• Extrañas proposiciones • {Libre}

por **Sylvanas Poignet** Sáb Jun 01, 2013 10:08 am

"La verdadera sexualidad no es el simple acercamiento de los sexos,
sino el trabajo creador del hombre y la maternidad de la mujer."
Gregorio Marañón (1887-1960)

Era masoquismo, el más puro y doloroso de ellos. Su impotencia ante la idea de ser madre, a veces la llevaba casi al borde de la locura. No siempre era así, había épocas en la que ese instinto podía pasar un poco más desapercibido, pero luego siempre ocurría algo que lo revivía, casi con más fuerza que la vez anterior. La necesidad quemaba en su corazón, su vientre se retorcía al saberse muerto e incapaz de dar a luz lo que deseaba, de poder dejar en el mundo un pedacito de ella misma, de tener a quién cuidar por la eternidad, de verlo crecer y marchar.

Como una de esas mariposas que vuelan hacia el fuego, terminando por quemarse las alas y morir por el placer que sienten, por su instinto, ella había ido en carro hasta el orfanato. Nunca solía entrar, buscaba algún lugar desde el que poder ver las figuras de los pequeños corretear al otro lado de las ventanas, o salir y entrar por algún recado. Sentía ganas de llorar, pero eso era algo que nunca hacía, como vampiresa que era, hacía mucho que parecía haber perdido esa capacidad, o quizás era simplemente que las lágrimas eran un bien demasiado preciado como para derramarlas tan a menudo. A veces solo pensaba que igual que estaba seca en su matriz, también debía estarlo en los ojos.

Después de estar allí largo rato, siempre parecía repetir lo mismo; se iba en busca de algo de cena, no realmente porque tuviera hambre, solo para poder al menos saciar alguno de sus deseos. En esa ocasión, sin embargo, sus planes eran diferentes. Fue hacia el burdel, con una extraña idea en mente, con una bolsa cargada de una buena cantidad de francos en el bolso que colgaba de su brazo y sus ojos escrutaban el lugar, paseando despacio. Atraía las miradas de muchos, no porque fuera hermosa ni nada de eso, que algún caso podía darse, más bien es que resultaba extraño ver a alguien con su aspecto por allí. Era una mujer joven en apariencia, bien arreglada, bien cuidada, con ropa elegante y de buena manufactura, con el pelo recogido como dictaba la moda de las muchachas de alta cuna. ¿Qué podía hacer alguien como ella en un burdel? Si fuera un muchacho quizás habría sido diferente, pero no era el caso.

Recorrió el salón para ir a acomodarse en un rincón, aun de pie y esperando encontrar a alguien que pudiera interesarle. No buscaba simplemente sexo, buscaba algo más, algo casi retorcido pero que seguramente no sería la primera vez que alguien lo planteaba. Para ello necesitaba a alguien de mente abierta que estuviera dispuesto a entregarle los siguientes meses de su vida, principalmente una mujer. Aunque dado su estado, si algún hombre se acercaba a conversar con ella, no es como que fuera a rechazarlo, tenía toda la noche por delante para encontrar lo que buscaba.

por **Karl Lahm** Dom Jun 02, 2013 8:51 am

Tras un largo día de trabajo por las calles de París, contando interesantes historias a los viandantes, solo había sido agradecida su labia y simpatía con apenas unos miserables francos, mas Karl esperaba que fuese suficiente, pues bien es sabido que ninguna prostituta se presta a trabajar gratis ni a cambio de un cuento.

Hizo su aparición en uno de los burdeles de la ciudad, sus pintas poco arregladas y ropas desaliñadas daban perfectamente el perfil con la clase de persona que normalmente frecuenta uno de esos antros, por lo que al contrario de en casi cualquier sitio, era bien recibido...impresionante el poder del dinero. Antes de nada debía echar un vistazo a las posibles candidatas y quien sabe, quizás charlar un poco con ellas antes.

El pelirrojo se acercó a la primera que vio, de aspecto no muy caro.

-Puto es el hombre que de putas fía, y puto el que sus gustos apetece; puto es el estipendio que se ofrece en pago de su puta compañía. - La cortesana ofendida sin parecer comprender bien las palabras del poeta no hizo otra cosa que abofetearle. - Esta no - Karl pareció un poco dubitativo y se acercó a otra.

-Puto es el gusto, y puta la alegría que el rato putaril nos encarece; y yo diré que es puto a quien parece que no sois puta vos, señora mía. - La reacción de la segunda ramera no fue para nada violenta y fue su cara de incredulidad la que llevó a Karl a pasar de ella sin más, intentando probar fortuna con una tercera, esperando que fuese la definitiva.

-Mas llámenme a mí puto enamorado, si al cabo para puta no os dejare; y como puto muera yo quemado si de otras tales putas me pagare, porque las putas graves son costosas, y las putillas viles, afrentosas. - La fulana contestó escupiéndole y tras limpiarse con las mangas su veredicto quedó en el aire - Quizás - pensaba en voz alta.

Mas algo llamó la atención desde la esquina de un rincón, una hermosa dama de finos ropajes y de aspecto frío miraba a la sala, pareciendo intentar encontrar algo que no sabia buscar. Siendo que no tenía ninguna compañía dos ideas surgieron por la cabeza del trovador, o bien era la ramera mas cara de París y no había hombre capaz de costearse sus servicios o bien una mujer de alta alcurnia esperando a uno de los putos mas costosos del lugar. La curiosidad, evidentemente era enorme, por lo que Karl se aproximó a la dama.

-Perdone que os moleste señorita, mas la curiosidad me llena el alma, ¿ es usted una fulana o una asidua de casta alta ? - preguntaba haciendo una ligera reverencia y quitándose un viejo sombrero que normalmente servía para recaudar dinero - Mi nombre es Karl, ¿si es lo primero acepta un cuento o un poema como pago ?, si es lo segundo espero disculpe mis modales y el haberla afrentado.

El pelirrojo sonreía esperando la respuesta, bien se había ganado una bofetada o algo peor, pero nunca había faltado el respeto ni había sido maleducado, tan solo la posibilidad de herir el orgullo de la señorita era lo que podía causarle una mínima preocupación.

por **Sylvanas Poignet** Jue Jun 20, 2013 7:08 am

Lo había visto desde lejos, claro que sí. Aquel tipo de comportamiento no era algo que pasara desapercibido para alguien como Sylvanas, siempre tan atenta a todo. Además, no es que el físico de aquel hombre fuera precisamente sutil. Su cabello pelirrojo era llamativo y era casi inevitable fijar los ojos en él, pero fue apenas un momento, pues en seguida desvió sus ojos a otra parte, aunque se mantuviera atenta a todo lo que ocurría. Y especialmente cuanto más cerca estaba de ella.

Hasta que llegó a su mesa. Las azulinas orbes de la vampiresa se movieron lentamente para enfocar al hombre de cabello color zanahoria y entrecerró un poco los párpados, escuchando su verborrea. ¿Un cuento en pago para una prostituta? No le extrañaba que estuviera aun dando vueltas por el burdel sin haber conseguido absolutamente nada de nada. Se mantuvo unos segundos en silencio, con los ojos clavados en él y finalmente la mujer hizo sus movimientos, metiendo una mano en el saquito donde solía llevar el dinero y sacando un par de francos que puso sobre la mesa, frente al desconocido.

— No me voy a ofender porque me confundan con una prostituta cuando estoy parada en medio de un lupanar infestado de ellas. — aseguró, con voz calma y suave, sin ningún tinte de enfado o molestia en la voz — Sí me ofende, sin embargo, que piensen que podrían pagarme con un cuento o un poema. De ser así, dudo mucho que pudiera costearme estas ropas, ya que cualquiera aprovecharía semejante oferta, ¿no cree, monsieur? — lo miró de arriba a abajo, como si estuviera calculando si merecía la pena continuar con aquella conversación o no. Retiró los dedos de encima de las monedas, volviendo a su anterior postura, serena — Cuente su cuento, recite su poema y si es lo suficientemente bueno, quizás no necesite costearse una prostituta cualquiera el día de hoy. De no ser así, ahí tiene un par de francos para buscar a alguien que los acepte y lo satisfaga.

Puede que fuera el hecho de que no tenía nada que hacer en ese momento, de que su particular cacería no estaba resultando satisfactoria y no encontraba nada con qué entretenerse o simplemente era una vampiresa ya lo suficientemente mayor como para saber apreciar el momento en el que se cruzaba con un humano peculiar o que se saliera de la media. Sabía escuchar, y ese hombre parecía tener muchas ganas de hablar, así que quizás al menos le amenizara un rato la espera.

Off: Disculpa la demora, he tenido unos días algo bajos de inspiración >.<

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