AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
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Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Sus cabellos achocolatados descansaban suavemente sobre la almohada blanca, ondeando sutilmente con la brisa fresca de la madrugada que se filtraba por el balcón entreabierto dónde yo me encontraba ahora, contemplando anonadado y excitado aun, el dulce rostro de aquella mujer a la que había poseído aquella noche; mi primera noche.
Relamía mis labios una y otra vez contemplando su desnudez, rememorando en mis sentidos el tacto de su piel marmórea, el sabor de aquellos labios carnosos y siempre húmedos, los escalofríos que azotaban mi espalda cada vez que las yemas de sus dedos dibujaban sobre mis poros un pequeño corazón. Cómo olvidar el centello de sus ojos o sus gemidos, música celestial para mis oídos y mis músculos, los cuales se alimentaban de la fuente de aquellos gritos placenteros o de los arañazos profundos que marcaban mi piel. Me impregné de su aroma y me envolví con al abrigo de su perfecta anatomía femenina, cuyas curvas nunca me cansaría de recorrer.
Y una y otra vez di gracias a mi creador por el regalo que me brindó. Ahora, mirarme en el reflejo de los cristales de aquella balconada no suponía hundirme en la miseria y la vergüenza de mi aspecto. Ya no temía mi propia imagen. No, ahora no. Ahora era apuesto, joven, de aspecto jovial, atlético, firme. ¡Y CON UNA BUENA VERGA!
Ese pensamiento me hizo soltar una gran carcajada, haciendo removerse a Eyra entre las sábanas de su lecho solitario, retomando el sueño allá dónde había quedado interrumpido por mi estruendosa risa.
Me acerqué a ella una última vez, no pudiendo contenerme ante la morbosa situación que la vida me había deparado aquella noche, terminando por succionar el pezón de su pecho derecho una vez más, lamiendo mis labios tras sonreír pervertidamente, alejándome de ella para volver al balcón desde donde me lancé para caer sobre el césped del jardín con suma suavidad, haciendo alarde de mi don de la levitación. Eché una última mirada a mi nueva morada –un fantástico castillo renacentista- y con las manos en los bolsillos empecé a caminar hacia las sendas que me llevarían ante mi señor.
Pasadas un par de horas llegué a la colina indicada, dónde tuve que trepar durante varios minutos y hacer uso de mis poderes vampíricos para encontrar el acceso de la cueva que me conduciría hasta un enigmático y escondido refugio, reconvertido ahora en un gran salón digno de un palacio imperial, cubierto de velas que alumbraban el lugar exquisitamente decorado con alfombras y cortinas de seda que separaban las distintas estancias allí establecidas, habiendo espejos, lienzos, jarrones, esculturas, sillones y divanes, lechos grandes y todo lo pensable que puede ornamentar una casa cualquiera. Pero aquello no era ni una casa ni de un dueño cualquiera, por supuesto. Se trataba de la morada de mi amo, de mi señor, de mi creador. Y allí, bajando unas pétreas gradas alfombradas, luciendo su largo cabello dorado recogido en una trenza que caía a un lado de su pecho, una camisa blanca arremangada y desabotonada, con unos amplios y cómodos pantalones hasta las rodillas de color verdoso, vino a mí con una copa plateada perteneciente a la Edad Media, recubierta toda ella de incrustaciones de gemas como la turquesa, el cuarzo, la malaquita, la obsidiana, el rubí, la ágata, el lapislázuli, el jaspe, la amatista, entre otras.
Me arrodillé ante él, colocando mi brazo derecho sobre la rodilla del mismo lado que había quedado en alto mientras la izquierda había quedado clavada en el suelo. Agaché la mirada y aguardé los minutos en los que él, escuchándole aun sorber de su copa –de vino, probablemente-, se paseó a mi alrededor en círculos. Al fin, su voz rompió aquél ensordecedor silencio.
- Álzate.
Obedecí, osando levantar la vista de mis manos entrelazadas para perderme una vez más en aquella fiera mirada. Ambrose sonrió gustosamente, como si aquél gesto fuera la aprobación que yo esperaba. De pronto, sentí el alivio que supone desprenderse de un gran peso en el pecho, pudiendo incluso respirar mejor, algo que me hizo pensar en que no recordaba cuando se había formado en mi garganta aquél nudo que ahora ya desaparecía.
Despegué mis labios, dispuesto a explicarle a mi amo con todo lujo de detalles lo que había supuesto para mí aquél primer día bajo la piel de Jerarld Délvheen, más entonces, al verme por el rabillo del ojo en un espejo que colgaba no muy lejos de nosotros, tuve que desviar la mirada, frunciendo los labios con fuerza. ¿Por eso me había pedido que me alzara? ¿Para ver que volvía a ser ante mis ojos y ante los de cualquiera, un monstruo? El efecto de la ilusión sólo duraba veinticuatro horas: ni más ni menos. De volver a tener el aspecto de aquél pelirrojo era necesario pasar por un ritual cada noche, hasta que mi señor decidiera concederme aquella forma por siempre. Y yo estaba dispuesto a cualquier cosa para conquistar aquél cuerpo.
- Ven.- Inquirió Ambrose, sacándome de aquellas cavilaciones para guiarme hacia el rincón dónde, tras la cortina carmesí, se encontraba aquél al que le robaba la apariencia. No pude evitar regocijarme una vez más ante los recuerdos de su mujer, a quién había degustado de todas las formas que se me habían antojado aun sabiendo que él sería un espectador de semejante festín carnal.- Gorrioncito, es hora de jugar a Quién es Quién...- Rió entre dientes mi señor, acercándose al pelirrojo que, tumbado sobre su lecho, parecía ignorarnos por completo. Ambrose acarició sus cabellos y de pronto, el vampiro reaccionó.
Relamía mis labios una y otra vez contemplando su desnudez, rememorando en mis sentidos el tacto de su piel marmórea, el sabor de aquellos labios carnosos y siempre húmedos, los escalofríos que azotaban mi espalda cada vez que las yemas de sus dedos dibujaban sobre mis poros un pequeño corazón. Cómo olvidar el centello de sus ojos o sus gemidos, música celestial para mis oídos y mis músculos, los cuales se alimentaban de la fuente de aquellos gritos placenteros o de los arañazos profundos que marcaban mi piel. Me impregné de su aroma y me envolví con al abrigo de su perfecta anatomía femenina, cuyas curvas nunca me cansaría de recorrer.
Y una y otra vez di gracias a mi creador por el regalo que me brindó. Ahora, mirarme en el reflejo de los cristales de aquella balconada no suponía hundirme en la miseria y la vergüenza de mi aspecto. Ya no temía mi propia imagen. No, ahora no. Ahora era apuesto, joven, de aspecto jovial, atlético, firme. ¡Y CON UNA BUENA VERGA!
Ese pensamiento me hizo soltar una gran carcajada, haciendo removerse a Eyra entre las sábanas de su lecho solitario, retomando el sueño allá dónde había quedado interrumpido por mi estruendosa risa.
Me acerqué a ella una última vez, no pudiendo contenerme ante la morbosa situación que la vida me había deparado aquella noche, terminando por succionar el pezón de su pecho derecho una vez más, lamiendo mis labios tras sonreír pervertidamente, alejándome de ella para volver al balcón desde donde me lancé para caer sobre el césped del jardín con suma suavidad, haciendo alarde de mi don de la levitación. Eché una última mirada a mi nueva morada –un fantástico castillo renacentista- y con las manos en los bolsillos empecé a caminar hacia las sendas que me llevarían ante mi señor.
Pasadas un par de horas llegué a la colina indicada, dónde tuve que trepar durante varios minutos y hacer uso de mis poderes vampíricos para encontrar el acceso de la cueva que me conduciría hasta un enigmático y escondido refugio, reconvertido ahora en un gran salón digno de un palacio imperial, cubierto de velas que alumbraban el lugar exquisitamente decorado con alfombras y cortinas de seda que separaban las distintas estancias allí establecidas, habiendo espejos, lienzos, jarrones, esculturas, sillones y divanes, lechos grandes y todo lo pensable que puede ornamentar una casa cualquiera. Pero aquello no era ni una casa ni de un dueño cualquiera, por supuesto. Se trataba de la morada de mi amo, de mi señor, de mi creador. Y allí, bajando unas pétreas gradas alfombradas, luciendo su largo cabello dorado recogido en una trenza que caía a un lado de su pecho, una camisa blanca arremangada y desabotonada, con unos amplios y cómodos pantalones hasta las rodillas de color verdoso, vino a mí con una copa plateada perteneciente a la Edad Media, recubierta toda ella de incrustaciones de gemas como la turquesa, el cuarzo, la malaquita, la obsidiana, el rubí, la ágata, el lapislázuli, el jaspe, la amatista, entre otras.
Me arrodillé ante él, colocando mi brazo derecho sobre la rodilla del mismo lado que había quedado en alto mientras la izquierda había quedado clavada en el suelo. Agaché la mirada y aguardé los minutos en los que él, escuchándole aun sorber de su copa –de vino, probablemente-, se paseó a mi alrededor en círculos. Al fin, su voz rompió aquél ensordecedor silencio.
- Álzate.
Obedecí, osando levantar la vista de mis manos entrelazadas para perderme una vez más en aquella fiera mirada. Ambrose sonrió gustosamente, como si aquél gesto fuera la aprobación que yo esperaba. De pronto, sentí el alivio que supone desprenderse de un gran peso en el pecho, pudiendo incluso respirar mejor, algo que me hizo pensar en que no recordaba cuando se había formado en mi garganta aquél nudo que ahora ya desaparecía.
Despegué mis labios, dispuesto a explicarle a mi amo con todo lujo de detalles lo que había supuesto para mí aquél primer día bajo la piel de Jerarld Délvheen, más entonces, al verme por el rabillo del ojo en un espejo que colgaba no muy lejos de nosotros, tuve que desviar la mirada, frunciendo los labios con fuerza. ¿Por eso me había pedido que me alzara? ¿Para ver que volvía a ser ante mis ojos y ante los de cualquiera, un monstruo? El efecto de la ilusión sólo duraba veinticuatro horas: ni más ni menos. De volver a tener el aspecto de aquél pelirrojo era necesario pasar por un ritual cada noche, hasta que mi señor decidiera concederme aquella forma por siempre. Y yo estaba dispuesto a cualquier cosa para conquistar aquél cuerpo.
- Ven.- Inquirió Ambrose, sacándome de aquellas cavilaciones para guiarme hacia el rincón dónde, tras la cortina carmesí, se encontraba aquél al que le robaba la apariencia. No pude evitar regocijarme una vez más ante los recuerdos de su mujer, a quién había degustado de todas las formas que se me habían antojado aun sabiendo que él sería un espectador de semejante festín carnal.- Gorrioncito, es hora de jugar a Quién es Quién...- Rió entre dientes mi señor, acercándose al pelirrojo que, tumbado sobre su lecho, parecía ignorarnos por completo. Ambrose acarició sus cabellos y de pronto, el vampiro reaccionó.
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/04/2013
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Re: Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Cuando abrí los ojos, me costó volver a ver con claridad. Era como si todo estuviera borroso, como si me costara saber que estaba arriba y que estaba abajo en mi mundo.
Intente pensar en que me había llevado hasta allí, en que había hecho las últimas horas…Intente pensar pero era como si me clavaran agujas en la cabeza, ¿que demonios habia pasado?....¿porque recordaba los ojos de aquel brujo?...
Maldito Zephyr…aquel hombre seguía dándome urticaria.
Sueños…seria solo eso, pensé. Pero entonces me acorde de aquella mirada… Aquel hombre, aquel beso, ¿eso también lo había soñado?
Cerré los ojos y apreté mis parpados, intentando que la imagen de esa mirada se fuera de mi cabeza, de mis recuerdos, pero parecía como si hubiera grabado su imagen a fuego en mi memoria.
Deje que el aire escapara con calma de mis pulmones...Me giraría, abrazaría a Eyra y dejaría que el aroma de sus cabellos me embriagara, pues su figura siempre me tranquilizaba, ella era mi bálsamo y la calidez de su abrazo, mi hogar.
Me removí pero entonces algo vino a mi mente, como extraños flashes en los que le veía, en los que ella abrazaba a alguien.
Sentí como su mano acariciaba mi mejilla y luego como sus brazos se enredaban en mi cuello….
Pero…
¿Como? Yo estaba quieto.
Solté un resoplido y volví a cerrar los ojos mientras hundía la cabeza en la almohada… Debía de seguir soñando.
Pero entonces sus gritos me sobresaltaron así como sus arañazos, que de pronto recorrieron mi espalda.
Abri los ojos, mientras fruncia el ceño, llevando una de mis manos a mi cuello de forma automática cuando sentí que me mordían y que me cansaba aun mas, pues bebian de mi.
¿Que estaba pasándome?
Despegue las sabanas e intente levantarme pese a que me sentía pesado y agotado, pero entonces antes de poder alzarme una mano empujo mi hombro haciéndome quedar boca arriba en el lecho.
Contemple su figura alzada delante de mi, casi sintiendo que sus ojos brillaban en la oscuridad.
Era el …aquel hombre de cabellos rubios. No lo habia soñado, era real, estaba delante de mi. El me habia envenenado...
En aquel entonces quise gesticular, hablar, interrogar. Pero un latigazo recorrió mi espalda, haciéndome girarme para quedar en posición fetal, con los ojos desencajados mientras contemplaba en el cristal de nuestra habitación el reflejo de ambos, el reflejo de Eyra y el mio, mientras nos enredábamos en nuestro lecho, ante sus gritos y ante mi agarre sobre ella. Pero no...No era yo pese a que el reflejo me mostrara a mi.
Mi respiracion se agito. Y entonces, cuando la ira, la cólera y la mas profunda furia comenzaba a dominarme ante aquella visión y ante aquella sensación, de ver como otro hombre con mi aspecto poseía a Eyra, la mano de aquel hombre se situo sobre mis ojos, susurrando algo que aun ahora no puedo recordar.
Me maldecí por no poder aguantar sus poderes sobre mi, pero no pude hacer nada. Fue asi como volvi a perder la nocion del tiempo. Simplemente quedándome en aquella posición, con los ojos semi cerrados y el cabello cayendo sobre mi semblante.
Senti que me relajaba pese a que seguía sintiendo lo que ocurria, visualizando de forma fugaz aquella escena morbosa en la cual no era el protagonista.
Despierto y dormido a la vez.
Me mire apreciando que aun habían unas ligeras marcas en mi pecho por aquellos rasguños…
Habia sido real.
Pero entonces, cuando alce la mirada y vi a aquel hombre de proporciones asimétricas y mirada titubeante en la entrada, sentí que cada fibra de mi cuerpo se tensaba. Y lo hacia porque reconoci su mirada, por que le sentí familiar y porque aprecie que tenia en cuello la misma marca que yo aun sentía arder ligeramente en el mio…
Tu…
¡TU!
¿¡QUE HAS HECHO!?
En aquel momento no lo dude, pese a que me sentía agotado, reuni fuerzas para alzarme de la cama y abalanzarme sobre él gracias a la agilidad de mi raza, lanzando al suelo a aquel hombre deforme.
¿¡QUE LE HAS HECHO!?
Indique mientras le zarandeaba y mientras le profería una serie de puñetazos mientras el se removia en el suelo, llevando finalmente mis manos a su cuello cuando el quiso defenderse e impedir mi ataque.
¿¡COMO HAS OSADO PONERLE UNA MANO ENCIMA!?
JURO POR DIOS QUE DESTRUIRÉ CADA CENTÍMETRO DE TU REPUGNANTE CARA!
Espete indignado ante lo que había visto, ante toda la visualización de sus actos con Eyra, con mi esposa. MI MUJER!
Pero entonces mientras intentaba ahogarle, sentí que me ahogaba yo, y que mientras mas apretaba mas aire me faltaba a mi….
Por lo que me vi obligado a soltarle. Alzándome y retrocediendo mientras aquel ser me miraba farfullando en el suelo, mientras que mi captor -de pie y a una distancia prudencial-, miraba la escena quizas divertido.
La sangre de mi rostro recorrió parte de mi mejilla y mi labio, ahora roto, mientras yo seguía retrocediendo, mirando primero a uno y luego a otro, tomando distancias para buscar algo en la habitación con lo que atacar y con que salir de allí. Sin siquiera sospechar que aquel era mi primer dia de cautiverio...
Intente pensar en que me había llevado hasta allí, en que había hecho las últimas horas…Intente pensar pero era como si me clavaran agujas en la cabeza, ¿que demonios habia pasado?....¿porque recordaba los ojos de aquel brujo?...
Maldito Zephyr…aquel hombre seguía dándome urticaria.
Sueños…seria solo eso, pensé. Pero entonces me acorde de aquella mirada… Aquel hombre, aquel beso, ¿eso también lo había soñado?
Cerré los ojos y apreté mis parpados, intentando que la imagen de esa mirada se fuera de mi cabeza, de mis recuerdos, pero parecía como si hubiera grabado su imagen a fuego en mi memoria.
Deje que el aire escapara con calma de mis pulmones...Me giraría, abrazaría a Eyra y dejaría que el aroma de sus cabellos me embriagara, pues su figura siempre me tranquilizaba, ella era mi bálsamo y la calidez de su abrazo, mi hogar.
Me removí pero entonces algo vino a mi mente, como extraños flashes en los que le veía, en los que ella abrazaba a alguien.
Sentí como su mano acariciaba mi mejilla y luego como sus brazos se enredaban en mi cuello….
Pero…
¿Como? Yo estaba quieto.
Solté un resoplido y volví a cerrar los ojos mientras hundía la cabeza en la almohada… Debía de seguir soñando.
Pero entonces sus gritos me sobresaltaron así como sus arañazos, que de pronto recorrieron mi espalda.
Abri los ojos, mientras fruncia el ceño, llevando una de mis manos a mi cuello de forma automática cuando sentí que me mordían y que me cansaba aun mas, pues bebian de mi.
¿Que estaba pasándome?
Despegue las sabanas e intente levantarme pese a que me sentía pesado y agotado, pero entonces antes de poder alzarme una mano empujo mi hombro haciéndome quedar boca arriba en el lecho.
Contemple su figura alzada delante de mi, casi sintiendo que sus ojos brillaban en la oscuridad.
Era el …aquel hombre de cabellos rubios. No lo habia soñado, era real, estaba delante de mi. El me habia envenenado...
En aquel entonces quise gesticular, hablar, interrogar. Pero un latigazo recorrió mi espalda, haciéndome girarme para quedar en posición fetal, con los ojos desencajados mientras contemplaba en el cristal de nuestra habitación el reflejo de ambos, el reflejo de Eyra y el mio, mientras nos enredábamos en nuestro lecho, ante sus gritos y ante mi agarre sobre ella. Pero no...No era yo pese a que el reflejo me mostrara a mi.
Mi respiracion se agito. Y entonces, cuando la ira, la cólera y la mas profunda furia comenzaba a dominarme ante aquella visión y ante aquella sensación, de ver como otro hombre con mi aspecto poseía a Eyra, la mano de aquel hombre se situo sobre mis ojos, susurrando algo que aun ahora no puedo recordar.
Me maldecí por no poder aguantar sus poderes sobre mi, pero no pude hacer nada. Fue asi como volvi a perder la nocion del tiempo. Simplemente quedándome en aquella posición, con los ojos semi cerrados y el cabello cayendo sobre mi semblante.
Senti que me relajaba pese a que seguía sintiendo lo que ocurria, visualizando de forma fugaz aquella escena morbosa en la cual no era el protagonista.
Despierto y dormido a la vez.
...
Pasarian muchas horas hasta que una voz me hizo sentir que estaba acompañado, pero no fue eso sino aquella caricia la que me permitió parpadear, y moverme. Sentándome en el lecho de forma precipitada mientras al fin respiraba agitado, como si al fin me dejaran despertar de la pesadilla. Sintiendome horrorizado ante aquellos recuerdos.Me mire apreciando que aun habían unas ligeras marcas en mi pecho por aquellos rasguños…
Habia sido real.
Pero entonces, cuando alce la mirada y vi a aquel hombre de proporciones asimétricas y mirada titubeante en la entrada, sentí que cada fibra de mi cuerpo se tensaba. Y lo hacia porque reconoci su mirada, por que le sentí familiar y porque aprecie que tenia en cuello la misma marca que yo aun sentía arder ligeramente en el mio…
Tu…
¡TU!
¿¡QUE HAS HECHO!?
En aquel momento no lo dude, pese a que me sentía agotado, reuni fuerzas para alzarme de la cama y abalanzarme sobre él gracias a la agilidad de mi raza, lanzando al suelo a aquel hombre deforme.
¿¡QUE LE HAS HECHO!?
Indique mientras le zarandeaba y mientras le profería una serie de puñetazos mientras el se removia en el suelo, llevando finalmente mis manos a su cuello cuando el quiso defenderse e impedir mi ataque.
¿¡COMO HAS OSADO PONERLE UNA MANO ENCIMA!?
JURO POR DIOS QUE DESTRUIRÉ CADA CENTÍMETRO DE TU REPUGNANTE CARA!
Espete indignado ante lo que había visto, ante toda la visualización de sus actos con Eyra, con mi esposa. MI MUJER!
Pero entonces mientras intentaba ahogarle, sentí que me ahogaba yo, y que mientras mas apretaba mas aire me faltaba a mi….
Por lo que me vi obligado a soltarle. Alzándome y retrocediendo mientras aquel ser me miraba farfullando en el suelo, mientras que mi captor -de pie y a una distancia prudencial-, miraba la escena quizas divertido.
La sangre de mi rostro recorrió parte de mi mejilla y mi labio, ahora roto, mientras yo seguía retrocediendo, mirando primero a uno y luego a otro, tomando distancias para buscar algo en la habitación con lo que atacar y con que salir de allí. Sin siquiera sospechar que aquel era mi primer dia de cautiverio...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Aplaudí ante el espectáculo que había presenciado entre mi siervo y mi marioneta favorita, alzando la mano hacia Khosrow con desdén, indicándole que se marchara y nos dejara a solas, pues necesitaba hablar y sosegar a Jerarld en privado. A demás, cabe decir... me repugnaba contemplar el rostro deforme de mi más fiel siervo, por lo que no solía pasar más del tiempo necesario ante su persona.
Khosrow desapareció tras la cortina aun refunfuñando y secándose la sangre con el dorso de su grandilocuente mano, dejándonos en aquella sala solamente iluminada por una tenue luz de velas dispuestas a nuestro alrededor. Se hizo el silencio y yo me aproximé hasta Jerarld, sentándome en su lecho y posando mi mano sobre su hombro, invitándole a que me acompañara. Tomé su mano entre las mías, entrelazando sus dedos con los míos, suspirando teatralmente mientras acariciaba su extremidad con delicadeza.
- Oh, queridísimo Jerome... La magia hace milagros, ¿cierto? ¿O me dirás que no es maravilloso el don que ofrece a seres inmundos como Khosrow ? ¡La belleza es transitoria, pero qué bien sienta poseerla aunque sólo sea por unas horas!
Solté una gran carcajada que fue ignorada por mi interlocutor, quién parecía sentirse muy lejos de mí, con sus pensamientos en otra parte, fuera de sí mismo incluso. Hice una mueca, disgustado, soltando su mano e irguiéndome para pasear calmadamente por aquella sala, dándole la espalda para retomar la palabra mientras fingía desinterés en la misma charla, un desdén que enfaticé cuando me detuve para palpar la seda de su cortinaje carmesí.
- La magia hace milagros, sin duda, como engendrar vida en un cuerpo inerte. ¿Qué me dices de eso, Jerarld? ¿No es fantástico? ¡Pero por supuesto que lo es! Tú mismo lo saboreaste con el nacimiento de la pequeña Kahlan... Oh, me hubiera gustado estar ahí para celebrar tanta dicha en tu familia, querido. ¿Me habrías elegido como tu padrino? Oh, quisiera pensar que sí, ¿eh?
Reí, girándome hacia él muy lentamente, entrelazando los dedos de mis manos para mirarle con fijeza, a los ojos, penetrando en ellos. Esbocé una maquiavélica sonrisa y arrastré las palabras a medida que fui hablando, escrutando con sumo interés cada gesto que iba adoptando el rostro de Jerarld.
- Fue tan fácil hacerle beber a tu amada esposa el brebaje que hace veinte años propició que pudiera alumbrar a vuestra hija... Pero más sencillo fue dotar a Khosrow del don suficiente para poder engendrar en ella... Lograr que ambas piezas del rompecabezas encajaran fue sólo coser y cantar, tú mismo lo has visto con tus propios ojos, ¿cierto? Oh, no, no... mejor no me des detalles escabrosos. Doy por hecho que ambos supieron disfrutar de lo que tenían entre manos.
Volví a carcajear y me aproximé ahora hacia una mesa auxiliar para tomar una copa de vino que llevé a mis labios para degustar con galantería, secando las gotas de vino que mancharon mis comisuras mediante un pañuelo blanco de bordados plateados.
- Lástima que aquello que Khosrow le ha implantado a Eyra no vaya a ver nunca la luz. Lástima que aquello sea el mal que acabe con la vida de tu amante, querido. Sí...- añadí, respondiendo así a sus preguntas mentales, sonriendo sin poder evitarlo, lleno de felicidad y excitación.- Eyra engendrará su propia muerte en los próximos meses... y llegados el momento, será su propia esperanza la que la devore. Nada quedará de ella más que cenizas cuando lo engendrado trepe por sus entrañas y la destruya de a poco. Y sólo entonces... podrás ser libre de las ataduras que te atan a ella, Jerarld.
Sólo entonces serás libre... y mío.
Khosrow desapareció tras la cortina aun refunfuñando y secándose la sangre con el dorso de su grandilocuente mano, dejándonos en aquella sala solamente iluminada por una tenue luz de velas dispuestas a nuestro alrededor. Se hizo el silencio y yo me aproximé hasta Jerarld, sentándome en su lecho y posando mi mano sobre su hombro, invitándole a que me acompañara. Tomé su mano entre las mías, entrelazando sus dedos con los míos, suspirando teatralmente mientras acariciaba su extremidad con delicadeza.
- Oh, queridísimo Jerome... La magia hace milagros, ¿cierto? ¿O me dirás que no es maravilloso el don que ofrece a seres inmundos como Khosrow ? ¡La belleza es transitoria, pero qué bien sienta poseerla aunque sólo sea por unas horas!
Solté una gran carcajada que fue ignorada por mi interlocutor, quién parecía sentirse muy lejos de mí, con sus pensamientos en otra parte, fuera de sí mismo incluso. Hice una mueca, disgustado, soltando su mano e irguiéndome para pasear calmadamente por aquella sala, dándole la espalda para retomar la palabra mientras fingía desinterés en la misma charla, un desdén que enfaticé cuando me detuve para palpar la seda de su cortinaje carmesí.
- La magia hace milagros, sin duda, como engendrar vida en un cuerpo inerte. ¿Qué me dices de eso, Jerarld? ¿No es fantástico? ¡Pero por supuesto que lo es! Tú mismo lo saboreaste con el nacimiento de la pequeña Kahlan... Oh, me hubiera gustado estar ahí para celebrar tanta dicha en tu familia, querido. ¿Me habrías elegido como tu padrino? Oh, quisiera pensar que sí, ¿eh?
Reí, girándome hacia él muy lentamente, entrelazando los dedos de mis manos para mirarle con fijeza, a los ojos, penetrando en ellos. Esbocé una maquiavélica sonrisa y arrastré las palabras a medida que fui hablando, escrutando con sumo interés cada gesto que iba adoptando el rostro de Jerarld.
- Fue tan fácil hacerle beber a tu amada esposa el brebaje que hace veinte años propició que pudiera alumbrar a vuestra hija... Pero más sencillo fue dotar a Khosrow del don suficiente para poder engendrar en ella... Lograr que ambas piezas del rompecabezas encajaran fue sólo coser y cantar, tú mismo lo has visto con tus propios ojos, ¿cierto? Oh, no, no... mejor no me des detalles escabrosos. Doy por hecho que ambos supieron disfrutar de lo que tenían entre manos.
Volví a carcajear y me aproximé ahora hacia una mesa auxiliar para tomar una copa de vino que llevé a mis labios para degustar con galantería, secando las gotas de vino que mancharon mis comisuras mediante un pañuelo blanco de bordados plateados.
- Lástima que aquello que Khosrow le ha implantado a Eyra no vaya a ver nunca la luz. Lástima que aquello sea el mal que acabe con la vida de tu amante, querido. Sí...- añadí, respondiendo así a sus preguntas mentales, sonriendo sin poder evitarlo, lleno de felicidad y excitación.- Eyra engendrará su propia muerte en los próximos meses... y llegados el momento, será su propia esperanza la que la devore. Nada quedará de ella más que cenizas cuando lo engendrado trepe por sus entrañas y la destruya de a poco. Y sólo entonces... podrás ser libre de las ataduras que te atan a ella, Jerarld.
Sólo entonces serás libre... y mío.
Ambrose de Thíra- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Localización : Sin perder el Norte
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Re: Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Lo que había comenzado como un juego, había desembocado en un malvado plan en el que era una marioneta mas en manos de un hombre demente.
Mis dientes entrechocaron tensando mi mandíbula cuando escuche sus palabras y vi sus intensiones de atarme a el, utilizando a mi familia para chantajearme…¿Quién se creía que era? ¿es que pensaba que me quedaría de brazos cruzados esperando que actuara?
Me alce para caminar hacia él, dando grandes zancadas hasta que le tuve frente a mi. Pudiendo así ver la claridad y la maldad de aquellos ojos tan solo un segundo antes de propiciarle el puñetazo que giro su rostro a un lado, partiendo su labio inferior.
No se quién demonios eres, ni porque sabes tanto sobre mi familia, ni que quieres de mi. Pero no obtendrás nada de lo que deseas, ¡¡¡Porque no pienso quedarme aquí esperando nada!!!.
Su rostro se giro hacia mi, y yo escuche su carcajada a mis espaldas cuando le empuje para salir de la estancia a toda velocidad, -sin pararme a pensar en que pudiera objetar algo.-
Entonces, al salir, me fije levemente en el decorado exquisito del lugar antes de comenzar a correr por uno de los pasillos. Viendo como en el extremo unos guardias armados cruzaban sus espadas ante una de las entradas, girándome para apreciar como otros guardias aparecían cerrando los pasos hacia las otras estancias.
Burlarles no habría sido difícil. Pero en aquel momento algo me distrajo y fue el hecho de sentir como si me hubieran lanzado una jarra de agua fría por encima. Sentía como si alguien me estironeara. ¿Qué ocurría? ¿Me amarraban? No…a mi no me sucedía nada. Tenia que ser él...
algo debia de estar haciendo aquel impostor.
Mi pensamiento parecio invocarle, pues cuando me gire para ver quien se acercaba por mi espalda en el mismo pasillo, me encontre a aquel hombre deforme llamado Khosrow.
Le fulmine. Acercándome a él lentamente mientras sus pequeños y asimétricos ojos me contemplaban.
No te saldrás con la tuya. Farfulle entre dientes, amenazándole mientras le señalaba.
Seas quien seas…¡No me suplantaras!. No creas que puedes hacerte pasar por mi y pensar que nadie te descubrirá.
Es la hora.
Indicó una voz en la lejanía. Una voz que conocía demasiado bien y que me hizo sentir una inminente sensación de repugnancia al reconocerle.
Zephyr…
Tome ciertas distancias con aquel extraño y desproporcionado hombre mientras el otro brujo se aparecía entre nosotros, situándose tras él. Fuera lo que fuera lo que planearan juntos. No tenia intención de quedarme a presenciarlo.
Mis dientes entrechocaron tensando mi mandíbula cuando escuche sus palabras y vi sus intensiones de atarme a el, utilizando a mi familia para chantajearme…¿Quién se creía que era? ¿es que pensaba que me quedaría de brazos cruzados esperando que actuara?
Me alce para caminar hacia él, dando grandes zancadas hasta que le tuve frente a mi. Pudiendo así ver la claridad y la maldad de aquellos ojos tan solo un segundo antes de propiciarle el puñetazo que giro su rostro a un lado, partiendo su labio inferior.
No se quién demonios eres, ni porque sabes tanto sobre mi familia, ni que quieres de mi. Pero no obtendrás nada de lo que deseas, ¡¡¡Porque no pienso quedarme aquí esperando nada!!!.
Su rostro se giro hacia mi, y yo escuche su carcajada a mis espaldas cuando le empuje para salir de la estancia a toda velocidad, -sin pararme a pensar en que pudiera objetar algo.-
Entonces, al salir, me fije levemente en el decorado exquisito del lugar antes de comenzar a correr por uno de los pasillos. Viendo como en el extremo unos guardias armados cruzaban sus espadas ante una de las entradas, girándome para apreciar como otros guardias aparecían cerrando los pasos hacia las otras estancias.
Burlarles no habría sido difícil. Pero en aquel momento algo me distrajo y fue el hecho de sentir como si me hubieran lanzado una jarra de agua fría por encima. Sentía como si alguien me estironeara. ¿Qué ocurría? ¿Me amarraban? No…a mi no me sucedía nada. Tenia que ser él...
algo debia de estar haciendo aquel impostor.
Mi pensamiento parecio invocarle, pues cuando me gire para ver quien se acercaba por mi espalda en el mismo pasillo, me encontre a aquel hombre deforme llamado Khosrow.
Le fulmine. Acercándome a él lentamente mientras sus pequeños y asimétricos ojos me contemplaban.
No te saldrás con la tuya. Farfulle entre dientes, amenazándole mientras le señalaba.
Seas quien seas…¡No me suplantaras!. No creas que puedes hacerte pasar por mi y pensar que nadie te descubrirá.
Es la hora.
Indicó una voz en la lejanía. Una voz que conocía demasiado bien y que me hizo sentir una inminente sensación de repugnancia al reconocerle.
Zephyr…
Tome ciertas distancias con aquel extraño y desproporcionado hombre mientras el otro brujo se aparecía entre nosotros, situándose tras él. Fuera lo que fuera lo que planearan juntos. No tenia intención de quedarme a presenciarlo.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Una de aquellas doncellas que mi amo me había regalado se acercó a mí en cuanto me vio solo, tomando mi mano para guiarme hacia mis aposentos, dónde en mi lecho yacían varias mujeres que pasaban el rato entre ellas, sumidas en oleadas de lujuria que pronto impactaron en mi anatomía, escapándoseme una sonrisa pervertida ante semejante espectáculo. La esclava que me acompañaba besó mi cuello para reclamarme atención, gesto que no me gustó y se lo hice saber con un empujón que la llevó a caer a mis pies. Avancé hacia mis presas y cuando mi dedo índice ya se enredaba en los morenos rizos de la negra, los cortinajes se apartaron entre sí y la voz de aquél brujo me hizo soltar un rebuzno, poniendo los ojos en blanco antes de girarme hacia él mientras las manos de aquellas mujeres abrazaban mi torso entre ardientes caricias.
- Ya sé que no hay tiempo que perder.- respondí al tono altivo de éste, refunfuñando algo tras su desaparición.- ¡Tú! Haz tu trabajo.- le espeté desganado a la misma sierva que momentos antes había humillado.
Ella asintió con la mirada gacha y se dirigió hacia el cuenco de agua que transportó hasta mí, quién permanecí tumbado en la cama, bien acompañado por mis mujeres. La sierva sumergió un trapo en el agua y lo escurrió, pidiéndome que me sentara en un taburete frente a ella, a lo que, a regañadientes, tuve que despedirme de mis vaginas favoritas y obedecerle. Todo tenía su recompensa, me dije.
Así que dejé que fueran sus manos las que enjuagaran suavemente mi piel en un ritual de purificación en el que me liberé de los ropajes y de la suciedad que impregnaba mi cuerpo, una suciedad tanto material como espiritual. Posteriormente, me enfundó una especie de toga blanca y acudí al llamado del alboroto causado por nuestro rehén, contemplando satisfecho cómo por primera vez, incluso yo tenía más poder sobre alguien que ese vampiro vikingo, un barón de los Países Bajos dónde su título no tenía cabida en aquél lugar dónde era prisionero. Ahora no era más que mi propia sombra.
- Cuando lo descubran -respondí con gran regocijo.- será demasiado tarde.
A continuación, hice un movimiento con la cabeza y los guardias con sus armas en alto fueron guiando al pelirrojo hacia la sala en cuestión dónde se alojaban dos tablas pétreas, una junto a la otra. Frente a ellas, un altar tras el que se situaba Zephyr con su cáliz y el cuchillo preparado para extraernos una muestra de sangre a cada uno. A Jerarld le ataron de pies y manos debido a sus continuos forcejeos, fue divertido verle como a un cochinillo a punto de desangrar. Luego, Zephyr procedió a llenar el cáliz con mi sangre, lo que hizo removerse al pelirrojo y soltar un alarido. Yo aguanté como todo un hombre, por supuesto. El brujo volvió a situarse tras el altar y empezó a recitar unas palabras en arameo de las que no llegué a escuchar muchas, pues pronto caí en la inconsciencia que aquél proceso de mutación conllevaba. Sólo esperaba que al volver a abrir mis párpados, volviera a poseer la atractiva forma física de Jerarld Délvheen. Al menos... por un día más.
- Ya sé que no hay tiempo que perder.- respondí al tono altivo de éste, refunfuñando algo tras su desaparición.- ¡Tú! Haz tu trabajo.- le espeté desganado a la misma sierva que momentos antes había humillado.
Ella asintió con la mirada gacha y se dirigió hacia el cuenco de agua que transportó hasta mí, quién permanecí tumbado en la cama, bien acompañado por mis mujeres. La sierva sumergió un trapo en el agua y lo escurrió, pidiéndome que me sentara en un taburete frente a ella, a lo que, a regañadientes, tuve que despedirme de mis vaginas favoritas y obedecerle. Todo tenía su recompensa, me dije.
Así que dejé que fueran sus manos las que enjuagaran suavemente mi piel en un ritual de purificación en el que me liberé de los ropajes y de la suciedad que impregnaba mi cuerpo, una suciedad tanto material como espiritual. Posteriormente, me enfundó una especie de toga blanca y acudí al llamado del alboroto causado por nuestro rehén, contemplando satisfecho cómo por primera vez, incluso yo tenía más poder sobre alguien que ese vampiro vikingo, un barón de los Países Bajos dónde su título no tenía cabida en aquél lugar dónde era prisionero. Ahora no era más que mi propia sombra.
- Cuando lo descubran -respondí con gran regocijo.- será demasiado tarde.
A continuación, hice un movimiento con la cabeza y los guardias con sus armas en alto fueron guiando al pelirrojo hacia la sala en cuestión dónde se alojaban dos tablas pétreas, una junto a la otra. Frente a ellas, un altar tras el que se situaba Zephyr con su cáliz y el cuchillo preparado para extraernos una muestra de sangre a cada uno. A Jerarld le ataron de pies y manos debido a sus continuos forcejeos, fue divertido verle como a un cochinillo a punto de desangrar. Luego, Zephyr procedió a llenar el cáliz con mi sangre, lo que hizo removerse al pelirrojo y soltar un alarido. Yo aguanté como todo un hombre, por supuesto. El brujo volvió a situarse tras el altar y empezó a recitar unas palabras en arameo de las que no llegué a escuchar muchas, pues pronto caí en la inconsciencia que aquél proceso de mutación conllevaba. Sólo esperaba que al volver a abrir mis párpados, volviera a poseer la atractiva forma física de Jerarld Délvheen. Al menos... por un día más.
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/04/2013
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Re: Juguemos a Quién es Quién [PRIVADO]
Romper narices, mandíbulas u brazos, de poco me sirvió cuando los guardias me llevaron con ellos a rastras, inmovilizándome de pies y manos.
Francamente poco me importaba lo que hicieran o dejaran de hacer, lo único que tenía claro y presente era a Zephyr y los movimientos que este hacia ahora, pues después de cortarme, se acerco al horrible y extraño ser que me estaba suplantando para cortarle a él una de sus muñecas. Sin embargo en aquel instante, en aquel preciso instante, el corte solo afecto a aquel individuo. Como si por un momento esa extraña unión entre ambos desapareciera.
Aquel detalle, escaso y aun así mas que significativo para mi, -pues implicaba un desligamiento momentáneo en aquella unión- que no me fui indiferente. Su muñeca comenzó a sanar mientras los guardias seguían inmovilizándome.
Mire a aquellos esbirros, a los cuales se les notaba el brillo de neófito en la miraba, antes de que el brujo volviera a mi, mirándome hacia abajo con esa particular y característica sonrisa que tanto odiaba.
¿Que tal esta Eyra?... hace mucho que no veo a mi pequeña lujuriosa…cuéntame…¿Has sentido como aquel degenerado fornicaba con ella?
Mi sangre era fría, glacial como el mismo hielo, pero en aquel instante sentí que hervía en cada vena de mi muerto cuerpo de inmortal.
Di un tirón a mi brazo derecho, soltando el agarre que los guardias tenían en el, para elevar el brazo y agarrar la túnica del brujo, acercando de él hacia mi mientras mis dientes ahora feroces se mostraban rápidamente, con el ferviente deseo de desgarrar hasta arrancar su cuello. Sin embargo sus movimientos se adelantaron al mío, pues antes de poder arrancar su piel a tiras como era mi deseo, me encontré con su aliento cercano a mi rostro así como con su sonrisa de satisfacción cuando clavó la daga dentada en mi pecho, hurgándola poco a poco hasta enterrarla mientras yo forcejeaba desgarrando parte de la piel de su pecho, elevándome de aquella extraña mesa, empujando a cuanto guardia se encontrara cerca de mi hasta que el metal atravesó por completo mi estático corazón, enterrándose en la superficie que me sostenía. Mis fuerzas mermaron, mi cuerpo se relajo, y mi febril mente me indico que mis muñecas asi como mi yugular eran cortadas, sintiendo como me desangraba una vez mas antes de que mi vista se nublara y todo oscureciera una noche mas.
Un aroma familiar vino a mi mente cuando me removí en la cama. Sentía que me dolía la cabeza, como si hubiera estado en una buena fiesta…
¿Sería cosa de Jae? ¿Alguna de sus salidas a las que a veces me arrastraba para, según él, visitar la ciudad? …¿Se trataría de algún extraño brebaje que algún tabernero fraudulento nos daría a beber?
¿Se trataría simplemente de un malestar causado por la falta de sueño? ¿Habría estado escribiendo los últimos tres días sin parar como a veces solía hacer?... ¿Habríamos estado de viaje con Eyra haciendo de caza tesoros o quizás en algún tormentoso y peligroso viaje en algún recóndito lugar del mundo?
Fruncí el ceño y me removí mientras me giraba en el lecho y lo deje estar, ¿que mas daba ya lo que hubiera pasado?...Quería seguir descansando, seguir ahí en aquel lecho, por lo que palpe las sabanas en busca de mi mujer, hasta que el contacto con la piel fría me dejo descubrir que ella estaba ahí. Me acerque poco a poco y rodee su cuerpo acariciando el contorno de su espalda, apoyando mi frente en su escote, mientras sentía su mentón sobre mis cabellos. Quería sentir el aroma de sus cabellos ondulados o su propio perfume, aquello siempre me embriagaba como si su esencia fuera relajante para mi, o me tranquilizara de algún modo. Sin embargo no fue su aroma el que vino a mí, sino uno más profundo y aun así familiar. Deslice mis dedos por su espalda y fue entonces cuando comprendí que no eran las suaves curvas de ella las que me recibían…sino más bien una piel contorneada y dura como si se tratara de músculos definidos como si en realidad abrazara a un...
Di un salto y abrí los ojos de golpe, parpadeando antes de alzar la vista para encontrarme con aquellos ojos penetrantes fijos en mi, ahí tan cerca que podía fijarme en cada detalle y tonalidad de color en ellos. Pues aquel ser al que abrazaba y en el que me había intentado refugiar pensando erróneamente que era Eyra no era más que mi captor.
Mis ojos se desorbitaron y sentí como mi mandíbula se tensaba y como mi cuerpo quedaba rígido y tieso ante aquel rostro ahora cercano a mí, y no fue por la cercanía con aquel hombre, sino porque reconocí su aroma aunque aquel ya no poseyera el mismo rostro que yo había conocido.
Era el aroma de mi creador…
La pesadilla acababa de hacerse realidad.
Francamente poco me importaba lo que hicieran o dejaran de hacer, lo único que tenía claro y presente era a Zephyr y los movimientos que este hacia ahora, pues después de cortarme, se acerco al horrible y extraño ser que me estaba suplantando para cortarle a él una de sus muñecas. Sin embargo en aquel instante, en aquel preciso instante, el corte solo afecto a aquel individuo. Como si por un momento esa extraña unión entre ambos desapareciera.
Aquel detalle, escaso y aun así mas que significativo para mi, -pues implicaba un desligamiento momentáneo en aquella unión- que no me fui indiferente. Su muñeca comenzó a sanar mientras los guardias seguían inmovilizándome.
Mire a aquellos esbirros, a los cuales se les notaba el brillo de neófito en la miraba, antes de que el brujo volviera a mi, mirándome hacia abajo con esa particular y característica sonrisa que tanto odiaba.
¿Que tal esta Eyra?... hace mucho que no veo a mi pequeña lujuriosa…cuéntame…¿Has sentido como aquel degenerado fornicaba con ella?
Mi sangre era fría, glacial como el mismo hielo, pero en aquel instante sentí que hervía en cada vena de mi muerto cuerpo de inmortal.
Di un tirón a mi brazo derecho, soltando el agarre que los guardias tenían en el, para elevar el brazo y agarrar la túnica del brujo, acercando de él hacia mi mientras mis dientes ahora feroces se mostraban rápidamente, con el ferviente deseo de desgarrar hasta arrancar su cuello. Sin embargo sus movimientos se adelantaron al mío, pues antes de poder arrancar su piel a tiras como era mi deseo, me encontré con su aliento cercano a mi rostro así como con su sonrisa de satisfacción cuando clavó la daga dentada en mi pecho, hurgándola poco a poco hasta enterrarla mientras yo forcejeaba desgarrando parte de la piel de su pecho, elevándome de aquella extraña mesa, empujando a cuanto guardia se encontrara cerca de mi hasta que el metal atravesó por completo mi estático corazón, enterrándose en la superficie que me sostenía. Mis fuerzas mermaron, mi cuerpo se relajo, y mi febril mente me indico que mis muñecas asi como mi yugular eran cortadas, sintiendo como me desangraba una vez mas antes de que mi vista se nublara y todo oscureciera una noche mas.
…
Un aroma familiar vino a mi mente cuando me removí en la cama. Sentía que me dolía la cabeza, como si hubiera estado en una buena fiesta…
¿Sería cosa de Jae? ¿Alguna de sus salidas a las que a veces me arrastraba para, según él, visitar la ciudad? …¿Se trataría de algún extraño brebaje que algún tabernero fraudulento nos daría a beber?
¿Se trataría simplemente de un malestar causado por la falta de sueño? ¿Habría estado escribiendo los últimos tres días sin parar como a veces solía hacer?... ¿Habríamos estado de viaje con Eyra haciendo de caza tesoros o quizás en algún tormentoso y peligroso viaje en algún recóndito lugar del mundo?
Fruncí el ceño y me removí mientras me giraba en el lecho y lo deje estar, ¿que mas daba ya lo que hubiera pasado?...Quería seguir descansando, seguir ahí en aquel lecho, por lo que palpe las sabanas en busca de mi mujer, hasta que el contacto con la piel fría me dejo descubrir que ella estaba ahí. Me acerque poco a poco y rodee su cuerpo acariciando el contorno de su espalda, apoyando mi frente en su escote, mientras sentía su mentón sobre mis cabellos. Quería sentir el aroma de sus cabellos ondulados o su propio perfume, aquello siempre me embriagaba como si su esencia fuera relajante para mi, o me tranquilizara de algún modo. Sin embargo no fue su aroma el que vino a mí, sino uno más profundo y aun así familiar. Deslice mis dedos por su espalda y fue entonces cuando comprendí que no eran las suaves curvas de ella las que me recibían…sino más bien una piel contorneada y dura como si se tratara de músculos definidos como si en realidad abrazara a un...
Di un salto y abrí los ojos de golpe, parpadeando antes de alzar la vista para encontrarme con aquellos ojos penetrantes fijos en mi, ahí tan cerca que podía fijarme en cada detalle y tonalidad de color en ellos. Pues aquel ser al que abrazaba y en el que me había intentado refugiar pensando erróneamente que era Eyra no era más que mi captor.
Mis ojos se desorbitaron y sentí como mi mandíbula se tensaba y como mi cuerpo quedaba rígido y tieso ante aquel rostro ahora cercano a mí, y no fue por la cercanía con aquel hombre, sino porque reconocí su aroma aunque aquel ya no poseyera el mismo rostro que yo había conocido.
Dhémian…
Era el aroma de mi creador…
La pesadilla acababa de hacerse realidad.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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