Al señor Intruso [privado]

por **Galia di Marco** Mar Abr 16, 2013 7:05 am

Tenía sus ventajas el tener las llaves del Museo del Louvre, como por ejemplo, aquella: poder pasearme de noche por los distintos pasillos y espacios del museo sin la aglomeración del gentío, sin niños corriendo a diestro y siniestro, sin alboroto ni prisas. Tenía el museo para mí sola y aproveché para inmiscuirme hacia la sección de Arte Egipcio, deteniéndome frente a las esfinges del dromos pertenecientes al Serapeum de Saqqara, maravillada ante semejante belleza artística.

Me senté sobre el marmóreo pavimento, frente a una de aquellas esfinges pétreas e inmóviles con su característica sutil sonrisa, cruzándome de piernas para depositar sobre éstas una gran carpeta que usaría de soporte para las hojas que de éste fui sacando y acomodando: era el momento de empezar a trabajar en aquél proyecto de la Universidad, por lo que, mientras perdía la noción del tiempo y el espacio -demasiado sumida en las historias y leyendas egipcias y mis pensamientos impregnados en fantasías e ilusiones-, fui realizando un esquema y una ficha técnica de aquella pieza del museo, esperando que mi trabajo satisficiera al energúmeno de mi profesor, un hombre que solía presentarse a clase con un aspecto lamentable, ebrio y confundido la mayor parte del tiempo. Lo detestaba y aun así, adoraba su materia.

Pero entonces, un estruendoso sonido me alertó, tensándose todos mis músculos ante el sonido de algo quebrantándose en mil pedacitos diminutos, procedente de la sala contigua a dónde me encontraba que, si mal no recordaba, era la sección de Arte Griego. Tragué saliva ruidosamente y con el pulso desorbitado decidí ir a investigar qué era lo que habría sucedido, anhelando fervientemente que no se tratara de una pieza rota o mi cabeza vería el amanecer desde una pica.

Así que, armada con un lápiz de punta afilada me dirigí a paso firme hacia aquella sala, abriendo las puertas de cristal de par en par, mirando a todos lados hasta localizar, justo en el centro de varias intersecciones formadas por los distintos pasillos de la sección, los pedazos rotos de una figura cuya forma no podría ya ni adivinar. Fruncí el ceño y, como si esperara una respuesta por parte del intruso que aun podía sentir que se encontraba allí, musité con voz temblorosa:

- Espero que seas suficientemente rico como para poder pagar la fortuna que vale cualquiera de estas piezas, señor Intruso.

Di un paso al frente y aguardé con la piel erizada aun sabiendo que no sería su voz la que me respondería. Una gota de gélido sudor recorrió mi espalda cuando sobre mi nuca, un halo frío recorrió mi piel.

por **Rahman Al'Ramiz** Lun Abr 22, 2013 7:26 am

Ingresé a este hermoso lugar de la manera mas sigilosa que me fué posible. Quize tomarme un tiempo para recorrerlo pues no pude evitar sentirme atraído por las piezas algunas muy cargadas de energía antigua y poderosa. Tenía que aprovechar París ahora que ya había infringido la regla que me ataba al Trono de Tebas y me había venido a estas hermosas tierras.

Además necesitaba alguna reliquia que me permitiera atraer ciertas energías para la realizar una nueva invocación a Tiamat. Sospecho que pronto necesitaremos de su poder de nuevo.

Tras buscar algo idóneo me encontré con una estátua de granito, efigie de un Zeus, que en en la mano derecha sostenía un rayo hermosamente trabajado en oro y plata. La pieza era bastante fea por lo que no tuve reparo alguno en quebrar su mano para obtenerlo. Sería al mismo tiempo un acto simbólico el que amanezca el pobre dios sin su rayo mañana por la mañana. ¡Una intervención!

Entonces una corriente de viento trajo a mi piel la sensación de otra piel, cuyo perfume delicado delataba una femenina fragancia. No me había percatado que había otra persona en esta ala del museo. ¡Y he aqui que la mujer se acerca!

Tras ocultar la pieza metálica entre mi ropa, compongo una sonrisa. ¿Desde cuanto permiten el acceso de mujeres a estos sitios? Sin duda Europa esaba ya bastante avanzada en sus costumbres. Tampoco parecía empleada del lugar, pues su vestimenta era mas bien elegante.

La chica me enfrenta con desenfado, tal vez si trabaje en este lugar después de todo. Sea como fuere le ha caído de manera inesperada, pero quizás no del todo fortuita. Nunca viene mal un chivo expiatorio.

- Lo que en realidad sucedió es que yo llegué justo a tiempo para detenerte, fuiste tú quien ha roto esta pieza. ¿Quien puede afirmar lo contrario?

(* Con agilidad sobrehumana acorta la distancia entre ellos y la toma firmemente del brazo. )

- No veo a nadie más por aqui...

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