¿Problemas? (Libre) -TERMINADO-

por Invitado Mar Abr 26, 2011 5:50 pm

Una luna menguante adornaba un cielo pintado de oscuridad, y en el suelo se escuchaban los pasos de una mujer que caminaba sin saber quién era. Resonaban por toda la pequeña calle mientras ella seguía avanzando con destino a ninguna parte, los ojos húmedos y el corazón en un puño, pues en cualquier momento podía encontrarse con cualquiera y ser requerida. Pero aquella noche Morgana buscaba precisamente evadir eso, el pensamiento de saber quién era, para qué servía y el aprecio que se le tenía a su humilde y resentida persona. ¿Era un poco de compasión pedir demasiado? No podía evadirse en ningún lugar. En el burdel, porque corría un riesgo mayor de ser elegida para temas de sobra sabidos, y en la calle o fuera de él, porque caminaba insegura frente a las probabilidades de encontrarse con alguien peligroso. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Quedarse quieta todo el día?

Sus pasos siguieron adelante y doblaron algunas esquinas. Al menos, entre esas solitarias y frías calles estaba segura de una cosa: pasara lo que pasara, no se enteraría nadie. ¿Quién se iba a preocupar de una puta cualquiera, que además renegaba y huía de su trabajo?
En un momento dado, sus pies doloridos la obligaron a detenerse y apoyarse contra la pared, respirando lentamente agotada entre nervios y dolor. En fin… Así al menos podría hacerlo. Cerró los ojos y suspiró, intentando dejar su mente en blanco para intentar al menos sonreírse a sí misma.
Era un momento agradable con algo de brisa corriendo suavemente y acariciándole la piel, y el sonido del vuelo de algunos pájaros la relajaban lentamente.

Poco a poco su cuerpo se destensó, pero pronto volvió a hacerlo al escuchar un ruido sin origen específico. Sólo había sido un sonido diferente y fuera de lugar, no se veía nada ni a nadie, pero aún así la cortesana ya se había asustado de nuevo. ¿No sería un hombre en pos de diversión, verdad?
Oh, no, por favor… Esa noche no, esa noche no…

por **Valko B. Hristov** Dom Mayo 08, 2011 4:52 pm

La oscuridad se había hecho dueña y señora de la ciudad, calle por calle, casa por casa, sólo combatida en aquellos pequeños reductos donde antorchas y lámparas conseguían marcar efímeras fronteras tras las cuales la noche aguardaba, paciente, a que las llamas se consumiesen a sí mismas. El embarrado suelo de los estrechos callejones de aquel barrio parisino reflejaba la leve luz de una luna menguante a punto de desaparecer, al tiempo que una suave brisa, fría al ser aún abril, se inmiscuía entre aquellos corredores abiertos al negro cielo, salpicado de múltiples pequeñas puntadas de luz. Y allí, entre los edificios, protegida por las sombras, una solitaria figura caminaba.

Valko, muchacho de pelo oscuro y ojos claros de una manera algo inusual por aquellas tierras de Europa occidental, se apresuraba a caminar hacia algún lugar perdido, según podría casi asegurar él, evitando los charcales y el reciente fango que contenían. El origen de aquel chico era un hotel emplazado en la ”rue de Saint Honore”, donde había dejado al monsieur Fournier, o ”senhor” como acostumbraba a tratar él a los varones que ostentasen una posición social, al menos, similar a la suya. En cierta medida podría considerarse que ya era tarde para él y que ya hacía varias horas que debía de estar intentando conciliar el sueño en el catre en la posada a la que se dirigía, pero había estado atareado hasta hacía no mucho con encargos y transportando e instalando un piano que, como siempre, el ”senhor” pedía, fuera a donde fuese.

Valko se sentía algo intimidado por el reinante silencio, sólo roto por el movimiento ocasionado por el viento o el rápido caminar de un esporádico y lejano viandante. Por eso, su paso era ligero, aunque caminaba algo encogido, a causa del frío, aferrándose a su no demasiado grande chaquetilla. El chico se empezaba a plantear buscar algún trabajo secundario, allí donde fuese, para ahorrar algo de dinero y poder comprar algunas cosas necesarias; ni se le pasaba por la cabeza pedírselo a su patrón. En su devenir, el muchacho estaba tan concentrado en los inexistentes fantasmas que desaparecían antes de hacer acto de presencia que no se percataba de la orografía del terreno que pisaba y, lo que aquello acarreó, no se aleja para nada de la obviedad: una piedra malintencionada, un tropiezo y un muchacho en el suelo con el barro decorando la blanca camisa que llevaba bajo su no suficientemente grande abrigo. El chico soltó un juramento antes de levantarse, entumecido y algo adolorido, para aumentar el ritmo de la marcha; ahora, además, apremiaba el secarse.

por Invitado Dom Jul 03, 2011 11:41 pm

ROL CERRADO

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