AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La prueba del trabajo bien hecho (libre)
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La prueba del trabajo bien hecho (libre)
La parte que más odio de mi trabajo es tener que deshacerme del cadáver. Había sido rápido, como siempre, pero ahora estaba cansado. Me dolía la jodida espalda de tantas paladas. El agujero ya era lo bastante profundo, arrastré el cuerpo decapitado y lo lance dentro el hoyo. La cabeza la guarde en un saco para el cliente, decía que trajera una prueba que confirmara que lo había pelado. Me hacía gracia pensar en la cara que pondría el joven refinado al ver "la prueba". Si alguien te molesta y tienes dinero paga que yo lo borrare del mapa sin que tú te ensucies las delicadas manos. No os preocupéis que ya pecare yo por vosotros.
- Maldito hijo de puta.- dije después de escupir al cuerpo, seguidamente empecé a cubrirlo de tierra. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis paladas más… la misma operación de siempre. Pronto amanecería y debía volver a casa, necesitaba un baño que se llevara la sangre y el barro de mi cuerpo. Cogí una bocanada de aire fresco, después de aquello me sentía mejor, me había deshecho de un diablo más. El cielo estrellado y la luna llena me daban la luz suficiente para verme en aquella fría noche. Me pregunté si en alguna parte Ava me estaría viendo, ¿qué pensaría de mí si viera en lo que me he convertido?
No tardé a llegar a la ciudad, parís estaba dormido y las calles solitarias. Tan solo se escuchaba el trote de mi yegua resonando entre las paredes de las calles parisinas. El saco con la cabeza iba goteando dejando una hilera de gotas de sangre. Pasé por el lado de una taberna, aún estaba abierta y se escuchaban voces y risas dentro. Una botella de cerveza no me iría mal para conciliar el sueño. Aparqué a mi yegua un momento mientras iba a por mí bebida, dejando en la silla la cabeza y mi hacha. Solo sería un momento y no había nadie en la calle.
Salí taberna sin pagar, estaban tan borrachos que no se percataron que cogí una botella de una de las mesas. Aceleré el paso al ver que había alguien al lado de mi yegua, no lograba identificar quien o que, estaba demasiado oscuro. Observaba algo; ¿el saco quizás? … mierda.
-¿Puedo ayudarle? - dije apareciendo de entre las sombras con la botella en la mano.
- Maldito hijo de puta.- dije después de escupir al cuerpo, seguidamente empecé a cubrirlo de tierra. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis paladas más… la misma operación de siempre. Pronto amanecería y debía volver a casa, necesitaba un baño que se llevara la sangre y el barro de mi cuerpo. Cogí una bocanada de aire fresco, después de aquello me sentía mejor, me había deshecho de un diablo más. El cielo estrellado y la luna llena me daban la luz suficiente para verme en aquella fría noche. Me pregunté si en alguna parte Ava me estaría viendo, ¿qué pensaría de mí si viera en lo que me he convertido?
No tardé a llegar a la ciudad, parís estaba dormido y las calles solitarias. Tan solo se escuchaba el trote de mi yegua resonando entre las paredes de las calles parisinas. El saco con la cabeza iba goteando dejando una hilera de gotas de sangre. Pasé por el lado de una taberna, aún estaba abierta y se escuchaban voces y risas dentro. Una botella de cerveza no me iría mal para conciliar el sueño. Aparqué a mi yegua un momento mientras iba a por mí bebida, dejando en la silla la cabeza y mi hacha. Solo sería un momento y no había nadie en la calle.
Salí taberna sin pagar, estaban tan borrachos que no se percataron que cogí una botella de una de las mesas. Aceleré el paso al ver que había alguien al lado de mi yegua, no lograba identificar quien o que, estaba demasiado oscuro. Observaba algo; ¿el saco quizás? … mierda.
-¿Puedo ayudarle? - dije apareciendo de entre las sombras con la botella en la mano.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
"Existen noches en las que podemos jugar a ser simples humanos...
O incluso el enemigo."
O incluso el enemigo."
Cerró con fuerza aquel portafolio lleno de una gran cantidad privada de papeles. Era extraño para ella que a tempranas horas de la noche, la iglesia se mostrara vacía, por lo regular al menos una vida rondaba por los pasillos o por las salas comunes que tenían disponibles los inquisidores, pero sobretodo los líderes, quienes nunca podían bajar la guardia y dejar el cargo simplemente a la deriva. Por eso sintió una especie de mal presentimiento, aquello no era para nada bueno. Así estuvo caminando por los pasillos para reconocer un desperté, y se llevó la grata sorpresa de que mujeres y hombres disfrutaban de una deliciosa cena, y también de divertidos intercambio de palabras mientras ingerían esos alimentos.
Narcisse, no entendía que estaban celebrando, o al menos no había sido informada, pues incluso el mismísimo papa se encontraba en aquel lugar. La razón por la que no le habían informado era clara, ella tenía una tarea más poderosa, incluso más que cualquier fiesta; pero ahí estuvo con ellos, intercambiando un poco de ese humor negro que se le caracterizaba, compartiendo anécdotas, y por primera vez reconoció que, pasar un rato agradable con personas a su alrededor no estaba para nada mal. Quizás lo sociable no lo tenía para nada, pero podría comenzar a hacerlo, nada le costaba, al contrario, podría llegar a darle ratos gratos y únicos.
Terminó por despedirse, dispuesta a seguir la noche por cualquier otro lugar dónde tuviera que estar con gente desconocida, y no precisamente por indiferencia con sus compañeros, pero más valía dejar de lado los placeres, y el trabajo, ya había tenido suficiente de eso, y no quería echarlo a perder. Así estuvo Narcisse, vagando con su ropa masculina ajustada, uniforme que se les permitía tener dentro de la iglesia para su comodidad, esa noche estaba tan animada, como pocas veces, que decidió buscar dónde tomar un poco más algunos tragos, quizás estaría mal por ser mujer, pero vamos, si igualdad de genero iba por delante, eso lo aprendía en la iglesia, cuando se imponía frente a otros hombres, y era toda una líder de su facción.
- Quizás podría ayudarme si conoce el nombre de está hermosa yegua - Comentó con un tono de voz dulce, seductor, completamente femenino y llamativo, porque ella simplemente era así, no por hacerlo a propósito. Minutos antes ya se encontraba en el encuentro con aquel gallardo y distinguido animal, le fue inevitable acercarse al ver su majestuosidad. - ¿La conoce? ¿No me diga que es suya? - Sonrió de forma amplia, acariciando la cabeza del animal, y separándose después unos dos pasos para examinar al hombre. - Lamento importunarlo si es así, pero no pude evitar acercarme - Le dedicó una sonrisa amplia cuando giró su rostro para verle.
Narcisse, no entendía que estaban celebrando, o al menos no había sido informada, pues incluso el mismísimo papa se encontraba en aquel lugar. La razón por la que no le habían informado era clara, ella tenía una tarea más poderosa, incluso más que cualquier fiesta; pero ahí estuvo con ellos, intercambiando un poco de ese humor negro que se le caracterizaba, compartiendo anécdotas, y por primera vez reconoció que, pasar un rato agradable con personas a su alrededor no estaba para nada mal. Quizás lo sociable no lo tenía para nada, pero podría comenzar a hacerlo, nada le costaba, al contrario, podría llegar a darle ratos gratos y únicos.
Terminó por despedirse, dispuesta a seguir la noche por cualquier otro lugar dónde tuviera que estar con gente desconocida, y no precisamente por indiferencia con sus compañeros, pero más valía dejar de lado los placeres, y el trabajo, ya había tenido suficiente de eso, y no quería echarlo a perder. Así estuvo Narcisse, vagando con su ropa masculina ajustada, uniforme que se les permitía tener dentro de la iglesia para su comodidad, esa noche estaba tan animada, como pocas veces, que decidió buscar dónde tomar un poco más algunos tragos, quizás estaría mal por ser mujer, pero vamos, si igualdad de genero iba por delante, eso lo aprendía en la iglesia, cuando se imponía frente a otros hombres, y era toda una líder de su facción.
- Quizás podría ayudarme si conoce el nombre de está hermosa yegua - Comentó con un tono de voz dulce, seductor, completamente femenino y llamativo, porque ella simplemente era así, no por hacerlo a propósito. Minutos antes ya se encontraba en el encuentro con aquel gallardo y distinguido animal, le fue inevitable acercarse al ver su majestuosidad. - ¿La conoce? ¿No me diga que es suya? - Sonrió de forma amplia, acariciando la cabeza del animal, y separándose después unos dos pasos para examinar al hombre. - Lamento importunarlo si es así, pero no pude evitar acercarme - Le dedicó una sonrisa amplia cuando giró su rostro para verle.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
No pude evitar sonreír ante la sorpresa de que no era un hombre el que estaba al lado de mi yegua, sino una radiante dama que de bien seguro que si hubiera ido vestida con ropa más femenina no hubiera durado mucho tiempo rondando por aquellas calles, incluso yo me consideraba un peligro para semejante tentación. Sin duda alguna para conciliar el sueño la prefería mil veces a ella que no la cerveza, y eso que la cerveza me complacía mucho. Di un trago a la botella, ahora más relajado al ver que no se había percatado que llevaba una cabeza goteando dentro del saco. Me acerque demasiado a la dama para no conocernos de nada posicionándome entre la cabeza y ella de manera que no pudiera verla, y acaricie la cabeza de mi apreciado animal. Me sorprendió que no le temiera, ya que la gente normalmente prefería mantenerse alejada de mi compañera, pero ella la estaba acariciándola tranquilamente. Realmente era una mujer interesante.
Nacht era una yegua de pelaje muy oscuro; para cazar de noche el negro era el color indicado. Era alta y fuerte, imponente e intimidante. Recuerdo que cuando fui a buscarla, me enamore al instante que la vi. Iban a sacrificarla porqué era un animal, tozudo, peligroso imposible de domar así que me lo dieron por un preció muy bajo. Me costó barios meses que se acostumbrara a mí pero no desistí y al fin después de muchas dolorosas caídas conseguí domarla. Ya llevaba un año cazando con ella y ya la quería más que cualquier otro ser humano.
- Su nombre es Nach, preciosa.- Respondí sin poder ocultar mi acento alemán, a pesar de llevar varios años viviendo en parís no conseguía disimularlo. Seducir no entraba en mi lista de virtudes, y menos cuando estaba cansado, lleno de barro y apestaba a sangre y sudor. Más bien debía parecerle un loco borracho o un violador que no un caballero de clase alta. Así que aunque me hubiera encantado llevármela a la cama no tenía ninguna esperanza de hacerlo. - Y ya que le he dado el nombre de mi fiel compañera, ¿me dará usted el suyo?- Pregunte con una sonrisa lujuriosa examinando cada curva de su cuello y sus labios sin perder detalle.
Nacht era una yegua de pelaje muy oscuro; para cazar de noche el negro era el color indicado. Era alta y fuerte, imponente e intimidante. Recuerdo que cuando fui a buscarla, me enamore al instante que la vi. Iban a sacrificarla porqué era un animal, tozudo, peligroso imposible de domar así que me lo dieron por un preció muy bajo. Me costó barios meses que se acostumbrara a mí pero no desistí y al fin después de muchas dolorosas caídas conseguí domarla. Ya llevaba un año cazando con ella y ya la quería más que cualquier otro ser humano.
- Su nombre es Nach, preciosa.- Respondí sin poder ocultar mi acento alemán, a pesar de llevar varios años viviendo en parís no conseguía disimularlo. Seducir no entraba en mi lista de virtudes, y menos cuando estaba cansado, lleno de barro y apestaba a sangre y sudor. Más bien debía parecerle un loco borracho o un violador que no un caballero de clase alta. Así que aunque me hubiera encantado llevármela a la cama no tenía ninguna esperanza de hacerlo. - Y ya que le he dado el nombre de mi fiel compañera, ¿me dará usted el suyo?- Pregunte con una sonrisa lujuriosa examinando cada curva de su cuello y sus labios sin perder detalle.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
Al poco tiempo, Narcisse pudo observar la pinta tan desarreglada que tenía el caballero, sin embargo no le molestó, en ocasiones, en la iglesia muchos de los soldados, incluidos ella, terminaban con peores presentaciones que esa, además, ella no sabía si en realidad aquel caballero trabajaba sembrando o arreando animales, a esas personas si que les tenía respeto, todas ellas que eran la mano de obra del país, y que les daban el sustento, hombres y mujeres menospreciados, que para nada eran más valiosos, sino más importantes por darle alimento a la gente, a esos aristócratas que no saben mover ni un dedo. Pero eso era otra historia.
Como buena inquisidora, siempre tenía el ojo bien puesto en todo lo que pudiera ponerla en peligro, por eso observó como el hombre escondía algo. No quiso mencionar nada porqué quizás el encuentro sería muy breve, además acababa de salir del trabajo, no estaba con ganas de discutir, no estaba con ganas de inspeccionar, además a juzgar por su rostro, ese cálido y colorido rostro, dejaba en claro que no era una criatura sobrenatural. Eso tenía grandes ventajas. Guardó silencio, observó la complicidad que tenía el hombre con el animal, algo curioso e interesante ante sus ojos, algo que nadie sabía, era la fascinación de la mujer por aquellas criaturas.
- Un muy buen nombre para una hermosa criatura - Comentó con toda la tranquilidad posible, lo que le dio gracia era la galantería que estaba mostrándole, ella no entendía como habían hombres que se lanzaban tan rápidamente, quizás eran las necesidades, o ella simplemente había perdido ese encanto, esa coquetería - Dígame preciosa cuando se lo haya ganado - le dijo de forma muy tranquila, guiñándole el ojo de forma sugerente, algo que si bien no había planeado, al menos le había salido de forma natural. Le sonrió asintiendo.
- Narcisse Capet, caballero, a sus ordenes - Comentó para volver a estirar una de sus manos acariciando la cabeza del animal, aquel momento sin duda era el mejor - Puedo seguir mi camino, dejaré que usted siga el suyo sin que le interrumpa - Musitó, dejando que su cuerpo se deslizara tres pasos hacía un lado. - Antes de que se vaya ¿Qué es lo que está ocultando? - Le miró de forma analítica, y curiosa, las reacciones le dirían todo, quizás era de los suyos, o de los independientes, más valía preguntar primero, podrían ser cosas sencillas y no algo malo como la mayor parte del tiempo pensaba, hablar civilizadamente y no utilizar las armas o el combate podría ser incluso más atractivo.
Como buena inquisidora, siempre tenía el ojo bien puesto en todo lo que pudiera ponerla en peligro, por eso observó como el hombre escondía algo. No quiso mencionar nada porqué quizás el encuentro sería muy breve, además acababa de salir del trabajo, no estaba con ganas de discutir, no estaba con ganas de inspeccionar, además a juzgar por su rostro, ese cálido y colorido rostro, dejaba en claro que no era una criatura sobrenatural. Eso tenía grandes ventajas. Guardó silencio, observó la complicidad que tenía el hombre con el animal, algo curioso e interesante ante sus ojos, algo que nadie sabía, era la fascinación de la mujer por aquellas criaturas.
- Un muy buen nombre para una hermosa criatura - Comentó con toda la tranquilidad posible, lo que le dio gracia era la galantería que estaba mostrándole, ella no entendía como habían hombres que se lanzaban tan rápidamente, quizás eran las necesidades, o ella simplemente había perdido ese encanto, esa coquetería - Dígame preciosa cuando se lo haya ganado - le dijo de forma muy tranquila, guiñándole el ojo de forma sugerente, algo que si bien no había planeado, al menos le había salido de forma natural. Le sonrió asintiendo.
- Narcisse Capet, caballero, a sus ordenes - Comentó para volver a estirar una de sus manos acariciando la cabeza del animal, aquel momento sin duda era el mejor - Puedo seguir mi camino, dejaré que usted siga el suyo sin que le interrumpa - Musitó, dejando que su cuerpo se deslizara tres pasos hacía un lado. - Antes de que se vaya ¿Qué es lo que está ocultando? - Le miró de forma analítica, y curiosa, las reacciones le dirían todo, quizás era de los suyos, o de los independientes, más valía preguntar primero, podrían ser cosas sencillas y no algo malo como la mayor parte del tiempo pensaba, hablar civilizadamente y no utilizar las armas o el combate podría ser incluso más atractivo.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
"¿Qué? ¿Ya se quiere ir, tan pronto? venga…si acabamos de conocernos" No es que tuviera ganas de quedarme charlando toda la noche pero aquella era una mujer interesante y además atractiva como hay pocas. Este pensamiento cambio radicalmente cuando me pregunto que estaba escondiendo. Sin querer mi expresión juguetona cambió a una expresión seria y cortante. Sería mejor que me marchara antes de que descubriera algo que no debía. Ya tenía su nombre así que más adelante si me apetecía podría encontrarla.
- Le diré que es lo que llevo en el saco cuando se lo haya ganado señorita Narcisse.- Conteste volviendo a dibujar una sonrisa, esta vez forzada. - Un placer conocerla madeimoselle, espero volver a verla.- Di otro trago de la botella, antes de hacer un gesto con la cabeza de despedida, y pegue un salto para subirme al caballo dispuesto a irme, pero un dolor agudo que antes no tenía en las costillas hizo que retrocediera encogiéndome de dolor.
- ¡Scheiße!- Recordé el forcejeo que tuve con el maldito monstruo antes de acabar con él, me dio un fuerte golpe en las costillas haciendo que saliera despedido chocando brutalmente contra la tierra. Ya se sabe la fuerza sobrenatural que tienen aquellos desgraciados, pueden aplastarte la cabeza con una mano si quieren. Antes en caliente no me percate que me dolía, pero a medida que me iba enfriando el dolor iba aumentado, no solo debajo la axila sino en todo el cuerpo. Temí haberme rota una costilla, esto fastidiaría mi negoció, esperaba que solo fuera un morado del golpe. Volví a pegar un buen trago en la botella con la esperanza que me aliviara un poco el dolor, al menos hasta llegar a casa donde haría llamar a mi médico personal para que me atendiera, él creía que me dedicaba a la lucha libre en secreto. Con la vida que llevaba no podía arriesgarme a tener barios médicos, mis heridas siempre solían ser grabes y frecuentes, un caballero de clase alta con una vida normal no se suele caer por las escaleras ni del caballo tantas veces.
- ¡Váyase de una vez, estoy bien!- Chille a Narcisse que ahora me estaba observando. No soportaba mostrarme débil ni hacer pena a los demás, ni recibir ayuda de nadie y menos si se trataba de una mujer. Estas situaciones me hacían sacar lo peor de mí y me ponían de muy mal genio. Intente otra vez subir al caballo de un salto pero con las prisas y la presión por sentirme observado hicieron que no llegara al lomo del animal, quedando sentado a sus patas gruñendo de rabia y dolor. La botella de birra cayo también al suelo vertiendo todo el líquido, aquello sí que me acabó de tocar los cojones.
- Le diré que es lo que llevo en el saco cuando se lo haya ganado señorita Narcisse.- Conteste volviendo a dibujar una sonrisa, esta vez forzada. - Un placer conocerla madeimoselle, espero volver a verla.- Di otro trago de la botella, antes de hacer un gesto con la cabeza de despedida, y pegue un salto para subirme al caballo dispuesto a irme, pero un dolor agudo que antes no tenía en las costillas hizo que retrocediera encogiéndome de dolor.
- ¡Scheiße!- Recordé el forcejeo que tuve con el maldito monstruo antes de acabar con él, me dio un fuerte golpe en las costillas haciendo que saliera despedido chocando brutalmente contra la tierra. Ya se sabe la fuerza sobrenatural que tienen aquellos desgraciados, pueden aplastarte la cabeza con una mano si quieren. Antes en caliente no me percate que me dolía, pero a medida que me iba enfriando el dolor iba aumentado, no solo debajo la axila sino en todo el cuerpo. Temí haberme rota una costilla, esto fastidiaría mi negoció, esperaba que solo fuera un morado del golpe. Volví a pegar un buen trago en la botella con la esperanza que me aliviara un poco el dolor, al menos hasta llegar a casa donde haría llamar a mi médico personal para que me atendiera, él creía que me dedicaba a la lucha libre en secreto. Con la vida que llevaba no podía arriesgarme a tener barios médicos, mis heridas siempre solían ser grabes y frecuentes, un caballero de clase alta con una vida normal no se suele caer por las escaleras ni del caballo tantas veces.
- ¡Váyase de una vez, estoy bien!- Chille a Narcisse que ahora me estaba observando. No soportaba mostrarme débil ni hacer pena a los demás, ni recibir ayuda de nadie y menos si se trataba de una mujer. Estas situaciones me hacían sacar lo peor de mí y me ponían de muy mal genio. Intente otra vez subir al caballo de un salto pero con las prisas y la presión por sentirme observado hicieron que no llegara al lomo del animal, quedando sentado a sus patas gruñendo de rabia y dolor. La botella de birra cayo también al suelo vertiendo todo el líquido, aquello sí que me acabó de tocar los cojones.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
Narcisse observaba la sonrisa galante del hombre, lo único que podría hacer de vuelta era dedicarle un gesto de la misma manera. Su ahora acompañante parecía poder apreciar su figura incluso entre robas masculinas y la tenue luz de los faros, aquello la pareció gracioso, hace mucho tiempo no estaba con un hombre, más bien desde que su marido había fallecido, quizás sería bueno para ella comenzar a tener encuentros casuales, no es que estuviera pecando, tampoco tendría una pareja fuera del matrimonio, nunca se consideró una mujer convencional, el tener a alguien en bandeja de oro le daba ventajas, no tenía que rogarle a nadie por un buen polvo, simplemente pedir.
Las actitudes del caballero también le daban otras conclusiones, por ejemplo, tenía un aura misteriosa que podía identificar en alguno de sus colegas, quizás estaba frente a uno y no se había percatado, aunque eso era imposible, ella llevaba los registros de todos los inquisidores, ninguno pasaba desapercibido en su memoria, quizás aquel hombre formaba parte de los independientes, eso estaba por verse; el notarle aquellos chillidos la hizo caminar hacía él, con ese rostro curioso. Ensanchó la sonrisa al notarlo revelarse poco a poco de forma inconsciente, él actuaba de la mejor manera si deseaba ahuyentar a una dama cualquiera, pero no a ella. Debía pensarse bien las cosas antes.
- Primero que nada caballero, no me grite, no me gustan los malos tratos, me complacen las caricias… Y en segundo, ¿qué clase de criatura lo daño? Tener la herida demasiado tiempo puede ser contraproducente para usted - Colocó una mano en su cadera, se inclinó para ponerse a su altura. - A mi no me engaña, usted esconde algo muy valioso para nosotros que intentamos mantener el orden y equilibrio con las criaturas de la noche ¿me equivocó? - Se relamió los labios con perfecta coquetería, pero no acercó demasiado sus manos, ella debía aceptar hasta dónde él era capaz de dejarla acercarse, si bien la mujer era indiferente ante algunas cosas, al menos respetaba los espacios vitales.
- ¿Está seguro que no quiere mi ayuda? Por estoy dispuesta a acompañarlo hasta su morada para sanar sus heridas, no creo que ninguno de los dos quiera terminar este encuentro tan rápido, sería un desperdicio de tiempo ¿no lo cree? - Está vez su sonrisa mordaz apareció. Narcisse volvió a acercarse a la yegua para acariciarla - Tranquila, el terco de tu dueño estará bien, sólo necesita sentir mis manos para recuperarse - Comentó con tranquilidad, por supuesto que sus palabras iban en doble sentido ¿qué más sino? Solo un verdadero idiota no entendería lo que ella estaba proponiendo en ese momento.
Las actitudes del caballero también le daban otras conclusiones, por ejemplo, tenía un aura misteriosa que podía identificar en alguno de sus colegas, quizás estaba frente a uno y no se había percatado, aunque eso era imposible, ella llevaba los registros de todos los inquisidores, ninguno pasaba desapercibido en su memoria, quizás aquel hombre formaba parte de los independientes, eso estaba por verse; el notarle aquellos chillidos la hizo caminar hacía él, con ese rostro curioso. Ensanchó la sonrisa al notarlo revelarse poco a poco de forma inconsciente, él actuaba de la mejor manera si deseaba ahuyentar a una dama cualquiera, pero no a ella. Debía pensarse bien las cosas antes.
- Primero que nada caballero, no me grite, no me gustan los malos tratos, me complacen las caricias… Y en segundo, ¿qué clase de criatura lo daño? Tener la herida demasiado tiempo puede ser contraproducente para usted - Colocó una mano en su cadera, se inclinó para ponerse a su altura. - A mi no me engaña, usted esconde algo muy valioso para nosotros que intentamos mantener el orden y equilibrio con las criaturas de la noche ¿me equivocó? - Se relamió los labios con perfecta coquetería, pero no acercó demasiado sus manos, ella debía aceptar hasta dónde él era capaz de dejarla acercarse, si bien la mujer era indiferente ante algunas cosas, al menos respetaba los espacios vitales.
- ¿Está seguro que no quiere mi ayuda? Por estoy dispuesta a acompañarlo hasta su morada para sanar sus heridas, no creo que ninguno de los dos quiera terminar este encuentro tan rápido, sería un desperdicio de tiempo ¿no lo cree? - Está vez su sonrisa mordaz apareció. Narcisse volvió a acercarse a la yegua para acariciarla - Tranquila, el terco de tu dueño estará bien, sólo necesita sentir mis manos para recuperarse - Comentó con tranquilidad, por supuesto que sus palabras iban en doble sentido ¿qué más sino? Solo un verdadero idiota no entendería lo que ella estaba proponiendo en ese momento.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
La noche parecía de lo más prometedora, nunca me habría imaginado que se fijará en mí con aquel aspecto de sucio y borracho. Pero aquello era lo que menos me preocupaba en aquellos momentos, lo importante ahora, era que aquella noche no dormiría solo aunque el jodido dolor de costilla no dejara de darme por culo me aguantaría.
Al colocar su mano en mi cadera una especie de corriente recorrió todo mi cuerpo excitándome. Luego me dijo algo sobre mantener el orden de la noche o no sé qué chorradas… Eso me dio a pensar que aquella era una mujer de armas tomar o al menos compartíamos un mismo sentimiento de odio hacia los monstruos de la noche, pero mi mente en aquellos momentos estaba ocupada con otros temas. No pude evitar sonreír ante su insinúo hacía mi, era exactamente lo que deseaba que hiciera, aquella mujer me atraía de una forma desmedida. Así que no lo dude ni dos veces a aprobar su petición, hacía años que no invitaba a ninguna dama, cuando tenía ganas de compañía solía ir a algún Burdel o hotel, nunca a mi casa. Pero la ocasión lo merecía y además en el estado en que me encontraba sería lo mejor.
- Estoy completamente de acuerdo con usted. Nada me complacería más.- " Aunque mis heridas no son lo que vas a sanar preciosa" pensé con una sonrisa maliciosa. Me levante con cierta dificultad, o al menos intente levantarme, a la segunda lo conseguí, no quería su ayuda como si fuera un viejo invalido, creo que antes preferiría quedarme en el suelo toda la noche. Acaricie el lomo de mi yegua y inspire fuertemente antes de pegar un salto para subir al caballo, aguanté una punzada muy dolorosa en las costillas y empecé a temer que aquel dolor seria una traba para aguantar la linda balada que me esperaba. Ahogue un gruñido de dolor, no permitiría que aquello me fastidiara la noche.
El caminó se me hizo más largo de lo habitual, cada trote de mi yegua era un suplicio para mí, pero me reconfortaba el hecho de que Narcisse iba agarrada en mí cintura detrás mío. La sombra de las torres de mi mansión empezaba a dibujarse en el horizonte a medida que nos aproximábamos. Pensé que quedaría sorprendida al ver el lugar donde vivía ya que dudaba que en algún momento se le hubiera pasado por la cabeza que era rico.
Cogí un atajo adentrándome en el bosque para salir luego a los campos verdes que los recorté para llegar antes, en pocos minutos ya nos encontrábamos a la puerta principal de la mansión. My mayordomo, Victor, bajó tan rápido como le permitieron sus viejas piernas, con una lámpara en la mano, como cada noche estaba esperando mi llegada. No pudo ocultar su cara de asombro al ver que iba acompañado de una bella dama.
- Buenas noches señor,… y señorita.- Dijo con su voz grave, tan educado como siempre, y posteriormente hizo una pequeña reverencia. Bajé del caballo torpemente perdiendo el equilibrio y apoyándome al hombro huesudo de Victor para no caer al suelo. El pareció también tambalearse ya que yo era muy corpulento. Aprovechando que estaba cerca de su oreja le di unas órdenes en voz baja para que no me escuchara Narcisse.
- Llama el médico para mañana… y encárgate de guardar aquel saco al lugar de siempre.- Victor era de los pocos que conocían sobre mi trabajo nocturno como también era de los pocos en el que confiaba mínimamente, fue mi mayordomo des de mi llegada a parís y nunca me había defraudado. Era muy discreto y eficiente incluso alguna vez me había sacado de algún apuro. Él se encargaba de llevar la casa en general, si hacía falta una asistenta más o una asistenta menos también era su trabajo decidirlo sus decisiones siempre me parecían bien. Si fuera por mi todo estaría de lo más lamentable, ya que no me preocupaba ni lo más mínimo del aspecto de mi casa. Agradecido como estaba de su trabajo cobraba un sueldo desmesurado.
- Tiene el baño preparado señor.-
- Bien Victor, ya puede retirarse.- Dije mientras ayudaba a bajar a Narcisse del caballo, o al menos lo intentaba, ya que acabo bajando por sí sola. Victor se retiro llevándose a Nacht en el establo.
La mansión estaba compuesta por una sala principal muy amplia llena de muebles caros, entre ellos la mesa donde se solía comer cuando tenía visitas. Aquella sala solo la utilizaba para aparentar cuando se trataba de hacer negocios con clientes o socios. La planta de arriba estaba llena de habitaciones inútiles y bacías, algunas, no se cuales ni cuantas ocupadas por los sirvientes. La parte izquierda me la acomode para mí, tenía mi sala de estudio, la dispensa para las armas, el baño y mi habitación. Prácticamente era lo único que utilizaba de aquella maldita y estrafalaria mansión.
Tenía serias dudas en quedarnos en la sala principal o dejarla subir al mi "zona personal". En realidad nos conocíamos poco y temía que empezara a fisgonear o a tocar cosas que no debía. Pero no estaba para subir y bajar escaleras así que la conduje hasta mi despacho.
Era muy amplio, con estanterías llenas de libros, una mesa llena de papeles en el centro, y más apartado a un lado una lar de fuego muy acogedora con unos sillones rojos alrededor.
- Acomodase señorita voy a darme un baño, no tardare.- Dije mostrándole con la mano los sillones para que se sentara. Entonces me dirigí hacía un armario pequeño donde tenía guardados diversas bebidas, y vasos. Cogí dos copas y las llene de vino, la mía mucho más que la suya, debía apaciguar el dolor en las costillas.
- No toque nada madeimoselle.- La advertí con una voz suave con mis labios pegados en su oreja, mientras le ofrecía su copa. Luego desaparecí dentro del baño bebiéndome de golpe todo el liquido de la copa.
La bañera humeaba y ya tenía la ropa para dormir prepara a un lado. Me saqué con dificultad el abrigo y la camisa, apenas podía mover el brazo. Me quede de frente en el espejo mirando my robusto cuerpo lleno de cicatrices, entonces me puse de costado para ver el lado izquierdo donde había recibido el golpe. Un morado muy feo se esparcía desde debajo el brazo hasta la cintura y parecía estar hinchado. La cosa tenía muy mal aspecto.
Cuando regrese al estudio, Narcisse seguía allí donde la había dejado. Estaba hermosa delante del fuego, que iluminaba su rostro con una tenue luz anaranjada. Me presente con el pelo mojado y sin la camisa, no es que me gustara fardar de mi cuerpo musculoso sino que básicamente no pude ponérmela, mi brazo estaba completamente incapacitado de hacer cualquier movimiento. Me quede observándola con deseo apoyado en el umbral de la puerta con un mano en las costillas inflamadas.
- ¿Le ha gustado el vino?- pregunte sonriendo para que se girara.
Al colocar su mano en mi cadera una especie de corriente recorrió todo mi cuerpo excitándome. Luego me dijo algo sobre mantener el orden de la noche o no sé qué chorradas… Eso me dio a pensar que aquella era una mujer de armas tomar o al menos compartíamos un mismo sentimiento de odio hacia los monstruos de la noche, pero mi mente en aquellos momentos estaba ocupada con otros temas. No pude evitar sonreír ante su insinúo hacía mi, era exactamente lo que deseaba que hiciera, aquella mujer me atraía de una forma desmedida. Así que no lo dude ni dos veces a aprobar su petición, hacía años que no invitaba a ninguna dama, cuando tenía ganas de compañía solía ir a algún Burdel o hotel, nunca a mi casa. Pero la ocasión lo merecía y además en el estado en que me encontraba sería lo mejor.
- Estoy completamente de acuerdo con usted. Nada me complacería más.- " Aunque mis heridas no son lo que vas a sanar preciosa" pensé con una sonrisa maliciosa. Me levante con cierta dificultad, o al menos intente levantarme, a la segunda lo conseguí, no quería su ayuda como si fuera un viejo invalido, creo que antes preferiría quedarme en el suelo toda la noche. Acaricie el lomo de mi yegua y inspire fuertemente antes de pegar un salto para subir al caballo, aguanté una punzada muy dolorosa en las costillas y empecé a temer que aquel dolor seria una traba para aguantar la linda balada que me esperaba. Ahogue un gruñido de dolor, no permitiría que aquello me fastidiara la noche.
El caminó se me hizo más largo de lo habitual, cada trote de mi yegua era un suplicio para mí, pero me reconfortaba el hecho de que Narcisse iba agarrada en mí cintura detrás mío. La sombra de las torres de mi mansión empezaba a dibujarse en el horizonte a medida que nos aproximábamos. Pensé que quedaría sorprendida al ver el lugar donde vivía ya que dudaba que en algún momento se le hubiera pasado por la cabeza que era rico.
Cogí un atajo adentrándome en el bosque para salir luego a los campos verdes que los recorté para llegar antes, en pocos minutos ya nos encontrábamos a la puerta principal de la mansión. My mayordomo, Victor, bajó tan rápido como le permitieron sus viejas piernas, con una lámpara en la mano, como cada noche estaba esperando mi llegada. No pudo ocultar su cara de asombro al ver que iba acompañado de una bella dama.
- Buenas noches señor,… y señorita.- Dijo con su voz grave, tan educado como siempre, y posteriormente hizo una pequeña reverencia. Bajé del caballo torpemente perdiendo el equilibrio y apoyándome al hombro huesudo de Victor para no caer al suelo. El pareció también tambalearse ya que yo era muy corpulento. Aprovechando que estaba cerca de su oreja le di unas órdenes en voz baja para que no me escuchara Narcisse.
- Llama el médico para mañana… y encárgate de guardar aquel saco al lugar de siempre.- Victor era de los pocos que conocían sobre mi trabajo nocturno como también era de los pocos en el que confiaba mínimamente, fue mi mayordomo des de mi llegada a parís y nunca me había defraudado. Era muy discreto y eficiente incluso alguna vez me había sacado de algún apuro. Él se encargaba de llevar la casa en general, si hacía falta una asistenta más o una asistenta menos también era su trabajo decidirlo sus decisiones siempre me parecían bien. Si fuera por mi todo estaría de lo más lamentable, ya que no me preocupaba ni lo más mínimo del aspecto de mi casa. Agradecido como estaba de su trabajo cobraba un sueldo desmesurado.
- Tiene el baño preparado señor.-
- Bien Victor, ya puede retirarse.- Dije mientras ayudaba a bajar a Narcisse del caballo, o al menos lo intentaba, ya que acabo bajando por sí sola. Victor se retiro llevándose a Nacht en el establo.
La mansión estaba compuesta por una sala principal muy amplia llena de muebles caros, entre ellos la mesa donde se solía comer cuando tenía visitas. Aquella sala solo la utilizaba para aparentar cuando se trataba de hacer negocios con clientes o socios. La planta de arriba estaba llena de habitaciones inútiles y bacías, algunas, no se cuales ni cuantas ocupadas por los sirvientes. La parte izquierda me la acomode para mí, tenía mi sala de estudio, la dispensa para las armas, el baño y mi habitación. Prácticamente era lo único que utilizaba de aquella maldita y estrafalaria mansión.
Tenía serias dudas en quedarnos en la sala principal o dejarla subir al mi "zona personal". En realidad nos conocíamos poco y temía que empezara a fisgonear o a tocar cosas que no debía. Pero no estaba para subir y bajar escaleras así que la conduje hasta mi despacho.
Era muy amplio, con estanterías llenas de libros, una mesa llena de papeles en el centro, y más apartado a un lado una lar de fuego muy acogedora con unos sillones rojos alrededor.
- Acomodase señorita voy a darme un baño, no tardare.- Dije mostrándole con la mano los sillones para que se sentara. Entonces me dirigí hacía un armario pequeño donde tenía guardados diversas bebidas, y vasos. Cogí dos copas y las llene de vino, la mía mucho más que la suya, debía apaciguar el dolor en las costillas.
- No toque nada madeimoselle.- La advertí con una voz suave con mis labios pegados en su oreja, mientras le ofrecía su copa. Luego desaparecí dentro del baño bebiéndome de golpe todo el liquido de la copa.
La bañera humeaba y ya tenía la ropa para dormir prepara a un lado. Me saqué con dificultad el abrigo y la camisa, apenas podía mover el brazo. Me quede de frente en el espejo mirando my robusto cuerpo lleno de cicatrices, entonces me puse de costado para ver el lado izquierdo donde había recibido el golpe. Un morado muy feo se esparcía desde debajo el brazo hasta la cintura y parecía estar hinchado. La cosa tenía muy mal aspecto.
Cuando regrese al estudio, Narcisse seguía allí donde la había dejado. Estaba hermosa delante del fuego, que iluminaba su rostro con una tenue luz anaranjada. Me presente con el pelo mojado y sin la camisa, no es que me gustara fardar de mi cuerpo musculoso sino que básicamente no pude ponérmela, mi brazo estaba completamente incapacitado de hacer cualquier movimiento. Me quede observándola con deseo apoyado en el umbral de la puerta con un mano en las costillas inflamadas.
- ¿Le ha gustado el vino?- pregunte sonriendo para que se girara.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
Ella podía ser todo menos una tonta, conocía bien las reacciones de los inquisidores, de los cazadores, ella estaba más que consiente de eso, porque diariamente en la iglesia llegaban heridos para ser tratados. el orgullo de estos que van al campo de batalla se volvía el doble, pero la joven no estaba para romper el de nadie. Guardó silencio, dejó que el tomara las riendas del aasunto, pero claro, no dejaría que se le impusiera, no, para nada, por el contrario, dejaría las cosas muy en claro. Guardó silencio, se mantuvo muy tranquila, esperó a que el hombre se subiera a la yegua, de forma hábil hizo lo mismo, se abrazó de él, y comenzó el camino a el destino desconocido; Quizás esa era una de las razones por las cuales nunca subestimaba a las personas, hombres cómo él que bien podían pasar como un pordiosero de un momento a otro te pueden mostrar que son más, como un hombre con riquezas desbordantes. La joven soltó un suspiró en su camino, recargó su cabeza en el hombro del hombre, y cerró los ojos regalándose por completo. Hace mucho tiempo que no estaba con alguien, con un hombre, ¿qué podía pensar? ¿La iglesia la iría a castigar? ¿Su difunto esposo le tomaría rencor? ¿Le jalaría los pues?
Aquellas ideas que iban y venían en su cabeza eran más que cosas absurdas, primero que nada no le importaba en lo más mínimo que pensarán de ella. Segundo, la iglesia solo era su fuente de recursos, no era una creyente del señor, menos de los adulterios del papa o los demás sacerdotes, en tercero… ¿Su esposo? Ella ya lo había dejado de amar antes de que se muriera, no sería muy importante que quisiera llegar a jalarle los pies. Entre sus divagaciones, no había notado que ya habían llegado. Observó al viejo hombre con una sonrisa amplia, después se bajo con suavidad de la yegua, y mantuvo total silencio mientras se adentraba a la mansión. Caminó con tranquilidad, sus caderas se movían con destreza, de un lado a otro, insinuantes, un arma mortal. Ella, la mujer de castaños cabellos, siempre supo que su belleza era una forma verdadera de lanzar un buen latigazo y tener a su antojo.
- Es interesante ver el contraste entre usted, y lo que posee - Comentó divertida mientras tomaba la copa de vino. Cuando el hombre se acercó a susurrare, ella simplemente cerró los ojos, dejó que la masculina voz la hiciera erizar, negó repetidas veces y lo dejó marchar. ¿Hace cuanto tiempo no se comportaba así? Sin duda debieron haber pasado años desde que había deseado de verdad seducir a un hombre, pero lo cierto es que no le había hecho falta, o quizás si, por esa razón estaba refugiada ahí, tomando una buena copa de vino. Sus ojos analizaban todo a su alrededor, el lugar era muy bonito, perfectamente decorado, para su buena suerte todo estaba limpio, perfectamente acomodado, a ella le gustaba lo impecable, eran detalles que jamás pasaban desapercibidos, que le llamaban y la incitaban a querer volver a pisar lugares como esos. Siguió bebiendo, pero la paciencia no era algo que la acompañara siempre, por lo que estuvo a punto de ponerse de pie y volverse a servir más vino cuando escuchó de nuevo aquella voz. Se giró para verle, y en ese instante se mordió el labio inferior, el panorama había cambiado por completo.
- Es de los mejores que he probado, felicidades por tan acertada elección - Comentó con tranquilidad mientras se ponía de pie. Le miraba a los ojos, sin apartar detalle de lo que tenía enfrente. Claramente aquel cazador le llevaba una gran cantidad de centímetros. Ella por su parte poseía un cuerpo de baja estatura, pero sin duda lleno de curvas y carne perfectamente esparcida. El cuerpo masculino era fornido, en sus brazos resaltaban venas que le indicaban poseía demasiada fuerza, si, en tan poco tiempo ella podía captar todo ese tipo de detalles, hasta la forma en que su brazo estaba resguardado para protegerse por heridas. ¿cuales serían las heridas? Seguramente de las que no quiso hablar, cuando estuvo cerca colocó una mano en el brazo masculino, sus dedos acariciaron el largo del brazo, luego su amo se depositó en su hombro, ladeó los labios dedicándole una sonrisa coqueta.
- ¿Me va a invitar otra copa o tengo que servirme sola? - Comentó con tranquilidad - Me gustan las conversaciones interesantes, así que más vale me haga amena la velada - Le estiró la mano para dejar la copa en la mano libre masculina. Se dio la vuelta, se volvió a acomodar en el sofá, y suspiró - Más vale que las cosas se pongan más entretenidas, o tendré que irme antes de lo imaginado - Sentenció con una mirada llena retadora.
Aquellas ideas que iban y venían en su cabeza eran más que cosas absurdas, primero que nada no le importaba en lo más mínimo que pensarán de ella. Segundo, la iglesia solo era su fuente de recursos, no era una creyente del señor, menos de los adulterios del papa o los demás sacerdotes, en tercero… ¿Su esposo? Ella ya lo había dejado de amar antes de que se muriera, no sería muy importante que quisiera llegar a jalarle los pies. Entre sus divagaciones, no había notado que ya habían llegado. Observó al viejo hombre con una sonrisa amplia, después se bajo con suavidad de la yegua, y mantuvo total silencio mientras se adentraba a la mansión. Caminó con tranquilidad, sus caderas se movían con destreza, de un lado a otro, insinuantes, un arma mortal. Ella, la mujer de castaños cabellos, siempre supo que su belleza era una forma verdadera de lanzar un buen latigazo y tener a su antojo.
- Es interesante ver el contraste entre usted, y lo que posee - Comentó divertida mientras tomaba la copa de vino. Cuando el hombre se acercó a susurrare, ella simplemente cerró los ojos, dejó que la masculina voz la hiciera erizar, negó repetidas veces y lo dejó marchar. ¿Hace cuanto tiempo no se comportaba así? Sin duda debieron haber pasado años desde que había deseado de verdad seducir a un hombre, pero lo cierto es que no le había hecho falta, o quizás si, por esa razón estaba refugiada ahí, tomando una buena copa de vino. Sus ojos analizaban todo a su alrededor, el lugar era muy bonito, perfectamente decorado, para su buena suerte todo estaba limpio, perfectamente acomodado, a ella le gustaba lo impecable, eran detalles que jamás pasaban desapercibidos, que le llamaban y la incitaban a querer volver a pisar lugares como esos. Siguió bebiendo, pero la paciencia no era algo que la acompañara siempre, por lo que estuvo a punto de ponerse de pie y volverse a servir más vino cuando escuchó de nuevo aquella voz. Se giró para verle, y en ese instante se mordió el labio inferior, el panorama había cambiado por completo.
- Es de los mejores que he probado, felicidades por tan acertada elección - Comentó con tranquilidad mientras se ponía de pie. Le miraba a los ojos, sin apartar detalle de lo que tenía enfrente. Claramente aquel cazador le llevaba una gran cantidad de centímetros. Ella por su parte poseía un cuerpo de baja estatura, pero sin duda lleno de curvas y carne perfectamente esparcida. El cuerpo masculino era fornido, en sus brazos resaltaban venas que le indicaban poseía demasiada fuerza, si, en tan poco tiempo ella podía captar todo ese tipo de detalles, hasta la forma en que su brazo estaba resguardado para protegerse por heridas. ¿cuales serían las heridas? Seguramente de las que no quiso hablar, cuando estuvo cerca colocó una mano en el brazo masculino, sus dedos acariciaron el largo del brazo, luego su amo se depositó en su hombro, ladeó los labios dedicándole una sonrisa coqueta.
- ¿Me va a invitar otra copa o tengo que servirme sola? - Comentó con tranquilidad - Me gustan las conversaciones interesantes, así que más vale me haga amena la velada - Le estiró la mano para dejar la copa en la mano libre masculina. Se dio la vuelta, se volvió a acomodar en el sofá, y suspiró - Más vale que las cosas se pongan más entretenidas, o tendré que irme antes de lo imaginado - Sentenció con una mirada llena retadora.
Lamento enormemente la tardanza u_u ando en ausencia, tuve visitas en casa, espero haya valido la pena la espera, ahora me pongo al corriente con los demás personajes pero prometo no tardarme tanto. Saludos =)
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
Me quede mal plantado con la copa bacía en la mano, ¿pero qué demonios le pasaba? hacía un momento me había estado acariciándome el brazo, desesperándome volviéndome loco con tan solo una caricia y ahora decía que quería hablar. ¿En serio? ¿No habría entendido mal? Me dirigí algo molesto hacía el armario a servirle más vino a la madame parlanchina mientras pensaba en vampiros descuartizados para que bajara mi erección. Mi cabeza no estaba para hablarle de cosas ingeniosas e interesantes, de hecho no se me ocurría nada que poder decirle, pero debía complacerla si no quería quedarme mal parado aquella noche. Por lo menos el dolor de costillas había menguado un poco gracias al vino, así que me serví otra buena copa para mí también.
Me dirigí por detrás hacía el sillón donde estaba Narcisse y la rodee con el brazo bueno ofreciéndole la segunda copa. Hundí involuntariamente mi nariz en su pelo inspirando su olor de champú. - Huele usted muy bien señorita Narcisse.- dije ahogando un gemido, seguidamente me senté en él otro sillón vació mirándola escrutadoramente, realmente era una mujer despampanante, me sentía afortunado de tenerla debajo mi techo.
- No sé si podre ofrecerle un dialogo de lo más atrayente, mi cabeza está pensando en otros aceres más placenteros que una simple conversación, si quieres podemos dejar eso para mañana que de bien seguro estaré más despejado. - Dije con mi típica sonrisa traviesa de estar planeando algo impúdico. - Pero si quiere puedo intentarlo, aunque no le prometo nada… y espero entretenerla porque no la voy a dejar irse. - Me trague de un golpe el liquido de la copa y la dejé en el suelo al lado del sillón. Mi comportamiento y manera de hacer las cosas no era la forma más galante de seducir a una dama, pero no me importaba en absoluto, en aquellos momentos no tenía ganas de aparentar y el vino tampoco ayudaba. Hice una mueca de dolor al intentar acomodarme otra vez en el sillón, tenía serias dudas de que una vez sentado podría volverme a levantar.
- ¿Le interesaría saber realmente que era lo que traía en el saco? - Me parecía que aquello era lo único que realmente le interesaría saber, en otras situaciones no le habría sacado el tema. Pero no parecía ser una mujer que se asustará con facilidad, sino no estaría aquí conmigo.
No pasa nada!
Me dirigí por detrás hacía el sillón donde estaba Narcisse y la rodee con el brazo bueno ofreciéndole la segunda copa. Hundí involuntariamente mi nariz en su pelo inspirando su olor de champú. - Huele usted muy bien señorita Narcisse.- dije ahogando un gemido, seguidamente me senté en él otro sillón vació mirándola escrutadoramente, realmente era una mujer despampanante, me sentía afortunado de tenerla debajo mi techo.
- No sé si podre ofrecerle un dialogo de lo más atrayente, mi cabeza está pensando en otros aceres más placenteros que una simple conversación, si quieres podemos dejar eso para mañana que de bien seguro estaré más despejado. - Dije con mi típica sonrisa traviesa de estar planeando algo impúdico. - Pero si quiere puedo intentarlo, aunque no le prometo nada… y espero entretenerla porque no la voy a dejar irse. - Me trague de un golpe el liquido de la copa y la dejé en el suelo al lado del sillón. Mi comportamiento y manera de hacer las cosas no era la forma más galante de seducir a una dama, pero no me importaba en absoluto, en aquellos momentos no tenía ganas de aparentar y el vino tampoco ayudaba. Hice una mueca de dolor al intentar acomodarme otra vez en el sillón, tenía serias dudas de que una vez sentado podría volverme a levantar.
- ¿Le interesaría saber realmente que era lo que traía en el saco? - Me parecía que aquello era lo único que realmente le interesaría saber, en otras situaciones no le habría sacado el tema. Pero no parecía ser una mujer que se asustará con facilidad, sino no estaría aquí conmigo.
No pasa nada!
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
La inquisidora estaba experimentando una especie de placer distinto, no únicamente el corporal, por el contrario. A su edad, el saberse aún deseada por los hombres le subía el ego (que de por si ya tenía) aproximadamente unas tres rayas más. Ella había desgastado mucho tiempo lamentando el haber optado por una vida que no, quizás no había sido para ella, pero nada de eso importaba en ese momento. Sintió escalofríos al notar la necesidad del hombre sobre su figura. Ella también lo deseaba, pero al menos era más ¿disimulada? Quizás. Le dedicaba sonrías cómplices, de esas que incluso le dolían otorgarlas porque se creía incapaz de volver a hacerlas. Se sintió expuesta, también desnuda, y aun poseía prendas. ¿Por qué debía alargar el momento? Al menos le había dejado en claro que a la mañana siguiente estarían hablando, eso era una buena señal, no la veía como a una cualquiera, como a una cortesana, y eso le daba puntos a su favor.
Dejó la copa de vino en la mesita junto al sillón en el que estaba sentada. Se puso de pie con total tranquilidad, y así se acercó hasta colocarse frente al hombre. Le tomó del mentón para hacer que la viera a los ojos, aunque claro, no había mucho esfuerzo al hacer eso, el hombre se notaba interesado en observarla. Le dedicó una sonrisa mordaz, altanera e instante, acto seguido se sentó a horcadas sobre él, colocando sus manos detrás de la nuca masculina, le acarició con tranquilidad los cabellos, y suspiró, dejando salir el aire caliente hasta el rostro masculino.
- Apuesto a que lo que traía en el saco le produjo ese malestar que su cuerpo se empeña a exteriorizar aunque usted intente ocultarlo - Se relamió los labios sin dejar de ver al hombre de forma analítica - Es dónde no comprendo por completo ¿Cómo desea hacerme gozar una buena noche de placer si se encuentra herido? ¿Acaso es mi placer por encima de su dolor? Esto suena hasta romántico ¿no lo cree? - Se burló, pero no lo hizo de mala gana, ella simplemente quería mostrarle que al menos tonta, no, eso no lo era; sus manos viajaron por el torso desnudo masculino, delinearon los músculos, pero hicieron especial énfasis en las cicatrices - Las guerras ganadas - Dijo mientras delineaba con mucho interés una de ellas, se inclinó un poco y sus labios carmín dejaron su marca sobre la zona "dañada". Volteó a verlo a los ojos con sensualidad natural. Suspiró con profundidad y se echó un poco hacía atrás para poder verlo - Las flores muchas veces no son lo que aparentan, ¿recuerda las rosas? - Comentó con tranquilidad - Siempre atraen, y son tan preciosas, pero lastiman, con sus espinas ¿no cree que soy así? - Le miró de forma cómplice. - Si usted me cuenta, yo le daré lo que desee está noche de mi - Concluyó de forma muy tranquila y sincera.
La mujer acercó su cuerpo lo más que pudo hasta el cuerpo masculino, ni siquiera el aire podría pasar entre las siluetas de cada uno, los labios de la mujer abrazaron de forma superficiales los ajenos, el olor a limpio mezclado con la esencia masculina la hicieron sentir deseos, se limitó a pasar la lengua por los bordes carnosos del hombre, sólo para tentar lo ya de por si tentado. El sabor era extraño, pero no por eso poco placentero. Ella tenía ganas de besarlo y de dejarse llevar por el placer escondido de su figura, pero primero necesitaba escuchar la verdad, de lo que él dijera dependería la noche.
Dejó la copa de vino en la mesita junto al sillón en el que estaba sentada. Se puso de pie con total tranquilidad, y así se acercó hasta colocarse frente al hombre. Le tomó del mentón para hacer que la viera a los ojos, aunque claro, no había mucho esfuerzo al hacer eso, el hombre se notaba interesado en observarla. Le dedicó una sonrisa mordaz, altanera e instante, acto seguido se sentó a horcadas sobre él, colocando sus manos detrás de la nuca masculina, le acarició con tranquilidad los cabellos, y suspiró, dejando salir el aire caliente hasta el rostro masculino.
- Apuesto a que lo que traía en el saco le produjo ese malestar que su cuerpo se empeña a exteriorizar aunque usted intente ocultarlo - Se relamió los labios sin dejar de ver al hombre de forma analítica - Es dónde no comprendo por completo ¿Cómo desea hacerme gozar una buena noche de placer si se encuentra herido? ¿Acaso es mi placer por encima de su dolor? Esto suena hasta romántico ¿no lo cree? - Se burló, pero no lo hizo de mala gana, ella simplemente quería mostrarle que al menos tonta, no, eso no lo era; sus manos viajaron por el torso desnudo masculino, delinearon los músculos, pero hicieron especial énfasis en las cicatrices - Las guerras ganadas - Dijo mientras delineaba con mucho interés una de ellas, se inclinó un poco y sus labios carmín dejaron su marca sobre la zona "dañada". Volteó a verlo a los ojos con sensualidad natural. Suspiró con profundidad y se echó un poco hacía atrás para poder verlo - Las flores muchas veces no son lo que aparentan, ¿recuerda las rosas? - Comentó con tranquilidad - Siempre atraen, y son tan preciosas, pero lastiman, con sus espinas ¿no cree que soy así? - Le miró de forma cómplice. - Si usted me cuenta, yo le daré lo que desee está noche de mi - Concluyó de forma muy tranquila y sincera.
La mujer acercó su cuerpo lo más que pudo hasta el cuerpo masculino, ni siquiera el aire podría pasar entre las siluetas de cada uno, los labios de la mujer abrazaron de forma superficiales los ajenos, el olor a limpio mezclado con la esencia masculina la hicieron sentir deseos, se limitó a pasar la lengua por los bordes carnosos del hombre, sólo para tentar lo ya de por si tentado. El sabor era extraño, pero no por eso poco placentero. Ella tenía ganas de besarlo y de dejarse llevar por el placer escondido de su figura, pero primero necesitaba escuchar la verdad, de lo que él dijera dependería la noche.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
¿Cómo podía seguir pensando en el maldito saco en aquellos momentos? Estaba dispuesto hasta a contarle mis secretos más humillantes con el fin de que se callara para que me dejara hacer. "- Es dónde no comprendo por completo ¿Cómo desea hacerme gozar una buena noche de placer si se encuentra herido? ¿Acaso es mi placer por encima de su dolor? Esto suena hasta romántico ¿no lo cree? -" Me hizo reír inesperadamente, me resulto sorprendente escuchar mi risa, la sentí igual como si fuera la de un extraño, fue una risa distinta, grabe y alegre, completamente despreocupada sin tener que forzarla como hacía a menudo, aquello me hizo pensar en el tiempo que hacía que no reía o lo poco que lo hacía.
- Me agrada que piense así, pero no se engañe, el placer no solo es para ti. Aunque si le gustan los hombres románticos puedo serlo esta noche para usted.- Dije sin dejar de sonreír dudando de mis propias palabras. Ser romántico no era mi fuerte.
No estaba orgulloso de mis cicatrices, a diferencia de otros estúpidos no las exhibía como si fueran un trofeo de mis cacerías. Tan solo eran un símbolo de debilidad, una marca para toda la vida de unos seres que odiaba hasta lo más profundo de mí ser, que manchaban mi cuerpo igual como mancha el barro un mantel blanco. Al principio me molesto que las observara tensando mi cuerpo por unos segundos, pero me alegró tenerlas cuando empezó a acariciarlas con sus delicadas manos que me tentaban a cogerlas y besar sus dedos uno a uno.
Se comparó con una rosa, desde el principio sabía que detrás de aquella sonrisa sensual se ocultaba algo enredador, pero no me importaba tan solo me atraía más, si hablaba de lastimar sentimentalmente no tenía nada que hacer y físicamente… lo dudaba. Me beso suavemente en los labios anulando la poca capacidad de razonamiento que me quedaba, me costó unos minutos volver al mundo para responder a su pregunta. Le acaricie el pelo apartándolo disimuladamente de su cuello para poder besarlo posteriormente y me deje llevar por su aroma.
- No son las rosas una preocupación para mí, lo era lo que está ahora dentro aquel saco… si más no una parte de él.- dije aún con los labios cerca de su piel.- ¿Crees que después de cargarme un vampiro no sabré manejar con una rosa?- Continúe bajando por su cuello e intentando levantar el brazo dolorido haciendo una mueca desabrochando lentamente los primeros botones de su blusa.
Perdón por tardar tanto, he tenido que estar un tiempo desconectado del foro.
- Me agrada que piense así, pero no se engañe, el placer no solo es para ti. Aunque si le gustan los hombres románticos puedo serlo esta noche para usted.- Dije sin dejar de sonreír dudando de mis propias palabras. Ser romántico no era mi fuerte.
No estaba orgulloso de mis cicatrices, a diferencia de otros estúpidos no las exhibía como si fueran un trofeo de mis cacerías. Tan solo eran un símbolo de debilidad, una marca para toda la vida de unos seres que odiaba hasta lo más profundo de mí ser, que manchaban mi cuerpo igual como mancha el barro un mantel blanco. Al principio me molesto que las observara tensando mi cuerpo por unos segundos, pero me alegró tenerlas cuando empezó a acariciarlas con sus delicadas manos que me tentaban a cogerlas y besar sus dedos uno a uno.
Se comparó con una rosa, desde el principio sabía que detrás de aquella sonrisa sensual se ocultaba algo enredador, pero no me importaba tan solo me atraía más, si hablaba de lastimar sentimentalmente no tenía nada que hacer y físicamente… lo dudaba. Me beso suavemente en los labios anulando la poca capacidad de razonamiento que me quedaba, me costó unos minutos volver al mundo para responder a su pregunta. Le acaricie el pelo apartándolo disimuladamente de su cuello para poder besarlo posteriormente y me deje llevar por su aroma.
- No son las rosas una preocupación para mí, lo era lo que está ahora dentro aquel saco… si más no una parte de él.- dije aún con los labios cerca de su piel.- ¿Crees que después de cargarme un vampiro no sabré manejar con una rosa?- Continúe bajando por su cuello e intentando levantar el brazo dolorido haciendo una mueca desabrochando lentamente los primeros botones de su blusa.
Perdón por tardar tanto, he tenido que estar un tiempo desconectado del foro.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Re: La prueba del trabajo bien hecho (libre)
Pero que va, Narcisse estaba encantada por el intercambio de palabras que ambos estaban teniendo, ¿acaso él nombre nunca a escuchado qué el verbo es una importante arma de seducción para llevar a una mujer letrada a la cama? Sino lo sabía, sin duda lo estaba aprendiendo con la inquisidora, quien ahora parecía fascinada con la situación. Cerró los ojos por unos momentos deleitándose por el "romanticismo" del hombre, sin duda aunque simplemente hiciera el intento ya era un gran detalle que le llevaba a ventajas muy por encima de cualquiera. Detalles como ellos eran los que probablemente ella necesitaba, no buscaba un hombre que se impusiera simplemente por ser un "macho", más bien buscaba algo diferente, algo más carnal pero emotivo, quizás es una mezcla un tanto exigente, poco común, pero después de un matrimonio fallido, o mínimo que se espera es eso, aspirar a más, a tratos delicados, cargados de buenas intenciones en publico, pero a el deseo maldito de un animal en la cama. Si, ella se lo enseñaría por completo, lo que deseaba, sus exigencias, y lo que le daría a cambio. Hablar, ceder, cumplir, todo lo que él hombre estaba teniendo en logros con ella, serían recompensas más gratas incluso. Estaba ella segura que al menos él no se arrepentiría y que quizás un nuevo encuentro tendrían. Quizás.
La inquisidora ladeó un poco el cuello dejando que el caballero hiciera con sus labios a su conveniencia, si, era cierto, Narcisse posee una belleza indiscutible, una sensualidad y un erotismo arrolladores, pero hace mucho tiempo había dejado la practica, desde que su difunto esposo se había ido a una mejor vida, él único hombre de su vida entre sabanas. Aunque no supiera demasiado en el materia, la mujer estaba segura de una cosa, se dejaría llevar por completo, hasta lograr que la noche fuera grata, pues su cuerpo estaba reclamando atenciones, su vanidad de mujer que alguien la deseara y la poseyera como a nadie. Conforme pasara el tiempo en la velada se daría cuenta si las cosas estaban a su favor o en su contra; mientras él se aferraba a su delicado cuello curvado, ella pasaba sus delicadas manos sobre el torso masculino bien elaborado, no puede negarlo, él es varonil, atractivo, perfecto para una noche de placer.
- ¿Lo ve? Vamos progresando, mientras usted aplique empeño en mi, romanticismo, y claro, su completa sinceridad estaremos hablando el mismo idioma, y claro, nos entenderemos a la perfección - Sus uñas se aferran ahora a la espalda masculina, reconociendo el terreno que más tarde marcarían, de arriba hacía abajo, y viceversa, pero no se quedó ahí, la mujer comenzó a mover las caderas ejerciendo presión en la zona masculina, en la hombría que ahora se vería presa del calor que la zona femenina le estaba otorgando. Lo cierto que aunque el miembro no estuviera en su máxima expresión, se podía pronosticar que tendría un gran tamaño. Eso podría ser de gran ayuda durante la noche.
- Los vampiros son difíciles de meter a un saco, aunque sólo sea un pedazo de él… ¡Debe tener mucha, mucha fuerza! ¿Cómo utilizará su capacidad conmigo, mi señor? - Lo último lo dijo sobre su oreja, en ese momento la joven le lamió con suavidad la misma, sus dientes acompañaron el juego hasta el lóbulo de la misma, tirando un poco de la piel. Se separa un poco, solo el pecho para tener la distancia correcta y verle a los ojos - Usted siga hablando - La mujer le lamió los labios con erotismo, ahora sus manos estaban en la cabecera del sillón, y ella comenzó a dar minúsculos movimientos pélvicos, que más bien parecía una discreta cabalgata contra la tela masculina que cubría la virilidad.
La inquisidora ladeó un poco el cuello dejando que el caballero hiciera con sus labios a su conveniencia, si, era cierto, Narcisse posee una belleza indiscutible, una sensualidad y un erotismo arrolladores, pero hace mucho tiempo había dejado la practica, desde que su difunto esposo se había ido a una mejor vida, él único hombre de su vida entre sabanas. Aunque no supiera demasiado en el materia, la mujer estaba segura de una cosa, se dejaría llevar por completo, hasta lograr que la noche fuera grata, pues su cuerpo estaba reclamando atenciones, su vanidad de mujer que alguien la deseara y la poseyera como a nadie. Conforme pasara el tiempo en la velada se daría cuenta si las cosas estaban a su favor o en su contra; mientras él se aferraba a su delicado cuello curvado, ella pasaba sus delicadas manos sobre el torso masculino bien elaborado, no puede negarlo, él es varonil, atractivo, perfecto para una noche de placer.
- ¿Lo ve? Vamos progresando, mientras usted aplique empeño en mi, romanticismo, y claro, su completa sinceridad estaremos hablando el mismo idioma, y claro, nos entenderemos a la perfección - Sus uñas se aferran ahora a la espalda masculina, reconociendo el terreno que más tarde marcarían, de arriba hacía abajo, y viceversa, pero no se quedó ahí, la mujer comenzó a mover las caderas ejerciendo presión en la zona masculina, en la hombría que ahora se vería presa del calor que la zona femenina le estaba otorgando. Lo cierto que aunque el miembro no estuviera en su máxima expresión, se podía pronosticar que tendría un gran tamaño. Eso podría ser de gran ayuda durante la noche.
- Los vampiros son difíciles de meter a un saco, aunque sólo sea un pedazo de él… ¡Debe tener mucha, mucha fuerza! ¿Cómo utilizará su capacidad conmigo, mi señor? - Lo último lo dijo sobre su oreja, en ese momento la joven le lamió con suavidad la misma, sus dientes acompañaron el juego hasta el lóbulo de la misma, tirando un poco de la piel. Se separa un poco, solo el pecho para tener la distancia correcta y verle a los ojos - Usted siga hablando - La mujer le lamió los labios con erotismo, ahora sus manos estaban en la cabecera del sillón, y ella comenzó a dar minúsculos movimientos pélvicos, que más bien parecía una discreta cabalgata contra la tela masculina que cubría la virilidad.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/01/2013
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