AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nuestros pecados, son nuestras virtudes || Privado
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Nuestros pecados, son nuestras virtudes || Privado
Gabrielle era hermosa chica de ojos claros y cabello rubio perfecto, hermosos pómulos y extremidades largas, parecía una diosa que tenía que pintarse para poder captar aquella belleza inexplicable que en ella existía, sus vestimenta siempre tenían un toque exquisito y teatral, aun así no era exagerado ni inoportuno, sabia moverse entre las personas, hablar con sutileza y educación, parecía la dama que muchos caballeros parisinos deseaban.
Todo estaba en la palabra “parecía”, aquella chica era hermosa ¿no? Pues esa hermosa dama se llamaba en realidad Glenn y además de ser un hombre, es mi persona, es decir, que les estoy hablando en primera persona y no en tercera como parecía. En fin, eso ya no tiene importancia. Era una especie de fetiche verme como Gabrielle, también por simple trabajo, era simplemente divertido en algunas noches convertirme en otra persona, aunque Gabrielle y yo en realidad no teníamos muchas diferencias, tal vez nada. Las chicas del burdel parecían de alguna forma celosas al verme en aquellos vestidos hermosos, que tal vez ellas deseaban en su interior y que en sus ojos se notaban, yo lo único que hacía era sonreír pícaramente mientras notaba aquellas miradas de los hombres que se posaban en mis carnes, simplemente me hacían reír, ¿acaso no se daban cuenta? Parecía que no y tampoco me molestaba, al contrario me divertía aun más teniéndolos en aquel lugar embobados con mis movimientos y que pensaran que era una mujer, era simplemente divertido.
Ya varios clientes me habían ofrecido estar con ellos, pero no estaba interesado en esas personas, pues hoy habían contratado a Gabrielle para ser acompañante. Me había caído del cielo aquella propuesta, que había llegado con uno de sus empleados, deseaba algo interesante para poder jugar, bueno ¿tendría alguna oportunidad?, al parecer sí. Me encontraba en una habitación hermosa y lujosa, Mis ojos están fijos al techo de aquella habitación a la que me mandaron a esperar, me siento tranquilo, ya mi persona se había convertido en Gabrielle, me había terminado de vestir y bañar como me lo habían ordenado con aquella nota que llego con un mensajero días atrás. Era increíble que aceptara trabajos así sin saber exactamente el cliente, pero el olor a tonos suaves que traía la nota me dio una pista de quien podría ser mi cliente.
Sería una mujer, si no lo era, habría dos cosas; uno de ellos me sorprendería mucho y pensaría que aquel hombre era totalmente homosexual, la otra seria que no me importaría ni un bledo y me cogería o me lo cogería con el gusto más gustoso del mundo. Mientras esperaba de cierta forma ansiosa en aquella suave cama en donde me había tirado. Que dulce aroma emanaba de todas partes, sentía que me embriagaría con tantas estimulaciones. Ya tenía mí vestido azul celeste puesto, la peluca rubia que tanto me gustaba y esas dos protuberancias que me hacían ver como la propia fémina.
Pronto tocaron la puerta de la habitación, me levante rápidamente de la cama, mirando detenidamente al joven que aparecía ante mí, era un joven alto, fornido, parecía que trabajaba para mi cliente, me alce los hombros acomodándome tranquilamente mi vestido y cualquier cosa que pudiera verse mal. El hombre me hizo una señal para que lo siguiera fuera de aquella habitación, realice un leve gesto y lo seguí hasta la salida de aquel hotel en donde me prepare. Entramos a un carruaje, en donde tranquilamente se regoste, cerrando Mis ojos para hacer menos tedioso el viaje, comenzaba a ponerme de mal humor, a la final me dormí, creo que me dormí, porque mis ojos se mantenían cerrados aunque podía sentir el crujir del carruaje que comenzaba a sentirse más vieja y fría de lo que era.
La soledad tocaba la puerta, comenzaba a dejar que el sueño se apoderara de mi cuerpo, apenas paso unos cuantos suspiros cuando comencé a escuchar algunas voces conocidas, entreabrí los ojos. Ella estaba ahí, Lucy… mi hermosa Lucy, mi pequeña Lucy. Deseaba comenzar a llorar, pero las lágrimas no salían. Ella estaba tranquila, bailando, saltando y riendo a lo lejos de aquella padreara primaveral que era tan normal en Reino Unido. Busque levantarme. Mi cuerpo pesado solamente llego a sentarse, hacia los lados observaba mariposas sentándose en diferentes flores de todas las formas y colores, era una escena en donde no deseaba salir…
-Lucy…- susurre débilmente. Alce mi mano para buscarla, deseaba volverla a tocar–LUCY- grite llamando por fin su atención. Ella volteo, un escalofrió recorrió mi cuerpo, su rostro… estaba destrozado… comencé a gritar como loco, ella parecía sonreír pero en aquel rostro destrozado ni se le podía distinguir su sonrisa. Aquello era mi culpa así había quedado después de que no la pude proteger… mi Lucy… estaba muerta. Las lágrimas bajaban como cascada, no paraban. Sentí unos brazos rodeándome, abrió los ojos buscando tranquilizar mi respiración en donde solamente se podría apreciar jadeos. es solamente un sueño mi Glenn escuche una voz tranquilizadora Mi amado niño despierta…
Abrí los ojos. Estaba en el mismo lugar en donde estoy en este momento, así que todo era un sueño, seco un poco el sudor que cae de mi frente, con una fina pañuelera que tiene una G bordada en su esquina, habían unas lágrimas que cayeron mientras estaba dormido, deseo pronunciar su nombre, pero me temo que si lo hago comenzare a llorar de nuevo, así que me lo reprimo y giro mi rostro, encontrándome con una mujer rubia a mi lado, acaricio mi cabello dejando salir un suspiro… -¿He dormido demasiado?- digo quejándome mientras me quedo mirando a la mujer con cierta curiosidad –Debo disculparme, no he sentido cuando la carreta se ha detenido, ni cuando ha comenzado a moverse- digo entre un susurro con aquella dulce voz que Gabrielle siempre había poseído. Nunca decía las sorpresas que traía, así que para la mujer debía ser solamente una dama de compañía mas que había contratada aquella noche para ir a una elegante fiesta
Todo estaba en la palabra “parecía”, aquella chica era hermosa ¿no? Pues esa hermosa dama se llamaba en realidad Glenn y además de ser un hombre, es mi persona, es decir, que les estoy hablando en primera persona y no en tercera como parecía. En fin, eso ya no tiene importancia. Era una especie de fetiche verme como Gabrielle, también por simple trabajo, era simplemente divertido en algunas noches convertirme en otra persona, aunque Gabrielle y yo en realidad no teníamos muchas diferencias, tal vez nada. Las chicas del burdel parecían de alguna forma celosas al verme en aquellos vestidos hermosos, que tal vez ellas deseaban en su interior y que en sus ojos se notaban, yo lo único que hacía era sonreír pícaramente mientras notaba aquellas miradas de los hombres que se posaban en mis carnes, simplemente me hacían reír, ¿acaso no se daban cuenta? Parecía que no y tampoco me molestaba, al contrario me divertía aun más teniéndolos en aquel lugar embobados con mis movimientos y que pensaran que era una mujer, era simplemente divertido.
Ya varios clientes me habían ofrecido estar con ellos, pero no estaba interesado en esas personas, pues hoy habían contratado a Gabrielle para ser acompañante. Me había caído del cielo aquella propuesta, que había llegado con uno de sus empleados, deseaba algo interesante para poder jugar, bueno ¿tendría alguna oportunidad?, al parecer sí. Me encontraba en una habitación hermosa y lujosa, Mis ojos están fijos al techo de aquella habitación a la que me mandaron a esperar, me siento tranquilo, ya mi persona se había convertido en Gabrielle, me había terminado de vestir y bañar como me lo habían ordenado con aquella nota que llego con un mensajero días atrás. Era increíble que aceptara trabajos así sin saber exactamente el cliente, pero el olor a tonos suaves que traía la nota me dio una pista de quien podría ser mi cliente.
Sería una mujer, si no lo era, habría dos cosas; uno de ellos me sorprendería mucho y pensaría que aquel hombre era totalmente homosexual, la otra seria que no me importaría ni un bledo y me cogería o me lo cogería con el gusto más gustoso del mundo. Mientras esperaba de cierta forma ansiosa en aquella suave cama en donde me había tirado. Que dulce aroma emanaba de todas partes, sentía que me embriagaría con tantas estimulaciones. Ya tenía mí vestido azul celeste puesto, la peluca rubia que tanto me gustaba y esas dos protuberancias que me hacían ver como la propia fémina.
Pronto tocaron la puerta de la habitación, me levante rápidamente de la cama, mirando detenidamente al joven que aparecía ante mí, era un joven alto, fornido, parecía que trabajaba para mi cliente, me alce los hombros acomodándome tranquilamente mi vestido y cualquier cosa que pudiera verse mal. El hombre me hizo una señal para que lo siguiera fuera de aquella habitación, realice un leve gesto y lo seguí hasta la salida de aquel hotel en donde me prepare. Entramos a un carruaje, en donde tranquilamente se regoste, cerrando Mis ojos para hacer menos tedioso el viaje, comenzaba a ponerme de mal humor, a la final me dormí, creo que me dormí, porque mis ojos se mantenían cerrados aunque podía sentir el crujir del carruaje que comenzaba a sentirse más vieja y fría de lo que era.
La soledad tocaba la puerta, comenzaba a dejar que el sueño se apoderara de mi cuerpo, apenas paso unos cuantos suspiros cuando comencé a escuchar algunas voces conocidas, entreabrí los ojos. Ella estaba ahí, Lucy… mi hermosa Lucy, mi pequeña Lucy. Deseaba comenzar a llorar, pero las lágrimas no salían. Ella estaba tranquila, bailando, saltando y riendo a lo lejos de aquella padreara primaveral que era tan normal en Reino Unido. Busque levantarme. Mi cuerpo pesado solamente llego a sentarse, hacia los lados observaba mariposas sentándose en diferentes flores de todas las formas y colores, era una escena en donde no deseaba salir…
-Lucy…- susurre débilmente. Alce mi mano para buscarla, deseaba volverla a tocar–LUCY- grite llamando por fin su atención. Ella volteo, un escalofrió recorrió mi cuerpo, su rostro… estaba destrozado… comencé a gritar como loco, ella parecía sonreír pero en aquel rostro destrozado ni se le podía distinguir su sonrisa. Aquello era mi culpa así había quedado después de que no la pude proteger… mi Lucy… estaba muerta. Las lágrimas bajaban como cascada, no paraban. Sentí unos brazos rodeándome, abrió los ojos buscando tranquilizar mi respiración en donde solamente se podría apreciar jadeos. es solamente un sueño mi Glenn escuche una voz tranquilizadora Mi amado niño despierta…
Abrí los ojos. Estaba en el mismo lugar en donde estoy en este momento, así que todo era un sueño, seco un poco el sudor que cae de mi frente, con una fina pañuelera que tiene una G bordada en su esquina, habían unas lágrimas que cayeron mientras estaba dormido, deseo pronunciar su nombre, pero me temo que si lo hago comenzare a llorar de nuevo, así que me lo reprimo y giro mi rostro, encontrándome con una mujer rubia a mi lado, acaricio mi cabello dejando salir un suspiro… -¿He dormido demasiado?- digo quejándome mientras me quedo mirando a la mujer con cierta curiosidad –Debo disculparme, no he sentido cuando la carreta se ha detenido, ni cuando ha comenzado a moverse- digo entre un susurro con aquella dulce voz que Gabrielle siempre había poseído. Nunca decía las sorpresas que traía, así que para la mujer debía ser solamente una dama de compañía mas que había contratada aquella noche para ir a una elegante fiesta
Glenn Thomsson- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 31/12/2011
Localización : Debajo de alguna falda
Re: Nuestros pecados, son nuestras virtudes || Privado
Seiscientos años eran muchos años. Los suficientes como para aburrirse de las cosas cotidianas o que resultaban comunes, los suficientes para buscar cosas completamente diferentes a lo normal. Sylvanas debía acudir a una fiesta, una de tantas, y había decidido que al menos en esa ocasión intentaría que fuera algo completamente diferente. Se había informado, preguntado y rondado los lugares donde encontrar muchachas que le sirvieran de compañía para un evento como aquel, hasta que dio con la persona indicada.
Fue otro compañero vampiro el que le dio el aviso de ese chico tan particular, que a veces se escondía tras la máscara de una doncella para intentar engañar a sus clientes. Al principio no pudo negar que le había hecho gracia, era muy divertido imaginar con la cara que se debían quedar algunos al alzar una falda y descubrir que ahí abajo sobraba algo. Después su mente comenzó a divagar, en la idea de una linda muchacha a la que poder hacer suya, y en lo grato y divertido que sería tener aquel "juguete extra" bajo las ropas. Con una sonrisa de satisfacción pidió a su conocido que le diera el nombre de aquel muchacho y la forma de contratar sus servicios.
Así había conseguido a Gabrielle, y cuando subió al carro aquella noche, la pudo ver dormida, removiéndose en incómodos sueños. No la despertó, simplemente pidió al cochero que diera un pequeño paseo antes de llegar al lugar que correspondía. La rubia se inclinó sobre la otra chica, o chico en realidad, pero mientras tuviera esa peluca puesta, para ella sería una doncella. Aspiró suave el aroma que desprendía, observó su rostro con todo lujo de detalles y hasta se permitió apartarle un poco del cabello de delante. Luego simplemente la dejó dormir hasta que ella sola se despertó, en un estado algo alterado. No quiso hacer referencia a ese detalle, cada uno tenía sus propios demonios y no estaba bien indagar en ellos en un primer encuentro.
— No mucho, tranquila. — le dedicó una sonrisa cálida, casi maternal, pero se mantuvo completamente quieta en su posición erguida — Supongo entonces que debemos agradecer el tener un cochero que sabe cómo ser delicado, querida. — se mesó ligeramente la falda de su elegante, y a todas luces, caro vestido, entrecerrando un poco los ojos — Verás, espero que cumplas algunos pequeños caprichos esta noche, confío en que no será un problema. — giró nuevamente el rostro hacia ella, fascinada de nuevo con sus rasgos, era verdaderamente difícil imaginar que ahí se escondía un hombre — Espero que esta noche seas Gabrielle Poignet, mi hermana. Así te presentaré frente a todos y diré que has venido desde otra ciudad para pasar unos días en mi compañía y conocer mejor París. Con tu cabello rubio y tus ojos claros no creo que sea muy difícil imaginar que es posible, ¿te parece bien? —la carreta seguía su curso mientras ella tenía esa conversación. Quería que quedara todo bien atado antes de llegar a su destino, así que en cuanto estuviera todo claro, daría un par de golpecitos en el techo de la carreta para que el cochero pusiera rumbo a la fiesta y así no demorar más su llegada. Aunque ella siempre había creído que todo lo bueno se hacía esperar, y que las estrellas entraban cuando ya todo el público estaba acomodado para poder admirarlas bien.
Sus caprichos para después de la fiesta quedarían por ahora sin definir, eso era algo más personal y se los guardaría para cuando estuvieran a solas. Esperaba que aquella noche fuera muy interesante.
Fue otro compañero vampiro el que le dio el aviso de ese chico tan particular, que a veces se escondía tras la máscara de una doncella para intentar engañar a sus clientes. Al principio no pudo negar que le había hecho gracia, era muy divertido imaginar con la cara que se debían quedar algunos al alzar una falda y descubrir que ahí abajo sobraba algo. Después su mente comenzó a divagar, en la idea de una linda muchacha a la que poder hacer suya, y en lo grato y divertido que sería tener aquel "juguete extra" bajo las ropas. Con una sonrisa de satisfacción pidió a su conocido que le diera el nombre de aquel muchacho y la forma de contratar sus servicios.
Así había conseguido a Gabrielle, y cuando subió al carro aquella noche, la pudo ver dormida, removiéndose en incómodos sueños. No la despertó, simplemente pidió al cochero que diera un pequeño paseo antes de llegar al lugar que correspondía. La rubia se inclinó sobre la otra chica, o chico en realidad, pero mientras tuviera esa peluca puesta, para ella sería una doncella. Aspiró suave el aroma que desprendía, observó su rostro con todo lujo de detalles y hasta se permitió apartarle un poco del cabello de delante. Luego simplemente la dejó dormir hasta que ella sola se despertó, en un estado algo alterado. No quiso hacer referencia a ese detalle, cada uno tenía sus propios demonios y no estaba bien indagar en ellos en un primer encuentro.
— No mucho, tranquila. — le dedicó una sonrisa cálida, casi maternal, pero se mantuvo completamente quieta en su posición erguida — Supongo entonces que debemos agradecer el tener un cochero que sabe cómo ser delicado, querida. — se mesó ligeramente la falda de su elegante, y a todas luces, caro vestido, entrecerrando un poco los ojos — Verás, espero que cumplas algunos pequeños caprichos esta noche, confío en que no será un problema. — giró nuevamente el rostro hacia ella, fascinada de nuevo con sus rasgos, era verdaderamente difícil imaginar que ahí se escondía un hombre — Espero que esta noche seas Gabrielle Poignet, mi hermana. Así te presentaré frente a todos y diré que has venido desde otra ciudad para pasar unos días en mi compañía y conocer mejor París. Con tu cabello rubio y tus ojos claros no creo que sea muy difícil imaginar que es posible, ¿te parece bien? —la carreta seguía su curso mientras ella tenía esa conversación. Quería que quedara todo bien atado antes de llegar a su destino, así que en cuanto estuviera todo claro, daría un par de golpecitos en el techo de la carreta para que el cochero pusiera rumbo a la fiesta y así no demorar más su llegada. Aunque ella siempre había creído que todo lo bueno se hacía esperar, y que las estrellas entraban cuando ya todo el público estaba acomodado para poder admirarlas bien.
Sus caprichos para después de la fiesta quedarían por ahora sin definir, eso era algo más personal y se los guardaría para cuando estuvieran a solas. Esperaba que aquella noche fuera muy interesante.
Sylvanas Poignet- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 07/12/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Nuestros pecados, son nuestras virtudes || Privado
La noche como siempre era fogosa, había una extraña sensación de diversión en todo el aire que hacía que cada célula de mi cuerpo quisiera divertirse hasta desfallecer, tal vez era también por la amarga siesta que había tenido que presenciar y el sueño que me había dejado con un nudo en la garganta. La mujer alta, rubia, hermosa en todos los sentidos, parecía ser una diosa en tan vil cuerpo mortal. Ladee mi cabeza para escucharla mejor, buscaba mantener la mirada fija con aquella pizca de brillo en mis pupilas que me hacía ver especial.
No tenía muchas exigencias, pensé en ese momento, escuchándola hablar, no tendría ningún inconveniente en lo que me pedía, me parecía tan fácil que podría bostezar en ese momento, pero Gabrielle era una damita perfecta, así que sonrió de forma delicada, nada exagerada, al mismo tiempo que acomodaba su vestido para que no tuviera ninguna arruga –Poignet…- susurre saboreando lentamente el apellido que debería portar aquella noche –No se escucha nada mal con mi nombre a un lado…- concluí sintiéndome muy a gusto con el resultado. Memorice rápidamente de donde venia y que hacía en parís. Me gustaba que las dos tuviéramos el cabello rubio, era, como lo dijo la dama, algo que lo hacía más creíble.
-No creo que haya ningún problema- me arregle algunas punta de mis dorados mechones mientras con cierto orgullo seguía mi porte –Soy una profesional- sentencio Gabrielle con aquella dulce voz, una melodiosa y aterciopelada, que disfrazaba su verdadero sexo con facilidad. Miro hacia los lados, comenzábamos a estar ansioso, los dos, ella y yo, deseábamos comenzar nuestra actuación como Poignet mas…
En mis ojos había ambición, siempre me había movido eso y tener un apellido lujoso y prestigioso entre mis manos, me hacía sentir el ser más poderoso del momento. No buscaba estafar a nadie, si ellos eran más inteligentes para mantenerse lejos de mí, pero como siempre, la suerte me llega sin yo haberla llamado y como manzana del pecado desean morder un pedazo de los dos, allí es cuando la serpiente llega a inyectar su veneno. Gabrielle suspiro levemente, se aburría de mis análisis, solamente quería ser ella para olvidarse de Glenn y las tragedias que había vivido con esa piel
No tenía muchas exigencias, pensé en ese momento, escuchándola hablar, no tendría ningún inconveniente en lo que me pedía, me parecía tan fácil que podría bostezar en ese momento, pero Gabrielle era una damita perfecta, así que sonrió de forma delicada, nada exagerada, al mismo tiempo que acomodaba su vestido para que no tuviera ninguna arruga –Poignet…- susurre saboreando lentamente el apellido que debería portar aquella noche –No se escucha nada mal con mi nombre a un lado…- concluí sintiéndome muy a gusto con el resultado. Memorice rápidamente de donde venia y que hacía en parís. Me gustaba que las dos tuviéramos el cabello rubio, era, como lo dijo la dama, algo que lo hacía más creíble.
-No creo que haya ningún problema- me arregle algunas punta de mis dorados mechones mientras con cierto orgullo seguía mi porte –Soy una profesional- sentencio Gabrielle con aquella dulce voz, una melodiosa y aterciopelada, que disfrazaba su verdadero sexo con facilidad. Miro hacia los lados, comenzábamos a estar ansioso, los dos, ella y yo, deseábamos comenzar nuestra actuación como Poignet mas…
En mis ojos había ambición, siempre me había movido eso y tener un apellido lujoso y prestigioso entre mis manos, me hacía sentir el ser más poderoso del momento. No buscaba estafar a nadie, si ellos eran más inteligentes para mantenerse lejos de mí, pero como siempre, la suerte me llega sin yo haberla llamado y como manzana del pecado desean morder un pedazo de los dos, allí es cuando la serpiente llega a inyectar su veneno. Gabrielle suspiro levemente, se aburría de mis análisis, solamente quería ser ella para olvidarse de Glenn y las tragedias que había vivido con esa piel
Glenn Thomsson- Prostituto Clase Baja
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