AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
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Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
El clima en la hermosa capital francesa comenzaba a descender cada vez mas conforme los minutos iban avanzando, ya era bastante tarde y la luna no daba señal alguna de aparecer sobre el cielo parisino, bueno en realidad estaba si estaba ahí, mas las negras nubes que indicaban que pronto se acercaría una fuerte tormenta no daban paso para así poder admirar al hermoso astro.
Cerré mejor el elegante abrigo que me cubría del frio y continúe caminando junto a mi ya viejo pero muy leal mayordomo, el teatro en el cual aquella noche habíamos visto una de las funciones que la aristocracia francesa me había recomendado se hallaba muy convenientemente en el centro de la ciudad, la calle principal de Paris estaba bastante repleta de gente que iba y venía, aquello poco a poco comenzaba a estresarme, inmediatamente me gire por el primer callejón vacio que vi y Charles me siguió sin decir palabra alguna.
-Charles recuérdame porque no tomamos un carruaje?- dije bastante mosqueado mientras giraba la cabeza en dirección del ya anciano señor.
-Usted fue el que sugirió caminar, señor, si mal no recuerdo halago la belleza de la noche mientras observaba a esa bella dama que salió antes que nosotros del teatro- respondió sin aligerar el paso mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa de burla por mi mala memoria cuando se trataba de faldas.
-Oh es verdad…- dije recordando todo, desafortunadamente y como era ya costumbre, en un descuido me distraje y había olvidado por completo mi “misión”, la mujer seguramente ya había de estar bastante lejos y yo ni un hola alcance a decirle, suspire bastante decepcionado y continúe caminando sin disminuir el paso.
-Fue una buena función la de esta noche, no le pareció señor?- dijo Charles tratando de romper el hielo nuevamente.
Lo mire de reojo durante unos cuantos segundos y enseguida desvié la vista.
-Es bueno saber que te gusto, Charles, mas debo admitir que yo no la disfrute tanto como tú, en realidad yo solo asistí por simple cortesía, además era una excelente oportunidad para conocer a los aristócratas franceses- respondí mientras negaba, inmediatamente metí la mano dentro de uno de los bolsillos internos de mi abrigo y procedí a sacar un brillante reloj de oro, me fije en la hora y enseguida mire hacia uno de los costados sobre el cual habían dos rostros de mi pasado que muchas veces había tratado de olvidar, un artista amigo mío me había hecho el favor de retratar a mis padres en un pequeño pedazo de tela blanca la cual ahora yacía sobre el fondo de la tapa del reloj, mis ojos se humedecieron un poco debido a la nostalgia, aunque bueno aquello solía ocurrirme muy a menudo, para ser más específicos cada vez que veía aquella pequeña pintura, enseguida procedí a guardar el reloj nuevamente, como tratando de alejar el dolor de mi ser, mas en un descuido este callo suavemente a través de mis ropas hasta finalmente quedar en el suelo, Charles y yo seguimos avanzando por el callejón mientras continuábamos conversando sobre la obra que aquella noche habíamos visto.
Cerré mejor el elegante abrigo que me cubría del frio y continúe caminando junto a mi ya viejo pero muy leal mayordomo, el teatro en el cual aquella noche habíamos visto una de las funciones que la aristocracia francesa me había recomendado se hallaba muy convenientemente en el centro de la ciudad, la calle principal de Paris estaba bastante repleta de gente que iba y venía, aquello poco a poco comenzaba a estresarme, inmediatamente me gire por el primer callejón vacio que vi y Charles me siguió sin decir palabra alguna.
-Charles recuérdame porque no tomamos un carruaje?- dije bastante mosqueado mientras giraba la cabeza en dirección del ya anciano señor.
-Usted fue el que sugirió caminar, señor, si mal no recuerdo halago la belleza de la noche mientras observaba a esa bella dama que salió antes que nosotros del teatro- respondió sin aligerar el paso mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa de burla por mi mala memoria cuando se trataba de faldas.
-Oh es verdad…- dije recordando todo, desafortunadamente y como era ya costumbre, en un descuido me distraje y había olvidado por completo mi “misión”, la mujer seguramente ya había de estar bastante lejos y yo ni un hola alcance a decirle, suspire bastante decepcionado y continúe caminando sin disminuir el paso.
-Fue una buena función la de esta noche, no le pareció señor?- dijo Charles tratando de romper el hielo nuevamente.
Lo mire de reojo durante unos cuantos segundos y enseguida desvié la vista.
-Es bueno saber que te gusto, Charles, mas debo admitir que yo no la disfrute tanto como tú, en realidad yo solo asistí por simple cortesía, además era una excelente oportunidad para conocer a los aristócratas franceses- respondí mientras negaba, inmediatamente metí la mano dentro de uno de los bolsillos internos de mi abrigo y procedí a sacar un brillante reloj de oro, me fije en la hora y enseguida mire hacia uno de los costados sobre el cual habían dos rostros de mi pasado que muchas veces había tratado de olvidar, un artista amigo mío me había hecho el favor de retratar a mis padres en un pequeño pedazo de tela blanca la cual ahora yacía sobre el fondo de la tapa del reloj, mis ojos se humedecieron un poco debido a la nostalgia, aunque bueno aquello solía ocurrirme muy a menudo, para ser más específicos cada vez que veía aquella pequeña pintura, enseguida procedí a guardar el reloj nuevamente, como tratando de alejar el dolor de mi ser, mas en un descuido este callo suavemente a través de mis ropas hasta finalmente quedar en el suelo, Charles y yo seguimos avanzando por el callejón mientras continuábamos conversando sobre la obra que aquella noche habíamos visto.
Última edición por Alessandro Di Stefano el Jue Dic 26, 2013 8:25 pm, editado 1 vez
Alessandro Salvatore- Cazador/Realeza
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 26/11/2013
Edad : 31
Re: Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
Había sido una semana terrible con nuevos rechazos, nuevos insultos y casi ninguna oportunidad rescatable. Lo único seguro en ese momento es que estaba agotada, había caminado todo el día por tantas calles como había sido necesario. Su misión se enfocaba en encontrar un lugar para trabajar, pero cada persona le había cerrado sus puertas con la idea de que no tenía recomendaciones porque no era buena y quizás hasta una ladrona. Al menos había comido algo, un amigo suyo había compartido con ella lo que había conseguido y aunque no había sido una lujosa comida, había servido para calmar el apetito y eso le daba más oportunidad de pensar correctamente.
Por supuesto, alguien como ella sin un empleo, tampoco contaba con un techo fijo. A veces conseguía algo de dinero ayudando a una anciana que vendía lo que tejía en el mercado ambulante. La mujer era simpática y le daba algunos francos como recompensa. Cuando Evie juntaba suficientes con sus otras labores, se daba el lujo de pagarse una habitación en alguna posada económica. Eras sus noches favoritas, pues aunque esas habitaciones siempre tenían corrientes de aire o goteras, eran millones de veces mejor que pasar la noche fuera como ahora.
Había entrado a ese callejón para evitar a la gente y había adoptado su forma más pequeña para protegerse mejor del frío. Caminó un poco más, pero sintiéndose agotada decidió echarse por un rato, ya que con la forma de un perro no se sentía tan mal de vivir en esas condiciones. Se quedó a medio callejón hecha un ovillo y refugiada en las sombras que el estrecho camino le proporcionaba. Tiritó un poco, vaya que hacía frío esa noche, pero lo soportó mejor que otras veces.
Llevaba aproximadamente treinta minutos en ese sitio cuando escuchó pasos y un par de voces masculinas, por el aroma supo que eran humanos así que no se preocupó, estaba segura de que ni siquiera la verían en la oscuridad así que no se molestó en moverse. Los pasos y las voces intensificaban su volumen, dejando claro que se aproximaban. No prestó atención a la charla, ciertamente no podían hablar de nada que le importará, así que no tenía sentido gastarse en prestar atención. Cerró los ojos un momento, aunque los abrió de nuevo justo a tiempo para ver el par de piernas que pasaban frente a ella.
Desde abajo miró apenas el costado de aquellos hombres, uno parecía joven, aunque no logró distinguir sus facciones, el otro por el contrario se veía mayor, había algunas canas en su cabello, las cuales Evangeline pudo notar aunque el hombre estuviera de espaldas. Ella no pensaba prestarles más atención pero escuchó un sonido metálico que se estrellaba contra el suelo. Levantó la vista y pudo ver apenas el destello de un objeto brillante y dorado que sin duda había caído de aquellos hombres. La curiosidad pudo más y se levantó, acercándose para ver que era, quizás fuera una moneda.
Una vez frente al objeto, lo olfateó y notó que era un reloj y por los acabados, parecía de oro. Un debate en su cabeza comenzó a llevarse a cabo. Un lado le decía que debía quedarse ese reloj y que quizás conseguiría una buena paga por el objeto, por otro lado, había visto a quien le pertenecía y debería devolverlo. El debate siguió con velocidad, pensando que si un hombre podía pagarse un reloj así, seguro que podría pagar por otro. Evie volvió a su forma humana y tomó el reloj, abriéndolo para mirarlo mejor y entonces supo lo que debía hacer. El reloj poseía una imagen que seguro era personal, algo importante y a veces esas cosas no se podían reemplazar; Evie lo sabía de sobra.
—¡Monsieur! —Levantó la voz intentando llamar la atención de cualquiera de los hombres.
Seguramente les resultaría extraño que una mujer apareciera a unos metros detrás de ellos cuando antes no había rastros de nadie, pero eso era lo menos importante, solo devolvería el reloj y desaparecería de la vida de aquellos elegantes y trajeados extraños.
—Disculpen, a alguno de ustedes se le ha caído esto —explicó sus motivos mostrándole el reloj.
Evangeline llevaba el cabello atado, aunque su peinado era modesto, incapaz de ser comparado con los peinados elaborados de la realeza y todas las mujeres refinadas. Llevaba el rostro limpio y natural, completamente libre de maquillaje, ya que ella no contaba con esas cosas, aún así las facciones de su rostro eran agradables a la vista. Su ropa era humilde, se notaba su posición en la sociedad, pero debajo de la sencillez resaltaba la belleza que había heredado de su madre. Sus ojos verdes reflejaban fortaleza y estaban lejos de proyectar una mirada sumisa como la de la mayoría de las mujeres que la rodeaban. Los miraba con tranquilidad, esperando que alguno de ellos tomará lo que les pertenecía y entonces siguieran con lo suyo.
Por supuesto, alguien como ella sin un empleo, tampoco contaba con un techo fijo. A veces conseguía algo de dinero ayudando a una anciana que vendía lo que tejía en el mercado ambulante. La mujer era simpática y le daba algunos francos como recompensa. Cuando Evie juntaba suficientes con sus otras labores, se daba el lujo de pagarse una habitación en alguna posada económica. Eras sus noches favoritas, pues aunque esas habitaciones siempre tenían corrientes de aire o goteras, eran millones de veces mejor que pasar la noche fuera como ahora.
Había entrado a ese callejón para evitar a la gente y había adoptado su forma más pequeña para protegerse mejor del frío. Caminó un poco más, pero sintiéndose agotada decidió echarse por un rato, ya que con la forma de un perro no se sentía tan mal de vivir en esas condiciones. Se quedó a medio callejón hecha un ovillo y refugiada en las sombras que el estrecho camino le proporcionaba. Tiritó un poco, vaya que hacía frío esa noche, pero lo soportó mejor que otras veces.
Llevaba aproximadamente treinta minutos en ese sitio cuando escuchó pasos y un par de voces masculinas, por el aroma supo que eran humanos así que no se preocupó, estaba segura de que ni siquiera la verían en la oscuridad así que no se molestó en moverse. Los pasos y las voces intensificaban su volumen, dejando claro que se aproximaban. No prestó atención a la charla, ciertamente no podían hablar de nada que le importará, así que no tenía sentido gastarse en prestar atención. Cerró los ojos un momento, aunque los abrió de nuevo justo a tiempo para ver el par de piernas que pasaban frente a ella.
Desde abajo miró apenas el costado de aquellos hombres, uno parecía joven, aunque no logró distinguir sus facciones, el otro por el contrario se veía mayor, había algunas canas en su cabello, las cuales Evangeline pudo notar aunque el hombre estuviera de espaldas. Ella no pensaba prestarles más atención pero escuchó un sonido metálico que se estrellaba contra el suelo. Levantó la vista y pudo ver apenas el destello de un objeto brillante y dorado que sin duda había caído de aquellos hombres. La curiosidad pudo más y se levantó, acercándose para ver que era, quizás fuera una moneda.
Una vez frente al objeto, lo olfateó y notó que era un reloj y por los acabados, parecía de oro. Un debate en su cabeza comenzó a llevarse a cabo. Un lado le decía que debía quedarse ese reloj y que quizás conseguiría una buena paga por el objeto, por otro lado, había visto a quien le pertenecía y debería devolverlo. El debate siguió con velocidad, pensando que si un hombre podía pagarse un reloj así, seguro que podría pagar por otro. Evie volvió a su forma humana y tomó el reloj, abriéndolo para mirarlo mejor y entonces supo lo que debía hacer. El reloj poseía una imagen que seguro era personal, algo importante y a veces esas cosas no se podían reemplazar; Evie lo sabía de sobra.
—¡Monsieur! —Levantó la voz intentando llamar la atención de cualquiera de los hombres.
Seguramente les resultaría extraño que una mujer apareciera a unos metros detrás de ellos cuando antes no había rastros de nadie, pero eso era lo menos importante, solo devolvería el reloj y desaparecería de la vida de aquellos elegantes y trajeados extraños.
—Disculpen, a alguno de ustedes se le ha caído esto —explicó sus motivos mostrándole el reloj.
Evangeline llevaba el cabello atado, aunque su peinado era modesto, incapaz de ser comparado con los peinados elaborados de la realeza y todas las mujeres refinadas. Llevaba el rostro limpio y natural, completamente libre de maquillaje, ya que ella no contaba con esas cosas, aún así las facciones de su rostro eran agradables a la vista. Su ropa era humilde, se notaba su posición en la sociedad, pero debajo de la sencillez resaltaba la belleza que había heredado de su madre. Sus ojos verdes reflejaban fortaleza y estaban lejos de proyectar una mirada sumisa como la de la mayoría de las mujeres que la rodeaban. Los miraba con tranquilidad, esperando que alguno de ellos tomará lo que les pertenecía y entonces siguieran con lo suyo.
Evangeline K. Lemacks- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/12/2013
Re: Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
La nada amena charla con Charles continuo mientras nuestros pies seguían avanzando por el que a mi parecer parecía un muy tétrico callejón, sin embargo esta ya no trataba sobre la obra que una hora antes había visto en el teatro central de la capital francesa, sino de que yo no solía ser un miembro de la realeza Italiana común, no, claro que no, gustaba demasiado de la compañía de cortesanas, mas aquello normalmente solía dejarme vacio, siempre trataba de salvarlas de aquel mundo de desolación, mas no lo lograba y si bien no odiaba del todo el teatro no quería darle más cuerda a Charles, de un muy extraño modo me gustaba cuando Charles me regañaba, me hacía bastante recuerdo a las épocas cuando mi padre aun vivía, el solía hacerlo constantemente, llegado el momento aun era joven e inmaduro.
De pronto una voz femenina logro captar tanto mi atención como la de mi mayordomo, ambos nos dimos vuelta casi al mismo tiempo para enseguida notar la presencia de una hermosa y bastante harapienta rubia, de pronto una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando mis ojos comenzaban a repasarla de pies a cabeza, inmediatamente estos se fijaron detrás suyo, enseguida y sin demora alguna mi mente se puso en funcionamiento.
-”50 metros desde donde cayó el reloj, no había nadie cuando entramos, bien podría ser un vampiro…”- pensé mientras mis ojos volvían a posarse sobre la rubia, ”pero no, no tiene aspecto de uno, luce bastante frágil para ser una licántropo, aunque también puede tratarse de una bruja…”, inmediatamente mis ojos recorrieron el callejón para enseguida notar la pieza faltante, el perro… dije inevitablemente en voz alta mientras mis ojos lo buscaban en la esquina en la que minutos antes lo había visto.
Charles me miro bastante extrañado y enseguida dio un paso hacia adelante para de ese modo coger el brillante reloj de oro de las manos de la misteriosa mujer, por supuesto haciendo un ademan de agradecimiento.
-Muchas gracias señorita- dijo el canoso hombre mientras limpiaba el costoso reloj con un pañuelo, inmediatamente volteo hacia mí y me lo extendió dibujando una mueca de completa desaprobación, debería ser mucho más cauteloso, señor, recuerde que este es uno de los tesoros más valiosos que usted tiene agrego dejando el reloj sobre mi mano y enseguida procedió a proteger las suyas de aquel frio.
-Lo sé- dije mirándolo sin quitar aquella sonrisa de mi boca que tanto lo exasperaba, guarde el reloj dentro de mi abrigo y enseguida volví a posar mis ojos sobre los hermosos ojos verdes de la rubia que tenia frente mío, tu ve adelantando, Charles agregue sin quitarle el ojo de encima a mi compañera.
-Pero señor, ya se hace tarde…- musito el mayordomo mientras daba un paso hacia mí.
-Lo sé, sin embargo esta bella dama me hizo el favor de devolverme mi objeto más preciado, lo mínimo que podría hacer es retribuirle el favor invitándola a tomar un café o una cena tal vez- dije asintiendo suavemente como señal de respeto, si ella está de acuerdo, claro está agregue mientras le ofrecía mi brazo a la extraña.
De pronto una voz femenina logro captar tanto mi atención como la de mi mayordomo, ambos nos dimos vuelta casi al mismo tiempo para enseguida notar la presencia de una hermosa y bastante harapienta rubia, de pronto una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando mis ojos comenzaban a repasarla de pies a cabeza, inmediatamente estos se fijaron detrás suyo, enseguida y sin demora alguna mi mente se puso en funcionamiento.
-”50 metros desde donde cayó el reloj, no había nadie cuando entramos, bien podría ser un vampiro…”- pensé mientras mis ojos volvían a posarse sobre la rubia, ”pero no, no tiene aspecto de uno, luce bastante frágil para ser una licántropo, aunque también puede tratarse de una bruja…”, inmediatamente mis ojos recorrieron el callejón para enseguida notar la pieza faltante, el perro… dije inevitablemente en voz alta mientras mis ojos lo buscaban en la esquina en la que minutos antes lo había visto.
Charles me miro bastante extrañado y enseguida dio un paso hacia adelante para de ese modo coger el brillante reloj de oro de las manos de la misteriosa mujer, por supuesto haciendo un ademan de agradecimiento.
-Muchas gracias señorita- dijo el canoso hombre mientras limpiaba el costoso reloj con un pañuelo, inmediatamente volteo hacia mí y me lo extendió dibujando una mueca de completa desaprobación, debería ser mucho más cauteloso, señor, recuerde que este es uno de los tesoros más valiosos que usted tiene agrego dejando el reloj sobre mi mano y enseguida procedió a proteger las suyas de aquel frio.
-Lo sé- dije mirándolo sin quitar aquella sonrisa de mi boca que tanto lo exasperaba, guarde el reloj dentro de mi abrigo y enseguida volví a posar mis ojos sobre los hermosos ojos verdes de la rubia que tenia frente mío, tu ve adelantando, Charles agregue sin quitarle el ojo de encima a mi compañera.
-Pero señor, ya se hace tarde…- musito el mayordomo mientras daba un paso hacia mí.
-Lo sé, sin embargo esta bella dama me hizo el favor de devolverme mi objeto más preciado, lo mínimo que podría hacer es retribuirle el favor invitándola a tomar un café o una cena tal vez- dije asintiendo suavemente como señal de respeto, si ella está de acuerdo, claro está agregue mientras le ofrecía mi brazo a la extraña.
Alessandro Salvatore- Cazador/Realeza
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Fecha de inscripción : 26/11/2013
Edad : 31
Re: Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
Finalmente pudo conocerlos frente a frente. El aura de ambos era similar, no había amenaza, pero había algo que le llamaba la atención, ya que olían como cualquier humano, pero también desprendían un aroma a pólvora, madera y si olfateaba un poco más hondo, incluso podía oler la muerte ¿Cómo era posible? ¿Inquisidores? No, esos casi siempre olían a sangre, cuero y madera quemada. Los analizó presurosamente. El mayor lucía refinado, sobrio, pero no dejaba de lucir como un empleado y entonces lo supo. En casa del duque para el que había trabajado había hombres así; mayordomos. Eso la hizo imaginar que quizás eran dos mayordomos, pero entonces vio al más joven.
Aún bajo la poca luz a falta de la luna, Evie podía ver claramente al hombre. Él lucía joven, fuerte y tenía rasgos tan masculinos y ajenos a Francia ¿sería extranjero? No obstante lo que más la abrumó fue la mirada inquisitiva de aquel extraño, parecía pensar en algo y lo hacía con tanta concentración que manifestaba una mueca atractiva. Evangeline se sintió confundida por lo que la imagen le provocaba. Entonces escuchó su voz y el rostro apacible de la joven rubia se contorsionó ligeramente. Miró a su derecha, justo a donde había estado echada con la forma del beagle y luego volvió a mirar a aquel hombre. ¿La había visto? ¿Pero en qué momento? Estaba segura de que ni siquiera la había volteado a ver y con esa forma tan pequeña todos la ignoraban. Evie estaba sorprendida por lo observador que él había sido.
El mayordomo se aproximó y con gratitud en sus palabras recuperó el reloj, entregándolo luego a su señor. ¿Señor? Evangeline lo miró de nuevo y con más detalle, notando la diferencia en el ropaje. Era cierto, el más joven de los dos vestía con ropas más finas, seguro que no era un adinerado cualquiera. Incluso se atrevió a pensar que aquel apuesto hombre pertenecía a la realeza.
—No ha sido nada —dijo en un susurro y con una leve reverencia anunció que planeaba volver por donde había venido.
No obstante no se dio la vuelta pues aquel hombre la ató con la mirada fija sobre ella. Ev no era la típica mujer sumisa de la época, al menos no con los extraños. Tenía que tragarse el carácter con sus patrones y actuar respetuosa, aunque no fuera lo suyo, pero con alguien que no era su señor nunca bajaba la mirada, ni siquiera teniendo una buena posición en la sociedad. A algunos no les gustaba eso, lo veían ofensivo pues la mayoría de los ricos se sentían superiores. A otros, ese comportamiento de Evangeline los intrigaba, pues era refrescante ver una mujer así.
Parpadeó repetidas veces cuando escuchó lo de retribuirle. No había devuelto el reloj esperando una recompensa. Si una paga hubiera querido se lo hubiera quedado y lo hubiera vendido con alguien que le pagará bien por el objeto. Lo había regresado por el retrato dentro, sabía que tenía que ser importante para él, así que no esperaba una paga por haber hecho lo que tenía que hacer.
—No debe preocuparse, señor, se ha hecho muy tarde y las calles son muy peligrosas a esta hora. Además esta helando y en noches como esta ocurren tragedias. Por si fuera poco no he hecho la gran cosa, solo levantar un reloj del suelo y hacerle notar que lo dejaba atrás —musitó sin dejar de mirarle a los ojos.
Era raro que dijera todo aquello del peligro, normalmente no se preocupaba por las personas con dinero, pero el aura de aquel caballero era agradable para ella, no había esa malicia de muchos que había conocido y aunque la había mirado de arriba abajo, no se había sentido incomoda, pues no había notado lascivia en su mirada. Seguro que quedaban pocos hombres así y no quería que eso se perdiera por culpa de algún vampiro u otra criatura de la noche.
Sin darse cuenta se abrazó a sí misma; la temperatura había bajado demasiado. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y se preguntó dónde iba a pasar la noche. El clima estaba demasiado helado como para animarse a pasar otra velada en las calles. No quería morir como Thomas, aquel joven que la había cuidado la espalda mil veces y que había muerto de una feroz neumonía.
Aún bajo la poca luz a falta de la luna, Evie podía ver claramente al hombre. Él lucía joven, fuerte y tenía rasgos tan masculinos y ajenos a Francia ¿sería extranjero? No obstante lo que más la abrumó fue la mirada inquisitiva de aquel extraño, parecía pensar en algo y lo hacía con tanta concentración que manifestaba una mueca atractiva. Evangeline se sintió confundida por lo que la imagen le provocaba. Entonces escuchó su voz y el rostro apacible de la joven rubia se contorsionó ligeramente. Miró a su derecha, justo a donde había estado echada con la forma del beagle y luego volvió a mirar a aquel hombre. ¿La había visto? ¿Pero en qué momento? Estaba segura de que ni siquiera la había volteado a ver y con esa forma tan pequeña todos la ignoraban. Evie estaba sorprendida por lo observador que él había sido.
El mayordomo se aproximó y con gratitud en sus palabras recuperó el reloj, entregándolo luego a su señor. ¿Señor? Evangeline lo miró de nuevo y con más detalle, notando la diferencia en el ropaje. Era cierto, el más joven de los dos vestía con ropas más finas, seguro que no era un adinerado cualquiera. Incluso se atrevió a pensar que aquel apuesto hombre pertenecía a la realeza.
—No ha sido nada —dijo en un susurro y con una leve reverencia anunció que planeaba volver por donde había venido.
No obstante no se dio la vuelta pues aquel hombre la ató con la mirada fija sobre ella. Ev no era la típica mujer sumisa de la época, al menos no con los extraños. Tenía que tragarse el carácter con sus patrones y actuar respetuosa, aunque no fuera lo suyo, pero con alguien que no era su señor nunca bajaba la mirada, ni siquiera teniendo una buena posición en la sociedad. A algunos no les gustaba eso, lo veían ofensivo pues la mayoría de los ricos se sentían superiores. A otros, ese comportamiento de Evangeline los intrigaba, pues era refrescante ver una mujer así.
Parpadeó repetidas veces cuando escuchó lo de retribuirle. No había devuelto el reloj esperando una recompensa. Si una paga hubiera querido se lo hubiera quedado y lo hubiera vendido con alguien que le pagará bien por el objeto. Lo había regresado por el retrato dentro, sabía que tenía que ser importante para él, así que no esperaba una paga por haber hecho lo que tenía que hacer.
—No debe preocuparse, señor, se ha hecho muy tarde y las calles son muy peligrosas a esta hora. Además esta helando y en noches como esta ocurren tragedias. Por si fuera poco no he hecho la gran cosa, solo levantar un reloj del suelo y hacerle notar que lo dejaba atrás —musitó sin dejar de mirarle a los ojos.
Era raro que dijera todo aquello del peligro, normalmente no se preocupaba por las personas con dinero, pero el aura de aquel caballero era agradable para ella, no había esa malicia de muchos que había conocido y aunque la había mirado de arriba abajo, no se había sentido incomoda, pues no había notado lascivia en su mirada. Seguro que quedaban pocos hombres así y no quería que eso se perdiera por culpa de algún vampiro u otra criatura de la noche.
Sin darse cuenta se abrazó a sí misma; la temperatura había bajado demasiado. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y se preguntó dónde iba a pasar la noche. El clima estaba demasiado helado como para animarse a pasar otra velada en las calles. No quería morir como Thomas, aquel joven que la había cuidado la espalda mil veces y que había muerto de una feroz neumonía.
Evangeline K. Lemacks- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 03/12/2013
Re: Un encuentro casual [Evangeline K. Lemacks]
Una sonrisa se dibujo en mi rostro ante la timidez de aquella muchacha, realmente la ropa casi harapienta que traía le daban un aspecto bastante adorable a decir verdad, sin embargo su rostro fue el que llego a llamar del todo mi atención, si bien el astro no aportaba en nada dándonos tan poca luz se podía distinguir que la rubia tenía un rostro bastante fino, era muy atractiva, bastante.
Charles cogió el reloj de manos de aquella mujer y yo simplemente me limite a quedarme allí parado observándola con más detenimiento, había algo que me intrigaba de aquella mujer, fuera de su belleza claro estaba, una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando mi mayordomo procedió a entregarme el reloj de oro dándome una de sus ya conocidas llamadas de atención, mis ojos se posaron en el acompañado de una sonrisa de complicidad que en muchas ocasiones llegaban a exasperar al anciano señor, le sugerí que él se fuese adelantando puesto que aun habían unas cuantas cosas que debía hacer, el presento una excusa que a mi parecer no era para nada valida.
Negué y enseguida sugerí que la rubia debía ser debidamente recompensada por la labor que había hecho, sin embargo esta vez fue la misteriosa mujer la que respondió, alego que hacía bastante frio y además insinuó las calles eran de tener cuidado a esas horas de la noche, una pequeña risa salió expedida de mi boca y enseguida asentí sin responder nada, simplemente me limite a esperar que la rubia terminase de hablar.
Cuando termino yo me encogí de hombros y enseguida avance hasta la rubia, mis ojos seguían puestos en esos preciosos ojos esmeralda y una cálida sonrisa suplanto la risa que segundos antes había salido expedida de mi boca.
─En realidad si hizo la gran cosa, señorita, usted recupero un objeto que es demasiado importante para mí, un recuerdo de un pasado que nunca podre dejar atrás, un hermoso recuerdo─ saque el reloj de mi bolsillo y enseguida lo mire por unos segundos, para luego retomar otra vez la mirada en la rubia, eso para mí si es la gran cosa afirme volviendo a guardar el objeto de oro, solo que esta vez en el bolsillo de mi pantalón.
Mas de pronto mis ojos se ensancharon al verla abrazarse a sí misma, realmente hacia un frio casi glacial aquella noche y la joven muchacha no estaba debidamente abrigada para poder soportar el mismo, rápidamente procedí a quitarme el abrigo que traía puesto y se lo coloque por encima a la rubia sin dejar de sonreírle con calidez.
─Además como usted ya dijo las calles son peligrosas, en especial para una bella dama como usted, vamos acepte mi invitación o por lo menos permítame acompañarla a su casa, así podre dormir tranquilo esta noche sabiendo que usted está a salvo─ extendí la mano derecha hacia ella en signo de cortesía y además como invitación a aceptar mi oferta.
El mayordomo rodo los ojos y enseguida se dio media vuelta.
─Bueno señor con su permiso yo me retiro, supongo que lo esperare mañana para desayunar…─ hizo una pequeña reverencia y enseguida se giro hacia Evangeline, señorita, permiso, y así sin más comenzó a caminar para así marcharse del lugar.
Charles cogió el reloj de manos de aquella mujer y yo simplemente me limite a quedarme allí parado observándola con más detenimiento, había algo que me intrigaba de aquella mujer, fuera de su belleza claro estaba, una sonrisa se dibujo en mi rostro cuando mi mayordomo procedió a entregarme el reloj de oro dándome una de sus ya conocidas llamadas de atención, mis ojos se posaron en el acompañado de una sonrisa de complicidad que en muchas ocasiones llegaban a exasperar al anciano señor, le sugerí que él se fuese adelantando puesto que aun habían unas cuantas cosas que debía hacer, el presento una excusa que a mi parecer no era para nada valida.
Negué y enseguida sugerí que la rubia debía ser debidamente recompensada por la labor que había hecho, sin embargo esta vez fue la misteriosa mujer la que respondió, alego que hacía bastante frio y además insinuó las calles eran de tener cuidado a esas horas de la noche, una pequeña risa salió expedida de mi boca y enseguida asentí sin responder nada, simplemente me limite a esperar que la rubia terminase de hablar.
Cuando termino yo me encogí de hombros y enseguida avance hasta la rubia, mis ojos seguían puestos en esos preciosos ojos esmeralda y una cálida sonrisa suplanto la risa que segundos antes había salido expedida de mi boca.
─En realidad si hizo la gran cosa, señorita, usted recupero un objeto que es demasiado importante para mí, un recuerdo de un pasado que nunca podre dejar atrás, un hermoso recuerdo─ saque el reloj de mi bolsillo y enseguida lo mire por unos segundos, para luego retomar otra vez la mirada en la rubia, eso para mí si es la gran cosa afirme volviendo a guardar el objeto de oro, solo que esta vez en el bolsillo de mi pantalón.
Mas de pronto mis ojos se ensancharon al verla abrazarse a sí misma, realmente hacia un frio casi glacial aquella noche y la joven muchacha no estaba debidamente abrigada para poder soportar el mismo, rápidamente procedí a quitarme el abrigo que traía puesto y se lo coloque por encima a la rubia sin dejar de sonreírle con calidez.
─Además como usted ya dijo las calles son peligrosas, en especial para una bella dama como usted, vamos acepte mi invitación o por lo menos permítame acompañarla a su casa, así podre dormir tranquilo esta noche sabiendo que usted está a salvo─ extendí la mano derecha hacia ella en signo de cortesía y además como invitación a aceptar mi oferta.
El mayordomo rodo los ojos y enseguida se dio media vuelta.
─Bueno señor con su permiso yo me retiro, supongo que lo esperare mañana para desayunar…─ hizo una pequeña reverencia y enseguida se giro hacia Evangeline, señorita, permiso, y así sin más comenzó a caminar para así marcharse del lugar.
Alessandro Salvatore- Cazador/Realeza
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