AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Extrañas coincidencias [Privado]
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Extrañas coincidencias [Privado]
Cuando sentí los primeros rayos de sol colarse por la ventana, me levanté con premura para cerrar correctamente las cortinas y evitar así que la luz solar entrase en la habitación, donde debía reinar la oscuridad más absoluta si no quería que Assur corriese peligro alguno. Assur, suspiré al pensar en él, mi amo. Ese hombre que la noche anterior me había destrozado en más de un sentido, ese que se había quedado dormido en mi lecho mientras yo me recomponía poco a poco en la bañera rebosante de agua caliente. Gracias a la sangre que de él tomaba, las laceraciones físicas habían cicatrizado más rápido de lo normal, pero las psicológicas eran asunto de otro cantar. Dudaba siquiera que alguna vez consiguiese recomponerme de aquello, pero al fin y al cabo había sido su forma de someterme; su forma de decirme quien mandaba allí, y que por ende, yo no significaba nada para él.
Me asomé a mi alcoba donde todavía permanecía dormido, donde incluso con los ojos cerrados transmitía esa letalidad que lo caracterizaba. Con sigilo me acerqué hasta situarme a su lado y lo arropé con las mantas como si de un mortal se tratase. Sabía que mi gesto era ridículo, que los vampiros no enferman, pero sentía la extraña necesidad de preocuparme por su bienestar.
Al fin y al cabo era su esclava, y me gustase o no debería empezar a asimilar que no había otro tipo de relación entre nosotros más allá de “él ordena, yo obedezco”. Acaricié su pelo antes de depositar un beso sobre su fría frente, y tras vestirme con una sencilla falda y un corsé me dispuse a bajar a desayunar aprovechando que el amo no me requeriría de momento para ningún recado.
El restaurante del hotel estaba prácticamente desierto a esas horas de la mañana, quizás demasiado temprano para un lugar donde la mayoría de los inquilinos estaban de vacaciones y madrugar no entraba en sus planes. Me senté en un taburete junto a la barra, y cuando el camarero se dignó a prestarme atención le solicité mi desayuno, un café con leche y un croissant con mantequilla. Lo cierto es que no tenía mucho apetito, pero si quería llevar el ritmo que Assur me tendría preparado para ese día, tenía que alimentarme a conciencia.
Observé entonces una joven muchacha de cabellos castaños sentada en una de las mesas, que leyendo un periódico daba buena cuenta a su desayuno. Sonreí al pensar en que sería más o menos de mi edad, y que sin embargo nuestros destinos eran totalmente distintos. ¿O es que acaso era normal pasar el resto de tu vida junto a un inmortal? Me acerqué a ella con soltura, pensando que no hacía daño a nadie por entablar una inocente conversación con una joven normal como si yo también lo fuese.
-¿Le importa que le acompañe durante el desayuno? La cafetería está desierta, y así no estaremos solas.- pregunté con una dulce sonrisa mientras clavaba mi mirada en la suya.- Me llamo Noreen, y me alojo en este hotel.
Solo serían unos minutos, lo que durase el desayuno. Unos minutos en los que podría ser yo misma sin temor a que Assur se enfadase por alguno de mis sarcásticos comentarios, sin temor a ofenderle y ser castigada por eso. Unos minutos de libertad antes de volver de nuevo a mi jaula de oro.
Me asomé a mi alcoba donde todavía permanecía dormido, donde incluso con los ojos cerrados transmitía esa letalidad que lo caracterizaba. Con sigilo me acerqué hasta situarme a su lado y lo arropé con las mantas como si de un mortal se tratase. Sabía que mi gesto era ridículo, que los vampiros no enferman, pero sentía la extraña necesidad de preocuparme por su bienestar.
Al fin y al cabo era su esclava, y me gustase o no debería empezar a asimilar que no había otro tipo de relación entre nosotros más allá de “él ordena, yo obedezco”. Acaricié su pelo antes de depositar un beso sobre su fría frente, y tras vestirme con una sencilla falda y un corsé me dispuse a bajar a desayunar aprovechando que el amo no me requeriría de momento para ningún recado.
El restaurante del hotel estaba prácticamente desierto a esas horas de la mañana, quizás demasiado temprano para un lugar donde la mayoría de los inquilinos estaban de vacaciones y madrugar no entraba en sus planes. Me senté en un taburete junto a la barra, y cuando el camarero se dignó a prestarme atención le solicité mi desayuno, un café con leche y un croissant con mantequilla. Lo cierto es que no tenía mucho apetito, pero si quería llevar el ritmo que Assur me tendría preparado para ese día, tenía que alimentarme a conciencia.
Observé entonces una joven muchacha de cabellos castaños sentada en una de las mesas, que leyendo un periódico daba buena cuenta a su desayuno. Sonreí al pensar en que sería más o menos de mi edad, y que sin embargo nuestros destinos eran totalmente distintos. ¿O es que acaso era normal pasar el resto de tu vida junto a un inmortal? Me acerqué a ella con soltura, pensando que no hacía daño a nadie por entablar una inocente conversación con una joven normal como si yo también lo fuese.
-¿Le importa que le acompañe durante el desayuno? La cafetería está desierta, y así no estaremos solas.- pregunté con una dulce sonrisa mientras clavaba mi mirada en la suya.- Me llamo Noreen, y me alojo en este hotel.
Solo serían unos minutos, lo que durase el desayuno. Unos minutos en los que podría ser yo misma sin temor a que Assur se enfadase por alguno de mis sarcásticos comentarios, sin temor a ofenderle y ser castigada por eso. Unos minutos de libertad antes de volver de nuevo a mi jaula de oro.
Noreen Sheenan- Esclavo de Sangre/Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: Extrañas coincidencias [Privado]
El día había tardado en llegar tan poco como el tiempo que había durado la ropa puesta sobre mi piel de porcelana antes de que mi prometido la arrancara sin dudarlo, ansiando poseer en aquella noche mi cuerpo y cada resquicio de mi alma, haciendo que por fin, la frase de ser suya cobrara completo sentido. Al fin las barreras habían caído entre aquellas personas desdichadas que el destino había juntado como si con ello, su amarga existencia cobrara de una vez por todas sentido.
Mis dedos subían y bajaban acariciando los dos puntos que surcaban mi cuello como un dulce recordatorio de una de las veces en que sus labios, deseosos de algo más que mi cuerpo, hubieran dejado paso a sus colmillos clavándose con erotismo y lentitud sobre mi carne blanda dándole el sustento que él más ansiaba. Sí, habíamos recuperado la chispa, esa que creíamos extinta y que ahora, más que nunca, sabía que ya no podría extinguirse entre nosotros, yo había doblegado su corazón y el mi alma, quedando unidos de por vida sin saberlo. Mis dedos subían y bajando recordando aquella noche que había dado a paso al alba, un alba que había hecho que él cayera rendido sobre las sábanas y yo, extasiada de él y de todas aquellas emociones me había visto incapaz de dormir y de despertar pensando que todo aquello había sido un dulce sueño.
Y ahora allí estaba, sentada en una mesa, rodeada de un suculento desayuno que se estaba quedando frío por culpa de mi mente que se alimentaba de los recuerdos de aquella noche de fuego y hielo, de nuevas sensaciones. Recuerdos interrumpidos por una voz de mujer.
-¿Perdón?- Dije saliendo de entre mis pensamientos -Os pido disculpas, estaba ensimismada en mis pensamientos y no os he oído caminar hasta aquí.- Con cuidado subí el cuello de mi vestido, tratando que aquellas deliciosas marcas quedaran escondidas; debía tener cuidado si quería que la vida de mi futuro marido siguiera a salvo. -Cèline Dampierre, al menos hasta que Monsieur Black y yo nos desposemos- le indiqué a aquella dama con la mano que tomara asiento -Por favor, acompañadme, creo que he pedido más de lo que mi estómago podría digerir... ¿Y vos? ¿Venís sola, acompañada, por placer, asuntos familiares?-
Sonreí levemente acariciando ahora el anillo de hierba trenzada que pendía de mi cuello y que Joe me había regalado. Mis ojos, mientras tanto, observaban a aquella mujer desconocida sin saber bien qué esperar de ella pues los placeres ocultos no era lo único que Joe me había descubierto. También había hecho lo propio con la desconfianza, él era un hombre perseguido y yo, en cierto modo, su tapadera y su salvación pero el peligro seguía estando presente y podría esconderse en cualquier esquina, o en forma de una inocente mujer como la que ahora tenía delante.
Mis dedos subían y bajaban acariciando los dos puntos que surcaban mi cuello como un dulce recordatorio de una de las veces en que sus labios, deseosos de algo más que mi cuerpo, hubieran dejado paso a sus colmillos clavándose con erotismo y lentitud sobre mi carne blanda dándole el sustento que él más ansiaba. Sí, habíamos recuperado la chispa, esa que creíamos extinta y que ahora, más que nunca, sabía que ya no podría extinguirse entre nosotros, yo había doblegado su corazón y el mi alma, quedando unidos de por vida sin saberlo. Mis dedos subían y bajando recordando aquella noche que había dado a paso al alba, un alba que había hecho que él cayera rendido sobre las sábanas y yo, extasiada de él y de todas aquellas emociones me había visto incapaz de dormir y de despertar pensando que todo aquello había sido un dulce sueño.
Y ahora allí estaba, sentada en una mesa, rodeada de un suculento desayuno que se estaba quedando frío por culpa de mi mente que se alimentaba de los recuerdos de aquella noche de fuego y hielo, de nuevas sensaciones. Recuerdos interrumpidos por una voz de mujer.
-¿Perdón?- Dije saliendo de entre mis pensamientos -Os pido disculpas, estaba ensimismada en mis pensamientos y no os he oído caminar hasta aquí.- Con cuidado subí el cuello de mi vestido, tratando que aquellas deliciosas marcas quedaran escondidas; debía tener cuidado si quería que la vida de mi futuro marido siguiera a salvo. -Cèline Dampierre, al menos hasta que Monsieur Black y yo nos desposemos- le indiqué a aquella dama con la mano que tomara asiento -Por favor, acompañadme, creo que he pedido más de lo que mi estómago podría digerir... ¿Y vos? ¿Venís sola, acompañada, por placer, asuntos familiares?-
Sonreí levemente acariciando ahora el anillo de hierba trenzada que pendía de mi cuello y que Joe me había regalado. Mis ojos, mientras tanto, observaban a aquella mujer desconocida sin saber bien qué esperar de ella pues los placeres ocultos no era lo único que Joe me había descubierto. También había hecho lo propio con la desconfianza, él era un hombre perseguido y yo, en cierto modo, su tapadera y su salvación pero el peligro seguía estando presente y podría esconderse en cualquier esquina, o en forma de una inocente mujer como la que ahora tenía delante.
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Extrañas coincidencias [Privado]
Aquella joven dama parecía ensimismada en sus pensamientos y no me prestó demasiada atención, hasta que dando un paso adelante me situé frente a su campo de visión. Fue entonces cuando desvió su mirada desde la taza de porcelana que portaba en las manos y la dirigió hacia la mía, que la observaba sobresaltarse como si sus pensamientos no fuesen del todo apropiados para una dama.
-No se preocupe, llevo mi propio desayuno, solo buscaba entablar una apacible conversación diferente a las que mantengo con mi...pareja.- contesté sin haber pensado mucho en como me iba a presentar. Era complicado decir que era una esclava de sangre; y si lo hacía corría el riesgo de que me ocurriese dos cosas. Una, que se riesen de mí, o dos, que tratasen de ponerme una camisa de fuerza.- Enhorabuena pues por su compromiso, seguro que el Señor Black y vos hacéis una hermosa pareja.- sonreí confundida por la coincidencia del apellido con el de mi amo.- Y si no es mucha indiscreción, ¿son ambos de aquí? Quiero decir, que como se alojan en este hotel, debe ser porque están de viaje, ¿no? Nosotros llegamos hace un par de días desde el norte de Europa, por viaje de negocios de mi..pareja.
Me recosté en la silla mientras observaba a aquella enigmática joven que según mi sexto sentido tenía mucho más que ocultar que de contar. Mordí un trozo de mi croissant y observé sus gestos al hablar, esos que me daban pistas sobre su verdadera razón de estar alojada en ese hotel. Había algo en el apellido de su prometido que me hacía sentir que no era simple coincidencia, y que quizás sacarle algo de información para mi amo, me daría puntos a favor en una relación amo esclava que se me escapaba entre los dedos.
-No se preocupe, llevo mi propio desayuno, solo buscaba entablar una apacible conversación diferente a las que mantengo con mi...pareja.- contesté sin haber pensado mucho en como me iba a presentar. Era complicado decir que era una esclava de sangre; y si lo hacía corría el riesgo de que me ocurriese dos cosas. Una, que se riesen de mí, o dos, que tratasen de ponerme una camisa de fuerza.- Enhorabuena pues por su compromiso, seguro que el Señor Black y vos hacéis una hermosa pareja.- sonreí confundida por la coincidencia del apellido con el de mi amo.- Y si no es mucha indiscreción, ¿son ambos de aquí? Quiero decir, que como se alojan en este hotel, debe ser porque están de viaje, ¿no? Nosotros llegamos hace un par de días desde el norte de Europa, por viaje de negocios de mi..pareja.
Me recosté en la silla mientras observaba a aquella enigmática joven que según mi sexto sentido tenía mucho más que ocultar que de contar. Mordí un trozo de mi croissant y observé sus gestos al hablar, esos que me daban pistas sobre su verdadera razón de estar alojada en ese hotel. Había algo en el apellido de su prometido que me hacía sentir que no era simple coincidencia, y que quizás sacarle algo de información para mi amo, me daría puntos a favor en una relación amo esclava que se me escapaba entre los dedos.
Noreen Sheenan- Esclavo de Sangre/Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 01/09/2016
Re: Extrañas coincidencias [Privado]
Mis manos se quedaron a medio camino de ofrecerla parte de aquel suculento desayuno que había pedido aún a sabiendas de que, ni en un día normal podría acabar con él, menos aún en aquella mañana en la que mi mente vagaba de aquí para allá recordando retazos de la noche anterior, una de las mejores noches hasta el momento. Sonreí algo avergonzada por mi metedura de pata y dejé con delicadeza la taza y los croissants sobre la mesa finamente decorada.
Pareja… Así que, como yo, esa mujer no estaba allí sola o de paso, estaba acompañada por alguien que, como Joe había hecho conmigo, le había enseñado a ser cauta, a no desvelar más información de la necesaria y, por el contrario tratar de sonsacar toda la información posible del resto. No podía fiarme de aquel rostro aparentemente inocente que escondía más de lo que me mostraba a mí. Mis dedos se deslizaron lentamente hacia el anillo que Joe había trenzado para mi en el lago y que, de una forma u otra, se había convertido en el símbolo de nuestro amor. Ese símbolo de su humanidad, de los recuerdos con sus hermanos trenzando anillos en las tardes de verano y que él me había entregado.
-No, no estamos aquí por viaje de ninguna clase- dije llevando el café a mis labios. –Podría decirse que anoche nos excedimos con el champagne en la cena y decidimos quedarnos a dormir en el hotel antes que volver embriagados a nuestra casa… El servicio puede ser muy… Chismoso e inquisitivo-
De nuevo mis ojos recorrieron el cuerpo de esa inquietante mujer. Llevaba ropas caras, por lo que o bien era de clase social alta o bien tenía un amante que lo era y le proporcionaba las ropas necesarias para que entre ellos no se apreciaran las diferencias sociales.
-Y sí cherie, yo nací en París y he vivido aquí desde que tengo uso de razón, a excepción de algunos viajes al extranjero. Mi prometido por el contrario… es más, ¿Cómo decirlo? Un alma errante que vaga por el mundo buscando su verdadero hogar. Su familia ha vagado tanto que tiene raíces en muchos lugares, sus raíces son antiguas, casi tanto como el tiempo que el ser humano lleva poblando la faz de la tierra. Una familia curiosa e interesante la de los Black-
Con fingida despreocupación solté mi servilleta sobre el cuchillo que descansaba al filo de la mesa y di otro sorbo de mi café. –Pero bueno, qué desconsiderada soy Mademoiselle, tanto hablar de mi y mi prometido y apenas os he dejado que vos me desveléis quiénes sois, de dónde venís o el motivo por el que os habéis dejado seducir por la ciudad del amor- Reí con suavidad y, con disimulo tomé la servilleta de nuevo, esta vez con el cuchillo y la puse sobre mi falda, escondiendo de ojos indiscretos aquella arma que bien podría salvarme.
Sólo debía recordar cuanto Joe me había enseñado en la laguna, no se trataba de ser más fuerte que mi enemigo pues eso era prácticamente imposible, sino de ser más audaz, jugar con el elemento sorpresa y clavar un puñal o una estaca en la yugular o en el lugar en el que debería estar el inerte corazón, según si se trataba de un humano en busca de la bestia que era mi futuro marido o un vampiro que fuera su enemigo.
-Estáis muy callada ¿Acaso os han comido la lengua cherie?-
Pareja… Así que, como yo, esa mujer no estaba allí sola o de paso, estaba acompañada por alguien que, como Joe había hecho conmigo, le había enseñado a ser cauta, a no desvelar más información de la necesaria y, por el contrario tratar de sonsacar toda la información posible del resto. No podía fiarme de aquel rostro aparentemente inocente que escondía más de lo que me mostraba a mí. Mis dedos se deslizaron lentamente hacia el anillo que Joe había trenzado para mi en el lago y que, de una forma u otra, se había convertido en el símbolo de nuestro amor. Ese símbolo de su humanidad, de los recuerdos con sus hermanos trenzando anillos en las tardes de verano y que él me había entregado.
-No, no estamos aquí por viaje de ninguna clase- dije llevando el café a mis labios. –Podría decirse que anoche nos excedimos con el champagne en la cena y decidimos quedarnos a dormir en el hotel antes que volver embriagados a nuestra casa… El servicio puede ser muy… Chismoso e inquisitivo-
De nuevo mis ojos recorrieron el cuerpo de esa inquietante mujer. Llevaba ropas caras, por lo que o bien era de clase social alta o bien tenía un amante que lo era y le proporcionaba las ropas necesarias para que entre ellos no se apreciaran las diferencias sociales.
-Y sí cherie, yo nací en París y he vivido aquí desde que tengo uso de razón, a excepción de algunos viajes al extranjero. Mi prometido por el contrario… es más, ¿Cómo decirlo? Un alma errante que vaga por el mundo buscando su verdadero hogar. Su familia ha vagado tanto que tiene raíces en muchos lugares, sus raíces son antiguas, casi tanto como el tiempo que el ser humano lleva poblando la faz de la tierra. Una familia curiosa e interesante la de los Black-
Con fingida despreocupación solté mi servilleta sobre el cuchillo que descansaba al filo de la mesa y di otro sorbo de mi café. –Pero bueno, qué desconsiderada soy Mademoiselle, tanto hablar de mi y mi prometido y apenas os he dejado que vos me desveléis quiénes sois, de dónde venís o el motivo por el que os habéis dejado seducir por la ciudad del amor- Reí con suavidad y, con disimulo tomé la servilleta de nuevo, esta vez con el cuchillo y la puse sobre mi falda, escondiendo de ojos indiscretos aquella arma que bien podría salvarme.
Sólo debía recordar cuanto Joe me había enseñado en la laguna, no se trataba de ser más fuerte que mi enemigo pues eso era prácticamente imposible, sino de ser más audaz, jugar con el elemento sorpresa y clavar un puñal o una estaca en la yugular o en el lugar en el que debería estar el inerte corazón, según si se trataba de un humano en busca de la bestia que era mi futuro marido o un vampiro que fuera su enemigo.
-Estáis muy callada ¿Acaso os han comido la lengua cherie?-
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Extrañas coincidencias [Privado]
Lo bueno de ser una esclava de sangre, quizás lo único bueno, era que mis sentidos estaban mucho más desarrollados que el de cualquier humano de la calle. Por esto, y no por otra cosa, pude atisbar cierto recelo en las palabras de aquella dama de la alta burguesía parisina que frente a mí solo decía las verdades a medias. Más, ¿acaso podía culparla cuando yo hacía exactamente lo mismo?
No me resultó tan descabellada la razón del por qué a pesar de vivir en París, estuviesen alojados en un hotel. Era algo que los pudientes hacían a menudo, aunque normalmente escondiéndose de miradas indiscretas cuando la pasión que desataban no era aprobado o bien vista por el resto de sus conciudadanos. Poco me importaría a mí si el servicio me veía ebria o sobria, y si gracias a mí tenían tema de conversación en sus aburridas vidas, pues me alegraba por ellos.
Fue su explicación de la extraña rutina de su prometido lo que llamó mi atención. De acuerdo que las coincidencias existían, que habrían muchos hombres apellidados Black en todo el mundo, pero ¿Cuántos hombres errantes, que no tienen un hogar claro y cuyas raíces se remontaban a la antigüedad podían existir? Yo solo conocía a Assur, y que la descripción de aquella mujer con la mirada inquisitiva coincidiese tanto con la de mi amo, me escamaba sobremanera.
Continué dándole pequeños tragos a mi café con leche, reusando seguir tomando cualquier alimento sólido. Cualquier gesto que aquella mujer realizaba se iba grabando en mi mente, pues después debería informar a Assur de todo lo que había descubierto. En el peor de los casos, me llevaría alguna palabra de desprecio a las que ya estaba más que acostumbrada, y en el mejor, quizás me daría su sangre sin pedirme nada a cambio.
-Estaba escuchando su historia, mademoiselle. La verdad es que la envidio por ese anillo que porta en el dedo y que sin duda es una férrea muestra del amor que vuestro prometido siente por vos. Mi historia es bastante menos interesante que la suya, pero no tengo inconveniente en contársela.- apunté al tiempo que me percataba que su forma de coger la servilleta no era la misma que había utilizado en ocasiones interiores, así como que su cuerpo se tensaba y el tono de su voz variaba ligeramente.- Soy irlandesa, aunque desde que mis padres decidieron marchar a Rumanía, he estado viviendo allí. La mansión donde habito, y donde mis padres fueron a buscar trabajo, es la misma mansión propiedad de “mi pareja. No sabía decirle la relación que hay entre nosotros, desde luego no es una relación tradicional y bien vista por el resto de la burguesía, más imagino que mientras nosotros estemos de acuerdo en ésta, eso es lo que cuenta.- hice una pausa observando su respiración agitarse, como si estuviese alerta de algún ataque.- Lo cierto es que no tengo muy claro la razón por la que hemos venido hasta aquí; simplemente me pidió que le acompañase porque tenía unos negocios que atender en París, y no me lo pensé dos veces antes de hacer el equipaje. He viajado poco a lo largo de mi vida, y lo vi una interesante elección.
Terminé de beberme con calma el café de mi taza, mirando por encima de la misma a aquella enigmática mujer que parecía estar analizando mis palabras una a una como yo hacía con las suyas. No le había mentido en ningún momento, todo lo contado era cierto, y solo algunos matices lo diferenciaban de la verdad en estado puro.
-Quizás podamos volver a encontrarnos y conversar en más ocasiones. Lo cierto es que tengo poco contacto con otras damas que no sean las del servicio (o esclavas de sangre como yo, pensé), y el hecho de poder compartir unos minutos con alguien ajeno a todo eso es como un soplo de aire fresco, ¿no le parece?- añadí tras unos segundos de pausa.- Más si me disculpa, tengo que volver a la habitación; sé que mi pareja tenía asuntos que atender, y es capaz de dormir todo el día si no le despierto antes. Ha sido un placer, señorita Dampierre.
Con una cálida sonrisa me puse en pie, dispuesta a marcharme. Seguro que Assur me gruñía por sacarlo de su descanso, pero si tenía razón y algo extraño había con el prometido de esa mujer, cuanto antes me marcase los objetivos a seguir, mejor.[/color]
No me resultó tan descabellada la razón del por qué a pesar de vivir en París, estuviesen alojados en un hotel. Era algo que los pudientes hacían a menudo, aunque normalmente escondiéndose de miradas indiscretas cuando la pasión que desataban no era aprobado o bien vista por el resto de sus conciudadanos. Poco me importaría a mí si el servicio me veía ebria o sobria, y si gracias a mí tenían tema de conversación en sus aburridas vidas, pues me alegraba por ellos.
Fue su explicación de la extraña rutina de su prometido lo que llamó mi atención. De acuerdo que las coincidencias existían, que habrían muchos hombres apellidados Black en todo el mundo, pero ¿Cuántos hombres errantes, que no tienen un hogar claro y cuyas raíces se remontaban a la antigüedad podían existir? Yo solo conocía a Assur, y que la descripción de aquella mujer con la mirada inquisitiva coincidiese tanto con la de mi amo, me escamaba sobremanera.
Continué dándole pequeños tragos a mi café con leche, reusando seguir tomando cualquier alimento sólido. Cualquier gesto que aquella mujer realizaba se iba grabando en mi mente, pues después debería informar a Assur de todo lo que había descubierto. En el peor de los casos, me llevaría alguna palabra de desprecio a las que ya estaba más que acostumbrada, y en el mejor, quizás me daría su sangre sin pedirme nada a cambio.
-Estaba escuchando su historia, mademoiselle. La verdad es que la envidio por ese anillo que porta en el dedo y que sin duda es una férrea muestra del amor que vuestro prometido siente por vos. Mi historia es bastante menos interesante que la suya, pero no tengo inconveniente en contársela.- apunté al tiempo que me percataba que su forma de coger la servilleta no era la misma que había utilizado en ocasiones interiores, así como que su cuerpo se tensaba y el tono de su voz variaba ligeramente.- Soy irlandesa, aunque desde que mis padres decidieron marchar a Rumanía, he estado viviendo allí. La mansión donde habito, y donde mis padres fueron a buscar trabajo, es la misma mansión propiedad de “mi pareja. No sabía decirle la relación que hay entre nosotros, desde luego no es una relación tradicional y bien vista por el resto de la burguesía, más imagino que mientras nosotros estemos de acuerdo en ésta, eso es lo que cuenta.- hice una pausa observando su respiración agitarse, como si estuviese alerta de algún ataque.- Lo cierto es que no tengo muy claro la razón por la que hemos venido hasta aquí; simplemente me pidió que le acompañase porque tenía unos negocios que atender en París, y no me lo pensé dos veces antes de hacer el equipaje. He viajado poco a lo largo de mi vida, y lo vi una interesante elección.
Terminé de beberme con calma el café de mi taza, mirando por encima de la misma a aquella enigmática mujer que parecía estar analizando mis palabras una a una como yo hacía con las suyas. No le había mentido en ningún momento, todo lo contado era cierto, y solo algunos matices lo diferenciaban de la verdad en estado puro.
-Quizás podamos volver a encontrarnos y conversar en más ocasiones. Lo cierto es que tengo poco contacto con otras damas que no sean las del servicio (o esclavas de sangre como yo, pensé), y el hecho de poder compartir unos minutos con alguien ajeno a todo eso es como un soplo de aire fresco, ¿no le parece?- añadí tras unos segundos de pausa.- Más si me disculpa, tengo que volver a la habitación; sé que mi pareja tenía asuntos que atender, y es capaz de dormir todo el día si no le despierto antes. Ha sido un placer, señorita Dampierre.
Con una cálida sonrisa me puse en pie, dispuesta a marcharme. Seguro que Assur me gruñía por sacarlo de su descanso, pero si tenía razón y algo extraño había con el prometido de esa mujer, cuanto antes me marcase los objetivos a seguir, mejor.[/color]
Noreen Sheenan- Esclavo de Sangre/Clase Media
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