AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Juegas conmigo? - Privado - Sinnove
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¿Juegas conmigo? - Privado - Sinnove
¿Juegas conmigo...?
LIBRE | ZONA RECIDENCIAL | AMANECER Despertó asustada, - Mamá!!! – extendió sus manos a la penumbra del amanecer que se dejaba vislumbrar por el ventanal de su balcón, - Mamá!!! - volvió a gritar en un inútil llamado a quien no podía escucharla. Allí, en mitad de ese cuarto que le parecía enorme, si la compañía de su hermano, sollozando desesperanzada, ocultaba tras sus pequeños puños el llanto que no se detenía, como tampoco lo haría la tristeza que la acompañaba desde su viaje de Escocia a Paris. Aunque intentara aparentar de mil maneras ser fuerte, y por ende que creyeran que era una niña más grande y madura, de lo que en verdad era, no dejaba de ser una niña de tan solo cinco años, que en solo una noche había sido separada de su madre y hermano. Por eso, cuando las tinieblas de aquella pesadilla la cernían, Mely, solo deseaba refugiarse en los brazos de sus padres. Pero ninguno de ellos se encontraba allí, para cobijarla con ternura y prometer que nada malo le ocurriría, - ¿por qué mamá tenía que enfermar? ¿Por qué no puede estar aquí en casa? – se preguntaba, mientras su llanto se dispersaba por los amplios pasillos vacíos, de una mansión desolada, tras la desaparición de casi toda la familia de aquella criatura. Tomó su juguete más preciado, uno que su padre había traído de Italia, cuando volvió de uno de sus tantos viajes de negocios. Para Mely, ese era la promesa de que su papá volvería, que pasara el tiempo que pasara, él, traería de vuelta la felicidad al hogar. Ninguna pesadilla podría con la luz de esperanza que emanaba del mas mínimo recuerdo de aquel héroe que era para la niña, el recuerdo de su padre. Llevaba aferrado a su pecho, estrujándolo con sus brazos, aquel preciado oso de tela, descalza, con sus cabellos alborotados y en camisa de dormir. Caminó por el jardín que rodeaba la mansión, pronto observó que la puerta de entrada de coche estaba abierta y sin pensar mucho salió a la calle, asi como se encontraba, en uno de los amaneceres más fríos que había experimentado París este año. |
Última edición por Mely Rosso el Lun Mar 02, 2015 9:27 am, editado 1 vez
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 28/02/2015
Re: ¿Juegas conmigo? - Privado - Sinnove
Otro día más en casa de Santana. Otro día más viviendo un sueño. Por su condición de vampiro, empezaba a acostumbrarme a vivir con absolutamente todas las ventanas de la mansión cerradas, pero esto me hacía perder por completo el sentido del tiempo, por lo que ya no sabía si en el exterior era de día o de noche. Comía cuando tenía hambre, dormía cuando tenía sueño y disfrutaba permanentemente de la compañía de mi dama favorita.
En ese contexto, abrí los ojos después de unas cuantas horas de sueño. Santana no estaba a mi lado en la cama, por lo que supuse que habría aprovechado mientras que yo dormía para ocuparse de sus negocios. No queriendo molestarla, y aprovechando el momento para explorar, decidí aventurarme a salir de la mansión.
En cuanto pisé la calle por primera vez, agradecí el haber salido abrigada, ya que el frío de la mañana me llegó hasta los huesos. Sin embargo, tras unos cuantos minutos andando, comencé a entrar en calor, sintiéndome algo más cómoda.
Caminé distraida, bailoteando cual niña pequeña, simplemente disfrutando de la calma y la tranquilidad de tan tempranas horas de la mañana. Por un momento, incluso comencé a tararear en voz baja, casi un murmullo, recordando la dulce voz de Santana en mi cabeza.
Estaba tan metida en mi mundo que no me di cuenta de que estaba a punto de chocarme contra algo hasta que sentí un pequeño cuerpecito impactando de manera suave contra mis piernas. Al bajar la mirada, me encontré con una pequeña versión de mí misma (físicamente hablando, al menos).
- ¡Oh! ¿Estás bien, pequeña? No te había visto - me disculpé con la niña, sintiéndome realmente apenada por haberla golpeado. A continuación, y tras ver como iba vestida, además de la corta edad que aparentaba, empecé a preocuparme. Me puse de cunclillas, agachándome para quedar a su misma altura - ¿Te has perdido? - pregunté, ya que definitivamente no era lo habitual encontrarte con una chiquilla sóla en mitad de la calle. ¿Se habría escapado, quizá? Sin embargo, más que eso, lo que realmente me importaba era que ella estuviese bien - Me llamo Sinnove, ¿y tú? - me presenté, extendiendo mi mano en su dirección, mientras que una sonrisa amigable se dibujaba en mi rostro.
En ese contexto, abrí los ojos después de unas cuantas horas de sueño. Santana no estaba a mi lado en la cama, por lo que supuse que habría aprovechado mientras que yo dormía para ocuparse de sus negocios. No queriendo molestarla, y aprovechando el momento para explorar, decidí aventurarme a salir de la mansión.
En cuanto pisé la calle por primera vez, agradecí el haber salido abrigada, ya que el frío de la mañana me llegó hasta los huesos. Sin embargo, tras unos cuantos minutos andando, comencé a entrar en calor, sintiéndome algo más cómoda.
Caminé distraida, bailoteando cual niña pequeña, simplemente disfrutando de la calma y la tranquilidad de tan tempranas horas de la mañana. Por un momento, incluso comencé a tararear en voz baja, casi un murmullo, recordando la dulce voz de Santana en mi cabeza.
Estaba tan metida en mi mundo que no me di cuenta de que estaba a punto de chocarme contra algo hasta que sentí un pequeño cuerpecito impactando de manera suave contra mis piernas. Al bajar la mirada, me encontré con una pequeña versión de mí misma (físicamente hablando, al menos).
- ¡Oh! ¿Estás bien, pequeña? No te había visto - me disculpé con la niña, sintiéndome realmente apenada por haberla golpeado. A continuación, y tras ver como iba vestida, además de la corta edad que aparentaba, empecé a preocuparme. Me puse de cunclillas, agachándome para quedar a su misma altura - ¿Te has perdido? - pregunté, ya que definitivamente no era lo habitual encontrarte con una chiquilla sóla en mitad de la calle. ¿Se habría escapado, quizá? Sin embargo, más que eso, lo que realmente me importaba era que ella estuviese bien - Me llamo Sinnove, ¿y tú? - me presenté, extendiendo mi mano en su dirección, mientras que una sonrisa amigable se dibujaba en mi rostro.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
- Mensajes : 306
Fecha de inscripción : 13/07/2012
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Re: ¿Juegas conmigo? - Privado - Sinnove
A pesar de que un momento atrás había estado llorando, pidiendo entre lágrimas que viniera su madre. Como toda niña, al momento se encontraba pensando en otra cosa, como en las hermosas flores color turquesa que crecían en un parterre más allá de su casa, por eso sin pensarlo mucho, se dirigió en busca de aquellas flores, deseaba cortarlas y poder entregárselas a su madre, que de seguro en pocas horas vendría a buscarla. Estornudó, y se limpió su nariz con el puño del camisón, un escalofrío le hizo temblar, la maña se presentaba fresca y en cuanto el sol apareció, la temperatura descendía bruscamente. Unos cuantos pasos fuera de la seguridad del jardín de la mansión de los Rosso y aquel tesoro sería suyo. Sonrió divertida al ver el parterre que tanto le había llamado la atención al llegar de su viaje.
Quiso correr hasta ese lugar, pero de pronto golpeó con algo, cayendo sentada en el suelo humedecido por el rocío. Su primera reacción fue de asombro, recorrió la figura que tenía enfrente, desde los zapatos, el vestido y el rostro entre sombras que podía apreciar desde su posición. Levantó aún más la mirada, inclinando su cabeza hacia atrás. Sus ojos pestañaron, sorprendidos, admirando la belleza del rostro de la elegante señora. Su boca formó una O perfecta para terminar en unos labios fruncidos, a punto de estallar en llanto, nuevamente.
A la pregunta de la dama, Mely, la contempló con mayor detenimiento, le gustaron sus ojos, eran hermosos, parecían dos bolillos de cristal de color, como los que usaba su hermano para jugar. Recordar a Ruggero la hizo llorar, abriendo la boca y gritando desconsolada, - ¿si estoy perdida? - pensó con tristeza, en verdad, los que se había perdido eran sus padres y su hermano, ella estaba allí, en esa mansión enorme, esperándolos, desde hacía muchos días. Negó con la cabeza, intentando calmarse. Si quería ser valiente, como su papá, no podía llorar por todo, ¿qué tipo de inquisidora sería si se ponía a llorar? Y ella quería ser la mejor, para que su papá pudiera estar orgulloso si la veía desde el cielo.
Se volvió a secar las lágrimas con las mangas de su camisón. Inspiró hondo antes de contestar, - no, no estoy perdida – le miró con mayor detenimiento mientras se incorporaba, - ¿tú, te has perdido? – le preguntó, tuteándola, como si la conociera de toda la vida. Sonrió, aun con su nariz roja por el llanto, le gustó el nombre de la señora, - mucho gusto, mi nombre es Mely Rosso y vivo allí – dijo, señalando las rejas entreabiertas de la enorme mansión, orgullosa de llevar el apellido que, según ella, todos deberían conocer, porque acaso -¿ su padre no había sido un hombre muy querido por todos?.
Quiso correr hasta ese lugar, pero de pronto golpeó con algo, cayendo sentada en el suelo humedecido por el rocío. Su primera reacción fue de asombro, recorrió la figura que tenía enfrente, desde los zapatos, el vestido y el rostro entre sombras que podía apreciar desde su posición. Levantó aún más la mirada, inclinando su cabeza hacia atrás. Sus ojos pestañaron, sorprendidos, admirando la belleza del rostro de la elegante señora. Su boca formó una O perfecta para terminar en unos labios fruncidos, a punto de estallar en llanto, nuevamente.
A la pregunta de la dama, Mely, la contempló con mayor detenimiento, le gustaron sus ojos, eran hermosos, parecían dos bolillos de cristal de color, como los que usaba su hermano para jugar. Recordar a Ruggero la hizo llorar, abriendo la boca y gritando desconsolada, - ¿si estoy perdida? - pensó con tristeza, en verdad, los que se había perdido eran sus padres y su hermano, ella estaba allí, en esa mansión enorme, esperándolos, desde hacía muchos días. Negó con la cabeza, intentando calmarse. Si quería ser valiente, como su papá, no podía llorar por todo, ¿qué tipo de inquisidora sería si se ponía a llorar? Y ella quería ser la mejor, para que su papá pudiera estar orgulloso si la veía desde el cielo.
Se volvió a secar las lágrimas con las mangas de su camisón. Inspiró hondo antes de contestar, - no, no estoy perdida – le miró con mayor detenimiento mientras se incorporaba, - ¿tú, te has perdido? – le preguntó, tuteándola, como si la conociera de toda la vida. Sonrió, aun con su nariz roja por el llanto, le gustó el nombre de la señora, - mucho gusto, mi nombre es Mely Rosso y vivo allí – dijo, señalando las rejas entreabiertas de la enorme mansión, orgullosa de llevar el apellido que, según ella, todos deberían conocer, porque acaso -¿ su padre no había sido un hombre muy querido por todos?.
Claudine Millet - Doga- Humano Clase Alta
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 28/02/2015
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