encrucijada (Marie Paulette)

¿Por qué correr?, ¿Por qué el frenesí te hace sentir mejor?¿Por qué el palpitar de tu corazón desbocado te hace vibrar? te hace sentir....Libre... VIVO!!!

Simple preguntas carecentes de respuesta coherente, al menos no para la peliroja que en ese momento emprendía una carrera a toda velocidad, es decir, a la velocidad a la que una mundana con buena condición física podía aspirar, corría con todas sus fuerzas sobre las calles imponentes de París. Pronto la oscuridad de la noche comenzaba a embargarla iluminada solo por la luz de la luna que centellaba en lo alto del cielo, reposando tranquila como de costumbre, una hermosa luna llena; símbolo de poder para seres dotados de características inimaginables; seres que la peliroja ansiaba conocer...

Mientras más avanzaba frenética a su destino, miró las casas desaparecer a su espalda con ánimo, sintiendo a la vez un desconsuelo por hallarse sola en tan solemne lugar; escuchaba a la gente hablar desde sus hogares, cuanto más se acercaba al camposanto esas habladurías se perdían con los cantos de los grillos y alguno que otro insecto. El bolso que yacía inquieto sobre su hombro izquierdo estaba a punto de colapsarse debido a los inservibles objetos que contenía, pero aún así no dejaba sosegar su paso, no sabìa porque corría, pero la hacía sentir libre y entusiasta, como si aquello fuera a aliviar su dolor.

Al fin visualizaba al cementerio alzándose sobre las casas abandonadas aledañas a él; siempre le parecía mayestático el lugar, izándose en sus grandes pilares con las puertas de niquel forjado, ahora corroido por el pasar de los años, con sus magestuosas gárgolas observándolo todo desde arriba burlonas a cualquier circunstancia, desagradables en cierta forma pero dotando de un mistisismo al lugar; al cabo de unos instantes el cansancio delataba derrumbar su frágil cuerpo de un momento a otro... -que demonios- pensó aligerando el paso sentía su corazón desbocarse a punto de salir de su pecho, se detuvo unos instantes respirando agitadamente, posó su delicada mano sobre su pecho del lado del corazón, este se agitaba con fuerza, el pulso estaba descontrolado haciendo su respiración entrecortada y dolorosa, -muy bien, correr desesperada, no había sido una buena idea- murmuró reanimando el paso, caminó entre callejuelas hasta que encontró el camino que le guiaba al cementerio, su respiración aún era pesada pero seguió avanzando ahora con su bolsa en mano.
Después de un par minutos de caminar encontrò la puerta al cementerio, -cerrado- leyó molesta, buscó algún lugar por donde pudiera infiltrarse al interior, -bingo- pensó con entusiasmo escalando entre las ramas de un árbol para poder brincar al otro lado, las ramas eran ásperas llegando a rasgar su falda tiñiendola de carmín, sin darle importancia se apresuró a estar en la cercanía de los grandes barrotes.
Dió un salto con emoción cayendo sobre sus rodillas, -auch- susurró sacudiéndose y sobandose donde punzaba el dolor, el rojo escarlata descendío sobre su pierna, miró a su alrededor sonriendo con malicia, caminó conteniendo el aliento entre los sepulcros en busca de un buen lugar donde practicar, sin ser descubierta...

Cualquier persona que me conocía juraba que mi vida era fácil y perfecta, y yo de manera sumisa aceptaba aquella hipótesis como la verdadera.
Sin embargo, ademas de vivir en una gran casa, darme todos mis gustos y tener sirvientes, tenía grandes responsabilidades como dueña de la Bodega Rothschild. Pero a mi pensar, aquello no hacían mi vida menos perfecta.. de hecho, amaba mi trabajo.

-Hemos sacado dos lineas de vinos tintos nuevas... la realeza la aceptó con gusto...- Me encontraba sola en un cementerio en aquel momento, hablandole a la lápida de mi padre como si el de alguna manera sobrenatural pudiera escucharme..- También estoy a punto de abrir una gran vinoteca... creo que es el siguiente paso para seguir dando a conocer nuestros vinos...- El cementerio era gris y negro en su totalidad, excepto aquella lápida, adornada con tantas flores que hasta podía atraer mariposas. Nada me parecía mas triste que una tumba sin flores.

Nunca había conocido a mi padre, el había muerto mucho antes de que yo naciera, sin embargo mi madre me había contado tantas historias de el y de la bodega , que simplemente no podía dejar de admirarlo y de desear haberlo conocido.
Cada mes iba a verlo al cementerio para contarle los logros que la bodega iba teniendo y como estaba su esposa- Mi madre se mantiene estable con la úlcera... pero los doctores dicen que es imposible curarsela en esta etapa de su vida..- Mi voz se quebraba un poco al hablar de aquello, ella era mi único familiar vivo y la simple idea de perderla también me desmoronaba moralmente.

Una fina lágrima corrió por mi mejilla y aún así sonreía con dulzura, imaginaba entonces que a mi padre no le gustaría verme llorar.
De momento a otro mis pensamientos se esfumaron al oír una rama quebrarse, pude notar entonces también lo tarde que era, ya había anochecido. Miré la luna de manera histérica y suspiré aliviada al notar que no estaba "llena". A unos pocos metros de mi había una mujer pelirroja que respiraba entrecortadamente como si su corazón fallará.
Al contrario de cualquier otra persona, en vez de sentir miedo, sentí compasión por ella.
Me levanté y acerqué con velocidad.
-Estas sangrando...¿Necesitas ayuda? ¿Estas perdida?- Miré sus rodillas con la necesidad de limpiarle la sangre... después de todo, una infección en aquella época podía significar la muerte.

Lo peor ya había pasado al menos eso creía hasta que se dió cuenta de que su plan de no ser descubierta se había esfumado, -puff, así de fácil-pensò molesta mientras escuchaba a la dama que me hablaba con inquietante apariencia, daba una apariencia de ser una mujer bien posicionada y recatada, -amm...si estoy bien, gracias- dijo con amabilidad haciendo un ademán con la cabeza en son de saludo, después de todo ella siempre podía sanarse con el uso de alguna hechicería -perdone si he molestado a sus plegarias- se encontró diciendo esbozando una media sonrisa, la preogupación de la mujer le causaba una alegría profunda, eso indicaba que por lo menos aún existían personas que les importaba el prójimo y no solo su existencia.
-Solo quería venir a pasear entre silenciosos aposentos, aquí nadie molesta a nadie-dijo aúnque no sabía porqué se había excusado, no creía que fuera a importarle el porqué estaba allí, y no sabía hasta que punto la dama frente a ella tenía conocimiento de la existencia de las brujas, muchos de los personajes sobrenaturales no sabían que existían otras especies diferentes salvo ellos.

La mujer que estaba enfrente mío era totalmente extraña. Primero que nada su pelo no lucía la moda victoriana, no llevaba una espamentosa peluca ni ningún peinado de los que se solían llegas. Sumado a aquello sus palabras no eran de los más normales tampoco... después de todo ¿Qué clase de persona venía a pasear al cementerio?...y a estas horas.

Bueno, tampoco nada de aquello era tan grave y no conocía a la mujer como para hacerme aquellas preguntas.
Me dirigí hasta ella y agache a la altura de las rodillas, tomé un pañuelo de mi cartera y le limpié la herida, después de todo me imaginé que diría que estaba bien... Todos solemos minimizar esas cosas.

-Cierto... los muertos no molestan...- Sonreí recordando a los vampiros... Nunca había terminado de entender si ellos estaban muertos o vivos...- Pero aún así debe ser peligroso caminar a estas horas por aqui.... yo misma no me di cuenta de lo tarde que era- Rezongué, realmente había estado toda la tarde ahí.
Me levanté cuando terminé de sacarle la tierra y la sangre seca e hice una reverencia elegante- Mi nombre es Paulette Rothschild...- Atras de mi estaba la tumba de mi padre, marcada como "Edmund Rothschild" - Vengo aca cada mes y suelo perder la noción del tiempo...- Ni si quiera sabía porque le estaba contando aquello, ni siquiera la conocía..

Sus ojos azules parecían escrutarme de entre las sombras, cosa que me desagradó un poco, pero dado mi apariencia, creo que comprendía hasta cierto punto su manera de mirarme, sostuve una media sonrisa en ademán de amabilidad, no es que no me apreciara su gesto hacia conmigo y más aún cuando vi hacer un acto de sencillez por su parte.

Me auxilió las heridas con finos movimientos que quitaron residuos de tierra y sangre, hizo un gesto que gozaba de gracia y elegancia; muchas veces había visto hacer esa clase de gestos, tan sutiles que envidiaba pero nunca había sido curiosa para imitarlos, como buena americana simplemente me limité a asentir -Merci- agradecí con una sonrisa tímida y retraída, escuchándola con gran interés, -oh! nada me pasará, se cuidarme bien-comenté encogiéndome de hombros y esbozando una sonrisa cargada de confianza.

-Es un placer madame, soy Galatea Mozambique-inquirí conservando una sonrisa de suficiencia, noté cierto tono de tristeza al escucharla decir que venía cada mes, su padre yacía bajo sus pies en una digna sepultura, la compadecí por su perdida, podía imaginar su dolor, aunque ya estaba acostumbrada a ello, ser subdirectora en el Hospital local era suficiente para acrecentar mi fuerza ante el dolor ajeno.

-Tiene razón aquí se pasan las horas sin darse cuenta, siendo un lugar tranquilo donde el pensar y soñar despierta se da con facilidad- me encontré diciendo con poco más de entusiasmo que quería demostrar, -a todo esto, ¿Como se irá?, ya han cerrado el cementerio-inquirí con un deje de preocupación por la dama frente a mí, no parecía ser la misma clase que yo..., que andaba saltando cerca ni nada por el estilo.

Algo raro giraba en torno a la muchacha que se presentó como Galatea y es que pasear por un cementerio no solo no era normal sino que era peligroso... Claro, estaba a salvo de la mayoría de los hombres lobos, a juzgar por la luna. ¿Pero no le temía a los vampiros, a los asesinos y a los demas locos que frecuentaban la noche de París?
Su respuesta no me dejó contenta pero tampoco tenía porque meterme... Al fin y al cabo también era peligroso para mi y ahí estaba ¿No?

-El placer es mío..-Respondí con el debido respeto.
Ella me preguntó como saldría de ahí.. Buena pregunta, el vestido era demasiado armado como para saltar un enrejado... no hubiera tenido problemas de romperle la enagua o la pollera y saltarlo. Digamos que algunas ventajas tenía tener mi peluda enfermedad... pero adoraba esa ropa, no quería romperla, ni quitarme los zapatos.
-Pues.. debería haber algún cuidador ¿No?- Mi voz no era para nada convencida y la verdad era que la idea de que hubiera un cuidador era más que remota, nula. Me mordí el labio pensando en como salir hasta que una gran ventisca me revolvió el cabello. Suspiré y me crucé de brazos para darme algo de calor, también estaba comenzando a refrescar. El viento movía las copas de los árboles de lado ahora y silbaba entre las lápidas de tal manera que parecía que alguien se estaba lamentando. Sin duda era tétrico pero eso no era lo que me preocupaba.
-Creo que sera mejor que busque algún alambrado roto o puerta abierta...-Me encogí de hombros, ¿Qué otra cosa me quedaba? No pensaba dormir en un cementerio...

La miró con amabilidad y sonrió tímidamente, la miró algo preocupada, no quería que fuera a pensar que estaba loca por haber ingresado a ese lugar, Galatea aún no quería irse había ido hasta allí a practicar su hechicería y más aún por que este hechizo era muy importante para su persona y el hospital.

-Quizá debería ayudarte a buscar una salida-sugerí mientras saltaba una tumba sin pisarla, llevaba unas botas altas de color ambarino con un vestido un tanto corto, que había confeccionado para esta clase de ocaciones donde tendría que saltar o cruzar lugares "prohibidos".

El viento comenzó a correr erizandole los vellos de los brazos, un silbido provenía de el, cuál lamento infernal, suspiró por que el tiempo se le agotaba, esta clase de viento es lo que necesitaba para su ritual, sin embargo una dama complicaba su estancia en aquel pulcro aposento.

-Deberíamos buscar en la capilla, tal ves allí se refugie el velador del cementerio- inquirí pasando junto a ella, a pesar de ser nueva en París el primer lugar que memoricé en toda la extensión de la palabra fué en cementerio..., un digno lugar donde la magia refulgía a grandes zancadas.

Un fuerte viento azotó el lugar, el frío infernal rosó sus mejillas haciendo tintinear los amuletos que sujetados en una fina cadena de oro blanco cubrían su blanco cuello, suspiró con alivio ya que esto la protegía, era uno de esos días donde la magia tiende a cruzar el límite de la humanidad...,

Se volvió con preogupación a la dama y le sonrió, se despojó de un amuleto en forma de estrella, más bien un pentagrama color ocre con esmeraldas en cada uno de sus vértices, -tome esto-dijo tendiendole el amuleto sobre su palma, -por limpiar mis heridas, como agradecimiento..., tómelo por favor- sa excusó aunque no era del todo cierto, si le estaba agradecida pero esté amuleto se lo daba como protección contra las fuerzas que se estaban colando de una realidad alterna a su mundo.

La mujer saltaba con facilidad de tumba en tumba y a mi solo se me enredaba el vestido con las ramas de los árboles y se me enterraba el tacón en la tierra. Sentía una frustración total y empezaba a desear estar vestida de manera rara y extravagante, pero cómoda, y no elegante e incomoda.

-Si tal vez lo mejor sea que vallamos a ver en la capilla... - La idea era bastante sensata, pero la idea de caminar hasta allí en mi ya nombrado atuendo no me daba gracia.

Caminamos hacia a la iglesia, ella con gracilidad, y yo como un ogro haciendo malabares para no tropezarme con nada. La parte inferior de mi vestido comenzaba a embarrarse, un digno desastre del Haute Couture de la época.
De un segundo a otro mi acompañante me tendió una especie de collar solo que en vez de un pequeño dije, tenía un amuleto de pentagrama con esmeraldas. Era una rústica pero hermosa pieza que admire a la luz de la luna.
-Valla..-Estaba sorprendida, me había tomado por sorpresa sin duda – Es muy amable de tu parte, es muy hermoso...- Contesté encantada por tan repentino regalo - ¿Tiene algún significado en especial?- Me pregunté por un segundo si la mujer que me acompañaba era una gitana, ellos solían usar collares y ropas extravagantes, pero también sabía que la mayoría no eran de fiar. Fiel a mi pensamiento de no prejuzgar intenté no sacar conclusiones sobre el porqué de aquel regalo y opté por preguntarle - ¿Eres una de aquellas Gitanillas?- No quería sonar discriminadora ni juzgarla, por eso mi voz fue curiosa y dulce, abierta a la respuesta que ella quisiera dar.

Sin darnos cuenta llegamos a la capilla, sin embargo y para mi infortunio no había nadie en ella, solo una tétrica imagen del “Señor” y unas velas que a duras penas se mantenían encendidas. Tomé una de ellas para alumbrar mejor el lugar y mire a mi acompañante. –No quiero distraerte con tus cosas, tal vez sea mejor que me quede aquí hasta que amanezca…- Me era ajeno lo que ella hacía en un cementerio a esta hora y no quería molestarla, aunque curiosidad me sobraba.

Sonrió al ver la cara de la dama que la acompañaba, se notaba en su expresión que le había gustado tal amuleto, aunque después la curiosidad cruzó su rostro, me encogí de hombros para no contestar su pregunta..., no podía decirle el significado que tenía o sí?
-Sirve de protección, dado que estamos en el cementerio..., todo puede ocurrir aquí- inquirí muy a pesar, no me agradaba hablar de ello, aunque esta dama me inspiraba mucha confianza.

Una sutil sonrisa curvó mis labios, -oh! no mi señora, yo no soy una gitana-negué con la cabeza con cierta diversión, ya que el tono de voz que había empleado era demasiado cauteloso, imaginó que sería para que la pregunta no fuera tan personal e indiscreta..., alguna clase de gitanas estaban dotadas de poderes pero no mucho más que simples previsiones, al decir verdad la fama de las gitanas se limitaba a las lecturas de cartas y las mayorías siendo estafadoras y nada confiables..., aunque también existían ciertos brujos charlatanes, al menos ese no era mi caso.

El pasar entre los sepulcros era muy fácil, tal ves el hecho de ir constantemente al cementerio en plena oscuridad era todo un desafío que poco a poco había ido cumpliendo, más sin en cambio la mujer con su fino vestido que al principio era pulcro y bello ahora llenándose de lodo y ramillas que de paso se quedaban plantadas en los poros de la tela, le parecía que esto era complicado.

En un dos por tres nos encontrábamos en la capilla, no había nadie no al menos vivo, suspiré con desaliento y la miré parecía un tanto perpleja..., el hecho de que alguien de su legado estuviera en esta clase de lugar con una bruja a estas horas de la noche era algo para que preocuparse, -no diga eso..., buscaremos otra salida, además únicamente venía a pensar y pasar el rato..., ya sabe, la mayoría de mis enfermos terminan aquí es lindo venir a visitarlos de vez en cuando- dijo a penas en un susurro, lo bastante fuerte para que la dama lo escuchara, a veces creía que todo en ese lugar podía escucharla... inclusive las paredes y los santos.

Sonreí al escuchar lo que decía, un amuleto... ¿Para protegerme de los muertos? ¿Porque necesitaba cuidarme de los muertos si todos los vivos eran 100 veces más peligrosos?
-No le temo a los muertos... después de todo, muertos están...- susurré irónicamente y algo frustrada ya de no poder salir.

Coloqué el amuleto alrededor de mi cuello y lo miré una vez más, me parecía un objeto muy interesante y particular por lo que a partir de ese momento ya sabía que sería de mis objetos tal vez inútiles pero preferidos.
Me sentí levemente agradecida por el hecho de no estar sola y de que la luna no estuviera llena. También por el hecho de que no era gitana, no quería juzgarla pero simplemente me sentía más aliviada en el hecho.

-Valla no me puedo imaginar lo que debe ser su trabajo, digo, sentimentalmente, yo creo que no podría soportarlo- Reflexioné sobre sus palabras y sentí un leve dolor en la garganta, recordaba a las personas que había matado por error en las noches de luna llena y realmente no me sentía orgulloso de aquello.

Sonrió ante el comentario de la jóven, -supongo que tiene razón, aunque dicen que hay fuerzas mas allá de nuestra comprensión, es por ello que no se, traigo esa clases de cosas, ha de creer que soy supersticiosa- dijo encogiéndose de hombros con jovialidad, -dejeme decirle, que si lo soy- comentó con una risita burlona, y le guiñó el ojo con efusividad, caracter muy típico en Galatea cuando solía ser una niña.
Vió parpadear el amuleto sobre el pecho de Marie, sonrió con complacencia y alivio para sí misma, con esto se sentía un poco más segura..., solo un poco, ahora solo necesitaba sacar a la mujer de allí, lo menos que quería era que se encontraran atrapadas en un abismo fantasmal o algo por el estilo..., el límite entre los mundos, la hora de las brujas se acercaba peligrosamente, hecho que la hacía vulnerable ante cualquier fuerza.
-Es un trabajo muy duro y triste a decir verdad, pero me agrada el hecho de sentirme útil, saber que puedo ayudarle a alguién a sanarle o serle de apoyo en sus momento de agonía, es por lo que realmente estoy aquí en este mundo en el hoy y en el ahora, es por ellos por lo que existo- aseguró mirándo a la nada, como las almas en pena deamulaban, algunas que ella conocía, algunas le sonreían, otras tantas pasaban sin siquiera darse cuenta de su presencia y otras mas paracían atormentadas y de enojadas...
-salgamos de aquí, es muy tarde y comienza a hacer frío- dijo caminando hacia la salida del cementerio.