Un paseo por lugares desconocidos

Recién se había alimentado, estaba enfadado con Oriana y a ella parecía no querer importarle. Ese maldito orgullo que iba a terminar con la relación que tenían. Se había alimentado más por ira que por otra cosa, más por hacerle pagar a otro lo que ella le había hecho, lo dolido que se sentía y lo triste que había quedado después de esa fatídica pelea. No quería volver con ella.

Pero sin ella ¿Qué era él? No era nada, ni siquiera una migaja de lo que podría llegar a ser a su lado, no creía que tampoco él mismo tuviera deseos de ser algo sin su presencia para acompañarlo. ¿Tanto la amaba? ¿Al grado de pensar que su vida terminaba sin ella? Caminó entre las solitarias y oscuras calles de París sin nada más que sus sombríos pensamientos, el hostal donde se quedaba era de los más lejanos a casa y eso era más que nada para no tener la tentación de regresar con ella. No aún.

Podía sentir el aire, la noche y todas aquellas criaturas que pululaban sin descanso, como los maleantes que iban persiguiendo sin descanso a las jovencitas que solían salir de noche. Como las criaturas indefensas que eran más una carnada que otra cosa para ellos. Una muchacha en particular, iba siendo vigilada por 3 personas que al parecer no tenía muy buenas intenciones para con ella.

¿Qué hacer? No era su problema y no obstante algo le hizo acercarse, porque esa mujer se parecía a alguien que había conocido siendo humano, hace ya tantísimo tiempo, alguien a quien añoraba con especial fervor y si ella, aunque fuera por solo unos minutos podía darle esa sensación de compañía nuevamente, entonces nada estaba perdido, entonces él podría dejar de añorarla tanto. Con tanta intensidad.

-Te has perdido pequeña mía-murmuró no observándola a ella, sino a los malechores que la iban siguiendo-Que bueno que te he encontrado-frunció el ceño y se movió rápidamente para atacarlos y deshacerse de ellos sin que ella pudiera reaccionar

Se bebió cada gota de su sangre, cada mínima gota de aquél elixir que lo mantenía con vida, nunca solía hacer eso. Alimentarse frente a un humano era poco menos que estúpido, era poco menos que suicidio, si lo delataba, si acaso decía algo.

-Iban a matarte-comentó siguiendo su paso como si hubiera estado a su lado en todo momento-Lamento sobresaltarte-pidió disculpas sin fijarse si de verdad lo había hecho o no-¿Estás bien? No deberías andar en la calle tan noche

Escuchaba su corazón repiquetear contra su pecho con fuerza, con demasiada fuerza. Así que la había espantado de más. Se quedó quieto, sin hacer movimientos bruscos para no causarle un ataque de pánico. No entendía a las muchachas jóvenes de la época, algunas de ellas hacían cosas estúpidas para ponerse en peligro así, en todas las ciudades.

-¿Vas a desmayarte?-la tomó del brazo para llevarla casi cargando a una banca cercana-

Estaba pálida y parecía sudar copiosamente, si le pasaba algo por su culpa, además de irresponsable, sería tonto huir, entonces era mejor empezar ahora mismo a evitar los daños causados y por causar. Esperaría a que se pusiera bien para que pudiera irse a casa sola.

-No quería sobresaltarte, ellos iban a hacerte cosas malas y lo único que se me ocurrió fue fingir que te conocía-murmuró suspirando lentamente-Esperaremos un poco a que tengas un mejor color y con gusto te dejaré ir a casa

Como había pensado antes, matar a esos hombres delante suyo no era buena idea, la tomó de la mano para tomarle el pulso y sacó de uno de sus bolsillos un par de dulces que le entregó para que los comiera, los había comprado hace poco para unos niños y le habían sobrado bastante.

-Soy Yuuhan Asahi-Se presenta sentándose a su lado

Esas eran las cosas que hacían que Oriana se enfadara con él, hablar con las mujeres como si fueran sus iguales, como si lo único que hiciera con ellas era coquetear. Estaba y estaría enamorado de Oriana mucho tiempo, el hacer eso con otra persona era lo que lo había llevado a pelear con ella en primer lugar y aunque no le encontraba nada de malo, simplemente no podía evitarlo, porque si veía a las personas de las bajas clases sociales como sirvientes, entonces odiaría a toda la clase baja.

-Por eso preferí intervenir, no quería ver cómo te hacían daño si podía evitarlo

Más que nada por… algo que no entendía. Se parecía demasiado a aquella persona que había muerto hacía ya demasiado tiempo. La observó hablar atento, como pocas veces observaba a las personas, como si al observarla pudiera empaparse de sus gestos, de su mirada y sus expresiones. El sentimiento de protegerla que le nacía cada minuto se hacía más intenso e inexplicable.

-Un placer Lanna

Era un verdadero trabajo para él no tratarla como una sirvienta, intentaba verla como una mujer, como una persona más y ella haciendo ese tipo de cosas, recordarle su clase social, simplemente no ayudaban a que él fuera un caballero. No quería que lo mencionara, que hablara de lo terrible que era él. De lo espantoso que era ver que le hablaba a una sirviente como su igual.

-No eres mi sirviente y no me debes nada, a mi no debes servirme-murmuró seco-Solamente quería ayudarte y lo hice por mi propia voluntad, no porque quiera que me sirvas o que me pagues algo

O con algo. No quería pensar en eso. Lo ponía de mal humor con solo pensarlo. Al parecer Oriana le había calado hondo esta vez. Al parecer demasiado hondo.

Eran esos pequeños detalles de los humanos, inexplicables y muchas veces absurdos, lo que lo desesperaban muchas veces. Ella había visto y sabía que era un vampiro, sabía a ciencia cierta que tenía algo extraño, que no todo era normal, no obstante esa necedad de los seres humanos tan… odiosa. Tenía que entenderlos, sus mentes se aferraban a lo que creían para no enloquecer. Y aún sabiéndolo perfectamente, no podía evitar volverse un poco demente cada que lo hacían de vuelta.

-No creo que sea correcto preocuparse por mi en estas circunstancias ¿No lo crees?-murmuró arqueando una ceja-

Paciencia. Paciencia. Porque sus vidas eran muy pequeñas, muy cortas y llenas de supersticiones para que él perdiera la paciencia con cada habitante de París que no quisiera entender su naturaleza vampírica. Tantos años y él aún no era capaz de entender y ser paciente al respecto. Nunca aprendería a respetarlos y amarlos, solamente podía atinar a proteger a unos cuantos cada siglo o cada milenio y desatenderse del asunto cuando cada protegido muriera. Así era él.

Protegía solamente para sentirse mejor consigo mismo, ni siquiera llegaba a malvado de libros, solamente era un patético espectador que no podía decidir ahora mismo por su propia cuenta. No quería decidir, quería que ella siguiera siendo su todo. Su absoluto todo. No quería nada más y temía el momento en el que eso cambiara.

-Una cosa es el agradecimiento y eso lo entiendo, pero otra muy distinta es el servilismo y eso no estoy dispuesto a aceptarlo, al menos no si no trabajas para mi-y se cruzo de brazos ligeramente indignado consigo mismo

¿Por qué siempre era el mismo cuento? No quería aceptar que había sirvientes y que los criaban en base a ello, servir a otros, a otros adinerados que pudieran hacer lo que quieran con sus vidas. No quería entenderlo ni aceptarlo, por su maldito y estúpido pasado enfermizo. Jamás podría cambiar eso y ella era tan… dulce y frágil.

Tan contraria a Oriana.

-No necesito ayuda con eso, he tomado mi decisión al respecto.-sonrió sin decir nada más-

Oriana tan fuerte, tan enojona, tan independiente a él, ¿Era eso lo que odiaba de ella? ¿Qué no dependiera de él así como él de ella? ¿Qué no pudiera manejarla ni entenderla? No lo entendía en lo absoluto. Había veces que la amaba y otras tantas, como esa ocasión, en la que desearía que fuera un poco más como Lenna y menos como si misma, menos… agresiva. Le gustaría, pero entonces dejaría de ser Oriana y por lo tanto perdería interés total para él.

Si, se arrepentía completamente de haberla salvado. Esa muchacha no se callaba, no bastaba y por si fuera poco dudaba. Estaba demasiado hecho a la vieja usanza y acostumbrado a ella. A que ella decidía por su cuenta, a que ella pensaba y hacía lo que fuera su voluntad. Amaba su independencia innata, amaba cada gesto de ella, porque las mujeres de ese siglo jamás podrían igualarla. Él jamás encontraría otra como él.

Que lo odiara igual, que lo amara igual. Era entonces… cuando se recordaba a si mismo todas aquellas cosas que en un inicio había amado de Oriana, todas aquellas cosas que ni siquiera sabía que podían amarse. Ahora era capaz de entenderlo, siempre compararía al resto con ella. Con su hermosa mujer, amante y esposa.

Nunca encontraría alguien como ella y de cierta manera estaba bien, de cierta manera… le rompía el corazón. La odiaba y la amaba. Antes solamente podía sentir amor, ahora solo… no quería que continuara haciéndole daño. Y eso era algo que jamás podría evitarse. La observó largamente y frunció el ceño. Si, demasiado acostumbrado a ella.

Al menos todavía…

-Si tanto interés tienes en que te mate siempre puedo hacerlo, solamente necesitas seguir terminándote mi paciencia así-respondió frío e impersonal

Su amabilidad se desvaneció un tanto y él tuvo que volver a esa lucha de poderes entre su lado demente y su lado cuerdo, quería destrozarle el cuerpo a golpes, destrozarle la tráquea para que dejara de decir estupideces y dejar de… enfadarlo así. Quería cumplir sus miedos para que dejara de temerle de una maldita vez. Solamente la observó y elevó la mirada al cielo. Si ella se percataba de su mirada de odio entonces estaría espantada y haría ese molesto ruido que hacen los humanos cuando se asustan.

Entonces ya no los amaba tanto.

-A mi alma no le hacen bien cosas como esas

Alma. Ese estúpido invento de la era cristiana.

Arqueó la ceja y la observó por un momento, con los brazos cruzados y completamente inmóvil como una estatua, olvidándose de que a los humanos aquellos les ponía los pelos de punta que ellos, los vampiros, no se movieran. Cuánta desesperación sintió entonces, cuánto enfado, cuánta… ira. Su rostro permaneció inmutable mientras él reprimía su instinto asesino y al abrir la boca, supo que iba a volver a matar. Que iba a destrozarle la garganta a alguien solamente por ella.

-Nunca la cambiaré por nadie, no hay mujer mejor que ella para mi-susurró no creyéndose completamente todas sus palabras, no obstante, ella no tenía porque saberlo-Es mi esposa, es mi amante… y mi amiga de cierto modo. Pendiente de sus errores, sus virtudes son mayores que las de cualquiera

O eso veía él en ella. Eso era lo que… quería creer de si mismo. Que la conocía mejor que nadie y por eso podía amarla como lo hacía. Por eso podía darse el lujo de irse cuando no soportaba más y regresar para mantener la misma relación de siempre. Oriana no cambiaría, entonces lo haría él, para adaptarse a ella y no morir en el intento de sobrevivir sin su compañía. Ah Yuuhan, siempre tan predecible.

-Anda entonces, si crees llegar con vida-se encogió de hombros jugando con las palabras un poco-Anda y espero llegues con bien.

Acababa de preguntarle su decisión y preguntaba, justo después de que él se había sincerado un poco, que de qué hablaba, que a quien no podía dejar. Hizo un gesto vago con la mano, restándole importancia, preguntándose secretamente si al menos ella estaba siguiendo la línea de las palabras que le dedicaba, no parecía siquiera estarle prestando atención.

Era demasiado quisquilloso para soportar que alguien lo ignorara de esa manera, demasiado egocéntrico, demasiado… él mismo, no podía soportarlo, simplemente podía con él. Suspiró restándole importancia, porque no tenía caso enfadarse con una humana que a final de cuentas era solo eso, una humana. Jamás pensó, al ser convertido, que llegaría a eso. A sentirse de esa manera frente a un humano.

Esa maldita ambivalencia entre amarlos, odiarlos y tenerles el más intenso desprecio. No lo entendía y tampoco le importaba. Simplemente te trataba de soportarlo, ocultarlo y pretender no hacerle daño a nadie, no a nadie que no lo mereciera. De todas formas… condenado ya estaba.

-Todos tenemos miedo a morir de una forma o de otra, todos tememos que… no haya nada después de la muerte-murmuró bajándole un poco a su mal humor-No es culpa de nadie si no más que de nosotros mismos, estamos dándole a todos un poder demasiado fuerte, cualquiera puede venir a matarnos en cualquier momento, a intentarlo siquiera y nosotros ya estamos instantáneamente desarmados ante esa persona ¿Dónde queda nuestra valía entonces? ¿Dónde queda nuestra… fuerza? ¿Nuestro poder interno?

Al menos el gusto por defendernos a nosotros mismos. No servimos de nada entonces si no es de esa manera. Cada quien tenía, por defecto, que tener el valor para defender su propia vida, de todos, de las humillaciones, de los problemas, de los… seres que solo buscan hacer daño a todos. Entonces ¿Por qué ella no?

En ese siglo a las mujeres se les enseñaba que no eran nada sin un hombre. Cómo añoraba esos tiempos donde las mujeres eran lo más fuerte que alguien podría conocer jamás. Cómo le hacían falta esos tiempos. Ella. Porque Oriana era la perfecta representación de una mujer capaz.