Encuentro casual [Dimitri]

por Invitado Sáb Jul 31, 2010 10:18 am

Su cometido al haber vuelto a la cuidad era encontrar a los descendientes de cierta familia. Hasta el momento no había encontrado nada. Ni pistas, ni cartas, mucho menos la casa donde ellos vivían, nadie le daba razón de esa familia. De la suya sí, su apellido era más conocido en la comarca, así que no hubo ningún problema al ella reclamar el castillo, – mintiendo y diciendo que eran sus tarara abuelos. Ya que era imposible decir que en realidad eran sus padres – el cual remodelo por completo a sus gustos; dejando, claro, algunas cosas de sus padres ahí.

Cuando se es un inmortal, se debe esperar la oscuridad para salir, era una regla y se tenía que cumplir. Hace ya muchas noches Alexandra no salía del castillo, se sentía triste y sin ganas. Su pequeña doncella, Helena. La cual, al parecer, sabía la verdadera naturaleza de su ama, le aconsejó que saliera de su habitación, que visitara un poco la cuidad. Sin objetar nada, Alexandra aceptó, pero con la condición de ir sola, sin compañía. Era la dueña y señora, así que lo que ella decía se aceptaba, aunque el mayordomo no estuviera muy de acuerdo.

Ya eran casi las doce de la noche, y las calles estaban llenas de hombres ebrios y mujeres de dudosa reputación a su lado. Pidió al chofer que se detuviera en la biblioteca, ahí sería un buen lugar para buscar libros, y documentos de la cuidad. Llevaba un vestido color ocre, largo y fino. Su cabello lo mantenía recogido, mientras que estos se desbarataban por causa del viento. Luego de decirle al chofer donde esperarla, ella se dispuso a entrar a la biblioteca. Su andar era tranquilo, pausado y elegante.

Tal vez encontraría algo ahí que pudiese ayudarla con su bus queda, así como tal vez no. Las esperanzas no las perdía y mucho menos las ganas de encontrar lo que buscaba. Al ingresar camino por todo el lugar, en cada una de las secciones buscaba algo interesante para ella. El lugar estaba casi vacío, solo ella y dos chicas mas estaban dentro, aunque con el aspecto de haber bebido mucho esa noche, la cual recién comenzaba para Alexa.

Cogió los libros que creyó eran importantes y los recostó en una de las mesas, para luego ella tomar una silla y sentarse.

por **Dimitri Lumière** Sáb Jul 31, 2010 10:53 am

La noche era aburrida, además de densa y cálida. Pocos hombres que deambulaban por la calle podían mantener el traje al completo colocado sobre los hombros. La mayoría eran dueños de una desdeñosa expresión que pedía a gritos llegar a casa para poder quitarse la chaqueta del traje. Yo, en cambio, a pesar de notar el ambiente cálido y cargado, no sentía frío ni calor sobre mi cuerpo. Mi temperatura era siempre estable. Mi piel gélida no se agitaba bajo el traje. Al contrario, permanecía quieta todo el tiempo.

Sin embargo, pocas personas quedaban ya deambulando por las avenidas de París. Además de ser de noche y no haber espectáculos cerca, el calor obligaba a los mortales a huir a sus casas. Decidí entrar en algún sitio para no llamar la atención. Aquella noche no me apetecía sangre. Me había escapado del teatro tras devorar a una doncella que se ofrecía como actriz, representando a su compañía de teatro, que al parecer estaba intereseda en actuar en mi teatro. Al final, ella había acabado desangrada, sobre la mesa de mi despacho. Cerré los ojos al recordar el sabor de su sangre, y no pude evitar sonreír.

Después de ella, no tenía ganas de más. Me adentré en la biblioteca de París; un buen sitio donde pasar la noche sin llamar la atención. Podría elegir cualquier volumen de su enorme sección de poesía renacentista para pasar la noche entretenida.
La escalinata de la gran biblioteca era de mármol blanco, con tintes negros. Su barandilla simulaba el cristal veneciano, pero se quedaba en un vano intento. Las paredes empapeladas en tonos pastel estaban adornadas con cuadros de dramatrugos y filósofos franceses. Me fijé en la imagen de Montesquieu. El retrato era, a mi ver, horrible.
Subí al segundo piso fijándome en cada detalle. Hacía años que no acudía a la biblioteca. Ya en el piso de arriba, entré a la enorme habitación donde se encontraban la sección de literatura europea desde el siglo XVI. Antes de perderme en las estanterías de abedul rojizo me acerqué a saludar a la recepcionista. Una vieja amiga. Mientras me acercaba a ella, me llegó el olor de otro de los míos.
Mmm... Vampiro. Me paré en seco y decidí darme la vuelta. Seguí el olor. Atravesé la gran sala, de techos altísimos, con las paredes del mismo color que las del vestíbulo, varios candelabros viejos en las paredes y una gran lámpara de araña en el techo. Me adentré en las estanterías, y entonces la ví. En la sección de crónica e historiografía, ví a una preciosa vampiresa con un vestido en tonos ocres que ocultaba entre sus telas el cuerpo de una frágil y rígida mujer. Llevaba el pelo recogido en un moño alto, aunque algunos cabellos se habían soltado y caían sobre sus hombros en cascada. La mujer tomó un par de libros de grueso tamaño y se los llevó. La seguí por entre las estanterías, hasta que llegó a un pupitre de cuatro plazas. Allí, sobre la mesa, dejó los volúmenes y abrió uno, supongo que al azar. Cuando estuve más cerca suyo, supe que se había percatado de mi presencia.
-Buenas noches, mademoiselle. -dije sentándome a su lado- Malas horas para realizar búsquedas, ¿no creéis? -dije señalando los libros que había estado leyendo atentamente.- Van a cerrar enseguida.

por Invitado Sáb Jul 31, 2010 11:37 am

Ambas damas que se encontraban en la habitación y a pocos metros de Alexandra, la miraban cual si fuera el ser más extraño que habían visto jamás. Era entendible, una mujer tan pálida y con aspecto de estatua de mármol no era muy usual por esos lugares. Una de ellas llevaba un traje negro con aplicaciones moradas, el cabello despeinado y daba la impresión de ser poco aseada. La otra, por contrario, a pesar de que parecía estar ebria, llevaba un vestido color carmesí, con un listón de la misma tonalidad en los cabellos. Ella les sonrió de una manera amable, pero sin hacer el menor atisbo de querer su compañía.

Llevaba ya leyendo dos hojas del primer libro, pero se había confundido. El libro que estaba leyendo era de literatura de 1700, cuando se desarrollaba mucho la sátira y el melodrama. Eso no la ayudaría en lo mas mínimo, sin embargo, era muy interesante. Había algo acerca del inglés Henry Fielding, el era conocido por sus escritos sátiros y humorísticos. Alexandra se sumergió mucho en ese libro, prestando toda su atención en el. Pero no fue por mucho tiempo, ya que tuvo que levantar la mirada para saber de dónde venía ese efluvio conocido.

No fue necesario buscar al vampiro, este se presento al tiempo de que se acercaba a ella. Era alto y de cuerpo fornido, pero sin llegar a la exageración. Sus cabellos eran rizados y de color chocolate. Atractivo, sin dudarlo, pero, ¿Qué vampiro no lo era? Estaba vestido de manera elegante, igual era su manera de andar. Rápidamente la mirada de la vampira se desvió hacia las jóvenes doncellas que, al parecer, ya no tenían la mirada en ella, si no en su acompañante.

-Buenas noches- correspondió a su saludo, viendo como se sentaba y sintiendo ahora la mirada de ellas sobre la pareja de vampiros tan llamativos. Alexa asintió a su pregunta con la cabeza. La verdad es que era muy tarde y él tenía razón, en cualquier momento cerraban. – Ambos sabemos que podemos quedarnos dentro así cierren, ¿verdad? – Preguntó despreocupadamente, con una sonrisa curva en sus labios mientras pasaba hacia la otra página del libro. – A demas tenemos todo el tiempo del mundo. – murmuro más para sí que para él, soltando un pequeño suspiro con ello.

La vida de vampiro era a veces muy monótona y aburrida. Si ella hubiera tenido la oportunidad de elegir se hubiera quedado como una simple humana, y tendría una vida perfecta. Pero ya estaba, ahora no tenia que arrepentirse de nada ni añorar su vida pasada, pues todos a quienes había conocido estaba ya muertos. Cruel, pero cierto. Además, ser un vampiro tenía sus ventajas: 'ellos siempre consiguen lo que quieren.' Pensó

por **Dimitri Lumière** Sáb Jul 31, 2010 12:18 pm

La vampiresa me prestó atención al principio, pero después devolvió su mirada hacia las páginas del libro que tenía ante sí. Oí unas risitas de fondo, y la vampiresa desvió sus ojos hacia ellas un segundo, hizo un gesto de reprobación, y volvió a sumirse entre las páginas viejas de aquel volumen.
Miré a aquel par de mujeres que habían requerido la atención de la vampiresa. Eran un par de borrachas que parecían haber entrado ahí por equivocación. Suspiré. Ya cualquiera se cuela en una biblioteca.

Volví a fijarme en la chica. Seguía sin prestarme atención. Quería parecer desinteresada. Hizo un comentario sobre el tiempo, ante el cual no pude evitar sonreír.
-Lo decís como si fuese algo malo. ¿No os gusta vuestra condición? -esperé su respuesta, mientras la miraba divertido- Tenemos una noche aún larga, un sitio grande y antiguo y el poder de poseer aquello que queramos. ¿No suena fascinante?-hice una pausa antes de seguir hablando- ¿O acaso vais a rechazar mi compañía? En ese caso no tendré más remedio que salir por el mismo sitio que he entrado y seguir mi velada en otra parte.

Hablé lento y pausado. Mis palabras sonaban sarcásticas, pero en el fondo no quería salir de allí. Era una vampiresa preciosa que parecía ser una buena conversadora. Podría pasar una noche diferente al resto, sin necesidad de degollar, desangrar y beberme la vida de otros seres. Oh, mon dieu pensé.

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OFF ROL: Ponte un avatar, por favor. No puedo describirte si no sé como eres...

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