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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Dimitri Lumière Dom Ago 01, 2010 7:14 am

Ni un día más.
No. Ni un sólo día más.
Volví a pasear la mirada alrededor de la habitación. El suelo de frío marmol tintado de negro estaba ahora teñido de sangre. Ya eran treinta y dos las mujeres que había devorado esta noche. Ni una sola superviviente.
La cabeza me daba vueltas. De pie frente a todos aquellos cadáveres, olí la sangre podrida de todas aquellas damas.

-Pardon, pardon... -dije mirándolas una y otra vez. Aquella rubia de ojos grandes, la morena de rizos infinitos, aquella dama de piel oscura... Me sentí mareado. Había trascendido el límite. Aquella noche había sido la mejor de todas, pero ahora sentía la sangre de todas dentro de mí, revoloteando, dando vueltas sin parar. Me llevé una mano a la sien y la otra la usé para apoyarme en la mesa. La escena era asquerosa hasta para mí. El salón siempre me había parecido inmenso. Una habitación fría, completamente oscura -lo único que la iluminaba eran las lámparas de candelabros que colgaban del techo-, y nada acogedora que daba la impresión de ser una habitación concebida para las fiestas y orgías.
Intenté levantar la cabeza, pero al abrir los ojos volvieron a llegarme las arcadas. La misma sangre que me daba la vida me iba a matar. Los cuerpos apenas se vislumbraban, echados unos encima de otros. El olor era cada vez más fuerte. Intenté calmarme. Recordé el momento en el que les quité la vida, en el que ellas me pidieron que les mordiera, que les quitase la ropa y las rozase con mis colmillos.
Eso es. Mucho mejor.
Mientras mi temperamento se iba templando, atravesé la habitación sorteando los distintos cuerpos sin vida que me miraban con los ojos entreabiertos.
Seguí recordando.
Porte moi au ciel, me había dicho una. El recuerdo de las caras de terror de las mujeres al ver cómo degollaba a su compañera en el momento más placentero me ayudaron a salir de la casa. Terminé de cruzar la habitación penumbrosa y salí a la calle, bañado por la luz de la luna. Cerré la puerta con un estruendoso golpe.

-Au revoir -le dije al mayordomo, que me esperaba abriendo la valla de la gran mansión.

La noche me esperaba fría y solitaria. Su abrazo me llegó como un bálsamo que caía lentamente sobre mi cuello, atravesando mi espalda hasta recorrerme por completo. Fue un alivio ver a los humanos conglomerándose alrededor de la plaza del teatro, a los comerciantes tras los cristales de sus comercios haciendo caja... La cotidianidad me sentó bien.

Juraría que ya había recuperado mi color, pero no quería volver a casa. Esperaría un par de días para volver, hasta que mi mayordomo hubiese limpiado toda aquella carnicería. Y entonces, volvería a empezar.
Sonreí. Sí, ya estoy bien.
El hotel más famoso de la ciudad se mostró ante mí como una respuesta clara y concisa ante mis preguntas subconscientes. Dormiría allí. Pasaría los días hasta que quisiera volver. Mientras tanto, tendría entretenimiento. Me adentré en el gran hall del hotel después de haber atravesado los jardines, repletos de gardenias y tulipanes. Acordé con el recepcionista, un hombre flacucho y de expresión enferma, que me daría un habitación central, de las que no daban al exterior, para evitar las ventanas.
Después de dedicarle una amable sonrisa, probablemente la única que recibiría aquella noche, tomé asiento en uno de los sillones del hall. Eran casi las tres de la madrugada, o eso marcaban las manecillas débiles del gran reloj de péndulo que había frente a mí.
Necesitaba descansar aquella noche, ya había hecho demasiado.


Última edición por Dimitri Lumière el Vie Ago 20, 2010 11:29 am, editado 1 vez


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Mensaje por Invitado Dom Ago 01, 2010 8:10 pm

Las paredes se ceñían a mí como el más ajustado de los recuerdos, el movimiento acompasado y rustico a la vez compaginaba con lo rural del camino que seguía para llegar finalmente a mi destino, el cochero era consciente de que no debía crear un rompimiento del aura de tranquilidad que había irradiado en mi al salir del teatro, algo que tenia si historia y que probablemente explicare posteriormente. Mi rostro se hallaba fuera de la pequeña ventanilla del carruaje, la luna bañaba todo a su alrededor con su místico color y brillo, mis suaves bucles se esparcían por el cauce del viento y mis ojos iluminados detallaban todo a su alrededor como si se trata de una mirada infantil e inocente que veía aquel paisaje nocturno por primare vez, las sombras de los arboles de las formadas y antiguas montañas le daban un aire sombrío al camino empedrado y rural, las rocas mohosas aparecían por doquier y solo un cochero vestido de negro paseaba con un carruaje de colores oscuros, tonalidades marrones y detalles de antaño. Dentro de el mi persona aguardaba ansiosa mi llegada, mis dedos cubiertos por unos guantes blancos de seda repasaban la forma del marco de la ventana recordado como hilos de pensamientos los recuerdos pasados esa noche, los sucesos ocurridos y vividos.

Como cualquier noche y después de una jornada aristocrática y metódica había tomado la decisión de ir al teatro, al tempo del arte que cada día me instruía con sus movimientos, palabras, melodías, era como uno de mis espacios personales, un ritual que lograba que la paz se adentrara en mí después de minutos de sangre, miedo y silencio. Tras un atuendo adecuado de un color vino con encajes negros me dispuse a disfrutar de la obra que no se trataba de algo más que una tragedia de amor y pasión, dos seres que se unían en situaciones inesperadas y tras encuentros furtivos declaraban su profundo amor jurando la eternidad del mismo, posteriormente factores ajenos, odio, dolor, rencor, separaban aquel sentimiento rompiendo cada trazo del lazo que lo unía, resquebrajando cada parte de la emoción vivida hasta que no quedara más que una ilusa fe, una vaga esperanza que al finalizar seria la salvadora de todas las situaciones que ameritaba la trama...lo mismo de siempre. A pesar de la repetición de tramas y ocurrencias entre los mortales que intentaban en vano mejorar sus técnicas de actuación, disfrute la obra en el palco que se me había asignado, solitario como siempre pero era el toque que me permitía disfrutar por completo de la obra, sin interrupciones ni sus semejantes. Al terminar me levante con decisión para irme a mi hogar, uno de los miembros laborales del teatro se acerco hacia mi persona para retirar las cortinas de terciopelo rojo que cubrían el diminuto pasillo que conducía a la salida del lugar en donde me hallaba, era joven, físicamente tenía un porte elegante y muy agraciado diría yo, como cualquier mirada masculina me detallo hasta los mas mínimos detalles pensando en que la suavidad de mis rasgos no se darían cuenta de sus acciones cuando ocurría todo lo contrario. Una de mis manos se vio dispuesta a levantar una leve caricia que sumado a la rapidez y fuerza podría convertirse en un método para saciar mis instintos, el tomaba el pomo de la puerta, ese era el momento pero al verlo voltear solo incline la cabeza en un gesto educado y salí del lugar. Mis pasos eran lentos mientras bajaba los escalones el con suave resonar del elegante calzado, no lo había matado y era porque mi sed no se encontraba en el suficiente nivel como para adentrarse en un asesinato, no era el ambiente que deseaba y a fin de cuentas estaba hastiada de mis alrededores, emprendí el paso mas rápido ante la salida de los otros visitantes hasta montarme en mi carruaje con un destino que no era precisamente mi hogar.

El hotel, si, ahí me quedaría, no pensaba volver a altas horas tras los comentarios interrogantes y cansinos de mis criados, por lo menos esta noche dejaría descansar sus sospechas y me alejaría un poco de las paredes de mi modesto castillo. Tras decirle al cochero mi lugar deseado este emprendió el paso rápido y constante para llegar a la mayor brevedad posible, un día o dos lejos de lo cotidiano no me harían mal pues si a fin de cuentas recordaba nunca ponía en duda una de mis decisiones o caprichos. Al momento estábamos en las amplias puertas, los trabajadores uniformados modestamente abrieron la puerta de mi medio de transporte y me ayudaron a bajar aunque notablemente no lo necesitaba, sonreí en agradecimiento y me adentre en el hall pobremente iluminado del lugar debido a las horas nocturnas en las que había llegado. Mis pasos eran educados y sutiles, ya en la administración pedí una de las mejores habitaciones que tras la mención de mi nombre fue concedido sin problema alguno por el anciano recepcionista de vista notablemente enferma -Se lo agradezco. Mencione con formalidad y un armónico y bajo tono de voz mientras se me disponía a la entrega de llaves que buscaba en una gran alacena, espere mientras palpaba con mis dedos la gargantilla de oro que colgaba de mi perfilado cuello, pare al sentir un aroma diferente, cerca de mí, muy cerca y hasta podría decir que en mis mismos alrededores, eleve mi rostro al techo del lugar iluminando mis ojos con las pobres luces, los bucles se perdieron en el modesto escote del corsé de mi vestido y en una caída de cascada por mis hombros, sonreí de forma irónica y divertida al comprenderlo, había alguien más, alguien semejante a mí en ese lugar y no ponía en duda que tarde o más pronto de lo que yo pensaba se daría cuenta de mi presencia o eso era lo que mi mente se aventuro a indicar.


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Mensaje por Dimitri Lumière Lun Ago 02, 2010 4:29 am

Juraría que sentía el palpitar de mi corazón de no ser porque me encontraba muerto en una inexorable inmortalidad. Estaba tranquilo, calmándome poco a poco. En realidad, estaba demasiado tranquilo. Decidí que aquella noche no iba a estar solo. Podría soportar una noche a solas en este hotel, pero sabía que no era lo que mi naturaleza. Desée compañía. Observé a mi alrededor. El lugar en el que estaba era una pequeña área de descanso situada en el ala norte del hall. Por supuesto, estaba vacía. Era tarde, aunque todavía quedaba noche, y yo no me resignaba a quedarme en soledad, una vez más. El sillón en el que me encontraba estaba entre dos grandes sofás, haciendo forma de U. En el centro, una pequeña mesita de madera oscura de roble macizo con bordes dorados y un bajorrelieve con el símbolo del hotel decoraban la estancia. La tapicería marrón oscuro envolvía el mobiliario. Las paredes eran a rayas blancas y cremas, y aproximadamente a la altura de mi cadera, si hubiese estado de pie, había un recubrimiento de la misma madera de la mesita que llegaba hasta el suelo, rodeando todas las paredes del hall. Yo me encontraba en el ala este, y el ala oeste, al otro lado del hall, tenía un saloncito parecido al que yo me encontraba. Poseía además una sosa planta falta de detalles y cuyo macetero consistía en un simple recubrimiento de arcilla pintada de blanco, que estaba posada sobre el frío suelo. No me gustaba nada aquel hall. Estaba desprovisto de detalles, y no decía nada. Parecía desnudo, le faltaba personalidad, y sobre todo vida.
Sonreí. Yo no era precisamente el que iba a darle vida. Qué ironía. Buscaba vida aquella noche, pero en el hall tan sólo estábamos el recepcionista y yo. Lo observé. Parecía nervioso, jugaba con las hojas. Las miraba fingiendo atención y pasaba las páginas de tres en tres para luego volver al mismo sitio. Mojaba la pluma en el tintero, pero no escribía; siempre la devolvía a su sitio. Se encontraba tras un bureau del siglo XVI, de madera bastante débil, al igual que las estanterías que tenía tras él, plagadas de documentos y alguna vela. Junto a éstas, un taquillero entreabierto con una llave de bronce colocada en la cerradura que, supuse, guardaba las llaves de las distintas habitaciones del hotel.
Recordé la última vez que estuve allí, con una vieja amiga que hacía tiempo que no veía. Los recuerdos de su cuello en mi hombro, abrazada a mí, sintiendo su pelo caer en mi espalda, y sus dedos acariciando mi perfil me hicieron estremecer. Je te manque beaucoup, ma belle amie.

El lugar seguía sin nada interesante. Empezaba a tener sed. Hasta ahora, había esperado porque la sed no era suficiente para salir a buscar presas, pero ahora eso había cambiado. Sentí aquella acidez en mi garganta, y en especial, el vacío en mis venas. Me miré la mano; carecía de sangre. Me estaba empequeñeciendo en mí mismo, la soledad en mi valle de pecados estaba buscando sangre nueva. Me levanté, ya estaba bien.
Sin embargo, antes de que pudiera dar un solo paso, un delicado olor llego hasta mí. Mmm... Le vampire. Un semejante estaba cerca. Miré a mi alrededor una vez más. Una puerta al otro lado del hall, cerca de las infinitas escaleras de caracol que se perdían en el techo, se abrió de golpe y dejó salir a una joven menuda y regordeta que portaba un carrito.
¿Servicio de limpieza a estas horas? No, lo dudaba. Era raro, desde luego, pero el olor no podía venir de ella. Lo que yo estaba oliendo, por encima del asqueroso y vomitivo olor del recepcionista, que podía llevar semanas sin bañarse, era el olor de un vampiro de más de un siglo de antiguedad. Desde el lugar en el que me encontraba, aguardé a que se acercase más. Cerré los ojos, y supe que estaba más cerca. Las puertas del hall se abrieron de par en par con una fuerza tan sólo propia de uno de los míos, un vampyr. Y entonces, ella entró. Aún con los ojos cerrados, su olor me llegó ahora más claro y nítido. Era un olor de vampiro, eso sin duda, pero estaba mezclado con perfume. Sin duda, era almizcle mezclado con violetas y algo de esencia de rosa; un olor que sólo se vendían en las perfumerìes más exclusivas de París. Aquel perfume, proviniente de las coquetteries de monsieur Trevillette o monsieur Raimaud, desvelaban no sólo el sexo femenino de aquella criatura, sino también su clase social. Un perfume tan caro tan sólo podía permitírselo una noble con mucho poder adquisitivo, o bien... ¿estábamos hablando de realeza?
Abrí los ojos de golpe. Mis pupilas se dilataron al verla. Debía ser una dama muy importante, pues la rodeaba un séquito de empleados del hotel, que debían haberla seguido desde la entrada del hotel, más allá de los jardines. No vi sus ojos, pero si supe que ella también se había percatado de mi presencia. Su cabello semirecogido caía tras sus hombros, y un par de bucles perfilaban su rostro cayendo hasta su escote. Su vestido, de tono rojo oscuro, casi morado, adornado con encajes negros alrededor de su cuerpo, desvelaba una figura trabajada y siluética.
Aguardé a que terminase de hablar y a que los empleados se retirasen, pero ésto último no ocurrió. Ella se giró hacia mí, en busca del olor que seguramente también le había llegado. Sus facciones eran más que bellas. Parecían mágicas, y desde luego, desvelaban un fuerte carácter que seguramente se encontraría bajo su aspecto. Sus labios eran finos pero carnosos, y su mentón mostraba unas líneas finas y estiradas. Sus ojos, oscuros y sombríos, eran grandes y abiertos. Desde luego, era una mujer despierta, atenta a cualquier detalle y acontecimiento que sucediera. Sus pómulos sobresalían levemente enrojecidos, destacando sobre la extrema palidez de su rostro. El cabello oscuro encajaba a la perfección con su rostro.

-Bonnuit, madame -dije, temiendo que fuese la esposa de algún maromo francés de importancia-. Una noche poco agradable, supongo. -hice una pausa para proseguir hablando con suavidad. Me acerqué más a ella, y bajé el tono de mi voz-. ¿Poca diversión, quizás? -alcé una ceja esperando su respuesta.


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Mensaje por Invitado Lun Ago 02, 2010 9:41 am

El sequito de empleados se mantenía tras de mí como si no quisieran perder ni un detalle e impedir cualquier movimiento que ameritara algún desencajar de mi puesto social o incluso la personalidad aparente que conllevaba frente a ellos, no decía nada, incluso me mantenía con una facción serena y pacífica, como si su compañía fuera de mi agrado cuando dentro de mi estaba hastiada y quería subir a mi habitación lo más pronto posible. Voltee con sutileza y una sonrisa se formo de mis labios sonrosados asegurándoles que estaba bien y que podía retirarse, si supieran que los que corrían peligro en verdad eran ellos mismos al hallarse frente a mi m si supieran que en menos de dos segundos tanto ellos como el recepcionista podían hallarse como figuras frías en el luminosos suelo sin vida alguna. Borre aquellos pensamientos cuando vi como se retiraban, agradecí a que de alguna forma u otra hubieran captado mi mensaje de que no necesitaba ayuda por lo momentos, y nunca realmente, mis ojos oscuros se fijaron en el anciano recepcionista, si mi percepción no me fallaba, algo que nunca ocurría, el pobre hombre se hallaba nervioso por la soledad en la que nos habían dejado, lo detalle minuciosamente mientras se encontraba en el mueble de cristal, labrado con madera, buscando las llaves pertenecientes a la habitación que sería de mi correspondencia, sus manos se movían con rapidez y de vez en cuanto temblaban presas por la edad y la misma emoción nacimiento en el, veía las llaves con sus caídos ojos, detallándolas y huyendo a cualquier indicio que alcanzara a mi persona que no fuera lo estrictamente necesario, relamía sus labios resecos constantemente y sus lentes caían a la altura de su nariz de forma torpe lo cual él no se molestaba en remediar con la típica velocidad humana, sin duda alguna estaba muy nervioso y al parecer no solo era por mi belleza y penetrante mirada.

Finalmente logro terminar su búsqueda y tendió en mis manos cubiertas por el guante de seda una llave de color dorado con una especie de adorno bañado en oro lo cual indicaba que no era una habitación general o cualquiera, era lo que yo esperaba y por supuesto merecía. De manera posterior llevo a mi unos papeles escritos que tras mi nueva visita tenía que llenar, el tintero estuvo a punto de vaciarse por el mismo movimiento de sus temblorosas manos, un rubor de antaño cubrió sus arrugadas mejillas cuando se dio cuenta de que yo me había percatado de su acción a lo que no conferí modestia o facción alguna solo leí los papeles de forma rápida para firmarlos e irme de la recepción hasta el destino que finalmente estaba esperando, tome la pluma blanca y suave al tacto y tras remojarla cuidadosamente en el tintero de cristal coloque mi firma con una perfecta caligrafía en el papel que sería el registro a mi estancia, lo extendí en dirección a aquel hombre que, al verificar los pedidos y asegurarse de que todo era correcto inclino su cabeza hacia mi persona y señalo con su dedo la dirección de un pasillo que seguramente sería el que me llevaría a mi habitación o un recorrido que debería de seguir para llegar a la misma. Uno de los empleados que había estado tras de mí a mi llegada hizo un acercamiento para asegurar su presencia y futura guía a mi traslado, vi que se alejaba de repente y el aroma que, hasta los momentos, se había llegado a mi olfato se hizo más persistente, fue cuando supe que mi mente no me había fallado y que aquel desconocido inmortal se hallaba cerca de mí, a mis espaldas, pero a fin de cuentas más cerca de lo que esperaba.

Su voz me hablo, varonil y potente, masculina de seguro y el dueño posiblemente fuera un hombre de gran porte y estatura, mis conocimientos acerca de todos esos ámbitos eran variados y nunca erraba, esperaba esta vez no hacerlo, con la inmortalidad de algunos acompañantes era posible tomar opiniones que no eran las adecuadas. El recepcionista nos veía y creo que algún rayo de mi mirada le indico que no debía mantener sus ilusos ojos en lo que no el incumbía, simplemente tomo los papeles que le habían sido entregados por mi persona para darnos la espalda e ir a algún armario donde, de seguro, estarían la mayoría de los registros de visitas al hotel. Ya no veía al joven y supuse que incluso este había hecho lo mismo cumpliría su retirada, entonces me concentre en sus palabras, en lo que había dicho que claramente no pasaría desapercibido por mi mente y había sido suplantado por un corto silencio de mis labios mínimamente entreabiertos. Diversión, era posible claro está, podía pasar por uno de los adjetivos de mi búsqueda, de lo que internamente quería esa noche pero que me había dedicado a suplantar por una asistencia al teatro y una visita al hotel tras la confirmada ausencia en las paredes de mi hogar. Todos buscábamos eso, diversión, una manera de ver las cosas desde un punto de vista propio en el largo camino de la eternidad que esperaba ansiosa nuestro recorrer, no había sido una mala noche y lo tenía por seguro así que solo se trataba de ello y de romper la metódica monotonía que pocas veces utilizaba.

Estaba cerca de mí, más de lo que en un principio se había mantenido, baje la mirada con una sonrisa curvada en mis carnosos labios, como un gesto inocente y sutil a la vez, levante la mirada cuando me voltee a verlo y descubrir que mis pensamientos no se había equivocado en lo que mis ojos ahora veían, si, el era uno de nosotros, un vampiro. Su efluvio estuvo frente a mí como si en una bandeja de servir se tratara, era dulce y suave, previo a los asesinatos y la sangre humana y lo varonil que el representaba, un aroma exótico y divino sin duda alguna. Su físico, era un hombre de clase alta, una figura masculina de respeto, su altura congeniaba con las ropas elegantes y finas que él llevaba, sus cabellos de una tonalidad marrón con destellos dorados brillaba con la pobre luz que iluminaba el hall del hotel, su piel blanca y aparentemente fuerte como el mármol, unos rasgos simétricos y perfectamente formados, unos labios delgados, siendo el inferior de un mínimo mayor grosor, se mantenían cerrados luego de pronunciar las anteriores palabras, una belleza maldita y masculina en su perfección, eso era -Quizás usted tenga razón Monsieur, poca diversión o sucesos que no eran los esperados me han conducido a este lugar, la búsqueda de algo mas, después de todo ¿quien podría saberlo o aventurar los sucesos futuros?. Mencione con un tono de voz suave y armónico a los oídos mientras creaba un contacto visual donde solo nos encontrábamos nosotros, aquellas figuras letales y de esplendorosa belleza -Buenas noches Lord, Amelie Lefevre. Finalice aquel parlamento tendiendo mi mano cubierta en una muestra de cortesía y etiqueta típica de la aristocracia y de lo que se me había sido enseñado. El uso de dones no fue necesario y dudaba que lo seria, era evidente mi curiosidad interna a lo que ocurría como fruto a ese encuentro.

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Mensaje por Dimitri Lumière Lun Ago 02, 2010 12:49 pm

Ella se volvió con sutileza al escuchar mi voz. Lo hizo con movimientos lentos, muestra una vez más de la alta clase de la que era procedente. Me encantaban los movimientos suaves, lentos, y sin embargo plagados de gracia que poseía al andar. Con unos ojos de una sabiduría infinita, la bellísima vampiresa se acercó hasta mí. Se sujetaba las faldas del vestido al andar, como si no quisiera pisárselo. Desde luego, era elegante hasta decir basta, algo que, personalmente, valoraba mucho en una mujer, y más si había tenido años de experiencia para poder mejorar sus modales y formas. Su pelo parecía bien cuidado, desde luego debía de ser objeto de numerosos cuidados. A simple vista, aquella mujer no parecía estar muerta. Destilaba vida por donde pasaba, y sin embargo, en cada uno de sus gestos se podían adivinar años y años de experiencia vital que habían sido utilizados tomando mil diversos caminos. Los ojos de un vampiro hablan más de sí de lo que se puede decir con palabras, mero instrumento para entablar una vacía conversación.
Cuando habló, sentí la cercanía de sus frágiles cuerdas vocales, que se tensaban y estiraban cual arpa dorada formando acordes que resultaban en una voz potente y segura. Ladeó levemente la cabeza mientras hablaba, gesto que interpreté como que me había reconocido. Era difícil no saber qué clase de criatura era yo, siempre y cuando se fuese de mi misma especie. Y ella, desde luego, lo era. Una hermana que compartía los suculentos caminos en que se divide la inmortalidad, siempre fríos y de aspecto distante.
Utilizó su preciosa voz para responder a mi pregunta; habló de una búsqueda insatisfecha. ¿Qué podía buscar una vampiresa que posiblemente lo tenía todo y no había encontrado? C'est moi, quise decirle. Deseé que me acompañara al jardín y desée verla entre las gardenias destacando su pálido y liso rostro. Deseé que me hablara de ella, de sus noches parisinas entre la más selecta multitud que merodeaba a sus anchas por la hipócrita sociedad.
Si mi corazón hubiera estado vivo, estaría palpitando con más fuerza que nunca. Qué deliciosa sensación la de desear a una mujer y no desear su sangre infinita. Pero no era una mujer normal, quise recordarme, era una vampiresa, una hermana y una igual. Cómo admiraba a mi raza. J'adore tout d'elle, todo lo que conformaba a un ser que poseía el aburrido pero aprovechable don de la inmortalidad. Y más aún la adoraba cuando tenía una muestra tan perfecta delante. Sí, esa era la palabra que nos definía: peligrosamente perfectos.

La preciosa inmortal se presentó ante mí. Mademoiselle Lefevre, o mejor, madame. Antes la había llamado así, y no me había corregido. Supuse que estaría casada. ¿Con quién podría casarse una mujer como ella? ¿Quizás un duque, un conde, un noble que le otorgase el título y poder que ella poseía? El apellido Lefevre me decía poco. A decir verdad, no solía recordar los nombres que oía en la calle ni en las fiestas. Los arrojaba fuera de mi menta como desechos que no merecía recordar; ocupaban un valiosísimo espacio que no los necesitaba para nada. Sin embargo, siempre recordaba una cara.

Ella me ofreció su mano, otorgándome un saludo cortés y siempre propio de las personas de nuestra clase. La observé depositar con ligereza y suavidad su mano, desenroscando su brazo hasta mí en espera de una respuesta. Esperé a que hubiera terminado para vislumbrar cada uno de sus movimientos. No tenía ninguna prisa; por el contrario, odiaba a los humanos, siempre prestos a la rapidez y la impaciencia. Poseía toda la eternidad, era distinto.

-Monsieur Lumière. Para vos, Dimitri.
Tomé su mano sutilmente, y acaricié levemente su dedo anular en busca de un anillo que me confirmase su compromiso o matrimonio. Sin embargo, no lo encontré; en esa mano, al menos.
Acerqué mi rostro sin dejar de mirarla, y presioné con suavidad mis labios sobre su mano. Para mi sorpresa, no encontré la piel fría y marmórea que esperaba palpar con mi sensible tacto labial. Por el contrario, lo que encontré fue un tacto de seda y encaje que me hizo desviar la mirada hacia aquel lugar. Los guantes que portaba la dama eran sin duda, oficio de los mejores artesanos. Seguía cuestionándome acerca del cargo que tendría aquella mujer.
Terminé de corresponder mi saludo y volví a mirarla a los ojos, hipnotizadores y mágicos.

-Un placer conoceros, madame Lefevre. Me encantaría disfrutar de su compañía en una noche tan oscura como esta. Ambos hemos pasado un mal rato desde el comienzo de la noche. -hablaba lentamente, consciente de cada letra que salía por mi boca, de cada roce de mi labios al hablar.- Hagamos que eso sólo se quede en un prólogo aburrido y comencemos a disfrutar del primer capítulo que la noche nos ofrece. ¿Qué tal un paseo por el hermoso jardín?
Le ofrecí mi brazo con cortesía, para que lo tomara y pudiéramos pasear juntos.

Aguardé su respuesta con una media sonrisa esbozada en mi rostro pálido. Esperaba volver a escuchar su voz, constante y melódica, aunque fuese para decir un simple sí o para ofrecer otra posibilidad a la larga noche que venía por delante. Quería saber tanto acerca de ella. Pero, como siempre, no tenía prisa.


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Mensaje por Invitado Lun Ago 02, 2010 10:41 pm

No perdía sus ojos, no perdía su mirada, su iris oscuro fijo en los míos de igual manera, intensa y sin perder detalle alguno, quisiera en cortas y resumidas palabras poder decir todo lo que percibía en ellos, como si se tratara de una lista de deberes que las madres minuciosamente dejan a sus pequeños para su próximo cumplimiento sin saber que esto es totalmente imposible, pero volviendo a mi realidad no seria fácil explicar los significados que su mirada me transmitía, lo percibía, pero era confuso al tratarse de un inmortal, claramente había tenido encuentros con los mismos, con varios a decir verdad puesto que mi circulo social implicaba a una gran variante de las especies que por esos mismos días habitaban en el mismo centro del mundo, pero debo decir que con mis semejantes era distinto, nuestras habilidades de alguna forma u otra nos hacían iguales en poder y capacidades, no sabias lo que el otro pensaba, no podías esperar reacción alguna antes de realizarse la misma ni sabrías que palabra se diría antes de que aflorara de la garganta de tu acompañante, a menos que tu poseer de conocimientos del mismo sea progresivo y avanzado, pero de alguna forma u otra con él me resultaba diferente, entre mi mar de pensamientos y lo que este implicaba pude vislumbrar algunas intenciones de sus ojos, me veía, si, me veía, pero no de una forma mundana y sádica, me veía como si de una obra de arte se tratara, como si de la más perfecta escultura de mármol frente a sus ojos implicara , detallaba mis rasgos, mi belleza, cada una de las facciones que aparecían en mi rostro y los movimientos que ocurrían como acompañantes de las mismas, percibí el deseo, la esperaba de palabras y mas acciones de mi parte, era como un admirador inocente y capaz de mi belleza, lo sentía y lo disfrutaba, no como uno más, no como una forma de sentirme admirada, no, por alguna razón disfrutaba que fueran sus ojos, los ojos de ese desconocido, del Lord Lumiére los que miraran de tal forma, me sentía desnuda tras el rayo hipnótico de su mirar y aquello hizo que bajara la mirada aun con una sonrisa momentos antes de que soltara mi mano tras la presentación ocurrida.

Un gesto en particular hizo que me sumiera en un divertido deje de pensamiento, tras su tacto en el guante de seda, que cubría mi aparente frágil mano, note un movimiento más lento en mi dedo anular como si esperara que yo hubiera realizado esa presentación para comprobar sus sospechas o algún pensamiento curioso e inquisidor, detallaba cada movimiento realizado, cada acción que de mi persona se tratara así como los que las creaban, no importaba la especie sabia detectarlo, era un punto donde nunca erraba. Me pareció imprudente, incluso para mí misma, desmentir o aclarar el hecho de que ningún hombre compartía mi lecho, que no existía un compañero a mi lado, en tal caso esperaría, el había sacado sus conclusiones y de alguna manera estaba segura que dentro de sí el hecho de que no poseía a ningún hombre cerca de mi estaba más que aclarado, en otras circunstancias no perdería nada con decírselo. Parecía una chica inocente y virginal dando explicaciones a un joven lord, dueño de sus sueños y fantasías, tal comparación me hizo gracia y sin embargo la halle semejante a tal momento, a mi nuevo acompañante.

Al finalizar el saludo cordial, del que ambos teníamos experiencias pese a nuestras clases sociales, su voz varonil se hizo presente para hacerme una invitación, disfrute de manera voluntaria su abrazador aliento en contacto con mi rostro y asentí con pausadas inclinaciones que hicieron de mis risos unos resortes armónicos que compaginaban con dicho movimiento -Ha leído mis pensamientos. Mi voz descendió dos octavas para que solo él pudiera oírla -Acepto su invitación, después de tales momentos de la noche creo que sería bien merecido un momento diferente a los demás. Comente con una curvatura en mis labios que indicaba una sonrisa segura y suave. Sin más pérdida de tiempo, que no simbolizaba nada para mí ya que ese aspecto era lo menos importante, rodee su brazo con el mío dando por aceptada la totalidad de su invitación, enseguida nos dispusimos a caminar, dejando atrás a los ilusos mortales que nos miraba perplejos, miraban a dos figuras hermosas y dotadas de la mas admirada belleza, misteriosos y magníficos, si, así era.

Así emprendimos nuestro camino, mis manos soltaron mi vestido dejando que los bordes del mismo se deslizaran por el suelo acariciándolo con la suavidad de la tela perfectamente bordada, los corredores no eran muy extensos y los claros tapices compaginaban en un ambiente armónico que jugaba con la suavidad de la luz, solo él y yo recorríamos tal camino, los sueños y pensamientos mortales se hallaban sumidos en lechos cómodos que se encontraban en sus habitaciones, con una puerta cerrada y la seguridad en sus corazones que vigilaban ciegamente cualquier acontecimiento no acorde a la monotonía de vida y al ciclo de los humanos. Un corto silencio se hizo presente tras los pocos pasos que dábamos, no se convertiría en un monologo pausado, eso lo tenía por seguro y sabia que Lord Dimitri también, como el mismo me había pedido llamarle -Supongo que lo metódico de las preguntas de su estancia en Paris no son necesarias Monsieur Dimitri. Asegure mientras mis ojos se percataban de la no tan lejana cercanía a la puerta de roble que señalaba a los poblados y aromáticos jardines -Pero si cuestionare la razón que lo trajo a este hotel. A mí. Finalice volviendo hacia su mirada en un dialogo con mi mente que me dictaba agradecida porque esa noche, ese encuentro, fuera tan sorpresivo y misterioso, porque por primera vez en tanto tiempo pudiera poner en duda los sucesos que se desarrollarían.

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Mensaje por Dimitri Lumière Mar Ago 03, 2010 12:27 pm

Una dama como ella era difícil de olvidar. Sabía que aquel era el comienzo de, al menos, una gran amistad. Hay personas a las que olvido nada más conocer, y otras a las que ni siquiera presto atención. De la misma manera, algunas personas dejan en mí una leve huella que tardo años en borrar; otras que navegan en mi subconsciente y dejan aflorar algunos recuerdos de vez en cuando; y otras que me sorprendo de recordar. Pero ella, madame Lefevre, pertenecería sin duda a las personas que depositan en mí una huella imborrable. Cada vez que yo hablaba, me movía o gesticulaba de manera incluso imperceptiblemente, sus ojos de una negrura infinita estaban ahí escrutándome, observando atentamente cada una de mis jugadas, aunque éstas fueran tan débiles como un agonizante enfermo.
Sería el olor que desprendía, sus ojos inquisitivos que casi sonreían, el pálido de su piel, o el frío de sus labios, o todo en conjunto, pero no me cabía duda de que aquella mujer había aterrizado con fuerza en mi vida infructífera e inmortal, y desde luego, lo había hecho para quedarse.

Con un grácil movimiento, aceptó el brazo que le había ofrecido y se agarró a mí, dispuesta a salir al jardín en busca de las más bellas flores, que se perderían en la conversación de la noche oscura y vampírica. Casi sentí su piel, fría y marmórea como la mía, aunque sus finos brazos estaban cubiertos hasta el codo por los guantes de encaje. Aceptó venir conmigo haciendo referencia a la invitación que le había hecho. Ambos esperábamos que la noche reflexionase un poco y se encauzase por el camino adecuado; tan sólo un poco más de diversión era lo que tanto Madame Lefevre como yo deseábamos.
No tenía ninguna clase de expectativas para aquellas horas que seguían; prefería dejar que la propia nocturnidad nos sorprendiese.
Anduvimos por el corredor que salía del hall a la puerta principal, por donde había entrado seguida de sus criados la primera vez que la ví. Ella comentó que no necesitaba saber por qué estaba en París. Sonreí. ¿Le habría sonado mi apellido? Probablemente hubiera oído hablar alguna vez de mí. Si así fuera, eso me decía que era una mujer entendida en música. A pesar de que yo firmaba siempre todas y cada una de mis partituras bajo seudónimo, que el dueño del Teatre Lumière era un enamorado del violín y componía para las orquestas que contrataba en su teatro era un secreto a voces. Miré a aquella vampiresa. ¿Habría visitado alguna vez mi teatro? Era cierto que desde siempre tanto la realeza como la alta nobleza lo había preferido antes que el resto de teatros de la ciudad. El hecho de que fuese privado y las obras fueran contratadas por mí mismo, un músico, siempre atraía más a las personas verdaderamente interesadas y que podían pagar la entrada. Probablemente ella hubiera estado allí, pero, qui sait quoi?

La dama me preguntó acerca del motivo de mi estancia en aquel hotel. Volví a sonreír. Antes de hablar, abrí la puerta que teníamos ante nosotros con la mano en cuyo brazo no estaba apoyada ella, para no desequilibrarla. Al abrir la puerta, una ráfaga de aire nos sacudió el cabello. Sus bucles oscuros se alejaron de su cara, dando una imagen de su rostro más despejada que me permitió admirar aún más su belleza.

-S'il vous plaît -le ofrecí, invitándola a pasar delante de mí.
Una vez fuera, mientras descendíamos las escaleras de la entrada para comenzar a pasear por el jardín, respondí a su pregunta.

-Bueno... Digamos que necesitaba cambiar un poco de aires. Soy una persona que se agobia con facilidad, sobre todo cuando las causas proceden de mí mismo. -hice una pausa, esperando a que ella entendiera lo que estaba diciendo-. Mi casa no es precisamente un hogar. Está vacía y oscura, y la mayoría de las ventanas están tapiadas. No quiero decir con esto que no me guste -me apresuré a añadir-, al contrario, me gusta demasiado. El problema es, -volví a hacer una pausa, eligiendo correctamente las palabras que iba a usar.- que está muy solitaria. Y siempre me apremia llenarla de gente.
La miré con ojos llenos de pasional furia, tras recordar los cuerpos de las cortesanas desparramados por el suelo de mi precioso salón de fiestas.
-No sé si me entendéis. Me temo que esta noche me he excedido con la cena, y digamos que ahora sufro de indigestión. -dije con una suave risa.
Utilicé esa metáfora para que pudiera entender lo que decía. Era una vampira, como yo, así que debía conocer perfectamente esa sensación. Exceso de sangre, que altera el temple y nubla el pensamiento.

-No quería pasar la noche en mi humilde morada. Ya volveré cuando esté todo limpio.
Dejé de hablar, esperando que mi exhaustiva sinceridad le hubiera dado una muestra de que tenía la intención de confiar en ella, y de que ella confiase en mí.
-Pero bueno, madame. No quiero aburrirla con mis historias. ¿Qué hay de vos? ¿También buscáis una noche tranquila lejos del hogar?


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Mensaje por Invitado Mar Ago 03, 2010 2:38 pm

Anduvimos por los corredores, silenciosos y poco iluminados que daban a varias puertas indicativas a las habitaciones de la plata del hotel, algunas conferían a otros salones de uso y muchas otras simplemente se encontraban allí como una forma de decoración a sótanos o escaleras que dirigían a las mazamorras. A ciencia cierta en otras ocasiones mi curiosidad hubiera creado un recorrido por tal edificación que tenía como protagonista a mi persona, pero la realidad era que en esos momentos no tenía el antojo de siquiera averiguar las aéreas comunes no vistas del hotel, mi atención, mi completa atención se veía llamada hacia Monsieur Dimitri, de alguna forma el había logrado opacar cada rincón de mis pensamientos para hacer que mi persona solo deseara su compañía en ese momento. El suave resonar de nuestro brillante y costoso calzado me sirvió para pensar en que era la primera vez que mantenía tales principio con un inmortal, no existían sentimientos rencorosos a simple vista, no había un interés exclusivo que fuera lo que me impulso a aceptar su invitación, el deseo y las llamas de la pasión no se habían mostrado solo dando por conocer su nombre, no, mantenía aun la opinión de que con él era diferente, amistad o algo mas, no lo sabía, solo esperaba que el manto nocturno fuera el juez de nuestras acciones y el que decidiera lo que debía ocurrir, el que fijara los hechos que se transmitirían en el escenario floral y aromático.

Grazie. Mencione con una tonalidad clara y suave de la perfecta mención de mi idioma natal, ese, que sin importar los años, se mantenía aflorado en mi garganta y dentro de mí, no solo como el típico lenguaje y gramática, el aire de Italia, la calidez y magnificencia de Roma, los recuerdos prevalecían y en especies como yo claramente es muy difícil olvidar. Los años pasan y prevalecemos iguales, vitales y hermosos y cada suceso es un dato más que se adjunta a nuestra mente guardándolo para dejarlo salir en cualquier momento. Cada viaje, visita, enseñanza, no importaba, mi natalidad no se perdía y con ello los recuerdos de mi vida mortal. Tales hilos se vieron apartados cuando mis ojos oscuros vislumbraron el lugar de nuestro destino, cuando el cauce del frio viendo removió con sutileza algunos de mis cabellos, habíamos llegado a los jardines, aun del brazo del Lord bajábamos los escalones rústicos para pronto pisar el pasto húmedo y frio de la noche, la vista era realmente hermosa y supuse que no erraría al pensar que, para muchos, y para mi aun en mi corto tiempo de estancia en Paris, la atracción principal de ese hotel, la verdadera belleza y admiración se hallaba en los jardines. La luna iluminaba todo a su paso bañando con su color místico lo que se podía, las flores se hallaban vivas y hermosas por el verano donde florecían sin cohibirse, sin preocuparse si su belleza perturbaba a muchos o aborrecía a otros o simplemente opacaba a sus compañeras, eso me recordó a las cortesanas, a las mujeres que habían compartido con mis fieles compañeros, muy concurridas en la época, y que no tenían pudor alguno al dejar ver su anatomía cálida. Mis dedos cubiertos se deslizaron por el antebrazo de mi acompañante como si con esa acción asegurara lo que mis ojos veían; suavidad, solo eso supuse que el sentiría ante mi gesto que dentro de mi esperaba que no lo incomodara.

Escuche sus palabras, la explicación de su hogar, la soledad y monotonía, las ganas de llenar aquellos salones con personas independientemente que apremiaran nuestros logros o susurraran a nuestras espaldas nuestros prejuicios, nos juzgaran o amaran en el camino de la inmortalidad muy pocos aprendían a vivir la soledad, otros se atormentaban con la misma y algunos solo la usaban cuando la deseaban para sus fines, la ultima categoría fue donde pude ubicar a Monsieur Lumiére, alejado de cualquier desperfecto claro está. Una pequeña y musical risilla broto de mis labios, no tenia porque dar explicaciones ya que rápidamente capte el verdadero significado de sus palabras, sin embargo no me molesto que lo hiciera, era de mi agrado, de mi total agrado sentir la calidez que sus oraciones y halito causaban al hablar. Me explicaba como una niña pequeña, como una chiquilla a quien hay que explicarle todo para que no entienda algo incorrecto...o tal vez, me hablaba como una mujer, como una figura femenina a quien brindaba su confianza, lo ultimo me hizo sentir plenamente agradecida y dispuesta a dar un paso de mi confianza a aquel hombre. Nuestros pies cubiertos pisaban ya el suave pasto, nos habíamos adentrado a los jardines y el audio de una fuente de medio tamaño que no muy lejos se hallaba se convirtió en el aura musical de tal encuentro, la música, amada, deseada y admirada en todos los aspectos por mi persona, mi paz. Mis ojos se dirigieron a la figura de mi compañero cuando termino de hablar, lo entendía, no lo negaría -No me agobian sus relatos Dimitri. Asegure con una curvatura en mis labios mientras me encontraba con su mirada para reafirmar mis palabras mencionando su nombre por primera vez -Solo son sucesos que ocurren cuando uno busca lo que desea o amerita compañía, hizo bien en venir a este lugar, siempre que pasan eventualidades como esas no es bueno estar en un lugar metódico o constante.

Su pregunta desencadeno mas pensamientos en mi torrente mental ¿podría narrarle lo que Amelie Lefevre implicaba en su totalidad? ¿Mi historia, vivencias y todas sus semejantes?, quería confiar en él, pero no quería, por alguna razón, aparentar ser más que los demás frente a él. Me separe de su brazo con delicadeza no sin antes rozar con mis dedos su muñeca asegurándole que aquel contacto solo se había roto momentáneamente. Di unos cuantos pasos hacia un poblado y vivo rosal quedando de espaldas a la figura masculina, sin dudarlo tome una rosa, cercana a mi alejada de las demás, sus pétalos se abrían mostrando su belleza y no pude evitar acercarla a mi rostro para apreciar su aroma, dulce y lleno de pureza, mis ojos se abrieron a los segundos aun manteniéndola en mis manos y fue cuando voltee a ver de nuevo a mi acompañante dando unos pasos para quedar frente a él con una distancia considerable -De mi hay mucho que hablar, hay...historias, pensamientos, gustos, secretos...tanto que decir, me rodea un mundo diferente Dimitri, la aristocracia y política, el hermoso arte en todos sus sentidos y variantes, los viajes por el mundo y la etiqueta tan típica, los gustos de una mujer y sus secretos...podría contarte tantas cosas de mí, al igual que estoy segura que tu podrías hacer lo mismo. Mis dedos repasaban las formas de la rosa con suma lentitud mientras mi mirada no rompía el contacto visual, sonreí como si de la mismísima diversión se tratara, había dejado a un lado las formalidades por considerarlas poco necesarias -Y mi razón de estancia....sí, me aleje de mi hogar, quizás sea porque busco diferencias, algo no común y que no forme parte de mi diario vivir, así puedo expresarlo.

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Mensaje por Dimitri Lumière Miér Ago 04, 2010 4:15 am

Aquella preciosa mujer me había entendido perfectamente mientras hablaba. Durante el tiempo que duró mi relato, olvidé mirarla, tan sumido yo en mis pensamientos, para poder expresarle todo lo que realmente salía de mí. No tenía problemas en hablar públicamente sobre mí, y menos cuando se trataba de una dama que, no sabía muy bien por qué, me inspiraba confianza. Ella me escuchó atentamente, esperando cada palabra que salía por mi boca, como si desease oír mi voz una y otra vez. Su porte, siempre elegante, aguardó a mi lado hasta que dejé de hablar.
Antes de comenzar a descender por los escalones que finalmente nos llevarían a la ansiada y fresca piedra que hacía las veces de corredor y de paseo por el jardín, Madame Lefevre me acarició el brazo con suavidad. Adoré ese gesto. Sentir su tacto, aunque vestido de encaje, hablaba de la confianza que también le inspiraba yo. Descendimos por las escaleras mientras ella meditaba la respuesta a mi pregunta. Deseaba saber acerca de aquella vampiresa que había llegado a mi noche como una rosa roja y reluciente en medio de un campo de espiga seca. A pesar de ello, no sabía qué me diría sobre ella.

Observé el jardín, que apareció presto y frío ante nosotros. La frescura y viveza de sus flores, de cada una de sus hojas, del seto perfectamente recortado que rodeaba el edificio del hotel, aportaban, sin embargo, una calidez mágica a la ya entrada noche. Permaneció a mi lado durante un instante, pero después me soltó, sin terminar de acariciar mi brazo, como advirtiendo que aquella separación no le terminaba de gustar del todo.
La miré; arrastraba su vestido por la hierba acuosa del jardín. Se posó cerca de un magnífico rosal. La observé delante de mí, en una cercana lejanía desde donde podía divisar su entera figura, de espaldas a mi mundo. Ahora pude ver la entereza de su cabello, finamente semirecogido con bucles gruesos y largos.
La bella inmortal tomó una rosa de aquella espinada planta. Cuando se dio la vuelta, la visión fue tan magnífica que supe que en mi vida mortal se me habría acelerado el pulso. Su belleza cada vez me sorprendía más. Tan perfecta y vívida junto a la flor que más justicia le hacía.
Recordé a las damas con las que había pasado la noche. Desde luego, eran todas hermosas y su belleza fue precisamente lo que me llevó a poseerlas, a reclamar cada gota de su sangre, a jugar a ser el dueño de su inválida existencia quitándoles cada atisbo de vida hasta convertirlas en cadáveres. Siempre lo hacía por lo mismo. La belleza se llevaba a su máximo exponente siempre tras la muerte. Y allí tenía la confirmación de mi pensamiento, aquella vampiresa cuyo rostro pálido y pétreo había muerto hacía años. Combien d'annes? me pregunté. Probablemente hablaría de ella.

Comenzó su discurso con voz débil, como si le estuviese costando hablar. Avanzó hacia mí unos pocos pasos, aunque seguía sin volver a tomar mi brazo. Sus manos estaban ocupadas acariciando los suaves pétalos de rosa. Me habló sin decirme nada en concreto. Supe a qué se refería. La vida completa de un vampiro de más de un siglo de vida es inabarcable en unas cuantas frases. Si quería conocerla, sólo el tiempo me daría esa oportunidad, así que tendría que esperar a conocerla por sus gestos, sus experiencias conmigo, y no por sus palabras.
De repente, sonrío, y esta vez no fue una sonrisa cortés. Su risa era alegre, como si por primera vez se estuviese liberando de las ataduras de la formalidad, del saber estar. Su mirada estaba llena de viveza, y parecía querer acercarse más a mi mente, a mi persona. Me dijo que buscaba algo diferente en la noche rutinaria. Sonreí.

-Espero serle útil en ese aspecto, madame. Espero ser algo diferente a lo que cada noche ve por las calles de París. -Me acerqué a ella un poco más, fijando mi mirada en sus oscuros y abismales ojos.- Supongo que no veréis a menudo un vampiro que huye de su casa buscando el refugio de la tranquilidad.
En aquel instante, se escuchó la pequeña campana del reloj de péndulo. Un ruido que procedía de dentro del edificio, pero que escuchábamos porque estábamos cerca de la puerta, y ésta estaba abierta.
-Parece querer decirnos algo -dije. La campana sonaba cada hora, marcando una hora más vivida, una hora más que sucumbía a nuestra inmortalidad-. Me temo que la noche poco a poco llega a su fin. En un par de horas amanecerá.
Llevé mi mirada hacia el cielo, siempre estrellado. La luna llena se postraba sujeta sobre el manto oscuro. Volví mi mirada hacia madame Lefevre, que seguía con la rosa entre las manos.
-Supongo que no podréis contarme todo sobre vos, madame. Pero al menos decirme de dónde procedéis. ¿Parisina, tal vez? Tenéis aire extranjero, pero manejáis el idioma a la perfección.


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Mensaje por Invitado Miér Ago 04, 2010 9:52 am

El se acerco a mí, él quería saber más, quería comprobar si tras mi inescrutables ojos podía descubrir las palabras que de mis labios no brotaban, que tan solo una mirada le diría todos los datos que él deseaba saber y que mi voz escondía tras respuestas vagas y nada aparentes. Bajo ninguna circunstancia rompí el contento visual que manteníamos, parlamentos si mis ojos transmitían algún mensaje, le daría el gusto a Monsieur Dimitri de descifrarlo. Quería darle confianza, quería contarle todo sobre mi, mi historia, mis vivencias, mis gustos, mis secretos...A pesar de no ser una dama a las que acostumbraba a llamar ¨amigas¨ o uno de los legendarios compañeros a quienes consideraba parte de mis amistades, el formaba una diferencia, si, una diferencia, no sabía que nos depararía el futuro, aspecto que verdaderamente me agradaba en su totalidad, mas sin embargo por alguna razón ajena a mi persona, quería que el supiera cada dato que se pudiera de mi así como yo también quería saber todo de él, que escondía tras su rostro pétreo y hermoso, aparentemente pacifico, suave y fuerte como el mármol. Mi mente se aventuro a mas, se aventuro a pensar que tal vez esa diferencia que yo misma le había dicho como motivo de mi búsqueda y estancia ya la había conseguido, si, ya la había encontrado en el hall de un hotel y que hallaba frente a mí, un inmortal de inteligencia y belleza eterna con el que hasta la misma presentación había sido diferente, fuera de cualquier monotonía.

Me pareció totalmente irónico y gracioso el hecho que el mismo parecía leer mis pensamientos al hablar, sin duda alguna, muy dentro de su persona, Dimitri Lumiére sabía que él era esa diferencia, que mis labios y un ¨Si¨ de mi garganta no tenían que confirmarle sus sospechas para aceptarlas en su total plenitud. ¨No, nunca he visto uno y de ahí viene la diferencia que tanto me gusta de usted Dimitri, no lo niego¨ Mi mente continuaba con una línea oral dentro de ella mientras mis ojos y mi cuerpo lo oían y entendían a la perfección, memorizando sus palabras para saber exactamente que responderle nuevamente, para disfrutar su voz que era tan exigida por mi aunque él no lo supiera, para sentir su halito cálido sobre mi rostro proporcionado por la cercanía, y más aun...por sentir la armonía, y musicalidad de cada oración que brotaba de sus carnosos y delgados labios que más de una vez la travesura de mi mirada había captado sin cohibirse de sus acciones como si fuera un factor ajeno a mí. Pero antes de que lo pensara todo los hilos de pensamientos transcurridos por el torrente que implicaba mi mente, se vieron irrumpidos por el resonar de las campanas dentro del hotel, el audio era lo suficientemente claro para que todos los visitantes supiera que una hora más se marcaba, que una hora mas transcurría y que pronto el manto nocturno se vería sumido para dar a conocer a un brillante y desconocido sol, letal para mis semejantes más un símbolo se alegría para cualquier mortal.

No fue necesario que las campanadas culminaran para darme cuenta de que el amanecer se acercaba persiguiéndonos sin descanso mas el tiempo no era de nuestra preocupación si contábamos el hecho de que poseíamos vida eterna. No lo pensé mas y tras un corto silencio de mi parte y el culminar de su dialogo, que solo sirvió para ordenar mis pensamientos, levante mi mano que se dirigió a su mejilla como una suave caricia por su tez pálida y fuerte, como si con eso recompensara el hecho de haber irrumpido el contacto que manteníamos minutos antes, mis labios permanecían entreabiertos, esperando a decir algo al finalizar aquella caricia suave e inocente en todo su significado, quería que él lo sintiera, quería sentirlo yo también, mi mano cubierta termino al sentir con mis dedos el inicio de su mentón, fue ahí cuando devolví mi mano al ajuste del tallo de la rosa, donde antes había estado -El tiempo nos asecha mi Lord, nos persigue anunciándonos que no tarda para que nuestra presencia tenga que retirarse de sus paisajes naturales, para sumirse en la oscuridad hermana, si desea saber de mi, aprovechare en su totalidad tales largos minutos para responderle, para darle a conocer todo lo que espera de mí, no lo dudo y estoy segura de ello. Una sutil sonrisa se encargo de sellar mis palabras sinceras, eso fue como una lirica poética, llena de melodía y paz, eso era.

Me di la vuelta sabiendo que él me seguiría, no como un ser inferior, porque de alguna forma yo también haría lo mismo, solo como un compañero, un hombre que se aventuro en mi vida y estaba haciendo todo por quedarse, yo le daría motivos para hacerlo, el quería establecerse como fuera y yo no le facilitaría un alto cuando en lo profundo de mi ser lo quería de esa misma forma. Empecé a caminar con pasos lentos y suaves, no tan rápidos, lo suficiente para que el me siguiera sin perder la cercanía -Sea mi compañía Monsieur, en estas pocas horas que nos quedan es lo único que puedo pedirle y que si es de su decisión puede otorgarme. Tras paso y paso llegamos a la fuente que minutos antes había oído tras agudizar mis sentidos a la entrada del jardín. Parecía una pequeña plaza de antaño, al contorno de la caída de agua con la forma de un pequeño ángel se hallaban cuatro bancas, rurales pero artísticas y cómodas a la vista, la luz de la luna bañaba el agua que se fundía en su brillo y color, era un lugar perfecto para tal conversación y la compañía en la que se desarrollaba. Finalmente me hallaba cerca de la estructura construida para un ambiente semejante al paraíso y con la melodía del agua cristalina, ahí me quede sabiendo que el estaría cerca de mi -Soy...originaria de Italia, de Roma para ser más exactos. Mencione sin dudas mientras mi vista seguía perdida en la escultura central en forma de un querubín lleno de viveza e infantilidad, por un momento desee su tacto, el roce de su piel que me impulsara a seguir sin más pausas, pero controle tales emociones que se planteaban dentro de mí como un ansia permanente -Durante mi vida mortal era la hija de los duques de Roma, por lo mismo ocupaba un alto puesto en el palco, era la heredera, el puesto seria mío cuando llegara el momento, me convirtieron y me transforme en un demonio con el que me acostumbre a vivir y con el que me agradaba estar, no es necesario contar mis atrocidades. No quería que él las supiera, no en ese instante. Me di la vuelta topándome con sus ojos pacíficos y pacientes que me esperaban con una calma infinita, sonreí de forma débil pero sincera y decidí continuar -Había pasado el tiempo suficiente en Italia para darme cuenta que mi juventud prominente me delataba así que viaje, por todo el mundo, conociendo y llenándome de cultura, sin importarme el aspecto económico el cual estaba solucionado, así, hace poco tiempo regrese a Paris, hace muchos años había venido pero pocos días, al encontrarme con mis semejantes supe que, tan solo quizás, este sería mi lugar. Finalice aquella parte de mi relato sin poder evitar verlo, calmando los recuerdos al encontrarme con el imponente sosiego de su mirar.

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Mensaje por Dimitri Lumière Miér Ago 04, 2010 4:56 pm

Como si la noche nos perteneciera, disfrutábamos de cada minuto que poseía nuestra sutil inmortalidad. El momento idóneo de la noche era siempre la mitad. Estábamos en el ecuador, más bien pasado, donde las luces empezaban a titilar y la escarcha se preparaba para envolver las hojas del hermoso jardín que nos envolvían. El ruido de la fuente se convirtió en un tierno murmullo que tomamos por banda sonora. Los ojos de aquella mujer jugaban conmigo, preguntándose realmente lo que podía decirme o no acerca de ella misma.
Si nuestra cercanía ya era presta, Madame Lefevre quiso tenerme aún más cerca. Esta vez no sólo sentí su olor más próximo, sino también su tacto. Alzó una mano, y el tacto del encaje que la recubría me acarició suavemente el rostro. Sus ojos, ahora sí, no tenían más objeto que yo. Parecía ser lo único del mundo aquella noche. Admiraba su gentileza. Siempre admiraba las noches con vampiros, pero ésta iba a ser más especial que nunca. Su boca se entreabrió para hablarme. Desde luego, quería aprovechar los minutos que la noche nos ofrecía, aunque fueran pocos. Cuando apartó la mano de mi rostro pétreo, comenzó a caminar en dirección a la fuente, que tan lejana nos parecía ahora. La seguí bien de cerca, mientras ella hablaba. Me pidió que fuese su compañero aquella noche, lo cual no supe muy bien como interpretar. ¿Qué quería decir Madame Lefevre con esas palabras? Ya estaba siendo su compañero, estaba manteniendo una conversación tranquila con ella, le estaba confiando las últimas horas de la noche. ¿Se refería la dama a otra clase de compañía? Preferí no intervenir ahora; después le hablaría acerca de este punto. Hice bien en no hablar, pues ella comenzó a contarme de dónde provenía.

Al fin habló de su lugar de origen, y de su cargo, que tanta especulación había provocado en mí. Era duquesa de Roma. Voilà. Por eso llevaba un séquito detrás de ella a pesar de que deseara descansar en soledad; por eso tenía ese porte, esa elegancia al caminar, y aquel rico vocabulario que empleaba con sutileza al hablar; y por eso, cómo no, tenía dinero para pagar los mejores vestidos, zapatos y perfumes para verse tan hermosa como se veía. Dijo que estaba en París porque creía haber encontrado su lugar.

-Entonces espero no haberla decepcionado -dije tomando su mano, con suavidad, y ubicándome delante de ella, con la fuente como fondo-. Sin duda París es ahora el lugar donde un vampiro mejor se puede sentir. Podemos saciar nuestra sed, siempre hay personas que se ofrecen a los morir entre los placeres de un vampiro. Podemos divertirnos entre fiestas, disfrutar de las faldas de cuantas mujeres queramos, ver los mejores espectáculos, y disfrutar de la música más selecta. Y lo mejor de todo, es que aún así, aun viviendo en constante derroche y carecer de oficio o beneficio, podemos pasar desapercibidos. Es esa discreción, oculta siempre bajo las máscaras de la clase alta, la que hace a París tan especial.
Hice una pausa mientras miraba a Madame Lefevre con ojos de fascinación. Era un vampiro que se sentía pleno en una ciudad que le ofrecía todos y cada uno de sus encantos. Tan sólo podía hablar bien de aquella ciudad; no me salían defectos cuando hablaba de la ciudad de l'amour. Ahora que hablaba y estaba seguro de lo que decía, sentí unos irrefrenables deseos de besar a aquella mujer, de mostrarle el paraíso de mi existencia y de compartir con ella los minutos restantes de mi noche. Esperé que ella sintiera lo mismo. Sabía que no podría calmar esa sed hasta que ella no lo hiciera; eran esos deseos pasionales que me acuciaban cada noche, y que solía calmar con sangre humana, entre el más placentero sadismo de una inocencia que yo echaba por tierra. Sin embargo, esa noche, si mi compañera quería, sería diferente. No necesitaba sangre, ni sadismo, ni dolor. Tan sólo una mujer hermana de mi raza que compartiera el deseo de no pasar una noche en soledad en el eterno manto de la inmortalidad.

Estando de frente con Madame Lefevre, fui yo el que la acarició ahora, y acerqué con lentitud mis labios a los suyos, hasta casi rozarlos.

-París nos ha unido, al fin y al cabo -dije casi en silencio, retomando nuestra conversación-, y deberíamos darle las gracias. ¿Qué tal si continuamos la conversación en un lugar más cerrado?
Utilicé mi persuasión, cálida y mortífera, pidiendo a aquella mujer que me dejase rozar sus sueños. Al fin y al cabo éramos vampiros, y aunque yo amaba las buenas formas, los formalismos sobraban cuando la verdadera naturaleza de criaturas como nosotros querían salir a flote.


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La fuite (Amelie) [Terminado] Empty Re: La fuite (Amelie) [Terminado]

Mensaje por Invitado Miér Ago 04, 2010 10:59 pm

¿Decepcionarme? Creo que ese término era lo contrario a lo que verdaderamente Monsieur Lumiére había causado en mi persona, desde que nos habíamos visto por primera vez, desde que se había dado el inicio de nuestro encuentro en el hall del hotel supe que no era un inmortal cualquiera, supe que no sería una noche mas, una conversación metódica de la que tarde o temprano huiría por el mismo hastió que esta me producía, si, era hermoso e inmortal pero no semejante al común de los demás, estaba segura de ello desde el momento en que su mirada se poso en la mía de la misma forma que se planteo en mi mente, dentro de mí y lo que ameritaba, dispuesta a quedarse a toda costa y sin aceptar excusa alguna aunque fuera yo misma quien inútilmente la impusiera. Con todos esos argumentos, y más razones que no eran necesarias a decir, estaba totalmente segura que decepción no era una palabra siquiera prudente para expresar lo que su presencia conllevaba en mi persona. Una vez más me arriesgue a pensar que él lo sabía y que solo era una muestra más de su galantería, de la educación que el mismo mantenía y que no me molestaba en lo absoluto.

Paris, el había acertado en su amplio concepto semejante al mío y en que, definitivamente, había sido una buena elección establecerme en dicha ciudad, mi puesto político y antecedentes sociales me permitían cualquier provechosos resultado que necesitara para vivir una rutina cómoda y lejos de problemas sin dejar a un lado mi situación en la aristocracia. El arte, el divino arte que me mantenía como su amante mas apasionada y persistente, podía admirarla en todo su esplendor, en su gratificante belleza cada vez que quisiera, las obras de teatro, pinturas, estructuras, eran la muestra perfecta de un dominio artístico y armónico con cada paso que se daba, la musicalidad de los famosos artistas y las notas de sus melodías eran la banda sonora de cada calle, la elegancia, misterio y etiqueta impregnaban tanto a hombres como mujeres sin importar su clase social, la vida nocturna tan temida por muchos y admirada por otros, los locales de perdición como decían los más influyentes que sin embargo asistían a los mismos como un centro de entretenimiento y lo más importante, el refugio de nuestros instintos que podía aflorarse cuando más lo desearan sin que nadie se diera cuenta y solo pasara por un simple y común asesinato, uno más que no dejaba huellas y que lamentablemente para el iluso mortal seria difícil de descubrir, se quedarían con aquella frustración de no lograr su objetivo, esa meta inalcanzable trazada por nosotros, por un demonio oscuro.

La línea de pensamientos se veía dispuesta y amenazante hacia mi persona, tanto que intentaba ir más allá, continuar si no fuera porque los inescrutables ojos del Lord se fijaron en los míos con una magnificencia que con solo un parpadeo innecesario pude captar, que con solo una corta mirada descubrí, él no se cohibía de demostrarme tal emoción y de alguna forma yo no encubrí el hecho de haberla descubierto como haría cual joven mortal virginal e inocente al ser descubierta por algún caballero que causaba sus delirios. Lo siguiente no me lo esperaba, o de alguna forma, pensándolo fríamente, si me lo esperaba pero no pensé que tal figura se atreviera a hacerlo entre el debate interno de equilibrio de ideas que yo misma mantenía. Sus labios, aquellos que habían ocupado mi campo visual sin permitirme ver más, se acercaron hacia mi sin pensarlo ni un segundo, solo guiándose por lo que su dueño y señor quería, por lo que sus más profundos deseos anhelaban, no se convirtió en un completo contacto, solo un leve roce que agolpo mi interior como una ola del más profundo y genérico calor, sentía sus labios, carnosos y cálidos a mi parecer, su aliento abrazador y divino, como una doncella mis ojos se entrecerraron ante tal acercamiento, con el rayo de vista solo fijo en aquel punto tan cercano a mí que ahora simbolizaban sus labios. Esperaba cualquier cosa, y sus palabras no me hicieron esperar al resonar desde lo más profundo de su nacimiento sumando a ello una caricia que hizo que un pequeño cumulo de aire botara de mis labios en forma de un suspiro totalmente inaudible, como si sus caricias me tuvieran dominada y a su merced, la suavidad de su piel no paso por alto tras el roce con la mía, era como si nuestro tacto se amoldara perfectamente al del otro, como si su diseño fuera exclusivo únicamente para esa acción, tal pensamiento no fue de mi desagrado, un sentimiento de posesión y curiosidad sucumbió dentro de mi ser.

Entendí el significado de sus palabras, esperaba y estaba segura de haberlo hecho, su acción y el tono de voz de su hablar me rodeo por completo y cada aspecto que eso implicaba, involucrando a mi mente y a todo lo que a mí se refería en su juego y de esa forma me dio a entender que aquel lugar cerrado que el mismo proponía podría ser el testigo de los logros que su persona se había planteado en obtener y que profundamente deseaba y de los que yo no tenía ni el más remoto pensamiento pero que sin embargo tenia por seguro que no causaría ninguna emoción contrariada o no esperada por ambos, no si gozaba de su compañía en el sentido que el destino se hubiera trazado a crear entre las dos figuras inmortales que adornaban los jardines como las más perfectas y formadas esculturas jamás vistas, con cada rayo de vida y belleza irradiada en sus cuerpos. Mi mano tomo la suya, posándose sobre ella aun en forma de caricia correspondía a su gesto, mis dedos recorrieron los suyos con un sosiego indudable, cada forma pertinente y mis ojos, medianamente cerrados, se abrieron para crear otra vez el contacto visual que habíamos mantenido hasta entonces y desde el comienzo de nuestro inesperado encuentro, mis labios, que permanecían cerrados solo se abrieron para dictar el veredicto concluyente a su dialogo forjado, explicito y lleno de las mas ocultas emociones -Tal petición mi Lord...¿sería un llamado de nuestros instintos más profundos y solo reconocidos por nosotros?. Inquirí con suavidad mientras mi mano seguía en aquel tacto con su piel -¿O una señal a que el transcurso de nuestro encuentro quedara en manos del influyente destino?. Finalice deslizando mi mano hasta su lugar de origen, hasta mi abdomen cubierto por el corsé de encaje a juego con el vestido. Esperaba solo eso, una respuesta o algo que solo afirmara los pasos, conocidos o no, que daríamos en unos instantes.

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Mensaje por Dimitri Lumière Jue Ago 05, 2010 4:27 am

Mi gesto pareció tomarla por sorpresa; pero sin embargo, también parecía gustarle. Sabía que era demasiado pronto, al menos a ojos de un mortal. Hacía unas pocas horas que nuestros caminos habían fluido juntos como dos ríos que van a parar al mismo mar, pero al fin y al cabo, éramos dos vampiros adultos, muy conscientes de nuestra verdadera naturaleza, de nuestras ansias y anhelos. A estas alturas no éramos quién para negarnos a un impulso, por muy egoísta que fuese. Ya no esperábamos chiquillidas propias de una niñita que, aún sin desflorar, espera inocentemente a que su niño idealizado llegue cada noche a recogerla a su jardín. Si alguna vez pasamos por esa etapa, desde luego ya la habíamos olvidado.
Por eso, cuando hablé, madame Lefevre comprendió a la perfección mis palabras, mi proposición. El mero hecho de tenerla delante, ahora despertaba mis instintos más ocultos. Estaba harto de las mujeres humanas, aunque me hicieran un gran bien, pero necesitaba probar la noche de una vampiresa de verdad, una mujer real, en toda regla, que fuese capaz de igualarme en todos los aspectos. Y ella era tan perfecta... Elle había hecho surgir en mí tan preciosa sensación, algo que no sentía desde hacía tiempo. Cada paso que daba despertaba más mi deseo de conocerla a fondo. Y ahora que sentía sus labios tan próximos a los míos, mi interior se revolvía como si centrifugase todo lo que había acontecido aquella noche. Era curioso, y perfectamente irónico, que cuando más vivo me sentía era cuando estaba con uno de los míos, un muerto inmortal. Quoi bien.

Ella, totalmente enfundada en una máscara de deseo y pasión casi tan tupida como la mía, habló para cuestionar si aquello lo hacía por instinto, o tan sólo estaba dejándome llevar por el destino de la noche. Le sonréi levemente, aún cercano a sus labios.

-Ambos -dije llevando la vista hacia sus carnosos.
Mi respuesta pareció gustarle, pero cerró nuestro contacto físico. No entendí muy bien ese gesto. ¿Quería Madame Lefevre que la dejara en paz? No pensé eso, no podía ser así. Había comprobado como se alteraba cuando me tenía cerca.

-No es bueno dormir los instintos. Tan bien sabéis como yo que la mejor forma de librarse de la tentación es caer en ella. Y por otra parte, si ambos, dos criaturas inmortales, hemos huido de nuestra casa, hemos venido hasta aquí en busca de paz, y nos hemos encontrado en medio de una noche que nos ofrece todas y cada una de sus posibilidades, es una clara señal del destino. Si creéis en estas cosas, claro. Y por ello, madame, creo que es una combinación de ambas cosas, instinto y destino, lo que me lleva a pedirle que la invite a pasar el poco tiempo que queda ya de noche junto a mí, en la habitación que he alquilado para mí. Sería maravilloso recibir el toque de queda del amanecer juntos.

Esperé a que mis palabras hicieran efecto.No quería forzarla a nada, ni mucho menos, y quería que se tomase el tiempo que necsitara. Después de unos pocos segundos, me acerqué a ella, cuya mirada estaba dirigida al suelo, perdida y pensativa, y le tomé el rostro con una mano, levantándoselo hacia mí con suavidad, en un ligero movimiento. Sus ojos estaban oscuros, como antes, pero ahora brillaban entre la oscuridad de la noche. Era un brillo más que hermoso, un brillo demasiado bonito; un brillo, que sin duda, desvelaba su condición sobrehumana. Era curioso cuántos detalles desvelaban tan a menudo la naturaleza de las bestias de la noche, y sin embargo, los inocentes y estúpidos humanos no se daban cuenta de ellos. Pero lo prefería así, la verdad. Prefería mantenerme oculto y discreto ante los ojos de aquellas criaturas rutinarias y fácilmente mortales.

-Sus ojos están hablando por vos, madame.

Esperé de nuevo un poco, pero tan sólo unos pocos segundos esta vez. Fue entonces cuando, casi sin pensarlo, me acerqué lentamente a su rostro, que aún mantenía mirándome sujetado por una de mis manos, con tacto pero firmeza, y presioné suavemente sus labios con los míos, fundiéndonos en un beso que estaba despertando, una vez más, mi sed de ella. A pesar de que mi gesto había dejado poco lugar a dudas, esperé que ella me contestase con palabras si realmente deseaba aceptar mi propuesta.


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Mensaje por Invitado Jue Ago 05, 2010 9:28 am

La respuesta que había estado esperando llego a mi oídos acompañada por el más suave movimiento de labios que hizo que el contacto fuera mayor entre nosotros y que de esa forma ese calor tan especifico que el causaba me agolpara de nuevo sin piedad, como si con tal movimiento pudiese dejarme caer y conllevarme a su merced donde claramente ya me hallaba. Era lo que deseaba oír, no era por simple pasión y deseo pero tampoco era un deje del destino, sabíamos muy bien que queríamos y el transcurso de ello se quedaría en manos de nuestro compañero que lo trazaría y nos sorprendería una vez más con sus movimientos ilícitos. Tan solo por aquella pequeña palabra una sonrisa se formo en mis sonrosados labios, pero se amplió aun mas cuando oí su explicación, no era necesario que la hiciera pero a pesar de ello tal dialogo solo sirvió para confirmar aun mas que manteníamos el mismo tipo de pensamiento y que sin duda alguna nuestros ideales eran de una forma completamente semejantes que se acoplaban como dos figuras gemelas a las situaciones en donde Dimitri y yo furtivamente nos habíamos conocido sin siquiera pensarlo ni planearlo en nuestra metódica forma de vida, no, había sido algo completamente imprevisto e inesperado y de alguna manera ese fue el toque, la esencia que me hizo querer saber más de él, que no era como los demás, que nada surgía de la manera en que afloraba con mis encuentros junto a mis colegas o conocidos, no, él desde su llegada había marcado una tendencia diferente en mi persona, algo distinto y nunca antes sentido y si de alguna manera anteriormente pude hacerlo esta vez aumentaba sin consideración.

A pesar de que el contacto entre nuestros labios no se rompía de la manera en que nosotros no teníamos el querer de hacerlo, mi mirada permanecía perdida en el suelo o en cualquier otro punto que no fueran sus luminosos ojos cuyo brillo especial me había perder la concentración por completo y no tener ideas coherentes o filosóficas en mi mente, solo a él y a la llama que encendía dentro de mí, que recorría cada parte de mi cuerpo recorriéndome con un sentimiento autoritario que reclamaba que de alguna manera solo el podía causarlo en mi. Pensaba, si, pensaba muchas cosas, ¿cómo ha de ser posible que un hombre tan poco conocido para mi haya logrado sembrar en mi interior emociones tan fuertes y pasionales? ¿cómo puede siquiera con una mirada dominar mis tormentos y acallarlos con un roce para solo concentrarme en el momento?, cada línea cruzaba por mi mente con rapidez, con fuerza, como si se tratara de las oraciones de los más antiguos libros que leía con rapidez pese a mi conocimiento pasado y lo que mis habilidades implicaba, todas parecían indicarme algo diferente, como un trozo de todo lo que podía sentir, pasión, armonía, paz, deseo, eran tantas cosas que por un momento pensé en hacer como los niños, juntar todas sus sospechas a ver qué resultado concluían sin importar su éxito o no, mi mente se dignaba a mas e incluso yo misma quería saber un resultado final, pero no hizo falta pues su mano levanto mi mirada haciéndome crear aquel encuentro con sus ojos nuevamente, haciendo que cualquier pensamiento anterior hullera como si sus ojos se lo advirtieran para dejarnos a solas a él y a mí en ese momento, mis labios se entreabrieron para hablar aun con una pequeña curvatura en ellos, me había descubierto y sin duda alguna mis ojos habían respondido todo lo que mis labios en algún momento pudieron haber dicho, así como los de Lord Lumiére me había transmitido sus más profundos pensamientos hacia mi persona, no espere mas y los segundos pasaron rápido cuando de momento el se acerco rompiendo la pequeña distancia que nos separaba, el me beso.

Mis ojos se cerraron con lentitud y sutileza cuando sentí sus suaves labios levemente presionados con los míos, por un momento fue solo un roce sin ningún movimiento aparente pero mi instinto de mujer me hizo reaccionar y enseguida mis labios cobraron vida como las flores en el momento del amanecer cuando sus pétalos se abren para dar a mostrar las mas internas maravillas. De esa manera correspondí a tal entrega entreabriendo mis labios para sentir su cálido aliento acunarse en mi, su halito abrazador que tanto me gustaba, sus labios eran atrapados por los míos con suavidad, un movimiento cometido por ambos, rozándose misteriosamente, tocándose con tersura y movimientos a gusto, dejando a un libre albedrio la decisión de su tacto, posteriormente mis manos se posaban en el, una en su hombro y la otra en su cuello, deslizando la ultima por su suave piel como una caricia inocente. No oía mas, no sentía más, el sonido de la pequeña fuente al caer el agua se escuchaba tan lejano, el cauce del viento resonar en los arboles...todo era silencio, solo éramos el y yo en medio del frondoso jardín. No recordaba haber sido besada así en mi vida, mi compartir en ese sentido era muy claro, pero con él, no, con Dimitri me sentía diferente, como si solo fuese el, solo él y nadie más, era la única expresión que entre mi torbellino de pensamientos podía utilizar para expresar lo que sentía.

El aire no era necesario y verdaderamente podía seguir besando sus labios aun cuando no se había tornado con profundidad y pasión pese a la espera que yo sabía que el mantenía y que sin embargo había tomado para cumplir el deseo mutuo de unir nuestros fervientes labios, necesitaba una respuesta y aunque mi mirar y aquel beso habían brindado una conclusión acertada sabia que Dimitri necesitaba escucharlo para estar seguro y yo no tenía molestia alguna de confirmar mi respuesta. Lentamente me separe de sus labios no sin antes rozar con mínima intensidad el inferior, mis ojos se abrieron y se alzaron hacia el -Las palabras no son necesarias cuando nuestras acciones le han demostrado mi respuesta, pero sé que la necesita de mi, de mi voz y en tal caso podre decirle que acepto ir con usted, a donde sea que desee llevarme. Afirme , ya no existían barreras de dudas y el podía tener por seguro que cada una de mis acciones y palabras transcurridas a lo largo de nuestro encuentro, habían sido sinceras, por primera vez me encontraba sumida en tan profunda sinceridad.

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Mensaje por Dimitri Lumière Jue Ago 05, 2010 11:25 am

Ella me correspondió con gana aquel beso furtivo que le había robado. Ambos estábamos envueltos por la magia de la noche. Aquella escena debería ser digna de plasmar por un artista veneciano. Dos figuras perfectas, cuya piel pétrea y nívea simulaba la de dos estatuas en medio de un jardín. Parecíamos una escultura; dos bellos cuerpos que entrelazaban sus labios entre sí.

Cuando me soltó, deshaciéndose de mi tacto suavmente, contestó a mi propuesta. El hecho de que aceptara provocó que mis ganas de ella aumentasen aún más. Cuanto terminó de hablar, volví a besarla ligeramente durante unos instantes, y después le ofrecí mi brazo para volver al interior del hotel. Paseamos por el corredor del jardín hasta llegar a los escalones que sostenían la entrada al edificio del hotel. Mientras subíamos por las escaleras, le dediqué una mirada sonriente, en busca de ver la complicidad que emitían sus ojos. Le abrí la puerta para que pasara delante mío, con educación, y después de entrar yo, volví a ofrecerle mi brazo para que caminara junto a mí. Saqué la llave de mi habitación del bolsillo interno de mi chaqueta, y observé el número. 106. Teníamos suerte, estaba en el primer piso. Le aparté el brazo para tomarla de la mano, y comenzamos a subir los escalones con rapidez. El vuelo de su vestido, arrastrando por la alfombra que cubría la escalera, daba un aire enjugascado a nuestra huida a la habitación. Al llegar al primer piso, la tomé por la cintura, ante ella, y volví a besarla. El sabor de sus labios era delicioso, casi tanto como el de la sangre humana. Tomé su mano de nuevo, y la llevé hasta mi habitación. Cuando introduje la llave en la cerradura, habiendo soltado su mano, y antes de abrir, apoyé la cabeza en la puerta y la miré a ella durante un instante con una sonrisa en los labios. Mis ojos estaban negros, cegados por el deseo y la necesidad de descubrir las horas que nos quedaban en la noche.

-¿Estáis segura de querer hacer esto?-le pregunté, antes de girar la llave.
Su sonrisa y sus ojos, de nuevo me sirvieron como la mejor respuesta que me podía llegar. El olor que desprendía me embragaba, y engordaba mi sed, cada vez más presta a saciarse.
Finalmente giré la llave, y la puerta de madera se abrió en seguida, mostrando ante nosotros una habitación bastante grande. Pedí a la vampiresa que pasara ante mí, y después pasé yo, cerrando la puerta. Observé la habitación, tan perfectamente ordenada y bellamente decorada. La falta de ventanas era lo único que realmente afeaba su interior, pero se compensaba con algunos cuadros que verdaderamente eran obras de arte. Las paredes estaban empapeladas en tonos rosados y pasteles, y un rodapié de la misma textura que el parqué del suelo. La cama de matrimonio estaba vestida con un edredón de plumas blanco y sobre ella reposaba una manta roja y unos cuantos cojines del mismo color que la pared. Junto a la cama había un par de sillones rojos, entre los cuales descansaba una mesa de café con un par de copas de vino y una botella sobre una bandeja dorada.

-Cortesía de la casa, supongo -dije mirando aquel detalle.- Sería de mal gusto no estrenarla, ¿no creéis?
Me acerqué a la botella, y me tomé la confianza de quitarme la chaqueta del traje, que una vez dentro de la habitación, me sobraba. Sin embargo, aún me quedaba el chaleco, que notaba con firmeza sobre la camisa, de la que me desabroché un par de botones. Ahora que estábamos en un ambiente más íntimo, nos sobraban los formalismos. Tomé la botella entre mis manos y leí la etiqueta.
-Oh, es de mis favoritos.La descorché con fuerza, y llené las dos copas.- -Espero que os guste el vino, madame. -le dije volviéndome hacia ella y entregándole una copa. Me senté en la cama, y esperé a que ella hiciera lo mismo.
-Brindemos, madame. ¿Por nosotros, quizá?


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Mensaje por Invitado Jue Ago 05, 2010 3:48 pm

Mis palabras fueron aceptadas por el y como un entendimiento a las mismas oraciones que había proferido hacia instantes, sus labios callaron los míos con un beso fugaz pero a la vez intenso y emotivo que agolpo mi cuerpo con la típica ola mortífera desde hacia instantes, una que solo el había traído consigo y que estaba segura que no se iría tan fácilmente aunque no estaba interesante que lo mismo ocurriera. mis labios respondieron a su beso rozando tan solo con suavidad y misterio dando una leve caricia a su labio superior antes de sentir como el se separaba de mi para ofrecerme galantemente su brazo en señal de que debíamos de emprender nuestro camino y lo que ello implicaba, sin dudarlo mas tome su brazo dejando mis dedos puestos en su piel y de esa forma emprendimos nuestro camino dejando atrás a los frondosos y luminosos jardines que había servido de escenario para la magia que emanaban dos cuerpo inmortales de gran belleza que tras encuentros furtivos habían compartido el roce de la piel y palabras armónicas y literales. Podía ver el camino, los corredores del hotel iluminados pobremente para no despertar a los visitantes y compaginar con el ambiente pacifico y calmo que implicaba el mundo nocturno, el mundo de los sueños para los mortales y parte de nuestro diario vivir al ser inmortales.

El rayo de luz de las lámparas de aceite que adornaban la entrada nos cobijo cuando Lord Dimitri abrió la puerta dando una pequeña pausa para ver mis ojos y mi rostro, buscando una facción de complicidad que se le fue correspondida al instante sumando a ello una curvatura fina y fresca como solo los rasgos y la sensualidad femenina suelen ser. Pasamos al hall del hotel donde anteriormente habíamos estado, donde había sido el punto central de nuestro encuentro y el conducto básico a las demás habitaciones y escaleras, me percate de las pocas presencias en la administración del hotel, uno de los trabajadores dormía plácidamente lejos del campo visual humano, seguro que para entonces pensaba que no habrían mas visitantes hasta cuando el sol se hallara en lo mas alto del firmamento indicando el amanecer y el inicio de un nuevo día donde mas huéspedes llegarían de seguro. Por su parte el administrador cubría con sus lentes unos parpados arrugados y cerrados en su totalidad por los años pasados y el sueño acumulado de su trabajo... ¿en conclusión? solo el roce de la falda mi vestido y nuestros calzados indicaban que dos figuras de magnifica belleza se desplazaban a una habitación de aquel hotel, mi mirada se dirigió a Monsieur Lumiére y al camino que se avecinaba por los pasillos antes de llegar a la habitación.

Subimos algunas escaleras dejando las formalidades para que aura fuera su mano la que se enlazara con la mía, de momento dejaría en manos de mi acompañante cualquier selección en el hotel y sus variantes, posteriormente llegamos al primer piso y mis ojos oscuros poseedores solo de un rayo de luz visualizaron una larga hilera de habitaciones con dos o tres curvas en dirección, no pude detallarlo bien ya que a los segundos aquel hombre me tomo con decisión por la cintura besando mis labios nuevamente. Un sentimiento de posesión se acoplo en mi lo que hizo que mis manos se posaran en sus fuertes hombros y mis labios se movieran con mas intensidad que la anteriormente sentida sobre los suyos, parecíamos jóvenes mortales que no dudan ni un segundo en demostrar lo que sienten y lo que desean en lo mas profundo de su ser sin importar el lugar, solo con la esperanza de que la otra persona se entere nuevamente, agregando a ello que podía acostumbrarme a el sabor de sus labios, era exquisito, era como un narcótico adictivo y exclusivo para mi, se separo a los segundos en los que tras cortos pasos llegamos a la habitación 106, soltó mi mano solo unos segundos para abrir la puerta, pareció dudarlo cuando volteo a verme, su porte era semejante a una escultura de antaño y que al solo admirarla uno podía descubrir los verdaderos dotes de su belleza, sus carnosos labios solo se abrieron para, tras una mirada, cuestionar mi seguridad.

Las palabras no fueron necesarias, una sonrisa y una mirada sincera desde lo mas profundo de mi ser hizo que mis ojos brillaran mas aun y que el sintiera la plena seguridad de que yo no dudaba ni por un segundo en lo que haría. Me agrado ver que sin duda me había entendido y por ello abrió la puerta de la habitación a la cual entre detallando cada espacio con mi mirada, estaba decorada a la perfección tal como a un ser de nuestra clase se le podía ofrecer desde luego, la falta de ventanas no me molesto en lo absoluto, al contrario, una sonrisa apareció al acercarme y detallar las exquisitas obras artísticas de las que tanto me consideraba amante. Oí el cerrar de la puerta y posteriormente nuestros ojos encontraron una pequeña mesa iluminada con un rayo de luz de la lámpara que indicaba unos obsequios provenientes del hotel para con sus visitantes, el gesto me hizo negar de con una curvatura en mis labios, los mortales y sus halagos -Sin duda alguna no seria prudente desperdiciar tal detalle. Asegure viendo como el se quitaba el oscuro abrigo correctamente bordado y desajustaba un poco la blanca e impecable camisa para luego encaminarse a la mesa adjunta a la decoración, allí usando un poco de su fuerza abrió la botella alegando su preferencia, enseguida mi sentido del olfato se percato del aromático vino de cosecha antigua, mientras de mas antigüedad sea lo consideraba mejor, me entrego una copa y se dirigió a la cama de suave parecer, me esperaba y yo lo sabia. Sin guiarme por la modesta etiqueta solté un pequeño botón negro del chal oscuro que mantenía sobre el vestido dejando de tal forma mis hombros desnudos y las curvaturas facilitadas por el corsé ante la luz y porque no, ante los ojos vecinos que no perdían ni un detalle de mi persona. Me encamine hacia el sentándome a su lado, viendo la copa y el licor que esta mantenía mientras mi mente divagaba algún otro motivo, pero no fue así, estaba de acuerdo con el y brindar por nosotros implicaba un amplio contexto relacionado desde el inicio de nuestro encuentro -Si Monsieur, estoy de acuerdo con usted y lo mas propicio es brindar por nosotros, así que, por usted y yo. Una sonrisa se formo en mis labios antes de que el suave resonar de las copas indicara el fin del motivo de nuestro brindis, pose el cristal en mis labios para beber un poco del liquido que paso por mi garganta como un recorrido lento y sinuoso preparándome para sea lo que el destino nos deparara y solo nosotros fuéramos los protagonistas.

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Mensaje por Dimitri Lumière Jue Ago 05, 2010 6:27 pm

Después de que mademoiselle aceptase mi propuesta de tomar una copa de vino, y tras ver que yo me ponía más cómodo desprendiéndome del abrigo del traje, ella hizo lo propio. Aparto el chal que cubría sus hombros con un ligero movimiento en el que desabrochó un botón. La tela se deslizó con una impecable suavidad sobre su piel, ahora desnuda, mostrando su tan perfecta y nívea apariencia. Decidí que había algo que también sobraba y que no dejaba contemplar en su totalidad la estructura de aquella perfecta mujer, algo cuyo tacto desde el primer momento me había molestado. Después de brindar por nosotros, y chocar nuestras copas de cristal, bebimos el líquido como si de la más deliciosa sangre se tratara. A veces, a pesar de estar poseídos por nuestra más terca naturaleza vampírica, un buen vino sabía mejor que la sangre humana, siempre derrochable y austera. El vino sabía como un vino viejo. Ni siquiera me hizo falta mirar la etiqueta de aquella botella para saber que era un Reserva de bastantes años, al menos quince. Bah, ¿qué son quince años para nosotros?, pensé. Apenas un soplo de tiempo que enrosca las noches alrededor de un fin determinado. Una vez hubimos brindado, y la observé tan perfecta, sentada junto a mí, sobre las sábanas, me decidí a hacer lo que me había propuesto.

-¿Me permitís? -dije ofreciendo mi mano, cerca de su copa de vino.
Retiré su copa y la dejé sobre la mesita. Después, coloqué mi fría piel sobre la suya, y comencé a deslizar la tela de encaja que cubría sus manos. Al terminar, retiré suavemente aquel trozo de tela que ahora tenía la silueta de las manos de aquella mujer, y entonces, por fin, pude observar la piel que recubría sus brazos, perfectos y pétreos, hasta llegar a su mano. Recorrí aquel lugar con mis dedos, disfrutando del roce de su piel. Tomé una de sus manos para besarla, y decidí repetir el mismo ritual con el otro guante.

-Así estáis mucho mejor. El blancor de tu piel te recorrre ahora desde el cuello hasta la punta de los dedos, pasando por los hombros. -dije mientras la acariciaba.
Le devolví su copa de vino y comencé a hablar.

-Esta noche no caerá en el olvido, madame. Los días en mi más reciente vida han pasado como cualquier otros, cargados de sangre humana y de rostros repletos de terror que esperaban tan sólo a que acabase con la tortura, con el infierno que les hago sufrir antes de beberme su último aliento de vida. Puedo ser mortífero si quiero, pero también puedo ser un sentimental. Me temo que vos habéis sacado esta segunda faceta mía, aunque siempre si perder un hálito de la primera; y eso es algo que no podré olvidar jamás. Espero que después de esta noche sigamos manteniendo el contacto. No quiero perderla de vista; sé que nos unirá algo más que la amistad, madame. Pero sin duda, esa amistad se verá reforzada con el paso del tiempo. La esperaré en mi teatro; quedáis invitada cuantas veces queráis, el placer de teneros allí será mío.
Volví a quitarle la copa, ya vacía, y la dejé en la mesita, junto a la mía. Mientras andaba por la habitación, seguí hablando.
-De igual manera si alguna vez queréis compañía en la corte, ya sea un buen rato o una simple conversación agradable, no tenéis más que hacerme llamar, y yo estaré allí.

Me volví a sentar en la cama, muy cerca de ella, y rodeé su cintura con mi abrazo. Volví a besarla con suavidad, y entonces la miré por última vez, antes de entregarme a la pasión de la noche.
-Pero creo que he hablado demasiado por ahora, y es nuestro instinto el que debe hablar.

Nos fundimos en un plácido y pasional beso, siempre sutil, pero olvidando la inocencia. La agarraba con gracia, pero también con fuerza, deseando cada tramo de su cuerpo, y cada tramo de su mente. Cuando besé su cuello, repasé cada poro de su piel con mis colmillos, sedientos de aquella mujer que se entregaba a mí en una noche que sólo nos pertenecía a nosotros.

Y allí, en una habitación de hotel tapiada, con una botella de vino a medio empezar, dos copas vacías y un par de guantes en el suelo, estaban dos inmortales que apuraban las últimas horas de una noche que les había unido en secreto, bajo el manto estrellado y la luna llena. Al fin y al cabo, había sido una de mis mejores noches; había empezado huyendo de mi propia casa, y la había encontrado a ella. Aquella huida, aquella fuite nos había unido. Había sido, sin duda, la mejor fuite de mi vida. Había sido nuestra fuite.


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Mensaje por Dimitri Lumière Vie Ago 06, 2010 7:14 am

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