Espejos contrarios — Libre

por **May I. Leblanc** Dom Ago 30, 2015 1:59 pm

Todo ser humano ha buscado la perfección al tener la felicidad completa en sus vidas, un buen hogar, un buen compañero o compañera, hijos que sigan el ejemplo y enseñanzas de las tradiciones familiares. El alma humana por los siglos ha deseado alcanzar la iluminación a la divinidad pero siempre toman malos caminos, escogen la puerta ancha porque pueden pasar sin dolor alguno y sin dificultades perdiéndose entre los pecados y el infierno. Pocos son aquellos que han decidido sacrificar su cuerpo al dolor y entregar el alma a la salvación.

Por las calles de la ciudad en paso lento un vestido negro se arrastra, la silueta de una mujer joven se muestre entre las personas que pasan a su alrededor, cabellos recogidos y aquellos ojos un poco demacrados de desvelo, en su mano enguantada cuelga un rosario rojo cuyos dedos atrapan la cruz de plata bendita, sus labios se mueven mientras que en su otra mano carga un libro igual de oscuro que su presencia. Lentamente se aleja de las personas hasta llegar a la entrada del convento. Su delicada mano carga los pesados aros que golpean la puerta anunciando su presencia.

Ingresa al abrirse la puerta y una monja la recibe. Apenas y se miran, aquella joven sigue su andar lento hasta le jardín donde se encuentran las jóvenes novicias, unas felices y otras llorando amargamente, son estas últimas las que la enojan por completo. Frunce el ceño tensando la mandíbula viéndolas con ojos entrecerrados.

▬Vergüenza deberían sentir el estar llorando por servir a nuestro señor, o es que quieren ir a las calles a ser servidoras de lucifer entregando sus cuerpos sucios a los vicios del pecado▬

Se acerca a una de las jóvenes que llora con tristeza, la toma del brazo con fuerza zarandeándola acompañada de las súplicas de las demás jovencitas que presurosas calman su lloriqueo. La mujer la lleva arrastrando hasta la puerta de la entrada echándola por fuera, sus manos furtivas con aquellas largas uñas comenzaron a rasgar el hábito de la novicia hasta dejarla con el cuerpo cubierto por las pesadas enaguas, los brazos marcados con arañazos y el cabello desmarañado ▬Este es tu sendero alma descarriada que llora, esto es lo que buscas verdad, el camino de la perdición entonces vete, vete por él ramera no eres digna de entrar a este convento, a la casa de Dios, con tus lagrimas de horror por estar aquí. Vete no quiero ver tu rostro por este lugar santo, y tus padres sabrán la verdad que has escogido ser una ramera de lucifer▬ da la espalda a la mujer a la que ha dejado tirada en la calle a la vista de todos en pleno día; mira a las otras novicias con furia contenida ▬Esto es lo que les espera si siguen con esas ideas de llantos y lamentos, preguntándose porque están aquí. Si alguien más quiere irse con esa ramera salga ahora▬ a aquella mujer nadie podía contradecirla, ni siquiera los ajenos, o quizás nadie se atrevía..

por **Shlainn Ravencroft** Sáb Sep 05, 2015 1:10 am

¿Qué sucede cuando dentro de tu propia alma no encuentras las respuestas a tus preguntas?, sencillo en realidad, cuando se tiene ese conflicto interno se busca dar las respuestas o por lo menos encontrar algo que de cierta calma a las inquietudes del alma. Este cuestionamiento lo tenía aquella joven gitana Española que había salido de la protección del gueto donde vivía para dar un largo paseo por París y así poder encontrar lo que su ama buscaba con anhelo.

Realmente no tenía algún lugar en especial hacia donde ir, solo quería ser guiada por sus pasos sin pensar siquiera a donde parar, tenía cierto dolor en su corazón y más porque todavía le dolía aquel des-amor que había sufrido, pero quería ser fuerte al menos por eso había decidido tomar ese paseo aunque le demorara todo el día.

Así fue como llegó a la entrada del convento, era una gran estructura y la joven quedó algo encantada con esa extraña belleza arquitectónica, aunque no podía ver más allá de eso, continuó caminando pero con pasos algo lentos para seguir contemplando el sitio, hasta que escuchó la puerta de la entrada abrirse y observó cómo era arrojada afuera una muchacha, Shlainn no pudo evitar el impulso y corrió hacia donde estaba la chica, le tomó de los hombros con delicadeza y mirándole dulcemente le dijo.

-¿Te han lastimado? .... – sus palabras eran dulces pero el tono de voz era algo bajo, no quería espantar a aquella doncella pues ya estaba lo suficientemente alterada.

Escuchó la voz de una muchacha, la cual tenía un tono muy autoritario, la gitana le observó detenidamente y recordó que había sido aquella vestida de negro la causante de que esa chica estuviese en el suelo, así que le ayudó a levantarse mientras sonreía para tratar de calmarla, y al soltarle empezó a caminar hacia la entrada y habló con fuerza.

-¿Quién te crees para echar a la calle de esa manera a esa muchacha?, ¿acaso no tienes corazón?...

por **May I. Leblanc** Miér Sep 30, 2015 7:56 pm

La humanidad siempre ha buscado las excusa para todo, desde que se crearon las justificaciones las ha empleado para todo tipo de comportamiento, palabra o acción que de él provenga, como si fuera necesario darle tal importancia, los ojos los entorna directo a aquella voz que la cuestiona, su ceja se levanta enarcándose como incredulidad al mismo tiempo que su ojos negros profundos cual abismo se clavan en el rostro de la indecente que se ha atrevido a hablarle como si le hubiera dado permiso o confianza para hablarle de aquella forma abruptamente ante el comentario en respuesta de su indulgente apreciación a la indisciplina y desobediencia.

Se aferró con los dedos casi blancos en la pasta de su santo libro, sintió tantas ganas de en ese momento lastimar a la novicia que no paraba de sollozar para demostrarle a la otra mujer quien era ella y su posición en el convento, pero calló, calló para sí, con el objetivo de mostrarle cuan inocente eran todas esas mujeres ante los designios de dios, la miró tranquilizando la mirada para darle la espalda arreando a las ovejas del señor dentro del santuario para el alma. Antes de dar un paso más giró aquel rostro pálido y demacrado con aquel vestido en duelo, relame sus resecos labios intentando tomar el aire suficiente, pero realmente estaba pensando en las palabras más acertadas y dolorosas.

▬No, no se confunda usted señorita. No confunda en ayudar al prójimo con solapar el pecado, no se convierta en una súcubo más del demonio como tantos que rondan por esta ciudad, está haciendo un mal al ayudar a aquella ramera a sentirse mejor. Mi corazón está con Dios y a el sirvo por eso hago su voluntad que está escrita▬

Risas de las novicias logra que aquella de cabellos oscuros les lance una mirada furtiva, callándolas y retirándose por completo a las habitaciones. Concentrada ahora en la mujer que con su mirada la contradecía. ▬Además, fíjese donde está y con quien está hablando que no soy cualquiera, yo no me creo nadie más que la sierva de nuestro señor que está aquí para llevar a su rebaño a la senda del bien y la penitencia, y aquella desdichada solo piensa en llorar como si la obligaran a estar aquí, que si es así entonces que se vaya a las calles a venderse que es lo que está buscando, y usted, no vuelva a contradecirme delante de las novicias, o quiere que el pecado se esparza, o es que acaso usted es como lo que esta infeliz quiere ser▬ el tono de su voz suena catártico mientras cruza aquellos brazos ajustando aquella tela negra que la cubre. Su porte es tajante al igual que las palabras que emplea ▬Así que el demonio es el que está ayudando a esta desdichada, ves lo que haces, trajiste al demonio a la puerta de las almas benditas de Dios, espero que estes feliz y lárgate que no quiero verte aquí más, tus padres sabrán de esto▬ se dirigió a la pobre muchacha a la cual arrojó una biblia negra como muestra de “compasión”..

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