AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
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Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
Abrí los ojos de golpe, ambarinos por la adrenalina que corría voraz por mis venas, mi pecho ascendía y descendía a toda velocidad mientras mis labios entreabiertos, dejaban el oxigeno emerger golpeando el rostro de una Ingrid aterrada y muy cansada.
-Estoy aquí -susurré dejando caer cansina mi frente sobre la suya, cerrando los ojos que como dos faros habían iluminado los ajenos -estoy aquí -concluí acariciando sus mejillas con mis manos mientras la acunaba- ¿estas bien?
Me separé lo justo para hundir en sus lapislázulis mi mirada.
-lo he encontrado, las puertas, el pasillo -aun me daba vueltas la cabeza, estaba algo mareado en esos momentos, como borracho seguramente fruto de lo que había tomado para el trance -en una de las puertas la vi, era una niña, sollozaba en una esquina, sus ojos eran azul eléctrico, parecía una bestia encarcelada, salvaje, perdida, lloraba llamando a su madre y a sus hermanas, traté de cogerla, de ayudarla, pero fue inútil.
Su padre la mantuvo así hasta que ese colgante solucionó su problema, encarcelo a la bestia convirtiéndola de nuevo en humana.
En otra puerta una esfera roja, pero en las paredes se dibujaba una y otra vez la luna y por ellas chorreaba sangre, la luna de sangre. Creo que ahí residían sus recuerdos de aquella noche, encerrados en esa esfera, una similar a la de su colgante, su padre debió usar magia para que Amara olvidara que había sido mordida, dejó solo recuerdos selectivos.
Escondí esa esfera, no podrá encontrarla, la perdí en un rio cerca de una casa, allí parecía feliz, vi escenas de su infancia, entre los brazos de su madre, vi también a un hombre, un licano, no se que la ata a él, pero es fuerte el sentimiento -volví a dejar sobre su frente la mía -estoy muy cansado -susurré cerrando los ojos.
Me ayudó a tumbarme notaba sus dedos deslizarse por mi pelo.
-¿Y si no despierta? -pregunté sin ser consciente de si había funcionado -¿y si aun olvidando lo que soy, lo que hice elige al otro lobo?
Ladeé la sonrisa mirándola unos instantes.
-Gracias Ingrid, que haría sin ti -susurré aferrándome a su mano antes de dejarme vencer por el sueño y los efectos de aquella droga.
Ella era todo lo que tenía en aquel instante en el que todo se tambaleaba a mi alrededor.
-Estoy aquí -susurré dejando caer cansina mi frente sobre la suya, cerrando los ojos que como dos faros habían iluminado los ajenos -estoy aquí -concluí acariciando sus mejillas con mis manos mientras la acunaba- ¿estas bien?
Me separé lo justo para hundir en sus lapislázulis mi mirada.
-lo he encontrado, las puertas, el pasillo -aun me daba vueltas la cabeza, estaba algo mareado en esos momentos, como borracho seguramente fruto de lo que había tomado para el trance -en una de las puertas la vi, era una niña, sollozaba en una esquina, sus ojos eran azul eléctrico, parecía una bestia encarcelada, salvaje, perdida, lloraba llamando a su madre y a sus hermanas, traté de cogerla, de ayudarla, pero fue inútil.
Su padre la mantuvo así hasta que ese colgante solucionó su problema, encarcelo a la bestia convirtiéndola de nuevo en humana.
En otra puerta una esfera roja, pero en las paredes se dibujaba una y otra vez la luna y por ellas chorreaba sangre, la luna de sangre. Creo que ahí residían sus recuerdos de aquella noche, encerrados en esa esfera, una similar a la de su colgante, su padre debió usar magia para que Amara olvidara que había sido mordida, dejó solo recuerdos selectivos.
Escondí esa esfera, no podrá encontrarla, la perdí en un rio cerca de una casa, allí parecía feliz, vi escenas de su infancia, entre los brazos de su madre, vi también a un hombre, un licano, no se que la ata a él, pero es fuerte el sentimiento -volví a dejar sobre su frente la mía -estoy muy cansado -susurré cerrando los ojos.
Me ayudó a tumbarme notaba sus dedos deslizarse por mi pelo.
-¿Y si no despierta? -pregunté sin ser consciente de si había funcionado -¿y si aun olvidando lo que soy, lo que hice elige al otro lobo?
Ladeé la sonrisa mirándola unos instantes.
-Gracias Ingrid, que haría sin ti -susurré aferrándome a su mano antes de dejarme vencer por el sueño y los efectos de aquella droga.
Ella era todo lo que tenía en aquel instante en el que todo se tambaleaba a mi alrededor.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
***
Sus parpados se entreabrieron cansinos, los sentía pesados y aunque pestañear le costaba, repitió la acción hasta aclarar sus encapotadas tormentas, obteniéndo una imagen nítida del entorno. Hizo un breve paneo por a su alrededor. Se encontraba en su habitación o, mejor dicho, en la habitación a la cual le había remitido el alfa, sin explicación alguna, durante gran parte de su estadía con la manada.
Arrugó el entrecejo y suspiró, reacomodándose ligeramente sobre el colchón. Sentía el cuerpo entumecido y la cabeza palpitante, casi como si estuviera a punto de explotarle. Se restregó la cara con ambas manos. ¿Qué había sucedido? No tenía memoria de lo acontecido la noche anterior, al menos nada poco después de que Geneviève tocó a su puerta. Todo parecía encontrarse bien… normal. Amara lo ignoraba, pero tras la culminación del ritual, Ingrid se había encargado de limpiar y organizar la habitación para que luciera como si no hubiese sucedido nada.
Cuando la castaña giró la cabeza hacia su siniestra fue que se percató de la presencia de un adormecido Vashni, cuyo cuerpo descansaba laxo y cercano al suyo. Su corazón dio un brinco y de la sorpresa quedó sentada. Frunció las facciones confundida y ladeó la cabeza observando el rostro del lobo ¿qué estaba haciendo allí? Podía sentir el ritmo de sus latidos acelerarse mientras barajaba las posibilidades.
Estaba muy confundida. La cazadora extendió su índice y con este pinchó la musculatura del alfa esperando que fuera suficiente para despertarlo, pero aquello sencillamente no funcionó. Resopló. Entonces le colocó la palma de su mano sobre el hombro y lo sacudió.
— Vashni… —Enunció el nombre en un susurro pero tampoco funcionó. Vaya que el hombre tenía el sueño pesado, de no ser porque percibió el sube y baja de su pecho hubiera imaginado lo peor — ¡Vashni!
El lobo abrió los ojos de par en par ante su llamado. Lucía aturdido, confundido… cansado. Estaba pálido y un par de hendiduras oscurecidas le surcaban la piel bajo los ojos.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — Musitó desorientada— ¿Dónde está Geneviève? ¿Qué pasó?
Vashni hizo el intento de balbucear una respuesta. En ese momento Amara sintió una gota de líquido tibio colisionar contra la yema de sus dedos y al inspeccionar la sustancia advirtió en que se trataba de una gota de sangre. No tardó en descifrar de dónde provenía y rápidamente llevó el dorso de su mano contra sus fosas nasales intentando detener el escandaloso flujo carmesí.
— Joder…
Inmediatamente, el alfa sacudió la cabeza y despabilando se irguió para alcanzarle un pañuelo. Amara lo recibió y presionó su nariz con la tela hasta detener el sangrado.
— Gracias.
Amara se dedicó a limpiar los restos de sangre impregnados en su piel, mas para cuando cayó en cuenta, el lobo acunaba su rostro, ayudándola en el proceso, contemplándola y con evidente preocupación tiznándole la mirada… no lo comprendía, no entendía de dónde surgía tal emoción, mas las palabras que le dedicó en contestación a ella emergieron de forma involuntaria.
— Estoy bien… — Susurró para tranquilizarlo aunque no comprendía bien por qué lo hacía.
Sus miradas se concentraron e inmediatamente ese vínculo que compartía con Vashni comenzó a cosquillear en su cuerpo. Había transcurrido considerable tiempo desde la última vez que tuvieron cercanía semejante, especialmente sobre un mismo lecho, y entre las evasivas y las discusiones, ese era quizá, el momento más sincero que habían compartido.
Era imposible no sentirlo, no desear ceder ante ella, esa sensación eléctrica, chispeante y magnética que sobrevolaba el nimio espacio que los separaba. Contuvo el aliento mientras cálido el ajeno acariciaba su boca y entreabrió ligeramente los labios deslizando la mirada hacia los opuestos. Cerró los párpados. El suave tacto de la frente del alfa se reclinaba sobre la suya, sus narices friccionaron etéreas…
Entonces todo volvió a ella como un baldado de agua fría y súbitamente evocó la causa de la brecha que se había abierto entre ambos. Recordó que la razón por la que había alzado los escudos fue porque, la primera y única vez en su vida que estuvo dispuesta a quedarse, él la había apartado, la había hecho a un lado. Era un mecanismo de autodefensa, la única persona que ostentaba el derecho de lastimarla era ella misma… pero aunque no estaba dispuesta admitirlo, ya le había cedido ese derecho.
Apretó los labios y giró el rostro brevemente.
— Deberías irte.
En seguida se apartó de él, se levantó de la cama y se aproximó hacia la ventana solo para darle la espalda. Recostó la cabeza sobre el vidrio y perdió la mirada en la lejanía. Resistirse a él… dolía.
Arrugó el entrecejo y suspiró, reacomodándose ligeramente sobre el colchón. Sentía el cuerpo entumecido y la cabeza palpitante, casi como si estuviera a punto de explotarle. Se restregó la cara con ambas manos. ¿Qué había sucedido? No tenía memoria de lo acontecido la noche anterior, al menos nada poco después de que Geneviève tocó a su puerta. Todo parecía encontrarse bien… normal. Amara lo ignoraba, pero tras la culminación del ritual, Ingrid se había encargado de limpiar y organizar la habitación para que luciera como si no hubiese sucedido nada.
Cuando la castaña giró la cabeza hacia su siniestra fue que se percató de la presencia de un adormecido Vashni, cuyo cuerpo descansaba laxo y cercano al suyo. Su corazón dio un brinco y de la sorpresa quedó sentada. Frunció las facciones confundida y ladeó la cabeza observando el rostro del lobo ¿qué estaba haciendo allí? Podía sentir el ritmo de sus latidos acelerarse mientras barajaba las posibilidades.
Estaba muy confundida. La cazadora extendió su índice y con este pinchó la musculatura del alfa esperando que fuera suficiente para despertarlo, pero aquello sencillamente no funcionó. Resopló. Entonces le colocó la palma de su mano sobre el hombro y lo sacudió.
— Vashni… —Enunció el nombre en un susurro pero tampoco funcionó. Vaya que el hombre tenía el sueño pesado, de no ser porque percibió el sube y baja de su pecho hubiera imaginado lo peor — ¡Vashni!
El lobo abrió los ojos de par en par ante su llamado. Lucía aturdido, confundido… cansado. Estaba pálido y un par de hendiduras oscurecidas le surcaban la piel bajo los ojos.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — Musitó desorientada— ¿Dónde está Geneviève? ¿Qué pasó?
Vashni hizo el intento de balbucear una respuesta. En ese momento Amara sintió una gota de líquido tibio colisionar contra la yema de sus dedos y al inspeccionar la sustancia advirtió en que se trataba de una gota de sangre. No tardó en descifrar de dónde provenía y rápidamente llevó el dorso de su mano contra sus fosas nasales intentando detener el escandaloso flujo carmesí.
— Joder…
Inmediatamente, el alfa sacudió la cabeza y despabilando se irguió para alcanzarle un pañuelo. Amara lo recibió y presionó su nariz con la tela hasta detener el sangrado.
— Gracias.
Amara se dedicó a limpiar los restos de sangre impregnados en su piel, mas para cuando cayó en cuenta, el lobo acunaba su rostro, ayudándola en el proceso, contemplándola y con evidente preocupación tiznándole la mirada… no lo comprendía, no entendía de dónde surgía tal emoción, mas las palabras que le dedicó en contestación a ella emergieron de forma involuntaria.
— Estoy bien… — Susurró para tranquilizarlo aunque no comprendía bien por qué lo hacía.
Sus miradas se concentraron e inmediatamente ese vínculo que compartía con Vashni comenzó a cosquillear en su cuerpo. Había transcurrido considerable tiempo desde la última vez que tuvieron cercanía semejante, especialmente sobre un mismo lecho, y entre las evasivas y las discusiones, ese era quizá, el momento más sincero que habían compartido.
Era imposible no sentirlo, no desear ceder ante ella, esa sensación eléctrica, chispeante y magnética que sobrevolaba el nimio espacio que los separaba. Contuvo el aliento mientras cálido el ajeno acariciaba su boca y entreabrió ligeramente los labios deslizando la mirada hacia los opuestos. Cerró los párpados. El suave tacto de la frente del alfa se reclinaba sobre la suya, sus narices friccionaron etéreas…
Entonces todo volvió a ella como un baldado de agua fría y súbitamente evocó la causa de la brecha que se había abierto entre ambos. Recordó que la razón por la que había alzado los escudos fue porque, la primera y única vez en su vida que estuvo dispuesta a quedarse, él la había apartado, la había hecho a un lado. Era un mecanismo de autodefensa, la única persona que ostentaba el derecho de lastimarla era ella misma… pero aunque no estaba dispuesta admitirlo, ya le había cedido ese derecho.
Apretó los labios y giró el rostro brevemente.
— Deberías irte.
En seguida se apartó de él, se levantó de la cama y se aproximó hacia la ventana solo para darle la espalda. Recostó la cabeza sobre el vidrio y perdió la mirada en la lejanía. Resistirse a él… dolía.
Última edición por Amara J. Argent el Miér Ago 15, 2018 2:01 am, editado 1 vez
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
Abrí los ojos de forma cansina, se cerraban solos, haber entrado en su mente había supuesto un desgaste fuerte para mi y también para Ingrid, ladeé la sonrisa atontado y mis labios cedieron entreabriéndose al dormirme de nuevo, estaba allí, a mi lado, en mi lecho, creo que hacia tanto que no sentía sobre mi piel su mano que la caricia aunque no fue eso me resulto cálida, placida...
Hice un esfuerzo por volver a abrir mis dos gigantes ahora pardas y enfocarla, preguntaba porque de nada se acordaba, eso significaba que había funcionado, teníamos esperanza.
-Yo..- balbuceé -vine después, tu y Genevieve habíais bebido, no se, bebimos y ella se fue y tu y yo nos dormimos, no paso nada -me apresuré a dejarle claro - ¿recuerdas algo? -pregunté arrastrando todas y cada una de las palabras pronunciadas.
Fue entonces cuando el liquido escurrió de su nariz hasta su mano en forma de gotas carmesí, abrí los ojos de golpe e incorporando mi torso tomé el pañuelo de la mesita para acercárselo.
La cazadora lo cogió de inmediato cortando la hemorragia, la miraba preocupado porque yo sabía a lo que la habíamos sometido ¿y si algo iba mal? ¿y si era un efecto secundario? Me sentía frustrado, tomé le pañuelo limpiando los restos de sangre seca y acaricié su mentón con mi diestra suavemente mientras ambos nos contemplábamos de frente,.
Mis labios entreabiertos expulsaban contra su boca mi aliento caliente, Amara se embebió de el, ebrios de una necesidad que era evidente, eléctrica.
Mi rostro se acercó al ajeno, quería rozar sus labios, tomarlos, hacer como si nada en este tiempo en el que habíamos permanecido separados hubiera pasado, mas..
Amara saltó del lecho ante mi cercanía, la ventana se convirtió en su escapatoria y frente a ella dándome la espalda pidió que me largara.
Cerré los ojos un instante inmóvil, trataba de ordenar mis ideas mientras el aire escapaba lento por mis labios.
-Amara yo...-de nuevo silencio, no lograba encadenar una frase con sentido, así que me puse en pie para acercarme a su espalda. -Amara -la reclamé, mas esta lejos de girarse simplemente mantuvo sus dos esferas contemplando el exterior como si yo no existiera.
Ella estaba enfadada, motivos no le faltaban, incluso tenía mas de los que a estas alturas sabía.
-Amara -repetí esta vez posando mi mano en su brazo para girarla y obligarla a enfrentar mis palabras.
-Se que no entiendes mi actitud, se que me aleje de ti, tuve mis razones Amara, pero yo...no puedo olvidarte, lo he intentado, no puedo, no quiero -aseguré dejando caer mi frente contra la suya.
Mi aliento impactó contra su boca de forma ansiosa, mis manos apresaron su rostro.
-Dame una oportunidad -pedí contra sus labios rozándolos – te deseo, ahora.
Hice un esfuerzo por volver a abrir mis dos gigantes ahora pardas y enfocarla, preguntaba porque de nada se acordaba, eso significaba que había funcionado, teníamos esperanza.
-Yo..- balbuceé -vine después, tu y Genevieve habíais bebido, no se, bebimos y ella se fue y tu y yo nos dormimos, no paso nada -me apresuré a dejarle claro - ¿recuerdas algo? -pregunté arrastrando todas y cada una de las palabras pronunciadas.
Fue entonces cuando el liquido escurrió de su nariz hasta su mano en forma de gotas carmesí, abrí los ojos de golpe e incorporando mi torso tomé el pañuelo de la mesita para acercárselo.
La cazadora lo cogió de inmediato cortando la hemorragia, la miraba preocupado porque yo sabía a lo que la habíamos sometido ¿y si algo iba mal? ¿y si era un efecto secundario? Me sentía frustrado, tomé le pañuelo limpiando los restos de sangre seca y acaricié su mentón con mi diestra suavemente mientras ambos nos contemplábamos de frente,.
Mis labios entreabiertos expulsaban contra su boca mi aliento caliente, Amara se embebió de el, ebrios de una necesidad que era evidente, eléctrica.
Mi rostro se acercó al ajeno, quería rozar sus labios, tomarlos, hacer como si nada en este tiempo en el que habíamos permanecido separados hubiera pasado, mas..
Amara saltó del lecho ante mi cercanía, la ventana se convirtió en su escapatoria y frente a ella dándome la espalda pidió que me largara.
Cerré los ojos un instante inmóvil, trataba de ordenar mis ideas mientras el aire escapaba lento por mis labios.
-Amara yo...-de nuevo silencio, no lograba encadenar una frase con sentido, así que me puse en pie para acercarme a su espalda. -Amara -la reclamé, mas esta lejos de girarse simplemente mantuvo sus dos esferas contemplando el exterior como si yo no existiera.
Ella estaba enfadada, motivos no le faltaban, incluso tenía mas de los que a estas alturas sabía.
-Amara -repetí esta vez posando mi mano en su brazo para girarla y obligarla a enfrentar mis palabras.
-Se que no entiendes mi actitud, se que me aleje de ti, tuve mis razones Amara, pero yo...no puedo olvidarte, lo he intentado, no puedo, no quiero -aseguré dejando caer mi frente contra la suya.
Mi aliento impactó contra su boca de forma ansiosa, mis manos apresaron su rostro.
-Dame una oportunidad -pedí contra sus labios rozándolos – te deseo, ahora.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
Supuso que si lo ignoraba, si actuaba como si no estuviera allí, eventualmente se rendiría, se iría y así ella no tendría que negarse a él una vez más, pues no estaba segura de cuantas veces podría repetirlo sin que fuera evidente que mentía. Suspiró y se esforzó por mantener la mirada perdida en la infinita nada, mas cuando Vashni la tomó del brazo y la giró, obligándola a enfrentarlo, supo que no tendría más remedio que hacerle frente a eso que se había esforzado por evitar.
Sus esferas oscuras, que pretendían ser altaneras, se centraron como arpones en la mirada ajena mientras el lobo, condescendiente a la belicosidad de su carácter hacía el intento de atravesar sus barreras. Estaba armada, lista para protestar, para escupir alguna que otra palabra venenosa y obligarlo a retirarse, pero cuando él reposó la frente sobre la suya y el espacio que restaba entre ambos casi se extinguió, todas y cada una de las réplicas que tenía preparadas enmudecieron en su interior.
Su corazón dio un brinco, su palpitar se aceleró y todo el acto que había armado se desmoronó cuando las exhalaciones del lobo abrasaron y se colaron ansiosas entre sus labios que, antes armados para el conflicto, ahora esquivos jugaban a no dejarse atrapar. Sus párpados se cerraron, un cosquilleo eléctrico descendió por su abdomen y un escalofrío erizó su piel. su razón contradecía a sus sentir, a su cuerpo… lo quería, lo deseaba, lo necesitaba.
La fricción etérea se convirtió en fuerza magnética y posteriormente en presión lenta que casi funde sus bocas en el encuentro de todas sus pasiones. Cerca estuvo de ceder a sus deseos, cuando abrió los ojos como platos, recordándose por qué no era sensato ceder e inmediatamente giró su rostro, se hizo a un lado zafándose del delicado agarre y se precipitó hacia la puerta imponiendo distancia razonable entre los dos.
— No, no, no, no ¡no! —Apresuró las palabras agitada, nerviosa, frunciendo el entrecejo y señalándolo con el índice — ¿sabes? quizá tenías razón, tal vez sí soy una perra barata, quizá no… no sentí nada.
Y fue así como liberó todo su arsenal, falacia tras falacia y con todo lo peor que pudo habérsele ocurrido combinado en una misma oración; sin embargo, sus palabras se tropezaban pues ya se había delatado mucho antes de comenzar a mentir. A veces era muy buena mentirosa, otras simplemente terrible y aunque Vashni parecía dolido por su aseveración no parecía terminar de creérsela. Amara tragó saliva evadiendo la mirada inquisitiva del lobo. Temblaba sutilmente, la ansiedad le corroía las entrañas ¿cómo era posible que no sintiera nada cuando toda su existencia se removía cuando él se aproximaba?
Amara tomó la perilla de la puerta, la giró y la abrió a su máxima expresión, ubicándose junto a ella para darle espacio a su opuesto de salir. Resopló, aún incapaz de mirarlo a los ojos.
— Por favor… vete — Le pidió con sus pardos anclados al piso.
Era más sencillo obligarlo a odiarla que permitirse ser amada, esa era su zona de confort, su lugar seguro, ese en el que no había querido nunca y nunca nadie la había querido, en el que no dependía de nadie y nadie dependía de ella. Bastien se lo había repetido muchas veces, las emociones le nublaban el juicio y de no controlarlas, eventualmente se convertirían en su perdición. Tal vez aún no era demasiado tarde para recobrar el equilibrio de su pequeño universo… ella era una cazadora, él un lobo, eran enemigos naturales y eso era, exactamente, todo lo que debían haber sido.
Vashni se aproximó, la miró con detenimiento unos breves instantes, probablemente nada convencido por los embustes que ella se esforzaba en hacerle creer. Estaba tan cerca que de nuevo podía sentir la respiración tibia impactando su piel, la magia que los unía hormigueando bajo su dermis, el deseo haciendo estragos en su cuerpo y el ansia de ser suya de una buena vez. No dijo nada, solo aguardó hasta que finalmente Vashni cruzó el umbral… por supuesto, él no la iba a obligar a hacer nada.
Sabía que era la decisión correcta, así lo parecía… pero así no se sentía y lo sintió cada vez menos con cada paso con que el lobo se alejaba. Amara nació bajo un mal signo, su destino fue marcado a fuego por la tragedia, había perdido, perdía y seguiría perdiendo pues estaba dejando ir lo único bueno que se había permitido sentir en un largo tiempo… No lo soportó más.
— ¡Te odio! — Le espetó al lobo, asomándose al pasillo cuando este había alcanzado ya la mitad del mismo. El alfa se volvió para enfrentarla… ella no supo leer la expresión en su rostro — Te odio tanto… — gruñó enfadada mientras se le acercaba con prisa, justo antes de que sus manos le abrazaran el cuello, atrayéndolo hacia ella para su boca colisionara violenta contra la ajena.
Mentía, mentía por que si no lo hacía tenía que decir la verdad… y no se sentía preparada para ello.
Sus esferas oscuras, que pretendían ser altaneras, se centraron como arpones en la mirada ajena mientras el lobo, condescendiente a la belicosidad de su carácter hacía el intento de atravesar sus barreras. Estaba armada, lista para protestar, para escupir alguna que otra palabra venenosa y obligarlo a retirarse, pero cuando él reposó la frente sobre la suya y el espacio que restaba entre ambos casi se extinguió, todas y cada una de las réplicas que tenía preparadas enmudecieron en su interior.
Su corazón dio un brinco, su palpitar se aceleró y todo el acto que había armado se desmoronó cuando las exhalaciones del lobo abrasaron y se colaron ansiosas entre sus labios que, antes armados para el conflicto, ahora esquivos jugaban a no dejarse atrapar. Sus párpados se cerraron, un cosquilleo eléctrico descendió por su abdomen y un escalofrío erizó su piel. su razón contradecía a sus sentir, a su cuerpo… lo quería, lo deseaba, lo necesitaba.
La fricción etérea se convirtió en fuerza magnética y posteriormente en presión lenta que casi funde sus bocas en el encuentro de todas sus pasiones. Cerca estuvo de ceder a sus deseos, cuando abrió los ojos como platos, recordándose por qué no era sensato ceder e inmediatamente giró su rostro, se hizo a un lado zafándose del delicado agarre y se precipitó hacia la puerta imponiendo distancia razonable entre los dos.
— No, no, no, no ¡no! —Apresuró las palabras agitada, nerviosa, frunciendo el entrecejo y señalándolo con el índice — ¿sabes? quizá tenías razón, tal vez sí soy una perra barata, quizá no… no sentí nada.
Y fue así como liberó todo su arsenal, falacia tras falacia y con todo lo peor que pudo habérsele ocurrido combinado en una misma oración; sin embargo, sus palabras se tropezaban pues ya se había delatado mucho antes de comenzar a mentir. A veces era muy buena mentirosa, otras simplemente terrible y aunque Vashni parecía dolido por su aseveración no parecía terminar de creérsela. Amara tragó saliva evadiendo la mirada inquisitiva del lobo. Temblaba sutilmente, la ansiedad le corroía las entrañas ¿cómo era posible que no sintiera nada cuando toda su existencia se removía cuando él se aproximaba?
Amara tomó la perilla de la puerta, la giró y la abrió a su máxima expresión, ubicándose junto a ella para darle espacio a su opuesto de salir. Resopló, aún incapaz de mirarlo a los ojos.
— Por favor… vete — Le pidió con sus pardos anclados al piso.
Era más sencillo obligarlo a odiarla que permitirse ser amada, esa era su zona de confort, su lugar seguro, ese en el que no había querido nunca y nunca nadie la había querido, en el que no dependía de nadie y nadie dependía de ella. Bastien se lo había repetido muchas veces, las emociones le nublaban el juicio y de no controlarlas, eventualmente se convertirían en su perdición. Tal vez aún no era demasiado tarde para recobrar el equilibrio de su pequeño universo… ella era una cazadora, él un lobo, eran enemigos naturales y eso era, exactamente, todo lo que debían haber sido.
Vashni se aproximó, la miró con detenimiento unos breves instantes, probablemente nada convencido por los embustes que ella se esforzaba en hacerle creer. Estaba tan cerca que de nuevo podía sentir la respiración tibia impactando su piel, la magia que los unía hormigueando bajo su dermis, el deseo haciendo estragos en su cuerpo y el ansia de ser suya de una buena vez. No dijo nada, solo aguardó hasta que finalmente Vashni cruzó el umbral… por supuesto, él no la iba a obligar a hacer nada.
Sabía que era la decisión correcta, así lo parecía… pero así no se sentía y lo sintió cada vez menos con cada paso con que el lobo se alejaba. Amara nació bajo un mal signo, su destino fue marcado a fuego por la tragedia, había perdido, perdía y seguiría perdiendo pues estaba dejando ir lo único bueno que se había permitido sentir en un largo tiempo… No lo soportó más.
— ¡Te odio! — Le espetó al lobo, asomándose al pasillo cuando este había alcanzado ya la mitad del mismo. El alfa se volvió para enfrentarla… ella no supo leer la expresión en su rostro — Te odio tanto… — gruñó enfadada mientras se le acercaba con prisa, justo antes de que sus manos le abrazaran el cuello, atrayéndolo hacia ella para su boca colisionara violenta contra la ajena.
Mentía, mentía por que si no lo hacía tenía que decir la verdad… y no se sentía preparada para ello.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
De nuevo frente a ella sentía que me temblaban las manos, no importaba cuanto deseara ser perdonado, ni siquiera saber que todo esto se basaba en una falacia, una en la que la había hecho olvidar el día que marcó su sino.
Nuestras bocas chocaron, mi lengua se abrió paso entre sus labios ávida de verdades, porque si lago era cierto en todo esto es que estaba perdidamente enamorado de esa mujer que ahora abría los ojos como platos y con un empujón interponía distancia física entre nosotros.
Relamí mis labios sintiendo su saliva impregnada, su esencia y no por ello recudieron mis ganas, escuché como me atacaba mordaz como era ella, no quería que estuviera allí y mientras caminaba con decisión hacía la puerta de su habitación abrió y me invitó a salir.
Guardé silencio, con mis esferas ámbar fruto del deseo, de la rabia, de la cercanía y del dolor que me producía no tenerla habiéndolo hecho todo para poseerla.
Quieto, inmóvil, con mis ojos buscando aquellos orbes que no me miraban que no me necesitaban y llego su petición, acompañada de un por favor, un claro vete que me hizo moverme, me detuve un instante bajo el umbral de la puerta, le hubiera dicho que se equivocaba pero ¿para que? Si estaba ante mi perdición y aun así solo quería perderme.
Emprendí camino hacía el pasillo, no quería mirar atrás pero cada paso hacía arder mi cuerpo y mis puños se cerraron fruto de la ira y la desesperación, no pensaba seria fácil ser perdonado pero tampoco que me largara de su cuarto sin darme la posibilidad de explicarme o hablar.
Fue entonces cuando escuché ese “te odio” entre dientes que sonó convincente.
Me detuve girándome para enfrentar la despedida que iba acompañada de una mentira, porque si bien era cierto estaba enfadada no era odio lo que por mi profesaba y eso lo comprobé cuando caminó hacía mi con los ojos titilantes como estrellas y repitiendo aquella palabra que esperaba se convirtiera en verdad y no lo hacia.
Frente a frente sus manos abrazaron mi nuca, jadeé gruñendo al sentir como con rudeza me llevaba contra su boca, como un ariete me abrí paso, conquisté sus murallas y entre lamidas acaricié su paladar enterrándome en un beso húmedo y prolongado.
-Te quiero -susurré como respuesta a sus palabras.
Ni siquiera sabía como continuar tras este beso pero mis manos descendieron por el cuerpo de la cazadora y entre jadeos la lacé por las nalgas anudándola a mi.
Ladeé la sonrisa al sentir su lengua perfilar mi boca ansiosa de mas y aun así fiera como era aseguró que me odiaba mas que nunca.
-Bien, ódiame mas fuerte -gemí al sentir como me mordía los labios y revolvía mi pelo hundiendo sus dedos en cada mechón del que tiraba con desasosiego.
Rehíce el camino esta vez con la cazadora como premio, sin mirar siquiera porque solo tenia ojos para sus labios y su sonrisa y con la camisa arrugada bajo sus dedos y mis manos alzando su camisa volvimos a quedarnos solos tras esas paredes llenas de verdades y mentiras en un peligroso juego que algún día explotaría.
Nuestras bocas chocaron, mi lengua se abrió paso entre sus labios ávida de verdades, porque si lago era cierto en todo esto es que estaba perdidamente enamorado de esa mujer que ahora abría los ojos como platos y con un empujón interponía distancia física entre nosotros.
Relamí mis labios sintiendo su saliva impregnada, su esencia y no por ello recudieron mis ganas, escuché como me atacaba mordaz como era ella, no quería que estuviera allí y mientras caminaba con decisión hacía la puerta de su habitación abrió y me invitó a salir.
Guardé silencio, con mis esferas ámbar fruto del deseo, de la rabia, de la cercanía y del dolor que me producía no tenerla habiéndolo hecho todo para poseerla.
Quieto, inmóvil, con mis ojos buscando aquellos orbes que no me miraban que no me necesitaban y llego su petición, acompañada de un por favor, un claro vete que me hizo moverme, me detuve un instante bajo el umbral de la puerta, le hubiera dicho que se equivocaba pero ¿para que? Si estaba ante mi perdición y aun así solo quería perderme.
Emprendí camino hacía el pasillo, no quería mirar atrás pero cada paso hacía arder mi cuerpo y mis puños se cerraron fruto de la ira y la desesperación, no pensaba seria fácil ser perdonado pero tampoco que me largara de su cuarto sin darme la posibilidad de explicarme o hablar.
Fue entonces cuando escuché ese “te odio” entre dientes que sonó convincente.
Me detuve girándome para enfrentar la despedida que iba acompañada de una mentira, porque si bien era cierto estaba enfadada no era odio lo que por mi profesaba y eso lo comprobé cuando caminó hacía mi con los ojos titilantes como estrellas y repitiendo aquella palabra que esperaba se convirtiera en verdad y no lo hacia.
Frente a frente sus manos abrazaron mi nuca, jadeé gruñendo al sentir como con rudeza me llevaba contra su boca, como un ariete me abrí paso, conquisté sus murallas y entre lamidas acaricié su paladar enterrándome en un beso húmedo y prolongado.
-Te quiero -susurré como respuesta a sus palabras.
Ni siquiera sabía como continuar tras este beso pero mis manos descendieron por el cuerpo de la cazadora y entre jadeos la lacé por las nalgas anudándola a mi.
Ladeé la sonrisa al sentir su lengua perfilar mi boca ansiosa de mas y aun así fiera como era aseguró que me odiaba mas que nunca.
-Bien, ódiame mas fuerte -gemí al sentir como me mordía los labios y revolvía mi pelo hundiendo sus dedos en cada mechón del que tiraba con desasosiego.
Rehíce el camino esta vez con la cazadora como premio, sin mirar siquiera porque solo tenia ojos para sus labios y su sonrisa y con la camisa arrugada bajo sus dedos y mis manos alzando su camisa volvimos a quedarnos solos tras esas paredes llenas de verdades y mentiras en un peligroso juego que algún día explotaría.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
No podía, no debía, pero no resistirlo más no quería. Lo deseaba, lo necesitaba y esa urgencia le ardía abrasadora en el cuerpo, en el alma y aunque le costara admitirlo, también en el corazón. Inquietas, sus manos se enredaron entre los cabellos del alfa, los despeinaron con desespero y desde allí descendieron, tirando de él, de su piel, de la tela de su ropa, presionándolo contra su boca, contra su cuerpo, contra cada parte de su ser. Para ese momento ya lo había perdido todo, lo literal y lo figurativo, había cedido al descontrol y se había olvidado de su cordura y su compostura. Se había extraviado a sí misma y ya no tenía intenciones de hallarse otra vez.
Entre besos desesperados, mordiscos ansiosos y el desenfrenado duelo de sus lenguas, que se enredaban, se enfrentaban y se acariciaban entre el caos de su afanoso encuentro, Amara aferró las piernas a la cintura del lobo, arrastrada por el tumulto de sensaciones que cosquilleaban incandescentes bajo su piel y el camino dibujado por el tacto ajeno, dejándola sin más alternativa que la de abdicar a su necesidad más primitiva.
“Te quiero”
La respuesta de Vashni a esas declaraciones que ya se habían delatado falsas, le hizo gruñir entre rabia y placer, removiendo sus emociones, sacudiendo el odio y… lo que fuera que en realidad sintiera por él.
— Te odio…—Insistió ella en un susurro furiosamente provocador, rozando con sus palabras los labios del licano que hasta el momento se había negado a liberar. Lo desafiaba, lo retaba, lo incitaba a odiarla de la forma en la que ella se lo profesaba, aunque la enardecida fricción de sus cuerpos confesaba su verdadero deseo— más que a nadie.
Entre la expresión física de sus hambrientas y desaforadas pasiones, el hombre la cargó a través del pasillo de vuelta a su estancia, esa que antes abrió una brecha entre ambos y ahora los volvía a reunir. Las palabras que alfa le ofreció en respuesta a su aseveración la llenaron de ira, una emoción corrosiva que fundida con la ignición de su deseo desataron su pequeño infierno.
Fiera e impaciente, la cazadora tiró de la camisa del lobo hasta que la tensión hizo ceder los botones de la prenda e impulsando la puerta con una de sus manos la cerró de golpe solo para que su espalda pudiese dar de lleno contra ella. La boca de su enemigo reventaba violenta contra la propia mientras el peso de este presionaba contra su menudo cuerpo.
Un par de jadeos fueron acallados entre insaciables besos mientras comenzaba a sentir la erección del alfa brotando tras la bragueta, esa que frotaba y pulsaba deliciosamente, estimulando su intimidad. Sus manos se colaron en la abertura de la camisa y se deslizaron por la calidez de la piel del hombre, recorriendo la musculatura, hundiendo las yemas de sus dedos con ansia. Fue entonces cuando los labios de su opuesto descendieron por su cuello, humedeciendo su piel caliente, enviando un cosquilleo que descendió por la planicie de su abdomen y un estremecimiento por su espina dorsal.
— Te extrañaba… — Confesó finalmente con voz trémula y labios temblorosos, ya completamente fuera de sí— te necesito… —Hizo una pausa, lo que sentía era tan abrumador que a penas y podía hablar— me gustas… me gustas mucho…
Esa era, posiblemente, la primera vez que decía algo remotamente similar.
Entre besos desesperados, mordiscos ansiosos y el desenfrenado duelo de sus lenguas, que se enredaban, se enfrentaban y se acariciaban entre el caos de su afanoso encuentro, Amara aferró las piernas a la cintura del lobo, arrastrada por el tumulto de sensaciones que cosquilleaban incandescentes bajo su piel y el camino dibujado por el tacto ajeno, dejándola sin más alternativa que la de abdicar a su necesidad más primitiva.
“Te quiero”
La respuesta de Vashni a esas declaraciones que ya se habían delatado falsas, le hizo gruñir entre rabia y placer, removiendo sus emociones, sacudiendo el odio y… lo que fuera que en realidad sintiera por él.
— Te odio…—Insistió ella en un susurro furiosamente provocador, rozando con sus palabras los labios del licano que hasta el momento se había negado a liberar. Lo desafiaba, lo retaba, lo incitaba a odiarla de la forma en la que ella se lo profesaba, aunque la enardecida fricción de sus cuerpos confesaba su verdadero deseo— más que a nadie.
Entre la expresión física de sus hambrientas y desaforadas pasiones, el hombre la cargó a través del pasillo de vuelta a su estancia, esa que antes abrió una brecha entre ambos y ahora los volvía a reunir. Las palabras que alfa le ofreció en respuesta a su aseveración la llenaron de ira, una emoción corrosiva que fundida con la ignición de su deseo desataron su pequeño infierno.
Fiera e impaciente, la cazadora tiró de la camisa del lobo hasta que la tensión hizo ceder los botones de la prenda e impulsando la puerta con una de sus manos la cerró de golpe solo para que su espalda pudiese dar de lleno contra ella. La boca de su enemigo reventaba violenta contra la propia mientras el peso de este presionaba contra su menudo cuerpo.
Un par de jadeos fueron acallados entre insaciables besos mientras comenzaba a sentir la erección del alfa brotando tras la bragueta, esa que frotaba y pulsaba deliciosamente, estimulando su intimidad. Sus manos se colaron en la abertura de la camisa y se deslizaron por la calidez de la piel del hombre, recorriendo la musculatura, hundiendo las yemas de sus dedos con ansia. Fue entonces cuando los labios de su opuesto descendieron por su cuello, humedeciendo su piel caliente, enviando un cosquilleo que descendió por la planicie de su abdomen y un estremecimiento por su espina dorsal.
— Te extrañaba… — Confesó finalmente con voz trémula y labios temblorosos, ya completamente fuera de sí— te necesito… —Hizo una pausa, lo que sentía era tan abrumador que a penas y podía hablar— me gustas… me gustas mucho…
Esa era, posiblemente, la primera vez que decía algo remotamente similar.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 162
Fecha de inscripción : 19/04/2016
Localización : El diablo sabe dónde
Re: Enséñame a olvidarme de pensar (privado)
La puerta se convirtió en nuestra cómplice, testigo del tintineo de los botones de mi camisa contra el suelo, Si antes un portazo marcó el fin, hoy era solo el principio.
Sus manos arrugaban la tela de mi camisa y mi boca prestaba batalla muda acallando los jadeos roncos de la cazadora que me odiaba. Depredador y presa, amigos, enemigos, podíamos ser todo y nada pero el deseo era tan salvaje entre nosotros que nuestros belfos se hincharon por el choque de dientes, mordidas y lamidas.
Mi cuerpo la apresó contra nuestro lecho improvisado, cárcel de piel y hueso que presionaba todo su cuerpo. Abrió las compuertas encajando a la bestia, sus piernas los grilletes, mi bulto sobrepasaba la tela rogando por avivar un centro ya dispuesto, las terminaciones nerviosas nos enardecían a ambos.
Mis pupilas ambarinas se anclaron en aquella mirada parda, su sonrisa se dibujó consciente de como tenía a la bestia, era cazadora, entendía de trampas y yo había caído en la de su mirada. Amara de nuevo lograba hacerme preso de sus caricias, allí estábamos, enfrentándonos en el duelo de nuestras vidas. “Te he echado de menos” susurró como un eco retumbando en mi cabeza.
-Échame de menos mas fuerte -rugí empujando mi verga palpitante contra su aun cubierto centro, restregándome dispuesto a travesarla como un torrente de agua, estaba tan excitado que ni siquiera controlaba si la podía hacer daño y eso que su menudo cuerpo se arqueaba con cada embestida nueva que daba.
Mi boca surcó sedienta su piel, humedeciendo su cuello contra el que jadeé, apresé con los dientes su carne marcándola, convirtiéndola en miá ante la manada, aunque solo fuera en ese efímero momento en el que ambos habíamos olvidado todo borrachos de besos.
Me embebí de su clavícula, con mi diestra rocé sus tetas aferrando la camisa de la cazadora para abrirla sus dos enormes pechos emergieron, las cúspides duras se frotaron contra mi torso desnudo sentenciándolo en una corriente de placer inusitado.
Me adueñé de sus pechos, comiéndomelos, mordiéndolos de forma salvaje, dejando el rojo de mi barba marcado a fuego en el mapa de su piel clara.
-Te he necesitado, no podía mas, me estaba volviendo loco -confesé no dando explicaciones del porque de una distancia auto impuesta -te quiero -rugí -te quiero tanto como tu me odias a mi.
Y no era mentira porque me odiaba, solo que no lo sabía, al luna de sangre me convertía en su mayor enemigo.
La cazadora ansiosa y jadeando llevó su mano a mi abultada bragueta, desabrochó el botón dejando que mi pulsatil verga emergiera brillante, rezumando ansiosa por colarse en el centro de su caverna.
Sus manos arrugaban la tela de mi camisa y mi boca prestaba batalla muda acallando los jadeos roncos de la cazadora que me odiaba. Depredador y presa, amigos, enemigos, podíamos ser todo y nada pero el deseo era tan salvaje entre nosotros que nuestros belfos se hincharon por el choque de dientes, mordidas y lamidas.
Mi cuerpo la apresó contra nuestro lecho improvisado, cárcel de piel y hueso que presionaba todo su cuerpo. Abrió las compuertas encajando a la bestia, sus piernas los grilletes, mi bulto sobrepasaba la tela rogando por avivar un centro ya dispuesto, las terminaciones nerviosas nos enardecían a ambos.
Mis pupilas ambarinas se anclaron en aquella mirada parda, su sonrisa se dibujó consciente de como tenía a la bestia, era cazadora, entendía de trampas y yo había caído en la de su mirada. Amara de nuevo lograba hacerme preso de sus caricias, allí estábamos, enfrentándonos en el duelo de nuestras vidas. “Te he echado de menos” susurró como un eco retumbando en mi cabeza.
-Échame de menos mas fuerte -rugí empujando mi verga palpitante contra su aun cubierto centro, restregándome dispuesto a travesarla como un torrente de agua, estaba tan excitado que ni siquiera controlaba si la podía hacer daño y eso que su menudo cuerpo se arqueaba con cada embestida nueva que daba.
Mi boca surcó sedienta su piel, humedeciendo su cuello contra el que jadeé, apresé con los dientes su carne marcándola, convirtiéndola en miá ante la manada, aunque solo fuera en ese efímero momento en el que ambos habíamos olvidado todo borrachos de besos.
Me embebí de su clavícula, con mi diestra rocé sus tetas aferrando la camisa de la cazadora para abrirla sus dos enormes pechos emergieron, las cúspides duras se frotaron contra mi torso desnudo sentenciándolo en una corriente de placer inusitado.
Me adueñé de sus pechos, comiéndomelos, mordiéndolos de forma salvaje, dejando el rojo de mi barba marcado a fuego en el mapa de su piel clara.
-Te he necesitado, no podía mas, me estaba volviendo loco -confesé no dando explicaciones del porque de una distancia auto impuesta -te quiero -rugí -te quiero tanto como tu me odias a mi.
Y no era mentira porque me odiaba, solo que no lo sabía, al luna de sangre me convertía en su mayor enemigo.
La cazadora ansiosa y jadeando llevó su mano a mi abultada bragueta, desabrochó el botón dejando que mi pulsatil verga emergiera brillante, rezumando ansiosa por colarse en el centro de su caverna.
Vashni Indih- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 03/06/2017
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