AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una bella utopía, eso eres. | Privado.
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Una bella utopía, eso eres. | Privado.
"Ocurre a veces, cuando los ojos de una persona no se limitan a mirarte, sino que te absorben, te introducen en un túnel donde sólo puedes abrazarte al vértigo..."
—“Abierto toda la noche”, David Trueba.
—“Abierto toda la noche”, David Trueba.
La escena no es del todo extraña en aquel lugar, lo habría sido un par de meses atrás, cuando mi vida era otra, cuando fui alguien totalmente opuesto a lo que hoy soy, pero no hoy, no en el presente. Tristán Rêveur, el famoso ilusionista, el artista mundialmente aclamado, se encuentra sentado frente a una mesa que, oportunamente, está situada en una de las esquinas del recinto. No es coincidencia que yo esté justo en ese sitio, ni tampoco en ese evento. Fui contratado para dar uno de mis fabulosos e impresionantes shows de magia, pero ya he cumplido con asombrar al público y ahora me alejo de ellos, dando la impresión de que, todos los allí presentes despiden un aroma pestilente que me molesta, pues no tengo la intención de mezclarme entre esa jauría de personas, –sí, veo a la mayoría de los humanos como bestias-. Una fiesta de disfraces es la que se lleva a cabo, decenas de personas circulan por el enorme y elegante salón del famosísimo Palacio Royal, todos llevan vestimentas que no usarían normalmente, pues la idea, supuestamente, es la de verse de una manera opuesta a la que lucen siempre. Yo he optado por algo sencillo, una simple máscara color carmín que me cubre la mitad del rostro, aunque lamentablemente no cumple con la necesidad que yo hubiera querido: cubrir por completo la enorme y horrorosa cicatriz en el lado derecho de mi cara y parte del cuello.
Negligente de todo lo que ocurre a su alrededor, bebo con perezosa despreocupación de mi copa un fino whisky escocés que yo mismo ha pedido en la barra del lugar, y la bebo solo. Mientras todos a mi alrededor parecen divertirse y hacer de aquella la noche de su vida, yo, por el contrario, doy la impresión de que es la peor de mi existencia. Doy tragos cortos a mi copa, como si temiera que el líquido pronto se acabe, temor que es innecesario, pues la botella de whisky está sobre la misma mesa, frente a mí, esperando a ser acabada en su totalidad. Opto por ignorar la muchedumbre a mi alrededor y no me preocupa demasiado que cada vez llegue más gente al lugar, porque sé que en menos de media hora estaré cruzando la puerta principal e iré solo a casa, a seguir bebiendo, a hacer exactamente lo mismo, sólo que en un escenario diferente y mucho más tranquilo. No es ningún secreto que los recientes acontecimientos en mi vida me han transformado en un tipo amargado, en un antisocial que las únicas veces que se presenta en público y parece disfrutarlo, es cuando llevo a cabo una de mis funciones. Sólo esas veces es cuando pueden verme rodeado de personas, aplaudiéndome, aclamándome por mi talento. Jóvenes y viejos con los ojos bien abiertos como platos, sorprendidos por los magníficos trucos que llevo a cabo. El resto del tiempo la gente no sabe dónde lo paso, no doy señales de vida.
Alzo nuevamente la copa, dispuesto a dar el último sorbo, pero cuando tengo la mano cerca de mi boca, un inesperado y brusco movimiento provoca que el whisky caiga sobre mi elegante traje negro que llevo puesto esa noche. Giro rápidamente el rostro, lo alzo, y me encuentro cara a cara con el culpable. Le lanzo una mirada incómoda y ligeramente molesta por lo ocurrido. Una hermosa mujer aparece ante mis ojos, enfundada en un entallado y sensual vestido azul que hace contraste con la cabellera de fuego que le cae en picada sobre la espalda. Me toma desprevenido tanta belleza, y por un momento me siento desarmadado. La mujer tiene una mirada felina que es capaz de arrasar con todo a su paso, destila una personalidad imponente que delata la sensualidad de la que es poseedora.
—Sí, fue un accidente, no hay problema. Mi vida está llena de ellos, qué más da, ya debería estar acostumbrado —comento con visible pesimismo, más para mí mismo que para la mujer. No me importa demasiado lo que ella pueda pensar de mí luego de tal confesión, después de todo ella es demasiado bella, demasiado inalcanzable para detenerse y malgastar unos minutos de su vida en alguien tan insignificante como yo.
Última edición por Tristán Rêveur el Lun Feb 18, 2013 5:14 am, editado 1 vez
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
Te ataré a mi, no serás capaz
de vivir sin mi a tu lado.
Y entonces..
Caerás.
de vivir sin mi a tu lado.
Y entonces..
Caerás.
***
— Es un placer para nosotros que haya aceptado nuestra invitación; madame. Le rogamos disfrute de la velada.
— Sí, por favor. Y esperamos pueda acompañarnos una vez haya terminado, mi hermano está ansioso por pasar más tiempo en su compañía.
— ¡Para nada! Soy yo la realmente agradecida de haber podido asistir a semejante espectáculo. Muchísimas gracias por su amabilísima invitación y.. me encantaría poder aliviar la ansiedad de su hermano así que cuente conmigo.
Voz de ángel. Sonrisa de corderito. Mirada de profunda, verdaderamente profunda, gratitud. Eso es todo lo que necesito para quedarme grabada en la mente de un hombre. Tan simple. Y, además, penetraré de tal forma que no serán capaces de olvidarse de mi. Me ven inocentemente hermosa y no hay nada más poderoso para atraer a un hombre que la inocencia femenina. Por supuesto, todo es falso. Una fachada muy bien construida a base de una lección tras otra que me ha dado la vida. Así es como he llegado yo, Yulia, hasta donde estoy actualmente. Yo, que una vez fui la sierva de un género tan despreciable como el masculino, ahora me encuentro tomando el control de cada uno de sus vulgares pensamientos. Los lleno de mi. Solo de mi. No verán a otra mujer. Ninguna será más hermosa que yo. Ah.. se me olvidaba decir, que no siempre lo hago a propósito. Inconscientemente los encandilo con una simple mirada, o una falsa sonrisa de ángel caído del cielo. Si solo supieran cómo es la verdad que se oculta tras la máscara, cuán divertido sería ver la desdicha en sus ojos. En serio que me gusta torturarlos, un poco. ¿Por qué no? A fin de cuentas, es lo que ellos han pensado en algún momento hacer conmigo. Siempre es lo mismo. Siempre.
***
El escenario está preparado y la actuación empezará en breves instantes. Sin embargo, esta vez no soy yo la que actúa. No me estoy refiriendo a mi pequeña comedia de marionetas. Ahora, es él a quien estoy viendo por primera vez en persona.Tristán Rêveur; El Ilusionista
Recordando meses atrás, todavía puedo verlo en mis sueños. De esta forma es como todos vienen a mi y él no ha sido en absoluto la excepción. Al principio, inconsciente de todo aquello que tuviera que ver con el mundo del espectáculo, no alcancé a localizarlo. No fue fácil. Meses, habían pasado realmente varios meses. Inconscientemente siento que aprieto mis manos, que están entrelazadas sobre mi regazo. Mis ojos no dejan de verlo en ningún momento. Él, es realmente él. ¡Ah! ¿No sonó eso como la frase de una enamorada que por fin encontró a su amado? Que irónico, el diagnóstico no podía ser más erróneo. Lo he estado buscando y finalmente lo he encontrado, sí. Estoy feliz por ello, también es cierto. Sin embargo.. ¿Por ser mi.. enamorado? Casi río cuando este pensamiento cruza mi mente, suerte que soy una experta en mostrar una expresión totalmente contraria a lo que de verdad estoy sintiendo. ¡Enamorado, he dicho! ¡Já! Él, todavía no sabe quién soy yo. Todavía, no sabe que en realidad sí terminaré siendo su enamorada. Ni siquiera me ha visto, pero su futuro ya fue decidido hace tiempo. El destino de ese hombre es, por supuesto, caer ante mi con absoluta rendición.
***
— ¡Madame Mendelsohn! ¡Madame Mendelsohn! Que alegría encontrarla. Y bien, ¿Qué le pareció? ¿No cree que es realmente un mago este hombre?Malditas fueran las interrupciones molestas como estas. Maldito fuera el mocoso, por tres años menor a mi, que me miraba cual cachorro esperando por la aprobación de su amo. Después de todo, esto de atraer a gente molesta, acaba convirtiéndose en un fastidio tarde o temprano, que le resta toda la diversión. Lárgate.
— ¡Realmente! Es increíble, estoy tan contenta de haber venido. También me alegra mucho habernos encontrado, antes estuve hablando con tu hermano y me dijo que ansiabas pasar tiempo a mi lado.
Le muestro mi sonrisa y lo encandilo aún más si es posible. Su mente todavía es joven y me mira complacido, aunque también avergonzado. Si fuera una mujer normal, probablemente mis pensamientos serían tales a "Que lindo", o semejantes. ¿Lindo? No me hagas reír. Por una sonrisa, es capaz de adorarte. Por unas palabras, te sigue cual perrito faldero. Eso no es lindo, es patético. — .... — Le veo por un solo instante, a él. Al motivo real por el que estoy perdiendo mi tiempo en esa ridícula fiesta esa noche. En su mano sostiene una bebida y ahora es cuando por fin le estoy viendo solo, sin nadie a su alrededor. Por supuesto que lo localicé nada más salir del escenario, pero había tanta gente molesta a su alrededor... eso no estaba bien. Necesitaba mi momento. Un momento especial y único, que quedara grabado en su mente para siempre.
— ¿Serías tan amable de traerme una copa? Estoy realmente sedienta y no he logrado encontrar a alguien que pueda servirme...
No he prestado atención a sus comentarios mientras lo miraba a él, pero me atrevo a asegurar que le interrumpí. Claro que, no importó. Fue cosa de parpadear una vez, que él ya había desaparecido de mi vista. Sonrío durante un breve instante ¿habría sido demasiado fácil?. No quiero distraerme. No debo distraerme, así que vuelvo mi atención hacia el solitario hombre que bebe aparentemente alejado de los demás. Aparentemente, en su propio mundo. Pero, por favor, ¿realmente me van a poner las cosas tan obvias? No puedo más que pensar que es ese famoso "destino" el que me empuja a caminar en su dirección. ¡Incluso me da la espalda! ¿Puede ser el momento, a caso, más perfecto? Sinceramente, lo dudo.
Mi cuerpo para a centímetros de él. Hay tanta gente allí, que es imposible para él percatarse de mi presencia sin un ligero empujoncito. En este caso, literal. Veo la copa, alzándose para servir a las necesidades de su dueño. Cada vez más cerca. Más cerca. Y solo necesita un empujón para convertirse en un desastre. — ¡Oh! — Grito con asombro, porque obviamente no esperaba chocarme contra él. Eso es lo que él automáticamente cree. Entonces, todo ocurre en cuestión de segundos. Él, todavía sin haber visto a su agresor, está molesto. Como es lógico. Luego, lentamente, es cuando decide ver al causante de semejante lío. A mi. Él me mira y yo alzo el rostro para mirarlo en ese mismo instante en el que sé que ha puesto la vista en mi. Nuestros ojos se cruzan. Es la primera vez que lo tengo tan cerca, incluso en mis sueños, aparecía lejano. Me está mirando, lo sé perfectamente. Lo puedo notar. Ve mi vestido primero, después mi cabello. Me analiza. Siempre lo hacen, estoy acostumbrada. Y... ah, ahí está. Este es, finalmente, el momento. Vuelve a mis ojos siendo un rostro completamente diferente al anterior, sin menor señal de enfado. Me observa atentamente y yo también le observo.
Te tengo.
Mis manos se mueven para cubrir parcialmente mi rostro y ordeno a mis mejillas que se sonrojen, noto cómo mi temperatura, obediente, sube. — N-No... que... que vergüenza... — Mi voz sale entrecortada. Ya no le estoy mirando directamente, porque mis manos han echo de barrera. Abro los dedos entonces para de nuevo observarlo tímidamente. Primero son sus ojos los que miro, después desciendo hasta la mancha evidente de su traje. Mancha que yo he ocasionado. Aquí es cuando realmente parece que me quiero morir solo de la vergüenza que supone eso. — ¡Su camisa! Cuanto.. ¡Cuanto lo siento! No puedo creer que mi primera vez hablando con usted haya sido tan... tan.. bochornosa... — Recojo mis manos, que liberan los ojos. Ahora puedo volver a mirarle sin estorbos directamente a los suyos. Sé que parte de mi obvio sonrojo también puede verse. Quiero que lo vea. Observa. Solo necesita observar atentamente cuan linda puedo llegar a ser frente a sus ojos.
Yulia Mendelsohn- Hechicero Clase Alta
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Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
“I’m not brave anymore darling. I’m all broken. They’ve broken me.”
—Ernest Hemingway.
—Ernest Hemingway.
Ella está tan avergonzada, sus mejillas rosadas la delatan, y ese gesto tímido que ha ejecutado al momento del incidente, llevándose instantáneamente ambas manos hasta el rostro, (ese bello rostro…), cubriéndolo como si quisiera que la tierra se abra en ese instante bajo sus pies y se la trague entera, de pies a cabeza. Por un momento, la situación se torna bastante molesta. Se puede sentir la tensión en el ambiente, pero termina convirtiéndose en algo tierno, o al menos eso es lo que yo pienso de la divertida reacción de la mujer. La observo fijamente por algunos instantes e inevitablemente me pierdo en sus ojos azules. Siento por un momento como si cayera en un profundo túnel. Me olvido del sitio donde me encuentro, de lo que ha ocurrido pero, pero el sonido de la muchedumbre a mi alrededor, me saca del ensueño y me regresa abruptamente a la realidad. La humedad en mis ropas me recuerdan lo que ha pasado y enseguida corto el contacto visual para dirigir mis ojos esta vez hasta la desgracia de la noche: mi traje arruinado.
—Oh, sí… el traje —observo cómo una enorme mancha cubre toda la solapa y parte del pecho. Soy testigo de cómo el líquido, de un color entre rojizo y amarillento, sigue chorreando, llegando hasta mis piernas—. Estaba ya bastante viejo de todos modos —no es que minimice el incidente con la intención de no avergonzarla más, como seguramente ella pensará, es que realmente ya poco me interesan cosas como esas, mi apariencia en general—. Además, por suerte tengo esto —alzo mi mano y con un movimiento retiro la máscara que cubre la mitad de mi rostro, dejando la cicatriz completamente expuesta—, a nadie le importa si mi traje está sucio teniendo esto para entretenerse, ¿no cree? Créame, podría ir desnudo por la calle y nadie lo advertiría —decido cambiar mi tono pesimista y malhumorado y usar como recurso un poco de humor negro. Me burla de mí mismo, de mi desgracia, lo hago porque realmente no tengo algo más próximo sobre lo cual mofarme para liberar tensiones, sin tomar en cuenta que cada vez que bromeo sobre mi apariencia e intento que parezca que lo veo ya como algo normal, inconscientemente dejo entrever el pesar que tanto me provoca, lo infeliz que soy.
Ella aún está avergonzada, basta ver cómo me mira, con esa expresión de susto impregnada en sus ojos, los cuales siguen medio ocultos detrás de sus pequeñas y femeninas manos. Es extraño, pero la molestia se me ha esfumado y lo que siento por ella ahora es simpatía, quizás su belleza tiene algo que ver, de hecho, la belleza siempre tiene algo que ver, eso es indiscutible.
—¿No me cree? Sólo mire a su alrededor, podrá ver que muchos de los presentes están viendo hacia acá, pero no lo hacen porque yo soy Tristán Rêveur, eso no les importa, lo hacen por la cicatriz, —hago una pausa y vuelvo a indagar en sus ojos—, y posiblemente porque no pueden creer que una mujer tan bella esté hablando conmigo —el elogio sale de mi boca natural, sin la intención que todos los hombres usan al querer conquistar a una dama, pretendiendo adularla a cada instante. No ha sido sólo un cumplido, realmente creo que es muy atractiva, basta verla nuevamente para darme cuenta de ello. Las espesas pestañas, las mejillas rosadas, las curiosas pecas sobre su piel que le dan un toque infantil a su rostro, la coqueta forma en que el pelirrojo cabello cae sobre sus hombros, su boca, sus labios, esa mirada tímida y avergonzada. ¡Dios, es la criatura más bella! Es… perfecta. Estoy tan deslumbrado, al grado de que, muy en el fondo, empieza a incomodarme el hecho de que ella sea todo lo contrario a mí, que sea tan inalcanzable, tan imposible...
La dama parece haberse quedado muda, probablemente por el bochorno.
—Descuide, de verdad. No soy tan importante como para que se ponga de ese modo. Ya pasó —una vez más, aligero el momento con amables comentarios. Es inconcebible, pero casi siento el deseo de sonreírle. Mis labios apenas adoptan una ligera y forzada curva que se parece más a un gesto de incomodidad.
El silencio nos abraza porque no sé qué más puedo decir. Es como si de pronto hubiera olvidado cómo convivir con los demás, los modales aprendidos a lo largo de mi vida, la forma de tratar a una dama (¡ni siquiera le he preguntado su nombre, por Dios!). Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que me sentí atraído hacia una mujer, que probablemente la falta de práctica terminó volviéndome torpe, o al menos así es como me siento en ese instante. Ahora soy yo quien se siente avergonzado, sofocado, confundido… No me queda más remedio que hacer lo que siempre hago en situaciones como estas: huir como el pusilánime que soy. Das pena, Tristán Rêveur.
—Perdone que no la invite a sentarse, pero estaba por irme de todos modos… —rompo el silencio y me pongo de pie. La copa sobre la mesa tiembla cuando doy un torpe traspié a causa de la cantidad de alcohol que ya he bebido y que inevitablemente causa efectos en mi organismo—. Además sería tonto invitar a sentarse a alguien que por obvias razones no debe estar sola —en eso tengo razón, resulta inconcebible la idea de que una belleza como ella haya asistido sola al evento. Tengo la posibilidad de preguntárselo, salir de dudas y no darlo por hecho para ponerlo como un pretexto para salir corriendo, algo muy típico de mí. Soy un estúpido, estoy consciente de que al cruzar esa puerta es probable que no volveré a verla, que perderé, quizá para siempre, la oportunidad de conocerla. Eres un cobarde, Tristán Rêveur, un maldito cobarde.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
Todo va según lo previsto. La accidental caída. El rápido encantamiento que lo mantiene con la vista fija en mi, sin ni siquiera poder apartarse más de dos segundos. Lo he encandilado como a muchos otros. Sin embargo, hay una gran diferencia en esta ocasión. Quiero a este hombre perdidamente enamorado de mi. Me interesa. Está todo perfectamente planeado, desde el momento en que mi sueño me lo mostró. Como hace siempre. Es él quién se ha encargado todos estos años de mostrarme a los que merecen ser castigados. Hombres. Escoria. Sin escrúpulos. En lo único que piensan es en fornicar con una cara bonita. No os confundáis. No se enamoran de mi, ni siquiera me conocen. Ni llegarán a conocerme de verdad. Se enamoran de mi cara. De mi cuerpo. Cómo siempre, lo único que ha atraído de mi a los hombres ha sido mi físico. Incluso cuando sólo era una niña. Hastío. Recordar eso no es una buena idea. No en ese momento. No cuando estoy intentando pretender ser una “niña” buena e inocente que no ha sufrido jamás en su vida. ¡Ah, qué risa! Por suerte, estoy tan metida en mi papel, que nada es capaz de sobresaltarme.
Ni siquiera eso.
Esa horrible cicatriz que le cruza uno de sus ojos. No me sorprendo, y no porque no sea algo impresionante. No me sorprendo porque me es familiar. Verlo a él en el sueño había implicado ver algo como aquello de igual forma. Algo que, como bien menciona él, destaca allá a dónde vaya. Es cierto, la gente nos está mirando. Ya son muchos años atenta a las miradas ajenas, sensibilizando mi cuerpo. Sé perfectamente cuándo es que me están mirando y cuándo no. Hombres y mujeres, es indiferente, puedo encandilarlos a ambos sin ni siquiera poner esfuerzo. ¿No hubiese sido irónico que Tristán se mostrara indiferente? Realmente irónico. Por suerte no es así. Sé que ya he captado, y mucho, su atención. Ahora sólo tengo que poner remedio al hecho de que se cree lo suficiente inferior a mi como para ni siquiera intentar conquistarme. Un piropo pobre no es suficiente. No sería suficiente ni aunque de verdad estuviera interesada en él. Algo imposible, por cierto. No ha habido hombre en esta vida, ni lo habrá, que llegue a gustarme. Ni un poco. Para mi todos son adefesios de la naturaleza. Me dan asco. Es gracias a mis muchos años como esclava que puedo estar a su lado sin vomitar e, incluso, ser adorablemente encantadora. Cómo si no me resultaran repulsivos. ¡JÁ! Buen chiste.
Piensa rápido. Tengo que hacerlo. Si no pienso en algo astuto se me escapará. No. Esa no es una variable a considerar. Llevo meses esperando esa oportunidad. Esa pequeña oportunidad de que él me tenga en cuenta. De que haga exactamente igual que todos los demás; enamorarse de mi con sólo una mirada. No permitiré que se vaya por la puerta. No permitiré dejarlo escapar ni me conformaré con estar en su mente. Tristán es mío. Lo será; es un hecho incuestionable.
Ha llegado el momento de hablar. No más silencios. No más parecer una mosca muerta. Si yo no doy él primer paso ¿Quién lo hará? Él va a marcharse. Le intereso, pero no se cree suficiente cómo para cortejarme. ¡Agh! Estúpido hombre. — ¡Señor! — Me ha dado la espalda, pero eso no impide que pueda escucharme. Al igual que las otras tantas personas que, seguramente, están pendientes de lo que pase entre nosotros. El grito me sale ligeramente impulsivo. Demasiado. Vale, me he pasado. Es demasiada la rabia de sentir que se me escapa. Tengo que arreglarlo. Eso hago cuando en un par de pasos rodeo su brazo con el mío y me acerco a su costado. Pegados. Muy pegados. Mi pecho lo está rozando descaradamente, a pesar de que mi rostro al mirarle no muestra descaro alguno. Muestra inocencia. El rostro inocente que heredé de mi madre. El que me ha traído tantos problemas. Para esto es para lo que sirve; aunque es algo que aprendí mucho después. — Espere, por favor — Mi pulso late rápido, él puede notarlo. Mi aliento. Mis mejillas sonrojadas. Todo indica vergüenza; vergüenza por tomarme ese tipo de atrevimientos con él. ¿Sorprendido? Tal vez. Sólo han sido unos minutos pero he podido ver tras de esa máscara de mago que lleva puesta. Bajo la piel. Es un hombre inseguro. Solitario. ¿Cuándo habrá sido la última vez que una mujer le prestó verdadera atención? Una mujer que no cobrara por ello. Una mujer hermosa. Delicada. Inocente. Una mujer como la que él cree que soy yo. Qué gracioso. ¿Estará asustado? ¿Confundido? Quiero provocarle toda clase de emociones. Yo no soy cómo las demás. Quiero que él sepa eso. Su cicatriz no me ha podido impresionar menos. La miro fijamente y no demuestro interés alguno, mucho menos repulsión. De hecho, prefiero mirarle a los ojos. A través de ellos es cómo sé lo que está pensando.
Mis manos, envueltas alrededor de su brazo, se aprietan ligeramente. Bajo la mirada unos segundos, los suficientes para poder hablar en susurros. — En realidad.. He venido sola — Alzo la mirada de nuevo directa a sus ojos. Te estoy diciendo que me interesa tu compañía ¿Es que no te das cuenta? ¡Por Dios!. — Y, de verdad, no puedo permitir que se vaya sin más después de haberle hecho semejante desarreglo.. ¿Sería tan amable de concederme parte de su tiempo? — Parpadeo. Aunque mis palabras suenan seguras, me muerdo el labio demostrando nerviosismo y algo de vergüenza por pedir tal cosa. Pero es que él me interesa. ¡Y él no se da cuenta! No me importa si cree que todo es un accidente, que yo busco algo en él o si se da cuenta de que yo he provocado el accidente a propósito para captar su atención. Cosa que realmente dudo, su autoestima parece estar por los suelos. Pero nada de eso importa, porque yo le atraigo. Mucho. Y creerse deseado, aunque sea sólo un poco, por una mujer como yo es una tentación que no resistirá.
Ni siquiera eso.
Esa horrible cicatriz que le cruza uno de sus ojos. No me sorprendo, y no porque no sea algo impresionante. No me sorprendo porque me es familiar. Verlo a él en el sueño había implicado ver algo como aquello de igual forma. Algo que, como bien menciona él, destaca allá a dónde vaya. Es cierto, la gente nos está mirando. Ya son muchos años atenta a las miradas ajenas, sensibilizando mi cuerpo. Sé perfectamente cuándo es que me están mirando y cuándo no. Hombres y mujeres, es indiferente, puedo encandilarlos a ambos sin ni siquiera poner esfuerzo. ¿No hubiese sido irónico que Tristán se mostrara indiferente? Realmente irónico. Por suerte no es así. Sé que ya he captado, y mucho, su atención. Ahora sólo tengo que poner remedio al hecho de que se cree lo suficiente inferior a mi como para ni siquiera intentar conquistarme. Un piropo pobre no es suficiente. No sería suficiente ni aunque de verdad estuviera interesada en él. Algo imposible, por cierto. No ha habido hombre en esta vida, ni lo habrá, que llegue a gustarme. Ni un poco. Para mi todos son adefesios de la naturaleza. Me dan asco. Es gracias a mis muchos años como esclava que puedo estar a su lado sin vomitar e, incluso, ser adorablemente encantadora. Cómo si no me resultaran repulsivos. ¡JÁ! Buen chiste.
Piensa rápido. Tengo que hacerlo. Si no pienso en algo astuto se me escapará. No. Esa no es una variable a considerar. Llevo meses esperando esa oportunidad. Esa pequeña oportunidad de que él me tenga en cuenta. De que haga exactamente igual que todos los demás; enamorarse de mi con sólo una mirada. No permitiré que se vaya por la puerta. No permitiré dejarlo escapar ni me conformaré con estar en su mente. Tristán es mío. Lo será; es un hecho incuestionable.
Ha llegado el momento de hablar. No más silencios. No más parecer una mosca muerta. Si yo no doy él primer paso ¿Quién lo hará? Él va a marcharse. Le intereso, pero no se cree suficiente cómo para cortejarme. ¡Agh! Estúpido hombre. — ¡Señor! — Me ha dado la espalda, pero eso no impide que pueda escucharme. Al igual que las otras tantas personas que, seguramente, están pendientes de lo que pase entre nosotros. El grito me sale ligeramente impulsivo. Demasiado. Vale, me he pasado. Es demasiada la rabia de sentir que se me escapa. Tengo que arreglarlo. Eso hago cuando en un par de pasos rodeo su brazo con el mío y me acerco a su costado. Pegados. Muy pegados. Mi pecho lo está rozando descaradamente, a pesar de que mi rostro al mirarle no muestra descaro alguno. Muestra inocencia. El rostro inocente que heredé de mi madre. El que me ha traído tantos problemas. Para esto es para lo que sirve; aunque es algo que aprendí mucho después. — Espere, por favor — Mi pulso late rápido, él puede notarlo. Mi aliento. Mis mejillas sonrojadas. Todo indica vergüenza; vergüenza por tomarme ese tipo de atrevimientos con él. ¿Sorprendido? Tal vez. Sólo han sido unos minutos pero he podido ver tras de esa máscara de mago que lleva puesta. Bajo la piel. Es un hombre inseguro. Solitario. ¿Cuándo habrá sido la última vez que una mujer le prestó verdadera atención? Una mujer que no cobrara por ello. Una mujer hermosa. Delicada. Inocente. Una mujer como la que él cree que soy yo. Qué gracioso. ¿Estará asustado? ¿Confundido? Quiero provocarle toda clase de emociones. Yo no soy cómo las demás. Quiero que él sepa eso. Su cicatriz no me ha podido impresionar menos. La miro fijamente y no demuestro interés alguno, mucho menos repulsión. De hecho, prefiero mirarle a los ojos. A través de ellos es cómo sé lo que está pensando.
Mis manos, envueltas alrededor de su brazo, se aprietan ligeramente. Bajo la mirada unos segundos, los suficientes para poder hablar en susurros. — En realidad.. He venido sola — Alzo la mirada de nuevo directa a sus ojos. Te estoy diciendo que me interesa tu compañía ¿Es que no te das cuenta? ¡Por Dios!. — Y, de verdad, no puedo permitir que se vaya sin más después de haberle hecho semejante desarreglo.. ¿Sería tan amable de concederme parte de su tiempo? — Parpadeo. Aunque mis palabras suenan seguras, me muerdo el labio demostrando nerviosismo y algo de vergüenza por pedir tal cosa. Pero es que él me interesa. ¡Y él no se da cuenta! No me importa si cree que todo es un accidente, que yo busco algo en él o si se da cuenta de que yo he provocado el accidente a propósito para captar su atención. Cosa que realmente dudo, su autoestima parece estar por los suelos. Pero nada de eso importa, porque yo le atraigo. Mucho. Y creerse deseado, aunque sea sólo un poco, por una mujer como yo es una tentación que no resistirá.
Yulia Mendelsohn- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
“Sometimes the choices you make, make you.”
Ya he tomado la decisión, ya he dado media vuelta y movido mis pies, iniciado mi camino hacia la salida, lo he dicho en voz alta, pero de pronto me encuentro frente a la disyuntiva de irme o quedarme. Ella me ha llamado, lo ha gritado a los cuatro vientos, no le ha importado lo que los demás opinen de ella. Me ha tomado del brazo y lo ha acercado a mi pecho. ¿Será capaz de sentir mi corazón latiendo como un loco, como se me eriza la piel con su cercanía? Ruego que no. Dios mío, me siento nervioso, tan nervioso como nunca antes, y eso es mucho decir (yo soy el tipo más nervioso del mundo, aunque no lo era, antes). ¿Cuál es la decisión correcta? ¿Qué debo hacer? No lo sé. Ella me hace dudar. Ella y su encantadora personalidad significan un gran problema, porque ahora no puedo simplemente largarme y dejarla hablando sola. No puedo destrozarle la noche portándome tan groseramente. Me debato internamente. Me duele la cabeza y empiezo a detectar un dolor en el estómago. De verdad estoy nervioso, y muy confundido. Necesito ayuda, necesito…
—Lo siento, en realidad debo irme de aquí. No me gustan las personas, mucho menos las multitudes —finalmente opto por sacar a relucir mi lado mas desagradable, todos mis defectos, los cuales opacan inmediatamente las pocas virtudes que aún me quedan, si es que me queda alguna (lo siento, no puedo evitar dudarlo). Esta actitud reacia a todo siempre logra desilusionarlos a todos, especialmente a ellas, a las mujeres. Sé que pasará lo mismo con ella. Es el fin. Nunca debí haber hablado, haber venido, ni nacido...
¡Maldito cobarde, es solo una mujer! No, no es solo una mujer, es la más atractiva de todas. Es ella. Lo sé, puedo sentirlo. Sé que la acabo de conocer, pero ya la deseo en mi vida. Sé que ella podría alegrármela un poco, que podría transformarme, hacerme sentir nuevamente una persona normal. Si tan solo no tuviera esta maldita cicatriz… No. Esto está mal. Puedo sentir como nuevamente todas mis inseguridades me traen a la cruel realidad. Ella nunca va a fijarse en mí. Pero, entonces, ¿por qué se muestra tan interesada? ¿Se trata de una de esas tantas mujeres arribistas e interesadas en mi fortuna y fama? No, imposible. Esa cara no puede ser la de una mujer de esa calaña, me niego a creerlo.
Empiezo a experimentar una sensación extraña y nueva. Se trata de una pesadumbre que me cala hasta los huesos, la cual he sentido antes, sí, muchas otras tantas veces, pero nunca por algo así, por una persona a la que no conozco. ¿Qué tiene de especial esta pelirroja? No es posible que esté sufriendo la idea de nunca más volver a hablar con ella por la única razón de que es atractiva. No, hay algo más. Puedo sentirlo. Pero no sé qué es. Necesito descubrirlo.
—Me voy. Usted puede quedarse… —hago una pausa— o venir conmigo —y finalmente se lo digo.
¿De dónde he logrado sacar la valentía suficiente para pedirle que me acompañe? No tengo idea. Hasta hace medio minuto me creía incapaz de mirarla a los ojos, y ahora me muestro atrevido y sugerente. Enloquecí, estoy seguro, pero ya no hay marcha atrás. Soy un cobarde, pero no puedo parecer más cobarde de lo que realmente soy. Afianzo mi brazo al suyo y mi esqueleto tiembla, pero me mantengo firme, defiendo mi honor de hombre, mi nombre artístico. Espero paciente para ver su reacción, para escuchar lo que tiene que decirme, lo cual espero sea algo positivo, de lo contrario se que tendrá que pasar mucho tiempo antes de volver a atreverme a acercarme a una mujer con intención de conquistarla, de hacerle una proposición como esa.
El carruaje me espera afuera del Palacio Royal.
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
Lo siento, en realidad debo irme de aquí. No me gustan las personas, mucho menos las multitudes.
No, me niego. Me niego a escuchar lo que acabo de escuchar. No puede ser que me esté rechazando. ¡Es imposible! Le gusto. Le ha gustado verme y más que eso. Lo sé. Lo he visto en sus ojos. Llevo demasiado tiempo relacionándome con hombres como para no darme cuenta de cuándo uno cae prenda de mi encanto, aun sin utilizar yo poder alguno. Normalmente no es necesario, mi belleza natural actúa por si sola y, de echo, no me gusta especialmente utilizar mis “habilidades”. Pero no puedo dejar que se escape. No esperaré por una segunda oportunidad que, tal vez, ni siquiera llegue. Si le dejo escapar tendré que volver a seguir su pista de nuevo hasta el próximo lugar en el que actúe. Y si me recuerda.. eso no sería muy bueno. Si no profundizo más de unos minutos, bastante más, verá con toda claridad mis intenciones. Bueno, obviamente, no llegaría a comprender la profundidad ni de lejos, para eso tendría que saber muchas más cosas sobre mi que absolutamente nadie conoce. Quedaría como una buscona, eso sí. Una mujer que va tras su fama y fortuna. Para el caso, aunque no son mis intenciones, el echo de que tengo un motivo especial para acercarme a él se vería descubierto. No dejaré que eso ocurra. Si mis sueños me lo han mostrado, es porque debe ser el siguiente en caer. Todos y cada uno de los que se me han aparecido anteriormente lo han merecido y he conseguido mis objetivos, él no será la excepción. Y si para ello debo utilizar algo que no sea mi encanto o mi belleza, lo utilizaré sin remordimientos. En eso se basa mi existencia, después de que otros como él pusieran todo su empeño en destrozarme la vida. Pensar en ello, me da las fuerzas suficientes para no rendirme en cada momento, en este en concreto, para no soltarle del brazo como haría cualquier dama recatada. Yo no soy cualquier dama.
He apartado ligeramente la vista, no quiero que pueda llegar a leer mis pensamientos. Sé que soy una perfecta actriz, incluso cuándo las cosas no van según lo planeado. Aún así, no quiero arriesgarme a mostrar mi duelo interior en una mirada. Lo vuelvo a ver al cabo de unos segundos, decidida a posar mis ojos en los suyos y atraerlo de una forma u otra, no tendría escapatoria. Estoy a punto de hacerlo cuándo, de repente, noto cómo su agarre se une al mío. Agarra mi brazo, afirmándolo al suyo y, al mismo tiempo, pronuncia las palabras que había estado esperando oír desde un principio. ”Me voy. Usted puede quedarse.. o venir conmigo”. ¡Eso es! Exactamente. Sabía que no podía estar equivocada, lo sabía porque lo había visto. Y lo había sentido. Del mismo modo que había sentido que Tristán no era el tipo de hombre mujeriego, acostumbrado a relacionarse con las mujeres. Esa fea cicatriz, sin duda, era la causante de esa actitud tímida y ese humor negro que lo hacía burlarse de sus propios defectos aunque nadie hubiese hecho hincapie de ellos. Y, seguramente, también por eso me había dado una negativa tan descarada a pesar de mi notable interés. ¿Qué le había hecho cambiar de opinión? La curiosidad me carcomía ligeramente, algo raro en mi, que no me podían importar menos las actitudes masculinas. Tristán, sin embargo, tenía un carácter ciertamente particular para ser un hombre. Era un hombre solitario, esclavo de sus marcas. No puedo negar que estas también provocaban a mi curiosidad, tal vez ese hombre tuviera un pasado tan turbio como el que yo misma ocultaba. En cualquier caso, eso me tenía que dar igual. Pasado, presente, futuro. Es un hombre con dinero y prestigio, y yo los repudio sin excepciones.
La sonrisa se abre camino en mis labios, dejando ver notablemente lo mucho que me ha alegrado su oferta. Y me ha alegrado, claro que no en el sentido que seguramente él y cualquier otro creería. — Como ya he dicho, no puedo dejar que se vaya sin compensarle. Aquí o en otro lugar dónde se sienta más cómodo — Me acerco un poco más a él, sutilmente añadiendo mi otro brazo al que ya estaba rodeándole. Mi cuerpo queda, si cabe, aún más cerca. Soy perfectamente consciente de ello. Lo hago apropósito, por supuesto. Pero aparento ser completamente descuidada. Intento pegarme todo lo posible, esta vez, no para atraerle (pues ya he conseguido, de momento, ese objetivo) sino para susurrar de una forma más íntima. — De echo, me salvaría si me lleva lejos. Creo que me excedí hace un momento cuándo quise llamar su atención.. puedo notar cómo me miran por la espalda — “Y me estoy muriendo de vergüenza” es lo que dicen mis ojos, parpadeando, y mis mejillas ligeramente sonrosadas. Me muerdo el labio inferior en una señal de coquetería, en este caso, más de inocencia completamente inofensiva. Hace dos segundos he gritado en medio de la sala, cuándo ya de por si con el choque nos habían mirado. Estoy agarrada de su brazo y, además, puedo notar cómo el indeseable muchacho al que mandé a por una copa regresa con ella especialmente rápida. ¿Es que no tiene ojos en la cara? ¿No ve que estoy cerca de otro hombre por propia voluntad? No, claro que no, los hombres sólo ven lo que quieren ver en cada momento.
Carraspeo ligeramente y le insto a empezar el camino hacia delante, porque de verdad me da mucha vergüenza la situación y no quiero pasar allí de pie ni un segundo más. Eso doy perfectamente a entender. Y que prefiero pasar el resto de la velada a su lado ha sido una indirecta, muy directa.
No, me niego. Me niego a escuchar lo que acabo de escuchar. No puede ser que me esté rechazando. ¡Es imposible! Le gusto. Le ha gustado verme y más que eso. Lo sé. Lo he visto en sus ojos. Llevo demasiado tiempo relacionándome con hombres como para no darme cuenta de cuándo uno cae prenda de mi encanto, aun sin utilizar yo poder alguno. Normalmente no es necesario, mi belleza natural actúa por si sola y, de echo, no me gusta especialmente utilizar mis “habilidades”. Pero no puedo dejar que se escape. No esperaré por una segunda oportunidad que, tal vez, ni siquiera llegue. Si le dejo escapar tendré que volver a seguir su pista de nuevo hasta el próximo lugar en el que actúe. Y si me recuerda.. eso no sería muy bueno. Si no profundizo más de unos minutos, bastante más, verá con toda claridad mis intenciones. Bueno, obviamente, no llegaría a comprender la profundidad ni de lejos, para eso tendría que saber muchas más cosas sobre mi que absolutamente nadie conoce. Quedaría como una buscona, eso sí. Una mujer que va tras su fama y fortuna. Para el caso, aunque no son mis intenciones, el echo de que tengo un motivo especial para acercarme a él se vería descubierto. No dejaré que eso ocurra. Si mis sueños me lo han mostrado, es porque debe ser el siguiente en caer. Todos y cada uno de los que se me han aparecido anteriormente lo han merecido y he conseguido mis objetivos, él no será la excepción. Y si para ello debo utilizar algo que no sea mi encanto o mi belleza, lo utilizaré sin remordimientos. En eso se basa mi existencia, después de que otros como él pusieran todo su empeño en destrozarme la vida. Pensar en ello, me da las fuerzas suficientes para no rendirme en cada momento, en este en concreto, para no soltarle del brazo como haría cualquier dama recatada. Yo no soy cualquier dama.
He apartado ligeramente la vista, no quiero que pueda llegar a leer mis pensamientos. Sé que soy una perfecta actriz, incluso cuándo las cosas no van según lo planeado. Aún así, no quiero arriesgarme a mostrar mi duelo interior en una mirada. Lo vuelvo a ver al cabo de unos segundos, decidida a posar mis ojos en los suyos y atraerlo de una forma u otra, no tendría escapatoria. Estoy a punto de hacerlo cuándo, de repente, noto cómo su agarre se une al mío. Agarra mi brazo, afirmándolo al suyo y, al mismo tiempo, pronuncia las palabras que había estado esperando oír desde un principio. ”Me voy. Usted puede quedarse.. o venir conmigo”. ¡Eso es! Exactamente. Sabía que no podía estar equivocada, lo sabía porque lo había visto. Y lo había sentido. Del mismo modo que había sentido que Tristán no era el tipo de hombre mujeriego, acostumbrado a relacionarse con las mujeres. Esa fea cicatriz, sin duda, era la causante de esa actitud tímida y ese humor negro que lo hacía burlarse de sus propios defectos aunque nadie hubiese hecho hincapie de ellos. Y, seguramente, también por eso me había dado una negativa tan descarada a pesar de mi notable interés. ¿Qué le había hecho cambiar de opinión? La curiosidad me carcomía ligeramente, algo raro en mi, que no me podían importar menos las actitudes masculinas. Tristán, sin embargo, tenía un carácter ciertamente particular para ser un hombre. Era un hombre solitario, esclavo de sus marcas. No puedo negar que estas también provocaban a mi curiosidad, tal vez ese hombre tuviera un pasado tan turbio como el que yo misma ocultaba. En cualquier caso, eso me tenía que dar igual. Pasado, presente, futuro. Es un hombre con dinero y prestigio, y yo los repudio sin excepciones.
La sonrisa se abre camino en mis labios, dejando ver notablemente lo mucho que me ha alegrado su oferta. Y me ha alegrado, claro que no en el sentido que seguramente él y cualquier otro creería. — Como ya he dicho, no puedo dejar que se vaya sin compensarle. Aquí o en otro lugar dónde se sienta más cómodo — Me acerco un poco más a él, sutilmente añadiendo mi otro brazo al que ya estaba rodeándole. Mi cuerpo queda, si cabe, aún más cerca. Soy perfectamente consciente de ello. Lo hago apropósito, por supuesto. Pero aparento ser completamente descuidada. Intento pegarme todo lo posible, esta vez, no para atraerle (pues ya he conseguido, de momento, ese objetivo) sino para susurrar de una forma más íntima. — De echo, me salvaría si me lleva lejos. Creo que me excedí hace un momento cuándo quise llamar su atención.. puedo notar cómo me miran por la espalda — “Y me estoy muriendo de vergüenza” es lo que dicen mis ojos, parpadeando, y mis mejillas ligeramente sonrosadas. Me muerdo el labio inferior en una señal de coquetería, en este caso, más de inocencia completamente inofensiva. Hace dos segundos he gritado en medio de la sala, cuándo ya de por si con el choque nos habían mirado. Estoy agarrada de su brazo y, además, puedo notar cómo el indeseable muchacho al que mandé a por una copa regresa con ella especialmente rápida. ¿Es que no tiene ojos en la cara? ¿No ve que estoy cerca de otro hombre por propia voluntad? No, claro que no, los hombres sólo ven lo que quieren ver en cada momento.
Carraspeo ligeramente y le insto a empezar el camino hacia delante, porque de verdad me da mucha vergüenza la situación y no quiero pasar allí de pie ni un segundo más. Eso doy perfectamente a entender. Y que prefiero pasar el resto de la velada a su lado ha sido una indirecta, muy directa.
Yulia Mendelsohn- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 14/11/2012
Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
Lo peor ha pasado, o al menos intento convencerme de ello para darme el valor suficiente y terminar lo que ya he empezado. Como buen pesimista, en el fondo sé que existe una gran posibilidad de que esa noche termine haciendo el ridículo de mi vida, pero intento, por lo menos esa noche, aferrarme un poco al positivismo que he dejado de lado por tanto tiempo. Eso es lo que me anima a seguir caminando, con la espalda erguida y mi brazo firme enredado en el suyo, fingiendo que sigo siendo un caballero de ensueño enfundado en un impecable y costoso traje (a pesar de la mancha que ella ha provocado) y no un ebrio cualquiera con una patética vida que se levanta todas las mañanas maldiciendo no haber muerto durante sus horas de sueño. Hago mi mejor esfuerzo, por ella, quizá también por mí.
La cercanía me permite olfatear su exquisita fragancia, tanto la natural que emana de sus poros y la tersa piel que posee, como la artificial proveída por ese sutil y encantador perfume que ha decidido utilizar. También puedo sentir la tibieza de su cuerpo a través de la tela de mi traje, y agradezco con el alma que ella no cuente con las habilidades propias de la licantropía o se daría cuenta de lo caliente que esta el mío, algo normal desde que fui maldecido, un signo de que ya no soy completamente humano, de que nunca más lo seré.
Tomo su mano y le ayudo a subir al carruaje. Le sonrío y todavía no se cómo me atrevo a hacerlo. Quizá me he resignado, quizá ella se ha portado lo suficientemente amable. Enseguida subo yo y tomo asiento a su lado. La puerta del coche se cierra tras de mí y empezamos a movernos. Un silencio incómodo se hace presente. Intento distraerme y disipar un poco la tensión que crece a pasos agigantados, al ritmo de los corceles que galopan fuera de la cabina, mirándolos a través del cristal de la ventanilla, pero enseguida me doy cuenta de que no puedo recurrir a esa estúpida excusa durante todo el camino.
¿Cuántos hombres matarían a sangre fría por poder estar en mi lugar? No puedo llegar a imaginármelo. Cientos, miles, muchísimos más probablemente. Quizá debería aprovechar el momento, después de todo, se lo debo a todos esos infelices que nunca tendrán la oportunidad que la vida me ha dado, sin tampoco merecerla.
—¿Le ha gustado la función? —le pregunto, trayendo mi vista nuevamente al interior del carruaje.
Como siempre, no tengo otro tema para conversar que no sea el mismo de siempre: mi trabajo. ¿De qué hablar sino? ¿De cómo llego a casa todas las noches y me recluyo en la oscuridad para beber sin reparo alguno? No. Aunque sé que tarde o temprano habrá de descubrir el patético ser en el que me he convertido, pero prefiero que sea de otra forma. O puede que ya lo sepa, las habladurías en la ciudad viajan a la velocidad de la luz.
El coche se detiene y el chofer abre la puerta anunciándonos la llegada a la que ha sido mi casa desde hace varios años. Una enorme y lujosa propiedad se abre paso ante nuestros ojos. Tiene un extenso jardín con un par de fuentes que hace tiempo están secas. El pasto también está seco, descuidado, marchito. Es poco el verde que puede apreciarse. La residencia se encuentra en penumbras, por lo que es difícil que a simple vista los visitantes o transeúntes que pasen por allí, puedan darse cuenta de la cantidad exacta de habitaciones con las que cuenta la casa, pero son 14 exactamente. Es una majestuosa casa, pero cualquiera (menos yo, hasta ese momento) puede darse cuenta de que está descuidada.
—Es el día de descanso de todos los empleados, así que la atenderé yo mismo —le hago saber en cuanto la hago pasar a la sala.
He mentido por segunda ocasión en la noche, puesto que los empleados no están de descanso, sencillamente no los tengo. Los he despedido hace meses atrás porque su presencia me resultaba molesta. Deseaba estar solo. He estado solo durante todo este tiempo. Esa es la razón por la cual todo el interior de la casa se encuentra también en malas condiciones. Hay polvo por todos lados y algunas telarañas hacen acto de presencia.
Con ayuda del fuego, enciendo las velas y las lámparas de pared. La luz muestra una sala de estar de gran tamaño. Una mesa de centro hecha de caoba pura, macizas columnas con cortinas azules de terciopelo. También hay un ventanal y las paredes se encuentran tapizadas en color mostaza, el mismo color que tiene la alfombra. Los sillones se encuentran llenos de cojines, son amplios, elegantes y acogedores, pero el cuarto está frío porque casi nunca se enciende la chimenea. Es una casa hermosa pero silenciosa, solemne pero quizá hasta un poco deprimente.
—¿Quiere beber algo? —pregunto cuando me acerco a la pequeña cantina, imprescindible para un hombre como yo.
Sirvo dos copas y me acerco a ella, con la mano ligeramente temblorosa, pero haciendo un gran esfuerzo para que no se note. Le ofrezco una copa y la otra me la quedo. Doy un sorbo al brandy escocés y siento que me relaja al instante.
—Disculpe la manera en la que me he portado, es sólo que… —hablo torpemente, siendo víctima de mis múltiples inseguridades—, no estoy acostumbrado. —Bajo la vista un momento y miro la copa entre mis manos. Me siento realmente avergonzado por lo ocurrido esa noche. —He sido grosero, impertinente y ruin, y yo… ¡Ni siquiera sé su nombre, ni siquiera se lo he preguntado! Vaya acompañante que ha obtenido esta noche, señorita —comento con pesadumbre, sintiendo asco de mí mismo.
De pronto, de manera realmente inesperada y yendo en contra de mis recientes actos y verdaderos deseos, siento el ligero impulso de correrla, de echarla a la calle, de gritarle que le deje solo. Es el miedo haciendo acto de presencia. Por fortuna logro controlarme y me mantengo tan sosiego como antes.
—Puede irse cuando quiera si así lo desea, si se aburre, el carruaje estará a su entera disposición. Aunque si debo decirlo, sinceramente espero que se quede…
La cercanía me permite olfatear su exquisita fragancia, tanto la natural que emana de sus poros y la tersa piel que posee, como la artificial proveída por ese sutil y encantador perfume que ha decidido utilizar. También puedo sentir la tibieza de su cuerpo a través de la tela de mi traje, y agradezco con el alma que ella no cuente con las habilidades propias de la licantropía o se daría cuenta de lo caliente que esta el mío, algo normal desde que fui maldecido, un signo de que ya no soy completamente humano, de que nunca más lo seré.
Tomo su mano y le ayudo a subir al carruaje. Le sonrío y todavía no se cómo me atrevo a hacerlo. Quizá me he resignado, quizá ella se ha portado lo suficientemente amable. Enseguida subo yo y tomo asiento a su lado. La puerta del coche se cierra tras de mí y empezamos a movernos. Un silencio incómodo se hace presente. Intento distraerme y disipar un poco la tensión que crece a pasos agigantados, al ritmo de los corceles que galopan fuera de la cabina, mirándolos a través del cristal de la ventanilla, pero enseguida me doy cuenta de que no puedo recurrir a esa estúpida excusa durante todo el camino.
¿Cuántos hombres matarían a sangre fría por poder estar en mi lugar? No puedo llegar a imaginármelo. Cientos, miles, muchísimos más probablemente. Quizá debería aprovechar el momento, después de todo, se lo debo a todos esos infelices que nunca tendrán la oportunidad que la vida me ha dado, sin tampoco merecerla.
—¿Le ha gustado la función? —le pregunto, trayendo mi vista nuevamente al interior del carruaje.
Como siempre, no tengo otro tema para conversar que no sea el mismo de siempre: mi trabajo. ¿De qué hablar sino? ¿De cómo llego a casa todas las noches y me recluyo en la oscuridad para beber sin reparo alguno? No. Aunque sé que tarde o temprano habrá de descubrir el patético ser en el que me he convertido, pero prefiero que sea de otra forma. O puede que ya lo sepa, las habladurías en la ciudad viajan a la velocidad de la luz.
***
El coche se detiene y el chofer abre la puerta anunciándonos la llegada a la que ha sido mi casa desde hace varios años. Una enorme y lujosa propiedad se abre paso ante nuestros ojos. Tiene un extenso jardín con un par de fuentes que hace tiempo están secas. El pasto también está seco, descuidado, marchito. Es poco el verde que puede apreciarse. La residencia se encuentra en penumbras, por lo que es difícil que a simple vista los visitantes o transeúntes que pasen por allí, puedan darse cuenta de la cantidad exacta de habitaciones con las que cuenta la casa, pero son 14 exactamente. Es una majestuosa casa, pero cualquiera (menos yo, hasta ese momento) puede darse cuenta de que está descuidada.
—Es el día de descanso de todos los empleados, así que la atenderé yo mismo —le hago saber en cuanto la hago pasar a la sala.
He mentido por segunda ocasión en la noche, puesto que los empleados no están de descanso, sencillamente no los tengo. Los he despedido hace meses atrás porque su presencia me resultaba molesta. Deseaba estar solo. He estado solo durante todo este tiempo. Esa es la razón por la cual todo el interior de la casa se encuentra también en malas condiciones. Hay polvo por todos lados y algunas telarañas hacen acto de presencia.
Con ayuda del fuego, enciendo las velas y las lámparas de pared. La luz muestra una sala de estar de gran tamaño. Una mesa de centro hecha de caoba pura, macizas columnas con cortinas azules de terciopelo. También hay un ventanal y las paredes se encuentran tapizadas en color mostaza, el mismo color que tiene la alfombra. Los sillones se encuentran llenos de cojines, son amplios, elegantes y acogedores, pero el cuarto está frío porque casi nunca se enciende la chimenea. Es una casa hermosa pero silenciosa, solemne pero quizá hasta un poco deprimente.
—¿Quiere beber algo? —pregunto cuando me acerco a la pequeña cantina, imprescindible para un hombre como yo.
Sirvo dos copas y me acerco a ella, con la mano ligeramente temblorosa, pero haciendo un gran esfuerzo para que no se note. Le ofrezco una copa y la otra me la quedo. Doy un sorbo al brandy escocés y siento que me relaja al instante.
—Disculpe la manera en la que me he portado, es sólo que… —hablo torpemente, siendo víctima de mis múltiples inseguridades—, no estoy acostumbrado. —Bajo la vista un momento y miro la copa entre mis manos. Me siento realmente avergonzado por lo ocurrido esa noche. —He sido grosero, impertinente y ruin, y yo… ¡Ni siquiera sé su nombre, ni siquiera se lo he preguntado! Vaya acompañante que ha obtenido esta noche, señorita —comento con pesadumbre, sintiendo asco de mí mismo.
De pronto, de manera realmente inesperada y yendo en contra de mis recientes actos y verdaderos deseos, siento el ligero impulso de correrla, de echarla a la calle, de gritarle que le deje solo. Es el miedo haciendo acto de presencia. Por fortuna logro controlarme y me mantengo tan sosiego como antes.
—Puede irse cuando quiera si así lo desea, si se aburre, el carruaje estará a su entera disposición. Aunque si debo decirlo, sinceramente espero que se quede…
Tristan Rêveur- Licántropo Clase Alta
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Re: Una bella utopía, eso eres. | Privado.
Camino triunfal hacia la salida colgada del brazo del ilusionista. ¿Qué irónico, no? Un ilusionista cayendo bajo mi propia ilusión. Y yo pensando que podría ser algo más complicado que los demás.. Una vez más compruebo mi teoría; todos son iguales. Ante una cara bonita, una sonrisa y unas pocas palabras amigables acaban cegados. Dejándose llevar por una falsa apariencia y una pésima intuición, creían ilusos que una mujer como la Yulia que interpretaba existía y, además, les prestaba tales atenciones a seres ruines como lo eran ellos. Esa era la ilusión más grande de todas. Y, de nuevo, la presa empieza a caer ante el embrujo de mis ojos. Aunque puede que esta presa sea algo diferente. Insegura, sin saber aparentar lo contrario. Menos altiva, en apariencia. Un rastro del hombre que algún día fue. La cicatriz en su cara le había dejado algo más que una secuela física. Pasara lo que pasara, esa marca era sólo exterior, la verdadera herida permanecía bajo todas esas capas de indiferencia hacia si mismo. Es interesante. Muy interesante. Siempre es un placer descubrir trapos sucios y excavar hasta sacarlos a la superficie para después hurgar en la herida hasta que vuelva a sangrar. No soy de las que va curando problemas ajenos.. ni mucho menos. Mi felicidad es la única que importa. Ellos me convirtieron en lo que soy ahora y por eso tienen que sentirme en sus propias carnes. ¡Deberían estar orgullosos! Soy perfecta.
Tristán camina a mi lado, hasta el carruaje que nos llevará a su morada, deduzco. Caballerosamente me ayuda a subir y él me sigue. Después de que el cochero iniciara la marcha, se hizo el silencio entre nosotros. A esas horas sólo estaba presente la luz tenue de los farolillos que nos iluminaban a medida que avanzábamos por las calles. Unas calles solitarias. No se escuchaba murmullo alguno, mas que el que producía el propio carromato en el que iba montada y el repicar de los caballos. Dentro del carro, sin embargo, la oscuridad reinaba y eso me daba la oportunidad perfecta de analizar descaradamente al hombre frente a mi. Podía ver cuestionablemente bien en la oscuridad, habilidad que agradezco a mi “amo”, sin el cual no habría podido desarrollarla como es debido. Después de años y años siendo la oscuridad parte de tu hábitat, acababas por acostumbrarte a verlo todo. Él mira por la ventanilla, distraído, en su propio mundo que intuyo es una característica frecuente en él. Fuera del escenario parecía alguien completamente diferente. Cuándo dejaba de ser el ilusionista y se convertía en Tristán, el hombre desdichado y lúgubre, también se perdía en si hasta que alguien (en este caso, yo) le hacía volver a la realidad. De ahí su desconcierto y desorientación ocasional. Oculto mi sonrisa, pues no sé qué tan bien está su vista y si algo sé es que las apariencias pueden engañar. Y ese hombre, simple a la vista, tal vez esconda a una bestia dentro. No, estoy segura de que la esconde. Algo esconde y muero en deseo de descubrir qué es y exprimirlo al máximo en mi beneficio. No me será complicado descubrirlo. Él, para mi, es como un libro abierto. Siento que puedo leerlo a la perfección cuándo acabo de conocerlo, personalmente, en unos días.. no habrá nada que me oculte.
Aunque el silencio se alarga (demasiado a mi parecer) no pienso dar el primero paso, sé que lo hará él. Y, efectivamente, no pasa mucho tiempo hasta que con una pregunta suya empezamos una conversación banal sobre su función. Me pregunta si me ha gustado ¿Qué espera que responda? ¿Qué no? Vamos, ahí ya se estaba pasando de modesto. Era un famoso ilusionista y le acababa de arrastrar al carruaje, prácticamente, obligándole a llevarme con él. ¿Qué mierda de pregunta era esa? Eso me hubiese gustado responder. Hubiese sido gracioso, de hecho, ver su reacción. Pero me comporté como la perfecta dama recatada y le mostré mi fascinación por sus trucos de magia en lo que restó de viaje.
― Gracias por el ofrecimiento, pero no acostumbro a tomar demasiado y creo que hoy ya pasé mi límite en su evento ― Sonrío cálidamente. Fijo no darme cuenta en absoluto de todo lo que me rodea y simplemente le sigo allá dónde me quiere llevar y él es el único al que veo de verdad. Lo miro descaradamente sin ocultar mi interés. No me iré de allí hasta dejarlo sin aliento y sin ningún otro pensamiento en toda la noche que no sea el de volver a verme. Tampoco va a hacerme daño, parece indefenso.. Aunque, por si decide sacar las uñas en privado, tengo mis propios trucos que evitarán cualquier desenlace que no sea el que yo desee. No sería la primera vez (Que chistoso) ni la última. Le doy un poco de margen mientras toma y decido dar una vuelta por la estancia, observando los adornos y tocando con suavidad los muebles y los tapizados. Son muebles de calidad, admito y bien decorados y conjuntados entre sí. Su voz me atrae a mirarle de nuevo y dejo de caminar, dándole toda mi atención al pequeño intento de disculpa por su actitud. No ha sido tan mala, a decir verdad, pero lo de que no está acostumbrado lo supe con la primera mirada que me dedicó. Sonrío ante su propuesta, estúpida. ¿Irme? Claro, para eso he puesto tanto empeño en acompañarle, para irme ahora.. ¿Es que es tonto? ¿Por qué pone tanto empeño por echarme de su lado? ¡Vamos! Me dan ganas de sacudirle y decir: ¡Despierta! Estoy interesada en ti, lo sabes, no huyas. No seas cobarde
Sé que debo sonrojarme y fingir que tomo su oferta como una verdadera invitación para marcharme. Que le molesto. Pero.. me enfada esa actitud tan cobarde. Realmente me molesta. Así que.. voy a probar a enseñarle un poco sobre mi yo real. Camino de nuevo, esta vez hacia él y me paro a escasos milímetros. Mi mano sube por su pecho hasta detenerse en uno de los pliegues de su camisola blanca. Primero miro hacia allí, pero después subo el rostro para mirarle a él. ― ¿Cree que quiero marcharme? ― No espero una respuesta, en seguida sonrío de nuevo y alzo para besar su mejilla. Por llamarlo de alguna forma ya que, en realidad, ha sido un rocecillo de nada con mis labios. Pero a pesar de eso, para la Yulia tímida que él ha conocido, es un gran atrevimiento. ― Me llamo Yulia, es un placer conocerte, Tristán ― En cuánto me alejo, coloreo mis mejillas y vuelvo a ser la “yo” que me propongo ser delante suya. Me doy la vuelta y de nuevo camino por la estancia aunque esta vez con más entusiasmo. ― Tienes un salón maravilloso, me encanta la decoración. Seguro que el resto de la casa es igual.. ― ¿Y bien? ¿Ya he hecho lo necesario para que deje de estar atontado conmigo o necesitará una segunda dosis de realidad?
Tristán camina a mi lado, hasta el carruaje que nos llevará a su morada, deduzco. Caballerosamente me ayuda a subir y él me sigue. Después de que el cochero iniciara la marcha, se hizo el silencio entre nosotros. A esas horas sólo estaba presente la luz tenue de los farolillos que nos iluminaban a medida que avanzábamos por las calles. Unas calles solitarias. No se escuchaba murmullo alguno, mas que el que producía el propio carromato en el que iba montada y el repicar de los caballos. Dentro del carro, sin embargo, la oscuridad reinaba y eso me daba la oportunidad perfecta de analizar descaradamente al hombre frente a mi. Podía ver cuestionablemente bien en la oscuridad, habilidad que agradezco a mi “amo”, sin el cual no habría podido desarrollarla como es debido. Después de años y años siendo la oscuridad parte de tu hábitat, acababas por acostumbrarte a verlo todo. Él mira por la ventanilla, distraído, en su propio mundo que intuyo es una característica frecuente en él. Fuera del escenario parecía alguien completamente diferente. Cuándo dejaba de ser el ilusionista y se convertía en Tristán, el hombre desdichado y lúgubre, también se perdía en si hasta que alguien (en este caso, yo) le hacía volver a la realidad. De ahí su desconcierto y desorientación ocasional. Oculto mi sonrisa, pues no sé qué tan bien está su vista y si algo sé es que las apariencias pueden engañar. Y ese hombre, simple a la vista, tal vez esconda a una bestia dentro. No, estoy segura de que la esconde. Algo esconde y muero en deseo de descubrir qué es y exprimirlo al máximo en mi beneficio. No me será complicado descubrirlo. Él, para mi, es como un libro abierto. Siento que puedo leerlo a la perfección cuándo acabo de conocerlo, personalmente, en unos días.. no habrá nada que me oculte.
Aunque el silencio se alarga (demasiado a mi parecer) no pienso dar el primero paso, sé que lo hará él. Y, efectivamente, no pasa mucho tiempo hasta que con una pregunta suya empezamos una conversación banal sobre su función. Me pregunta si me ha gustado ¿Qué espera que responda? ¿Qué no? Vamos, ahí ya se estaba pasando de modesto. Era un famoso ilusionista y le acababa de arrastrar al carruaje, prácticamente, obligándole a llevarme con él. ¿Qué mierda de pregunta era esa? Eso me hubiese gustado responder. Hubiese sido gracioso, de hecho, ver su reacción. Pero me comporté como la perfecta dama recatada y le mostré mi fascinación por sus trucos de magia en lo que restó de viaje.
***
La mansión del ilusionista no es nada del otro mundo. Parecida a la de cualquier otro caballero adinerado que haya visto y visitado, con la excepción de la dejadez visible en cada rincón del lugar. No tanto en la fachada como en el interior. “Es el día de descanso de todos los empleados, le atenderé yo mismo”. ¿El día de descanso de los empleado? Ya, claro ¿Y qué más? Tristán no sabe mentir. Bueno, ni siquiera sé si puede considerarse una mentira, porque seguramente lo que quiere es impresionarme. Decir que no tiene personal desde luego no sería lo mejor para que una muchacha de mi calibre le viera con buenos ojos. Si él supiera que me da exactamente igual... ¿Se quedaría aún más fascinado o, por el contrario, lo tomaría como una rareza extrema? Después de todo, entre clases altas, el dinero y la apariencia es lo máximo. Y está claro que a él no puede importarle menos la apariencia, habitualmente, o de lo contrario tendría verdaderos empleados que le mantuvieran la casa. Podía permitírselo, estaba segura. ¿Cuál era, entonces, el motivo del descuido? Mantenía sus pertenencias como así mismo, descuidado.― Gracias por el ofrecimiento, pero no acostumbro a tomar demasiado y creo que hoy ya pasé mi límite en su evento ― Sonrío cálidamente. Fijo no darme cuenta en absoluto de todo lo que me rodea y simplemente le sigo allá dónde me quiere llevar y él es el único al que veo de verdad. Lo miro descaradamente sin ocultar mi interés. No me iré de allí hasta dejarlo sin aliento y sin ningún otro pensamiento en toda la noche que no sea el de volver a verme. Tampoco va a hacerme daño, parece indefenso.. Aunque, por si decide sacar las uñas en privado, tengo mis propios trucos que evitarán cualquier desenlace que no sea el que yo desee. No sería la primera vez (Que chistoso) ni la última. Le doy un poco de margen mientras toma y decido dar una vuelta por la estancia, observando los adornos y tocando con suavidad los muebles y los tapizados. Son muebles de calidad, admito y bien decorados y conjuntados entre sí. Su voz me atrae a mirarle de nuevo y dejo de caminar, dándole toda mi atención al pequeño intento de disculpa por su actitud. No ha sido tan mala, a decir verdad, pero lo de que no está acostumbrado lo supe con la primera mirada que me dedicó. Sonrío ante su propuesta, estúpida. ¿Irme? Claro, para eso he puesto tanto empeño en acompañarle, para irme ahora.. ¿Es que es tonto? ¿Por qué pone tanto empeño por echarme de su lado? ¡Vamos! Me dan ganas de sacudirle y decir: ¡Despierta! Estoy interesada en ti, lo sabes, no huyas. No seas cobarde
Sé que debo sonrojarme y fingir que tomo su oferta como una verdadera invitación para marcharme. Que le molesto. Pero.. me enfada esa actitud tan cobarde. Realmente me molesta. Así que.. voy a probar a enseñarle un poco sobre mi yo real. Camino de nuevo, esta vez hacia él y me paro a escasos milímetros. Mi mano sube por su pecho hasta detenerse en uno de los pliegues de su camisola blanca. Primero miro hacia allí, pero después subo el rostro para mirarle a él. ― ¿Cree que quiero marcharme? ― No espero una respuesta, en seguida sonrío de nuevo y alzo para besar su mejilla. Por llamarlo de alguna forma ya que, en realidad, ha sido un rocecillo de nada con mis labios. Pero a pesar de eso, para la Yulia tímida que él ha conocido, es un gran atrevimiento. ― Me llamo Yulia, es un placer conocerte, Tristán ― En cuánto me alejo, coloreo mis mejillas y vuelvo a ser la “yo” que me propongo ser delante suya. Me doy la vuelta y de nuevo camino por la estancia aunque esta vez con más entusiasmo. ― Tienes un salón maravilloso, me encanta la decoración. Seguro que el resto de la casa es igual.. ― ¿Y bien? ¿Ya he hecho lo necesario para que deje de estar atontado conmigo o necesitará una segunda dosis de realidad?
Yulia Mendelsohn- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/11/2012
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