Un placer tan simple que se olvida [privado]

Caminar por el bosque no era precisamente la actividad más recomendada para ella pero había descubierto un placer completamente nuevo en hacerlo, de pequeña había gozado con correr por entre los árboles y jugar con aquel joven que con los años había ido desapareciendo de su memoria hasta ser solo una silueta sin rostro, con lo mucho que lo había querido ahora no podía siquiera recordar su rostro pero sabía que había sido un niño apuesto con unos ojos azules como los suyos, recordaba que notar que poseían el mismo color le había hecho fantasear con la idea de tener un hermano y jugar con él.

Se detuvo en un pequeño claro, sobre su cabeza las ramas de los arboles formaban un techo verde y hermoso, acariciado por los rayos del sol y balanceado por el viento suave de la mañana, cerró los ojos un momento y tomo aire profundamente, aquello era lo más lejos que podía llegar, después del tratamiento que había recibido de Daniil sus piernas habían mejorado notablemente pero seguían estando lejos de poder rendir lo que harían las de una joven normal, escucho el sonido de las hojas secas en el suelo moverse y abrió rápidamente los ojos dando un pequeño sobresalto, se alivió al notar que no era nada más que una lagartija corriendo por el suelo para después trepar por un árbol, casi dibujo una sonrisa al ver al animalito, le gustaban los animales y a diferencia del resto de las damas tenía un especial afecto por los insectos, posiblemente esta extraña cualidad era la que hacía que los mismo parecieren también mostrar una considerable afinidad hacia ella.

Había una roca en el borde del claro y se dijo que no sería mala idea sentarse un rato antes de volver aún se sentía bastante insegura de lo que le podían aguantar las piernas y pese a lo mucho que amase la sensación del bosque a su alrededor, el sonido del viento contra las hojas o los tibios rayos de sol filtrándose entre las ramas aún era lo bastante sensata como para no desear perderse o cansar tanto las piernas como para sufrir los dolores insoportables de los músculos dañados. Se sentó en la piedra y a pesar de la situación mantuvo la espalda recta y el rostro tranquilo, los modales no eran algo que pensase al actuar, los gestos, las formas y la etiqueta estaban tan impregnadas en su mente que difícilmente podría obligarse a moverse de forma inadecuada, no era la sangre “real” en sus venas ni mucho menos algún tipo de don del cielo que le dotase de elegancia o gracia como decían los cuentos, era simplemente el auto obligado comportamiento de años y años de práctica, el mensaje grabado día a día en su mente de los deberes de su posición y la imagen correcta a dar a aquellos que esperaban el mínimo error en su comportamiento. Un grillo salto a su mano y sintiendo el roce de las delgadísimas patas levanto la mano observando el insecto verde, de un verde brillante y vivo.

-¿desea besar mi mano caballero? Un honor conocerle también, soy la señorita McLeod, Klett W McLeod.

Le hablo con reverencia al pequeño, no era buena con las personas y a menudo su tono era demasiado frio y distante, especialmente con aquellos que “adoraban su belleza” o quedaban “cautivados por su gracia” ¿quién podía creer algo como eso cuando era perfectamente consciente de lo despreciativa que actuaba con aquellos hombres? Ella podía tener un bonito rostro o una belleza de tener en cuenta pero no era eso lo que sus pretendientes veían, era tan tristemente obvio el interés por la única heredera de los McLeod, la familia que no había tenido la suerte de engendrar un varón que casi sentía lastima por aquellos hombres y su terrible actuación.

Sonrió un poco al grillo sin que lo hiciese realmente, era simplemente que su vida estaba un poco mejor ahora de lo que había estado antes, era cierto que la hipócrita continuaba y su abuelo no estaba rejuveneciendo pero se le veía contento en los últimos días, también había descubierto que tenía familia que ni siquiera sabía que existía, su adorable prima era dulce y honesta, cariñosa y hermosa. Su compromiso era una farsa pero la joven a pesar de alojarse en su casa ni siquiera se había percatado de ello, de un verdadero y puro corazón parecía ser incapaz de siquiera sospecharlo.