AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos... | Flashback | +18
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El camino de un hombre infeliz
☁ Parte I ☁
Llovía, últimamente los días eran lluviosos era como si Holanda llorara la muerte de mi familia. Junto con otros brujos emigré al norte, asechados constantemente por inquisidores y caza recompensas contratados por la maldita iglesia.
No puedo mentir, estoy totalmente destrozado por lo que me hicieron, ¿qué tanto habrán sufrido en aquellas celdas de España, acaso fueron quemados vivos como lo hacían en antaño? Me atormentaba constantemente. No podía dormir sólo pesadillas se presentaban en mi descanso, era presa de una ansiedad y terror con la que apenas me atrevía a vivir. ¿Por qué no me entregaba a la muerte... acaso no es la muerte el camino más fácil en la vida?
Llegué muy al norte de los Países Bajos, justo a la frontera con los Estados Germánicos. Era de los brujos que partimos de Amsterdam el más rezagado, de hecho les había perdido el rastro, pero ellos no me importaban, no pensaba depender de ellos después, sólo quería estar solo y así en soledad fue como una mañana de invierno crucé la frontera con un destino claro... Dinamarca.
No puedo mentir, estoy totalmente destrozado por lo que me hicieron, ¿qué tanto habrán sufrido en aquellas celdas de España, acaso fueron quemados vivos como lo hacían en antaño? Me atormentaba constantemente. No podía dormir sólo pesadillas se presentaban en mi descanso, era presa de una ansiedad y terror con la que apenas me atrevía a vivir. ¿Por qué no me entregaba a la muerte... acaso no es la muerte el camino más fácil en la vida?
Llegué muy al norte de los Países Bajos, justo a la frontera con los Estados Germánicos. Era de los brujos que partimos de Amsterdam el más rezagado, de hecho les había perdido el rastro, pero ellos no me importaban, no pensaba depender de ellos después, sólo quería estar solo y así en soledad fue como una mañana de invierno crucé la frontera con un destino claro... Dinamarca.
Enséñame a amar en estos
tiempos nebulosos...
tiempos nebulosos...
Primavera φ Norte de Italia, frontera con Francia φ Finales del siglo XVIII φ Derek Van Wijs e Ivette Le Brun
Credits to Rapture
Última edición por Derek Van Wijs el Mar Oct 29, 2013 6:47 pm, editado 1 vez
Derek Van Wijs- Hechicero Clase Alta
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Era la primera vez que hacia eso sola, sentía nervios, grandes nervios, pero debía controlarse, no era bueno tener ese tipo de sentimientos y más cuando se estaba trabajando con animales. El circo le había dado la tarea de buscar nuevas bestias a las que pudieran introducir a su nuevo acto, también llevaban algunas crías de las bestias que estaban en el circo. En general su grupo era conformado por unos cincuenta gitanos, los cuales venían en diferentes carretas con diferentes productos a vender, el grupo de las bestias estaban conformadas por diez hombres y ella. Aunque fuera una mujer y además tan joven, nadie se atrevía a desconfiar de sus capacidades y menos con el maestro que había tenido.
Habían llegado en la noche, sus carretas fueron alienadas y los cachorros puestos en un lugar que los mantenía seguros, ella se encargaba de estos, habían varios leones y tigres que jugueteaban con la tela de sus faldas a cada rato. Los felinos eran los más atractivos y los que ella se especializaba, pero también tenía guardada algunas serpientes en su carreta, por si algún domador estaba interesado en ellas. Después de darle leche a cada uno de aquellos inquietos chiquillos tuvo que dejarlos en su carreta encerrados para que ella pudiera ir a ver cuales buenos negocios estaban siendo manejados. Pronto se vio entre pequeños elefantas que se meneaban de un lado a otro, leones enjaulados y tigres dormilones.
Uno de sus compañeros la llamo con una de sus manos, pero esta se distrajo para ver hacia un lado, había un hombre que parecía estar llegando, ladeo levemente su cabeza, estaba desaliñado, era un forastero, se le veía en cada parte de su piel que no era un gitano, ellos estaban marcados por alguna aura mas distinguida, pero pudo apreciar que no era alguien que buscara problemas. -¿No quieres un mono?- le había preguntado el hombre que la llamaba. –Son fáciles de entrenar…- realizo una leve mueca, podía intentarlo, asintió dejando que su cabellera roja se moviera energéticamente mientras una anciana buscaba a un animal que estaba sujetado de una cuerda, era un mono con tres pequeños bebes que jugaban entre ella. En definitiva eran hermosos, se le iba a hacer muy difícil escoger uno, pero sentía que iba a hacer una muy buena idea, pues desde la muerte del viejo siempre había estado sola y aunque no quisiera la soledad le estaba afectando.
Uno de los chiquitines saltos hacia su cabello rojo haciendo que todos rieran ante aquello, ella también lo hizo, lo sujeto con cuidado, era tan pequeño, pero verdaderamente tierno –Elijo este- dijo con una sonrisilla en sus labios mientras dejaba que los otros terminaran de hacer los negocios necesarios con aquella mujer, mientras que Ivette sonreía encantada con su nuevo amigo y compañero
Habían llegado en la noche, sus carretas fueron alienadas y los cachorros puestos en un lugar que los mantenía seguros, ella se encargaba de estos, habían varios leones y tigres que jugueteaban con la tela de sus faldas a cada rato. Los felinos eran los más atractivos y los que ella se especializaba, pero también tenía guardada algunas serpientes en su carreta, por si algún domador estaba interesado en ellas. Después de darle leche a cada uno de aquellos inquietos chiquillos tuvo que dejarlos en su carreta encerrados para que ella pudiera ir a ver cuales buenos negocios estaban siendo manejados. Pronto se vio entre pequeños elefantas que se meneaban de un lado a otro, leones enjaulados y tigres dormilones.
Uno de sus compañeros la llamo con una de sus manos, pero esta se distrajo para ver hacia un lado, había un hombre que parecía estar llegando, ladeo levemente su cabeza, estaba desaliñado, era un forastero, se le veía en cada parte de su piel que no era un gitano, ellos estaban marcados por alguna aura mas distinguida, pero pudo apreciar que no era alguien que buscara problemas. -¿No quieres un mono?- le había preguntado el hombre que la llamaba. –Son fáciles de entrenar…- realizo una leve mueca, podía intentarlo, asintió dejando que su cabellera roja se moviera energéticamente mientras una anciana buscaba a un animal que estaba sujetado de una cuerda, era un mono con tres pequeños bebes que jugaban entre ella. En definitiva eran hermosos, se le iba a hacer muy difícil escoger uno, pero sentía que iba a hacer una muy buena idea, pues desde la muerte del viejo siempre había estado sola y aunque no quisiera la soledad le estaba afectando.
Uno de los chiquitines saltos hacia su cabello rojo haciendo que todos rieran ante aquello, ella también lo hizo, lo sujeto con cuidado, era tan pequeño, pero verdaderamente tierno –Elijo este- dijo con una sonrisilla en sus labios mientras dejaba que los otros terminaran de hacer los negocios necesarios con aquella mujer, mientras que Ivette sonreía encantada con su nuevo amigo y compañero
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Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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La mujer pelirroja lo había mirado a los ojos reconociéndolo como alguien ajeno a la comunidad congregada en el mercado de animales. Y no era por su apariencia desaliñada, sino más bien por la pureza de su cuerpo. La aparente gitana según el criterio de Derek regresó a atender sus negocios y él hizo lo mismo. Continuó su avance hasta llegar a una tienda que tenían en renta.
La amable gitana le sirvió un baño que él tanto necesitaba. Lo tomó con gusto sin dejar de pensar en ese lindo rostro que por segundos lo había visto, –¿Quién eres?– se dijo en la mente de tal forma como si realmente se lo preguntara a ella. Derek estuvo tanto tiempo en el agua que la temperatura del líquido vital decreció´y su cuerpo presentó una textura rugosa, lo que ha él divirtió y le sacó una sonrisa que no había tenido, después volvió a pensar en la pelirroja. —¿Quién eres?— dijo mientras se salía de la bañera y con una toalla en la cintura se acercaba al espejo. Se contempló´por unos segundos, su barba seguía mojada así que se hizo de una navaja que descansaba en una mesita auxiliar y se rasuró con habilidad, y cuando su rostro se transformó completamente sonrió, al menos hasta que el espejo le transmitió una imagen, una premonición.
En el espejo se vio así mismo con la pelirroja, Ivette le llamaba en una conversación amena; ambos reían y estaban tomados de la mano. Esas imágenes le procuraron a Derek una sonrisa y espero que esa premonición fuera un hecho y no sólo una ilusión.
La imagen se desvaneció al mismo tiempo que el abandonaba el baño para vestirse con su mejor ropa y salió a buscar a Ivette. La noche comenzaba a caer, una luz crepuscular aún iluminaba el mercado con un sentimiento romántico y que él aprovecharía para acercarse a esa mujer. Salió de la tienda y se paseó por el mercado, no se detuvo en ningún puesto, ni siquiera a contemplar los exóticos animales que se vendían o a las curiosas llamadas de las adivinas; él buscaba a Ivette, ella era su destino así lo quería creer. No pasó mucho tiempo después de que cayó el anochecer cuando la encontró cerca de una carpa y a la luz de un fuego, él se acercó posicionándose frente a ella y a la vez al otro lado de la fogata. Sus ojos nuevamente se cruzaron pero esta vez Derek le sonrió y la saludo con un movimiento de cabeza.
La amable gitana le sirvió un baño que él tanto necesitaba. Lo tomó con gusto sin dejar de pensar en ese lindo rostro que por segundos lo había visto, –¿Quién eres?– se dijo en la mente de tal forma como si realmente se lo preguntara a ella. Derek estuvo tanto tiempo en el agua que la temperatura del líquido vital decreció´y su cuerpo presentó una textura rugosa, lo que ha él divirtió y le sacó una sonrisa que no había tenido, después volvió a pensar en la pelirroja. —¿Quién eres?— dijo mientras se salía de la bañera y con una toalla en la cintura se acercaba al espejo. Se contempló´por unos segundos, su barba seguía mojada así que se hizo de una navaja que descansaba en una mesita auxiliar y se rasuró con habilidad, y cuando su rostro se transformó completamente sonrió, al menos hasta que el espejo le transmitió una imagen, una premonición.
En el espejo se vio así mismo con la pelirroja, Ivette le llamaba en una conversación amena; ambos reían y estaban tomados de la mano. Esas imágenes le procuraron a Derek una sonrisa y espero que esa premonición fuera un hecho y no sólo una ilusión.
La imagen se desvaneció al mismo tiempo que el abandonaba el baño para vestirse con su mejor ropa y salió a buscar a Ivette. La noche comenzaba a caer, una luz crepuscular aún iluminaba el mercado con un sentimiento romántico y que él aprovecharía para acercarse a esa mujer. Salió de la tienda y se paseó por el mercado, no se detuvo en ningún puesto, ni siquiera a contemplar los exóticos animales que se vendían o a las curiosas llamadas de las adivinas; él buscaba a Ivette, ella era su destino así lo quería creer. No pasó mucho tiempo después de que cayó el anochecer cuando la encontró cerca de una carpa y a la luz de un fuego, él se acercó posicionándose frente a ella y a la vez al otro lado de la fogata. Sus ojos nuevamente se cruzaron pero esta vez Derek le sonrió y la saludo con un movimiento de cabeza.
Derek Van Wijs- Hechicero Clase Alta
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La curiosidad siempre mataba al gato, era mejor alejarse de los problemas, eso siempre lo habían dicho, pero los gitanos eran demasiado tercos como para obedecer las órdenes. Ahora tenía un compañero, esperaba tenerla siempre junto al, el pequeño mono parecía encantado con su nueva dueña, no parecía extrañar a su madre, con quien había pasado sus primeros meses de vida. Actuaba como una especie de niñera, jugaba y cuidaba con los más pequeños, algunos eran más fuertes y en ocasiones se inspiraban mordiéndola, pero ella aprovechaba para corregirlas y enseñarle algunas cosas, que luego agradecerían.
Su trabajo nunca terminaba, pero ya estaba algo cansada, así que otro la suplanto, dejo al mono dormir entre una bolsa que colgaba de medio lado. Habían hecho fuego en la carpa en donde iba a dormir esa noche, tenía una taza de agua calentándose entre el fuego, esperaba poder servirse un poco de té, aunque no había mucho frio, siempre vendría bien algo caliente. Un poco de pan y queso estaba en su mano, lo comía en migajas, cuando pudo ver como alguien más llegaba, pensaba que sería uno de los gitanos que llegaba a saludarla.
-Ah… eres tu…- susurro al notar, gracias a sus habilidades, que era el mismo hombre andrajoso que había visto hace unas horas atrás –Te vez bien así…- dijo sonriendo de medio lado mientras comía un poco de su pan. Dividió aquel pedazo de pan y se lo lanzo para que este pudiera también tener algo en el estomago. –No es un manjar, pero es algo, debes quedarte para al menos probar el estofado que hacen las ancianas, es delicioso- dijo ella con cierta dulzura. Buscaba atenderlo, aunque siempre le habían dicho que se mantuviera alejada de las personas que no eran gitanos.
-¿de dónde vienes?- pregunto. Miro el agua ya hirviendo y con una toalla, saco la taza de metal del fuego con cuidado, agrego algunas hierbas, y las dejo reposar para que pudiera salir todo su sabor -[color=#333e37]¿Por qué estabas tan andrajoso? Debiste haber caminado mucho, sin parar, para estar de esa forma- noto de forma repentina que lo abordaba con muchas preguntas, alzo la mirada un poco apenada –Lo… lo siento… creerás que soy atrevida por estar abordándote de tal forma- dijo apenada. Parecia un buen chico y además atractivo, no pudo evitar sonrojarse ante tal pensamiento, desvio la mirada, mientras con el dorso de su mano buscaba ocultar aquella sonrisa traviesa que tenia en sus labios
Su trabajo nunca terminaba, pero ya estaba algo cansada, así que otro la suplanto, dejo al mono dormir entre una bolsa que colgaba de medio lado. Habían hecho fuego en la carpa en donde iba a dormir esa noche, tenía una taza de agua calentándose entre el fuego, esperaba poder servirse un poco de té, aunque no había mucho frio, siempre vendría bien algo caliente. Un poco de pan y queso estaba en su mano, lo comía en migajas, cuando pudo ver como alguien más llegaba, pensaba que sería uno de los gitanos que llegaba a saludarla.
-Ah… eres tu…- susurro al notar, gracias a sus habilidades, que era el mismo hombre andrajoso que había visto hace unas horas atrás –Te vez bien así…- dijo sonriendo de medio lado mientras comía un poco de su pan. Dividió aquel pedazo de pan y se lo lanzo para que este pudiera también tener algo en el estomago. –No es un manjar, pero es algo, debes quedarte para al menos probar el estofado que hacen las ancianas, es delicioso- dijo ella con cierta dulzura. Buscaba atenderlo, aunque siempre le habían dicho que se mantuviera alejada de las personas que no eran gitanos.
-¿de dónde vienes?- pregunto. Miro el agua ya hirviendo y con una toalla, saco la taza de metal del fuego con cuidado, agrego algunas hierbas, y las dejo reposar para que pudiera salir todo su sabor -[color=#333e37]¿Por qué estabas tan andrajoso? Debiste haber caminado mucho, sin parar, para estar de esa forma- noto de forma repentina que lo abordaba con muchas preguntas, alzo la mirada un poco apenada –Lo… lo siento… creerás que soy atrevida por estar abordándote de tal forma- dijo apenada. Parecia un buen chico y además atractivo, no pudo evitar sonrojarse ante tal pensamiento, desvio la mirada, mientras con el dorso de su mano buscaba ocultar aquella sonrisa traviesa que tenia en sus labios
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off: perdon por la tardanza... estoy en ausencia u.u
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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La voz femenina era mucho más encantadora que en su premonición, cogió el pan con pericia y caminó alrededor de la fogata para llegar junto a ella y sentarse a su lado. —Gracias— dijo sincero, no al hecho de haber recibido el pan sino más bien al cumplido de Ivette y Derek agradecía la forma de los gitanos, ellos no eran de las personas que hablaron a otros de usted algo que ya había fastidiado al brujo por bastante tiempo, al menos en la época en la que daba sus funciones en el teatro rodante de su familia.
—Sí, quizás me quede he escuchado mucho de ese estofado...— soltó una risilla y dejó de mirarla. Suspiró para volver a contemplar ese hermoso rostro, esa cabellera pelirroja que resplandecía ante la luz del fuego. —Soy de la Haya, en Amsterdam Países Bajos. El aspecto tan deplorable lo obtuve de mis viajes a través de los reinos Germánicos, Suiza, Francia, España, Grecia y aquí... Italia. Y no te ocupes de lo que piense sobre ti, me gustan las mujeres que no reprimen su curiosidad uno de los mayores males de este mundo es la ignorancia— dijo y dio una mordida al blando pan blanco que ella le ofreciera sin siquiera conocerlo.
—Soy Derek y es un placer estar aquí, junto a ti y disfrutando no solamente esta hogaza de pan sino también tu compañía...— los ojos de Derek se posaron sobre los de ella, como hipnotizado la contemplaba cual enamorado y sintió ganas de llorar. Pronto, se quedaron solos y el brujo volvió a desviar su mirada sonrojado, con su sonrisa flechada contempló el cielo estrellado. —En mis viajes vi muchas veces un cielo similar, con la luna como una perla brillante, grande y radiante. Pero es en estos momentos en el que la contemplo y descubro cuan bella es— buscó nuevamente los ojos femeninos y se acercó a ella, le tomó las manos con mucha confianza y no apartó su mirada de la de ella. —Soy un fugitivo, sé que te llamas Ivette... lo sé porque soy un brujo y ese hecho me ha condenado de por vida... pero por favor, te pido que te quedes un poco más conmigo no soy nadie para pedirte esto y tu no eres nadie para complacer a este desdichado hombre... tu compañía me relaja, tus emociones generan en mí un descanso que no he tenido en años... tu belleza me ha enamorado y quiero sentirme enamorado aunque sea esta noche, así no te vuelva a ver mañana— y cuando menos se percató grandes lágrimas caían por su rostro.
—Sí, quizás me quede he escuchado mucho de ese estofado...— soltó una risilla y dejó de mirarla. Suspiró para volver a contemplar ese hermoso rostro, esa cabellera pelirroja que resplandecía ante la luz del fuego. —Soy de la Haya, en Amsterdam Países Bajos. El aspecto tan deplorable lo obtuve de mis viajes a través de los reinos Germánicos, Suiza, Francia, España, Grecia y aquí... Italia. Y no te ocupes de lo que piense sobre ti, me gustan las mujeres que no reprimen su curiosidad uno de los mayores males de este mundo es la ignorancia— dijo y dio una mordida al blando pan blanco que ella le ofreciera sin siquiera conocerlo.
—Soy Derek y es un placer estar aquí, junto a ti y disfrutando no solamente esta hogaza de pan sino también tu compañía...— los ojos de Derek se posaron sobre los de ella, como hipnotizado la contemplaba cual enamorado y sintió ganas de llorar. Pronto, se quedaron solos y el brujo volvió a desviar su mirada sonrojado, con su sonrisa flechada contempló el cielo estrellado. —En mis viajes vi muchas veces un cielo similar, con la luna como una perla brillante, grande y radiante. Pero es en estos momentos en el que la contemplo y descubro cuan bella es— buscó nuevamente los ojos femeninos y se acercó a ella, le tomó las manos con mucha confianza y no apartó su mirada de la de ella. —Soy un fugitivo, sé que te llamas Ivette... lo sé porque soy un brujo y ese hecho me ha condenado de por vida... pero por favor, te pido que te quedes un poco más conmigo no soy nadie para pedirte esto y tu no eres nadie para complacer a este desdichado hombre... tu compañía me relaja, tus emociones generan en mí un descanso que no he tenido en años... tu belleza me ha enamorado y quiero sentirme enamorado aunque sea esta noche, así no te vuelva a ver mañana— y cuando menos se percató grandes lágrimas caían por su rostro.
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Le sorprendía mucho, no podía esconderlo, aunque le hubiera encantado poder hacerlo, en su rostro estaba reflejado notablemente, por unos momentos pensó que lo de brujo era tal vez una broma, pero al sentir la energía poderosa que podía percibir solamente con el tacto, comprendió que no era juegos, el era una persona aun más poderosa que muchos buenos gitanos, apenas ella podía controlar algunas cosas y de forma muy esporádica, pero él no… eso lo sabia solo con mirarle a los ojos. Lo que había escuchado sus oídos, la hacía aferrarse más a aquel asiento, tal vez porque aun era una pequeña niña curiosa del mundo, que lo único que conocía era los prados parisinos.
El era un trotamundos mientras ella se había quedado tranquila en parís, con sus animales y su trabajo fijo en el circo gitano. No tenía miedo de él, le parecía más un niño pequeño, extraviado en este mundo, tal vez aquello sucedía por haber viajado tanto sin un propósito, su nombre saliendo de su boca le pareció tan hermoso, nunca lo había detallado bien, su madre había tenido un buen gusto, tal vez le fuera dicho a ella que le había encantado el nombre que le había regalado, al igual que su vida.
¿Por qué deseaba agradecerle a su madre es estos momentos? Porque había encontrado algo en lo que podría servirle, tal vez era el destino que ellos dos se hubieran encontrado en aquel lugar, aquella noche, en donde la luna estaba amplia y alta para apreciarla. No dijo nada, hasta que vio como los lagrimones parecían querer manchar su limpieza. Sin poder evitarlo, su cuerpo reacciono, sus brazos rodearon su cabeza, para comenzar a entrelazar sus cabellera con sus dedos, mientras dejaba que su rostro se escondiera entre su pecho, lo atrajo a él como si fuera una madre, una compañera fiel que nunca lo dejaría jamás.
-Has viajado tanto, que estas, demasiado cansado, como para seguir…- susurro ella mientras su rostro era escondido por aquella cabellera roja –No sé si soy digna de tanto aprecio tan espontaneo, pero te lo agradezco mucho…- se mordió los labios suavemente, ella también parecía tener ganas de llorar –Mis padres fueron asesinados, yo muchas veces estuve a punto de morir, por muchas razones, en ocasiones por el color de mi cabello, de cierta manera, somos fugitivos, aunque no necesariamente malvados- le hizo alzar la mirada al momento que se echaba el cabello hacia atrás. –Prometo que lo cuidare esta y todas las noches que sea necesarias Monsieur Derek- le susurro, con cierta timidez femenina, que le salía en ocasiones naturalmente. Era tal vez demasiado inexperta para él, nunca había tratado a otro hombre que no fuera a algún gitano y estos la veían como una hermana, así que nunca se había podido percatar de aquel fuego que se encontraba en el interior y que parecía quemarla.
Lo sujeto de la mano, repentinamente ella se había levantado, empujo suavemente su cuerpo hacia atrás llevándose al brujo con ella, había sentido algunas presencias familiares, sus compañeros eran muy celosos, por eso nunca ella había estado cerca de un hombre con las necesidades naturales de tal, los que la rodeaban sentían cierto respeto por ser la aprendiza de aquel viejo domador y criador de bestias, uno de los mejores según ellos, pero siempre había aquella atracción, que buscaban ocultar, si la encontraban con alguien más, que no fuera de su grupo, podrían lastimarlo y ella no quería eso. Lo empujo, buscando que hiciera silencio, llevándolo hasta la carreta en donde eran sus aposentos, lo empujo hacia adentro, sin percatarse que no había ni una luz encendida, pobre hombre tal vez se hubiera tropezado con algo, pero en seguida ella lo siguió, para cerrar la puerta con cuidado, se puso en cuclillas, mientras buscaba la mano del otro, cuando pudo sentir la calidez del cuerpo contrario siseo para que mantuviera el silencio.
La voces la llaman, rodearon el lugar, miraron por la ventana, lo que hizo que se tuvieran que esconder aun mas, pronto uno de ellos pareció dar una buena explicación, estaba durmiendo, la pobre debería estar muy cansada, otro reprocho por no haber apagado el fuego, lo cual hicieron para darle un mejor descanso, aunque probablemente mañana la regañarían por eso, cuando estuvieron lejos, ella pudo respirar aliviada, dejo salir una risa traviesa y a la vez nerviosa, le parecía muy divertido aquellas sensaciones de adrenalina que había sentido-perdone mi brusquedad- dijo ella, notando que se había puesto prácticamente encima de el, en aquel estrecho lugar –Son como unos hermanos mayores y no quería que le hiciera daño, después de ser el primer hombre que me dice cosas tan bonitas- entrecerró sus ojos, con una sonrisa, para luego sentarse en el suelo y darle espacio para que se reincorporara –Derek… ¿Por qué esta usted solo?- pregunto para luego acariciarle el rostro con sus suaves manos, tal vez aquella pregunta dolía demasiado como para ser contestada y lo comprendía, no molestaría.
El era un trotamundos mientras ella se había quedado tranquila en parís, con sus animales y su trabajo fijo en el circo gitano. No tenía miedo de él, le parecía más un niño pequeño, extraviado en este mundo, tal vez aquello sucedía por haber viajado tanto sin un propósito, su nombre saliendo de su boca le pareció tan hermoso, nunca lo había detallado bien, su madre había tenido un buen gusto, tal vez le fuera dicho a ella que le había encantado el nombre que le había regalado, al igual que su vida.
¿Por qué deseaba agradecerle a su madre es estos momentos? Porque había encontrado algo en lo que podría servirle, tal vez era el destino que ellos dos se hubieran encontrado en aquel lugar, aquella noche, en donde la luna estaba amplia y alta para apreciarla. No dijo nada, hasta que vio como los lagrimones parecían querer manchar su limpieza. Sin poder evitarlo, su cuerpo reacciono, sus brazos rodearon su cabeza, para comenzar a entrelazar sus cabellera con sus dedos, mientras dejaba que su rostro se escondiera entre su pecho, lo atrajo a él como si fuera una madre, una compañera fiel que nunca lo dejaría jamás.
-Has viajado tanto, que estas, demasiado cansado, como para seguir…- susurro ella mientras su rostro era escondido por aquella cabellera roja –No sé si soy digna de tanto aprecio tan espontaneo, pero te lo agradezco mucho…- se mordió los labios suavemente, ella también parecía tener ganas de llorar –Mis padres fueron asesinados, yo muchas veces estuve a punto de morir, por muchas razones, en ocasiones por el color de mi cabello, de cierta manera, somos fugitivos, aunque no necesariamente malvados- le hizo alzar la mirada al momento que se echaba el cabello hacia atrás. –Prometo que lo cuidare esta y todas las noches que sea necesarias Monsieur Derek- le susurro, con cierta timidez femenina, que le salía en ocasiones naturalmente. Era tal vez demasiado inexperta para él, nunca había tratado a otro hombre que no fuera a algún gitano y estos la veían como una hermana, así que nunca se había podido percatar de aquel fuego que se encontraba en el interior y que parecía quemarla.
Lo sujeto de la mano, repentinamente ella se había levantado, empujo suavemente su cuerpo hacia atrás llevándose al brujo con ella, había sentido algunas presencias familiares, sus compañeros eran muy celosos, por eso nunca ella había estado cerca de un hombre con las necesidades naturales de tal, los que la rodeaban sentían cierto respeto por ser la aprendiza de aquel viejo domador y criador de bestias, uno de los mejores según ellos, pero siempre había aquella atracción, que buscaban ocultar, si la encontraban con alguien más, que no fuera de su grupo, podrían lastimarlo y ella no quería eso. Lo empujo, buscando que hiciera silencio, llevándolo hasta la carreta en donde eran sus aposentos, lo empujo hacia adentro, sin percatarse que no había ni una luz encendida, pobre hombre tal vez se hubiera tropezado con algo, pero en seguida ella lo siguió, para cerrar la puerta con cuidado, se puso en cuclillas, mientras buscaba la mano del otro, cuando pudo sentir la calidez del cuerpo contrario siseo para que mantuviera el silencio.
La voces la llaman, rodearon el lugar, miraron por la ventana, lo que hizo que se tuvieran que esconder aun mas, pronto uno de ellos pareció dar una buena explicación, estaba durmiendo, la pobre debería estar muy cansada, otro reprocho por no haber apagado el fuego, lo cual hicieron para darle un mejor descanso, aunque probablemente mañana la regañarían por eso, cuando estuvieron lejos, ella pudo respirar aliviada, dejo salir una risa traviesa y a la vez nerviosa, le parecía muy divertido aquellas sensaciones de adrenalina que había sentido-perdone mi brusquedad- dijo ella, notando que se había puesto prácticamente encima de el, en aquel estrecho lugar –Son como unos hermanos mayores y no quería que le hiciera daño, después de ser el primer hombre que me dice cosas tan bonitas- entrecerró sus ojos, con una sonrisa, para luego sentarse en el suelo y darle espacio para que se reincorporara –Derek… ¿Por qué esta usted solo?- pregunto para luego acariciarle el rostro con sus suaves manos, tal vez aquella pregunta dolía demasiado como para ser contestada y lo comprendía, no molestaría.
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El camino de un hombre infeliz
☁ Parte II ☁
Mi apariencia fue la primera en adaptarse a mis sentimientos, así como al agresivo clima de Dinamarca. Llevaba una tupida barba para cuando el invierno se afianzó aguerridamente para no verse vencido por una primavera que reclamaría el lugar muy pronto. Y en ventiscas parecía retar a la primavera a acercarse, como diciéndole yo soy más que tú. O al menos así lo sentía yo.
No había decidido abandonar Dinamarca todavía, patéticamente me complacía atormentarme con la tempestad helada, era como castigarme por lo ocurrido en España. En una de las densas montañas de difícil acceso, me hice de una cueva a la que llamé hogar, un refugio hueco y en extremo frío si no prendía fuego, lo que por supuesto nunca dejé de hacer. Otra de mi tortura era eso, sobrevivir a ese invierno. Soportar las enfermedades y salir adelante y triunfante.
Para cuando la primavera llegó, era un saco de huesos, mi apariencia daba lastima e inclusive casi perdía la razón, había sido más largo de lo que esperaba y cada que se acercaba la primavera los animales no aparecían con frecuencia, ese fue el motivo a que luciera así en aquella primavera. Con las uñas largas y oloroso baje a un poblado a rogar por comida... a rogar....
No había decidido abandonar Dinamarca todavía, patéticamente me complacía atormentarme con la tempestad helada, era como castigarme por lo ocurrido en España. En una de las densas montañas de difícil acceso, me hice de una cueva a la que llamé hogar, un refugio hueco y en extremo frío si no prendía fuego, lo que por supuesto nunca dejé de hacer. Otra de mi tortura era eso, sobrevivir a ese invierno. Soportar las enfermedades y salir adelante y triunfante.
Para cuando la primavera llegó, era un saco de huesos, mi apariencia daba lastima e inclusive casi perdía la razón, había sido más largo de lo que esperaba y cada que se acercaba la primavera los animales no aparecían con frecuencia, ese fue el motivo a que luciera así en aquella primavera. Con las uñas largas y oloroso baje a un poblado a rogar por comida... a rogar....
Todo había pasado tan rápido que Derek a penas tuvo tiempo para asimilarlo. Ivette había aceptado su proposición e inclusive lo adentró en una odisea para llegar a su carreta. Pero, lo que él repasaba con más detalle era la sensación de haber sentido las manos femeninas sobre su cabello en un gesto familiar, cálido, amoroso, saber que ella había perdido a sus padres no hizo más que activar su reminencia para vivir con sus propios ojos el dolor de Ivette; por supuesto, no lo había hecho a propósito mas él ya se sentía un ultrajador por haber violado sus memorias.Entonces vinieron esas palabras que pudieron más que la sensación de tener a Ivette encima suyo, lo que a muchos hombres excitaría y despertaría fantasías así como deseos por la hermosa pelirroja, la gitana domadora de bestias.
—Entiendo perfectamente por qué los celos, si de mi hermana te tratases haría lo mismo. Mas agradezco que no lo seas pues no podría sentirme enamorado y tan cautivado como lo estoy ahora por ti. Me aflige saber que has sufrido y no te disculpes por nada de lo que hagas o dejes de hacer... no me molesta en la más mínimo— dijo disfrutando de la caricia femenina, luego, él sintió deseos de tocarla como ella lo hacía o al menos ver la sonrisa que estaba seguro ella sostenía, pero la oscuridad no favorecía en lo más mínimo la situación por lo que tuvo que abstenercer. —Querida Ivette, como lo has dicho no somos criaturas perversas. Alguna vez fui un popular mago en el show de mi padre, un brujo muy poderoso. Cuando mi personalidad acaparó todos los espectáculos quedé encargado del show y mi padre se dedicó a cumplir sus caprichos y viajó a España con toda mi familia. Fue allí donde un traidor delató a mi familia a la Inquisición y los asesinaron, a todos y cada uno de ellos... mi madre que nunca supo la naturaleza de mi padre e inclusive dos de mis hermanas que no poseían el poder fueron condenadas y no sólo eso, se atrevieron a colgar las cabezas en Países Bajos y poco después penetraron el único reino libre de la inquisición en una cacería contra brujos como las que no habían en antaño. Es por eso que viajo solo, porque no tengo a nadie, nadie que me espere, nadie que me dé calor o que me diga "te quiero". Al menos, no hasta ahora...— sin siquiera reparar en ello Derek habló con voz clara y sin llanto.
La mano de Derek buscó la de ella y la enlazó formando una sola, después se reincorporó, los cuerpos se volvieron a rozar peligrosamente, la otra mano del brujo se topó con la falda de Ivette y habilidosamente se escapó de ésta para subir por la espalda y descansar en la nuca oculta en ese radiante cabello rojo. —Es la primera vez que hablo de lo que sucedió a mi familia sin llanto. No soy un experto en el amor ni mucho menos he tenido relaciones y a pesar de nunca haber estado enamorado te puedo decir... Te amo, gracias por brindarme estos momentos, gracias por decirle sí a un extraño y regalarle un poco de tu amor... y ahora disculpame a mi si soy muy atrevido— le habló a la boca sin siquiera saberlo y accidentalmente se besaron, Derek dejó de tocarla, alejó sus manos de ella apenado pero no dijo nada, se sintió dichoso de sentir los labios de ella en los suyos y sonrió.
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¿Qué hacia? Su cuerpo se movía solo, no podía evitar en personar en lo guapo que se veía, en su cercanía, en el calor que proporcionaba el cuerpo del contrario. Tenía la mala costumbre de disculparse por todo, pues no sabía lo que estaría haciendo bien o no, bajo la mirada, estaba a punto de volver a pedir perdón, pero se detuvo en buen tiempo, antes de que saliera de sus pequeños labios. Se levanto con facilidad, gracias al apoyo que le daba, pero estaba segura que ella estaba esforzándolo mucho, se aferro a su mano, sosteniéndolas entre sus dos manitas, para que sintiera que ya no estaba completamente solo.
-Fueras las cosas malas, deja que solamente las buenas vibras lleguen desde hoy a tu vida- receto con rapidez, llegando a un punto, en donde parecía mas un pequeño conjuro, pero los dos sabían que ella no tenía el poder suficiente como para hacer tal falacia. Sonrió suavemente, su cuerpo se sintió tan a gusto, que no pudo evitar entrecerrar sus ojos, el cuerpo del otro le daba el calor que muchas veces prefirió no tener.
Ahora él se disculpaba, los dos estaban tan cerca, que no pudo distinguir bien la parte del rostro que se acercaba a él, apenas sintió sus labios rozando con los de él, sintió como una punzada en su abdomen llegaba y se iba rápidamente, como buen caballero se había alejado, no había mucho espacio, aun quedaban cerca. Le habían robado su primer beso, no lo podría creer aun. –Encenderé la lámpara de aceite…- tartamudeo en un susurro mientras buscaba tanteando la lámpara, que estaba en donde siempre. De forma ágil la encendió y el lugar tuvo un destello de luz, que acaricio las figuras de cada uno, dándole claridad a sus cuerpos. Ivette tenía su rostro con el color de un tomate, sus orejas estaban rojas y calientes, bueno debía entender, que después de todo se trataba de una joven, sin mucha experiencia, atrapada en una burbuja, de la que había querido salir, pero simplemente no la dejaban.
-Fueras las cosas malas, deja que solamente las buenas vibras lleguen desde hoy a tu vida- receto con rapidez, llegando a un punto, en donde parecía mas un pequeño conjuro, pero los dos sabían que ella no tenía el poder suficiente como para hacer tal falacia. Sonrió suavemente, su cuerpo se sintió tan a gusto, que no pudo evitar entrecerrar sus ojos, el cuerpo del otro le daba el calor que muchas veces prefirió no tener.
Ahora él se disculpaba, los dos estaban tan cerca, que no pudo distinguir bien la parte del rostro que se acercaba a él, apenas sintió sus labios rozando con los de él, sintió como una punzada en su abdomen llegaba y se iba rápidamente, como buen caballero se había alejado, no había mucho espacio, aun quedaban cerca. Le habían robado su primer beso, no lo podría creer aun. –Encenderé la lámpara de aceite…- tartamudeo en un susurro mientras buscaba tanteando la lámpara, que estaba en donde siempre. De forma ágil la encendió y el lugar tuvo un destello de luz, que acaricio las figuras de cada uno, dándole claridad a sus cuerpos. Ivette tenía su rostro con el color de un tomate, sus orejas estaban rojas y calientes, bueno debía entender, que después de todo se trataba de una joven, sin mucha experiencia, atrapada en una burbuja, de la que había querido salir, pero simplemente no la dejaban.
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La luz ligeramente lo deslumbró, era como si no la hubiera visto en años. Aún mantenía su sonrisa ante el semblante avergonzado de Ivette. —Discúlpame no quise avergonzarte, pero permíteme que sea aún más atrevido y decirte que no me arrepiento aunque consideró que la ocasión debió haber sido más especial— dijo con un tono seguro y acortó la distancia. Acarició ese cabello rojo como el fuego y después, con languidez las mejillas, luego, Derek volvió a apartarse pues no quería alejarla, temió que realmente se sintiera ofendida y lo rechazara, que lo despreciara por atreverse a tocarla. El brujo suspiró y desvió la mirada pese a desear contemplarla y su semblante se entristeció, meditó entonces en las palabras que le había dicho... –¿realmente la amo en tan breve tiempo?– caviló y no quiso que este momento terminara, entonces se la imaginó como su esposa, él llevando la vida de un Gitano y siendo dueños de un espectáculo en París y en ese momento pensó –¿esto que veo es una premonición o tan sólo una fantasía generada por mis deseos de estar con ella– no estaba seguro, quería creer que si era una premonición pero muy en el fondo de su razonamiento sabía que no lo era y eso inconscientemente lo entristecía.
Derek sintió una presión en su pecho casi soportable y sin embargo no llevó sus manos al pecho como lo hubiera querido, una revolución de sensaciones comenzó a poseerlo y no supo que hacer o decir. Derek no estaba seguro de querer acostarse con ella, de desnudar el cuerpo que se creía frágil y reclamarlo como suyo, apoderarse de esa segura virginidad o tan sólo dormir junto a ella, quizás abrazados pero por primera vez en dos años sentir el calor de una mujer abrazándolo mientras duerme. El brujo volvió acercarse a ella pero esta vez se sentó a un costado, —Ivette... ¿qué viste en mí que te dio la confianza de brindarme tiempo y cobijo?, yo me apresuro a pensar que me proporcionas cariño cuando quizás es un derroche de bondad... Ivette, me gustaría que me enseñaras a amar en estos tiempos nebulosos, en tiempos en los que sólo he sufrido, enséñame con palabras, enséñame con la calidez de tus sentimientos, con tu bondad, con tu amabilidad, enséñame abriendo tu corazón a mí, quiero escucharte, confía en mí y descansa el dolor que ocultas, deposítalo en mí para que él día en el que me vaya me lo lleve—.
Él sabía que su petición era arriesgada, bien podía ofenderla y tendría que irse, sin embargo, también podría mostrarle sus poderes de premonición o quizás crearle una ilusión, después de todo no siempre recordar cosas tristes era lo adecuado para las intenciones de Derek, olvidarse del mundo, engañarse de que el amor de Ivette era para él hoy y siempre.
Derek sintió una presión en su pecho casi soportable y sin embargo no llevó sus manos al pecho como lo hubiera querido, una revolución de sensaciones comenzó a poseerlo y no supo que hacer o decir. Derek no estaba seguro de querer acostarse con ella, de desnudar el cuerpo que se creía frágil y reclamarlo como suyo, apoderarse de esa segura virginidad o tan sólo dormir junto a ella, quizás abrazados pero por primera vez en dos años sentir el calor de una mujer abrazándolo mientras duerme. El brujo volvió acercarse a ella pero esta vez se sentó a un costado, —Ivette... ¿qué viste en mí que te dio la confianza de brindarme tiempo y cobijo?, yo me apresuro a pensar que me proporcionas cariño cuando quizás es un derroche de bondad... Ivette, me gustaría que me enseñaras a amar en estos tiempos nebulosos, en tiempos en los que sólo he sufrido, enséñame con palabras, enséñame con la calidez de tus sentimientos, con tu bondad, con tu amabilidad, enséñame abriendo tu corazón a mí, quiero escucharte, confía en mí y descansa el dolor que ocultas, deposítalo en mí para que él día en el que me vaya me lo lleve—.
Él sabía que su petición era arriesgada, bien podía ofenderla y tendría que irse, sin embargo, también podría mostrarle sus poderes de premonición o quizás crearle una ilusión, después de todo no siempre recordar cosas tristes era lo adecuado para las intenciones de Derek, olvidarse del mundo, engañarse de que el amor de Ivette era para él hoy y siempre.
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Era ella una joven que no sabía nada de la vida, no comprendía la forma de reaccionar ante aquella situación. Su cuerpo parecía reaccionar por mero instinto, su corazón latiendo tan rápido, que provocaba en ella una extraña sensación, que hacía que su color subiera rápidamente. No quería que se disculpara, se sentía como una idiota al frente de el, siendo tan inocente en esas cosas. Sentía que su rostro estaba rojo, como un tomate, jadeo un poco, los nervios la estaban matando. ¿Cómo reaccionar? Se preguntaba, aunque había escuchado a las mujeres más atrevidas hablar de su momento, siempre había concluido que en ocasiones no todas nacían para atraer a los hombres. Ella pensaba que era una de esas rezagadas, pero era al final una mujer, aunque quisieran hacerla ver como una niña.
No quería verse como alguien falsa, que busca ser experimentada cuando en realidad no lo era, pues cuando engañabas en algo tan puro, seria para ser maldita por toda aquella vida. Lo vio a su lado y no se movió, apenas una sonrisa de su tímido rostro se asomo. Escucho su incógnita, ahora comenzaba a sentirse más segura de donde estaba, poco a poco se relajaba y se dejaba llevar por los bonitos sentimientos que él le trasmitía—Soy alguien sensible y puedo percibir la buena voluntad en usted, como lo hago es un secreto — dijo con cierta confidencialidad, pero solamente bromeaba, era algo instintivo, natural que le sabia sin pensarlo. Lo sujeto de los hombros. Como queriendo detenerlo, antes que este mismo tomara sus propias conclusiones. Realizo mucha presión, para al final girar y sentarse en sus piernas, siendo algo atrevida, recordando que las gitanas no debían tener ni una pizca de pudor.
— No sé qué hacer… como actuar ante la persona que estoy llegando amar — se sincero, mientras sus manos se aferraban a su cuello y podía percibir el aroma y el fresco aliento del caballero que tenia peligrosamente cerca — Me siento tan insegura de mi misma, de no poder lo que buscaba, de no hacerlo completamente feliz. — no podría mas. Nunca había sentido afecto o nunca había querido percibir el afecto más allá del cariño de sus compañeros. Derek en ese momento era como un adonis para la jovencita inexperta, su belleza se encontraba en lo diferente que era para ella. También estaba perturbada por lo infantil que era al sentirse embobada por un hombre que había conocido hace tan poco y ponía de escusas a sus intuiciones.
— ¿Me llevarías a ver el mundo? — Pregunto cómo niña esperanzada de ver lo que las historias le contaba — enséñame todo lo bueno de este mundo — susurro sintiendo como su cuerpo era atraído por el calor que su cuerpo masculino y nuevo para ella. Sus manos se relajaron, aun estaban entrelazadas en su cuello, pero con ellas se acercaba a su rostro, para probar los labios de Adán. ¿Qué le traería aquella pequeña probada de lo prohibido? Tal la vez conciencia que muchos deseaban.
No quería verse como alguien falsa, que busca ser experimentada cuando en realidad no lo era, pues cuando engañabas en algo tan puro, seria para ser maldita por toda aquella vida. Lo vio a su lado y no se movió, apenas una sonrisa de su tímido rostro se asomo. Escucho su incógnita, ahora comenzaba a sentirse más segura de donde estaba, poco a poco se relajaba y se dejaba llevar por los bonitos sentimientos que él le trasmitía—Soy alguien sensible y puedo percibir la buena voluntad en usted, como lo hago es un secreto — dijo con cierta confidencialidad, pero solamente bromeaba, era algo instintivo, natural que le sabia sin pensarlo. Lo sujeto de los hombros. Como queriendo detenerlo, antes que este mismo tomara sus propias conclusiones. Realizo mucha presión, para al final girar y sentarse en sus piernas, siendo algo atrevida, recordando que las gitanas no debían tener ni una pizca de pudor.
— No sé qué hacer… como actuar ante la persona que estoy llegando amar — se sincero, mientras sus manos se aferraban a su cuello y podía percibir el aroma y el fresco aliento del caballero que tenia peligrosamente cerca — Me siento tan insegura de mi misma, de no poder lo que buscaba, de no hacerlo completamente feliz. — no podría mas. Nunca había sentido afecto o nunca había querido percibir el afecto más allá del cariño de sus compañeros. Derek en ese momento era como un adonis para la jovencita inexperta, su belleza se encontraba en lo diferente que era para ella. También estaba perturbada por lo infantil que era al sentirse embobada por un hombre que había conocido hace tan poco y ponía de escusas a sus intuiciones.
— ¿Me llevarías a ver el mundo? — Pregunto cómo niña esperanzada de ver lo que las historias le contaba — enséñame todo lo bueno de este mundo — susurro sintiendo como su cuerpo era atraído por el calor que su cuerpo masculino y nuevo para ella. Sus manos se relajaron, aun estaban entrelazadas en su cuello, pero con ellas se acercaba a su rostro, para probar los labios de Adán. ¿Qué le traería aquella pequeña probada de lo prohibido? Tal la vez conciencia que muchos deseaban.
Derek Van Wijs e Ivette Le Brun x Finales del siglo XVIII x Norte de Italia x Primavera x Flashback
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Derek quería llorar a las palabras que Ivette le decía, quería verse con ella en un futuro, como su mujer. Era verdad que tan sólo era una niña que empezaba a pisar la juventud, como una rosa que está a punto de abrir sus pétalo en la cercana primavera. Así era Ivette para Derek, así era esa joven que lo había enamorado. —No debe de sentirse insegura pues ya me estás haciendo feliz y le aseguró que lo haría si me permitiera entrar por siempre en su vida, así yo podría cuidarte por siempre, amarte y hacerte feliz— dijo conteniéndose ya que deseaba tocar las mejillas encendidas de su amada.
Ivette continuó hablando y escuchándola entusiasmada él se sintió dichoso, por supuesto que lo haría, estaba seguro que por ella haría lo que fuera, se volvería gitano si eso fuera posible, se uniría a ella de la forma en la que fuera más conveniente, claro que no sexualmente hablando aunque lo deseara, Derek la deseaba para siempre y no para una noche, no había estado con muchas mujeres pero nadie podía acercarse a lo que Ivette estaba provocando en Derek, él estaba seguro de querer estar con ella por siempre. —Por supuesto que te llevaría a ver el mundo, no sólo a los lugares que fui sino también a lo desconocido, explorar el mundo a tu lado es lo que más me encantaría hacer... te enseñaré Ivette porque te lo debo, porque haz correspondido a mi con pureza y sinceridad, por que te amo y no quiero irme de tu lado— dijo y ella se sentó sobre de él cruzando sus manos entorno a su cuello.
La hombría de Derek se estimuló pero logró que no se expresara, no quería alejar a Ivette que comenzaba a explorar por cuenta propia, sabía que era la primera vez de ella estando con un hombre y sentir la excitación de Derek la sorprendería y la haría reaccionar de una forma que él no podría intuir del todo. Sin embargo, el beso de ella provocó una revolución en él; llevó sus brazos a la espalda de ella y la acarició recorriendo sus manos desde la espalda baja hasta la nuca oculta en su larga melena roja. No pudo más e intensificó el beso, no deseaba que el momento terminara pero no estaba seguro de como debía continuar, no sabía si sería adecuado besar el delgado cuello y desnudarla con caricias y besos para por último poseer el cuerpo joven y bello, Derek perdía su cosciencia, quizás el beso significaba otra cosa mas era tarde para su razón.
Pese a todo lo que sentía, Derek liberó los labios y llevó sus manos a las mejillas de ella, sujetó la cabeza femenina y la miro a los ojos. No podía continuar, eso era ofenderla, el largo aislamiento no lo hacía pensar con claridad, ya había olvidado lo que era amar el cuerpo de una mujer, no lo recordaba era como si fuera su primera vez, suspiró y la volvió a besar, después aprisiónó el labio inferior de ella dentro de la boca de él, lo liberó y en pequeños besos descendió a la barbilla de Ivette y luego un par de besos en el cuello, pero no más, se detuvo y volvió a verla a los ojos. —Ivette eres una mujer hermosa y no lo puedo negar deseo mostrarte mi amor, quiero hacerte mi mujer, unirme a ti y enseñarte el placer del cuerpo, mostrarte como crece el fuego de nuestros cuerpos y como se disipa al final cuando nos hemos amado... pero no quiero ofenderte, se que no has estado con ningún hombre pero también creo en tus palabras y sé que me amas como yo a ti, sin embargo, prefiero vivir a tu lado por siempre que hacerte mi mujer esta noche— Derek la volvió a besar porque le parecía imposible no hacerlo, los labios de Ivette eran como un imán del que no podía resistirse y sin controlarlo su hombría se manifestó, Derek respiró con fuerza para perder la erección pero fue inútil, sus mejillas se encendiaron y la temperatura de su piel aumentó, era peligroso que Ivette siguiera sobre de él, lo era si ella decidía reservarse. —Ivette, ¿te entregarías a mi?, ¿aceptarías que nos fundieramos, que nos volvamos un sólo ser, que amé tu cuerpo?— dijo casi implorando pues perdía el juicio, quería besarla, la deseaba, lo añoraba.
Ivette continuó hablando y escuchándola entusiasmada él se sintió dichoso, por supuesto que lo haría, estaba seguro que por ella haría lo que fuera, se volvería gitano si eso fuera posible, se uniría a ella de la forma en la que fuera más conveniente, claro que no sexualmente hablando aunque lo deseara, Derek la deseaba para siempre y no para una noche, no había estado con muchas mujeres pero nadie podía acercarse a lo que Ivette estaba provocando en Derek, él estaba seguro de querer estar con ella por siempre. —Por supuesto que te llevaría a ver el mundo, no sólo a los lugares que fui sino también a lo desconocido, explorar el mundo a tu lado es lo que más me encantaría hacer... te enseñaré Ivette porque te lo debo, porque haz correspondido a mi con pureza y sinceridad, por que te amo y no quiero irme de tu lado— dijo y ella se sentó sobre de él cruzando sus manos entorno a su cuello.
La hombría de Derek se estimuló pero logró que no se expresara, no quería alejar a Ivette que comenzaba a explorar por cuenta propia, sabía que era la primera vez de ella estando con un hombre y sentir la excitación de Derek la sorprendería y la haría reaccionar de una forma que él no podría intuir del todo. Sin embargo, el beso de ella provocó una revolución en él; llevó sus brazos a la espalda de ella y la acarició recorriendo sus manos desde la espalda baja hasta la nuca oculta en su larga melena roja. No pudo más e intensificó el beso, no deseaba que el momento terminara pero no estaba seguro de como debía continuar, no sabía si sería adecuado besar el delgado cuello y desnudarla con caricias y besos para por último poseer el cuerpo joven y bello, Derek perdía su cosciencia, quizás el beso significaba otra cosa mas era tarde para su razón.
Pese a todo lo que sentía, Derek liberó los labios y llevó sus manos a las mejillas de ella, sujetó la cabeza femenina y la miro a los ojos. No podía continuar, eso era ofenderla, el largo aislamiento no lo hacía pensar con claridad, ya había olvidado lo que era amar el cuerpo de una mujer, no lo recordaba era como si fuera su primera vez, suspiró y la volvió a besar, después aprisiónó el labio inferior de ella dentro de la boca de él, lo liberó y en pequeños besos descendió a la barbilla de Ivette y luego un par de besos en el cuello, pero no más, se detuvo y volvió a verla a los ojos. —Ivette eres una mujer hermosa y no lo puedo negar deseo mostrarte mi amor, quiero hacerte mi mujer, unirme a ti y enseñarte el placer del cuerpo, mostrarte como crece el fuego de nuestros cuerpos y como se disipa al final cuando nos hemos amado... pero no quiero ofenderte, se que no has estado con ningún hombre pero también creo en tus palabras y sé que me amas como yo a ti, sin embargo, prefiero vivir a tu lado por siempre que hacerte mi mujer esta noche— Derek la volvió a besar porque le parecía imposible no hacerlo, los labios de Ivette eran como un imán del que no podía resistirse y sin controlarlo su hombría se manifestó, Derek respiró con fuerza para perder la erección pero fue inútil, sus mejillas se encendiaron y la temperatura de su piel aumentó, era peligroso que Ivette siguiera sobre de él, lo era si ella decidía reservarse. —Ivette, ¿te entregarías a mi?, ¿aceptarías que nos fundieramos, que nos volvamos un sólo ser, que amé tu cuerpo?— dijo casi implorando pues perdía el juicio, quería besarla, la deseaba, lo añoraba.
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Exploraba, eso era lo que hacía, no tenía intenciones de detenerse en esos momentos, si lo hubiera pensado, el hombre ya hubiera estado fuera de su carreta hace tiempo, algo dentro de ella le decía que estaba lista para entregarse a aquella experiencia que podría llegar a ser inolvidable. Tal vez se trataba solamente de su corazón, de su inmadurez y falta de cordura en esos momentos, aun así no le importaba, ya había llegado muy lejos como para retractarse. De todos modos iban a comenzar una nueva vida juntos ¿No? Debía acostumbrarse a estar cerca de él y cumplir todo los deberes que debía tener con su esposo, una buena gitana, estaría pendiente de todo lo que su hombre necesitara y cubriría todas sus necesidades con eficacia, eso le habían enseñado las ancianas, repitiéndoselo a cada rato que podrían, pero Ivette era un poco rebelde, aun así, tenía en cuenta muchas de las reglas que los gitanos tenia, pero no todas, si las siguiera toda, no estaría en tal situación con un hombre desconocido y menos gitano. Podía sentir sus manos recorriendo su espalda, aquello le daba escalofríos que llegaban a acumularse entre los muslos, comenzaba a parecerle incomodo, al no saber exactamente que provocaba tal reacción, aun así seguía en aquel acto. Podía sentir como sus lenguas comenzaban a reconocerse, de forma lenta, pero intensa
El era todo un caballero, tal vez eso era lo que le gustaba a Ivette, pues no buscaba acelerar las cosas, había “tiempo” para todo y ella lo sabía, tal vez se estaba apresurando, pero había algo dentro de ella, que le decía, que si no lo se atrevía en ese momento se arrepentiría toda su vida. El también estaba deseoso, lo podía sentir, puso su mano en el pecho y sintió como su corazón latía cada vez con más fuerza, entrecerró sus ojos, dejando que este le dejara un recorrido de pequeños besos en su mentón, que llevaba hasta su cuello, todo su cuerpo se estremecía, ante esas nuevas sensaciones provocadas por el varón. Comenzaba a sentirse frustrada de sentirse en el cielo, para volver a la realidad, pero a la vez lo sentía tierno, el verlo inseguro, tratando de protegerla de algo que los dos querían.
Se mordió los labios, sus mejillas estaban igual de rojas que sus cabellos, sintió nuevamente sus labios, sentía que ya todas las palabras estaban dichas y el que él quisiera esperarse, le daba la esperanza y el empuje que necesitaba para avanzar, así que se aferro mas a él, sin intenciones de separarse a estas alturas. ¿Acaso había estado tanto tiempo solo que no comprendía las respuestas corporales de una mujer? Le hizo callar poniendo uno de sus dedos en sus labios, rio nerviosamente, mientras se mordía levemente los labios. — Deje la modestia. ¿Acaso no ve que también estoy ansiosa de probar esta nueva experiencia?— sonrió, su miraba bajo por unos momentos, con cierta vergüenza, pero también mostraban entusiasmo. — No me siento asustada, pues se que estaremos juntos y por eso no me importa entregarme a ti — llevo sus manos la camisa holgada y colorida que tenia, la saco de su falda, en donde la había tenido recluida, sintió como algunos cabellos cayeron al frente, con su mano los llevo hacia atrás. Termino de desvestir su parte de arriba, se sintió avergonzada, al tener sus senos expuestos, llevo una mano para esconderse, aunque sabía que era algo estúpido
— ¿Me… Me podría guiar? — pregunto de forma inocente, pues no sabía qué hacer, sentía el sexo masculino estar rozando y volviéndose cada vez más notable en su pantalón, con cierta curiosidad, llevo sus manos hacia el broche para liberarlo de aquella cárcel, en que lo mantenían, para luego alzar la mirada y encontrarse con las mejillas rojas del hombre, sonrió levemente, trago un poco de saliva y se acerco nuevamente a los labios, mordiendo suavemente su labio inferior, en un tono suplicante, para que volviera a tocarla, pues sentir sus manos masculinas en su cuerpo, se sentía de maravilla.
El era todo un caballero, tal vez eso era lo que le gustaba a Ivette, pues no buscaba acelerar las cosas, había “tiempo” para todo y ella lo sabía, tal vez se estaba apresurando, pero había algo dentro de ella, que le decía, que si no lo se atrevía en ese momento se arrepentiría toda su vida. El también estaba deseoso, lo podía sentir, puso su mano en el pecho y sintió como su corazón latía cada vez con más fuerza, entrecerró sus ojos, dejando que este le dejara un recorrido de pequeños besos en su mentón, que llevaba hasta su cuello, todo su cuerpo se estremecía, ante esas nuevas sensaciones provocadas por el varón. Comenzaba a sentirse frustrada de sentirse en el cielo, para volver a la realidad, pero a la vez lo sentía tierno, el verlo inseguro, tratando de protegerla de algo que los dos querían.
Se mordió los labios, sus mejillas estaban igual de rojas que sus cabellos, sintió nuevamente sus labios, sentía que ya todas las palabras estaban dichas y el que él quisiera esperarse, le daba la esperanza y el empuje que necesitaba para avanzar, así que se aferro mas a él, sin intenciones de separarse a estas alturas. ¿Acaso había estado tanto tiempo solo que no comprendía las respuestas corporales de una mujer? Le hizo callar poniendo uno de sus dedos en sus labios, rio nerviosamente, mientras se mordía levemente los labios. — Deje la modestia. ¿Acaso no ve que también estoy ansiosa de probar esta nueva experiencia?— sonrió, su miraba bajo por unos momentos, con cierta vergüenza, pero también mostraban entusiasmo. — No me siento asustada, pues se que estaremos juntos y por eso no me importa entregarme a ti — llevo sus manos la camisa holgada y colorida que tenia, la saco de su falda, en donde la había tenido recluida, sintió como algunos cabellos cayeron al frente, con su mano los llevo hacia atrás. Termino de desvestir su parte de arriba, se sintió avergonzada, al tener sus senos expuestos, llevo una mano para esconderse, aunque sabía que era algo estúpido
— ¿Me… Me podría guiar? — pregunto de forma inocente, pues no sabía qué hacer, sentía el sexo masculino estar rozando y volviéndose cada vez más notable en su pantalón, con cierta curiosidad, llevo sus manos hacia el broche para liberarlo de aquella cárcel, en que lo mantenían, para luego alzar la mirada y encontrarse con las mejillas rojas del hombre, sonrió levemente, trago un poco de saliva y se acerco nuevamente a los labios, mordiendo suavemente su labio inferior, en un tono suplicante, para que volviera a tocarla, pues sentir sus manos masculinas en su cuerpo, se sentía de maravilla.
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El camino de un hombre infeliz
☁ Parte III ☁
Era difícil conseguir comida así que hice algo que había decidido jamás hacer... crear magia. A pesar de mi aspecto deplorable hasta para mí mismo, comencé a ser algo popular y sin darme cuenta comencé a disfrutar aquellas ilusiones, ver reír a los niños me alimentó´mucho mejor que la comida, pronto, recuperé mi peso pero también con éste mis pensamientos claros. Pude meditar con detenimiento y cuando reparé en el hecho de que estaba rompiendo a mi promesa por un bocado supe que era tiempo de irme. Tenía que trabajar como lo haría un hombre común, como un leñador, un asistente de panadero o de un herrero, cualquiera menos un mago, fue así que sabiendo que ya no podía trabajar cuando me pedían hacer trucos, hice mi última función por ropa y suficiente comida para un viaje de al menos tres días.
Viajé al Sacro Imperio Romano manteniendo el norte y llegué a una comunidad bárbara que me aceptó de buena manera, me volví un leñador y aunque me costó demasiado trabajo volverme útil y habilidoso no claudique en ningún momento. Aprendí la lengua bárbara y cuando me sentía seguro y satisfecho una invasión del sur hizo que abandonara el lugar y viajara esta vez sin un destino.
Mi camino me llevó al sur, al Reino de Hungría.
Viajé al Sacro Imperio Romano manteniendo el norte y llegué a una comunidad bárbara que me aceptó de buena manera, me volví un leñador y aunque me costó demasiado trabajo volverme útil y habilidoso no claudique en ningún momento. Aprendí la lengua bárbara y cuando me sentía seguro y satisfecho una invasión del sur hizo que abandonara el lugar y viajara esta vez sin un destino.
Mi camino me llevó al sur, al Reino de Hungría.
Derek tragó saliva al ver los pechos generosos de Ivette y sus mejillas se ruborizaron a penas artificialmente, verla así era más contundente que escuchar sus palabras que le daban luz verde, se sintió nervioso y si estuviera de pie sus piernas le hubieran fallado por lo que se sintió bien de estar sentado aunque la excitación recluida comenzaba a lastimarle. Escucharla decir que la guiara fue el detonante para que su hombría no pudiera más y se manifestara casi al máximo. Ella como deduciendo la tortura de su excitación desabrochó su pantalón y liberó sin tocarlo su hombría. Derek soltó un ligero suspiro de alivió y dejó que los dientes de la mujer que comenzaba a amar con todo su ser se apoderaran de sus labios, pues ya le pertenecían y ella debía ya de saberlo.
Contempló unos momentos los senos de la gitana y con una mano tomó uno de ellos, lo masajeó lentamente, estrujándolo con ternura y sin prisa, lo acarició con amor y lo recorrió por completo asegurándose que todos sus dedos exploraran por completo la exhuberante figura redonda de esos senos vírgenes, niveos y suaves, de pezones duros y rosados que parecían decirle que lo necessitaban. Derek vio el rostro de Ivette que no lo rechazaba, que lo deseaba. Pronto, el rostro incendiado de ella se fue acostumbrando a él y el rubor disminuyó.
Sus labios necesitaron los de Ivette y sin perder tiempo fue a ellos, su mano abandonó el seno y bajando a la cintura regresó a acariciar la espalda que ya estaba desnuda. Las yemas seducieron cada poro que se habían expandido y excitado. El beso de Derek se prolongó en la boca de Ivette pero no lo apresuró, él quería amarla el mayor tiempo posible, no quería perderse en una lujuria y convertir su momento en sexo frío, no, Derek la quería amar mas no poseer el cuerpo, quería unirse a ella, demostrarle que su pasión era equiparable a sus palabras, quería subir con ella a las nubes del extasis, convertir la noche la mejor de toda la vida, no solamente para él, sino también para ella, quería asegurarse que ella lo disfrutaría y lo recordara por siempre, porque Derek no lo olvidaría jamás así el destino los separara, Derek la amaría por siempre. Pero él no pensaba en un destino malvado que planeara separarlos, no, él quería estar con ella por siempre y lucharía por ello.
La lengua de él tocó los dientes inmaculados de su amada y se introdujo a la boca de ella, ambas extremidades se acariciaron, los ojos de él se cerraron y una lágrima se liberó de la prisión de los párpados y se infiltró celosamente en el beso, Derek sonrió en los labios de ella, —soy tan dichoso junto a ti, te amo tanto... quiero que seas mi mujer, que seas mi esposa— dijo después de abrir los ojos y separarse ligeramente de los labios de ella. Sus ojos se encontraron, la sintió anonadada, las manos de él la tomaron de las caderas, luego, él se sacó el anillo de la familia Van Wijs y tomando su mano derecha colocó el anillo en el dedo anular. —Ivette Le Brun, casate conmigo— pidió y luego besó la mano con mucho afecto, para él no bastaba decirle que estaría por siempre con ella, el matrimonio era para Derek más que sagrado, ignoraba si los gitanos se casaban, pero estaba seguro no solamente de que amaba a Ivette, sino que la quería como esposa.
Derek Van Wijs- Hechicero Clase Alta
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j a y b i r d ©
Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos...
El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen
El estar allí, junto con el calor que un cuerpo masculino producía, podría aturdirla un poco, pero cada fibra de su cuerpo deseaba que todo eso siguiera el rumbo que había tomado, no importaba las consecuencias, no pensaba en ellas en ese momento, se perdía completamente entre las caricias dadas por el hombre, quien parecía ser tan gentil con ella, que solamente hacía que se sintiera en más confianza y mucho mas amada de lo que hubiera podido sentir los anteriores años. Sus besos eran como algo que fácilmente se llegaba a ser muy adictivo para ella, la ansiedad provocaba que sus caderas se movieran, al ritmo de la pasión que llevaban sus cuerpos.
Ella no podría entender del todo, lo que habría pasado el mago, en los tiempos de oscuridad, pero no le importaba ir a buscar las respuestas de un pasado, que ya estaba en su pasado, ella sería su presente y futuro, su luz que rompería en esos tiempos de oscuridad que habían caído en su vida, pero ella rompería con todo aquello y serian felices los dos. Abrió los ojos en par en par, cuando noto que en su mano brillaba de forma majestuosa el aniño que estaba en su dedo, calzaba a la perfección entre sus finos dedos, dedicados a la cría de animales y su adiestramiento.
Entonces recordó, que podría no ser tan fácil, como se lo estaba planeando, trago un poco de saliva, mientras buscaba aferrarse aun más a él, como si temiera que se escapara antes de tiempo, sus manos recorrieron su pecho, hasta bajar a su cintura y apoderarse de la camina del hombre y así ayudarlo a quitársela, pues estaba deseosa de sentir su piel contra la de ella — si eso quiere… — susurro teniendo en su poder la camisa hombre en sus manos, para apartarla hacia un lado, sin mucho cuidado, su cuerpo se apego al de él, mientras sus frentes se unían suavemente — Nos tenemos que ir lo antes posible de este lugar— advirtió para luego dejar que sus labios nuevamente se fundieran, entrecerrando los ojos para dejar que todo se olvidara y sus cuerpos hablaran, las preocupaciones de la vida real llegarían después.
Se puso en cuclillas para terminar de liberar su cuerpo de la holgada y sencilla falta que traía en la parte inferior, dejando que esta se deslizara, hasta dejar su cuerpo pálido y virgen a merced de Derek a quien apostaba que era alguien experimentado, pero que no llegaba a darle importancia, se mordió su labio suavemente, para retirarse de el un poco y acomodar, aquel pequeño lecho en que ella descansaba y que en ese momento seria testigo de su primera vez. Se aferro a su cuello, para guiarlo, llevarlo con él, mientras ella dócilmente se quedaba debajo de su cuerpo, con las mejillas llenas de vergüenza y su corazón lleno de alegría, por tener aquel anillo en su poder. Su mente no pensaba en el mañana, pues no le preocupaba, estaba segura, que despertaría a su lado, como en los años venideros.
Ella no podría entender del todo, lo que habría pasado el mago, en los tiempos de oscuridad, pero no le importaba ir a buscar las respuestas de un pasado, que ya estaba en su pasado, ella sería su presente y futuro, su luz que rompería en esos tiempos de oscuridad que habían caído en su vida, pero ella rompería con todo aquello y serian felices los dos. Abrió los ojos en par en par, cuando noto que en su mano brillaba de forma majestuosa el aniño que estaba en su dedo, calzaba a la perfección entre sus finos dedos, dedicados a la cría de animales y su adiestramiento.
Entonces recordó, que podría no ser tan fácil, como se lo estaba planeando, trago un poco de saliva, mientras buscaba aferrarse aun más a él, como si temiera que se escapara antes de tiempo, sus manos recorrieron su pecho, hasta bajar a su cintura y apoderarse de la camina del hombre y así ayudarlo a quitársela, pues estaba deseosa de sentir su piel contra la de ella — si eso quiere… — susurro teniendo en su poder la camisa hombre en sus manos, para apartarla hacia un lado, sin mucho cuidado, su cuerpo se apego al de él, mientras sus frentes se unían suavemente — Nos tenemos que ir lo antes posible de este lugar— advirtió para luego dejar que sus labios nuevamente se fundieran, entrecerrando los ojos para dejar que todo se olvidara y sus cuerpos hablaran, las preocupaciones de la vida real llegarían después.
Se puso en cuclillas para terminar de liberar su cuerpo de la holgada y sencilla falta que traía en la parte inferior, dejando que esta se deslizara, hasta dejar su cuerpo pálido y virgen a merced de Derek a quien apostaba que era alguien experimentado, pero que no llegaba a darle importancia, se mordió su labio suavemente, para retirarse de el un poco y acomodar, aquel pequeño lecho en que ella descansaba y que en ese momento seria testigo de su primera vez. Se aferro a su cuello, para guiarlo, llevarlo con él, mientras ella dócilmente se quedaba debajo de su cuerpo, con las mejillas llenas de vergüenza y su corazón lleno de alegría, por tener aquel anillo en su poder. Su mente no pensaba en el mañana, pues no le preocupaba, estaba segura, que despertaría a su lado, como en los años venideros.
Derek Van Wijs e Ivette Le Brun x Finales del siglo XVIII x Norte de Italia x Primavera x Flashback
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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El ardor corporal motivado por los deseos de amar en Ivette, era a penas igual al de Derek que aún estaba vestido. Guiado por Ivette se encontró sobre de ella sin dejar caer su peso, a sus cuatro extremidades y mirándola con amor, entonces la beso cándidamente mientras una de sus manos acariciaba su vientre y subía en un roce de las yemas hacía el cuello, pasando por los pechos firmes de rozados pezones sobre la piel blanca que comenzaba a adoptar un tono rosa. La mano no se detuvo y llegó finalmente al cuello, en ese momento la otra mano acarició el brazo más cercano, desde la muñeca hasta el hombro que masajeó en círculos prolongados que tocaban el trapecio, la espalda y en tiempos un solo seno. Abandonó los labios de su amada y las caricias y reincorporó medio cuerpo para comenzar a desabrochar su camisa, lo botones cedieron con facilidad mostrando su acuerdo de abandonar el pecho, el torso y el demás cuerpo superior que mantenía una visible devastación por los días sin comer y la vida sedentaria. Se sacó la camisa que le había acompañado en sus largos viajes y que había perfumado ese día que auguró iba a ser especial.
No dijo nada, el momento no se prestaba, no sí no quería arruinar el momento. El tiempo de las palabras había terminado, ahora era el inicio del romance corporal, algo que Derek no había hecho en los años que vivió en soledad, desesperación y tristeza. El cuerpo de Ivette, sus mejillas encendidas eran la luz del túnel que nunca creyó recorrer, en el que pensaba moriría irremediablemente. La veía así, como la esperanza, como un ángel que tomó la decisión de amarlo, de salvarlo y él no podía hacer menos que dejarse inundar por el sentimiento mutuo, ya nada importaba, nada más que su amada Ivette que lo esperaba, sus caricias, sus besos y lo que sería totalmente desconocido para ella, la unión de dos cuerpos por las zonas erógenas de ella y de él.
Derek llevó sus manos hacía atrás sin apartar sus ojos de los de ella y tomó sus tobillos con unas manos que a penas tenían un atisbo de una fuerza masculina que poseyó en la época en la que triunfó como mago en Amsterdam y los Países Bajos en general. Asegurando las extremidades las separó para que él pudiera hincarse frente a la cuna de la vida de Ivette, un vientre que Derek deseaba llevara más adelante su sangre, llevara el regalo de una unión de ambos. Luego, levantó las piernas de ellas flexionándolas para que la planta de los pies tocaran la cama y vista de lado se formara un triángulo teniendo las rodillas a la altura del pecho del brujo. Derek besó la rodilla derecha y en dos caricias subió ambos manos hasta las pantorrillas, continuó su viaje por toda la pierna con lentitud, con sus yemas ardientes que estremecían la piel encendida. —No tengas miedo— susurró antes de llevar sus dedos a la zona erógena, antes de que su dedo corazón derecho acariciara los labios vaginales y el izquierdo ejercía la tarea de encontrar su clítoris un detonante que humedeció la parte intima de Ivette.
Él tuvo deseos de bajar y besar lo que sus dedos disfrutaban, probar el elixir estimulante que su lengua nunca había probado y de pronto sintió un antojo por éste. Su hombría creció en su totalidad y escapó de su ropa interior, mostrándose a Ivette quien ya había desabrochado su pantalón; la cabeza de un tono rosa fuego brillaba motivado por el lubricante que liberó su excitación. Derek se estremeció y sin poder controlarlo su dedo corazón derecho penetró la vagina lo que generó una expresión en Ivette que Derek no pudo ver debido a que atendió el incidente, retiró el dedo y recordó la primera vez que tomó el cuerpo de una mujer, la primera penetración que no fue para ambos en el inicio un goce, y sin embargo decidieron terminar descubriendo el máximo placer al superar el dolor inicial y al terminar de recordar el evento esperaba que Ivette decidiera terminar y no abandonar el acto ante el dolor inicial.
Tragó saliva nervioso y fue a los labios de su amada, ésta por inercia abrió sus piernas para que el cuerpo de él libremente llegara a los labios y la besara, su hombría cayó sobre la zona erógena combinándose ambos líquidos lubricantes, se rozaron en caricias ambas intimidades haciendo que Derek disfrutara más el beso, deseaba que su excitación comenzara la penetración y pensando en esa idea introdujo su lengua dentro de la boca femenina que tocó la de ella, la acarició y como retándola la levantó para que entrara a la boca de él, cuando sucedió él la capturó con sus labios, la besó y nuevamente unió ambas lenguas, sus manos subieron por las caderas y acariciaron los senos con delicadeza, con ternura y posteriormente con una agitación entre más se movía la hombría sobre la vagina y las lenguas jugaban dentro de la boca de ella y luego en la de él. Pronto, sus manos se movieron nuevamente hasta rodear su espalda y abrazarla, abandonó los labios y reincorporándose hizo que ella también lo hiciera, la cargó y se sentó sobre la cama, dejó que Ivette cubriera su hombría con sus bien formadas nalgas y en horcajadas sus piernas abrazaran la cintura masculina, Derek inclinó a Ivette hacía atrás haciendo uso de toda su fuerza para que no cayera, su cabello rojo quedó suspendido y pudo ver en los ojos que amaba una confianza sobre él. El brujo se abalanzó con lentitud sobre un seno y luego sobre el otro, los besaba con sus labios y con su lengua, dejaba que su nariz respirara sobre ellos y se robara el perfume natural.
Derek entonces se quedó quieto, su cabeza descansaba entre ambos senos y antes de reincorporarse besó el torso delgado y fuerte. Reincorporó a Ivette a él y besó su barbilla, sus mejillas, las comisuras de sus labios y depositó un beso fugaz en la boca femenina, luego se separó ligeramente para poder hablarle. —Tu personalidad me ha enamorado, la forma en la que me miras, tu amabilidad, me siento dichoso de que correspondas mi sentir; amo tu cabello, tus ojos, tus piernas la blancura de tu piel; me encanta el perfume de tu cuerpo y tus expresiones en el amor. Y ahora que te tengo en mis brazos, que confirmo que no es un sueño tu presencia, que eres más que una esperanza llega el temor en mí de perderte. Mas estoy seguro que el temor es injustificado porque serás mi esposa, nos uniremos y dejaremos que el tiempo lo decida, es por eso que liberaré mi razonamiento para entregarme totalmente al amor del cuerpo, no sin antes volverte a decir... ¡Te amo!— la besó con deseos y luego espero a que respondiera, después besó el cuello, empujó ligeramente su cuerpo y su excitación se liberó de entre las piernas de ella golpeando el vientre de Ivette, humedeciéndolo con el lubricante de su hombría.
No dijo nada, el momento no se prestaba, no sí no quería arruinar el momento. El tiempo de las palabras había terminado, ahora era el inicio del romance corporal, algo que Derek no había hecho en los años que vivió en soledad, desesperación y tristeza. El cuerpo de Ivette, sus mejillas encendidas eran la luz del túnel que nunca creyó recorrer, en el que pensaba moriría irremediablemente. La veía así, como la esperanza, como un ángel que tomó la decisión de amarlo, de salvarlo y él no podía hacer menos que dejarse inundar por el sentimiento mutuo, ya nada importaba, nada más que su amada Ivette que lo esperaba, sus caricias, sus besos y lo que sería totalmente desconocido para ella, la unión de dos cuerpos por las zonas erógenas de ella y de él.
Derek llevó sus manos hacía atrás sin apartar sus ojos de los de ella y tomó sus tobillos con unas manos que a penas tenían un atisbo de una fuerza masculina que poseyó en la época en la que triunfó como mago en Amsterdam y los Países Bajos en general. Asegurando las extremidades las separó para que él pudiera hincarse frente a la cuna de la vida de Ivette, un vientre que Derek deseaba llevara más adelante su sangre, llevara el regalo de una unión de ambos. Luego, levantó las piernas de ellas flexionándolas para que la planta de los pies tocaran la cama y vista de lado se formara un triángulo teniendo las rodillas a la altura del pecho del brujo. Derek besó la rodilla derecha y en dos caricias subió ambos manos hasta las pantorrillas, continuó su viaje por toda la pierna con lentitud, con sus yemas ardientes que estremecían la piel encendida. —No tengas miedo— susurró antes de llevar sus dedos a la zona erógena, antes de que su dedo corazón derecho acariciara los labios vaginales y el izquierdo ejercía la tarea de encontrar su clítoris un detonante que humedeció la parte intima de Ivette.
Él tuvo deseos de bajar y besar lo que sus dedos disfrutaban, probar el elixir estimulante que su lengua nunca había probado y de pronto sintió un antojo por éste. Su hombría creció en su totalidad y escapó de su ropa interior, mostrándose a Ivette quien ya había desabrochado su pantalón; la cabeza de un tono rosa fuego brillaba motivado por el lubricante que liberó su excitación. Derek se estremeció y sin poder controlarlo su dedo corazón derecho penetró la vagina lo que generó una expresión en Ivette que Derek no pudo ver debido a que atendió el incidente, retiró el dedo y recordó la primera vez que tomó el cuerpo de una mujer, la primera penetración que no fue para ambos en el inicio un goce, y sin embargo decidieron terminar descubriendo el máximo placer al superar el dolor inicial y al terminar de recordar el evento esperaba que Ivette decidiera terminar y no abandonar el acto ante el dolor inicial.
Tragó saliva nervioso y fue a los labios de su amada, ésta por inercia abrió sus piernas para que el cuerpo de él libremente llegara a los labios y la besara, su hombría cayó sobre la zona erógena combinándose ambos líquidos lubricantes, se rozaron en caricias ambas intimidades haciendo que Derek disfrutara más el beso, deseaba que su excitación comenzara la penetración y pensando en esa idea introdujo su lengua dentro de la boca femenina que tocó la de ella, la acarició y como retándola la levantó para que entrara a la boca de él, cuando sucedió él la capturó con sus labios, la besó y nuevamente unió ambas lenguas, sus manos subieron por las caderas y acariciaron los senos con delicadeza, con ternura y posteriormente con una agitación entre más se movía la hombría sobre la vagina y las lenguas jugaban dentro de la boca de ella y luego en la de él. Pronto, sus manos se movieron nuevamente hasta rodear su espalda y abrazarla, abandonó los labios y reincorporándose hizo que ella también lo hiciera, la cargó y se sentó sobre la cama, dejó que Ivette cubriera su hombría con sus bien formadas nalgas y en horcajadas sus piernas abrazaran la cintura masculina, Derek inclinó a Ivette hacía atrás haciendo uso de toda su fuerza para que no cayera, su cabello rojo quedó suspendido y pudo ver en los ojos que amaba una confianza sobre él. El brujo se abalanzó con lentitud sobre un seno y luego sobre el otro, los besaba con sus labios y con su lengua, dejaba que su nariz respirara sobre ellos y se robara el perfume natural.
Derek entonces se quedó quieto, su cabeza descansaba entre ambos senos y antes de reincorporarse besó el torso delgado y fuerte. Reincorporó a Ivette a él y besó su barbilla, sus mejillas, las comisuras de sus labios y depositó un beso fugaz en la boca femenina, luego se separó ligeramente para poder hablarle. —Tu personalidad me ha enamorado, la forma en la que me miras, tu amabilidad, me siento dichoso de que correspondas mi sentir; amo tu cabello, tus ojos, tus piernas la blancura de tu piel; me encanta el perfume de tu cuerpo y tus expresiones en el amor. Y ahora que te tengo en mis brazos, que confirmo que no es un sueño tu presencia, que eres más que una esperanza llega el temor en mí de perderte. Mas estoy seguro que el temor es injustificado porque serás mi esposa, nos uniremos y dejaremos que el tiempo lo decida, es por eso que liberaré mi razonamiento para entregarme totalmente al amor del cuerpo, no sin antes volverte a decir... ¡Te amo!— la besó con deseos y luego espero a que respondiera, después besó el cuello, empujó ligeramente su cuerpo y su excitación se liberó de entre las piernas de ella golpeando el vientre de Ivette, humedeciéndolo con el lubricante de su hombría.
Derek Van Wijs- Hechicero Clase Alta
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j a y b i r d ©
Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos...
La primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
El comenzaba a quedar igual que ella, de vulnerable, sumamente natural, ya las vestiduras no importaban, estorbaba aquel pedazo de tela que cubría la carne divina del hombre. Al ver su cuerpo delgado, falta de nutrientes, de una buena alimentación y necesitado una cálida atención, que solamente un hogar -o al menos una persona con afecto hacia el- podría darle, necesitaba un lugar estable en donde descansar y recomponerse. Lo que vio, destruyó en pedazos cada parte de su corazón, lo miraba con cierta lastima, su tristeza crecía al detallar como los huesos se definían debajo de su piel, pero lo que veía, no la desanimaba, solamente lograba, que en ella hubiera más motivación. Ahora Derek, no debía preocuparse por la falta de atención y techo, Ivette le devolvería la vitalidad, que había perdido, por culpa de los meses vagando, en solitario. Su inocencia se corrompía a cada paso que se daba, le parecía atractivo, deseable, el cuerpo contrario, su cuerpo se movía a merced del placer, ya no había bien o mal, ni diferencias entre los dos, solamente dos almas que deseaban hacerse una y que lo lograrían, aun si eso significara el llanto de muchos, allá arriba.
Una niña crece y se hace adulta, con la idea de con comenzar su propio cuento de hadas, uno que no debe ser interrumpido por nada del mundo. ¿Acaso ese sería el comienzo de su dulce cuento de hadas? Nerviosa estaba, sus piernas parecían querer cerrarse, aunque ella supiera que debían estar abiertas, pero por simple inercia, volvían a contraerse, hasta que Derek, sujeto de sus tobillos, cada una de ellas, ayudándola a mantener la orden que estaba en su cabeza. Había escuchado muchas historias, no todos los finales eran felices, pocas de ellas, buscaban su pareja, muchas ya estaban arregladas, aun así, siempre se tenía esa esperanza de que alguien desconocido llegara y le robara el corazón, pero. ¿Hasta qué punto era bueno eso? En su mente parecía exaltante, romántico, perfecto, pero. ¡Qué ciega estaba! Sus ojos estaban cubierto por un velo, tan oscuro como una noche sin luna y a la vez -contradictoriamente- tan claro, como el agua. Nada parecía importarle, más que enseñarle a amar a aquel pobre diablo que robo su corazón, con promesas, promesas que ella prefirió creer, antes que desconfiar.
Negó suavemente, sus cabellos rojizos, se movieron, no tenía miedo, una pizca de nervios mezclada con agitación, invadían su cuerpo, como una tormenta helada, pero que no lograba apagar el fuego que había en ella. Su cuerpo formo un perfecto arco, al momento de que su cuerpo se estremeció por aquella nueva sensación — Ahg… — gimió, sin poder evitarlo, sus mejillas se encendieron avergonzadas y tomaron un color aun mas rojo, ya cuando pensaba que no podía ruborizarse más, todo cuando sus jadeos parecían ser improvisados, incontrolables y más sonoros de lo que ella había previsto. Sus caderas habían improvisado un movimiento de cadera, como si se tratara muy natural en ellas, totalmente necesario y muy placentero. Su cuerpo parecía saber qué hacer en ese momento, solamente debía dejarse llevar. Ella lo disfrutaba, eso le alegraba la vida, no era un hombre tosco, que buscaba solamente su placer y el de nadie más, el no, Derek buscaba que aquella primera experiencia fuera mágica para ella, perfecto cada segundo del recuerdo que se estaba formando en ese momento. Sus piernas estaban inquietas, sentía lo mojado y cálido de su cáliz. — ¿…? — quiso decirle que no, se sentía aun mas avergonzada, al sentir que el brujo avanzaba, comenzaba a sentir pánico, una sana e inocente turbación, el cual llego a su interior, destrozando, la ultima pizca de inocencia que había en ella, al sentir ese lugar prohibido profanando, pero lo único que hizo fue estremecerse, trato de evitarlo, empujando suavemente, con sus manos en los hombros desnudos, pero todo control se perdió al experimentar aquella nueva experiencia. Le encantaba.
Se sentía feliz, al poder provocar una buena reacción de él, era una vaga sensación de sentirse poderosa y necesitada, algo que la hacía tranquilizarse, un poco, aun así, sabía que vendría algo mucho más grande, avanzado, eso creaba en su interior una gran incertidumbre, quería probarlo todo, que nada se quedara sin experimentar, ella quería entregarse por completo, sin importar las consecuencias. Fue un gran detalle poder sentir los labios de Derek, cerca de los de ella, aquello la tranquilizo, sonrió ampliamente, mientras sentía que sus labios lograban capturan un poco de la humedad ajena, haciendo que estuvieran menos resecos. Se mordió el labio inferior, mientras el calor de su sexo, se mezclaba con la de él, amenazando, que en cualquier momento, terminarían fundidos para siempre. Sus piernas se abrieron, incitaban, a entrar, invitándole a perderse junto con ella.
Sus lenguas luchaban, mientras se aferraba a su cuello, sin separarse de sus labios, mostrando su aumento de deseo, de manera apasionada, olvidándose por fin de todo los prejuicios que podrían detenerla, se entregaba completamente ante él, dejándose llevar por sus caricias y besos, el lograba que se sintiera libre, no podía saber cómo lo hacía, pero le alegraba que lo lograra, se dejaba hacer, acomodando su cuerpo, con poco esfuerzo, no necesitaba mucha explicaciones, ya estaban unidos, no era necesario decir mucho, como para entender las necesidades de cada uno. Era algo mágico, poder ver lo que habían creado en tan poco tiempo. Se esforzaba por tener los ojos abiertos, detallando cada facción de él. Lo abrazo tiernamente, hasta una risilla traviesa se apodero de ella, se movió un poco para acomodarse bien. Sus mejillas no podían estar más rojas, de los que estaban en ese momento, sus senos, también mostraban un matiz rojizo, en aquella piel blanquecía. Sus ojos parpadearon varias veces, sin poder comprender bien las extrañas palabras, era la primera vez que la escuchaba, a decir verdad. Su garganta se había cerrado, parecía que iba a llorar, pero no lo hizo, solamente asintió, con sus ojos entrecerrados, en donde salían algunas lagrimas, muy escasas pero allí estaban — Te amo, Derek — respondió con tal pasión, que se le quebrantaba la voz — No te detengas, por favor… — suplico inocentemente. Sus caderas se movieron, dejando salir un leve gemido, estremeciéndose por completo.
Los gitanos comenzaban a moverse, los encargados de los animales, comenzaban a hacer su recorrido nocturno, vigilando que todo animal estuviera tranquilo y con lo necesario para terminar de pasar la noche, dentro de unas cuantas horas, el sol saldría de nuevo y estarían listos para preparar todo para movilizarse, por otras partes de Italia, hasta llegar a Francia, con final destino a parís, lo que no sabían, era que, la dulce niña a quien cuidaban celosamente, como a todas las demás, perdía su inocencia, bajo sus narices, pasaron por su tienda, dos de los hombres, que antes había estado con ella, miro la ventana, con cierta curiosidad, como si su instinto le indicara que algo estaba mal. Los oídos sensibles de la gitana, pudieron escuchar los pies de los dos robustos y mal afeitados hombres, quienes arrastraban sus pasos, con cierta pesadez, con nerviosismo, sus manos temblorosas, se posaron en sus labios y en los de el, mientras con sus ojos, le indicaba que tuviera cuidado, en silencio, despacio, no es bueno que nos descubra y menos en tal faena. Eso no quería decir que quisiera que se detuviera, ella misma parecía no tener esa palabra en su diccionario en ese momento. ¿Detenerse? No lo conocía, solamente sabía que deseaba mas y mas de él. Por suerte, los pasos, que arrastraban un poco de polvo, volvieron a movilizarse, siguiendo su caminata nocturna.
Ese trago de adrenalina la hizo estremecer, sus dientes se mostraron, luego de un largo suspiro, que aliviaba todo su cuerpo, pero que aun mantenía el fuego de la pasión, encendida dentro de ella. ¿En donde habían quedado? Busco sus labios, para invadirlo de besos cortos y tranquilizadores, le indicaban que estaba bien, que podía seguir cuando quisiera, ella estaba lista, preparada totalmente para seguir con su aventura, que esperaba ansiosamente, que no fuera de solamente una noche.
Una niña crece y se hace adulta, con la idea de con comenzar su propio cuento de hadas, uno que no debe ser interrumpido por nada del mundo. ¿Acaso ese sería el comienzo de su dulce cuento de hadas? Nerviosa estaba, sus piernas parecían querer cerrarse, aunque ella supiera que debían estar abiertas, pero por simple inercia, volvían a contraerse, hasta que Derek, sujeto de sus tobillos, cada una de ellas, ayudándola a mantener la orden que estaba en su cabeza. Había escuchado muchas historias, no todos los finales eran felices, pocas de ellas, buscaban su pareja, muchas ya estaban arregladas, aun así, siempre se tenía esa esperanza de que alguien desconocido llegara y le robara el corazón, pero. ¿Hasta qué punto era bueno eso? En su mente parecía exaltante, romántico, perfecto, pero. ¡Qué ciega estaba! Sus ojos estaban cubierto por un velo, tan oscuro como una noche sin luna y a la vez -contradictoriamente- tan claro, como el agua. Nada parecía importarle, más que enseñarle a amar a aquel pobre diablo que robo su corazón, con promesas, promesas que ella prefirió creer, antes que desconfiar.
Negó suavemente, sus cabellos rojizos, se movieron, no tenía miedo, una pizca de nervios mezclada con agitación, invadían su cuerpo, como una tormenta helada, pero que no lograba apagar el fuego que había en ella. Su cuerpo formo un perfecto arco, al momento de que su cuerpo se estremeció por aquella nueva sensación — Ahg… — gimió, sin poder evitarlo, sus mejillas se encendieron avergonzadas y tomaron un color aun mas rojo, ya cuando pensaba que no podía ruborizarse más, todo cuando sus jadeos parecían ser improvisados, incontrolables y más sonoros de lo que ella había previsto. Sus caderas habían improvisado un movimiento de cadera, como si se tratara muy natural en ellas, totalmente necesario y muy placentero. Su cuerpo parecía saber qué hacer en ese momento, solamente debía dejarse llevar. Ella lo disfrutaba, eso le alegraba la vida, no era un hombre tosco, que buscaba solamente su placer y el de nadie más, el no, Derek buscaba que aquella primera experiencia fuera mágica para ella, perfecto cada segundo del recuerdo que se estaba formando en ese momento. Sus piernas estaban inquietas, sentía lo mojado y cálido de su cáliz. — ¿…? — quiso decirle que no, se sentía aun mas avergonzada, al sentir que el brujo avanzaba, comenzaba a sentir pánico, una sana e inocente turbación, el cual llego a su interior, destrozando, la ultima pizca de inocencia que había en ella, al sentir ese lugar prohibido profanando, pero lo único que hizo fue estremecerse, trato de evitarlo, empujando suavemente, con sus manos en los hombros desnudos, pero todo control se perdió al experimentar aquella nueva experiencia. Le encantaba.
Se sentía feliz, al poder provocar una buena reacción de él, era una vaga sensación de sentirse poderosa y necesitada, algo que la hacía tranquilizarse, un poco, aun así, sabía que vendría algo mucho más grande, avanzado, eso creaba en su interior una gran incertidumbre, quería probarlo todo, que nada se quedara sin experimentar, ella quería entregarse por completo, sin importar las consecuencias. Fue un gran detalle poder sentir los labios de Derek, cerca de los de ella, aquello la tranquilizo, sonrió ampliamente, mientras sentía que sus labios lograban capturan un poco de la humedad ajena, haciendo que estuvieran menos resecos. Se mordió el labio inferior, mientras el calor de su sexo, se mezclaba con la de él, amenazando, que en cualquier momento, terminarían fundidos para siempre. Sus piernas se abrieron, incitaban, a entrar, invitándole a perderse junto con ella.
Sus lenguas luchaban, mientras se aferraba a su cuello, sin separarse de sus labios, mostrando su aumento de deseo, de manera apasionada, olvidándose por fin de todo los prejuicios que podrían detenerla, se entregaba completamente ante él, dejándose llevar por sus caricias y besos, el lograba que se sintiera libre, no podía saber cómo lo hacía, pero le alegraba que lo lograra, se dejaba hacer, acomodando su cuerpo, con poco esfuerzo, no necesitaba mucha explicaciones, ya estaban unidos, no era necesario decir mucho, como para entender las necesidades de cada uno. Era algo mágico, poder ver lo que habían creado en tan poco tiempo. Se esforzaba por tener los ojos abiertos, detallando cada facción de él. Lo abrazo tiernamente, hasta una risilla traviesa se apodero de ella, se movió un poco para acomodarse bien. Sus mejillas no podían estar más rojas, de los que estaban en ese momento, sus senos, también mostraban un matiz rojizo, en aquella piel blanquecía. Sus ojos parpadearon varias veces, sin poder comprender bien las extrañas palabras, era la primera vez que la escuchaba, a decir verdad. Su garganta se había cerrado, parecía que iba a llorar, pero no lo hizo, solamente asintió, con sus ojos entrecerrados, en donde salían algunas lagrimas, muy escasas pero allí estaban — Te amo, Derek — respondió con tal pasión, que se le quebrantaba la voz — No te detengas, por favor… — suplico inocentemente. Sus caderas se movieron, dejando salir un leve gemido, estremeciéndose por completo.
Los gitanos comenzaban a moverse, los encargados de los animales, comenzaban a hacer su recorrido nocturno, vigilando que todo animal estuviera tranquilo y con lo necesario para terminar de pasar la noche, dentro de unas cuantas horas, el sol saldría de nuevo y estarían listos para preparar todo para movilizarse, por otras partes de Italia, hasta llegar a Francia, con final destino a parís, lo que no sabían, era que, la dulce niña a quien cuidaban celosamente, como a todas las demás, perdía su inocencia, bajo sus narices, pasaron por su tienda, dos de los hombres, que antes había estado con ella, miro la ventana, con cierta curiosidad, como si su instinto le indicara que algo estaba mal. Los oídos sensibles de la gitana, pudieron escuchar los pies de los dos robustos y mal afeitados hombres, quienes arrastraban sus pasos, con cierta pesadez, con nerviosismo, sus manos temblorosas, se posaron en sus labios y en los de el, mientras con sus ojos, le indicaba que tuviera cuidado, en silencio, despacio, no es bueno que nos descubra y menos en tal faena. Eso no quería decir que quisiera que se detuviera, ella misma parecía no tener esa palabra en su diccionario en ese momento. ¿Detenerse? No lo conocía, solamente sabía que deseaba mas y mas de él. Por suerte, los pasos, que arrastraban un poco de polvo, volvieron a movilizarse, siguiendo su caminata nocturna.
Ese trago de adrenalina la hizo estremecer, sus dientes se mostraron, luego de un largo suspiro, que aliviaba todo su cuerpo, pero que aun mantenía el fuego de la pasión, encendida dentro de ella. ¿En donde habían quedado? Busco sus labios, para invadirlo de besos cortos y tranquilizadores, le indicaban que estaba bien, que podía seguir cuando quisiera, ella estaba lista, preparada totalmente para seguir con su aventura, que esperaba ansiosamente, que no fuera de solamente una noche.
Derek Van Wijs e Ivette Le Brun x Finales del siglo XVIII x Norte de Italia x Primavera x Flashback
Ivette Van Wijs- Humano Clase Alta
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Re: Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos... | Flashback | +18
El camino de un hombre infeliz
☁ Parte Final ☁
El reino de Hungría fue el peor lugar al que pude buscar refugio, antes de llegar a Budapest fui tomado por un grupo de mercenarios volviéndome su esclavo. Mi dieta volvió a ser deplorable, en un lapso de un mes mi cuerpo re sintió la hambre y así como lo había estado en el norte de Dinamarca. No poseía ni las fuerzas para poder hacer mis ilusiones, los trabajos forzados, los golpes y la falta de comida habían quebrado mi alma
Entonces sucedió algo que me levantó y me concedió la oportunidad para sobrevivir a ese tormento. Un grupo rival tomó por sorpresa a los mercenarios y asesinándolos, sólo llevándose las riquezas y los esclavos donde se me incluía. Pero, aunque parecía que mi situación no cambiaría, en una noche en la que regresábamos a su campamento en lo alto de la colina, una de las llantas que transportaba a los esclavos se zafó de la carroza haciendo que ésta cayera por una colina rápidamente. Nosotros como esclavos no representábamos ningún valor para esos hombres así que los que sobrevivimos nos marchamos de allí.
Un último viaje me trajo a Italia, recuperé un poco de peso, llevaba mi barba espesa y parecía todo un mendigo, mis intensiones son ir al norte, a Francia para iniciar una nueva vida, un sueño con Crystall me ha abierto los ojos... lo único que puede regresarme a la vida es la magia... O al menos eso es lo que creo.
Entonces sucedió algo que me levantó y me concedió la oportunidad para sobrevivir a ese tormento. Un grupo rival tomó por sorpresa a los mercenarios y asesinándolos, sólo llevándose las riquezas y los esclavos donde se me incluía. Pero, aunque parecía que mi situación no cambiaría, en una noche en la que regresábamos a su campamento en lo alto de la colina, una de las llantas que transportaba a los esclavos se zafó de la carroza haciendo que ésta cayera por una colina rápidamente. Nosotros como esclavos no representábamos ningún valor para esos hombres así que los que sobrevivimos nos marchamos de allí.
Un último viaje me trajo a Italia, recuperé un poco de peso, llevaba mi barba espesa y parecía todo un mendigo, mis intensiones son ir al norte, a Francia para iniciar una nueva vida, un sueño con Crystall me ha abierto los ojos... lo único que puede regresarme a la vida es la magia... O al menos eso es lo que creo.
Las expresiones de Ivette, escucharla decir ¡Te amo! fue el principal estimuló que hizo que su excitación alcanzara su máximo tamaño, sus manos recorriendo el cuerpo femenino no cesaron, fue entonces que el rostro de Ivette cambió por un momento cubriendo no sólo su boca, sino la de él también. Sí, Derek también lo había escuchado aunque después de que ella lo hiciera. Igualmente los escuchó irse y estuvo a punto de hacer la pregunta más estúpida que un hombre puede decir en una situación similar... «¿Deseas que me detenga?» mas Derek en ese momento no lo hizo, los ojos de Ivette le pedían que continuara y él mismo sabía que no podía haber vuelta atrás aunque significara ser descubiertos.
Nuevamente fue a besar los labios, las manos volvieron a posarse en sus piernas acariciando sus muslos, su hombría frotaba por inercia la zona erógenea de su amada; ambos ardían en deseos y él ya no pudo contenerse más. Tomándola de las caderas la cargo lo suficiente para que su hombría esperara recibirla, Derek fue bajando el cuerpo que parecía tan delicado y sin embargo, más fuerte que el propio, despacio, sin apresurarse. Su excitación acarició la cuna de la vida y la penetración fue dándose.
Derek no la dejó caer, su interior era estrecho, el escalofrío en ella, su expresión y los sonidos de su boca le hicieron ir despacio. Repitió el mismo procedimiento tres veces antes de que fu excitación entrara totalmente en ella. Los suspiros de Derek se convirtieron en gemidos y éstos en jadeos. Nunca abandonó las caderas, él guiaba a Ivette lentamente, su inocencia había sido arrebatada; la unión que habían ansiado en poco tiempo se estaba llevando a cabo, ya eran uno solo y sus ilusiones eran serlo por siempre.
Tras varios minutos de los lentos y pronunciados movimientos, las manos de Derek abandonaron las caderas, en prolongadas caricias recorrió la espalda y la a trajo a él, besó sus labios para apoderarse también de su aliento, quería todo de ella, absolutamente todo. Sus cuerpos empezaron a sudar mezclándose ambas fragancias como ya lo hacían sus salivas en una lucha que mantuvieron brevemente sus lenguas. —¡Te amo!— quiso decir dentro de la boca de ella mas sus palabras se transformaron en jadeos. Abandonó los labios para que ambos pudieran recobrar aliento para mantener esa danza que comenzaba a tener un poco más de velocidad. Derek dejó caer ligeramente el cuerpo de Ivette hacía atrás y con su lengua describió un largo recorrido para probar el sudor de ella.
Apoderándose nuevamente de sus piernas y teniendo las manos de ella sobre su cuello, Derek se levantó sin abandonar la cuna de la vida, cargándola totalmente y girándose la fue depositando en la cama, su hombría irremediablemente abandonó su interior, él jadeaba pese a no estar dentro de ella, mas no podía estar tan separado de su amor y volvió a ella, separó las piernas y dejó que su hombría acariciara la zona que penetraría muy pronto. Él no podía dejar de ver los arrebatadores ojos de Ivette, quería decirle que le amaba pero algo le decía que no era necesario, que ella lo sabía, que ahora sus pensamientos eran de ella así como le pertenecían su cuerpo y su alma.
Entró nuevamente en ella, fue a sus labios para hacerlos suyos nuevamente, él comenzó a embestir más rápido y con más profundidad, aunque manteniendo cierta delicadeza, Derek no era de esos brutos que buscaban saciar sus deseos antes que los de su amada, por supuesto, él no era un experto ni mucho menos pero creía que no tenía que ser tan rudo con ella, la intención era que ambos lo gozaran no solamente él.
Derek Van Wijs- Hechicero Clase Alta
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Re: Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos... | Flashback | +18
j a y b i r d ©
Enséñame a amar en estos tiempos nebulosos...
La primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
Abrió las piernas, estaba a punto de volverse completamente mujer , su respiración estaba algo agitada, un poco nerviosa, pero su cuerpo parecía desearlo tanto, que no podía oponerse a nada en ese momento, así surgió de forma mágica, su sexo estaba completamente húmedo, el sentirlo dentro, le hizo sentirse completa, dejo salir un gemido, acompañado de un leve quejido, mientras buscaba aferrarse al cuerpo de Derek, para que pudiera consolarla, las paredes vaginales, sensibles a la primera vez, se abrían y parecían acomodarse, ajustándose al tamaño de la hombría del brujo, mientras ella, solamente entrecerraba sus ojos, para esconderse entre el cuello de este, mientras sentía un vago dolor aproximarse.
Fue bendecida por tal hombre, que espero que su himen, fuera roto, para seguir con el procedimiento, algo de sangre se mezclo con los fluidos de ella, el dolor de sentir algo desgarrarse en su interior desapareció, poco a poco, mientras los suaves movimientos de cadera, recordaban a su cuerpo, el placer por el que se había perdido, dejando atrás el dolor de haber perdido su virginidad. Ya no le dolía, le trasmitía su satisfacción entre besos y sonrisas, tontas, que le provocaba sentirlo tan cerca, mirar su cuerpo desnudo, acoplarse a ella, con tanta perfección que parecían, hechos el uno para el otro.
—Uhg…— gimió suavemente, al sentir que el sexo de Derek estaba ausente en su interior, pero esto no duro mucho, sus ojos parecían suplicar que volviera a entrar y el atendió sin mucho que decir, volviendo a penetrarlo, con cierta velocidad, que no tuvo en la vez anterior, lo único que podía hacer Ivette era gemir, sin pensar en guardar silencio, se aferraba fuertemente a él, mientras sus caderas también se movían, pidiendo más de él. La velocidad la ayudaba a sentir tal éxtasis, que podría llegar a ser a adicta a él, a sus besos y caricias carnales —Ahg… Derek — gimió, susurrando de forma entrecortada por sus embestidas el propio nombre del brujo. Un escalofrió recorrió su cuerpo, mezclándose con el placer que nacía en el interior de su cuerpo, provocado por el rozamiento de miembro masculino y las paredes de su interior.
Se estremeció completamente, su espalda se arqueo y las paredes comenzaban a palpitar, haciéndose más humedad y resbaladizas; había tenido su primer orgasmo. Los gemidos salían de ella, de forma incontrolable e simplemente naturales, sus caderas se movían aun mas violentamente, haciendo que el proceso fuera aun más intenso, elevándola hasta llegar al cielo, para volver a bajarla, delicadamente, hasta su cuerpo, totalmente sensible por la anterior alteración de su cuerpo, ahora su interior estaba más estrecho, podía sentir como apretaba el sexo de Derek, que lograba moverse y seguir con las embestidas, que volvían a aflojar poco a poco las paredes, aun así, podía sentir, con más precisión y sensibilidad, el placer de tenerlo dentro de ella.
Fue bendecida por tal hombre, que espero que su himen, fuera roto, para seguir con el procedimiento, algo de sangre se mezclo con los fluidos de ella, el dolor de sentir algo desgarrarse en su interior desapareció, poco a poco, mientras los suaves movimientos de cadera, recordaban a su cuerpo, el placer por el que se había perdido, dejando atrás el dolor de haber perdido su virginidad. Ya no le dolía, le trasmitía su satisfacción entre besos y sonrisas, tontas, que le provocaba sentirlo tan cerca, mirar su cuerpo desnudo, acoplarse a ella, con tanta perfección que parecían, hechos el uno para el otro.
—Uhg…— gimió suavemente, al sentir que el sexo de Derek estaba ausente en su interior, pero esto no duro mucho, sus ojos parecían suplicar que volviera a entrar y el atendió sin mucho que decir, volviendo a penetrarlo, con cierta velocidad, que no tuvo en la vez anterior, lo único que podía hacer Ivette era gemir, sin pensar en guardar silencio, se aferraba fuertemente a él, mientras sus caderas también se movían, pidiendo más de él. La velocidad la ayudaba a sentir tal éxtasis, que podría llegar a ser a adicta a él, a sus besos y caricias carnales —Ahg… Derek — gimió, susurrando de forma entrecortada por sus embestidas el propio nombre del brujo. Un escalofrió recorrió su cuerpo, mezclándose con el placer que nacía en el interior de su cuerpo, provocado por el rozamiento de miembro masculino y las paredes de su interior.
Se estremeció completamente, su espalda se arqueo y las paredes comenzaban a palpitar, haciéndose más humedad y resbaladizas; había tenido su primer orgasmo. Los gemidos salían de ella, de forma incontrolable e simplemente naturales, sus caderas se movían aun mas violentamente, haciendo que el proceso fuera aun más intenso, elevándola hasta llegar al cielo, para volver a bajarla, delicadamente, hasta su cuerpo, totalmente sensible por la anterior alteración de su cuerpo, ahora su interior estaba más estrecho, podía sentir como apretaba el sexo de Derek, que lograba moverse y seguir con las embestidas, que volvían a aflojar poco a poco las paredes, aun así, podía sentir, con más precisión y sensibilidad, el placer de tenerlo dentro de ella.
Derek Van Wijs e Ivette Le Brun x Finales del siglo XVIII x Norte de Italia x Primavera x Flashback
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