AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tras la cena de gala [Cáel]
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Tras la cena de gala [Cáel]
Hacía unos días que un hombre de la alta sociedad había venido hasta la taberna dónde trabajaba para contratarme expresamente a mí. Según escuché, buscaba a una joven, trabajadora y que físicamente pudiese pasar como una doncella de la clase alta en una fiesta privada. Nada más llegar al restaurante que oficiaba la fiesta me entregaron un uniforme que era incluso mejor que mis habituales ropas, ese uniforme me lo podría poner hasta para salir a una fiesta de lo bonito que era. La fiesta transcurrió bastante agradable, yo encontrándome en la sala recogiendo las mesas y sirviendo todo lo que los camareros iban sacando. Y a altas horas de la madrugada, cuando finalizó la fiesta y casi todos los invitados se habían marchado, el anfitrión nos permitió al servicio pasar a una sala contigua para poder comernos las sobras y así qudar cenados. Yo decidí que prefería terminar mi trabajo cuanto antes y volver a casa a descansar, porque lo que ahora mismo necesitaba era sacarme los zapatos y aflojarme el corpiño que me habían obligado a vestir. Mientras trabajaba en la limpieza de la cocina y de la vajilla estaba pensando en todas las personas que había visto en aquella fiesta, en especial en un hombre que se había mostrado realmente amable conmigo incluso mostrándome algo de respeto, cosa que la mayoría no hacía, sino que solían vernos a los del servicio como simples muertos de hambre.
Tras una hora más de trabajo, finalmente terminé y pude cambiarme de ropa. Volví a vestirme el viejo vestido de tela raída y desgastada y coloqué sobre mi antebrazo mi abrigo, en la mano llevaba el pequeño saquito de tela con mi paga la cual tenía bien claro que iba a invertir en la medicina de mi padre.
Salí por la parte trasera del restaurante y me detuve mirando al cielo el cual anunciaba con destellos entre oscuras nubes, que poco faltaría para que empezase a llover. Suspiré con algo de fastidio y me puse el abrigo y una vez intenté ponerlo, me di cuenta de que alguien, con ganas de gastar una broma, lo había destrozado quedando inservible. Miré entre mis manos el abrigo - La mejor noche de mi vida... - susurré acercándome a un montón de cajas de madera dónde me senté dejando el abrigo sobre mi regazo. Guardé en el bolsillo de mi vestido el saquito y me dispuse a tratar de arreglar el abrigo lo máximo posible, al menos para poderme cubrir los hombros, espalda, pecho y cuello y no morir de frío de regreso a casa. Pues mi casa quedaba casi a dos horas de camino y las calles se hallaban heladas y colmadas de nieve a ambos lados.
Mis mejillas empezaban a sonrojarse al igual que mi nariz, por culpa del frío.
Tras una hora más de trabajo, finalmente terminé y pude cambiarme de ropa. Volví a vestirme el viejo vestido de tela raída y desgastada y coloqué sobre mi antebrazo mi abrigo, en la mano llevaba el pequeño saquito de tela con mi paga la cual tenía bien claro que iba a invertir en la medicina de mi padre.
Salí por la parte trasera del restaurante y me detuve mirando al cielo el cual anunciaba con destellos entre oscuras nubes, que poco faltaría para que empezase a llover. Suspiré con algo de fastidio y me puse el abrigo y una vez intenté ponerlo, me di cuenta de que alguien, con ganas de gastar una broma, lo había destrozado quedando inservible. Miré entre mis manos el abrigo - La mejor noche de mi vida... - susurré acercándome a un montón de cajas de madera dónde me senté dejando el abrigo sobre mi regazo. Guardé en el bolsillo de mi vestido el saquito y me dispuse a tratar de arreglar el abrigo lo máximo posible, al menos para poderme cubrir los hombros, espalda, pecho y cuello y no morir de frío de regreso a casa. Pues mi casa quedaba casi a dos horas de camino y las calles se hallaban heladas y colmadas de nieve a ambos lados.
Mis mejillas empezaban a sonrojarse al igual que mi nariz, por culpa del frío.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 09/05/2013
Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Suspiré pesadamente. Había sido una noche larga, envuelto en aquellas cenas obligatorias de la alta sociedad. Siglo tras siglo siendo anfitrión para guardar las apariencias y respetar mi estatus social, y sin embargo seguía sin acostumbrarme ni encontrarles mayor interés. Volví a suspirar pensando en la terrible conversación superflua de la noche, mientras sonreía a los últimos invitados.
Todavía quedaban unas cuantas horas de oscuridad para disfrutar, quería respirar aire fresco y salir de aquel salón repleto de perfumes y olores de comida que me era imposible consumir. Tomé mi copa de vino, decidido a salir a fumarme un cigarrillo, cuando recordé a la joven que me había servido el licor. Resaltaba entre los sirvientes por una gracia que no podría identificar, cada movimiento pausado y elegante. Tendría que preguntarle a mi ayudante sobre ella y dónde encontrarla.
Me distraje un rato pensando en ella, pero finalmente decidí salir por la parte trasera del restaurante. La noche estaba oscura, fría y había nevado. Las nubes auguraban lluvias y sentí pena por cualquier mortal que tuviese que caminar a aquellas horas de la madrugada en tal clima. Estaba a punto de encender mi cigarrillo cuando la vi. Sentada sobre unas cajas en el callejón, un delgado trapo de lana, que parecía haber sido en antaño un abrigo, le rodeaba el pecho y el cuello aunque evidentemente era inservible, ya que tiritaba de frío. Sus mejillas estaban sonrojadas, el olor de su sangre se me hizo irresistible. Me concentré en lo que hacía, prendí mi cigarrillo y bajé de un trago la copa completa de vino, tal vez así podría resistir el ansía de alimentarme.
-Buenas noches, señorita. -Dije, acercándome lentamente. Cuando estuve en su campo visual, hice una leve reverencia. Tal vez ella no fuese de clase alta, pero había logrado llamar mi atención, algo que muy pocas habían logrado en mis 400 años de existencia, y que desde la llegada de la pequeña Vera había sido impensable.
Pude notar que no era una mortal cualquiera, pero aún así se veía tan frágil entre la nieve, tan humana entre el frío, tan exquisita en la noche.
Todavía quedaban unas cuantas horas de oscuridad para disfrutar, quería respirar aire fresco y salir de aquel salón repleto de perfumes y olores de comida que me era imposible consumir. Tomé mi copa de vino, decidido a salir a fumarme un cigarrillo, cuando recordé a la joven que me había servido el licor. Resaltaba entre los sirvientes por una gracia que no podría identificar, cada movimiento pausado y elegante. Tendría que preguntarle a mi ayudante sobre ella y dónde encontrarla.
Me distraje un rato pensando en ella, pero finalmente decidí salir por la parte trasera del restaurante. La noche estaba oscura, fría y había nevado. Las nubes auguraban lluvias y sentí pena por cualquier mortal que tuviese que caminar a aquellas horas de la madrugada en tal clima. Estaba a punto de encender mi cigarrillo cuando la vi. Sentada sobre unas cajas en el callejón, un delgado trapo de lana, que parecía haber sido en antaño un abrigo, le rodeaba el pecho y el cuello aunque evidentemente era inservible, ya que tiritaba de frío. Sus mejillas estaban sonrojadas, el olor de su sangre se me hizo irresistible. Me concentré en lo que hacía, prendí mi cigarrillo y bajé de un trago la copa completa de vino, tal vez así podría resistir el ansía de alimentarme.
-Buenas noches, señorita. -Dije, acercándome lentamente. Cuando estuve en su campo visual, hice una leve reverencia. Tal vez ella no fuese de clase alta, pero había logrado llamar mi atención, algo que muy pocas habían logrado en mis 400 años de existencia, y que desde la llegada de la pequeña Vera había sido impensable.
Pude notar que no era una mortal cualquiera, pero aún así se veía tan frágil entre la nieve, tan humana entre el frío, tan exquisita en la noche.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/08/2013
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Me sobresalté al escuchar una voz cerca de mí y me incorporé levantándome de las cajas - Disculpadme, Monsieur. Yo... - me puse un poco nerviosa porque el anfitrión de la fiesta me hubiese encontrado sentada sobre algo que posiblemente fuese de su propiedad, o simplemente dónde no me correspondía estar por ser de la clase social que era - Yo... disculpad... ahora mismo me marcho. - susurré bajando la mirada tratando de evitar sus ojos avergonzada por haber sido encontrada de ese modo, casi escondida para descansar un poco y tratar de arreglar mi abrigo.
Algo que me puso más nerviosa, es que la persona que me había encontrado en aquella situación, era precisamente el hombre en el que había estado pensando toda la noche. Exactamente aquel con el que había buscado encontrarme durante toda la noche, aunque fuese de un modo visual y totalmente fortuíto.
Una vez frente a él, realicé una leve reverencia con la cabeza y mi cuerpo y alcé la mirada hacia sus ojos. En esos instantes deseé tener la suerte que tantas veces había tenido al desear algo de otra persona, consiguiéndolo, porque en ese instante, cuando nuestras miradas se curzaron, deseé que me detuviese y que no me dejase marchar en la oscuridad, no al menos sola- No era mi intención quedarme aquí más del tiempo necesario. Es sólo que... alguien... - bajé de nuevo la mirada hacia mi abrigo destrozado - Mi abrigo se rompió al recogerlo, debi de ser más cuidadosa, y estaba tratando de arreglarlo para poder llegar a casa sin helarme. - decidí que la mejor opción era no culpar a nadie, ni insinuar que alguien de la fiesta había roto intencionadamente mi abrigo. Por ello, me autoculpé- Que tenga buena noche, Monsieur. - Sonreí brevemente dedicándole lo que creía que sería la última mirada hacia él en toda mi vida. Y tras girarme empecé a caminar para alejarme de el, aún deseando poder hacer que él me detuviese. Pero dudaba que fuese a conseguir algo.
Algo que me puso más nerviosa, es que la persona que me había encontrado en aquella situación, era precisamente el hombre en el que había estado pensando toda la noche. Exactamente aquel con el que había buscado encontrarme durante toda la noche, aunque fuese de un modo visual y totalmente fortuíto.
Una vez frente a él, realicé una leve reverencia con la cabeza y mi cuerpo y alcé la mirada hacia sus ojos. En esos instantes deseé tener la suerte que tantas veces había tenido al desear algo de otra persona, consiguiéndolo, porque en ese instante, cuando nuestras miradas se curzaron, deseé que me detuviese y que no me dejase marchar en la oscuridad, no al menos sola- No era mi intención quedarme aquí más del tiempo necesario. Es sólo que... alguien... - bajé de nuevo la mirada hacia mi abrigo destrozado - Mi abrigo se rompió al recogerlo, debi de ser más cuidadosa, y estaba tratando de arreglarlo para poder llegar a casa sin helarme. - decidí que la mejor opción era no culpar a nadie, ni insinuar que alguien de la fiesta había roto intencionadamente mi abrigo. Por ello, me autoculpé- Que tenga buena noche, Monsieur. - Sonreí brevemente dedicándole lo que creía que sería la última mirada hacia él en toda mi vida. Y tras girarme empecé a caminar para alejarme de el, aún deseando poder hacer que él me detuviese. Pero dudaba que fuese a conseguir algo.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Le vi sobresaltarse al escucharme. Era evidente que mi presencia la había turbado, saltó de las cajas donde estaba sentada y se disculpó profusamente. Nuestras miradas se cruzaron, y hubo algo en ese momento que me hizo olvidar por completo que estaba hablando con una sirviente. De verdad era una dama grácil, cuya presencia desbordaba una bella elegancia natural. Pocas madames de la alta sociedad exhibían eso todavía. Estaba nerviosa y evidentemente apenada.
Es sólo que... alguien... - bajó la mirada hacia su maltrecho e inútil abrigo, con el clima debía estar resfriándose en ese preciso instante. - Mi abrigo se rompió al recogerlo, debí de ser más cuidadosa, y estaba tratando de arreglarlo para poder llegar a casa sin helarme.-Luego sonrió y se despidió amablemente. Sin embargo, me era imposible dejarla ir a esas horas de la noche y con ese clima. Me adelanté hasta ella para tomarle de la mano y detenerla.
-Espere, -dije, deseando que mi apariencia fuera lo más humana posible.- Va a empezar a llover en cualquier momento, mademoiselle. -y en cuanto terminé de pronunciar esas palabras, frías gotas de lluvia comenzaron a caer. El agua le caía sobre los hombros y se deslizaba sobre sus mejillas, se veía hermoso pero hacía demasiado frío para una humana. La miré a los ojos, antes de hacer una reverencia un poco más respetuosa y presentarme:- Mi nombre es Cáel Gyldenløve, quiero invitarla a comer algo en el restaurante y que me permita, al menos, procurarle un mejor abrigo para esta noche.
Sin esperar respuesta, me volví hacia la puerta del restaurante, el cigarrillo se había consumido y la copa de vino vacía me estorbaba.
No me había alimentado en un par de días y el hambre ya se hacía evidente. Tal vez más vino serviría para calmar la sed, distraerme un rato y en un par de horas estaría otra vez en la mansión, descansando en mi sótano. Apreté los puños en un afán de expulsar los pensamientos sobre sangre de mi mente y volví mi rostro a la doncella.
-Por favor, venga conmigo, no me haga obligarla...-dije suavemente y abrí la puerta del restaurante para ella.
Es sólo que... alguien... - bajó la mirada hacia su maltrecho e inútil abrigo, con el clima debía estar resfriándose en ese preciso instante. - Mi abrigo se rompió al recogerlo, debí de ser más cuidadosa, y estaba tratando de arreglarlo para poder llegar a casa sin helarme.-Luego sonrió y se despidió amablemente. Sin embargo, me era imposible dejarla ir a esas horas de la noche y con ese clima. Me adelanté hasta ella para tomarle de la mano y detenerla.
-Espere, -dije, deseando que mi apariencia fuera lo más humana posible.- Va a empezar a llover en cualquier momento, mademoiselle. -y en cuanto terminé de pronunciar esas palabras, frías gotas de lluvia comenzaron a caer. El agua le caía sobre los hombros y se deslizaba sobre sus mejillas, se veía hermoso pero hacía demasiado frío para una humana. La miré a los ojos, antes de hacer una reverencia un poco más respetuosa y presentarme:- Mi nombre es Cáel Gyldenløve, quiero invitarla a comer algo en el restaurante y que me permita, al menos, procurarle un mejor abrigo para esta noche.
Sin esperar respuesta, me volví hacia la puerta del restaurante, el cigarrillo se había consumido y la copa de vino vacía me estorbaba.
No me había alimentado en un par de días y el hambre ya se hacía evidente. Tal vez más vino serviría para calmar la sed, distraerme un rato y en un par de horas estaría otra vez en la mansión, descansando en mi sótano. Apreté los puños en un afán de expulsar los pensamientos sobre sangre de mi mente y volví mi rostro a la doncella.
-Por favor, venga conmigo, no me haga obligarla...-dije suavemente y abrí la puerta del restaurante para ella.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Me detuve en seco cuando sentí una mano sostener la mía para detenerme. Otra vez, aquello que había deseado, se había cumplido. Me giré con cuidado de no resbalarme y miré nuevamente a los ojos al caballero que estaba acudiendo a mi rescate. Alcé la mirada al cielo cuando dijo que iba a empezar a llover, y con la mayor precisión jamás vista, así fue. Unas tímidas gotitas de lluvia empezaron a caer sobre mis mejillas y bajé la mirada de nuevo hasta sus ojos. Me mantuve así por unos segundos, embelesada por su mano sosteniendo la mía como si fuese una dama de verdad, y su miraba observadora fija en mí. Bajé la mirada ante la invitación - No debería de invitarme monsieu, no sería bueno para usted que le viesen conmigo. - dije con siceridad, pues sabía que si alguien con el estatus social que tenía Cáel era visto con una mujer con mi aspecto, acabaría riéndose de él, o despreciándole.
Deslicé mi mano por mi mejilla apartando un mechón de pelo tras mi oreja- Soy Cersei Irgens-Bergh, monsieu. Le agradezco de verdad el ofrecimiento, pero... - me vi interrumpida de nuevo por sus palabras. Quizás ante el miedo al rechazo reincidente. Vi que se separaba de mí y me abría la puerta casi obligándome a entrar, aunque su tono de voz no me resultó imperativo- E-está bien... - susurré caminando hacia él entrando de nuevo al restaurante algo cohibida, pues ahora estaba entrando en calidad de cliente y no como personal de servicio- Monsieu, no es necesario esto, de verdad. - tomé la mano del hombre mirándole a los ojos, casi como si le suplicase que no me hiciese entrar y exponerme tal cual era a la gente de clase alta, no quería escuchar palabras despectivas, no tenía los ánimos para ello, pero tampoco quería ridiculizar al hombre yq ue su invitación quedase en vano. Miré al interior del restaurante dónde aún quedaban personas - Yo... no encajo, no soy como usted. - Tragué saliva mirándole con la esperanza de que entendiese que no me sentía cómoda entre gente que se burlaba de la clase trabajadora.
Deslicé mi mano por mi mejilla apartando un mechón de pelo tras mi oreja- Soy Cersei Irgens-Bergh, monsieu. Le agradezco de verdad el ofrecimiento, pero... - me vi interrumpida de nuevo por sus palabras. Quizás ante el miedo al rechazo reincidente. Vi que se separaba de mí y me abría la puerta casi obligándome a entrar, aunque su tono de voz no me resultó imperativo- E-está bien... - susurré caminando hacia él entrando de nuevo al restaurante algo cohibida, pues ahora estaba entrando en calidad de cliente y no como personal de servicio- Monsieu, no es necesario esto, de verdad. - tomé la mano del hombre mirándole a los ojos, casi como si le suplicase que no me hiciese entrar y exponerme tal cual era a la gente de clase alta, no quería escuchar palabras despectivas, no tenía los ánimos para ello, pero tampoco quería ridiculizar al hombre yq ue su invitación quedase en vano. Miré al interior del restaurante dónde aún quedaban personas - Yo... no encajo, no soy como usted. - Tragué saliva mirándole con la esperanza de que entendiese que no me sentía cómoda entre gente que se burlaba de la clase trabajadora.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/05/2013
Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Fue reticente a entrar y me di cuenta de que se sentía especialmente incómoda. Era cierto que la diferencia de clases era bastante marcada, tal vez era demasiado cruel obligarla a entrar. Medité por unos segundos mirando su rostro. No quería dejarla ir en esa lluvia y menos con esas ropas tan livianas. Si lo hacía probablemente mañana me enteraría de que pescó alguna enfermedad mortal por el frío. Suspiré. El restaurante no estaba tan lleno, pero era evidente que quedaba todavía parte de aquella gente que medía el valor de las personas por su capacidad económica, sentí que los meseros y los cocineros nos miraban, parados en la puerta trasera del restaurante sin entender mucho lo que pasaba.
-Mademoiselle Irgens-Bergh, si se siente incomoda frente a mi invitación a cenar, puedo reformularla y proponerle algo distinto. -sonreí- Entiendo que puede ser una situación molesta para usted, y créame que no me ofende en manera alguna. -era incapaz de dejar de mirarle a los ojos fijamente, su cabello húmedo, su cuello sólo protegido por aquel pedazo de tela inútil, todo me parecía hermoso e interesante en ella.- Si le parece mejor, déjeme entonces acercarla a su casa en mi carruaje, imagino que la caminata debe ser larga y extenuante. Así puedo estar con la conciencia tranquila de que llegó a su casa sana y salva.-
Me volví hacia uno de los cocineros para pedirle algo de vino. Hice bailar la copa vacía mientras un mesero se apuraba en llenarla, y una idea llegó a mi cabeza. Le hice señas a mi ayudante, quien esperaba pacientemente. En murmullos le pedí que trajera algo del carruaje, sabía que podría generarme un mal rato en un futuro próximo pero era lo que mejor se me ocurría en esa situación. Mi ayudante asintió y volvió prontamente con un bulto de color verde manzana. Un abrigo que Vera había olvidado hacía varias semanas en el carruaje. Lo tomé, agradeciendo, y se lo ofrecí a Cersei, ese color combinaba tan bonito con sus ojos.
-Mademoiselle Irgens-Bergh, si se siente incomoda frente a mi invitación a cenar, puedo reformularla y proponerle algo distinto. -sonreí- Entiendo que puede ser una situación molesta para usted, y créame que no me ofende en manera alguna. -era incapaz de dejar de mirarle a los ojos fijamente, su cabello húmedo, su cuello sólo protegido por aquel pedazo de tela inútil, todo me parecía hermoso e interesante en ella.- Si le parece mejor, déjeme entonces acercarla a su casa en mi carruaje, imagino que la caminata debe ser larga y extenuante. Así puedo estar con la conciencia tranquila de que llegó a su casa sana y salva.-
Me volví hacia uno de los cocineros para pedirle algo de vino. Hice bailar la copa vacía mientras un mesero se apuraba en llenarla, y una idea llegó a mi cabeza. Le hice señas a mi ayudante, quien esperaba pacientemente. En murmullos le pedí que trajera algo del carruaje, sabía que podría generarme un mal rato en un futuro próximo pero era lo que mejor se me ocurría en esa situación. Mi ayudante asintió y volvió prontamente con un bulto de color verde manzana. Un abrigo que Vera había olvidado hacía varias semanas en el carruaje. Lo tomé, agradeciendo, y se lo ofrecí a Cersei, ese color combinaba tan bonito con sus ojos.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Había observado hacia el interior antes de que Cáel reclamase mi atención, y volví a mirarle a los ojos viendo que mi mirada se decantaba hacia los labios del apuesto hombre observando una sonrisa que sería capaz de iluminar cualquier oscuridad. Volví a alzar la mirada hacia él soltando su mano y deslizando el dorso de mi mano por mi mejilla secando una gotita de agua que había decidido emprender una carrera hacia mi barbilla. Podía sentir el frío calar en mi ropa húmeda por la llovizna, así como mi pelo húmedo enfriándose.
Asentí levemente con la cabeza bajando la mirada algo avergonzada, haciendo que el rubor carmesí acudiese a mis pálidas mejillas- Acepto, la verdad es que sería una insensata si no aceptase que me acompañase hasta mi casa. Son varias horas caminando y la noche no acompaña... - susurré alzando la mirada hacia él observando sus gestos. Al parecer había ordenado a alguien que parecía trabajar para él.
Observé que en pocos minutos ese ayudante acudía con un bulto de color verde manzana, el cual provocó que mi mirada se iluminase. Hacía años que no veía un color tan intenso y bonito, un color que sin duda me recordaba a la primavera cuando los prados estaban plagados de briznas verdes y florecillas. Deduje que aquello se trataba de un préstamo para el camino, por lo que lo acepté esperando a que Cáel lo sujetase para pasar las manos y brazos por las mangas y sentir aquella exquisita y cálida tela envolver mi cuerpo. La pesada tela del abrigo se amoldó a la perfección a mi menudo cuerpo, incluso me venía un pelín holgado en la parte de la cintura, ya que al ser bailarina, mi cintura era bastante más estrecha y curvada- Gracias Monsieur. -me giré mirándole a los ojos sonriéndole. Me permití ser un poco atrevida y me acerqué a su mejilla depositándole en ella un leve pero cálido beso, un beso que nadie más había visto, sólo nosotros dos éramos testigos de ello. Nadie se avergonzaría de nada.
Me separé un poco y deslicé mis manos hacia mi larga y castaña cabellera sacándola de debajo de la tela del abrigo y dejando que cayese sobre este. Para evitar mojarlo con el pelo húmedo, hice una trenza con rapidez y la anudé dejando que esta formase un moño bajo que estilizaba mi rostro y cuello, dándome un toque de elegancia. Si llevase joyas y unos buenos zapatos, acompañados de maquillaje y el peinado bien hecho, podría pasar por una señorita de alta cuna.
Asentí levemente con la cabeza bajando la mirada algo avergonzada, haciendo que el rubor carmesí acudiese a mis pálidas mejillas- Acepto, la verdad es que sería una insensata si no aceptase que me acompañase hasta mi casa. Son varias horas caminando y la noche no acompaña... - susurré alzando la mirada hacia él observando sus gestos. Al parecer había ordenado a alguien que parecía trabajar para él.
Observé que en pocos minutos ese ayudante acudía con un bulto de color verde manzana, el cual provocó que mi mirada se iluminase. Hacía años que no veía un color tan intenso y bonito, un color que sin duda me recordaba a la primavera cuando los prados estaban plagados de briznas verdes y florecillas. Deduje que aquello se trataba de un préstamo para el camino, por lo que lo acepté esperando a que Cáel lo sujetase para pasar las manos y brazos por las mangas y sentir aquella exquisita y cálida tela envolver mi cuerpo. La pesada tela del abrigo se amoldó a la perfección a mi menudo cuerpo, incluso me venía un pelín holgado en la parte de la cintura, ya que al ser bailarina, mi cintura era bastante más estrecha y curvada- Gracias Monsieur. -me giré mirándole a los ojos sonriéndole. Me permití ser un poco atrevida y me acerqué a su mejilla depositándole en ella un leve pero cálido beso, un beso que nadie más había visto, sólo nosotros dos éramos testigos de ello. Nadie se avergonzaría de nada.
Me separé un poco y deslicé mis manos hacia mi larga y castaña cabellera sacándola de debajo de la tela del abrigo y dejando que cayese sobre este. Para evitar mojarlo con el pelo húmedo, hice una trenza con rapidez y la anudé dejando que esta formase un moño bajo que estilizaba mi rostro y cuello, dándome un toque de elegancia. Si llevase joyas y unos buenos zapatos, acompañados de maquillaje y el peinado bien hecho, podría pasar por una señorita de alta cuna.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Su beso me había tomado por sorpresa, no esperaba tal gesto de tan sencilla muchacha; le sonreí ligeramente y le invité hacia el carruaje con mi brazo.
Ciertamente la joven era bella y aquel abrigo podría haber pasado por una dama de alta cuna en sociedad. Le di la mano para que subiera a la cabina mientras le miraba serenamente, pues no quería que se sintiera muy intimidada ante mis gestos; mas sus ojos azules transmitían una inocencia provocativa para mi sed y no pude sostener mucho la mirada. La lluvía todavía caía a cántaros, el frío se colaba entre las costuras de la ropa. Di señal al conductor y entré al carruaje, me senté a su lado, percibiendo su aroma dulce de mujer sencilla, mucho más incitante que aquellas mujeres de alta sociedad cuya esencia se perdía entre tantos aceites de olores. Noté que me había perdido un poco en mis sentidos y que aparte del sonido de las ruedas y el galopar de los caballos, sólo se escuchaban sus respiros.
La lluvia seguía cayendo a cántaros, podía oler la tierra, las calles. La neblina de la madrugada que entraba lentamente por las ventanas de la carroza. Me distraje pensando en la noche, tratando de disimular el hambre, pero me fue imposible:
-Qué tal ha sido su noche Mademoiselle?-dije buscando sus ojos.
Ciertamente la joven era bella y aquel abrigo podría haber pasado por una dama de alta cuna en sociedad. Le di la mano para que subiera a la cabina mientras le miraba serenamente, pues no quería que se sintiera muy intimidada ante mis gestos; mas sus ojos azules transmitían una inocencia provocativa para mi sed y no pude sostener mucho la mirada. La lluvía todavía caía a cántaros, el frío se colaba entre las costuras de la ropa. Di señal al conductor y entré al carruaje, me senté a su lado, percibiendo su aroma dulce de mujer sencilla, mucho más incitante que aquellas mujeres de alta sociedad cuya esencia se perdía entre tantos aceites de olores. Noté que me había perdido un poco en mis sentidos y que aparte del sonido de las ruedas y el galopar de los caballos, sólo se escuchaban sus respiros.
La lluvia seguía cayendo a cántaros, podía oler la tierra, las calles. La neblina de la madrugada que entraba lentamente por las ventanas de la carroza. Me distraje pensando en la noche, tratando de disimular el hambre, pero me fue imposible:
-Qué tal ha sido su noche Mademoiselle?-dije buscando sus ojos.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Una vez entré en el carruaje con la ayuda de Cáel, me acomodé en el mullido asiento observando con dedicación toda la decoración interior, incluso dejé mi mano sobre el aterciopelado asiento deslizando mis dedos sobre esa suavidad característica de los acabados de este tipo de carruajes- Es la primera vez que subo en un carruaje. - susurré mirando por la ventana, inclinándome un poco y sacando la mano para sentir el agua golpear mi mano con más fuerza, debida a la inercia generada por el empuje de los caballos. Una leve sonrisa se dibujó en mis labios y metí de nuevo la mano acercándome hacia la orilla del asiento para poder observar por la ventana la neblina que cubría las calles. Previamente, había explicado al cochero la dirección de mi casa para que supiese qué camino tomar, y ahora, estábamos a punto de salir de la ciudad para adentrarnos en los bosques. Escuché la voz de Cáel y me giré para mirarle - Ha sido una noche de mucho trabajo, pero he disfrutado, era... distinta a las noches en la taberna. - respondí con una leve sonrisa en mis labios.
Me acomodé escondiendo las manos entre las capas del abrigo para entrar en calor - ¿Qué le ha parecido el servicio, monsieur Gyldenløve? - pregunté sin saber muy bien de qué hablar con alguien de su clase. No quería resultar aburrida, ni quedar en evidencia. Aunque lo segundo era algo a lo que poco a poco me estaba acostumbrando. Observé por la ventana las luces tímidas que atravesaban las hojas de los árboles sin llegar a dar calor pues las nubes sólo permitían que entrase claridad y no los rayos del sol directamente. Me levanté y me senté al lado de Cáel, ya que él estaba sentado en el sentido de la marcha, y me acomodé sin apenas ocupar espacio observando por la ventana como si fuese una niña pequeña viendo por primera vez aquello. Todo en la naturaleza me parecía hermoso. Abrí los ojos algo más al ver que las gotas de lluvia se habían convertido lentamente en diminutos copos de nieve- ¡Esta nevando! - exclamé. En ese instante sentí la necesidad de salir del carruaje, a pesar de mi cansancio - ¡Párese! - dije en voz alta para que detuviesen los caballos. Cuando estuvo parado el carruaje, abrí la puerta y tomé la mano de Cáel - Ven conmigo. - susurré tirando de él hacia el exterior del carruaje.
Seguí tirando de él hasta que llegamos a un pequeño claro en mitad del bosque, dónde no se podía escuchar absolutamente nada, y el escenario que nos rodeaba era realmente mágico. Los copos de nieve cayendo a nuestro alrededor y sobre nosotros, y la nieve virgen depositada sobre todo lo que nos rodeaba, reflejaba la pobre claridad del sol que podía atravesar las espesas nubes y la niebla. Me reí entusiasmada soltando la mano de Cáel y miré hacia el cielo cerrando los ojos, dejando que los copitos de nieve cayesen sobre mi rostro sintiendo el frío de estos.
Me acomodé escondiendo las manos entre las capas del abrigo para entrar en calor - ¿Qué le ha parecido el servicio, monsieur Gyldenløve? - pregunté sin saber muy bien de qué hablar con alguien de su clase. No quería resultar aburrida, ni quedar en evidencia. Aunque lo segundo era algo a lo que poco a poco me estaba acostumbrando. Observé por la ventana las luces tímidas que atravesaban las hojas de los árboles sin llegar a dar calor pues las nubes sólo permitían que entrase claridad y no los rayos del sol directamente. Me levanté y me senté al lado de Cáel, ya que él estaba sentado en el sentido de la marcha, y me acomodé sin apenas ocupar espacio observando por la ventana como si fuese una niña pequeña viendo por primera vez aquello. Todo en la naturaleza me parecía hermoso. Abrí los ojos algo más al ver que las gotas de lluvia se habían convertido lentamente en diminutos copos de nieve- ¡Esta nevando! - exclamé. En ese instante sentí la necesidad de salir del carruaje, a pesar de mi cansancio - ¡Párese! - dije en voz alta para que detuviesen los caballos. Cuando estuvo parado el carruaje, abrí la puerta y tomé la mano de Cáel - Ven conmigo. - susurré tirando de él hacia el exterior del carruaje.
Seguí tirando de él hasta que llegamos a un pequeño claro en mitad del bosque, dónde no se podía escuchar absolutamente nada, y el escenario que nos rodeaba era realmente mágico. Los copos de nieve cayendo a nuestro alrededor y sobre nosotros, y la nieve virgen depositada sobre todo lo que nos rodeaba, reflejaba la pobre claridad del sol que podía atravesar las espesas nubes y la niebla. Me reí entusiasmada soltando la mano de Cáel y miré hacia el cielo cerrando los ojos, dejando que los copitos de nieve cayesen sobre mi rostro sintiendo el frío de estos.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
La joven doncella se veía tan inocente y guapa maravillada con el interior del carruaje. Para mi siempre había sido algo ostentoso, pero Vera había insistido en que esa era la moda Parisina y que yo siendo un guerrero carecía totalmente del sentido del gusto. Para mí, el carruaje era un adorno típico de la alta sociedad que debía tener para no desentonar más de lo que ya me parecía evidente.
Sin embargo, ver a Cersei sonreír para sí, extasiada con el sentimiento de la lluvia golpeándole la mano, era más que suficiente para convencerme de que el carruaje era una grandiosa idea.
Respondió mi pregunta con lo que me pareció un deje de tristeza a pesar de la sonrisa en sus labios. Trabajar en una taberna seguramente era extenuante, denigrante y no podía más que pensar en la educación de los asistentes.
-¿Qué le ha parecido el servicio, monsieur Gyldenløve? -me preguntó suavemente, no pude evitar sonreírle con dulzura. Se veía tan frágil e ingenua que si no controlaba mejor mis impulsos buscaría tomarla entre mis brazos y dejar que el magnífico perfume de su cabello llenara mi maldito cuerpo. -Mademoiselle Irgens-Bergh, podría confiarle mi vida a mi ayudante, su elección del servicio de hoy fue la mejor que pudo hacer.-sonreí al verla sentarse más cerca de mí, busqué sus ojos verdes y añadí: -Además, estoy encantado con su compañía.-Disfruté un poco más de su perfume cuando noté que el amanecer ya había comenzado y sentí como si un baldado de agua helada me cayera encima. La simple idea de tener que despedirme de Cersei prontamente me generaba malestar, el hecho de no poder acompañarla hasta la puerta de su casa me frustró inmensamente. Aunque no tuve mucho tiempo para navegar en mis sentimientos, Cersei paró el carruaje y tomó de mi mano al ver que estaba nevando. Suspiré profundo, salí con ella al día nublado y la acompañé hasta el claro donde la vi más pura y bella que en ningún momento de la noche.
El claro era hermoso y me recordó el lugar donde siglos atrás había sido convertido. La combinación de la nieve virgen y su cabello rojizo me produjo arranques salvajes que traté de contener, sin embargo la luz del día me debilitaba, el hambre empezaba a consumirme y aunque no faltaban minutos para que realmente tuviera que huir del lugar, no pude evitar acercarme a la joven y tomarla en brazos. Fue un movimiento algo brusco y tal vez demasiado rápido para su humanidad. No me fijé en su reacción, trataba de concentrarme en no hacerle daño, aunque ese perfume en aquel momento se me antojaba delicioso. Cerré los ojos, respiré pesadamente y simplemente la sostuve ahí, como protegiéndola de su propia ingenuidad. Debía decirle que huyera, pero quería llevarla conmigo a la mansión. No quería despedirme de ella. Finalmente tuve la fortaleza para apartarla, y volviéndome para que ella no pudiese ver el hambre que me corroía, caminé lo más calmadamente que pude hacia el carruaje, la protección de sus cortinas me permitiría descansar.
-Mademoiselle, deberíamos continuar, debo volver a la Mansión antes de que el sol esté completamente visible.-dije con falsa tranquilidad. Saqué mi cigarrera y me llevé un cigarro a los labios para calmar el ansia, quise esperarla pero si un rayo de sol caía directamente sobre mí sería un espectáculo desagradable y bastante doloroso. Maldije mi cuerpo eterno y decidí terminarme mi cigarrillo en la comodidad del carruaje. Hubiese deseado poder compartir con ella la belleza del amanecer en aquel claro, sería imposible y quería evitar comentarle mi naturaleza, eventualmente debería hacerlo, pero temía que su inocencia chocara con mi realidad.
Sin embargo, ver a Cersei sonreír para sí, extasiada con el sentimiento de la lluvia golpeándole la mano, era más que suficiente para convencerme de que el carruaje era una grandiosa idea.
Respondió mi pregunta con lo que me pareció un deje de tristeza a pesar de la sonrisa en sus labios. Trabajar en una taberna seguramente era extenuante, denigrante y no podía más que pensar en la educación de los asistentes.
-¿Qué le ha parecido el servicio, monsieur Gyldenløve? -me preguntó suavemente, no pude evitar sonreírle con dulzura. Se veía tan frágil e ingenua que si no controlaba mejor mis impulsos buscaría tomarla entre mis brazos y dejar que el magnífico perfume de su cabello llenara mi maldito cuerpo. -Mademoiselle Irgens-Bergh, podría confiarle mi vida a mi ayudante, su elección del servicio de hoy fue la mejor que pudo hacer.-sonreí al verla sentarse más cerca de mí, busqué sus ojos verdes y añadí: -Además, estoy encantado con su compañía.-Disfruté un poco más de su perfume cuando noté que el amanecer ya había comenzado y sentí como si un baldado de agua helada me cayera encima. La simple idea de tener que despedirme de Cersei prontamente me generaba malestar, el hecho de no poder acompañarla hasta la puerta de su casa me frustró inmensamente. Aunque no tuve mucho tiempo para navegar en mis sentimientos, Cersei paró el carruaje y tomó de mi mano al ver que estaba nevando. Suspiré profundo, salí con ella al día nublado y la acompañé hasta el claro donde la vi más pura y bella que en ningún momento de la noche.
El claro era hermoso y me recordó el lugar donde siglos atrás había sido convertido. La combinación de la nieve virgen y su cabello rojizo me produjo arranques salvajes que traté de contener, sin embargo la luz del día me debilitaba, el hambre empezaba a consumirme y aunque no faltaban minutos para que realmente tuviera que huir del lugar, no pude evitar acercarme a la joven y tomarla en brazos. Fue un movimiento algo brusco y tal vez demasiado rápido para su humanidad. No me fijé en su reacción, trataba de concentrarme en no hacerle daño, aunque ese perfume en aquel momento se me antojaba delicioso. Cerré los ojos, respiré pesadamente y simplemente la sostuve ahí, como protegiéndola de su propia ingenuidad. Debía decirle que huyera, pero quería llevarla conmigo a la mansión. No quería despedirme de ella. Finalmente tuve la fortaleza para apartarla, y volviéndome para que ella no pudiese ver el hambre que me corroía, caminé lo más calmadamente que pude hacia el carruaje, la protección de sus cortinas me permitiría descansar.
-Mademoiselle, deberíamos continuar, debo volver a la Mansión antes de que el sol esté completamente visible.-dije con falsa tranquilidad. Saqué mi cigarrera y me llevé un cigarro a los labios para calmar el ansia, quise esperarla pero si un rayo de sol caía directamente sobre mí sería un espectáculo desagradable y bastante doloroso. Maldije mi cuerpo eterno y decidí terminarme mi cigarrillo en la comodidad del carruaje. Hubiese deseado poder compartir con ella la belleza del amanecer en aquel claro, sería imposible y quería evitar comentarle mi naturaleza, eventualmente debería hacerlo, pero temía que su inocencia chocara con mi realidad.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Sabía que Cáel era distinto a otras personas, su aura era similar a la que yo adjudicaba a los que sólo vivían por la noche, pero por otro lado me inspiraba cierta confianza que permitía que estuviese cerca de él y me sintiese bien, protegida e incluso respetada. Las últimas palabras del caballero provocaron en mí un rubor que daba un aspecto sano e inocente a mi rostro, como si fuese una de esas muñecas de porcelana que importaban para los niños de alta cuna.
Una vez estábamos ambos en el claro cerré los ojos para disfrutar de la nieve y sin presentirlo sentí unos fuertes brazos atrayéndome hasta que mi cuerpo quedó contra el del fornido hombre abriendo los ojos y mirándole a los suyos. Aunque había sido brusco, ese gesto provocó en mí un suspiro de placer, de agradecimiento. Deslicé mis manos hacia su pecho y cerré los ojos descansando mi cabeza sobre su hombro dejándome abrazar por él.
Tenía la leve impresión de que cualquier cosa que pudiese pasar esta noche, quedaría sólo entre nosotros, bajo la discreta mirada del cochero de Cáel. Al separarse de mí me quedé observándole, no tenía duda alguna de lo que él era, aunque no comprendiese bien su especie. Dejé que él se adelantase en lo que podía llegar a interpretarse como un acto de grosería al dejarme atrás y caminé lentamente hacia el carruaje subiendo de nuevo a este con la ayuda del cochero, ya que la altura de este era demasiado pronunciada como para que pudiese subir sola.
Me senté al lado de Cáel y en un momento en el cual no medité mis palabras, dejé llevarme por lo que sentía en ese momento - Sé lo que es usted... no es como yo. - susurré llevando mi mano hasta su mejilla acariciándola sobre la barba suave - Sé que sólo puede disfrutar de la noche y que la luz del día les hace daño. - susurré mirándole a los ojos - No se lo voy a decir a nadie. - añadí para que supiese que podía contar conmigo y que no iba a decirle a nadie que él era un vampiro, aunque no tuviese claro que se les llamase así, porque no sabía que aquellas criaturas se alimentasen de sangre, generalmente humana.
Aparté la mano de su mejilla y bajé la mirada - Si necesita compañía, puedo quedarme con usted hasta que caiga el sol. Tengo que trabajar de noche, y dispongo de todo el día libre. - sugerí volviendo a mirarle a los ojos. No sabía muy bien por qué, pero tenía demasiadas ganas de estar con él y de seguir conociéndole.
Una vez estábamos ambos en el claro cerré los ojos para disfrutar de la nieve y sin presentirlo sentí unos fuertes brazos atrayéndome hasta que mi cuerpo quedó contra el del fornido hombre abriendo los ojos y mirándole a los suyos. Aunque había sido brusco, ese gesto provocó en mí un suspiro de placer, de agradecimiento. Deslicé mis manos hacia su pecho y cerré los ojos descansando mi cabeza sobre su hombro dejándome abrazar por él.
Tenía la leve impresión de que cualquier cosa que pudiese pasar esta noche, quedaría sólo entre nosotros, bajo la discreta mirada del cochero de Cáel. Al separarse de mí me quedé observándole, no tenía duda alguna de lo que él era, aunque no comprendiese bien su especie. Dejé que él se adelantase en lo que podía llegar a interpretarse como un acto de grosería al dejarme atrás y caminé lentamente hacia el carruaje subiendo de nuevo a este con la ayuda del cochero, ya que la altura de este era demasiado pronunciada como para que pudiese subir sola.
Me senté al lado de Cáel y en un momento en el cual no medité mis palabras, dejé llevarme por lo que sentía en ese momento - Sé lo que es usted... no es como yo. - susurré llevando mi mano hasta su mejilla acariciándola sobre la barba suave - Sé que sólo puede disfrutar de la noche y que la luz del día les hace daño. - susurré mirándole a los ojos - No se lo voy a decir a nadie. - añadí para que supiese que podía contar conmigo y que no iba a decirle a nadie que él era un vampiro, aunque no tuviese claro que se les llamase así, porque no sabía que aquellas criaturas se alimentasen de sangre, generalmente humana.
Aparté la mano de su mejilla y bajé la mirada - Si necesita compañía, puedo quedarme con usted hasta que caiga el sol. Tengo que trabajar de noche, y dispongo de todo el día libre. - sugerí volviendo a mirarle a los ojos. No sabía muy bien por qué, pero tenía demasiadas ganas de estar con él y de seguir conociéndole.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Me sentí realmente apenado con Cersei al verla tener que ayudarse con el cochero. Pero no podía salir, no era miedo sino molestia física lo que me obligaba a esconderme entre las sombras del carruaje. El día era hermoso, soy incapaz de negar que ver un amanecer pleno me produciría una alegría inigualable, pero el sol produce hambre y debilita. Vampiros ancianos y experimentados habían tentando la suerte por ver simplemente el alba y se decía que el dolor producido por los rayos ultravioleta era mayor a cualquiera. De momento me preocupaba más el hambre, llevaba un par de días sin alimentarme y ahora el perfume de cualquier mortal se me hacía irresistible. Cuando se sentó a mi lado, aquella joven hizo que mi mundo temblara y aspiré su intoxicante aroma hasta que mi realidad dio vueltas.
- Sé lo que es usted... no es como yo. - susurró al acariciar mi rostro. Su mano era suave y agradable, quise besarla pero me contuve. Impulsos vampíricos que seguramente terminarían en algo peligroso. - Sé que sólo puede disfrutar de la noche y que la luz del día les hace daño. -me miró, no quité mis ojos de los de ella, aparentemente tenía conocimiento sobre la existencia de los vampiros, no me sorprendió por su aura de bruja pero sí por esa ingenua inocencia que la caracterizaba. - No se lo voy a decir a nadie. Si necesita compañía, puedo quedarme con usted hasta que caiga el sol. Tengo que trabajar de noche, y dispongo de todo el día libre. - No aguanté mucho más. Era tan bella, tan frágil. Tenía que tenerla entre mis brazos lo más pronto posible. Tenía que esconder mi rostro entre su cabello rojizo. Era pequeña comparada conmigo, y cuando mis brazos la rodearon, supe que podría matarla si no tenía cuidado.
-Oh, Mademoiselle Irgens-Bergh...- Murmuré desde la curva de su cuello, podía sentir su corazón latir, como el líquido vital recorría cada vena, cada capilar y la llenaba de vida. Continué:- Debería decirle que huya. Un vampiro no es buena compañía, especialmente para una doncella como usted. Cada minuto que pasa es más difícil para mí...-suspiré. No quería decirle que tenía hambre, hambre de ella. Que cada segundo que pasaba, cada tic tac del reloj, me daban más ansias por alimentarme de ella. Me alejé, pero no dejé de rodearla con mis brazos.- Venga a mi mansión, pase el día conmigo... estaré cansado, algo distraído y tendrá que acompañarme en mi sótano, pero me encantaría disfrutar más tiempo a su lado...-
Busqué sus ojos verdes, quería perderme en ellos. Su perfume me enloquecía, su piel me llamaba. Debía controlarme, mis instintos me rogaban que la besara, la tomara ahí mismo, me alimentase de ella en el clímax, pero tenía que ser fuerte, ya no era el disoluto guerrero vikingo, la sociedad era distinta. Además, ella era una dama, comparada conmigo era tan sólo una niña. Cerré mis ojos y me mordí la lengua, aguantaría hasta llegar a la mansión. Me alimentaría de algún criado y podría relajarme a su lado, disfrutando de su alegre presencia.
- Sé lo que es usted... no es como yo. - susurró al acariciar mi rostro. Su mano era suave y agradable, quise besarla pero me contuve. Impulsos vampíricos que seguramente terminarían en algo peligroso. - Sé que sólo puede disfrutar de la noche y que la luz del día les hace daño. -me miró, no quité mis ojos de los de ella, aparentemente tenía conocimiento sobre la existencia de los vampiros, no me sorprendió por su aura de bruja pero sí por esa ingenua inocencia que la caracterizaba. - No se lo voy a decir a nadie. Si necesita compañía, puedo quedarme con usted hasta que caiga el sol. Tengo que trabajar de noche, y dispongo de todo el día libre. - No aguanté mucho más. Era tan bella, tan frágil. Tenía que tenerla entre mis brazos lo más pronto posible. Tenía que esconder mi rostro entre su cabello rojizo. Era pequeña comparada conmigo, y cuando mis brazos la rodearon, supe que podría matarla si no tenía cuidado.
-Oh, Mademoiselle Irgens-Bergh...- Murmuré desde la curva de su cuello, podía sentir su corazón latir, como el líquido vital recorría cada vena, cada capilar y la llenaba de vida. Continué:- Debería decirle que huya. Un vampiro no es buena compañía, especialmente para una doncella como usted. Cada minuto que pasa es más difícil para mí...-suspiré. No quería decirle que tenía hambre, hambre de ella. Que cada segundo que pasaba, cada tic tac del reloj, me daban más ansias por alimentarme de ella. Me alejé, pero no dejé de rodearla con mis brazos.- Venga a mi mansión, pase el día conmigo... estaré cansado, algo distraído y tendrá que acompañarme en mi sótano, pero me encantaría disfrutar más tiempo a su lado...-
Busqué sus ojos verdes, quería perderme en ellos. Su perfume me enloquecía, su piel me llamaba. Debía controlarme, mis instintos me rogaban que la besara, la tomara ahí mismo, me alimentase de ella en el clímax, pero tenía que ser fuerte, ya no era el disoluto guerrero vikingo, la sociedad era distinta. Además, ella era una dama, comparada conmigo era tan sólo una niña. Cerré mis ojos y me mordí la lengua, aguantaría hasta llegar a la mansión. Me alimentaría de algún criado y podría relajarme a su lado, disfrutando de su alegre presencia.
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
No estaba acostumbrada a los abrazos, de hecho rara vez había recibido uno en mi corta vida, por lo que el abrazo de Cáel me vino un poco por sorpresa y me quedé quieta dejando que me abrazase. Llevé mis manos hacia su espalda correspondiéndole al abrazo durante unos segundos, quería que sintiese que podía confiar en mí. Vampiro... así era cómo les llamaban, recordé a varios clientes hablar sobre ellos y sobre su necesidad por ingerir el líquido de la vida en los humanos. Cuando se separó un poco de mí dejé mis manos sobre su regazo, en un segundo nuestras miradas se encontraron y no pude hacer otra cosa que quedarme embelesada observándole la inmensidad que sus ojos reflejaban. Entreabrí los labios dejando escapar un suspiro. Supuse que lo que estaba sintiendo formaba parte de su particular encanto, esa sensación de venerabilidad hacia él, sin poder dejar de sentirme atraída por todo él. Hasta el punto en el que me veía haciendo cosas que en otras circunstancias y con otras personas no haría. Tal como lo que estaba a punto de hacer- Monsieur... - susurré acercando mis labios a los suyos dejándole sentir mi aliento sobre estos. Cerré los ojos apoyando la frente contra la suya inspirando su aroma, un aroma que nublaba mis sentidos.
Una de mis manos, por voluntad propia llegó hasta su mejilla acariciándola sobre la barba suave y varonil- Lo siento... - susurré conteniendo el impulso de unir mis labios a los suyos. Apreté mis labios separándome de él como si ese ínfimo gesto me estuviese costando un enorme esfuerzo. Abrí los ojos mirándole de nuevo, no me reconocía, yo nunca hubiese permitido tal cercanía con un desconocido, pero él... Cáel era distinto, me inspiraba una confianza que pocas personas habían logrado infundirme.
Una de mis manos, por voluntad propia llegó hasta su mejilla acariciándola sobre la barba suave y varonil- Lo siento... - susurré conteniendo el impulso de unir mis labios a los suyos. Apreté mis labios separándome de él como si ese ínfimo gesto me estuviese costando un enorme esfuerzo. Abrí los ojos mirándole de nuevo, no me reconocía, yo nunca hubiese permitido tal cercanía con un desconocido, pero él... Cáel era distinto, me inspiraba una confianza que pocas personas habían logrado infundirme.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Al ella besarme sentí como todos mis sentidos se volvieron locos. Quise alargar ese momento, pero ella se separó tímidamente. Sin embargo no aguanté, enredé mis mano entre su cabello y, rápida pero delicadamente, atraje su rostro hacia al mío para besarle. Fue un gesto sutil al principio, pero la ferocidad y pasión fue aumentando cada segundo que pasaba. Sentir el calor de su cuerpo, percibir la suavidad de su piel, escuchar cada suspiro entrecortado que dejaba escapar. Si mi corazón latiera, en aquel momento hubiese explotado. Su cuerpo, tan pequeño y ligero, me llamaba. Me dejé llevar por una milésima de segundo, pero mis colmillos crecieron y me di cuenta de que tenía que parar. Me aparté lentamente, abrí mis ojos buscando los de ella. Quién habría pensado que aquél banquete tan aburrido me traería tan precioso regalo. Sostuve su rostro entre mis manos, queriendo memorizar cada detalle de su faz.
Habían pasado siglos desde que una mujer me había trastornado de tal forma. Incluso desde mis días como mortal, pocas de ellas me habían interesado más allá del simple placer erótico. Y sin embargo, 400 años en el mundo me regalaban la posibilidad de conocer tan maravillosa doncella. Podía sentir sus agobios, sus tristezas, y quise saber qué la preocupaba, para poder brindarle mi ayuda.
-Mademoiselle Cersei, -dije, mientas mi mano acariciaba su mejilla y se detenía en su mentón.- Permítame decirle al cochero que iremos a mi mansión, déjeme procurarle un desayuno digno de su belleza, -besé sus labios suavemente una vez más- concédame más tiempo a su lado...-
Habían pasado siglos desde que una mujer me había trastornado de tal forma. Incluso desde mis días como mortal, pocas de ellas me habían interesado más allá del simple placer erótico. Y sin embargo, 400 años en el mundo me regalaban la posibilidad de conocer tan maravillosa doncella. Podía sentir sus agobios, sus tristezas, y quise saber qué la preocupaba, para poder brindarle mi ayuda.
-Mademoiselle Cersei, -dije, mientas mi mano acariciaba su mejilla y se detenía en su mentón.- Permítame decirle al cochero que iremos a mi mansión, déjeme procurarle un desayuno digno de su belleza, -besé sus labios suavemente una vez más- concédame más tiempo a su lado...-
Cáel A. Gyldenløve- Vampiro Clase Alta
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Re: Tras la cena de gala [Cáel]
Entrecerré los ojos sintiendo sus robustos dedos deslizarse entre mi cabello haciendo que este se soltase completamente cayendo húmedo sobre mis hombros. Inspiré profundamente mirándole a los ojos y sentí finalmente sus labios sobre los míos en un gesto tan suave y delicado que mi piel se erizó completamente. Cerré los ojos correspondiéndole a aquel sutil beso hasta que pude percibir que la intensidad del mismo se incrementaba hasta un nivel en el que nunca antes nadie me había besado provocando que mi cuerpo reaccionase de un modo desconocido para mí, pudiendo sentir un cosquilleo placentero recorrer todo mi cuerpo. Mis manos se alzaron hasta las solapas del abrigo de Cáel agarrándolas con suavidad, y de forma casi instintiva mi cuerpo se acercó al de él atrayéndole hacia mí casi como si desease que en ese mismo instante, aquel vampiro se lanzase sobre mi cuerpo y me hiciese suya. Un suave gemido escapó de mi garganta, y justo cuando iba a tirar de él hacia mí, por suerte se separó de mí.
Recuperé el aliento abriendo los ojos y mirándole a los suyos aún extenuada por aquel beso, el primer beso apasionado de mi vida, un beso que me hizo olvidarme de cualquier problema que existiese en mi vida. Cerré los ojos ante su caricia girando un poco mi rostro hacia su mano para sentir uno de sus dedos rozar mis labios en su descenso hacia mi mentón. Abrí los ojos al escucharle y asentí a sus palabras, recibiendo posteriormente un breve beso que me supo a poco - ''Toda mi vida le concedería'' - pensé acomodándome en el asiento mirando al exterior mientras le esperaba. ¿Qué ocurriría en su casa? esa pregunta estaba rondándome en la cabeza, y tenía algo de miedo por lo desconocido, pues nunca antes había intimado con alguien como él, y el pensamiento de que esos besos pudiesen llegar a algo más, agitaba mi interior, nunca antes había compartido cama íntimamente con un hombre ya que había estado toda mi vida reservándome para aquel hombre con el que terminaría casándome.
Recuperé el aliento abriendo los ojos y mirándole a los suyos aún extenuada por aquel beso, el primer beso apasionado de mi vida, un beso que me hizo olvidarme de cualquier problema que existiese en mi vida. Cerré los ojos ante su caricia girando un poco mi rostro hacia su mano para sentir uno de sus dedos rozar mis labios en su descenso hacia mi mentón. Abrí los ojos al escucharle y asentí a sus palabras, recibiendo posteriormente un breve beso que me supo a poco - ''Toda mi vida le concedería'' - pensé acomodándome en el asiento mirando al exterior mientras le esperaba. ¿Qué ocurriría en su casa? esa pregunta estaba rondándome en la cabeza, y tenía algo de miedo por lo desconocido, pues nunca antes había intimado con alguien como él, y el pensamiento de que esos besos pudiesen llegar a algo más, agitaba mi interior, nunca antes había compartido cama íntimamente con un hombre ya que había estado toda mi vida reservándome para aquel hombre con el que terminaría casándome.
Cersei Irgens-Bergh- Hechicero Clase Baja
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