Los espejos rotos [Dagobert Rosenthal]

por **Cesare Borgia** Miér Abr 03, 2013 10:45 pm

En el cielo los ángeles cantan
Pero en la tierra los hombres a los ángeles matan

El Santo Padre “Alejandro I”, conocido en los pasillos del Vaticano como padre de Cesare, un hijo bastardo, ha enviado a su cardenal de mano derecha que pasara más tiempo en la catedral romana que tras los muros de la misma, quizás algo más de apego hacia las demás personas podría hacer que “su hijo” se acercará más a él, por lo que pasó un tiempo como sacerdote de la catedral de San Pedro, dando misas y confesando a las personas que pedían su voto de confesión y absolución.

El sol del mediodía se va asomando en lo alto de los cielos, Cesare abandona la catedral hacia los jardines de la misma en la parte de atrás, para anotar ciertos asuntos de estado en su agenda, además de planear ciertos viajes a las abadías de Francia y España, además de responder una carta a un viejo, muy viejo amigo de las sombras y la vida corrupta que llaman algunos de las Eminencias del Vaticano.

El aire toca lentamente a las hojas de los árboles en especial a un limonero que está en aquel jardín haciendo que aquella brisa veraniega se sienta en los albores de todo el lugar, inundando de caricias y de pensamientos puros pero con tintes de sangre.
-Grazzie Signore Mio, ergo Dios nostro, per este dia soleato- Cesare suspira entre una pausa de sus anotaciones y trabajos como Cardenal, pero luego esa mirada se nubla –Grazziano, venid, os he dicho que mantengáis la puerta cerrad, porque osas en desafiar mis más simples ordenes, acaso queréis que os mande a azotar- su mirada se volvió más densa y oscura, se levantó de su lugar de descanso pasando por el amplio jardín lleno de rosales y árboles de todo tipo y de todo color, sus manos tocaron los grandes maderos del portón trasero, cuando llego noto una ligera sombra por los alrededores, su fina espada desenfundo de entre sus ropas cardenalicias y en alto empuño mirando a todos lados.

-Quien osa entrar a la casa de Dios de esa forma tan descada y abrupta, si deseas lavar tus pecados, vuelve mañana, si lo que quieres es la vida perder, entonces enfrenta al furia de nostro Señore a mi mano-

por **Dagobert Rosenthal** Miér Abr 10, 2013 11:06 am

El joven corría por los tejados de los estados pontificios, tenía un objetivo con el que acabar y si el negocio salía como era ganaría bastante dinero para aumentar el prestigio de su familia. Los colmillos se le afilaron pareciendo los de un lobo y sus uñas se alargaron mientras daba un salto para caer a cuatro patas en un tejado cercano mientras comenzaba a caminar por la pared del edifico bajando hasta donde estaba un señor intentando buscar una salida en aquel callejón sin escapatoria.

El alemán sonrió mientras le miraba desde la pared y los ojos de terror del hombre se posaron en los ojos del cambiaformas. DagoBert saltó sobre el hombre haciendo caer en el suelo lo que aprovecho para cortarle la yugular con sus afiladas garras. La sangre comenzó a salir desbordada del cuello de la presa y el asesino se levantó mientras caminaba volvía a escalar la pared hasta colarse en una casa donde la chimenea estaba encendida.

Allí se desnudo y quemo sus ropas para que no hubiera ninguna pista mientras volvía a salir de nuevo a la calle pero antes de que le vieran desnudo se convirtió en un Rottweiler mientras salía de aquellos callejones dando de repente con el vaticano. Se coló por uno de los jardines mientras en aquella forma perruna buscaba algún lugar donde hubiera ropa para disfrazarse de cardenal y salir de aquel país.

Mientras olfateaba todo escuchó una voz, entendía poco italiano pero lo justo para saber mas o menos que decía. Se asomo observando allí a un eclesiástico mientras miraba también la arma. No tenía intención de matar a mas gente por hoy y matar a aquel humano no le serviría de nada, ni para conseguir dinero. Así que sin más se le quedo mirándolo esperando que no hiciera nada a un perro.

por **Cesare Borgia** Miér Mayo 22, 2013 12:38 am

El que no sirve para servir, no sirve para vivir.
Madre Teresa de Calcuta

Aun cuando el demonio se disfrace de animal o este tome la forma de un humano, no deja de ser un demonio, y menos si viste una sotana, aquellos son los más peligrosos de toda la humanidad, El cardenal observo y miró a un perro, pero antes de siquiera guardar el arma abría de comprobar si era o no un de verdad, pues conoció a una mujer dentro del vaticano que se transformaba en tigre y otros animales felinos siendo de espía del Alejandro I, con el florete en mano se acercó al perro y le apuntó, aunque para muchos el parecería un loco por su actitud, pero bien sabía que no podía ir por ahí de confiado.

-Tu, más te vale que te transformes o perderás la cabeza antes de siquiera abrir tu hocico para morderme o ladrarme, anda, apura y seré misericordioso, caso contrario mejor prepárate a desangrarte- sentenció su excelencia hasta que los gritos de las personas comenzaron a oírse ¡muerte, muerte! Rápido sonrió y guardo su florete –vaya una muerte, con lo bien que le iría a alguien así trabajando para la iglesia, sería un desperdicio que lo pillaran por fuera y lo colgaran por asesino-

Mira al animal que no tiene el ánimo de transformarse –Vaya, quizás mi prima tenía razón y todos los cambiantes son inteligentes como ella- murmuró mientras daba la espalda al canino y caminaba de nuevo por el jardín peor esta vez con libro cerrado y florete guardado –ven porque no me acompañas y cuando estés listo o lista te mostrarás, quizás podamos hacer grandes cosas, podrías ser alguien importante aquí en el Vaticano- murmura mientras camina por el lugar mirando cómo llegan los empleados para ver si él estaba bien y al ver al animal iban a sacarlo pero el Cardenal con un movimiento de su cabeza les impidió dicha tarea y les mando hacia adentro diciendo que no indiquen a nadie que ha llegado un perro al jardín papal.

Guardias de las filas papales llegaron -Su excelencia ha visto por aqui a un asesino, quizás el demonio haya entrado a la casa de nuestro señor- Mercer les miró y con la mano indicó al perro no salir. -Acaso vosotros veis a algún asesino, cuidad vuestro lenguaje no olvidéis que estáis en la casa de nuestro señor y aquí no se habla de esa manera, o queréis que os mande a azotar por ese lenguaje frente su excelencia- los guardias hicieron una reverencia y marcharon presurosos cerrando las puertas para dejar "solo" a su excelencia envuelto en su lectura pues en cierto modo aunque oculto aquellos que ya conocían al hombre le temían por su falta de misericordia a la hora de implantar castigos ejemplares, miró al animal y sonrió -En que íbamos- le preguntó muy frescamente

La mentira y las máscaras disfrazadas como un hombre de amor y paz, cuando su verdadero rostro es el del mismo satanás.

por **Dagobert Rosenthal** Vie Jun 21, 2013 9:20 am

Miro al eclesiástico que le amenazaba con el florete, sabia que con un rápido movimiento podría arrebatarle el florete y estar fuera de peligro, pero prefería quedarse tranquilo esperando a ver como transcurrían los hechos. Pero sería muy tonto por su parte transformarse en aquel lugar y sobre todo estando desnudo. En su trabajo no le gustaba llamar la atención, pero en otros momentos no le importaría pasearse desnudo pero ese no era el caso.

Por otra parte le hacia bastante gracia las palabras y amenazas del cardenal o lo que fuera, el caso esque vestía con sotana. Fue entonces cuando escuchó aquello de muerte, muerte, hecho que hizo que alzara las orejas mientras escuchaba aquellos gritos avisando de que había una muerte. Se quedo ensimismado sin decir nada, nadie podría pensar que un perro hiciera tal cosa y menos estando en el vaticano.

No podía entender como sabía que él podría ser un cambiaformas, aquel hombre le llamaba la atención y sin duda parecía ser peligroso. Escuchó la invitación de que le siguiera por aquel lugar, y barajó que era la mejor opción seguirle antes de que su cuartada fuera destapada. Sus patas o mas bien sus zarpas eran las que resonaban cuando andaba por aquellos suelos de gres o mármol, bastante fríos. Aquel hombre de dios advirtió a los guardias que no dijeran nada sobre la presencia del perro cosa que era bastante descorazonadora para él pero sin más siguió de cerca al hombre.

Llegaron hasta una sala o algo de ese tipo, era bastante grande pero lo que el alemán buscaba por allí era una vestimenta para salir de allí sin mayor sospecha y sabía que aún en su forma de perro podía llamar la atención. Seguía escuchando hablar al pontífice hasta que detrás de él escuchó como se cerraban las puertas. Se dio la vuelta para mirarle pero esta vez se sentó en sus cuartos traseros. Para ser un Rottweiler era bastante grande y amenazador.

-guao guaoo-ladró de forma potente cuando dijo que no sabía por donde se llegaban hablando. Aunque eso era lo que seguramente habría escuchado aquel varón lo que se preguntaba Dagobert era que quería de él aquel hombre de dios.

por **Cesare Borgia** Jue Jul 18, 2013 9:13 pm

Dios escucha y perdona la insolencia,
El hombre lo hará?, esto tiene el hombre que pensar.

El salón fresco y agradable, con una vista engalanada de la riqueza de la santa madre iglesia, hacia años que el cardenal no recibía a nadie a parte de los demás cardenales a ascender por orden del santo padre, pero ahora ¿Qué podría hacer él con un perro?, la pregunta no era esa, sino que no podría hacer aquel hombre de Dios con un ser como ese.

El sonido de la campana sonó por lo alto, la misa estaría a punto de comenzar, y como parte de su estado de futuro cardenal, tenía que moverse rápido o serían descubiertos, alzo la mirada hacia un cuadro de santa maría con el niño en brazos y sonrió –Lo más hermoso es lo que no se ve, pero se siente, lo que no está a simple vista pero no por ello no indica que no sea- una ligera sonrisa y un sonido agudo proveniente de aquel lugar vino, como el de una campanilla, al instante llegaron dos jovenzuelos con vino y pan, al salir dejaron a su excelencia solo con el can.

-Venid, serviros algo de la mano de Dios, y luego veremos vuestro sentencia por vuestros crímenes- ¿Por qué lo trataba como si fuera un humano?, si es cierto aquel hombre no era un ser inmortal y no tenía poder alguno, pero lo que tenía era buenos sentidos, un par de ojos muy observadores que notaron algo de sangre en las patas del animal, además de que los ojos de sabueso están dilatados y su hocico jadeante, si todos los perros jadean, pero para un conocedor de animales como él, bien sabía que como era el jadeo en cada situación, además su prima Tamina le había mostrado lo que los cambiaformas podían hacer y como reconocerlos a simple vista y aroma.

Ese era el otro detalle, al clérigo no le hacía falta ser un perro de cuatro patas, él era uno, un perro viejo cual hueso duro de roer, sabía las mañas de lo que no son mortales, por algo el ya conocía algunos –Así que un muerto más, a manos o garras de quien habrá sido- cuestiona como si supiera la respuesta –por lo visto debe ser un animal al que deben llevar a la horca, o quizás quemado, prefiero primero la tortura mal sana para luego quemarlo en la plaza central y así redimir su alma- lanzó una mirada al animal esperando que entendiera que con él no había mascaras más que las que el mismo clérigo tenía. –y bien? No me gusta esperar mucho- cuestiona al llevarse una manzana a la boca para dejar que esta fruta de pecado sea la que selle sus labios y su mente desdeñosa.

¿Qué es peor, la mentira o la falsedad?
Eso es algo que podría a muchos de una muerte librar

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