• Cita a ciegas •

por François* Miér Jun 05, 2013 12:51 pm

Recuerdo del primer mensaje :

No era su ambiente, estaba seguro de que no era algo que debiera permitirse, pero había tenido la noche anterior un encuentro con un cliente que siempre solía hacerle regalos. Según tenía anotado en su diario, era un asiduo suyo desde hacía más de dos años y lo visitaba cada tres meses. Era un señor de mediana edad, seguramente casado por algún compromiso pero con claras tendencias homosexuales. A pesar de haber tenido hijos, él siempre preferiría la compañía de muchachitos jóvenes y dulces, por supuesto Fran entraba en ese grupo y era uno de sus preferidos. Siempre que iba le hacía algún regalo caro; una joya, ropa, algún alimento exótico o algo así.

En esa ocasión habían sido dos entradas para el teatro, ya que ir solo habría sido raro y complicado para el chico. Su reacción había sido de sorpresa, más tarde de preocupación al pensar en cómo o con quién podría ir. Pensó en su madre, pero esta en seguida se negó alegando que no tenía ropa como para ir a un lugar así, que ni loca se lo compraría, así que quedó descartada. Tras echar un vistazo más a su diario, especialmente a las últimas páginas, se decidió a invitar a Jules. Como no quería hacerle pasar por el apuro de negarse, le dejó una pequeña nota en su habitación del burdel.

"Tengo dos entradas para el teatro, esta noche. Si quieres y puedes venir, te estaré esperando en la entrada a las 7:30. No te veas obligado a hacerlo, piensa que si no te apetece, no lo anotaré en mi diario y no podré enfadarme al día siguiente.
Saludos, Fran."

Dibujó una carita sonriente, para que supiera que iba de buenas y que no le molestaba realmente poner que no había ido a esa especie de...cita, por así decirlo. La gente pasaba a su alrededor mientras él aferraba en sus manos las dos entradas. Se había puesto un traje elegante, también cortesía de aquel hombre, que se lo había regalado como medio año atrás. Llevaba el pelo bien peinadito hacia atrás, con una pequeña coletita en la nuca para mantenerlo todo en su sitio. Estaba nervioso, mirando a los lados, incapaz de distinguir entre todas aquellas personas al cambiaformas, ya que no lo había visto. Solo se había despertado y leído en su diario que ese día había quedado con Jules en la entrada del teatro.

¿Sería guapo? ¿Alto, bajo, delgado o robusto? ¿Iría siquiera? ¿Cómo tendría el pelo? Los nervios se lo estaban comiendo y se sentía como una tonta doncella esperando a conocer a su pretendiente. Que estupidez...si tampoco eran nada, solo dos amigos que a veces vivían situaciones especiales.

por François* Vie Sep 27, 2013 1:53 pm

Realmente estar entre sus brazos fue como un bálsamo que lo fue relajando poco a poco, acurrucado contra su pecho como un niño pequeño, más que alguien que deseaba ser su amante parecía un muchacho perdido buscando el consuelo de su hermano mayor, pero es que en ese momento no podía pensar en nada más que en ese pequeñajo de ojos azules y en cómo sacarlo adelante para que fuera feliz, como él lo había sido de pequeño a pesar de ser de clase baja.

Negó con la cabeza cuando dijo que no la quería a ella. No, no la quería, lo había sabido al verla, al escucharla. Había sentido pena porque la había querido muchísimo, no le deseaba ningún mal, pero tampoco deseaba quedársela para si, si tenía que marcharse con su marido, ya no supondría un drama para François, lo aceptaría mientras ella estuviera bien, como una vieja amiga. Es por ello que sus palabras le consolaron, porque lo había entendido todo, él siempre le entendía a fin de cuentas. No dijo nada, solo le dejó hablar, paladeando cada una de sus frases y finalmente separándose un poco para poder mirarlo a los ojos.

— Jamás podría agradecerte que me ayudaras con algo como eso, Jules. — reconoció, con los ojos cargados de agradecimiento, sus simples palabras, la intención en sí ya le enloquecían. Apretó un poco los labios, desviando la vista a un lado, pensando en todo — Pero...si realmente quieres hacerlo...¿por qué no intentas que ellos te vean como alguien diferente? — preguntó suave, sin ningún tipo de mala intención, volviendo a mirarlo — Imagino que tu abuelo no aprueba tu modo de vida, o que te marchaste porque querías ser libre, es lo que parece con tu personalidad. Si es así, quizás si fueras mostrando que eres diferente, no tendrías que temer que te rechacen. — tal vez era una fantasía romántica del cortesano, pero no podía evitar pensar que de alguna manera Jules se sentiría feliz con la aprobación de la familia, eran su sangre después de todo, él mismo siempre había querido que se sintieran felices sus padres y las personas que le rodeaban — Podrías decir que Franchesco es hijo tuyo, que tienes una mujer que es su madre y...no sé...perdona, seguro pensarás que es una locura. — se llevó una mano a la cara, dejando escapar un suspiro — No creo que ninguna persona fuera capaz de rechazar a un hijo, nieto o hermano que llega con un retoño en sus brazos. — al menos él jamás lo haría, nunca.

¿Era un maldito egoísta dando por hecho que lo ayudaría y aceptando sus intenciones así como así? Seguramente, puede que debiera haber rechazado amablemente su ofrecimiento, ¡pero por Dios que prefería mil veces buscar la forma de agradecerle a Jules durante lo que le restaba de vida que ver a su pequeño seguir sus pasos o cualquier cosa horrible! Y quizás...quién sabe...tal vez...de algún modo en su estúpida fantasía, creía que podría hacerle bien a su compañero ayudándole a reunirse y arreglar las cosas con los suyos, porque la frase "me eche como si fuera un perro" dejaba más que claro que nada iba bien.

— Yo puedo fingir ser ella, si lo necesitas. Haré cualquier cosa que te pueda ser de ayuda, ya que tú harías algo así por mi. Estaré por siempre en deuda contigo. — terminó, con un hilo de voz y de nuevo la mirada gacha, en los zapatos de ambos. ¿Pasar por mujer? No sería el primero ni el último, además, solo serían un par de días, Franchesco ablandaría el corazón de cualquiera con sus ojos azules y, al volver, Jules podría continuar con su vida mientras él buscaba la manera de hacer algo útil a pesar de su enfermedad, tal vez algún trabajo que sus padres no hubieran pensado anteriormente. ¿Daba muchas cosas por hecho? Sí, sin duda. Pero su mente estaba trabajando a toda marcha aun sin saber la situación ajena. Ya el cambiaformas se encargaría de pararle los pies.

por **Jules L. Allamand** Dom Sep 29, 2013 7:28 am

Ni él mismo sabía por qué quería ayudarle, así que sería mejor que François no le preguntase al respecto. Algo tenía ese muchacho que había despertado la curiosidad de Jules de una forma que nadie había logrado antes. Incluso el término curiosidad se quedaba corto para ese afecto, esa corriente mutua de cariño y comprensión, ese bullir de sentimientos que para el cambiaformas siempre habían sido algo secundario y absolutamente prescindible mientras los apetitos primarios de la carne estuvieran cubiertos. No era bueno sincerándose ni tratando de describir lo que le sucedía por dentro, pero abrazar a Fran estaba bien de un modo muy diferente a como le reconfortaba abrazar a Génie. Al acordarse de su amiga pensó que tendría que despedirse de ella antes de volver a casa. Casa. Qué sorpresa que después de tantos años su mente siguiera considerando como tal el lugar donde se crió y no la habitación alquilada donde residía desde hacía décadas. - No es tan fácil. - Le contestó cuando el chico apeló al sentido de la familia y del aprecio que supuestamente sus abuelos y él se tenían. - Mi padre dejó preñada a la sirvienta y mi abuelo tuvo que encontrarle a la chica otra colocación y dejar que todos pensaran que había sido un desliz suyo. Mi abuela soportó que todo el mundo pensara que su marido le engañaba. Para ellos existen las cosas que están bien y las que están mal, y si creen que yo entro en las primeras harán lo que sea por mí, su sentido del deber es altísimo. Pero si piensan que me he descarriado y que no tengo solución, que he traicionado para siempre su confianza, no moverán un dedo para ayudarme y dejarían que me pudriese aunque apareciera con diez hijos.

Suspiró. Decir eso no le producía ninguna clase de aflicción, más bien al contrario entendía que así era como las cosas se desarrollaban de forma natural y a su manera había heredado esa manera de conducirse. Ni una sola vez se había puesto en contacto con sus parientes en cuanto decidió establecerse por su cuenta y ganarse el pan con el sudor propio cuando cumplió once años. Ya siendo tan niño sabía que probablemente sus pasos no tuvieran vuelta atrás y ni dedicó un solo instante a arrepentirse por ello. Habían tenido que pasar mucho tiempo y muchas cosas para que se planteara por vez primera intentar reubicar su situación hacia otro sendero que no era mejor ni peor, solo diferente. - Les diré que es mi hijo. - Se mostró de acuerdo con ese punto. - Y esperemos que...

Lo vio agachar la mirada y cómo otra vez se impregnaba de ese aire perdido que al cambiaformas lo enloquecía sin razón aparente. Cuando estaba con François había muchos momentos en los que sin darse cuenta ponía esa cara de niño ingenuo que a Jules le daba muchas ganas de hacerle perversiones. Obviamente aquel no era el lugar ni el momento para entregarse a sus fantasías, así que se obligó a volver al asunto que les ocupaba. ¿Cómo iba a ayudar al menor a criar un niño si lo único en lo que pensaba la mayor parte del tiempo era en idear mil maneras de quitarle la ropa y hacerlo suyo contra la pared más cercana? Y solo se habían acostado una vez, ahora le parecía poquísimo, quería llevarlo a su piso y domesticarlo un poco. Se estaba poniendo enfermo él solo, tenía una habilidad especial para eso, algo que los psicólogos modernos llamarían déficit de atención. - No podría ponerte un vestido y fingir porque mis abuelos son cambiaformas. Por mucho que tu aspecto engañara a los humanos nosotros tenemos olfato y mucha más comprensión del lenguaje que no se habla. Tus gestos, tu actitud, tu manera de moverte... - Tenía que pensar algo mejor. - Puedo decir que eres mi sirviente. Se me ocurrirá alguna excusa de aquí a allá, pero de ese modo podríamos viajar juntos y nadie sospecharía nada. - Le levantó el mentón con un dedo y se relamió sin poder evitarlo. - Y tendrías que dormir siempre a mi lado por si necesito algo por la noche. - Le sonrió con malicia. - Y creo que voy a necesitar muchas cosas por la noche. - Ya, no estaba pensando en que también habría un crío en la misma habitación y en que lo último en lo que estaría pensando Fran era en el fornicio, pero es que por más que cambiara la esencia de Jules seguía siendo suya y tantos años con ella imprimía un patrón de costumbres.

por François* Lun Sep 30, 2013 2:28 pm

Toda la atención que tenía se concentró en escuchar sus palabras. En cierto modo porque era importante, pero también porque ansiaba saber más de Jules, todo lo que fuera sobre su vida. Puede que al día siguiente lo olvidara, que esa noche tuviera que llenar muchas páginas de su diario con todo lo ocurrido, pero no quería perderse detalle, bebía de sus palabras como si estuviera muriendo de sed. Su familia sonaba bastante dura, sin lugar a dudas. Le daba cierta pena, pero también la parte de que lo ayudarían si lo consideraban digno de tal acto, le daba una cierta esperanza.

— Pero tú no eres tu padre. Seguro que lograrás hacer que te tomen por alguien decente, al menos decente como ellos esperan que seas, porque a tu modo tú ya lo eres. — aseguró, sonriendo con suavidad. Al menos la conversación le estaba ayudando muchísimo a relajarse, eso no tenía precio. Sin embargo, la cosa se tornó un tanto más incómoda, ya que su casi perfecto plan se veía roto por el hecho de que había olvidado la posibilidad de que los abuelos del cambiaformas compartieran su particularidad. Sabrían que los estaban engañando y eso no sería bueno, solo alimentaría su desconfianza — Me parece bien, puedo ser tu sirviente, me hago cargo de ayudarte con el pequeño...no sé, quizás porque tu mujer falleció en el parto, o puedo ser su hermano que ha decidido trabajar contigo por su sobrino. — se alzó de hombros, podrían usar cualquier excusa que sonara convincente. El niño se parecía a Fran, si decían que era su sobrino no resultaría extraño ni difícil de creer.

Dejó escapar un suspiro, aun dando vueltas en la cabeza a todas las posibilidades de las que podrían echar mano, al menos hasta que escuchó esas últimas palabras. En el acto toda su sangre decidió abandonar su cerebro, que la necesitaba para pensar y se acumuló en su rostro y en una zona mucho más abajo, el motivo era simple, las fantasías sobre todo lo que Jules pudiera necesitar por la noche eran variopintas y para un muchacho joven y con necesidades, resultaban de lo más tentadoras. Puso las manos en su pecho y le dio un pequeño empujoncito, casi como una llamada de atención, apretando los labios con reproche, pero realmente sin estar enfadado ni nada por el estilo, eso el otro cortesano debía notarlo.

— No digas cosas así, me azoras. — reconoció, resoplando un poquito — Creo que será mejor que vaya a casa, tengo que hablar con mis padres sobre todo esto, tengo que escribirlo con detalle para que no sea un problema...— murmuró, mirándolo luego de reojo y soltando la siguiente frase entre dientes — Y seguro que si me quedo más rato contigo no iré a dormir a casa. — ¿es que acaso el mayor no había sido de lo más claro en sus intenciones con esas últimas frases? Tal vez no fuera el mejor momento, pero un hombre no es como una mujer, él puede meterse entre las sábanas de alguien y encontrar allí el escape a sus problemas, conseguir entre los brazos de otra persona olvidar cualquier amargura que le azorase. No quería eso, no en ese momento. Quizás cuando se relajara, cuando lo escribiera todo y supiera que no corría el riesgo de perderlo en el olvido — ¿Quieres que nos veamos otro día para...ver qué has decidido hacer? Así tendrás tiempo de pensártelo mejor por si no quieres hacerlo, Jules. — le sonrió casi con ternura, como disculpándolo por algo que aun no había hecho. No le obligaba, ni muchísimo menos se enfadaría con él o se sentiría decepcionado si decidía echarse atrás, no estaba obligado a hacerlo. Era su responsabilidad y si se veía solo ya buscaría la forma de sacar a ese pequeñajo de grandes ojos adelante.

por **Jules L. Allamand** Miér Oct 02, 2013 3:39 am

Eso de que no era su padre era más complicado de lo que podía parecer a simple vista. Para sus abuelos el gran miedo había sido siempre que Jules fuera igual que Jèrome, y huyendo en París no había hecho más que confirmarles ese temor. Nunca habían podido domar a su hijo y parecía que tampoco a su nieto, así que era más que probable que su dolor les hubiera hecho dar carpetazo a la historia y sencillamente convencerse de que su prole no existía. El cortesano ni siquiera podía asegurar que su progenitor siguiera viviendo bajo el mismo techo que los abuelos, a lo mejor se había escurrido en la oscuridad amparado por su figura de gato y no había regresado jamás. O igual se habían cansado de tener un hijo tan pendón y lo habían echado, tendría que volver a Marsella para descubrir cómo estaban las cosas. - Un gato. - Dijo en voz alta de pronto sin ningún sentido con la conversación anterior. - Jèrome es un gato y yo soy un ratón. - Resultaba extraño que se refiriese a su padre por el nombre de pila, pero seguramente François deduciría de quién estaba hablando. - O sea que igual tienes razón y no nos parecemos tanto. - Sonrió ocultando bajo su máscara de frivolidad cualquier altercado que esos sentimientos le pudieran estar causando y se encogió de hombros. - Decidido entonces, mujer fallecida y cuñado sirviente. - Vaya historia más retorcida, aunque le consolaba pensar que si les contara a los Lombard el verdadero transcurrir de los hechos le iban a creer menos todavía.

Le azoraba, pues claro, ¿para qué pensaba que lo decía? - Me gusta cuando te sonrojas. - Reconoció intentando morderle el cuello, pero Fran lo apartó y Jules comprendía que no era el momento más idóneo para jueguecitos. Suspiró y se resignó a dejarlo marchar por el momento. - Está bien, te acompañaré a casa. - Así tendrían tiempo de fraguar ideas por el camino. La aventura que les esperaba le ponía nervioso pero también le emocionaba, siempre había sido un culo de mal asiento y la perspectiva de una emocionante mentira lo excitaba como a un niño. Juntos salieron caminando del callejón y emprendieron el trayecto de vuelta a la zona residencial donde François se hospedaba con sus padres.

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