AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Réalité floue [libre]
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Réalité floue [libre]
La delicada mano enguantada retiró ligeramente la cortina que le ocultaba de los transeúntes. El carruaje se movía lentamente por las calles adoquinadas de Paris. El cochero, un hombre de su completa confianza, se encargaba de que las bestias fuesen al ritmo lento que ella prefería para poder observar sin ser observada. La noche era clara y cálida y muchos parisinos se encontraban transitando tranquilamente, entre risas e historias. Cada cual con su mundo a cuestas, amores y angustias escondidos tras infinidad de expresiones que decían y desdibujaban la realidad.
Un nudo se formó en su garganta pero se negó a permitir que escapara alguna lágrima peregrina. Se sentía ajena al mundo. No importaba los intentos realizados hasta el momento, aún no podía encajar. Estaba oxidada y su situación social era agónica. Los viejos contactos, aquellos que solo los apellidos pueden mantener en firme, permanecían. Sin embargo esos rostros, esas voces, solo conseguían transportarla a momentos dolorosos. La tragedia y la vergüenza la embargaban. Escuchaba los susurros tras ella y no podía soportar la idea de tener que mantener aquella farsa cuando ya no importaba en realidad. No, lo que deseaba era abrirse al mundo nuevamente. Volver a sentirse viva, reconocerse como una mujer joven y hermosa para quien el destino guarda algún regalito, por pequeño que fuese.
El sentimiento de inferioridad que de tanto en tanto la embargaba era una de las razones por las cuales le gustaba observar a las personas. Imaginaba poder caminar tranquilamente en compañía de un amigo o amiga. Qué extraña sonaba ahora esa denominación. Que lejano el mundo en el cual se veía rodeado por personas con tales calificativos. Que poco probable que una sola alma pudiese causar tanta destrucción, pero aquí estaba ella. Un futuro brillante tirado por la borda. No debía culparse, eso lo sabía, pero prácticamente imposible no sentir que la falta de perspicacia y astucia casi la habían conducido a su última morada.
El coche detuvo su avance. En el interior Odette acomodaba sus enaguas, de un blanco inmaculado, al igual que el pequeño ornamento con el cual sostenía recogido su cabello en una tensa moña. Poco le importaba lo inapropiado del color elegido para su atuendo esa noche. Si resaltaba entre la multitud que así fuera. Necesitaba subirse el ánimo y a falta de contar con alguien que le ayudara en aquel menester, como cualquier persona normal, ella misma debía propender porque todo resultara como deseaba. Planificar, construir y disfrutar su propia felicidad.
Bajó del vehículo agradeciendo la ayuda del cochero y se permitió un segundo para deleitarse con la estructura que se alzaba frente a ella. Siempre le había gustado el teatro. No solo la concepción de la materialización de la imaginación ni la magnífica idea de la personificación de lo absurdo. No, la estructura misma la atraía. Una tímida sonrisa apareció en sus labios. No sabía que obra representarían esa noche. No tenia reservas y, aunque pudiese conseguirlo, no estaba interesada en un palco privado. Hoy quería mezclarse, sentarse donde las personas del común se sientan a escapar de su realidad por unas horas.
Avanzó con la mirada fija en el edificio, apreciando y disfrutando de cada detalle, cada figura y cada grabado. Sin embargo, al encontrarse sola y caminando sin prestar verdadera atención a lo que tenía en frente, ocurrió lo inevitable. Un fuerte tropezón contra una figura que interrumpió su camino la devolvió a la realidad. –Excuse moi, no le vi. Estaba distraída y… oh, lo siento mucho – las disculpas salieron en un torrente mientras sentía su rostro acalorarse debido a la vergüenza que traía su propia desatención. Tenía que reconocer que en ese preciso momento no le pareció tan buena idea el llevar un traje que llamara tanto la atención. Bueno, al menos había conseguido mantener el equilibrio.
Un nudo se formó en su garganta pero se negó a permitir que escapara alguna lágrima peregrina. Se sentía ajena al mundo. No importaba los intentos realizados hasta el momento, aún no podía encajar. Estaba oxidada y su situación social era agónica. Los viejos contactos, aquellos que solo los apellidos pueden mantener en firme, permanecían. Sin embargo esos rostros, esas voces, solo conseguían transportarla a momentos dolorosos. La tragedia y la vergüenza la embargaban. Escuchaba los susurros tras ella y no podía soportar la idea de tener que mantener aquella farsa cuando ya no importaba en realidad. No, lo que deseaba era abrirse al mundo nuevamente. Volver a sentirse viva, reconocerse como una mujer joven y hermosa para quien el destino guarda algún regalito, por pequeño que fuese.
El sentimiento de inferioridad que de tanto en tanto la embargaba era una de las razones por las cuales le gustaba observar a las personas. Imaginaba poder caminar tranquilamente en compañía de un amigo o amiga. Qué extraña sonaba ahora esa denominación. Que lejano el mundo en el cual se veía rodeado por personas con tales calificativos. Que poco probable que una sola alma pudiese causar tanta destrucción, pero aquí estaba ella. Un futuro brillante tirado por la borda. No debía culparse, eso lo sabía, pero prácticamente imposible no sentir que la falta de perspicacia y astucia casi la habían conducido a su última morada.
El coche detuvo su avance. En el interior Odette acomodaba sus enaguas, de un blanco inmaculado, al igual que el pequeño ornamento con el cual sostenía recogido su cabello en una tensa moña. Poco le importaba lo inapropiado del color elegido para su atuendo esa noche. Si resaltaba entre la multitud que así fuera. Necesitaba subirse el ánimo y a falta de contar con alguien que le ayudara en aquel menester, como cualquier persona normal, ella misma debía propender porque todo resultara como deseaba. Planificar, construir y disfrutar su propia felicidad.
Bajó del vehículo agradeciendo la ayuda del cochero y se permitió un segundo para deleitarse con la estructura que se alzaba frente a ella. Siempre le había gustado el teatro. No solo la concepción de la materialización de la imaginación ni la magnífica idea de la personificación de lo absurdo. No, la estructura misma la atraía. Una tímida sonrisa apareció en sus labios. No sabía que obra representarían esa noche. No tenia reservas y, aunque pudiese conseguirlo, no estaba interesada en un palco privado. Hoy quería mezclarse, sentarse donde las personas del común se sientan a escapar de su realidad por unas horas.
Avanzó con la mirada fija en el edificio, apreciando y disfrutando de cada detalle, cada figura y cada grabado. Sin embargo, al encontrarse sola y caminando sin prestar verdadera atención a lo que tenía en frente, ocurrió lo inevitable. Un fuerte tropezón contra una figura que interrumpió su camino la devolvió a la realidad. –Excuse moi, no le vi. Estaba distraída y… oh, lo siento mucho – las disculpas salieron en un torrente mientras sentía su rostro acalorarse debido a la vergüenza que traía su propia desatención. Tenía que reconocer que en ese preciso momento no le pareció tan buena idea el llevar un traje que llamara tanto la atención. Bueno, al menos había conseguido mantener el equilibrio.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
¡Que bella era la vida! No es que fuera un descubrimiento reciente, vaya que no, pero la frescura de la noche y el recuerdo de una fiesta alegre todavía me colmaban el corazón de dicha. El fuego cálido, las bromas ocurrentes, los bailes y la bebida que no terminaba hasta el amanecer; esa noche, sin embargo, había tenido que marcharme antes, con un solo propósito: entrar a la opera. No sabía que obras estrenaban, ni tampoco me interesaba mucho, puesto que no conocía ninguna.
Siempre había querido entrar a uno de aquellos enormes y elegantes establecimientos; los veía desde niña, brillantes y preciosos, con gente actuando y bailando de la misma forma que hacía mi gente en aquella época.
Pero esas eran personas refinadas, debía recordar a todas horas, y mantenerme a raya tal como esperaba la clase alta que hiciera. Siendo pobre, gitana y marginada, no se me permitía entrar ahí. ¡Pero que diablos! Yo era una persona libre, con pies sanos que, aunque cansados, iban siempre a todos lados. Podía entrar al menos una vez, y luego recordar la experiencia con suma alegría.
Escabullirme era uno de mis talentos naturales, y aunque no había tanta gente para pasar desapercibida del todo, me quedaba un As bajo la manga. Sin que lo notara, tomé de una mujer robusta y respingada un gran abrigo de piel, blanco y mullido, y me quité la pañoleta, dejándome el cabello oscuro alborotado. Antes de poder quitarme los pendientes, claramente gitanos, alguien chocó contra mi.
¡Santo cielo! ¿Sería un guardia? ¿Un policía? ¿Un Inquisidor? Mis peores miedos estaban saliendo a la luz justo antes de darme cuenta que, en realidad, se trataba de una dama. Mis ojos tardaron un poco en adaptarse a su luz, a ese brillo que emanaba debido al vestido blanco y el rostro casi señorial. Sus ojos, sin embargo, parecían cansados. Me tensé, imaginando que si me reconocía, estaría en serios problemas.
- No se preocupe, madame. -respondí sin pensar a su disculpa. Demonios.- Uno está distraído cuando va a la opera. Además, es posible que necesite un té de hierbas para poder dormir... -de nuevo, aquello último salió de improviso. No pretendía decir algo tan poco común en una mujer que iría a la Opera, pero en verdad parecía necesitar un relajante. Preocupada, la observé, olvidando que podían arrestarme por si quiera robar un abrigo de piel.
Siempre había querido entrar a uno de aquellos enormes y elegantes establecimientos; los veía desde niña, brillantes y preciosos, con gente actuando y bailando de la misma forma que hacía mi gente en aquella época.
Pero esas eran personas refinadas, debía recordar a todas horas, y mantenerme a raya tal como esperaba la clase alta que hiciera. Siendo pobre, gitana y marginada, no se me permitía entrar ahí. ¡Pero que diablos! Yo era una persona libre, con pies sanos que, aunque cansados, iban siempre a todos lados. Podía entrar al menos una vez, y luego recordar la experiencia con suma alegría.
Escabullirme era uno de mis talentos naturales, y aunque no había tanta gente para pasar desapercibida del todo, me quedaba un As bajo la manga. Sin que lo notara, tomé de una mujer robusta y respingada un gran abrigo de piel, blanco y mullido, y me quité la pañoleta, dejándome el cabello oscuro alborotado. Antes de poder quitarme los pendientes, claramente gitanos, alguien chocó contra mi.
¡Santo cielo! ¿Sería un guardia? ¿Un policía? ¿Un Inquisidor? Mis peores miedos estaban saliendo a la luz justo antes de darme cuenta que, en realidad, se trataba de una dama. Mis ojos tardaron un poco en adaptarse a su luz, a ese brillo que emanaba debido al vestido blanco y el rostro casi señorial. Sus ojos, sin embargo, parecían cansados. Me tensé, imaginando que si me reconocía, estaría en serios problemas.
- No se preocupe, madame. -respondí sin pensar a su disculpa. Demonios.- Uno está distraído cuando va a la opera. Además, es posible que necesite un té de hierbas para poder dormir... -de nuevo, aquello último salió de improviso. No pretendía decir algo tan poco común en una mujer que iría a la Opera, pero en verdad parecía necesitar un relajante. Preocupada, la observé, olvidando que podían arrestarme por si quiera robar un abrigo de piel.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
Una voz femenina respondió a sus disculpas. Efectivamente había tropezado con una mujer mucho más alta que ella y que se encontraba envuelta en un costoso abrigo del mismo color de su vestido. Una cabellera oscura enmarcaba su hermoso rostro. Solo una dama más en espera de ingresar al Teatro ¿o no?
Odette se tranquilizó ligeramente con las palabras de la mujer. No estaba enfadada y eso era un gran alivio, pero una expresión de extrañeza y curiosidad se plantó en su rostro al escuchar la parte que aludía a un té. Abrió la boca un par de veces, boqueando como una tonta, antes de soltar una carcajada -perdón Madame, creo que no le he escuchado bien ¿me ha insinuado que necesito un té para dormir? – sabía muy bien que era lo que había escuchado pero era tan fuera de lo normal necesitaba confirmarlo.
Solo entonces se permitió observarla con detenimiento. A pesar de su altura el abrigo se le veía un poco suelto, como si no fuese de su talla exacta. Y los aros en sus oídos desentonaban por completo con el resto del atuendo. Entornando los ojos la sondeó de pies a cabeza y se instaló en su mente el presentimiento de que no era lo que aparentaba.
Se disponía a cuestionarla con brusquedad pero la preocupación con la que la observaba la hizo reconsiderar el tono que usaría – Espero me disculpe pero no he podido evitar notar sus aretes. Son bastante… ejem… peculiares. Especialmente para con el abrigo que está usando para la velada - fue un comentario bastante impertinente pero se negó a disculparse por el mismo hasta obtener una respuesta.
Los parisinos que pasaban a su lado las observaban. Tal vez se tratase de la casualidad en el tono de su atuendo, no lo sabía pero la hizo sentir incomoda. – Viene usted a la función supongo ¿Dónde está su acompañante? – preguntó estirándose y mirando a lado y lado en busca que alguien que pareciese especialmente atento a la curiosa mujer. Sin embargo no pudo identificar a nadie con tales características. Solo un gendarme las observaba fijamente, como si esperara que algo ocurriese. -Que curioso, porque nos observara tan fijamente aquel oficia?- preguntó en un susurro sin esperar una respuesta más allá de un acostumbrado “no tengo idea”.
Odette se tranquilizó ligeramente con las palabras de la mujer. No estaba enfadada y eso era un gran alivio, pero una expresión de extrañeza y curiosidad se plantó en su rostro al escuchar la parte que aludía a un té. Abrió la boca un par de veces, boqueando como una tonta, antes de soltar una carcajada -perdón Madame, creo que no le he escuchado bien ¿me ha insinuado que necesito un té para dormir? – sabía muy bien que era lo que había escuchado pero era tan fuera de lo normal necesitaba confirmarlo.
Solo entonces se permitió observarla con detenimiento. A pesar de su altura el abrigo se le veía un poco suelto, como si no fuese de su talla exacta. Y los aros en sus oídos desentonaban por completo con el resto del atuendo. Entornando los ojos la sondeó de pies a cabeza y se instaló en su mente el presentimiento de que no era lo que aparentaba.
Se disponía a cuestionarla con brusquedad pero la preocupación con la que la observaba la hizo reconsiderar el tono que usaría – Espero me disculpe pero no he podido evitar notar sus aretes. Son bastante… ejem… peculiares. Especialmente para con el abrigo que está usando para la velada - fue un comentario bastante impertinente pero se negó a disculparse por el mismo hasta obtener una respuesta.
Los parisinos que pasaban a su lado las observaban. Tal vez se tratase de la casualidad en el tono de su atuendo, no lo sabía pero la hizo sentir incomoda. – Viene usted a la función supongo ¿Dónde está su acompañante? – preguntó estirándose y mirando a lado y lado en busca que alguien que pareciese especialmente atento a la curiosa mujer. Sin embargo no pudo identificar a nadie con tales características. Solo un gendarme las observaba fijamente, como si esperara que algo ocurriese. -Que curioso, porque nos observara tan fijamente aquel oficia?- preguntó en un susurro sin esperar una respuesta más allá de un acostumbrado “no tengo idea”.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
Si me atrapaban, la orca parecía una de esas opciones que mi gente aceptaría gustosa, con tal de no pasar por la cámara de tortura. ¿Por qué llegarían a tanto? Quien sabe, solo Dios, si existía, podía entender porque la Inquisición hacía semejantes barbaries; sin embargo, yo podía imaginar bajo que cargos podrían arrestarme. Herejía, brujería, y, tal vez mi pecado más grande, hablar y engañar a una dama de primera clase que era tan pura como la leche blanca.
Sin embargo, había una cosa que sobresalía en mi, más que el miedo a ser atrapada, al mirar a aquella dama: preocupación. Podía sentir esa aura de angustia y cansancio, ese sentimiento que uno tiene cuando, con resignación, observa algo preciado marcharse. Me dio gracia cuando la dama repitió, en interrogación, mi sugerencia. Me sorprendí de que notase aquel comentario algo extraño.
- En efecto, el té de hierbas es un excelente remedio para el insomnio.- no pude detener mi lengua suelta antes de añadir:- Y le aseguro que la miel es un endulzante más efectivo que el azúcar.
Estaría cavando mi propia tumba de no ser porque a los gitanos no se nos daba un entierro cristiano. No me había detenido a pensar que tipo de conversación era la que mantenían las señoritas de clase alta. De improvisto, la dama de blanco mencionó los pendientes que colgaban de mis orejas. Cerré los ojos, frustrada. Un par de aros de oro, con inscripciones en Romaní, delataban mi procedencia.
- Yo... verá...
Pensé en mentir, pero me fue imposible. No hallaba una explicación creíble. Antes de poder excusarme de alguna manera, preguntó sobre mi acompañante. ¡Maldición! Que estúpido protocolo tenían las mujeres de clase alta, con sus reglas sin sentido y sus rituales extraños. Sonreí cual gato travieso.
- Probablemente ha escapado de mi lado. No hay un solo caballero que me aguante mucho tiempo.
Me sentí satisfecha al pensar que había dicho casi la verdad. Casi. Y entonces surgió otro problema: policía. Un oficial, tal vez guardia del teatro, nos observaba desconfiado mientras retorcía su tonto bigote. Sin pensarlo, tomé la muñeca de la dama, arrojando al caño mi plan, y la lleve al interior del teatro con tanta delicadeza de la que fui capaz.
- ¡Lo lamento! -exclamé susurrando cuando nos encontrabamos detrás de unas gruesas cortinas de terciopelo rojo. Nerviosa, me quité una y otra vez un mechón del rostro, antes de retirar el abrigo de mi pecho. Debajo, un vestido sencillo y colorido se asomaba casi como la prueba de un asesinato.
Sin embargo, había una cosa que sobresalía en mi, más que el miedo a ser atrapada, al mirar a aquella dama: preocupación. Podía sentir esa aura de angustia y cansancio, ese sentimiento que uno tiene cuando, con resignación, observa algo preciado marcharse. Me dio gracia cuando la dama repitió, en interrogación, mi sugerencia. Me sorprendí de que notase aquel comentario algo extraño.
- En efecto, el té de hierbas es un excelente remedio para el insomnio.- no pude detener mi lengua suelta antes de añadir:- Y le aseguro que la miel es un endulzante más efectivo que el azúcar.
Estaría cavando mi propia tumba de no ser porque a los gitanos no se nos daba un entierro cristiano. No me había detenido a pensar que tipo de conversación era la que mantenían las señoritas de clase alta. De improvisto, la dama de blanco mencionó los pendientes que colgaban de mis orejas. Cerré los ojos, frustrada. Un par de aros de oro, con inscripciones en Romaní, delataban mi procedencia.
- Yo... verá...
Pensé en mentir, pero me fue imposible. No hallaba una explicación creíble. Antes de poder excusarme de alguna manera, preguntó sobre mi acompañante. ¡Maldición! Que estúpido protocolo tenían las mujeres de clase alta, con sus reglas sin sentido y sus rituales extraños. Sonreí cual gato travieso.
- Probablemente ha escapado de mi lado. No hay un solo caballero que me aguante mucho tiempo.
Me sentí satisfecha al pensar que había dicho casi la verdad. Casi. Y entonces surgió otro problema: policía. Un oficial, tal vez guardia del teatro, nos observaba desconfiado mientras retorcía su tonto bigote. Sin pensarlo, tomé la muñeca de la dama, arrojando al caño mi plan, y la lleve al interior del teatro con tanta delicadeza de la que fui capaz.
- ¡Lo lamento! -exclamé susurrando cuando nos encontrabamos detrás de unas gruesas cortinas de terciopelo rojo. Nerviosa, me quité una y otra vez un mechón del rostro, antes de retirar el abrigo de mi pecho. Debajo, un vestido sencillo y colorido se asomaba casi como la prueba de un asesinato.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
Odette soltó la risa. Esperaba que al repetir la pregunta la joven se rectificara por haber emitido una frase tan incoherente para con la situación. Pero en su lugar se reforzó incluyendo un nuevo ingrediente a la receta. – Le aseguro entonces que lo recordare – Estaba tan sorprendida por el extraño comportamiento que no supo que más contestarle. Después rio nuevamente por lo bajo.
Tampoco sabía muy bien como sentirse con la respuesta respecto a su pareja ¿era verdad? Cualquier chico de clase estaría junto a ella en ese momento, acompañándola y cortejándola en vez de dejarla abandonada en un lugar público. Si le hubiese ocurrido a ella probablemente no estaría hablando con una extraña sino rumbo a su hogar en busca de refugio.
No bien había mencionado lo de aquel gendarme que les observaba cuando sintió el apretón de la cálida mano de la chica y un arrastre posterior en dirección contraria al lugar desde donde eran observadas. Bien podría Odette oponer resistencia. Evitarse problemas, pues era evidente que todo era desencadenado por el uniforme que investía al hombre con autoridad, quedándose justo donde estaba y dejando que aquella muchacha solucionara sola sus asuntos. Era lo más sensato pero definitivamente no lo más interesante. Había acudido al teatro para cambiar su rutina y no podía imaginar una mejor manera de hacerlo que dejarse llevar por descabellado que sonara.
Así que siguió a la chica por entre la multitud que esperaba poder ingresar. Sin saber muy bien como burlaron la taquilla y antes de darse cuenta ya se encontraban adentro del imponente lugar, escondidas justo detrás de una cortina roja. Odette jadeaba ligeramente, entre agitada por el esfuerzo físico y emocionado por lo que acababan de hacer. Una risita nerviosa afloró por sus labios y miró sorprendida el atuendo que asomaba bajo el disfraz que constituía el costoso abrigo. Claro, por eso los aretes desentonaban, también era la explicación perfecta para que la prenda no se le viera a tamaño. Se trataba de una gitana sin lugar a dudas.
– Bien, eso aclara muchas cosas – exclamó señalando el vestido e ignorando la disculpa formulada – y ya que acabamos de escapar de un oficial y que estamos evidentemente escondidas puedo preguntarle ¿Qué se supone que hizo para que este tan aterrada? ¿He de preocuparme? Espero que no me haya convertido en cómplice de asesinato – bromeó a la par de se asomaba con cuidado, buscando en el teatro algún movimiento que pudiese indicar que las estaban siguiendo. Aunque sonara divertido sabía muy bien que si se trataba de un delito mayor al hurto simple podría verse comprometido y sería algo que no alimentaria de manera positiva su limitada vida social.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
La culpa es uno de los mayores placeres de la vida. Solo para aquellos que no tienen miedo de ser castigados.
Mi pecho subía y bajaba, agitado, excitado por la emoción acumulada en la entrada del teatro. Mientras miraba a la dama de blanco, intentaba no sonreír como idiota, pero era imposible; algo en la situación era ridículamente divertido, innovador. Había involucrado a una mujer que seguramente debía mantener una reputación limpia, y yo, que ya la había arruinado hasta el grado de no importarme, no debería estar con ella ahí escondida. Pero era divertido, sí. Sacudí la cabeza alucinada, sin creerme del todo que me había delatado frente a ella.
Sin embargo, no había salido corriendo, ni había pedido ayuda a gritos, ni había intentado golpearme. No, solo... lo había comprendido. De hecho, parecía curiosa, o casi tan divertida como yo lo estaba. Bromeó sobre los cargos que yo podría cargar en la espalda, cosa que no se me hizo rara. Había gitanos que en verdad daban mala fama a nuestra gente, pues se olvidaban de los principios básicos y despreciaban a los Gadjos con toda su alma; algunos habían llegado a asesinar, pero en la mayoría de los casos eran acusaciones sin fundamentos. Tomé aire, antes de hablar.
- Verá, no soy una asesina... -expliqué lentamente, mirándola fijamente a los ojos.- Pero no podría decirse que no soy una criminal. Como verá, es obvio que no he comprado este abrigo adivinando el futuro de algunos curiosos. Sin embargo, pienso devolverlo. Pienso que en la vida hay que correr algunos riesgos, pero no vale la pena si esto conlleva a herir a otros.
Me mordí el labio inferior al detenerme, mirando por encima del hombro de la dama, hacia las luces del teatro, hacia lo que parecía ser el escenario. Seguramente la obra daría inicio en cualquier momento, la orquesta tocaría y la gente no notaría en los rincones oscuros a una dama de blanco y su curiosa nueva acompañante gitana. ¡Pero que va! Seguramente aquella dama tendría su propio acompañante. Había sido tan grosera que ni siquiera lo había preguntado. Sin darme cuenta, reí de manera nerviosa, llevándome una mano a la cabeza.
- ¡Que ridículo! ¿No lo cree? Se supondría que yo no debería si quiera entablar conversación con alguien con clase como usted. -miré el suelo, antes de sonreír como una verdadera pilla malvada.- Sin embargo, he de preguntarle algo... -levanté la mirada, cual gato sonriente.- ¿Quisiera ver la obra desde un lugar genial?
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
Aquella simple afirmación le generó a Odette una enorme tranquilidad. Lo último que deseaba era verse involucrada otra vez en un escenario en el que se incluyera un cadáver. Abrió ligeramente los ojos al escuchar el resto del relato. - Un abrigo hurtado para luego ser devuelto, eso lo transforma en préstamo – conjeturo haciendo chasquera ligeramente los dedos. Se preguntaba en silencio como haría la gitana para devolver la costosa prenda sin que la apresaran en el intento. De buenas intenciones estaba lleno el cementerio y la morena no dudaba ni por un segundo que nadie se detendría a escuchar las razones del porque se había realizado la fechoría, o a considerar el hecho de que se intentara enmendar la situación – Yo de ti me lo quedaba. Creo que lo mejor que puedes hacer es venderlo – solo un pequeño consejo no solicitado que esperaba fuese al menos considerado.
Le gustó además que la chica admitiera que no valía la pena herir a otros para conseguir lo que se deseaba. Era una excelente filosofía de vida y ya quisiera la propia Odette mofarse de seguirla al pie de la letra. Ojo por ojo, eso se ajustaba un poco más a su triste realidad.
Un cambio en la atmosfera, junto con el cambio del punto focal de la chica, instó a que Odette girara la cabeza. Al parecer la función estaba por iniciar y el teatro que estaba casi vacío cuando se colaron, ahora burbujeaba con la multitud acomodada en las filas y filas de asientos.
Una risita nerviosa la hizo retornar su atención a su poca convencional compañía. – se supone que yo tampoco y aun así aquí estamos, por increíble que parezca – bromeó y no pudo evitar sonreír intrigada ante el último ofrecimiento. La verdad era que el no alquilar un placo privado ya significaba que observaría la obra desde un lugar poco habitual, pero era evidente que la chica no se refería a solo bajar el precio del posible lugar a ocupar.
La curiosidad la aguijoneo con fuerza y aun así demoró un par de segundos antes de contestar – yo… no lo sé… titubeo un poco intimidada. Pero ¿Qué podría ocurrir? Además de que las encontraran, a donde quiera que la gitana las llevara, y las sacaran del teatro. – Este bien, tu solo guíame. Pero hazlo rápido, antes de que me arrepienta - accedió finalmente extendiendo su mano hacia la chica en señal de rendimiento pero con un brillo en los ojos que demostraba el cuanto le encantaba toda la situación.
Le gustó además que la chica admitiera que no valía la pena herir a otros para conseguir lo que se deseaba. Era una excelente filosofía de vida y ya quisiera la propia Odette mofarse de seguirla al pie de la letra. Ojo por ojo, eso se ajustaba un poco más a su triste realidad.
Un cambio en la atmosfera, junto con el cambio del punto focal de la chica, instó a que Odette girara la cabeza. Al parecer la función estaba por iniciar y el teatro que estaba casi vacío cuando se colaron, ahora burbujeaba con la multitud acomodada en las filas y filas de asientos.
Una risita nerviosa la hizo retornar su atención a su poca convencional compañía. – se supone que yo tampoco y aun así aquí estamos, por increíble que parezca – bromeó y no pudo evitar sonreír intrigada ante el último ofrecimiento. La verdad era que el no alquilar un placo privado ya significaba que observaría la obra desde un lugar poco habitual, pero era evidente que la chica no se refería a solo bajar el precio del posible lugar a ocupar.
La curiosidad la aguijoneo con fuerza y aun así demoró un par de segundos antes de contestar – yo… no lo sé… titubeo un poco intimidada. Pero ¿Qué podría ocurrir? Además de que las encontraran, a donde quiera que la gitana las llevara, y las sacaran del teatro. – Este bien, tu solo guíame. Pero hazlo rápido, antes de que me arrepienta - accedió finalmente extendiendo su mano hacia la chica en señal de rendimiento pero con un brillo en los ojos que demostraba el cuanto le encantaba toda la situación.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
Al parecer las ideas de la dama resultaban tan poco convencionales como las mías. La miré, sinceramente impresionada; a primera vista, parecía tan pulcra y seria, que uno dudaría en siquiera entablar conversación con ella, pero ya puestas en la situación, era una mujer interesante y desconcertante. Según ella, el tomar un abrigo que quizás valía más que mi vida para los Gadjos, era un préstamo si se tenía la intención de devolverlo. Sopesé la idea, poco convencida, para entonces sorprenderme por su otro comentario. Ciertamente, las autoridades no tomarían en cuenta las palabras de una gitana, no esperarían a un juicio para declararla culpable.
- Tengo mis propios métodos.
Susurré al borde de la risa, mientras seguía esperando su respuesta a mi invitación. Ambas nos encontrábamos viviendo una situación novedosa, desconocida; nos encontrábamos a mitad de dos mundos opuestos, decidiendo tomar el riesgo de ir por la cuerda floja hasta que alguna de las dos cayera. ¿Quien sería? A mi me fascinaba el mundo glamoroso de la gente elegante del teatro, pero al mismo tiempo me atraía la idea de hacer cómplice a la dama de un juego sin sentido. Se notaba indecisa, y no la culpaba. Más sin embargo, al oír lo último, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro.
- ¡Claro! ¡Mi mayor talento es la agilidad!
Volví a tomar su delgada muñeca, guiándola a través de las cortinas de terciopelo rojo hasta rondar las partes traseras de los asientos de última fila. Había vuelto a colocarme el abrigo, tomando en cuenta las palabras anteriores de la dama, y mientras atravesavamos el pasillo de los asientos a la zona de orquesta (todo esto sin salir de las cortinas de terciopelo), me di cuenta de algo importante. Ella me había tuteado, y contenta con la revelación, me detuve en unas escaleras de madera a un costado del escenario.
- Por cierto, puedes llamarme Roham.
- Tengo mis propios métodos.
Susurré al borde de la risa, mientras seguía esperando su respuesta a mi invitación. Ambas nos encontrábamos viviendo una situación novedosa, desconocida; nos encontrábamos a mitad de dos mundos opuestos, decidiendo tomar el riesgo de ir por la cuerda floja hasta que alguna de las dos cayera. ¿Quien sería? A mi me fascinaba el mundo glamoroso de la gente elegante del teatro, pero al mismo tiempo me atraía la idea de hacer cómplice a la dama de un juego sin sentido. Se notaba indecisa, y no la culpaba. Más sin embargo, al oír lo último, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro.
- ¡Claro! ¡Mi mayor talento es la agilidad!
Volví a tomar su delgada muñeca, guiándola a través de las cortinas de terciopelo rojo hasta rondar las partes traseras de los asientos de última fila. Había vuelto a colocarme el abrigo, tomando en cuenta las palabras anteriores de la dama, y mientras atravesavamos el pasillo de los asientos a la zona de orquesta (todo esto sin salir de las cortinas de terciopelo), me di cuenta de algo importante. Ella me había tuteado, y contenta con la revelación, me detuve en unas escaleras de madera a un costado del escenario.
- Por cierto, puedes llamarme Roham.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
– Eso no tengo porque dudarlo – contestó colocando los ojos en blanco por un segundo. Suponía que debían existir gitanos con poca agilidad pero hasta la fecha ella nunca se había topado con ninguno ni había escuchado algo similar. Ahora que lo pensaba muy pocas veces había interactuado con gitanos, debido, posiblemente, a un prejuicio social instaurado en su mente desde muy temprana edad. “no confíes en ellos” era la instrucción más común que podía recordar. Pero ahora, mientras la chica tomaba nuevamente su mano se sintió extrañamente relajada y abandonada. Era una locura, lo sabía, ella misma confesó un hurto y Odette se conformaba con seguirla ciegamente por entre un mar de terciopelo rojo. Tal vez la estaba llevando hasta donde sus compinches esperaban por una tonta incauta.
Esos y muchos más pensamientos atravesaron con inusitada velocidad la mente de la morena mientras sus piernas continuaban moviéndose, siguiendo el abrigo blanco que la guiaba hacia un lugar desconocido. En sus anteriores visitas solo había visto de lejos aquella parte del teatro. Además, solía concentrarse en la obra, los actores o la compañía. Tal vez todos hacia lo mismo pues era casi que imposible que nadie se percatara de las ondas en la tela roja que rodeaba el local y que, ocasionalmente, se asomaba bajo las cortinas algún trozo de tela blanca.
Le faltó poco para chocar contra la chica cuando esta detuvo de improviso su avance. Un momento inusitado para una presentación inusitada. Sin embargo la energía y entusiasmo que demostraba consiguió arrancar una nueva risa de los labios de Odette – Es un placer conocerte. Puedes llamarme Odette – utilizó casi las mismas palabras. No pretendía burlarse del saludo, simplemente le pareció adecuado contestar en los mismos términos, especialmente cuando ignoraba casi por completo las costumbres y modismos de su gente. No tenía sentido no confiarle su nombre real, finalmente ¿Qué tan probable es que sus caminos se cruzaran nuevamente después de esta extraña noche?
Se encontraban de pie junto a una escalera de madera. Odette ignoraba el lugar donde podrían desembocar. Evidentemente era el camino de Roham deseaba seguir así que en un inesperado arrebato de valentía la adelantó y subió algunos peldaños antes de detenerse nuevamente. En ese momento cesó el cuchicheo que provenía del enjambre allí reunión. Al parecer la función se encontraba próxima a iniciar. Con el corazón acelerado Odette le lanzó a la gitana una significativa mirada antes de soltarse del agarre de ésta y subir a toda prisa por las escalerillas. – vamos – le apremió. Se sentía ligeramente temerosa y al mismo tiempo viva, emocionada y un tanto picara
Esos y muchos más pensamientos atravesaron con inusitada velocidad la mente de la morena mientras sus piernas continuaban moviéndose, siguiendo el abrigo blanco que la guiaba hacia un lugar desconocido. En sus anteriores visitas solo había visto de lejos aquella parte del teatro. Además, solía concentrarse en la obra, los actores o la compañía. Tal vez todos hacia lo mismo pues era casi que imposible que nadie se percatara de las ondas en la tela roja que rodeaba el local y que, ocasionalmente, se asomaba bajo las cortinas algún trozo de tela blanca.
Le faltó poco para chocar contra la chica cuando esta detuvo de improviso su avance. Un momento inusitado para una presentación inusitada. Sin embargo la energía y entusiasmo que demostraba consiguió arrancar una nueva risa de los labios de Odette – Es un placer conocerte. Puedes llamarme Odette – utilizó casi las mismas palabras. No pretendía burlarse del saludo, simplemente le pareció adecuado contestar en los mismos términos, especialmente cuando ignoraba casi por completo las costumbres y modismos de su gente. No tenía sentido no confiarle su nombre real, finalmente ¿Qué tan probable es que sus caminos se cruzaran nuevamente después de esta extraña noche?
Se encontraban de pie junto a una escalera de madera. Odette ignoraba el lugar donde podrían desembocar. Evidentemente era el camino de Roham deseaba seguir así que en un inesperado arrebato de valentía la adelantó y subió algunos peldaños antes de detenerse nuevamente. En ese momento cesó el cuchicheo que provenía del enjambre allí reunión. Al parecer la función se encontraba próxima a iniciar. Con el corazón acelerado Odette le lanzó a la gitana una significativa mirada antes de soltarse del agarre de ésta y subir a toda prisa por las escalerillas. – vamos – le apremió. Se sentía ligeramente temerosa y al mismo tiempo viva, emocionada y un tanto picara
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Re: Réalité floue [libre]
Cuando escuché el nombre de la señorita, supe que no mentía. Era un nombre delicado como ella, pero lo había escuchado en otros lugares siendo sus poseedoras mujeres de carácter bien pulido; me sorprendía un poco la confianza que Odette depositaba en mi, una gitana que ya había mostrado su tendencia a robar y escabullirse en teatros donde se negaba su entrada. ¡Pero que divertido era romper las reglas! Nunca había caminado codo a codo con una persona de clase alta, pues la mayoría de aquella gente sentía un repudio hacia mi, lo que me hacía sentir lo mismo. Odette, sin embargo, resultaba ser una compañera de aventuras valiente, con mirada astuta y una agilidad prodigio para las incomodas ropas que acostumbraba llevar. Sonreí cuando me animó a continuar por las escaleras.
Subí, cuidadosa de no pisar mi vestido, y me dejé caer en una pequeña tarima de madera a varios metros por encima del escenario. Miré a Odette y con un señalamiento le indiqué la obra ya iniciada, que desde arriba se miraba totalmente distinta a como la veía el resto del publico. Ahí podíamos mirar a los asistentes, los dobles, las fallas casi imperceptibles de algunos bailarines; pero, como más importante, teníamos vista ideal para observar también al publico.
— De vez en vez me gusta mirar desde este ángulo, aunque nunca había ido a un teatro. — le confesé en voz baja para no interrumpir el dialogo de la pareja en escena. — Conciertos o en el circo, la mayoría de ellos tiene un lugar así. Me agrada ver la obra, pero más aun la manera en como viven ustedes. Parecen despreocupados por lo que comerán al día siguiente, y sin embargo, se angustian cuando alguien pretende quitarles el oro. — bufé con una sonrisa torcida. — Son... extraños.
Subí, cuidadosa de no pisar mi vestido, y me dejé caer en una pequeña tarima de madera a varios metros por encima del escenario. Miré a Odette y con un señalamiento le indiqué la obra ya iniciada, que desde arriba se miraba totalmente distinta a como la veía el resto del publico. Ahí podíamos mirar a los asistentes, los dobles, las fallas casi imperceptibles de algunos bailarines; pero, como más importante, teníamos vista ideal para observar también al publico.
— De vez en vez me gusta mirar desde este ángulo, aunque nunca había ido a un teatro. — le confesé en voz baja para no interrumpir el dialogo de la pareja en escena. — Conciertos o en el circo, la mayoría de ellos tiene un lugar así. Me agrada ver la obra, pero más aun la manera en como viven ustedes. Parecen despreocupados por lo que comerán al día siguiente, y sin embargo, se angustian cuando alguien pretende quitarles el oro. — bufé con una sonrisa torcida. — Son... extraños.
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Re: Réalité floue [libre]
Las escaleras de madera llevaron a Odette justo a una tarima que descansaba sobre el escenario donde, es ese momento, los artistas daban inicio al espectáculo, tal como la gitana se lo señalaba por medio de una seña. Lo primero que hizo una vez se ubicó fue buscar un lugar de apoyo para afianzarse. No es que le tuviese miedo a las alturas pero no le agradaba en lo más mínimo la posibilidad de perder pie por algún descuido suyo, o cualquier otra causa, y terminar de bruces frente a tan amplio público. La vergüenza de una situación similar la molestaba más que las posibles consecuencias para su integridad física. Era ese un pensamiento bastante común en ella y aun así no pudo evitar ruborizarse ligeramente por saberse tan orgullosa y esnob.
Lo siguiente que hizo fue tomarse un segundo para observar en derredor. Se encontraba, sin lugar a dudas, en una posición privilegiada, incluso mejor que los elegantes palcos privados que procuraba alquilar. Desde ese punto podían darse el lujo no solo de observar hasta la menor de las acciones de los artistas, sino también las diversas reacciones del público. El corazón de Odette latía con fuerza debido a la emoción. Ni en sus sueños habría podido pensar que se disfrutaría más de una función en una humilde tarima que en la más costosa de las ubicaciones que un elegante teatro podía ofrecer.
Soltó una risa al escuchar lo que tenía para decir la gitana – Las dos son obras. Nada más que una ilusión. Una representación de nuestros anhelos, deseos, temores y furias. Mira bien todos los rostros que se encuentran ahora frente a nosotras – replicó señalando, a su vez, a la multitud que observaba el escenario – Es deprimente en realidad y entiendo perfectamente el que te guste observarles… observarnos - corrigió tras una diminuta pausa - pues yo misma me incluyo en la lista de borregos que solo buscan aceptación en una sociedad que se jacta de novedosa y particular – lo que no dijo es que aunque lo reconocía, como muy seguramente hacían la mayoría de los presentes en aquel recinto, no estaba dispuesta a cambiar, pues necesitaba a la sociedad para que su cómoda vida continuara. De esa pantomima dependía lo que conocía, amaba y necesitaba.
–Nos preocupamos por el oro que nos puedan quitar, por supuesto, pues sin oro no hay comida, ni casas elegantes, ni costosos carruajes, ni joya, ni vestidos. - era una verdad natural. Cualquier criatura pelearía con los dientes por defender lo que considera suyo. Un mendigo se preocupa por la comida, un hombre rico por sus negocios. Todo se resumía en las prioridades de cada cual, desafortunadamente las prioridades de algunos no podían trascender las esferas de las necesidades básicas para la sobrevivencia. Era un desequilibrio social que ella, con todos sus recursos, no podía remediar.
- No somos extraños. Creo que la palabra clave en lo que acabas de decir es “parecer”. En eso se centra todo. Todos intentamos parecer lo que los demás esperan que seamos o lo que necesitamos ser en determinado momento – miró con burla el abrigo blanco que aun cubría las formas de Roham – Si me hubiese limitado a juzgar lo que veía muy seguramente estarías ahora en manos de un gendarme. Aun no conozco tu historia. Bajo ese abrigo hay un colorido vestido pero la pregunta es ¿Qué hay un poco más allá? Los gitanos son diferentes, bastante a decir verdad, pero no por eso los clasifico como extraños – detuvo aquel monologo mientras un recuerdo cercano la asaltaba – sin embargo una gitana disfrazada como una mujer de clase alta que te dice, tras un tropezón, que necesitas un té de hierbas para poder dormir si podría clasificarse de extraña – fue un abroma cargada de realidad. Aun no comprendía lo insólito de aquel comentario, aunque siendo sincera la situación entera era por si demasiado inusual.
Suspiró antes de arremangar un poco los faldones de su vestido y, sin importarle que se ensuciase, se sentó en flor de loto, o algo similar. Luego le hizo una seña con la mano a la gitana, invitándola a acompañarle - ¿Es entonces tu primera vez en un teatro? Yo no creo recordar ninguna vez que haya visitado el circo. Mi madre pensaba que era poco elegante y después… bueno, después nunca tuve la oportunidad ¿Cómo es? – le preguntó curiosa. Por lo visto la obra que adelantaba escenas bajo su pies había quedado temporalmente relegada y olvidada.
Lo siguiente que hizo fue tomarse un segundo para observar en derredor. Se encontraba, sin lugar a dudas, en una posición privilegiada, incluso mejor que los elegantes palcos privados que procuraba alquilar. Desde ese punto podían darse el lujo no solo de observar hasta la menor de las acciones de los artistas, sino también las diversas reacciones del público. El corazón de Odette latía con fuerza debido a la emoción. Ni en sus sueños habría podido pensar que se disfrutaría más de una función en una humilde tarima que en la más costosa de las ubicaciones que un elegante teatro podía ofrecer.
Soltó una risa al escuchar lo que tenía para decir la gitana – Las dos son obras. Nada más que una ilusión. Una representación de nuestros anhelos, deseos, temores y furias. Mira bien todos los rostros que se encuentran ahora frente a nosotras – replicó señalando, a su vez, a la multitud que observaba el escenario – Es deprimente en realidad y entiendo perfectamente el que te guste observarles… observarnos - corrigió tras una diminuta pausa - pues yo misma me incluyo en la lista de borregos que solo buscan aceptación en una sociedad que se jacta de novedosa y particular – lo que no dijo es que aunque lo reconocía, como muy seguramente hacían la mayoría de los presentes en aquel recinto, no estaba dispuesta a cambiar, pues necesitaba a la sociedad para que su cómoda vida continuara. De esa pantomima dependía lo que conocía, amaba y necesitaba.
–Nos preocupamos por el oro que nos puedan quitar, por supuesto, pues sin oro no hay comida, ni casas elegantes, ni costosos carruajes, ni joya, ni vestidos. - era una verdad natural. Cualquier criatura pelearía con los dientes por defender lo que considera suyo. Un mendigo se preocupa por la comida, un hombre rico por sus negocios. Todo se resumía en las prioridades de cada cual, desafortunadamente las prioridades de algunos no podían trascender las esferas de las necesidades básicas para la sobrevivencia. Era un desequilibrio social que ella, con todos sus recursos, no podía remediar.
- No somos extraños. Creo que la palabra clave en lo que acabas de decir es “parecer”. En eso se centra todo. Todos intentamos parecer lo que los demás esperan que seamos o lo que necesitamos ser en determinado momento – miró con burla el abrigo blanco que aun cubría las formas de Roham – Si me hubiese limitado a juzgar lo que veía muy seguramente estarías ahora en manos de un gendarme. Aun no conozco tu historia. Bajo ese abrigo hay un colorido vestido pero la pregunta es ¿Qué hay un poco más allá? Los gitanos son diferentes, bastante a decir verdad, pero no por eso los clasifico como extraños – detuvo aquel monologo mientras un recuerdo cercano la asaltaba – sin embargo una gitana disfrazada como una mujer de clase alta que te dice, tras un tropezón, que necesitas un té de hierbas para poder dormir si podría clasificarse de extraña – fue un abroma cargada de realidad. Aun no comprendía lo insólito de aquel comentario, aunque siendo sincera la situación entera era por si demasiado inusual.
Suspiró antes de arremangar un poco los faldones de su vestido y, sin importarle que se ensuciase, se sentó en flor de loto, o algo similar. Luego le hizo una seña con la mano a la gitana, invitándola a acompañarle - ¿Es entonces tu primera vez en un teatro? Yo no creo recordar ninguna vez que haya visitado el circo. Mi madre pensaba que era poco elegante y después… bueno, después nunca tuve la oportunidad ¿Cómo es? – le preguntó curiosa. Por lo visto la obra que adelantaba escenas bajo su pies había quedado temporalmente relegada y olvidada.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
La altitud, lo prohibido del asunto, la adrenalina contra mis oídos, eran poca cosa comparadas con la emoción de ver la expresión de Odette al notar al lugar donde la había llevado. Siempre había pensado que los gadjos eran personas inflexibles que anteponían la elegancia a la verdadera diversión, pero mirando a la mujer, refinada y hermosa, me di cuenta que eso no era una regla general. En su mirada había un brillo que conocía de toda la vida, esa esencia vivaz de una persona que experimenta lo desconocido. Asentía a sus palabras sabias, a la realidad que exponía sobre las diferentes obras que se llevaban a cabo bajo la tarima; me sorprendía la facilidad con que podía comunicarme con ella, con sus pensamientos realistas. Sin embargo, hubo algo en lo que dijo, que me dejó perturbada.
— Tu no eres un borrego. — le solté sin más. Al sentarme a su lado, la altitud fue menos contundente, pero la posición seguía siendo algo incomoda; con cuidado de no tropezarme con el vestido, me recosté boca abajo en la tarima, dejando mi nariz a escasos centímetros del borde.— No habrías venido aquí conmigo de ser un borrego buscando aceptación; viniste conmigo porque deseabas hacerlo, no por lo que yo fuese a pensar de ti.
Esperaba que mis palabras no fuesen a molestarla de alguna manera, pero nunca conseguía morderme la lengua lo suficiente para no decir lo que realmente pensaba. La obra avanzaba con lentitud, pero en los palcos privados, más o menos a la misma altura de la tarima y enfrente de ella, empezó un drama diferente. Una mujer regordeta abofeteaba a quien parecía ser su marido por encontrarlo en el teatro con una jovencita que bien podría ser su hija. Suspiré con una mueca de resignación.
Escuchaba las palabras de Odette mientras la escena se producía, como si enfatizaran sus argumentos. Debía admitir que para cualquier persona, incluso para los gitanos, el oro era importante, pero había algo en su necesidad que me revolvía el estomago. Las joyas, los lujos, el entretenimiento constante, todo aquello requería una necesidad de oro y dinero, que cada quien conseguía a su modo. Me reconfortaba, sin embargo, el saber que había cosas como las de aquel momento, detalles que emocionaban al alma y que eran totalmente gratuitos. No todo lo que brilla es oro. Pensé en lo que decía sobre la "normalidad" o "extrañeza" de las personas a las que yo había señalado antes, y supuse que me había ganado en aquel debate social. Sonreí con ganas, divertida por sus argumentos, y después, con la mención de nuestro peculiar encuentro, no pude evitar reír a carcajadas.
— De acuerdo, tal vez yo sea extraña, incluso entre los gitanos. Vamos, admitelo... soy una mujer encantadoramente aterradora.— le guiñé un ojo.— Solo soy una mujer de clase baja que vive leyendo el futuro de otras personas, encuentro esa vida muy humilde. Aunque, como verás... la humildad no paga estos abrigos, de vez en cuando es bueno regularizar la fortuna entre los ricos y los pobres.
Me sorprendí cuando mencionó que nunca había ido a un circo debido a los deseos de su madre, pues incluso las personas de clase alta solían visitar esos lugares por mero aburrimiento. Además de eso, hubo algo que cortó a mitad de la oración. ¿Un recuerdo desagradable? ¿Una perdida importante? Mi vena de la curiosidad creció y me hizo elegir con cuidado las siguientes palabras.
— Bueno... el circo normal suele estar lleno de fieras como leones, tigres y elefantes. Acróbatas e incluso cantantes. Pero en el circo de los gitanos... las atracciones pueden ser un poco más extremas.— mis labios formaron una mueca al recordar aquel lugar, que había visitado pocas veces. No era un sitio muy agradable para una persona refinada acostumbrada al trato delicado.— ¿Tu madre nunca te llevó a ninguno, entonces? ¿Que solías hacer con ella?
— Tu no eres un borrego. — le solté sin más. Al sentarme a su lado, la altitud fue menos contundente, pero la posición seguía siendo algo incomoda; con cuidado de no tropezarme con el vestido, me recosté boca abajo en la tarima, dejando mi nariz a escasos centímetros del borde.— No habrías venido aquí conmigo de ser un borrego buscando aceptación; viniste conmigo porque deseabas hacerlo, no por lo que yo fuese a pensar de ti.
Esperaba que mis palabras no fuesen a molestarla de alguna manera, pero nunca conseguía morderme la lengua lo suficiente para no decir lo que realmente pensaba. La obra avanzaba con lentitud, pero en los palcos privados, más o menos a la misma altura de la tarima y enfrente de ella, empezó un drama diferente. Una mujer regordeta abofeteaba a quien parecía ser su marido por encontrarlo en el teatro con una jovencita que bien podría ser su hija. Suspiré con una mueca de resignación.
Escuchaba las palabras de Odette mientras la escena se producía, como si enfatizaran sus argumentos. Debía admitir que para cualquier persona, incluso para los gitanos, el oro era importante, pero había algo en su necesidad que me revolvía el estomago. Las joyas, los lujos, el entretenimiento constante, todo aquello requería una necesidad de oro y dinero, que cada quien conseguía a su modo. Me reconfortaba, sin embargo, el saber que había cosas como las de aquel momento, detalles que emocionaban al alma y que eran totalmente gratuitos. No todo lo que brilla es oro. Pensé en lo que decía sobre la "normalidad" o "extrañeza" de las personas a las que yo había señalado antes, y supuse que me había ganado en aquel debate social. Sonreí con ganas, divertida por sus argumentos, y después, con la mención de nuestro peculiar encuentro, no pude evitar reír a carcajadas.
— De acuerdo, tal vez yo sea extraña, incluso entre los gitanos. Vamos, admitelo... soy una mujer encantadoramente aterradora.— le guiñé un ojo.— Solo soy una mujer de clase baja que vive leyendo el futuro de otras personas, encuentro esa vida muy humilde. Aunque, como verás... la humildad no paga estos abrigos, de vez en cuando es bueno regularizar la fortuna entre los ricos y los pobres.
Me sorprendí cuando mencionó que nunca había ido a un circo debido a los deseos de su madre, pues incluso las personas de clase alta solían visitar esos lugares por mero aburrimiento. Además de eso, hubo algo que cortó a mitad de la oración. ¿Un recuerdo desagradable? ¿Una perdida importante? Mi vena de la curiosidad creció y me hizo elegir con cuidado las siguientes palabras.
— Bueno... el circo normal suele estar lleno de fieras como leones, tigres y elefantes. Acróbatas e incluso cantantes. Pero en el circo de los gitanos... las atracciones pueden ser un poco más extremas.— mis labios formaron una mueca al recordar aquel lugar, que había visitado pocas veces. No era un sitio muy agradable para una persona refinada acostumbrada al trato delicado.— ¿Tu madre nunca te llevó a ninguno, entonces? ¿Que solías hacer con ella?
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Re: Réalité floue [libre]
Escuchó la réplica de la gitana ante su comparación con los borregos. Le hubiese agradado creerle, pensar que no solo se limitaba a seguir y actuar en el teatro de la vida según los guiones impuestos por todo aquellos que la rodeaban. Pero sabía que no había sido así. Siempre intentando complacer, esforzándose por ser lo que de ella se esperaba. – Bien, pretendamos entonces que no tengo un cencerro alrededor del cuello y disfrutemos del momento hasta donde este lo permita – replicó sonriendo. Era una alternativa bastante atractiva. Por una noche seria quien deseara ser, se libraría de la acorazada muralla de hielo que solía envolverla y retornaría a los años en que la inocencia la absolvía de cualquier equivocación, y el entusiasmo y deseo eran los que marcaban su camino y acciones.
Sonrió abiertamente al oír reír a la chica. El sonido era libre y genuino como pocos había escuchado. Y tenía razón, pues aun ahora Odette esperaba que algún compinche de la gitana saliera de un escondite. Sacudiendo la cabeza alejó el pensamiento. No era justo para con la joven y se prometió a si misma relajarse y entregarse al momento. Ya aceptaría las consecuencias que tuviese que aceptar después, quién sabe, después de todo la vida tenía todo tipo de sorpresas y no existía ninguna razón por la cual ésta no pudiese ser una de las gratas.
– Muy aterradora – la secundó entre risas. Los actores bajo ellas desfilaban en una parafernalia de color, risas y llantos. El público, por su parte, permanecía, en su gran mayoría, ensimismado en el drama que se desenvolvía sobre el escenario, ignorante de la curiosa situación que ocurría sobre una humilde tarima. Sus ojos se enfocaron de nuevo sobre el blanco abrigo al escuchar las palabras que siguieron – Bueno, no puedo decir que esté de acuerdo con eso pues podría salir directamente perjudicada – argumentó pensando que bien podría tratarse de alguna de las costosas prendas que esperaba estuviesen custodiadas en su guardarropa. Podría ser ella quien llorase la pérdida de un precioso abrigo.
Aunque se sintió bastante intrigada por el oficio que le acababa de revelar, decidió esperar hasta que la joven terminara de hablar para preguntarle al respecto, sin sospechar que vendrían algunas preguntas para ella misma. Su imaginación giró velozmente a la par de las palabras. - ¿Elefantes? - repitió sorprendida. No podía creer que una criatura tan enorme pudiese ser contenida en la ciudad. Luego otra idea se sobrepuso – ¿Qué puede ser más extremo que un elefante o un león? – en ese momento su imaginación resultaba por completo insuficiente para recrear una situación más extrema y, aunque su curiosidad se encendió, el gesto de la gitana le hizo apaciguarse ligeramente al respecto. Algunas era mejor dejarlas pasar y revisitarlas solo cuando el momento fuese apropiado. Tal vez para ella el circo gitano no era una buena idea aún, pero siempre podría empezar por visitar el circo convencional y confirmar con sus ojos lo que estaba escuchando.
Su expresión cambio a una mucho más seria, e incluso un poco triste, antes de contestar la pregunta de Roham – Oh, pues ella solía organizar toda clase de reuniones sociales. Ya sabes, bailes, mascaradas, cenas… Siempre en ambientes controlados donde pudiese asegurar que yo era lo suficientemente visible – No le agradaba pensar en su madre. Hacía tiempo que no sabía de ella y prefería continuar así. Sabía que no podía culparla por completo de su desgracia, pero si no fuese por esa mujer ella probablemente habría crecido con otra mentalidad y su futuro habría estado un poco más en sus propias manos. Sin embargo no todo fue malo y, permitiéndose una sonrisa tímida que iluminara parcialmente la lobreguez que había inundado su rostro, continuó – También íbamos de compras. Me permitía medirme y lucir todos los sombreros que deseara y me compraba todo lo que le pedía. Tomaba el té conmigo y me contaba historias hasta que me dormía. Pero nunca me llevó al circo. Lo consideraba inapropiado para nuestro estatus – finalizo encogiéndose de hombros.
– Entonces... ¿lees el futuro? Siempre he deseado que me lean el futuro y al mismo tiempo me aterra lo que me puedan decir – comentó para luego sonreír abiertamente una vez más – Por cierto, ¿Qué clase de nombre es Roham?-
Sonrió abiertamente al oír reír a la chica. El sonido era libre y genuino como pocos había escuchado. Y tenía razón, pues aun ahora Odette esperaba que algún compinche de la gitana saliera de un escondite. Sacudiendo la cabeza alejó el pensamiento. No era justo para con la joven y se prometió a si misma relajarse y entregarse al momento. Ya aceptaría las consecuencias que tuviese que aceptar después, quién sabe, después de todo la vida tenía todo tipo de sorpresas y no existía ninguna razón por la cual ésta no pudiese ser una de las gratas.
– Muy aterradora – la secundó entre risas. Los actores bajo ellas desfilaban en una parafernalia de color, risas y llantos. El público, por su parte, permanecía, en su gran mayoría, ensimismado en el drama que se desenvolvía sobre el escenario, ignorante de la curiosa situación que ocurría sobre una humilde tarima. Sus ojos se enfocaron de nuevo sobre el blanco abrigo al escuchar las palabras que siguieron – Bueno, no puedo decir que esté de acuerdo con eso pues podría salir directamente perjudicada – argumentó pensando que bien podría tratarse de alguna de las costosas prendas que esperaba estuviesen custodiadas en su guardarropa. Podría ser ella quien llorase la pérdida de un precioso abrigo.
Aunque se sintió bastante intrigada por el oficio que le acababa de revelar, decidió esperar hasta que la joven terminara de hablar para preguntarle al respecto, sin sospechar que vendrían algunas preguntas para ella misma. Su imaginación giró velozmente a la par de las palabras. - ¿Elefantes? - repitió sorprendida. No podía creer que una criatura tan enorme pudiese ser contenida en la ciudad. Luego otra idea se sobrepuso – ¿Qué puede ser más extremo que un elefante o un león? – en ese momento su imaginación resultaba por completo insuficiente para recrear una situación más extrema y, aunque su curiosidad se encendió, el gesto de la gitana le hizo apaciguarse ligeramente al respecto. Algunas era mejor dejarlas pasar y revisitarlas solo cuando el momento fuese apropiado. Tal vez para ella el circo gitano no era una buena idea aún, pero siempre podría empezar por visitar el circo convencional y confirmar con sus ojos lo que estaba escuchando.
Su expresión cambio a una mucho más seria, e incluso un poco triste, antes de contestar la pregunta de Roham – Oh, pues ella solía organizar toda clase de reuniones sociales. Ya sabes, bailes, mascaradas, cenas… Siempre en ambientes controlados donde pudiese asegurar que yo era lo suficientemente visible – No le agradaba pensar en su madre. Hacía tiempo que no sabía de ella y prefería continuar así. Sabía que no podía culparla por completo de su desgracia, pero si no fuese por esa mujer ella probablemente habría crecido con otra mentalidad y su futuro habría estado un poco más en sus propias manos. Sin embargo no todo fue malo y, permitiéndose una sonrisa tímida que iluminara parcialmente la lobreguez que había inundado su rostro, continuó – También íbamos de compras. Me permitía medirme y lucir todos los sombreros que deseara y me compraba todo lo que le pedía. Tomaba el té conmigo y me contaba historias hasta que me dormía. Pero nunca me llevó al circo. Lo consideraba inapropiado para nuestro estatus – finalizo encogiéndose de hombros.
– Entonces... ¿lees el futuro? Siempre he deseado que me lean el futuro y al mismo tiempo me aterra lo que me puedan decir – comentó para luego sonreír abiertamente una vez más – Por cierto, ¿Qué clase de nombre es Roham?-
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Re: Réalité floue [libre]
Solo podía negar con la cabeza, divertida y frustrada a la vez. Mantenía una boba sonrisa tapizada en mi rostro, realmente impresionada de haber llegado a conocer a alguien como Odette. Había dado por sentado que todas las personas con una rica fortuna o un titulo nobiliario eran seres inflexibles, aburridos e incluso crueles; quizás me había dejado llevar por la portada del libro, por esa finura que desprendían las personas más frías de Europa. Odette era diferente, aunque podía notar que estaba muy arraigada a sus costumbres y protocolos estrictos; uno podía ser manipulado por los padres o tutores a ser algo que la sociedad desea, pero yo solo veía en aquella mujer lo que realmente deseaba ser, su esencia más escondida. Aun así, sabía bien que apenas nos conocíamos, y que no era momento de presionarla a llegar más lejos de lo que pudiera soportar. Algo me decía que ella pensaba lo mismo respecto al circo.
— Me parece una buena idea. — acordé cuando declaró una buena metáfora sobre su libertad temporal. — Yo no diré nada de lo que hagas aquí, lo juro. Así que si gustas, puedes ofender a alguien del publico, bailar Can-Can o cantar desafinada.
Hacía un gran esfuerzo por no reír mientras charlábamos, y debía admitir que había extrañado eso. Una conversación tranquila y real, honesta; la mayoría de mi tiempo lo invertía en trabajar, unas noches al año las dedicaba a la festividad y al baile, pero casi nunca podía charlar con calma... y en este caso, había algo más especial aun. Era como platicar con una amiga. Apenas lo pensé, creí que estaba exagerando un poco, pues no llevaba mucho de conocerla, pero solía ser el tipo de persona que no tarda mucho en saber quien le agrada y quien no. Suponía que para Odette no resultaba tan gracioso el hecho de que yo pudiera ser quien le arrebatara uno de aquellos costosos y bellos abrigos. A lo bajo, murmuré:
— Por esto es que nunca diré que los gitanos somos unos santos. De vez en cuando alguien se descuida... y nosotros podemos olerlo.— miré de reojo a Odette, quien al parecer no terminaba de imaginar qué podría ser peor que elefantes o leones. No era grato para mi describir lo que había visto en el circo gitano, aunque suponía que para algunas personas lo más exótico y perturbador era signo de diversión. — Tal solo... te sugiero que visites el circo convencional primero. Me llevo bien con algunos gitanos del circo, pero... me dan escalofríos. — señalé a la muchedumbre del publico, refinada y seria. — Somos de mundos muy diferentes. Hay cosas que quizás ustedes consideren graciosas, y que sean ofensivas para nosotros. Creo que sucede lo mismo al revés...
Me perdía entre las palabras, cada vez era más difícil definir qué nos separaba, pues aunque desconocía las palabras precisas, sabía que entre costumbres, creencias y formas de actuar, habían un gran océano entre nosotras. Una confirmación fue lo que me contaba sobre su madre, y aunque el tema no parecía ser de su más agrado, parecía rememorar buenos y malos momentos.
— Entiendo...
No pude evitar pensar en una jaula de oro, llena de comodidades y bellezas brillantes... pero siempre una prisión. Todo tenía sus pros y contras... pero en cuanto a madres, yo había tenido poco más de cuatro años para experimentarlo. Deseaba decirle cuanto me habría gustado pasar más tiempo con mi madre, pero parecía un tema delicado, y pensé que sería mejor dejarlo para otra ocasión. "Si es que hay otra ocasión..."
— Bueno, a la mayoría les da tanta curiosidad como miedo. Solo he conocido a una persona a la cual no le agradan las predicciones. —el recuerdo del hombre de ojos oscuros y aura peligrosa me arrancó una sonrisa. Anhelaba otro encuentro con él, pero sabía que el mundo no podía ser siempre tan perfecto. — Y bueno... cuando desees, puedo darte una lectura. — Correspondí a su sonrisa con otra igual. — Bueno... no es un nombre como tal. Es mi apellido. Romaní, de mi padre. Es... bueno, lo más cercano que tengo de él. Y... ¡Vaya! ¡Mira eso! — señalé al escenario, o más bien a los bastidores detrás de él. La actriz principal, que parecía tomar un breve descanso, se encontraba enrollada en el cuerpo de el actor que personificaba a su príncipe azul.
— Me parece una buena idea. — acordé cuando declaró una buena metáfora sobre su libertad temporal. — Yo no diré nada de lo que hagas aquí, lo juro. Así que si gustas, puedes ofender a alguien del publico, bailar Can-Can o cantar desafinada.
Hacía un gran esfuerzo por no reír mientras charlábamos, y debía admitir que había extrañado eso. Una conversación tranquila y real, honesta; la mayoría de mi tiempo lo invertía en trabajar, unas noches al año las dedicaba a la festividad y al baile, pero casi nunca podía charlar con calma... y en este caso, había algo más especial aun. Era como platicar con una amiga. Apenas lo pensé, creí que estaba exagerando un poco, pues no llevaba mucho de conocerla, pero solía ser el tipo de persona que no tarda mucho en saber quien le agrada y quien no. Suponía que para Odette no resultaba tan gracioso el hecho de que yo pudiera ser quien le arrebatara uno de aquellos costosos y bellos abrigos. A lo bajo, murmuré:
— Por esto es que nunca diré que los gitanos somos unos santos. De vez en cuando alguien se descuida... y nosotros podemos olerlo.— miré de reojo a Odette, quien al parecer no terminaba de imaginar qué podría ser peor que elefantes o leones. No era grato para mi describir lo que había visto en el circo gitano, aunque suponía que para algunas personas lo más exótico y perturbador era signo de diversión. — Tal solo... te sugiero que visites el circo convencional primero. Me llevo bien con algunos gitanos del circo, pero... me dan escalofríos. — señalé a la muchedumbre del publico, refinada y seria. — Somos de mundos muy diferentes. Hay cosas que quizás ustedes consideren graciosas, y que sean ofensivas para nosotros. Creo que sucede lo mismo al revés...
Me perdía entre las palabras, cada vez era más difícil definir qué nos separaba, pues aunque desconocía las palabras precisas, sabía que entre costumbres, creencias y formas de actuar, habían un gran océano entre nosotras. Una confirmación fue lo que me contaba sobre su madre, y aunque el tema no parecía ser de su más agrado, parecía rememorar buenos y malos momentos.
— Entiendo...
No pude evitar pensar en una jaula de oro, llena de comodidades y bellezas brillantes... pero siempre una prisión. Todo tenía sus pros y contras... pero en cuanto a madres, yo había tenido poco más de cuatro años para experimentarlo. Deseaba decirle cuanto me habría gustado pasar más tiempo con mi madre, pero parecía un tema delicado, y pensé que sería mejor dejarlo para otra ocasión. "Si es que hay otra ocasión..."
— Bueno, a la mayoría les da tanta curiosidad como miedo. Solo he conocido a una persona a la cual no le agradan las predicciones. —el recuerdo del hombre de ojos oscuros y aura peligrosa me arrancó una sonrisa. Anhelaba otro encuentro con él, pero sabía que el mundo no podía ser siempre tan perfecto. — Y bueno... cuando desees, puedo darte una lectura. — Correspondí a su sonrisa con otra igual. — Bueno... no es un nombre como tal. Es mi apellido. Romaní, de mi padre. Es... bueno, lo más cercano que tengo de él. Y... ¡Vaya! ¡Mira eso! — señalé al escenario, o más bien a los bastidores detrás de él. La actriz principal, que parecía tomar un breve descanso, se encontraba enrollada en el cuerpo de el actor que personificaba a su príncipe azul.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
Una risita nerviosa emergió de los labios de Odette – Muy bien, no me disgustaría para nada una pequeña muestra de mis dotes como bailarina de Can-Can – Ohhh, lo que daría por ver la expresión de su madre si estuviese en ese momento escuchando tan disparatada y liberadora charla, por no mencionar a la poco común compañía. El buen humor había regresado por completo y ni siquiera el siguiente comentario de la gitana consiguió oscurecer las facciones de la chica. – No puedo decir que la idea me agrade por completo pero agradezco tu sinceridad, solo trata de evitar tomar mis pertenencias – comentó encogiéndose ligeramente de hombros, como si el tema le fuese indiferente aunque con sus palabras expresara algo contrario.
Inclinó ligeramente la cabeza ante la siguiente sugerencia, agradeciendo el gestó y proponiéndose recordarlo. En alguno de los próximos días iría al circo, confirmaría con sus ojos las maravillas que la gitana le contaba y sabría, a ciencia cierta, si era tan deplorable como su madre siempre le había hecho creer. Después podría pensar si deseaba o no conocer el circo gitano, tal vez incluso podría contar con la compañía de Roham; era una petición que tendría que esperar pues solo llevaban juntan unos pocos minutos. Igual le agradaba su compañía y presumía, por la forma de actuar de la gitana, que ella no le era repelente ni desagradable, por lo tanto podía ilusionarse con la posibilidad de contar con su compañía para lo que sería, sin lugar a dudas, una aventura un tanto terrorífica.
– Es verdad, somos de mundos distintos, y sin embrago que fácil ha sido olvidarlo durante este corto tiempo – comentó sonriéndole para luego cambiar de posición, liberando sus piernas de la flor de loto que las aprisionaba y asumiendo una muy similar a la de Roham - supongo que no todos los gitanos serán como tú pero hasta el momento debo argumentar que me llevo una muy placentera opinión – las palabras acompañaron los movimientos necesarios para acomodar la gran cantidad de tela que conformaba sus enaguas – Algo tan simple no debería representar tanto esfuerzo - repuso un tanto aireada mientras acomodaba la ultima capa de tela. En momentos como ese deseaba poder cambiar un poco acartonamiento por comodidad. ¡y ni mencionar lo que daría por quitarse el corsé!
La sonrisa de Roham, cuando está le ofrecía una respuesta con respecto a la lectura del futuro, despertó de inmediato la curiosidad de Odette y se encontraba a punto de preguntarle al respecto cuando la gitana le señalo algo que ocurría tras bambalinas. Los ojos de la chica volaron en la dirección señalada para toparse con un cuadro bastante peculiar. Al parecer los dos actores principales habían decidido no desperdiciar ni un minuto de las pausas entre los actos en las cuales se encontraban sobre el escenario. Desvergonzados y exaltados, se encontraban ahora enrollados en medio de una escena amorosa bastante subida de tono.
Odette tapó su boca con una de sus manos para sofocar un ataque de risa al notar como la mano del joven actor se escabullía bajo el colorido traje de la joven segundos antes de que ésta exhalara un jadeo ahogado. – No tenía idea de que la verdadera función ocurriese tras el escenario – le soltó a Roham muy bajito antes de reír nuevamente. - Ese no es el comportamiento de una dama – no bien termino el último comentario cayó en cuenta que lo que ella hacía en ese preciso momento tampoco lo era. No debería estar espiándolos y además debería sentirse mal por hacerlo. Pero no fue así, solo deseaba divertirse un poco, por una vez un su vida, sin ataduras ni condicionamientos sociales.
Los movimientos que ocurrían sobre el escenario llamaron repentinamente su atención. Giró rápidamente la cabeza, luego indicó a Roham que mirara hacia el escenario, donde los actores estaban por finalizar el acto intermedio que precedía la entrada, una vez más, de los actores principales, los cuales no se habían dado por enterados. Con rapidez Odette se retiró los guantes de las manos y lanzó una de las delicadas prendas hacia los tórtolos con tan mala suerte que el guantecito quedo atrapado entre las pesadas y gruesas cuerdas que atravesaban el lugar. Una nueva risa nerviosa salió de sus labios a la par que entregaba el otro guante a Roham, tal vez ella tuviese mejor puntería.
Inclinó ligeramente la cabeza ante la siguiente sugerencia, agradeciendo el gestó y proponiéndose recordarlo. En alguno de los próximos días iría al circo, confirmaría con sus ojos las maravillas que la gitana le contaba y sabría, a ciencia cierta, si era tan deplorable como su madre siempre le había hecho creer. Después podría pensar si deseaba o no conocer el circo gitano, tal vez incluso podría contar con la compañía de Roham; era una petición que tendría que esperar pues solo llevaban juntan unos pocos minutos. Igual le agradaba su compañía y presumía, por la forma de actuar de la gitana, que ella no le era repelente ni desagradable, por lo tanto podía ilusionarse con la posibilidad de contar con su compañía para lo que sería, sin lugar a dudas, una aventura un tanto terrorífica.
– Es verdad, somos de mundos distintos, y sin embrago que fácil ha sido olvidarlo durante este corto tiempo – comentó sonriéndole para luego cambiar de posición, liberando sus piernas de la flor de loto que las aprisionaba y asumiendo una muy similar a la de Roham - supongo que no todos los gitanos serán como tú pero hasta el momento debo argumentar que me llevo una muy placentera opinión – las palabras acompañaron los movimientos necesarios para acomodar la gran cantidad de tela que conformaba sus enaguas – Algo tan simple no debería representar tanto esfuerzo - repuso un tanto aireada mientras acomodaba la ultima capa de tela. En momentos como ese deseaba poder cambiar un poco acartonamiento por comodidad. ¡y ni mencionar lo que daría por quitarse el corsé!
La sonrisa de Roham, cuando está le ofrecía una respuesta con respecto a la lectura del futuro, despertó de inmediato la curiosidad de Odette y se encontraba a punto de preguntarle al respecto cuando la gitana le señalo algo que ocurría tras bambalinas. Los ojos de la chica volaron en la dirección señalada para toparse con un cuadro bastante peculiar. Al parecer los dos actores principales habían decidido no desperdiciar ni un minuto de las pausas entre los actos en las cuales se encontraban sobre el escenario. Desvergonzados y exaltados, se encontraban ahora enrollados en medio de una escena amorosa bastante subida de tono.
Odette tapó su boca con una de sus manos para sofocar un ataque de risa al notar como la mano del joven actor se escabullía bajo el colorido traje de la joven segundos antes de que ésta exhalara un jadeo ahogado. – No tenía idea de que la verdadera función ocurriese tras el escenario – le soltó a Roham muy bajito antes de reír nuevamente. - Ese no es el comportamiento de una dama – no bien termino el último comentario cayó en cuenta que lo que ella hacía en ese preciso momento tampoco lo era. No debería estar espiándolos y además debería sentirse mal por hacerlo. Pero no fue así, solo deseaba divertirse un poco, por una vez un su vida, sin ataduras ni condicionamientos sociales.
Los movimientos que ocurrían sobre el escenario llamaron repentinamente su atención. Giró rápidamente la cabeza, luego indicó a Roham que mirara hacia el escenario, donde los actores estaban por finalizar el acto intermedio que precedía la entrada, una vez más, de los actores principales, los cuales no se habían dado por enterados. Con rapidez Odette se retiró los guantes de las manos y lanzó una de las delicadas prendas hacia los tórtolos con tan mala suerte que el guantecito quedo atrapado entre las pesadas y gruesas cuerdas que atravesaban el lugar. Una nueva risa nerviosa salió de sus labios a la par que entregaba el otro guante a Roham, tal vez ella tuviese mejor puntería.
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- Perdon por la demora!
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: Réalité floue [libre]
Conversando con Odette resultaba prácticamente no sonreír. Era una gadji en toda la extensión de la palabra, una mujer refinada que había crecido con una familia conservadora y que desconocía gran parte de los peligrosos rincones de París; y sin embargo, argumentaba bien, era de risa fácil y sus bromas eran ingeniosas y creativas. Probablemente no me hubiese sentido más cómoda con alguien de mi propia gente que con ella, aunque debía admitir que habían temas que serían imposible discutir en su compañía, pues, si bien me gustaba inquietarla con mi realidad, no me hubiese gustado ofenderle de alguna manera. Mujeres de mi etnia que no solían utilizar corsé, fiestas en donde el invitado especial llevaba tan solo una pequeña prenda de ropa, largos y tediosos rituales donde los cánticos romaníes eran fruto de exaltación y adrenalina.
— Tranquila... hasta un romaní tiene sus límites. — le expliqué a la ligera. Me imaginaba que para cualquiera de la alta sociedad, tener una conversación sobre robos con una gitana resultaba aterrador y ofensivo. La calma que expresaba la delicada mujer de cabellos castaños casi me arrancó una sonrisa. — Para nosotros, las pertenencias como un abrigo son tan pasajeras que no siempre vale la pena tomarlas. Es posible que me decida a regresar esto porque, sencillamente, no lo necesito.—imité su encogimiento de hombros, riéndome como si fuese una chiquilla. — En realidad, mi mejor amigo solía repudiar el dinero gadjo como si fuese veneno o algo así. Decía que tenía una maldición de buena suerte. Y es que, por más que lo intentara, el dinero no dejaba de caer en sus manos. Él solía invertirlo en cosas estúpidas, que acababan por volverlo más adinerado.
Recordar a Merripen me relamió el corazón con una ola de ardor. Me era imposible recordarlo sin sentir dolor, pero en compañía de Odette, era casi tolerable. Deseaba charlar por horas y horas sin detenerme, porque en realidad, detestaba quedarme callada. Aun así, también sentía curiosidad del tipo de vida que había llevado tantos años, entre música elegante, cubiertos de plata e institutrices estrictas. Su cara al ver a los amantes apresurados había sido única, sin duda, y me había costado el alma no reírme a todo pulmón, pues en ese caso nos descubrirían; sabía a ciencia cierta que para la mayoría de la gente (romaní y gadjos), semejante comportamiento no era propio ni adecuado, pero a mi me parecía terriblemente romántico.
— Espero que alguno de ellos no esté comprometido, sería una pena. Se ven muy bien juntos, ¿a que no? — suspiré encandilada, notando los ojos brillantes de la bailarina y su frustración al tener que abandonar el tras bambalinas. Al bailar, se transformaba en una mujer totalmente diferente, fría, distante, con los labios ligeramente rojizos por los besos que había compartido con el príncipe apasionado. — Es increíble. Me pregunto si ese hombre será tan bueno besando. Creía que no le agradaban las mujeres. Estoy consciente de que.... — me interrumpí a mi misma al caer en cuenta lo lengua floja que estaba siendo. ¡Que horror! Que libertina estaba siendo al lado de una mujer que, probablemente, habría sido severamente reprendida por tales conversaciones. Muerta de curiosidad, pregunté: — ¿Alguna vez te preguntaste ese tipo de cosas en tu casa? Es decir... cuando yo era pequeña y tenía alguna duda, me la respondían sin chistar. Pero sé que algunos gadjos son reacios a enseñar ciertas... cosas. ¿Te reprendían?
— Tranquila... hasta un romaní tiene sus límites. — le expliqué a la ligera. Me imaginaba que para cualquiera de la alta sociedad, tener una conversación sobre robos con una gitana resultaba aterrador y ofensivo. La calma que expresaba la delicada mujer de cabellos castaños casi me arrancó una sonrisa. — Para nosotros, las pertenencias como un abrigo son tan pasajeras que no siempre vale la pena tomarlas. Es posible que me decida a regresar esto porque, sencillamente, no lo necesito.—imité su encogimiento de hombros, riéndome como si fuese una chiquilla. — En realidad, mi mejor amigo solía repudiar el dinero gadjo como si fuese veneno o algo así. Decía que tenía una maldición de buena suerte. Y es que, por más que lo intentara, el dinero no dejaba de caer en sus manos. Él solía invertirlo en cosas estúpidas, que acababan por volverlo más adinerado.
Recordar a Merripen me relamió el corazón con una ola de ardor. Me era imposible recordarlo sin sentir dolor, pero en compañía de Odette, era casi tolerable. Deseaba charlar por horas y horas sin detenerme, porque en realidad, detestaba quedarme callada. Aun así, también sentía curiosidad del tipo de vida que había llevado tantos años, entre música elegante, cubiertos de plata e institutrices estrictas. Su cara al ver a los amantes apresurados había sido única, sin duda, y me había costado el alma no reírme a todo pulmón, pues en ese caso nos descubrirían; sabía a ciencia cierta que para la mayoría de la gente (romaní y gadjos), semejante comportamiento no era propio ni adecuado, pero a mi me parecía terriblemente romántico.
— Espero que alguno de ellos no esté comprometido, sería una pena. Se ven muy bien juntos, ¿a que no? — suspiré encandilada, notando los ojos brillantes de la bailarina y su frustración al tener que abandonar el tras bambalinas. Al bailar, se transformaba en una mujer totalmente diferente, fría, distante, con los labios ligeramente rojizos por los besos que había compartido con el príncipe apasionado. — Es increíble. Me pregunto si ese hombre será tan bueno besando. Creía que no le agradaban las mujeres. Estoy consciente de que.... — me interrumpí a mi misma al caer en cuenta lo lengua floja que estaba siendo. ¡Que horror! Que libertina estaba siendo al lado de una mujer que, probablemente, habría sido severamente reprendida por tales conversaciones. Muerta de curiosidad, pregunté: — ¿Alguna vez te preguntaste ese tipo de cosas en tu casa? Es decir... cuando yo era pequeña y tenía alguna duda, me la respondían sin chistar. Pero sé que algunos gadjos son reacios a enseñar ciertas... cosas. ¿Te reprendían?
- Spoiler:
- Tranquila, y perdón si mi respuesta es muy corta, ando un poco frustrada x'D
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Réalité floue [libre]
Un sutil cambio en la expresión de Roham le indicó a Odette que el tema de su amigo le causaba dolor. En un primer momento pasó por alto las palabras exactas utilizadas, pero ahora, con la indicación de que había más de fondo que solo una historia curiosa de un conocido, Odette recordó que la gitana había utilizado los verbos en pasado para referirse a su amigo. Un nudo se formo en la boca de su estomago ante lo que esto significaba.
Tenía varias cosas en su cabeza ahora: muchas preguntas y alguna que otra conjetura, generadas a partir tanto de las palabras de la gitana como de sus acciones y gestos. Ella misma era una prueba viviente de lo mucho que un rostro puede esconder. La historia que cada uno carga a sus espaldas y que conforman y moldean su carácter y futuro.
– Bueno, eso dependía de la pregunta – contestó evasiva y ofreciendo una media sonrisa – La mayoría de mis dudas las aclaraba con mi Nana, algunas otras con mi Madre – sus ojos se dirigieron hacia la actriz quien ahora interpretaba nuevamente su papel con la mas estoica de las expresiones – Aunque nunca se me ocurrió hacer una pregunta de ese estilo – Besar bien!, siendo serios ella misma aún no sabía que es lo que eso significaba. Los besos que le habían dado nunca le habían exaltado ni había deseado enredarse en el cuerpo de su compañero hasta que le dejaran sin aliento. Se había acostumbrado tanto a ser el centro de atención, era ella quien impactaba, a quien deseaban besar y sin embargo no lo había deseado realmente nunca, no con la emoción que acababa de presenciar.
Suspiró y observó al chico - ¿Por qué creías que a él no le agradaban las… bueno, las chicas?- completó su pregunta tras una ligera vacilación para luego sonrojarse. Asumió que a la gitana no le importunaría que ella hiciese esa pregunta. Por supuesto no tenia que temer una reprimenda y eso le dio valor para continuar con algunas otras cuestiones que rondaban su cabeza. – y por cierto ¿Gadjos? ¿Qué es un Gadjo? – había escuchado usar esa palabra dos veces aquella noche. Suponía que se refería a cualquiera que no fuese gitano pero quería conocer el contexto total bajo el cual era utilizado en su léxico. ¿Se trataba de un sobrenombre despectivo? Muy seguramente así fuera y eso en realidad no le hacía mucha gracia aunque sabía que no era nadie para culpar a la comunidad gitana por aquello.
Aunque nuevamente el espectáculo había pasado a un segundo plano, Odette notó como el joven actor salía ahora para interpretar su rol en sobre las tablas. – Así que, después de todo, insistes en devolver el abrigo – bromeó mirando al joven decir su parlamento de manera impecable, luego sus ojos giraron hacia Roham, lanzándole una mirada inesperadamente seria y comprensiva – ¿Que le ocurrió a tu amigo? – le soltó sin pensárselo mejor. Sabía que podría tratarse de una pregunta demasiado entrometida. No era una costumbre refinada el hacer este tipo de interrogantes cuando se sabía, o suponía, de antemano que pudiese causar al interlocutor algún tipo de dolor o malestar. Sin embargo, esa noche no era para nada una noche normal y ya había roto suficientes reglas en las pocas horas que llevaban juntas como para ignorar momentáneamente el protocolo tan fuertemente arraigado en su estilo de vida.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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