Un baile destructivo (Danna Dianceht)

por **Edward Rochester** Dom Jun 23, 2013 10:14 am

Baile de sociedad… siempre he odiado esta palabra. Más bien la palabra sociedad. Allí todo el mundo de la realeza viene a mostrar sus trajes más caros, hablar de los últimos chismes etc. Algo que realmente odio. Me parece una hipocresía demasiado grande, pero hay veces cuando tengo que acudir a estos eventos porque si no las viejas comienzan con sus chismes que ¿Por qué no han venido? Que ¿Cómo estaba vestido? Etc etc. No es que me importe mucho lo que digan unas viejas sin oficio ni beneficio, pero bueno. Actualmente soy el centro de atención porque apenas salí de la cárcel y es normal que comiencen con chismes.

En cuanto me he recuperado después de la paliza que aquel imbécil de la brigada me ha dado, recibí una invitación a un baile. La señora que me ha invitado ha invitado realmente a don McMullan, mi pseudónimo con el que firmo mis libros. Don McMullan no puede hacerle semejante desplante, así que me visto con el mejor traje que tengo y que me he comprado. Una capa oscura que me llega hasta los pies. Se ondea a medida de mi caminar. Llego en la mansión. Una mansión inmensa y muy bien decorada, sin duda. Entro junto con otros invitados que han hecho presencia.

Ya ha caído la noche. Me da que esta noche será bastante larga. Miro el cielo y veo la luna allí redonda. ¡Joder! A ver ahora como me escabullo. Es que la maldición de la que yo sufro, la maldición del hombre lobo, me hace cometer locuras. Espero que esta noche no ocurra algún desastre. ¡Joder! ¿No podía haber luna llena en la noche cuando me atacó aquel imbécil de la brigada? Pero así es la vida.

Entro en la mansión. En cuanto pongo el pie en la inmensa mansión, los sirvientes sirven los invitados. Muchos invitados. Una fiesta interesante sin duda. Creo que entre la multitud de gente podre escabullirme. La anfitriona se acerca para saludarme. Me ha visto entre la multitud de gente. La saludo con una sonrisa amistosa, ante todo soy caballeroso, y un beso en la mejilla.

Anfitriona: ¡Muchas gracias por haber venido, Señor McMullan! Un placer tenerlo con nosotros. Pero pase y sírvase lo que desea. Yo iré a ver cómo sigue la comida.

Sonrío y miro por allí tímidamente. Siempre me he descrito como una persona tímida. —¡Muchas gracias a usted, señora!— Camino hacia una de las sirvientas que llevaba una bandeja con bebidas de todo tipo. Cojo una copa y le doy un sorbo, cuando escucho a mi lado unas mujeres hablando. Claro, las típicas mujeres de alta sociedad. Las típicas vacas subidas al árbol. O sea unas trepadoras. Mujeres sin oficio ni beneficio que solamente se encargan de andar con chismes sobre la gente invitada. Escucho lo que están hablando.

Mujer 1: ¿Has visto a ese hombre de allá?

Mujer 2: Sí, ¿no es ese escritor de novelas policiacas?

Mujer 1: Se dice que en realidad ha estado en la cárcel. Es un subversivo, un rojo de mierda. Por más que oculte su identidad, nosotros sabremos quién es. ¿Sabías que mi marido la semana pasada le ha dado una buena golpiza?

La otra mujer no alcanza a responder que me dirijo con suma rabia hasta a donde estaban las dos mujeres. Suelto la copa que tenía en mano al suelo dejando que se hiciera añicos. ¡Lo que me faltaba! Encontrarme con la esposa de ese imbécil que me ha golpeado en un baile de sociedad. Por eso mismo odio los bailes de sociedad. No aguanto más y sin decir una palabra, comienzo a transformarme. Un proceso demasiado doloroso, pero el resultado final es realmente un hombre lobo de pelaje negro, con ojos amarillentos y llenos de odio. Así en mi forma animal me lanzo al cuello de la mujer que ha dicho aquello. La escucho gritando de miedo. Hasta ahora era una gallina pavoneándose con su chisme, pero ahora se está cagando de miedo. Tampoco puedo hacerle daño, yo no soy como su marido. Solamente le estoy metiendo un susto.

La tumbo en el suelo lanzándome encima de ella. Abro mi hocico dejando que se me caiga la baba encima de ella. La mujer grita de miedo y asco, pero más bien lo primero. Claro, la típica mujer de sociedad que lanza chismes, pero después esconde la mano. Con mi hocico abierto le doy un bocado a su brazo haciendo que solamente roce un poco de la carne, nada más. No soy un criminal. Después de darle aquel susto, me levanto de encima de ella y comienzo a correr hacia afuera. Por suerte la puerta estaba abierta. En los jardines, mirando la luna llena vuelvo a mi apariencia normal.

Ahora en mi apariencia normal de humano, miro la luna. Una sirvienta pasa con una bandeja con unas cosas para picar y un poco de alcohol. Cojo una copa de alcohol. Bebo de ella mirando la luna. Dejo la cabeza hacia atrás tratando de relajarme esperando que la gente no me reconociera y viniera detrás de mí después del espectáculo que acaba de montar dentro. Espero que se olviden rápido aunque aquella mujer tiene que más chismes contar.