AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gala en el Louvre
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Gala en el Louvre
El arte es algo que siempre me ha intrigado. Dentro del gris de Yorkshire el arte es algo que apenas existe entre callejuelas de piedra y grandes empresas. Una visita al museo era una de las paradas obligatorias en mi agenda. Esta noche había una especial gala como apertura de una de las nuevas salas del museo, donación de un duque francés aparentemente muy amigo de mi abuela. Era muy conveniente mi estadía en París ya que mi presencia haría que ella evadiera una de esas “tediosas salidas nocturnas” como solía llamarlas. Mi abuela es un ser especialmente diurno, quizás por la edad o por lo mal que ve suele evitar los eventos nocturnos de los cuales solo escapa parcialmente cuando hay uno de sus familiares en París.
El vestido que llevaba no era para nada recatado, un satín brocado azul como el cielo realzaba el rosado de mis mejillas y hacía juego con el azul de mis ojos, el escote prominente adornaba mi pecho enmarcado en cintas y moños, la ropa quizás era lo que más disfrutaba de estar en Francia. El carruaje puntual como siempre me llevó a mi (esta vez sola) hasta el museo donde esperaba ser recibida por algunos conocidos de mi abuela. Me aventuraba a lo desconocido pero no tenía miedo, como siempre era mi curiosidad la que me llevaba a dar un paso más adelante.
La entrada del Louvre era maravillosa, con un patio enorme, que me recordaba la plaza de algún pueblo. Además estaba bellamente iluminado por todos sus ángulos con una luz amarillenta que embellecía el mármol de su construcción. Bajé del carruaje y me adentré en el edificio, cerca de la puerta me interceptó uno de los amigos de mi abuela, un caballero de unos 50 años, canoso y algo encorvado quien me arrastró a un grupo de personas de avanzada edad para departir con ellos, no pude menos que sonreír y seguirlo aunque la idea me gustara poco. De camino arrastré una copa de Champagne conmigo para hacerme el momento más llevadero. La verdad es que las conversaciones de los viejos son aburridas…
El vestido que llevaba no era para nada recatado, un satín brocado azul como el cielo realzaba el rosado de mis mejillas y hacía juego con el azul de mis ojos, el escote prominente adornaba mi pecho enmarcado en cintas y moños, la ropa quizás era lo que más disfrutaba de estar en Francia. El carruaje puntual como siempre me llevó a mi (esta vez sola) hasta el museo donde esperaba ser recibida por algunos conocidos de mi abuela. Me aventuraba a lo desconocido pero no tenía miedo, como siempre era mi curiosidad la que me llevaba a dar un paso más adelante.
La entrada del Louvre era maravillosa, con un patio enorme, que me recordaba la plaza de algún pueblo. Además estaba bellamente iluminado por todos sus ángulos con una luz amarillenta que embellecía el mármol de su construcción. Bajé del carruaje y me adentré en el edificio, cerca de la puerta me interceptó uno de los amigos de mi abuela, un caballero de unos 50 años, canoso y algo encorvado quien me arrastró a un grupo de personas de avanzada edad para departir con ellos, no pude menos que sonreír y seguirlo aunque la idea me gustara poco. De camino arrastré una copa de Champagne conmigo para hacerme el momento más llevadero. La verdad es que las conversaciones de los viejos son aburridas…
Adelaide of York- Humano Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
Anoche fui un asesino en serie. Consumí la vida de una y otra víctima sin cesar llenándome hasta el hastió de sangre. Asesinos y todas esas escorías que rondaban París pagaron las consecuencias de mi inevitable locura. Muchas cosas han sucedido en este tiempo. Cosas que no me dejan descansar en paz. ¿Qué me motivo regresar a París cuando los fantasmas del pasado seguían rondando? Debí permanecer en Nueva Orleans más tiempo junto a aquella curiosa vampira que se presentó en mi hogar. Nirole, era su nombre.
Caminé sin sentido por las adoquinadas calles de París, aquello se estaba transformando en una rutina que solía realizar cada noche. Me sentía completamente perdido, la alegría y la tristeza, la cordura y el delirio. No advertí cuando me introduje en el centro de la sociedad y me detuve frente al castillo de Louvre.
El museo en su interior estaba arrebatado de personas, una gala parecía ser la razón de tal algarabía. Hombres mayores acompañados de sus esposas por doquier, algunos con sus vasos de vino y otros con sus pipas o habanos. Hurgué en sus mentes y me impregné de sus chismorreos, de su literatura y todo su arte. Negué para deshacerme de aquellos mensajes y luego seguí mi camino aceptando un vaso de vino del cual fingía beber.
Al adentrarme en el museo lo más lejos posible de todos, una pintura capto mi atención. Una hermosa mujer de cabellera larga que poseía una cierta mirada me pareció muy familiar. Bloquee mi mente y di unas pasos atrás atormentado al darme cuenta a quien me recordaba ¿Por qué no puedo olvidarme de ella? Y Por supuesto, sonreí, como si me burlase de mí mismo por ser tan estúpido y sentimental.
Voltee sin percibir la cercanía de una joven dama que avanzo directo hacia mí. Estaba distraída al igual que yo y su mente viajo muy lejos del lugar en donde se encontraba. Se golpeó contra mi pecho y su mirada atónita se fijó en mi rostro cuando extendí los brazos para sostenerla, quizás con movimiento demasiado rápido para un hombre común.
Discúlpeme – susurré apenas con fingida amabilidad –
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
Estaba distraída y anonadada explorando a diestra y siniestra las obras de arte, el arte acá era más colorido, florido y alegre que lo poco que había visto en mi vida lo cual se podía resumir en una gran cantidad de escenas de caza y retratos de la nobleza. Debía admitir que el arte era uno de mis puntos débiles, prefería la historia o la política por ejemplo a estar aprendiendo de pinceladas, luces y colores.
El arte es algo maravilloso, aunque estés sumido en la ignorancia te toca, te mueve, te da vueltas y te lleva a lugares que quizás ni siquiera el autor imaginó; mi mente viajaba por campos de flores a la orilla de un río lejano en medio de un bosque cuando mi cuerpo se estrelló contra algo suave y cálido, sentí unos brazos sostenerme incluso antes de darme cuenta de que había chocado con alguien y la copa de cristal resonó por toda la estancia llevando las miradas de varias personas presentes en la sala de exposición hacia mí. Levanté la mirada entre confundida y anonadada encontrándome con un hombre muy apuesto, rubio como el sol, quizás más rubio que yo observándome un par de palmos por encima, me sonrojé levemente y antes de que pudiera decir algo sus labios se abrieron soltando un “Disculpeme” tan amable que no pude menos que sonreír.
-Monsieur- dije imitando la fórmula francesa, ya que en la etiqueta inglesa uno se debe dirigir a los Lords y Ladys con su título en el idioma natal y luego de un mes en París me salía mucho más naturalmente que otras fórmulas –no se disculpe, fue mi torpeza por no mirar a donde voy- dije observando de reojo al criado de tez oscura que recogía los pedazos de cristal del suelo de mármol. Al otro lado de la estancia estaba Monsieur de la Croix quien me llevaba con su grupo de amigos un instante antes, ahora con una sonrisa dibujada en los labios se desvanecía entre los invitados. Al parecer había notado que prefería la compañía de un compañero de mi edad, sonreí –Gracias por salvarme- le dije al caballero dando un paso hacia atrás, agachando la mirada y alisando los pliegues de mi vestido tratando de recobrar la compostura frente a los varios ojos fijos en nosotros.
El arte es algo maravilloso, aunque estés sumido en la ignorancia te toca, te mueve, te da vueltas y te lleva a lugares que quizás ni siquiera el autor imaginó; mi mente viajaba por campos de flores a la orilla de un río lejano en medio de un bosque cuando mi cuerpo se estrelló contra algo suave y cálido, sentí unos brazos sostenerme incluso antes de darme cuenta de que había chocado con alguien y la copa de cristal resonó por toda la estancia llevando las miradas de varias personas presentes en la sala de exposición hacia mí. Levanté la mirada entre confundida y anonadada encontrándome con un hombre muy apuesto, rubio como el sol, quizás más rubio que yo observándome un par de palmos por encima, me sonrojé levemente y antes de que pudiera decir algo sus labios se abrieron soltando un “Disculpeme” tan amable que no pude menos que sonreír.
-Monsieur- dije imitando la fórmula francesa, ya que en la etiqueta inglesa uno se debe dirigir a los Lords y Ladys con su título en el idioma natal y luego de un mes en París me salía mucho más naturalmente que otras fórmulas –no se disculpe, fue mi torpeza por no mirar a donde voy- dije observando de reojo al criado de tez oscura que recogía los pedazos de cristal del suelo de mármol. Al otro lado de la estancia estaba Monsieur de la Croix quien me llevaba con su grupo de amigos un instante antes, ahora con una sonrisa dibujada en los labios se desvanecía entre los invitados. Al parecer había notado que prefería la compañía de un compañero de mi edad, sonreí –Gracias por salvarme- le dije al caballero dando un paso hacia atrás, agachando la mirada y alisando los pliegues de mi vestido tratando de recobrar la compostura frente a los varios ojos fijos en nosotros.
Adelaide of York- Humano Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
¿No contemplas la ira que grita en mí? ¿No ves al vampiro tras aquel hombre que sonríe amablemente? Yo soy la víctima y el verdugo, querida.
Por un instante desvíe la mirada tratando de despejar mi mente y no caer en un absurdo accidente que cometería solo un neófito. Vi volar los trozos de cristal a nuestros pies, varios fragmentos se estrellaron en el suelo cuando la copa de vino se deshizo en añicos. Rápidamente y en silencio un hombre se acercó y recogió los pedazos rotos mientras yo permanecía con aquella dama entre mis brazos. Era una criatura tan frágil. – Mademoiselle – dije con serenidad, la solté suavemente y rocé apenas su hombro con la yema de mis dedos. Le sonríe y la saludé con una breve reverencia antes que mi mirada viajará buscando el objeto de su atención. Monsieur de la Croix, en alguna oportunidad probablemente escuche hablar sobre él, ahora, no lo recuerdo.
Su voz atrajo mi atención, giré mi rostro para fijarla nuevamente en sus ojos. La mujer me dedico una sonrisa mientras con recato arreglaba su vestido. – ¿Salvarla? – Le sonrío afable, mis diminutos colmillos se dejaron entrever y la sonrisa se desvaneció con la misma rapidez que apareció. – ¿De qué o quién, señorita?
Ella parece jugar con la muerte y la ironía del destino se burla de mi inquietud. Me marea el aroma de su sangre mezclados con su perfume. ¿Salvarla? Me repito al compás de esta queja indomable y salvaje contra mi corazón. ¡Oh, bella curiosa! Por más que vuestra voz sea dulce, alejaos de mí. Porqué este sentimiento simple y misterioso trepa y crece en mi interior. Recuerda que la muerte se presenta sutil y nos atrae más fácilmente que la vida. ¿Salvarla? Solo de esta locura que se vierte infame e inunda mi razón.
Monsieur de la Croix. Parece esperarla. – Con esas palabras intenté ahogar mis pensamientos y ese implacable tormento. Ese fue mi primer intento para salvarla.
Por un instante desvíe la mirada tratando de despejar mi mente y no caer en un absurdo accidente que cometería solo un neófito. Vi volar los trozos de cristal a nuestros pies, varios fragmentos se estrellaron en el suelo cuando la copa de vino se deshizo en añicos. Rápidamente y en silencio un hombre se acercó y recogió los pedazos rotos mientras yo permanecía con aquella dama entre mis brazos. Era una criatura tan frágil. – Mademoiselle – dije con serenidad, la solté suavemente y rocé apenas su hombro con la yema de mis dedos. Le sonríe y la saludé con una breve reverencia antes que mi mirada viajará buscando el objeto de su atención. Monsieur de la Croix, en alguna oportunidad probablemente escuche hablar sobre él, ahora, no lo recuerdo.
Su voz atrajo mi atención, giré mi rostro para fijarla nuevamente en sus ojos. La mujer me dedico una sonrisa mientras con recato arreglaba su vestido. – ¿Salvarla? – Le sonrío afable, mis diminutos colmillos se dejaron entrever y la sonrisa se desvaneció con la misma rapidez que apareció. – ¿De qué o quién, señorita?
Ella parece jugar con la muerte y la ironía del destino se burla de mi inquietud. Me marea el aroma de su sangre mezclados con su perfume. ¿Salvarla? Me repito al compás de esta queja indomable y salvaje contra mi corazón. ¡Oh, bella curiosa! Por más que vuestra voz sea dulce, alejaos de mí. Porqué este sentimiento simple y misterioso trepa y crece en mi interior. Recuerda que la muerte se presenta sutil y nos atrae más fácilmente que la vida. ¿Salvarla? Solo de esta locura que se vierte infame e inunda mi razón.
Monsieur de la Croix. Parece esperarla. – Con esas palabras intenté ahogar mis pensamientos y ese implacable tormento. Ese fue mi primer intento para salvarla.
Última edición por Lestat De Lioncourt el Mar Jul 23, 2013 8:45 pm, editado 1 vez
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
El tono del caballero era amable pero extrañamente frío para un parisino, si hubiésemos estado en Londres quizá no me hubiera sorprendido pero esa frialdad en un francés tan perfecto me distraía. LA gente en París suele ser tan amable y cálida, cada palabra suena como dada a un amigo, incluso algunos militares han perdido su tono severo y hablan mucho más dulcemente que cualquiera de la guardia real. Levanté la mirada hasta sus ojos de un azul grisoso y cristalino que me abrazaba de una extraña manera haciendo que mi impresión sobre él fuese vaga, normalmente suelo juzgar bien a la gente pero este caballero me mantiene al vilo de la incertidumbre –Sir… digo… Monsieur de mi misma- mi distracción se hizo presente en una falta de delicadeza al hablar –de mi torpeza al caminar por este bello lugar y le pido disculpas si arruiné alguna profunda reflexión sobre alguna de las obras acá plasmadas- dije con sincero arrepentimiento pues hace unos instantes yo misma estaba perdida en una reflexión.
Mis manos ahora posan en el frente del vestido con los dedos entrelazados, en los dedos un par de anillos a juego con el vestido que adornan unas manos largas y aparentemente frágiles. Todos los de la sala parecen volver a sus actividades no sin mirar de reojo los dos cuerpos conversando en medio de la estancia, él rubio y yo, en ese momento y justo antes de que le preguntara el nombre dijo algo que me obligó a soltar una mueca de asco que se borró inmediatamente de mis labios –No monsieur, no me espera, solo vela por mi seguridad, probablemente haya vuelto a su grupo de amigos ya así que somos libres- dije con una sonrisa fingida tratando de quitarle la importancia a los chismes que podían salir de tan casual encuentro.
-Disculpe mis modales, creo que luego de ese pequeño accidente algo no funciona bien en mi- hice una corta reverencia agachando la mirada levemente, fijándome también así en su traje y complexión con sutileza –Lady Adelaide, es un placer conocerlo monsieur…- le pregunté incitándolo a que se presentara, dispuesta a salir del círculo geriátrico de compañía y conseguir un afable y apuesto compañero (además de intrigante) para esta noche.
Mis manos ahora posan en el frente del vestido con los dedos entrelazados, en los dedos un par de anillos a juego con el vestido que adornan unas manos largas y aparentemente frágiles. Todos los de la sala parecen volver a sus actividades no sin mirar de reojo los dos cuerpos conversando en medio de la estancia, él rubio y yo, en ese momento y justo antes de que le preguntara el nombre dijo algo que me obligó a soltar una mueca de asco que se borró inmediatamente de mis labios –No monsieur, no me espera, solo vela por mi seguridad, probablemente haya vuelto a su grupo de amigos ya así que somos libres- dije con una sonrisa fingida tratando de quitarle la importancia a los chismes que podían salir de tan casual encuentro.
-Disculpe mis modales, creo que luego de ese pequeño accidente algo no funciona bien en mi- hice una corta reverencia agachando la mirada levemente, fijándome también así en su traje y complexión con sutileza –Lady Adelaide, es un placer conocerlo monsieur…- le pregunté incitándolo a que se presentara, dispuesta a salir del círculo geriátrico de compañía y conseguir un afable y apuesto compañero (además de intrigante) para esta noche.
Adelaide of York- Humano Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
El silencio fue notorio, más la sorpresa en el rostro de la joven mostraba su desconcierto ante la forma en que me dirigí a ella. Era una frialdad, un abatimiento, un malestar del corazón lo que se reflejaba en mi voz, sin duda aquel cuadro, la imagen de esa mujer rondando en mi mente tuvo demasiada importancia, más de lo que puede imaginar.
Tímidamente ha vuelto a levantar la mirada hacia donde estoy, sus ojos se encuentran con los míos de forma rápida, y luego con curiosidad, me analizan por un instante. Le he regalado una sonrisa. De algún modo, me atrae la idea de que se sienta cohibida por mi presencia.
Inclino el rostro confundido al escucharla, pero me basto apenas unos segundos volver a encontrar sentido a sus palabras. – Madame, no tiene de que arrepentirse. – Dije gentilmente y permanecí ante ella apreciando cada sutil gesto en su rostro. La joven parecía nerviosa, mira a nuestro alrededor un par de veces. – ¿Monsieur de la Croix no es de su agrado? – Inquiero al notar una sutil mueca en sus labios y sonrío con cierto aire socarrón.
Me volví a sentir aliviado, la tensión de mi mandíbula cedía y el recuerdo de esa mujer volvía a la profundidad de mi corazón.
Fije la mirada en su rostro, ahora con expresión suave, y gentilmente tome su mano para besar con respeto sus nudillos – El placer es mío, mademoiselle Adelaide. – Sonreí al notar su inocente curiosidad por mi nombre y su elegante modo al preguntar – Lestat. Lestat De Lioncourt – pronuncio mi nombre haciendo énfasis en la última silaba.
Tímidamente ha vuelto a levantar la mirada hacia donde estoy, sus ojos se encuentran con los míos de forma rápida, y luego con curiosidad, me analizan por un instante. Le he regalado una sonrisa. De algún modo, me atrae la idea de que se sienta cohibida por mi presencia.
Inclino el rostro confundido al escucharla, pero me basto apenas unos segundos volver a encontrar sentido a sus palabras. – Madame, no tiene de que arrepentirse. – Dije gentilmente y permanecí ante ella apreciando cada sutil gesto en su rostro. La joven parecía nerviosa, mira a nuestro alrededor un par de veces. – ¿Monsieur de la Croix no es de su agrado? – Inquiero al notar una sutil mueca en sus labios y sonrío con cierto aire socarrón.
Me volví a sentir aliviado, la tensión de mi mandíbula cedía y el recuerdo de esa mujer volvía a la profundidad de mi corazón.
Fije la mirada en su rostro, ahora con expresión suave, y gentilmente tome su mano para besar con respeto sus nudillos – El placer es mío, mademoiselle Adelaide. – Sonreí al notar su inocente curiosidad por mi nombre y su elegante modo al preguntar – Lestat. Lestat De Lioncourt – pronuncio mi nombre haciendo énfasis en la última silaba.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
El hombre frente a mí era muy diferente a todos los hombres que había conocido en París. Su semblante no era esa mezcla de galantería y sus palabras no estaban llenas de halagos. En cambio era más bien frío y práctico, incluso podría decir que en instantes ausente; como si no le importara mucho lo que pasara en la sala. Cuando me preguntó sobre de la Croix sonreí –Prefiero rodearme de personas de mi edad, es todo- dije omitiendo el hecho de que él era uno de los hombres que ante todo rendía pleitesía a mi abuela y que todo lo que pudiera ver suceder esta noche iba a parar a sus oídos. Mi tensión fue bajando paulatinamente al ver que todo el mundo alrededor volvía los ojos lejos de nosotros y nos dejaban en paz, en Francia como en cualquier otro país con una corte y estatus eran más largas las lenguas que las billeteras.
Los modales del caballero fueron impecables mientras se presentaba, Lestat no era un nombre para nada común y aunque su apellido era claramente francés dudé de su origen, la mezcla de las familias actualmente confería apellidos de todas partes del mundo a casas tan antiguas como un reino y viceversa. -¿Qué lo trae a esta bella exposición?- pregunté sosteniendo mi francés ahora más fluido; sin ningún tipo de recato giré para quedar a su lado y así poder caminar con él por la exposición, hasta ahora ningún hombre me había negado un paseo y no esperaba que esta fuera la primera vez, menos de alguien con tales modales. Además por fin tendría una compañía aparentemente digna en medio de las escoltas seniles que mi abuela había ordenado para mí.
Empecé a caminar con calma por la estancia esperando que Lestat me siguiera, al dar apenas unos pasos un sirviente se acercó a nosotros ofreciéndonos vino. Estiré mi mano enguantada y tomé una de las copas delicadamente girando para observar de nuevo a Lestat a los ojos con una confianza renovada –Su nombre es muy poco común, creo que es la primera vez que lo escucho ¿de qué parte de Francia es?- sonreí con dulzura, en el fondo de mi ser sabía que ningún hombre podía resistirse a eso, al menos ninguno de los que había conocido en el pasado y no esperaba que esta noche fuera la primera vez. Todo mejoraba…
Los modales del caballero fueron impecables mientras se presentaba, Lestat no era un nombre para nada común y aunque su apellido era claramente francés dudé de su origen, la mezcla de las familias actualmente confería apellidos de todas partes del mundo a casas tan antiguas como un reino y viceversa. -¿Qué lo trae a esta bella exposición?- pregunté sosteniendo mi francés ahora más fluido; sin ningún tipo de recato giré para quedar a su lado y así poder caminar con él por la exposición, hasta ahora ningún hombre me había negado un paseo y no esperaba que esta fuera la primera vez, menos de alguien con tales modales. Además por fin tendría una compañía aparentemente digna en medio de las escoltas seniles que mi abuela había ordenado para mí.
Empecé a caminar con calma por la estancia esperando que Lestat me siguiera, al dar apenas unos pasos un sirviente se acercó a nosotros ofreciéndonos vino. Estiré mi mano enguantada y tomé una de las copas delicadamente girando para observar de nuevo a Lestat a los ojos con una confianza renovada –Su nombre es muy poco común, creo que es la primera vez que lo escucho ¿de qué parte de Francia es?- sonreí con dulzura, en el fondo de mi ser sabía que ningún hombre podía resistirse a eso, al menos ninguno de los que había conocido en el pasado y no esperaba que esta noche fuera la primera vez. Todo mejoraba…
Adelaide of York- Humano Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
Vago por la noche en busca de algún lugar que me devuelva lo perdido. – Le susurre sin pensar exactamente cada palabra pronunciada, sin mirarla a los ojos. – Necesito romper las cadenas que me atan al pasado. – Probablemente estaba en busca de alguna ilusión o de alguien que me acepte. Un poco de compañía o con la sangre de una víctima con quien desvanecer los pensamientos extraños que me rondan la cabeza.
No era consciente del tiempo que había transcurrido. Levante la vista y a mi lado Adelaide camina con plena confianza. La participación de una numerosa audiencia repleta la sala de exposiciones pero ya nadie nos prestaba atención, cuando avance dispuesto a seguir los pasos de aquella joven dama, un muchacho se acercó a nosotros, no habría reparado en él si el olor del vino no hubiera llamado mi atención.
En Auvergne, Francia. – dije y me voz sonó demasiado fría. El sitio era aburrido y la presencia de Adelaide me impregnaba de recuerdos del joven mortal que fui. Tome una copa de vino, negro vino que alegra el corazón del hombre. – Madeimoselle, sé que no es de Francia, por muy bueno que sea su francés, su acento la acusa.
Sonreí, dispuesto a recorrer todo el lugar en su compañía. De vez en cuando una pintura me atrapaba en su composición y permanecía contemplándola tal vez, por demasiado tiempo.
Las pinturas, testigo de mi amargura, parece que se vinieran encima.
¿De dónde es usted, Adelaide y porque escogió París como su lugar de destino? – Le pregunté con confianza y al alcance de mis labios pongo la copa de vino, impregnando mis labios con l olvidado y ahora insípido sabor de ese mar rojo.
No era consciente del tiempo que había transcurrido. Levante la vista y a mi lado Adelaide camina con plena confianza. La participación de una numerosa audiencia repleta la sala de exposiciones pero ya nadie nos prestaba atención, cuando avance dispuesto a seguir los pasos de aquella joven dama, un muchacho se acercó a nosotros, no habría reparado en él si el olor del vino no hubiera llamado mi atención.
En Auvergne, Francia. – dije y me voz sonó demasiado fría. El sitio era aburrido y la presencia de Adelaide me impregnaba de recuerdos del joven mortal que fui. Tome una copa de vino, negro vino que alegra el corazón del hombre. – Madeimoselle, sé que no es de Francia, por muy bueno que sea su francés, su acento la acusa.
Sonreí, dispuesto a recorrer todo el lugar en su compañía. De vez en cuando una pintura me atrapaba en su composición y permanecía contemplándola tal vez, por demasiado tiempo.
Las pinturas, testigo de mi amargura, parece que se vinieran encima.
¿De dónde es usted, Adelaide y porque escogió París como su lugar de destino? – Le pregunté con confianza y al alcance de mis labios pongo la copa de vino, impregnando mis labios con l olvidado y ahora insípido sabor de ese mar rojo.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: Gala en el Louvre
Lestat el caballero era bello, muy bello… Pero a la vez había algo misterioso que lo envolvía generando una atmósfera extraña y diferente… definitivamente atrayente para mi espíritu curioso. Sus palabras salían con la pesadez de alguien que se hunde en sus emociones, como esos viejos que llevan cargas pesadas acumuladas a lo largo de sus vidas y las comentan en la intimidad de un salón, el vino y el fuego a sus nietos. Pero él se ve tan joven, tan saludable y tan bello ¡Qué atrocidades habría de vivir alguien para hablar con tales sentimientos y atribulaciones a tan corta edad! Mientras caminábamos la normalidad retornaba al salón y mis palabras fluían con mayor seguridad, la noche prometía mejores cosas y los amigos de mi abuela habían vuelto a su lugar.
Actué falsamente sorprendida al escuchar la afirmación y luego la pregunta, nunca llegaría a pasar desapercibida entre los franceses como podía a veces hacerlo en casa con las ventajas de tener una madre que había crecido en territorio francés – Soy de Inglaterra monsieur, de Yorkshire específicamente- me quedé a su lado observando una de las pinturas mientras apuraba algo de vino a mis labios resecos –Soy la invitada de Mademoiselle Valois, mi abuela, apenas llevo unas semanas en el país- dije con una renovada sonrisa, omitiría los detalles del porqué mi abuela me había invitado a escapar de Inglaterra repentinamente, planeaba disfrutar la noche.
-Y definitivamente París es una ciudad encantadora y pintoresca, mucho más que Londres o mi amada York- dije girándome levemente para mirarle de reojo –Aunque admito que apenas he podido explorar la ciudad- le di otro trago al vino -¿Algún lugar que me pueda recomendar?- estaba haciendo uso de todos mis encantos, mi sonrisa, los movimientos de mis manos… quería ver a donde me llevaba la noche.
Actué falsamente sorprendida al escuchar la afirmación y luego la pregunta, nunca llegaría a pasar desapercibida entre los franceses como podía a veces hacerlo en casa con las ventajas de tener una madre que había crecido en territorio francés – Soy de Inglaterra monsieur, de Yorkshire específicamente- me quedé a su lado observando una de las pinturas mientras apuraba algo de vino a mis labios resecos –Soy la invitada de Mademoiselle Valois, mi abuela, apenas llevo unas semanas en el país- dije con una renovada sonrisa, omitiría los detalles del porqué mi abuela me había invitado a escapar de Inglaterra repentinamente, planeaba disfrutar la noche.
-Y definitivamente París es una ciudad encantadora y pintoresca, mucho más que Londres o mi amada York- dije girándome levemente para mirarle de reojo –Aunque admito que apenas he podido explorar la ciudad- le di otro trago al vino -¿Algún lugar que me pueda recomendar?- estaba haciendo uso de todos mis encantos, mi sonrisa, los movimientos de mis manos… quería ver a donde me llevaba la noche.
Adelaide of York- Humano Clase Alta
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