Mesa para dos [Evel Dawson]

por **Benoit Desmarai** Lun Mayo 20, 2013 11:32 am

Era tarde cuando desperté aquel día, al asomarme por la ventana había observado el sol ya descendiendo por el panorama, dejando a su paso una estela dorada teñida de sangre. Había pasado, para variar, una noche entera de caza. Infructuosa y frustrante a tal punto que al llegar a casa me derrumbe en la sala olvidándome de desvestirme. Me puse de pie y estire los brazos desperezando mi cuerpo que acusaba el dolor de una mala postura al dormir.

Me adelante a la cocina buscando algo de comer, revolviendo entre los objetos y diferentes paquetes que inundaban el pequeño lugar para encontrar menos que nada. Bufe molesto recordando que una semana antes la ultima sirvienta se había largado, quejándose de no se que violencia cometida en su contra. El recordar la forma en que su lindo trasero había salido por la puerta me provocó una sonrisa a la par divertida como molesta.

-Creo que no me queda más que salir a cenar... -le murmure al silencio mientras a contra luz contemplaba una botella de vino vaciá. Me encogí de hombros y suspire adelantándome al interior de aquel pequeño departamento que compartía con las sombras. De manera mecánica y casi inconsciente comencé los arreglos para salir aquel día. Un baño frío y veloz, un cambio de ropas, perfume y colocar las pistolas en aquel dispositivo oculto en mi pierna izquierda y mi costado derecho. Nunca se sabía cuando se les necesitaría.

Con pereza y paso lento abandone la casa, aquel departamento se encontraba cerca de la zona comercial en el ruidoso París. Perfectamente ubicado como disimulado para mis propósitos. La calle a aquella hora se encontraba atestada, las damas paseaban envueltas en sus vestidos pomposos de seda y muselina mientras los caballeros fumaban sus pipas mirando distraídamente los escaparates. Era la hora antes de la oscuridad en que la ciudad parecía salir del sopor de un día caluroso.

Ignorando aquellas miradas curiosas, sus gestos de saludo y cortesías vaciás me abrí paso en la calle, dirigiendo mi andar a aquel pequeño restaurant que solía ser mi rincón personal. Una botella de vino tinto y una liebre en estofado era lo único que necesitaba. Sin embargo mi animosidad ante el panorama pronto se vio derrumbada pues al llegar al pequeño establecimiento le encontré atestado, no había mesa disponible y el buen mesero me lo hizo saber con una sonrisa complaciente que solo azuzaba en mi el deseo de golpearle.

-¿No hay posibilidad entonces de que me atiendas? -Me obligue a decir apretando los puños, mientras el distraído joven contemplaba en derredor cotejando las opciones. -Bueno caballero, quizás si compartiera la mesa con alguien... -No parecía muy seguro, quizás por aquella violenta mirada en mis ojos traslucidos. Asentí cotejando aquella opción y deslice mi vista en derredor mirando las diferentes mesas y sus comensales de sonrisas y platicas frívolas. A punto me encontraba de dame por vencido cuando mis ojos se clavaron en una mesa apartada, de espaldas podía observar la figura delineada de una mujer.

-¿Puedes llevar a aquella mesa una botella de tu mejor Borgoña junto con mi invitación de cenar para la dama? -Comente con una suave sonrisa, el mesero asintió mientras se alejaba primero en dirección de la bodega y después hacia aquella mesa donde una joven solitaria esperaba sin saberlo a un compañero de mesa.

por **Christine Hall** Mar Mayo 21, 2013 1:39 am

Resultaba extraño todavía amanecer bajo el ruido intenso de las calles en Paris, acostumbrarse costaba más de algunos años. Por supuesto, Evel no era la excepción, desde su llegada a la ciudad de la luz le provenía vitalidad y cansancio mental, curiosear por las calles era una rutina que se había vuelto apasionante mientras más se inmiscuía en la cultura parisina. Los extravagantes sabores de sus platillos no eran ni remotamente parecidos a los grandiosos estofados de su madre allá en “Las montañas de miel”; como le había bautizado a los parajes llenos de trigo y avena que rodeaban su pequeña casa familiar.

Cuanta diferencia existía entre la tierra de las promesas y el ensueño de las luces, la ciudad del romance, de la moda más costosa, de la danza y la cultura más exótica jamás vista de los tiempos. El aire se mezclaba con el olor del alcantarillado, se fusionaban las clases sociales a dónde quiera que ésta mirase y mientras más se sumergía entre la multitud, más deseaba poder salir de aquella marea de rostros, perfumes malbaratados y ropas de distintos colores. Esa mañana el colegio había destinado a sus estudiantes otras actividades muy típicas; la visita a la zona comercial de la capital de Francia, por lo que desplazarse desde su habitual sitio de transito resultaba complicado, pues no terminaba de conocer del todo las calles y perderse no era una opción. Por fortuna, su llegada hasta el distrito en el que se encontraría con el pequeño grupo de adolescentes culminó de manera tranquila.

-Bonjour, queridos estudiantes…- mencionó en un francés forzado, pues su acento americano continuaba siendo una dificultad que habría de educarse a controlar, pero su inconsciente no aceptaba olvidar sus orígenes; ese continente rodeado de grandes montañas, campos verdes olivo y ríos con aguas tan cristalinas que no se alcanzaba a apreciar en dónde terminaba la tierra y comenzaba el cielo –Hoy recorrerán el distrito comercial de Paris, hoy la danza habrá de esperar hasta el día de mañana, aunque no se libraran de vuestra habitual tarea práctica; cualquier baile que se les ocurra, sean creativos, inspírense en lo que verán hoy y sorprendan a la profesora…Mr. Potts irá a vuestro encuentro y os vigilará hasta volveros a encontrar en éste mismo punto. Id mis educandos y recordaos vuestra tarea.- aplaudió suavemente, siendo esto un gesto para impulsarles a comenzar su avance por las calles en dónde se extendían un gran número de tiendas comerciales con todo tipo cosas.

Ataviada con un sencillo vestido rosa pálido y un sombrero americano a juego arribó con reserva entre la muchedumbre, con la mirada atenta a las espaldas de los adolescentes que se perdían con la distancia, logró distinguir la inscripción manuscrita de un restaurant modesto a muy pocos pasos de dónde se encontraba -Creo que mi suerte está cambiando, ya es hora de probar alimento…-afirmó fehaciente, adelantándose al lugar en el que fue recibida inmediatamente por uno de sus camareros –Bonjour mademoiselle, la escoltaré hasta una de nuestras mesas, hoy tenemos la especialidad de la casa un Bourride, plato de pescado típico de Sète , Quiche Lorraine, tarta salada a base de huevos, créme fraiche y beicon, también Potée Lorraine y sopa de verduras - a lo que levantando una de sus delgadas manos interrumpió al hombre, quien hizo un mohín excusándose por su intrusión –Gracias, caballero, disculpe que le interrumpa, solamente pido se me lleve a la mesa más apartada que tenga en el restaurante y traiga la carta para elegir mi entremesa- indicó Evel respetuosamente y con una afable sonrisa de gratitud.

El lugar estaba rodeado por florestas decorativas, que demarcaban los pequeños espacios; haciéndolos más personales e íntimos, los murmullos de sus clientes se perdían con los choques de los cristales de las copas y los cubiertos que rozaban las finas vajillas. Mientras que las paredes se adornaban por todo tipo de pinturas, algunas de ellas lucían ya, sus marcos desgastados por el tiempo. En ese instante en el que parecía envolverse por la calidez del ambiente mágico, creado por el restaurante, fue interrumpida al realizarse un sonido gutural que carraspeaba la garganta del camarero –Mademoiselle…- señaló con un ademán la discreta mesilla –Única, especial e ideal para usted, enseguida traigo su carta…- la rubia asintió tomando el asiento brindado por su interlocutor quien se retiró.

No habían pasado ya diez minutos cuando sus divagaciones sobre la carta fueron interrumpidas nuevamente, más en esa ocasión una botella era sostenida por el varón quien amablemente le sonrió para abordarle en una presuntuosa invitación -Mademoiselle, disculpe la interrumpa nuevamente, pero existe un caballero que desea unirse a usted y tener el privilegio de invitarle a cenar, claro si usted acepta y no resulta una molestia- aquello le tomaba por sorpresa ¿un caballero le realizaba una invitación a la distraída maestra de danza?. Los ojos de Evel se volvieron curiosamente hasta la recepción, con los que estudió discretamente al joven que yacía de pie observándole. Sus hombros caían ligeramente, dándole un aspecto despreocupado y cordial, se juzgaba a simple vista que era alguien lejos de ser peligroso pero si más reservado que otros caballeros dentro del establecimiento ¿Qué haría ante esa circunstancia? La primera vez que degustaría un plato francés en compañía de un desconocido. Sus mejillas se tiñeron de un tierno carmín y su asintió con su cabeza –Diga al caballero, que es un placer tenerle de compañía…-

Todo eso resultaba fuera de lo común, en América jamás se habían atrevido a abordarle de esa manera, pero otras eran las costumbres en la preciosa ciudad de la luz.

por **Benoit Desmarai** Mar Mayo 21, 2013 1:13 pm

Mis ojos habían atrapado la mirada de la mujer que se giraba en el momento preciso en que mi mensaje era entregado. A pesar de la distancia y penumbra imperante en el lugar me fue posible admirar las facciones delicadas de la dama, la caída de sus bellos cabellos dorados y el gesto adorable que acompañaba su tímida exploración.

Sonreía suavemente haciendo una reverencia ante la desconocida que regresaba su atención a la mesa y murmuraba algo al mesero. Esperaba y estaba seguro que era la respuesta que deseaba. Sin embargo esta se hizo esperar mucho mas tiempo del que esperaba, el sirviente se retrasaba al recorrer la distancia entre la mesa y mi persona siendo atraído por una decena de voces que le llamaban para cumplir sus encargos y antojos.

Debía admitir que la paciencia jamás había sido parte de mis virtudes y aquel retraso innecesario lograba poner mis nervios de punta. Molesto lance un bufido mirando hacia la calle donde el mar ingente de paseantes danzaba con una coreografiá que parecía haber sido ensayada con anterioridad. Las damas al cruzarse intercambiaban sonrisas, los caballeros se inclinaban en graciosas reverencias que duraban apenas un par de segundos. Todo parecía tan perfecto que era irreal.

Un suspiro escapó de mis labios mientras contemplaba aquella representación. Me parecía tan falso y chocante, incongruente con la realidad que se escondía bajo aquella mascarada cruel. Yo conocía el rostro del horror, me enfrentaba cada noche a su terror y aquellas sonrisas no lograban difuminar el gesto de la perversión. El perfume delicado no cubría la pestilencia de la muerte y estaba segura que aquellas frases bellas jamas ahogarían la verdad.

-Disculpe monsieur... -la voz suave y complaciente del mesero me despertó de aquel sueño vivido, gire el rostro y le contemple con gesto desconcertado por un segundo- ...su propuesta ha sido aceptada por la señorita y le aguarda con impaciencia. -Hizo una suave reverencia mientras extendía su brazo derecho en dirección de la mesa, invitándome a emprender mi andar en aquella dirección.

Asentí regresando a mi realidad, apartando los oscuros pensamientos que por un segundo habían ensombrecido mi mente y juicio. Seguido por aquel sonriente payaso que parloteaba incesantemente respecto a los especiales del día. Había dejado de escucharle en el momento en que me informaba de la respuesta de la dama y había llevado toda mi atención en dirección de aquella misteriosa mujer.

A un par de pasos de la mesa me detuve, girándome para mirarle con gesto frío y hosco. -Por el momento creo que puedo prescindir de tu compañía, cuando la dama o yo necesitemos algo me encargaré de hacerte lo saber. -Con aquellas palabras y un gesto imperioso le despedí. Desconcertado el mesero me miró con los labios entreabiertos para finalmente alejarse maldiciendo por lo bajo. Por mi parte acomodé mi traje con un gesto tranquilo y enarbole en mi rostro una suave sonrisa.

-Bonsoir mademoiselle -murmuré tranquilamente al pararme ante ella al otro lado de la pequeña mesa. Mis ojos le contemplaron y por un segundo quede deslumbrado por su singular belleza. Al mirarle bien era obvio que no pertenecía a Paris, su encanto exótico debía ser de un pais lejano. -Mi nombre es Benoit Kant y me encantaría me permitiese el placer de cenar con usted. Se que es un tanto repentino y nos conocemos nada, pero al verle ahora no puedo dejar pasar la oportunidad de compartir con usted una buena botella de vino y una exquisita cena. -Sonreía suavemente acompañando mi ultima frase con una reverencia suave. Sin mas espere su respuesta con tranquilidad.

por **Christine Hall** Mar Mayo 21, 2013 5:47 pm

De cerca, él parecía mucho más interesante, de prestarle más atención al movimiento de sus ojos y su boca prescindiría de todo lo demás, pues sólo con éstos bastaba para obtener la atención de la bailarina, para quien el cuerpo lo expresaba todo. Entonces los nervios la traicionaron, con un medio giro de su muñeca logró rozar la copa de vino tinto tirándola sobre el mantel blanco reluciente acaparando las miradas de los clientes más cercanos.

Su reacción fue inmediata, maldita era la hora en que la timidez de Evel salía para avergonzarle, haciéndole quedar como la peor de las tontas. Las miradas le acusaban absortos ¡Tragame tierra! Fue la primera frase que surgió desde lo más hondo de su pensamiento, y por si fuera poco una gota de vino había ensuciado su vestido fundiéndose con el rosa pálido ¡Su mejor vestido!, como las cosas tan vánales y llanas llegaban a ser importantes en momentos como aquel, en otras circunstancias no le habría dado tanto valor, inclusive si se encontrase cenando sola. En ese momento sintió como sus mejillas se volvían más tibias de lo habitual, un rojo carmesí se pigmentaba sobre la piel y nariz se ensanchaba tras los resoplidos del bochorno que pasaba –Di…di- tartajeo callando y tomando rápidamente una servilleta para limpiar la indiscreta mancha justo sobre su pecho -Disculpe, Monsieur, soy una tonta, lamento la escena que acaba de presenciar- inclinó su cabeza suavemente disculpándose, aunque no pudo evitar mirar por el rabillo del ojo su alrededor, era inevitable sentir las miradas curiosas de los presentes, precisamente lo que ella deseaba evitar; ser la comidilla del día para un montón de mujeres presuntuosas ¡Como extrañaba su escenario! El único lugar en dónde lograba destacar sin cometer errores como en ese caso.

Por inercia devolvio la mirada hasta los expresivos ojos pardos que le observaban en silencio, no eran parecidos a esas miradas que señalaban la estupidez de la rubia, todo lo contrario consideraba tolerar la vergüenza que le hacía pasar -Un placer mi nombre es Evel Dawson…- deslizó su brazo diestro hacia éste ofreciendo delicadamente su mano para saludarle con educación-Es un placer que me acompañe a cenar, la verdad es que no tengo la menor idea de que ordenar, quizá usted pueda darme una idea de que es lo más delicioso que ofrezca éste restaurante…-

Ahí de pie frente al desconocido y misterioso Benoit Kant se mantuvo expectante la joven de exótica belleza americana ¿qué resultaría de aquel encuentro entre ambos desconocidos? aún ella no lo sabía, ignoraba por completo la razón que tenía el caballero para aventurarse a cenar en su compañía ¿Acaso estaba ciego como para no darse cuenta de que ella era todo un desastre?, quizá era muy severa consigo misma, hacia mucho que no interactuaba fuera del colegio con alguien del genero masculino, excepto, los padres de sus adinerados alumnos que tomaban la clase de Danza en el College De France.

por **Benoit Desmarai** Mar Mayo 21, 2013 10:47 pm

Las miradas de todos se clavaron por un segundo en nosotros, yo por mi parte solo podía contemplarle a ella. El mesero que un momento antes había sido despedido por mi hoscamente evidenciaba la escena con una mezcla de enfermiza curiosidad sin atreverse siquiera a intervenir en aquel momento de silencio entre ambos. Era para mi difícil el aceptar que había quedado deslumbrado, después de todo aquello no era parte de mi forma de ser. Toda la situación representaba, haciendo justicia a la verdad, una faceta tan dispar que cualquiera que pudiese leer hasta el fondo de mi estallaría en una carcajada al encontrarme enmudecido ante aquel inesperado escenario.

-Madame Dawson -Murmuré finalmente inclinándome en una suave reverencia tomando su mano no para estrecharle pero para besarle con suavidad. -Es un encanto para mi el poder no solo ofrecerle mi compañía si no también mi pobre conocimiento, que si no es mucho, creo que ayudará a resolver el dilema en que se encuentra. -Una sonrisa afable en mi faz mientras me erguía en toda mi altura, era una mujer alta de figura curvilínea, estaba seguro que muchos habían caído ya por ella.

-Ante todo madame, creo que lo mejor será que la mesa sea limpiada. Me siento culpable por el incidente que ha ensuciado su vestido, seguramente mi llegada abrupta ha sido el origen de su desconcierto. Le ruego me disculpe y estaré complacido si de alguna forma me permite compensar tan grave error de mi parte. -Hasta ese momento no había dejado ir su mano y cuando hube acabado de hablar tire de ella con suavidad, apartándole un par de pasos de la mesa mientras lanzaba una mirada imperiosa al mesero y a la congregación general. El primero entendió que mis ojos le ordenaban hacerse cargo de aquello que era su empleo, los segundos apartaron la mirada regresando a sus asuntos temiendo perderse en aquel mirar profundo y helado.

-He de confesar mi señora que me siento un tanto sorprendido al escucharle hablar. -Solté con suavidad su mano sin dejar de mirarle mientras el sonido de los cubiertos y cristalería ante el cambio de mesa resonaba con claridad. -Su francés es casi perfecto, ¿me permite la indiscreción de preguntar de donde es?- Antes de que la mujer tuviese tiempo de contestar el mesero nos interrumpió con un suave gesto indicando que la mesa estaba ya lista. Me apresure a adelantarme para tomar su silla y separarle invitándole a tomar asiento. -Espero que no mal interprete mi pregunta y mi curiosidad, simplemente puedo notar que su belleza es tal que no parece encajar en este mundo terrenal. -Comenté con total tranquilidad aguardando a que la dama tomase asiento y que mis preguntas no le molestasen. Eso de ser un caballero era nuevo para mi y sinceramente me sentía perdido en aquel mirar traslucido.

por **Christine Hall** Miér Mayo 22, 2013 1:18 am

Sus manos eran cálidas, varoniles y mostraban una firmeza muy particular, el pulso no le temblaba en lo absoluto, parecía que estuviese apto para afrontar cualquier escena a la que Evel le pudiese someter. Por un instante tuvo miedo de articular palabras, temía a romper el hechizo que existía en la ocasión, escucharle hablar con ese perfecto francés era sorprendente, una presentación distinguida de un caballero exasperado por ser atendido de forma rápida por los camareros, entonces uno de ellos acudió inmediatamente tras la mirada que exhortaba que la mesa se limpiara, y así fue.

Su lengua se detenía tras los dientes, lo único que lograba sostener era aquella sonrisa envuelta en la emoción y la vergüenza del momento, más pronto que tarde dejamos de ser punto de atención de todas las miradas, los murmullos continuaron en conversaciones vacías dónde el dinero parecía tener más importancia que otras cosas. El rostro de la americana giró en dirección del mesero el cual realizó un gesto que nos ponía sobre aviso ante la culminación de su tarea, la mesa estaba impoluta, radiante; no existía ningún indicio de que allí hubiese sucedido ocurrido el incidente con el vino y las copas, en cambio su vestido parecía contener las marcas del suceso.

-No se preocupe Monsieur, accidentes como éste me ocurren a menudo, es que soy tan distraída…para nada es usted el causante de ese hecho…Algunas veces soy afortunada por lograr no caerme cuando voy caminando por calles, distraidamente...- mencionó con esa voz dulce que entonaba la música que más disfrutaba durante las mañanas, por supuesto que su pasión era la danza ¿pero que es la danza sin la música? Algunos de sus alumnos habían mencionado el don con la que le habían favorecido sus raíces, su madre en dos ocasiones coincidía con ellos, pero Evel prefería no externar aquel secreto guardado celosamente. Un susurro le descolocó devolviéndola a la realidad, él continuaba disculpándose, sus pupilas le estudiaban también, en ciertas ocasiones lucia más severo, más no con ella. Reaccionó al ser invitada a tomar asiento al que acudió en silencio, su cuerpo cayó con suavidad sobre la silla, sus hombros se tensaron alzándose sutilmente, mientras que su barbilla la sostuvo en lo alto, trataba de comportarse con lo mejor que conociese sobre etiqueta pese a que conocía muy poco de ella.

-Veo que ha notado mi acento…- expresó sonriéndole, tomó una de las servilletas de tela con la que trató de limpiar nuevamente la mancha sobre la tela de su vestido, pero era imposible quitarle, definitivamente estaba perdida la prenda -Soy de América, Bostón en realidad, tengo algunos años viviendo aquí en Francia, pero no puedo mentirle, me ha costado aprender el francés, los idiomas no son mi fuerte…- sus labios volvieron a curvearse formando una sonrisa dulcemente expresiva, en sus ojos un brillo especial le daba a la chica un toque diferente, el cuerpo frágil denotaba la profesión a la que se dedicaba en cuerpo y alma, una bailarina en toda la extensión de la palabra, una que tenía más ambiciones de las que a simple vista lograban mostrarse. Evel no era de esas que abrían la boca llenándola de pretensiones que después de un tiempo no se cumplirían, prefería guardarse sus opiniones, sentimientos por momentos, su talento era algo que sólo quienes le conocían lograban contemplar, las adulaciones venían por montones pero ninguna de ellas le hacían perder la sencillez e inclusive ponía con mayor seguridad los pies sobre la tierra. -¿Conoce América?...-se atrevió a preguntarle, podría recibir una negativa a su cuestionamiento, pues en el viejo continente, la tierra de dónde ella provenía; era el lugar a dónde tanto esclavos, como la peor de las calañas eran desterrados, repudiados y condenados a una vida de austeridad.

por **Benoit Desmarai** Miér Mayo 22, 2013 12:14 pm

-¿América? -Comente sonriendo sorprendido ante aquella confesión, tomando asiento frete a su cuerpo mientras cruzaba las piernas y recargaba levemente mi espalda contra el respaldo de la silla. Realmente era una sorpresa agradable para mi el descubrir semejante detalle. Le contemplé con mayor curiosidad tratando de que mi mirar no le incomodase. -Debo confesar que me ha dejado sin palabras Madame. -Eleve la copa vaciá haciendo un suave gesto al mesero que revoloteaba cerca de nuestra mesa, el hombre se acercó y lleno mi copa y la de Evel con precisos movimientos, lanzando una mirada curiosa a la mujer para después alejarse.

Sosteniendo la copa rebosante comencé a jugar con ella, un tanto inseguro de cual debería ser mi proceder ante la dama. Mis ojos se apartaron de ella un segundo mientras contemplaba las ondas concéntricas que en el liquido escarlata se formaban. El aroma del vino era ácido y concentrado, podía apreciar que la cosecha era maravillosa, eleve mi mirada a la mujer, recorriéndole con los ojos. Ella también parecía ser una maravillosa pieza.

-Desafortunadamente debo admitir que desconozco tan lejano lugar. Un hombre tan común cual yo carece de los recursos y tiempo para darme el lujo de viajar tan gran distancia. -Suspiré mientras colocaba la copa sin beber sobre el mantel, inclinándome un poco en dirección de la mujer contemplándole a placer. -Me cuesta un poco creer que tal belleza provenga de un lugar así. No mal entienda mis palabras madame, pero aquello que se dice de tal lugar no es lo mas reconfortante. No dudo de vuestro linaje, pero admito que al verle por vez primera no podría haber adivinado su origen.

Regrese a mi anterior postura, cerrando los ojos un instante para cotejar aquella información. ¿Qué es lo que hacía yo en aquel lugar con una dama como ella? Aquel no era mi lugar, mi sitio se encontraba en la noche, entre las sombras agazapado como un depredador, esperando la aparición de la destrucción y muerte para bañarme de ella. Suspiré tratando de no pensar en ello, aquella podría ser una velada agradable, algo que me ayudaría a salir de la rutina asfixiante que solía emprender noche con noche. ¿Había algo de malo en desear un cambio? No.

Retorné a la realidad para tomar la carta, contemplándole con descuido. Conocía bien cada uno de los platos que en ella se servían pues continuamente recurría a su cocina para saciar mi apetito y antojos. -Puede estar tranquila, madame, su francés es perfecto dada su situación. Quizás debería ser un poco mas justa con usted y sus atributos. -Sonreía mirándole con suavidad, parecía tan nerviosa y frágil. La inseguridad marcaba cada gesto y palabra a pesar de que luchaba por controlarle. -Relájese, le aseguro que aquii conmigo se encuentra segura. Nadie le juzgará. -Mi mano derecha se adelantó hasta tomar la suya, presionándole suave y brevemente para después dejarle ir. Aparte la mirada de ella distrayéndome con la carta.

por **Christine Hall** Miér Mayo 22, 2013 9:21 pm

Escuchar la negativa del caballero le pareció un alivio, al menos para recompensa a su mala suerte ya tenía un tema del cual hablar ¿qué clase de persona seria su acompañante? ¿Tendría prejuicios o la mente tan abierta como parecía ser?. Las costumbres en Europa eran distintas, las familias de clases muy favorecidas cuidaban la reputación como si estas fuesen a darles muchos beneficios, por el contrario las clases más humildes no lo eran tanto, sabía que América era un lugar que cargaba con una cruz mal impuesta, se trataba del lugar de dónde provenía, ahí había nacido, aunque sus raíces fueran otras; precisamente europeas. Lo irónico resultaba en sus ansias por defender a ese lugar de dónde venía huyendo, buscando otras oportunidades que por fortuna alcanzaba a medida que se esforzaba todavía más.

Sus labios se entreabrieron para articular las siguientes palabras que llevaban la fina intensión de asombrarle todavía más ¿Qué podía pasar? Estaba acostumbrada a ser señalada y después cerrarles las bocas con guantes blancos, pero Benoit parecía ser la excepción –Que lástima…-realizó un ademán para señalarle el mesero que era suficiente vino el que llenaba su copa -Existen mitos que lamentablemente se han extendido desde que ésta fue descubierta…- continuó elevando la barbilla mientras que sus ojos se abrían abruptamente simulando una sorpresa muy bien actuada -¡Oh los resentidos yanquis! ¡Oh los salvajes americanos! ¡En América sólo existen bandidos y buenos para nada!...-golpeo la mesa terminando su actuación con su palma extendida suavemente -Como puede ver somos tan recatados y tan irónicos como mejor nos convenga...-

-Pero no ven sus hermosos paisajes, sus grandes montañas que parecen tocar el cielo y fundirse con las nubes, no ven las aguas de sus ríos cristalinos, la tierra fértil que es capaz de hacer que germine cualquier tipo de semilla…En fin, no ponga atención quizá hablo por experiencia propia…y ¿usted de que lugar es?- guardó silencio, la pausa se volvió incomoda tanto, que fue capaz de evadir la mirada hasta uno de los cuadros que se encontraban colgados en la pared, era una expresión de algún tipo de pintura contemporánea, no lograba discernir de que pintor se trataba, pero si notó que era una copia con trazo exquisitos. En aquel instante sintió la necesidad de mirar hacia atrás, extrañaba su tierra, extrañaba a secas el lugar de dónde venía. Claro, Paris era su segunda casa, pero su hogar nunca lo sería. Lentamente su rostro giró en dirección a Kent estudiándolo discretamente y oyéndolo también con mucha atención, lucia sorprendido, pero el roce que se produjo al instante entre sus manos mientras él le excusaba hicieron que Evel se ruborizara de nueva cuenta.

Su mente se mantuvo en blanco, sólo existían ambos en el restaurante, de pronto el dibujo de la carta desconcertó a la joven la cual volvió la vista al frente. Los platillos eran de toda clase; pastas, pescado, carnes lo que en realidad le hizo volver a observarle con timidez y el cuidado de que éste no la viese “Cuanto daría por las patatas y un buen trozo de ternera a la parrilla o…¡Un estofado! Un delicioso y rico estofado de mi madre, con toda clase de verduras silvestres así como en la granja allá en Bostón.” La idea daba vueltas en su cabeza, no le apetecían los exóticos platillos franceses, aunque el vino estuviese delicioso -¿Qué me recomienda ordenar Monsieur Kant?...- expresó con suavidad para no incomodarle, quizá el tuviera una mejor opinión sobre la comida que servían en el sitio.

De pronto, una pieza de música clásica comenzó a entonarse, la melodía era lenta, apacible ideal para propiciar un ambiente intimo para los clientes.

por **Benoit Desmarai** Jue Mayo 23, 2013 10:59 am

Hubo de pasar unos instantes antes de que me encontrase capaz de contestar a su postrema pregunta. La forma en que se expresaba y hablaba de aquella lejana tierra y tiempo de su vida era ciertamente encantadora.Jamás en mi existencia había tenido que abandonar por largo tiempo París, nunca me había sentido atado a ningún lugar y encontraba un tanto difícil el compartir tal candor con ella respecto a algo. Si que eramos diferentes.

Apartando la mirada de su faz regrese a la carta, el sonido de una dulce composición inundaba el lugar. Era como el perfume de una flor bella y misteriosa: insinuante y efímero a la vez. Eran esos detalles que no solía apreciar constantemente, cosas que para mi pasaban de largo ante lo atareado y ajetreado de mi día a día. De alguna forma aquel son me parecía conocido, quizás en una de mis tantas visitas le había escuchado y ahora en compañía de aquella musa me era más fácil el apreciarlo. Sonreía aprensivo conmigo mismo, me estaba volviendo loco.

-Veamos pues... -murmuré mientras recorría lo lista de platillos con la mirada, conocía cada uno de ellos y sabía bien que clase de sabor tendrían. Ante mí se presentaba un nuevo problema. Mi costumbre era pedir algo sencillo, sin demasiados adornos. Quizás una liebre asada condimentada con finas hiervas guarnecida de vegetales, una sopa ligera y vino para acompañar todo. ¿Aquello sería suficiente para una extranjera que buscaba experimentar la alta cocina francesa? -Ante todo Madame, espero que mis gustos y mi recomendación le sea de su agrado, debo confesar que en cuanto a la cocina mis gustos son más bien sencillos. -Sonreí un tanto avergonzado por ello, no era un gran señor después de todo.

-¿Que le parecería iniciar nuestra velada degustando un delicado bocado de Terrina de foie gras acompañado de deliciosos higos? No solo se trata de un platillo exquisito, si no también pertenece a la tradición de la región sureña de Francia. -Con la mano derecha acariciaba suavemente la copa de vino que apenas temblaba ante mi tacto. -Para continuar una sopa ligera de verduras vendría bien, algo que prepare su paladar para degustar un plato fuerte tradicional de Borgoña. Boeuf bourguignon, puede parecer una receta un tanto sencilla pero le aseguro señora miá que la combinación entre las verduras, las finas especias y la tierna carne de buey le será mas que excitante.

El mesero, que nos e había alejado mucho de la mesa escuchaba mis palabras y se acercó con una sonrisa complaciente. -Si me permiten recomendarles un delicioso Château Figeac, vino Burdeos de 30 años de antigüedad. Es una cosecha exquisita que vendrá perfecto con el estofado. -Su mirada se clavó en mi mientras yo solo podía verle a ella. -Me parece una recomendación perfecta, sin embargo la ultima palabra es de la señorita. ¿Desea ordenarlo o prefiere algo diferente? -Instigue esperando su respuesta ante la propuesta sobre la mesa.

por **Christine Hall** Vie Mayo 24, 2013 1:01 pm

Siempre habrá un lugar,
un recuerdo que sea un eterno suspirar.

Ahí estaba, fingiendo estar tan interesada en que comería en su compañía, sólo los nombres de los platillos parecían tan exóticos como lo era yo, por lo que agradecía sutilmente que se hubiera tomado la molestia de recomendarme algo adecuado para mi paladar. El terrino y los higos parecían una buena elección, principalmente por el vino que le acompañaría, una cosecha exquisita de treinta años. En ese momento sentí las miradas punzantes que turbaban mi frente, ambos me observaban con cautela, parecían estar a expensas de lo que yo deseaba, por primera vez en mi vida algo me hacía sentir fuera de lugar, tanta caballerosidad y gentileza, tantos ojos sobre mí. Ciertamente algo que era irónico, pues con la danza era más que suficiente para obtener el interés de cualquiera debajo del escenario. Pero ahí no veía sus rostros, todos eran sombras que se difuminaban con las brillantes luces de los teatros, y que, ovacionaban entre aplausos el buen trabajo realizado por las compañías; por lo contrario, Mr. Kant era capaz de verme en toda plenitud.

Cerré la carta que sostenía con mis manos y sonreí con pleitesía -Estoy de acuerdo con usted Mr. Kant los higos y el terrino parecen perfectos y el vino es ideal para degustarlo en su compañía…-volví la vista hacia el camarero que parecía estar deslumbrado por algo que yo no entendía muy bien, su mirada inquisitiva me hizo sentir incomoda, por lo que un escalofríos recorrió mi columna vertebral hasta mi nuca. Removí mi cuerpo suavemente sobre la mesa, pero su mirada seguía cincelándome la cabeza, especialmente el brillo que se inundaba en el deseo, la codicia de tener algo que era inalcanzable para él -Me parece que es todo Mr. Kant, por lo menos de mi parte- agregué severa, esperando sacar de aquel trance al hombre que me observaba -Excelente elección mademoiselle, Monsieur…- expreso servicial y condescendiente, hizo una pausa tomando las cartas de ambos para retirarse hacia la recepción del restaurant en dónde promovió la orden inmediata de nuestra cena.

-Paris es un hermoso lugar- dije intentado sacar de mis pensamientos esa ocasión -Cuando llegue de América, pude sentir de inmediato otro estilo de vida, más…liberal, aunque sus calles parecen estar infestadas de todo tipo de clases…- hice una pausa para dar un sorbo del vino; su sabor era ácido, conseguía sentir como lentamente se iba extendiendo por toda mi lengua, desde la punta de ésta hasta mi paladar, ahí, el dulce de la uva lograba una combinación exquisita -Es una pena Mr. Kant, que tanto en América como en Europa se sigan viendo esas cosas; esclavos, clases explotadas. Pero creo que deseamos una utopía ¿no lo cree?...-

por **Benoit Desmarai** Vie Mayo 24, 2013 2:36 pm

Degustaba sus palabras al mismo tiempo que aquel exquisito vino, aquella combinación era mas que agradable y me ayudaba a desterrar los pensamientos aciagos que mis dudas daban origen. Asentí cuando su voz se perdió mezclándose con el tranquilo y son que llenaba el pequeño comedor.

-Puedo imaginar que la transición debió ser dura para usted Madame, después de todo no solo se mudo a una nueva ciudad... dejó atrás un mundo enteramente diferente al que ahora esta obligada a adaptarse. -Baje la copa contemplando el oleaje que aquella acción provocaba en el liquido suave y ácido. -La soledad y la ansiedad son malas compañías para el viajero que se adentra en esa clase de aventuras. -Le sonreí con tranquilidad, mirando su faz y contemplando la idea de que quizás no era tan frágil como lo había imaginado. Después de todo había emprendido aquel desapego por su cuenta, era algo admirable.

Su postrema pregunta aun resonaba en mis pensamientos, hubiese preferido no tener que disertar al respecto puesto que mis ideas no solían ser las mejor recibidas cuando se trataba de temas así de delicados. Eleve la copa y le vacié con un trago profundo y suave, el alcohol quemó mi garganta al descender ayudándome a más fácilmente aventurar mis ideas al respecto.

-De una u otra forma el ser humano busca alcanzar un mundo perfecto, un mundo que satisfaga sus expectativas moldeado a sus deseos. -Miré la copa vaciá, las gotas vagabundas que manchaban el cristal asemejaban lagrimas sanguinolentas. -Sin embargo una utopía es un concepto demasiado subjetivo, propio de cada individuo. Una utopía colectiva, para todos, simplemente me parece imposible y la búsqueda de ella infructuosa ¿Cómo esperamos alcanzar un mundo perfecto cuando las diferentes fuerzas y opiniones se encontrarán a cada momento en confrontación? No veo una razón en someternos a ese conflicto constante.

Baje la copa sobre el mantel llamando con gesto al mesero que se acerco solicito a llenar de nuevo el recipiente de fino cristal pulido. El sonido del vino al ser vertido era suave y apenas perceptible sobre el rumor de las platicas y la música en el salón. Con una inclinación de cabeza el siervo se alejó, regresando a su rincón desde el cual era capaz de dominar el conjunto de mesas y servir a todos placenteramente en el instante propicio.

-Sin embargo, a pesar de lo oscuro que puede ser mi pensamiento al respecto no puedo negar que yo mismo persigo un mundo perfecto. -Golpee la copa con mis dedos creando en el liquido suaves ondas concéntricas que se desvanecieron tras un instante. Sonreí con una amarga tristeza contemplando el lugar saturado de risas, platicas y perfumes varios. -No soy mejor que cualquiera en este lugar. Quizás mis sueños y concepto de la utopía difiere con todos ellos, al igual que sus sueños lo hacen conmigo. Por amargo que pueda parecer el camino, hemos siempre de tender a buscar aquello que anhelamos y consideramos correcto y bueno. No hay peor lucha como aquella que no se hace. ¿no lo cree así madame?

por **Christine Hall** Jue Mayo 30, 2013 2:21 am

¿Utopía era realmente la perfección o lo que creíamos que era perfecto?, pero ¿y qué es perfecto?, había recordado vagamente esa charla con mi madre, ambas estábamos tan cansadas del maltrato singular que nos otorgaban los americanos nativos, la mala suerte parecía perseguirnos y no soltarnos. Estábamos dispuestas a abandonar lo que nos retenía en el continente, dejaríamos todo; tierras secas, desoladas, esas mismas que me habían visto crecer durante 16 años, un muerto enterrado tres metros bajo tierra y montones de sueños inconclusos. Queríamos encontrar la ‘perfección’, mi perfección, mi utopía y por supuesto la de mi madre. En ese momento una frase surcó mi mente “Todos tenemos lo que merecemos esa es nuestra verdad y lo que deseamos habremos de perseguirlo siempre”, que sabía era mi madre, precisamente ella me aconsejaba de esa forma, una mujer que había dejado desde muy joven su hogar, su familia por encontrar una oportunidad de vida mucho mejor. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena, ese era mi caso.

-Por supuesto Mr. Kant, el que persevera alcanza y la vida nos enseña a luchar todo el tiempo. Estamos destinados a encontrar lo que buscamos después de mucho trabajo y a veces ni siquiera estamos cerca de toparnos con ello. Pero creo que ahí está el problema del ser humano…- bebí otro sorbo del vino que lentamente se disolvió en mi paladar impregnándolo de ese sabor agridulce -Estamos tan concentrados en querer alcanzar tantas cosas y personas que no tenemos, que olvidamos disfrutar a aquellas que tenemos a nuestro lado, ignoramos lo que tenemos a nuestro alcance y eso nos hace infelices. Aunque estoy contenta, por fortuna he aprendido a diferenciar mis prioridades, he diferenciado a eso que me es necesario a lo que no lo es tanto…- y me había costado alcanzar esa plenitud (si es que de esa manera habría de llamarle ¿felicidad? Posiblemente), si la felicidad radicaba en instantes inolvidables, yo tenía varios de ellos. Los jóvenes en el colegio, mi madre, algunos amigos que a cuesta contaba con los dedos de mis manos entre otros que iban y venían, detalles como el simple hecho de contemplar el cielo despejado de aquella mañana, de los rayos del sol pudiendo calentar mis mejillas y porque no inclusive esa velada tan amena que tenía con un desconocido. Retuve un suspiro, llenando mis pulmones del olor que desprendía mi copa, era exquisito degustar el olor de la uva, pude incluso pensar en esos viñedos y el olor a la tierra mojada del norte de Paris.

Cuando menos lo esperé, el sonido de unos cubiertos sacaron a mi mente del trance en el que se encontraba, la voz melodiosa de Mr. Kant y sus controversias me transportaban a innumerables escenarios naturales de los que propiamente disfrutaba deleitándome con el licor. Rodé los ojos en dirección hacia el sonido el cual provenía de una lustra charola plateada que yacía a mi costado con los platillos ordenados por nosotros –Mademoiselle, Monsieur su orden…-escuché decir respetuosamente al camarero quien nos interrumpió para dejar a la vista ambos platos con sus respectivas guarniciones…y que mencionar del aroma de la carne; suculenta a simple vista, se notaba la calidad de los alimentos servidos por el restaurante y el esmero por conservar a los clientes que ahí permanecían; la elección indicada.

La curvatura de mis labios se alzó para formar una sonrisa tenue, discreta con la intensión de que ésta fuese solo vista por mi acompañante, daba gracias de encontrarme con él y no tan solitaria como habitualmente deseaba estar.

por **Benoit Desmarai** Vie Mayo 31, 2013 3:31 pm

El exquisito aroma de las viandas inundó nuestro olfato, llegando a nosotros como una sutil caricia que nos arrancaba de aquel mundo en el que nos habíamos sumergido al adentrarnos en aquel tema escabroso. Con un esfuerzo me obligue a separar la mirada de su bello rostro, había seguido cada uno de sus gestos y expresiones mientras su voz me bañaba como la luz del sol. Contemplé como la luz de sus ojos hermosos parecía transportarle a un mundo ajeno, a un secreto lejano que no me era permitido el vislumbrar. Meneé un tanto la cabeza y admiré el cuidado con que aquellos alimentos habían sido dispuestos ante nuestros ojos sobre la albura del mantel de seda.

-No solo es bella la voz que adorna su persona mi señora, si no también su entendimiento del mundo y las cosas en él. -Dije con tono galante regresandole la sonrisa confidente que había enarbolado para mi. Aquella suave sonrisa tan secreta y hermosa había apartado por un segundo de mi mente los lóbregos pensamientos que rodeaban al concepto de búsqueda y realización. Era raro el sentirme de aquella manera, tan relajado y ajeno a mis responsabilidades. -Creo entonces que lo más conveniente sería entonces concentrarnos en esta bella velada, en la deliciosa comida que ante nuestros ojos ha sido desplegada para el placer de nuestros paladares y la platica tan interesante que una dama tan bella puede proporcionar. -Con un gesto de mi mano pedí al mesero se acercará con aquel vino Burdeos que había recomendado para acompañar la cena. -Debo admitir que no esperaba encontrar esta noche tan agradable compañía ni mesa tan exquisita. -Sonreí a la mujer y luego tome la copa que me tendía el siervo, cerré los ojos para degustar el buque de aquel vino añejo y tras ello le probé apenas. Un movimiento de mi cabeza fue señal suficiente para que el joven sirviese nuestras copas y se alejase con aquellas que habíamos usado hasta entonces.

Los pasos del mesero se perdieron cuando la exquisita música que hasta ese momento había acompañado nuestra velada fue intercambiada por otra tonada. Era como un perfume fragante e hipnótico, una suave melodía seductora y lenta que invitaba a la intimidad. Mis ojos se clavaron en la bella mujer que acompañaba mi mesa y enaltecía el sabor del vino con su mera sonrisa y presencia. Con suavidad tome mi copa elevandole un poco por sobre los platos que esperaban ser degustados.

-Me encantaría ser un brindis por la buena compañía, la hermosa velada y la dama tan suave y etérea como una ninfa que ha tenido a bien acogerme en su mesa. -Le sonreí sin separar un instante de ella la mirada, prendada del brillo de sus ojos tan puros y cristalinos. -Por las búsqueda y el encuentro. Que su noche sea tan mágica y hermosa como ha tornado a la mía. -Quizás me comportaba como un tonto, quizás aquello sería tomado como una exageración de mi parte, pero en verdad agradecía aquella agradable casualidad que me había llevado a encontrarme con tan fina compañía.

por **Christine Hall** Lun Jun 10, 2013 1:56 am

Una risilla sustanciosa y suave salieron de mis labios, estaba cómoda con la compañía que tenía, estaba superando mis expectativas, se trataba de un hombre inteligente, que tenía una visión diferente de la vida. Si hiciera juicios a primera vista sólo me quedaría con la imagen de un caballero de mediana sociedad que buscaba ser más pretencioso de lo que realmente era. Otra lección que me daba la vida, prácticamente ahí estaba yo sentada con un desconocido que lucia más centrado y maduro de lo que yo era realmente ¿Dónde había quedado mi sentido jovial? jamás me había mostrado tan receptiva, mis rodillas se relajaban al igual que los músculos de mis piernas, mis brazos y mis hombros lucían menos tensos. ¿En que momento se pasaba de un extremo a otro?.

-La verdad Mr. Kant, es que nos sorprendemos de tantas situaciones que vemos en la vida, por lo menos, en la mía no todo ha sido miel sobre hojuelas, no todo ha sido fácil...- di un giro completo con la mirada estudiando con atención cada recoveco del restaurante, odiaba sentirme observada, pero no hallaba los ojos que me tenían en esa situación tan bochornosa por momentos muy cortos, entonces procedí reflejando la atención de nuestra conversación en él -Quiero decir...no es que me queje por ello, en realidad agradezco tener los pies sobre la tierra a pesar de la corta edad que tengo. En ocasiones, siento que he madurado más rápido de lo esperado, los golpes han sido tan insistentes, que terminé por acostumbrarme a ello...- como resultado a un tema que no me lastimaba, pero si me dejaba bastante susceptible, fui bajando la mirada hasta encontrarme con el platillo recién servido, el cual, expedía un olor exquisito de la carne y su guarnición de vegetales -Me encuentro halagada monsieur, por su compañía y su charla tan amena, cuando pensaba que el día no podía ir mejor, usted llegó para armonizarlo por completo, me ha traído gratos recuerdos de mi muy amada América, tierra que extraño y muchas veces me retracto de haber llegado a Paris. Pero somos seres humanos, perseguimos nuestros sueños cuesten lo que cuesten, y yo soy muy tozuda, insistente y si quiere saberlo muy caprichosa...Virtudes hasta un punto, pues ellas me han llevado hasta dónde estoy actualmente...-salio de mi un suspiro que envolvía la letanía de todo una vida de esfuerzo y trabajo diario, inclusive en la danza me tomaba por sorpresa haber alcanzado algunos de mis logros a corto plazo.

Levantando la mirada en un nuevo intento de reponerme, volví a dibujar una sonrisa en mis labios, parecía buena idea brindar por lo que momentáneamente me hacia feliz, mi madre era una mujer sabia que aconsejaba disfrutaba los instantes felices y no tan recurrentes de una forma especial. Levantando mi copa a medio llenar hice un gesto de agradecimiento; inclinando hacia un lado mi cabeza -Brindo por usted y por mi Mr. Kant en ésta noche tan enigmática, llena de pensamientos, de añoranzas, de buenos deseos, deseos que usted y yo venimos compartiendo desde que optó por acompañarme en la mesa...-

por **Benoit Desmarai** Mar Jun 11, 2013 1:14 pm

La reverberación del cristal al chocar se elevó con gentileza en medio del clamor general. Mis ojos clavados en aquella mujer parecían recoger la poca luz que era desperdigada en la habitación gracias a una decena de candelas que ardían con trémulo resplandor. Sonreía tras tomar un suave trago del fruto de la vid y con cuidado regresé la copa sobre el mantel, el contraste entre el escarlata del vino y la blancura perfecta del mantel era hermosa y casi mesmerica.

-Ciertamente tiene razón madame, la vida es en nada sencilla y al parecer el día a día no mejora con el paso de las generaciones. -Comenté mientras tomaba los cubiertos, eran de acero cubierto de plata resplandecientes y bien pulidos que tenían un tacto suave al tocarles. -Atrás han quedado aquellos días de tranquilidad salvaje donde cada hombre era dueño de su destino y la principal preocupación que atosigaba sus almas y corazones era el ser destrozados por una enfermedad incurable. -Sonreí suavemente al clavar el tenedor en la carne, un suave reguero de jugos descendió hasta el plato de porcelana pura. -¡Que sencillo hubiese sido el vivir en aquella época! Sin reyes ni hombres a los que rendir pleitesía, sin tener que rendir cuentas y preocuparse siempre por pequeñas cuentas de oro y plata. Una vida de desentendimiento feliz. -Sonreía amargamente mientras el cuchillo de filo hosco cortaba la carne con una facilidad pasmosa. Ciertamente era una pieza de carne delicada y deliciosa.

-No ser mas que seres preocupados por sus solas pasiones, barcos sin timón al capricho del correr del viento. Sin posiciones que pelear ni títulos de papel para enaltecer un ego corrompido y caduco. -Sonreí y lleve el trozo de carne a mis labios, cerrando un instante los ojos cuando su sabor inundó mi paladar, el vino de borgoña en que había sido macerado era perceptible al igual que la mezcla de romero, tomillo y albahaca en él. Asentí dado el visto bueno a aquel plató tomando el tiempo necesario para pasar el bocado, tras ello tomé la servilleta de punto y limpie los imperceptibles rastros que pudiesen haber quedado en mis labios. -Sin embargo, como el barco a la deriva, eventualmente una vida de ese tipo, alargada sin razón hubiese avanzando a su propia destrucción. Somos seres que requieren el progreso y el progreso por si mismo exige sacrificios. Sacrificios de sangre, de intereses y felicidad. Por mucho que detestemos el estado actual de las cosas no es mas que el cobro por tener facilidades que en tiempos lejanos hubiesen parecido inalcanzables.

Miré en derredor, a aquel grupo de seres desinteresados que parecían prestar mas atención a la hermosura del adorno de sus mesas, a lo añejado de los vinos que degustaban o la platica vivaz de un chisme de cámara dejando de lado, con ello, cuestiones mucho mas profundas e importantes. Me daban asco. -Oh, debo parecerle un tanto desagradable con estos pensamientos. No es ciertamente el tipo de platica que debería tenerse a la mesa. Lo se, lo se... en ocasiones puedo ser insufrible. Espero me perdone madame. -Dije haciendo una suave reverencia ante la dama, sonriendo con expresión poco culpable y contrita.

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Mesa para dos [Evel Dawson]

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