Entre el instinto y la razón [Privado Xaziel Morel]

Aquel sitio era maravilloso. Desde el momento en que cruzó la reja principal y pudo observar el gran jardín supo que aquella había sido una jugada excelente. Tensó el agarre de su mano inconscientemente por la emoción, acariciando el muslo del varón y volteando a verlo con una sonrisita juguetona -Nada mal. Casi no puedo creer que me trajeras aquí…- Susurra con encanto, acercándose a sus labios para depositar un beso bastante pasivo sobre ellos, incitándolo a responder con mayor deseo. A veces tenía que jugar a ser la dulce e inocente palomita, de ese modo era más fácil encandilar a los hombres.

Luego de un trayecto moderadamente largo hasta la entrada principal de la mansión, la bruja se separó y lo miró fijamente a los ojos antes de murmurar algo por lo bajo, seguido de algo como esto -Recuérdalo. Solamente soy una acompañante… no quiero que interfieras en mis planes- Susurra antes de que abrieran la puerta del carro y deja que él baje primero, para después tomar su mano y ayudarse de él para bajar. Rodeó su brazo y se puso a andar hacia el interior de la casa. Observaba con discreción a su alrededor, devorando cada rincón. Qué no daría ella por un hogar como aquel, aunque tampoco negaría que estaba bastante a gusto con su discreta morada. Algo así era demasiado llamativo.

-Morel- Murmuró bajo, recordando el apellido de la mujer que ahí vivía. Su compañero, y secreto amante, había sido invitado a aquella importante comida y Bernardine lo convenció de aceptar. Claro, la condición era que la llevara. Dado que así como ella, él había perdido a su conyugue, no se vería fuera de lo común que al hombre lo acompañara una fémina, posiblemente aquella a la que pretendía. Y en realidad Bernardine sabía que algo cierto habría en aquella suposición, pues en más de una ocasión aquel hombre le había sugerido formalizar su unión. Mientras le siguiera dando tanto dinero como siempre, la bruja no se cansaría de rechazarlo. Aunque no mentiría, la molestaba que dijera cosas así ¿Cómo se atrevía a intentar encadenarla nuevamente? Jamás volvería a ligar su vida a la de otra persona, fuera esta del género y posición social que fuera.

Luego de entrar al vestíbulo, un sirviente les guió hasta una sala conjunta en la que ya varios de los invitados se reunían. Mientras entraban, la bruja comenzó a mirar con curiosidad a otras personas; según veía con el número de personas, no sería una reunión muy grande. Serían, supuso, personas de la alta sociedad y allegados a la anfitriona. La señorita Morel. Veía a cada mujer, mientras se acercaba a saludar con cordialidad, y se preguntaba quién de todas sería ella. Aquella sala era grande y a juzgar por los asientos deberían de tratarse de unas treinta personas en total; en realidad ya casi todos los asientos se habían llenado y eso la desesperó un poco. Si algo odiaba de la clase alta era la necesidad de tantas formalidades. No hubo nadie con quien no la presentaran; ahora se daba cuenta de lo conocido que era el hombre que la había ayudado a entrar ahí.

Cuando creía que se volvería loca, finalmente el hombre le indicó -Por último, nuestra anfitriona. Señorita Morel- Interrumpió a la mujer, que lo miró con una pequeña sonrisa -Le presento a mi compañera, madame Bonheur- Los ojos de Bernardine se habían iluminado desde las primeras palabras, pero la sensación que tuvo al encontrarse sus ojos con los de ella fue indescriptible. A juzgar por su apariencia era unos años más joven, probablemente cinco. Su sonrisa la fascinó al primer momento y no pudo evitar imaginar lo dulces que deberían sonar los gemidos de tan hermosa mujer. Ahora era muy en serio que quería acercarse a ella.

La saludó con mucha mayor efusividad que al resto de personas -Un placer conocerla finalmente. Aldéric me ha contado mucho sobre usted- Hizo una breve pausa, sonriéndole con encanto casi como si se lo jugara todo en ese instante -Si me lo permite, me gustaría decirle que su hogar me ha dejado maravillada. Tiene un muy buen gusto para la decoración- Tenía que llegar a ella, de uno u otro modo, pero tampoco podía ser muy directa delante de todas esas personas. Ni siquiera sabía si conseguiría obtener algo de ella pero lo deseaba, no se detendría hasta tener una respuesta definitiva. Y es que era perfecta: joven, adinerada y hermosa. La debía meter al juego, sacar el mayor provecho de esas cualidades.