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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Kallisté Vie Mayo 03, 2013 3:03 pm

"Nunca sentía soledad;
cuanto más separado de la especie humana se encontraba,
mejor se sentía" .-Charles Bukowski


Viajar nunca había sido más emocionante para la fantasma, bueno, la emoción era a ratos pues llegaban los momentos críticos donde sus recuerdos (cómo siempre), arruinaban la danza de su alma. La ahora difunta, disfrutaba de sus tiempos de lucidez junto a su amiga la vampiresa, gracias a ella había comprendido que no todas las criaturas se trataban de seres detestables afilando sus colmillos listos para el ataque. Ella le habían entregado mucha paz, pero sobretodo la había alejado de ese tormento solitario, de esa oleada de tristeza, rabia y aires de venganza que no le servían de nada. Conforme el viaje era más lejano de París, ella comprendía que su dolor iba disminuyendo, pues nada le llevaba recuerdos de su vida, cuando todo había sido perfecto. Se sentía segura al no recordar a Rudd, o a su pequeño Freddy, pues ellos la mantenían en ese mundo de los vivos, ella se había aferrado tanto a su recuerdo, a su separación, pero sobretodo a la meta de reencontrarlos que no deseaba descansar en paz, más de una ocasión almas de destellos blancos iban a buscarla para llevar al camino correcto, supuestamente a la gloria de Dios, pero se quedaba, se aferraba al mundo de los vivos con ahínco, dispuesta a volverse más loca, más en pena, y totalmente desgraciada con tal de ver a sus únicos amores reencontrarse.

El tiempo es tan efímero cuando se está muerto, no se necesita de él, sólo aprender a comprender, la fantasma ya no le importa si es de día o de noche, si es media tarde o media mañana, nada le importa, sólo sabe diferenciarlos gracias a los rayos del sol o los destellos de luna. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que salieron de París? Recuerda, o al menos lejanos flashes aparecen en su cabeza, ha contado con exactitud cuarenta días, y cuarenta y un noches, claro, las noches suelen ser más importante desde que viaja con la vampiro. Una cosa si es cierta, en un principio, cuando Carmmine cazaba, la mujer sentía demasiada repulsión, incluso ganas de castigarla por su forma de alimentación, pero con el tiempo se acostumbró, sabiendo que aquello no era más que sus necesidades básicas, así como ella al robar la energía de los que estaban a su alrededor para poder materializarse. Durante todo ese tiempo ya había aprendido a cambiar de alma a cuerpo, y a la inversa. ¡Aquello le resultaba tan divertido! Le hacía creer que ser fantasma no era malo, incluso estuvo leyendo algunos libros durante el día, cuando su amiga se escondía de la luz, que algunos brujos podían meter su alma en un cuerpo humano de forma perpetua, logrando que volviera a pisar la tierra como una digna viva, la posibilidad estaba adentrándose a su cabeza, pero de decirlo y pensarlo, el hacerlo sería una brecha larga.

No se puede escapar siempre de los problemas, mucho menos estar huyendo del destino que se les espera, por eso, después de tanto tiempo, las noche las traiciona, los pensamientos, recuerdos y remordimientos que hace mucho están buscando salir a la luz. Kallisté le pide a su ahora familia que regresen a París, tiene un mal presentimiento, sabe que algo no está bien, pero se queda tranquila, pues en poco estará de regreso para poner orden. Según sus últimas investigaciones, antes de salir de Paris, por supuesto, la fantasma sabe que su marido, o bueno, ex esposo, tiene características similares a la persona con la que ahora "vive". Rudd puede ser un vampiro, por lo que no le dará un shock, ni mucho menos un paro cardiaco al verla de nuevo después de haberla creído muerta, el problema es que, sabe que su esposo a olvidado muchas cosas, no cómo ella que olvida momentáneamente, sino de forma más… Permanente. Aquello la desanima, pero está consiente que puede lograr lo imposible, se creó como fantasma, nunca creyó que aquello existiera, sin embargo ahí sigue, y por su amor a aquellos dos por los que dio su vida, logrará lo imposible.

- ¿Arsénico? ¿Dónde estás? Hace mucho tiempo que no te veo… ¿Estás por aquí? Quiero leer sobre tu alma en pena, tanto como la mía… - Kallisté se encontraba en una calle muy transitada de París, pero debido a la hora sólo se podían escuchar grillos que venían de algunos jardines cercanos. Lleva dos horas desde que volvió a Paris, y sabe lo que quiere hacer, verla a ella. Había adquirido mucha energía de los humanos haciendo que su patetismo le diera la fuerza suficiente para poder materializarse, ella andaba contenta por estar de vuelta, lo cierto es que había llorando una gran cantidad de lagrimas transparentes al recordar la noche del desastre, ¡extrañaba estar viva! Pero sobretodo extraña sentirse amada por un hombre, por un hijo. Ahora que es fantasma, las almas le hacen sentir cautivada por cualquier criatura, ya no hay distinción de sexo, porque los espíritus no se clasifican por eso, ¿se clasifican en realidad? Conoce a esa mujer, a esa hermosa rubia que le recuerda a la calidez, pero también a la destrucción que el mismo sol puede ocasional, y aunque debe reconocer que en ocasiones le da miedo, siente una fascinación especial. Esa noche no quiere sufrir a base de recuerdos vivientes, no quiere llorar por la perdida de alguien que ya no estará más presente, no quiere simplemente vagar entre calles apestosas sola, sino sonreír porque alguien está a su lado, padeciendo sus problemas de "vivencias".

- Dime que estás por aquí. ¡Te he extrañado! - Proclama con muchas ganas, haciendo que su voz en el eco se vuelva una especie de llamado tétrico, es por eso que entiende cuando los humanos temen a un fantasma al conocerle, todo se vuelve distinto, todo es relacionado con la falta total de vida. Se coloca a orillas de una calle que se puede cruzar por medio de un puente, no sabe si avanzar al otro lado o quedarse ahí, se toma unos minutos para pensarlo, no es que sea la incógnita más grande, pero siempre se detiene a pensar en sus movimientos, por más mínimos que sea. Alza su mirada, y decide que se quedará a mitad del mismo, donde se asoma observando el hermoso río, ya ni se acuerda del nombre del mismo, cuando vivía era muy lista con las calles, incluso al recordar caras, ríos, la geografía siempre le había gustado, y todas esas asignaturas que su tutor le dio cuando más joven. Su cuerpo se inclina ligeramente hacía adelante, ella recarga sus codos en el concreto del que está elaborado el puente, pero también en sus manos recarga su cabeza, la luna es llena, por lo que alumbra demasiado en medio de la obscuridad, y ella, bueno, puede ver el reflejo de su rostro, de lo que era cuando estaba viva en las aguas tranquilas del lago.
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Mensaje por Arsénico Mar Ago 06, 2013 9:39 pm

Como intentar pintarrajear el aire, el mismísimo aire que sin parecer nada nos lo daba todo. Les da todo, a esos seres al otro lado de la dimensión, cuyos bronquios aún existen y sirven de algo, además de bonita decoración. Ésa era una de las más estúpidas maneras de describir cómo se sentía en el limbo, y por lo tanto, una de mis favoritas.

Agarrar una brocha después de hundirla en un cubo burbujeante de colores y agitarla sobre el aire, esperando que se adhiriera a alguna partícula invisible y soñando con descubrir alguna forma desconocida de algo que revolucionaría todo cuanto tú y los tuyos habíais llegado a conocer. Mongólico y deseoso, manchándote la ropa y la cara de pequeñas gotitas de pintura que no pudieron ser capaces de hacer lo que les pedías. Y es que permíteme que te lo diga, pero no te enteras de nada, y seguramente no lo harás nunca en tu chistosa existencia, si te da por ponerte a hacer ese tipo de cosas tan estrambóticas sin ton ni son (me encantas).

Para eso estaba este momento, esta eternidad de momentos, para que ni ésa ni ninguna otra sensación quedaran sin respuesta, por muy poco relevantes que te parecieran. No lo son, ni lo han sido nunca. Porque detrás de ese aire que parece nada, estamos nosotros. Estoy yo. Yo me llenaba y me lleno de esas gotitas de pintura contigo, yo era y soy esa forma desconocida que siempre has estado buscando. Y seguramente si acabas tu vida habiendo hecho todo cuanto querías en ella, nunca llegarás a saberlo porque nunca llegarás a encontrarme. A no ser, por supuesto, que ya me haya encaprichado de ti (prepárate, entonces).

Fantasmas y espíritus, ex–humanos que abandonaron su cuerpo en pos de una desgracia suprema. Todos reuniditos en la misma habitación de nombres, leyendas y pesquisas. Atrapados en ella, paradójicamente teníamos más posibilidades de conectarnos con el mundo que habíamos dejado atrás, muchas más de lo que nadie llegaría a replantearse, vivo o a nuestro lado. Por lo menos, yo encontraba esa fascinación entre un lugar y el otro como la vía más auténtica para conocernos. Nosotros ya sabíamos lo que era vivir y lo que era morir, a nosotros se nos negaba la oportunidad de volver, pero siempre veríamos lo que pasaba donde antes había habido un nosotros y ahora había un ellos. Podíamos compartir muchísimas cosas y explicar tantas otras, saborear el miedo, propio y ajeno, y no dejar de curiosear y conseguir que nuestra mente permaneciera intacta en el error o en la claridad. Sin plenitud, rascando de lo más débil e ilógico, así es como se alcanza la perfección, en lo más puramente incompleto.

(En lo incompleto siempre hay algo que está destinado a ser eterno)

Años y años que habían transcurrido en mi yo más yo, sin cambiarme, sólo intensificándome. Nacer para morir, morir para nacer, la espiral de doble sentido que hablaba de mí sin terminar de definirme. Pues ni yo misma, siendo una escritora esquizofrénica, sabía definirme del todo (lo incompleto, una y otra vez). Pero aunque pecaran de poca originalidad, estarían en lo cierto al decir que había nacido para pertenecer a este mundo que ahora me abrazaba con tanta avaricia. De vez en cuando, echaba de menos mis intentos de suicidio, esa forma tan única en la que la muerte me asfixiaba frente al escalofriante precipicio y me placaba esa emoción tan deliciosamente nociva de estar al límite. Mi última burla a la humanidad llegó a su fin y me despedí de todo con la cruenta poesía que siempre me ha caracterizado. Y mi nueva posición en el mapa seguía retorciéndose con la misma facilidad, y por fin tenía acceso a tanto de lo que había imaginado desde bien pequeña. Me había permitido cruzarme en el camino de almas tan angustiosas de conocer como la de la hermosa Kallisté, y eso hacía en estos instantes, con todo el tiempo del mundo a mi insana disposición.

Aquí me tienes, cielo, y aquí estaré seguramente por muchos más decenios que tú –respondí, planeando por encima de su cabeza y deteniendo mis labios cerca de sus clavículas- ¿Qué tal anda tu búsqueda? ¿Sigue siendo más extenuante que flotar conmigo entre calvas y sombreros?

La joven Kallisté tenía un cometido, marcado por la adorable necesidad de lo que había dejado de ser y a quien había dejado de tocar. Nada aburrido, porque el dolor siempre entretenía, pero tampoco sorprendente, y mis objetivos eran tan distintos a los suyos que resultaba tentador que hubiéramos coincidido como fantasmas para experimentar toda esta atracción tan bohemia y maleante.

De mí te dejo leer cuanto quieras, pequeña Kallisté, tedioso es el trabajo de un escritor que escribe sólo para sí mismo y aunque me interesa todo tipo de agonía, también puedo ser extremadamente perezosa para vérmelas con ésa –continué hablando, a la vez que la contemplaba con esa mirada mía, tan endiabladamente real que hacía dudar a los espíritus de que hubieran conocido una semejante cuando aún vivían-. Pero sabrás entonces que mi alma no está en pena, si no en armonía. Armonía que puedo hacer que experimentes tú también, aunque te resistas. La prueba está en que me eches en falta, tanto como yo disfruto pensar en ti antes de reencontrarnos.

Continué dejándome arropar por la volatilidad que nos ofrecían nuestras figuras, y me interpuse entre ella y su reflejo en el agua, retándole a imaginarse por un segundo que yo podía ser ese reflejo.


Última edición por Arsénico el Lun Sep 08, 2014 8:50 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Kallisté Lun Sep 02, 2013 12:34 am

La muerte siempre te llevará de forma individual, así como la vida misma se te da con un pensamiento singular. Así es todo, unidad. El estado plural lo forma el ser humano después de tener una conciencia, es una forma, una necesidad que las personas adoptan al ver conductas ajenas, todos creen que estar en pareja, seguir masas o formar una familia es lo correcto, pero entonces ¿por qué llegas solo a la vida? Kallisté se lo pregunta más de una vez al día, claro, cuando su mente puede hilar ideas, ella sabe que no es la criatura, o el fantasma, como s ele clasifique, no tiene la mente más estable, desde que ha muerto y puede vagar entre los vivos está consiente de eso, pero no puede evitar seguir con las dudas, pues de las cuestiones que se forma diariamente, y de la meta que se ha planteado, es del porque sigue de forma "cuerda", o al menos es lo que parece. Está tan confundida, porque ahora que es un alma errante sabe de mejor manera que necesita estar sola, de esa forma no daña, mucho menos perturbar a los que puedan llegar a acercarse a ella. A veces la muerte marchita todo a su alrededor, y ella sabe que es la carencia de color, de vida, ella es todo menos lo bueno que se puede tener. Se siente maldita, y aun sabiendo eso, la espíritu no puede evitar buscar la compañía, el consuelo, y el amor de alguien más.

Entonces ¿Por qué esa maldita obsesión de estar cerca de la rubia? No lo entiende, a veces ella se siente tan mal, su tristeza incrementa, porque su físico, bueno, ese no puede enfermarse, apenas y logra formarlo cada determinado tiempo. Pero se hunde, y un espíritu con ese estado puede ser muy peligroso, altamente violentos. Ella no pretende volverse de esa forma, por eso cuando nota cambios y apenas se reconoce, desaparece, no va a ser como esas leyendas, mitos, cuentos, o simples historias que retumban de voz en voz y que paren de oído en oído haciendo la vida de los humanos más trágica y dolorosa. Se encuentra intranquila, pero es su necesidad de sentirse comprendida en ese estado que puede ser meramente gas, y razonamiento, olvido en cada periodo de tiempo. Se confundió por unos momentos, cree que aquella voz es de alguien más que le está jugando una mala broma, recuerda a su madre que sigue viva, y en ocasiones desea visitar, pero que sabe de hacerlo puede perturbar a la anciana o causarle un paro cardiaco. No, todo menos eso. Suficiente daño ya ha efectuado desde que desapareció del mundo de los vivos en esa manera tan brutal, vaya dolor, podría recordarlo hasta el final de sus días, aunque jamás vuelva a sentirlo. ¿Entonces de quien es esa voz? Debe ser ella, ¿por que dudar o confundirse? No, la vergüenza le llegó.

- Si eres tu, si eres tu, eso s un alivio, a veces escucho tu voz en otros lados, en otras dimensiones, siento que estás conmigo, pero luego me doy cuenta que no hay nadie, te alucino, eso es malo, debo poder seguir sin perder la razón - Sentenció observando aún al lago, porque no la tenía enfrente, y buscando le iba a dar por perderse ella misma. Siempre se pierde, siempre olvida lo que es ser un fantasma que ha vivido un asesinato cruel. Pero jamás olvida a su ex esposo, Rudd, o a su pequeño Freddy, tampoco olvidará a Arsénico, la necesita, mucho, aunque le cueste aceptado ¿O ya lo a aceptado? Se ha confundido de nuevo. - Mi búsqueda jamás se va a quedar a medias, nunca la voy a abandonar, ni siquiera por ti, lo sabes - Su rostro se arrugó en clara señal de molestia por el tema, ¿acaso a la rubia no le importaba nada? Pues por lo visto no, pero a ella si, y eso era lo importante. Suspiró de forma innecesaria, es una manía, porque ni siquiera le entra aire a su estado incorpóreo, quizás ella misma lo sea. No lo sabe, todo le confunde.

- Mucho sin verte - Comentó cuando la imagen clara de la mujer hermosa, se le presentó. - No quiero armonía, sabes que no la merezco ni la voy a merecer, al menos no sin antes haber encontrado a mi familia, quiero dejarlos bien, y luego me iré al purgatorio. No necesitamos estar en este mundo, porque no pertenecemos a él ¿lo sabes verdad? debes estar consciente ¿qué has escrito de nuevo? ¿Alguna desgracia? ¿Alguna muerte? Esas te gustan ¿No? - Se acercó y su mano transparente simuló que acariciaba la mejilla femenina, claro que no podía hacerlo. - ¿Qué buscas? ¿Acaso no te aburres de la eternidad? ¿Cuál es tu propósito? Me da curiosidad saberlo, debe ser entretenido para que desees seguir en él, cuéntame, ¿qué buscas? - Las preguntas de Kallisté jamás fueron hechas por ella, o quizás si, todo depende, su memoria es mala, puede parecer un disco rayado, una y otra vez la misma canción, pero ella no lo recuerda, es inocente de sus males, es ahora su nueva naturaleza.
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Mensaje por Arsénico Vie Feb 14, 2014 11:17 pm

Y la imagen de la bella Kallisté se confundía con los impolutos reflejos de un agua que jamás volvería a colmar nuestra sed. ¿Teníamos de eso? Ah, sí, ya lo creo. Yo por lo menos sí y dado que siempre he sido alguien mucho menos especial de lo que los simpáticos demás se habían creído, probablemente eso quería decir que lo que yo pensaba era igualmente aplicable a lo que también pensarían los ciudadanos de a pie, la gente normal y sana. Es decir, que mi forma de ver y saborear las cosas respondía a algún tipo de sentido común. Por eso había acabado siendo una fantasma, estaba claro, porque hacerle ojitos a la muerte desde mucho antes de que ella se fijara siquiera en mí se había estilado siempre, cual refinado complemento de la moda parisina. Ay, sentido común… ¡Sentido del humor era lo que a mí me sobraba, y muy inconscientemente! Algo que no dejaba de sorprenderme ni aun después de veintidós años muerta.

Cada análisis que me hacía a mí misma terminaba convirtiéndose en un chiste que de ser contado en público, sólo se reirían los borrachos, adictos al opio, filósofos ácidos y personas de brillante e impávido talento para separar la moral de la objetividad y así troncharse del mundo en todo su esplendor. Una lastimilla que mi querida y lánguida Kallisté no perteneciera a ninguno de ellos, pero a decir verdad, eso siempre la había hecho excitante a mis desvergonzados ojos, incluso ahora que se suponía que éramos sólo energía... ¿Y qué significaba eso a fin de cuentas? ¿Quién aparte de nosotras, las socias de esta asociación, más invisible que anónima, podríamos sacarle jugo y ensuciar aquella laguna y las que quisiéramos? ¡Ah, Kallisté, si yo nunca me aburro estando sola, imagínate lo que habríamos conseguido juntas y perturbando desde lo más perturbado de todo! ¡Lo que parece que ya no puede asombrarte, de repente te da un guantazo y después te roba un beso mucho más jugoso que el de la propia muerte! ¿No estabas harta de que ésta fuera la eterna protagonista? ¿No tenías ganas de inventar algo nuevo que revolucionara hasta la rutina de todos los limbos de la no-existencia?

No pretendo que te alejes de tu misión por mí, ma petite, aunque nada me gustaría más –admití, a la vez que seguía moviéndome alrededor de ella y me aprovechaba del efecto tan dramático y teatrero que causaba la imagen de nuestros cuerpos despojados de todo control de las leyes físicas. Y es que aquí nunca hay más física que la que tenemos el lujo de recordar-. También me ha gustado esa parte en la que decías que crees escuchar mi voz… ¿Crees, Kallisté, dudas de que sea menos real que nuestra supuesta condición de espíritus? Hacer alucinar a un fantasma es, sin duda, mucho más pretencioso que afirmar que no pertenecemos a 'este mundo'–contemplé, momentáneamente embelesada, cómo sus dedos se aproximaban a mi mejilla en un fallido intento de acariciarla… Cuánta belleza hay en el suave e intangible roce de unas pieles de las que sólo queda el aire, estando sin estar-. ¿Por qué? ¿Quién lo dice? ¿Los mismos corazones ambulantes que se niegan a reconocernos y que incluso nos temen? Animalillos…

Diciendo eso, empecé a moverme sobre ella, retando a esa complicidad que incomprensiblemente teníamos la falta de corporeidad y yo para que la mujer obedeciera a sus impulsos como humana física y se echara atrás y atrás y atrás, evitando que la invisibilidad de nuestros labios chocara y parando sólo cuando acabamos dentro de aquella laguna. Eso era algo que nunca hubiéramos podido hacer como humanas, desplazarnos con la misma capacidad del agua, porque en cierto modo éramos como agua: perfectamente capaces de fundirnos con la piel de los vivos pero imposibles de retener, fuertes, frías y reveladoras, condenadas a conseguir la admiración de los demás sin que nadie estuviera preparado para comprendernos. Ése es el papel del agua en la vida y los fantasmas le aportamos un nuevo significado y ese significado recorría entonces nuestras siluetas y nos permitía bucear sin límites, en armonía con la fauna y la flora acuática que tenía un modo mucho más natural y empático de recibirnos.

No nos temen a nosotras, Kallisté, temen al pasado y aunque muchos de nuestros compañeros son la prueba más directa de ello, no nos define a todos –proseguí-. A mí no -cuando tocamos fondo, extendí mis brazos y mis piernas sobre la tierra mojada y allí me tumbé, sin dejar de mirar a mi acompañante-. Yo no busco nada porque todo lo que deseaba encontrar está aquí mismo, en nuestra naturaleza. Nací para morir en un sentido tan veraz que produciría escalofríos en la inocente personita que inició ese dicho, mi mente ya se imaginaba cómo sería todo esto desde mucho antes de aprender cómo era estar viva. La eternidad no me aburre porque sólo acaba de empezar y la evolución de un mundo que no puede verme a menos que yo lo decida siempre estará en continuo cambio, con sus graciosas y peculiares gentecillas –porque a mí puede parecerme interesante desde un sencillo panadero hasta un jeque árabe que unte sus colchones con miel antes de acostarse-. ¿Comprendes ya que cuando digo que pertenezco a este lugar, lo digo de verdad? Yo no le quito a nadie el suyo, yo sólo vivo en el mío y si cumplí mi parte respirando durante treinta años en la realidad, me he ganado el derecho a esta otra y la disfrutaré mientras pueda, aunque sea la única alma imperecedera que no tenga penas –y extendí mi mano para ahuecarla en los dedos inexistentes de Kallisté, sugiriendo una paradójica calidez que no tenía el agua a nuestro alrededor-. Escucharé las tuyas y te distraeré de esa meta tan crucial a la que llevan, y cuando por fin la alcances, te irás de mi lado para convertirte en un olvido completo al que, de tanto en tanto, añoraré... ¡Ay, si tan sólo durante estos encuentros que tenemos pudieras fingir un poco a mi lado y dejar que tu memoria descanse hasta que llegue la hora de volver a alejarte de mí y seguir con tu camino! –los dedos de mi otra mano danzaron sensualmente en torno a sus largos cabellos- ¿No tienes curiosidad de lo que se puede sentir estando muerta?
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Mensaje por Kallisté Vie Feb 21, 2014 8:30 am

Creyó que la soledad terminaría por volverla loca, que quizás estaba tomando el camino de aquellos fantasmas que poco recordaban de su conciencia. Ahora comprendía porque los vivos decían que los fantasmas asustaban, lastimaban; no eran más que entes como ella sufriendo, sintiendo que la eternidad se les había entregado para ejercer daño a los que no hicieron nada para mantenerlos con vida. Ella no deseaba llegar a ese punto. Aun muerta creía creer, o quizás sentía que su marido la seguía amando, con todo y esa falta de memoria. Christos necesitaba el empuje, si ella se desviaba de ese camino, de esa idea, si lo terminaba por perder todo en sus recuerdos, no reuniría a su familia. Sería más infeliz de lo que ahora. Su locura y su memoria temporal le ofrecían desesperación. ¿Quién dijo que los fantasmas no sentían? El hecho de estar muerta intensificaba todo eso que llamaban sentimientos, tantos que incluso la llegaban a marear ¡Un fantasma mareado! Había tanto que los humanos necesitaban comprender de ellos. Por eso no deseaba volverse loca. Incluso le pediría a ella, quien se encontraba enfrente, que escribiera sobre su familia humana, sobre su muerte, sobre como añora volver a estar viva.

El trayecto hacía esa orilla salpicada apenas de agua, ni siquiera lo disfrutó. Se había perdido tanto en el rostro traslucido de su amiga, cómo en sus recuerdos de su familia, casi todo el tiempo le ocurría de esa forma, sin embargo, lo disimuló, no deseaba que la rubia pensara que poco le interesaba lo que decía, aunque, si la conocía como decía, entendería que Kallisté siempre se vivía de lagunas mentales que no podía evitar. Quizás se asociaba con el momento de su muerte.

Kallisté recordó en ese momento su muerte. Aquellos ojos gatunos que le privaron de la vida. Lo último que vio antes de llegar a morir. Aquella cabellera oscurecida por el sol, y por su falta de luz propia; en ese preciso momento se da cuenta porqué tiene tantas lagunas mentales, antes de morir recibió grandes impactos sobre la cabeza. Su mano traslucida siguió un camino hasta aquella zona dónde la sangre salía a presión, sin pedir permiso. Suspiró, más por costumbre que por necesidad, porque de eso último nada había. Comprendió entonces porque tanta comodidad con su amiga ahora acompañante. El hecho de saberla rubia le hacía descartarla de la lista de su posible asesina. Una menos para preocuparse, una más para poder querer.

- ¿Sabes que sería muy infeliz si no me dejarás concluir mi trabajo, la meta que más anhelo? – Ahora su cuerpo apareció, enfundado en un vestido color azul, de ese que poseía en sus ojos – Estaría condenada a la infelicidad, y probablemente también al olvido de mis recuerdos, nada me quedaría, y te odiaría, porque sabré muy en el fondo que me has arrebatado lo que más deseo: cumplir con mi deber de madre y antes esposa – A diferencia de Arsénico, a la castaña no le sentaba bien la muerte, la repudiaba al igual que a muchos fantasmas que danzaban de un lado a otro, a veces lloraba (o al menos fingía hacerlo) implorando volver a la vida misma, a veces cuando el dolor era muy profundo, prefería olvidar el tema, esperar a que su memoria le hiciera el bendito favor. – Mejor ayúdame a cumplirlo, a ver crecer quizás unos años a mi hijo, mantén mi memoria viva y yo me quedaré contigo hasta que crea es prudente, no es bueno cargar con un alma olvidadiza, mucho menos agresiva. – Porque Kallisté llegaba a tener arranques de ira que incluso en el mundo de los vivos se sufría grandes consecuencias.

Acarició un rato la silueta ahora visible de su amor, porque ella, esa rubia se había convertido en su único y más confiable amor entre los muertos.

- ¿Qué podemos probar? No lo entiendo – En ocasiones pecaba de inocente, ingenua, incluso desesperaba – Siempre tengo curiosidad, ese es mi más grande problema, por eso terminé frente a la puerta del purgatorio, lista para ser llevada por sombras, no sé medir peligros, porque incluso los fantasmas deberíamos tener cuidado a ellos. ¿Qué deseas probar mi adorada muerta? ¿A mi? – Sonrió torcidamente, la idea de volver a disfrutar como en un estado vivo le llenaba el pecho traslucido. Si Arsénico le seguía dando probadas de buena vida entonces se quedaría ahí, quizás olvidaría de vez en cuando a su esposo y su hijo, pero al recordarlos la odiaría.
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Whispers || Arsénico  Empty Re: Whispers || Arsénico

Mensaje por Arsénico Lun Sep 08, 2014 8:44 pm

Dicen que el odio se vuelve un manjar todavía más excitante cuando forma parte de un mecanismo que tuviste en vida antes de convertirte en algo muy distinto de lo que te ayudaba a respirar ese odio, ese estímulo; esa emoción. Bueno, con 'dicen' me refería a mi persona, claro, soy la única que podría decir algo así, incluso tan muerta como estaba y continuaría estando, ojalá que por siempre. ¿Para qué querría irme en paz y culminar lo menos gracioso del ciclo existencial, si podía quedarme en tierra de nadie para sentir la muerte? Sentir la muerte y recordar la vida. ¿Acaso hay un estado mejor y más privilegiado? ¿Por qué parecía que era la única que lo entendía por aquel entonces? ¿No estaba el planeta repleto de historia? ¿No seguía danzando por ahí ningún otro fantasma que hubiera llegado a la misma conclusión? Siglos y trisiglos de conocimiento y una respuesta tan sencilla en la que nadie pensaba… Aunque claro, quizá el problema radicara en la sencillez misma, pues todo aquel que muere se empeña en creer que es complicado. Mucho más complicado de lo que en realidad, nos guste o no, incluso a mí misma en mi afán por lo profano, es.

¿Serías infeliz, muñeca mía? ¿Quieres decir que ahora eres feliz? –repuse, sin dejar de deslizarme al son del mundo acuático en el que sólo como las dos almas volátiles y hermosas que éramos podíamos contemplar- ¿Qué es la felicidad, sino un recuerdo de lo que has dejado de ser, Kallisté, y de lo que jamás volverás a ser? Harías bien en olvidar todo lo que creías que era bonito o feo, triste o alegre, ya que todo eso era así cuando tenías pulso. Mas ahora, querida, no lo tienes, ni lo tendrás jamás, por tanto debes abrazar lo que este purgatorio nos ha reservado. Aquí y ahora ya no se siente lo mismo que cuando vivíamos, aquí y ahora hay nuevas definiciones para la desdicha y la felicidad –proseguí, y nadé en espiral hacia arriba hasta terminar depositando mi cabeza sobre uno de los hombros de mi espiritual compañera, de espaldas a ella-. Puede que la felicidad sea el dolor, porque es lo único que nos queda de nuestro pasado, porque sin dolor, sólo seríamos polvo. Polvo que no podría ayudar a sus seres queridos, como es tu deseo –añadí, y por un instante el tacto de mis dedos se volvió real para así poder juguetear con sus mechones, bellos e intangibles como todo cuanto, en realidad, representábamos-. Puede que la desdicha sea cruzar al otro lado que tampoco es vida, dejar esta distópica utopía, morir del todo y en una paz que sí conllevará a ese mismo olvido que te preocupa. Dime, ¿habías pensado en eso? Pues yo lo pienso cada noche y cada mañana. Yo no puedo dejar de pensar, ni viva ni muerta, y eso para mí también es felicidad. Saber que vivo en la muerte.

Me encantaba acunar los desvaríos de aquella pobre muchacha, su presencia era de las pocas que yo abrazaba en mi fantasmagórico estado y siempre que pasábamos el rato juntas, me hacía interesarme un poquito más por todos aquellos que estaban atrapados en el mismo sitio que yo. Había conocido a muchos, por descontado, pero lo normal era que no quisieran pasar mucho rato a mi lado, pues al parecer, mi visión de las cosas espantaba incluso a mis 'iguales' y cada vez que uno de ellos, como la buena de Kallisté, no sólo se paraba a escucharme, sino que además me buscaba, mi corazón debía de dar un salto desde donde quisiera que estuviera enterrado. ¡Venid! ¡Oh, sí, por favor, venid a probar que ni siquiera como fantasma puedo llegar a ser inofensiva! ¡Que la broma de mi nombre sigue teniendo sentido hasta en el limbo!

Por supuesto que deseo probarte a ti, Kallisté, una lástima que tus preferencias no sean tan alternativas como las mías, pero creo que mis insinuaciones siguen sonando intensas aun cuando se acabaron los intercambios carnales para mí… -respondí, y me alejé finalmente de ella, quizá para que no se sintiera incomodada por mis palabras, o quizá porque mi mirada a distancia era muchísimo más intimidante que cuando acariciaba la piel de una mujer- ¿Alguna vez te has mostrado del todo a algún ser vivo? ¿Con tacto, con vista, con tu bella plenitud? Yo sólo he mostrado mi imagen alguna que otra vez, pero sólo eso, y llevo mucho más tiempo en estos lares muertos que tú… Dime, ¿qué opina esa curiosidad tuya al respecto? ¿Quieres que lo probemos juntas esta noche? Porque estaría encantada de que me desvirgaras en eso…

Ay, mi desvergonzada delicadeza. ¿Qué haría yo sin ti?
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