AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No me veras de rodillas [libre]
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No me veras de rodillas [libre]
Esperaba pacientemente detrás de la mesa que me había asignado el capataz, con una decena de piezas de barro exquisitamente decoradas, una belleza en comparación con aquellas que se encontraban sobre las mesas de los demás trabajadores. Estos hombres jamás entenderán que hay labores que una mujer hacer mejor, faltaba ver sus trazos torpes y toscos y sus manos grandes y pesadas intentando darle forma al barro antes de que se secara y fuera un desperdicio que el delegado no pasaría por alto. Desvié la mirada a la ventana para percatarme que el sol se ocultaba ya en las calles de París, dejándonos a los pobres, a los olvidados, haciendo el trabajo que nadie más deseaba y que sin embargo era indispensable para todos.
Fue por mi atención en los colores que adquiría el firmamento cuando el sol se desmayaba en la lejanía que el ruido de las monedas contra la madera me sobresalto –Ya te puedes ir- esa voz gangosa que comenzaba a odiar hablo mientras repartía el pago del día. Dos francos cuando me habían prometido seis –Señor, creo que hay un error, usted dijo que el pago seria mayor- intente ser racional, quizás me había confundido y entregado a alguien más el pago que me correspondía, lo había prometido –Sera mejor que saques tu inmunda presencia de aquí antes que decida quitarte lo que te he dado, deberías agradecer la caridad- sus palabras mermaron en mi interior con rapidez como el fuego en la pólvora y entonces, la explosión.
¡Yo no iba a aceptar nada menos que lo que me había prometido! Guarde los dos francos en mi bolsillo y con tranquilidad, casi por descuido, deje caer las piezas que había hecho, en las que me había esmerado y al parecer había perdido el tiempo. Hice algo bien, al parecer, porque el hombre me había volteado a ver con los ojos fuera de sus orbitas y los labios torcidos en una mueca que le asimilaban a las imágenes de Satanás que adoraban en los cultos -¿Qué crees que haces?- como si no fuera obvio, como si fuera ciego –Este es mi trabajo por dos francos- no sabía dividir pero estaba segura que su dinero no cubría las piezas que elaboraba para el –Debería agradecer que me siento benevolente y le hice caridad- sonreí, y aquello fue el disparo para su pólvora.
Corrió hacia mí con sus manos apretando mi cuello y a punta de pie y empujones, entre una marejada de ofensas que había escuchado con anterioridad, me hecho a la calle y no sin haberle bastado me atisbo una patada en el rostro mientras estaba en el suelo, si supiera que a quien golpeaba era una mujer…seguramente nada habría cambiado. Escupí la sangre que salía de mi labio hinchado y mi encía partida en sus zapatos, no lo respetaba así como el no me respetaba a mí. Dios sabía el error que había sido mi acción y no supe yo cuando su regordete cuerpo se lanzo sobre mí para seguir atisbando golpes donde mis manos no podían cubrir mi cuerpo. Y estos eran los gajes de pretender ser como ellos.
Fue por mi atención en los colores que adquiría el firmamento cuando el sol se desmayaba en la lejanía que el ruido de las monedas contra la madera me sobresalto –Ya te puedes ir- esa voz gangosa que comenzaba a odiar hablo mientras repartía el pago del día. Dos francos cuando me habían prometido seis –Señor, creo que hay un error, usted dijo que el pago seria mayor- intente ser racional, quizás me había confundido y entregado a alguien más el pago que me correspondía, lo había prometido –Sera mejor que saques tu inmunda presencia de aquí antes que decida quitarte lo que te he dado, deberías agradecer la caridad- sus palabras mermaron en mi interior con rapidez como el fuego en la pólvora y entonces, la explosión.
¡Yo no iba a aceptar nada menos que lo que me había prometido! Guarde los dos francos en mi bolsillo y con tranquilidad, casi por descuido, deje caer las piezas que había hecho, en las que me había esmerado y al parecer había perdido el tiempo. Hice algo bien, al parecer, porque el hombre me había volteado a ver con los ojos fuera de sus orbitas y los labios torcidos en una mueca que le asimilaban a las imágenes de Satanás que adoraban en los cultos -¿Qué crees que haces?- como si no fuera obvio, como si fuera ciego –Este es mi trabajo por dos francos- no sabía dividir pero estaba segura que su dinero no cubría las piezas que elaboraba para el –Debería agradecer que me siento benevolente y le hice caridad- sonreí, y aquello fue el disparo para su pólvora.
Corrió hacia mí con sus manos apretando mi cuello y a punta de pie y empujones, entre una marejada de ofensas que había escuchado con anterioridad, me hecho a la calle y no sin haberle bastado me atisbo una patada en el rostro mientras estaba en el suelo, si supiera que a quien golpeaba era una mujer…seguramente nada habría cambiado. Escupí la sangre que salía de mi labio hinchado y mi encía partida en sus zapatos, no lo respetaba así como el no me respetaba a mí. Dios sabía el error que había sido mi acción y no supe yo cuando su regordete cuerpo se lanzo sobre mí para seguir atisbando golpes donde mis manos no podían cubrir mi cuerpo. Y estos eran los gajes de pretender ser como ellos.
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: No me veras de rodillas [libre]
Mire otra vez la carta donde tenía apuntado la dirección de la calle, me mosqueaba que tuviera que ser yo el que iba a buscar el pedido. Tantos criados y ayudantes para luego acabar siendo yo el infeliz que lo hace todo, como si no tuviera suficiente trabajo. Ni siquiera había podido cumplir con el cometido de cacería por culpa de un nuevo encargo del cuartel militar, al cual no podía negarme, y ahora el tiempo se me comía, necesitaba días de 48 horas no de 24. Me quedaban diseños por terminar y pruebas por hacer, antes que ir a buscar unas malditas cajas de barro para guardar las balas. Mi mal humor era palpable, despediría a mi ayudante de una patada al culo en cuanto lo viera, maldito miserable desagradecido, le di un buen sueldo, comida y una habitación y cuando más lo necesito desaparece. Ni era un hombre paciente ni mucho menos benevolente, me gustaría ver cómo se las apaña en la calle.
Al fin el carruaje se detuvo, me puse el sombrero y baje pisando fuerte. Ahí estaba Vincent, el capataz, pegándole una buena paliza a un chaval que parecía no saber donde se había metido.
- Buenas noches.- O quizá lo más apropiado hubiera sido malas.
- Ah hola señor Landman.- dijo con toda su posible simpatía y forzando una sonrisa, el cabrón estaba sudando después de haber empleado tantos esfuerzos por dejar por lo menos invalido al pobre chaval. Se incorporo poniéndose a lugar el traje- No le esperaba a usted, ¿y su ayudante?- dijo con la voz entrecortada estrechándome la mano.
- No creo que vuelvas a verlo por aquí, es un incompetente desagradecido.-
-Oh ya entiendo, aquí tienes a otro desagradecido.- dijo refiriéndose al
chaval pegándole otra patada.- Les pagas y así te lo agradecen, jodiendote.- Mire al chico fríamente que estaba encogido al suelo, su cara estaba hinchada y le sangraba la boca y la nariz. Aquel maldito hijo de puta era un cabrón pero por lo menos mantenía a sus trabajadores a raya.
- Ahora tendré que buscarme otro, tengo mucho trabajo y no doy abasto.- Me quede mirando Vincent que seguía con la mirada clavada al chico. - ¿Vas a traerme las cajas?-
- Oh si… perdón… voy a buscarlas.- Dijo dando media vuelta y desapareciendo dentro del edificio. Me quedé ahí fuera esperando en silencio con el chico moribundo, que saliera.
Al fin el carruaje se detuvo, me puse el sombrero y baje pisando fuerte. Ahí estaba Vincent, el capataz, pegándole una buena paliza a un chaval que parecía no saber donde se había metido.
- Buenas noches.- O quizá lo más apropiado hubiera sido malas.
- Ah hola señor Landman.- dijo con toda su posible simpatía y forzando una sonrisa, el cabrón estaba sudando después de haber empleado tantos esfuerzos por dejar por lo menos invalido al pobre chaval. Se incorporo poniéndose a lugar el traje- No le esperaba a usted, ¿y su ayudante?- dijo con la voz entrecortada estrechándome la mano.
- No creo que vuelvas a verlo por aquí, es un incompetente desagradecido.-
-Oh ya entiendo, aquí tienes a otro desagradecido.- dijo refiriéndose al
chaval pegándole otra patada.- Les pagas y así te lo agradecen, jodiendote.- Mire al chico fríamente que estaba encogido al suelo, su cara estaba hinchada y le sangraba la boca y la nariz. Aquel maldito hijo de puta era un cabrón pero por lo menos mantenía a sus trabajadores a raya.
- Ahora tendré que buscarme otro, tengo mucho trabajo y no doy abasto.- Me quede mirando Vincent que seguía con la mirada clavada al chico. - ¿Vas a traerme las cajas?-
- Oh si… perdón… voy a buscarlas.- Dijo dando media vuelta y desapareciendo dentro del edificio. Me quedé ahí fuera esperando en silencio con el chico moribundo, que saliera.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: No me veras de rodillas [libre]
Logre evitar algunos golpes con ayuda de mis brazos aunque seguramente terminaría con sendos moretones que volverían mi piel obscura y dolorosa al tacto de los demás. Había aprendido a aguantar el dolor, a no agachar la cabeza y salir como un perro herido ante la mínima dificultad y aquello, me había costado varios días de doloroso andar. Aguante cada golpe y puntapié que se clavo sobre mi piel, podía golpear todo lo que quisiera pues lo que en realidad pretendía herir se encontraba bien resguardado en mis adentros, detrás de esta magullada piel, fundido desde la medula de mis huesos.
La lluvia de golpes ceso de pronto con el saludo de una voz que no me traía ningún rostro a la memoria. Su conversación carecía de relevancia para mi, dos hombres adinerados hablando de las personas como de mulas de carga, deprimente. Me disponía a ponerme en pie cuando el capataz azoto su pierna contra mi estomago y sin mayor remedio, caí de bruces al suelo “Ándate jodido gordo” pensé en cuanto este se marcho. Su complexión dejaba bien en claro que no era de hambre de lo que sufría el oblongo ser, humanidad, el dinero que me había dado no servía para alimentar todas las bocas que necesitaban de mí. Fue el pensar en mis hermanos de rostros famélicos lo que me ayudo a levantarme.
Alce la mirada para encontrarme al supuesto Landman, como si en verdad fuese más importante que nosotros para tener el honor de ser llamado por su nombre - ¿Necesita quien trabaje para usted señor?- como era obvio acababa de perder una, si bien miserable, bien necesitada fuente de ingresos y aunque fuese bajo los servicios de hombres como aquellos la necesidad me obligaba a subyugar mi orgullo y humillarte para conseguir que comer. La verdadera humillación seria llegar a mi hogar con las manos vacías, reprochando que la vida era injusta y que para los pobres quedaban migas. Humillante, sería el día que decidiera culpar de mis penas a Dios y satisfacerme con pronunciar ofensas.
Pase el dorso de mi mano por la herida de mis labios, la sangre que se aglutinaba en mi boca me dejaba un sabor amargo y casi metálico sobre el paladar. Me erguí con el pómulo hinchado y un latente dolor en la espalda, si me habían vuelto a romper una costilla juraba que regresaría cada día de mi vida a romperle la producción de vasijas. Escupí a un lado la sangre que de otro modo habría tenido que ingerir, que terrible carta de presentación –Se hacer muchas cosas, no hay vocación que desconozca- excepto la de suripanta, en esas labores prefería no ahondar, la hija de la señora que vivía a un lado de nuestro hogar había sido prostituta desde que los senos le crecieron y había fallecido poco antes que Levine por alguna extraña enfermedad asociada a aquellas practicas.
-Le aseguro que la discusión con el capataz a sido un mal entendido- si, el desgraciado había malentendido y olvidado su promesa.
La lluvia de golpes ceso de pronto con el saludo de una voz que no me traía ningún rostro a la memoria. Su conversación carecía de relevancia para mi, dos hombres adinerados hablando de las personas como de mulas de carga, deprimente. Me disponía a ponerme en pie cuando el capataz azoto su pierna contra mi estomago y sin mayor remedio, caí de bruces al suelo “Ándate jodido gordo” pensé en cuanto este se marcho. Su complexión dejaba bien en claro que no era de hambre de lo que sufría el oblongo ser, humanidad, el dinero que me había dado no servía para alimentar todas las bocas que necesitaban de mí. Fue el pensar en mis hermanos de rostros famélicos lo que me ayudo a levantarme.
Alce la mirada para encontrarme al supuesto Landman, como si en verdad fuese más importante que nosotros para tener el honor de ser llamado por su nombre - ¿Necesita quien trabaje para usted señor?- como era obvio acababa de perder una, si bien miserable, bien necesitada fuente de ingresos y aunque fuese bajo los servicios de hombres como aquellos la necesidad me obligaba a subyugar mi orgullo y humillarte para conseguir que comer. La verdadera humillación seria llegar a mi hogar con las manos vacías, reprochando que la vida era injusta y que para los pobres quedaban migas. Humillante, sería el día que decidiera culpar de mis penas a Dios y satisfacerme con pronunciar ofensas.
Pase el dorso de mi mano por la herida de mis labios, la sangre que se aglutinaba en mi boca me dejaba un sabor amargo y casi metálico sobre el paladar. Me erguí con el pómulo hinchado y un latente dolor en la espalda, si me habían vuelto a romper una costilla juraba que regresaría cada día de mi vida a romperle la producción de vasijas. Escupí a un lado la sangre que de otro modo habría tenido que ingerir, que terrible carta de presentación –Se hacer muchas cosas, no hay vocación que desconozca- excepto la de suripanta, en esas labores prefería no ahondar, la hija de la señora que vivía a un lado de nuestro hogar había sido prostituta desde que los senos le crecieron y había fallecido poco antes que Levine por alguna extraña enfermedad asociada a aquellas practicas.
-Le aseguro que la discusión con el capataz a sido un mal entendido- si, el desgraciado había malentendido y olvidado su promesa.
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: No me veras de rodillas [libre]
No sé que me dejo más sorprendido; que hubiera logrado levantarse o que me hubiera pedido trabajo. Realmente era como un regalo caído del cielo que se hubiera ofrecido ya que en aquellas horas era imposible encontrar a un ayudante. Pero aún así tenía mis dudas, lo mire de arriba abajo, era delgado y poca cosa, me preocupaba que después de la paliza no estuviera al cien por cien pero en aquellos momentos no podía elegir otra cosa. Después de todo parecía que los tenia bien puestos, conocía lo hijo de puta que era Vincent y por su reacción hubiera jurado que el chico le planto cara. No pude evitar sonreírle, me gustaba su actitud luchadora, se levantaba del suelo y seguía hacía delante sin rendirse a pesar de las circunstancias. Me iría bien alguien con una actitud así a mi lado para recordarme a mí también que debía seguir adelante.
Aún no me había dado tiempo de contestar a su ofrecimiento cuando salió el capataz cargando una caja que parecía pesar bastante, le temblaban los brazos y las piernas parecía que no estaba acostumbrado a llevar cosas pesadas.
- Ya la llevo yo.- dije quitándole la caja y cargándola sin ninguna molestia. No es que sufriera por su espalda pero a la velocidad que iba se nos haría de día. - Vamos chico.- le dije al chaval haciéndole un gesto con la cabeza. El carruaje estaba a unos metros de allí.
- ¿Qué? ¿Vas a llevarte niñato este?- dijo el capataz sorprendido mientras nos seguía dejando verde a su ex trabajador.- Me debe dinero...me ha roto jarrones… es un vago y no hace bien su trabajo.- Abrí la puerta del carruaje sin hacerle mucho caso dejando con cuidado la caja a dentro. Cuando me gire Vincent estaba agarrando por el cuello al chico. - No te desharás de mi tan fácilmente me oyes.- Le pegue un empujón al capataz apartándole del chico y seguidamente lo agarre por el cuello de la camisa levantándolo del suelo.
- Óyeme bien desgraciado, voy a llevarme la caja y el chico, ahora es mi ayudante y a mis trabajadores nadie les mete una mano encima. ¡¿Me has entendido? !- Le grite agitándole a lo que asintió con la cabeza. Hacía tiempo que tenía ganas de romperle la cara, me daba más asco que una rata enferma, sabía pelear contra niños pero era un maldito eunuco que a la hora de la verdad le faltaban huevos para meterse con alguien de su tamaño. Lo solté bruscamente dejando que cayera en el suelo. Seguidamente saqué unos billetes de mi cartera y se los lance al suelo junto a él. Le molestaba que me lo llevara y aquello fue un aliciente para convencerme de que hacía bien su trabajo. - Vamos.- le dije al chico aguantándole la puerta del carruaje y haciéndole un gesto para que entrara.
Rápidamente salimos del callejón, mire por la ventana las calles de París preguntándome cuantas victimas caerían aquella noche por culpa de los vampiros. Me angustiaba no poder salir de caza, para mí era una necesidad igual que la comida o el agua. Centre mi atención al chico que estaba sentado delante mío, quizá lo mejor sería dejarlo descansar aquella noche, tenía muy mal aspecto. Saque un pañuelo blanco de mi bolsillo ofreciéndole para que se limpiara la sangre.
- ¿Cómo te llamas y cuántos años tienes?- si iba a convivir conmigo lo mejor sería empezar conocerle, no me gustaban las sorpresas ni los imprevistos.
Aún no me había dado tiempo de contestar a su ofrecimiento cuando salió el capataz cargando una caja que parecía pesar bastante, le temblaban los brazos y las piernas parecía que no estaba acostumbrado a llevar cosas pesadas.
- Ya la llevo yo.- dije quitándole la caja y cargándola sin ninguna molestia. No es que sufriera por su espalda pero a la velocidad que iba se nos haría de día. - Vamos chico.- le dije al chaval haciéndole un gesto con la cabeza. El carruaje estaba a unos metros de allí.
- ¿Qué? ¿Vas a llevarte niñato este?- dijo el capataz sorprendido mientras nos seguía dejando verde a su ex trabajador.- Me debe dinero...me ha roto jarrones… es un vago y no hace bien su trabajo.- Abrí la puerta del carruaje sin hacerle mucho caso dejando con cuidado la caja a dentro. Cuando me gire Vincent estaba agarrando por el cuello al chico. - No te desharás de mi tan fácilmente me oyes.- Le pegue un empujón al capataz apartándole del chico y seguidamente lo agarre por el cuello de la camisa levantándolo del suelo.
- Óyeme bien desgraciado, voy a llevarme la caja y el chico, ahora es mi ayudante y a mis trabajadores nadie les mete una mano encima. ¡¿Me has entendido? !- Le grite agitándole a lo que asintió con la cabeza. Hacía tiempo que tenía ganas de romperle la cara, me daba más asco que una rata enferma, sabía pelear contra niños pero era un maldito eunuco que a la hora de la verdad le faltaban huevos para meterse con alguien de su tamaño. Lo solté bruscamente dejando que cayera en el suelo. Seguidamente saqué unos billetes de mi cartera y se los lance al suelo junto a él. Le molestaba que me lo llevara y aquello fue un aliciente para convencerme de que hacía bien su trabajo. - Vamos.- le dije al chico aguantándole la puerta del carruaje y haciéndole un gesto para que entrara.
Rápidamente salimos del callejón, mire por la ventana las calles de París preguntándome cuantas victimas caerían aquella noche por culpa de los vampiros. Me angustiaba no poder salir de caza, para mí era una necesidad igual que la comida o el agua. Centre mi atención al chico que estaba sentado delante mío, quizá lo mejor sería dejarlo descansar aquella noche, tenía muy mal aspecto. Saque un pañuelo blanco de mi bolsillo ofreciéndole para que se limpiara la sangre.
- ¿Cómo te llamas y cuántos años tienes?- si iba a convivir conmigo lo mejor sería empezar conocerle, no me gustaban las sorpresas ni los imprevistos.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: No me veras de rodillas [libre]
Su mirada escrutadora me hizo suponer que el trabajo del que había hablado tenía relación con alguna especie trabajo físico, o quizás simplemente analizaba con desdén a la persona que acababa de ofrecerse para trabajar, aquello no sería una novedad. Desvié la mirada, aun parda por el golpe, y no pude evitar esbozar una estrecha sonrisa que crispo mis labios al observar la torpeza y esfuerzo con que avanzaba el capataz. Se jactaba de ser mejor que sus empleados cuando cualquiera de ellos podría haber cargado la caja sin esfuerzo y eso era un hecho, los más chicos eran siempre a los que usaban como burro de carga, por ser demasiado torpes con las manos y más doctos par la creatividad de encontrar la manera de transportar.
La sorpresa del capataz era solo equiparable con la mía, el hombre desconocido había aceptado a otorgarme el trabajo. No lo pensé dos veces para comenzar a caminar detrás de el en dirección del carruaje en el cual suponía había llegado, los hombres de su clase no solían andar a pie – Es usted quien me debe dinero- bramé para encontrarme nuevamente con sus manos entorno a mi cuello, aquellas regordetas manos que apestaban a comida y alcohol. Si me había contenido hasta aquel instante era solo porque sabía que llevaba las de perder, la ley decía que lo justo era sancionar al pobre y desde la cárcel no tendría manera de hacerle llegar comida a mis hermanos.
Me preparaba para recibir otra paliza cuando el señor había apartado al capataz de un certero empujón que lo desestabilizo y lo había alzado como si fuese un juego de niños. No sabía si respetarlo o temerle, de cualquier modo me había ayudado y los favores se debían pagar. Así como él le pagaba al capataz para que cerrara la boca y se quedara en santa paz, una suma tan grande como para darnos un festín. Observe el billete con cierto anhelo, el no se lo merecía, el no lo necesitaba. Sin embargo, obedecí a la orden de quien resultaba ser mi nuevo jefe y subí en el carruaje con un esfuerzo que intente disimular, si quiera el trabajo necesitaba lucir fuerte.
Me senté en el mullido asiento y permitir a mi mirada descubrir el interior del carruaje, no recordaba haberme subido a uno con anterioridad, el paisaje que se exponía de otro lado de la ventana dejaba frente a nosotros, y tras de nosotros también, las calles más transitadas de París, donde los puestos se arrebujaban unos sobre otros a ambos lados del camino. Me incliné para observar mejor – Me llamo Levine y tengo diecinueve años- conteste no sin antes haber aceptado el pañuelo que lleve rápidamente a mi rostro. Lo restregué sobre mi barbilla y lo oprimí contra mis labios.
Fije mi mirada en el, sin haber caído hasta entonces en la cuenta de lo maduro que lucía su rostro ¿Cómo había podido levantar con tanta facilidad al capataz? Un hombre no solo gordo y alto pero además con varios años menos que el otro – Gracias- intente desviar mis pensamientos – No era necesario que me hubiera defendido- .
La sorpresa del capataz era solo equiparable con la mía, el hombre desconocido había aceptado a otorgarme el trabajo. No lo pensé dos veces para comenzar a caminar detrás de el en dirección del carruaje en el cual suponía había llegado, los hombres de su clase no solían andar a pie – Es usted quien me debe dinero- bramé para encontrarme nuevamente con sus manos entorno a mi cuello, aquellas regordetas manos que apestaban a comida y alcohol. Si me había contenido hasta aquel instante era solo porque sabía que llevaba las de perder, la ley decía que lo justo era sancionar al pobre y desde la cárcel no tendría manera de hacerle llegar comida a mis hermanos.
Me preparaba para recibir otra paliza cuando el señor había apartado al capataz de un certero empujón que lo desestabilizo y lo había alzado como si fuese un juego de niños. No sabía si respetarlo o temerle, de cualquier modo me había ayudado y los favores se debían pagar. Así como él le pagaba al capataz para que cerrara la boca y se quedara en santa paz, una suma tan grande como para darnos un festín. Observe el billete con cierto anhelo, el no se lo merecía, el no lo necesitaba. Sin embargo, obedecí a la orden de quien resultaba ser mi nuevo jefe y subí en el carruaje con un esfuerzo que intente disimular, si quiera el trabajo necesitaba lucir fuerte.
Me senté en el mullido asiento y permitir a mi mirada descubrir el interior del carruaje, no recordaba haberme subido a uno con anterioridad, el paisaje que se exponía de otro lado de la ventana dejaba frente a nosotros, y tras de nosotros también, las calles más transitadas de París, donde los puestos se arrebujaban unos sobre otros a ambos lados del camino. Me incliné para observar mejor – Me llamo Levine y tengo diecinueve años- conteste no sin antes haber aceptado el pañuelo que lleve rápidamente a mi rostro. Lo restregué sobre mi barbilla y lo oprimí contra mis labios.
Fije mi mirada en el, sin haber caído hasta entonces en la cuenta de lo maduro que lucía su rostro ¿Cómo había podido levantar con tanta facilidad al capataz? Un hombre no solo gordo y alto pero además con varios años menos que el otro – Gracias- intente desviar mis pensamientos – No era necesario que me hubiera defendido- .
Lohane- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: No me veras de rodillas [libre]
No pude evitar curvar mis labios en lo que era una sonrisa de burla - A mi no me lo pareció.- contesté con cierto sarcasmo.- Ahora trabajas para mí no me servirías tullido. Vincent debería aprender a no pegarles palizas a sus operarios si lo que pretende es que rindan bien. - concluí fríamente. No me gustaba como llevaba el negocio, encontraba de lo más ruin la forma en que se aprovechaba de los críos.
Saqué la caja de tabaco de mi bolsillo y me encendí un puro, de vez en cuando fumarme uno me iba bien para calmar mi mal genio. Recosté los brazos a lo largo del asiento relajándome mientras daba una calada, sin apartar mi mirada escrutadora del chico. No parecía que tuviera 19 años, yo lo había imaginado más joven ya que era poco corpulento y dudaba que se hubiera afeitado alguna vez, a los 19 uno ya tiene que hacerlo. Su cara tenía rasgos de niño o de nena. Sospeche que quizás me había mentido sobre la edad para parecer más atrayente para el trabajo. Aún así le di poca importancia.
- ¿Sabes manejar armas?- pregunte levantando las cejas sospechando que la pregunta sería negativa. Debería enseñarle el funcionamiento de estas aunque me daba mucha pereza, pero era importante que lo aprendiera para hacer bien su trabajo.
- Si vas a trabajar para mi es necesario que te traslades a vivir a mi mansión esta misma noche, más tarde ya hablaremos sobre el sueldo y horarios. Por ahora puedo acompañarte hasta tu hogar para que recojas tus cosas y avises a tu familia. ¿Dime de dónde eres?-.
Saqué la caja de tabaco de mi bolsillo y me encendí un puro, de vez en cuando fumarme uno me iba bien para calmar mi mal genio. Recosté los brazos a lo largo del asiento relajándome mientras daba una calada, sin apartar mi mirada escrutadora del chico. No parecía que tuviera 19 años, yo lo había imaginado más joven ya que era poco corpulento y dudaba que se hubiera afeitado alguna vez, a los 19 uno ya tiene que hacerlo. Su cara tenía rasgos de niño o de nena. Sospeche que quizás me había mentido sobre la edad para parecer más atrayente para el trabajo. Aún así le di poca importancia.
- ¿Sabes manejar armas?- pregunte levantando las cejas sospechando que la pregunta sería negativa. Debería enseñarle el funcionamiento de estas aunque me daba mucha pereza, pero era importante que lo aprendiera para hacer bien su trabajo.
- Si vas a trabajar para mi es necesario que te traslades a vivir a mi mansión esta misma noche, más tarde ya hablaremos sobre el sueldo y horarios. Por ahora puedo acompañarte hasta tu hogar para que recojas tus cosas y avises a tu familia. ¿Dime de dónde eres?-.
Till Landman- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/12/2012
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Re: No me veras de rodillas [libre]
Sus palabras me resultaron reconfortantes y ayudaron a cambiar la imagen que me había hecho de el, no era igual que el capataz pero no sabia aun si era diferente al resto de los hombres adinerados. Bufe encogiéndome de hombros – Para él es muy fácil desecharnos como piezas inservibles, de cualquier manera hay un centenar más de personas ansiando un trabajo- no le costaba nada encontrarnos un remplazo, la gente llegaba por su propia iniciativa a ofrecer sus servicios sin saber a quien se vendían.
No me agrado la manera en que me observaba, como si intentara desprenderme la piel para poder vislumbrar toda mi verdad, esos sueños rotos que mantenía mal alimentados en algún recoveco de mi corazón, las esperanzas que se alzaban airosas hasta encenderse como una antorcha, las ansias de ser libre, de encontrar la equidad y la justicia. Pero yo sabía que eso no era posible, podría observarme tanto cuanto quisiera esos anhelos se quedaban escondidos en mi interior hasta que decidiera lo contrario ¿O era acaso otro motivo por el cual me observaba?
- No, pero le aseguro que aprendo rápido- hace algunos años había tenido un rifle de buen tamaño entre mis manos, lo había traído el hijo del herrero para presumirnos su última adquisición, nos había dejado tocarlo con lo que el decía eran nuestras mugrientas manos. Los balines le habían perforado parte de la pierna cuando dispararon, en realidad no había sido yo pero como todos decidimos callarnos tuvimos que escondernos los meses siguientes del desdichado. Buscaba alguna especie de venganza que no logro saciar.
Lo volteé a ver con la sorpresa a flor de piel, inclusive creía que se me estaba erizando el vello de los brazos como el lomo de los gatos enfadados - ¿Esta misma noche?- repetí como si no hubiese escuchado con claridad, como si no hubiera querido haber escuchado. Comencé a titubear y una marejada de dudas no tardo en azotar mis pensamientos como una pedrada sobre la sien, iba a tener que dejar a mis hermanos y a mis padres para trasladarme con un completo desconocido. Viviría bajo su techo una mujer que creía su nuevo ayudante y aquello solo acrecentaba la posibilidad de, que en algún momento, fuera a descubrir la realidad.
No podía rehusarme al trabajo después de haber visto como le arrojaba el billete sin titubear Dios mío ¿Qué iba a hacer ahora? – No tengo nada de valor que necesite recoger, si no le molesta preferiría primero tener el conocimiento del trabajo para saber entonces que decirle a mi familia. Puedo ir mañana a explicarles todo- no quería ni imaginarme el rostro de mi madre cuando se enterara de la noticia.
No me agrado la manera en que me observaba, como si intentara desprenderme la piel para poder vislumbrar toda mi verdad, esos sueños rotos que mantenía mal alimentados en algún recoveco de mi corazón, las esperanzas que se alzaban airosas hasta encenderse como una antorcha, las ansias de ser libre, de encontrar la equidad y la justicia. Pero yo sabía que eso no era posible, podría observarme tanto cuanto quisiera esos anhelos se quedaban escondidos en mi interior hasta que decidiera lo contrario ¿O era acaso otro motivo por el cual me observaba?
- No, pero le aseguro que aprendo rápido- hace algunos años había tenido un rifle de buen tamaño entre mis manos, lo había traído el hijo del herrero para presumirnos su última adquisición, nos había dejado tocarlo con lo que el decía eran nuestras mugrientas manos. Los balines le habían perforado parte de la pierna cuando dispararon, en realidad no había sido yo pero como todos decidimos callarnos tuvimos que escondernos los meses siguientes del desdichado. Buscaba alguna especie de venganza que no logro saciar.
Lo volteé a ver con la sorpresa a flor de piel, inclusive creía que se me estaba erizando el vello de los brazos como el lomo de los gatos enfadados - ¿Esta misma noche?- repetí como si no hubiese escuchado con claridad, como si no hubiera querido haber escuchado. Comencé a titubear y una marejada de dudas no tardo en azotar mis pensamientos como una pedrada sobre la sien, iba a tener que dejar a mis hermanos y a mis padres para trasladarme con un completo desconocido. Viviría bajo su techo una mujer que creía su nuevo ayudante y aquello solo acrecentaba la posibilidad de, que en algún momento, fuera a descubrir la realidad.
No podía rehusarme al trabajo después de haber visto como le arrojaba el billete sin titubear Dios mío ¿Qué iba a hacer ahora? – No tengo nada de valor que necesite recoger, si no le molesta preferiría primero tener el conocimiento del trabajo para saber entonces que decirle a mi familia. Puedo ir mañana a explicarles todo- no quería ni imaginarme el rostro de mi madre cuando se enterara de la noticia.
Lohane- Humano Clase Baja
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 03/03/2013
Re: No me veras de rodillas [libre]
–Como quieras.- conteste sin importarme mucho, fue más bien un gesto de cortesía, solo pretendía dejarlo todo listo cuanto antes, dudaba que tuviera tiempo el día siguiente de ir a avisar a su familia pero no era mi problema yo ya me había ofrecido en acompañarlo.
Desvié otra vez mi mirada en las calles parisinas, poco transitadas en aquellas horas de la noche. La resta del camino estuve en silenció sumido en mis pensamientos, debatiendo sobre que piezas encajarían mejor para mis nuevos diseños. La sombra de las torres de mi mansión empezaba a dibujarse en el horizonte a medida que nos aproximábamos. El camino de tierra travesaba los campos verdes de bosque inutilizados, también de mi propiedad.
Pronto llegamos en la puerta principal, la mansión estaba formada por tres torres, la del medio la más amplia y baja, de trazos rectos y cuadrados, rodeados por campos verdes de tres o más hectáreas. Las paredes eran de un tono marrón oscuro con alguna que otra enredadera que subía hasta lo alto dándole un toque de verde en concordancia con el paisaje.
En seguida Victor, el mayordomo, se presento para darnos la bienvenida tan rápido como sus viejas y cansadas piernas le permitían con una lámpara en la mano. Victor era de los pocos que conocían sobre mi trabajo nocturno como también era de los pocos en los que confiaba mínimamente, fue mi mayordomo des de mi llegada a parís y nunca me había defraudado. Era muy discreto y eficiente. Él se encargaba de llevar la casa en general, llevaba des de la organización de las tareas hasta la contratación de los empleados, sus decisiones siempre me parecían bien. Si fuera por mi todo estaría de lo más lamentable, ya que no me preocupaba ni lo más mínimo del aspecto de mi casa. Agradecido como estaba de su trabajo cobraba un sueldo desmesurado.
–Buenas noches señores.- dijo con su tono de voz grave y pausada. Bajé del carruaje de un salto y ayudé a bajar a Lohane levantándole por debajo los sobacos y dejándolo al suelo para ahorrarle esfuerzos después de la tunda. El chaval era un saco de huesos, pesaba menos que un puñado de paja. Entonces alargue el brazo hacia el interior del carruaje y cargue la caja por encima del hombro, Victor tampoco podría llevarla.
La mansión estaba compuesta por una sala principal muy amplia llena de muebles caros, entre ellos la mesa donde se solía comer cuando tenía visitas. Aquella sala solo la utilizaba para aparentar cuando se trataba de hacer negocios con clientes o socios. La planta de arriba estaba llena de habitaciones inútiles y bacías, algunas, no se cuales ni cuantas ocupadas por los empleados. La parte izquierda me la acomode para mí, tenía mi sala de estudio, el cuarto para las armas, el baño y mi habitación. Prácticamente era lo único que utilizaba de aquella maldita y estrafalaria mansión junto con el sótano donde trabajaba y guardaba mis creaciones.
–Prepara una habitación para Lohane y dale algo de ropa y cena. Mañana a las siete en punto lo quiero listo delante la puerta.- Dije con prisas al mayordomo de camino al piso de arriba dispuesto a irme a mi habitación. - ¿A regresado Louis?- casi se me olvidó, me detuve a la mitad de las escaleras preguntando por mi ex ayudante.
- No señor, desde ayer por la noche que no ha aparecido.-
- Encárgate de despedirle si regresa y no estoy.- dije con indiferencia perdiéndome en la ala izquierda del segundo piso.
Victor dirigió a Lohane hacía la cocina allí la recibió Carmen, la cocinera, con su característico tono de voz bullicioso que tanto me crispaba, si no fuera por sus guisos y su eficiencia no seguiría con nosotros.
- Oh! ¿Pero a quién me traes aquí? - Se alteró de la emoción al ver un inquilino nuevo en aquella aburrida casa donde pocas veces venia alguien. - Siéntate, siéntate.- dijo ofreciéndole una silla con nerviosismo y apartando algunos cachivaches de la mesa de la cocina.- ¿Por el amor de dios que te ha pasado?... Pero lo has visto bien Victor si esta en los huesos- empezó a sobarle y a examinarle como si fuera un medico.- Ahora mismo te preparo algo... oi, oi, oi... la virgen.- Era prácticamente imposible mantenerla callada.
Después de la cena Victor lo acompaño hasta su habitación al piso de arriba. Era una habitación mediana; con una cama, una chimenea, un cuarto de baño, el armario y un escritorio. Estaba mal iluminada, solo una pequeña ventana dejaba pasar un poco de luz. Encima la mesa del escritorio habían unas botas y una pila de ropa limpia, toda igual y del mismo color oliva, el traje de trabajo.
- Espero que esté cómodo, le he dejado una pila de leña y unos mistos para si quiere encender el fuego. Mañana a las 6 vendré a despertarle. Buenas noches.- dijo cerrando la puerta.
Desvié otra vez mi mirada en las calles parisinas, poco transitadas en aquellas horas de la noche. La resta del camino estuve en silenció sumido en mis pensamientos, debatiendo sobre que piezas encajarían mejor para mis nuevos diseños. La sombra de las torres de mi mansión empezaba a dibujarse en el horizonte a medida que nos aproximábamos. El camino de tierra travesaba los campos verdes de bosque inutilizados, también de mi propiedad.
Pronto llegamos en la puerta principal, la mansión estaba formada por tres torres, la del medio la más amplia y baja, de trazos rectos y cuadrados, rodeados por campos verdes de tres o más hectáreas. Las paredes eran de un tono marrón oscuro con alguna que otra enredadera que subía hasta lo alto dándole un toque de verde en concordancia con el paisaje.
En seguida Victor, el mayordomo, se presento para darnos la bienvenida tan rápido como sus viejas y cansadas piernas le permitían con una lámpara en la mano. Victor era de los pocos que conocían sobre mi trabajo nocturno como también era de los pocos en los que confiaba mínimamente, fue mi mayordomo des de mi llegada a parís y nunca me había defraudado. Era muy discreto y eficiente. Él se encargaba de llevar la casa en general, llevaba des de la organización de las tareas hasta la contratación de los empleados, sus decisiones siempre me parecían bien. Si fuera por mi todo estaría de lo más lamentable, ya que no me preocupaba ni lo más mínimo del aspecto de mi casa. Agradecido como estaba de su trabajo cobraba un sueldo desmesurado.
–Buenas noches señores.- dijo con su tono de voz grave y pausada. Bajé del carruaje de un salto y ayudé a bajar a Lohane levantándole por debajo los sobacos y dejándolo al suelo para ahorrarle esfuerzos después de la tunda. El chaval era un saco de huesos, pesaba menos que un puñado de paja. Entonces alargue el brazo hacia el interior del carruaje y cargue la caja por encima del hombro, Victor tampoco podría llevarla.
La mansión estaba compuesta por una sala principal muy amplia llena de muebles caros, entre ellos la mesa donde se solía comer cuando tenía visitas. Aquella sala solo la utilizaba para aparentar cuando se trataba de hacer negocios con clientes o socios. La planta de arriba estaba llena de habitaciones inútiles y bacías, algunas, no se cuales ni cuantas ocupadas por los empleados. La parte izquierda me la acomode para mí, tenía mi sala de estudio, el cuarto para las armas, el baño y mi habitación. Prácticamente era lo único que utilizaba de aquella maldita y estrafalaria mansión junto con el sótano donde trabajaba y guardaba mis creaciones.
–Prepara una habitación para Lohane y dale algo de ropa y cena. Mañana a las siete en punto lo quiero listo delante la puerta.- Dije con prisas al mayordomo de camino al piso de arriba dispuesto a irme a mi habitación. - ¿A regresado Louis?- casi se me olvidó, me detuve a la mitad de las escaleras preguntando por mi ex ayudante.
- No señor, desde ayer por la noche que no ha aparecido.-
- Encárgate de despedirle si regresa y no estoy.- dije con indiferencia perdiéndome en la ala izquierda del segundo piso.
Victor dirigió a Lohane hacía la cocina allí la recibió Carmen, la cocinera, con su característico tono de voz bullicioso que tanto me crispaba, si no fuera por sus guisos y su eficiencia no seguiría con nosotros.
- Oh! ¿Pero a quién me traes aquí? - Se alteró de la emoción al ver un inquilino nuevo en aquella aburrida casa donde pocas veces venia alguien. - Siéntate, siéntate.- dijo ofreciéndole una silla con nerviosismo y apartando algunos cachivaches de la mesa de la cocina.- ¿Por el amor de dios que te ha pasado?... Pero lo has visto bien Victor si esta en los huesos- empezó a sobarle y a examinarle como si fuera un medico.- Ahora mismo te preparo algo... oi, oi, oi... la virgen.- Era prácticamente imposible mantenerla callada.
Después de la cena Victor lo acompaño hasta su habitación al piso de arriba. Era una habitación mediana; con una cama, una chimenea, un cuarto de baño, el armario y un escritorio. Estaba mal iluminada, solo una pequeña ventana dejaba pasar un poco de luz. Encima la mesa del escritorio habían unas botas y una pila de ropa limpia, toda igual y del mismo color oliva, el traje de trabajo.
- Espero que esté cómodo, le he dejado una pila de leña y unos mistos para si quiere encender el fuego. Mañana a las 6 vendré a despertarle. Buenas noches.- dijo cerrando la puerta.
Till Landman- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 65
Fecha de inscripción : 02/12/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: No me veras de rodillas [libre]
Pasamos el resto del trayecto en un silencio que me pareció acogedor, no de aquellos molestos y casi ponzoñosos que amenazaban con hacerte pronunciar alguna estupidez con tal de escuchar algún ruido, observe el paisaje convertirse a través del ventanal, dejando detrás las solitarias calles parisinas para adentrarnos en un bosque de campos verdes. No supe bien en que punto termine con el rostro pegado al cristal, deleitándome con las obscuras siluetas que se alzaban en medio de la penumbra semi iluminadas por la luna, derrochaba desde sus entrañas ríos de plata liquida que se partían sobre las copas de los arboles como cascadas y entonces las partículas quedaban suspendidas en el aire, meciéndose entre los soplos veraniegos.
Me despedí del paisaje con un profundo suspiro mientras me acercaba a la puerta abierta del carruaje para bajar, sin embargo, Landman fue más rápido y con un certero movimiento planto mi cuerpo sobre el suelo. Sentí como el rubor volvía ígneas mis mejillas y espere que la obscuridad nocturna me arropara entre sus fauces para que la vergüenza pasara desapercibida a sus mirada inquisidora – Buenas noches- salude al anciano con educación cuando estuve más cerca de él y me dispuse a seguirlos sin volver a pronunciar palabra alguna.
El más joven de los dos tomo una dirección diferente en medio de aquel castillo que más que un hogar se me antojaba como un laberinto ¿Cómo no perderse entre tantas puertas y habitaciones? Desviaba la mirada para saciar mi curiosidad mientras avanzaba detrás del mayordomo, no había hecho una mala elección al decidir ofrecerle mi trabajo, no importaba si me ponía a trabajar de sol a sol y con ello podía enviarle íntegramente mi paga a mi familia, mis hermanos necesitaban tanto o más que yo una educación y comida.
La cocina era espaciosa y la mujer que la atenida me hizo soltar una sonrisa que dejo entrever mi encía mancillada – Mi nombre es Levine- me presente rápidamente, era agradable sentir que por un instante era más que una simple maquinaria de trabajo – No se preocupe estoy acostumbrado- asegure sin inmutarme por sus cuidados y curiosidad, parecía ser una buena mujer y sus carnes se contoneaban graciosamente cuando caminaba. Había cenado tres platos de lo que la cocinera me había ofrecido, en realidad no tenía ni idea de que era lo que me llevaba a la boca pero parecía llenarme el estomago, nada mas podía pedir. Agradecí sus atenciones antes de tener que partir a la habitación que me habían asignado.
- Buenas noches- pero el hombre había cerrado la puerta con demasiada rapidez como para escucharme. Me pase por el lugar, la estancia era enorme a pesar de su pobre iluminación y podía adivinar que la del dueño del lugar era mucho mayor, bendita buena suerte que había tocado aquel día a mi puerta. Me habría bañado de no haber estado tan cansada, ya tendría tiempo la mañana siguiente para hacerlo, me limite a rezar un padre nuestro y darle gracias a Dios por haber puesto a aquel inusual hombre en mi camino, solo una cosa le podía pedir, que no lo dejara descubrir la realidad de mi persona, que no supiera que yo no era Levine sino Lohane.
Me despedí del paisaje con un profundo suspiro mientras me acercaba a la puerta abierta del carruaje para bajar, sin embargo, Landman fue más rápido y con un certero movimiento planto mi cuerpo sobre el suelo. Sentí como el rubor volvía ígneas mis mejillas y espere que la obscuridad nocturna me arropara entre sus fauces para que la vergüenza pasara desapercibida a sus mirada inquisidora – Buenas noches- salude al anciano con educación cuando estuve más cerca de él y me dispuse a seguirlos sin volver a pronunciar palabra alguna.
El más joven de los dos tomo una dirección diferente en medio de aquel castillo que más que un hogar se me antojaba como un laberinto ¿Cómo no perderse entre tantas puertas y habitaciones? Desviaba la mirada para saciar mi curiosidad mientras avanzaba detrás del mayordomo, no había hecho una mala elección al decidir ofrecerle mi trabajo, no importaba si me ponía a trabajar de sol a sol y con ello podía enviarle íntegramente mi paga a mi familia, mis hermanos necesitaban tanto o más que yo una educación y comida.
La cocina era espaciosa y la mujer que la atenida me hizo soltar una sonrisa que dejo entrever mi encía mancillada – Mi nombre es Levine- me presente rápidamente, era agradable sentir que por un instante era más que una simple maquinaria de trabajo – No se preocupe estoy acostumbrado- asegure sin inmutarme por sus cuidados y curiosidad, parecía ser una buena mujer y sus carnes se contoneaban graciosamente cuando caminaba. Había cenado tres platos de lo que la cocinera me había ofrecido, en realidad no tenía ni idea de que era lo que me llevaba a la boca pero parecía llenarme el estomago, nada mas podía pedir. Agradecí sus atenciones antes de tener que partir a la habitación que me habían asignado.
- Buenas noches- pero el hombre había cerrado la puerta con demasiada rapidez como para escucharme. Me pase por el lugar, la estancia era enorme a pesar de su pobre iluminación y podía adivinar que la del dueño del lugar era mucho mayor, bendita buena suerte que había tocado aquel día a mi puerta. Me habría bañado de no haber estado tan cansada, ya tendría tiempo la mañana siguiente para hacerlo, me limite a rezar un padre nuestro y darle gracias a Dios por haber puesto a aquel inusual hombre en mi camino, solo una cosa le podía pedir, que no lo dejara descubrir la realidad de mi persona, que no supiera que yo no era Levine sino Lohane.
Fdr: Supongo que ha sido un error que le haya llamado Lohane, siempre se presenta como Levine ya que es nombre de varón.
Lohane- Humano Clase Baja
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 03/03/2013
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