento, tal vez en correrías pasadas... pero no, el vampiro nunca había topado aún con cazadores. Entonces su trenza roja, partiendo en dos la espalda de su camisa clara como un reguero de sangre, le hizo reaccionar. Reaccionar es un decir porque se quedó por un instante tan noqueado que casi se cayó del árbol, algo que desde luego habría sido cómico aunque con fatales resultados para él. Ahora apostaba diez contra uno a que tenía delante a la mismísima Talena, la gitana a la que al principio temió por su poder adivinatorio y a la que luego llegó a considerar una amiga querida. Después de mucho tiempo sin saber nada de ella el destino parecía divertirse enfrentándolos de nuevo en una situación bastante dramática.
- Hoy no te acompaña Melalo. - Dijo Basile desde su rama.
Y es que se acordaba del monito del circo que parecía seguirla antaño a todas partes como si de su hijo se tratara. El boticario no era tonto, y sabía que si quería tener alguna oportunidad de que la pelirroja no lo matara tenía que prepararse antes el terreno. Saltar frente a ella y esperar que lo reconociera con los colmillos alargados y todo lleno de sangre de jabalí era pedir demasiado. Cuando tuviera alguna garantía de que la gitana seguía sintiendo el menor aprecio por él bajaría al suelo, no antes.
- ¿No es curioso? Las vueltas que da la vida.
La mujer a la que acechaba ahora, sin embargo, era muy diferente. No se trataba de una niña trémula y miedosa que no sabía a lo que se enfrentaría en breves, sino que parecía buscar el peligro a propósito. Basile acababa de beber hasta quedar ahíto, pero eso ella no podía saberlo. ¿Qué la llevaba a internarse en un bosque oscuro dejando atrás la compañía protectora de los otros dos humanos? Era una hembra de carácter. Sonrió al escuchar sus provocaciones y arqueó una ceja sin darse cuenta al verla volverse hacia la penumbra con la espada en ristre y la pistola bien agarrada, seguro que en caso de necesidad disparaba mucho mejor que él. Basile nunca se había moelstado en aprender a ser diestro en la lucha física, pues fue siempre el típico joven intelectual interesado en libros y plantas que nada quería tener que ver con los chicos brutos que siempre andaban a peleas. Ahora se preguntaba por qué aquella mujer tenía idea de cómo se cogía y se usaba un arma.
Al principio le impactó el olor que le llegó procedente de ella cuando su sombrero cayó hacia atrás, ahora estaba seguro de que habían coincidido en otro momento, tal vez en correrías pasadas... pero no, el vampiro nunca había topado aún con cazadores. Entonces su trenza roja, partiendo en dos la espalda de su camisa clara como un reguero de sangre, le hizo reaccionar. Reaccionar es un decir porque se quedó por un instante tan noqueado que casi se cayó del árbol, algo que desde luego habría sido cómico aunque con fatales resultados para él. Ahora apostaba diez contra uno a que tenía delante a la mismísima Talena, la gitana a la que al principio temió por su poder adivinatorio y a la que luego llegó a considerar una amiga querida. Después de mucho tiempo sin saber nada de ella el destino parecía divertirse enfrentándolos de nuevo en una situación bastante dramática.
- Hoy no te acompaña Melalo. - Dijo Basile desde su rama.
Y es que se acordaba del monito del circo que parecía seguirla antaño a todas partes como si de su hijo se tratara. El boticario no era tonto, y sabía que si quería tener alguna oportunidad de que la pelirroja no lo matara tenía que prepararse antes el terreno. Saltar frente a ella y esperar que lo reconociera con los colmillos alargados y todo lleno de sangre de jabalí era pedir demasiado. Cuando tuviera alguna garantía de que la gitana seguía sintiendo el menor aprecio por él bajaría al suelo, no antes.
- ¿No es curioso? Las vueltas que da la vida.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Toda la seguridad que Salamandra hubo demostrado hasta el momento pendió de un hilo cuando aquella voz llegó hasta sus oídos. Seguía siendo humana y aún así su corazón se paralizó y su respiración se contuvo mientras el subconsciente se abría paso en su mente para asimilar lo que estaba pasando. Ella, una cazadora, estaba buscando a su supuesta presa. La presa podría ser bien un vampiro, bien un licántropo que aunque no fuese luna llena, se hubiese dejado llevar por su bestia interior. El última instancia podría tratarse de un cambiaformas. Ése era el orden de las hipótesis de los tres cazadores. Un vampiro podía manipular la realidad en beneficio propio para seducir a su víctima, ¿pero hasta qué punto? Esa voz era para Salamandra demasiado familiar como para que hubiera sido casual. Pertenecía a su pasado, y no a uno muy lejano. Un pasado fresco que despertó recuerdos en su mente y la hizo estremecerse. Con el corazón en un puño, y tras haber cerrado los ojos durante unos segundos que pudieron haberle costado la vida, Salamandra alzó la cabeza y escudriñó entre las ramas del árbol donde creía haber oído al dueño de aquella voz que era al tiempo gélida y acariciadora.
No vio apenas nada, pero sí distinguió la silueta que se recortaba contra las ramas y el tronco. Su corazón dio un vuelco y comenzó a latir desbocado cuando se acercó. Quería, o más bien necesitaba, ver mejor a su acompañante. Era una necesidad de su propio ser, como si averiguar su origen liberase las losas que aprisionaban su pecho impidiéndole respirar con calma y normalidad. La oscuridad se cernía en torno a ellos y Salamandra sólo pudo ver el brillo de unos ojos salvajes que también parecían estudiarla con cautela. Tenía las pruebas delante de sí misma y no era capaz de creerlas. Quiso creer que la mancha que atisbaba en aquella camisa era producto de un accidente estúpido como otro cualquiera del que hubiera podido reírse si se lo hubieran narrado junto al fuego. Quiso creer que el salvajismo de esa mirada, algo que ya sabía reconocer con mayor facilidad que antes, sólo era producto de su imaginación. Una sugestión que ella misma o el susto tan tonto de Aalberg le hubiera provocado. Incluso quiso creer que aquello no era más que otra de sus pesadillas y que despertaría cuando la bestia se lanzara sobre ella para abrirle el cuello.
Salamandra quedó aparcada y en ese cuerpo que vestía la ropa de un hombre volvió a quedar encerrada Talena. Con sus miedos y sus espectros del pasado. Porque aquel que aparecía en las pesadillas no era el mismo que estaba subido en ese árbol. No eran los mismos ojos, la misma mirada o la misma sonrisa cínica y peligrosa. Porque el olor que desprendía su camisa, ese olor que a otro humano le hubiera pasado desapercibido, pero que a ella le recordaba al hierro, no podía ser otra cosa que el hedor de la sangre cuando la brisa soplaba en su dirección e impregnaba sus fosas nasales. Y porque por muy surrealista que resultara verle subido en aquel árbol y con las facciones llenas del líquido de la vida, seguía siendo su voz, y eso no lo olvidaría fácilmente.
-Joder...
Tenía que ser un truco. Debía ser un truco. Seguramente ese bastardo había logrado introducirse en su mente, recabar en sus recuerdos y usarlos para atacarla. Pero no tenía sentido, ¿por qué entonces iba a usar de marioneta al joven e inofensivo boticario cuando había otras muchas personas capaces de causarle mucho más daño? ¿Es que acaso se valdría de los pocos recuerdos agradables que guardaba de Francia? Talena retrocedió de espaldas a la realidad y sumida en aquella imagen tortuosa que la hizo tropezar con la raíz de otro árbol cercano y por culpa de la cual tuvo que hacer equilibrio para no caer sentada al suelo. No así lo hizo su pistola, que cayó con un golpe sordo en la tierra mientras su dueña seguía reculando y negando con la cabeza.
-Esto no es real, no lo es... -se repetía una y otra vez a sí misma sin ser consciente de que el vampiro podría oírla-. No eres tú o simplemente no existes. Es todo un truco. No puedes ser tú, tú no...
Estaba gimoteando como una niña pequeña. Una cría que se enfrentaba al monstruo del armario, del saco, de debajo de las escaleras o de su propia cama. Ese monstruo por el que al final acaba pidiéndole a un padre o una madre que la acune o le cuente historias hasta dormirse. Pero su monstruo, el suyo propio, era verse derrotada por algo que había tratado de evitar por todos los medios y para lo cual, irónicamente, se había entrenado: que un inmortal demente y peligroso hiciera daño a sus amigos.
¿Habría sido convertido Basile por el mismo vampiro por el que tuviera que huir tiempo atrás? De ser así, probablemente terminaría de desmoronarse. Y lo más importante de todo... ¿Realmente se trataba de Basile Grushenko o no era más que un truco o una mala pasada de la oscuridad?
-Deja que te vea la cara -pidió, o más bien suplicó, con la voz rasgada.
No vio apenas nada, pero sí distinguió la silueta que se recortaba contra las ramas y el tronco. Su corazón dio un vuelco y comenzó a latir desbocado cuando se acercó. Quería, o más bien necesitaba, ver mejor a su acompañante. Era una necesidad de su propio ser, como si averiguar su origen liberase las losas que aprisionaban su pecho impidiéndole respirar con calma y normalidad. La oscuridad se cernía en torno a ellos y Salamandra sólo pudo ver el brillo de unos ojos salvajes que también parecían estudiarla con cautela. Tenía las pruebas delante de sí misma y no era capaz de creerlas. Quiso creer que la mancha que atisbaba en aquella camisa era producto de un accidente estúpido como otro cualquiera del que hubiera podido reírse si se lo hubieran narrado junto al fuego. Quiso creer que el salvajismo de esa mirada, algo que ya sabía reconocer con mayor facilidad que antes, sólo era producto de su imaginación. Una sugestión que ella misma o el susto tan tonto de Aalberg le hubiera provocado. Incluso quiso creer que aquello no era más que otra de sus pesadillas y que despertaría cuando la bestia se lanzara sobre ella para abrirle el cuello.
Salamandra quedó aparcada y en ese cuerpo que vestía la ropa de un hombre volvió a quedar encerrada Talena. Con sus miedos y sus espectros del pasado. Porque aquel que aparecía en las pesadillas no era el mismo que estaba subido en ese árbol. No eran los mismos ojos, la misma mirada o la misma sonrisa cínica y peligrosa. Porque el olor que desprendía su camisa, ese olor que a otro humano le hubiera pasado desapercibido, pero que a ella le recordaba al hierro, no podía ser otra cosa que el hedor de la sangre cuando la brisa soplaba en su dirección e impregnaba sus fosas nasales. Y porque por muy surrealista que resultara verle subido en aquel árbol y con las facciones llenas del líquido de la vida, seguía siendo su voz, y eso no lo olvidaría fácilmente.
-Joder...
Tenía que ser un truco. Debía ser un truco. Seguramente ese bastardo había logrado introducirse en su mente, recabar en sus recuerdos y usarlos para atacarla. Pero no tenía sentido, ¿por qué entonces iba a usar de marioneta al joven e inofensivo boticario cuando había otras muchas personas capaces de causarle mucho más daño? ¿Es que acaso se valdría de los pocos recuerdos agradables que guardaba de Francia? Talena retrocedió de espaldas a la realidad y sumida en aquella imagen tortuosa que la hizo tropezar con la raíz de otro árbol cercano y por culpa de la cual tuvo que hacer equilibrio para no caer sentada al suelo. No así lo hizo su pistola, que cayó con un golpe sordo en la tierra mientras su dueña seguía reculando y negando con la cabeza.
-Esto no es real, no lo es... -se repetía una y otra vez a sí misma sin ser consciente de que el vampiro podría oírla-. No eres tú o simplemente no existes. Es todo un truco. No puedes ser tú, tú no...
Estaba gimoteando como una niña pequeña. Una cría que se enfrentaba al monstruo del armario, del saco, de debajo de las escaleras o de su propia cama. Ese monstruo por el que al final acaba pidiéndole a un padre o una madre que la acune o le cuente historias hasta dormirse. Pero su monstruo, el suyo propio, era verse derrotada por algo que había tratado de evitar por todos los medios y para lo cual, irónicamente, se había entrenado: que un inmortal demente y peligroso hiciera daño a sus amigos.
¿Habría sido convertido Basile por el mismo vampiro por el que tuviera que huir tiempo atrás? De ser así, probablemente terminaría de desmoronarse. Y lo más importante de todo... ¿Realmente se trataba de Basile Grushenko o no era más que un truco o una mala pasada de la oscuridad?
-Deja que te vea la cara -pidió, o más bien suplicó, con la voz rasgada.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Terminó de cerciorarse de que era ella al ver su reacción. No es que a Basile le diera igual encontrarla después de tanto tiempo, al contrario: se alegraba de verla, pero se daba cuenta de que tener detenido el corazón entre un latido y otro eternamente hacía también que fuese menos vulnerable a las reacciones de afecto y calidez humanas. Otra cosa a echar en falta, aunque la naturaleza misma del problema amortiguaba el golpe que pudiera ocasionar la pérdida. El vampiro quiso creer que su nueva frialdad se debía más a que era un neófito y tenía que luchar por controlar cada paso que daba en vez de a su nueva condición. Le gustaba más pensar que en un futuro podría volver a abandonarse a la dicha de reencontrar viejos amigos en lugar de tensarse para no querer hincarles los colmillos en la garganta.
Ver que se le caía la pistola fue la señal que esperaba para descender del árbol. Salamandra podría agacharse y recuperar el arma con gran velocidad si quisiera, pero Basile se sintió más seguro sabiendo que al menos no la tenía en la mano como antes. Descendió de un salto y aterrizó en cuclillas pero se levantó pronto, quedándose quieto mientras la otra retrocedía y permitiéndose unos segundos de silencio para observarla más de cerca y evaluar cómo se había portado el tiempo con sus facciones. Seguía igual de hermosa y terca, podía verlo en sus ojos, aunque se moría de ganas por conocer su historia desde que se separaron y cuáles fueron las razones para que la gitana que cantaba en el escenario se convirtiera en cazadora.
- Hola, Talena. - Saludó con una sencillez casi cándida.
Era consciente de que la sangre que le embadurnaba no le daba un aspecto muy tranquilizador, así que a pesar del frío tomó la decisión de quitarse la camisa. Se la desabrochó, se la quitó y se limpió con ella la boca y la cara antes de arrojarla a un lado hecha un lío para que quedase como un fardo inútil a los pies del árbol donde había estado subido antes. Ahora su piel parecía más blanca que nunca porque la luz de la luna le arrancaba un halo casi sobrenatural, pero seguro que eso era mejor que su aspecto del principio. Constató con alivio que podía oler a su amiga sin tener las ansias asesinas que le atacaban con Vaël, y además como acababa de cenar el peligro disminuía todavía más. No se atrevió a acercarse a ella para no asustarla más de lo que ya estaba, podía ver el horror en sus ojos.
- ¿Tan desmejorado estoy? - Se permitió bromear.
Ver que se le caía la pistola fue la señal que esperaba para descender del árbol. Salamandra podría agacharse y recuperar el arma con gran velocidad si quisiera, pero Basile se sintió más seguro sabiendo que al menos no la tenía en la mano como antes. Descendió de un salto y aterrizó en cuclillas pero se levantó pronto, quedándose quieto mientras la otra retrocedía y permitiéndose unos segundos de silencio para observarla más de cerca y evaluar cómo se había portado el tiempo con sus facciones. Seguía igual de hermosa y terca, podía verlo en sus ojos, aunque se moría de ganas por conocer su historia desde que se separaron y cuáles fueron las razones para que la gitana que cantaba en el escenario se convirtiera en cazadora.
- Hola, Talena. - Saludó con una sencillez casi cándida.
Era consciente de que la sangre que le embadurnaba no le daba un aspecto muy tranquilizador, así que a pesar del frío tomó la decisión de quitarse la camisa. Se la desabrochó, se la quitó y se limpió con ella la boca y la cara antes de arrojarla a un lado hecha un lío para que quedase como un fardo inútil a los pies del árbol donde había estado subido antes. Ahora su piel parecía más blanca que nunca porque la luz de la luna le arrancaba un halo casi sobrenatural, pero seguro que eso era mejor que su aspecto del principio. Constató con alivio que podía oler a su amiga sin tener las ansias asesinas que le atacaban con Vaël, y además como acababa de cenar el peligro disminuía todavía más. No se atrevió a acercarse a ella para no asustarla más de lo que ya estaba, podía ver el horror en sus ojos.
- ¿Tan desmejorado estoy? - Se permitió bromear.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
La espalda de Talena sería por siempre la prueba de un dolor físico inimaginable. Estaba sembrada de marcas de látigo y fuego candente. Cicatrices que le regalasen por cortesía de la Inquisición cuando tan solo era una niña desvalida. La hubieran matado si su padre no hubiera arriesgado el pellejo para salvarla de la misma forma que sus opresores la habían encerrado: arrancándola de su seno durante la noche, cuando apenas nadie miraba y no podían oponerse. Aquello le había costado la muerte a Maurice Levou y a su esposa Christine, la cual hasta entonces hubo sido miembro de la Inquisición desde que tenía uso de razón y la principal culpable de que Talena y su madre biológica fueran apresadas. No había sabido todo aquello hasta más de veinte años después, cuando el peligro acechante de Alexandrai y la llegada casual de Valjean a París le desvelaron las respuestas a las muchas incógnitas que habían surgido. Ahora recuperaba poco a poco su verdadera identidad bajo el apellido de un buen amigo de Maurice. Christine debía estar revolviéndose en el infierno al ver que su suerte cambiaba.
Pero había muchos tipos de tortura y dolores. El que experimentaba ahora mientras veía a Basile bajar del árbol con la cara impregnada de sangre ajena no era algo físico, sino interior. Ella dejó de retroceder cuando su espalda chocó contra otro árbol y allí se quedó tan quieta y expectante como una muñeca a la que se le hubiera acabado la cuerda. Sus ojos oscuros se abrían de par en par con horror y observaban meticulosamente cada gesto de Grushenko. Había dejado de estar vivo, eso era indiscutible. Lo comprobó cuando se quitó la camisa y se limpió la cara como si todo aquello fuera natural, típico en su nueva vida. No habría sido la primera vez que bebía. Llevaba tiempo convertido, ¿pero cuánto? No podía saberlo de otra forma que preguntando, pero las palabras subían atropelladamente por su garganta y morían en los labios carnosos de Talena. Quedándose allí parada y sin hacer nada sentenciaba su propia muerte. Pero sintió la necesidad de volver a cerrar los ojos, porque necesitaba tiempo para asimilar todo aquello y que el zumbido incesante que la conmoción había instalado en sus oídos desapareciera.
-¿Quién te ha hecho esto? -exigió saber, y su voz sonó por un instante dura y fría ante la sensación de sentirse emocionalmente acorralada-. No me digas que ha sido decisión propia.
Abrió los ojos. Recordaba al boticario como alguien descreído que ignoraba la presencia de otras criaturas en el mundo exterior. Alguien que pudo haber visto de pequeño un licántropo y no fue consciente en toda su vida porque su madre se encargó de hacerle creer que todo había sido producto de su imaginación. Por ello Talena nunca se atrevió a contarle su secreto y que la razón por la que una noche, tiempo atrás, se escondiera en su tienda no era otra que estar huyendo de un vampiro obsesionado con su sangre gitana. Sencillamente no le imaginaba yendo a la morada de un inmortal y pidiéndole encarecidamente que lo transformara en uno de los suyos. No, Basile no podía poseer ese tipo de ambiciones inconscientes y estúpidas de los ingenuos que creen que una vida eterna es una vida de privilegios sin sospechar que todos los logros que consigan estarán malditos y les sabrán a poco o nada cuando los siglos pasen y terminen viéndose solos y derrotados por sí mismos.
Era el cuerpo de Basile, ¿seguiría su mente también intacta o habría sucumbido a la locura como muchos lo hacían? Talena le miró de arriba a bajo cuando lanzó aquella pulla hacia sí mismo y terminó por reír. Era una risa nerviosa y desganada producto de la tensión, pero que también provocó que se le sonrojasen las mejillas al haber caído en la trampa y haber escrutado el torso del hombre -ahora debía forzarse a sí misma para llamarlo vampiro- como el juego más infantil del mundo. No era momento de relajarse, pero sin duda lo necesitaba.
-Te recordaba más feo que ahora -correspondió su voz temblorosa mientras se dejaba caer sentada en el suelo y su espalda reposaba en el tronco.
Necesitaba respuestas y eran sus ojos los que las pedían al clavarse en los de Basile.
Pero había muchos tipos de tortura y dolores. El que experimentaba ahora mientras veía a Basile bajar del árbol con la cara impregnada de sangre ajena no era algo físico, sino interior. Ella dejó de retroceder cuando su espalda chocó contra otro árbol y allí se quedó tan quieta y expectante como una muñeca a la que se le hubiera acabado la cuerda. Sus ojos oscuros se abrían de par en par con horror y observaban meticulosamente cada gesto de Grushenko. Había dejado de estar vivo, eso era indiscutible. Lo comprobó cuando se quitó la camisa y se limpió la cara como si todo aquello fuera natural, típico en su nueva vida. No habría sido la primera vez que bebía. Llevaba tiempo convertido, ¿pero cuánto? No podía saberlo de otra forma que preguntando, pero las palabras subían atropelladamente por su garganta y morían en los labios carnosos de Talena. Quedándose allí parada y sin hacer nada sentenciaba su propia muerte. Pero sintió la necesidad de volver a cerrar los ojos, porque necesitaba tiempo para asimilar todo aquello y que el zumbido incesante que la conmoción había instalado en sus oídos desapareciera.
-¿Quién te ha hecho esto? -exigió saber, y su voz sonó por un instante dura y fría ante la sensación de sentirse emocionalmente acorralada-. No me digas que ha sido decisión propia.
Abrió los ojos. Recordaba al boticario como alguien descreído que ignoraba la presencia de otras criaturas en el mundo exterior. Alguien que pudo haber visto de pequeño un licántropo y no fue consciente en toda su vida porque su madre se encargó de hacerle creer que todo había sido producto de su imaginación. Por ello Talena nunca se atrevió a contarle su secreto y que la razón por la que una noche, tiempo atrás, se escondiera en su tienda no era otra que estar huyendo de un vampiro obsesionado con su sangre gitana. Sencillamente no le imaginaba yendo a la morada de un inmortal y pidiéndole encarecidamente que lo transformara en uno de los suyos. No, Basile no podía poseer ese tipo de ambiciones inconscientes y estúpidas de los ingenuos que creen que una vida eterna es una vida de privilegios sin sospechar que todos los logros que consigan estarán malditos y les sabrán a poco o nada cuando los siglos pasen y terminen viéndose solos y derrotados por sí mismos.
Era el cuerpo de Basile, ¿seguiría su mente también intacta o habría sucumbido a la locura como muchos lo hacían? Talena le miró de arriba a bajo cuando lanzó aquella pulla hacia sí mismo y terminó por reír. Era una risa nerviosa y desganada producto de la tensión, pero que también provocó que se le sonrojasen las mejillas al haber caído en la trampa y haber escrutado el torso del hombre -ahora debía forzarse a sí misma para llamarlo vampiro- como el juego más infantil del mundo. No era momento de relajarse, pero sin duda lo necesitaba.
-Te recordaba más feo que ahora -correspondió su voz temblorosa mientras se dejaba caer sentada en el suelo y su espalda reposaba en el tronco.
Necesitaba respuestas y eran sus ojos los que las pedían al clavarse en los de Basile.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
La certeza de que ella no iba a atacarle se hacía más y más real conforme el tiempo pasaba y la reacción de la pelirroja iba más bien encaminada a la sorpresa que a la agresividad. ¿Por qué debería matarlo? Basile no pretendía hacerle daño, ya había cenado y ese jabalí tenía sangre suficiente para alimentar a un ejército de neófitos, era un animal muy grande. Seguro que a Salamandra no le parecía bien que su amigo estuviera matando granjeros y violando jovencitas por doquier, pero de siempre era sabido que los comienzos eran difíciles y los de un vampiro no iban a ser menos. Al menos esperaba que Talena le concediera el beneficio de la duda y no lo tachara en el acto de ser maléfico, a fin de cuentas hasta el momento no podía escoger nada de lo que hacía.
- No sé cómo se llama, pero no, no ha sido decisión propia.
En su voz se traducía algo de la desesperación que llevaba por dentro desde que aquel inmortal lo había convertido a su bando sin tener la cortesía de preguntar primero su opinión. No obstante el dolor se mitigaba en parte cuando recordaba la causa.
- Intentaba que el tipo dejara en paz a alguien y pensó que sería divertido que me llevara mi merecido por molestarle. - Resumió.
Ahora ya no le importaba que ella supiera que amaba a otro hombre, pero no creía que fuera prudente divulgar una intimidad que implicaba también a otra persona. A Vaël aún podían hacerle daño si alguien se enteraba de cosas que no debía, aunque no es que Basile desconfiara de la propia pelirroja. Es que pensaba que la mejor forma de mantener un secreto era no diciéndolo a nadie. Salamandra se dejó escurrir hasta quedar sentada en el suelo y el vampiro se preguntó si sería prudente acercarse o si la asustaría. Decidió agacharse hasta quedar en cuclillas pero sin moverse de donde estaba, al lado de los restos de su camisa manchada y arrugada. Sonrió cuando a pesar de todo ella se permitió contestarle a la broma, seguía siendo la misma de siempre.
- Sí, supongo que esa es la pequeña ventaja de estar muerto. - Trivializó. - ¿Y qué hay de ti? También estás diferente.
- No sé cómo se llama, pero no, no ha sido decisión propia.
En su voz se traducía algo de la desesperación que llevaba por dentro desde que aquel inmortal lo había convertido a su bando sin tener la cortesía de preguntar primero su opinión. No obstante el dolor se mitigaba en parte cuando recordaba la causa.
- Intentaba que el tipo dejara en paz a alguien y pensó que sería divertido que me llevara mi merecido por molestarle. - Resumió.
Ahora ya no le importaba que ella supiera que amaba a otro hombre, pero no creía que fuera prudente divulgar una intimidad que implicaba también a otra persona. A Vaël aún podían hacerle daño si alguien se enteraba de cosas que no debía, aunque no es que Basile desconfiara de la propia pelirroja. Es que pensaba que la mejor forma de mantener un secreto era no diciéndolo a nadie. Salamandra se dejó escurrir hasta quedar sentada en el suelo y el vampiro se preguntó si sería prudente acercarse o si la asustaría. Decidió agacharse hasta quedar en cuclillas pero sin moverse de donde estaba, al lado de los restos de su camisa manchada y arrugada. Sonrió cuando a pesar de todo ella se permitió contestarle a la broma, seguía siendo la misma de siempre.
- Sí, supongo que esa es la pequeña ventaja de estar muerto. - Trivializó. - ¿Y qué hay de ti? También estás diferente.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Entrelazó las manos para tenerlas ocupadas y apoyó los codos en las rodillas plegadas. Enterró la boca entre ambos puños y miró a Basile mientras respondía a sus preguntas. Seguía sin dar crédito a lo que veía a pesar de tenerle delante y cerró los ojos dolida cuando le dijo que le habían convertido en contra de su voluntad. Por una parte se alegraba de que Basile no hubiera tomado partido en todo aquello, pero por otra se sentía impotente y el miedo de que hubiera sido Alexandrai el culpable de todo aquello seguía creciendo más y más en su interior. De ser así, habría fracasado como cazadora y como persona. No habría cumplido con su propia promesa. Volvió a abrir los ojos cuando notó el crujir de las ramas y vio que Basile se estaba acuclillando. Quizá había considerado que no era oportuno acercarse a ella, a saber por qué.
- He vuelto a mis orígenes -respondió sin estar muy presente en realidad en la conversación-. Mi padre fue cazador antes de que los inquisidores lo mataran. Un amigo suyo me ha acogido en su familia y me está adiestrando para seguir sus pasos.
Era un buen resumen de todo lo que había pasado, pero establecía una barrera invisible entre ambos que Talena no sabía si podría sobrepasar. Basile era su presa y ella debía matarle. Así de sencillo, no había más, aunque las cosas pudieran torcerse y Grushenko tornase a ser el depredador que representaba. Talena bajó las manos y palpó la espada con la empuñadura de plata que también había dejado caer con la sorpresa. Debía, tenía que hacerlo. Era fácil y no sería la primera vez. Cogió la espada y se puso en pie acercándose a Basile con la calma de quien está conforme en una conversación cualquiera.
- He estado todo este tiempo persiguiendo a los que son como tú -comentó con voz fría y semblante de piedra-. A los que son peligrosos, por supuesto. Incluyendo los neófitos.
Le estaba previniendo. Era tan estúpida, que encima le estaba alertando de sus planes. Se detuvo frente a él y dejó que su cerebro diera automáticamente la orden de levantar la espada. Cuando no se pensaba y se actuaba con frialdad resultaba mucho menos engorroso lograr la meta final, que venía a ser la destrucción de la criatura en cuestión. Sin embargo el brazo de Talena no se movió y sus labios se tensaron al darse cuenta de que estaba bloqueada y que ni ella misma entendía por qué. Basile podría matarla si quisiera y ella no movería un dedo por insensata, por ingenua y por tonta. La espada cayó de nuevo al suelo y tras ella lo hizo su dueña con las rodillas golpeando la tierra.
- Te voy a odiar por esto toda mi vida... -murmuró enterrando la cara en la palma de una de sus manos.
Nuevamente la psicología se anteponía a su propio cuerpo. Intentaba ver a un vampiro y sólo veía a un viejo amigo. Trataba de hacerse creer que Basile se había vuelto peligroso y no lo lograba. Se sentía impotente y desvalida con todo. Aquello la estaba sobrepasando y no sería bueno que Valjean la sorprendiese tan débil. Pero tampoco podía dejar a Basile a merced de sus dos compañeros y que estos pudieran darle caza. Se apartó la mano de la cara y le miró como si él fuera a darle la respuesta a todo aquello, y más aún, demostrándole que odio era precisamente lo último que sentía realmente. Le tenía cerca, muy cerca, y al mismo tiempo le sentía lejos por culpa del bastardo que decidió divertirse a su costa llevándose a un buen amigo al limbo de la inmortalidad.
- Tienes que irte de aquí -contempló aferrando la camisa como prueba; ni siquiera quería saber si Basile era el responsable de la muerte de los campesinos-. Espérame cerca de la ciudad. Les diré que has escapado.
- He vuelto a mis orígenes -respondió sin estar muy presente en realidad en la conversación-. Mi padre fue cazador antes de que los inquisidores lo mataran. Un amigo suyo me ha acogido en su familia y me está adiestrando para seguir sus pasos.
Era un buen resumen de todo lo que había pasado, pero establecía una barrera invisible entre ambos que Talena no sabía si podría sobrepasar. Basile era su presa y ella debía matarle. Así de sencillo, no había más, aunque las cosas pudieran torcerse y Grushenko tornase a ser el depredador que representaba. Talena bajó las manos y palpó la espada con la empuñadura de plata que también había dejado caer con la sorpresa. Debía, tenía que hacerlo. Era fácil y no sería la primera vez. Cogió la espada y se puso en pie acercándose a Basile con la calma de quien está conforme en una conversación cualquiera.
- He estado todo este tiempo persiguiendo a los que son como tú -comentó con voz fría y semblante de piedra-. A los que son peligrosos, por supuesto. Incluyendo los neófitos.
Le estaba previniendo. Era tan estúpida, que encima le estaba alertando de sus planes. Se detuvo frente a él y dejó que su cerebro diera automáticamente la orden de levantar la espada. Cuando no se pensaba y se actuaba con frialdad resultaba mucho menos engorroso lograr la meta final, que venía a ser la destrucción de la criatura en cuestión. Sin embargo el brazo de Talena no se movió y sus labios se tensaron al darse cuenta de que estaba bloqueada y que ni ella misma entendía por qué. Basile podría matarla si quisiera y ella no movería un dedo por insensata, por ingenua y por tonta. La espada cayó de nuevo al suelo y tras ella lo hizo su dueña con las rodillas golpeando la tierra.
- Te voy a odiar por esto toda mi vida... -murmuró enterrando la cara en la palma de una de sus manos.
Nuevamente la psicología se anteponía a su propio cuerpo. Intentaba ver a un vampiro y sólo veía a un viejo amigo. Trataba de hacerse creer que Basile se había vuelto peligroso y no lo lograba. Se sentía impotente y desvalida con todo. Aquello la estaba sobrepasando y no sería bueno que Valjean la sorprendiese tan débil. Pero tampoco podía dejar a Basile a merced de sus dos compañeros y que estos pudieran darle caza. Se apartó la mano de la cara y le miró como si él fuera a darle la respuesta a todo aquello, y más aún, demostrándole que odio era precisamente lo último que sentía realmente. Le tenía cerca, muy cerca, y al mismo tiempo le sentía lejos por culpa del bastardo que decidió divertirse a su costa llevándose a un buen amigo al limbo de la inmortalidad.
- Tienes que irte de aquí -contempló aferrando la camisa como prueba; ni siquiera quería saber si Basile era el responsable de la muerte de los campesinos-. Espérame cerca de la ciudad. Les diré que has escapado.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Así que Talena lo llevaba en la sangre. Saberlo no hizo precisamente que Basile se sintiera mejor. Podían limar sus diferencias si ambos ponían voluntad suficiente, pero eso no las haría desaparecer. Segurían existiendo y quizá haciéndose más evidentes conforme pasaba el tiempo. Si ella siguiera siendo una gitana tal vez podría hacer oídos sordos al hecho de que a su amigo le estaba llevando un tiempo considerable aprender a controlarse, y también a los daños colaterales que eso conllevaba. ¿Pero siendo cazadora? Los de su rango habían decidido hacía eones, desde sus inicios, que los neófitos debían ser eliminados antes de que sus problemas de concentración - por llamarlos de algún modo - implicaran sacrificios humanos, y Basile ya llevaba unos cuantos. Los cazadores no consideraban que los chupasangres fueran dignos de compasión y ayuda, sino que los tenían por una plaga a extinguir igual que las carcomas de la madera.
Su sospecha se vio confirmada por las palabras de la pelirroja, que se levantó con la espada en ristre dispuesta a darle su castigo al ser sobrenatural al que ya no se sentía vinculada por el afecto de antaño. Él seguía en cuclillas pero no hizo amago de defenderse, sino que la miró a los ojos intentando encontrar en su interior al Basile que fue. O mejor dicho intentando verse a sí mismo, su esencia, reflejado en los oscuros orbes de Salamandra. No pretendía defenderse esgrimiendo por escudo su expresión más humana, sino que parecía desesperado por encontrar en el gesto de la mujer algún reconocimiento, el gesto inequívoco de que él seguía recordando al hombre que tenía una botica y cuyo corazón palpitaba tan fuerte y lleno de júbilo que su eco resonaba todavía en la mente de quienes le habían conocido.
Finalmente pareció que encontró lo que buscaba. Talena no pudo matarlo y con eso, sin saberlo, dio nueva fuerza a la parte racional del vampiro que pugnaba todos los días con la bestia esgrimiendo una fuerza hercúlea que no parecía bastar. Hasta la fecha había hecho pocos progresos, pero si ella era capaz de reconocerlo... si ella era capaz de encontrarlo en el fondo de ese animal cruel y sádico en el que se había convertido es que aún tenía esperanzas de resurgir. Dotado de nuevos motivos para sentirse optimista Basile pudo ganarle el pulso al vampiro esa vez, y acercándose a la pelirroja la tomó entre sus brazos y la estrechó contra su pecho desnudo y frío.
- No creo que acercarme a la ciudad sea buena idea. - Le contradijo. - Me he refugiado aquí precisamente porque no hay mucha gente a la que pueda... lastimar.
Su sospecha se vio confirmada por las palabras de la pelirroja, que se levantó con la espada en ristre dispuesta a darle su castigo al ser sobrenatural al que ya no se sentía vinculada por el afecto de antaño. Él seguía en cuclillas pero no hizo amago de defenderse, sino que la miró a los ojos intentando encontrar en su interior al Basile que fue. O mejor dicho intentando verse a sí mismo, su esencia, reflejado en los oscuros orbes de Salamandra. No pretendía defenderse esgrimiendo por escudo su expresión más humana, sino que parecía desesperado por encontrar en el gesto de la mujer algún reconocimiento, el gesto inequívoco de que él seguía recordando al hombre que tenía una botica y cuyo corazón palpitaba tan fuerte y lleno de júbilo que su eco resonaba todavía en la mente de quienes le habían conocido.
Finalmente pareció que encontró lo que buscaba. Talena no pudo matarlo y con eso, sin saberlo, dio nueva fuerza a la parte racional del vampiro que pugnaba todos los días con la bestia esgrimiendo una fuerza hercúlea que no parecía bastar. Hasta la fecha había hecho pocos progresos, pero si ella era capaz de reconocerlo... si ella era capaz de encontrarlo en el fondo de ese animal cruel y sádico en el que se había convertido es que aún tenía esperanzas de resurgir. Dotado de nuevos motivos para sentirse optimista Basile pudo ganarle el pulso al vampiro esa vez, y acercándose a la pelirroja la tomó entre sus brazos y la estrechó contra su pecho desnudo y frío.
- No creo que acercarme a la ciudad sea buena idea. - Le contradijo. - Me he refugiado aquí precisamente porque no hay mucha gente a la que pueda... lastimar.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Talena solía tener las rodillas sensibles y le costaba estar mucho tiempo en la postura que mantenía cuando estas rozaban por mucho tiempo una superficie tan dura como el suelo que tenían bajo sus pies. Sin embargo, el dolor que pudiera sentir se vio mitigado por el hecho de que Basile la abrazase. Talena sintió el contacto de su piel gélida y se estremeció con el corazón encogido al notar ya de forma física que lo que estaba viviendo era real y no producto de su imaginación o un mal sueño. Luego se tensó, como casi siempre que su cuerpo tomaba contacto directo con el de un hombre. Basile debió notarlo bajo sus brazos. Le costó varios minutos respirar hondo, calmarse y apoyar la cabeza en el hombro del vampiro con las manos en el pecho de éste. Si hubiera sentido latir su corazón, seguramente habría saltado de sorpresa y alegría antes de ser ella misma quien le estrechase con fuerza. Poco después le devolvió el abrazo sin saber por qué. Sencillamente presintió, o quizá creyó de forma inocente, que Basile lo necesitaba para reconfortarse a sí mismo.
- Lo harás bien -le dijo en un susurro de tal forma, que no podría saberse si era un aliento para el vampiro o para sí misma-. Aprenderás a controlarte, lo sé.
Y sin embargo no podía asegurarlo. Los vampiros necesitaban sangre humana si querían conservarse en sus cabales. No podían subsistir de sangre animal. Muchos tenían esclavos de sangre, humanos a los que seducían y embriagaban con la suya propia para asegurarse de tener un rebaño al que acudir en caso de necesidad. Talena los conocía bien porque solían ser estos esclavos los que conducían a los cazadores hasta la guarida de su señor o señora. Se preguntó si Basile sería capaz de aprender a dominar sus ansias hasta el punto de beber un poco de cada humano sin matarlo ni volverlo su esclavo. Rogó porque así fuera, porque de lo contrario no sólo se arrepentiría de haberle dejado con vida, sino que seguramente acabaría siendo ella misma quien le persiguiera y diera caza justa.
El momento se resquebrajó cuando oyó una rama rompiéndose. Talena se apartó de Basile y miró en derredor. Estaban solos, pero no hubo acabado de ponerse en pie con la espada nuevamente en sus manos, cuando Valjean irrumpió donde se encontraban junto con Aalberg. El anciano miró a Talena y después a Basile sin decir nada, aunque sus ojos formulaban todas las preguntas que sus labios callaban. Aalberg fue mucho más directo y desenfundó su pistola pensando que Basile no tenía intenciones buenas para con su compañera de equipo. Talena contuvo el aliento y se situó entre ellos y el vampiro con los brazos extendidos.
- ¡No! -advirtió con el gruñido de una fiera que defendiera su territorio y en él estuvieran sus propios cachorros.
Intentó explicarse y poner una excusa convincente. Pero la camisa ensangrentada de Basile seguía junto a ellos, a los pies de Talena después de que la hubiese soltado para devolverle el abrazo que le diera. La sangre ya de por sí delataba a su amigo y Talena, en un intento desesperado por defenderle, alzó su espada hacia Aalberg aún a sabiendas de que si disparaba sería la primera en caer.
- No es el que estamos buscando -mintió; ni si quiera sabía si Basile había matado a aquelllos campesinos y tampoco tenía asegurado que quisiera descubrirlo-Se ha alimentado del jabalí que hemos visto antes. Caza animales más que humanos y de estos últimos apenas coge la pizca necesaria para sobrevivir. No es un asesino.
Aalberg parecía indeciso, pero Valjean leyó algo más en los ojos oscuros de Talena. Leyó miedo e inseguridad, pero también aprecio. La Salamandra supo que aquel anciano leería en su mente como en un libro abierto, como si realmente fuese su padre, pero aún así no apartó los ojos de los suyos y esperó su juicio.
- ¿Eres responsable de sus actos?
- Lo soy.
- Responderás como tal.
- Lo haré.
Se estaba comprometiendo y metiendo en terreno pantanoso. No obstante, la firmeza no abandonó el rostro de Salamandra y Valjean tuvo que dar un voto de confianza al vampiro que se hallaba tras ella. No entendía qué motivos llevaban a su aprendiz a comportarse de aquella forma, pero colocó una mano en el hombro de Aalberg y le hizo una seña para que bajara su arma. Valjean y los suyos siempre se habían caracterizado por ser unos cazadores selectivos que no acechaban a todas las criaturas, sino sólo a las que lo merecían. Por eso no era raro verlos enemistados con los inquisidores o con otros cazadores de ideales opuestos a los del pequeño grupo de asaltantes.
- Seguiremos explorando -advirtió mientras se giraba con Aalberg a sus espaldas-. Quizá tu nuevo amigo pueda ayudarte.
Talena volvió a respirar sin responder a lo que creía una pulla por parte de su mentor.
- Lo harás bien -le dijo en un susurro de tal forma, que no podría saberse si era un aliento para el vampiro o para sí misma-. Aprenderás a controlarte, lo sé.
Y sin embargo no podía asegurarlo. Los vampiros necesitaban sangre humana si querían conservarse en sus cabales. No podían subsistir de sangre animal. Muchos tenían esclavos de sangre, humanos a los que seducían y embriagaban con la suya propia para asegurarse de tener un rebaño al que acudir en caso de necesidad. Talena los conocía bien porque solían ser estos esclavos los que conducían a los cazadores hasta la guarida de su señor o señora. Se preguntó si Basile sería capaz de aprender a dominar sus ansias hasta el punto de beber un poco de cada humano sin matarlo ni volverlo su esclavo. Rogó porque así fuera, porque de lo contrario no sólo se arrepentiría de haberle dejado con vida, sino que seguramente acabaría siendo ella misma quien le persiguiera y diera caza justa.
El momento se resquebrajó cuando oyó una rama rompiéndose. Talena se apartó de Basile y miró en derredor. Estaban solos, pero no hubo acabado de ponerse en pie con la espada nuevamente en sus manos, cuando Valjean irrumpió donde se encontraban junto con Aalberg. El anciano miró a Talena y después a Basile sin decir nada, aunque sus ojos formulaban todas las preguntas que sus labios callaban. Aalberg fue mucho más directo y desenfundó su pistola pensando que Basile no tenía intenciones buenas para con su compañera de equipo. Talena contuvo el aliento y se situó entre ellos y el vampiro con los brazos extendidos.
- ¡No! -advirtió con el gruñido de una fiera que defendiera su territorio y en él estuvieran sus propios cachorros.
Intentó explicarse y poner una excusa convincente. Pero la camisa ensangrentada de Basile seguía junto a ellos, a los pies de Talena después de que la hubiese soltado para devolverle el abrazo que le diera. La sangre ya de por sí delataba a su amigo y Talena, en un intento desesperado por defenderle, alzó su espada hacia Aalberg aún a sabiendas de que si disparaba sería la primera en caer.
- No es el que estamos buscando -mintió; ni si quiera sabía si Basile había matado a aquelllos campesinos y tampoco tenía asegurado que quisiera descubrirlo-Se ha alimentado del jabalí que hemos visto antes. Caza animales más que humanos y de estos últimos apenas coge la pizca necesaria para sobrevivir. No es un asesino.
Aalberg parecía indeciso, pero Valjean leyó algo más en los ojos oscuros de Talena. Leyó miedo e inseguridad, pero también aprecio. La Salamandra supo que aquel anciano leería en su mente como en un libro abierto, como si realmente fuese su padre, pero aún así no apartó los ojos de los suyos y esperó su juicio.
- ¿Eres responsable de sus actos?
- Lo soy.
- Responderás como tal.
- Lo haré.
Se estaba comprometiendo y metiendo en terreno pantanoso. No obstante, la firmeza no abandonó el rostro de Salamandra y Valjean tuvo que dar un voto de confianza al vampiro que se hallaba tras ella. No entendía qué motivos llevaban a su aprendiz a comportarse de aquella forma, pero colocó una mano en el hombro de Aalberg y le hizo una seña para que bajara su arma. Valjean y los suyos siempre se habían caracterizado por ser unos cazadores selectivos que no acechaban a todas las criaturas, sino sólo a las que lo merecían. Por eso no era raro verlos enemistados con los inquisidores o con otros cazadores de ideales opuestos a los del pequeño grupo de asaltantes.
- Seguiremos explorando -advirtió mientras se giraba con Aalberg a sus espaldas-. Quizá tu nuevo amigo pueda ayudarte.
Talena volvió a respirar sin responder a lo que creía una pulla por parte de su mentor.
Talena Valjean- Cazador Clase Alta
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Re: (Now that I've kissed you) it's a good night [Talena]
Talena no podía saber si Basile terminaría controlándose o no, pero al menos intentaba reconfortarlo, cosa que él agradeció. No todos los vampiros se sentían tan incómodos con todo eso de la lucha contra el instinto, al contrario, los había que disfrutaban de poder desatarse y hacer gala de su poder para obtener por la fuerza todo lo que en vida habían deseado desde la distancia. Gente para la que no era un problema tener que matar porque ya eran crueles antes, o porque la frialdad de la nueva raza que los acogía soterraba los rasgos de humanidad que pudieran quedarles en un corazón que ya no latía. El boticario peleaba con todas sus ganas contra esa parte animal que percibía como invasora más que como una nueva faceta de sí mismo, y que desde luego estaba lejísimos de considerar una bendición.
Se descuidó un momento y pudo haberle costado la vida, porque los dos humanos que iban con la pelirroja aparecieron delante de ellos sin previo aviso y uno hasta le apuntó con su arma. A ellos no los conocía y sabía que no tenía posibilidades de vérselas con dos cazadores, pero Salamandra saltó a defenderle sin dudarlo ni un momento. Aunque parecían haberse reconciliado a Basile le sorprendió aquel fervor por interponerse entre sus compañeros y el vampiro al que ella misma había querido matar en un principio, incluso mintiendo por él. Sí que mataba humanos, y llevaba tantos que ya había hasta perdido la cuenta. Cuando se apoderaba de él ese frenesí tan temido se convertía en otro y hasta a Vaël quería hacer daño, o mejor dicho, a Vaël especialmente. ¿Por qué tenía que oler tan bien? Ya le gustaba su olor antes de transformarse, pero ahora se había convertido en algo más, una especie de reclamo para perdices que se veía incapaz de rechazar. Era como una polilla y Sunderland la luz, solo que el que corría peligro era el otro.
Se puso de pie detrás de la pelirroja y miró al tal Aalberg. Estaba nervioso, eso se notaba a kilómetros, y ese estado de ánimo no hacía buena combinación con la pistola que sostenía. Sin darse cuenta de lo que hacía Basile fue focalizando hacia él poco a poco un pensamiento tranquilo, casi hipnótico, una corriente invisible y unidireccional de calma y sosiego que no llegaba a ser una conexión real de ideas como la comunicación telepática. Era el contagio de un sentimiento artificial, externo al hombre, que el vampiro descubrió que podía imbuirle. El otro bajó el arma, quizá sin sospechar que había ocurrido nada anormal, pero Grushenko apostaría a que su ritmo cardíaco se había normalizado. Basile podía manipular sus emociones. ¿Sucedería igual con todos los humanos? ¿Y con otras razas? ¿Era ese su nuevo poder?
- No hay nadie más cerca. - Habló cuando el anciano ya se había girado. - Podéis dejar de buscar.
Si Talena respondía por él le haría al menos el favor de ahorrarle horas de dar vueltas por el bosque a oscuras. Podían creerle o no, pero él no olía ni oía a nadie que no fueran los animales salvajes que habían hecho de aquel paraje su hogar.
Se descuidó un momento y pudo haberle costado la vida, porque los dos humanos que iban con la pelirroja aparecieron delante de ellos sin previo aviso y uno hasta le apuntó con su arma. A ellos no los conocía y sabía que no tenía posibilidades de vérselas con dos cazadores, pero Salamandra saltó a defenderle sin dudarlo ni un momento. Aunque parecían haberse reconciliado a Basile le sorprendió aquel fervor por interponerse entre sus compañeros y el vampiro al que ella misma había querido matar en un principio, incluso mintiendo por él. Sí que mataba humanos, y llevaba tantos que ya había hasta perdido la cuenta. Cuando se apoderaba de él ese frenesí tan temido se convertía en otro y hasta a Vaël quería hacer daño, o mejor dicho, a Vaël especialmente. ¿Por qué tenía que oler tan bien? Ya le gustaba su olor antes de transformarse, pero ahora se había convertido en algo más, una especie de reclamo para perdices que se veía incapaz de rechazar. Era como una polilla y Sunderland la luz, solo que el que corría peligro era el otro.
Se puso de pie detrás de la pelirroja y miró al tal Aalberg. Estaba nervioso, eso se notaba a kilómetros, y ese estado de ánimo no hacía buena combinación con la pistola que sostenía. Sin darse cuenta de lo que hacía Basile fue focalizando hacia él poco a poco un pensamiento tranquilo, casi hipnótico, una corriente invisible y unidireccional de calma y sosiego que no llegaba a ser una conexión real de ideas como la comunicación telepática. Era el contagio de un sentimiento artificial, externo al hombre, que el vampiro descubrió que podía imbuirle. El otro bajó el arma, quizá sin sospechar que había ocurrido nada anormal, pero Grushenko apostaría a que su ritmo cardíaco se había normalizado. Basile podía manipular sus emociones. ¿Sucedería igual con todos los humanos? ¿Y con otras razas? ¿Era ese su nuevo poder?
- No hay nadie más cerca. - Habló cuando el anciano ya se había girado. - Podéis dejar de buscar.
Si Talena respondía por él le haría al menos el favor de ahorrarle horas de dar vueltas por el bosque a oscuras. Podían creerle o no, pero él no olía ni oía a nadie que no fueran los animales salvajes que habían hecho de aquel paraje su hogar.
Basile Grushenko- Vampiro Clase Media
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