AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Are you ready for your surprise? [Sinnove]
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Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Después de un día entero tras la visita sorpresa al burdel y la repentina inspiración de tenderle una sorpresa a Sinnove, la invitó a ir a casa. Por supuesto había esperado un día entero para poder tenerlo todo listo, sin embargo había tenido que meter un poco de prisa. ¿La sorpresa? Pues como a la rubia le gustaba la danza y bailar, era probable que necesitara un sitio donde hacerlo, y en la casa había algunas habitaciones libres por lo que convirtió una de estas en un salón de baile. Todas las paredes rodeadas con espejos y equipada hasta el último detalle, lo cierto es que le había costado lo suyo, no solo por lo necesario para armarla sino también por la prisa con la que había insistido la latina para que terminaran. Pero le daba igual, tenía tiempo para volver a recuperar el dinero tan efímero como era, mas no había nada comparable a la expectación que tenía la rubia, y esperaba que la idea le gustara tanto como a la morena.
Mientras los encargados de transformar su habitación ultimaban los detalles finales la latina se retiró a su habitación para darse un baño antes de recibir la visita. Puesto que todavía debía atender unos papeles que la esperaban encima de su escritorio, decidió vestirse “como Santiago” y ya luego se cambiaría para atender a la rubia. Habiendo terminado el baño y estando vestida cómodamente se dirigió con bastante rapidez hasta su biblioteca, que hacía a la vez de despacho improvisado. Quería terminar rápidamente el papeleo y cuanto antes empezara antes terminaría, también sabía que en cuanto llegara su rubia no tendría consideración alguna con el trabajo y lo dejaría de lado a pesar de que ya había lo había aplazado varios días, además no sería de buena educación no atender a los invitados y más siendo su invitada quién era.
Teniendo en cuenta la hora mandó preparar algo de cenar, pero nada como la primera cena, quería algo simple y no tan ostentoso, y que tuvieran en mente que la comida sería para una persona nada más en vez de para veinte como la última vez. Aunque por supuesto no es que se desaprovechara la comida de ese día, lo que pudieron comer sus empleados se lo quedaron ellos y lo demás fue repartido entre habitantes que no tenían un trozo de pan para llevarse a la boca. La morena no es que fuera un alma caritativa siempre, pero si podía ayudar por qué no hacerlo, total la comida no es que le hiciera mucha falta a ella.
Sumida entre papeles escuchó como la puerta se abría ligeramente dando paso a su querida mascota que sin siquiera mirarla se subió al sillón. Santana se la quedó mirando con la ceja alzada, puede que hubiera mimado demasiado a la gata– Miss Muffet, pero qué confianzas son esas, deberías comportarte y parecerte más a tu dueña –empezó a decirle muy seria mientras ama y gata mantenían el contacto visual hasta que no pudo evitar reírse ante su propio sarcasmo, la verdad es que la gata se comportaba igual que su ama y eso cualquiera que las viera a las dos lo podía comprobar. Negó con la cabeza cuando la mascota volvió a ignorarla absolutamente convirtiéndose en una bola para dormir y profiriendo algún que otro ronroneo de vez en cuando, la morena decidió que era mejor volver a donde estaba si quería terminar alguna vez.
Tan concentrada estaba que ni cuenta se dio del paso del tiempo, cuando se quiso dar cuenta María había entrado, pidiendo permiso como siempre, y le había anunciado de que su compañía ya había llegado. Sonrió como una tonta y entonces cayó en la cuenta de su vestuario, ya tendrá razones para burlarse otra vez… Rodó los ojos ante su pensamiento y se encogió de hombros. Le dijo a su empleada que la hiciera pasar hasta donde se encontraba, así aprovechaba y apuraba hasta el último segundo. Sin embargo no había tenido suficiente y no había hecho apenas un cuarto de todo lo que le quedaba. Suspiró resignada, sabiendo que al día siguiente debería ponerse a hacerlo sin más remedio, y se hundió en el sillón mientras miraba hacia la puerta esperando la entrada de la persona que le alegraba los días.
De pronto oyó como su gata saltaba del sillón para salir al encuentro de la rubia, nunca la había visto darse tanta prisa en salir para recibir a nadie ni siquiera cuando ella misma llegaba a la casa. Definitivamente le agrada más que yo… Sonrió de medio lado ya no le daba celos, bueno no mientras la rubia siguiera haciéndole más caso que a la gata. Ligeramente se removió un poco el pelo quitándose el recogido que se había hecho para estar más cómoda y acicalándolo un poco. Al final no le había dado tiempo a arreglarse un poco, y no es que le agradara mucho, por ello que en su rostro se había formado esa mueca con el ceño ligeramente fruncido sin que se hubiera dado cuenta. Le gustaba demasiado destacar como para que la persona a la que quería impresionar la viera dos veces seguidas con vestimentas varoniles, pero por mucho que corriera no le daba tiempo a cambiarse sin hacerla esperar, y sus ganas de verlas se anteponían a ponerse un vestido incómodo y acicalarse, además de que tardaba lo suyo.
Mientras los encargados de transformar su habitación ultimaban los detalles finales la latina se retiró a su habitación para darse un baño antes de recibir la visita. Puesto que todavía debía atender unos papeles que la esperaban encima de su escritorio, decidió vestirse “como Santiago” y ya luego se cambiaría para atender a la rubia. Habiendo terminado el baño y estando vestida cómodamente se dirigió con bastante rapidez hasta su biblioteca, que hacía a la vez de despacho improvisado. Quería terminar rápidamente el papeleo y cuanto antes empezara antes terminaría, también sabía que en cuanto llegara su rubia no tendría consideración alguna con el trabajo y lo dejaría de lado a pesar de que ya había lo había aplazado varios días, además no sería de buena educación no atender a los invitados y más siendo su invitada quién era.
Teniendo en cuenta la hora mandó preparar algo de cenar, pero nada como la primera cena, quería algo simple y no tan ostentoso, y que tuvieran en mente que la comida sería para una persona nada más en vez de para veinte como la última vez. Aunque por supuesto no es que se desaprovechara la comida de ese día, lo que pudieron comer sus empleados se lo quedaron ellos y lo demás fue repartido entre habitantes que no tenían un trozo de pan para llevarse a la boca. La morena no es que fuera un alma caritativa siempre, pero si podía ayudar por qué no hacerlo, total la comida no es que le hiciera mucha falta a ella.
Sumida entre papeles escuchó como la puerta se abría ligeramente dando paso a su querida mascota que sin siquiera mirarla se subió al sillón. Santana se la quedó mirando con la ceja alzada, puede que hubiera mimado demasiado a la gata– Miss Muffet, pero qué confianzas son esas, deberías comportarte y parecerte más a tu dueña –empezó a decirle muy seria mientras ama y gata mantenían el contacto visual hasta que no pudo evitar reírse ante su propio sarcasmo, la verdad es que la gata se comportaba igual que su ama y eso cualquiera que las viera a las dos lo podía comprobar. Negó con la cabeza cuando la mascota volvió a ignorarla absolutamente convirtiéndose en una bola para dormir y profiriendo algún que otro ronroneo de vez en cuando, la morena decidió que era mejor volver a donde estaba si quería terminar alguna vez.
Tan concentrada estaba que ni cuenta se dio del paso del tiempo, cuando se quiso dar cuenta María había entrado, pidiendo permiso como siempre, y le había anunciado de que su compañía ya había llegado. Sonrió como una tonta y entonces cayó en la cuenta de su vestuario, ya tendrá razones para burlarse otra vez… Rodó los ojos ante su pensamiento y se encogió de hombros. Le dijo a su empleada que la hiciera pasar hasta donde se encontraba, así aprovechaba y apuraba hasta el último segundo. Sin embargo no había tenido suficiente y no había hecho apenas un cuarto de todo lo que le quedaba. Suspiró resignada, sabiendo que al día siguiente debería ponerse a hacerlo sin más remedio, y se hundió en el sillón mientras miraba hacia la puerta esperando la entrada de la persona que le alegraba los días.
De pronto oyó como su gata saltaba del sillón para salir al encuentro de la rubia, nunca la había visto darse tanta prisa en salir para recibir a nadie ni siquiera cuando ella misma llegaba a la casa. Definitivamente le agrada más que yo… Sonrió de medio lado ya no le daba celos, bueno no mientras la rubia siguiera haciéndole más caso que a la gata. Ligeramente se removió un poco el pelo quitándose el recogido que se había hecho para estar más cómoda y acicalándolo un poco. Al final no le había dado tiempo a arreglarse un poco, y no es que le agradara mucho, por ello que en su rostro se había formado esa mueca con el ceño ligeramente fruncido sin que se hubiera dado cuenta. Le gustaba demasiado destacar como para que la persona a la que quería impresionar la viera dos veces seguidas con vestimentas varoniles, pero por mucho que corriera no le daba tiempo a cambiarse sin hacerla esperar, y sus ganas de verlas se anteponían a ponerse un vestido incómodo y acicalarse, además de que tardaba lo suyo.
Santana López- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 24/06/2012
Edad : 34
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Por segunda vez en lo que llevaba de vida, tenía la oportunidad de volver a sentir esa sensación de hormigueo extremo en la boca del estómago. A pesar de que para nada podía compararse con los nervios de la primera vez, no podía estarme quieta demasiado tiempo en el mismo sitio.
De hecho, el cochero enviado por Santana para recogerme debía de estar a punto de perder la paciencia por completo, ya que me había pasado todo el viaje jugueteando con mis dedos, cambiandome de sitio entre los asientos disponibles y mirando por la pequeña ventanilla, y aunque él iba en otro compartimento separado del transporte, debía de estar a punto de desquiciarse al sentir tanto jaleo en la parte de atrás.
Recordaba perfectamente de la vez anterior que el camino a la mansión de Santana no era demasiado largo, pero en esta ocasión se me estaba haciendo eterno. Cada vez me era más difícil estar sin ella, y un solo día sin verla parecía una eternidad frente a mis ojos. Traté de hacer todo lo posible por mantener mi impaciencia bajo control, ya que de poco o nada me serviría.
Cuando el transporte se detuvo frente al porche de la mansión, apenas le di tiempo al pobre hombre para abrirme la puerta, saliendo al exterior de un salto que logró sobresaltarle. Después de casi una semana de reposo absoluto me sentía llena de energía, como una bomba a punto de explotar.
La puerta principal se abrió aún cuando no había llamado nadie, captando por completo mi atención. Sin embargo, no pude evitar dibujar cierta expresión de decepción en mi rostro al ver a María, una de las empleadas de Santana, al otro lado y no a mi vampiresa favorita. Aún así, la muchacha me recibió amablemente, pidiéndome que esperase en el hall unos instantes mientras que se encargaba de avisar a la dueña de la casa de mi llegada.
Me quedé quieta en el sitio, con los pies firmemente pegados al suelo y la espalda muy recta. Sin embargo, a los pocos minutos, no pude evitar la tentación de acercarme hasta un espejo que había próximo a mi posición, evaluando mi aspecto físico.
Mi cabello era un auténtico desastre. Por más que había intentado hacerme un recogido elaborado, no hubo manera de domar los diferentes mechones rubios, por lo que al final no me quedó otra que dejarlo suelto y cayendo en ligeras ondas sobre mi espalda. Podría haberle pedido ayuda a Florette, ya que sabía que mi mentora y amiga estaría dispuesta a arreglarme y que disfrutaba haciéndolo, pero eso implicaría tener que darle demasiadas explicaciones del porqué de mi súbito interés por lucir espléndida. Un vestido azul-cielo algo revelador cubría mi cuerpo, mientras que un poco de carmín aplicado sobre mis labios le daba al conjunto un aire algo menos asalvajado y más sofisticado.
Estaba tan distraída admirando mi propio reflejo que no me percaté de que habían vuelto a buscarme hasta que un sonoro miau llamó mi atención.
—¡Miss Muffet!—exclamé, arrodillándome inmediatamente para poder coger a la gata entre mis brazos. María puso cara de sorpresa al verme interaccionar con el animal, probablemente porque ninguno de los habitantes de la casa habría podido hacer lo que yo acababa de hacer sin recibir un buen arañazo a cambio. Sin embargo, ahí estaba yo, una auténtica extraña dándole caricias y arrumacos a la gata más huraña de la Tierra—Has crecido, ¿verdad?—añadí, utilizando ese tono de voz que los adultos solían reservar para hablar con niños pequeños—Sí, sí que lo has hecho.
Sin salir aún de su estado de sorpresa, María me informó de que Santana me esperaba en la biblioteca. La muchacha me indicó el camino, aunque sin llegar a acompañarme hasta la mismísima puerta. Abrazando a la gata como si de un peluche se tratase, llamé suavemente con los nudillos antes de entrar en la habitación. Una sonrisa de adoración absoluta se dibujó en mis labios al verla al fin frente a mí.
Escondiendo mi rostro ligeramente en el pelaje de Miss Muffet, dejé que mi mirada se cruzase con la suya por primera vez antes de empezar a caminar hacia adelante, recortando los excasos metros que nos separaban. Dándole un pequeño beso en la cabeza, en el espacio que había entre sus orejas, dejé a la gata sobre el sillón.
—Me alegro de volver a verte, Santiago. Pero yo había venido a ver a Santana, ¿alguna idea de dónde puedo encontrarla?—saludé, girando mi cuerpo en su dirección y mirando a la morena con expresión pícara e inevitablemente burlona.
Mientras que hablaba había seguido caminando, por lo que finalmente pude rodear su cuello con mis brazos y acercar mi rostro al suyo hasta depositar un pequeño beso sobre sus labios. Por fin.
De hecho, el cochero enviado por Santana para recogerme debía de estar a punto de perder la paciencia por completo, ya que me había pasado todo el viaje jugueteando con mis dedos, cambiandome de sitio entre los asientos disponibles y mirando por la pequeña ventanilla, y aunque él iba en otro compartimento separado del transporte, debía de estar a punto de desquiciarse al sentir tanto jaleo en la parte de atrás.
Recordaba perfectamente de la vez anterior que el camino a la mansión de Santana no era demasiado largo, pero en esta ocasión se me estaba haciendo eterno. Cada vez me era más difícil estar sin ella, y un solo día sin verla parecía una eternidad frente a mis ojos. Traté de hacer todo lo posible por mantener mi impaciencia bajo control, ya que de poco o nada me serviría.
Cuando el transporte se detuvo frente al porche de la mansión, apenas le di tiempo al pobre hombre para abrirme la puerta, saliendo al exterior de un salto que logró sobresaltarle. Después de casi una semana de reposo absoluto me sentía llena de energía, como una bomba a punto de explotar.
La puerta principal se abrió aún cuando no había llamado nadie, captando por completo mi atención. Sin embargo, no pude evitar dibujar cierta expresión de decepción en mi rostro al ver a María, una de las empleadas de Santana, al otro lado y no a mi vampiresa favorita. Aún así, la muchacha me recibió amablemente, pidiéndome que esperase en el hall unos instantes mientras que se encargaba de avisar a la dueña de la casa de mi llegada.
Me quedé quieta en el sitio, con los pies firmemente pegados al suelo y la espalda muy recta. Sin embargo, a los pocos minutos, no pude evitar la tentación de acercarme hasta un espejo que había próximo a mi posición, evaluando mi aspecto físico.
Mi cabello era un auténtico desastre. Por más que había intentado hacerme un recogido elaborado, no hubo manera de domar los diferentes mechones rubios, por lo que al final no me quedó otra que dejarlo suelto y cayendo en ligeras ondas sobre mi espalda. Podría haberle pedido ayuda a Florette, ya que sabía que mi mentora y amiga estaría dispuesta a arreglarme y que disfrutaba haciéndolo, pero eso implicaría tener que darle demasiadas explicaciones del porqué de mi súbito interés por lucir espléndida. Un vestido azul-cielo algo revelador cubría mi cuerpo, mientras que un poco de carmín aplicado sobre mis labios le daba al conjunto un aire algo menos asalvajado y más sofisticado.
Estaba tan distraída admirando mi propio reflejo que no me percaté de que habían vuelto a buscarme hasta que un sonoro miau llamó mi atención.
—¡Miss Muffet!—exclamé, arrodillándome inmediatamente para poder coger a la gata entre mis brazos. María puso cara de sorpresa al verme interaccionar con el animal, probablemente porque ninguno de los habitantes de la casa habría podido hacer lo que yo acababa de hacer sin recibir un buen arañazo a cambio. Sin embargo, ahí estaba yo, una auténtica extraña dándole caricias y arrumacos a la gata más huraña de la Tierra—Has crecido, ¿verdad?—añadí, utilizando ese tono de voz que los adultos solían reservar para hablar con niños pequeños—Sí, sí que lo has hecho.
Sin salir aún de su estado de sorpresa, María me informó de que Santana me esperaba en la biblioteca. La muchacha me indicó el camino, aunque sin llegar a acompañarme hasta la mismísima puerta. Abrazando a la gata como si de un peluche se tratase, llamé suavemente con los nudillos antes de entrar en la habitación. Una sonrisa de adoración absoluta se dibujó en mis labios al verla al fin frente a mí.
Escondiendo mi rostro ligeramente en el pelaje de Miss Muffet, dejé que mi mirada se cruzase con la suya por primera vez antes de empezar a caminar hacia adelante, recortando los excasos metros que nos separaban. Dándole un pequeño beso en la cabeza, en el espacio que había entre sus orejas, dejé a la gata sobre el sillón.
—Me alegro de volver a verte, Santiago. Pero yo había venido a ver a Santana, ¿alguna idea de dónde puedo encontrarla?—saludé, girando mi cuerpo en su dirección y mirando a la morena con expresión pícara e inevitablemente burlona.
Mientras que hablaba había seguido caminando, por lo que finalmente pude rodear su cuello con mis brazos y acercar mi rostro al suyo hasta depositar un pequeño beso sobre sus labios. Por fin.
- OFF:
- No te exagero cuando te digo que llevo 3 puñeteros días para escribir el post y que los astros se han aliado en mi contra para no dejarme hacerlo xD De hecho, casi tiro el PC por la ventana cuando al tenerlo casi entero se me ha reiniciado y he tenido que volver a empezar... u__u
¡Lamento la espera!
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 306
Fecha de inscripción : 13/07/2012
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Igualmente, y aunque lo primero que había hecho nada más entrar había sido meterse con su apariencia, se le dibujó una sonrisa en la cara denotando la alegría de verla. Alzó una ceja mientras se cruzaba de brazos conforme se iba acercando a ella, sin embargo una vez la tuvo delante no hizo más que abrazarla por la cintura y apretarla contra su cuerpo haciendo que volviera a besarla ligeramente. Sonrió con suficiencia y la acarició con la mirada, advirtiendo que su cabello estaba un poco más rebelde de lo común, cosa que solo consiguió ensanchar su sonrisa hasta enseñar sus blancos dientes.
—Mmmm…creo que por ahora tendréis que conformaros con mi compañía, aunque quién sabe, quizás más tarde y si buscáis bien encontréis a quien buscáis —susurró sobre sus labios sin abandonar la sonrisa y volvió a depositar otro beso sobre sus labios, los cuales estaban impregnados de un rojo carmín haciéndose más llamativos en contraste con su tono de piel. Atrayéndola un poco más hacia ella hizo que se sentara encima y por el rabillo del ojo vio como su gata las miraba con bastante atención— creo que la bola de pelo te ha echado bastante de menos…—ladeó la cabeza señalando al animal que no perdía detalle desde aquel sillón que proclamaba como suyo.
Tomó un mechón de cabello rubio entre sus dedos y se le escapó una risita al comprobar efectivamente que tenía el pelo un tanto alborotado— ¿cómo haces siempre para verte tan…tan… —y ahí estamos de nuevo Tana, no puedes decir una frase coherente si la miras a los ojos— tan preciosa…? —consiguió callar a su conciencia que no hacía más que molestarla, aunque sabía perfectamente que llevaba razón. Se mordió ligeramente el labio inferior, ahora empezaban a invadirla los nervios aunque sabía disimularlos y así no ser tan obvia de algunas cosas, pero tenía cierta suposición de que ante la rubia era un libro abierto, sobre todo si establecían conexión directa entre sus miradas. Dicen que los ojos son el espejo del alma ¿no? Porque ella debe estar viéndolo todo…
No había pasado mucho tiempo desde que se habían visto la última vez, pero teniendo en cuenta las condiciones que llevaron a su último encuentro y la necesidad de tenerla a su lado, ese único día se había pasado más lento que cuatrocientos años— te noto de muy, muy buen humor y con mucha energía también —rio entre dientes, normalmente solía ser muy enérgica pero esta vez la veía más hiperactiva que de costumbre, suponía que debía ser por el reposo de toda la semana o quizás solo era su imaginación. Aunque sabía formas de cansarla y hacer que se relajara. ¡Santana López! Deja de pensar así por favor, menuda pervertida no estás hecha, que no puedes pensar en otra cosa… Y de nuevo, su balde de agua fría para bajarle los humos.
La mano que antes se había entretenido con un mechón ahora recorría con total suavidad y lentitud su rostro, acariciando con la yema de sus dedos e intentando memorizar cada rasgo característico. Abandonó su tarea antes de tiempo para volver a la posición inicial, abrazándola por la cintura. Volvió el rostro para conectar miradas con su mascota, que la verdad es que empezaba a incomodarle tanta observación por parte de su propia gata pero tampoco la culpaba porque con semejante diosa delante normal que hasta la gata se quedara observando durante un largo tiempo.
Frunció ligeramente el ceño ante sus propios pensamientos pero deshizo rápidamente la mueca. Si su cara reflejaba cada pensamiento que tuviera, probablemente ya la habrían tildado de loca hace mucho tiempo, pero por suerte sabía ocultar sus pensamientos. Dejó de divagar y acarició los brazos de la rubia hasta llegar a sus manos, que se encontraban abrazadas a su propio cuello. Deshizo el agarre para poder entrelazar sus manos— bueno, señorita Lindstrom, tenemos al menos dos planes principales en el día de hoy, usted elige por cuál empezar —y sinceramente esperaba que todo el tiempo no se limitara a la conversación pendiente y a la entrega de su sorpresa, de hecho tenía un tercer plan más como extra, aunque no iba a decir una palabra al respecto, tenía que salir espontáneamente.
Se humedeció los labios esperando de su respuesta, no tenía claro cuál de las dos opciones la ponía más nerviosa, bueno en realidad sí que lo sabía. Igualmente debía afrontar ambas con buen talante y elegancia, total lo peor de todas las cosas que podían hablar ya estaba superado ¿no? Al menos eso se decía a ella misma para intentar contener y relajar sus nervios, aunque esto era casi imposible estando en presencia de su alma gemela, que ya podían encontrarse en la situación más relajada y cómoda posible que siempre tendría esa sensación de nervios en la boca del estómago. Aunque todo hay que decirse, tampoco era una sensación desagradable, significaba que existía esa conexión entre ambas y esperaba que durara para siempre y que nunca se extinguiera.
—Mmmm…creo que por ahora tendréis que conformaros con mi compañía, aunque quién sabe, quizás más tarde y si buscáis bien encontréis a quien buscáis —susurró sobre sus labios sin abandonar la sonrisa y volvió a depositar otro beso sobre sus labios, los cuales estaban impregnados de un rojo carmín haciéndose más llamativos en contraste con su tono de piel. Atrayéndola un poco más hacia ella hizo que se sentara encima y por el rabillo del ojo vio como su gata las miraba con bastante atención— creo que la bola de pelo te ha echado bastante de menos…—ladeó la cabeza señalando al animal que no perdía detalle desde aquel sillón que proclamaba como suyo.
Tomó un mechón de cabello rubio entre sus dedos y se le escapó una risita al comprobar efectivamente que tenía el pelo un tanto alborotado— ¿cómo haces siempre para verte tan…tan… —y ahí estamos de nuevo Tana, no puedes decir una frase coherente si la miras a los ojos— tan preciosa…? —consiguió callar a su conciencia que no hacía más que molestarla, aunque sabía perfectamente que llevaba razón. Se mordió ligeramente el labio inferior, ahora empezaban a invadirla los nervios aunque sabía disimularlos y así no ser tan obvia de algunas cosas, pero tenía cierta suposición de que ante la rubia era un libro abierto, sobre todo si establecían conexión directa entre sus miradas. Dicen que los ojos son el espejo del alma ¿no? Porque ella debe estar viéndolo todo…
No había pasado mucho tiempo desde que se habían visto la última vez, pero teniendo en cuenta las condiciones que llevaron a su último encuentro y la necesidad de tenerla a su lado, ese único día se había pasado más lento que cuatrocientos años— te noto de muy, muy buen humor y con mucha energía también —rio entre dientes, normalmente solía ser muy enérgica pero esta vez la veía más hiperactiva que de costumbre, suponía que debía ser por el reposo de toda la semana o quizás solo era su imaginación. Aunque sabía formas de cansarla y hacer que se relajara. ¡Santana López! Deja de pensar así por favor, menuda pervertida no estás hecha, que no puedes pensar en otra cosa… Y de nuevo, su balde de agua fría para bajarle los humos.
La mano que antes se había entretenido con un mechón ahora recorría con total suavidad y lentitud su rostro, acariciando con la yema de sus dedos e intentando memorizar cada rasgo característico. Abandonó su tarea antes de tiempo para volver a la posición inicial, abrazándola por la cintura. Volvió el rostro para conectar miradas con su mascota, que la verdad es que empezaba a incomodarle tanta observación por parte de su propia gata pero tampoco la culpaba porque con semejante diosa delante normal que hasta la gata se quedara observando durante un largo tiempo.
Frunció ligeramente el ceño ante sus propios pensamientos pero deshizo rápidamente la mueca. Si su cara reflejaba cada pensamiento que tuviera, probablemente ya la habrían tildado de loca hace mucho tiempo, pero por suerte sabía ocultar sus pensamientos. Dejó de divagar y acarició los brazos de la rubia hasta llegar a sus manos, que se encontraban abrazadas a su propio cuello. Deshizo el agarre para poder entrelazar sus manos— bueno, señorita Lindstrom, tenemos al menos dos planes principales en el día de hoy, usted elige por cuál empezar —y sinceramente esperaba que todo el tiempo no se limitara a la conversación pendiente y a la entrega de su sorpresa, de hecho tenía un tercer plan más como extra, aunque no iba a decir una palabra al respecto, tenía que salir espontáneamente.
Se humedeció los labios esperando de su respuesta, no tenía claro cuál de las dos opciones la ponía más nerviosa, bueno en realidad sí que lo sabía. Igualmente debía afrontar ambas con buen talante y elegancia, total lo peor de todas las cosas que podían hablar ya estaba superado ¿no? Al menos eso se decía a ella misma para intentar contener y relajar sus nervios, aunque esto era casi imposible estando en presencia de su alma gemela, que ya podían encontrarse en la situación más relajada y cómoda posible que siempre tendría esa sensación de nervios en la boca del estómago. Aunque todo hay que decirse, tampoco era una sensación desagradable, significaba que existía esa conexión entre ambas y esperaba que durara para siempre y que nunca se extinguiera.
- off:
No te preocupes, aunque si te soy sincera empezaba a impacientarme un poco hehehehe Además, también se lo que se siente cuando todo se alía contra ti para no poder enviar algo o siquiera terminarlo, la última vez que me pasó acabé sin móvil pero bueno... ^^
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/06/2012
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Reí suavemente ante sus palabras. Eran los pequeños detalles como nuestras bromas o esas miradas cómplices las que me hacían convencerme una vez más de que aquí era dónde debía estar. No es que me quedase alguna duda, pero siempre era agradable comprobar que no había motivos para que pudiesen aparecer.
—¿Sólo la bola de pelo ha extrañado mi presencia?—pregunté con tono meloso, haciendo que mi labio inferior sobresaliera levemente. Sin embargo, mi falsa faceta de princesa ofendida no duró demasiado, siendo sustituida casi de manera inmediata por una nueva sonrisa, algo más tímida que las anteriores. Santana volvía a halagarme y aunque empezaba a acostumbrarme a escuchar sus palabras amables y tiernas, aún me era difícil controlar a esa Sinnove tan tímida al escucharlas—Supongo que el exterior es un reflejo del interior—admití. Y desde luego, mi interior hoy era inmejorable desde que me había despertado esta mañana, sabiendo que volvería a ver a Santana otra vez.
No pude evitar sonreir de nuevo al ver y sentir sus manos explorando mi rostro, aunque lo que realmente causó mi sonrisa fue ver la expresión de su cara, con cientos de matices atravaséndola a cada segundo que pasaba pero sin llegar a dejarme ver nada concreto. Apostaría lo que fuese a que de nuevo estaba manteniendo uno de sus monólogos internos consigo misma, tan típicos en ella. Lo que daría en momentos como este por poder leer hasta el último de tus pensamientos.
Al parecer, su intención era la de seguir siendo misteriosa hasta el último momento, ya que ni siquiera cuando parecía que no podría alargar la incertidumbre durante más tiempo, lo seguía haciendo.
Me alejé de su regazo, acercándome de nuevo hasta el sillón donde Miss Muffet seguía cómodamente tumbada. Cogí a la gata entre mis brazos, acercando su nariz hasta mi oído. Aunque era evidente que el animalito no diría nada más allá de algún maullido, la expresión de mi rostro era una de concentración absoluta, como si me estuviese confiando un gran secreto. Después de unos segundos de teatro, volví a alejar a Miss Muffet de mi oreja, girando la cabeza en dirección a Santana con una gran sonrisa dibujada en mi rostro.
—Esta pequeña dama me ha aconsejado que escoja el plan número uno, así que para no llevarle la contraria, esa será mi elección—contesté finalmente, no pudiendo evitar soltar una pequeña risita ante mi propia estupidez. De manera inconsciente volví a acariciar a la gata, aunque mi mirada siguiese centrada en la vampira. Sabiendo que la dueña le tenía cierto recelo a su propia mascota, opté por dejar de nuevo a Miss Muffet en su sillón, caminando de nuevo hasta estar al alcance de Santana—¿Seréis tan amable de mostrarme el camino, Miss López?
Mis palabras calmadas contradecían por completo a la gran excitación que sentía ante la inmediata resolución del misterio que Santana había iniciado el otro día en mi habitación del burdel. Mi sorpresa estaba más cerca que nunca, pero aún así, y por darme una pequeña autosatisfacción, logré aparentar que estaba perfectamente tranquila y calmada. Gran mentirosa, Sinnove.
—¿Sólo la bola de pelo ha extrañado mi presencia?—pregunté con tono meloso, haciendo que mi labio inferior sobresaliera levemente. Sin embargo, mi falsa faceta de princesa ofendida no duró demasiado, siendo sustituida casi de manera inmediata por una nueva sonrisa, algo más tímida que las anteriores. Santana volvía a halagarme y aunque empezaba a acostumbrarme a escuchar sus palabras amables y tiernas, aún me era difícil controlar a esa Sinnove tan tímida al escucharlas—Supongo que el exterior es un reflejo del interior—admití. Y desde luego, mi interior hoy era inmejorable desde que me había despertado esta mañana, sabiendo que volvería a ver a Santana otra vez.
No pude evitar sonreir de nuevo al ver y sentir sus manos explorando mi rostro, aunque lo que realmente causó mi sonrisa fue ver la expresión de su cara, con cientos de matices atravaséndola a cada segundo que pasaba pero sin llegar a dejarme ver nada concreto. Apostaría lo que fuese a que de nuevo estaba manteniendo uno de sus monólogos internos consigo misma, tan típicos en ella. Lo que daría en momentos como este por poder leer hasta el último de tus pensamientos.
Al parecer, su intención era la de seguir siendo misteriosa hasta el último momento, ya que ni siquiera cuando parecía que no podría alargar la incertidumbre durante más tiempo, lo seguía haciendo.
Me alejé de su regazo, acercándome de nuevo hasta el sillón donde Miss Muffet seguía cómodamente tumbada. Cogí a la gata entre mis brazos, acercando su nariz hasta mi oído. Aunque era evidente que el animalito no diría nada más allá de algún maullido, la expresión de mi rostro era una de concentración absoluta, como si me estuviese confiando un gran secreto. Después de unos segundos de teatro, volví a alejar a Miss Muffet de mi oreja, girando la cabeza en dirección a Santana con una gran sonrisa dibujada en mi rostro.
—Esta pequeña dama me ha aconsejado que escoja el plan número uno, así que para no llevarle la contraria, esa será mi elección—contesté finalmente, no pudiendo evitar soltar una pequeña risita ante mi propia estupidez. De manera inconsciente volví a acariciar a la gata, aunque mi mirada siguiese centrada en la vampira. Sabiendo que la dueña le tenía cierto recelo a su propia mascota, opté por dejar de nuevo a Miss Muffet en su sillón, caminando de nuevo hasta estar al alcance de Santana—¿Seréis tan amable de mostrarme el camino, Miss López?
Mis palabras calmadas contradecían por completo a la gran excitación que sentía ante la inmediata resolución del misterio que Santana había iniciado el otro día en mi habitación del burdel. Mi sorpresa estaba más cerca que nunca, pero aún así, y por darme una pequeña autosatisfacción, logré aparentar que estaba perfectamente tranquila y calmada. Gran mentirosa, Sinnove.
- OFF:
- ¡Oooooooh, definitivamente no tengo remedio! u__u ¡Disculpas de nuevo por la tardanza!
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Sonrió tímidamente ante su pregunta, claramente la mascota no había sido la única que la había extrañado pero como siempre, la latina se hacía de rogar un poco aunque también era por tener un poco de timidez para admitirlo. Desvió de nuevo la mirada hacia su gata y meció su cabeza como cavilando un poco su respuesta.
—Bueno, puede que no sea la única que ha extrañado tu presencia… —frunció levemente los labios para deshacer la mueca en seguida y poner su cara de niña buena, un angelito que nunca había roto un plato. Aunque no le duró mucho tiempo y volvió a formarse en su rostro su sonrisita típica. Se sorprendió ligeramente al escuchar su siguiente frase, pues pareciera que le había leído la mente. Sin embargo eso le había sucedido en varias ocasiones con ella, y eso detonaba dos cosas, o bien que Santana era un libro abierto, o que Sinnove tenía gran capacidad para leerla. Por supuesto se inclinaba por la segunda, ya que la primera era menos improbable.
Suspiró cuando se alejó de su regazo y volvía a encontrarse con Miss Muffet. Se cruzó de brazos mientras las miraba a ambas con una mueca divertida en el rostro, ya que no tenía muy claro qué es lo que pretendía la rubia al acercarse tanto al animal. No pudo evitar dejar escapar una risita cuando le habló diciendo lo que supuestamente le había aconsejado su propia mascota. Asintió todavía riendo entre dientes mientras alzaba una ceja. Cuando estuvo a su alcance cogió su mano y tiró ligeramente hacia ella hasta poder dejar un leve beso sobre sus labios. Seguidamente se levantó situándose a su lado y su rostro recuperó ese tinte misterioso y un tanto, inclusive, malicioso.
—Como deseéis señorita Lindstrom…—susurró y se inclinó levemente en pose de reverencia haciendo acto de su máxima galantería— si sois tan amable de seguirme por favor —pidió amablemente mientras comenzaba a caminar dirección a la entrada. Por dentro estaba de los nervios, pero como buena actriz que era, no se le notaba ni un solo ápice de estos. Al salir de la biblioteca cerró la puerta después de ver que la gata no tenía ninguna intención de moverse del sillón.
Comenzó a andar hacia la escalera a paso moderado, y vigilando siempre que la rubia la seguía. Mantenía las manos detrás de la espalda para que no se le notara de ninguna forma algún estado de prisa, quería llegar al final de la escalera cuanto antes pero tenía que contenerse. Una vez los peldaños se acabaron, le dirigió una sonrisa a la rubia y siguió caminando hacia el ala derecha de la casa donde se encontraban las habitaciones que no se usaban para, prácticamente, nada. Primera, segunda, tercera…paró delante de la puerta y antes de abrirla se volvió a mirarla.
—Cierra los ojos, y no vale mirar hasta que te lo diga —pidió sonriente. Cuando se aseguró de que cerraba los ojos hizo que se adelantara dos pasos más, quedando justo delante de la puerta— no hagas trampas eh…—susurró en su oído y aspiró una bocanada de aire antes de abrir las dos puertas que daban paso a la gran habitación. Pasó un brazo alrededor de su cintura para guiarla y dio unos cuantos pasos al frente. Antes de decir nada prefirió hacer una visual del lugar para notar si algo estaba fuera de su lugar. Para su suerte todo estaba perfectamente.
—Ya puedes abrir los ojos…—susurró de nuevo justo para que ella lo oyera mientras se colocaba a su lado retirando su brazo de la cintura de ella. Se humedeció los labios, el primer símbolo de que estaba que se subía por las paredes. Para no ponerse más nerviosa aún decidió fijar su mirada en un punto que no fuera la rubia, que tampoco fuera la nada o parecería que no estaba de mente presente. Se decidió por el piano, el que antes había estado en la biblioteca pero que había pedido traerlo hasta la habitación ya que tendría más uso de estar aquí.
Contempló la habitación de nuevo, quedándose un tanto sorprendida de lo bien que había quedado para haberla hecho en tan poco tiempo, aunque no se quejaba claro. Había calcado hasta el último detalle de una de las salas que usaban en la última escuela de danza que había visitado, y cuando decía hasta el último detalle es que era una copia totalmente exacta. Gracias a lo que fuera, tenía buena mano dibujando y eso había ayudado a que los constructores de la habitación tuvieran menos trabajo.
—Bueno, puede que no sea la única que ha extrañado tu presencia… —frunció levemente los labios para deshacer la mueca en seguida y poner su cara de niña buena, un angelito que nunca había roto un plato. Aunque no le duró mucho tiempo y volvió a formarse en su rostro su sonrisita típica. Se sorprendió ligeramente al escuchar su siguiente frase, pues pareciera que le había leído la mente. Sin embargo eso le había sucedido en varias ocasiones con ella, y eso detonaba dos cosas, o bien que Santana era un libro abierto, o que Sinnove tenía gran capacidad para leerla. Por supuesto se inclinaba por la segunda, ya que la primera era menos improbable.
Suspiró cuando se alejó de su regazo y volvía a encontrarse con Miss Muffet. Se cruzó de brazos mientras las miraba a ambas con una mueca divertida en el rostro, ya que no tenía muy claro qué es lo que pretendía la rubia al acercarse tanto al animal. No pudo evitar dejar escapar una risita cuando le habló diciendo lo que supuestamente le había aconsejado su propia mascota. Asintió todavía riendo entre dientes mientras alzaba una ceja. Cuando estuvo a su alcance cogió su mano y tiró ligeramente hacia ella hasta poder dejar un leve beso sobre sus labios. Seguidamente se levantó situándose a su lado y su rostro recuperó ese tinte misterioso y un tanto, inclusive, malicioso.
—Como deseéis señorita Lindstrom…—susurró y se inclinó levemente en pose de reverencia haciendo acto de su máxima galantería— si sois tan amable de seguirme por favor —pidió amablemente mientras comenzaba a caminar dirección a la entrada. Por dentro estaba de los nervios, pero como buena actriz que era, no se le notaba ni un solo ápice de estos. Al salir de la biblioteca cerró la puerta después de ver que la gata no tenía ninguna intención de moverse del sillón.
Comenzó a andar hacia la escalera a paso moderado, y vigilando siempre que la rubia la seguía. Mantenía las manos detrás de la espalda para que no se le notara de ninguna forma algún estado de prisa, quería llegar al final de la escalera cuanto antes pero tenía que contenerse. Una vez los peldaños se acabaron, le dirigió una sonrisa a la rubia y siguió caminando hacia el ala derecha de la casa donde se encontraban las habitaciones que no se usaban para, prácticamente, nada. Primera, segunda, tercera…paró delante de la puerta y antes de abrirla se volvió a mirarla.
—Cierra los ojos, y no vale mirar hasta que te lo diga —pidió sonriente. Cuando se aseguró de que cerraba los ojos hizo que se adelantara dos pasos más, quedando justo delante de la puerta— no hagas trampas eh…—susurró en su oído y aspiró una bocanada de aire antes de abrir las dos puertas que daban paso a la gran habitación. Pasó un brazo alrededor de su cintura para guiarla y dio unos cuantos pasos al frente. Antes de decir nada prefirió hacer una visual del lugar para notar si algo estaba fuera de su lugar. Para su suerte todo estaba perfectamente.
—Ya puedes abrir los ojos…—susurró de nuevo justo para que ella lo oyera mientras se colocaba a su lado retirando su brazo de la cintura de ella. Se humedeció los labios, el primer símbolo de que estaba que se subía por las paredes. Para no ponerse más nerviosa aún decidió fijar su mirada en un punto que no fuera la rubia, que tampoco fuera la nada o parecería que no estaba de mente presente. Se decidió por el piano, el que antes había estado en la biblioteca pero que había pedido traerlo hasta la habitación ya que tendría más uso de estar aquí.
Contempló la habitación de nuevo, quedándose un tanto sorprendida de lo bien que había quedado para haberla hecho en tan poco tiempo, aunque no se quejaba claro. Había calcado hasta el último detalle de una de las salas que usaban en la última escuela de danza que había visitado, y cuando decía hasta el último detalle es que era una copia totalmente exacta. Gracias a lo que fuera, tenía buena mano dibujando y eso había ayudado a que los constructores de la habitación tuvieran menos trabajo.
- off:
hehehehe no te preocupes, aunque no voy a negar que ya estaba un poco impaciente, no empecé muy bien el mes y necesitaba desahogarme con el rol ^^
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Imité su reverencia, pero al contrario que ella, yo agarré los bajos de mi vestido entre las puntas de mis dedos índice y pulgar al tiempo que me inclinaba, tal y como hacían las señoritas de sociedad en sus pomposas reuniones.
—Será un placer seguirla—y tanto que lo era, de eso no había duda. Dejando a un lado la broma, me apresuré en seguir a Santana por los pasillos de la mansión. Ella llevaba un ritmo condenadamente lento. O a lo mejor no tanto, pero cuando lo único que yo quería era echar a correr, cualquier cosa me parecería una eternidad. Aún así, y sin borrar la sonrisa educada de mi rostro, continue con nuestro pequeño paseo.
Nunca había visitado esta zona de la mansión. Aunque teniendo en cuenta que esta era la segunda vez que estaba aquí, tampoco era decir mucho. Aún así, en vez de observar cada detalle, mi mirada iba fija en la nuca de Santana, como si tratase de leer sus pensamientos y anticipar algún detalle de la ya mencionada y deseada sorpresa.
Cada vez que ella se giraba para mirarme, sin embargo, apartaba la mirada y fingía sentir curiosidad por los cuadros y los adornos, en un intento bastante patético por parecer estar controlando la situación. Ella tiene el poder y no tú, en cuanto antes lo asimiles, mejor.
—Yo no hago trampas—comenté, abriendo el ojo izquierdo durante uno breves segundos con una expresión pilla dibujada en mi rostro. Después, y aunque era lo último que quería hacer, volví a cerrarlo, dejándome guiar a ciegas—O al menos no muy amenudo...
Con un sentido menos, estaba casi temblando por la impaciencia, agudizando el oído al máximo para tratar de captar el más mínimo detalle que pudiera darme alguna pista sobre lo que tenía frente a mí. Finalmente detuvimos nuestros pasos y el silencio se apoderó de la situación. ¿Qué estaba pasansdo? ¿Podía abrir los ojos ya? Justo cuando iba a pronunciar en alto esa misma pregunta, Santana dio su consentimiento. No se si fue por la expectación del momento, pero desde que ella dio la señal hasta que finalmente yo le hice caso, pasaron algunos segundos más.
Lo primero que vi fue mi propio reflejo en un espejo, con Santana a mi lado, sonriente. El espejo cubría toda la pared, reflejando absolutamente todos los ángulos de la habitación. Fue entonces cuando vi el piano. O su reflejo más bien. Por lo que solo tuve que desviar ligeramente la vista para encontrarme con el verdadera instrumento.
En ese preciso momento fue cuando todo cuadró en mi cabeza. Mis ojos se abrieron como platos al tiempo que mis labios dibujaron un círculo perfecto en mi rostro. No me esperaba algo así... no me merecía algo así.
—Oh Dios mío...—susurré con un hilo de voz, mientras que daba un par de pasos hacia adelante para situarme literalmente en el centro de la habitación. Me llevé la mano hasta la boca, cubriéndola con la palma en un intento de canalizar la sorpresa y la excitación—L-lo... ¿lo has hecho para mí?—pregunté en apenas un murmullo.
Era un estudio de danza. De los de verdad. Como los de aquellas academias que solo había alcanzado a ver en algún recorte de periódico o a través de alguna ventana. Un mundo que siempre había estado tan alejado de mí que ahora mismo me parecía imposible estar dentro de él. Sin creerme aún lo que estaba viendo, me acerqué hasta la barra de ballet, pasando la palma de mi otra mano por la madera suave y cuidada. Una carcajada mezclada con un sollozo escapó de mis labios. Ni en mis mejores sueños habia imaginado que llegaría a estar en un sitio así.
Recordando por fin quien había hecho posible todo esto, giré sobre mis talones y corrí hasta lanzarme literalmente a los brazos de Santana, hundiendo mi rostro en su cuello y su pelo. De no haber llevado un vestido tan largo, habría saltado para enredar mis piernas en su cintura, probablemente tirándonos a los dos al suelo por el impulso.
—Oh Dios mío... te quiero tanto, Santana, no te puedes imaginar cuanto—me había dejado completamente sin palabras. De las miles de cosas en las que había pensado en las últimas horas, algo así no se me había pasado ni remotamente por la cabeza. Sin romper aún nuestro abrazo, comencé a reirme como una desquiciada, sollozando al mismo tiempo y volviendo a reir. Cuando por fin me separé levemente, besé sus labios con fervor, en una explosión de energía que me sorprendió hasta a mí misma—Lo estoy viendo y no me creo que hayas podido hacer algo así, es... ¡es increíble!
—Será un placer seguirla—y tanto que lo era, de eso no había duda. Dejando a un lado la broma, me apresuré en seguir a Santana por los pasillos de la mansión. Ella llevaba un ritmo condenadamente lento. O a lo mejor no tanto, pero cuando lo único que yo quería era echar a correr, cualquier cosa me parecería una eternidad. Aún así, y sin borrar la sonrisa educada de mi rostro, continue con nuestro pequeño paseo.
Nunca había visitado esta zona de la mansión. Aunque teniendo en cuenta que esta era la segunda vez que estaba aquí, tampoco era decir mucho. Aún así, en vez de observar cada detalle, mi mirada iba fija en la nuca de Santana, como si tratase de leer sus pensamientos y anticipar algún detalle de la ya mencionada y deseada sorpresa.
Cada vez que ella se giraba para mirarme, sin embargo, apartaba la mirada y fingía sentir curiosidad por los cuadros y los adornos, en un intento bastante patético por parecer estar controlando la situación. Ella tiene el poder y no tú, en cuanto antes lo asimiles, mejor.
—Yo no hago trampas—comenté, abriendo el ojo izquierdo durante uno breves segundos con una expresión pilla dibujada en mi rostro. Después, y aunque era lo último que quería hacer, volví a cerrarlo, dejándome guiar a ciegas—O al menos no muy amenudo...
Con un sentido menos, estaba casi temblando por la impaciencia, agudizando el oído al máximo para tratar de captar el más mínimo detalle que pudiera darme alguna pista sobre lo que tenía frente a mí. Finalmente detuvimos nuestros pasos y el silencio se apoderó de la situación. ¿Qué estaba pasansdo? ¿Podía abrir los ojos ya? Justo cuando iba a pronunciar en alto esa misma pregunta, Santana dio su consentimiento. No se si fue por la expectación del momento, pero desde que ella dio la señal hasta que finalmente yo le hice caso, pasaron algunos segundos más.
Lo primero que vi fue mi propio reflejo en un espejo, con Santana a mi lado, sonriente. El espejo cubría toda la pared, reflejando absolutamente todos los ángulos de la habitación. Fue entonces cuando vi el piano. O su reflejo más bien. Por lo que solo tuve que desviar ligeramente la vista para encontrarme con el verdadera instrumento.
En ese preciso momento fue cuando todo cuadró en mi cabeza. Mis ojos se abrieron como platos al tiempo que mis labios dibujaron un círculo perfecto en mi rostro. No me esperaba algo así... no me merecía algo así.
—Oh Dios mío...—susurré con un hilo de voz, mientras que daba un par de pasos hacia adelante para situarme literalmente en el centro de la habitación. Me llevé la mano hasta la boca, cubriéndola con la palma en un intento de canalizar la sorpresa y la excitación—L-lo... ¿lo has hecho para mí?—pregunté en apenas un murmullo.
Era un estudio de danza. De los de verdad. Como los de aquellas academias que solo había alcanzado a ver en algún recorte de periódico o a través de alguna ventana. Un mundo que siempre había estado tan alejado de mí que ahora mismo me parecía imposible estar dentro de él. Sin creerme aún lo que estaba viendo, me acerqué hasta la barra de ballet, pasando la palma de mi otra mano por la madera suave y cuidada. Una carcajada mezclada con un sollozo escapó de mis labios. Ni en mis mejores sueños habia imaginado que llegaría a estar en un sitio así.
Recordando por fin quien había hecho posible todo esto, giré sobre mis talones y corrí hasta lanzarme literalmente a los brazos de Santana, hundiendo mi rostro en su cuello y su pelo. De no haber llevado un vestido tan largo, habría saltado para enredar mis piernas en su cintura, probablemente tirándonos a los dos al suelo por el impulso.
—Oh Dios mío... te quiero tanto, Santana, no te puedes imaginar cuanto—me había dejado completamente sin palabras. De las miles de cosas en las que había pensado en las últimas horas, algo así no se me había pasado ni remotamente por la cabeza. Sin romper aún nuestro abrazo, comencé a reirme como una desquiciada, sollozando al mismo tiempo y volviendo a reir. Cuando por fin me separé levemente, besé sus labios con fervor, en una explosión de energía que me sorprendió hasta a mí misma—Lo estoy viendo y no me creo que hayas podido hacer algo así, es... ¡es increíble!
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
El nerviosismo se iba haciendo paso en su exterior, como lo denotaban sus manos, las que ya no podían continuar quietas, frotándolas y jugando con sus propios dedos. Se mordió el labio con desesperada impaciencia por que le dijera algo. Aunque todo nervio quedó opacado cuando, volviendo la mirada al cristal, vio el rostro de la rubia reflejado. Un rostro iluminado, y a la vez impresionado. Eran momentos como este los que le demostraban a la latina, que daba igual lo que le hubiera costado todo o lo que hubiera pasado, si después de todo podía admirar esa sonrisa llena de felicidad.
Se quedó callada mirando cómo se movía por la habitación, tampoco es que pudiera decir mucho aunque quisiera. Sonrió cuando escuchó su susurró, pero no creyó conveniente decir nada, no creía que pusiera mucha atención si decía algo. La morena se había quedado como un pasmarote, plantada sin mover un solo músculo, simplemente siguiéndola con la mirada, y con una sonrisa tonta en la cara. No sabía cuál iba a ser su reacción, y en algún momento llegó a pensar que no sería buena, aunque eso era absurdo. Justo cuando iba a moverse para apoyarse en el marco de la puerta, la rubia corrió hacia ella abrazándola. La latina dejó escapar una risita, la había tomado por sorpresa. En seguida correspondió su abrazo apretándola contra ella. Cuando se separó ligeramente y le plantó ese beso tan efusivo, la morena se quedó un tanto descolocada, sin palabras. Simplemente le sonreía.
Colocó sus manos en su cintura y, gracias a la fuerza que le proporcionaba ser vampiro, la alzó dando vueltas en el aire mientras que con total elegancia se iba colocando en el centro de la habitación. Volvió a bajarla quedando frente a frente— entonces, ¿te ha gustado la sorpresa? —¿en serio Santana? No tienes otra cosa que decir…En este momento le daba absolutamente igual que su conciencia se metiera con ella, simplemente era feliz. Era feliz de verla a ella.
Manteniendo sus manos en su cintura, la hizo darse la vuelta. Ambas mirando hacia el cristal. Santana apoyó su mentón en el hombro de la rubia y admiró sus reflejos juntos. Para la morena, la sala era algo más que un simple regalo, simbolizaba el cambio que tendría Sinnove en la vida. Dentro de su mente, sabía que podía aspirar a algo más que a un cabaret, sabía que podía convertirse en una de esas bailarinas de ballet. Todo sin haberla visto bailar vez alguna, aunque a lo mejor iba siendo hora. Una sonrisita juguetona se dibujó en su rostro.
Deslizó sus manos por su torso hasta llegar a sus hombros, de ahí fue bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a sus manos— tengo por seguro, que no soy ni la mitad de buena bailando como lo serás tú, pero tampoco se me da mal…—susurró en su oído. Adelantó una de sus manos entrelazadas hasta el vientre de ella, mientras la otra se alzaba. Comenzó un suave vaivén con las caderas de ambas, siguiendo una melodía inexistente. Seguía mirando fijamente al espejo, que le permitía mirarla directamente a los ojos aunque estuviera contra su espalda.
—Dicen, que las almas gemelas se reconocen por la mirada y por el toque de sus manos…—sonrió y dejó un beso en su mejilla— solo ellas pueden tener total compenetración en un baile que jamás habían bailado antes…—hablaba pausadamente sin dejar de moverse ni apartar la mirada— todo lo que tienen que hacer es perderse en la mirada del otro…—terminó la frase lentamente y susurrando cada vez, pero lo suficiente alto como para que la oyera. Aprovechando la posición sobre ella la hizo quedar frente a frente de nuevo, manteniendo una de sus manos entrelazadas y la otra abrazándola por la cintura, instándola a que hiciera lo mismo.
Una vez más se perdió en sus ojos, y es que por más que quisiera resistirse y no dejarse “manipular” de tal forma no había manera— Creo que por una vez, voy a dejar que me lleven…—dejó escapar una risita. Le acababa de dar el control de la situación, algo a lo que la morena no estaba acostumbrada pues hasta para bailar debía llevar ella el ritmo.
Se quedó callada mirando cómo se movía por la habitación, tampoco es que pudiera decir mucho aunque quisiera. Sonrió cuando escuchó su susurró, pero no creyó conveniente decir nada, no creía que pusiera mucha atención si decía algo. La morena se había quedado como un pasmarote, plantada sin mover un solo músculo, simplemente siguiéndola con la mirada, y con una sonrisa tonta en la cara. No sabía cuál iba a ser su reacción, y en algún momento llegó a pensar que no sería buena, aunque eso era absurdo. Justo cuando iba a moverse para apoyarse en el marco de la puerta, la rubia corrió hacia ella abrazándola. La latina dejó escapar una risita, la había tomado por sorpresa. En seguida correspondió su abrazo apretándola contra ella. Cuando se separó ligeramente y le plantó ese beso tan efusivo, la morena se quedó un tanto descolocada, sin palabras. Simplemente le sonreía.
Colocó sus manos en su cintura y, gracias a la fuerza que le proporcionaba ser vampiro, la alzó dando vueltas en el aire mientras que con total elegancia se iba colocando en el centro de la habitación. Volvió a bajarla quedando frente a frente— entonces, ¿te ha gustado la sorpresa? —¿en serio Santana? No tienes otra cosa que decir…En este momento le daba absolutamente igual que su conciencia se metiera con ella, simplemente era feliz. Era feliz de verla a ella.
Manteniendo sus manos en su cintura, la hizo darse la vuelta. Ambas mirando hacia el cristal. Santana apoyó su mentón en el hombro de la rubia y admiró sus reflejos juntos. Para la morena, la sala era algo más que un simple regalo, simbolizaba el cambio que tendría Sinnove en la vida. Dentro de su mente, sabía que podía aspirar a algo más que a un cabaret, sabía que podía convertirse en una de esas bailarinas de ballet. Todo sin haberla visto bailar vez alguna, aunque a lo mejor iba siendo hora. Una sonrisita juguetona se dibujó en su rostro.
Deslizó sus manos por su torso hasta llegar a sus hombros, de ahí fue bajando lentamente por sus brazos hasta llegar a sus manos— tengo por seguro, que no soy ni la mitad de buena bailando como lo serás tú, pero tampoco se me da mal…—susurró en su oído. Adelantó una de sus manos entrelazadas hasta el vientre de ella, mientras la otra se alzaba. Comenzó un suave vaivén con las caderas de ambas, siguiendo una melodía inexistente. Seguía mirando fijamente al espejo, que le permitía mirarla directamente a los ojos aunque estuviera contra su espalda.
—Dicen, que las almas gemelas se reconocen por la mirada y por el toque de sus manos…—sonrió y dejó un beso en su mejilla— solo ellas pueden tener total compenetración en un baile que jamás habían bailado antes…—hablaba pausadamente sin dejar de moverse ni apartar la mirada— todo lo que tienen que hacer es perderse en la mirada del otro…—terminó la frase lentamente y susurrando cada vez, pero lo suficiente alto como para que la oyera. Aprovechando la posición sobre ella la hizo quedar frente a frente de nuevo, manteniendo una de sus manos entrelazadas y la otra abrazándola por la cintura, instándola a que hiciera lo mismo.
Una vez más se perdió en sus ojos, y es que por más que quisiera resistirse y no dejarse “manipular” de tal forma no había manera— Creo que por una vez, voy a dejar que me lleven…—dejó escapar una risita. Le acababa de dar el control de la situación, algo a lo que la morena no estaba acostumbrada pues hasta para bailar debía llevar ella el ritmo.
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
—Decir que me ha gustado es quedarme corta—respondí, mientras que mis ojos se clavaban sobre el espejo que tenía frente a mí. Hasta este preciso momento, siempre había visto a Santana a través de mis ojos, pero nunca antes había tenido la oportunidad de saber lo que podían ver los demás cuando estábamos juntas. A pesar de que yo era la más alta de las dos, quedaba claro por nuestro lenguaje corporal que era ella la que me protegía. Desde la distancia podía apreciar también como el color de su piel contrastaba con el mío. Y lo que más me impacto: ver esa expresión de felicidad en mi rostro al estar aquí con ella.
Sus caderas empezaron a moverse suavemente al ritmo de una melodía invisible, logrando que de manera inmediata las mías hiciesen lo mismo, enganchándose rápidamente al ritmo que ella acababa de establecer. La sonrisa de mi rostro se ensanchó más aún, mientras que mi mirada volvía a buscar la suya en el espejo.
Cerré los ojos suavemente en cuanto sus labios rozaron mi mejilla, perdiéndome en la melodía que mi propio cerebro imaginaba y en el tono siempre sugerente de su voz, entrando de nuevo en esa burbuja en la que solo existíamos ella y yo. Después de unos segundos, volví a centrar mi mirada en Santana, de una manera algo más intensa que la vez anterior.
Giré sobre las puntas de mis pies, ya bailando, de manera que el espejo quedó finalmente a mi espalda y mi mirada pudo encontrarse directamente con la suya. Como si lo hubiésemos hecho mil veces antes, la mano que tenía libre encontró rápidamente el punto perfecto sobre su cintura en el que apoyarse.
Me mordí ligeramente el labio inferior. Podía sentir como mis músculos se tensaban por la excitación y el nerviosismo de bailar con ella. Parecía algo completamente simple y sin importancia, pero para mí era un momento tremendamente especial.
—Pues creo que cumplo todos los requisitos, porque ya te estoy tocando y más perdida de lo que estoy en tu mirada no podría estar...—susurré, casi en trance. Mis caderas no habían parado de oscilar de un lado a otro a un ritmo tranquilo, practicamente de manera inconsciente. Solté una pequeña risita, desviando la mirada al suelo durante unos breves instantes antes de volver a fijarla en ella con más determinación que nunca. Definitivamente, era imposible que existiese mejor manera de innaugurar mi sorpresa que bailando con Santana—No tropieces con mis pies, ¿eh?—advertí en tono bromista.
Dicho esto, los músculos de mi cuerpo (que hasta ahora habían permanecido en un estado de calma y relajación) se tensaron por completo. Mi agarre sobre la cintura y la mano de Santana se hizo más firme, más demandante, indicando que estaba dispuesta a tomar las riendas de la situación, tal y como ella había sugerido.
Sin tener una idea demasiado definida, dejé que el movimiento oscilante de mis caderas se transmitiera también a mis pies, consiguiendo que mi cuerpo al completo empezase a balancear de lado a lado. Haciendo algo de presión sobre la cintura de Santana, conseguí que imitase mis movimientos. No pude hacer otra cosa más que sonreir más ampliamente que nunca.
Después de unos segundos tanteando el terreno y acostumbrándonos la una a la otra (aunque esta última parte no es que fuese totalmente necesaria), solté la cadera de Santana y le hice girar lentamente sobre sí misma antes de volverla a atrapar entre mis brazos. De la misma manera, yo misma giré a los pocos segundos, dando un par de vueltas rápidos sobre las puntas de mis pies.
Solté una pequeña carcajada divertida antes de empezar a movernos con algo más de energía, haciendo que nuestros cuerpos se desplazasen por toda la amplitud de la habitación, oscilando de un pie a otro, con nuestras manos unidas y dando giro sobre nosotras mismas de cuando en cuando. El mejor baile de tu vida, Sinnove.
—Aún no me has pisado, Miss López—susurré, sonriendo tímidamente. Era mi manera de decir que no podría haber encontrado mejor pareja de baila que ella. De baile y de vida.
A medida que nuestra danza sin música seguía avanzando, empecé a atreverme a hacer algunas de las florituras que solía realizar en la soledad de mi habitación, aunque tampoco es que fuesen algo del otro mundo. Mi cuerpo comenzaba a relajarse, haciendo los movimientos más suaves y fluidos, y menos forzados. Cada vez que hacía que Santana girase una vez más sobre sí misma, mis brazos la recibían con mayor soltura, como si llevásemos mil años practicando. Misterios de las Almas Gemelas.
Sus caderas empezaron a moverse suavemente al ritmo de una melodía invisible, logrando que de manera inmediata las mías hiciesen lo mismo, enganchándose rápidamente al ritmo que ella acababa de establecer. La sonrisa de mi rostro se ensanchó más aún, mientras que mi mirada volvía a buscar la suya en el espejo.
Cerré los ojos suavemente en cuanto sus labios rozaron mi mejilla, perdiéndome en la melodía que mi propio cerebro imaginaba y en el tono siempre sugerente de su voz, entrando de nuevo en esa burbuja en la que solo existíamos ella y yo. Después de unos segundos, volví a centrar mi mirada en Santana, de una manera algo más intensa que la vez anterior.
Giré sobre las puntas de mis pies, ya bailando, de manera que el espejo quedó finalmente a mi espalda y mi mirada pudo encontrarse directamente con la suya. Como si lo hubiésemos hecho mil veces antes, la mano que tenía libre encontró rápidamente el punto perfecto sobre su cintura en el que apoyarse.
Me mordí ligeramente el labio inferior. Podía sentir como mis músculos se tensaban por la excitación y el nerviosismo de bailar con ella. Parecía algo completamente simple y sin importancia, pero para mí era un momento tremendamente especial.
—Pues creo que cumplo todos los requisitos, porque ya te estoy tocando y más perdida de lo que estoy en tu mirada no podría estar...—susurré, casi en trance. Mis caderas no habían parado de oscilar de un lado a otro a un ritmo tranquilo, practicamente de manera inconsciente. Solté una pequeña risita, desviando la mirada al suelo durante unos breves instantes antes de volver a fijarla en ella con más determinación que nunca. Definitivamente, era imposible que existiese mejor manera de innaugurar mi sorpresa que bailando con Santana—No tropieces con mis pies, ¿eh?—advertí en tono bromista.
Dicho esto, los músculos de mi cuerpo (que hasta ahora habían permanecido en un estado de calma y relajación) se tensaron por completo. Mi agarre sobre la cintura y la mano de Santana se hizo más firme, más demandante, indicando que estaba dispuesta a tomar las riendas de la situación, tal y como ella había sugerido.
Sin tener una idea demasiado definida, dejé que el movimiento oscilante de mis caderas se transmitiera también a mis pies, consiguiendo que mi cuerpo al completo empezase a balancear de lado a lado. Haciendo algo de presión sobre la cintura de Santana, conseguí que imitase mis movimientos. No pude hacer otra cosa más que sonreir más ampliamente que nunca.
Después de unos segundos tanteando el terreno y acostumbrándonos la una a la otra (aunque esta última parte no es que fuese totalmente necesaria), solté la cadera de Santana y le hice girar lentamente sobre sí misma antes de volverla a atrapar entre mis brazos. De la misma manera, yo misma giré a los pocos segundos, dando un par de vueltas rápidos sobre las puntas de mis pies.
Solté una pequeña carcajada divertida antes de empezar a movernos con algo más de energía, haciendo que nuestros cuerpos se desplazasen por toda la amplitud de la habitación, oscilando de un pie a otro, con nuestras manos unidas y dando giro sobre nosotras mismas de cuando en cuando. El mejor baile de tu vida, Sinnove.
—Aún no me has pisado, Miss López—susurré, sonriendo tímidamente. Era mi manera de decir que no podría haber encontrado mejor pareja de baila que ella. De baile y de vida.
A medida que nuestra danza sin música seguía avanzando, empecé a atreverme a hacer algunas de las florituras que solía realizar en la soledad de mi habitación, aunque tampoco es que fuesen algo del otro mundo. Mi cuerpo comenzaba a relajarse, haciendo los movimientos más suaves y fluidos, y menos forzados. Cada vez que hacía que Santana girase una vez más sobre sí misma, mis brazos la recibían con mayor soltura, como si llevásemos mil años practicando. Misterios de las Almas Gemelas.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Cada movimiento que hacían era tan sincronizado que pareciera haber sido estudiado durante años y años de práctica, pero como ellas bien sabían eso no había pasado. Simplemente se dejaban llevar, por una música que ni siquiera existía, al menos no fuera de su burbuja personal. La ventaja de que ese fuera solo su mundo y el de nadie más era que podían permitirse las miradas cómplices y las pequeñas bromas, esas que solo las podían entender ellas y que cualquiera que las oyera no sabría interpretarlas. Asintió ligeramente, mientras se le escapaba una risita, ante su advertencia.
Al principio la había notado tensa, pero conforme iban sucediéndose los pasos se iba relajando, provocando en consecuencia que todo músculo que poseyera la morena se relajara también y se dejara llevar totalmente sin importar nada. Cuando hubo más seguridad en cada acción el baile se volvió un tanto más centrado, siguiendo unas pautas y adornado con diversas florituras por parte de la rubia, con las cuales la sonrisa de la latina se ensanchaba cada vez más. Simplemente espléndido…
Los giros se adueñaban de los pasos dando lugar a unos más elaborados cada vez, y que ambas sabían seguir ciegamente. Cerró los ojos mientras se deleitaba con el simple hecho de que la rubia la llevara— nunca pensé que diría esto pero…me está gustando esto de dejar que me lleven…—susurró lentamente sin quitar la sonrisa permanente de sus labios y abriendo poco a poco los ojos para encontrarse con la mirada azul que tenía clavada sobre ella.
Sus manos unidas, los ritmos acompasados, ni un solo fallo o paso fuera de lugar, las miradas clavadas la una sobre la otra, ambas sosteniéndose por la cintura. Eso era bailar, eso era conocerse por dentro, eso era no tener que decir una sola palabra para saber qué movimiento vendría a continuación y así poder seguirlo. Quizás solo había que definirlo como amor, ese amor que se tienen las almas gemelas y que por mucho tiempo, o por muchas circunstancias que pasen, seguirá estando ahí con la misma intensidad, o incluso más.
—Ya te dije que no era tan mala…—respondió alzando un segundo la ceja. Recuperó la sonrisa inmediatamente mientras dando otra vuelta sobre sí misma. Se sorprendía con la elegancia, y a la vez con la seguridad, con que la llevaba cómo quería. Por su parte, nunca se había sentido tan protegida por alguien y a la vez tan expuesta ante alguien, aunque no podía haber elegido mejor persona para sentirlo. Aunque su mente acababa de desconectar totalmente de la Tierra y por tanto un razonamiento debería esperar.
Este improvisado baile, aseguraba lo que Santana pensaba sobre la rubia y sus dotes para moverse. Sin duda sería alguien alabada en las grandes recepciones, aunque suponía que le iba a costar bastante que Sinnove se dejara convencer para ir, pero nada era imposible. Su cerebro volvió a activarse ligeramente, ¿Por qué no empezar ya con persuadirla para que aceptara? A pesar de que le gustaba demasiado ese ambiente íntimo que había creado decidió cambiar el panorama como otras veces había hecho en su presencia.
En esta ocasión se imponía ante ellas un gran salón de aquellos específicamente utilizados para las grandes ocasiones. Aunque no estaban solas. Había más gente bailando a su alrededor, aunque quizás no con tanta gracilidad como lo hacían ellas. Sus vestimentas también habían cambiado, ambas lucían trajes de alta costura que se adaptaban a su figura perfectamente. Como siempre todo era emulado con la más perfecta similitud, haciendo que la música que se oía y la gente que se veía parecieran totalmente reales. Tras una de las vueltas, quedaron un tanto más cerca que las anteriores ocasiones, aprovechando esto decidió eliminar algo del entorno. La gente. Eso era lo que sobraba siempre que estuvieran las dos tan juntas, y aunque estuvieran de verdad en cuerpo presente, no les habría importado, de hecho ni se habrían percatado.
Tras unos segundos volvieron a moverse con total soltura, sus cuerpo ya se habían afianzado con el otro. Como tampoco quería salir del ambiente cálido y personal que tenían, hizo que la ilusión fuera desapareciendo poco a poco, volviendo a quedar el estudio de baile y ambas con sus vestimentas reales. Lo único que no cambiaba era la intensidad de los movimientos, la intensidad con la que se miraban, incluso la pasión que desprendían juntas. Aquello hubiera sido una total declaración a la sociedad si se hubiera dado en un salón público, pero eso les traía sin cuidado.
Al principio la había notado tensa, pero conforme iban sucediéndose los pasos se iba relajando, provocando en consecuencia que todo músculo que poseyera la morena se relajara también y se dejara llevar totalmente sin importar nada. Cuando hubo más seguridad en cada acción el baile se volvió un tanto más centrado, siguiendo unas pautas y adornado con diversas florituras por parte de la rubia, con las cuales la sonrisa de la latina se ensanchaba cada vez más. Simplemente espléndido…
Los giros se adueñaban de los pasos dando lugar a unos más elaborados cada vez, y que ambas sabían seguir ciegamente. Cerró los ojos mientras se deleitaba con el simple hecho de que la rubia la llevara— nunca pensé que diría esto pero…me está gustando esto de dejar que me lleven…—susurró lentamente sin quitar la sonrisa permanente de sus labios y abriendo poco a poco los ojos para encontrarse con la mirada azul que tenía clavada sobre ella.
Sus manos unidas, los ritmos acompasados, ni un solo fallo o paso fuera de lugar, las miradas clavadas la una sobre la otra, ambas sosteniéndose por la cintura. Eso era bailar, eso era conocerse por dentro, eso era no tener que decir una sola palabra para saber qué movimiento vendría a continuación y así poder seguirlo. Quizás solo había que definirlo como amor, ese amor que se tienen las almas gemelas y que por mucho tiempo, o por muchas circunstancias que pasen, seguirá estando ahí con la misma intensidad, o incluso más.
—Ya te dije que no era tan mala…—respondió alzando un segundo la ceja. Recuperó la sonrisa inmediatamente mientras dando otra vuelta sobre sí misma. Se sorprendía con la elegancia, y a la vez con la seguridad, con que la llevaba cómo quería. Por su parte, nunca se había sentido tan protegida por alguien y a la vez tan expuesta ante alguien, aunque no podía haber elegido mejor persona para sentirlo. Aunque su mente acababa de desconectar totalmente de la Tierra y por tanto un razonamiento debería esperar.
Este improvisado baile, aseguraba lo que Santana pensaba sobre la rubia y sus dotes para moverse. Sin duda sería alguien alabada en las grandes recepciones, aunque suponía que le iba a costar bastante que Sinnove se dejara convencer para ir, pero nada era imposible. Su cerebro volvió a activarse ligeramente, ¿Por qué no empezar ya con persuadirla para que aceptara? A pesar de que le gustaba demasiado ese ambiente íntimo que había creado decidió cambiar el panorama como otras veces había hecho en su presencia.
En esta ocasión se imponía ante ellas un gran salón de aquellos específicamente utilizados para las grandes ocasiones. Aunque no estaban solas. Había más gente bailando a su alrededor, aunque quizás no con tanta gracilidad como lo hacían ellas. Sus vestimentas también habían cambiado, ambas lucían trajes de alta costura que se adaptaban a su figura perfectamente. Como siempre todo era emulado con la más perfecta similitud, haciendo que la música que se oía y la gente que se veía parecieran totalmente reales. Tras una de las vueltas, quedaron un tanto más cerca que las anteriores ocasiones, aprovechando esto decidió eliminar algo del entorno. La gente. Eso era lo que sobraba siempre que estuvieran las dos tan juntas, y aunque estuvieran de verdad en cuerpo presente, no les habría importado, de hecho ni se habrían percatado.
Tras unos segundos volvieron a moverse con total soltura, sus cuerpo ya se habían afianzado con el otro. Como tampoco quería salir del ambiente cálido y personal que tenían, hizo que la ilusión fuera desapareciendo poco a poco, volviendo a quedar el estudio de baile y ambas con sus vestimentas reales. Lo único que no cambiaba era la intensidad de los movimientos, la intensidad con la que se miraban, incluso la pasión que desprendían juntas. Aquello hubiera sido una total declaración a la sociedad si se hubiera dado en un salón público, pero eso les traía sin cuidado.
- off:
- Ey! Se que quizás no te haga falta, pero igualmente te dejo por aquí un vídeo para que te hagas una idea de la recepción, además de que la música de fondo es la que imagina Tana pues que es la que escucho para inspirarme hehehehe
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
La expresión "ya te lo dije" se dibujó en mi rostro al escuchar sus palabras. Tenía constancia de que Santana podía ser terca como una mula cuando se lo proponía, además de tener esa peculiar obsesión con ser ella siempre la que llevase el mando. Sin embargo, también había quedado demostrado en más de una ocasión que, cuando se dejaba llevar, lo disfrutaba más que nadie. Y por si fuera poco, había conseguido que mi orgullosa vampira (no tan orgullosa cuando estaba conmigo, por cierto) lo admitiera en voz alta.
No había dejado de sonreir en ningún momento, por lo que solo me limité a dejar que mis labios se estirasen un poco más, riendo de oreja a oreja.
Nuestra pequeña danza se hizo un poco más pausada, dando tiempo ahora para bailar simplemente en brazos de la otra, sin prisas pero sin pausas.
Durante uno de los giros de Santana, no pude evitar pensar en que, de haber tenido algo de música acompañándonos, el momento habría sido completamente perfecto. Sin embargo, tampoco era algo de vital importancia, ya que estaba convencida de que esta solo sería la primera de las muchas veces en las que Santana y yo danzaríamos juntas, con o sin melodía de fondo.
No había terminado de formular ese pensamiento cuando las primeras notas llegaron hasta mis oídos. ¿Tantas ganas tienes que ya hasta imaginas cosas, Sinnove?
Pero no. No estaba imaginando nada. La música no era real, pero en cuanto la sala empezó a cambiar por completo, pude saber que no era mi mente la que estaba creando esa melodía, si no la de Santana. Durante unos instantes me quedé completamente paralizada, dejando que fuese ella la que tomara las riendas del asunto de nuevo, ya que mi atención se encontraba demasiado ocupada examinando el entorno como para poder seguir guiando la coreografía.
Aunque ya había sido testigo en más de una vez de las habilidades de Santana, me parecía completamente increíble que pudiese reproducir esas ilusiones con tanta exactitud. Cada detalle estaba cuidado al máximo, empezando con la decoración de la habitación, siguiendo con cada una de las personas que nos rodeaban y terminando con nuestros vestidos. Era abrumador.
Ella pareció darse cuenta de ese detalle, y tras una vuelta particularmente ostentosa que nos dejó prácticamente pegadas la una a la otra, todas esas personas desaparecieron con la misma rapidez con la que habían aparecido.
Para cuando la ilusión se desvaneció por completo, dejándonos a ambas de nuevo en el estudio de baile, estaba prácticamente sin aliento. En un abrir y cerrar de ojos había viajado a un mundo que no había visto más que en mi propia imaginación, con la seguridad de que al haber sido creado por ella, nada ni nadie podría juzgarnos. Nadie podría juzgarme.
—Estoy temblando...—susurré, aunque probablemente ella ya habría notado algo. Estabamos bailando increíblemente cerca, lo que unido a la descarga de sensaciones de unos minutos atrás, había dejado todos mis sentidos a flor de piel—Ni en mis mejores sueños habría podido imaginar algo así cuando me dijiste por primera vez que tenías una sorpresa para mí—añadí, sonriendo más suavemente, con un toque algo más tímido. Tras un nuevo giró, volví a tomar el control, haciendo que Santana quedase frente a mí, con su rostro a unos milímetros del mío.
Deteniéndonos por completo por primera vez desde que habíamos empezado a bailar, dejé que una de mis manos subiese desde su cadera hasta su mejilla, para despues hacercar su rostro al mío hasta que nuestros labios quedaron firmemente unidos en un beso cargado de sentimientos. La besé hasta que el último suspiro de aire escapó de mis pulmones, obligándome a separarme para dar un par de bocanadas aceleradas. Después de eso, volví a besarla.
No había dejado de sonreir en ningún momento, por lo que solo me limité a dejar que mis labios se estirasen un poco más, riendo de oreja a oreja.
Nuestra pequeña danza se hizo un poco más pausada, dando tiempo ahora para bailar simplemente en brazos de la otra, sin prisas pero sin pausas.
Durante uno de los giros de Santana, no pude evitar pensar en que, de haber tenido algo de música acompañándonos, el momento habría sido completamente perfecto. Sin embargo, tampoco era algo de vital importancia, ya que estaba convencida de que esta solo sería la primera de las muchas veces en las que Santana y yo danzaríamos juntas, con o sin melodía de fondo.
No había terminado de formular ese pensamiento cuando las primeras notas llegaron hasta mis oídos. ¿Tantas ganas tienes que ya hasta imaginas cosas, Sinnove?
Pero no. No estaba imaginando nada. La música no era real, pero en cuanto la sala empezó a cambiar por completo, pude saber que no era mi mente la que estaba creando esa melodía, si no la de Santana. Durante unos instantes me quedé completamente paralizada, dejando que fuese ella la que tomara las riendas del asunto de nuevo, ya que mi atención se encontraba demasiado ocupada examinando el entorno como para poder seguir guiando la coreografía.
Aunque ya había sido testigo en más de una vez de las habilidades de Santana, me parecía completamente increíble que pudiese reproducir esas ilusiones con tanta exactitud. Cada detalle estaba cuidado al máximo, empezando con la decoración de la habitación, siguiendo con cada una de las personas que nos rodeaban y terminando con nuestros vestidos. Era abrumador.
Ella pareció darse cuenta de ese detalle, y tras una vuelta particularmente ostentosa que nos dejó prácticamente pegadas la una a la otra, todas esas personas desaparecieron con la misma rapidez con la que habían aparecido.
Para cuando la ilusión se desvaneció por completo, dejándonos a ambas de nuevo en el estudio de baile, estaba prácticamente sin aliento. En un abrir y cerrar de ojos había viajado a un mundo que no había visto más que en mi propia imaginación, con la seguridad de que al haber sido creado por ella, nada ni nadie podría juzgarnos. Nadie podría juzgarme.
—Estoy temblando...—susurré, aunque probablemente ella ya habría notado algo. Estabamos bailando increíblemente cerca, lo que unido a la descarga de sensaciones de unos minutos atrás, había dejado todos mis sentidos a flor de piel—Ni en mis mejores sueños habría podido imaginar algo así cuando me dijiste por primera vez que tenías una sorpresa para mí—añadí, sonriendo más suavemente, con un toque algo más tímido. Tras un nuevo giró, volví a tomar el control, haciendo que Santana quedase frente a mí, con su rostro a unos milímetros del mío.
Deteniéndonos por completo por primera vez desde que habíamos empezado a bailar, dejé que una de mis manos subiese desde su cadera hasta su mejilla, para despues hacercar su rostro al mío hasta que nuestros labios quedaron firmemente unidos en un beso cargado de sentimientos. La besé hasta que el último suspiro de aire escapó de mis pulmones, obligándome a separarme para dar un par de bocanadas aceleradas. Después de eso, volví a besarla.
- OFF:
- Me ha venido genial para meter en contexto, gracias^^
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Al parecer, y aunque no era la primera vez que la rubia estaba bajo las ilusiones de la latina, se había sorprendido nuevamente, llegando al punto de ser la morena quien tuviera que tomar las riendas del baile. Como había predicho antes incluso de tener la idea de estudio, la multitud la asustaba. Quizás no cualquier multitud sino solo aquella que pudiera juzgarla, y por ende, también le daba miedo que la juzgaran, aunque la latina ya había pasado por eso y podía comprenderla perfectamente puesto que hasta hace más bien poco tiempo también la asustaba lo mismo, solo que desde que la encontró ese miedo había disminuido hasta llegar a desaparecer.
Cuando el entorno volvió a ser el real, los pasos se iban volviendo más pausados hasta llegar a parar completamente el baile. Se quedaron en la misma posición mientras se miraban intensamente a los ojos. La rubia fue la primera en hablar, transmitiendo sus pensamientos en voz alta. Por supuesto la había notado temblar y con ello solo le habían entrado ganas de abrazarla y esconderla del mundo exterior para que nada ni nadie pudiera dañarla. La veía frágil e indefensa, aunque visto hasta qué punto se aferraba a la vida se equivocaba.
Sonrió de forma cariñosa en cuanto sintió su mano recorrer su mejilla para acercarse los pocos milímetros que separaban sus rostros y así poder juntar sus labios en un beso que lo expresaba todo. El que tuvieran que separarse para que la rubia recuperara el aire, y aunque esta no estuviera muy de acuerdo con ello, conseguía que el siguiente beso fuera aún más intenso. Al separarse por segunda vez, la morena dejo apoyada su frente sobre la de ella y mantuvo los ojos cerrados. Momentos como este hacían que cada duda que tuviera se extinguiera, y así se daba cuenta de que la quería en su vida costara el precio que costara, y si para ello era necesario ceder a sus deseos lo haría.
—Tuve la certeza que te gustaría y que te sería útil—sonrió abriendo los ojos clavándose en su mirada— todo cuanto quiero es que seas feliz—y ahí se dejaba ver su inconsciente al dejar salir por la boca sus pensamientos. Su sonrisa se transformó a una pequeña sonrisita tímida, le seguía dando vergüenza cuando hablaba sin pensar y más si decía cosas que sentía en lo profundo de su ser, pero que por supuesto eran la más absoluta verdad. Volvió a cerrar los ojos y aprovechó la asombrosa cercanía para volver a besarla como momentos antes lo habían hecho, aunque haciendo el beso menos duradero pero no por ello menos intenso.
Cuando llegó el momento de separarse de nuevo, volvió a formarse una sonrisa socarrona en su rostro— entonces, ¿dais vuestro visto bueno a mi forma de bailar? —preguntó de forma coqueta y dejando escapar una risita— que conste que he tenido cuidado, elegancia y además no os he pisado—comento de forma seria aunque se veía perfectamente que tan solo estaba jugando un poco. Puesto que no se habían movido de la posición en un rato decidió dar un poco de dinamismo a la situación volviendo a poner a la rubia mirando hacia el espejo y abrazándola por la cintura. Le había gustado eso de verse a ambas reflejadas en el espejo, ambas se veían felices con una sonrisa amplia en la cara.
Cualquiera que se fijara en el lenguaje corporal, que era en lo que se estaba fijando Santana, podría apreciar como la morena tenía un pose de protección para con la rubia, aunque esta fuera un tanto más alta. Gracias a la inmortalidad de una y al acelerado desarrollo de la otra, ambas parecían tener la misma edad aunque esto no fuera cierto. Muchas podían ser sacadas en contexto con tan solo mirarlas y estaba claro que la gente lo haría cuando se vieran en sociedad, pero tampoco iban a estar toda la vida escondiéndose del exterior, por mucho que le agradara la idea a la latina.
Cuando el entorno volvió a ser el real, los pasos se iban volviendo más pausados hasta llegar a parar completamente el baile. Se quedaron en la misma posición mientras se miraban intensamente a los ojos. La rubia fue la primera en hablar, transmitiendo sus pensamientos en voz alta. Por supuesto la había notado temblar y con ello solo le habían entrado ganas de abrazarla y esconderla del mundo exterior para que nada ni nadie pudiera dañarla. La veía frágil e indefensa, aunque visto hasta qué punto se aferraba a la vida se equivocaba.
Sonrió de forma cariñosa en cuanto sintió su mano recorrer su mejilla para acercarse los pocos milímetros que separaban sus rostros y así poder juntar sus labios en un beso que lo expresaba todo. El que tuvieran que separarse para que la rubia recuperara el aire, y aunque esta no estuviera muy de acuerdo con ello, conseguía que el siguiente beso fuera aún más intenso. Al separarse por segunda vez, la morena dejo apoyada su frente sobre la de ella y mantuvo los ojos cerrados. Momentos como este hacían que cada duda que tuviera se extinguiera, y así se daba cuenta de que la quería en su vida costara el precio que costara, y si para ello era necesario ceder a sus deseos lo haría.
—Tuve la certeza que te gustaría y que te sería útil—sonrió abriendo los ojos clavándose en su mirada— todo cuanto quiero es que seas feliz—y ahí se dejaba ver su inconsciente al dejar salir por la boca sus pensamientos. Su sonrisa se transformó a una pequeña sonrisita tímida, le seguía dando vergüenza cuando hablaba sin pensar y más si decía cosas que sentía en lo profundo de su ser, pero que por supuesto eran la más absoluta verdad. Volvió a cerrar los ojos y aprovechó la asombrosa cercanía para volver a besarla como momentos antes lo habían hecho, aunque haciendo el beso menos duradero pero no por ello menos intenso.
Cuando llegó el momento de separarse de nuevo, volvió a formarse una sonrisa socarrona en su rostro— entonces, ¿dais vuestro visto bueno a mi forma de bailar? —preguntó de forma coqueta y dejando escapar una risita— que conste que he tenido cuidado, elegancia y además no os he pisado—comento de forma seria aunque se veía perfectamente que tan solo estaba jugando un poco. Puesto que no se habían movido de la posición en un rato decidió dar un poco de dinamismo a la situación volviendo a poner a la rubia mirando hacia el espejo y abrazándola por la cintura. Le había gustado eso de verse a ambas reflejadas en el espejo, ambas se veían felices con una sonrisa amplia en la cara.
Cualquiera que se fijara en el lenguaje corporal, que era en lo que se estaba fijando Santana, podría apreciar como la morena tenía un pose de protección para con la rubia, aunque esta fuera un tanto más alta. Gracias a la inmortalidad de una y al acelerado desarrollo de la otra, ambas parecían tener la misma edad aunque esto no fuera cierto. Muchas podían ser sacadas en contexto con tan solo mirarlas y estaba claro que la gente lo haría cuando se vieran en sociedad, pero tampoco iban a estar toda la vida escondiéndose del exterior, por mucho que le agradara la idea a la latina.
Última edición por Santana López el Miér Mayo 08, 2013 2:48 pm, editado 1 vez
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Era curioso que ella afirmase que había preparado todo esto con el simple fin de hacerme feliz. Realmente lo era. No porque no hubiese cumplido su cometido, ni mucho menos, si no porque aún me resultaba llamativo que Santana pensase que tenía que andar haciendo grandes logros para conseguir mi felicidad. ¿Acaso aún no se había dado cuenta de que la felicidad había llegado por primera vez a mi vida en el preciso momento en el que nos habíamos conocido? Y aunque las cosas se habían enturbiado, esa felicidad no se había marchado ni un solo instante.
Aún así, no podía dejar de sentirme extremadamente dichosa al descubrir que tenía a una persona a mi lado que sería capaz de remover cielo y tierra por mí.
—No me queda otra que hacerlo, ya que los hechos son innegables y la señorita ha demostrado su valía y su buen hacer—repliqué a sus palabras, observando la falsa seriedad de su voz y su rostro con una de mis cejas arqueadas. Era evidente que desde el primer momento no había tenido duda alguna de sus habilidades como bailarina, pero nunca estaba de más el dotar el momento con algo más de teatralidad.
Al ver de nuevo nuestros reflejos en la superficie del espejo y sonrisa brillante se dibujó en mi rostro. No podía ni quería evitarlo, ya que estaba completamente segura de que, en este momento de mi vida, no había cosa que pudiese causarme más dicha que saberme al lado de Santana.
Sin embargo, a los pocos segundos los pensamientos volvieron a asaltar mi mente. Solté un pequeño suspiro, mientras que la sonrisa se desvanecía levemente de mi rostro pero sin llegar a desaparecer del todo.
—Daría todo lo que estuviese en mi mano para que el resto del mundo pudiese ver lo que yo veo en este momento... Simplemente amor, y no un pecado ni una aberración—susurré. A continuación giré la cabeza ligeramente, buscando cruzar mi mirada con la de Santana—¿Cómo puede alguien pensar que esto está tan mal cuando me hace sentir tan bien?—el tono de mi voz dejó ver lo mucho que empezaba a afectarme este tema, ya que aunque no nos habíamos enfrentado aún a él, temía demasiado que llegase ese momento.
Solo quería ser feliz al lado de Santana, y me aterrorizaba la posibilidad de que alguien pudiere tratar de separarnos. O peor aún, que lo consiguiese. No digas tonterías, eso nunca va a pasar.
Volví a clavar mi mirada en el espejo, afianzando el agarra de los brazos de Santana alrededor de mi cuerpo y recargando algo de mi peso sobre ella, recostándome ligeramente. Una vez más, deseaba que este instante no terminase nunca.
Aún así, no podía dejar de sentirme extremadamente dichosa al descubrir que tenía a una persona a mi lado que sería capaz de remover cielo y tierra por mí.
—No me queda otra que hacerlo, ya que los hechos son innegables y la señorita ha demostrado su valía y su buen hacer—repliqué a sus palabras, observando la falsa seriedad de su voz y su rostro con una de mis cejas arqueadas. Era evidente que desde el primer momento no había tenido duda alguna de sus habilidades como bailarina, pero nunca estaba de más el dotar el momento con algo más de teatralidad.
Al ver de nuevo nuestros reflejos en la superficie del espejo y sonrisa brillante se dibujó en mi rostro. No podía ni quería evitarlo, ya que estaba completamente segura de que, en este momento de mi vida, no había cosa que pudiese causarme más dicha que saberme al lado de Santana.
Sin embargo, a los pocos segundos los pensamientos volvieron a asaltar mi mente. Solté un pequeño suspiro, mientras que la sonrisa se desvanecía levemente de mi rostro pero sin llegar a desaparecer del todo.
—Daría todo lo que estuviese en mi mano para que el resto del mundo pudiese ver lo que yo veo en este momento... Simplemente amor, y no un pecado ni una aberración—susurré. A continuación giré la cabeza ligeramente, buscando cruzar mi mirada con la de Santana—¿Cómo puede alguien pensar que esto está tan mal cuando me hace sentir tan bien?—el tono de mi voz dejó ver lo mucho que empezaba a afectarme este tema, ya que aunque no nos habíamos enfrentado aún a él, temía demasiado que llegase ese momento.
Solo quería ser feliz al lado de Santana, y me aterrorizaba la posibilidad de que alguien pudiere tratar de separarnos. O peor aún, que lo consiguiese. No digas tonterías, eso nunca va a pasar.
Volví a clavar mi mirada en el espejo, afianzando el agarra de los brazos de Santana alrededor de mi cuerpo y recargando algo de mi peso sobre ella, recostándome ligeramente. Una vez más, deseaba que este instante no terminase nunca.
- OFF:
- Respuesta cortita y con tardanza, lo siento >.<
Estoy haciendo todo lo posible por no poner la ausencia, así que espero que sea suficiente hasta que termine exámenes!
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
El tema que había sacado la rubia también incomodaba a Santana pero lo tenía más superado probablemente por los años, a lo largo de los cuales había aprendido a imponer su voluntad por encima de lo que los demás querían que la latina hiciera. La abrazó con fuerza y al mismo tiempo la hizo girar sobre sus talones para quedar frente y poder mirarla con intensidad a los ojos, puede que no pudiera leer los pensamientos ni meterse en la mente de nadie pero comenzaba a conocer a la rubia, y es que si nos ponemos a pensar se conocen desde hace ya siglos.
-Deja de atormentar tu mente y disfruta por una vez en tu vida, o mejor, disfruta a partir de ahora, déjame enseñarte ese mundo que no has visto. Eres joven y aún te queda mucho por vivir, y espero que siempre elijas hacerlo a mi lado...-dejó un suave beso sobre su frente y le sonrió ampliamente con esas filas de dientes blancos que contrastaban claramente con su piel oscura.
Acaricio su cintura con suma suavidad, con toda la dulzura que en ocasiones especiales la caracterizaba, su mirada también se perdía en su cuerpo y se maravillaba de la criatura tan especial que tenía delante, la que tan sólo era todavía una adolescente, aunque no en apariencia. Su pelo rubio, cayendo por sus hombros, le recordaba cuando de pequeña se sentaba en la playa de su ciudad natal y el sol del crepúsculo bañaba las olas que llegaban hasta sus pies. Anhelaba aquellos tiempos de libertad y el sol... Se fijó en sus labios, rojo pasión aún sin carmín, carnosos en su justa medida que invitan a besarlos.
En ocasiones se sentía mal por tener ciertos pensamientos pero es que no lo podía evitar, además era preciosa y su cuerpo no le obedecía cuando se trataba de ella. Suspiró agitando la cabeza para centrar su mente y se quedo embobada mirando sus ojos. De pronto sonrió con picardía. Volvió a hacer que girara y mirara hacia los espejos, dejó un leve beso sobre su nuca y se alejó con rapidez alcanzando la banqueta del piano y sentándose en ella.
-Señorita Lindstrom, ¿sería tan amable de bailar para mi?-le preguntó con una sonrisita en la que se escondía una gran impaciencia, si bien es cierto acababa de bailar con ella, pero no era lo mismo el solo observarla. Sin llegar a esperar una respuesta por parte de la rubia, comenzó a tocar una pieza lenta pero con ritmo para ver de qué era capaz la rubia cuando bailaba individualmente. Para Santana, tocar el piano era también una forma de escapar de la soledad, del mundo cambiante que le rodeaba, pero ahora sería el complemento a una velada perfecta cada vez que ambas estuvieran en esa sala, haciendo cosas diferentes pero que se unen y encajan a la perfección como si fueran los engranajes de un reloj.
Gracias a los años de práctica se podía permitir el lujo de poder observarla a ella sin tener necesidad de mirar las teclas de marfil y ébano que acariciaba con suavidad para poder lograr una melodía propia de un pianista de categoría.
-Deja de atormentar tu mente y disfruta por una vez en tu vida, o mejor, disfruta a partir de ahora, déjame enseñarte ese mundo que no has visto. Eres joven y aún te queda mucho por vivir, y espero que siempre elijas hacerlo a mi lado...-dejó un suave beso sobre su frente y le sonrió ampliamente con esas filas de dientes blancos que contrastaban claramente con su piel oscura.
Acaricio su cintura con suma suavidad, con toda la dulzura que en ocasiones especiales la caracterizaba, su mirada también se perdía en su cuerpo y se maravillaba de la criatura tan especial que tenía delante, la que tan sólo era todavía una adolescente, aunque no en apariencia. Su pelo rubio, cayendo por sus hombros, le recordaba cuando de pequeña se sentaba en la playa de su ciudad natal y el sol del crepúsculo bañaba las olas que llegaban hasta sus pies. Anhelaba aquellos tiempos de libertad y el sol... Se fijó en sus labios, rojo pasión aún sin carmín, carnosos en su justa medida que invitan a besarlos.
En ocasiones se sentía mal por tener ciertos pensamientos pero es que no lo podía evitar, además era preciosa y su cuerpo no le obedecía cuando se trataba de ella. Suspiró agitando la cabeza para centrar su mente y se quedo embobada mirando sus ojos. De pronto sonrió con picardía. Volvió a hacer que girara y mirara hacia los espejos, dejó un leve beso sobre su nuca y se alejó con rapidez alcanzando la banqueta del piano y sentándose en ella.
-Señorita Lindstrom, ¿sería tan amable de bailar para mi?-le preguntó con una sonrisita en la que se escondía una gran impaciencia, si bien es cierto acababa de bailar con ella, pero no era lo mismo el solo observarla. Sin llegar a esperar una respuesta por parte de la rubia, comenzó a tocar una pieza lenta pero con ritmo para ver de qué era capaz la rubia cuando bailaba individualmente. Para Santana, tocar el piano era también una forma de escapar de la soledad, del mundo cambiante que le rodeaba, pero ahora sería el complemento a una velada perfecta cada vez que ambas estuvieran en esa sala, haciendo cosas diferentes pero que se unen y encajan a la perfección como si fueran los engranajes de un reloj.
Gracias a los años de práctica se podía permitir el lujo de poder observarla a ella sin tener necesidad de mirar las teclas de marfil y ébano que acariciaba con suavidad para poder lograr una melodía propia de un pianista de categoría.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Sonreí ante sus palabras, sintiendo como mis nervios se relajaban con el toque de sus dedos en mi cintura. Santana era como la verdad absoluta para mí. Con todos los años que llevaba en este mundo, tenía la experiencia suficiente como para saber de todo lo que me pudiese plantear, por lo que para mí, sus palabras siempre eran verdades absolutas que no me atrevía a cuestionar. Aún así, y aunque ella trataba de tranquilizarme y de desviar mi atención, ese tema me seguiría preocupando.
Tampoco quería amargarnos la velada, así que hice mi mejor esfuerzo por alejar de manera momentánea todas esas ideas de mi cabeza y centrarme de nuevo en el momento que estábamos viviendo.
Por el reflejo del espejo pude ver como se sentaba al piano. Arqueé levemente la ceja, sin apartar la mirada del espejo, para no perderme ni un sólo movimiento que hiciera. Por un momento esperé a que se echase atrás en su petición y que volviésemos a bailar juntas, pero en contra de mis pensamientos, ella empezó a tocar una melodía suave.
- Me gusta más bailar contigo que yo sola - me quejé, pero ella me ignoró por completo. Las notas del piano seguían inundando la habitación y Santana no me quitaba los ojos de encima, esperando a que empezase a danzar.
Hice un pequeño puchero, que por primera vez tampoco hizo efecto. Finalmente, opté por rendirme a sus exigencias y avancé a paso lento hasta colocarme en el centro de la sala.
Le dediqué una última mirada, casi de reojo, justo antes de cerrar los ojos y de dejar que todo el aire saliese de mis pulmones. Espero que estés contenta, señorita.
Dejé que transcurrieran unos segundos más para familiarizarme con la melodía. A continuación, sin abrir aún los ojos, comencé a mover los brazos con delicadeza, siguiendo el ritmo de las notas. Elevé una de mis piernas, comenzando a girar sobre mí misma sin moverme del sitio, haciendo equilibrio. Cuando la velocidad de las vueltas que estaba dando fue demasiada, arqueé la espalda y volví a apoyar ambos pies en el suelo.
Abrí los ojos y volví a clavar mi mirada en Santana, arqueando de nuevo la ceja, con una expresión un tanto chulesca dibujada en mi rostro. ¿Estás lista?.
Como si alguien hubiese pulsado un interruptor en mi interior, empecé a bailar de una manera mucho más enérgica. Giré de punta a punta de la habitación, haciendo mi mejor esfuerzo por no perder el eje en ningún momento. Justo antes de llegar a tocar la pared di un salto hacia atrás, abriendo la piernas en el aire y haciendo una figura elegante.
Y así, saltando y girando, seguí bailando hasta que el aire empezó a faltarme en los pulmones. Finalicé mi pequeña demostración dando una última vuelta, tras la cual estiré los brazos hacia adelante, como si quisiera atrapar algún tipo de hada o de ave. Mantuve esa posición durante unos segundos. Después, cuando volví a colocarme de una forma neutral, fue como si ese interruptor se hubiese apagado, dejando frente a Santana a la Sinnove de siempre.
- ¿Te ha gustado? - pregunté, con cierta timidez.
Tampoco quería amargarnos la velada, así que hice mi mejor esfuerzo por alejar de manera momentánea todas esas ideas de mi cabeza y centrarme de nuevo en el momento que estábamos viviendo.
Por el reflejo del espejo pude ver como se sentaba al piano. Arqueé levemente la ceja, sin apartar la mirada del espejo, para no perderme ni un sólo movimiento que hiciera. Por un momento esperé a que se echase atrás en su petición y que volviésemos a bailar juntas, pero en contra de mis pensamientos, ella empezó a tocar una melodía suave.
- Me gusta más bailar contigo que yo sola - me quejé, pero ella me ignoró por completo. Las notas del piano seguían inundando la habitación y Santana no me quitaba los ojos de encima, esperando a que empezase a danzar.
Hice un pequeño puchero, que por primera vez tampoco hizo efecto. Finalmente, opté por rendirme a sus exigencias y avancé a paso lento hasta colocarme en el centro de la sala.
Le dediqué una última mirada, casi de reojo, justo antes de cerrar los ojos y de dejar que todo el aire saliese de mis pulmones. Espero que estés contenta, señorita.
Dejé que transcurrieran unos segundos más para familiarizarme con la melodía. A continuación, sin abrir aún los ojos, comencé a mover los brazos con delicadeza, siguiendo el ritmo de las notas. Elevé una de mis piernas, comenzando a girar sobre mí misma sin moverme del sitio, haciendo equilibrio. Cuando la velocidad de las vueltas que estaba dando fue demasiada, arqueé la espalda y volví a apoyar ambos pies en el suelo.
Abrí los ojos y volví a clavar mi mirada en Santana, arqueando de nuevo la ceja, con una expresión un tanto chulesca dibujada en mi rostro. ¿Estás lista?.
Como si alguien hubiese pulsado un interruptor en mi interior, empecé a bailar de una manera mucho más enérgica. Giré de punta a punta de la habitación, haciendo mi mejor esfuerzo por no perder el eje en ningún momento. Justo antes de llegar a tocar la pared di un salto hacia atrás, abriendo la piernas en el aire y haciendo una figura elegante.
Y así, saltando y girando, seguí bailando hasta que el aire empezó a faltarme en los pulmones. Finalicé mi pequeña demostración dando una última vuelta, tras la cual estiré los brazos hacia adelante, como si quisiera atrapar algún tipo de hada o de ave. Mantuve esa posición durante unos segundos. Después, cuando volví a colocarme de una forma neutral, fue como si ese interruptor se hubiese apagado, dejando frente a Santana a la Sinnove de siempre.
- ¿Te ha gustado? - pregunté, con cierta timidez.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Sin duda podía afirmar que bailaba como los ángeles, aunque nunca hubiera visto a uno de esos amorcillos fuera de los muchos cuadros que existían. Tenía gran gracilidad a la hora de moverse por la sala, se notaba que el baile le venía de dentro aunque también denotaba una cierta falta de técnica, pero esto se podía solucionar con unas buenas clases de baile y mucho esfuerzo por su parte, cosa que sabía no sería inconveniente para la rubia ya que la juventud le dotaba de esa energía permanente y las ganas que le ponía a todo demostraba un empeño lo suficientemente grande como para conseguir todo aquello que se propusiera. Nada más y nada menos había conseguido a atrapar a un ser no muy sociable y tenerla embelesada con tan solo mirarla con una sonrisa, o sin ella.
Acabada la música aplaudió ligeramente y con un ademán le indicó que se sentara a su lado en la banqueta del piano. A pesar de que había dejado de bailar, la morena seguía tocando el piano con sutileza, una melodía más relajada y suave, acariciando las teclas del piano como si se tratase de la piel de su querida holandesa. Presionando en su justa medida para que la melodía tuviera ese toque propio de cada músico, aunque la latina no se consideraba más que una simple aficionada que tiene mucho tiempo libre para este tipo de cosas. Siguieron un rato así, en silencio, sólo la melodía resonando en los cristales, las respiraciones acompasadas y un solo corazón bombeando en toda la sala. Aquello sin duda era la gloria.
—¿Alguna vez has pensado en tomar clases de baile? —finalizó lentamente la melodía para tapar las teclas del piano con la cubierta de madera y apoyarse para poder mirarla a los ojos— bailas bien, tienes un talento innato pero a eso hay que sacarle provecho, sólo si tu estas conforme claro, si no sería una pérdida de tiempo —le sonrió con dulzura y le cogió una de sus manos acariciándola suavemente con la yema de los dedos, como si fuera ciega y quisiera intentar hacer una imagen mental de cada uno de los detalles de su mano. Sin embargo no todo podía ser calma y sosiego, su mente la acechaba en cada momento, sobre todo si eran momentos felices.
Ya una vez la perdió, ¿se atrevería a perderla de nuevo? Ya había hablado con Xiamara de esto la noche en la que la conoció y tras el infortunio encuentro se convirtieron en confidentes. Estaba claro que amaba a Sinnove pero ¿le quitaría su alma por un acto de egoísmo? La rubia nunca sería parcial en ello, pues su amor, su inmadurez y desconocimiento frente al tema la cegaba en cuanto a su decisión, por ello también la había invitado aquella noche, tenían que hablar de aquello y dejar algunos puntos del tema claros. Decidió no mancillar el momento con sus pensamientos y volver al momento tan feliz que estaban viviendo. Se acercó un poco más a ella y ensanchó su sonrisa, cruzó las piernas sentándose "a lo indio" y se quedó contemplándola.
—¿Te he dicho alguna vez que eres la criatura más hermosa que he visto nunca? —susurró en su lengua natal sabiendo que no se enteraría pero eran sus pensamiento que cobraban vida y salían por su boca en forma de suspiro.
—Dime ángel mío, qué es esa luz, tu luz que ilumina mi camino.
Dices que tan sólo es el aura limpio, mas yo creo que es mi destino —la latina sintió sonrojarse en ese mismo momento, pero sabía perfectamente que eso era imposible, igualmente la vergüenza adolescente la invadía y sin poder evitarlo bajó la mirada a su regazo. En momentos como ese daba gracias de que la rubia no entendiera nada de lo que decía.
Acabada la música aplaudió ligeramente y con un ademán le indicó que se sentara a su lado en la banqueta del piano. A pesar de que había dejado de bailar, la morena seguía tocando el piano con sutileza, una melodía más relajada y suave, acariciando las teclas del piano como si se tratase de la piel de su querida holandesa. Presionando en su justa medida para que la melodía tuviera ese toque propio de cada músico, aunque la latina no se consideraba más que una simple aficionada que tiene mucho tiempo libre para este tipo de cosas. Siguieron un rato así, en silencio, sólo la melodía resonando en los cristales, las respiraciones acompasadas y un solo corazón bombeando en toda la sala. Aquello sin duda era la gloria.
—¿Alguna vez has pensado en tomar clases de baile? —finalizó lentamente la melodía para tapar las teclas del piano con la cubierta de madera y apoyarse para poder mirarla a los ojos— bailas bien, tienes un talento innato pero a eso hay que sacarle provecho, sólo si tu estas conforme claro, si no sería una pérdida de tiempo —le sonrió con dulzura y le cogió una de sus manos acariciándola suavemente con la yema de los dedos, como si fuera ciega y quisiera intentar hacer una imagen mental de cada uno de los detalles de su mano. Sin embargo no todo podía ser calma y sosiego, su mente la acechaba en cada momento, sobre todo si eran momentos felices.
Ya una vez la perdió, ¿se atrevería a perderla de nuevo? Ya había hablado con Xiamara de esto la noche en la que la conoció y tras el infortunio encuentro se convirtieron en confidentes. Estaba claro que amaba a Sinnove pero ¿le quitaría su alma por un acto de egoísmo? La rubia nunca sería parcial en ello, pues su amor, su inmadurez y desconocimiento frente al tema la cegaba en cuanto a su decisión, por ello también la había invitado aquella noche, tenían que hablar de aquello y dejar algunos puntos del tema claros. Decidió no mancillar el momento con sus pensamientos y volver al momento tan feliz que estaban viviendo. Se acercó un poco más a ella y ensanchó su sonrisa, cruzó las piernas sentándose "a lo indio" y se quedó contemplándola.
—¿Te he dicho alguna vez que eres la criatura más hermosa que he visto nunca? —susurró en su lengua natal sabiendo que no se enteraría pero eran sus pensamiento que cobraban vida y salían por su boca en forma de suspiro.
—Dime ángel mío, qué es esa luz, tu luz que ilumina mi camino.
Dices que tan sólo es el aura limpio, mas yo creo que es mi destino —la latina sintió sonrojarse en ese mismo momento, pero sabía perfectamente que eso era imposible, igualmente la vergüenza adolescente la invadía y sin poder evitarlo bajó la mirada a su regazo. En momentos como ese daba gracias de que la rubia no entendiera nada de lo que decía.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
La melodía que inundaba la habitación parecía acompasarse al ritmo de mi respiración. Al principio, nada más terminar de bailar, la música era ligera y rápida, tanto como el número de veces que mi pecho subía y bajaba por minuto. Sin embargo, cuando tomé asiento junto a Santana, las notas empezaron a sosegarse, prácticamente al mismo tiempo que el ritmo de mi respiración, cada vez más tranquila.
Ella parecía no darle demasiada importancia al dominio que tenía sobre el piano, pero a mi me seguía pareciendo fascinante como ella iba hilando la melodía sin partitura alguna como guía. Simplemente fascinante.
Cuando la canción llegó a su fin, giré ligeramente mi cuerpo, para quedar frente a Santana, ambas sentadas aún en el banco del piano. Mi mirada se cruzó sutilmente con la suya.
- Lo he pensado cientos de veces desde que era niña - admití, sonriendo tontamente, con cierta nostalgia - Pero siempre ha estado fuera de mis posibilidades, así que para no perder el tiempo como tú dices, nunca he podido planteármelo de manera seria - añadí. Cuando apenas ganaba lo justo para mantenerme, era imposible poder costear unas clases de baile, ya que tal privilegio estaba reservado para las clases más pudientes de la sociedad - Aunque bueno, ¿qué son unas clases de baile al lado de este estudio maravilloso? - reí ligeramente, recordando una vez más el desembolso de dinero y de trabajo que Santana había hecho para preparar mi sorpresa. Aún me costaba creer como en cuestión de horas había conseguido tenerlo todo a punto.
Pude ver en su mirada que Santana se había perdido en sus pensamientos, ya que sus ojos y sus manos parecían ocupados retratando mi cara y mi cuerpo, mientras que una sonrisa se dibujaba en su rostro. Cuando volvió en sí, modificando la posición de su cuerpo y acercándose más a mí, estaba completamente preparada para escuchar sus palabras, siempre llenas de halagos y de dulzura. Sin embargo, cuando finalmente ella abrió la boca, me dejó completamente pasmada, ya que, efectivamente, por el tono de su voz sabía que me habría dicho algo precioso, pero no había entendido ni una sola sílaba de su discurso.
- Vale... Creo que empieza a ser muy evidente que necesito unas lecciones de español, señorita López. No puedo permitir que pase el tiempo y sigas hablando sin que yo me entere de nada - me quejé, fingiendo ofensa, ya que la expresión divertida se había mantenido en todo momento en mi mirada. Esas palabras tan desconocidas para mí eran como música para mis oídos y me moría por saber su significado sin necesidad de que ella tuviese que traducirme - Además, juegas con ventaja, porque tú sí que conoces mi idioma. ¡Esa es una gran injusticia! - añadí. Después de estar unos segundos con el ceño fruncido, volví a sonreir de nuevo, dibujando una expresión pilla en mi rostro - Por tanto, ¿vas a decirme qué has dicho o me quedaré intrigada para siempre? - presioné, ya que lo cierto era que mi curiosidad era muy grande y estaba deseosa de ser saciada.
Además de todo, tenía la vaga sensación de que por la cabeza de Santana debían de estar pasando miles de pensamientos en este momento, y estaba más que impaciente por conocer hasta el último de los mismos, aunque para ello tuviera que convertirme durante unas horas en la mejor de las detectives.
Ella parecía no darle demasiada importancia al dominio que tenía sobre el piano, pero a mi me seguía pareciendo fascinante como ella iba hilando la melodía sin partitura alguna como guía. Simplemente fascinante.
Cuando la canción llegó a su fin, giré ligeramente mi cuerpo, para quedar frente a Santana, ambas sentadas aún en el banco del piano. Mi mirada se cruzó sutilmente con la suya.
- Lo he pensado cientos de veces desde que era niña - admití, sonriendo tontamente, con cierta nostalgia - Pero siempre ha estado fuera de mis posibilidades, así que para no perder el tiempo como tú dices, nunca he podido planteármelo de manera seria - añadí. Cuando apenas ganaba lo justo para mantenerme, era imposible poder costear unas clases de baile, ya que tal privilegio estaba reservado para las clases más pudientes de la sociedad - Aunque bueno, ¿qué son unas clases de baile al lado de este estudio maravilloso? - reí ligeramente, recordando una vez más el desembolso de dinero y de trabajo que Santana había hecho para preparar mi sorpresa. Aún me costaba creer como en cuestión de horas había conseguido tenerlo todo a punto.
Pude ver en su mirada que Santana se había perdido en sus pensamientos, ya que sus ojos y sus manos parecían ocupados retratando mi cara y mi cuerpo, mientras que una sonrisa se dibujaba en su rostro. Cuando volvió en sí, modificando la posición de su cuerpo y acercándose más a mí, estaba completamente preparada para escuchar sus palabras, siempre llenas de halagos y de dulzura. Sin embargo, cuando finalmente ella abrió la boca, me dejó completamente pasmada, ya que, efectivamente, por el tono de su voz sabía que me habría dicho algo precioso, pero no había entendido ni una sola sílaba de su discurso.
- Vale... Creo que empieza a ser muy evidente que necesito unas lecciones de español, señorita López. No puedo permitir que pase el tiempo y sigas hablando sin que yo me entere de nada - me quejé, fingiendo ofensa, ya que la expresión divertida se había mantenido en todo momento en mi mirada. Esas palabras tan desconocidas para mí eran como música para mis oídos y me moría por saber su significado sin necesidad de que ella tuviese que traducirme - Además, juegas con ventaja, porque tú sí que conoces mi idioma. ¡Esa es una gran injusticia! - añadí. Después de estar unos segundos con el ceño fruncido, volví a sonreir de nuevo, dibujando una expresión pilla en mi rostro - Por tanto, ¿vas a decirme qué has dicho o me quedaré intrigada para siempre? - presioné, ya que lo cierto era que mi curiosidad era muy grande y estaba deseosa de ser saciada.
Además de todo, tenía la vaga sensación de que por la cabeza de Santana debían de estar pasando miles de pensamientos en este momento, y estaba más que impaciente por conocer hasta el último de los mismos, aunque para ello tuviera que convertirme durante unas horas en la mejor de las detectives.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Sin duda lo que más le gustaba era que la hacía reír como hacía muchísimos años que no lo hacía, de hecho ni siquiera recordaba el sonido de su propia risa hasta este momento. De pronto simplemente y sin decir una palabra se abrazó a la rubia como si no hubiera mañana, y claro el efecto de la gravedad tenía que hacer aparición así que la morena ante no poder evitar la caída de la banqueta del piano con ellas dos encima, al menos evitó que la rubia cayera directamente en el suelo recogiendo su peso con su propio cuerpo. El hecho en vez de enfadarla como habría hecho cualquier día normal, la hizo reírse mucho más y acabó besando el rostro de la rubia milímetro a milímetro.
—Prometo enseñarte a hablar mi idioma si así lo quieres, no tengo inconveniente aunque ya no podré decir ciertas cosas sin pensar… —suspiró y la abrazó más fuerte contra su pecho hundiendo su rostro en su melena rubia, con pesar salió enseguida de su escondrijo para seguir con la conversación anterior— volviendo a lo de antes, deberías empezar a plantearte seriamente si quieres tomar las clases, aunque tengas este estudio te hace falta una instrucción, alguien puede venir aquí si te es más cómodo por la razón que sea, solo si tú quieres… —como había empezado a hablar muy rápido decidió parar de hacerlo y volver a refugiarse en esos cabellos dorados como el sol.
Ahora que ya estaba escondida podía confesar lo que le había dicho antes en su lengua natal, aunque lo dijo tan bajito que dudaba que la rubia lo hubiese entendido. Cerró los ojos sin moverse, estaba demasiado a gusto como para hacer nada pero recordó la hora que era, hora de cenar, y aunque ella no necesitara comer, la rubia sí, y aunque le pesara en el alma moverse, primero la salud de su hermosa holandesa, así salió de aquel paraíso que olía bastante bien, y acariciando su mentón hizo que la mirara.
—Preciosa, es hora de comer o al menos tu estomago me dice eso, ¿tienes hambre? ¿Quieres cenar? —sonrió ante los sonidos que aunque fueran muy flojitos podían ser captados por la morena. Volvió a besar su rostro entero y aunque le había ofrecido indirectamente abandonar la habitación prefería estar aquí tirada en el suelo con ella encima, pero todo no se podía tener. Comenzó a pincharle con la punta de los dedos los costados para intentar hacerle cosquillas y así rodar hasta ponerse ella encima, sonrió triunfal y le plantó un beso en los labios. Conociéndola, sabía que se tomaría la venganza así que se incorporó para sentarse de modo que la rubia ya no podía volver a ponerse encima de ella.
—Ahora que lo pienso yo también debería cenar…pero mejor lo dejo para otro momento más indicado… —sonrió para quitarle importancia y la cogió de la mano besando sus nudillos— bueno cambiando de tema antes de cena, ¿me recompensarás por este estupendo regalo sorpresa? —le puso cara de cachorrito abandonado pero no le duró mucho el intento.
—Prometo enseñarte a hablar mi idioma si así lo quieres, no tengo inconveniente aunque ya no podré decir ciertas cosas sin pensar… —suspiró y la abrazó más fuerte contra su pecho hundiendo su rostro en su melena rubia, con pesar salió enseguida de su escondrijo para seguir con la conversación anterior— volviendo a lo de antes, deberías empezar a plantearte seriamente si quieres tomar las clases, aunque tengas este estudio te hace falta una instrucción, alguien puede venir aquí si te es más cómodo por la razón que sea, solo si tú quieres… —como había empezado a hablar muy rápido decidió parar de hacerlo y volver a refugiarse en esos cabellos dorados como el sol.
Ahora que ya estaba escondida podía confesar lo que le había dicho antes en su lengua natal, aunque lo dijo tan bajito que dudaba que la rubia lo hubiese entendido. Cerró los ojos sin moverse, estaba demasiado a gusto como para hacer nada pero recordó la hora que era, hora de cenar, y aunque ella no necesitara comer, la rubia sí, y aunque le pesara en el alma moverse, primero la salud de su hermosa holandesa, así salió de aquel paraíso que olía bastante bien, y acariciando su mentón hizo que la mirara.
—Preciosa, es hora de comer o al menos tu estomago me dice eso, ¿tienes hambre? ¿Quieres cenar? —sonrió ante los sonidos que aunque fueran muy flojitos podían ser captados por la morena. Volvió a besar su rostro entero y aunque le había ofrecido indirectamente abandonar la habitación prefería estar aquí tirada en el suelo con ella encima, pero todo no se podía tener. Comenzó a pincharle con la punta de los dedos los costados para intentar hacerle cosquillas y así rodar hasta ponerse ella encima, sonrió triunfal y le plantó un beso en los labios. Conociéndola, sabía que se tomaría la venganza así que se incorporó para sentarse de modo que la rubia ya no podía volver a ponerse encima de ella.
—Ahora que lo pienso yo también debería cenar…pero mejor lo dejo para otro momento más indicado… —sonrió para quitarle importancia y la cogió de la mano besando sus nudillos— bueno cambiando de tema antes de cena, ¿me recompensarás por este estupendo regalo sorpresa? —le puso cara de cachorrito abandonado pero no le duró mucho el intento.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Su efusivo abrazo me tomó por sorpresa. Santana era una persona bastante seria y fría, y aunque conmigo siempre sacaba ese lado tierno y dulce que casi nadie conocía, en ocasiones esas explosiones de puro sentimiento me tomaban por sorpresa.
La consecuencia final de todo esto era que se me dibujase una sonrisa en los labios que apenas me entraba en el rostro de lo inmensa que era.
Me quedé pensativa ante sus palabras. Lo cierto es que su ofrecimiento era extremadamente generoso, como todo lo que ella había hecho por mí, y aunque me moría de las ganas de poder decirle que sí, en el fondo de mi ser sentía cierto pesar. No quería que Santana pensara que era una aprovechada que solo quería sacar provecho de su fortuna.
¿Quería bailar? Por supuesto que sí, pero al mismo tiempo me encontraba en una pequeña lucha interna entre lo que quería hacer y lo que mi conciencia me decía que debía hacer.
- Me encantaría tomar clases... Pero tampoco quiero que te tomes tantas molestias conmigo... Más de las que ya te has tomado - susurré, mientras atrapaba mi labio inferior entre mis dientes. Sabía que ella me regañaría por pensar así, pero no pude evitarlo. Al final del todo, tenía claro que la voluntad de Santana sería la ley para nosotras.
Nos quedamos en un confortable silencio, que tan solo fue roto por los susurros de Santana. Me costó trabajo entenderla e incluso llegué a perderme algunas partes, pero despertó en mí tanta ternura el verla escondida entre mi pelo que no quise ser cruel y hacerla traducirme de nuevo su pequeño discurso en voz más alta.
Por suerte para ella, la atención de la conversación quedó centrada en mi estómago. Lo cierto es que apenas había sentido hambre, ya que cuando estaba con Santana me centraba tanto en ella que me olvidaba hasta de alimentarme, pero ahora que ella lo había mencionado en voz alta, lo cierto era que sí que empezaba a sentir una pequeña molestia en el estómago.
- Creo que no tiene caso negar lo evidente, así que no me negaré a los manjares que preparan tus empleadas - respondí, sin dejar de sonreir. Aún no me acostumbraba a eso de comer mientras que Santana simplemente se limitaba a observarme, pero tampoco me molestaba. A fin de cuentas, yo estaba más que convencida que esta situación era algo temporal, y que pronto ambas estaríamos en las mismas condiciones.
Alcé una ceja, sonriéndole de lado. Después de unos segundos fruncí el ceño, mirándola fijamente mientras que trataba de averiguar sus intenciones. Sin demasiado éxito... Finalmente solté un pequeño suspiro y relajé la expresión de mi rostro, cayendo rendida ante su cara de niña inocente.
- Mmmm... ¿desde cuando se hacen los regalos esperando recibir algo a cambio, eh? - la regañé primeramente, utilizando un tono de voz claramente burlón. A los pocos segundos volví a hablar - Aunque bueno, como el mayor regalo de todos ha sido poder disfrutar de esta velada contigo te recompensaré con lo que tú quieras, solo tienes que pedirlo - finalicé, poniéndome completamente en sus manos.
La consecuencia final de todo esto era que se me dibujase una sonrisa en los labios que apenas me entraba en el rostro de lo inmensa que era.
Me quedé pensativa ante sus palabras. Lo cierto es que su ofrecimiento era extremadamente generoso, como todo lo que ella había hecho por mí, y aunque me moría de las ganas de poder decirle que sí, en el fondo de mi ser sentía cierto pesar. No quería que Santana pensara que era una aprovechada que solo quería sacar provecho de su fortuna.
¿Quería bailar? Por supuesto que sí, pero al mismo tiempo me encontraba en una pequeña lucha interna entre lo que quería hacer y lo que mi conciencia me decía que debía hacer.
- Me encantaría tomar clases... Pero tampoco quiero que te tomes tantas molestias conmigo... Más de las que ya te has tomado - susurré, mientras atrapaba mi labio inferior entre mis dientes. Sabía que ella me regañaría por pensar así, pero no pude evitarlo. Al final del todo, tenía claro que la voluntad de Santana sería la ley para nosotras.
Nos quedamos en un confortable silencio, que tan solo fue roto por los susurros de Santana. Me costó trabajo entenderla e incluso llegué a perderme algunas partes, pero despertó en mí tanta ternura el verla escondida entre mi pelo que no quise ser cruel y hacerla traducirme de nuevo su pequeño discurso en voz más alta.
Por suerte para ella, la atención de la conversación quedó centrada en mi estómago. Lo cierto es que apenas había sentido hambre, ya que cuando estaba con Santana me centraba tanto en ella que me olvidaba hasta de alimentarme, pero ahora que ella lo había mencionado en voz alta, lo cierto era que sí que empezaba a sentir una pequeña molestia en el estómago.
- Creo que no tiene caso negar lo evidente, así que no me negaré a los manjares que preparan tus empleadas - respondí, sin dejar de sonreir. Aún no me acostumbraba a eso de comer mientras que Santana simplemente se limitaba a observarme, pero tampoco me molestaba. A fin de cuentas, yo estaba más que convencida que esta situación era algo temporal, y que pronto ambas estaríamos en las mismas condiciones.
Alcé una ceja, sonriéndole de lado. Después de unos segundos fruncí el ceño, mirándola fijamente mientras que trataba de averiguar sus intenciones. Sin demasiado éxito... Finalmente solté un pequeño suspiro y relajé la expresión de mi rostro, cayendo rendida ante su cara de niña inocente.
- Mmmm... ¿desde cuando se hacen los regalos esperando recibir algo a cambio, eh? - la regañé primeramente, utilizando un tono de voz claramente burlón. A los pocos segundos volví a hablar - Aunque bueno, como el mayor regalo de todos ha sido poder disfrutar de esta velada contigo te recompensaré con lo que tú quieras, solo tienes que pedirlo - finalicé, poniéndome completamente en sus manos.
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
La morena puso una mueca triste ante la pequeña regañina que le había proferido la rubia pero enseguida sonrió como sólo lo hacía delante de ella. Le dejó un beso en la frente y se levantó tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse también. Una vez estuvieron ambas de pie, la abrazó por la espalda apoyando el mentón en el hombro de la rubia y dejando un ligero beso en su mandíbula.
—Vale, punto para ti, además, tu sola mirada es más que cualquier recompensa que yo pudiera obtener —le sonrió con sinceridad y dejando ahora un beso en su mejilla le cogió la mano— anda vamos a cenar, la verdad es que hoy no hay nada preparado, mi gente tiene el día libre a partir de estas horas, así que me tocará cocinar para ti. Espero que no te importe, dime lo que te apetezca y lo cocinaré —hizo una ligera reverencia y sonrió mientras comenzaba a arrastrarla con ella fuera de la habitación. Una vez fuera cerró las dos puertas y se encaminó con ella de la mano escaleras abajo, sin prisa.
Llegadas a la entrada de la casa, la gata se les unió y Santana no hizo más que mirar a sus pies al sentir como la gata se enrollaba en ellos pasando entre medias hasta colocarse en medio de ambas y suspiró ante la llamada de atención del felino. Siguieron atravesando por la casa hasta llegar a la cocina, cuando llegaron allí la morena le abrió la puerta y la dejó pasar primero.
—Bien, elige lo que haya en este lugar y cocinaré para ti, todo es fresco de hoy así que...bueno, tienes donde elegir —sonrió apoyándose en una mesa que servía para preparar los ingredientes y cogió a la gata en brazos para acariciarle su pequeña cabeza peluda mientras observaba a la rubia sin perder detalle.
Por otro momento volvió a meterse en sus pensamientos, imaginó como serían todos los días de su vida así, con alguien a quien hacerle la cena, el desayuno o la comida, aunque bueno, si de verdad decidían ambas seguir adelante, eso llegaría en algún punto a ser innecesario. Igualmente, lo imagina perfecto, encontrar a alguien en el otro lado de la cama, escuchar la música que proviniera del nuevo estudio que completaba la casa. Salió de sus ensoñaciones, típicas últimamente, y volvió a centrarse en su compañera mientras soltaba a la gata en el suelo y le indicaba que saliera de la cocina.
—Y bien, ¿se decide la señorita? —susurró en su oído habiéndose acercado a ella mientras volvía a enroscarse alrededor de su cintura pegandose a su espalda y dejaba algún beso tierno en su nuca. Escondió la cara en su refugio preferido, esa melena que caía sobre sus hombros y se quedó ahí mientras esperaba contestación alguna por parte de la rubia.
—Vale, punto para ti, además, tu sola mirada es más que cualquier recompensa que yo pudiera obtener —le sonrió con sinceridad y dejando ahora un beso en su mejilla le cogió la mano— anda vamos a cenar, la verdad es que hoy no hay nada preparado, mi gente tiene el día libre a partir de estas horas, así que me tocará cocinar para ti. Espero que no te importe, dime lo que te apetezca y lo cocinaré —hizo una ligera reverencia y sonrió mientras comenzaba a arrastrarla con ella fuera de la habitación. Una vez fuera cerró las dos puertas y se encaminó con ella de la mano escaleras abajo, sin prisa.
Llegadas a la entrada de la casa, la gata se les unió y Santana no hizo más que mirar a sus pies al sentir como la gata se enrollaba en ellos pasando entre medias hasta colocarse en medio de ambas y suspiró ante la llamada de atención del felino. Siguieron atravesando por la casa hasta llegar a la cocina, cuando llegaron allí la morena le abrió la puerta y la dejó pasar primero.
—Bien, elige lo que haya en este lugar y cocinaré para ti, todo es fresco de hoy así que...bueno, tienes donde elegir —sonrió apoyándose en una mesa que servía para preparar los ingredientes y cogió a la gata en brazos para acariciarle su pequeña cabeza peluda mientras observaba a la rubia sin perder detalle.
Por otro momento volvió a meterse en sus pensamientos, imaginó como serían todos los días de su vida así, con alguien a quien hacerle la cena, el desayuno o la comida, aunque bueno, si de verdad decidían ambas seguir adelante, eso llegaría en algún punto a ser innecesario. Igualmente, lo imagina perfecto, encontrar a alguien en el otro lado de la cama, escuchar la música que proviniera del nuevo estudio que completaba la casa. Salió de sus ensoñaciones, típicas últimamente, y volvió a centrarse en su compañera mientras soltaba a la gata en el suelo y le indicaba que saliera de la cocina.
—Y bien, ¿se decide la señorita? —susurró en su oído habiéndose acercado a ella mientras volvía a enroscarse alrededor de su cintura pegandose a su espalda y dejaba algún beso tierno en su nuca. Escondió la cara en su refugio preferido, esa melena que caía sobre sus hombros y se quedó ahí mientras esperaba contestación alguna por parte de la rubia.
Santana López- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 24/06/2012
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Are you ready for your surprise? [Sinnove]
Una pregunta tan simple como esa me mantuvo entretenida durante varios minutos. Llevaba tantos años viviendo entre la escasez que aún me costaba hacerme a la idea de que, estando con Santana, no solo tenía el privilegio de poder tener un plato de comida caliente siempre que quisiera, si no que, además, podía comer hasta llenarme y satisfacer cualquier capricho culinario que pudiera tener.
No me consideraba una persona particularmente indecisa, aunque también existía la posibilidad de que eso fuera así porque mis opciones nunca habían sido muy variadas.
La cocina era enorme, por no hablar de la despensa, aunque teniendo en cuenta el tamaño de la casa, estaba perfectamente proporcionada.
El susurro acompañado del beso me produjo un agradable escalofrío, haciendo que cientos de mariposas revoloteasen en mi estómago y poniéndome el vello del cuello de punta. Una sonrisa amplia se dibujo en mi rostro, al recordar, una vez más, lo afortunada que era por poder estar dónde estaba en este mismo momento. Y no solo dónde, si no con quién.
- Creo que tengo una petición - respondí finalmente, girando sobre mis pies para quedar frente a ella, mientras que pasaba mis brazos por encima de sus hombros y alrededor de su cuello - ¿Qué te parece si aprovechamos la cena de hoy para conocernos un poco más? Hazme tu plato favorito de cuando eras humana - propuse, lanzándole una mirada ilusionada ante la posibilidad de poder averiguar algo más de esa etapa tan lejana en la vida de Santana - Podrías enseñarme... ¡Podría ser tu pinche de cocina! - añadí, con mayor fervor si cabe. Lo cierto era que no me había acercado a un fogón en mi vida, pero con Santana a mi lado sentía que no había nada en este mundo que no fuese capaz de hacer.
Le di un beso fugaz en los labios y escapé de entre sus brazos. A continuación, dando un pequeño salto, me senté sobre la encimera de la cocina. Miss Muffet, utilizando la agilidad propia de un felino, imitó mi acción y no tardó demasiado en tumbarse en mi regazo.
Para desgracia de la gata, si Santana aceptaba mi petición, el capricho no le duraría demasiado tiempo, ya que me sería imposible preparar nada sentada con la gata encima.
No me consideraba una persona particularmente indecisa, aunque también existía la posibilidad de que eso fuera así porque mis opciones nunca habían sido muy variadas.
La cocina era enorme, por no hablar de la despensa, aunque teniendo en cuenta el tamaño de la casa, estaba perfectamente proporcionada.
El susurro acompañado del beso me produjo un agradable escalofrío, haciendo que cientos de mariposas revoloteasen en mi estómago y poniéndome el vello del cuello de punta. Una sonrisa amplia se dibujo en mi rostro, al recordar, una vez más, lo afortunada que era por poder estar dónde estaba en este mismo momento. Y no solo dónde, si no con quién.
- Creo que tengo una petición - respondí finalmente, girando sobre mis pies para quedar frente a ella, mientras que pasaba mis brazos por encima de sus hombros y alrededor de su cuello - ¿Qué te parece si aprovechamos la cena de hoy para conocernos un poco más? Hazme tu plato favorito de cuando eras humana - propuse, lanzándole una mirada ilusionada ante la posibilidad de poder averiguar algo más de esa etapa tan lejana en la vida de Santana - Podrías enseñarme... ¡Podría ser tu pinche de cocina! - añadí, con mayor fervor si cabe. Lo cierto era que no me había acercado a un fogón en mi vida, pero con Santana a mi lado sentía que no había nada en este mundo que no fuese capaz de hacer.
Le di un beso fugaz en los labios y escapé de entre sus brazos. A continuación, dando un pequeño salto, me senté sobre la encimera de la cocina. Miss Muffet, utilizando la agilidad propia de un felino, imitó mi acción y no tardó demasiado en tumbarse en mi regazo.
Para desgracia de la gata, si Santana aceptaba mi petición, el capricho no le duraría demasiado tiempo, ya que me sería imposible preparar nada sentada con la gata encima.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 306
Fecha de inscripción : 13/07/2012
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