Juego del bien y el mal {Libre}

El sol había caído, y con la luna llegaba mi victoria, la noche era el único momento en el que mi condición me permitía ser algo libre. Al salir de casa la sed de sangre se apoderó de mí y me dispuse a comenzar la tarea de la caza nocturna, tengo que reconocer que a diez años de mi conversión en criatura de la noche aún me frenaban ciertas reticencias muy humanas que me impedían dañar a ciertas personas, especialmente a personitas. Mis blancos eran fáciles, me adentraba en los peores barrios y me acercaba a las personas sin familia. Aquella noche me acerqué a un hombre que suplicaba limosna en la calle, me acerqué a él y dejé a su vista una moneda. Cuando estiró la mano para cogerla agarré su muñeca y clavé mis colmillos en su piel, bebiendo su sangre poco a poco, despacio, notando su vida desvaneciéndose contra mis labios. Finalmente su cuerpo cayó al suelo como un fardo de trapos y me aparté de allí. Me había convencido a mí misma de que era igual que un lobo que mataba a un ciervo solo porque tenía que sobrevivir, era más fácil verlo así.

Volví a pasar por casa para engancharme un velo negro con encajes con el pelo rubio suelto, por las noches no me molestaba con el protocolo, y para coger mi violín que descansaba en su estuche. Tras volver a salir de casa mis pasos me llevaron directa al cementerio, no había pasado allí desde que me marché de Francia y ya era hora de hacer una visita. Al llegar me arrodillé frente a las lápidas y retiré las malas hierbas antes de sacar el violín de su estuche y comenzar a tocar bellas y tristes melodías. Me llegaban los sonidos de una pareja mancillando el reposo de los muertos, aquello me ponía de un tremendo mal humor, ¿se podía ser menos respetuoso? Al tiempo escuché alboroto y luego silencio. Presa de la curiosidad volví a guardar el violín y me aproximé de donde antes procedía el ruido y no tuve que rastrear durante mucho tiempo para encontrarme con lo que estaba pasando, aquel hombre, mejor dicho, aquel vampiro estaba asesinando a la pareja. Le observé en silencio y bien escondida mientras extraía organos  de uno de los cuerpos, a diferencia de cómo podría haber sido en el pasado aquello ya no me impactaba, yo misma había matado con malicia y premeditación, y había disfrutado haciéndolo aquella vez. Una vez terminada por completo su labor aquella criatura de la noche se alejó, y yo, atraida por aquella curiosidad que dabía que algun día me traería problemas me apresuré para alcanzarle -Vaya, debo reconocer que nunca había visto a uno de los nuestros cazar de una manera tan extraña, señor- dije, me intrigaban los procesos mentales de aquel hombre y quería desentrañarlos, ya que mi propia telepatía no me ayudaba en aquella ocasión demasiado -Se montará un gran escándalo cuando descubran los restos, aunque he de reconocer que esos dos se lo merecían por semejante falta de respeto...- no lo pensaba realmente, aunque me enfadaba lo que habían hecho no era un motivo para toparse con la muerte, pero si reprochaba eso también tendría que reprocharme a mí misma.

Aquel hombre extraño se giró para mirarme y olfatear a su alrededor, seguramente el resto de la gente habría tenido miedo, pero no yo, porque había olvidado el significado de esa palabra, era de una condición que me hacía eterna, solo vulnerable al sol, y no parecía que aquel hombre se fuera a sacar uno del bolsillo. Cuando ladeó por segunda vez la cabeza no pude evitar ladearla yo también de la misma manera como si intentara ver las cosas como él la veía.

Observé sin moverme un milímetro a aquel hombre, le vi coger sus cosas y luego encogerse de hombros. Al igual que yo no se movía, pero comenzó a sonreír de una manera que quizás habría podido ser perturbadora, pero yo seguía sin moverme, e incluso sonreí un poco al ver aquel intento de reverencia. Siempre se ha dicho que la mejor manera de tratar con un loco es no tratarlo como si lo estuviera, aunque pudiera ser peligroso, uno de los míos no acabaría conmigo.

Seguí observando a aquel no muerto, que parecía mudo, tal vez lo fuera. Trataba de entender lo que quería decir sin emplear palabras y durante un momento conseguí percibir algo de lo que decía -Sí, lo sé, hay más, por todas partes a nuestro alrededor, a nuestro alcance, su aroma les precede, entiendo lo que quieres decir- o al menos quería pensar que así era. Era cierto que en nuestro instinto era cazar, matar y beber sangre, era necesario para nuestra supervivencia, y nuestras presas poblaban el mundo, y creían que lo dominaban pero solo vivían si nosotros queríamos-Tenebrarum manibus renati per noctem, hic laboratum vampiri est- cité, lo verdad era que no recordaba si lo había leído en un libro viejo, en una talla o si lo había soñado, pero al decirlo un escalofrío recorrió mi columna.

Volví a mirar al no muerto -¿Cuál es tu nombre, hermano de las tinieblas?- pregunté mirándole con una ceja alzada, curiosa cual gato.

Observaba las reacciones de aquel peculiar vampiro, sus movimientos, cóme acercaba sus manos hacia mi y luego las apartaba mostrando en su expresión como si algo le sorprendiera.

Le vi soltar las cosas que cargaba para colocarse de mí, noté cómo sujetaba mi pelo, lo olía e incluso lamía uno de los mechones de este, lo cual era... raro, mas no me moví de un milímetro, no podía hacerlo, me causaba demasiada curiosidad la mente de aquel hombre.
Al escuchar su voz respondiendo mi pregunta me recorrió su escalofrío como si aquella voz hubiera estado oculta y acabara de salir a la luz -Los gritos eran los nombres de los dioses antes de que los hombres les pusieran uno- la respuesta se escapó de entre mis rosados labios sin que me parara a penas a pensarla, como si mi cerebro se hubiera adelantado a los hechos -El mío es Lisette, sin más- dije casi en un suspiro. No tardé en notar que soltaba mi pelo pero se mantenía detrás de mí. Mis manos no se habían soltado el asa de la caja de mi violín - Vampiri filii nocti et sanguini sunt- dije mientras se colocabafrente a mí de nuevo -¿Desde cuándo eres?- pregunté con la curiosidad latente en mis palabras, pues su dominio del latín me hacía pensar que o bien era en realidad un caballero culto disfrazado o que era casi tan viejo como el origen de las naciones, los pueblos, los imperios. La curiosidad me corroía por dentro, y pese a toda consecuencia no me quedaría con la duda.